Historias el macho
Virgen
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Héctor era un gigante de un hombre, su piel tostada por el sol y un bigote que le daba un aire de brusca masculinidad. Su presencia llenaba la habitación, haciéndola sentir un poquito más cerrada y calurosa de lo normal. Su esposa, Helena, era la antítesis de su rudo exterior: una maestra de primaria de piel clara y cabellos rojos flamantes que caían en cascadas alrededor de su cara dulce. Eran padres de dos niñas angelicales, Faby y Gloria, que adoraban a su papá a pesar de su grosera personalidad.
Era viernes por la mañana, y Helena se preparaba para la junta de "consejo técnico". Ella sabía que la reunión podía ser un reto, ya que las clases se suspendían y a la escuela solo asistiría personal administrativo. Héctor, por supuesto, no tendría la suerte de escapar de las tareas de cuidar a las niñas. Maldiciendo a media voz por la responsabilidad que le tocaba, se acomodó en el sofá, listo para un aburrimiento que no podía imaginar.
Mientras Helena ya en la escuela, caminaba por el pasillo, su vestido ajustado acentuaba sus curvas sugerentes y generosas, despertando la imaginación de todos los que la miraban. Ella era consciente de la atracción que provocaba, y a menudo usaba su encanto para manejar a los padres de familia y a los maestros. Sin embargo, hoy presentía que sería distinto.
Al entrar en la sala, Helena notó que el ambiente era extraño, todos los asistentes femeninos faltaban, y la dejaron sola con una docena de ojos masculinos que la devoraron de pies a cabeza. Ella tragó saliva, mientras su corazón aceleraba el paso.
Con la mesa de reuniones enfrente, Helena se puso de pie, su rostro serio, listo para hablar de asuntos educativos. Sus colegas, sin embargo, no podían evitar fijarse en sus piernas, en el escote que resaltaba sus pechos, y en la cintura que se ceñía a su vestido. Su presentación empezó, y con cada movimiento que hacía, sus curvas se movían sutilmente, atrayendo la atención de los asistentes.
-Señores- dijo en un tono firme.
-Hoy tenemos que abordar el tema del aprovechamiento de nuestros alumnos. Debemos tomar medidas para...- Sus ojos recorrieron la sala, notando la desconcentración de los maestros.
La tentación era demasiado grande, sus mentes llenas de imágenes obscuras en vez de la tarea que tenían por delante. Con un suspiro, Helena decidió que era hora de tomar el control. Sacó su teléfono, puso la música que sabía que les gustaba a los tipos, y con un movimiento sensual, empezó a bailar.
El baile se volvió cada vez más atrevido, sus pasos se hicieron más suaves, y la sala se llenó de murmullos y silbidos. Sin perder la compostura, Helena se quitó la blusa, mostrando su sujetador rojo, que brillaba contra la piel de su pecho. La habitación se calentó aun más, la atención de los asistentes centrada en cada movimiento que hacía.
-¿Ahora que tengo su atención, estamos listos para hablar de los temas importantes?- Preguntó con un tono divertido.
Los maestros, ansiosos se acercaron a Helena, ella sonrió, sabiendo que su plan había fallado.
-Bien, pues parece que tengo que desahogar sus ganas primero- dijo Helena a todos mientras lentamente se deslizó la falda por sus piernas, mostrando su ropa interior, y sus colegas no pudieron contenerse.
Sus colegas empezaron a desabotonar sus camisas y bajando sus pantalones.
El primero en atreverse fue el director, que se acercó con su verga erecta, ladeando su barriga. Helena, ahora desnuda, se agachó y la tomó en la boca, meneando las caderas al ritmo de la pista que aun sonaba. Los demás la rodearon, tocando su piel, acariciando sus tetas y su culo redondo. Ella se sentía cada vez más excitada, su coño empapado de calor y deseo.
Como si estuvieran siguiendo un guion, cada maestro se acercó a tomar su turno, y acomodándose, uno le metió la verga en la boca, a la vez que otro le penetraba el culo y uno más por el coño, Helena jadeó, su cara sonrojada por la humillación y el placer. Uno a uno, los varones se turnaron, follandola sin piedad, cada una de sus embestidas hacía que sus tetas rebotaran al compás del golpeteo de los cuerpos.
