Hacerla mi Puta 001

heranlu

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En mi trabajo muchas veces trasnocho, en particular cuando estoy gestionando equipos que se encuentran en distintas partes del mundo con horarios opuestos al mío por lo que no es extraño que me encuentre en mi oficina hasta las altas horas de la noche o muy temprano en la madrugada. Esto también implica que mi oficina se encuentra en mi casa.

Pero si continuo con el tema de mi trabajo y casa nunca llegaré a la parte por la cual todos estamos aquí.

Esa noche tenía reuniones programadas con clientes en Hong Kong que estaban programadas a iniciar a las 11:30pm, pero esperar hasta esa hora, pues, es de mucho tiempo libre que ahora debía ocuparlo de una u otra forma.

Siento que aun debo explicar un poco.

--

Sí, mi nombre es Diego y sí, estoy casado, llevamos 20 años de estarlo con mi esposa, Andrea. Nos conocimos en la escuela. Poco después se convirtió en mi novia. Éramos un par de adolescentes, digamos, aventureros, y nos gustaba experimentar mucho en muchas gamas de la vida. Probamos drogas juntos por primera vez, pero rápidamente aprendimos que no era lo nuestro --con la excepción de un porrito aquí y allá. Perdimos la virginidad el uno con el otro y nuestra cachondez creció de allí. Poco después empezamos a compartir otras experiencias.

Primero invitamos a uno de mis amigos a la cama a compartir un trío que sí, Andrea disfrutó, pero al final no fue lo que esperamos. Mi amigo nos dejó de hablar después de esa experiencia, sintió que Andrea no le enseñó el mismo afecto que me demostró a mí y allí terminó esa historia. Después fue mi turno de fantasía y Andrea contrató a una puta para mi cumpleaños en el que la compartimos. Creo poder decir que esa experiencia sí fue un éxito. No sé si porque la tercera persona involucrada no tenía ninguna conexión sentimental a nosotros o simplemente porque Andrea emanaba de lujuria esa noche. Sin mi conocimiento en el momento aprendí que Andrea grabó nuestro encuentro con la puta llamada Estrella y una semana después me enseñó el video. Mientras lo veíamos ella me preguntó, "Te encantó cogértela, ¿verdad?" mientras me hacía una chaqueta en mi cama. "¿A esa puta barata que te compré para tu cumpleaños?" Esto último lo dijo antes de meterse mi verga en la boca.

"Pues tú fuiste la golfa cachonda que la compró para empezar," le dije mientras agarraba un puño de su cabello en mi mano. "Además, no veo que te hayas quejado, nunca te había visto venirte así de fuerte antes." A los 18 años, esa fue la noche que Andrea quedó embarazada "accidentalmente". Lo pongo entre comillas ya que era algo que teníamos semi-planeado. Lo discutimos varias veces y la verdad era la excusa perfecta para casarnos. De ese embarazo nació nuestra hija, Fernanda. Y claro, con el tiempo, nuestras aventuras fueron disminuyendo, especialmente dos años después cuando nació nuestro hijo, Gael.

Hoy en día somos una familia normal con un pasado entre mi esposa y mío que yo describiría como divertido.

--

Regresando a la realidad, Esa sería una noche larga y tenía un par de horas que quemar. Mi hija a los 20 años aún vivía con nosotros y estaba en su segundo año de la universidad estudiando moda y diseño. Gael estaba en su último año de la prepa, pero esa noche la pasaba con sus cuates agarrando el pedo, algo que comprendemos, especialmente considerando que empezó varios años después que su madre y yo. Pero sigo distrayéndome.

Como les mencioné antes, las cosas cambian con el tiempo y Andrea y yo parecemos un par de viejos, al menos en personalidad, por lo que nos gusta estar cenando a las 7 de la noche, 8 a más tardar. Esta noche no fue nada diferente y para las 9:30pm Andrea ya estaba en cama quedándose dormida mientras mi hija nos informó que estaría estudiando en su recamara. Yo, por mi parte, ingresé a mi oficina y teniendo ese par de horas que ocupar opté por masturbarme, algo que no me tomaría mucho tiempo y me relajaría antes de la reunión.

Mi rutina es simple, abro mi navegador, abro una ventana privada para no registrar un historial y abro dos pestañas, una con Pornhub y una con Literotica. Empiezo con la lectura de alguna historia cachonda normalmente del genero de Sexo en Grupo, Celebridades (me gusta imaginarme cogiéndome a algunas de las chavas más famosas del mundo), Esposas Afectuosas (se imaginarán por qué) y, y esta es la complicada de explicar, Incesto/Tabú. Evito las historias entre padre e hija y me enfoco más en las de madre e hijo o hermano y hermana. Al terminar la historia, si no me he venido, abro alguno de mis videos favoritos en Pornhub y termino mi auto-placer.

Esta noche sabía que sería una noche tabú.

Solo que algo extraño sucedió, al abrir mi computadora vi que ya tenía mi ventana privada abierta con cada una de las pestañas favoritas en sus sitios designado. Un breve sentimiento de pánico entró en mi tratando de pensar quien pudo haber sido la persona que abrió mi computadora o vio esto, pero rápidamente me pasó cuando mi cerebro justificó que probablemente había sido mi esposa quien conoce de mi rutina.

Una vez recuperada la calma me puse mis audífonos contra el sonido y empecé con mi rutina al sacar mi verga, aun flácida, de mis pantalones. Como mencioné antes, yo sabía que esa noche seria tabú y abrí una historia de una de mis autoras favoritas en el sitio de Literotica, "silkstockingslover". ¿Por qué de mis favoritas? Porque siempre escribe de mis fetiches favoritos, incesto y lencería y, aún más importante, sus historias no son de 50 páginas, románticas y que tardan una eternidad en llegar el objetivo que es coger y venirse.

En poco tiempo la historia me tenía inclinándome hacia atrás en mi sillón y jalándome el pene túrgido por sus palabras. La historia siendo leída consistía en una madre cachonda que en mi mente siempre tiene la apariencia de mi esposa y su hijo virgen que se vuelve dominante al ver lo puta y sedienta que es su madre. Fue en uno de esos momentos, donde la autora describe como la urgida mamá le ruega a su hijo que se venga en ella que dejé de jalarme el pito para relubricar mi mano. Fue en ese momento, en el que bombeaba más crema humectante en mi mano, que sentí el delicado toque de una mano más pequeña envolver mi verga y apretar.

