Guadalupe, trabajo de campo.

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Feb 5, 2025
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El ardiente sol calentaba las aceras. Los pájaros cantaban en el cielo despejado, y la vida parecía transcurrir con la rutina de la mañana. De repente, el silencio se vio interrumpido por la algarabía de un puño de albañiles que discutían acaloradamente en la esquina de la calle.

- "¿Por qué demonios estamos parando?" -preguntó Juan, el albañil de complexión robusta, con la camiseta pegada al pecho por el sudor.
- "Porque el pinche Rogelio nos mintió con la paga, y no hay quién aguante este calor por nada" -respondió su amigo Carlos, pasando la vista por sus colegas desmotivados.

Guadalupe, la elegante esposa del dueña de la constructora, se acercó al escenario con tacones que resonaron en la acera. Sus ojos se posaron en la multitud y se detuvo, con un ceño fruncido, a evaluar la situación. Ella sabía que la promesa de su esposo Rogelio era hueca, y que los albañiles se sentirían engañados.

- "¿Y si les ofrecemos algo más que dinero?" -propuso Guadalupe, con una sonrisa enigmática que se asomaba debajo de sus labios pintados de rojo intenso.

Juan se acercó, con la actitud desafiante que lo hacía tan atractivo, y le dijo:

- "¿Algo más? Si no es dinero, no sirve, jefa."

Guadalupe se quitó la chaqueta, revelando un escote que de inmediato atrapó la atención de todos. Los ojos de los albañiles se iluminaron con la idea de lo que podía venir.

- "¿Cuál sería la recompensa?" -preguntó Juan, la vena en su cuello latía con anticipación.
- "Algo... personal" -sugirió Guadalupe, acercando su rostro a los del albañil, que olía a sudor y cemento.

Eso fue lo que motivó a Juan y a sus colegas. La idea de que la bella Guadalupe estuviera dispuesta a darles un premio sexual por su arduo trabajo despertó su competitividad. El sol se enrojecía en el cielo, y la jornada de construcción se volvió frenética.

Para el atardecer la construccion ya se notaba terminada, y los obreros se veian agotados.
Con el sol desapareciendo en el horizonte, la casa se erigía, cada ladrillo y cada viga puestos con la determinación de un equipo que se sabe merecedor de un premio inusual. Guadalupe, ya se encontraba desnuda apoyada en un tambo vacio de una de las habitaciones recien terminada

- "¿Y ahora, jefa?" -preguntó, uno de los albañiles, con la verga erecta gracias a las impresionantes curvas de la mujer.
- "Pues... déjenme darles su merecida recompensa" -le dijo ella, mientras se ponía de rodillas frente a el y abriendo la boca para saborear aquel pedazo de carne sudado. Mientras tanto los demas obreros hicieron un circulo alrededor de ella sacando sus hediondas vergas de su pantalon.

Guadalupe sabía que la noche iba a ser larga, y que a cada albañil le tendría que cumplir su "turno". Ella se sentía un poquito sucia, un poquito asustada, y muchísimo excitada.

Pedro, el albañil que estaba recibiendo tremenda mamada por parte de la esposa de su jefe, no podía creer su suerte. Mientras Juan se acerco y comenzo a darle suaves mordiscos al cuello a Guadalupe, ella le guiñó el ojo y con la boca llena de verga, le dedico una sonrisa

Pedro no lo dudó. Se acercó y le bajó las bragas a la elegante dama, mostrando su tesoro escondido. Su verga, ya erecta, palpitó con emoción al ver el coño depilado y húmedo de la jefa.

- "¿Este es mi premio?" -preguntó, mientras acariciaba el suave coño de Guadalupe.
- "Sí, Juan, eso es" -dijo Guadalupe con un tono de burla- "Ahora follame, quiero sentir tu verga en mi coño."

Y ahí, en la habitación sin amueblar, Juan se acostó en el polvoso piso, mientras su erótica jefa lo montaba, empujando su verga dura y sucia dentro de la vagina de Guadalupe. Los demás albañiles, que se encontraban ahí, no pudieron resistir la tentación. Uno a uno, se acercaron y se unieron a la pornografica escena.

- "¿Podemos unirnos?" -preguntó uno, que no podía creer la escena.
- "Claro que sí, cuantos más, más divertido" -resopló Guadalupe, que ya se encontraba en éxtasis.

Así fue que se armó la fiesta. Los albañiles, todos con sus herramientas a la vista, se turnaron para follar a Guadalupe. Unos por la boca, unos por en el coño, y otros por el culo. Ella se movía de un extremo a otro, gritando de placer y aceptando cada verga que le ofrecían.

La noche se fue haciendo y el calor no solo venía del sol, sino del deseo animal que se desataba en la habitación. Los albañiles la follaron de todos los modos posibles, llenando su boca, su vagina y su culo de semen. Guadalupe no podía creer lo que sucedía, y a la vez, no podía creer lo húmeda que se sentía.

- "¿Quién sigue de follarle el culo?" -gritó Juan, con la polla aun erecta.
- "Yo" -dijo Carlos, con la cara roja de la excitación.
- "Y yo" -agregó Pedro, con la verga en la mano, chorreando de semen.

Guadalupe se rió, y dijo:
- "Pobrecita de mi, ahora tendré que aguantar a dos en el culo."

Y con eso, se arrodilló y los dos se pusieron detrás de ella. Empujaron sus pollas húmedas y suaves por su hoyuelo, estirando su anillo y llenando su recto de placer. Gritó de emoción, y los demás aplaudieron y chiflaron.

- "¿Te gusta, jefa?" -preguntó Carlos, metiéndose a fondo.
- "Sí, me encanta, no paren" -exclamó Guadalupe, moviendo el culo al ritmo de las embestidas.

Así pasaron las horas, entre risas, gritos y gruñidos. Al amanecer, la casa ya se veía terminada, y Guadalupe, la elegante esposa del dueño de la constructora, se encontraba en el piso, desnuda satisfecha, agotada, y completamente bañada en semen. Ella había cumplido su promesa, y ahora era la heroína de los albañiles.

Al amanecer, la constructora Mojol se enorgullecía de la terminación del proyecto. La gente de la cuadra hablaba en bajito del escándalo de la noche anterior, y los albañiles se reían en la calle, con la seguridad de que la jefa les daba lo que nadie más podía. Y Guadalupe, con su traje de diseño y su sonrisa enigmática, se iba en su carro, saboreando la aventura que acaba de vivir
 
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