Guiando A Su Hijo

heranlu

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Guiando A Su Hijo


mi nombre es María Sofía; tengo 39 años; soy psicóloga; madre de tres niños, y esposa de un hombre. Soy una mujer bisexual bastante promiscua; por lo que he tenido muchas aventuras con hombres, mujeres y algunas de otro tipo. Algunas de esas aventuras incluyen incesto consensuado con miembros de mi familia, las cuales he publicado en antiguos relatos; esto me ha llevado a ser contactada por una mujer a la que he conocido posteriormente en un restaurante del cual es propietaria, tan solo para una charla de autoayuda y desahogo. Cabe mencionar, que a petición de esta mujer, ningún dato ha Sido modificado; por lo que se requiere discreción.

Esta es mi historia, la cuál se me haría enferma, sucia, e inmoral relatar de no haberla vivido en carne propia; y es que, el pecado se posó en mi vientre hace 23 años, y hoy ha vuelto a penetrar mis entrañas, y ha entrado, por el mismo lugar por dónde alguna vez lo parí. Mi nombre es Inés Isabel Montufar; tengo 56 años; viuda desde hace un par de años. A lo largo de mi matrimonio tuve una hija, (Adriana, 29 años) y mi hijo Esteban, la manzana del pecado. Mi hijo se parece tanto a su padre físicamente; 1.80 cm. Brazos marcados, piernas atléticas, cabello Rubio, pectorales marcados y adornado de espesos bellos hasta el ombligo. Yo por el contrario, soy una mujer bajita de 1.57 cm. Tez blanca, cabello castaño, delgada, pero con unas tetas muy grandes; pezones marrones y aureolas un poco más oscuras; tengo poco culo, y una cintura discretamente marcada. No llevo nunca monte de venus, pero no fue hasta que enviudé que comencé a depilar mi concha. antes de eso tenía un coño muy afelpado; odio usar sostén, pero solo en ocasiones dejo que mis pezones se marquen por debajo de la ropa; la mayoría de veces llevo tangas de encaje, las cuales son ensuciadas por mis fluidos propios de una vida llena de libido, y apetencias sexuales.

Siempre he sido una mujer muy caliente, sin embargo; jamás le fui infiel a mi marido. Después de enviudar, me comencé a sentir aburrida en el restaurante, hasta que tuve la necesidad fisiológica del sexo, así que comencé a masturbarme a diario mientras veía porno, y leía relatos en mi habitación; eso sí, mordiendo la sábanas o las almohadas de mi habitación cada noche, para no ser escuchada, y descubierta por mis hijos. De esta forma descubrí una página de cámaras en vivo, en dónde en un principio fui espectadora y noté que también era una forma de ganar dinero. Durante tres noches estuve pensando en crearme un perfil y ponerme dedos a la obra, pero no fue una noche de mucha calentura que comencé a crear mi usuario y de inmediato comencé a transmitir. La primera vez, lo hice en el baño, y me metí los dedos sobre la encimera, fue una experiencia muy morbosa por toda la gente que me vio masturbarme esa noche, los comentarios y las aportaciones me hicieron sentir tan deseada, que incluso me llegué a sentir sexy mientras me masturbaba, y me corría en público, y quise repetirlo cada noche a partir de allí.

Las siguientes transmisiones traté de hacerlas más dedicadas y privadas, así que me compré varios conjuntos de lencería y me encerré en mi habitación tres veces por semana para masturbarme a la vista del mundo. Mis shows incluían mucha saliva, squirt, pepinos, plátanos y mucho dedo. La lista de mis seguidores creció exponencialmente, y eso me hacía sentir una mujer deseada, sensual, y perversa. Pero hubo un seguidor en especial, que apareció 6 meses después de mi primera transmisión y de inmediato comenzó a aportar más que otros, trataba de participar siempre, y no se perdía un solo show. Rápidamente se ganó mi confianza, no solo porque aportaba más, si no, porque también parecía que compartíamos los mismos gustos. El problema era que su nombre solo eran tres iniciales, y su foto de perfil era su verga marcada bajo su bóxer; y vaya que me provocaban ganas de ver su verga a flor de piel, con lo mucho que se marcaba.

