Historias de Monjas 002

heranlu

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Juan era un joven moreno, menudo, de estatura mediana, guapo y era el limpia de la iglesia, el limpia cepillos para ser más exacto. Aquel día, sentado en un banco, vio a una monja arrodillada delante del confesionario con las palmas de las manos juntas y mirando hacia abajo. Al rato vio cómo se perdía detrás del altar, donde estaba la sacristía.

La monja andaba en los treinta años y era fea estilo Rossy de Palma, o sea que su nariz aguileña olía la primavera del año que vine.

Poco después el cura dejó el confesionario, pasó por el lado de Juan y salió de la iglesia por la puerta principal. La monja seguía en el confesionario y a Juan le picó el gusanillo de la curiosidad.

La puerta de la sacristía tenía el ojo de la cerradura grande y si ponías el ojo veías casi todo el interior. Juan lo puso y vio a la monja de pie arrimada de espaldas contra la chimenea con los brazos en cruz atados con unas cintas a dos salientes. Con ella estaba un hombre de unos cincuenta años, alto, gordo, vestido con un traje negro y con alzacuellos. La monja vestida solo con la cofia. ¡Qué cuerpazo tenía! El Gordo tenía en las manos una pequeña brocha y un bote de cristal con chocolate liquido. Le pintó los labios con chocolarte y después le pasó la legua por ellos. Le pintó sus peludas axilas y se las lamió hasta dejarlas limpias. Le pintó las areolas de las grandes tetas y después las mamó. Le pintó el ombligo y se lo limpió con la lengua. Le pintó los dedos de los pies y, de rodillas, se los lamió. Hizo dos rayas de chocolate por las pantorrillas y el interior de los muslos para volver borrarlas con su lengua. Después le pasó el mango del pincel por el coño, lo sacó lleno de jugos y se lo dio a la monja para que lo lamiera. La monja lo chupó, y después le dijo:

-Echaba de menos nuestras juergas, hermano.

El Gordo le dio una bofetada en la cara.

-¡Un respeto, furcia!

La monja le siguió el juego.

-Es usted un goloso, eminencia.

¿Eminencia? Si lo trataba así tenía que ser un pez gordo, o no. El Gordo, le dijo:

-Cállate, pecadora.

Luego cogió encima de la mesa un rosario abierto. Despacito le fue metiendo las 59 cuentas y despacito se las fue sacando mientras la monja rezaba no se sabe qué ni a quien, ya que lo hacía en bajito. Después de sacar la última cuenta le pintó los labios vaginales y el clítoris de chocolate y le comió todo el coño... Acto seguido le metió dos dedos de la mano izquierda dentro del coño y le masturbó el clítoris haciendo círculos sobre él con la yema del dedo pulgar de su mano derecha hasta que la monja se corrió jadeando y temblando desde los pies a la nuca. Juan, que se estaba tocando por encima del pantalón encharcó los calzoncillos con la leche de su corrida al ver aquel espectáculo.

Al acabar de correrse, le dijo el Gordo a la monja:

-Tienes que ser castigada, has pecado.

-Sí, eminencia, castígueme.

El Gordo cogió dos pinzas de plástico sobre la mesa, fue a su lado y se las puso en los gordos pezones de sus tetazas con areolas color carne. Luego cogió sobre la mesa dos cilicios con pinchos y le puso uno en cada muslo, lo que hizo que saliera sangre de ellos. Por último cogió una fusta sobre la mesa, y le preguntó:

-¿Cómo te llamas, pecadora?

-Concepción, eminencia, me llamo Concepción, y quiero concebir.

El Gordo se puso furioso.

-¡¡Puuuuuta!!

Le dio con la fusta en las dos nalgas.

-¡Plasssss, plasssss, plassss, plasssss!

La monja comenzó a gemir.

-Castígueme, eminencia, castígueme, soy una mala mujer.

-¡Passssss, plasssss, plasssss, plasssss!

Le dio en las esponjosas tetas.

-Plassss, plasss, plaasss, plasssss!

-¿"Qué clase de macabro juego es este"? -se preguntó Juan. Enseguida lo iba a saber. Perdió al Gordo en un ángulo muerto. Cuando lo volví a ver estaba con la puerta abierta delante de él, el Gordo lo cogió por la pechera y de un tirón lo metió dentro de la sacristía, cerró la puerta con llave, cogió un abre cartas que era cómo un estilete, y le dijo:

-¡Vas a morir, cabrón!

A Juan se le pusieron los cojones de corbata.

-¡No vi nada, no vi nada!

-¡Lo viste todo, hijo puta!

El Gordo le puso el abre cartas en el estómago, y le dijo:

-¡Saca mi polla y mama! -le puso el abre cartas en el cuello-.¡¡Mama o muere!!

A Juan le volvió el valor de repente. Dio dos pasos a un lado, se puso en posición defensiva, cómo para boxear, y le dijo:

-¡Tu puta madre te la va a mamar!

El Gordo no esperaba aquella reacción. Bajó el abre cartas, y lo amonestó:

-¡Ese lenguaje no entraba en el juego! Vete y dile a Pedro que no me vales.

-Lo que acabo de ver...

Le iba a decir que lo que acabara de ver lo iba a saber hasta el perro del Tato, pero se dio cuenta de que Pedro era el nombre del cura. Al quedarse callado, le dijo el Gordo:

-¿Qué?

Juan decidió seguirles el juego.

-Que no se lo voy a contar a nadie. Lo siento, don Pedro no me dijo cual era mi papel, me dijo que improvisara. ¿Puedo quedarme?

El Gordo miraba a Juan y salivaba. No le podía decir que se fuera, le contestró:

-Sí, pero no te vuelvas a dirigir a mí con palabras tan burdas. Besa a sor Concepción.

La monja, le dijo al Gordo:

-No, eminencia, que se la mame, que se la mame. Quiero ver cómo se la mama.

El Gordo cogió la fusta y le dio en las tetas.

-¡Tú a callar, ramera!

Juan besó a la monja. Sor Concepción le metió la lengua dentro de la boca y buscó la lengua del joven. Aquella mujer no parecía una monja, parecía una loba. ¡Cómo besaba la cabrona! De repente a Juan se le pasaron todos los miedos y le devolvió los besos... El Gordo le acariciaba del culo a Juan y a la monja le mordía las tetas, los lóbulos de las orejas, le chupaba el cuello y le daba cachetes en las tetas... Al rato, le dijo a Juan:

-Cómele el coño.

Se agachó y vio que de su coño, rodeado de un bosque negro, bajaban por sus muslos flujos que hacían una especie de surcos hasta llegar a los cilicios, de ahí para abajo los finos surcos eran de sangre. Buscó con dos dedos su raja, la abrió y se encontró con un coño empapado, un coño totalmente lleno de jugos, lamiéndolos le dijo la monja:

-Bésame con mis delicias celestiales en tu boca.

Encima era fina la pécora, "delicias celestiales", mocos, carallo, o jugos, y si me apura flujos, y sabrosos, pero delicias celestiales, de eso nada. Juan le metió la lengua pastosa en la boca y la guarra se la devoró. Luego le dijo el Gordo:

-Aparta.

Juan vio que el Gordo sacara la polla y la tenía morcillona... La de Juan estaba otra vez dura cómo una roca. El Gordo se agachó delante de su hermana. Juan, por un momento creyó que era un vampiro, pues le fue lamiendo los finos hilos de sangre de las piernas hasta llegar al coño, al llegar a él se puso en pie y le metió dos dedos dentro... Los dedos entraron y salieron a mil por hora de la vagina hasta que la monja dijo:

-¡Me voy!

El Gordo le apretó la garganta con una de sus grandes manos hasta casi asfixiarla. La monja se corrió cómo un río. El Gordo se agachó y le lamió lo que expulsaba, luego con los jugos de la corrida en la boca, la besó y al acabar de besarla, le dijo a Juan:

-Fóllala.

Juan lo estaba deseando. Sacó la polla empalmada y se la clavó de una estocada. El gordo meneando la polla le volvió a acariciar el culo con su mano derecha. Juan, lo dejaba... Mientras no quisiera bajarle los pantalones... Folló a la monja mirándola a la cara. La folló... unos treinta segundos, que fue lo que aguantó sin correrse.

Le había llenado el coño de leche y se retiraba cuando el cabrón del Gordo le cogió la cabeza, le puso la boca entre las piernas de sor Concepción, y le dijo:

-Acaba lo que empezaste, a una mujer no se la deja a medias.

El coño estaba asqueroso y ahora olía a bacalao, su leche y los jugos de la monja le caían por los lados de la lengua... Juan, haciendo de tripas corazón, al principio, y gustándole después, se lo lamió hasta que la monja dijo:

-¡Me voy para el cielo!

Al infierno acabaría yendo la muy puta, pero mientras tanto se corrió como una cerda, gimiendo y sacudiéndose.

Juan pensó que se acabara la cosa cuando el Gordo le quitó a la monja las pinza y los cilicios y la desató, pero estaba equivocado. El Gordo le volvió atar las manos, solo que ahora tenía la cara hacia la chimenea y les daba el culo, un culo en el que tenía tatuada la Vía Láctea. ¿Dónde se haría una monja un tatuaje en el culo? Nunca lo supo. El Gordo le dijo:

-Lame el brazo de Sagitario.

