Cuando tienes 19 años, trabajas en la empresa de tu padre porque él te ha enchufado allí y tienes una madre de 40 años que está como un bombón, ¿qué más podrías pedirle a la vida?
Me llamo Ignacio, aunque todos en mi familia me llaman Nacho, o Nachito mis colegas porque soy algo bajito. Mido 1,60 de estatura, moreno, pelo un poco rizado, ojos azules y, porque no decirlo, me considero bastante guapito.
No es que quiera presumir, pero desde que entré en la adolescencia a casi todas las chicas las tenía como locas por mí.
Yo me las quitaba de encima porque andaban revoloteando como moscas a mi alrededor porque en aquellos momentos no había ninguna que me gustase especialmente. Tal vez solo Lara, una rubita de pelo largo que le llegaba hasta los hombros. Pero Lara era diferente a las demás. Ella pasaba de mí y solo nos saludábamos de vez en cuando y solo al cambiar de clase. Quizá no le gustaban los tíos que iban de sobrados como yo, o tal vez fuera lesbiana y le gustara un buen chochete como a mí, ¿quién sabe?
Mi padre que se llama Roberto, cualquiera se atrevería a llamarle Robertito, es un jefazo en una empresa de construcción bastante importante, no diré su nombre, y en cuanto cumplí la mayoría de edad me enchufó como conserje en su empresa.
Estaba convencido de que cuando me hiciera más adulto y responsable, estudiaría más de lo que lo había hecho hasta ahora y ascendería en la empresa.
Por ahora no me preocupaba, ya llegaría cuando tuviera que llegar. Me limitaba a hacer mi trabajo, clasificar y repartir el correo, preparar y enviar paquetes y el resto de las tareas que me correspondían. A veces intentaba ligar con Gemma, la recepcionista de la oficina, pero al parecer también era inmune a mis encantos.
Una tarde cuando regresé a casa mamá tenía algo que decirme. Rocío, mi madre, 40 años, 1,75 de estatura, a su lado soy como un pitufo, morena, pelo corto, ojos verdes, pechos grandes, lo suficientes para agarrarlos con las manos y que aun te sobren, caderas estrechas, pero de nalgas firmes y respingonas, se cuida mucho a su edad, estaba sentada en el sofá del salón cuando volví a casa del trabajo.
-Hijo. -me dijo-. Tenemos que hablar.
Me hizo un gesto para que me sentara junto a ella dando un golpecito al cojín del sofá.
Por un momento pensé que había descubierto las revistas porno que guardaba bajo el cajón de la cama y que tantas pajas me habían proporcionado a lo largo de los años. Algunas, sobre todo las MAN estaban arrugadas por la leche que recibieron en su momento cuando la modelo de portada estaba tan buena que no podía evitarlo y me corría sobre ellas.
-Tenemos trabajo que hacer. -me dijo esbozando una sonrisa-. Tu padre se va de viaje porque tiene un congreso y nos ha encargado que pintemos la casa.
-¿De verdad mamá? -protesté-. ¿No gana suficiente dinero para tener que hacerlo nosotros y no que nos pinten pintores profesionales?
-Ya lo sé tesoro. Se ha empeñado en que pintemos nosotros. Justo cuando él tiene el congreso nosotros tenemos vacaciones en el trabajo y quiere que pasemos más tiempo juntos.
Por un momento se me olvidó que mamá no me regañaba porque hubiera descubierto las revistas, si no que solo quería comentarme que papá se había empeñado en que pintáramos nosotros la casa cuando le sobraba el dinero.
-Bueno, está bien. -le contesté mirándola a la cara-. Por un momento había olvidado lo guapa que era. ¿Cuándo empezamos?
-El sábado cielo. Tendremos que comprar bastantes kilos de pintura, brochas, cepillos, ah, y unos monos de trabajo.
La tarde del viernes la dedicamos a comprar la pintura. Fuimos a la tienda de Don Sergio.
Él tenía una tienda de pintura y de obras en general para el hogar donde otras veces habíamos hecho las obras y reparaciones en casa. Ahora imaginarse que íbamos a ir a comprar pintura para pintar nosotros en lugar de que nos lo hicieran, pues me daba un poco de vergüenza la verdad.
Mamá se había puesto un vestido rojo ceñido que destacaba sus poderosas curvas. Le marcaba un trasero bastante apetecible y de camino a la tienda varios hombres se giraron para mirarle el culo.
Cuando entramos en la tienda no había nadie en el mostrador. El hecho de que la campanilla que colgaba del techo sonara al entrar nosotros no hizo salir a Don Sergio.
Mamá se puso a dar vueltas por la tienda buscando el tipo de pintura que papá le había escrito en un papel de una libreta demasiado pequeña para mi gusto.
-¿Puedes ver algo? -le pregunté mientras ella entrecerraba los ojos para ver mejor lo que estaba escrito.
-Si. Parece que aquí tienen todo lo que necesitamos.
Dio la vuelta hacia otra estantería y se agachó haciendo que el vestido se marcara sobre su culo hasta que pareció que fuera a reventar, cuando Don Sergio salió de la trastienda. Estaba justo enfrente de él ofreciéndole su trasero en pompa, y cuando la vio me fijé en como el muy guarro se relamía.
-¿En qué puedo ayudaros? -dijo disimulando en cuanto se dio cuenta de que yo también estaba allí y que le había pillado relamiéndose.
Mamá se alzó y giró saludándole y le explicó lo que necesitábamos.
Don Sergio, aunque no sé si debía seguir llamándole así después de haberle visto haciendo eso, nos buscó la pintura que necesitábamos y una serie de brochas y pinceles.
Lo colocó todo excepto los botes de pintura sobre el mostrador. Mamá le dijo que necesitábamos también dos monos de pintor.
Al preguntarnos si necesitábamos alguna talla en concreto hizo ademan de salir para intentar tomarle medidas a mamá, pero esta le cortó antes de poder hacer nada más.
Salimos al fin de la tienda. Nos llevarían la pintura el sábado por la mañana y solo cargábamos con las bolsas donde llevábamos las brochas, los pinceles y los monos.
Eran las 8:30 cuando sonó el timbre del portero automático.
Es sábado por dios, pensé. ¿No saben que los sábados no se madruga?
Mamá les abrió la puerta a un par de tipos de la tienda a los que no conocía de nada. Uno alto y desgarbado y otro más bajito con un gran bigote. Supuse que debieron contratarlos después de que termináramos las obras en casa porque no los había visto en la vida.