Un mes después, para uno de mis shows, se me ocurre masturbarme mientras me restriego sobre una almohada mientras llevo mi pijama puesta. Mi cámara alcanza mayor cantidad de visualizaciones mientras me despojo de la pijama y me quedo con una tanga negra de encaje rojo, entonces; sin quitarme la tanga, solo la corro a un lado y comienzo a masturbarme con un pepino, hasta que me vengo increíblemente en un delicioso squirt cremoso, ensuciando con mis fluidos de esta forma la tanga que llevaba puesta. Así que se me ocurre subastarla tal y como está, sucia y con olor a sexo. Hago la propuesta, y de inmediato comienzo a recibir ofertas agradables durante casi un minuto, pero entonces; aparece la oferta de este misterioso usuario, que deja sin opciones a todos, ya que dobla la última oferta, a cinco segundos de terminar la subasta. En ese momento me sentí emocionada, y excitada porque mi subasta realmente fue un éxito. Rápidamente me pongo en contacto con este usuario para saber a dónde enviar su premió, y me da la dirección, de un buzón muy cerca de casa. Eso en vez de intrigarme, me calienta, y termino humedeciendo mis bragas.

A la mañana siguiente, antes de ir a trabajar en el restaurante, paso dejando el paquete al buzón indicado; coloco las bragas, y el pepino que utilice esa noche, como parte de una sorpresa. Un par de horas después, este usuario misterioso me envía una foto, con su falo muy duro y mis bragas colgadas de su pene, y otra foto con una suculenta ensalada de pepino. Esas imágenes me excitan tanto que tengo que entrar al baño del restaurante a masturbarme, y de regalito extra le envío un vídeo a este usuario misterioso sin mostrar mi cara, en dónde abro mi vagina y muestro mi lubricación en ese momento, solo para que vea lo que provocó en mi. Yo terminé ese momento con un orgasmo muy rico, y otro mensaje de este usuario al que ya no reaccioné; aunque el, siempre siguió aportando en mi cámara.

Habían pasado tres semanas de la subasta de mi tanga, cuando mi hija me informa que le hacen falta unas cuantas bragas, y me pregunta si no las he cogido por error. Inmediatamente pienso en que Esteban las esta usando para masturbarse, y a mi hija le prometo que las buscaría entre mi ropa, para no escandalizarla si se confirmaba lo que yo sospechaba. Aún sin esperanzas busqué entre la gaveta de mis bragas, Pero no encontré tangas ajenas por ninguna parte del cajón. Así que aguardé toda la tarde esperando a que mi hijo entrara al baño, pues era la única forma de buscar en su cuarto, ya que cuando salía cerraba con llave. Por suerte, esa noche mi hijo iba a salir; entonces escuché el sonido del agua de la ducha caer. Sabía que mi hija no estaba en casa, así que era fácil deducir quien se estaba bañando en ese momento. Dejé de preparar la salsa que estaba cocinando, y cuidadosamente subí como si me dirigiera a mi habitación, chequee que mi hijo se estuviera dando una ducha muy refrescante, y casi de puntillas entré a su habitación, directo a su closet.

Di mil vueltas a su ropa, buscando las bragas de mi hija, Pero no encontré más que una caja con porno lésbico. Estaba por salir de la habitación sin nada positivo, cuando me tropecé con el cesto de la ropa sucia; entonces se me alumbró el foco. Rápidamente, pero con mucho cuidado, traté de buscar en el cesto de la ropa sucia, en dónde saqué la ropa de hacía un par de horas, seguí buscando más al fondo; y, ¡vualá! Encontré tres tangas juntas, pegadas una con otra, por la leche eyaculada de mi hijo, lo cuál me causó gracia, aunque sabía que yo tendría que lavar eso antes de regresarlo con mi hija, para que no etiquetara de perverso a su hermano Esteban. El olor era fuerte y algo llamativo, así que lo acerque a mi nariz, y me pareció levemente excitante ese olor peculiar a semen, pero quise sacar mi lengua para probarlo, y entonces confirmé que era semen seco en las bragas de mi hija. Así que estaba por regresar el resto la ropa de vuelta en su orden, hasta que… algo me dejó desorientada, en lo profundo logré ver el borde de una de mis tangas, pero; como era posible. Extendí mi brazo y saqué la tanga del fondo del cesto. En ese momento me quedé fría, estaba petrificada viendo mi tanga en el cesto de ropa sucia de mi propio hijo, y no niego que también sentí un poco de morbo en el momento que comencé a atar cabos en mi cabeza.

