Hija Perversa

heranlu

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Mi hija es una joven y apetecible mujercita, con todas sus hormonas a full, alborotadas y exultantes, con todas las ganas de realizarse, cumplir el desafío que la naturaleza, perder la virginidad para ganarse el título de hacerse mujer. Entregarse al hombre de sus sueños para que sea él quien desflore su virginidad, pero este acto representa algo más que una relación sexual, involucra sentimientos y emociones que no está dispuesta a regalar al primero que se le cruce, tiene la idea y la decisión de hacerlo con quién ella cree merecer todas sus consideraciones: su papi.

Es joven pero decidida a cumplir los objetivos propuestos, había armado la forma y el modo que se entregaría al hombre elegido, el resto de la trama fue obra de las circunstancias totalmente causales y preparadas para dejar de ser virgen.

Con todas la ganas en ebullición, la cerveza y tener toda la noche solo para nosotros, fue la tormenta perfecta que para romper los códigos morales, transgredir preceptos bíblicos, derribar todas las objeciones de conciencia y déjame llevar por la pasión y el desenfreno.

Suele decirse que la ocasión hace al ladrón, yo agregaría que la provocación a la perversión.

Esa calurosa tarde de verano me había quedado solo en casa con mi adolescente hija. Su juventud amerita una satisfacción sexual con carácter de urgente, el cuerpo pide calmar esos deseos que la inquietan hasta la crispación, las ganas florecen como la primavera, sobre todo en esa acalorada tarde, que se había sacado la musculosa y el short para quedar solo con esa pequeña bombacha blanca, tendida en la reposera para recibir sobre la tersura de su piel las caricias del sol.

Mientras disfrutaba de una cerveza helada, me había quedado absorto contemplando la anatomía de la nena, tendida boca abajo. No comprendo bien qué fue lo que me sucedió, por un momento me sentía atraído por ese cuerpo virgen y juvenil casi desnudo, con abstracción de la relación paternal, más aún diría que en ese momento me había perdido en mi propia lujuria, estimo que la excitación y calentura habría sido a consecuencia de un tiempo de abstinencia sexual.

Sin darme real cuenta de la situación, me encontraba siendo protagonista de una situación inédita, jamás imaginada, ni aún en la más afiebrada de mis lujuriosas fantasías, pero… la vida tiene esas sorpresas, escollos y pruebas que no siempre podemos eludir, esto que me estaba pasando era una prueba palmaria de que la visión lúdica de ese cuerpo había activado mis fantasías y ahora se habían convertido en una arrolladora locomotora fuera de control.

A mis sesenta y algo más los vivo a pleno, con toda la pimienta, la sesión de gimnasia y la adicción casi compulsiva por el erotismo y el sexo es el motor que hace que la vida tenga sentido de ser disfrutada a pleno. Ser opend mind me permite adoptar una postura filosófica frente a la vida, tomarme algunas licencias sin demasiadas culpas, esos son los antecedentes necesarios para conservar el carácter jovial para ponerle una sonrisa al desafío cotidiano. No tengo ningún prurito si en alguna ocasión debo recurrir a un “ayudín” para sustentar la “autoestima” y hacerle frente al desafío de la carne joven, platillo preferido en la mesa gourmet de la diversidad femenina. Loly, mi hija, reúne todos estos atributos, joven, virgen, inexperta y sobre todo había heredado esta pasión compulsiva por el erotismo y el sexo.

Loly se había bajado de la reposera, ahora tendida en el piso de la terraza, sobre una lona, giró para regalarme una sonrisa, haciendo gestos con la mano de que me acercara a ella, invitándome a compartir el mismo sol.

- No, gracias hace mucho calor, mejor voy por otra cerveza.

- Me traes una, papi.

- So chica para tomar.

- Vamos, si sabes que cuando estoy con mis amigos tomamos. Tráeme una, no te hagas rogar…

Volví con dos, un instintivo chin chin, sentado a su vera, compartimos la rubia espumosa. Se sentó sobre la loneta, y me regaló esa sonrisa franca y desprejuiciada, pícara y atrevida, exhibiendo el torso desnudo.

Disfrutaba ponerme incómodo, al menor intento por salirme de la escena, me retuvo tomándome de la mano.

- Porfa! Quédate, no me dejes sola. (haciendo pucheritos) - a qué le tienes miedo? A mí o a vos?

No supe qué responder, la verdad había sido precisa, me tenía miedo a mí, la situación se estaba saliendo de los carriles de la relación padre hija, no estaba preparado para situaciones como esta.

- No me tengas miedo, no te voy a complicar la vida, solo necesito estar contigo, sentirte cerca, eres mi papi, no puedes evitarlo, nadie sabrá de esto, es un secreto entre los dos. También estoy algo nerviosa, sentí como me late el corazón.

Me llevó la mano hasta posarla sobre su pecho, sin darme cuenta más que sentir los latidos estaba tocándole la teta. Tiene unas deliciosas tetas, pequeñas como limones según sus dichos, pero bien erguidas y vibrantes, con esos pezones pequeños pero súper erectos como picas de lanza preparados para el ataque.

Su mirada suplicaba contención, leve sonrisa, su boca se dejó estar cerca de la mía, en ese instante todo se me volvió incomprensible, como si una nebulosa turbara mi capacidad de razonamiento, la pasión emerge arrasando con las prevenciones, derribando obstáculos.

Su mirada certifica y avala el roce de labios, fue un beso en la boca, inocente e instintivo, sin sorpresa, tampoco el siguiente y un tercero no tan inocente, lleno de fragor y deseo. Los valores subvertidos descartaba cualquier atisbo de retroceso, de ahora en adelante solo eran un hombre mayor y una mujer joven dejándose llevar en la vorágine pasional del fragoroso deseo de consumar el acto sexual.

Se dejó tender sobre la loneta con mi cuerpo cubriendo el suyo, las bocas unidas, las lenguas frotándose respirando el aliento del otro. El abrazo efusivo, mucho, hacía subir los colores a las mejillas de mi nena, inyectadas de repentino rubor, el candor de la inocencia se consumía en la incandescente brasa de la lujuria.

La situación amerita salir cuanto antes de la terraza, en brazos tomada de mi cuello, y a su pedido, la lleve al dormitorio, dejé sobre el lecho mientras me deshacía de las ropas quedando solo en bóxer.

De pie, junto al lecho la observo en la plenitud sexual de una hembra consumada esperando a su hombre, flexiona las rodillas y las eleva, con un gesto me pide que le quite la bombachita, eleva las pantorrillas para facilitar la tarea. Abre sus piernas, me ofrece la magnífica e inquietante vistas del cofre mágico y virgen de su juventud palpitante, totalmente depilado, labios abultados, el clítoris coronando la magnificencia de una virgen ofreciéndose para que su papito sea su primer hombre, el que entre en ella haciéndola mujer.

Me hubiera demorado un siglo contemplando esta nívea vestal entregándose a su hombre. Pícara y atrevida me invita a tomarla, abriendo las piernas me llama para que me acerque a su sexo, sin más voluntad que la calentura acepto incondicional, mi boca junto a su boca, inundo mis sentidos con su aroma de hembra, enreda sus dedos en mis cabellos y me lleva la cara entre sus piernas, siento en mis labios el húmedo sabor del deseo palpitante de su conchita sedienta de acción.

Metí mis manos debajo de las nalgas, elevando la pelvis, incrusté mi boca en su sexo, elevó sus piernas hasta quedar con sus talones sobre mis hombros, ofreciéndome el ángulo preciso para comenzar a comerle la conchita.

El deseo ríe en su sonrisa vertical, se inflaman sus labios en el boca a boca, besos tibios, húmedos, los gemidos coronan la mansa entrega devolviendo favores con jugos de vida. Los gemidos me llegan lejanos, distantes, como de otra galaxia, la agitación de su cuerpo expresa con fidelidad la dimensión del incipiente orgasmo, onda expansiva, urgente y avasallante la invade, trastorna y agita sin poder dar crédito a lo que le sucede.