¿Qué chingados? Pensé en el momento, pero no me moví. La pequeña y delicada mano empezó a moverse a lo largo de mi miembro y lo único que logré expresar en el momento fue un largo y excitado gemido y gruñido.

Fueron, entonces, las palabras que siguieron las que cambiaron mi vida por siempre.

"Así es, papito. Tu sigue disfrutando de tu historia mientras tu hijita de chupa tu deliciosa verga." Las palabras que oí, la voz, me hizo voltear hacia abajo y debajo de mi escritorio solo podía ver la hermosa cara y diminuta mano de mi hija sonriéndome y momentos después lamiéndome la cabeza de mi polla. Fue demasiado eso, la historia cachonda y la visión de mi hija me hicieron brincar hacia atrás. Menos mal ella no me tenía agarrado tan firmemente que mi pene se deslizó de su mano y la situación empezó a causar que se desinflara.

"¿Qué reputa madre estás haciendo en mi oficina?" grite y suspire a la vez para no despertar a mi esposa.

"¿No es obvio, papi?" me preguntó incrédula mientras gateaba hacia su libertad debajo del escritorio. "Estaba por meter esa inmensa y deliciosa verga en mi pequeña boquita."

Al terminar lo que dijo terminó de salir de donde estaba y se puso de rodillas.

"Pero... qué... no..."

Tenía puesta lencería, de la más sexy que he visto en mi vida. Un sostén de medias copas que servían únicamente para levantarle los pechos firmes y grandes, como los de su madre, pero no le cubrían sus rosaditos y parados pezones. Mientras mi mirada seguía bajando vi el liguero que tenía puesto que parecía estar conectado a unas medias. Y por encima del liguero --¿encima?-- una tanguita que apenas le cubría el sexo.

Al ver que mi pene estaba completamente flácido, mi pequeña princesa --aun pensaba en ella como mi pequeña princesa—se puso de pie demostrando que llevaba puestos unos sexis tacones de aguja y me dijo, "¿No te gustó lo que te estaba haciendo, papá?"

"No se trata de eso," respondí rápidamente y tratando de cubrir mi desnudez.

"¿Entonces?" me preguntó dando un paso hacia donde estaba.

"¿Entonces? ¿Qué haces en mi oficina?" Sus preguntas incrédulas poco a poco fastidiándome.

Fernanda se llevó un dedo a la boca y lo mordió de manera muy sexy. Su cara, su cuerpo, su actitud recordándome a su mamá en nuestros años más jóvenes.

"Te cuento una historia," me dijo, esta vez dando un paso hacia atrás hasta que su culito toco la orilla de mi escritorio. "Hace como una semana mis clases fueron canceladas, por lo que decidí regresar a casa temprano. Fue un martes si bien recuerdo," comenzó ella con el relato.

"Al entrar a casa vi que tu coche y el de mi mami estaban estacionados en la cochera y, pues, eso se me hizo raro, ya que mi mami normalmente no está aquí a esa hora."

Cuando dijo eso yo ya sabía del día del que me estaba hablando. Mi esposa, Andrea, y yo decidimos quedarnos en casa ese día, no algo raro para mí, pero si fuera de lo ordinario para ella. Llevábamos varios días sin coger y ambos estábamos muy, pero muy calientes. Como les mencioné antes, mi amada esposa conoce de mis kinks y ese día ella quería ser mi "hermana".

"Cuando entré y no los vi en tu oficina ni el comedor ni la cocina naturalmente imaginé que estarían un poco 'ocupados'," dijo. En ese momento levantándose para sentarse sobre mi escritorio. "Dicho y hecho, cuando subí y vi su puerta entre abierta vi como tú, papi, y mi mami COGIAN," dijo con mucho énfasis en la palabra "cogían". "Mi sexy y caliente mamá de rodillas mientras tú le penetrabas su panocha cachonda y mojada por detrás."

Las palabras que estaba usando mi hija, nunca la había oído hablar de esa manera.

"Fue entonces que escuche a mamá gritar, '¡cógeme, hermano, cógeme como la puta que sabes que soy!'" Sus piernas se empezaron a partir podía ver la humedad de su panochita debajo de su tanga.

"Me asusté," dijo en ese momento, "y me excité." Con esa última palabra empezó a sobarse el sexo por encima de su tanga mientras la otra mano, con su dedo húmedo, empezó a acariciar sus pezones. "Pero no podía quedarme allí jugando con mi rica y apretadita panochita sin que se dieran cuenta entonces opté por ir a tu oficina y masturbarme allí." Esa fue otra revelación. Ese día SÍ recuerdo haber dejado mi ventana privada abierta. Y si mi hija entró a mi oficina para terminar lo que empezó cuando me vio a mi esposa y a mi entonces...

"Abrí tu computadora, papi, y a que no adivinas lo que encontré." Estaba por disculparme con mi hija, pero mi verga estaba sintiendo la situación más excitante de lo que pensaba y estaba teniendo una reacción adversa a la que quería en el momento. "Encontré tus historias, papi. Y tus videos. Y, pues, te puedes imaginar lo que hice después, ¿no?"

En efecto me lo podía imaginar ya que era lo mismo que estaba haciendo en ese momento, ingresando primero uno, después dos y finalmente tres dedos de lo que parecía la vagina más apretada que he visto en mi vida. Si esta niña quería jugar su papi le daría con qué jugar.

"Claro que me puedo imaginar," le dije y me descubrí completamente enseñándole como mi pito empezaba a crecer nuevamente. "Me imagino que la PUTA de mi hija se metió esos dedos que tiene allí a su rica panocha imaginándose que era mi verga. ¿Es así la cosa, mijita?"

"Así es, papi," su afirmación ya era un gemido.

"Y pensaste que si a tu papi y mami les gusta jugar a que son hermanos y las historias que viste son 'tabú' que ¿qué mejor que la cosa real?" le pregunté sabiendo la respuesta.