A Juan fue cómo si le estuviese hablando de física cuántica, le preguntó:

-¡¿El brazo de quién?!

Se los señaló con un dedo.

-Este es el brazo de Sagitario, este es el brazo de Carina, este es el brazo de Orión, este es el brazo de Perseo, este punto es el sistema solar -le abrió las nalgas, y este es...

-Lo interrumpió.

-Un agujero negro.

-No, es el núcleo de la Vía Láctea. Lámelo.

-Ese es el ojete, jefe, y si te gusta la mierda lo lames tú.

El gordo lo agarró por la nuca, le llevó la boca al culo, se la apretó con fuerza y Juan, obligado, no tuvo más remedio que lamer. La monja comenzó a gemir. A Juan se le puso dura, el Gordo, tocándole el ojete con un dedo, le dijo:

-¡Mete tu lengua dentro, cabrón!

-¡Vale, vale, pero suéltame, coño!

Juan agarró con las dos manos aquel el culo de monja, grande y blanco cómo la leche con la Vía Láctea tatuado en él. Era un culo único y Juan lo iba a disfrutar. Besó y lamió todos los brazos, y después le folló el ojete con la lengua hasta donde entraba. El Gordo se puso de pie, le comió la boca y le magreó las tetas a su hermana. La monja jadeaba cómo una perra al sentir una lengua dentro de la boca y la otra dentro del culo... Poco después, Juan, se la clavó en el culo. Entró apretada porque era el culo, pero entró de un tirón. A sor Concepción ya se lo habían abierto... En fin, que Juan tenía el defecto de correrse poco después de meterla, y esta vez lo único que cambió fue que a sor Concepción le vino al correrse él, ya que el Gordo volviera a acariciar su culo.

Después de esto el Gordo la soltó, la cogió en alto en peso y se la clavó en el culo, dejando el coño abierto a disposición de Juan, pero a Juan se le pusiera blanda. La monja, sabía latín, con la polla de su hermano entrando y saliendo de su coño, le dijo a Juan:

-Frota tu polla en mi coño, guapito de cara.

Juan le frotó la polla en el coño, y en nada sintiendo los gemidos de la monja y oyendo cómo el Gordo le llamaba, "puta, cerda, enferma" y otras lindeces, se le volvió a poner la polla dura, se la clavó y cómo era costumbre en él ya se corrió, pero esta vez no la quitó. Al rato, dijo la monja:

-¡Me corro, maricones, me corro!

Al tener la monja una polla dentro del culo y otra dentro del coño la polla de Juan estaba muy apretada. Sintió cómo se la apretaba aún mas con las contracciones de la vagina, y la volvió a llenar de leche.

Al acabar, el Gordo, los invitó a un vino de misa. A Juan le extrañó que no se corriera con el empalme que tenía, pero supuso que seguirían follando.

Una hora más tarde despertó desnudo sobre la mesa de la sacristía, estaba boca arriba y con un tremendo dolor de culo. Vio una nota encima de la mesa firmada por el cura, que decía:

-Cierra la puerta con llave cuando te vayas, pichoncito.
 
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Benedicta, una joven de 26 años, de un metro sesenta centímetros de estatura, morena y guapa que estaba comiendo pato a la naranja con el cura en la cocina de la casa parroquial, y le decía el cura:

-Los muchachos de este pueblo hacen orgías homosexuales en el monte.

-¿Y tú cómo sabes eso, Nicolás?

-Me lo contó Pancho.

-¿En confesión?

-Sí, en confesión.

Fue cómo si le dijera que hacía un sol de carallo. Sabía que su primo se pasaba el secreto de confesión por el forro de los cojones. Mientras echaba gaseosa a un vaso con vino tinto, le preguntó:

-¿Y qué piensas hacer al respecto?

-Nada. Son cosas de juventud. Una etapa. No creo que ninguno de ellos acabe siendo maricón.

-Si acaso bisexual cómo tú, ¿no?

-Puede.

-¿Ya se la mamaste a Pancho?

-Sí.

-¿Y le desvirgaste el culo?

El cura, con la boca llena, le respondió:

-Desvirgué.

-¿Dejaste que te diera?

-Qué menos.

Hablaban del pecado cómo del pan nuestro de cada día.

Después de comer, el cura, que era un treintañero, moreno y alto, fue a sus aposentos a tomar la siesta.

La habitación estaba pintada de blanco y no era muy amplia. Tenía el piso y el techo cubiertos con madera de roble, un armario con tres puertas y con un espejo en la puerta del medio, una mesita de noche, una ventana y en la pared de la cabecera de la cama colgaba un oleo con una mujer desnuda en una pose provocativa en vez de un crucifijo.

Benedicta, que era prima y criada del cura, después de recoger la mesa y lavar los cacharros, fue junto a su primo y se echó a su lado. El cura estaba por encima de la cama con los zapatos y la sotana puesta, Benedicta lo besó en el cuello y en la boca y le echó la mano a la polla por encima de la sotana mientras su lengua acariciaba la del cura. Frotó su polla hasta que se la puso dura, luego se desnudó. Tenía unas tetas cómo sandías, con areolas marrones y pezones enormes, y en el coño tenía un felpudo de pelo negro. Le dio la teta izquierda a mamar. El cura, con las manos detrás de la nunca, mostrando una chulería desmedida, le pasó la lengua por un pezón después por el otro y apartó la cabeza. Benedicta, cabreada, cogió la teta con la mano izquierda y se la aplastó contra la boca.

-¡Mama!

El cura no le hizo ni puto caso. Benedicta se quitó el vestido, quitó las bragas y el sujetador, se echó boca arriba y se puso a hacer un dedo. El cura le dijo:

-¡No te irás a masturbar!

No le contestó, siguió acariciando el clítoris con dos dedos y metiéndolos dentro de la vagina. Al rato el cura levantó la sotana, cogió la polla y mirando cómo su prima se masturbaba, comenzó a hacer una paja. Poco después se besaban. Luego el cura fue a por sus tetas, si antes se las despreciara, ahora, mientras la meneaba, se las devoró, sí, devoró, se las lamía, se las chupaba y le mordía tetas y pezones. Benedicta, con el placer que le proporcionaba masturbarse y que le devorara las tetas, se puso de un cachondo subido de tono. Dándole la espalda, le puso el coño en la boca, le cogió la polla y se la mamó haciendo un 69. El cura sacó la lengua y dejó que Benedicta se diera placer moviendo el culo... Pasado un tiempo, al ver que se iba a correr si se seguía frotando en la lengua, puso su coño mojado sobre la polla, la clavó hasta el fondo y después folló a su primo con clavadas tan fuertes que mismo parecía que le quería romper la polla. El cura tenía poco aguante. No le duró ni cinco minutos. Al correrse puso sus manos en su gordo culo y empujó. Quería quitarse de encima a Benedicta, pero la muchacha ya se empezara a correr y jadeando cómo una perra, apretó aún más su culo contra él.

Al acabar, le dijo el cura:

-¡Puede que quedaras preñada, insensata!

-Tranquilo, si eso pasara no le iba a decir a nadie que es tuyo.

-Eso espero.

Benedicta sacó la polla, se dio la vuelta y le puso el coño en la boca.

-Toma, que sé que te gusta.

El cura la cogió por la cintura, lamió el coño y se trago su semen y los jugos de su prima, que le preguntó:

-¿Cómo tiene la polla Pancho?

-Larga y delgada.

Pancho era un amigo mio, alto cómo un castillo y que aparentaba ser formal, aparentaba, ya que cuando los de la pandilla jugábamos en el monte a \"me la chupas\" él se iba y decía que no se la chupaba a nadie. El cabrón mentía bien, pues todos lo creíamos.

El \"me la chupas\" consistía en hacer pajas en parejas, para lo cual se tiraba una moneda al aire y se pedía cara o cruz, las caras se las tiraban con las caras y las cruces con las cruces y al que se corría antes que el otro se la tenía que chupar la pareja que le tocara, y chupar hasta que se corría otra vez.

Los nueve andábamos entre los diecisiete y los diecinueve años. Éramos, Pancho, 17 años, moreno, muy alto, delgado y el más guapo de la pandilla. Cascorro, 18 años, moreno, bajo de estatura, gordito y con cara de bonachón. El Tirillas, 17 años, de estatura mediana, moreno, flaco cómo un fideo y difícil, de ver. El Miñoca, 17 años, estatura mediana, moreno, fuerte, no muy difícil de ver y con la polla muy delgadita. El Llorón, 18 años medio rubio, fácil de ver y un cagado ante las peleas. Pampín, 17 años, moreno, de estatura mediana, bastante agraciado y un busca pleitos. El Cañotas, 18 años, moreno, de facciones duras y complexión, fuerte. Lucho,19 años, moreno, de estatura mediana, ni guapo ni feo y un poco chulo, y por ultimo yo, 17 años, moreno, de estatura mediana, musculado y ni guapo ni feo ni todo lo contrario.

Os pongo en situación. Pancho se había ido, los otros en medio de un pinar, de pie, con la polla fuera, la sacudíamos con los ojos cerrados y concentrados cada uno en una chavala, bueno, yo no, a mi siempre me gustó pensar en mujeres casadas. Dándole leña al mono, oímos decir a Pancho:

-Mirad que os traigo.