- Ah, ahhhh… Uffff qué bonito, qué bonito, papiiii

Es más que obvio que es su primer orgasmo, por eso mismo no puede ni sabe de qué modo responder a estos estímulos inéditos, el desahogo de la carne, liberación volcánica de la tensión interior acumulada desde el mismo instante que comencé a acariciar su cuerpo. Acompañé esos momentos únicos, apoyando mis labios sobre su sexo, dejándola reposar en esa meseta para recobrar el aliento, permanezco en el epicentro de todos sus temblores, el centro de sus deseos vibra en mis labios húmedos de jugos, al límite de sus fuerzas, me aprieta contra sí y grita:

- Basta, basta ya! Papi, cógeme, cógemeee. No puedo más, sabes que soy virgen, quiero… necesito que seas vos quien me desvirgue, que abra mi flor, que me hagas mujer. Nadie mejor que vos merece este premio, hacerme tu mujer. Lo quiero, lo necesito, no me aguanto más, solo será un secreto entre los dos, lo quiero completo, com-ple-to, con todo, que me des tu lechita, en un par de días me viene la regla, así que podes venirte dentro, necesito sentirte todo.

Me arrodillé, desnudo para que pudiera tocar el objeto de su deseo, el miembro de su papi, el artífice que la hará mujer. Disfruté sentir la admiración y el regocijo al sentirme latir en su mano, una breve sesión de caricias y frotamientos, un beso fugaz y se dispuso a entregar su tesoro más preciado: la virginidad.

Me sentía obligado a tomar todos los recaudos y precauciones para que esta primera vez fuera algo para recordar y disfrutar.

Una almohada bajo sus nalgas, eleva la pelvis y ofrece al comodidad de una penetración franca y profunda, y besos en sus labios vaginales hinchados y latiendo por la ansiedad de ser estrenados por la verga de su papi. Le pedí que separe los labios de la vulva, arrodillado tomé el miembro en mi mano, frotándolo, tomando contacto con la profusa humedad, el glande tomo lugar entre los labios. Lento y suave vaivén para sentir los latidos se mi nena, las manos aferrando sus caderas para poder impulsarme en ella y al mismo tiempo evitar se pueda escurrir hacia arriba cuando sea intensa la penetración.

Afirmado comencé a penetrarla, suave vaivén, llegando hasta ese velo que se resiste a ser vulnerado, es un juego cargado de ansiedades del macho pugnando por atravesarlo y de la hembra con la incertidumbre de no saber cómo será ese tránsito a la condición de mujer plena.

Los ojos de la nena adquieren el brillo y la dimensión de la desmesura, inquieta y ansiosa por sentir la carne del hombre dentro de su carne. La ansiedad de ella es el estímulo para afirmarme en sus caderas e impulsarme despacio pero con fuerza y la intensidad necesaria para sentir como la potencia de la pija puede abrirse paso en ella, desgarrar el himen, leve retroceso y un segundo envión lo atraviesa por completo, un tercero, a fondo fue el esfuerzo necesario para penetrar totalmente la verga y quedarme quietecito dentro de su sexo para que su anatomía se adecue al tamaño de la mía.

La tensión de ambos había llegado al máximo, casi diría que podíamos escuchar los latidos del otro, el silencio era la medida elocuente de la emoción de este momento único e irrepetible. El proceso de la desfloración lo hicimos dentro del más absoluto silencio, solo turbado cuando ella no pudo contenerse y gritó al sentir como su hombre rompía el sello de la virginidad.

- Ahhhh, me… me… rompiste papi, Ufff, duele, dueeele, pero… sigue, por favor sigue…

Llegado al fondo me retuve dentro, conteniendo la respiración, apretado contra su sexo, metido en su carne. Me miré en sus ojos abiertos de par el para, propios de quien se asombra al experimentar sensaciones que aún no aprendió a procesar, los miedos dieron paso a la ansiedad, ésta al dolor lacerante del desgarro que va desgranándose en latidos que abrigan al miembro de su padre abriendo sus carnes.

Siento como su cuerpo vibra y se agita, la crispación de la ansiedad se diluye, se afloja para dejar lugar a que su hombre pueda terminar la faena de hacerla mujer.

Comencé a moverme despacio, agitándome dentro, saliendo hasta la puertita, y volviendo a entrar a tope, el movimiento de metisaca se produce incesante, rítmico, los gemidos conllevan la condición de los dolores y la incomodidad de la primera vez, pero la calentura comienza a atenuar las molestias, hasta animarse a moverse, elevando su pelvis para ofrecerse con intensidad en una cogida lo bastante salvaje para conmocionarla.

De pronto nos olvidamos de todo, y el acto sexual fue tomando la intensidad de un polvo con todos los atributos de una gran cogida.

Tampoco era el momento para prolongar tanto como me gusta, para una primera vez no era necesario hacerlo tan largo, el bombeo abría de par en par sus músculos preparándola a mi gusto, acelero los movimientos, me concentro en buscar todas la formas y modos de producirle el máximo placer, poniendo en práctica la experiencia para que este momento se guarde entre sus recuerdos más entrañables.

En pleno metisaca la nena comienza a experimentar el trance de sentir como la inquietante excitación se va traduciendo en latidos vaginales, signos inequívocos de la ebullición interior, a liberarse en movimientos descontrolados, la crispación propia de cuando la intensidad de la emoción está en conexión con el más allá. El desahogo de la carne, la liberación volcánica de la tensión interior acumulada durante todo este momento de sumar excitaciones en continuado.

- Ahhhh, papiiiiii

El trance propio del orgasmo pudo más que ella, se dejó llevar por esa sensación liberadora, tensando músculos y tendones, agitando el cuerpo y vociferando palabras sin sentido, gemidos y grititos. Las manos aferradas a mis hombros, clavando la uñas en mi piel como forma de expansión en el desborde emocional.

- Nena, me voy, me voyy

- Sí, síiii, papi, vení, vení dame tu leche.

Los agotadores enviones de verga, intensos, a fondo, luego sosteniéndolo bien a fondo el leve movimiento para permitirme derramar el semen dentro del virginal estuche.

- Uffff qué polvo le dejé a mi nena.

- Síiiii, mi primera leche papitoooo

Me salí de la nena, temblando por la emoción de haberla hecho mujer, quedé, arrodillado, como orando a la virgen que había dejado de serlo. Podía ver y sentir como la conchita comenzaba a dejar escurrir los primeros vestigios de sangre producido por el desgarro del himen con una parte del semen comienza a escurrirse de la conchita desflorada por su papi.

La acompañé al bidé, para higienizarse y dejar escurrir el resto de la sangre virginal, mientras la lluvia de agua tibia calma las molestias propias de su primera vez, aprovecha para lamer de mi verga los restos de semen que había fabricado para ella. Volvimos al lecho
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La promesa de que sería solo esa vez, quedó sólo en promesa, esa primera vez culpamos al exceso de cerveza y la abstinencia forzada de sexo. Ahora quería más y no hubo forma de esquivar y evitar todas las artimañas de insinuación y acoso, demostró pasión y tenacidad hasta conseguir sus propósitos.

Demasiado tarde para lágrimas, el placer erótico superó el tabú de una relación incestuosa, la satisfacción del disfrute de su sexo, lavó el sentimiento de culpa transformando lo prohibido tan solo en permisivo. Con esas prevenciones llegamos al punto de no poder gambetear por más tiempo la perentoria amenaza de que volviera a tener sexo con ella, que no le bastó esa única vez, su voluntad y tenacidad me obligó a complacerla.

Se había convertido en manipuladora, me exigía tener sexo, al mismo tiempo de sus exigencias la madre se había puesto como en estado de alerta, como si hubiera descubierto algún rastro, durante un tiempo no le perdía pisada. La muchacha no perdía oportunidad de insistir, urgiendo una satisfacción, el desvirgue no había sido suficiente para sentirse mujer plena, solo el comienzo.

Siempre encontraba un momento a solas para acosarme con el mismo propósito: Coger. En un par de oportunidades zafamos de la vigilante madre, solo nos dio tiempo para meterle mano y una mamada furtiva en dos oportunidades, en la tercera la forcé sosteniendo la cabeza con la verga bien dentro hasta venirme dentro de su boca, así aprendió a saborear el semen, dijo: - Saladito, pero no sabe mal la lechita de mi papito. Me gustó que me forzaras, me la voy a tomar siempre.

