Gina era una joven que contaba con 31 años de edad, cabello casi rubio, ojos negros algo vivarachos, con una estatura mediana que no superaba el 1.65 de altura. Su cuerpo no es que fuera grueso pero tampoco delgada, con una figura bastante moldeada donde destacaba claramente unos senos algo grandes, desafiantes, que se denotaban firmes y bien parados. Su trasero tampoco dejaba impasible a nadie, ya que tenía unas nalgas firmes y bien contoneadas que destacaban perfectamente cuando llevaba alguna prenda tipo malla o tela bastante suave. No es que fuera una belleza, pero estaba de muy buen ver.
Se había casado con un hombre de 36 años de edad, un poco más alto que ella, algo delgado, pero un poco canoso pese a su edad, y, aunque no era un galán tenía un atractivo que había ganado el afecto y cariño de Gina. Este se llamaba Tomy, y trabajaba en una empresa de servicios donde se encargaba de la contabilidad de la misma.
Habían contraído matrimonio hacia uno dos años. Ella había soñado y así se lo había hecho saber a su esposo, que anhelaba ser madre sin esperar mucho tiempo. Conocía otras parejas que habían tardado bastante y luego les costó para poder tener un hijo, y que otros los tenían siendo algo mayores, por eso tenía clara su intención.
Desde los primeros momentos de su relación con Tomy, Gina se percató que la relación con su suegro iba a ser bastante bronca. Con la madre de Tomy no hubo problema, ya que era muy amable, una señora de la casa, bastante sumisa a los deseos de su marido, con carácter muy afable que siempre la trató muy bien. Por el contrario con el padre de su marido, las cosas fueron bien distintas. Mario, que así se llama el padre de su marido, siempre había demostrado un carácter totalmente machista y avasallador. Eso a Gina la desesperaba, y ello le llevó varias broncas con el mismo.
Mario era mucho más alto que su hijo, con una altura de casi 1.85, bastantes más canas, pero pese a su edad, cercano a los 70 años, mantenía un cuerpo bastante fornido, ancho de espaldas, con unos bíceps que destacaban considerablemente. Había trabajado en las obras, y tras su jubilación había continuado asistiendo a un gimnasio con frecuencia. Aunque Gina no lo mascaba, no dejaba de reconocer que el muy granuja era bastante bien parecido, incluso más que su propio hijo.
Aunque nunca llegó a propasarse con Gina, ella había contemplado en varias ocasiones como el padre de su marido le miraba el trasero, e incluso lo hacía algo descarado, incluso cuando ella estuviera mirando. No le dio mucha importancia, pero le había visto en alguna ocasión como se echaba mano a la bragueta y se tocaba el pene por encima del pantalón mientras la contemplaba. Este tipo de acciones hizo que comenzara a repudiar a su suegro con todas sus fuerzas. Nunca le dijo nada de esto a su marido, ya que sabía que pese a todos ellos mantenían una buena relación.
Tras dos años de matrimonio, aquella ilusión por ser madre a temprana edad se estaba deshaciendo. Ella no tomaba ningún anticonceptivo con la esperanza de ser concebida por su esposo en los encuentros amorosos que mantenían. Durante el primer año las relaciones amorosas con su esposo fueron bastante bien, pero transcurrido ese primer año, el sexo se fue transformando en ocasional. Tomy llegaba cansado a casa del trabajo, y apenas tenían tiempo para ellos mismos. Su marido estaba bien considerado en la empresa, pero como contrapartida lo tenían casi en exclusiva y de forma casi permanente. Aunque estaba bien remunerado, le ocupaba tanto tiempo que esos encuentros amorosos de pareja se fueron haciendo cada vez más distantes en el tiempo, y rara vez coincidía con sus días fértiles. Ante ello, Gina comenzó a preocuparse, ya que veía como sus esperanzas de ser madre se iban disipando.
Ella se lo comentaba a su esposo, y este la consolaba diciendo que tampoco se obsesionara, que cuando menos los pensara quedaría embarazada. Pero, pese a todo Gina comenzó a sentirse poco realizada. Ella era una mujer ardiente sexualmente hablando, y necesitaba más que aquellos encuentros distantes en el tiempo con su esposo.