Abrimos los ojos y vimos que Pancho traía cogida por los pelos a una mujer y le tapaba la boca con la otra mano, era Benedicta, la prima del cura. Lucho, el mayor de la pandilla, le dijo a Pancho:

-¡Qué haces, retrasado! ¡¡Te va a moler a palos la guardia civil!!

-Os estaba espiando y se tocaba el coño.

Aquello ya cambiaba las cosas.

-¡No jodas! ¿La prima del cura es una pajillera

Pancho, estaba crecido.

-Eso parece.

Benedicta llevaba puesto un vestido marrón oscuro que le llegaba a los pies y calzaba unas sandalias. Para nosotros era un misterio el cuerpo que había debajo. La rodeamos. Pancho le quitó la mano de la boca. Con cara de asustada, nos preguntó:

-¡¿Qué me vais a hacer?!

Lucho, le respondió:

-Te vamos a follar los nueve.

Se puso altiva.

-Os denunciaré si me folláis.

Lucho le bajó los humos.

-A ver, Benedicta, te vamos a follar sí o sí. ¿Quieres que sea por las buenas o quieres que sea por las malas?

-Iréis los nueve a la cárcel.

Lucho, besando su cuello, le dijo:

-No atreverás a contarlo. Quedarías cómo una puta.

Benedicta se encontraba en un apuro. Tenía tres manos en el culo, dos en las tetas, dos bocas en el cuello, una mano en el coño, que era mi mano derecha, y a Lucho queriendo comer su boca. Le entró el calentón y cómo era rápida pensando, apartando la boca de la de Lucho, dijo:

-¿Y si os la chupara a los nueve?

Lucho iba a piñón fijo.

-Eso ya lo podemos hacer nosotros.

Yo iba a lo mío.

-A mí si me dejas que te coma el coño...

Pancho también se conformaba con poco.

-Y a mí si me dejas que te coma el culo...

Cascorro también pasaba de meter y sacar.

-Yo me conformo con desnudarte y que me la mames.

Los otros se conformaron con la mamada. Lucho se quedó solo en su afán de meter.

-Vale, la mayoría gana. No te follaremos el coño. Ataca, Cascorro.

Cascorro, que el más bajito de la pandilla, la desnudó. Al quitarle el vestido, el sostén y las bragas vimos lo que había debajo, unas tetas grandiosas con areolas del color de su vestido, unos pezones enormes y un coño muy peludo. Benedicta, vestida solo con unas medias marrones, unas ligas negras y calzando las sandalias, se puso en cuclillas, cogió dos pollas, la del Llorón y la del Miñoca y se las sacudió. Lucho se la metió en la boca... Al rato, el Tirillas se corrió en su espalda, Lucho, en su cara. Las pollas del Llorón y del Miñoca las frotó en sus tetas cuando se corrieron. Yo me corrí debajo de un sobaco, Cascorro en su espalda, Pancho cerca de su culo y Pampín y el Cañotas en sus hombros. Quedó hecha un asco, pero caliente cómo no había estado en su vida. Lo supe porque al ponerse en pie me agache yo, la cogí por la cintura, le lamí el coño y estaba petado de jugos espesos. Se le escapó un gemido que nos puso de nuevo las pollas tiesas, luego dijo:

-¡Para, Quique, para qué me corro!

Sus palabras alborotaron el gallinero, mis ocho colegas comenzaron a decir lo mismo:

-¡Sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue...!

Seguí y Benedicta, en segundos, se encogió cómo un acordeón y cayó de culo sobre la hierba. En posición fetal y temblando, se corrió a lo bestia. Cascorro y el Miñoca se volvieron a correr, esta vez sobre sus costillas.

Cuando se pudo incorporar. Benedicta, cogió las bragas y se limpió la leche que tenía por delante, Pancho le limpió la de la espalda y al terminar le lamió el culo. A Benedicta se le apretaron los muslos, se le separaron las pantorrillas, con ellas los pies y echó las dos manos al coño al más puro estilo Marilyn Monroe en La Tentación Vive Arriba, solo que sin falda y sin la brisa del metro. El guarro no paró ahí, y no paró porque ella no se movió mientras le frotó la polla en el ojete, y cómo no se movió le clavó la cabeza de la polla en el culo. Esto hizo que se pusiera tiesa cómo un palo. El Llorón y yo fuimos a por sus tetas y se las comimos. Lucho le comió la boca. Benedicta ya no se cortaba, le devolvía los besos a Lucho al tiempo que le cogía las pollas al Tirillas y a Pampín... Los otros se la pelaban. Benedicta estaba más que cachonda. Con la polla de Pancho dentro del culo se fue echando hacía atrás hasta que Pancho quedo boca arriba con ella encima. No me pude resistir, volví a comerle el coño y en nada se volvió a correr, pero esa vez pataleaba cómo queriendo huir. Aún se estaba corriendo y jadeando cuando Pancho se corrió dentro de su culo. Después se quitó de debajo de ella. Se la froté em el coño, y me dijo:

-Mete.

No me lo tuvo que repetir. Se la clavé. Mi polla entró cómo una bala por aquel túnel engrasado. Al llegar al fondo me cogió el culo y me apretó contra ella. Le dije:

-Me voy a correr.

-Corre.

¡Era increíble! Pasara de no querer follar a dejar que me corriera dentro de ella. El gallinero se volvió a revolucionar.

Al sacarme yo, el Llorón y el Cañotas le pusieron la polla en la boca. Se las meneó y chupó por turnos mientras Pampín la follaba cómo un conejo... Esta vez, con unas treinta clavadas, la que se corrió fue Benedicta, diciendo:

-¡No pares, no pares! ¡Me corrooooo!

Al sacarse Pampín, el Llorón, a punto de correrse, la montó y en segundos su corrida se unía a las otras dentro del coño. Era obvio que Benedicta quería quedar preñada. El Miñoca no quiso ser menos, pero no le dio tiempo y se corrió en su cara. El Cañotas era duro cómo una piedra y cerdo cómo él solo. Al metérsela la besó con la leche del Miñoca en los labios y la folló a romper más de diez minutos, la folló hasta que Benedicta se volvió a correr, y al hacerlo nos insultó.

-¡Hijos de puuuta!

Él Cañotas también le llenó el coño de leche. Lucho, le dijo al tiempo que la montaba:

-Hija de puta, tú, hija de puta y puta.

Lucho estaba tan cachondo que ni un minuto tardó en llenarle el coño de leche. Cuando el Cascorro y el Tirillas la follaron ya el coño echaba por fuera, y echando por fuera se corrieron dentro. Cuando la volví a follar sentí cómo si mi polla fuese un pesó que se metía dentro de un vaso de leche y la leche desbordaba. Los huevos se me encharcaban al meterla hasta el fondo. El picor se apoderó de mi polla mientras la follaba. A Benedicta le iba a venir el gusto, y esta vez lo dijo:

-Me voy a correr.

El gallinero se alborotó de nuevo.

-¡Dale, dale, dale, dale, dale, dale, dale, dale, dale...!

Le di, y viendo cómo mis colegas se la seguían machacando, exclamó:

-¡¡Me corrooooooo!!

Su coño echaba por fuera, y aún echó más cuando me corrí yo dentro de él.

Seguía Benedicta tirando del aliento cuando vi venir al Miñoca y al Tirillas con la polla en la mano. Salí de encima de ella cagando leches. Sabía lo que venía a continuación. El Miñoca y el Tirillas se corrieron en su cara. El Llorón, Pampín y el Cañotas, en sus tetas, Cascorro, en su cara y Lucho en su vientre.

Después de regarla pasó sus manos por la leche y se dio una especie de masaje en la cara, en las tetas y en el vientre. Acabó echando la mano al coño y después se chupó los diez dedos. Quedamos anonadados, todos menos el Cañotas, que le echó las manos a las axilas, la levantó en alto en peso y se la clavó en el coño, Benedicta, rodeó su cuello con los brazos, lo besó y después dijo:

-Que alguien me la meta en el culo.

Se formó una fila india. Yo me puse de último, por las dudas. El Miñoca fue el primero y se corrió sin haberla metido del todo. Pampín duró mucho, tanto duró que Benedicta se corrió sacudiéndose una cosa mala y mordiendole a El Cañotas en el cuello. Después fue Pancho, al que no le dio reparo ver salir la leche de Pampín del culo, bueno, ni a él ni a nadie. El caso fue que el culo se fue abriendo y cada vez le daba más gusto la doble penetración a Benedicta. Cómo ya dije, yo fui el último. Cuando se la metí en el culo el Cañotas y Benedicta se estaban corriendo juntos y se comían las bocas. Al meterla sentí las contracciones de su culo, me quedé quieto y mi polla reaccionó soltando leche por un tubo.

Después de esto, Benedicta se vistió y regresó a su casa. Iba fresca cómo una rosa y nosotros quedamos agotados. Era mucha mujer de Dios.

Al llegar a casa le contó con pelos y señales a su primo el cura lo que había ocurrido en el monte. Acabó diciendo:

-... Así si el otro día quedé preñada ya tenemos a quien echarle la culpa.