Regresé toda la ropa sucia de mi hijo Esteban al cesto, a excepción de mi tanga, y fui directo a mi a habitación donde me encerré toda la noche. No podía creer lo que estaba viendo, o no quería hacerlo, trataba de encontrar una explicación lógica a la aparición de mi tanga en el cuarto de mi hijo; una tanga usada, sucia, y mal oliente, que envíe por correo a quien creía yo un desconocido, hacia unas semanas. La conclusión siempre fue la misma, y el morbo comenzaba a invadir mi cuerpo. Por ratos me excitaba tanto pensar en que las aportaciones de esta persona misteriosa venían de mi propio hijo, y que mi propio hijo se sentía atraído por mi; su propia madre, y aún más descabellado pensar que mi hijo se había hecho tantas pajas a salud del cuerpo desnudo su propia madre, eso me ponía a temblar de la excitación. Pero en un instante reaccionaba y me daba asco yo misma, por ver e imaginar y casi fantasear sexualmente con mi propio hijo; así que en ese momento me di una ducha con agua fría, y al salir, me metí entre las sábanas completamente desnuda y me quedé dormida de inmediato.

Al día siguiente, me desperté para ir al baño, y de inmediato escuché a mi hijo Esteban hablar con más personas, mientras el irritante sonido de videojuegos hacia retumbar la casa. Entré al baño de mi habitación, y lo primero que encontré fueron las bragas que me habían desconcertado una noche antes, oriné en el wáter y me puse las bragas sin pensarlo. Creo que inconscientemente quería sentir el esperma de mi hijo rozando mi sexo, aunque este estuviera seco. Lo siguiente que hice fue desmaquillar mi rostro, purificarlo, humectarlo y cepillar mis dientes, peine mi cabello, salí a ponerme un vestido blanco, de esos simples de verano, que te llegan a la mitad del muslo, y bajé las gradas. De inmediato encontré a mi hija con música a alto volumen y bailando de forma sexy una bachata con la que quise acompañar, poniéndome atrás de ella mientras rozaba su cuerpo. Mi hija reaccionó enojada, y noté que estaba en video llamada con su novio, y a pesar de que el chico reaccionó riendo, mi hija subió furiosa a su habitación después de apagar la música. Yo por otro lado no le presté importancia al asunto, y me serví una taza de cereal para desayunar, desocupe el sofá y me senté a comer. Casi de inmediato mi mente dio un giro, y recordó la situación de la noche anterior, en ese momento recordé los mensajes que habíamos intercambiado con esta persona misteriosa, y recordé que los últimos mensajes jamás habían sido leídos. De inmediato una calentura corrió por mi cuerpo, mi respiración se agitó, y mi cuerpo despertó; tomé mi teléfono un tanto nerviosa, y abrí los mensajes directos. Como tenía varios mensajes de otras personas sin leer, bajé hasta encontrar a la persona que me interesaba, y cuando vi su foto de perfil, Tomé aire, y sin pensarlo más, abrí su bandeja de entrada.

- Como quisiera que fueras mi madre. Enviado hace dos semanas.

Leer eso superó mis apetencias sexuales, despertó mi libido he hizo que lubricara donde estaba. Así que en ese estado de lubricidad, quise responder su mensaje solo por curiosidad, para ver qué sucedía.

- Y sí te digo que ya soy tu madre, y tu eres mi hijo ¿que dirías? – respondí.

No tardó ni dos minutos cuando escuché que mi hijo puso pausa a su videojuego, y respondió mi mensaje.