Una tarde se había pasado por la casa de sus suegros y terminó hablando con su suegra sobre el tema de sus ansias de ser madre. Se encontraba en la cocina, y Mario no había llegado. Su suegra la animaba y trataba de consolarla. Sin embargo, ocurrió que en un momento dado, ella se percata de que el padre de su marido les estaba escuchando casi agazapado tras la puerta de la cocina. Obviamente había llegado sin que ellas se percataran. Había escuchado parte de la conversación que ambas mujeres mantenían. Sin embargo no hizo comentario alguno al entrar en la cocina.
Varios días después de aquella conversación, apareció por la casa de Gina su suegro, concretamente en horas de la mañana. A ella le extraño la presencia del mismo en su casa, especialmente conociendo que no se encontraba su marido. En ese momento se encontraba haciendo la comida.
-Buenas…¿Qué le trae por aquí a estas horas de la mañana?- le contesto ella, un poco a la defensiva como siempre, y extrañada por esa visita.
-¿acaso no puedo venir a visitar la casa de mi hijo?- le contestó el mismo.
-Ya. ¡Pero sabe que el no se encuentra en casa!. ¡Está trabajando!. Le responde ella.
El la mira de arriba abajo y le dice:- bueno. ¡Estas tu! ¿Verdad?. ¿Acaso no vas a dejar entrar a tu suegro? ¿No me digas que tienes miedo de tu suegro?
-¿miedo de Vd.?... por supuesto que no. Le contesto, franqueando la puerta y dejándole el paso libre para que accediera el interior de la vivienda. Ella lo detestaba, pero era el padre de su marido y tampoco quería enfrentarse demasiado con el mismo.
Ya dentro de la casa, por cumplir Gina le pregunta:- ¿quiere tomar algo?
-Una cerveza me vendría bien. Le contestó.
El la siguió hasta la cocina, y se sentó en una silla y comenzó a degustar la cerveza, mientras Gina continuó haciendo la comida. Ella estaba preocupada con que no se le pasara la comida que tenía en el caldero. Mientras se preocupaba de la comida y otras cosas siempre mirando al payo de la cocina, se percató que la indumentaria no era la adecuada para recibir a nadie y menos a su suegro. Se había colocado un pantalón malla de color blanco sumamente ajustado que solía ponerse con frecuencia para estar en casa, y una camiseta. Por ello aunque atendía a la comida tenía un ojo puesto en su suegro. Ella sabía que su suegro la estaría ojeando de arriba abajo como acostumbraba.
Y acertaba, ya que Mario se había percatado, una vez en la mesa, de la indumentaria que vestía su nuera y sin poder evitarlo, su pene comenzó a endurecerse bajo el pantalón. Aquel pantalón malla que vestía la mujer de su hijo, permitía distinguir claramente las endurecidas y bien contoneadas nalgas de la mujer, e incluso podía vislumbrarse el contorno de las bragas que llevaba. Nunca la había visto con una vestimenta tan sexy.
Gina al sentirse contemplada, se giró hacia él y nerviosa le dijo: -Mario… por favor “no me este mirando el culo”. Tenga vergüenza .. ¡Soy la mujer de su hijo!.
El la sonríe y con cierta parsimonia le contesta:- es imposible no poder mirarte Gina. Con esa malla que llevas. ¡La realidad es que se te ve bastante bien!.
Ella se sonroja, y verifica que ahora, al girarse y quedar de frente a su suegro, el dirige la mirada hacia la zona donde se localizaba su vagina. La malla que llevaba puesta permitía no solo ver el contorno igualmente de sus bragas, sino que igualmente dejaba ver el relieve de los labios de su vagina, los cuales ante la presión de la malla destacaban claramente. Ella sin querer miró hacia donde tenía concentrada la mirada su suegro, e instintivamente se puso la mano delante, tratando de ocular la visión a su suegro, diciendo: - Mario… ¡no sea descarado!. Por favor ¡Deje de mirarme…!
-No te pongas así Gina. Es que con esa malla tan ajustada, “hasta los labios del coño se te ven”. ¿Cómo quieres que no te mire?. Eres tú la que me ha recibido con ese atuendo.- le contesta el con total descaro. Era obvio que nunca se había cortado un pelo a la hora de hablar. Por ello tampoco le extraño mucho a Gina la forma grosera de dirigirse a ella.