La sala se llenó del olor a sexo y sudor, las paredes se estremecieron con los gruñidos y gritos de placer de los maestros. Helena se sentía inundada por la lujuria, sus sentidos en éxtasis. Su boca, su coño y su culo se llenaron y vaciaron sin parar, en una fiesta de carne que no parecía terminar.
Mientras la empalaban, la maestra se agarró de la carne de sus compañeros, enterrando sus uñas en ellos, intentando no gritar demasiado alto.
Uno a uno los hombres tomaron su turno para follar cada orificio de Helena, cada embestida resonando en la sala cargada de tensión sexual. Sus gritos y gemidos se confundían con los sonidos de una porno. La maestra se sentía cada vez más vencida, su culo y coño se estiraban al límite, y sus tetas se movían al ritmo del salvaje frenesí que se apoderó de la sala.
Un par de horas mas tarde, cada uno de los integrantes de la reunion se corrió dentro y fuera, llenando de semen el terso cuerpo de la maestra.
Momentos mas tarde, Helena entró en la casa, dejando un rastro de gotas blancas detrás de ella. Al ver a Héctor, sonrió inocentemente.
-¡Hola, amor! Llegué un poco tarde. ¿Cómo estuvo tu día?- pregunta Helena a su marido mientras se esfuerza por mantenerse en pie.
Héctor levantó una ceja, notando la sustancia blanca y espesa que cubre la ropa y cara de su esposa.
-¿Qué te paso? ¿Te derramaste algo encima?- cuestiona Héctor a su esposa.
Helena miró hacia abajo, fingiendo sorpresa.
-Oh, esto... eh... sí. Me derramé la leche del café en el camino a casa. Fue un accidente tan tonto. ¿Puedes creerlo?- responde ella con nerviosismo en su voz.
La tension del momento es cortada por las niñas, que al ver a su madre, corren emocionadas a abrazarla y cubrirla de besos. Sin embargo, al hacerlo, sus caras, sus labios y su ropa se llenan con el semen que aún cubre el cuerpo de Helena.
-¡Mami, mami! ¡Te extrañamos tanto!- grita de emoción una de las pequeñas.
Gloria, la más pequeña, se aferró a las piernas de Helena, oliendo curiosa la sustancia que escurre por ellas.
-¡Mami, jugamos con papi hoy! ¡Fue divertido!- cuenta la otra niña.
Héctor observó la escena con creciente incredulidad, notando cómo el semen se transfería de Helena a sus hijas. Sacudió la cabeza, sin saber qué decir.
Era viernes por la mañana, y Helena se preparaba para la junta de "consejo técnico". Ella sabía que la reunión podía ser un reto, ya que las clases se suspendían y a la escuela solo asistiría personal administrativo. Héctor, por supuesto, no tendría la suerte de escapar de las tareas de cuidar a las niñas. Maldiciendo a media voz por la responsabilidad que le tocaba, se acomodó en el sofá, listo para un aburrimiento que no podía imaginar.
Mientras Helena ya en la escuela, caminaba por el pasillo, su vestido ajustado acentuaba sus curvas sugerentes y generosas, despertando la imaginación de todos los que la miraban. Ella era consciente de la atracción que provocaba, y a menudo usaba su encanto para manejar a los padres de familia y a los maestros. Sin embargo, hoy presentía que sería distinto.
Al entrar en la sala, Helena notó que el ambiente era extraño, todos los asistentes femeninos faltaban, y la dejaron sola con una docena de ojos masculinos que la devoraron de pies a cabeza. Ella tragó saliva, mientras su corazón aceleraba el paso.
Con la mesa de reuniones enfrente, Helena se puso de pie, su rostro serio, listo para hablar de asuntos educativos. Sus colegas, sin embargo, no podían evitar fijarse en sus piernas, en el escote que resaltaba sus pechos, y en la cintura que se ceñía a su vestido. Su presentación empezó, y con cada movimiento que hacía, sus curvas se movían sutilmente, atrayendo la atención de los asistentes.
-Señores- dijo en un tono firme.
-Hoy tenemos que abordar el tema del aprovechamiento de nuestros alumnos. Debemos tomar medidas para...- Sus ojos recorrieron la sala, notando la desconcentración de los maestros.
La tentación era demasiado grande, sus mentes llenas de imágenes obscuras en vez de la tarea que tenían por delante. Con un suspiro, Helena decidió que era hora de tomar el control. Sacó su teléfono, puso la música que sabía que les gustaba a los tipos, y con un movimiento sensual, empezó a bailar.