El cura tenía un empalme brutal. Se levantó de la silla y le quitó el vestido. Vio sus bragas blancas llenas de manchas amarillas que hiciera la leche al secar. Se las quitó mientras Benedicta sacaba el sujetador. Se agachó y vio la leche seca cubriendo los pelos de su coño y toda la raja. El muy cerdo, jadeando cómo un perro le lamió los pelos, el coño y después todo el vientre, las tetas, la cara, le comió la boca, a continuación la cogió por la cintura y la arrimó a la mesa de la cocina. Sin anestesia le clavó la cabeza de la polla en el culo, al tiempo que le decía:

-¡Toma, puta!

Mientras la polla entraba forzando su culo, Benedicta, le dijo:

-¡Maricóóóóóóóón!

Ni maricón ni hostias, agarrándola por las tetas le dio caña brava.... Poco después, cuando el cura se iba a correr, la sacó y le dijo:

-¡Mama, perra!

Benedicta le dio media docena de mamadas, después se levantó, le plantó un beso con lengua, se volvió a dar la vuelta, separó las piernas, y le dijo:

-Métela en el coño y córrete dentro.

Le mordió las nalgas, le lamió el coño y después le folló el ojete con su lengua. Al metérsela en el coño ya los dos estaban a punto para descargar. El cura la folló lentamente para no correrse tan pronto, pero Benedicta quería correrse, y quería correrse ya. Movió el culo de delante hacia atrás y de atrás hacia delante a la velocidad del rayo hasta que se detuvo, y en bajito dijo:

-Me corro. Lléname.

El cura, sintiendo cómo gemía, cómo temblaba y cómo le apretaba la polla y cómo la bañaba, le llenó el coño de leche a su prima.

Cuando se separaron le dijo Benedicta:

-Lo del monte fue mentira, Nicolás.

-¡¿Qué?! ¿Y la leche seca en el coño?

-De una paja.

-¿Y ese sabor a semen de tu cuerpo?

-Todo meo. Te autosugestionaste.

-¡¿Por qué me engañaste?!

-Para que te volvieras a correr dentro. Quiero tener un hijo tuyo.

-¡Serááááás!

Mentirosa compulsiva, es lo que era, entre otras cosas.
 
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Romualdo es un cincuentón, soltero, gallego y de buen ver, había estado quince días en Japón invitado por un japonés que se llevaba casi toda su cosecha de vino tinto y blanco para sus restaurantes. Allí había follado lo que no está en los escritos con putas que le pagaba su anfitrión y regresó muy cambiado, de ser un hombre formal pasó a ser un libidinoso de mucho cuidado. Dos monjas, sor Marta y sor Dolores, iban a sufrir su libidinosidad en sus carnes.

Sor Marta, que era delgada y de piel oscura y sor Dolores, que era gordita llamaron a la puerta del caserón de Romualdo. Abrió y al verlas les preguntó:

-¿Anda mal otra vez el convento?

Le respondió sor Dolores.

-Muy mal, hermano, muy mal. ¿Nos da una limosna?

Romualdo era ateo y detestaba a los curas y a las monjas, le dijo:

-Pasar, pasar que estaba tomando café.

Sor Marta, le dijo a él:

-No vamos a entrar en su casa, si nos quiere dar una limosna hágalo aquí.

Romualdo sacó dos euros del bolsillo, se los metió por la ranura del tarro de sor Dolores y les dijo:

-Acostumbro a dar quinientos euros cuando estáis necesitadas y os tomáis un café conmigo, pero está visto que nos lo han comentado en el convento.

Romualdo mentía, pero ellas eran novicias y no lo sabían. Acabaron cayendo en su trampa.

... Puso sobre la mesa camilla de la sala de estar unas pastas, y dos pocillos, pues la cafetera con el café ya estaba allí, y les preguntó:

-¿Cómo anda de salud la madre superiora?

Le respondió sor Marta.

-Mal, es muy anciana....

En fin, que tomaron café y pastas, ellas, conversaron y las monjas al poco de tomarlos se quedaron dormidas. Le había echado al café unas pastillas que le diera su colega japonés. Las llevó a su habitación y allí se desnudó y las desnudó. A sor Dolores la sentó en un sofá. A sor Marta la puso sobre la cama, le levantó los brazos, le lamió las axilas peludas y le comió las tetas bien comidas. Cuando bajó al coño vio que la monja lo tenía mojado. Le olió el culo y le pasó la lengua por el ojete. Jugó con la yema de un dedo en la entrada, después se lo lamió y metió y sacó la lengua de él, para luego meterle un dedo dentro y follárselo. Después le clavó la polla hasta el fondo del coño... Al rato sintió cómo la monja temblaba y su coño le apretaba y le soltaba la polla. La saco, dejó caer a sor Marta sobre la cama, le frotó la polla en los labios y mientras la monja se corría le puso la cara perdida de leche.

Después de esto fue a la cocina a por mantequilla y unas esposas y las esposó. A sor Dolores no pudo hacerle casi nada, ya que despertó al meterle un dedo untado en mantequilla dentro del culo. La monja al ver lo que le estaba haciendo, le dijo:

-¡Degenerado!

El cabrón aún tuvo cojones a decirle:

-Calla, mea pilas.

La monja vio que tenía las manos esposadas, las piernas abiertas y mitad del dedo medio de la mano derecha de Romualdo dentro del culo. Mirando para la otra monja, le dijo:

-¡Es usted el demonio!

Romualdo le quitó el dedo del culo.

Sor Dolores tenía la piel oscura, el cabello negro rizado y corto, los ojos negros, las tetas grandes con areolas negras, gordos pezones y el coño con una gran mata de vello rizado. Vio a sor Marta con la cara llena de semen, con sus piernas abiertas, con el coño encharcado, con los pezones de sus gordas tetas erectos, y sintió cómo su coño latía y soltaba jugos.

-¿Qué le ha hecho a la hermana Marta?

-La follé hasta que la llevé al cielo.

-¡Sacrílego!

Sor Dolores fue junto a sor Marta y la sacudió para que despertase. La monja al despertar y ver cómo estaba lo primero que hizo fue sentarse y tapar su coño con los dos puños. Romualdo estaba crecido, les dijo:

-Ahora que estáis despiertas vamos a seguir jugando.

Sor Dolores sentía que le picaba el coño cómo nunca le había picado antes, pero le dijo:

-¡No vamos a jugar a nada! Y lo que nos hizo le va a costar muy caro.

Romualdo sacó el teléfono móvil del bolsillo y le enseñó dos fotos, una donde se veía a ella sentada en el sofá con las piernas abiertas y con su cabeza apoyada en el respaldo y otra de sor Marta desnuda y espatarrada sobre la cama. Sor Dolores estalló.

-¡Hijo de puta!

Romualdo rompió a reír y después le dijo:

-¿Qué lenguaje es ese para una monja? Venga, vete poniendo los pies sobre el sofá que voy a jugar con tu ojete y con tu coño.

Sor Dolores estaba deseando hacerlo, pero le dijo:

-Yo voy a poner nada. Quítame las esposas.

Comenzó el chantaje.

-¿Queréis que suba las fotos a youtube o preferís que las ponga en otro sitio.

-¡No te atreverás!

-¿Qué no? Puedes apostar el convento a que en cinco minutos ya fueron vistas por miles de usuarios.

Sor Dolores puso los pies sobre el sillón y abrió las piernas, sor Marta, a la que también le picaba el coño una cosa mala, se persignó. Romualdo metió la mitad del medio de su mano derecha dentro de la tarrina de mantequilla. Después se arrodilló delante de la monja y movió la yema alrededor del ojete. Luego le olió el culo y a continuación le metió y sacó la punta de la lengua en el ojete. Volvió a pasar la yema alrededor de él y después le metió la mitad del dedo dentro de su ojete y lamió su coño mojado. Sor Dolores estaba callada cómo una muerta y gozaba cómo una puta. Romualdo le dijo a sor Marta:

-Ven junto a ella y bésala.

Sor Marta salió de cama, cogió sus bragas en el piso y se limpió la leche de la cara con ellas, luego fue hasta el sillón y le dio un pico a sor Dolores, Romualdo le dijo:

-Con lengua.

Al besarla con lengua a sor Dolores se le escapó un gemido, era el primero de muchos... Romualdo lamía su coño cuando un chorro de meo le puso perdida la cara. Siguió lamiendo el coño hasta que sor Dolores se corrió en su boca.

Al acabar de gozar la monja, les dijo:

-Vuelve para la cama y échate boca abajo, Marta.

La monja le preguntó:

-¿Me vas a penetrar?

-¿Tú que crees?

Sor Marta tenía unas ganas locas de correre, pero lo disimuló haciéndose la víctima.

-Que va a ser lo que el diablo quiera.

Hizo lo que le había dicho. Romualdo le lamió la espina dorsal desde el cuello hasta el coxis, luego bajó, le levantó su gordo trasero y le lamió el ojete, a esa lamida siguieron media docena más antes de meter y sacar la lenga del ojete. La monja le dijo:

-Podría correrme asi.

-Vas a correrte así.