"¡Me conoces tan bien, papito!"

"Muy bien," dije, "si mi hija quiere ser la puta de su papá, así será." Sus ojos se abrieron un poco al oírme decir eso. Una sonrisa le cruzó sus labios y ambos sabíamos lo que pasaría después.

Me acerqué a donde mi hija se encontraba quitándome por completo la ropa y la agarré de la trenza que tenía jalándole la cabeza para atrás. Nunca la detuve de que se siguiera masturbando. Besé a mi hija apasionadamente. Sus manos dejaron de hacer lo que hacían y su mano húmeda con sus jugos alcanzó a agarrar mi verga. Dejó de besarme por un segundo y dijo, "Quiero a este mi nuevo juguete en mi boca, papi. Porfis." Y sin más decir se hincó frente a mí y se tragó mi verga a la primera.

"No es el primer pito que te tragas, ¿verdad, mijita? Con lo bien que me la estas chupando se me hace que eres medio putita."

Al decirle eso dejó de chupármela por un rato y me dijo, "No papi, no es el primero, pero nunca había tenido uno tan sabroso y grande. Mi puchita se está escurriendo pensando en cómo me la vas a estirar." Y continuó con su chupadera.

Esta vez, sin mi pantalla tapando la vista pude ver movimiento en la puerta, allí vi unos ojos. Ojos sexys. Ojos entrecerrados. Los ojos de mi esposa. Ella también se dio cuenta que la vi. Estaba por parar lo que estaba sucediendo cuando vi que su dedo índice subió a sus labios indicándome que no diga nada y abrió la puerta un poco más para enseñarme que estaba usando únicamente una pequeña bata y nada más y que su otra mano estaba partiendo sus labios para sobarse su apretada y deliciosa concha. En su sabiduría decidí hacerle caso a mi esposa.

"Levántate, puta," le dije a mi hija. "Quiero asegurarme que no estés tan floja como lo que me estoy imaginando si tanta verga has tenido." Mi hija se puso de pie, saliva cubriéndole los labios y su maquillaje se empezaba a correr alrededor de sus ojos. La cargué y senté en mi escritorio. Una vez acomodada partí sus rodillas y le arranqué la tanga. Pegó un pequeño grito de emoción y nerviosismo, no creo que haya esperado ese nivel de agresividad. Sin más pensar me agaché y de un largo lamido le saborié su depilada, apretada y deliciosa vagina.

Sentí como mi hija corría sus dedos a través de mi cabello. "Si, papi, lámeme toda mi conchita. ¡Chúpame el botoncito!" Con cada uno de sus gemidos sus dedos de apretaban más en mi cabello. "¡Si, papi! ¡Más! ¡MÁS!" gritaba. "¡Me voy a venir!" gritó nuevamente mientras sus jugos cubrían mi lengua. Pero antes de que se terminara de venir me detuve, la volteé, poniendo sus palmas sobre mi escritorio y doblándola en la cintura y la penetré por detrás. Sin duda, la concha más apretada que me he cogido en mi vida.

"¡Sí!" gritó nuevamente mientras se venía sobre mi verga.

"Si sigues gritando así, mijita, como puta, tu madre se va a despertar. ¿Qué crees que va a pasar si se entera que su hija es una puta como ella?" le pregunté, en ese momento viendo hacia la puerta mientras mi esposa se chupaba uno de sus pezones y masturbaba frenéticamente.

"¡No me importa, papi! ¡No me importa que esa puta de mi madre me oiga!" gritó. "¡Quiero que escuche como me coges! ¡Quiero que sepa como disfruto de tu inmensa verga! ¡Que su panocha nunca será tan apretada como la mía! ¡Quiero que esa puta nos vea coger!" gritó nuevamente teniendo un segundo orgasmo.

Todo el tiempo, mientras mi hija denigraba a su mamá y la veía a ella parada en la puerta masturbándose, aguantándose sus gemidos. Yo ya sabía a donde iba a llegar esto y ella también.

"Eres la mejor cogida de mi vida, mijita. No sé por qué no había pensado en meterte mi verga antes. Eres una puta completa y ahora eres mía para hacer lo que yo deseo," le gruñí con cada bombeada.

"¡Si papi! ¡Soy tu juguete de cogidas! ¡Haz conmigo lo que quieras! ¡Me cogeré a todos o no me cogeré a nadie, solo sigue dándome tu rica verga!"

Con esas palabras le dije, "¡Me voy a venir, y me quiero venir en tu cara, mi putita!"

Al oír eso ella se desprendió de mi verga y se hincó frente a mi mientras yo me masturbaba sobre ella. "Sí papi, soy tu puta. Vente en mi cara, en mi boca, en mis tetas, en mi panocha... hasta en mi culo si quieres." No aguanté más. Dejé correr mi leche sobre su hermosa cara y vi como cada gota caía dentro de su boca o lengua o tetas. Mi hija, arruinada hermosamente por mi leche. Una verdadera puta para su papi.

En ese momento subí la mirada, mi esposa ya no estaba allí. Pero si sé que una nueva serie de aventuras vendría con esta seducción que planificó mi hija.

Fue entonces que, mientras se limpiaba mi semen de su cara y se lo tragaba como una buena zorrita cachonda, mi hija me dijo, "¿Crees que le gustó el show a mi mami?" Yo solo le pude sonreír.

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Después de la gran follada que tuvimos con mi hija en mi oficina, ella se escabulló a su habitación para realizarse un rápido aseo y prepararse para dormir. Yo, por otro lado, fui a hacer mis necesidades y luego decidí sentarme y trabajar, dejando que nuestros jugos se secasen en mi verga que aun se mantenía semi-erecta.

La putita supo desde el principio que nos estaba observando, pensé mientras continuamente pedía a mis compañeros que repitieran sus preguntas por lo distraído que estaba.

¿Lo habrían planeado juntas?

Los pensamientos nunca se detuvieron y fue casi imposible concentrarme, convirtiéndo esa noche en una de las más largas de mi vida.

