Llegar a casa, después que mi hijo hubiera utilizado mi cuerpo para estrenarse sexualmente, me parecÃ*a un infierno. Iba a verle la cara, aunque él no supiera que yo era la mujer con quien habÃ*a tenido sexo aquella tarde.
TenÃ*a los ojos muy irritados de haber llorado tanto, por lo que fingÃ* un catarro y me fui a la cama a dormir. Esto era un decir, puesto que mis problemas ahora eran muchos, ya que mis dos subordinados habÃ*an abusado de mi y no podÃ*a denunciarlo. Eso me dejaba en cierta inferioridad ante ellos a la hora de dar órdenes.
Sorprendentemente, esa noche, conseguÃ* dormir unas horas, pero al dÃ*a siguiente, me volvÃ* a sentir abatida y avergonzada. No obstante, tenÃ*a que tomar cartas en el asunto.
Cuando llegué al trabajo, reunÃ* a Iñaki y a Gabriel en mi despacho.
Los dÃ*as siguientes, transcurrieron de forma rutinaria. Ninguno de ellos hizo mención al suceso, ni se producÃ*an bromas al respecto, al menos, delante de mi.
Al menos me sentÃ*a tranquila, porque pensaba que ya no volverÃ*a a usar Marcos esas fotos y esos videos que tenÃ*a. Eso me tranquilizaba, aunque a veces, reconozco que me asaltaban ciertas dudas puesto que el niñato, era maquiávelicamente diabólico.
HabÃ*an pasado ya dos meses del suceso, y poco a poco, iba superando el trauma. Ahora podÃ*a mirar a mi hijo a la cara. Lo recordaba como un mal sueño, aunque en mi mente veÃ*a los ojos desorbitados de mi hijo, y sentÃ*a como me habÃ*a penetrado. Cuando eso me venÃ*a a la mente, me agobiaba y tenÃ*a que salir a tomar el aire hasta que me relajaba.
Una mañana, recibÃ* el terrible aviso de Ana a través del teléfono interno.
Me fuÃ* pronto a casa. Necesitaba hablar con mi hijo. Cuando llegué estaba estudiando, y me senté a su lado.
A las dos llegó el niñato. Se habÃ*a saltado las últimas clases para acercarse a la oficina.
En el coche iba pensando mil cosas. QuerÃ*a liberarme de todo lo que me estaba pasando, pero no habiendolo hecho el primer dÃ*a, en el que hubiera tenido la pequeña posibilidad de que mi marido me creyese, ahora ya no habÃ*a esa opción, y temÃ*a que también pudiera enseñarle las fotos a él.
Ese dÃ*a si comÃ* algo. Fue rápido, porque según Marcos, no tenÃ*amos mucho tiempo. El servicio guisaba muy bien. Me sentÃ*a segura porque confiaba en mi niño aunque estaba muy tensa.
SalÃ* de nuevo al salón. Eran casi las cuatro. Marcos me dijo que cuando sonara el timbre, me pondrÃ*a la máscara que habÃ*amos usado la última vez.
Mi corazón latÃ*a a mil. No podÃ*a estar quieta, y me movÃ*a nerviosa por el salón de la casa.
Los minutos iban pasando. Eran ya las cuatro y cuarto, y Carlos no habÃ*a llegado. Estaba segura, habÃ*a ganado. Mi hijo es muy puntual, pensé, y si quisiera, ya habrÃ*a venido.
Dos minutos después sonó el timbre. Mi corazón latÃ*a a mil revoluciones. Dios mÃ*o, serÃ*a él, habrÃ*a venido?
Carlos entró en el salón de la casa. Al verlo me hundÃ*.
Me ahogaba, querÃ*a terminar. Llegué a llevar mis manos a la máscara para quitármela y que mi hijo supiera la verdad, pero pensé en él. No podÃ*a ser tan egoÃ*sta. Si eso sucedÃ*a, tal vez su vida cambiase para siempre. Mis lágrimas ya estaban rodando por mi mejilla. La nueva sesión de abuso de mi hijo iba a comenzar.
Mi hijo se acercó a mi y comenzó a besar mi cuello, hasta que bajó a mis pechos. Los mordÃ*a, ahora con mucha confianza y seguridad, hasta que consiguió ponérmelos de punta por los nervios que sentÃ*a. Se puso detrás de mi espalda, y tocó mis pechos, abrazándolos, mientras besaba mi cuello y mi máscara.