Ella llevaba puesto solo un camisón y me fijé en como ambos se quedaban mirando sus pechos mientras firmaba la factura aceptando la recepción de la pintura.
Agradecieron que les firmara y tras echar otro vistazo rápido a sus tetas se despidieron.
Mamá suspiró al ver todos los botes de pintura. Eran bastante grandes y pesados.
-¿Dónde vamos a meter todo esto? -me preguntó subiéndose el flequillo que le caía sobre los ojos.
-Los iremos dejando en las habitaciones y el salón según vayamos pintando. ¿No te parece mamá? -le contesté.
-Tienes razón. Tonta de mí. -y se rio diciéndolo.
Nos quitamos la ropa, mamá se sacó el camisón por la cabeza dejándome ver su cuerpo desnudo durante unos segundos, pero fue suficiente para que con el recuerdo de esa visión me hiciera una buena paja los días siguientes.
Ya vestidos con los monos nos miramos y nos echamos a reír. A ella le quedaba pequeño y a mi demasiado grande.
Mamá empezó a dar saltitos intentando que le bajara un poco más el mono y yo no sabía dónde meterme de la risa.
Cuando me recuperé me di cuenta de que al bajársele más aun el mono a mamá se le salían las tetas por encima. Ni siquiera se había puesto sujetador.
-¿No te has puesto sujetador? -le pregunté señalando a su pecho.
-¿Y estropearme el conjunto de Victoria Secret que me regaló tu padre por nuestro aniversario? -me respondió-. Para una vez que se estiró hijo. No, no quiero mancharlo. Tendrás que soportarme con las tetas al aire. -y volvió a reírse abiertamente con esa risa que me gustaba tanto.
Sacamos una escalera de la terraza, una que había comprado papá hacia bastante tiempo pero que se conservaba bastante bien por el poco uso que tenía.
Mamá llegaba perfectamente a los sitios más altos apenas subida al primer o segundo escalón de la escalera. Yo me subía casi hasta arriba del todo provocando la risa de mamá.
-Si no fueras tan canijo llegarías sin subirte apenas. -me dijo riendo y atusándome el pelo que se me revolvía constantemente por la gorra que llevaba puesta.
El primer día habíamos empezado por la habitación que apenas usábamos. Ahí guardaba todos los libros que no cabían en la estantería del salón.
Después de retirarla a un lado pintamos todo lo que pudimos, pero al final estábamos muy cansados y solo habíamos conseguido terminar de pintar parte del techo, pero dejando todos los papeles que protegían el suelo perdidos de pintura.
Le dije que a mamá que debíamos dejarlo por hoy. Estuvo de acuerdo y le pregunté inocentemente si podía dormir con ella en su cama.
-Claro que si tesoro. -me respondió dándome un tierno beso en la mejilla-. Tenemos la casa para nosotros solos. Pero antes deberíamos darnos una buena ducha. Estábamos cubiertos también nosotros de pintura.
Mamá me propuso usar la bañera que teníamos en el otro lavabo, el más grande de los dos.
Pensé que nos bañaríamos por separado, pero mamá se quitó el mono dejándome ver por segunda vez ese día su cuerpo desnudo, esta vez más tiempo como si lo hiciera a cámara lenta y dejando que me recreara en sus curvas, sus pechos grandes y naturales y sus nalgas carnosas y tremendamente sensuales y deseables.
-¿Qué pasa, es que nunca has visto a una mujer desnuda? -me preguntó girándose al notar que no le quitaba ojo de encima.
Me guiñó un ojo para indicarme que iba en broma antes de que tuviera tiempo siquiera de responder y entró en el baño. Su 1,75 me impresionaba ahora que la tenía de espaldas a mí y completamente desnuda.
Yo comencé a sudar presa de un morbo y una excitación tremendas al ver a la madre que te había parido como dios la trajo al mundo.
Hizo un gesto invitándome a entrar mientras alzaba la pierna derecha para meterse en la bañera y me dejó ver su coño depilado en el cual destacaban sobre todo sus labios mayores gruesos y de un color rosa oscuro que nunca había visto ni siquiera a las actrices porno.
No sabía dónde meterme, mi polla estaba empezando a reaccionar y con ganas me hubiera bañado solo.
Pero me puso una carita de niña buena para que me metiera con ella en la bañera y no pude resistirme. Tras desnudarme la seguí y me sumergí con ella casi hasta el cuello.
-No te vergüenza que te vea desnudo hijo. -me dijo empezando a mojarme el pelo para que me lavara la cabeza.
-No, si no me da vergüenza. -le contesté notando como mi polla empezaba a desinflarse por el efecto del agua que no estaba tan caliente como suponía.
Me froté el champú por la cabeza hasta que quedó todo cubierto por la espuma y ella empezó a frotarme con la esponja el pecho mientras yo me lavaba la cabeza.
-Ahora te toca a ti. -me dijo después de terminar de frotarme todo el cuerpo.
Asentí con la cabeza e hice lo mismo que acababa de hacerme a mí frotando sus pechos que se bamboleaban con cada frotamiento que hacía con la esponja.
Cuando terminamos de bañarnos, nos secamos y recogimos el baño. En unos días probablemente pintaríamos el techo de este.
Aunque aún no era verano, cuando hacia algo de calor a mamá le gustaba dormir desnuda.
Pensé que le daría vergüenza dormir así, aunque compartiera la cama conmigo, pero no le importó tenerme a su lado sin ropa porque se metió en la cama desnuda.
Yo era más tímido que ella y me dejé los calzoncillos puestos.
De madrugada, sin saber qué hora era, noté una mano sobre mi pecho. Era la mano izquierda de mamá que reposaba sobre el. Pude notar la suavidad de su piel y la tersura de su palma en contacto conmigo.
Le devolví la caricia poniendo mi mano derecha sobre la suya y la acaricié un rato.
Al notar el tacto mi polla empezó a reaccionar y se puso dura enseguida.
Solté su mano y me di la vuelta hacia el otro lado pensando en que, aunque estuviera dormida, notaria que me había empalmado.
Después mamá se acercó a mí todavía dormida y se pegó inconscientemente a mi espalda.
Me levanté cansado al día siguiente. No me di cuenta de que era domingo y de que nos esperaba otro largo día de pintura.
-Anda dormilón levántate que tenemos trabajo. -era mamá que me despertaba de pie junto a la cama-. Llevaba puesta su habitual bata y miraba con una sonrisa hacia mi paquete.
Yo me desperecé y hice un gesto para taparme con la almohada, pero ella la cogió antes de que pudiera hacer nada.
-Veo que te has despertado contento. -me lo dijo riendo, viéndolo como algo normal.
