Gozando con mi suegra

roman74

Pajillero
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Lo cierto es que no tardé mucho en fijar mi atención en aquella madurita y en tener fantasÃ*as de tipo sexual con ella imaginando miles de posibilidades con la mujer que era la madre de mi esposa. Aquello no debe resultar tan extraño pues desde que empecé a salir con la que ahora es mi mujer, ya comencé a fijarme en Beatriz, aquella mujer madura y de buen fÃ*sico y que estaba bien seguro que aún estarÃ*a necesitada de que le dieran un buen revolcón de vez en cuando.

Pronto mi cabeza se llenó de preguntas en torno a las necesidades que Beatriz, mi suegra, podrÃ*a sentir: ¿qué demonios hará sin nadie que la acompañe entre las frÃ*as sábanas? ¿cómo solucionará los ardores que le corran por el cuerpo? ¿acaso se masturbará o ya tendrá olvidado todo aquello? ¿recorrerán su cabeza miles de pensamientos obscenos durante sus noches de insomnio? Pensé que aquella mujer aún joven y apetecible necesitarÃ*a de alguien que le hiciera sentir nuevas sensaciones y nuevos estallidos de placer, de manera que decidÃ* acercarme a ella y probar qué podÃ*a pasar.

Pese a sus algo más de cincuenta años, Beatriz continúa siendo una mujer de bandera pues siempre le ha gustado cuidarse con cremas y tratamientos faciales y manteniendo una buena lÃ*nea que no le hiciera ganar excesivos kilos. De larga cabellera castaña que solÃ*a recoger en coleta, tiene un buen par de senos aunque ya algo caÃ*dos por la edad asÃ* como unas buenas piernas, un culillo bien apetecible, unas caderas algo anchas y unos muslos firmes y rotundos.

Siempre vestÃ*a de forma sencilla y elegante con aquellas blusas de algodón, aquellas faldas largas hasta los pies o hasta la rodilla como mucho y aquellos vestidos veraniegos con los que tanto me gustaba verla vestir. En alguna celebración especial se habÃ*a atrevido con algún zapato de tacón acompañando algún vestido más escotado de lo habitual o algún que otro traje de chaqueta. Desde la muerte de su marido habÃ*a cambiado los colores pasteles o más veraniegos, tan habituales en ella, por otros muchos más oscuros predominando en su vestuario los tonos oscuros tales como negros, grises o azul marino cosa natural en su estado.

Más de una vez y mientras me encontraba haciéndole el amor a mi esposa me imaginaba la imagen desnuda y entregada de mi suegra recibiendo el placer que yo le daba. Los más turbadores encuentros junto a mi mujer se trasladaban en mi imaginación a su madre viéndome junto a ella y disfrutando de su cuerpo maduro y de sus formas que aún imaginaba más que sensuales y apetecibles. Los labios de mi mujer se transformaban en los de Beatriz, los pechos en los de mi querida suegra asÃ* como su trasero y su lindo tesoro que imaginaba estrecho, húmedo y muy mojado. Alguna vez, en la soledad del baño, me habÃ*a masturbado en la ducha imaginándome acompañado por aquella mujer a la que tanto deseaba besar y darle todo el amor y cariño que estaba bien seguro que tanto debÃ*a necesitar.

Sin embargo, iban transcurriendo los dÃ*as, los meses y yo me morÃ*a de ganas de conseguir algo más con aquella hembra que tanto me tenÃ*a sorbido el seso. Sin poder remediarlo notaba excitado hasta extremos inconcebibles mi apetito sexual. Pero, pese a fantasear habitualmente con la imagen de Beatriz, pensaba también en el posible escándalo que podÃ*a montarse si me rechazaba y le contaba a su hija mi osadÃ*a.

Como suele ocurrir en muchos otros casos, parece que la fortuna vino en mi ayuda pues hace unos dÃ*as estando mi esposa y yo en casa de Beatriz para que no estuviera sola, mi mujer me dijo que se iba a dormir pues estaba cansada y además tenÃ*a que madrugar al dÃ*a siguiente para ir al trabajo. Yo, en cambio, tenÃ*a fiesta asÃ* que me quedé un rato más viendo la tele tras despedirme de mi esposa dándonos el habitual beso de buenas noches. Beatriz habÃ*a salido de cena con unas amigas y aún no habÃ*a vuelto de manera que estuve viendo un rato la pelÃ*cula que daban para, una vez terminó, ponerme a leer un libro que habÃ*a empezado hacÃ*a unos dÃ*as.