-No sabía que venía. ¡Por eso no me había cambiado!- le contesta ella nerviosa y agitada.
-¿acostumbras a recibir a tu marido con esa vestimenta?.- le pregunta de pronto el hombre.
-¿y… qué..? ¡Estoy en mi casa!. Puedo recibir a mi marido como mejor me plazca.- le contesta ella enojada.
-Por supuesto. Lo que no entiendo es cómo teniendo una mujer como tú, mi hijo aún no te ha hecho un hijo. Le contesta el, sorprendiendo a la mujer.
Ella enrojece, se pone nerviosa y le contesta casi gritándole:- ¡eso es un problema de mi marido y mío!. ¡Vd. no tiene por que meterse! No crea que va a dominar nuestro matrimonio como lo hace con su esposa.
-Vaya.. Veo que te has acalorado. ¡No te sulfures preciosa!….pero sigo sin entender como mi hijo no te ha preñado aún. ¿Tenéis problemas?- le preguntó solicito.
-Problemas… ¡claro que no!... pero… ¿por qué tengo que estarle contando a Vd estas cosas?. Se enoja ella.
El se hace el desentendido, como si no la hubiera oído y vuelve a preguntarle: ¿han acudido a un médico? ¡Quizás tengáis algún problema y no lo sabéis!
Ella se siente bastante molesta con la preguntas, aunque comprende que su suegro quizás tenga razón y debían haber acudido a un médico. Pero no quería dar su brazo a torcer ante su suegro. Por ello con energía le responde: - ¡no necesitamos ningún médico!.
Mario la observa de arriba abajo y le vuelve a decir:- ¡Pues no comprendo a mi hijo!. Con ese cuerpo que tienes “yo te habría echado dos buenos polvos y te hubiera dejado preñada a la primera”.
Esa forma de hablar la sublevo. Aunque estaba acostumbrada a su forma bronca, jamás se había dirigido a ella de esa manera. Enrojeció, y le contesto:- ¡esta loco!... ¿cómo se atreve hablarme de esa forma?.. Pero, ¿que… se ha creído…? Acaso se cree que soy su mujer a la que trata como le da la gana.
-¡Siempre me has parecido muy gallito!. Le contesta él con una semisonrisa, y añade: Se ve que mi hijo no te trata como debe. “Las mujeres como tu necesitan un buen macho”. Mi hijo salió demasiado blando.. Era una grosería, pero realmente era la forma en que el hombre acostumbrada a tratar a su esposa y familiares.
- ¿acaso se cree más hombre que su hijo?...¡Es un desgraciado!... ¿Cuándo se entere su hijo de esto vera?- le contesto ella amenazante.
- ¿Acaso crees que me vas asustar con tu marido?. ¿Qué pensara tu marido cuando sepa que “has recibido a tu suegro como una autentica putita”, con esa malla tan ceñida? ¿Y si le comento que lo hiciste con la intención de provocar a tu suegro? Le dice el mismo.
-que yo … ¿quería provocarle?... ¡está loco de verdad! Mario mejor sería que salga de mi casa.
Ante la actitud desafiante de la mujer, este en lugar de retirarse, se incorpora de la mesa donde se encontraba, y se dirige hacia ella. La mujer se queda desconcertada, paralizada, sin saber reaccionar. Ella intenta evitar que el la sujete, pero la fuerza al hombre es muy superior a la de ella, y logra rodearla con sus brazos apretándola contra el: -pero ¿qué hace…?. ¡Suélteme!.
-Calla putita. ¡Yo sé lo que necesitas!. “Necesitas que un hombre como yo de eche un buen polvo”.. Se lo dijo de forma descarada, mientras con una mano logró palpar los duros pechos de la mujer a través de la camiseta que llevaba. Ella intento zafarse pero todo fue en vano. Más nerviosa se puso, al comprobar cómo la mano del hombre se introducía entre sus piernas y palpaba abiertamente la zona donde se localizaba su vagina, aún protegida por la malla que llegaba. Los dedos del hombre hicieron presión entre el relieve que formaban los labios de la vagina, para luego pasar sus gruesos dedos por toda la raja de la mujer, frotándola sobre la malla. –¡oh cabron.. Que me hace…! ….quite las manos de ahiiiii ¡suélteme!... ¡suélteme o grito!