-Si mamá. Lo siento. -le contesté diciendo lo único que se me ocurrió.
-No lo sientas tesoro, si tu padre se hubiera despertado así todos los días nuestra vida sexual hubiera sido más interesante.
Estuve a punto de decirle que no me apetecía saber nada de su vida sexual, pero no lo hice debido a lo bien que se había tomado que me hubiera despertado empalmado.
Después de desayunar volvimos a pintar. Queríamos terminar el techo de la habitación de la que os hablé ya que al día siguiente teníamos que volver a trabajar.
Aunque no se nos diera demasiado bien, acabamos para la hora de comer, estaba vez menos sucios de lo que habíamos terminado el día anterior.
La semana transcurrió sin demasiados sobresaltos. Entre el trabajo y las faenas de casa no tuve tiempo de descansar mucho y un nuevo fin de semana se acercaba.
El viernes Gemma mi compañera de la oficina vino vestida especialmente provocativa.
Llevaba un vestido corto que dejaba ver sus piernas bien torneadas a base de ejercicio en el gimnasio al que yo nunca me decidía a ir y un escote que hacía que sus pechos fueran una talla más grande de lo que realmente era.
Para colmo de bellezas, vi como aparcaba su moto frente a nuestra oficina una chica de la mensajería con la que trabajamos a la que no había visto nunca.
-¿Es aquí la empresa ….? -preguntó a Gemma que acababa de sentarse tras su mesa.
-Si, aquí es. -le respondió ella con la mejor de sus sonrisas que se esfumó al ver que me acercaba yo hasta la mensajera.
-¿Traes algún paquete? -le pregunté.
-Uno para Don Ramón Enríquez. -me contestó ella mirando la etiqueta de un pequeño paquete envuelto en papel reciclado.
-Soy Nacho. -me presenté-. Soy el ordenanza de la empresa.
-Conserje. -oí que decía Gemma detrás nuestro-. Que no se te suba el cargo a la cabeza. -dijo apoyando la cabeza sobre su mano.
-Yo soy Vanessa, encantada Nacho. -dijo ella devolviéndome el saludo-. Soy nueva en la empresa, llevo solo dos días y aun no conozco bien todas las direcciones con las que trabaja la mensajería.
-No pasa nada. Ya te irás familiarizando.
Hice el gesto de pasar mi mano sobre su hombro, pero ella se dio la vuelta para entregarme un albarán que debía firmar y al final no pude hacerlo.
Parecía que Vanessa si había quedado prendada de mis encantos.
Tanto, que a la semana siguiente lo hicimos en el uno de los baños de la empresa.
Aunque solo pintábamos los fines de semana, el trabajo avanzaba bastante bien y pensaba que tal vez en un par de fines de semana más habríamos terminado el trabajo.
Papá llamó un domingo para decirnos que estaría fuera más tiempo de lo previsto. Pensé que el congreso duraba demasiado tiempo. Aunque mamá no dijo nada y le dijo que nos apañábamos bastante bien los dos solos, supuse que ella también sospechaba que papá tal vez tuviera una amante.
En el trabajo me olvidaba de todo. El día en cuestión Vanessa apareció con un mono de motorista bastante ceñido que apenas dejaba nada a la imaginación. Dejó su casco sobre la mesa de Gemma que puso mala cara, pero no dijo nada, solo se limitó a suspirar.
Después de enseñarle la oficina a Vanessa, vi que Gemma se marchaba. Me dijo que se iba a comer y aunque a esas horas no solían entrar muchas llamadas ni llegar mucha correspondencia le echara un ojo a la recepción.
Asentí con la cabeza deseando que se fuera y en cuanto salió por la puerta la cerré y eché la cortina y descolgué el teléfono.
A esas horas no había mucha gente en la oficina y me llevé a un rincón a Vanessa donde nos besamos como dos enamorados.
Después nos metimos en unos de los baños de caballeros de la primera planta donde no solían ir muchos trabajadores ya que casi todos los que trabajaban en esa planta eran mujeres.
Nos encerramos en unos de ellos y yo me senté en la taza. Me apetecía que Vanessa me cabalgara.
Ella se quitó el mono dejándome ver su cuerpo perfecto adornado por unos tatuajes típicos de los moteros.
Retomamos los besos, esta vez con la lengua aún más dentro de la boca, y cuando estuve más caliente que su moto a 120 me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos.
Vanessa se quedó desnuda por fin y yo aproveché para sobarle las tetas con ella sentada sobre mí, pero si metérsela todavía.
-Estás tan bueno Nacho. -me dijo ella devolviéndome los sobos que le daba.
-Y tú también Vanessa. -quiero follarte ya-. Le respondí.
-Aún no, cómeme primero el coño.
Buf, pensé, no me he comido un coño en mi vida. Solo había estado con dos chicas y con las dos había follado, pero no tuve que comerles el coño.
Ahora no tenía ni idea de que hacer, así que, sin pensarlo demasiado, me mojé los dedos con la boca y se los metí por el coño.
-Quiero tu lengua. -me dijo ella protestando.
-No tenemos tiempo. -le contesté-. Gemma volverá en cualquier momento y nos puede pillar.
-Está bien, entonces folláme ya. ¿Llevas condones? -me preguntó.
-No llevo condones al trabajo como podrás comprobar. -le dije señalando mis pantalones arrugados.
-Bueno no importa, tomo la píldora y supongo que no tendrás nada que puedas pegarme.
Sin más preámbulos agarré mi polla que ardía y se la fui clavando mientras Vanessa me facilitaba la labor dejándose caer sobre mi hasta que entró toda. Fue sentirla dentro y oí como una ráfaga de calor subía por el tronco de mi polla y acabé corriéndome nada más metérsela.
Ella se quedó abrazada a mí con una expresión mezcla de horror e insatisfacción.
-¿Ya está? ¿Ya te has ido? -me preguntó mientras se soltaba de mí.
-Si, si, le respondí. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo y lo, lo siento. -Fue la única excusa que me salió.
Ella me miró de mala gana y se incorporó dejando que el semen se escapara de su coño. Cogió papel higiénico y se limpió sus partes y salió del baño. Se lavó las manos y vi cómo se volvía a enfundar el mono y bajó las escaleras casi corriendo.
Yo como pude me volví a vestir y la seguí escaleras abajo.
-¿Nos veremos mañana? -le pregunté tratando de recuperar la respiración.
-No creo, pediré otra ruta. -me contestó cogiendo el casco.
Intentó abrir la puerta, pero yo la había dejado cerrada. Quité el pestillo y Vanessa se fue sin despedirse.