Pero eso no le bastó, quería más, no cejó en acosarme y hasta amenazarme con que si no era yo se haría coger por cualquier tipo. Sus métodos eran contundentes, sabía manipular, celarme respecto de las atenciones que tenía con su madre, llegó hasta fingir pláticas telefónicas, haciendo insinuaciones con algún ignoto amante, todo fue llevando la situación hasta límites imposibles, los celos y las amenazas de entregarse a cualquiera hizo mella en mi resistencia, sin contar la forma cada vez más atrevida de insinuarse.

Había adoptado el método de exhibirme su sex-appeal y maestría en erotismo, todo en ella destilaba osadía y atrevimiento, desde andar sin ropa interior hasta mostrarme su desnudez en cada rincón de la casa, jugar al erotismo durante la comida familiar, “caérsele” el cubierto y pedir que se lo levante para que vea sus piernas abiertas sin bombacha, jugar con su pies descalzo frotando mi pene, meterse el dedo en la conchita y dármelo a lamer ese dedo simulando que probara si “su salsa estaba bien”.

Cada vez se me hacía más difícil sustraerme a la perversión de sus juegos eróticos, su trampa había surtido efecto, me tenía enredado en su telaraña de seducción y deseo.

En esa ocasión que llevé a su madre a realizar un trámite, me llamó al celular diciendo que vuelva de inmediato para tener sexo con ella, caso contrario llamaría al primer amigo que encuentre para cogérselo, así de contundente, así de autoritaria. Fingí estar hablando con un empleado, hablando fuerte para que mi esposa escuchara, manifestaba que estaría de inmediato para ver el desperfecto, esa fue lo que le decía para responder a sus exigencias y entendiera que estaría de inmediato con ella.

Armé la excusa de qué debía volverme por la urgencia del llamado, y para evitar que se apareciera de improviso en la casa y pudiera pescarnos infraganti, me aseguré que me espere, que tan pronto me desocupe pasaba a buscarla, de ese modo me garantizada tener un tiempo para calmar los deseos de Loly.

Tan pronto abrí la puerta me recibió solo con un babidoll, bien cortito y transparente.

- Papi, te estábamos esperando. –dijo mostrándome la conchita, separaba los labios con los dedos

Sin darme tiempo a nada mientras me descalzo, ella me saca el pantalón y bóxer en un solo movimiento, enlazado sin soltarme la verga me lanzó sobre el sofá, se sentó encima y monto. La sostuve de las nalgas mientras se abría los labios de la vulva, dejarse caer hasta penetrarla hasta el fondo. Aún despacio acusó la dilatación del grosor de la poronga, abriendo paso en la estrechez de sus carnes.

Se aferra del respaldo del sofá para cabalgarme, me llené las manos con sus nalgas, urgiéndole que por esta vez no me pida que haga demorara mucho, cuestión de poder retornar a buscar a su madre y no despertar más sospechas. El ritmo se tornó violento y compulsivo, los movimientos con la urgencia y contundencia de una penetración que la hacía estremecer, cada descenso era sentir tocarle el fondo de su mar interior, sujetarla de la cintura para empalarla más allá de la posibilidad anatómica, elevarla en mis manos y dejarla caer. Este acto no estaba exento de vehemencia exagerada, hacerle sentir el rigor de la penetración para que sienta en carne propia quien lleva el mando.

No es fácil de arrear, redobló la apuesta, fue por más, comenzó a tomarse del respaldo del sofá, elevarse hasta dejar el glande en la puerta de la vulva e impulsarse hasta que le llegue al fondo del útero, repetir la hazaña de dejarse empalar olvidando la desarmonía con el grosor de la verga, nada le importa, entendía sintiendo el rigor de su macho agradecía mis atenciones.

La cabalgata fue una relación épica, digna de una sesión de porno salvaje, montando como una potra desbocada, dejándose abrir toda, haciendo breves pausas para darme a beber sus “limoncitos” exprimiendo en la oferta de succionar los pezones, retenerlos entre los dientes, embriagarme con el placer de la suave rugosidad, volver a galopar en una carrera desbocada hasta ese orgasmo que me había prometido conseguirle.

Los primeros estremecimientos producían pausas, retomaba el ritmo y otra contracción la detenía, cada vez más seguido hasta que los estremecimientos subieron de tono e intensidad. De improviso, detuvo los movimientos, paralizada, la espalda recta, cabeza echada hacia atrás, boca abierta, respiración entrecortada, los ojos mirando al vacío, el pecho erguido, encogida de hombros. Toda ella había entrada en un estado de suspensión de los sentidos, en estado de trance, que me hizo pensar en un desmayo.

El lapso que demoró el estado de éxtasis fue el prólogo de un gemido y expiración, la sonrisa trajo alivio y encendió de luz su rostro ruborizado y turbado por la magia benefactora del orgasmo. Sin decir palabra, comenzó a moverse, agitándose, volviendo a cabalgar con pausas para volver a retomar el ritmo, así durante no sé cuántas veces.

Durante las pausas aprovechaba para elevar la pelvis y quedarme bien incrustado, acompañar sus revoluciones en el subibaja. Agotada en las convulsiones internas retornó la calma, dejarse estar, tumbada sobre mi cuerpo, reposa la cabeza apoyada en mi hombro. Su pecho agitado, pegados, el sudor fundía nuestra piel, sus latidos repercutían en mi pecho como un llamado a la contención.

Nos habíamos convertido en una metáfora del erotismo, conectados en un mismo deseo, contenidos en un mismo objetivo: La pasión por el sexo.

Separada de mi pecho, ensartada, mirándome, sin palabras, todo había sido dicho por su cuerpo, porfiando por llegar al orgasmo conseguido por su propio esfuerzo, también descubrir esa capacidad, no tan común de tener más de un orgasmo.

- Gracias papi!! fue delicioso, muy delicioso. Y ahora es tu turno de venirte, pero no podes hacerlo dentro, no, en esta fecha.

- No hay problema, cuando este por venirme te la saco y te la doy en la boquita.

Sin haberse salido de mi verga, comenzamos a movernos, colaboraba en buscar mi eyaculación. La posición no me permitía muchas variantes en la penetración demorando la eyaculación, necesitaba acción y empujar con más vehemencia, estábamos al límite del tiempo, necesitaba cambiar de posición.

Levantó las piernas para desmontar, la pija salió con los vestigios de sangre, obviamente esta profunda y contundente penetración provocó la destrucción de los restos del himen maltrecho durante la desfloración previa. Arrodillada en el sofá, tomada del respaldo, se ofreció para ser tomada desde atrás en la plenitud de la entrega.

Limpié los restos sanguíneos y el exceso de lubricación, necesitaba sentir a pleno el rigor de la estrechez vaginal. Entré en ella, empujando, despacio pero sin pausa, hasta llegar al fondo, agarrado a sus caderas comencé a impulsarme dentro de Loly, bombeando con renovados bríos, ardor y calentura increíble, lástima no disponer de más tiempo para un disfrute óptimo.

El vaivén de la penetración, intensa, la calentura es realmente alucinante, ver esas carnitas vírgenes y tan blancas, alucino de solo pensar de este instante de gloria, ese culito ahí esperándome, ni pensar en otra cosa que no fuera un acto sexual de calidad Premium, el culo me tienta como nada en el mundo.

- No te olvides que no podes venirte dentro

- No, vendré en tu conchita, tranqui, te la doy en la boquita.

Había mencionado que no utiliza ninguna protección, sobre la espalda o la boca es lugar indicado, pero… haciéndolo en la posición de perrito, el ano se presenta como la tentación para una acabada lujuriosa.

La forma compulsiva de forzarme a tener sexo estaba latente, el hermoso ano, cerradito y lampiño la invitación perfecta, el grosor del miembro sería el obstáculo, tomarlo por asalto era la única y válida opción, la sorpresa mi estrategia. Tomarlo por asalto sería hacer justicia, darle una lección, haciéndole sentir quien manda, revancha? Sí, la lujuria fue sabia consejera.