Cuando finalmente terminó, me arrastré hasta nuestra habitación. Al abrir la puerta, la luz del pasillo iluminó la espalda expuesta de mi esposa. Su respiración suave y pesada llenó la habitación y no se movió ni un solo centímetro cuando entré. Cuando la puerta se cerró detrás mío comencé a quitarme la ropa sucia hasta estar completamente desnudo. No pude más que detenerme unos momentos para observarla, mi pene lentamente volviendo a la vida. Consideré despertarla y pedirle que me la mame, pero se veía tan tranquila que decidí no hacerlo.

Dirigiéndome al baño, estaba a punto de encender la luz cuando escuché su voz aturdida, "¿A dónde vas?"

Voltié a verla , mi miembro era un péndulo que se columpiaba en ese estado de semi-dureza donde todavía cuelga normalmente, pero aparenta ser mucho más grande de lo que realmente es. "Pensé que estabas dormida", respondí.

"Lo estaba, pero eso no es lo que te pregunté". Mi esposa giró su cuerpo, acostándose sobre su espalda para verme. Llevaba puesta una camiseta de tiras, grande y suelta. En su reacomodo uno de sus senos se expuso y no pude más que admirarla con esa lujuria que hemos continuado a tener el uno al otro a través de los años; mi verga endureciendo aún más. Imposible creer que el ver las tetas desnudas de mi esposa aún me ponga en marcha.

"Iba a bañarme antes de acostarme", respondí finalmente.

“Ven, amor”, me señaló para que me acercara a ella y sin pensarlo dos veces cumplí su petición.

Cuando me detuve a su lado, ni siquiera volvió la mirada hacia arriba, solo tomó mi pene, que se endurecía rápidamente, y lo envolvió por completo con su boca seca y somnolienta. Un gemido se me escapó mientras movía su cabello suavemente con mi mano y a la vez sentía que su boca se llenaba de saliva humedeciendo rápidamente su cavidad oral, aumentando el placer de la felación que estaba realizando.

No tardé nada en estar completamente duro y era obvio que ya no podía contener el grosor de mi verga en su boca, por lo que me dejó caer de sus labios y comenzó a masturbarme. Finalmente mirándome, dijo: "Te sabe muy rica la verga cubierta de los jugos de nuestra hija, mi amor", e inmediatamente volvió a chuparmela.

"¡Puta madre!", gemí mientras acariciaba su mejilla, su mano trazando el largo de mi pito que no podía entrar en su deliciosa boca. "¿Sabías?" Le pregunté a mi esposa, la respuesta no era realmente importante, pero tenía curiosidad, "¿Sabías que ella iba a hacer eso?"

Hizo una pausa por un momento, un hilo de baba conectando su labio inferior con mi miembro. Me miró de nuevo, sus ojos completamente despiertos ahora mientras se arrodillaba en la cama, su mano nunca dejó de masturbarme. Sin una sola palabra se inclinó hacia mí y me besó, apasionada, furiosamente, y cuando rompió el beso dijo: "¿Quieres saber si sabía que nuestra hija te iba a seducir esta noche?" apretó mi polla mientras decía esto, "No, no lo sabía", y me besó de nuevo, sin soltar mi fierro. Cuando finalmente rompió el beso, dijo: "Pero sabía que eventualmente lo haría". Con esa frase en el aire se inclinó y comenzó a chuparme la verga con furor.

Dejé escapar otro gruñido cuando sentí que la cabeza golpeaba la parte posterior de su garganta y le tomé el cabello en una cola de caballo para poder sostenerla de esa manera. Su boca ahora nada más que un orificio que coger. Su camiseta se deslizó por su espalda exponiendo su rico y redondo culo mostrando que esta noche optó por no usar sus calzoncitos.

Mientras me la chupaba y masturbaba con una mano, su otra se disparó hacia su empapado coño para comenzar a frotarlo. Comencé a mover mis caderas lentamente follando su cara. "¡Eres la mejor mamavergas del mundo, mami!"

Soltándome de su boca, dijo: "Apuesto a que les dices eso a todas las putas", y me guiñó un ojo antes de continuar con su mamada magistral.

A pesar de que me vine solo pocas horas antes, sabía que si ella continuaba no iba a durar mucho. Y tal fue el caso cuando después de solo unos segundos más volvió a dejar de chuparme la verga pero continuó masturbandome y me besó una vez más. La baba alrededor de su boca se sentía lasciva y sexy cuando sentí que mis huevos comenzaban a contraerse involuntariamente. Sabía que estaba cerca. “Me vengo. Si sigues, voy a explotar”, susurré.

"Esa es la idea, ¿no?", dijo. “Quiero que te corras, bebé. Quiero que sueltes tu leche pensando en la estrecha panochita de tu hija envuelta alrededor de esta gran vergota". Sentí su puño acelerarse buscando cumplir con su misión. “Cogiéndotela como una maldita perra a cuatro patas mientras la muy putita le come la sabrosa cuca a su madre. ¿Es eso lo que quieres, papi? ¿Quieres cogerte a la grandísima puta de tu hija tan duro que me metas su cara en la concha?”. Solo iba a durar unos segundos más si seguía hablándome así. “¡Mmmh, sí! No puedo esperar a verte cogerla de nuevo. Quiero estar ahí mientras estiras su estrecho coñito, cariño. ¡Quiero que le arruines el hoyo y que no se la pueda coger ninguna otra verga más!"

"¡Me vengo, cabrona!" Apenas logré decir. Mi esposa bajó la cabeza y envolvió mi verga justo a tiempo. Mi semen llenando su boca mientras intentaba tragar cada gota de mi néctar.

Cuando mi orgasmo comenzó a disminuir, mi esposa me liberó del apretón de sus labios pero permaneció donde estaba. Finalmente me di cuenta de que sus dedos nunca habían abandonado su coño y ahora estaba convulsionando con su propio orgasmo. Tan perdida en su placer, que se aferró a mi pene para mantener el equilibrio mientras involuntariamente se frotaba mi fierro en la cara y luchaba por reprimir sus gemidos.

Finalmente me soltó cuando su orgasmo subsidió y cayó sobre la cama. "Ve a bañarte", dijo, "y regresa rápido".