- diría que estás muy buena y que te quiero coger a pesar de que eres mi madre, y yo ser tu hijo. – en el momento en que recibí ese mensaje supe que de una, u otra forma, necesitaba coger con mi propio hijo.

- Entonces ven, y coge a tu madre, explora sus entrañas húmedas y calientes, donde un día estuviste. -Respondí. Con la lujuria atravesada en mi cabeza, no me importaba nada.

- Pero… mi madre me puede rechazar -exclamaba mi hijo, incrédulo de que era yo quien escribía.

- Si puede, pero no lo hará, porque tú madre también quiere probar a su hijo; baja, hazle un masaje, y mira cómo reacciona. -Respondí nerviosa.

En ese momento escuché la puerta del cuarto de mi hijo Esteban abrirse, mi corazón se aceleró como si estuviera corriendo una maratón. Escuché los pasos de mi hijo en las gradas; veo a mi hijo entrar a la cocina frente donde yo estaba, y al encontrarme con su mirada, el agacha la vista, y abre el refrigerador para tomar un vaso de jugo, lo vuelve a guardar, y sin decir una sola palabra se encamina hacia la salida para subir las gradas a su habitación, entonces; en ese momento cojo valor y le detengo, diciéndole que me ayude con algo, que he dormido mal, y que necesito un masaje. Mi hijo hace una pausa brusca y voltea, veo que tiene una cara de sorpresa, pero aun escéptico se aproxima a mi, inseguro, pero muy obediente con su madre. Mi hijo me mira a los ojos, y yo con mis manos le indico que comience detrás de mi cuello. Mi hijo no suelta palabra, y algo tembloroso coloca sus manos detrás de mis orejas, y las desliza hacia abajo hasta llegar a mi cuello, haciendo presión en la parte alta de mi espalda. En ese momento siento mi piel erizarse, y la lascivia recorrer mi cuerpo. Era consciente de lo que estaba provocando, sabía que estaba a nada de cruzar la línea de la moral, y que no habría vuelta atrás; Pero mi cuerpo estaba que hervía, y sabía que mi umbral no toleraría mucho tiempo ese asedio indirecto en mi vagina, culpa de la tensión sexual del momento, y era la razón de mis bragas mojadas ahora mismo.

En ese momento me pongo de pie y me subo un poco el vestido para liberarlo, con la idea de que mi hijo toque directamente mi espalda con sus manos, y disimulando la inocencia de enseñar mis nalgas sin querer a mi hijo; Entonces, levanto mi vestido, y mi hijo pega un brinco cuando nota las bragas que llevo puestas, le pregunto si le gustan, o si le traen recuerdos, Esteban se sonroja y queda cohibido; y de inmediato giro mi cuerpo para quedar frente a frente, veo a Esteban a sus ojos y subo un poco más mi vestido, y es cuando mi hijo deja caer su mirada a mis bragas nuevamente, y casi en susurro le digo que las tengo puestas así sucias como el las ha dejado, entonces mi hijo reacciona y me ve a los ojos muy apenado, veo sus labios, y aunque una pequeña pizca de cordura en mi cabeza me decía aún que frenará la situación, mi cuerpo me pedía avanzar, porque ya no había nada que detener; y entonces, me acerqué a mi hijo y nos fundimos en un beso tierno, que de inmediato se tornó intenso, pegando nuestros cuerpos con mucha fuerza, abriendo mi boca de más como tratando de aspirar el aliento de mi hijo y así poder sentir su alma talvez, y entrelazando nuestras lenguas como si quisiéramos atar el amor prohibido y pecaminoso que experimentamos; estábamos compartiendo nuestras espesas babas lujuriosas, que intercambiábamos al escupir en la boca del otro mientas nos comíamos como degenerados. Madre e hijo besándonos como dos amantes amalgamados, y con nuestras manos tocando el repudio de la sociedad.