Sin pensarlo dos veces, masajearle el ano con el pulgar ensalivado, el primer reflejo fue de temor, fruncirlo, sospecha, inquieta, tal vez imaginó mis intenciones, me urge acortar los tiempos, sacarla de la vagina y “puertear” el hoyo, apoyando la cabeza en el centro del esfínter.

Al primer empujón, intentó resistirse, rebelarse, moviéndose con intención de zafar, sujeté con fuerza de las caderas, segundo intento, un par de palmadas, más sonoras que dolorosas, la hicieron olvidar el intento de salirse.

Seguía presionando, sin lastimarla pero poco éxito, un poco de su flujo vaginal y saliva lubricaron la entrada para el segundo intento, otro par de palmadas distrajeron su atención, aflojando la tensión del esfínter anal, de un solo envión le mandé la cabeza dentro. El grito de dolor y sorpresa fue el intento por escaparse, tomada de los hombros con fuerza evitaron sacarme de la posición dominante, un segundo envión y tenía la mitad dentro.

- Ay, papi! me dueeele, me duele. Sacala, está muy gorda, me dueeeleee

Con el final del “me dueeeleee” y sobre todo la gestualidad, una mezcla de molestia y malicioso sarcasmo, sacó de mí toda la perversión, dispuesto a romperle el culo a toda costa, en un arranque furibundo le llegué al fondo, se la enterré toda, me quedé quietecito, susurrando ser todo lo cuidadoso que necesitaba, que solo sería un momento, que me vendría enseguida, que lo disfrutaría.

Accedería a bajarle la luna si me lo pedía, todo para que me permita coger este magnífico y estrecho culito, por nada del mundo abandonaría el privilegio de desvirgarlo, ya no importaba quien era, solo importaba ese momento de placer que estaba disfrutando como nunca.

Seguía quejándose, pero entendía las razones de su macho le impone. La estrechez del ano y la fricción en el vaivén del miembro era una sensación que excede todos los calificativos para definir el placer de hacerle el culito virgen.

La sentía cada vez más dura, más ajustada, estímulos válidos y suficientes para no permitirme demorar por mucho más tiempo el momento de la magia masculina, eyacular. Su culito recibió la inyección de mi leche, caliente y potente, vertida dentro de este culito que me ofrenda su virginidad.

Los gritos de ella decían de la intensidad y potencia de la intrusión, más aún cuando sintió los chorros de semen expulsados por la poronga en épica sodomización, los bufidos de este hombre no fueron menos expresivos, con la eyaculación estaba creando una nueva mujer.

Fueron momentos breves en tiempo pero prolongados en sensaciones, cuando me salí de su estuche anal, diría que sentí como quien descorcha una botella de espumante, por lo ajustado de la poronga en la estrechez del esfínter.

Salí de su culito, las piernas temblando, por la tensión puesta en la ejecución del sexo anal, ella quedó estática, sin moverse, solo un tiempo más tarde juntó fuerzas para sentarse en el sofá. Sentada con las piernas abiertas, nuevamente gotitas de sangre asoman de la vagina, otras viscosas y blanquecinas del orificio anal.

La sostuve para llegar al bidé, un baño de asiento en agua tibia calmó en parte el lacerante ardor del desvirgado esfínter. Acompañé hasta que se calmaron sus molestosos latidos del ano, la dejé rumiando su malestar en la cama y volví a buscar a la madre.

En el camino me envió un whatsapp: “Papi me duele, siento como me late el culito. Ahora tendrás que hacer méritos para que vuelvas a metérsela por ahí a tu nenita. Me gustó, pero me sigue doliendo, hombre malo” Continuará…
 

heranlu

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En el capítulo anterior nos habíamos quedado en esa tarde, con poco tiempo y muchas ganas, ella me provocó y acosó de tal modo que no tuve otra salida que acceder a volver a casa para hacerle el sexo por segunda vez. No puedo venirme dentro, no utiliza ninguna protección, y haciéndolo en la posición de perrito tenía el ano en oferta. La forma compulsiva de forzarme a tener sexo estaba latente, el hermoso ano, tan cerradito y lampiño era una invitación imposible de evitar, el grosor del miembro sería un obstáculo en caso de pedirlo, tomarlo por asalto era la única y válida opción, venirme dentro el objetivo.

Es una muchacha joven pero con la madurez mental y física para manejar con malicia esa actitud eróticamente y perversa, la experiencia anal, aún dolorosa, enriquece y estimula para otra de sus fantasías.

El aprendizaje necesita voluntad y decisión, ella tiene de ambas y muchas, podría decirse que juntos somos dinamita, claro ella es la que enciende la mecha, el coqueteo, sus insinuaciones y provocaciones el precursor que termina por hacer detonar el deseo explosivo.

Seducción, coqueteo y malicia son las formas sutiles de manejarse, mohines y gestos de bebota caprichosa el plus necesario para esmerilar la resistencia masculina, sobre todo cuando me dice: “no podrías negarte a los pedidos de tu nenita, recuerda que siempre soy tu nenita bien putita, solo para ti”.

En los días siguientes seguimos teniendo relaciones con las prevenciones e incomodidad de estar bajo la vigilancia de la madre, celosa o intuyendo que sucede algo entre nosotros.

Como era temporada de vacaciones, la madre pasaba mucho tiempo en casa, ambas circunstancias no contribuían en darnos muchas opciones, pero siempre se hacía un momento para buscarme y hacerlo a como diera lugar aún en los lugares más insólitos. Una mamada furtiva o un “rapidín” servían para mantenerla callada y armonizarle el nivel de excitación.

Poco a poco y por influjo del acoso a que me sometía fue diluyéndose el sentido de culpa por el incesto contumaz y reiterado, dejando lugar a una moralina opend mind, bien laxa, donde solo contaba el sexo con exclusión de la relación parental. Los nombres de ambos no tenían la connotación de la relación formal, solo era la forma de nombrarnos, ella sería nena o nenita, yo su papi, para lo demás solo un hombre y una hembra entregados al sexo.

Durante ese tiempo vacacional hubo sexo en los lugares más insólitos, en el garaje, dentro del auto, en el lavadero, sentada sobre la lavadora durante el lavado, yo de pie haciéndole sexo, con toda la adrenalina cuidando de que la madre no nos pesque haciéndolo, mucho sexo expres, pocas veces anal, la mayoría por la vagina y cuando las fechas no lo permitían ella gustosamente se tragaba el semen del papi.

Cuando comenzó la temporada escolar y todos retomamos el ritmo habitual de actividad, se relajó la vigilancia materna, hubo más facilidades y sobre todo tiempo para que ella pudiera hacer su voluntad: tener sexo.

Para evitarnos el riesgo de un embarazo y sin conocimiento de la madre, visitamos a un ginecólogo amigo para colocarse el diu, de ese modo hacerlo sin condón y evitarnos estar rezando cada mes por la llegada de la regla.

Esa misma tarde, saliendo del ginecólogo aprovechamos ese par de horas libres para hacer un alto en el camino a casa, tomando un turno en un hotel para parejas, sería su primera vez en la comodidad de un hotel, bien merecido lo tenía. Por un par de semanas no estaba indicada la protección del diu, en esa ocasión hicimos el mágico 69, terminando con un final a toda orquesta, sometiéndola por segunda vez a un prolongado y exigente, sexo anal.

Terminad de higienizarse, un par de cervezas nos dio un tiempo extra, propicio para el relax y la conversación, somos dos amantes en el post de una eufórica sesión de sexo pasional, ésta condición me había hecho reflexionar e imponer la claridad de conceptos para evitarnos problemas éticos provocados por esta relación incestuosa, tan impropia como placentera, un conflicto de conciencia.

Contenida entre mis brazos, su cabeza reposa tranquila sobre el pecho paterno, hablando sin mirarnos, solo dejarnos fluir, insistía en hacerle entrar en razón que lo que estábamos haciendo no era bueno ni honesto.