Di un golpe a la puerta pensando en lo tonto que había sido.
De regreso a casa me encontré con mamá que volvía de comprar.
Los días siguientes pasaron sin pena ni gloria.
Una semana después, terminada ya la pintura, mamá se empeñó en la que acompañara a comprar unos bikinis. Ya quedaba poco para las vacaciones de verano, y papá volvería en unos días.
Llegamos al centro comercial donde aparqué en una zona donde no había ningún otro coche.
Subimos en el ascensor. En la planta 3º se encontraban casi todas las tiendas de ropa femenina. Vi parejas cogidas de la mano y otras cuyo marido o novio se agarraban del culo de su chica mientras caminaban por el centro comercial.
Entramos en una bastante coqueta. La dependienta salió a nuestro encuentro nada más entrar.
-¿En qué puedo ayudarles? -nos dijo muy diligente.
-Buscaba unos bikinis. -le contestó mamá.
La dependienta nos llevó hasta la zona de los bañadores y bikinis y nos enseñó unos que podrían gustarle a mamá y que además sin duda eran de su talla.
Ella cogió cuatro de ellos y me invitó a entrar con ella en el probador, pero comprar ropa, y menos si era de mujer, no era lo mío.
Afortunadamente no tardó mucho en elegirlos y salimos pronto de la tienda. Antes de salir del centro comercial decidimos comprar unas pizzas para comer, y tras meterlas en el coche, volvimos a casa.
Después de comer recogimos la mesa y mamá desapareció en su habitación.
Cuando volvió vi que llevaba algo en las manos. Era un antiguo radiocasete que recordaba haber usado cuando era pequeño grabando tonterías en cintas de casete a la que rebobinaba con un bolígrafo. Qué tiempos aquellos.
Lo dejó en el suelo y apretó el botón del play. Empezó a sonar una canción que recordaba vagamente. Era Ligia Elena del gran Rubén Blades.
Ligia Elena, la cándida niña de la sociedad,
Se ha fugado con un trompetista de la vecindad.
El padre la busca afanosamente, lo está comentando toda la gente,
Y la madre pregunta angustiada, ¿en dónde estará?
Mamá se quitó la bata dejándome verla en bikini. Llevaba un bikini verde que era uno de los que había comprado en la tienda tan coqueta que habíamos visitado esa mañana.
Empezó a bailar salsa. Su cuerpo se movía al ritmo de la música, sus caderas se movían al ritmo de la música y sus pechos se bamboleaban al mismo tiempo.
Dulcemente se escurren los días en aquel cuartito,
Mientras que, en las mansiones lujosas de la sociedad,
Otras niñas que saben del cuento, al dormir, se preguntan,
"¿Ay Señor!, y mi trompetista cuándo llegará?"
Otras niñas que saben del cuento, al dormir, se preguntan,
"¿Ay Señor!, y mi trompetista cuándo llegará?"
Se acercó a mí y me cogió de las manos invitándome a levantarme. Yo la seguí y comencé a bailar con ella sin tener mucha idea de lo que estaba bailando.
Verla tan de cerca en bikini con esa música a la vez romántica y alegre y que estuviera tan feliz, me hizo excitarme mientras bailábamos.
Ligia Elena está contenta y su familia está asfixiá.
Ligia Elena está llena de felicidad...
Ligia Elena está contenta y su familia está asfixiá...
La canción terminó y acabamos abrazado. Mi polla erecta rozaba su entrepierna.
Al final decidimos echarnos la siesta. Aunque aposta me había tumbado separado de ella, mamá se acercó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro y me acarició el pecho.
El recuerdo del polvo fallido con Vanessa vino a mi cabeza de repente. Mamá no dejaba de acariciarme. Algo se encendió en mi cabeza.
Me giré hacia ella y la besé apasionadamente en la boca. Al principio ella no me rechazó, pero entonces quise meterle la lengua en la boca y ella me empujó suavemente hacia atrás, yo no quise aceptarlo y comencé a besarle los pechos por encima de la tela del bikini, ella se resistió y yo me puse encima de ella, aunque era más pequeño que ella hice fuerza y subí sus brazos hacia el cabecero de la cama. Ella los bajó enseguida naturalmente, pero yo puse una pierna sobre su pecho y la bloqueé.
Fuera de mi bajé la braga del bikini y con ella sujeté sus muñecas al cabecero de la cama.
Ella empezó a llorar y yo no hice caso a su llanto. Separé sus piernas y presa de un deseo incontenible se la metí de un tirón. No estaba húmeda pero no me importó. Le dolió, pero se la metí hasta el fondo.
-¿Estas contento? -me preguntó con lágrimas en los ojos-. Ya has conseguido lo que querías. Estas dentro de mí.
Yo no dije nada, me limite a mirarla desde mi posición de poder encima de ella.
-Vamos, fóllame, -me animó de repente-. No te quedes ahí parado y fóllame. ¿No es lo que deseabas con todas tus fuerzas?
No le contesté. Me limité a sacarla casi del todo y luego se la volví a meter hasta el fondo, dando un buen empujón hasta que volví a clavársela del todo.
Mamá suspiró cuando volvió a sentirla de nuevo dentro y yo volví a bombearla de la misma manera.
Estuve así un rato sin decir nada, solo oyendo nuestras respiraciones acompasadas mientras seguía follándome a mi madre a un ritmo lento. Luego ella se agarró a mis hombros señal de que estaba empezando a disfrutar.
Cuando me cansé de hacérselo lento, aceleré el ritmo y gemí mientras seguía entrando y saliendo ya sin preocuparme de clavársela lento, si no que entraba y salía rápidamente de ella.
Comenzó a gemir ella también con gemidos altos y claros, hasta que yo no pude más y noté como estaba a punto de eyacular. Ella lo notó porque me mordí el labio.
-Córrete fuera, córrete fuera. -me pidió con un hilo de voz.
Cuando vi que llegaba al punto de no retorno, la saqué justo a tiempo porque en ese mismo instante eyaculé sobre su ombligo un par de chorros de semen caliente y espeso. El resto cayó sobre el comienzo de su pubis y mamá subió las piernas haciendo que el semen cayera hacia abajo y nada entrara en su vulva.
Fue un orgasmo muy satisfactorio, aunque me tragué parte del placer que había sentido.
Al terminar y recuperar la respiración, la desaté y me quedé de rodillas frente a ella. Mamá se incorporó y me miró fijamente. No dijo nada y se levantó de la cama y se fue al baño.
