Impiadosamente capitulo 2

roman74

Pajillero
Registrado
Ene 9, 2008
Mensajes
2,925
Likes Recibidos
60
Puntos
48
 
Tragó hasta la última gota de semen, pero se veÃ*a que no daba más. Me rogó que la llevara a la cama, y asÃ* lo hice. La tapé con mucho cariño.
Quedó dormidita al instante.
Me fui entonces al ******, a tomar algo y a pensar en el asunto.
La verdad es que estuvo espléndido, mejor de lo que yo me imaginaba.
Sin cosas raras, sin acrobacias, sencillo pero contundente.
En lo fÃ*sico estaba totalmente satisfecho, pero en lo espiritual tenÃ*a algunas preocupaciones. Mis sentimientos me inquietaban. Lo que habÃ*a empezado como una aventura sexual se estaba transformando en un sentimiento profu serÃ*an defectos, me resultaban caracterÃ*sticas atractivas y me excitaban sobremanera.
Ahora la conocÃ*a en plenitud.
Excelente ama de casa, silenciosa, sabÃ*a en las cuestiones domésticas, muy buena cocinera.
Agradable a la vista, interesante, sugestiva, encantadora.
En la cama, nada del otro mundo, por supuesto, pero simple y franca.
¿Que era el sexo para ella?Muy sencillo: abrirse de piernas, abrir la boca y sacar la lengüita. Recibir todo apretando los talones y gimiendo. Luego, mamarla despacio y tragar todo hasta la última gota, para después irse a dormir como una hembrita satisfecha.
Ningún problema, ninguna cuestión rara, nada que ver con Alicia, su desprecio por el sexo y sus traumas demenciales.
De lubricación, pese a ser menopáusica, perfecta. Mi miembro se deslizaba con facilidad en su vagina, y cuando tenÃ*a el orgasmo apretaba bastante fuerte.
¿Y mi mujer?¿Que iba a pasar con mi mujer?Hasta el momento yo habÃ*a disimulado perfectamente, porque en realidad no habÃ*a pasado nada, pero a partir de ahora todo iba a ser diferente.
Bueno, ya verÃ*a que hacer… todo no puede arreglarse en un dÃ*a, me dije.
BebÃ* unos tragos, me fui a acostar a mi dormitorio, solo, y me dormÃ*.
Cuando desperté, ya era media mañana.
Me puse una bata, fui al baño y después a la cocina a tomar mi café.
Carola estaba preparando algunas cosas, y advertÃ* que mi café estaba listo. Estaba como siempre, con un vestido sencillo algo apretado pero poca cosa, se le no
taba bien el busto. La falda pasaba la rodilla. Unas sandalias blancas de medio taco. Nada de maquillaje.
Nos besamos con pasión.
SentÃ* su cuerpo y me estremecÃ*, sintiendo una erección inmediata.
"¿Cómo está mi papi hoy?" me dijo pegando sus labios a los mÃ*os.
"¿Cómo está mi reina?" le contesté.
Abrazándola de la cintura y sosteniéndola firme contra mÃ* tomé mi café.
Me sentÃ*a perfecto.
TenÃ*a ganas de salir a caminar con ella, ir a tomar algo por ahÃ*, pero era demasiado temprano y sentÃ*a otras urgencias.
"¿Sabe mi nena que quiere hacer su papi?" le pregunté.
"Mi papi hace lo que quiere con su nena" me dijo.
Al escucharla sin esperar ni un segundo la llevé a mi dormitorio. No pude dejar de pensar que en un futuro ese serÃ*a "nuestro" dormitorio, y me inquieté un poco, pero me obligué a no pensar en eso en ese momento.
QuerÃ*a hacerle el amor vestida.
AsÃ* que la senté en la cama y le dije: "nena, te me quedas quietita y dejas que tu papi te va a hacer algunas cositas".
Me contestó abriendo la boca y sacando la lengüita, que chupé con muchas ganas.
Le saqué la bombacha y comencé a lamerla toda, con especial dedicación a su vulva y su ano.
Los sentÃ*a deliciosos.
Ella estaba sumamente excitada y humedecida, y yo advertÃ*a que le gustaba mucho lo que le estaba haciendo. Era como una demostración de amor, pero yo también gozaba mucho y me excitaba más y más.
VolvÃ* a su boca. Disfruté de sus labios y de su lengua.
Su saliva era dulce, me la daba en abundancia, y yo tragaba.