- Entonces no te gusta hacerlo con tu nenita?

- No, no, nooo, no es eso…

- Entonces es qué ya no quieres hacérmelo más.

- Sí, sí, quiero pero… a ver cómo te explico…

Por una vez no sabía cómo hablar, teníamos una relación con límites difusos, la pasión arrasa con las buenas intenciones, en realidad pretendía hacerle entender que podríamos seguir siempre y cuando lo que había nacido entre nosotros no se vaya fuera de control. Propuse seguir, que fuera solo sexo pasional, y no sexo emocional, solo relación física sin involucrar sentimientos, luego el silencio…

- Sí, papi, será todo como digas, pero… te necesito, mi deseo es contigo y solo para ti.

Sus palabras no eran las de la pendeja, era una mujer plena, tan sincera como la compulsión sexual que la domina y me contagia, pero luego ya ni sé cómo ni de qué modo se volteó, mirándome, tomó mi rostro en sus manos, miraba con la intensidad de quien está mirando la vida al borde del abismo.

El beso en la boca era casi natural, hacerlo de ese modo abriendo los míos y buscando con su lengua llegar a la intimidad que propone un beso con el profundo contenido del erotismo emocional hizo flaquear todas mis convicciones del momento previo. Dos besos con la misma emoción cerraron el diálogo.

Mientras nos estábamos vistiendo para dejar el lugar me volvió a coquetear, juguetona y desenfadada, retomar el contexto de la relación caliente.

- Nenita, eres una muer que sabe lo que quiere, y cada vez me pones la vara más alta, hasta diría que… eres mucha mujer para un solo hombre.

- Papi!! eso quiere decir que me entiendes bien, que sabes qué y cuánto te necesito. Por qué no me complaces. Qué fue eso de que soy mucha mujer para…? Sí, quiero, quiero… otro más? Solo si estás tú, no de otro modo. Tu nena quiere, quiere…

- Sí? Te gustaría?

- Si me gustaría qué cosa?

- Que fuéramos más de dos?

- Hmmm, te dije que sí, o no fui clara. Sí! Quiero, que me veas como lo hago, te excito y luego me tomas con un salvaje como cuando te amenacé con contarle a mami y volviste a casa y le rompiste el culito a tu nena. Me dolía, pero me gustó sentirte loquito, que me lo hacías castigándome por ser una nena mala, muy mala. Hmmm,

El “hmmm” lo hacía con el gesto recurrente de fruncir la nariz “haciendo conejito” y la expresión de bebota presumida, es su forma de seducir y dominar mi voluntad, hábil manipuladora de las emociones, había desarrollado un inquietante apetito sexual.

- Si papiiiitooo! Quierooo probar todo, el sexo contigo es lo primero, pero necesito que me lleves de la mano en la búsqueda de nuevas experiencias…

No se volvió sobre el tema, pero había dejado clavada la espina de la propuesta inconclusa. En un par de días mi nena retomó la asignatura pendiente, su fantasía, de ser más de dos para el sexo, que estaría bueno hacer un trío, nuevamente ella toma la iniciativa, supuse por donde rumbea su alucinado deseo. Puse como condición sine qua non que el primer trío fuera trayendo a otra mujer a nuestra cama.

Ahí surgió el primer obstáculo, cómo y con quién, sobre todo por el vínculo parental de ambos, por lo cual le propuse que buscara entre sus amigas, a condición que fuera confiable, reservada y discreta, obvio sin mencionar nunca el vínculo entre ambos.

Esa mañana durante el desayuno me comentó que tenía la chica indicada, su compañera de colegio, que lo habían hablado y le entusiasmó la idea, solo faltaba acordar cuándo reunirnos.

- Estás segura que no me conoce?

- Claro, nunca vino a casa, es Giselle, seguro me escuchaste hablar, esa que alguna vez me permitiste quedarme a dormir en su casa.

- Ah, sí, si recuerdo. Bueno si estás bien segura que es confiable… pero le explicaste que tienes un amigo para hacer cosas... y que ella quiera ser parte del trío?

- Claro, con ella hemos tenido sexo cada vez que me quedaba a dormir en su casa, tampoco es virgen, tiene sexo con su primo. Ahora es tu turno, buscar dónde y cómo hacerte el banquete con dos pendejas… Te gusta papito? Hmmm –mohines de bebota consentida.

Durante toda la semana estuve buscando la forma de comerme a las pendejas. Cuando la pasión puede más que la razón, la cabeza pensante es la de abajo, nos sentimos más audaces y decididos y cuando los astros están alineados es el momento de actuar y aprovechar la bonanza. Así me surgió la idea de llamar a un compinche de correrías, desconectados desde que comenzó esta locura incestuosa, le dije que tenía dos pendejas pero no tenía dónde llevarlas, ahí mismo me dijo: - Eso no es problema, tengo un “bulo” (apartamento para trampas) que puedes usar con total libertad, ya te estoy enviado la llave.

Armado un plan arriesgado, para incentivar los deseos y perversiones más atrevidas, Giselle había tramado con su tía para que dijera que pasaría con ella toda esa noche, Loly, que se quedaría con Giselle, yo la visita a un cliente del interior. Tenemos los ingredientes para una tormenta perfecta, erótica y pasional al ciento por ciento y dos días para calentar motores esperando el gran día.

Recogimos a Giselle, me presentó como “mi papito”, de inmediato se estableció ese feeling propio de quienes se identifican y comparten el placer del sexo y el erotismo.

El loft de mi amigo las sorprende gratamente, amplio y luminoso, un gran espejo de cuerpo entero proponen una visión integral de la acción sobre la cama súper King size, que Loly aprovechó para salta en ella sentarse y decir:

- Está buena, espaciosa y suave para que papi se revuelque con las dos pendejas.

- Wowww, un jacuzzi!! –exclamó Giselle - Para que papi se bañe con las dos.

Las primeras cervezas hicieron todo más relajado, Giselle recorrió el loft, se vino con una botella de tequila, que sirvió para iniciar el juego de bodyshot.

- Bueno chicas, que comience el juego. Quitarse las ropas, quiero ver mucha piel.

Mi hija tomó el centro de la escena, mostrando sus atributos juveniles en flor, alta, delgada y trigueña con reflejos rubios en su cabellos sueltos sobre el pecho, en tetas, pequeños y deliciosos limones, pezones rosados, rugosos y sabrosos como fresa madura, tanguita de hilo dental, brevísimo triángulo de encaje blanco cubriendo los abultados labios del lampiño y cerradito sexo.

- Vamos putita, muéstrate lo bonito que tienes a mi papito.

Giselle comenzó a desnudarse, curvas para causar vértigo, senos opulentos, el soutién apenas puede cubrir la areola grande y contener la erección de los gruesos pezones, piel muy blanca y cabellos muy negros, bombacha de tiro alto, súper cavada, en el vértice apenas cubre el monte de venus y pugna por retener dentro los enrulados vellos púbicos.

Nunca una antítesis de cuerpos fue tan deliciosamente amoral, el contraste estimula los sentidos del hombre que las come con sus ojos. Cabello trigueño y negro, pechos que me llenan las manos y senos que las rebasan, coñito lampiño y estrecho, conchita peludita y labios aleteando deseo. Las dos pendejas solo en prendas interiores, exultantes y dispuestas a darme una noche lujuriosa.

- Bueno chicas que comience el juego

- No señor, sacarse todo para nosotras. Todo, te queremos en bolas.

Desnudo total, sentadas en la cama sonríen y susurran viendo como me desvisto, la visión de esos cuerpos jóvenes y dispuestos para mi placer, me habían calentado de tal modo que la erección abultaba el bóxer, me arrimé a Loly para esa caricia por encima, pero fue Giselle quien me lo bajó y pudo tenerlo en su mano.

- Wowww, sí que la tiene gordota, mucho más que la de mi primo. Todo esto te estás comiendo? Y cómo te lo debe haber dejado…

Entre los dos desvestimos a Giselle, recostada sobre la cama, Loly colocó dos secciones de sal sobre su vientre y una rodaja de limón en la boca. Loly lamió una parte de sal, un shot de tequila y a morder la rodaja de limón de la boca de Giselle, se besan con ardor. A mi turno, lamí sal del vientre, el shot de tequila, mordí la rodaja de limón de su boca. Me tomó de la nuca, me besó, intenso hasta que se nos acabó el aire.