Hice lo que me dijo, y cuando terminé de secarme, volví a la habitación ilusionado que mi esposa me estuviera esperando una vez más y dije: "¿Oyes, qué quisiste decir cuando dijiste que sabías que ella lo haría eventualmente?" Pero estaba profundamente dormida. Solo le sonreí, me puse mi pijama y me acosté junto a ella en la cama.

---

Al día siguiente desperté sin alarma y me encontraba solo. Eso quería decir que eran pasadas las ocho de la mañana. Cada vez que tengo esas noches de trabajo, por lo general termino tomando el día siguiente libre para recuperar el sueño un poco, y ese fue el caso esta vez. Todo pintaba mejor ya que era viernes y al tomarme el día, tendría un fin de semana largo.

Estando la casa vacía, opté por hacer los quehaceres antes del fin de semana y así no tener de que preocuparme esos días. Ocupándome de esa manera también me permitiría reflexionar sobre los hechos de la noche anterior. Pero para que todo eso sucediera necesitaba primero levantarme e iniciar el día.

Me dirigí a la cocina para servirme una taza de café y tomar asiento en el desayunadero. Desbloqueé mi teléfono y lo primero que logré notar fue un mensaje de mi esposa:

Andrea: Siento que no me haya podido quedar en casa hoy, papi

Andrea: Me empapo de las ganas de verte cuando regrese


Ese mensaje fue seguido por una foto de sus tetas que se tomó en el baño de su oficina. Sabía muy bien que las cosas iban a ser muy divertidas este fin de semana. Su cachonda imágen también provocó que mi ejercitada verga se moviera un poco y la tomé a través de mi ropa interior para acomodarla. Fue en ese momento que entró otro mensaje, esta vez de mi hijo:

Gael: hola apa

Gael: vamos en camino al rancho con Miguel y otros amigos. nos vamos a quedar en su casa el fin de semana. mamá ya lo sabe.

Gael: regresamos el domingo a cas


No era extraño que mi hijo o mi hija se fueran a pasar el fin de semana con sus amigos, siempre y cuando nos lo hicieran saber a mí o a su madre, así que cuando leí que Andrea sabía de la ida al rancho no lo cuestioné y rápidamente respondí:

Gabriel: OK. Diviértanse.

Gabriel: Nos avisas si necesitan algo o tienen problemas.


Él respondió con un simple ok y eso fue todo.

Revisé algunos otros mensajes, la mayoría de trabajo, preguntándome si estaba bien y que parecía un poco distraído anoche, pero agradeciéndome, no obstante, por quedarme tan tarde. Rápidamente tranquilicé a todos y luego pasé a leer los titulares del día antes de iniciar con mis quehaceres. Cuando terminé de ponerme al día con el mundo, me aseguré de tomar el resto de mi café y me dirigí de regreso a nuestra habitación para ponerme un par de pantalones deportivos Adidas y una camiseta para comenzar con el trabajo de la casa.



Todavía era temprano cuando noté que estaba cerca de terminar. Lo único que me quedaba por hacer era cortar la grama del jardín y tendría el fin de semana completamente libre. Al finalizar con el jardín y empapado de sudor me fui directo a la ducha, descartando mi ropa en el camino. Al llegar al baño, abrí la puerta de la regadera, un cuarto amplio con el cabezal de agua en el techo para que cayera el agua como si fuera lluvia, y abrí la llave de agua fría. Sentía como cada gota se evaporaba al hacer contacto con mi ardiente piel. Mientras mi cuerpo se enfriaba lentamente imagenes de los eventos de la noche anterior empezaron a correr por mi mente. Empecé a recordar a mi hija y como me sorprendió mientras se escondía debajo de mi escritorio. Aún más, recordaba como me chupó la verga de forma tan experta y causando que ahora mi miembro se empezara a endurecer. Recordé la imágen de mi esposa parada en la puerta observándonos mientras mi polla perforaba los pliegues del sexo de nuestra hija por primera vez y cómo ella se frotaba furiosamente su propio coño.

Juro que pude haber escuchado los eróticos sonidos de su coño mientras se frotaba. ¿Es así como mi hija supo que mi esposa nos observaba?

Los pensamientos caían como las gotas heladas de la ducha caían sobre mi caliente piel que solo parecía calentarse más con las imágenes cachondas de mis recuerdos. Sin pensarlo tomé mi aferrado pene en mi mano y empecé a frotar ligeramente mientras las imágenes de las mujeres en mi vida seguían apareciendo en mis recuerdos.

"¡Si papi! ¡Soy tu juguete de cogidas! ¡Haz conmigo lo que quieras! ¡Me cogeré a todos o no cogeré a nadie, solo sigue dándome tu rica verga!"

Mi puño se apretaba con cada recuerdo de sus lascivas palabras mientras que mi mano incrementaba de velocidad recorriendo el largo de mi pene.

“¡No me importa, papi! ¡No me importa que esa puta de mi madre me oiga! ¡Quiero que escuche como me coges! ¡Quiero que sepa como disfruto de tu inmensa verga! ¡Que su panocha nunca será tan apretada como la mía! ¡Quiero que esa puta nos vea coger!"

Fue entonces que pensé haber visto una sombra en la puerta del baño. Disminuí la velocidad de mi auto-placer y abrí los ojos por completo, pero no vi nada. Pero la sensación de haber sido visto no se me quitaba de encima y sentí como el momento de placer se desvanecía, al igual que lo fría que se había puesto el agua.

No importa, pensé, Andrea llegará pronto y tendremos todo el fin de semana para hacer lo que queramos.

Salí de la ducha y comencé a secarme. Dentro de la rutina a seguir, para maximizar nuestro placer de hoy, me aseguré de dejar cortos los vellos de mi pubis al igual que dejar bien depilados mis huevos; dos cosas que se que le encanta a mi esposa. Cuando terminé, me puse mi mejor par de ropa interior y terminé de vestir cómodamente para el resto del día”.