Con mi lengua recorrÃ* su boca totalmente. SentÃ*a con mi lengua su postizo superior, y le ordené que se lo sacara.
Ella no querÃ*a, le daba mucha vergüenza, pero yo insistÃ* muchas veces, cada vez con más rigor.
"¿Por que?" me preguntaba como reprochándome, pero yo insistÃ*a y le decÃ*a que querÃ*a su boca tal cual era, que conmigo no necesitaba esas cosas.
Me pidió que me diera vuelta y asÃ* lo hice, pero en realidad la seguÃ* mira más jugo que antes, y yo lo bebÃ*a ansioso, y me encantaba, mientras sentÃ*a su vagina apretando mi sexo mientras yo le acariciaba los pechos y los pezones.
Me calmé, encontré mi ritmo, y estuvimos asÃ* como media hora.
SentÃ*a que ella era la mujer de mi vida.
De pronto me di cuenta que no iba a poder aguantar más, la empujé con más fuerza y le llené la vagina de semen.
Ella tuvo un orgasmo espectacular, y comenzó a orinarse encima.
Bajé hasta su vulva y comencé a lamer y a beber lo que podÃ*a de su precioso lÃ*quido.
La llevé al baño, la cama estaba hecha un desastre, toda mojada.
Ella chorreaba jugos por la pierna.
En el baño le dije "se queda asÃ* mi nena" y le saqué el vestido.
Quedó en sandalias, totalmente desnuda.
Me dijo "papi, voy a arreglar la cama, el colchón está todo mojado", y le dije que después iba a poder hacerlo.
La observaba detenidamente, apreciaba su cuerpo maduro y armonioso, pero también el terrible efecto del paso de los años, y pensé que lindo hubiera sido tenerla más de joven, pero no estaba por perdérmela ahora de ninguna manera.
La lavé y la sequé con una toalla limpia, y ella lavó mi sexo.
"Se queda desnuda hoy mi nena" le dije, y ella con sus labios sobre mi boca me dijo "sÃ* papá", y otra vez tuve una erección.
AsÃ* que me la llevé al ******, haciéndola caminar delante mÃ*o para disfrutarla de atrás.
Me encantaba andar por la casa con mi suegrita desnuda, recién usada sexualmente, y en sandalias.
Llegamos al ******.
Me senté en un sofá, la hice arrodillar y le puse mi sexo en su boca.
Comenzó a lamer mi sexo metiéndoselo todo en la boca, hasta la garganta.
Con su lengüita acariciaba el capullo y yo sentÃ*a su intensa succión.
Aguanté gozando lo más que pude pero no pasó mucho tiempo y sentÃ* que alcanzaba el orgasmo.
Mi semen salió mucho y con fuerza llenándole la boca, y ella echó su cabeza hacia atrás y se lo tragó absolutamente todo.
Siguió lamiendo un rato más.
Se levantó y se fue al dormitorio, mientras yo me quedé en el sofá fumando un cigarrillo.
Al rato me levanto y la
encuentro en el dormitorio, que ya estaba por supuesto perfectamente arreglado. SeguÃ*a totalmente desnuda con las sandalias puestas.
Me faltaba hacer algo para completar la posesión, asÃ* que la abracé y comencé a besarla y a acariciarla nuevamente, pasándole las manos por los pechos, los pezones y las nalgas.
Me dijo "estoy cansada papi, dame tiempo, no puedo seguirte el tren".
Hice como que no la habÃ*a escuchado y la puse sobre la cama en cuatro. De mi mesa de luz saqué un pote con vaselina, lo abrÃ* y comencé a untarle el ano con dedicación y dulzura, mientras ella se resistÃ*a y me decÃ*a que por ahÃ* nunca lo habÃ*a hecho.
Yo me di cuenta que la única forma de ser feliz con mi suegrita era dominándola completamente, asÃ* que no presté atención a sus súplicas.
Cuando su ano estuvo preparado la sexotré despacio con mucha paciencia pero con total determinación.
La tenÃ*a a mi merced, en cuatro, desnuda, con las sandalias puestas, y mi sexo habÃ*a entrado totalmente en su delicioso ano.
Me dijo "me estás desvirgando papá, me estás desvirgando…", lo que me excitó mucho más.
A un ritmo más pausado comencé mi trabajo, sintiendo como mi suegrita se estremecÃ*a de dolor y de placer al mismo tiempo.
Fui lentamente aplicando má papi".