La segunda ronda fue sobre el vientre de Loly, en último término del ritual sobre mi vientre, pero no me pusieron rodaja de limón, luego del shot de tequila Giselle fue directo a tragarse mi verga, de un trago se la metió en la boca hasta donde le daba por que la tiene pequeña pero se sentía bien caliente.

De ahí en más todo estaba dado para comenzar el juego, me dejaron acostado para lamer y sacudirme el miembro, turnándose para chupar y lamer la carne hinchada y turgente. Excitado a mil, reclamé por mis derechos a lamer sus coñitos, Loly me llevó al de Giselle, abrió los labios de la vulva para colocar los míos.

Metí la cabeza entre las piernas de la muchacha y comencé a gastarle la conchita de tanto lamerla, los dedos metidos dentro de la vagina suplantan mi boca cuando me robo la eléctrica reacción de mordisquear el clítoris.

Agitada y conmociona por la pasión que pongo en lamer su sexo, Loly de mamar sus pechos hasta que la atosigamos excitando sus zonas erógenas para estallar en un estruendoso orgasmo que nos tomó por sorpresa, la forma de gritarlos y las convulsiones casi epilépticas producidas por los nosotros dos.

No le dimos respiro, hasta dejarla totalmente rendida, laxa y desconectada de la realidad, totalmente desencajada, gemía y reía, vocifera groserías y pide que la dejen respirar, que la estamos matando…

Hace tiempo que no era testigo de un orgasmo tan brutal, nos quedamos a su vera, acariciando su cuerpo, dándole contención y velando el éxtasis de una guerrera triunfante en la carrera del orgasmo.

Giselle está siendo la protegida de mi hija, todas las atenciones para ella, disfruto ver como la va guiando a que vuelva a mamar la verga, ella aprovecha para colocarse debajo de su cuerpo para meter sus dedos en su conchita y llenarse la boca con los jugos de la amiga.

Nuevamente excitada, abre su coño peludito y me monta, dejándose caer despacio hasta que voy todo dentro de ella. Comienza a moverse mientras le exprimo esos melones, oprimiendo los pezones ente el pulgar y el índice, le gusta sentirlos bien apretados, disfruta ser tomada con rigor, estamos en la misma frecuencia, sexo fuerte y profundo.

La calentura adquiere tono épico y salvaje, le gusta que estruje sus pechos, apriete fuerte los pezones, las nalgadas son caricias al momento de subir el nivel de calentura. Sin salirse me deja ir arriba, en misionero, patitas al hombro, entrando a fondo, las manos de Loly le da un frenético masaje al clítoris, nuevamente le inquieta y crispa el incremento de la calentura, sobre todo que le voy retaceando ritmo y agitación del miembro para bajar el nivel de excitación, demorando al máximo el orgasmo.

Retiré la boca de Loly, deja de lamer el clítoris y la verga de su papi, no quiero que termine tan pronto, prolongar la excitación asegura un estallido mayor al momento del orgasmo.

Volteo, de rodillas, el culo empinado, para que Loly pueda reptar bajo el vientre de Giselle, poder mamarle la conchita mientras la penetro desde atrás. El chasquido de las nalgadas escoltan al chapoteo de la pija entrando y navegando en los jugos vaginales, más nalgadas, más bombeo salvaje y profundo nos van llevando a un estado de tensión y locura.

Montado sobre sus nalgas comienzo el bombeo, intensivo y brutal, tomado de los cabellos puedo someter y domar.

- Vamos yegua, mueve, muévete.

Menea sus caderas acompaña el metisaca vibrando en cada embestida, la boca de mi nena alterna las lamidas con caricias en mis testículos. El orgasmo de Giselle comienza a gestarse, percibo sus contracciones en la presión sobre la pija, los movimientos enérgicos, casi convulsivos por el doble acoso. El gemido gutural, ahogado contra la almohada estalla en fuertes latidos que se irradian por su cuerpo.

No pude apreciar si fue uno bien largo o varios pequeños sin solución de continuidad. Sentía la boca de Loly muy activa, atorada por el exceso de jugos, lamiendo a destajo, tanto que la calidad del orgasmo venció mi concentración por demorar el mío, ante la proximidad de mi momento de gloria, pregunté si podía terminarle dentro.

- Sí papito, podes venirte dentro. –dijo Giselle

- Queremos tu lechita, acaba dentro, queremos tu leche. –replicó Loly.

Un rugido venido desde el fondo de mi ser fue el sonido triunfal de ese instante donde me parecía que se acaba el universo, perdía contacto con el mundo real, solo sentía ese brutal chorro de semen que salía de mi poronga, unos dos o tres o más no fueron suficientes para vaciar mis testículos.

Al retirarme de la conchita sentí como el último disparo de semen fue recogido por la atenta boca de Loly, que no quedó satisfecha, sino quedó para recibir el goteo de la energía láctea vertida por su padre dentro de su amiga.

Mientras Loly quedó limpiando todo el exceso de semen, la boca de Giselle limpió los últimos vestigios del polvo.

La intensidad y calidad de esta sesión de sexo amerita recrearla sin cercenar ninguna parte de este relato, por lo extenso dejaré para la próxima continuar con la segunda parte de nuestro primer trio, esta vez con una mujer.
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Para realizarlo contaba con la complicidad de un confiable amigo, la seguridad y poder hacerlo sin protección es esencial, el diu colocado la protege de un eventual embarazo, la presentaría como amiga, sin mencionar la relación parental, sería en la misma locación que me había facilitado en ocasión del primer trío con su amiga.

Para el encuentro aprovechamos un viaje de su madre y si la situación lo amerita poder quedarnos toda la noche, como sucedió.

Loly se había “producido” para provocar y seducir, sexo depilada tipo bb con tira de cola incluida, sus pequeños pechos pero bien erguidos obviaron el soutién, enfundada en un vestido negro, bien ajustado, súper cortito, dejando buena parte de sus esbeltas piernas como cebo para atrapar deseo masculino.

Llegamos al sitio acordado, la nena subía la escalera delante de mí, ascendiendo con gracia y prestancia de una diosa, meneándose de tal forma que me permitía ver que se había venido dispuesta a “matar” olvidado de ponerse la tanga. Sabiendo cómo me había dejado esa revelación, giró en el primer descanso para reiterarme:

- Papi, todo esto es tuyo, para que goces con tu nena.

Obviamente no era la primera vez que la vería desnuda, pero esta exposición me había provocó una instantánea erección, registrada y elogiada, agradece con un beso volador, con el dedo índice y una sonrisa que iluminaba más que el sol.

Cuando Dany abrió la puerta, se encontró con mi nena, diosa de cuerpo entero, se hizo a un lado para dejarla ingresar, nos miramos sin poder dar crédito a lo bonita y seductora que se había venido. Giró para comprobar el deseo en los ojos de “sus hombres”, sonriendo con mohines de estrella de cine.

- Chicos, se van a quedar ahí?. No hay quien atienda a esta mujer?. –se palmea la cadera.

Actuaba con total soltura, saber el impacto causado en la presentación, se permitía manejar la situación, tenernos comiendo de su mano, su seducción había sometido a las fieras, el aroma de su cuerpo había colmado de lujuria el ambiente, improvisaba como “feme fatal”, temeraria seguía incentivando el deseo por poseerla.

Fascinados con su manejo escénico, nos hizo sentar en el sofá, moviéndose en el centro de la escena, sobria gestualidad, se deshizo del ajustado vestido, arrojado con displicencia sobre la lámpara de pie para conseguir la penumbra adecuada, sensualidad subida en los zapatos taco aguja que realzaban la esbeltez de sus piernas, añadiendo seducción y lujuria a la imagen de su estupenda desnudez.

- Vamos! necesitamos brindar por el encuentro!!!