Al salir de nuestra habitación volví a tener esa sensación de ser observado, así que antes de ponerme una playera y zapatos comencé a caminar descalzo por toda la casa para ver si todavía estaba solo. Revisé todas las habitaciones pero la casa parecía estar solitaria, así que opté por regresar a nuestra habitación y relajarme por un rato. Mientras caminaba por la casa, pasé frente al cuarto de Fernanda y me di cuenta que aún no revisaba esta recamara, de seguro ya se encuentra en casa y es ella quien me espiaba.

Sin tocar la puerta, entré a su cuarto ordenado y limpio, pero completamente vacío.

¿Qué diablos? Debo estar imaginando cosas.

Mientras observaba mis alrededores, no pude evitar más que empezar a pensar en la noche anterior nuevamente. Noté que su computadora se encontraba abierta, pero la pantalla estaba dormida, Debe estar en casa si su computadora está aquí, pensé.

Viendo a mis alrededores una vez más para asegurarme de que realmente estuviera solo, dejé llevarme por mi curiosidad y presioné uno de los teclados para revivirla.

Seguro que la tiene protegida con contraseña.

Pero tan pronto como lo pensé la pantalla cobró vida. Inmediatamente noté que tenía dos ventanas abiertas, organizadas de tal forma que podía ver el contenido de ambas. Por un lado, una interminable lista de imágenes, todas con textos y temas describiendo interacciones eróticas entre padres e hijas; en la otra ventana, un texto… algo que parecía una historia. Sin pensarlo dos veces comencé a leer y noté que lo que tenía escrito allí era su plan maestro que culminó en las acciones de la noche previa.

¿...su puta madre?

"¿Te gusta lo que ves allí, papi?"

El repentino estallido de su voz en la callada habitación me asustó. Pegué un brinco del susto mientras volteaba a ver de dónde venía la pregunta. Vi allí a mi hija, apoyada contra el marco de la puerta y de brazos cruzados.

Recuperándome rápidamente del susto le respondí: “Supongo que depende. ¿Qué es lo que supuestamente estoy viendo?” Sin temor mi mirada peinó su cuerpo de arriba abajo. Llevaba puesta una camisa blanca de botones, bastante ajustada y transparente; tanto así que podía ver los puntitos rojos de su sostén. Llevaba puesta una falda de colegiala que se veía mucho más corta de lo que debería ser y dándome recuerdos de algún video porno que en alguna ocasión habremos visto con mi esposa. Su sexy atuendo se completó con un par de calcetines largos que llegaban justo debajo de sus rodillas y un par de tenis altos marca Chuck Taylor que no combinaban. En resumen, se parecía mucho a su madre en apariencia física y en vestimenta cada vez que actuabamos el papel de alumna y maestro. Bueno, con la excepción de que Andrea usualmente se ponía medias en vez de calcetines y tacones increíblemente altos, pero eso no es ni aquí ni allá.

Tomando un paso hacia adelante, ingresando a su habitación, dijo: “Lo que puedes ver allí es el tipo de pornografía que me gusta ver, papi. Porno entre padres e hijas”. La forma en que me lo dijo cargaba en sí gran sensualidad y mi verga lo sabía al seguir su crecimiento y causando incomodidad en mis pantalones. Fernanda podía sentir mi repentina incomodidad y continuó acercándose hasta que estaba justamente frente a mi. Cuando nos separaban apenas unos escasos centímetros, extendió su mano y empezó a trazar la silueta de mi pene a través de la tela de mis pantalones. “Y al parecer, también pudiste leer mi malvado plan”, continuó con una traviesa sonrisa.

En un abrir y cerrar de ojos, Fernanda metió su mano en mis pantalones y tomó mi verga con firmeza en su pequeña mano. Manobreando mi miembro, lo giró de tal forma que la cabeza apuntaba hacia arriba y empezó a masturbarme lentamente. Sus pechos se presionaban contra mi torso, parándose de puntillas y me susurró: “¿Entonces qué, papito? ¿Te gustó lo que viste?”

Alcé mis manos y tomé sus tetas en ellas. Podía sentir el acolchonado de su sostén contra las palmas de mis manos y le respondí, “Sí, pequeña. A papá le gustó muchísimo lo que vió allí.” Moviendo las copas del sostén, logré bajarlas de tal forma que pude liberar sus endurecidos pezones, “Y me está gustando mucho lo que puedo ver aquí, también.”

“¿Te cuento un secreto, papi?” me preguntó mi hija entre alientos mientras su mano continuaba masturbandome lentamente, “Le quité la contraseña a mi computadora para que pudieras ver lo que exita a tu hijita. Esperaba sorprenderte mientras masturbabas esta vergota, tal vez hasta con algunas de mis braguitas envueltas alrededor de tu pito.”

El morbo de sus palabras estaba causando que mi miembro se endureciera aún más y que mi respiración fuera irregular. “¿Querías pescarme en una situación comprometedora, hija mía?”

Parándose de puntillas nuevamente, Fernanda sacó su lengua y lamió mis labios seductoramente. "No es comprometedora si TÚ quieres estar así", dijo antes de besarme firmemente y con pasión. Sentí como su lengua partió mis labios y yo imité su acción, ingresando mi propia lengua en su boca. Mis manos comenzaron a explorar su cuerpo hasta que encontraron su apretadito culito y lo comencé a manosear.

“¡Mmmh, papi! Me encanta cuando me manoseas toda”, chilló Fernanda mientras nos besábamos. Su pequeño puño apenas si se envolvía alrededor del eje de mi pene, pero se movía con tal motivación que parecía una imagen borrosa intentando sacar la leche que tanto deseaba ella. Sin pensar y actuando a puro instinto, la levanté por el culo forzándola a que me abrazara con sus piernas.

Riendo, exclamó, "Esto es exactamente lo que quería que sucediera, mi amor". Su uso de la frase 'mi amor' me hizo sentir un poco incómodo; extraño considerando todo lo que ya habíamos hecho y estábamos a punto de hacer, pero no dejó de hacerme sentir incómodo en el momento.

Sin embargo ignoré el sentimiento y dije con tono sarcástico: "¿Querías que tu padre te cargara y agarrara de las nalgas mientras nos besamos como tórtolos enamorados?"

Dándome pequeños besos en el rostro mientras sus brazos rodeaban mi cuello, respondió: “¡Lo que quiero es que mi papá me coja como la putita colegiala traviesa que soy!”