Miraba a Marcos, que disfrutaba viendo como mi hijo disfrutaba de lo que para él era una desconocida, una mujer morbosa, pero que el otro conocÃ*a bien lo que estaba pasando en mi mente, debajo de esta máscara.
Carlos me besó por todo el cuerpo, hasta que volvió a sacar la falda, que tapó de nuevo mis bragas. Acarició levemente mis muslos, hasta que volvió a ordenarme.
Hice lo que me pidió. Aunque siguió dándome órdenes.
Mi sexo ahora tenÃ*a un poco más de pelo. Una vez más, lo habÃ*a hecho a gusto de mi marido, y tenÃ*a forma de triángulo invertido.
Sacó un bote de gel Ã*ntimo para lubricarme. Sacó bastante del bote, lo llevó hacia sus dedos, y los llevó hasta mi coño.
Comencé a llorar de nuevo en silencio. Intenté evadirme, cerré los ojos e imaginé que era Arturo, mi marido quien me tocaba. Llegué a perder la noción de lo que sucedÃ*a, y cuando quise darme cuenta, un gemido mÃ*o, me volvió a la realidad.
Vi la cara de sorpresa de Marcos, que no dijo nada, pero que habÃ*a observado como por unos instantes habÃ*a disfrutado. Aunque no lo podÃ*a saber a ciencia cierta, estaba segura que me habÃ*a llegado a mojar. Quise volver a mi realidad, y preferÃ* la pena y la humillación antes que disfrutar de lo que me hacÃ*a Carlos.
Se subió sobre mi. Me acarició antes de nada mi sexo y colocó su pene en la entrada. De nuevo supliqué mentalmente que parase, aunque me habÃ*a demostrado que era un bastardo, aunque fuese lo que más querÃ*a en este mundo, era un pervertido por todo lo que estaba haciendo. Colocó su pene en mi vagina y la introdujo lentamente. Se le notaba muy concentrado, no querÃ*a correrse pronto. No podÃ*a soportarlo. De nuevo pensé en dejarme llevar, pero no querÃ*a disfrutar con ello, asÃ* que me mantuve abierta de piernas, entregándole mis pechos y mi sexo, hasta que por segunda vez, me volvió a llenar de leche.
Marcos le acompañó a la puerta y después vino a hablar conmigo.
TenÃ*a los ojos muy irritados de haber llorado tanto, por lo que fingÃ* un catarro y me fui a la cama a dormir. Esto era un decir, puesto que mis problemas ahora eran muchos, ya que mis dos subordinados habÃ*an abusado de mi y no podÃ*a denunciarlo. Eso me dejaba en cierta inferioridad ante ellos a la hora de dar órdenes.
Sorprendentemente, esa noche, conseguÃ* dormir unas horas, pero al dÃ*a siguiente, me volvÃ* a sentir abatida y avergonzada. No obstante, tenÃ*a que tomar cartas en el asunto.
Cuando llegué al trabajo, reunÃ* a Iñaki y a Gabriel en mi despacho.
- Quiero que me entreguéis los books que os dio Marcos. Los quiero ahora mismo.
- Podéis presumir de haberos tirado a vuestra jefa, pero no hay ninguna prueba de ello, por lo que nadie os creerá. Otra cosa, aunque Marcos dijo que no os podÃ*a despedir, si vuestro trabajo es deficiente, lo haré. Queda claro?
Los dÃ*as siguientes, transcurrieron de forma rutinaria. Ninguno de ellos hizo mención al suceso, ni se producÃ*an bromas al respecto, al menos, delante de mi.
Al menos me sentÃ*a tranquila, porque pensaba que ya no volverÃ*a a usar Marcos esas fotos y esos videos que tenÃ*a. Eso me tranquilizaba, aunque a veces, reconozco que me asaltaban ciertas dudas puesto que el niñato, era maquiávelicamente diabólico.
HabÃ*an pasado ya dos meses del suceso, y poco a poco, iba superando el trauma. Ahora podÃ*a mirar a mi hijo a la cara. Lo recordaba como un mal sueño, aunque en mi mente veÃ*a los ojos desorbitados de mi hijo, y sentÃ*a como me habÃ*a penetrado. Cuando eso me venÃ*a a la mente, me agobiaba y tenÃ*a que salir a tomar el aire hasta que me relajaba.
Una mañana, recibÃ* el terrible aviso de Ana a través del teléfono interno.