Su pedido nos sacó del trance, de la fascinación producida por el golpe de efecto, hechizados. Sentada en la banqueta alta, piernas cruzadas, insinuando más que exhibir, la imagen ideal de una diosa de carne, deliciosamente desnudita.

Un shot de tequila fue la señal para acercarnos al objeto del deseo, tocar su piel y embriagarnos con el aroma de hembra, nos llevó al permanente estado de erección. – Vamos! si voy a ser la Eva del paraíso, quiero verlos vestidos de Adán.

Con la mansedumbre de quien no quiere hacer movimientos bruscos para que no romper la magia, la trasladamos en andas para depositarla sobre el lecho. El haz de luz venido desde el otro cuarto, ilumina su figura, llenarnos los ojos con la agresiva belleza de mi nena.

No importa cuántas veces la hubiera tenido, ahora era distinto, nunca antes así, esta era una mujer nueva en todos los sentidos, más audaz, más provocativa, más perversa.

Estimula nuestra hombría, una verga en cada mano, masajeando, supervisa los gestos, estudia el efecto manual y las consecuencias de las primeras lamidas.

El ambiente se carga de lujuria, invadimos su cuerpo con la ansiedad de las caricias, la codicia de nuestras bocas toman por asalto a sus enhiestos pechos, pequeños limoncitos pero sabrosos para soportar dos golosos machos.

Su mirada expresa disfrute, siendo comida por sus dóciles machos, subyugados por los encantos juveniles y sus ganas de gozarnos. Cedí el turno a Dany, para comenzar a explorar entre sus piernas, metiendo su cara entre los muslos, conseguir el privilegio de robarle sus primeros gemidos, para los segundos no tenía espacio, mi verga llenó su boca.

Dany, metió sus brazos por debajo de los muslos, elevándolos sobre sus hombros, lanzarse de pleno a lamer y chupar la conchita. La boca de mi nena está ocupada en mamar hasta el delirio, moviéndome en vibrante coito bucal.

Nuestro amigo sigue moviendo la lengua dentro de la cuca, los dedos explorando vagina y agujeros aledaños, entrando y saliendo, provocando contorsiones en su cuerpo, gemidos estrangulados por mi verga limitando la capacidad a respirar y chupar.

Las exigencias de su mamada me obligan a una brusca salida de su boca, no quiero venirme tan pronto y perderme lo más importante del juego. El Dany salió de entre sus piernas, se la puso en la boca, para irse girando hasta quedar en un delicioso 69, ella encima.

Trenzada en darse placer, la verga del hombre en su boca, a media lengua me pide que se la meta en la conchita. Dany, sigue dejándose mamar la pija mientras le devora el clítoris, se aguanta el vaivén de mis testículos balanceándose sobre su barbilla, mientras comienzo el rítmico vaivén de la penetración.

Loly por primera vez experimenta ser tomada por dos hombres a un mismo tiempo. La intensidad de los estímulos eróticos la conmueven, se agita en convulsiones, saca la verga de su boca para poder respirar. Se remueve en su incontenible ansiedad, las ondas del orgasmo se extienden por todo su vientre, el gemido libera el primer grito triunfal de conseguirlo.

Breve relax y sus dos hombres alternan posiciones, él se coloca a un lado para entregarse a la mamada de la nena, yo voy entre sus piernas a rendirme ante el altar de todos los placeres. Aparté los labios, carnosos hinchados por la calentura, jugosos, chupé, succioné con mi boca mientras le frotaba el clítoris con mis medos, la memoria erótica de otras veces la hizo gritar de gusto.

Volví a mi tarea, esta vez penetré con mi lengua en punta, rígida, sin dejarle de chupar por dentro varias veces mientras ella me tomada de los cabellos con una mano y sujetaba la verga del amigo en la otra. Pasé sin despegar mi lengua por toda su vagina, desde abajo hasta arriba, recorriéndola como si fuera un helado, saboreándola toda, sin dejar de lamer. Froté y volví a frotar sin pausa, suave golpecito con la palma de la mano sobre su cueva, me moría de ganas por que se corriera, pero para hacerla gozar al máximo prefería dejarla así, con toda la energía femenina demorada para el próximo orgasmo.

Dany no pudo sustraerse a la intensa mamada, ella supo cómo mamarlo hasta vencer su resistencia y venirse dentro. El gutural gruñido del hombre cuando está poniendo todo su ser para eyacular, le pidió cerrar la boca, que nada de su semen se pierda en la venida urgente.

- Humm, mírate, donde está tu leche!!

Me mostraba el fluido antes de tragarse esa furibunda eyaculación.

Una ronda de cervezas sirvió para tomarnos un descanso, Loly descansa flanqueada por sus dos hombres. Breve pausa y nuevamente apropiarnos de sus pechos, succionarlos hasta calmar al goloso que llevamos dentro.

El ambiente saturado de aroma a sexo, cedí el turno de darle por la conchita al dueño de casa, situarse entre las piernas de mi nena y penetrarla hasta el fondo, metía sus rodillas casi debajo de las nalgas de ella para elevarla y entrarle bien a fondo, agarrado de sus caderas comenzó a empujar con ritmo frenético, imperioso y acuciante hasta hacerla gemir en cada golpetazo de pija.

Su verga es bastante más delgada que la mía pero más larga, y eso se lo hacía sentir cuando se mandaba en estremecedores empellones. Todo empuje, todo meter y sacar, músculos y tendones en su máxima tensión, las hormonas trabajando a destajo, todos los sentidos puestos en el placer y las sensaciones, todo dispuesto para el placer de nuestra joven amante.

Sus gestos decían que lo estaba disfrutando, me tomó la mano, necesitaba sentirme cerca mientras el hombre estaba concentrado en penetrarla con toda su energía, excitarse cuando ella comprime sus músculos estrechando, aún más, la estrecha vagina. Era evidente que pretendía seguir pero la exigencia de la hembra es algo que no puede obviar, ella estaba entregada en cuerpo y alma, regalarme el espectáculo de verla estar llegando al orgasmo, ser testigo de la acabada de otro hombre dentro de mi nena.

Era el momento supremo, Dany me miró como pidiendo permiso.

- Dale! dale con todo, para eso está! Puedes venirte dentro, acaba dentro de la nena muy putita.

- Papi! papi! se vino dentro de tu nena, uffff sigue acabando… Uffff

Quedaron enchufados, largando hasta la última gota de su semen, vaciando su semen por segunda vez dentro de mi nena.

Así mismo, con parte del semen del amigo escurriéndose, hice el relevo de monta, ubicado entre las piernas, entrando la verga, sacudiendo el miembro dentro de Loly. Con tal estado de calentura no podía estar manejando los tiempos, la excitación exige y ella cierra sus muslos en torno de mi cuello y sus labios vaginales estrangulando el miembro.

Aprende rápido la técnica de cómo hacer que el hombre pierda el control, la eyaculación responde más a su deseo que a mis ganas por demorarme, ella manda y decide, quería sentir como el semen de su papi era vertido teniendo sumándose al del anterior.

En un mismo gemido, nos aunamos para que la extensión de su orgasmo llegara para recibir la profusa lechada de su amoroso papi.

Los guerreros descansan, uno a cada lado de la hembra, yace sonriente y feliz, haber hecho su voluntad, cumplido su fantasía, tener a dos hombres para ella sola.

Dany prepara la ducha, yo los tragos, ella se levanta para ir al baño, con la mano contiene los fluidos masculinos de sus hombres, cuando llegamos al baño los recogía en su mano.

- Hmmm, cuánta lechita, hhhmmm, tibiecita. La lechita de mis hombres! hmmm…

Consciente de haber robado nuestra atención, llevó la mano cargada de semen, para lamer una parte. Lamió sin dejar de mirarnos, embelesados por el acto, se roba nuestro silencioso ¡gracias!

- Qué rica, qué rica!… la lechita de mis hombres.

Realmente fue un acto cargado de erotismo, disfruta del chorro de agua tibia que higieniza su sexo y el ano. – Sienten como su reina disfruta en el trono real? estoy vaciando el culito, preparándome para el segundo round de sexo, quiero toda la lujuria que pueda calmar este ardor, sentirlos dentro mío.