Cuando salió cubierta por una toalla me dijo que podía entrar yo y me pidió que a partir de ahora cada uno durmiéramos en nuestro cuarto.
Me llamo Ignacio, aunque todos en mi familia me llaman Nacho, o Nachito mis colegas porque soy algo bajito. Mido 1,60 de estatura, moreno, pelo un poco rizado, ojos azules y, porque no decirlo, me considero bastante guapito.
No es que quiera presumir, pero desde que entré en la adolescencia a casi todas las chicas las tenía como locas por mí.
Yo me las quitaba de encima porque andaban revoloteando como moscas a mi alrededor porque en aquellos momentos no había ninguna que me gustase especialmente. Tal vez solo Lara, una rubita de pelo largo que le llegaba hasta los hombros. Pero Lara era diferente a las demás. Ella pasaba de mí y solo nos saludábamos de vez en cuando y solo al cambiar de clase. Quizá no le gustaban los tíos que iban de sobrados como yo, o tal vez fuera lesbiana y le gustara un buen chochete como a mí, ¿quién sabe?
Mi padre que se llama Roberto, cualquiera se atrevería a llamarle Robertito, es un jefazo en una empresa de construcción bastante importante, no diré su nombre, y en cuanto cumplí la mayoría de edad me enchufó como conserje en su empresa.
Estaba convencido de que cuando me hiciera más adulto y responsable, estudiaría más de lo que lo había hecho hasta ahora y ascendería en la empresa.
Por ahora no me preocupaba, ya llegaría cuando tuviera que llegar. Me limitaba a hacer mi trabajo, clasificar y repartir el correo, preparar y enviar paquetes y el resto de las tareas que me correspondían. A veces intentaba ligar con Gemma, la recepcionista de la oficina, pero al parecer también era inmune a mis encantos.
Una tarde cuando regresé a casa mamá tenía algo que decirme. Rocío, mi madre, 40 años, 1,75 de estatura, a su lado soy como un pitufo, morena, pelo corto, ojos verdes, pechos grandes, lo suficientes para agarrarlos con las manos y que aun te sobren, caderas estrechas, pero de nalgas firmes y respingonas, se cuida mucho a su edad, estaba sentada en el sofá del salón cuando volví a casa del trabajo.
-Hijo. -me dijo-. Tenemos que hablar.
Me hizo un gesto para que me sentara junto a ella dando un golpecito al cojín del sofá.
Por un momento pensé que había descubierto las revistas porno que guardaba bajo el cajón de la cama y que tantas pajas me habían proporcionado a lo largo de los años. Algunas, sobre todo las MAN estaban arrugadas por la leche que recibieron en su momento cuando la modelo de portada estaba tan buena que no podía evitarlo y me corría sobre ellas.
-Tenemos trabajo que hacer. -me dijo esbozando una sonrisa-. Tu padre se va de viaje porque tiene un congreso y nos ha encargado que pintemos la casa.
-¿De verdad mamá? -protesté-. ¿No gana suficiente dinero para tener que hacerlo nosotros y no que nos pinten pintores profesionales?
-Ya lo sé tesoro. Se ha empeñado en que pintemos nosotros. Justo cuando él tiene el congreso nosotros tenemos vacaciones en el trabajo y quiere que pasemos más tiempo juntos.
Por un momento se me olvidó que mamá no me regañaba porque hubiera descubierto las revistas, si no que solo quería comentarme que papá se había empeñado en que pintáramos nosotros la casa cuando le sobraba el dinero.
-Bueno, está bien. -le contesté mirándola a la cara-. Por un momento había olvidado lo guapa que era. ¿Cuándo empezamos?
-El sábado cielo. Tendremos que comprar bastantes kilos de pintura, brochas, cepillos, ah, y unos monos de trabajo.
La tarde del viernes la dedicamos a comprar la pintura. Fuimos a la tienda de Don Sergio.
Él tenía una tienda de pintura y de obras en general para el hogar donde otras veces habíamos hecho las obras y reparaciones en casa. Ahora imaginarse que íbamos a ir a comprar pintura para pintar nosotros en lugar de que nos lo hicieran, pues me daba un poco de vergüenza la verdad.
Mamá se había puesto un vestido rojo ceñido que destacaba sus poderosas curvas. Le marcaba un trasero bastante apetecible y de camino a la tienda varios hombres se giraron para mirarle el culo.
Cuando entramos en la tienda no había nadie en el mostrador. El hecho de que la campanilla que colgaba del techo sonara al entrar nosotros no hizo salir a Don Sergio.
Mamá se puso a dar vueltas por la tienda buscando el tipo de pintura que papá le había escrito en un papel de una libreta demasiado pequeña para mi gusto.
-¿Puedes ver algo? -le pregunté mientras ella entrecerraba los ojos para ver mejor lo que estaba escrito.
-Si. Parece que aquí tienen todo lo que necesitamos.
Dio la vuelta hacia otra estantería y se agachó haciendo que el vestido se marcara sobre su culo hasta que pareció que fuera a reventar, cuando Don Sergio salió de la trastienda. Estaba justo enfrente de él ofreciéndole su trasero en pompa, y cuando la vio me fijé en como el muy guarro se relamía.
-¿En qué puedo ayudaros? -dijo disimulando en cuanto se dio cuenta de que yo también estaba allí y que le había pillado relamiéndose.
Mamá se alzó y giró saludándole y le explicó lo que necesitábamos.
Don Sergio, aunque no sé si debía seguir llamándole así después de haberle visto haciendo eso, nos buscó la pintura que necesitábamos y una serie de brochas y pinceles.
Lo colocó todo excepto los botes de pintura sobre el mostrador. Mamá le dijo que necesitábamos también dos monos de pintor.
Al preguntarnos si necesitábamos alguna talla en concreto hizo ademan de salir para intentar tomarle medidas a mamá, pero esta le cortó antes de poder hacer nada más.
Salimos al fin de la tienda. Nos llevarían la pintura el sábado por la mañana y solo cargábamos con las bolsas donde llevábamos las brochas, los pinceles y los monos.
Eran las 8:30 cuando sonó el timbre del portero automático.
Es sábado por dios, pensé. ¿No saben que los sábados no se madruga?
Mamá les abrió la puerta a un par de tipos de la tienda a los que no conocía de nada. Uno alto y desgarbado y otro más bajito con un gran bigote. Supuse que debieron contratarlos después de que termináramos las obras en casa porque no los había visto en la vida.
Ella llevaba puesto solo un camisón y me fijé en como ambos se quedaban mirando sus pechos mientras firmaba la factura aceptando la recepción de la pintura.