Llevaba una media hora leyendo cuando al fin escuché el pestillo de la puerta abrirse anunciando la llegada de mi suegra. Miré el reloj del salón y vi que era ya la una pasada. Aquella noche las amigas del grupo de baile en el que Beatriz participa, habÃ*an logrado hacerla salir a cenar y a tomar una copa para tratar con ello que se animara. Al parecer debió beber más de la cuenta pues parecÃ*a venir más contenta y excitada de lo que en ella era habitual.

VestÃ*a una camiseta blanca y una falda larga hasta los pies en color gris y por encima de la camiseta llevaba una chaqueta gris a juego con la falda. Unas botas vaqueras negras con algo de tacón y un bolso pequeño de mano completaban el conjunto que se habÃ*a puesto aquella noche. Realmente estaba guapa y elegante y nada más entrar al salón se descalzó pues según dijo le molestaban horrores las botas. Tal como dije parecÃ*a haber bebido más de la cuenta pues se la veÃ*a contenta y parlanchina y los ojos le brillaban de un modo especial.

Viéndome sentado en el sofá dejó el bolso en la mesa tras quitarse la chaqueta, me saludó sonriéndome de forma extraña y sentándose a mi lado se puso a hablar conmigo preguntándome directamente tras humedecerse mÃ*nimamente los labios con la lengua:

Buenas noches Héctor, ¿qué haces aún levantado? ¿no tienes sueño?

Pues la verdad es que no. Como mañana no tengo que madrugar me quedé viendo la pelÃ*cula y al acabar me puse a leer un rato. Tu hija se fue a dormir hará un rato pues mañana se tiene que levantar pronto.

Yo intentaba no fijarme mucho en aquellos encantos que se marcaban amenazantemente bajo la tela de la camiseta. Beatriz sonreÃ*a un tanto embobada sin dejar de mirarme. No sé si realmente se daba cuenta de hacia donde querÃ*an dirigirse mis ojos.

Si no te importa me quedaré un rato contigo viendo la tele pues el café que tomé después de la cena parece que me ha desvelado un poco.

Oh, no te preocupes que no me molesta nada la tele para seguir leyendo.

¿No la despertarás cuando vayas a dormir? –me preguntó sin esperármelo.

No tengo todavÃ*a sueño asÃ* que supongo que cuando vaya a la cama estará ya bien dormida. No creo que se despierte –respondÃ* a su pregunta como si no prestara mucha atención a lo que me decÃ*a.

Pues hijo si fuera yo no te dejarÃ*a acostarme sola, eso te lo aseguro –exclamó mi suegra de repente y sin dejar de mirarme con aquellos ojos tan brillantes y que tantas cosas parecÃ*an querer decir.

Dejándome allÃ* sentado con la boca abierta fue a cambiarse a su cuarto. Aquellas palabras me pusieron alerta y sin poder remediarlo noté como mi compañero de fatigas respondÃ*a al instante poniéndose duro y firme bajo mis pantalones.

¿Qué habÃ*a querido decir realmente con aquellas palabras? –pensé mientras la escuchaba hacer en su cuarto.

Realmente no sabÃ*a qué hacer, si mantenerme a la espera o lanzarme sobre aquella mujer tantas veces deseada. Opté por la primera opción esperando acontecimientos que me aclarasen un poco más las cosas antes de decidirme a actuar o no hacerlo. Al poco rato la escuché trasteando en la cocina y cómo ponÃ*a en marcha el microondas. No pude aguantar las ganas y me dirigÃ* a la cocina comentándole que tenÃ*a sed y me apetecÃ*a un poco de zumo. Ella estaba delante de la encimera de granito envejecido y esperando que se calentara el vaso de leche que se habÃ*a preparado.