Romualdo la agarró por la cintura y su lengua comenzó con el marathón de lamidas y de folladas de culo. Los gemidos de sor Marta se hicieron escandalosos. Sor Dolores, aprovechando que no la veían, metió dos dedos dentro del coño y comenzó a masturbase. Sor Marta poco después se corría cómo una burra, diciendo:

-¡Me muero sin confesar!

Romualdo lamió su coño, tragó sus jugos y después, le frotó la cabeza de la polla en el coño.

-¿Qué vas a hacer, condenado?

-Bautizarte con leche.

Le metió la polla en el coño y la folló hasta que se volvió a correr, la monja lo hizo diciendo:

-¡Ni se te ocurra bautizarme ahora!

Estaba aún corriéndose sor Marta cuando le metió la cabeza de la polla en el culo.

-Ahora sí, Bautízame el culo con leche, cabrón.

Le bautizó el culo bien bautizado.

Detrás de ellos, sor Dolores, con una mano tapando la boca y con la otra en el coño, temblaba con el placer que le producía el brutal orgasmo que estaba teniendo.

Romualdo al acabar de correrse les quitó las esposas, sor Dolores mientras se las quitaba le echó la mano a la polla morcillona y le dijo:

-Ahora me toca a mí.

Sor Marta se volvió a persignar y le dijo a sor Dolores:

-¿No irá a...?

-Sí, hermana, lo voy a ponerlo fino.

Se volvió a persignar.

-¡Jesús, Jesús, Jesús! Una cosa es que nos violara él, hermana, y otra muy distinta es que lo violemos nosotras.

-Hablaba por mí, además yo no voy a violar a nadie, lo haré si él se presta a que lo monte.

Romualdo se prestó. Acabó con sobre la cama, con los brazos a su espalda, con las esposas que le había puesto a sor Dolores en sus muñecas y con la polla mirando al techo. Craso error había cometido. Sor Dolores no le perdonaba lo que les había hecho. Al tenerlo boca abajo sobre la cama, metió un dedo en la mantequilla y sin roces ni hostias se lo clavó en el culo. Romualdo exclamó:

-¡Puuuutaaaa!

-¿Qué sientes al ser violado por el culo, cabrón?

-Puta monja vengativa.

Sor Marta, que era pelirroja, con los ojos claros y gordita se compadeció de él.

-Déjelo, hermana. Dios le hará pagar por lo que nos ha hecho.

Sor Dolores no estaba por la labor.

-¡Y una mierda! Se las voy a hacer pagar yo. Conocí a muchos descapulla monos cómo él en el lugar de donde vengo, y esto cabrones solo entienden un lenguaje.

-No hable así, hermana, no hable así.

Romualdo estaba cabreado y volvió a meter la pata al decir:

-Habla cómo lo que es, una puta, las dos sois unas putas.

Sor Marta cogió una de sus sandalias y le dio sin fuerza.

-Plas, plas, plas, plas.

-No vuelva a llamarnos lo que no somos.

-Putas, sois más putas que las gallinas, a saber la cantidad de veces que os metisteis en el coño el crucifijo que lleváis colgado.

A sor Dolores no le sentaron bien las palabras de Romualdo.

-¡Me cago en todo!

Le cogió la sandalia de la mano a sor Marta y le dio en el culo, pero a romper:

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!!

Romualdo había chillado cómo un cerdo mientras le daba, y sor Marta se excitó. Cogió otra sandalia y mordiendo la lengua le dio con ansia.

-¡¡¡Plassss, plassss, polassss, plassss!!!

Al acabar de darle, sofocada cómo si viniese de correr, dijo:

-¡Un respeto, coñoooo!

Romualdo no callaba ni debajo del agua.

-¡Hija de mala madre!

Sor Marta ya estaba desatada.

-¿Hija de mala madre yo?

Metió un dedo dentro de la mantequilla, le clavó todo el dedo en el culo cómo le hiciera sor Dolores, y le dijo:

-¡Sufre, pecador!

Romualdo parecía que no sabía hablar sin insultar.

-¿Sufrir yo? Lo que vas a hacer es que me corra, cabrona.

Sor Dolores estaba esperando que se volviera a pasar, y se había pasado.

-Tú vas a aprender a tratar a la gente, maricón.

Le cayeron las del pulpo.

-¡¡Plassss, plassss, plasssss, plasssss, plassss, plassss, plasssss, plassss!!

-Me corro, putas, me corro.

Sor Dolores le dio la vuelta, vio cómo de su polla salía leche en cantidad que bajaba por ella y le encharcaba los huevos. Al acabar de correrse Romualdo, caliente cómo una erra en celo, le dijo a sor Marta:

-¿Le apetece mamarla?

-Me apetece darle de hostias en la polla.

-Ya habla cómo una puta, hermana Marta. Dele de hostias en la polla.

Sor Marta cogió la polla con una mano y le largó con la palma de la otra.

-¡Trasss, trassss!

Romualdo no protestó. Sor Dolores le dijo a sor Marta:

-Dele con más fuerza.

Le dio.

-¡¡Trasss, trassss!!

La polla se volvió a poner dura.

-¿Le apetece ahora chuparla, hermana Marta?

-Eso sería una guarrería.

-¿No le pica el coño?

Sor Marta no sabía mentir.

-Mucho, debe ser porque lo tengo muy mojado.

-A mí también me pica y no es por tenerlo mojado, eso es por lo que nos echó en el café este desgraciado. Chupe, hermana, chupe.

-Si chupase sería una puta cómo dice...

No la dejó acabar la frase.

-Sea puta por un día, hermana, sea puta.

Sor Marta no sabía chupar.

-Chupe usted primero así sabré cómo se hace.

Sor Dolores le lamió el glande y le mamó la polla al tiempo que se la meneaba. Al ratito le dijo sor Marta:

-Déjeme a mí que creo que ya sé.

Sor Marta se agachó y le lamió el glande. Sor Dolores le lamió a ella el coño y el culo, y le preguntó:

-¿Le gusta, hermana?

-Más que un buen plato de comida.

Al darse la vuelta, la echó hacia abajo y le puso la boca en su coño, Sor Marta se lo lamió. Romualdo las miraba con cara de asombro, parecían dos putas. Cando sor Marta se puso en pie, le preguntó sor Dolores:

-¿Lo follamos?

-¿Y si nos deja embarazadas, hermana?

Sor Dolores le dijo a Romualdo:

-Si te corres dentro de alguna de nosotras te cortamos la polla. ¿Entendido?

Romualdo asintió con la cabeza.

Sor Marta con sus pantis negros le vendó los ojos a Romualdo. Romualdo sintió cómo subían las dos a la cama y cómo se echaban una a cada lado. Lo primero que sintió fue un pezón en sus labios, lo lamió y lo chupó, después la teta se apretó contra su boca y la mamó. A esa teta siguió otra que venía del otro lado. Volvió a lamer y chupar el pezón y a mamar la teta. Si pudiera ver, vería cómo las dos monjas se estaban masturbando metiendo sus dedos en el coño. Luego sintió un culo en su boca, olió, lamió y metió y sacó su lengua en el ojete... El culo dio paso a un coño encharcado. Al lamer sintió como su polla se iba enterando en un coño. Sor Marta era quien le daba el coño y sor Dolores quien lo follaba, él no lo supo hasta que sor Marta, dijo:

-¡Me corro en tu boca, cabrón!

Sor Marta se corrió en su boca. Sor Dolores no hizo falta que dijera nada, pues Romualdo sintió cómo su coño le bañaba la polla.

Al acabar, sor Marta, mirando para la polla erecta y pringada de jugos, le dijo a sor Dolores:

-Hay que hacer una obra de caridad, hermana.

Se la mamaron a dúo y se tragaron la leche a medias.
 
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heranlu

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Rufino tenía cincuenta años y era cura. Era un cura espigado, moreno y delgado. Sus feligreses lo consideran un santo, pero era un libertino con sotana. Esa tarde estaba en el confesionario de un convento gallego. Una monja veinteañera, flaca y guapa le decía en bajito:

-.... He pecado, padre. Tuve un sueño pecaminoso y...

El cura, también en bajito, le dijo a ella:

-No ha pecado, hermana, bueno, no ha pecado si después del sueño no se tocó.

-Es que después de llegar al éxtasis me toqué, pensé en lo que había soñado y llegue al éxtasis de nuevo.

-¿Se arrepiente de haberse tocado?

-No, padre.

-¿Se volverá a tocar recordando lo que ocurrió en sus sueños?

-Sí, padre.

-¿Y a qué viene a confesarse? Si no se arrepiente me va a ser muy difícil absolverla.

-Vengo porque es obligatorio, padre. Por lo que se ve en este convento peca hasta la madre superiora.

-No haga elucubraciones, hermana.

-¿No viene a confesarse?

-Viene.

-Pues si no pecara no vendría

El cura, que se hiciera más pajas que un mono escuchando las confesiones de las monjas, quiso enterarse de todo para hacerse otra. Le preguntó:

-¿Con quién soñó para saber que va a sucumbir de nuevo a la tentación, hermana?

-Con la hermana Laura y con usted.

El cura levantó la sotana, cogió la polla morcillona en la mano y le dijo:

-Cuénteme lo que soñó, así sabré la penitencia que le debo imponer.

-¿En el sueño con usted, que se desarrolló aquí, o la consumación en la celda?