Agradecieron que les firmara y tras echar otro vistazo rápido a sus tetas se despidieron.
Mamá suspiró al ver todos los botes de pintura. Eran bastante grandes y pesados.
-¿Dónde vamos a meter todo esto? -me preguntó subiéndose el flequillo que le caía sobre los ojos.
-Los iremos dejando en las habitaciones y el salón según vayamos pintando. ¿No te parece mamá? -le contesté.
-Tienes razón. Tonta de mí. -y se rio diciéndolo.
Nos quitamos la ropa, mamá se sacó el camisón por la cabeza dejándome ver su cuerpo desnudo durante unos segundos, pero fue suficiente para que con el recuerdo de esa visión me hiciera una buena paja los días siguientes.
Ya vestidos con los monos nos miramos y nos echamos a reír. A ella le quedaba pequeño y a mi demasiado grande.
Mamá empezó a dar saltitos intentando que le bajara un poco más el mono y yo no sabía dónde meterme de la risa.
Cuando me recuperé me di cuenta de que al bajársele más aun el mono a mamá se le salían las tetas por encima. Ni siquiera se había puesto sujetador.
-¿No te has puesto sujetador? -le pregunté señalando a su pecho.
-¿Y estropearme el conjunto de Victoria Secret que me regaló tu padre por nuestro aniversario? -me respondió-. Para una vez que se estiró hijo. No, no quiero mancharlo. Tendrás que soportarme con las tetas al aire. -y volvió a reírse abiertamente con esa risa que me gustaba tanto.
Sacamos una escalera de la terraza, una que había comprado papá hacia bastante tiempo pero que se conservaba bastante bien por el poco uso que tenía.
Mamá llegaba perfectamente a los sitios más altos apenas subida al primer o segundo escalón de la escalera. Yo me subía casi hasta arriba del todo provocando la risa de mamá.
-Si no fueras tan canijo llegarías sin subirte apenas. -me dijo riendo y atusándome el pelo que se me revolvía constantemente por la gorra que llevaba puesta.
El primer día habíamos empezado por la habitación que apenas usábamos. Ahí guardaba todos los libros que no cabían en la estantería del salón.
Después de retirarla a un lado pintamos todo lo que pudimos, pero al final estábamos muy cansados y solo habíamos conseguido terminar de pintar parte del techo, pero dejando todos los papeles que protegían el suelo perdidos de pintura.
Le dije que a mamá que debíamos dejarlo por hoy. Estuvo de acuerdo y le pregunté inocentemente si podía dormir con ella en su cama.
-Claro que si tesoro. -me respondió dándome un tierno beso en la mejilla-. Tenemos la casa para nosotros solos. Pero antes deberíamos darnos una buena ducha. Estábamos cubiertos también nosotros de pintura.
Mamá me propuso usar la bañera que teníamos en el otro lavabo, el más grande de los dos.
Pensé que nos bañaríamos por separado, pero mamá se quitó el mono dejándome ver por segunda vez ese día su cuerpo desnudo, esta vez más tiempo como si lo hiciera a cámara lenta y dejando que me recreara en sus curvas, sus pechos grandes y naturales y sus nalgas carnosas y tremendamente sensuales y deseables.
-¿Qué pasa, es que nunca has visto a una mujer desnuda? -me preguntó girándose al notar que no le quitaba ojo de encima.
Me guiñó un ojo para indicarme que iba en broma antes de que tuviera tiempo siquiera de responder y entró en el baño. Su 1,75 me impresionaba ahora que la tenía de espaldas a mí y completamente desnuda.
Yo comencé a sudar presa de un morbo y una excitación tremendas al ver a la madre que te había parido como dios la trajo al mundo.
Hizo un gesto invitándome a entrar mientras alzaba la pierna derecha para meterse en la bañera y me dejó ver su coño depilado en el cual destacaban sobre todo sus labios mayores gruesos y de un color rosa oscuro que nunca había visto ni siquiera a las actrices porno.
No sabía dónde meterme, mi polla estaba empezando a reaccionar y con ganas me hubiera bañado solo.
Pero me puso una carita de niña buena para que me metiera con ella en la bañera y no pude resistirme. Tras desnudarme la seguí y me sumergí con ella casi hasta el cuello.
-No te vergüenza que te vea desnudo hijo. -me dijo empezando a mojarme el pelo para que me lavara la cabeza.
-No, si no me da vergüenza. -le contesté notando como mi polla empezaba a desinflarse por el efecto del agua que no estaba tan caliente como suponía.
Me froté el champú por la cabeza hasta que quedó todo cubierto por la espuma y ella empezó a frotarme con la esponja el pecho mientras yo me lavaba la cabeza.
-Ahora te toca a ti. -me dijo después de terminar de frotarme todo el cuerpo.
Asentí con la cabeza e hice lo mismo que acababa de hacerme a mí frotando sus pechos que se bamboleaban con cada frotamiento que hacía con la esponja.
Cuando terminamos de bañarnos, nos secamos y recogimos el baño. En unos días probablemente pintaríamos el techo de este.
Aunque aún no era verano, cuando hacia algo de calor a mamá le gustaba dormir desnuda.
Pensé que le daría vergüenza dormir así, aunque compartiera la cama conmigo, pero no le importó tenerme a su lado sin ropa porque se metió en la cama desnuda.
Yo era más tímido que ella y me dejé los calzoncillos puestos.
De madrugada, sin saber qué hora era, noté una mano sobre mi pecho. Era la mano izquierda de mamá que reposaba sobre el. Pude notar la suavidad de su piel y la tersura de su palma en contacto conmigo.
Le devolví la caricia poniendo mi mano derecha sobre la suya y la acaricié un rato.
Al notar el tacto mi polla empezó a reaccionar y se puso dura enseguida.
Solté su mano y me di la vuelta hacia el otro lado pensando en que, aunque estuviera dormida, notaria que me había empalmado.
Después mamá se acercó a mí todavía dormida y se pegó inconscientemente a mi espalda.
Me levanté cansado al día siguiente. No me di cuenta de que era domingo y de que nos esperaba otro largo día de pintura.
-Anda dormilón levántate que tenemos trabajo. -era mamá que me despertaba de pie junto a la cama-. Llevaba puesta su habitual bata y miraba con una sonrisa hacia mi paquete.
Yo me desperecé y hice un gesto para taparme con la almohada, pero ella la cogió antes de que pudiera hacer nada.
-Veo que te has despertado contento. -me lo dijo riendo, viéndolo como algo normal.
-Si mamá. Lo siento. -le contesté diciendo lo único que se me ocurrió.