Me dijo "papi, no puedo comer sin mi aparato". Me di cuenta obviamente que el asunto le preocupaba bastante, y que necesitarÃ*a mucho tiempo y esfuerzo para que se acostumbrara a no usarlo.
Sin esos postizos, su labio superior se hundÃ*a un poco, pero me gustaba más sin ese invento, su boca se ponÃ*a mucho más jugosa.
No obstante en ese momento tenÃ*a razón, no iba a poder masticar la comida, asÃ* que dejé que fuera a buscarlo. Cuando volvió la senté upa nuevamente, y hice que se llevara un bocado a su boca, lo masticara un poco y lo pusiera directamente en la mÃ*a.
Alternando, un bocado para ella, que se tragaba, y otro para mÃ*, que tragaba yo.
"Me encanta esto papi" me dijo.
AsÃ* transcurrió el almuerzo, con nuestras bocas en contacto casi permanente, compartiendo la comida, la bebida y la saliva.
Cuando terminamos, me dijo "tengo que ir al baño ahora mismo papi", y yo le contesté "esa es otra cosa que tengo que enseñarle a mi nena".
Me miró extrañada pero me dejó hacer. SentÃ* que la estaba dominando totalmente.
Llegamos al baño, se levantó las polleras y se sacó la bombacha.
Se sentó en el inodoro y me dijo "papi tengo que hacer caca y me duele la cola por lo que me hiciste, pero necesito estar sola, no puedo si no estoy sola".
Me arrodillé y la besé con ternura, muchos besos cortitos en los labios y en toda la carita.
"Vas a hacer caca con tu papá" le dije, y metÃ* una mano entre sus piernas hasta llegar a su ano que estaba bastante inflamado por mis embates.
Pese a que no querÃ*a, la necesidad la superó y comenzó a hacer fuerza. Yo le sostenÃ*a el ano y se lo acariciaba mientras sentÃ*a que salÃ*a todo.
Su hermoso ano se proyectaba y se abrÃ*a divinamente, mientras algo blando y pegajoso se pegaba a mis dedos.
Evacuaba el intestino y echaba algunos gases cortitos mientras yo le sostenÃ*a el ano y la besaba con dulzura.
Con mi otra mano yo hacÃ*a correr e l agua permanentemente, asÃ* que todo rápidamente desaparecÃ*a.
"¿Te gusta?" me preguntaba mientras yo me daba cuenta por su tono de voz que a ella le encantaba.
Cuando terminó la senté en el bidet y la lavé y sequé cuidadosamente.
Yo tenÃ*a una erección, pero querÃ*a reservarme para más tarde.
Le propuse que saliéramos a caminar un rato, y estuvo de acuerdo.
Disimulando, salimos y caminamos sin siquiera tomarnos de la mano unas cuadras charlando de cualquier cosa, hasta que llegamos a un parque que está cerca de mi casa.
Elegimos un banco apartado, y nos sentamos.
Estaba desierto, asÃ* que pasé mi brazo alrededor de su cintura y la sujeté apretando con mi mano izquierda su vientre, mientras ella cruzaba las piernas que yo no paraba de mirar y también veÃ*a como movÃ*a la punta de sus deditos que sobresalÃ*an del extremo de sus preciosas sandalias.
Abrió la boca y sacó la lengüita, y me dio su saliva dulce.
Tranquilos, nos quedamos un largo rato sentados, disfrutando el uno del otro.
Yo no dejaba de mirar y
desear sus hermosas piernas.
Me sentÃ*a orgulloso de poseer semejante hembrita madura.
Cuando ya estábamos por irnos, apoyó sus labios sobre los mÃ*os y me dijo "papi, llévame lejos, no vamos a poder disimular y cuando mi hija que es tu mujer se entere voy a tener mucha culpa".
Le dije "quédate tranquila nena, que lo que hice no fue para pasar el tiempo, te he hecho mÃ*a para siempre y totalmente, todo tu cuerpito es mÃ*o, tu pis, tu caca, tu saliva, tus jugos, tus piernas, tus taloncitos, tus pechos, tu lengua, tu vagina".
Mo mi suegrita divina ya no daba más, asÃ* que le di todo mi semen caliente.
Le dije "te quedas asÃ*, nena, con la leche de tu papi puesta, asÃ* te quiero todo el tiempo".
Se acurrucó y cerrando las piernitas me hizo caso, mientras yo me fumaba un cigarrillo.