- El señor Marcos GarcÃ*a se encuentra aquÃ*, y quiere verla.
- Hazle pasar, le respondÃ*.
- Buenos dÃ*as, Alicia.
- No quiero verte. No me interesa nada de lo que tengas que contarme. Lo que me has, nos has hecho, incluÃ*do Carlos, es canallesco. Además, deberÃ*as estar en clase.
- He ido al médico, y me he tomado el resto del dÃ*a libre. Vengo a decirte que a tu hijo le impresionastes. No para de hablar de la Señora X, y eso que hace dos meses ya de ello.
- Dame todas las fotos que tienes mÃ*as, y los videos. Quiero destruÃ*rlos.
- No voy a hacer eso y tú lo sabes. En realidad venÃ*a a pedirte que visites de nuevo mi casa.
- Qué dices? Me dijiste que no volverÃ*as a chantajearme con las fotos. No iré a tu casa, no volverás a tocarme, ni tú, ni ningún amigo tuyo.
- Vas a venir a mi casa. Sólo estaremos otra persona y yo. La otra persona es tu hijo. Volveremos a hacer lo mismo. Él no sabrá que eres tú.
- Te daré ciertas concesiones a cambio. En primer lugar, dejarás de ver a Iñaki y Gabriel. Luis está al corriente, desde la empresa matriz, y acepta tu petición de despedirlos. Sé que has recuperado los books, por lo que no tienen nada para utilizar en tu contra.
- Tienen el recuerdo de lo que pasó. No iré a tu casa. Antes de hacerlo, me suicidaré para que no puedas volver a chantajearme.
- No hay más contemplaciones, Se terminaron. Te he comprado ropa, que espero sea de tu talla, para que no reconozca tus vestidos cotidianos, y vas a venir mañana a casa conmigo. Te recogeré a mediodÃ*a y comeremos allÃ*. Sino lo haces, ya sabes las consecuencias.
- Y te diré algo más. Si te vas del trabajo, si cambias a Carlos de colegio, si desapareces, incluso si te suicidas, como acabas de decir, aunque estés muerta, tu hijo verá esas fotos, te doy mi palabra y sabes que la cumpliré.
- Y si Carlos no quiere ir mañana? No es tan pervertido como tú.
- Ya me di cuenta el dÃ*a que "te conoció", dijo irónicamente. Me extrañarÃ*a que eso pasase. Yo no te tocaré un pelo, ya me he cansado de hacerlo, y si decide no venir, no habrá fiesta. Pero siempre que sea por un acto voluntario suyo. Si le impides salir de casa, o le obligas a estar en otro sitio a esa hora, ya sabes lo que pasará.
Me fuÃ* pronto a casa. Necesitaba hablar con mi hijo. Cuando llegué estaba estudiando, y me senté a su lado.
- Carlos, hijo. Hace tiempo que no hablamos. Va todo bien?
- Si mamá, muy bien.
- Tienes novia? Alguna amiga que te guste? Mira, quiero que salgas con chicas de tu edad. No vayas con prostitutas, seguro que pronto tendrás novia. No quiero que tengas sexo esporádico y si sientes necesidad, hablaré con tu padre para que te lleve a algún club.
- Hay mucho peligro en el sexo esporádico para los jóvenes. Quiero que me prometas que me harás caso. Me gustarÃ*a que estudiases un poco más también. Procura salir menos.
- Te lo prometo mamá. Estudiaré más. Por cierto, mañana he quedado con Marcos en su casa.
- Me gustarÃ*a que empezases a estudiar más, sé que eres responsable, pero quiero que estés más tiempo en casa.
- Bien, mamá.
- A Marcos no le digas que tu madre no te deja salir. Eso hace quedar mal, y se acabarán riendo de ti.
- Te haré caso mamá.
A las dos llegó el niñato. Se habÃ*a saltado las últimas clases para acercarse a la oficina.
- Llévame en tu coche. Lo aparcaremos en el garaje y Carlos no lo verá. El vendrá a las cuatro. AsÃ* que no tenemos mucho tiempo.
En el coche iba pensando mil cosas. QuerÃ*a liberarme de todo lo que me estaba pasando, pero no habiendolo hecho el primer dÃ*a, en el que hubiera tenido la pequeña posibilidad de que mi marido me creyese, ahora ya no habÃ*a esa opción, y temÃ*a que también pudiera enseñarle las fotos a él.