-¿La consumación no fue en el sueño?

-Fue en sueños con la hermana Laura y en sueños con usted, pero luego consumé con la hermana Violeta.

Sentado en su trono, apoyado con la espalda a una pared de madera del confesionario y con su mano bajando y subiendo por la polla, le dijo:

-Cuente lo de la hermana Violeta.

La monja se lo iba a contar con pelos y señales.

-Verá, padre, la hermana Violeta estaba en su celda cosiendo una prenda blanca que yo nunca había visto y cómo la puerta de su celda estaba abierta, entré y le pregunté:

-¿Qué cose, hermana?

-"Un liguero. Se le soltó la presilla."

-¿Liguero?

Rompió el hilo con los dientes. Miró el trabajo que había hecho, y me preguntó:

-"¿Nunca se ha puesto lencería antes de venir para el convento?"

-No sé a qué se refiere.

-"¿Quiere ver una?"

-¿Es pecado verla?

-"Verla, no, pero ponerla sí, ya que se pone para el pecado."

Saber que la hermana Violeta pecaba me animó a decirle:

-Enséñemela.

-"Cierre la puerta de la celda."

Cerré la puerta de la celda y me entraron unos calores. ¡Qué calores me entraron!

El cura le preguntó:

-¿Se le mojó el coño?

La monja se veía que buscaba algo, si no fuera así no le respondería:

-Sí, pero aún se me iba a mojar más cuando la hermana Violeta se quitó el hábito y vi que llevaba puesto un sujetador negro del que parecía que querían escaparse sus grandes senos...

El cura meneando la polla y con los ojos cerrados, le dijo:

-Tetas, hermana, se dice tetas.

-Que parecía que se le querían escapar las tetas. Un liguero cómo el que le acababa de coser, que sujetaba unas medias negras, y no llevaba bragas. Se acercó a mí, me puso un dedo bajo el mentón y luego medio un beso con lengua. Sentí la música del órgano. La vi con aquella lencería y con su cofia puesta y supe que aquel era un pecado capital, más saber que estaba pecando hizo que mi chocho se empapara...

La volvió a interrumpir.

-Coño, hermana, se dice coño.

-Luego me cogió las manos, me las llevó a sus tetas y me dijo:

-"Sácalas del sujetador."

Era cómo si sus tetas tuvieran imán. Las saqué de las copas y me sorprendí a mi misma obedeciendo a la hermana Violeta cuando me decía que se las manoseara, que le lamiera los pezones, que se las chupara, que se las mamara... Luego me encontré con mi cabeza entre sus piernas, lamiendo y chupando donde ella me decía. Incluso me mandó lamerle el ojete poco antes de llegar al éxtasis y derramar en mi boca.

-¿Se tragó su corrida, hermana?

-Si padre, y ella la mía, pues después de llegar al éxtasis...

La interrumpió de nuevo.

-Después de correrse, hermana, se dice después de correrse.

-Pues eso, después de correrse, me levantó el hábito, me bajó las bragas, me cogió una mano para que agarrase el hábito y lo mantuviese subido, me echó las manos al culo, me di la vuelta y lamió mi ojete y metió y sacó la lengua de él.

-¿Se la metió y saco muchas veces?

-Si, padre, tantas que si sigue un poco más me corro.

Luego lamió mi coño varias veces, metió un dedo dentro de mi culo y me corrí en su boca.

El cura ya estaba con la polla dura cómo una piedra.

-Si no estuviera merodeando la madre superiora...

-¿Qué?

-Que le diría algo.

-La madre superiora está enferma en cama.

El cura le entró a saco.

-¿Hacemos realidad el sueño que ha tenido conmigo, hermana?

La monja se hizo la alterada.

-¡Padre!

-No levante la voz. ¿Le comía las tetas en su sueño?

La monja siguió actuando, se persignó, y le dijo:

-Absuélvame, padre.

-¿Le comía el coño?

-Por favor, absuélvame, padre.

-¿Follamos y se corrió en mi polla?

-Por favor, por favor, por favor, absuélvame.

El cura tuvo que dejar de tentarla.

-Yo te absuelvo, en nombre..., rece tres padrenuestros y tres avemarías antes de acostarse y después de levantarse.

La monja ya se quitó la careta.

-Gracias, padre. Ahora ya puedo contestarle, sí, en el sueño me hizo todo lo que me dijo, y sí, me corrí en su polla.

-¿Y por qué no me lo ha dicho antes, hermana?

-Porque iban a ser muchos pecados juntos, pues vamos a pecar. ¿O no?

-Claro que vamos a pecar. ¿Cómo empezaba el sueño?

-No quiero revivir el sueño, quiero la realidad.

El cura se puso en pie. Tenía la gorda polla empalmada. Corrió la rejilla que la separaba de la monja, se la enseñó y le preguntó:

-¿Esta realidad?

La monja se puso en pie, la cogió con la mano izquierda y mirándola, dijo:

-¡Qué barbaridad de pene!

-Polla, hermana, se dice polla, cipote, nabo..., pero pene jamás se debe decir cuando se va a follar.

El cura le echó una mano a la nuca y le llevó la boca a la polla.

-Lama, chupe y mame, hermana.

-No sé hacer nada de eso, padre.

-Lama, chupe y mame cómo si estuviera mamando una teta.

Le lamió, le chupó y mamó la cabeza, o sea, hizo lo que pudo antes de que el cura la metiera dentro del confesionario, la desnudara y le dijera:

-No hable, ni gima, ni se mueva, que puede venir otra monja a confesar.

El cura le comió la boca, después le devoró las tetas, unas tetas pequeñitas con areolas marrones y pequeños pezones. Luego se agachó y le comió el coño. La monja tuvo que morder el canto de su mano derecha para no gemir al sentir la lengua lamer sus labios vaginales, lamer y chupar su clítoris y entrar y salir de su vagina. Lo que no pudo evitar fue correrse en la boca del cura. Al hacerlo tembló y al estar con la espalda apoyada en una de las paredes del confesionario también tembló el confesionario.

Nada más acabar de correrse la monja, el cura la inclinó hacia delante, la agarró por la cintura y le clavó la polla en el coño, lo hizo muy despacito. Entraba muy apretada. Al cura le gustó tanto que al ir la clavada por la mitad comenzó a correrse dentro y acabó cuando la polla llegó al fondo del coño. La monja estaba perra, pero perra, perra. Le dio al culo hacia atrás y hacia delante y no paró hasta que se corrió en la polla del cura.

Os estaréis preguntando si la monja quedó preñada... Cada cual que piense lo que quiera.

Rufina, la hermana del cura

Rufina, una mujer de casi treinta años, morena, alta, delgada y guapa, estaba sola lavando ropa en el río. Llegó con una bañera de ropa en la cabeza, una jovencita que acababa de llegar al pueblo con sus padres, y que se instalaran en una casa enfrente de la suya. Al pasar por detrás de Rufina para ponerse a lavar en otro fregadero le dijo:

-Bonito culo, si lo pilló me doy un festín con él.

Rufina dejó de lavar y con cara de pocos amigos, le espetó:

-¡Pero tú qué dices, mocosa!

-Que debes tener un coño muy rico.

-¿Cómo puedes hablar así con alguien que no conoces de nada?

-Te llamas Rufina, tu hermano es el cura del pueblo y si a tu edad no estás casada siendo tan guapa es porque te van los coños tanto como a mí.

Rufina se cabreó.

-Se está rifando una hostia y tú tienes todas las papeletas para que te toque.

La muchacha, que era de estatura mediana, pelirroja, pecosa y que tenía mucho de todo, puso la bañera en la tierra, cogió el jabón y el cepillo, lo puso sobre el fregadero, la miró y sonriendo le dijo:

-¿Las hostias no son cosas de tu hermano?

-¡Cómo me vuelvas a dirigir la palabra, te crujo!

Camila, sin mirar para Rufina, mientras cogía una prenda de ropa, la mojaba, la enjabonaba y la restregaba, le dijo:

-Vas a tener que hablar con tu otro yo, Camila. ¿Te harás una paja pensando en quien las dos sabemos? -se iba a contestar a si misma- Una, dos o tres. ¿Y qué le vas a hacer en tus pensamientos? Acariciar su lengua con mi lengua, chupársela. Lamer sus pezones y sus areolas, mamar sus tetas y luego lamer y follar su culo con mi lengua y después lamer y mamar su coño hasta que se corra en mi boca. ¿Y cómo le lamerás el coño? Lo lameré de abajo a arriba, de arriba a abajo, le lameré y le chuparé la pepitilla...

Llegó otra mujer al río y Camila dejó de hablar.

Una hora más tarde, Camila, con un pocillo en la mano, llamó a la puerta de la casa de Rufina. Al abrirle la puerta le preguntó:

-¿Me podías dar un poco de sal?

-Entra en casa.

Rufina cerró la puerta al entrar Camila en la casa. Camila la empujó contra la puerta echando su cuerpo contra ella, y con las tetas apretadas a su espalda le echó la mano al coño. Al encontrarla mojada y sin bragas, le dijo:

-Te acabas de hacer una paja. Quiero conocer el sabor de tu corrida.

Rufina se hizo de rogar.

-Soy una mujer decente.