Finalmente volvimos a casa tomados de la mano, como dos novios.
Mientras yo miraba televisión ella preparó la cena, y nos pusimos de igual forma que en el almuerzo, pero como habÃ*a hecho un guisito delicioso muy tierno sin que yo le dijera nada se sacó el postizo y me encantó muchÃ*simo sentir su boquita abierta, al natural, llena de comida que me daba con la lengua.
Levantó la mesa, me pidió que la llevara al baño a orinar, lo que hizo en mi mano. Le lavé la vulva y la sequé con cuidado.
Se desnudó, se sacó las sandalias, y se puso un sencillo camisón celeste, sin bombacha ni corpiño. Me la llevé al dormitorio matrimonial y le dije "Desde ahora duerme aquÃ* mi chiquita".
Me dijo "¿Y cuando venga Alicia de su viaje?".
"Falta mucho para eso, quédate tranquila" le respondÃ*, y por fin pudimos dormir juntos, abrazados, dándonos de vez en cuando besos de lengua, mientras yo le acariciaba las piernas y sentÃ*a sus taloncitos jugando en mi espalda.
Me desperté temprano y ella aún dormÃ*a en mis brazos.
La besé suavemente y abrió los ojos.
Fue algo hermoso despertar con mi hembra abrazada a mÃ*.
Le pedÃ* que abriera la boca y al advertir que su aliento era de una frescura absoluta comencé a lavársela con mi lengua, bebiéndome todos los jugos que se habÃ*an acumulado en ella durante la noche, que eran exquisitos.
Sin el postizo su boca producÃ*a muchÃ*sima saliva dulce, que me enloquecÃ*a y yo ansiaba tragar permanentemente.
"Todas las mañanas le das a tu papi el jugo de tu boca" le dije, mientras ella se dejaba hacer, mi mano sentÃ*a que su vulva se humedecÃ*a y mi suegrita adorada comenzaba a abrir las piernas como una ranita.
Comencé a sexotrarla muy despacio, disfrutando enormemente su entrega total.
Era mi mujer, mi hembra, su boca estaba bien abierta y me daba toda su lengua rosadita. Sus taloncitos comenzaron a jugar en mi espalda, muy traviesos.
Comenzaba otro dÃ*a de amor y pasión, pero nos aproximábamos inexorablemente a la hora en que lo nuestro deberÃ*a definirse.
Tal vez pensando en eso, tuve una experiencia extraordinaria esa mañana, ya que habÃ*amos comenzado a hacer el amor a las siete y eran las once y yo seguÃ*a con mi erección sexotrándola a un ritmo lento pero sostenido.
Cuatro horas de disfrute ininterrumpido, controlando mi orgasmo, era algo que nunca me habÃ*a sucedido.
Cuando sentÃ*a que no podÃ*a más, me detenÃ*a y esperaba que pasara, y luego retomaba nuevamente muy despacio.
TenÃ*a unas terribles ganas de orinar, y eso me excitaba aún más.
Finalmente, ya cerca del mediodÃ*a, no pude más, y en un espasmo literalmente llené la vagina de mi hembra con mi semen, quedando exhausto.
¿Qué me hiciste papi? me preguntó mi suegrita, pegando sus labios a los mÃ*os expresando una felicidad infinita.
Lo que tendrÃ*a que haberte hecho el dÃ*a que te conocÃ*, le contesté muy sinceramente.
Me levanté a orinar, y ella me siguió, tomó mi sexo y lo sostuvo mientras me aliviaba, y luego con lavó cuidadosamente con la lengua.
Lavé con mi lengua su vulvita para retribuirle, era increÃ*ble la cantidad de semen y jugos que contenÃ*a.
Luego de besos tiernos y muchas caricias, convinimos en vestirnos y beber unas copas juntos en el ******. pleno.
Nuestros cuerpos encajaban perfectamente, estábamos hechos como a medida el uno para el otro.
Y siempre surgÃ*a algo nuevo, algo diferente, algo digno de explorar y transitar, lo cual nos proporcionaba un inmenso placer.
Alicia me llamó por tel&eacut
e;fono desde el extranjero para avisarme que demorarÃ*a dos semanas más en regresar.
Fue una charla frÃ*a, una comunicación amable, nada más. Yo sentÃ* un gran alivio, porque disponÃ*a de más tiempo para disfrutar mi nueva relación sin interrupciones embarazosas.