Cargándola hacia su cama, la acosté delicadamente y presioné mis labios con los de ella besándola apasionadamente. Sin romper el lazo que habíamos formado comencé a quitarle las braguitas blancas de algodón con puntitos rojos que llevaba puestos y que, sin duda, hacían ‘match’ con su sostén. Procedí a quitarme mis propios pantalones y ropa interior; viendo fijamente a los ojos de mi hija quien susurró: “Hazme tuya, papi. Quiero sentirte muy dentro de mí”. Sin pensarlo dos veces deslicé mi fierro en su estrecho y depilado coño.

El apretado abrazo de su túnel me sostuvo en mi lugar y permitió unos momentos para que mi adorada hija se pudiese acostumbrar al grosor de mi invasor. Dejando escapar un largo y lujurioso gemido dije: “¡Puta madre, mijita! ¿Es posible que tu puchita esté aún más apretada de lo que la tenías anoche?"

Mi reacción causó que Fernanda empezara a reírse y esto, en torno, causó que su coñito se apretara aún más causando que mis gemidos se hicieran más recios. Pero a medida que su risa disminuyera y ella empezara a respirar profundo, dijo: “¿Qué estás esperando, papi? ¡Empieza a cogerme ya!"

Comencé retirando mi verga lentamente hasta que solo la cabeza de mi pito estuviera en su vagina, y cuando menos lo esperaba se la volvía a enterrar de forma agresiva causando que mi princesa soltara chillidos de aprobación. Repetimos esta acción varias veces, cada vez incrementando el paso hasta que, finalmente, follábamos sin interrupción. Entre fuertes penetradas, mi hermosa putita jadeó: “Eso es, papi. Cógeme. Cógete a tu linda zorrita. Cógeme como si me amaras. ¡Cógeme como si me odiaras! ¡Me encanta tu larga y gorda verga de papá!"

Mientras más fuerte la penetraba, más me perdía en el momento. Sin darme cuenta, puse mi mano alrededor del cuello de mi hija y comencé a asfixiarla. No fue hasta que la oí decir: “¡Sí, papi! ¡Ahorca a la golfa de tu hija!" que me di cuenta de lo que hacía, pero era más que obvio que le estaba encantando a la muy zorra.

Tan pronto como dijo eso, la puerta de su habitación se abrió de golpe y se estrelló contra la pared. "¿Qué reputas está pasando en esta casa?"



Allí en la puerta estaba mi esposa. De no saberlo, habría pensado que estaba más encabronada que… bueno, una mujer que acaba de descubrir a su marido engañándola con su propia hija. Pero afortunadamente, sí sabía. La que no parecía haber tenido ni la más mínima idea fue mi hija, cuyo rostro se pintó de puro pánico.

Ninguno de los dos nos movimos; yo, vendiendo la situación, mi hija por el susto de lo que pensó ser su madre furiosa. Andrea se dirigió a nosotros y lo primero que noté fue el sonido familiar de los tacones que llevaba puestos. Este sonido causó una instintiva reacción en mí, causando que mi pene se hinchara y brincara dentro del apretado coño de mi hija. Inmediatamente sentí como Fernanda apretó los músculos de su vagina, indicando que ella sintió la reacción que tuve a mi esposa. ¿Y cómo no tenerla? Andrea llevaba puesta una camisa blanca a botones casi idéntica a la que portaba mi hija, además se puso una minifalda, apretada, tan corta que parecía cinturón. Finalmente, optó por dejar sus piernas suaves y desnudas, y concluyó su atuendo con los reconocidos tacones de aguja que tanto me encantaban.

Fue en ese momento que supe que mi esposa llevaba un buen rato en casa y probablemente ya nos había visto juntos ya que su ropa no coincidía con la de la foto que me mandó por la mañana.

Cuando Andrea llegó al borde de la cama, nos vio fijamente a ambos y me dirigió la palabra: "Gordito, no has respondido a mi pregunta. ¿Qué reputas está pasando en MI casa?

Estaba por responder con un comentario sardónico pero mi hija no se pudo contener, y casi llorando empezó: “Mamá… yo… es que sólo estábamos…”, pero mi esposa le puso un dedo a la boca para callarla.

Tratando con toda mi alma contener mi risa, finalmente dije: "¿No es obvio, cariño?" voltié a ver a mi hija y apreté su garganta nuevamente, "¡Me estoy cogiendo a nuestra hija!"

Los ojos de mi hija se agrandaron y su expresión era interrogativa, pero todavía un poco asustada. Mi esposa quitó su dedo de sus labios y yo dejé de obstruir su respiración y comencé a retirar mi pene hasta que solo la punta quedaba dentro de la estrecha panochita de Fernanda. Sin mayor aviso, le enterré la verga completamente a su babeante concha, agarrando a mi hija por sorpresa y haciendola gritar: “¡Su puta madre! ¿¡¿Papito?!?”

Andrea soltó una gran carcajada y de forma exagerada dijo: “¿SIN MI?” Volviéndose hacia nuestra hija, dijo: “Sé que me viste anoche mientras te cogías a MI esposo, tu PADRE. ¿Qué pensaste, niña chiflada, que no haría nada al respecto? ¿Y más cuando intentas arrebatar lo que es mío? Pero no te preocupes, mijita, tu mami solo quería darte un buen susto como venganza.” Extendiendo su mano, Andrea encontró el punto donde mi pito y la panocha de Fernanda se unían en búsqueda del inflamado clítoris de nuestra hija y comenzó a frotarlo furiosamente mientras yo continuaba deslizando mi fierro dentro de ella. Estas sensaciones mezcladas de miedo y lujuria hicieron que Fernanda explotara en un orgasmo tan poderoso que convulsionaba con espasmos incontrolables. Y yo, en un acto malvado, continuaba mis penetraciones, no permitiendo un solo momento de descanso para mi pequeña putita.