-No lo sientas tesoro, si tu padre se hubiera despertado así todos los días nuestra vida sexual hubiera sido más interesante.
Estuve a punto de decirle que no me apetecía saber nada de su vida sexual, pero no lo hice debido a lo bien que se había tomado que me hubiera despertado empalmado.
Después de desayunar volvimos a pintar. Queríamos terminar el techo de la habitación de la que os hablé ya que al día siguiente teníamos que volver a trabajar.
Aunque no se nos diera demasiado bien, acabamos para la hora de comer, estaba vez menos sucios de lo que habíamos terminado el día anterior.
La semana transcurrió sin demasiados sobresaltos. Entre el trabajo y las faenas de casa no tuve tiempo de descansar mucho y un nuevo fin de semana se acercaba.
El viernes Gemma mi compañera de la oficina vino vestida especialmente provocativa.
Llevaba un vestido corto que dejaba ver sus piernas bien torneadas a base de ejercicio en el gimnasio al que yo nunca me decidía a ir y un escote que hacía que sus pechos fueran una talla más grande de lo que realmente era.
Para colmo de bellezas, vi como aparcaba su moto frente a nuestra oficina una chica de la mensajería con la que trabajamos a la que no había visto nunca.
-¿Es aquí la empresa ….? -preguntó a Gemma que acababa de sentarse tras su mesa.
-Si, aquí es. -le respondió ella con la mejor de sus sonrisas que se esfumó al ver que me acercaba yo hasta la mensajera.
-¿Traes algún paquete? -le pregunté.
-Uno para Don Ramón Enríquez. -me contestó ella mirando la etiqueta de un pequeño paquete envuelto en papel reciclado.
-Soy Nacho. -me presenté-. Soy el ordenanza de la empresa.
-Conserje. -oí que decía Gemma detrás nuestro-. Que no se te suba el cargo a la cabeza. -dijo apoyando la cabeza sobre su mano.
-Yo soy Vanessa, encantada Nacho. -dijo ella devolviéndome el saludo-. Soy nueva en la empresa, llevo solo dos días y aun no conozco bien todas las direcciones con las que trabaja la mensajería.
-No pasa nada. Ya te irás familiarizando.
Hice el gesto de pasar mi mano sobre su hombro, pero ella se dio la vuelta para entregarme un albarán que debía firmar y al final no pude hacerlo.
Parecía que Vanessa si había quedado prendada de mis encantos.
Tanto, que a la semana siguiente lo hicimos en el uno de los baños de la empresa.
Aunque solo pintábamos los fines de semana, el trabajo avanzaba bastante bien y pensaba que tal vez en un par de fines de semana más habríamos terminado el trabajo.
Papá llamó un domingo para decirnos que estaría fuera más tiempo de lo previsto. Pensé que el congreso duraba demasiado tiempo. Aunque mamá no dijo nada y le dijo que nos apañábamos bastante bien los dos solos, supuse que ella también sospechaba que papá tal vez tuviera una amante.
En el trabajo me olvidaba de todo. El día en cuestión Vanessa apareció con un mono de motorista bastante ceñido que apenas dejaba nada a la imaginación. Dejó su casco sobre la mesa de Gemma que puso mala cara, pero no dijo nada, solo se limitó a suspirar.
Después de enseñarle la oficina a Vanessa, vi que Gemma se marchaba. Me dijo que se iba a comer y aunque a esas horas no solían entrar muchas llamadas ni llegar mucha correspondencia le echara un ojo a la recepción.
Asentí con la cabeza deseando que se fuera y en cuanto salió por la puerta la cerré y eché la cortina y descolgué el teléfono.
A esas horas no había mucha gente en la oficina y me llevé a un rincón a Vanessa donde nos besamos como dos enamorados.
Después nos metimos en unos de los baños de caballeros de la primera planta donde no solían ir muchos trabajadores ya que casi todos los que trabajaban en esa planta eran mujeres.
Nos encerramos en unos de ellos y yo me senté en la taza. Me apetecía que Vanessa me cabalgara.
Ella se quitó el mono dejándome ver su cuerpo perfecto adornado por unos tatuajes típicos de los moteros.
Retomamos los besos, esta vez con la lengua aún más dentro de la boca, y cuando estuve más caliente que su moto a 120 me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos.
Vanessa se quedó desnuda por fin y yo aproveché para sobarle las tetas con ella sentada sobre mí, pero si metérsela todavía.
-Estás tan bueno Nacho. -me dijo ella devolviéndome los sobos que le daba.
-Y tú también Vanessa. -quiero follarte ya-. Le respondí.
-Aún no, cómeme primero el coño.
Buf, pensé, no me he comido un coño en mi vida. Solo había estado con dos chicas y con las dos había follado, pero no tuve que comerles el coño.
Ahora no tenía ni idea de que hacer, así que, sin pensarlo demasiado, me mojé los dedos con la boca y se los metí por el coño.
-Quiero tu lengua. -me dijo ella protestando.
-No tenemos tiempo. -le contesté-. Gemma volverá en cualquier momento y nos puede pillar.
-Está bien, entonces folláme ya. ¿Llevas condones? -me preguntó.
-No llevo condones al trabajo como podrás comprobar. -le dije señalando mis pantalones arrugados.
-Bueno no importa, tomo la píldora y supongo que no tendrás nada que puedas pegarme.
Sin más preámbulos agarré mi polla que ardía y se la fui clavando mientras Vanessa me facilitaba la labor dejándose caer sobre mi hasta que entró toda. Fue sentirla dentro y oí como una ráfaga de calor subía por el tronco de mi polla y acabé corriéndome nada más metérsela.
Ella se quedó abrazada a mí con una expresión mezcla de horror e insatisfacción.
-¿Ya está? ¿Ya te has ido? -me preguntó mientras se soltaba de mí.
-Si, si, le respondí. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo y lo, lo siento. -Fue la única excusa que me salió.
Ella me miró de mala gana y se incorporó dejando que el semen se escapara de su coño. Cogió papel higiénico y se limpió sus partes y salió del baño. Se lavó las manos y vi cómo se volvía a enfundar el mono y bajó las escaleras casi corriendo.
Yo como pude me volví a vestir y la seguí escaleras abajo.
-¿Nos veremos mañana? -le pregunté tratando de recuperar la respiración.
-No creo, pediré otra ruta. -me contestó cogiendo el casco.
Intentó abrir la puerta, pero yo la había dejado cerrada. Quité el pestillo y Vanessa se fue sin despedirse.
Di un golpe a la puerta pensando en lo tonto que había sido.