Cuando le conté a Carola se puso muy contenta también, y me estampó un beso en la boca que me dejó vibrando.
Al rato estaba entreteniéndome frente a mi computador cuando sentÃ* que se acercaba.
LucÃ*a como siempre un sencillo vestido blanco que le quedaba precioso, y estaba descalza.
Se notaban sus pechos y sus caderas.
Tomé una decisión crucial: apagué mi computador para siempre, no era posible ninguna distracción en esas circunstancias.
Me levante, la abracé, tomé su carita entre mis manos, la besé tiernamente sintiendo sus senos sobre mi pecho, y le dije nena, basta de distracciones, vamos a dedicarnos a nosotros, que es lo que necesitamos&Me regaló una sonrisa divina y un largo beso.
SentÃ*a un deseo de disfrutarla que me devoraba por dentro, una fiebre infernal que me enloquecÃ*a.
Tratando de tomarme un respiro, la invité a irnos de vacaciones unos dÃ*as, lo que aceptó encantada.
En un rato preparó unos bolsos con todo lo necesario.
Se puso unas sandalias y se maquilló un poquito, lo cual la hizo más atractiva de lo que ya era.
Fuimos a la cochera a buscar el auto, cargamos los bártulos y me dirigÃ* hacia una ciudad balnearia que estaba a unos trescientos kilómetros de casa.
Era un lugar muy lindo, que yo conocÃ*a desde mi juventud, un lugar tranquilo, máxime que estábamos fuera de temporada, y aunque el clima ya no era propicio para tomar baños, podrÃ*amos seguramente caminar por la playa y hacer otros paseos.
HacÃ*a muchos años que no visitaba el lugar, pero estaba seguro que no habÃ*a cambiado mucho desde entonces.
En unas cuatro horas llegamos a destino.
El viaje fue muy tranquilo, no habÃ*a mucho tránsito, y yo me sentÃ*a espléndido con mi suegra sentada como mi pareja del lado del acompañante y no en el asiento de atrás, como siempre habÃ*a viajado antes conmigo.
Ella disfrutó mucho del viaje también, se la veÃ*a contenta, y yo de vez en cuando le miraba las piernas y sentÃ*a ese deseo irresistible que me da cuando veo sus piernitas, pero me contenÃ*a y seguÃ*a manejando.
Llegamos aún de dÃ*a, asÃ* que nos fue fácil encontrar una casa para alquilar, un lindo chalet algo alejado del centro, con todas las comodidades.
Nos instalamos y ella se encargó de acomodar las cosas mientras yo fumaba un cigarrillo mirando el mar y disfrutando.
Apenas anocheció salimos a cenar.
Busqué un lugar lindo, donde pudiéramos recibir una atención de calidad.
Encontramos un restaurante muy coqueto, y nos sentamos en una mesa desde donde se veÃ*an la playa y las luces del centro.
Cenamos una exquisita langosta acompañada de un riquÃ*simo champagne helado que nos puso alegres.
Pasado el rato, nos levantamos y fuimos para el chalet que habÃ*amos rentado.
En el dormitorio nos desnudamos el uno al otro.
Totalmente desnudos nos fuimos al baño a darnos juntos una ducha refrescante.
Luego pasamos al estar, donde preparé unos tragos y puse una música suave.
Ella desapareció unos instantes y cuando volvió advertÃ* que se hab&iacut ponÃ*a en órbita saturado de deseo y de placer.
Sus pechos oscilaban frente a mi rostro, y yo los besaba y acariciaba con delicadeza, mientras la tomaba de los tobillos con firmeza.
AsÃ* estuvo como una hora, aproximando su rostro al mÃ*o dándome la lengua y los jugos de su boca.
Cuando ya no dábamos más, me dijo ahora papi, y comenzó a subir y bajar con más energÃ*a lo que me llevó rápidamente a un orgasmo extraordinario que provocó un espectacular derrame de semen en su amada vagina.
Se recostó junto a mÃ*, acurrucada, y dejó que la abrazara con ternura mientras recuperábamos el aliento.
Pasado un rato, comencé a explorarla.
Era algo que aún no habÃ*a realizado con meticulosidad, apremiado siempre por la urgencia del deseo.
Pero ahora nos habÃ*amos desahogado, y me sentÃ*a capaz de hacerlo.