Mis bragas ya estaban muy mojadas, y noté que la verga de mi hijo estaba muy dura, grande y gruesa también, mientras trataba de palparla sobre su pantalón, en eso me parece escuchar un ruido, como si mi hija Adriana caminaba a las gradas, lo que me hizo parar de besar a Esteban, y traté de escuchar mejor; entonces noté la puerta del baño cerrarse, y es en ese momento la mano de mi hijo en mi vagina, me saca un sobresalto y me hizo suspirar profundo, haciéndome volver a mi odisea perversa mientras los dedos de mi hijo husmean mi sexo, y seguido veo a mi hijo sacar sus dedos de mis bragas cubiertos por mis juegos vaginales, y llevarlos a su boca para probar el sabor de su madre. Eso me excitó tanto que supe que necesitábamos un lugar seguro y privado para nosotros solos; así que tome de la mano a mi hijo, como cuando era un niño, caminamos unos metros, y entramos a la habitación de huéspedes, y mientras cierro la puerta detrás de mi hijo, me hincó inmediatamente, para tener una mejor visión del pene que alguna vez enjuagué por siete años, y que jamás imaginé volver a ver jamás, ahora estaba a segundos de tenerlo nuevamente en mi poder, aunque yo realmente lo afanaba en mi boca.

En ese momento mi hijo apresurado se desabrocha el pantalón, y con mi ayuda lo baja hasta sus tobillos, y veo que se le marca su mástil debajo de su bóxer como en su foto de perfil; lo que me sube un par de grados de temperatura; y casi desesperada, tiro de su prenda hacía abajo con mucha impaciencia, y es cuando el férreo, duro, venoso, y prominente falo de mi hijo queda frente a mi rostro de madre emputecida, guardo silencio sin perder detalle al pene de mi hijo, el cual luce completamente diferente al que alguna vez higienicé años atrás, y noto su glande cubierto de una espesa capa de líquido pre seminal que lo hacía muy jugoso, y que me hizo ponerme muy glotona como para llevarme la verga de mi hijo con mis manos a mi boca y comenzar a chuparlo. Es allí cuando noto la aprobación de mi hijo con sus manos en mi cabeza, hundiendo así su verga hasta el fondo de mi garganta, lo que me hace rebalsar la mezcla de saliva y el fluido que emanaba el pene de mi hijo, por las comisuras de mí boca, que por cierto; en ese momento, me estaba volviendo loca de lujuria con su sabor carnal. Mientras tanto, yo me aglutinaba la boca con la verga hinchada de mi hijo, y codiciaba su explosión en mi boca, para obtener su lefa en mi lengua. Pero en cambio, mientras me seguía devorando el miembro de Esteban, mi hijo se despojaba de su camisa y veía de reojo sus ojos cerrados y sus caras de placer mientras mi lengua se movía desde su frenillo hasta sus testículos, los cuales estaban cargados de leche, y espermas que fácilmente podrían ser mis nietos.

Con todo el contorno de mi boca chorreada por los fluidos del pene de mi hijo, y mi sexo palpitante, me levanto del suelo un poco adolorida de mis rodillas, y mi hijo me funde en otro beso apasionado, mientras me ayuda a despojarme de mi vestido, el cual ya sobraba en ese momento. De inmediato mi hijo se queda boquiabierto al ver por primera vez en vivo el cuerpo desnudo y voluptuoso de su madre, y vuelve a besarme mientras yo trato de escaparme para desocupar algunas almohadas que estaban de más en la cama; así que quedó de espaldas a el, y en ese momento siento su mano pesada en uno de mis glúteos y antes de asimilarlo, siento otra vez su mano en la otra y ese ardor suculento al final; entonces deduzco que estoy siendo nalgueada por mi propio hijo y me calienta tanto que me pongo en cuatro sobre la cama para que lo haga con mayor libertad. Pero mi hijo me sorprende al bajar mis bragas hasta mis rodillas, hace que separé más mis piernas, y justo en ese momento, siento lo más rico del mundo. La lengua de mi hijo comienza a comer de mi sexo, extendiéndose por toda mi vagina, mientras su nariz topaba mis nalgas. Es en ese momento bajo más mi cuerpo, pegando mis senos al colchón de mi cama y elevo más mi culo, cuando siento que la lengua de mi hijo sube un poco más y toca la entrada de mi ano. Entonces, casi me desmayo de placer, y mi hijo continúa literalmente comiéndose el culo de su propia madre, con sus manos en mis nalgas y toda su cara en mi culo. Esa fue una experiencia única que jamás pensé disfrutar, y era más delicioso saber que la lengua de mi hijo se plantaba y se movía mientras se hundía en mi recto, buscando el placer de su madre, y tragando el jugo que guardaba mi ánfora carnal; y vaya que lo estaba consiguiendo, porque mientras mi hijo más hundía su cara en mi culo, mi vagina más se mojaba. Entonces en ese momento comencé a hacer movimientos con mi cadera hacia adelante y atrás como restregándome en la cara de mi hijo, hasta que no soporté más y me vine en un orgasmo extraño pero maravilloso que me hizo gemir hasta dejarme sin fuerzas.