De regreso a casa me encontré con mamá que volvía de comprar.
Los días siguientes pasaron sin pena ni gloria.
Una semana después, terminada ya la pintura, mamá se empeñó en la que acompañara a comprar unos bikinis. Ya quedaba poco para las vacaciones de verano, y papá volvería en unos días.
Llegamos al centro comercial donde aparqué en una zona donde no había ningún otro coche.
Subimos en el ascensor. En la planta 3º se encontraban casi todas las tiendas de ropa femenina. Vi parejas cogidas de la mano y otras cuyo marido o novio se agarraban del culo de su chica mientras caminaban por el centro comercial.
Entramos en una bastante coqueta. La dependienta salió a nuestro encuentro nada más entrar.
-¿En qué puedo ayudarles? -nos dijo muy diligente.
-Buscaba unos bikinis. -le contestó mamá.
La dependienta nos llevó hasta la zona de los bañadores y bikinis y nos enseñó unos que podrían gustarle a mamá y que además sin duda eran de su talla.
Ella cogió cuatro de ellos y me invitó a entrar con ella en el probador, pero comprar ropa, y menos si era de mujer, no era lo mío.
Afortunadamente no tardó mucho en elegirlos y salimos pronto de la tienda. Antes de salir del centro comercial decidimos comprar unas pizzas para comer, y tras meterlas en el coche, volvimos a casa.
Después de comer recogimos la mesa y mamá desapareció en su habitación.
Cuando volvió vi que llevaba algo en las manos. Era un antiguo radiocasete que recordaba haber usado cuando era pequeño grabando tonterías en cintas de casete a la que rebobinaba con un bolígrafo. Qué tiempos aquellos.
Lo dejó en el suelo y apretó el botón del play. Empezó a sonar una canción que recordaba vagamente. Era Ligia Elena del gran Rubén Blades.
Ligia Elena, la cándida niña de la sociedad,
Se ha fugado con un trompetista de la vecindad.
El padre la busca afanosamente, lo está comentando toda la gente,
Y la madre pregunta angustiada, ¿en dónde estará?
Mamá se quitó la bata dejándome verla en bikini. Llevaba un bikini verde que era uno de los que había comprado en la tienda tan coqueta que habíamos visitado esa mañana.
Empezó a bailar salsa. Su cuerpo se movía al ritmo de la música, sus caderas se movían al ritmo de la música y sus pechos se bamboleaban al mismo tiempo.
Dulcemente se escurren los días en aquel cuartito,
Mientras que, en las mansiones lujosas de la sociedad,
Otras niñas que saben del cuento, al dormir, se preguntan,
"¿Ay Señor!, y mi trompetista cuándo llegará?"
Otras niñas que saben del cuento, al dormir, se preguntan,
"¿Ay Señor!, y mi trompetista cuándo llegará?"
Se acercó a mí y me cogió de las manos invitándome a levantarme. Yo la seguí y comencé a bailar con ella sin tener mucha idea de lo que estaba bailando.
Verla tan de cerca en bikini con esa música a la vez romántica y alegre y que estuviera tan feliz, me hizo excitarme mientras bailábamos.
Ligia Elena está contenta y su familia está asfixiá.
Ligia Elena está llena de felicidad...
Ligia Elena está contenta y su familia está asfixiá...
La canción terminó y acabamos abrazado. Mi polla erecta rozaba su entrepierna.
Al final decidimos echarnos la siesta. Aunque aposta me había tumbado separado de ella, mamá se acercó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro y me acarició el pecho.
El recuerdo del polvo fallido con Vanessa vino a mi cabeza de repente. Mamá no dejaba de acariciarme. Algo se encendió en mi cabeza.
Me giré hacia ella y la besé apasionadamente en la boca. Al principio ella no me rechazó, pero entonces quise meterle la lengua en la boca y ella me empujó suavemente hacia atrás, yo no quise aceptarlo y comencé a besarle los pechos por encima de la tela del bikini, ella se resistió y yo me puse encima de ella, aunque era más pequeño que ella hice fuerza y subí sus brazos hacia el cabecero de la cama. Ella los bajó enseguida naturalmente, pero yo puse una pierna sobre su pecho y la bloqueé.
Fuera de mi bajé la braga del bikini y con ella sujeté sus muñecas al cabecero de la cama.
Ella empezó a llorar y yo no hice caso a su llanto. Separé sus piernas y presa de un deseo incontenible se la metí de un tirón. No estaba húmeda pero no me importó. Le dolió, pero se la metí hasta el fondo.
-¿Estas contento? -me preguntó con lágrimas en los ojos-. Ya has conseguido lo que querías. Estas dentro de mí.
Yo no dije nada, me limite a mirarla desde mi posición de poder encima de ella.
-Vamos, fóllame, -me animó de repente-. No te quedes ahí parado y fóllame. ¿No es lo que deseabas con todas tus fuerzas?
No le contesté. Me limité a sacarla casi del todo y luego se la volví a meter hasta el fondo, dando un buen empujón hasta que volví a clavársela del todo.
Mamá suspiró cuando volvió a sentirla de nuevo dentro y yo volví a bombearla de la misma manera.
Estuve así un rato sin decir nada, solo oyendo nuestras respiraciones acompasadas mientras seguía follándome a mi madre a un ritmo lento. Luego ella se agarró a mis hombros señal de que estaba empezando a disfrutar.
Cuando me cansé de hacérselo lento, aceleré el ritmo y gemí mientras seguía entrando y saliendo ya sin preocuparme de clavársela lento, si no que entraba y salía rápidamente de ella.
Comenzó a gemir ella también con gemidos altos y claros, hasta que yo no pude más y noté como estaba a punto de eyacular. Ella lo notó porque me mordí el labio.
-Córrete fuera, córrete fuera. -me pidió con un hilo de voz.
Cuando vi que llegaba al punto de no retorno, la saqué justo a tiempo porque en ese mismo instante eyaculé sobre su ombligo un par de chorros de semen caliente y espeso. El resto cayó sobre el comienzo de su pubis y mamá subió las piernas haciendo que el semen cayera hacia abajo y nada entrara en su vulva.
Fue un orgasmo muy satisfactorio, aunque me tragué parte del placer que había sentido.
Al terminar y recuperar la respiración, la desaté y me quedé de rodillas frente a ella. Mamá se incorporó y me miró fijamente. No dijo nada y se levantó de la cama y se fue al baño.
Cuando salió cubierta por una toalla me dijo que podía entrar yo y me pidió que a partir de ahora cada uno durmiéramos en nuestro cuarto.