Comencé por sus pies, pequeños, bien cuidados, suaves, sin ninguna aspereza. Sus taloncitos eran suaves y rosados, con algunas venitas azules muy delgadas. Sus piernas, Dios, que hermosas piernas!No
hubo centÃ*metro de su piel que no lamiera y adorara como si fuera una diosa.
BebÃ* sus jugos encantadores, besé su ano largo rato, introduje mi lengua en su orificio y sentÃ* un enorme placer.
Me entretuve besando sus axilas perfectamente depiladas, lo que le encantó.
La erección inevitable que produjo todo eso hizo que nuevamente la sexotrara con toda mi energÃ*a, hasta el orgasmo mutuo al que ya estábamos acostumbrados mientras mi boca bebÃ*a todo su jugo y chupaba con frenesÃ* su lengüita.
Abrazados, sintiendo el ruido del mar, con sus taloncitos jugando en mi espalda, nos quedamos dormidos, no sin antes besarnos apasionadamente durante un largo rato.
A la mañana me desperté y ella ya no estaba en la cama.
Me puse la bata y comencé a buscarla por toda la casa, hasta que la encontré en el jardÃ*n, en camisón, sin bombacha ni corpiño, sentada cerca de un cantero de flores.
Era un dÃ*a espléndido, y ella era mi flor más hermosa.
Me acerqué y la besé apasionadamente.
Ella abrió la boquita y me dijo papi, te estaba esperando, lávame la boca con la lengua, y al hacerlo me excité de tal manera que para su sorpresa la cargué en mis brazos y la llevé al estar, recostándola con delicadeza sobre una mesa.
Su cuerpito extendido cabÃ*a perfectamente en la mesa, parecÃ*a que estaba hecha a su medida.
Comencé a lamerla desde los pies, pasando por su ano y su vulva, hasta llegar a su boquita hermosa.
Ya no usaba más el postizo, asÃ* que el flujo de saliva era muy intenso, y bebÃ* todos sus jugos. Luego la bajé, me senté en un sillón, y la hice arrodillar, introduciendo mi sexo en su boca recién limpia con mi lengua para que recibiera el primer semen del dÃ*a.
Cada vez sentÃ*a más placer y me controlaba más , asÃ* que debe de haber estado como una hora lamiendo mi sexo hasta que inundé su garganta con un chorro caliente de semen que casi la ahoga.
Como siempre, echó su cabeza hacia atrás y dejó que todo mi jugo se deslizara por su garganta.
Cuando terminó de tragar hasta la última gota, me dijo papi, tu café está listo.
Entonces fuimos a desayunar.
Era un dÃ*a de sol, y hacÃ*a bastante calor, asÃ* que decidimos ir a la playa y tomar un baño.
Se puso un traje de baño enterizo, bastante discreto, y advertÃ* que sólo yo podÃ*a apreciarlo al conocer los secretos que escondÃ*a.
No era necesaria una tanga o una bikini, yo sabÃ*a que bajo esa prenda se escondÃ*an dos pechos de hembra, la vulva más hermos máxima felicidad a la que puede aspirar una pareja.
Regresamos a mi casa y Carola se dedicó a acomodar las cosas y a pegar una repasada a los cuartos mientras yo revisaba la correspondencia y algunos papeles.
Antes de que nos acostáramos sonó el teléfono.
Era Alicia.
Me dijo que la pasara a buscar al aeropuerto, que recién habÃ*a llegado.
Le pasé el parte a Carola, que me miró angustiada.
"¿Que vamos a hacer papi?" me preguntó casi llorando.
La abracé tiernamente y le dije que dejara todo en mis manos, que se quedara tranquila y no hiciera ni dijera nada.
La dejé no muy convencida y fui al aeropuerto.
Me encontré con mi mujer, nos saludamos cordialmente pero sin efusividades, y marchamos para casa.
Llegamos, ella entró primero y yo detrás de ella llegando sus valijas.
Cuando Alicia se encontró con su madre y la abrazó, exclamó "Que bien se te ve mami!… pero… vos estuviste llorando… ¿que te pasa?Carola guardaba silencio.
Entonces tuve que terciar, no habÃ*a más remedio, habÃ*a llegado la hora y era inútil disimular o mentir.
"Tenemos que hablar con vos", le dije.
Alicia me miraba extrañada, demostrando mucha angustia y preocupación.
Nos sentamos en el ******, Carola y yo juntos y Alicia en un sillón frente a nosotros.
Le conté todo, absolutamente todo.