Poco a poco me fui recuperando, y mientras eso sucedía, de reojo observe a mi hijo despojarse las únicas prendas que aún le quedaban; su verga jugosa y dura lo que más sobresalía, mientras yo me relamía, por llevarla a mi nido libidinoso. Así que me puse de pie, y sin dejar pensar a mi hijo comencé a besarlo nuevamente, y al mismo tiempo le masturbaba con mi mano, mientras mi hijo tocaba, frotaba y pellizcaba mis pezones, esos que un día fueron su único alimento. De forma lenta, y casi por inercia nos fuimos acercando, yo abrí mi piernas y mi hijo quedó frente a mi, pegando sus genitales a los míos, y en ese momento sentí el placer inconcebible, porque era un roce delicioso pero deseando que entrara en mi. La verga de mi hijo me rozaba la vulva, mientras permanecimos de pie, y movíamos nuestras caderas en un vaivén que hacia frotar nuestros sexos; y aunque eso me gustaba, pronto comenzó a desesperarme, porque mi excitación se volvía más fuerte en ese momento, y su verga solo se frotaba superficialmente sobre mi vulva. Me estaba volviendo loca, y era culpa del placer tan insoportable y fascinante que sentía entre mis piernas, pero que no era concluyente, ni satisfactorio a mi sexo, por lo que solo acumulaba tensión sexual en mi cavidad genital cada vez más.

En ese momento note que no podía soportar más, mi cuerpo estaba que hervía, y mis impulsos eran los de una perra en celo. Así que me separé de mi hijo y me subí a la cama con las piernas abiertas y subiendo la cejas le llamo a mi hijo para que me acompañe. No han pasado ni dos segundos cuando mi hijo está sobre mi; su madre. Mi hijo me acaricia mis tetas y las lleva su boca de forma glotona, mientras yo disfruto su lengua en mis pezones, y en ese momento sobre mi, mi hijo roza su glande en mi clítoris una y otra vez. Yo estaba tan mojada que un solo movimiento con mis piernas en su cadera hizo que mi hijo me diera la embestida de mi vida, haciéndome sentir como sus 17 cm. De su verga iban entrando en mí, y casi hasta mi útero; en ese momento sentí la placidez más hermosa de todas, acompañada de un suspiro que me dejó sin tiempo de reacción, pues solo sentí la lengua de mi hijo muy fuerte en mis pezones y como pude abrí mis ojos y vi que mi hijo quería sacar leche de mis tetas. Entonces en ese momento comencé a moverme, y a restregar mi sexo en la verga erecta de mi hijo, ya que lo tenía adentro de mi, tenía que aprovecharlo. Esteban estira mis pezones hacía arriba, hasta que se suelta por fin de su boca, y con sus dedos abre mi boca, y deja caer desde arriba una gran cantidad de saliva dentro de mi boca, yo la recibo con gratitud, y es lo que me pone mas cerda, mi hijo comienza a metérmela más rápido y yo me retuerzo para que su verga restriegue más mi vulva, y en un segundo pierdo el juicio de la situación, y solo me dejó llevar, mientras mi hijo sigue metiéndome su verga, mis gemidos son incontrolables mi vagina se llena de fluidos, y yo me voy en un delicioso orgasmo que me deja flotando unos segundos pero con muchas ganas de sentirlo de nuevo.