-Tú eres tan puta cómo yo, si no lo fueras no me dejarías entrar en tu casa después de lo que te he dicho que te haría.

Le levantó el vestido, se agachó y le lamió y le folló el ojete con la lengua. Al ratito le dijo:

-Date la vuelta y ponme ese coño en la boca.

Rufina se dio la vuelta y Camila vio su coño peludo y mojado. Lamió el coño de abajo a arriba y luego se fue poniendo en pie al tiempo que le iba subiendo el vestido, vestido que le quitó por la cabeza. Rufina quedó completamente desnuda. La besó con lengua al tiempo que sus manos le amasaban las tetas, unas tetas gordas con areolas rosadas y grandes pezones. Luego le dio un pequeño repaso a las tetas, antes de comerle el coño. Se lo comió cómo le había dicho y Rufina se corrió en su boca, gimiendo y con un tremendo temblor de piernas.

Rufina al acabar de correrse besó a Camila e iba a devolverle el favor. Camila le puso un dedo en los labios, le devolvió el beso y le dijo:

-Tengo que llevarle la sal a mi madre.

Rufina no se lo podía creer.

-¡¿En verdad venías a por sal?!

-Si, pero de paso quería echarte uno rapidito. Tiempo tendremos para matarnos a polvos.

-De eso no me cabe duda alguna

Faustino y su hermana

Estaba bien entrada la tarde cuando Rufino llegó a su casa a lomos de un alazán. Rufino bajó del caballo, lo metió en un establo donde también había dos cerdos en una cuadra, le quitó la silla de montar, lo metió en su cuadra, entró en la casa y se sentó a la mesa, a la que ya estaba sentada su hermana y donde había pan, vino, queso, manteca y membrillo.

Rufina estaba comiendo un bocadillo con los tres ingredientes anteriores. Le preguntó:

-¿Cansado?

-Un poco.

Fue junto a ella, la besó en el cuello. Rufina le dijo:

-Hueles a coño que tiras para atrás. ¿Te follaste a una feligresa o a una monja?

El cura le respondió:

-He tenido de tres misas, una boda, un entierro...

-¿Te pregunté con quién has follado?

El cura mentía sin pestañear.

-No follé con nadie, de hecho vengo con ganas. Levántate y baja las bragas.

-Si me dices con quien follaste las bajo.

-No follé con nadie. Seguro que el olor que te llega es el de tu coño.

¿Te has hecho una paja?

-No.

El cura no creyó a su hermana

Mientes más que hablas. ¿Follamos o no?

-¿No sería mejor que comieras algo primero, Rufino?

-Es lo que voy a hacer, baja las bragas.

Rufina puso lo que quedaba de su bocadillo encima de la mesa, se quitó el vestido, quedó en pelotas y le volvió a mentir.

-Tenía ganas de follar, por eso no llevo bragas.

-Mejor.

Rufina se dio la vuelta y le puso el coño en posición para que jugara con él. Rufino se lo abrió con dos dedos y vio que estaba lleno de jugos blancos y viscosos.

-Me has mentido. No hace ni diez minutos que te has corrido.

Le lamió el coño, se tragó los jugos y a Rufina ya le daba igual con quien follara su hermano.

-Hace un poco más que me he corrido.

El cura cogió con la yema de un dedo un poco de membrillo y le untó el clítoris con él, luego metió en dedo en la manteca, con él engrasado hizo círculos alrededor del ojete y luego le folló el culo con el dedo mientras lamía el membrillo del clítoris. Rufina le echó las manos a las orejas y con ellas bien sujetas, le dijo:

-Si paras antes de que me corra te las arranco.

El cura sabía que la amenaza era una mentira, pero cómo le gustaba que su hermana se corriera en su boca, siguió lamiendo. No bajó a los labios vaginales ni a la vagina en ningún momento, solamente lamió y chupó el clítoris, esto fue suficiente para que Rufina se corriera en su boca. Al correrse le soltó las orejas y gimiendo dulcemente, temblando y acariciando su cabello, le dijo:

-Traga, diablo, traga.

Al acabar de correrse Rufina, el cura se puso en pie, se quitó la sotana. En pelotas se volvió a sentar en la silla y le dijo:

-Fóllame.

Rufina rodeó con sus brazos el cuello de su hermano y se sentó sobre la polla. La clavó toda en el coño y le dio caña. Rufino, al ratito, le dijo:

-Despacio, despacio que vas a hacer que me corra y te vas a quedar con las ganas de correrte otra vez.

Rufina humedeció dos dedos en la lengua y comenzó a frotar su clítoris con ellos. Rufino le echó las manos a las tetas y le cogió los pezones con dos dedos de cada mano y jugó con ellos. Tiempo después le dijo:

-Métela en el culo.

-¿Aguantarás? A mí aún me falta.

-Tranquila, no me correré antes que tú.

Rufina sacó la polla del coño y luego dejando caer el culo con lentitud, la metió hasta el fondo, después empezó a subirlo y a bajarlo. Metía y sacaba la polla con la misma lentitud que en la primera clavada para así frotar mejor el clítoris... Cuando sintió que le iba a venir se lo hizo saber.

-Me voy a correr.

-Y yo.

Rufino se corrió con ella y le llenó el culo de leche.

Rufina quería más.

-¿Echamos otro...?

El cura no dejó que acabara de hablar.

-Otro día.

Rufina, cabreada, le dijo:

-¡No aguantas nada, coño!

Rufina, al ponerse en pie, sacó la polla del culo. Por el sus muslos bajó la leche de su corrida y la de su hermano. Se limpió con el paño que había encima de la mesa. Se vistió, y vistiéndose vio cómo su hermano, desnudo, cenaba sin ni siquiera haberse lavado las manos. Le dijo:

-Lávate las manos, cerdo.

-Mira quien habla, la que me la iba a mamar después de habérsela metido en el culo.

Rufina cambió de tema al momento.

-¿Le echaste de comer a la yegua?

-Al caballo, Rufina, al caballo. La yegua y unos buenos dineros fue lo que me costó.

-Me había olvidado de que hoy hacías la compra.

-Vete, échale de comer y cepíllalo.

-No me conoce.

-De eso se trata, de que te vaya conociendo.

-¿Y si me da una coz y me deja tiesa?

-Es un caballo manso.

Rufina y el alazán

Rufina llegó al establo. Sacó al caballo de la cuadra, que era un alazán de color rojizo con la crin y el rabo de color pelirrojo, cogió un cepillo para las crines y peinándolas le dijo:

-¿Y tú qué tal llevas la falta de yegua, bien plantado?

El caballo le dio al rabo para espantar las moscas que lo molestaban. Después de cepillarle la crin, cogió otro cepillo más basto y se lo pasó por el lomo. Cuando se agachó para cepillarle la barriga vio que tenía dos cojones cómo dos sandías y que tenía la verga estirada.

-¡Vaya tralla que tienes ahí! Y esos huevos. ¡Joder con los huevos!

Le echó una mano a la verga, esta pulsó y le levantó la mano hacia arriba.

-Creo que voy a jugar un ratito contigo.

Fue hasta la puerta del establo, la cerró y al estar de nuevo al lado del caballo, le dijo:

-Vamos allá.

Le cogió la verga con las dos manos y comenzó a hacerle una paja. Al rato vio cómo de la cabeza de la verga goteaba aguadilla pre seminal. El coño de Rufina comenzó a lubricar.

-Voy a hacerme una paja criminal. ¿Te importa, bien plantado?

El caballo siguió dándole al rabo. Rufina se quitó el vestido. Se puso en cuclillas, le agarró la verga con una mano, tiró de ella y la frotó en las tetas, tetas que le quedaron empapadas. Metió dos dedos de la otra mano dentro del coño y comenzó a darse dedo.

-¿Quieres que te la mame?

El caballo le seguía dando al rabo.

Rufina metió la cabeza de la tralla en la boca y mamó. Mamando el caballo le dio con el rabo en la espalda. Rufina puso el culo de tal manera que cuando el caballo movía el rabo hacia el lado en el que estaba ella se lo golpeaba, era cómo si le estuviera dando con un látigo con miles de terminaciones. Ya estaba más que caliente y estos azotes la ponían mala, pero que muy mala. Poco después se levantaba, se arrimaba al caballo y acariciando su lomo frotó la verga en su coño. No tardó en decir:

-Hostias que me corro.

Frotó con más celeridad la verga en el coño. El caballo comenzó a correrse y descargó cómo medio litro de leche blanca y espesa que le anegó el coño y que luego cayó sobre la paja del suelo del establo. Rufina explotó.

-¡Me corro!

Rufina al correrse le fallaron las piernas y acabó con el culo sobre las pajas.

-¡Pedazo de corrida!

Vio cómo de la verga del caballo caían las últimas gotas de leche, se la lamió, y luego le dijo:

-Un día de estos esa tralla va a hacer maravillas dentro de mi coño.
 

heranlu

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Antonio desde niño pensó que Dios lo había llamado. Nacido en San Luis Potosí, tierra de catolicismo acendrado, donde llega a fanatismo, siempre tuvo claro que el sería sacerdote. Desde niño sus juegos eran a ser cura. El casaba a sus amiguitos, los confesaba y les daba la extremaunción cuando en sus juegos de vaqueros y ladrones caían heridos. Toda su primaria y secundaria los hizo en escuelas de curas, preparándose para cuando llegara el momento.