Nuevamente en el centro de la escena, cubierta con la bata de baño, acercándose al escenario, jugar la escena más relevante de su experiencia sexual, el gran espejo lateral multiplica el erotismo que la nena pone como incentivo.

Nueva pausa, momento de tragos y relax, desnudos en el paraíso del placer y la orgía, nada volverá a ser como antes, sin tabúes, sin preconceptos, sin pudores, todos por igual devenidos en herramientas de lujuria, el espejo confirma que nada es imaginado, todo real y palpable.

No es fácil de creer que hemos develado la pasión de la nena, convertida en un dechado de perversión en su máximo voltaje erótico, sus manifestación de goce me produce una erección increíble, temblor en los dedos al reproducir en grafía las imágenes mentales del morbo vivido en esos momentos, como brasas que alimentan el fuego eterno del deseo, insistir y persistir en el incesto y la culeada a mi nena, ya no importa tener que retornar en el viaje al infierno tan temido, pero tan deseado, ambos en plena conciencia de que hacemos algo impropio pero no podemos sustraernos a la compulsión por reiterarlo una y otra y otra vez.

Volviendo a la historia: Nos vamos turnando en acariciar su cuerpo, Dany recorre el vientre, yo apoderado de un pecho, lamiendo con fruición, hasta morder con más intensidad de lo habitual, justo cuando mi compañero ataca al clítoris, atrapado en su boca. Los gemidos de la pendeja se confunden con los bufidos de sus “comedores”, el torbellino de voluptuosidad, aullando cual loba en celo, “victima” pasional de nuestra voracidad, impulsada a naufragar en agónico jadeo del orgasmo intempestivo que puede con ella.

Aflojamos la succión, sin salirnos, enredados en un abrazo, rendidos ante la diosa jadeando su glorioso éxtasis.

Sin solución de continuidad, Dany se la monta encima, la llevamos al extremo de excitarla pero escatimando el momento de su orgasmo y nuestra propia eyaculación. Loly cambia de cabalgadura, y de postura, de tenerla de frente, gira poniéndose de espaldas para verse reflejada, inclinándose hasta tomarse de mis rodillas, facilita el juego del pulgar ensalivado entrando en el hoyo del “marrón”.

Conoce la rutina del jugueteo anal, estimulando con lentitud y paciencia. Por el frente el Dany le pone la verga en la boca, succionando y llevándosela toda dentro al mejor estilo de “garganta profunda”. El amigo quiere probar el juego en la retaguardia, alternamos puestos.

Subir los estímulos eleva las exigencias y condiciona las respuestas, la espiral erótica crece en progresión geométrica, la pasión por descubrir y descubrirnos en la perversión de poseerla, perder el sentido de la prudencia, la cordura se incinera en el fragor de la calentura extrema.

Cuando dos hombres maduros se disponen a seducir a una joven, conducirla por el laberinto de las experiencias nuevas, es como desgarrar la faja de un libro desconocido, comenzamos la lectura, interpretar la señales y descifrar el misterio de sus sensaciones, abrir los secretos mejor escondidos de sus reacciones.

Un fugaz paso por el 69 pletórico de caricias linguales entre los labios vaginales, despertaron millares de inquietas mariposas aleteando dentro de ella, suelta al miembro de su boca, estrujando sus pechos en lastimeros gemidos, que pare con mis lamidas, no puede soportar más sin ser penetrada.

Gira y se monta sobre mi verga, totalmente a fondo, espalda erguida, mueve en círculos con cadencia y precisión sensual, se inclina para beber mis besos, el compinche entiende la seña de adueñarse del trasero de la nena, caricias en las nalgas preparan para el beso negro, excitante prólogo de la doble penetración. Pajea y ensaliva el miembro, despacio se coloca en el centro del ano, abrazado a su cuello, sujeto, freno el eventual intento por salirse de la inminente penetración anal. Prueba un par de veces la resistencia del esfínter, sé bien que si aguanta la mía bien puede con esta que más delgada.

La tengo entretenida jugando con mi lengua en su boca y la verga en la conchita, una sorpresiva nalgada encubre la penetración de la verga de Dany, una segunda cubre la reacción por haberla enterrado sus casi 8 pulgadas de carne colmando el culito de mi nena.

La intrusión estremeció su cuerpo, le dimos un momento para adecuarse a sentir dos vergas ocupando su sexualidad, el largo no duele menos que el grosor. Todo fue más fácil, más rico.

Desde abajo enterrado en su vagina, Dany arriba, por el ano, era quien movía el cuerpo de la nena en cada penetración, sentía sus respiraciones agitadas, manos y cuerpos sudados. Se decían cosas bien eróticas, él agradecía permitirle disfrutar de la estrechez anal, pero que prefería cambiar de lugar conmigo, estaba tan bueno que sería un pecado eyacular tan pronto.

El cambio ayuda a demorar los tiempos y prolongar el goce, ahora nuestro amigo toma lugar bajo el cuerpo de Loly, les dejo un tiempo para que ella pueda subir y bajar con su verga dentro. Una breve entrada del miembro en su vagina para probar la sensación de tener dos en su vagina, mientras le ordeno que abra las nalgas para entrársela por el ano.

La estancia del otro hombre hacía más fácil penetrarla, de un solo envión hasta el fondo, haber probado el grosor del miembro no evitó sentir el dolor tenaz, potenciado por la presencia de un miembro en su conchita. Sus lastimeros gemidos no impidieron que comenzara el metisaca, bombeo pertinaz, en cada entrada podía sentir a través de la piel la presencia de otra verga ocupando su sexo.

Ahora es tiempo de marcar el ritmo, la contundencia de la intrusión domina y somete a la hembra empalada entre dos machos. De este modo estuvimos rodeando a nuestra joven, estimo que entre diez o quince minutos dándole duro, moviéndonos a tono con la calentura que nos quema por igual.

- Ya, ya!!! papi no aguanto más. Me duele…

Sus quejas y ruegos incentivan a movernos más y mejor, apretando y empujando, colmar sus agujeros de carne turgente. Un par de orgasmos se enredaron en dolorosos gemidos, aflojé un poco la contundente presencia de mi verga para darle espacio a Dany, gritando como loco en la venida dentro de la conchita de Loly. El primer disparo de semen y los latidos posteriores podía sentirlos atravesando la piel, contagiando el mismo deseo por acabar.

Aceleré los movimientos, el hombre desde abajo sometía los intentos de la nena por zafarse del cepo que nuestros cuerpos que la aprisionan y someten. Una nalgada asusta y sofrena sus intentos, una segunda y el grito – Aguanta un poco, ya estoy llegando!!

La muchacha excitada dejó de luchar, empalada por ambos lados, sometida a la pasión de dos machos dominantes. El inconfundible bufido de su papi cuando se viene en su ano incentivó para un postrer y breve orgasmo. Mi acabada dentro de la muchacha fue una deliciosa locura de sexo y lujuria, sentía que mi energía se vaciaba en un estruendoso agitar de emociones, los bufidos acompañaron todo el proceso de correrme dentro de mi chica.

Despacio fui saliendo del culito de mi hija, se va cerrando despacio, el semen escurriéndose y corriendo hasta juntarse con el de la venida de nuestro amigo en su vagina. Previo a salirme eché una mirada al espejo para vernos atenazando el cuerpo de la joven hembra, la imagen que devuelve es la vívida representación de la lujuria en su máximo esplendor y una muestra a tamaño real de la energía sexual moviéndose en nuestro universo.

Desmontado de mi joven hija, totalmente agitada y sudorosa, totalmente mojada como si hubiera estado en un baño sauna. Le tomó unos minutos recomponerse, mareada y extasiada por la brutal cogida que le propinaron sus dos hombres y los profusos orgasmos que le produjeron esta experiencia de ser sometida a las exigencias de su primer trío.

Esa noche hicimos cama de tres, en la mañana volvimos a reiterar las sesiones de sexo, hasta una penetración doble, pero la importante fue su debut en aguantarse a dos machos dándole duro.
 
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