AbrÃ* el armario de los vasos y estirándome hacia ellos me apreté un poco con ella haciéndole sentir levemente mi vientre apoyado sobre sus nalgas. Si se quejaba siempre podÃ*a disculparme por mi descuido diciéndole cualquier cosa. Por suerte para mÃ* no percibÃ* la menor protesta por su parte ni me dijo nada. Tan solo escuché escapar de entre sus labios un gemido ahogado mientras ahora ella lanzaba el culo hacia atrás tratando de hacer aquel contacto mucho más intenso. Fue entonces cuando mi ataque se hizo mucho más osado acompañándola en su rozamiento y notando cómo seguÃ*a aceptando aquello sin decirme absolutamente nada.

No tardó mucho mi herramienta en crecer de forma desmesurada gracias al roce de aquel trasero redondito y maduro. Era la misma Beatriz, mi bella suegra, la que se apretaba moviendo sus nalgas de forma circular contra mi miembro inflamado y deseoso de una buena satisfacción junto a aquella hembra tan atractiva y sensual. Su respiración se aceleró al igual que la mÃ*a mientras seguÃ*amos moviéndonos uno contra otro para asÃ* disfrutar aún más de todo aquello.

¡Estoy muy cachonda… mucho! ¡Pero… por favor, déjame… ¿qué dirÃ*a mi hija si nos viera?! –exclamó de forma entrecortada como si aún le quedara un mÃ*nimo de resistencia frente a mi embestida.

Beatriz, no te preocupes por ella que seguro que estará durmiendo como los ángeles… ¡Te deseo… te deseo tanto y tanto… tanto tiempo esperando tenerte asÃ*! –confesé yo también de forma entrecortada y dejándome llevar por la pasión y el deseo que me embargaban.

¿De veras lo dices? No me engañes, por favor Héctor, no me engañes… ¿Qué has podido ver en una mujer mayor como yo teniendo a mi hija mucho más joven y lozana?

De veras no te engaño. Hace ya mucho, mucho tiempo que te deseo, Beatriz –aseguré con voz grave antes de girarle la cara hacia mÃ* para besarla de forma dulce y delicada uniendo mis labios a los suyos.

Por aquel entonces me hallaba ya totalmente empalmado gracias al roce que aquellas expertas montañas ejercÃ*an sobre mÃ*. Echándola hacia adelante con las manos apoyadas en la encimera le levanté con prisas la falda y empecé a masajearle las nalgas con una mano por encima de la fina tela de aquellas bragas de encantador color rosa pálido, mientras con la otra mano le acariciaba el muslo de arriba abajo haciéndola enloquecer por momentos.

¡Sigue… vamos sigue… hacÃ*a tanto tiempo que necesitaba algo asÃ*… tanto tiempo sin un hombre que me hiciera sentir mujer! –exclamó para después ser ella la que me besara pero ahora de manera mucho más salvaje y excitada llegando incluso a morderme ligeramente los labios.

Mi mano se introdujo bajo la tela de la braguilla haciéndome con aquella nalga tan rolliza y que tanto me hacÃ*a perder la razón. Tumbándome sobre ella me hice con su pelo el cual olisqueé con gran placer respirando el aroma de aquella fresca fragancia que su cuello desprendÃ*a. Beatriz no dejaba de gemir en voz baja tratando de no gritar para que su hija, mi esposa, no oyese lo que allÃ* estaba ocurriendo. Haciéndole girar levemente la cabeza empecé a besarle el cuello, lamiéndolo y chupándolo y subiendo después a su orejilla la cual lamÃ* con mi lengua llenándola con mi saliva para luego envolverla entre mis labios haciéndola estremecer como loca.

¡Me estás volviendo loca… me estás poniendo a mil… lo haces de maravilla! –me animó a seguir haciéndose cada vez mayores sus jadeos de manera que me hizo temer poder ser oÃ*dos por mi esposa.

Para acallar sus cada vez más escandalosos gemidos, llevé mi mano a su boca y abriéndola empezó a chupar mis dedos como desesperada al tiempo que yo no paraba de acariciarle la piel cálida y desnuda de sus piernas. Una vez nos besamos dándome la lengua la cual noté húmeda y ardiente mezclándose con la mÃ*a en un beso que me hizo perder el control por completo, mordisqueé yo su lengua atrapándola entre mis dientes para luego ser ella quien mordÃ*a mi labio inferior alcanzando luego mi nariz la cual lamió, como por descuido, con la punta de su lengua consiguiendo con ello que fuera yo quien gimiera disfrutando de aquella caricia tan llena de amor y cariño.