El baile se volvió cada vez más atrevido, sus pasos se hicieron más suaves, y la sala se llenó de murmullos y silbidos. Sin perder la compostura, Helena se quitó la blusa, mostrando su sujetador rojo, que brillaba contra la piel de su pecho. La habitación se calentó aun más, la atención de los asistentes centrada en cada movimiento que hacía.
-¿Ahora que tengo su atención, estamos listos para hablar de los temas importantes?- Preguntó con un tono divertido.
Los maestros, ansiosos se acercaron a Helena, ella sonrió, sabiendo que su plan había fallado.
-Bien, pues parece que tengo que desahogar sus ganas primero- dijo Helena a todos mientras lentamente se deslizó la falda por sus piernas, mostrando su ropa interior, y sus colegas no pudieron contenerse.
Sus colegas empezaron a desabotonar sus camisas y bajando sus pantalones.
El primero en atreverse fue el director, que se acercó con su verga erecta, ladeando su barriga. Helena, ahora desnuda, se agachó y la tomó en la boca, meneando las caderas al ritmo de la pista que aun sonaba. Los demás la rodearon, tocando su piel, acariciando sus tetas y su culo redondo. Ella se sentía cada vez más excitada, su coño empapado de calor y deseo.
Como si estuvieran siguiendo un guion, cada maestro se acercó a tomar su turno, y acomodándose, uno le metió la verga en la boca, a la vez que otro le penetraba el culo y uno más por el coño, Helena jadeó, su cara sonrojada por la humillación y el placer. Uno a uno, los varones se turnaron, follandola sin piedad, cada una de sus embestidas hacía que sus tetas rebotaran al compás del golpeteo de los cuerpos.
La sala se llenó del olor a sexo y sudor, las paredes se estremecieron con los gruñidos y gritos de placer de los maestros. Helena se sentía inundada por la lujuria, sus sentidos en éxtasis. Su boca, su coño y su culo se llenaron y vaciaron sin parar, en una fiesta de carne que no parecía terminar.
Mientras la empalaban, la maestra se agarró de la carne de sus compañeros, enterrando sus uñas en ellos, intentando no gritar demasiado alto.
Uno a uno los hombres tomaron su turno para follar cada orificio de Helena, cada embestida resonando en la sala cargada de tensión sexual. Sus gritos y gemidos se confundían con los sonidos de una porno. La maestra se sentía cada vez más vencida, su culo y coño se estiraban al límite, y sus tetas se movían al ritmo del salvaje frenesí que se apoderó de la sala.
Un par de horas mas tarde, cada uno de los integrantes de la reunion se corrió dentro y fuera, llenando de semen el terso cuerpo de la maestra.
Momentos mas tarde, Helena entró en la casa, dejando un rastro de gotas blancas detrás de ella. Al ver a Héctor, sonrió inocentemente.
-¡Hola, amor! Llegué un poco tarde. ¿Cómo estuvo tu día?- pregunta Helena a su marido mientras se esfuerza por mantenerse en pie.
Héctor levantó una ceja, notando la sustancia blanca y espesa que cubre la ropa y cara de su esposa.
-¿Qué te paso? ¿Te derramaste algo encima?- cuestiona Héctor a su esposa.
Helena miró hacia abajo, fingiendo sorpresa.
-Oh, esto... eh... sí. Me derramé la leche del café en el camino a casa. Fue un accidente tan tonto. ¿Puedes creerlo?- responde ella con nerviosismo en su voz.
La tension del momento es cortada por las niñas, que al ver a su madre, corren emocionadas a abrazarla y cubrirla de besos. Sin embargo, al hacerlo, sus caras, sus labios y su ropa se llenan con el semen que aún cubre el cuerpo de Helena.
-¡Mami, mami! ¡Te extrañamos tanto!- grita de emoción una de las pequeñas.
Gloria, la más pequeña, se aferró a las piernas de Helena, oliendo curiosa la sustancia que escurre por ellas.
-¡Mami, jugamos con papi hoy! ¡Fue divertido!- cuenta la otra niña.
Héctor observó la escena con creciente incredulidad, notando cómo el semen se transfería de Helena a sus hijas. Sacudió la cabeza, sin saber qué decir.