En ese momento yo comienzo a reaccionar, por el movimiento adentro y afuera, brusco de mi hijo, con su verga muy erecta, gorda, y con mucha energía, sin cansarse. Entonces algo sudada veo a mi hijo con un sentimiento de amor, y le fundo un beso con mucha lengua que me pone muy caliente nuevamente. Así que le pido que se quite, y rápidamente me pongo en cuatro, con todo mi culo en pompa bien levantado, y le pido desesperada a mi hijo, que me la meta otra vez en mi vagina. Mi hijo muy consentidor, y obediente, se baja de la cama y se coloca atrás de mi, y desde arriba deja caer una espesa cantidad de saliva que se resbala por la entrada de mi ano, hasta que llega a mi vulva y contrasta su frialdad con la calentura de mi cuerpo, y en ese momento, mi hijo me toma de la cintura y sin esperar mas, clava su verga dentro de la vagina de su madre, lo que me saca un gemido muy profundo de puro placer; en ese momento yo agachó mas mi cuerpo, y mi hijo sujetado de mi cintura se mueve explorando mi fino cuerpo con su falo dentro de mi. Mientras tanto mi placer se iba acumulando cada vez más, al ritmo de mis dedos que tocaban mis senos y pellizcaban mis pezones; en ese momento, siento como mi hijo me toma del cabello, y tira de el en cada embestida con su falo, al mismo tiempo el dedo gordo de su mano se escabulle por la entrada de mi ano. Mi cuerpo entra en un estado lujurioso, y de libido muy alto, y yo comienzo a moverme al ritmo de sus embestidas para tratar de sentir a mi hijo mas profundo, lo que hace que su dedo se introduzca hasta la mitad de mi ano; yo no puedo dejar de moverme, mi cuerpo acalorado se comienza a alborotar con el gozo que me provoca su carne, mi respiración se agitaba cada vez más, mientras sus testículos chocaban en mis nalgas, mi hijo me alerta que no soportaría más, y yo me atrevo a pedirle que no se salga por nada del mundo; entonces mi hijo obediente suelta un gemido muy largo, y siento como su verga se hincha un poco más dentro de mi, y comienza a eyacular su leche caliente y espesa dentro de la vagina de su madre; en ese momento mi cabeza explota, mis ojos se cierran, mi gemidos son emitidos por inercia, y mi tensión sexual acumulada en mi sexo estalla en una electricidad que recorre desde mi sexo, a mi espalda, llegando hasta mi cabeza y de regreso, absorbiendo mi energía de la forma más placentera que puede existir, y llevándome al seno donde se regocija el éxtasis y la exquisitez, hasta hacerme perder la conciencia por unos cuantos segundos.

Unos segundos después de mi delirio, el peso de mi hijo sobre mi espalda me trae de vuelta a la realidad, yo despierto, y me muevo como puedo, mi hijo se sale de mi, y mi vagina se rebalsa por la cantidad del néctar fértil de mi hijo, y por la cantidad de mis fluidos vaginales que nutrían mi sexo. Estábamos curtidos en lujuria. Mi hijo se coloca junto a mi, mientras nos hacíamos consientes de lo que acabamos de hacer entre madre e hijo, éramos consientes de que acabábamos de consumar el incesto de nuestras vidas, y que queríamos volver a comernos. Sabía que habíamos cruzado una línea muy grande para la sociedad, sabía que ya no era la madre pura y decente que siempre trate de proyectar, y me sentía como una verdadera perra; así que, nuevamente nos fundimos en un beso lleno de amor, y con mucha lengua, hasta que… un golpe en la puerta nos hizo separarnos, seguido de un nuevo golpe, que abrió de forma grosera la puerta. Esteban y yo tratamos de tapar la desnudez de nuestros cuerpos con lo que fuera que tuviéramos a la mano, mientras mi hija Adriana, explotaba con furia, nos veía con odió, y nos gritaba mil cosas de forma incontrolable sin entender nuestro amor de madre e hijo. Ese día mi hija armó una maleta rápida mientras yo me vestía, y salió furiosa de la casa antes de poder detenerla, y desde entonces no he vuelto a saber de ella.


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