Llevando mis manos a sus caderas las metÃ* bajo la camiseta y fui subiendo lentamente por los costados hasta acabar llegando a sus senos los cuales encontré duros bajo el sujetador que los cubrÃ*a.

¡QuÃ*tamela cariño… quÃ*tamela, por favor! –me pidió casi susurrando y echándola yo hacia atrás la ayudé a quitar la camiseta la cual desapareció por su cabeza con gran rapidez.

Una vez fuera la camiseta, mis manos se dirigieron al cierre del sujetador el cual solté con facilidad dejando después que aquella prenda cayese hacia delante permitiendo que sus pechos asomaran al fin al aire. Sin esperar más se los agarré con fuerza masajeándolos y sobándolos entre mis dedos con gran placer. Se notaban aún duros y tersos pese a su edad y aún más los noté cuando se los acaricié una y otra vez pasando después a dedicarme a sus pezones que pronto se erizaron al sentir el roce de la yema de mis dedos sobre ellos. Mi bella suegra gimió ante semejante tratamiento al tiempo que cerraba los ojos echando la cabeza hacia atrás para que volviese a comerle la orejilla y el cuello.

Los movimientos de nuestros cuerpos nos iban calentando cada vez más y más haciéndose el contacto para ambos totalmente insoportable. Aún estuve unos segundos más acariciándole los pezones y luego pellizcándolos ligeramente hasta que acabé abandonándolos y llevando mis manos bajo su falda maltratando sus muslos hasta conseguir hacerla estremecer. Las carnes de sus piernas se notaban calientes y palpitantes y deseosas de mayores caricias por mi parte.

¡Me vuelves loca… me estás volviendo loca como hacÃ*a mucho tiempo no sentÃ*a! –me confesó sin dejar de mover sus caderas a un lado y a otro, sin dejar de moverlas adelante y atrás.

Volviéndose hacia mÃ* con rapidez me empujó hasta llevarme a la mesa que presidÃ*a la estancia y apoyado allÃ* empezó a soltarme con urgencia malsana la hebilla del cinturón que sujetaba el tejano. Mi polla se hallaba a punto de reventar de tan dura que estaba y abultaba la tela del tejano de forma que era imposible que aquello pasara desapercibido para ella.

Tras soltar el cinturón, aquella experta mujer me bajó la cremallera no sin antes masajear el bulto por encima de la tela que lo cubrÃ*a. Cogiendo la tela del tejano lo bajó con prisas hasta los pies y luego arrodillándose ante mÃ* se puso a acariciarme por encima del slip el paquete que parecÃ*a querer reventar de ganas por que lo hiciera suyo. Entre sus dedos me la estuvo masajeando haciéndola crecer y crecer para luego lamerla por encima del algodón del slip obligándome con ello a vibrar de emoción. Sin dejar de mirarme a los ojos un solo momento, agarró el slip por los lados y poco a poco lo fue dejando caer hasta que al fin apareció mi largo y grueso aparato cabeceando en busca del tan necesario respiro.

Héctor cariño, déjame que te la chupe… te la voy a chupar despacito como nadie te lo habrá hecho nunca. Seguro que mi hija nunca te lo ha hecho asÃ*… ya verás –me dijo en voz baja y con los ojos clavados en los mÃ*os.

SÃ* cómemela… vamos cómetela entera que lo estoy deseando… vamos no aguanto más –gruñÃ* agarrándole la cabeza entre mis dedos y llevándola entre mis piernas para que me lo hiciera.

¡Menuda polla que tienes! ¡Si lo hubiese sabido antes no te hubiera dejado escapar tan fácilmente! –la escuché decir relamiéndose los labios y sin dejar de sonreÃ*r.