Carola lloraba calladamente a mi lado, y Alicia me miraba con los ojos desorbitados no queriendo entender el significado de mis palabras.
Bajó la cabeza, y se quedó como pensando vaya a saber que.
Estuvo asÃ* como unos cinco minutos, y sentÃ* la necesidad de interrumpir esa escena tan desagradable.
"¿Por que no aprovechas que todavÃ*a no abriste las valijas y te vas?"Carola intentó serenarme pero la agarré fuerte del brazo y le ordené que se callara.
Alicia se levantó y me
pidió que le llamara un taxi, lo que hice de inmediato.
Quiso entrar al dormitorio y no se lo permitÃ*.
Me dolÃ*a lo que estaba pasando pero yo sabÃ*a que no habÃ*a otra manera de hacerlo.
HabÃ*a encontrado mi pareja, mi mujer ideal era una realidad.
Ahora lloraba y estaba apenada por su hija, y sentÃ*a seguramente mucha vergüenza, pero ya se le iba a pasar, algún dÃ*a se le iba a pasar.
Alicia estaba herida en su amor propio, pero estaba recibiendo lo que merecÃ*a y lo sabÃ*a.
Llegó el taxi y, en silencio, sin despedirse, se marchó.
Carola rompió en llanto, y me dijo "¿que hemos hecho, que has hecho?. ¡nunca más veré a mi hija!…
Yo la abracé e intenté serenarla.
Mi cerebro trabajaba a toda velocidad eligiendo las palabras adecuadas.
QuerÃ*a parecer comprensivo pero a la vez seguro y firme, y no encontraba la manera.
Tratando de ganar tiempo le dije que me iba a duchar y que después hablarÃ*amos.
Fui al baño y disfruté de una prolongada ducha con el agua bien caliente, casi quemándome.
No paraba de pensar en lo que habÃ*a hecho, pero a medida que pasaba el tiempo me iba sintiendo más y más tranquilo con mi conciencia.
¿Que sentido tenÃ*a engañar?¿Acaso Ã*bamos a vivir disimulando?Mi matrimonio era en realidad una parodia.
Lo que no podÃ*a remediar era el orgullo herido de Alicia, pero en definitiva ese no era mi problema.
Y la tristeza de Carola… bueno, ella no era una criatura, siempre fue conciente de lo que estaba haciendo.
Sintiéndome mejor, me sequé rápidamente, me puse una bata liviana y fui al ******.
Carola no estaba. La busqué por toda la casa sin resultado.
Sobre mi escritorio encontré una nota de ella que decÃ*a "Nunca podré perdonarme lo que permitido con ella.
Fui a prepararme un café y quedé helado al ver a Carola en la cocina.
¡HabÃ*a regresado!La abracé tiernamente y busqué su boca con desesperación.
Tenemos que hablar, le dije, y la llevé a los empujones hasta el dormitorio, y a los cachetazos limpios la arrojé sobre la cama mientras le desgarraba la ropa con violencia y la desnudaba completamente.
Ella lloraba y estaba aterrorizada, y le sangraba un poco la nariz a causa de mis golpes.
Me desnudé rápidamente y la hice mÃ*a sin miramientos, mientras le decÃ*a "¡Esto te va a pasar cada vez que te vayas de mi casa sin mi permiso, perra!¿Tanto te cuesta entender que sos totalmente mÃ*a y que no podes hacer nada sin mi permiso?Busqué en un cajón un collar de perro y se lo coloqué bien ajustado, con su correspondiente cadena.
Y cachetada va, y cachetada viene, mientras la sexotraba violentamente sintiendo que le estaba haciendo daño y lastimando su vulva, la mantenÃ*a quietita con el ahorcador.
Carola no paraba de llorar, pero no tenÃ*a forma de resistirse a mi fuerza inconmensurablemente superior, y gemÃ*a penosamente, mientras yo indiferente seguÃ*a con lo mÃ*o.
Dejé de pegarle y comencé a acariciarla, aflojando algo la tensión de la cadena, y de a poco se fue ablandando y ablandando.
A los quince minutos ya la tenÃ*a con la lengüita afuera y los talones traviesos jugando en mi espalda, rogándome que no le pegara más y que la mimara mucho.
Hice que se subiera arriba mÃ*o y comenzara con sus fascinantes movimientos de caderas.
Comenzó a babearse y yo bebÃ*a el precioso lÃ*quido que salÃ*a de su boca mientras sentÃ*a el roce de sus pezones sobre mi pecho.