Su madre, doña Gabriela, se consideraba feliz por la vocación de su hijo. Para ella era una bendición tener un hijo cura, ya que ella no había podido ser monja. A los 17 años la habían casado a fuerzas con un hombre despótico, que lo mejor que había hecho era morirse a los 5 años de casados, así ella pudo educar a Toñito dentro de las reglas de la santa madre iglesia.

Antonio no era feo, era un jovencito atlético, alto y bien parecido, que vivía atormentado por el pecado. Cuando tuvo una eyaculacion involuntaria durante el sueño, se paso días en la iglesia pidiendo perdón. Nunca se atrevía a ver a las jovencitas y sufría enormemente cuando sus amigos hablaban de sexo. Para el, eso era cosa del demonio.

Entre sus amigos se empezó a correr la vos de que era "rarito" o como decimos en México, puñal, choto, puto, MARICA pues.

Cuando llego el día que ingreso al seminario doña Gabriela sintió que su vida estaba completa. ¡Un hijo cura! Que alegría.

A partir de entonces solo lo tuvo en casa una ves al año por dos meses durante las vacaciones. Cada año Antonio se desarrollaba mas y se había convertido en un mocetón fuerte, pues hacia mucho ejercicio, y alto.

Doña Gabriela, a sus 38 años era una mujer bastante atractiva, que vivía dedicada a su hijo, cuando lo tenía en casa no descansaba por atenderlo, soñaba con el día en que le dieran su primera parroquia, y esperaba estar viva para cuando fuera obispo.

Estas vacaciones, después de 4 años de seminario, Gabriela esperaba que Antonio la acompañara a todas partes. A sus 20 años quería presumirlo con sus amigas, pues los hijos de ellas eran unos botarates, pecadores y dispendiosos, así que preparo la recamara de Antonio para que la pasara bien.

Gabriela no tenia vida sexual, toda la vida reprimida, primero por sus padres, luego por su esposo, y después por ella misma, nunca había sabido lo que era un orgasmo. A veces trataba de autosatisfacerse pero el miedo al pecado la detenía.

Cuando llego Antonio se puso feliz de tenerlo en casa, lo atendía como la niña de sus ojos que era, aunque noto a su hijo algo distante, como un poco melancólico, <es el llamado de la fe> pensó para sus adentros, así estuvo varios días hasta que se atrevió a preguntarle.

-¿Qué te pasa Antonio? te noto algo raro, como evadido.

-Nada madre son cosas mías.

-¿Y no puedes decírmelas?

-No madre, son cosas de hombres y me daría mucha pena contigo.

Así pasaron varios días más hasta que ella volvió a insistir.

-Bueno Antonio ¿Por qué no me dices lo que sucede?

-Es que me da pena madre, siento que te voy a defraudar.

-Pues si no me lo dices no lo sabremos.

-Madre…..Yo nunca he tenido relaciones sexuales…..si ya se que es pecado, pero tu al menos algunas veces las tuviste. Cuando me ordene voy a jurar castidad para toda la vida y quisiera probar antes de tomar las órdenes.

Gabriela abrió unos ojos del tamaño de un plato y se quedo sorprendida, pero después de un rato entendió que su hijo no dejaba de ser un hombre.

-¿Y que crees que debamos hacer?

-Tú nada, yo soy el que tiene que hacer algo

-Podemos contratar a una prostituta.

-No madre, eso no lo quiero.

-Entonces no veo como, tal vez alguna de esas muchachitas descaradas de ahora se preste a hacerlo contigo, aunque si se entera que era seminaristas, no creo que se atrevan.

-No madre, yo quiero algo especial. Quiero una mujer hermosa, que me haga sentir amor, que la desee, que me atraiga intensamente, quiero alguien comoTU.

-¿Queeee? ¿Alguien como yo? Creo que te equivocas Antonio, el amor que yo siento por ti es amor de madre.

-Eso ya lo se, pero si realmente me quisieras como dices no me dejarías con esta congoja.

-¿Realmente me estas pidiendo que haga el amor contigo?

-No madre, solo te pido que me ayudes a encontrar un modo; ya ves porque no quería decírtelo.

Así pasaron varios días mas donde Gabriela estuvo meditando hasta donde seria pecado tener sexo con su hijo. Repasó pasajes de la Biblia, donde se habla de incesto, y entro en lucha consigo misma, hasta que un día ya no pudo mas, tenia que reconocer que después de las palabras de su hijo se había excitado, que se había acariciado la vagina pensando en el, que lo deseaba. Esa noche decidió enfrentar la situación.

-Antonio, creo que debemos hablar.

-Dime madre, que sucede.

-Estuve pensando lo que me dijiste el otro día y llegué a una solución.

-¿Y?

-He pensado que podemos hacer el amor pero con una condición.

-Cual madre.

-Que cuando tomes las órdenes tú me des la absolución de mis pecados, como comprenderás seria algo que no me atrevería a confesarlo a otro Padre.

Antonio se quedo un poco mudo, era cierto que deseaba a su madre, pero nunca pensó que ella aceptaría tener sexo con el.

-Si madre, yo te daré todas las absoluciones que sean necesarias.

Ya no hablaron mas, simplemente se tomaron de la mano y se fueron a la habitación de Gabriela, los dos temblaban de emoción, pero ya nada podía detenerlos. Se desnudaron uno al otro y comenzaron besándose tiernamente.

-Mi amor, yo no soy muy experta pero aprenderé para acerté gozar.

Antonio salio a su recamara y trajo una película pornográfica, Gabriela no se explicaba donde la había obtenido, pero Antonio le dijo que esa película era la causa por lo que el había despertado a los deseos. La pusieron en la video y se acostaron desnudos a verla.

Vieron como una rubia despampanante le mamaba la verga a un fulano, como este le mamaba la raja, le metía los dedos en ella, la penetraba vaginal y analmente y terminaba en la boca de ella.

Lógicamente que esto los puso a mil y naturalmente se acercaron a un 69, empezaron a olerse, acariciarse y a lamerse mutuamente.

-Mamá, esto es delicioso

-Hay hijo, nunca había disfrutado tanto.

-Me voy a venir mami, me voy a venir.

-Yo también mi vida, ya no aguanto.

Los dos soltaron sus cuerpos. Antonio con un torrente de semen que su madre recibió en la boca, tragando toda la que pudo, y ella en la boca de el, que el disfruto con ahínco.

-Esto es maravilloso madre, nunca pensé que se pudiera disfrutar tanto.

Para Gabriela se derrumbaba toda su vida, ahora entendía que el ser humano necesitaba estos escapes para ser feliz, sabia que no podría detenerse jamás, ahora seria la mujer de su hijo, con absolución o sin ella.

Después de descansar un rato se aprestaron a seguir adelante, Gabriela acaricio el pene de su hijo que de inmediato respondió al estimulo, se puso boca arriba y Antonio se subió sobre ella, ella misma dirigió la verga de su hijo a su raja y con sus piernas, lo empujo hacia adentro. Recibió la estocada en su vagina y empezaron el mete y saca natural.

-Hayy hijo como disfruto, no te imaginas como gozo.

-Tanto como yo madre, esto es la gloria, nunca creí que haría el amor con alguien y menos con mi madre.

Después de un rato a los dos les llego el momento y sincronizadamente tuvieron un orgasmo delicioso que los dejo agotados.

-Te amo madre.

-Y yo a ti mi vida.

Se quedaron dormidos uno en brazos del otro no despertando hasta ya alta la mañana, Gabriela se dispuso a hacer el desayuno en la cocina, donde después la alcanzo su hijo, la abraso por la espalda y besándole el cuello le dijo.

-Gracias madre, me has hecho muy feliz.

-Y tú a mi hijo, y esto no para aquí, tenemos que hacer las demás cosas que vimos en el video.

-Claro que si madre, ya veras como gozaremos.

Desayunaron y se ducharon juntos. Realmente estaban viviendo su momento y no estaban dispuestos a dejarlo pasar, después del baño se fueron a la recamara donde pusieron la película otra ves. Estuvieron repasando las escenas de sexo anal, lo que los excito mucho mientras se acariciaban mutuamente,

-¿Quieres romperme el culo mi amor?

-Si madre, me gustaría mucho.

-Pues hagámoslo mi amor, para eso soy tu madre, para hacerte feliz.

Gabriela se puso boca abajo en la cama y Antonio trajo un bote de vaselina, le embarro algo a la entrada del culo y empezó a meterle un dedo, como vio en la película. Gabriela empezó a disfrutar mucho.

-Siii, mi amor, continua que me gusta mucho.

-¿Lo gozas mami?

-Siii, lo gozo mucho mi amor.

-Yo también disfruto metiéndote el dedo.

-Ya méteme la verga mi vida, la estoy deseando.

Antonio le hizo caso, apoyo la punta de la verga el orificio del ano de su madre y empujo lentamente, poco a poco entro, primero las mitad y después toda, hasta que Gabriela se relajo completamente, empezaron a moverse y al poco rato estallaron en un orgasmo delicioso, ella lloraba de tanto placer y el dudaba de su vocación​
 
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