La cara de vicio de Beatriz me hizo cerrar los ojos unos segundos pero pronto los abrÃ* al notar el roce de algo húmedo y caliente recorriendo mi pene de arriba abajo. Evidentemente se trataba de su lengua que lamÃ*a y disfrutaba de mi polla, saboreándola y degustándola como si del mejor de los regalos se tratase. LamÃ*a y chupaba con gran maestrÃ*a y sin prisa alguna como si quisiera aprovechar al máximo aquella inesperada oportunidad que el destino le brindaba. Mi miembro erecto y abultado se curvaba hacia arriba frente a ella y sin dejar de cabecear en busca de nuevas caricias que lo tranquilizaran.

Y pronto las encontró pues mi querida suegra, hecha ya toda una auténtica zorra, la agarró con fuerza y llevando la piel del prepucio hacia atrás abrió la boca engullendo aquella rosada cabeza dentro de ella. GemÃ* profundamente al notar aquellos labios maduros y finos rodeando mi grueso instrumento y empezando a chuparlo y degustarlo como una verdadera experta. Lo hacÃ*a bien, realmente bien chupando con rapidez hasta conseguir arrancarme mis primeros suspiros y jadeos de emoción y parando cuando notaba crecer mi placer hasta un punto peligroso del que quizá no podrÃ*a salir sin alcanzar mi orgasmo.

Como mujer experta que era, Beatriz sabÃ*a perfectamente alargar mi placer abandonando sus caricias cuando yo le indicaba, con mis lamentos, el estado de ánimo en el que me encontraba. LamÃ*a y comÃ*a mis testÃ*culos haciéndome gemir agradecido por la suavidad con que lo hacÃ*a. Luego, de nuevo, volvÃ*a a subir chupando mi pene grueso y con las venas fuertemente marcadas y volvÃ*a a metérselo una vez más en la boca empezando a chupar y chupar como una posesa.

Dime cariño, ¿te lo hace asÃ* mi hija?... dime, ¿te lo hace asÃ*? –me preguntó con cara de vicio y sin dejar de sonreÃ*rme de forma maliciosa.

Sigue… vamos sigue… me vas a hacer correr cabrona… qué bien que lo haces –respondÃ* con los ojos fuertemente cerrados y sin dejar de apretar su cabeza una y otra vez ayudándole en su mamada

Y asÃ* lo hizo ahora mucho más rápido y echando mano de sus dedos los cuales masturbaban mi instrumento a velocidad de vértigo haciéndome alcanzar, de aquel modo, la gloria. Estaba a punto de correrme y asÃ* se lo hice saber lo cual fue respondido por aquella hermosa madura chupando sin descanso y mordisqueándome de tanto en tanto mi bulto con sus dientecillos. Yo no dejaba de temblar y de animarla en su mamada notándome a punto de lograr mi enorme placer entre las manos de mi querida suegra a la que tantas veces habÃ*a imaginado haciéndome aquello.

¡Me corro… me corro! –le avisé gimiendo débilmente y sin poder gritar mi tremendo placer por miedo a poder ser descubiertos por mi esposa la cual seguramente estarÃ*a en la cama durmiendo apaciblemente mientras en la cocina su propia madre y su esposo disfrutaban de sus cuerpos como dos adolescentes deseosos por conocer sus ardientes cuerpos.

Acariciándole el cabello abrÃ* los ojos y pude ver cómo salÃ*an tres, cuatro trallazos de blanquecino lÃ*quido seminal los cuales fueron a dar sobre la cara de Beatriz la cual los acogió con auténtico delirio y sin dejar de mirarme a los ojos con aquella cara de auténtica puta que me hizo enloquecer. El semen cálido y viscoso cayó sobre la frente y el cabello, sobre uno de los ojos que cerró al instante y sobre la barbilla y los labios de los cuales lo recogió con gran placer saboreándolo entre sus dedos como si fuera el mejor de los manjares.

¡Me encanta… está realmente delicioso… si lo llego a saber antes te aseguro que lo hubiéramos pasado muy bien hace tiempo! –comentó casi susurrando mientras seguÃ*a degustando el semen blanquecino y amargo que me habÃ*a sacado.

Yo cansado y satisfecho caÃ* sobre ella agarrándola del mentón y acercándola a mi boca nos besamos con suavidad y dulzura. Verdaderamente la madurita de mi suegra tenÃ*a aún mucho que enseñarme y yo, por supuesto, estaba dispuesto a conocer todos los placeres junto a aquella hembra de formas tan macizas y rotundas.