AsÃ* estuvimos como una hora hasta que llegamos al máximo orgasmo que pueden tener un hombre y una mujer.
"¡De ahora en adelante vas a llevar puesto el collar, perra, y no te lo sacas para nada!", le grité.
"¿Y que va a decir la gente en la calle cuando me vea?" me preguntó tÃ*midamente.
"Muy sencillo, ahÃ* va la perra con su amo", le contesté.
Entonces dijo "si papito, siempre voy a llevar el collar como una perra, como tu perra".
Le abrÃ* las piernas y lamÃ* su ano hasta la saciedad.
Se quedó dormida.
Me bañé, me vestÃ* y salÃ* a dar una vuelta.
TenÃ*a que pensar tranquilo en todo lo que habÃ*a pasado.
Iba a iniciar lo más pronto posible los trámites del divorcio con Alicia, para completar la separación en forma definitiva.
Anduve un rato por ahÃ* y volvÃ* a casa.
Ella estaba despierta, en la cocina, preparando algo de comer.
Me acerqué, y le dije &quo
t;Me voy a divorciar y nos vamos a casar nena".
Se puso como loca y me abrazó y besó apasionadamente.
Con una sonrisa pÃ*cara me preguntó "¿en la ceremonia voy a tener puesta el collar de perra con esta cadena? "Por supuesto, todo bien escondido debajo de tu vestido de novia" le contesté.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
Pasaron dos años de convivencia y felicidad.
Nuestra relación seguÃ*a firme, sin sobresaltos.
Ya habÃ*a concluido mi divorcio, Carola y Alicia no volvieron a verse.
Esta mañana, cuando despertamos abrazados como siempre, recién amanecÃ*a.
Hoy era un dÃ*a muy especial: Ã*bamos a casarnos.
Decidimos de común acuerdo no tener relaciones hasta no haber terminado el acto.
Comenzó a vestirse.
Primero entró al baño y se dio una ducha.
Luego apareci& sentimos que estábamos sellando para siempre nuestra unión.
Concluida la ceremonia fuimos a almorzar y luego de la sobremesa a un bar tomar unas copas.
La estaba pasando divinamente.
Cuando regresamos a casa, nos liberamos de la ropa para estar más cómodos, yo me puse una bata y ella se vistió sólo con un camisón cortito que me excitaba mucho.
Me senté en mi sillón favorito, y ella se arrodilló frente a mÃ*, y me dijo "Papi, mientras hago lo que nos gusta, quiero que escuches lo que te voy a decir…""Mira que cuando haces lo que nos gusta no vas a poder decir nada", le contesté.
"Déjame intentarlo" me dijo, y casi de inmediato colocó mi sexo en su boca y comenzó a lamerlo y a besarlo, mientras yo mantenÃ*a la cadena levemente tensa.
En los cortos intervalos durante los cuales jugueteaba con su lengüita en mi capullo, me fue diciendo entrecortadamente: "Papi, para que esto sea perfecto tenemos que tener un hijo"…
Yo la escuchaba atentamente, pero no entendÃ*a dónde querÃ*a llegar.
"Adoptemos un niño" me dijo, y comenzó a succionar con más fuerza.
Yo estaba próximo al orgasmo pero me controlé, y le dije "No, no quiero distracciones de esa naturaleza".
Entonces me dijo "Si me haces el gusto, papi, te aseguro que no te vas a arrepentir, me va a hacer mucho bien ser madre otra vez, me va a dar mucho gusto y te lo voy a retribuir de una forma que no te imaginas".
Un espasmo de placer hizo que mi semen le llenara la garganta, y como siempre tragó hasta la última gota.
Más tranquilo, la puse upa y le exigÃ* que me diera más detalles de lo que habÃ*a estado pensando.
"Eso es todo" me dijo, mientras se relamÃ*a y refregaba sus senos en mi pecho.
"¿Y cómo me lo vas a retribuir, si ya haces todo lo que yo quiero? le pregunté.
"Eso es una sorpresa" me contestó.
Me quedé pensando en el tema, pero no iba a contestarle en ese momento.
La llevé a la cama en brazos y fue mÃ*a durante el resto del dÃ*a, de todas las formas posibles, hasta que nos quedamos dormidos exhaustos, abrazados, plenamente satisfechos, ahora sÃ* verdaderamente como marido y mujer.
Pensando en su propuesta me quedé dormido.
 
Arriba Pie