Ese dÃ*a si comÃ* algo. Fue rápido, porque según Marcos, no tenÃ*amos mucho tiempo. El servicio guisaba muy bien. Me sentÃ*a segura porque confiaba en mi niño aunque estaba muy tensa.
- Alicia, me gusta verte serena. Siempre has estado triste mientras estábamos contigo, y la mayor parte del tiempo llorando. Eres muy guapa. Ponte esta ropa que te he traÃ*do. Ve a cambiarte al dormitorio o al baño. No hay cámaras, te doy mi palabra. Ah, y no sé si llevas medias, puesto que vas con pantalones, pero no te las pongas.
SalÃ* de nuevo al salón. Eran casi las cuatro. Marcos me dijo que cuando sonara el timbre, me pondrÃ*a la máscara que habÃ*amos usado la última vez.
Mi corazón latÃ*a a mil. No podÃ*a estar quieta, y me movÃ*a nerviosa por el salón de la casa.
Los minutos iban pasando. Eran ya las cuatro y cuarto, y Carlos no habÃ*a llegado. Estaba segura, habÃ*a ganado. Mi hijo es muy puntual, pensé, y si quisiera, ya habrÃ*a venido.
- Las cuatro y media. Qué raro¡¡¡ Dijo el anfitrión Le estoy llamando y no me coge el teléfono.
Dos minutos después sonó el timbre. Mi corazón latÃ*a a mil revoluciones. Dios mÃ*o, serÃ*a él, habrÃ*a venido?
- Ponte la máscara. Yo te ayudo a meter el pelo por dentro.
Carlos entró en el salón de la casa. Al verlo me hundÃ*.
- Hijo, por qué has venido, pensé. Me lo prometiste ayer.
- Carlos, tÃ*o, llegas media hora tarde. Qué coño te ha pasado? Te llamé al móvil y no contestaste.
- Yo vengo en transporte público. PerdÃ* un autobús y esto está en el culo del mundo. El móvil está en casa. Se me olvidó cargarlo, pero he traÃ*do una cámara de fotos.
- Dios mÃ*o, noooooo, por dios, otra vez igual.
- No Carlos, hoy sólo te voy a permitir que hagas una foto. ElÃ*ge bien la que quieres. Es un deseo de la señora.
- Carlos, saluda a nuestra invitada.
- Las normas son las mismas que la otra vez. Tienes que darle a Mrs X, órdenes concisas, con mucho detalle. Ella te irá obedeciendo. Le encanta que le ordenen para poder obedecer.
Me ahogaba, querÃ*a terminar. Llegué a llevar mis manos a la máscara para quitármela y que mi hijo supiera la verdad, pero pensé en él. No podÃ*a ser tan egoÃ*sta. Si eso sucedÃ*a, tal vez su vida cambiase para siempre. Mis lágrimas ya estaban rodando por mi mejilla. La nueva sesión de abuso de mi hijo iba a comenzar.
- Sabes, Carlos? Ella es muy vergonzosa, pero le da muchÃ*simo morbo que chicos jóvenes la vean, la toquen, por eso hay que decirle exactamente lo que quieres. Puedes empezar.
- Desnúdese para que pueda verla.
- No, no. AsÃ* no. Tienes que decirle. QuÃ*tese la blusa, por ejemplo.
- No quiero que se quite la falda. Quiero que se la suba por delante y la meta entre su cintura.
- Ahora fuera sujetador, ordenó mi hijo.
- Dos cosas, una a usted, señora X, quite las mano, y por favor, Marcos, me gustarÃ*a que volvieras a traer el colchón aquÃ*, como hiciste el otro dÃ*a.
Mi hijo se acercó a mi y comenzó a besar mi cuello, hasta que bajó a mis pechos. Los mordÃ*a, ahora con mucha confianza y seguridad, hasta que consiguió ponérmelos de punta por los nervios que sentÃ*a. Se puso detrás de mi espalda, y tocó mis pechos, abrazándolos, mientras besaba mi cuello y mi máscara.
Miraba a Marcos, que disfrutaba viendo como mi hijo disfrutaba de lo que para él era una desconocida, una mujer morbosa, pero que el otro conocÃ*a bien lo que estaba pasando en mi mente, debajo de esta máscara.
Carlos me besó por todo el cuerpo, hasta que volvió a sacar la falda, que tapó de nuevo mis bragas. Acarició levemente mis muslos, hasta que volvió a ordenarme.