Vamos Héctor… vamos a mi cuarto muchacho que estaremos más tranquilos y sin miedo a que mi hija nos pueda sorprender –la escuché decirme mientras se levantaba, me cogÃ*a el miembro flácido con la mano y dándome la espalda me hacÃ*a seguirla camino de su dormitorio.
Cogido el tejano entre mis manos la fui siguiendo a duras penas hasta llegar a su habitación. Una vez llegamos, mi suegra cerró la puerta con un golpe del pie y acercándose a mÃ* me ofreció aquellos labios sonrosados y llenos de sensualidad los cuales acogÃ* entre los mÃ*os besándola de forma apasionada al tiempo que mis manos se apoderaban de su cuello llevándola hacia mÃ*.

Separándose de mi lado me quitó el tejano sacándolo por los pies y entonces metió sus manos bajo mi camiseta acariciándome la tripa y subiendo aún más hasta los pezones los cuales respondieron al roce de las yemas de sus dedos endureciéndose al instante con enorme facilidad. Sus dedillos recorrÃ*an mi vello acariciándome al mismo tiempo los duros pezones de forma maravillosa. Yo no hacÃ*a otra cosa que agradecer todo aquello gimiendo sin descanso. No sé ya qué hora debÃ*a ser pero poco me importaba estando disfrutando de aquella hembra de bandera que me habÃ*a tocado aquella noche en suerte. No habÃ*a en mÃ* el más mÃ*nimo sentimiento de culpa hacia mi esposa y lo único que me importaba en aquellos momentos era seguir gozando de lo que Beatriz pudiera ofrecerme.

Volviéndola de espaldas a mÃ* y llevándola a la pared la obligué a abrir las piernas y bajándole la falda empecé a chuparle el coñito y el agujero del culo pasando del uno al otro mientras mis manos se apoderaban una vez más del par de melones que tenÃ*a. Ella no hacÃ*a más que gemir entrecortadamente cada vez que mis labios y mi lengua maltrataban alguno de sus agujeros. Los humedecÃ* con gran placer recreándome especialmente en su rajilla y en su pequeño botoncillo el cual masajeé con la yema del dedo y con mis labios. De tanto en tanto lo envolvÃ*a apretándolo entre mis labios logrando con ello que se estremeciera pidiendo aún mayores atenciones por mi parte.
¡Ufffff cariño, qué bueno es esto… me vuelves loca… eres malo conmigo pero sigue que me harás correr como una loca! –dijo mordiéndose el labio con desesperación y sin parar de retorcerse entre mis brazos.

AsÃ* seguÃ* chupándole el clÃ*toris cada vez a mayor velocidad para, aprovechando su debilidad, llevar al tiempo dos de mis dedos al agujero de su ano el cual empecé a traspasar con sumo cuidado hasta que noté cómo se derrumbaba sobre mÃ* alcanzando el primero de sus orgasmos. Al fin lo habÃ*a conseguido, al fin habÃ*a conseguido hacer mÃ*a a mi querida suegra, a aquella hembra tanto tiempo deseada. Metido entre sus piernas bebÃ* y bebÃ* sus jugos disfrutando del placer inmenso de aquella mujer que tanto me ponÃ*a. Agarrándome la cabeza entre sus manos me besó con gran cariño mientras se iba recuperando poco a poco del placer que le habÃ*a hecho sentir.

¡Ya casi no me acordaba de esto! ¡Qué bueno, mi amor… qué bien me lo has hecho… tienes una lengua y unos labios realmente juguetones y malvados! ¡Dios, qué gusto me has dado, maldito bastardo! –casi gritó de gusto aguantándose a última hora las ganas de hacerlo.

Levantándome del suelo fuimos a la enorme cama de matrimonio dejándome yo caer sobre ella y tumbándose Beatriz encima de mÃ* en posición inversa con lo que podÃ*amos disfrutar a placer del sexo tembloroso del otro. Teniéndola sobre mÃ* fui yo el primero en acariciar su sexo notándolo húmedo y mojado tras el orgasmo que habÃ*a logrado arrancarle. Con los dedos separé los labios que cubrÃ*an su clÃ*toris y asÃ* me dediqué nuevamente a chuparlo y lamerlo obligándola a gemir una vez más con aquella más que angustiosa caricia.