Estando ahora completamente excitada, mi esposa se levantó la falda y sin pensarlo dos veces, tomó los jugos mezclados de su marido y su hija y se los frotó cachondamente sobre su pubis. “Son… somos unos pervertidos morbosos. Y dedearme frente a ustedes se siente tan rico,” dijo mentiras se continuaba mastrubando frente a nosotros. Con los ojos temblando del placer continuó, “¿Pero sabes qué se sentiría mejor, princesa? ¡Tu boca sobre mi puchita, nenita!”

Pero Fernanda no reaccionaba. El orgasmo había sido mucho más fuerte de lo que pensamos y me vi forzado a retirar mi miembro de su vagina para poderla poner en cuatro, como la perra en brama que era. Mi esposa por su parte, se acostó sobre la cama y abrió sus piernas, presentando su también estrecho y depilado monito a nuestra hija. Finalmente se le haría realidad la fantasía que me contó la noche anterior.

Fernanda trató de acomodarse como mejor pudo, su rostro reposando contra el sexo de su madre y baba goteando de sus labios. Tomándola por las mejillas, Andrea la vio fijamente a los ojos, limpiando la baba de su boca dijo: “Mira que puta tan bonita la que tenemos, Gabriel. Una putita tan bonita y bien cogida que ni hablar puede. Ven a mami, princesa y saborea la rica panochita que te dio vida.”

Andrea me contó después que Fernanda sonrió a las palabras cachondas de su madre y se empezó a acomodar nuevamente, arrodilladose bien y presentando su lindo culito a su papá. Sin dudarlo tomé mi lugar detrás de la linda perrita y nuevamente penetré la vagina de mi hija.

Al dar el primer empujón, el rostro de Fernanda hizo contacto contra el sexo de su madre y aprovechó dar el primer lenguetazo a la babeante apertura. Andrea echó su cabeza hacia atrás y pegó un grito de placer al sentir como la lengua de su hija hizo contacto con su vagina. Ambas mujeres en mi vida ahora gemían de placer, una al ser penetrada por mi verga y la otra recibiendo placer oral y fue en ese momento que caí en cuenta que los tres ahora éramos uno. Los tres nos acabamos de convertir en la definición de una familia amorosa.

“¡Que buena putita! ¡Que buena putita! ¡Que buena putita!” gemía Andrea. “¡Cómete esta rica conchita, princesa!” Los gemidos y palabras de placer llenaban el inocente cuarto de nuestra hija.

“¡Garrgh! ¡Puta madre! ¡Su puchita está tan apretada como la tuya, corazón!” gritaba yo mientras veía fijamente el espectáculo lésbico frente a mi. Pero también quería sentir a mi esposa y sin irrumpir en nuestra acción, me las arreglé para poder llegar a ella y besarla apasionadamente.

“¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Cógeme papito! ¡Cógeme como la puta que soy frente a tu mujer! ¡Cógeme como la hija de puta que soy frente a mi mami!” Gritaba Fernanda. “¡Me vengo, papi! ¡Me estoy corriendo sobre tu gran vergota! ¡Tu hija puta ya no aguanta!” Las piernas de mi hija dejaron de aguantar su peso mientras continuó comiéndole el coño a su madre y yo seguía penetrándola con mi hinchado fierro.

Entre gemidos y risas Andrea me vió a los ojos y preguntó, “¿Es así como te lo imaginabas, rey? ¿Todas esas veces que me estirabas la cuca y fingimos que yo era Fernanda?”

Incapaz de responder a su pregunta, simplemente dije: “No voy a durar mucho más, mis reinas.”

“¡No, señor! ¡Tú no te vienes, aún no!" exclamó Andrea empujándome y causando que no solo saliera de la vagina de mi hija si no cayera sobre mi espalda. Antes de que yo supiera que estaba sucediendo Andrea se enterró mi verga en su conchita y gritó, “¡No te vienes hasta que tu verdadera mujer se de su antojo!”

Sintiendo como mi esposa movía las caderas de arriba a abajo, brincando sobre mi verga, sus manos sobre mi pecho, ella empezó a gemir, “¡ESTA ES LA VERGA QUE MAMÁ NECESITABA! ¡Eso es, bebé, cógeme, papi! ¡A mami le encanta brincar sobre tu vergota de papito! ¡Cógeme como si fuera una puta barata por la que acabas de pagar!”

Llevando mis manos a sus expuestos pechos sentía como los duros pezones de mi mujer trazaban patrones en mis palmas y gemía, “¡Eres una cachonda morbosa, princesa! ¡Eres la puta más buena del mundo!”

“¡Así es, mi gran macho!” gritó Andrea, girando su mirada para ver a Fernanda a los ojos y enseñándole quien manda realmente. Por su parte, nuestra hija estaba recostada contra la cabecera de su cama frotándose la puchita bien cogida y estirada. Volviendo la mirada a mi empezó a decir, “Ahora vente, mi rey. Esta mamacita quiere sentir como tu leche se embarra muy dentro de mi. ¡Lléname de esa leche tan rica que tienes!”

Eso fue todo lo que necesitaba oír y sentí el torrente de esperma que se disparaba por mi verga. Al sentir ese primer disparo de leche, Andrea también explotó en su propio orgasmo provocado por el mio. Tuve las fuerzas suficientes para penetrarla un par de veces más, pero estábamos ambos tan perdidos en nuestro propio placer que Andra cayó como muñeca de trapo a los pies de nuestra hija mientras yo solo podía quedarme allí tratando de recuperar la respiración.

Acomodándose, Andrea se acurrucó a nuestra hija mientras que Fernanda extendió su mano al estirado sexo de su madre y tomó la mezcla de semen y lubricante vaginal que goteaba allí y se lo llevó a sus lábios. “¡Mmmmh! ¡Mi mami y papi son MUY sabrosos!” dijo Fernanda con voz de niña consentida. Esto causó que Andrea soltara una carcajada agotada y abrazó tiernamente a nuestra hija.

Viendo a las dos mujeres más hermosas del mundo abrazadas amorosamente en la cálida luz de la recamara yo también me solté en risa pensando como solo hace unos momentos ambas estaban diciendo las cosas más vulgares que he oído un par de mujeres decir.

Viéndome, ambas dijeron simultáneamente: "Te amamos, papi".

Y fue así que supe que las cosas jamás serían igual.
 
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