- Ahora si quiero que se quite la falda.
- Siéntese de rodillas encima del colchón.
Hice lo que me pidió. Aunque siguió dándome órdenes.
- Quiero que agarre su tanga y lo desplace. Poco a poco. Hasta que vea su raja. Esta es la foto que elijo hoy.

Mi sexo ahora tenÃ*a un poco más de pelo. Una vez más, lo habÃ*a hecho a gusto de mi marido, y tenÃ*a forma de triángulo invertido.
- Déjeme tocarlo, señora.
- Está un poco seca. He traÃ*do una solución para ello. Pero antes de nada, quÃ*tese el tanga
Sacó un bote de gel Ã*ntimo para lubricarme. Sacó bastante del bote, lo llevó hacia sus dedos, y los llevó hasta mi coño.
Comencé a llorar de nuevo en silencio. Intenté evadirme, cerré los ojos e imaginé que era Arturo, mi marido quien me tocaba. Llegué a perder la noción de lo que sucedÃ*a, y cuando quise darme cuenta, un gemido mÃ*o, me volvió a la realidad.
Vi la cara de sorpresa de Marcos, que no dijo nada, pero que habÃ*a observado como por unos instantes habÃ*a disfrutado. Aunque no lo podÃ*a saber a ciencia cierta, estaba segura que me habÃ*a llegado a mojar. Quise volver a mi realidad, y preferÃ* la pena y la humillación antes que disfrutar de lo que me hacÃ*a Carlos.
- Me gusta el aspecto que tiene ahora su coño, está muy brillante.
Se subió sobre mi. Me acarició antes de nada mi sexo y colocó su pene en la entrada. De nuevo supliqué mentalmente que parase, aunque me habÃ*a demostrado que era un bastardo, aunque fuese lo que más querÃ*a en este mundo, era un pervertido por todo lo que estaba haciendo. Colocó su pene en mi vagina y la introdujo lentamente. Se le notaba muy concentrado, no querÃ*a correrse pronto. No podÃ*a soportarlo. De nuevo pensé en dejarme llevar, pero no querÃ*a disfrutar con ello, asÃ* que me mantuve abierta de piernas, entregándole mis pechos y mi sexo, hasta que por segunda vez, me volvió a llenar de leche.
- Me habrÃ*a gustado metérsela por el culo, pero ya sé que eso sólo quiere que se lo hagas tú. En fin, Marcos, me alegro de haber vuelto por aquÃ*. Muchas gracias por dejarme disfrutar de tu amante.
Marcos le acompañó a la puerta y después vino a hablar conmigo.
- Me ha gustado la actitud de Carlos, dijo Marcos. Lo ha hecho muy bien.
- Eres un cabrón, lo sabÃ*as?
- Si, pero aún tienes que hacer una cosa más por mi. Esta historia está llegando a su fin.
- Quieres más? Eres un degenerado y un hijo de puta.
- Quiero que escribas esta historia que has vivido.
- Vas a publicar un libro a mi costa?
- No es mala idea, pero lo que quiero hacer es publicar cuatro relatos, todos ellos redactados por ti, en el que con todo lujo de detalles, describirás todo lo que te ha pasado. Quiero que reflejes el placer que hemos sentido, tu sufrimiento, tu humillación...........Por supuesto puedes cambiar todos los nombres, para que nadie pueda relacionarte.
- Serán cuatro relatos, dijo El primero se llamará Regalo de cumpleaños y describirás como te drogamos con una copa de champán, pero que te permitirÃ*a ver y sentir todo lo que estaba pasando.
- El segundo se llamará, Chantaje de los amigos de mi hijo. En él, describirás como Jaime y Oscar, dos de los mejores amigos de tu hijo, se aprovechan de la situación y permites que estén con una mujer mayor, pero preciosa como tú.
- En el tercero, los entonces directores operativos de tu empresa, Iñaki y Gabriel disfrutaron de tu cuerpo, terminando con el pastel del estreno de tu hijo con una mujer madura que eras tú. Se llamará: Chantaje: Mi hijo abusó de mi. Quiero saber todo lo que sentÃ*as mientras te desnudabas ante él, mientras te disfrutaba. Quiero saber todo.
- Y por último, en este que se llamará: Humillando a mamá, relatarás lo que ha sucedió hoy. Con una salvedad en este caso. Vas a incluir la única foto que te ha hecho tu hijo, y que mañana te enviaré a tu correo.