Por su parte, tampoco ella se quedó indiferente ni quieta agarrándome al momento mi miembro el cual aún se mostraba débil y cansado tras mi anterior corrida. La boca de aquella experta hembra lo acogió entre sus labios y con gran delicadeza lo empezó nuevamente a lamer con devoción arriba y abajo tratando de conseguir una nueva respuesta por parte de aquel músculo tan bello y hermoso. Los gemidos tÃ*midos de ambos se escuchaban en la habitación cada vez que las lenguas y los labios tocaban casi imperceptiblemente el sexo del otro. Tan pronto era yo el que gemÃ*a abandonando aquellos labios tiernos y delicados como era ella la que lo hacÃ*a al notar mi lengua maltratando los mojados pliegues de su inquieta flor.

De pronto y sin yo esperármelo, Beatriz comenzó a comerse mi polla devorándola salvajemente dentro de su boca para abandonarla de golpe como habÃ*a hecho ya antes en la cocina. Haciéndome sufrir llevó a cabo un juego de sensaciones encontradas entre rápidas chupadas y lamidas y parones bruscos y cortos para hacerme gozarlo mucho más. Sin embargo, debo reconocer que aquel juego me encantaba respondiéndole yo con la misma moneda jugando con el vello de su pubis y bajando luego por toda la rajilla hasta escucharla gimotear mientras se retorcÃ*a sobre mÃ*. Mi suegra, al tiempo que me la chupaba, se dedicaba a recorrer mis muslos con sus largas uñas haciéndome con ello vibrar de emoción.

Mi polla se enderezó entre sus manos y su boca y ahora ella se la tragó entera metiéndosela hasta el fondo para finalmente sacarla buscando encontrar su respiración. TenÃ*a ganas de follarla, de follarme a mi querida suegra a la que tanto tiempo llevaba deseando y necesitando disfrutar de aquel cuerpo de grandes pechos y de caderas rotundas.

AsÃ* pues la hice levantar y estirándola en la cama volvÃ* a introducirme entre sus piernas para gozar una vez más de su coñito el cual encontré encharcado y lleno de jugos. Los devoré con fervor consiguiendo arrancarle nuevos lamentos y gemidos y haciéndola explotar en un tumultuoso orgasmo que unió con otro muy seguido y que la dejó agotada y feliz acariciándome mis cabellos rizados mientras no dejaba de darme las gracias por tanto placer como le habÃ*a dado.

Pero aún faltaba el último de los placeres, aún me faltaba penetrarla y gozar de su cuerpo maduro y sensual asÃ* que, tumbada sobre la cama como la tenÃ*a, la vi doblar las piernas flexionándolas y mirándome a los ojos con mirada perdida me pidió que la penetrara diciéndome que deseaba tenerme dentro de ella y que necesitaba ser follada hasta morir.

Métemela Héctor… métemela hasta el fondo, muchacho… tanto tiempo deseándolo y al fin tengo alguien que me haga feliz –pronunció aquellas palabras entre débiles lamentos mientras me animaba a estirarme sobre ella.

Montando sobre ella apunté mi herramienta acercándola a la entrada de su sexo y dejándome caer lentamente fui entrando paso a paso notando cómo su rajilla se iba abriendo permitiendo el paso centÃ*metro a centÃ*metro de mi grueso aparato. Una vez hubo entrado el glande y parte del tronco me quedé unos segundos quieto para, dando un nuevo empujón mucho más decidido, quedar al fin ensartado dentro de la vagina de mi querida suegra a la que vi morderse el labio inferior para reprimir el fuerte gemido que trataba de escapar de entre sus labios.

Una lágrima de intensa felicidad escapó de su ojo cayendo por su rostro cansado y sonrosado. Rodeándome con las piernas me llevó contra ella ayudándome a empujar una vez más hasta que ambos empezamos a movernos copulando a buen ritmo. Tumbado sobre ella nos besamos mientras seguÃ*amos follando ahora mucho más rápido respirando con fuerza y gimiendo mi suegra cada vez que entraba llenándola y haciéndola sentir mi pene dentro de ella.

Fóllame cabrón, fóllame –reclamaba sin parar de moverse ayudándome en cada uno de los movimientos que le propinaba.

¿Te gusta? ¿Te gusta cariño? –pregunté sin dejar de golpear hasta que mis huevos quedaban pegados contra su piel.

¡Me encanta… no te pares… empuja, empuja con fuerza! –pidió con la voz entrecortada mientras me apretaba las nalgas entre sus dedos animándome asÃ* a seguir martirizándola.

Sin hacer caso a sus súplicas extraje el pene de su interior y agarrándola la hice poner a cuatro patas con las piernas bien abiertas y la cabeza echada sobre la almohada. De ese modo, arrodillándome tras ella acerqué el glande a la rosada entrada y cogiéndola bien por las caderas fui empujando una vez más entrando en su coñito sin dificultad alguna gracias a los abundantes jugos que su sexo producÃ*a.

¡SÃ*, métemela hasta el fondo… fóllame con fuerza… me llena sÃ*! –dijo como loca echando la cabeza hacia atrás y sin dejar de mirarme un solo momento a los ojos.

¡Tómala toda… tómala… ¿la sientes, cariño? –pregunté sin dejar de golpear cada vez más y más fuerte.

SÃ*, la siento… me llena entera… ufffffffffffffff, es muy grande… me llena –respondió con los ojos en blanco y recibiendo cada una de mis estocadas con un gesto de placer que jamás hubiera imaginado en una mujer como ella.

Cogida con fuerza la estuve follando sin parar entrando y saliendo de aquel húmedo agujero al tiempo que la tenÃ*a agarrada de los pechos sobándoselos y haciéndola jadear con cada uno de mis golpes. Los movimientos se fueron haciendo más y más brutales de forma que el placer para ambos se hizo inaguantable notando los dos la llegada del tan deseado final.

Beatriz arqueó la espalda echando las nalgas hacia atrás como si asÃ* consiguiera sentirme aún más. Entonces empujando sobre ella con fuerza inhumana sentÃ* la cercanÃ*a de mi orgasmo y asÃ* estuve taladrándola unos pocos segundos más hasta que, echándose hacia delante la vi buscar entre las piernas mis testÃ*culos los cuales apretó entre sus dedos haciéndome explotar vaciándome al momento en el interior de su vagina la cual llené con mis últimos espasmos de placer.

¡Me corro… me corro… no aguanto más… tómalo, tómalo todo… qué gusto siento! –exclamé junto a su oÃ*do lanzándole mi aliento cálido y cansado para después empezar a chuparle la oreja como un desesperado.

¡Me quema… córrete vamos… dámelo todo mi amor… dámelo todo, lo siento dentro de mÃ*! –dijo ella con cara de enorme placer y sin dejar de masajear mis testÃ*culos un solo instante hasta que finalmente logró dejármelos vacÃ*os por entero.

Agotado y satisfecho caÃ* sobre ella tratando de recuperar el perdido ritmo cardÃ*aco tras aquel encuentro con la madre de mi esposa a la que finalmente habÃ*a conseguido hacer mÃ*a con total complacencia por su parte. Cogiéndole la cara entre mis dedos nos besamos suavemente disfrutando de aquellos momentos tan maravillosos y espléndidos en los que ambos nos sentÃ*amos felices y plenos.

Ahora cariño vete a dormir… ya hablaremos mañana con tranquilidad cuando tu esposa se haya ido a trabajar –me dijo sonriéndome con complicidad como si con aquellas palabras deseara iniciar un compromiso mucho más profundo entre nosotros.

Y asÃ* separándome de mi querida suegra me levanté y me fui vistiendo frente a ella la cual ronroneó como una gatita mientras se hallaba acurrucada en la cama y sin dejar de mirarme con una cara de profunda felicidad. Una vez me hube vestido me eché sobre ella y besándola por última vez me dirigÃ* a mi dormitorio en el que encontré a mi mujer durmiendo como un niño pequeño y sin enterarse para nada de mi llegada…
 

gustgn

Virgen
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buen relato, lastima que no se vea bien algunas palabras!! gracias por el relato muy morboso!!
 

sigloXX

Virgen
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¿Donde estan esas suegras tan cachondas?
 
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