Lejos de inmutarse, el hombre la gira colocándola mirando hacia el poyo de la cocina, y sin contemplaciones, tira del pantalón malla que la mujer llevaba puesto y de un tirón se lo baja casi hasta las rodillas. Con dicha acción tiró también de las bragas, la cuales bajaron al unísono, quedando el hermoso trasero de la mujer al desnudo… oh hijo puta… nooo… que me va hacer….
-vaya putita. Joder que trasero tienes.. le respondió él, al tiempo que ni corto ni perezoso comenzó a palpar con su gruesa mano las desnudas nalgas, acariciando la suave piel de sus glúteos, para terminar por introducir la mano entre las piernas de la mujer, y palpar esta vez si el ya encharcado coño de la misma. Oooo nooooo ahiiii nooooo
-vaya … sí que estas caliente. ¡Tienes todo el coño empapado preciosa!
Y era verdad. Gina pese a sentirse ultrajada por su suegro, en el fondo aquella forma de hablar totalmente dominante del hombre, le excitaba. Ya se había sentido bastante mojada desde los primeros momentos mientras sentía la mirada de su suegro hacia ella. Ahora al sentir los dedos del hombre frotando su raja vaginal estuvo a punto de hacerla alcanzar un orgasmo. El hombre no solo se contentó con frotar sus dedos, sino que pronto su dedo corazón de una longitud y grosor considerable se introdujo en su vagina llegando incrustándolo en su totalidad. La mujer al sentir aquel dedo en su interior se arqueó, ya que la posición la obligo a inclinarse hacia delante.
-oh noo ooo sáquelo ooooo… voy a gritar ooo
-Vas a gritar ….pero de autentico placer putita. El hombre sacó su dedo del coño de la nuera, y observando aquellas nalgas tan perfectas y el encharcado coño de la misma, procedió a desabrocharse los pantalones, los cuales cayeron al suelo. Y casi al mismo instante lleva la mano a su slip y lo hace descender dejando al aire un pene de unas dimensiones considerables. Si la mujer hubiera visto las dimensiones del tremendo pene que mostraba Mario entre sus piernas, de buen seguro que se hubiera cuando menos preocupado. La visión de aquel pene se asemejaba a un verdadero látigo, con unas dimensiones considerables y de un buen grosor. Nada que envidiar a la de un autentico mandingo. El hombre masajea entre sus manos su formidable tranca, haciendo que esta alcanzara una mayor erección y dureza, y sin más contemplaciones la acerca a la mujer hasta colocarla en el interior de las piernas, para luego enfilarla hacia la entrada de la vagina.
Ella sabía que su suegro se había bajado el pantalón, ya que había sentido como caía al suelo, pero no sabía las dimensiones del pene del mismo. Está pensando en su situación, sometida por su suegro, y sin saber qué es lo que realmente pretendía. Sabía que aquel era capaz de hacerla suya, aunque dudaba que se atreviera siendo la mujer de su hijo. Quizás solo quisiera asustarla.
Pero Mario no estaba bromeando. Cuando observa que su tranca esta a las mismas puertas de la vagina de su nuera, toma impulso de y de un golpe de riñones, introduce la daga con gran violencia en el interior de la maltrecha vagina de su nuera. Ohhhh nooooooo sa…..oooooo
La mujer sorprendida, se vio obligada agacharse y apoyar sus manos en el payo de la cocina para poder sostenerse, mientras comprobaba como un enorme trozo de carne se introducía a la fuerza en su vagina llegando casi al útero. –No por favor me haces daño …….ooooo es muy grande…….ooooo cabron noooo
Pero Mario, no estaba ahora por la labor de sacarla. Estaba cogiendo por primera vez a su nuera, la mujer de su hijo, y estaba contemplado el enorme placer que le producía alojar su tremenda tranca en aquella jugosa y estrecha vagina. Era evidente, que el pene de su hijo era mucho menor, ya que había visto como las paredes de la vagina de la nuera se dilataban al máximo para permitir la entrada de su poderoso falo.
-oh putita… que buen coño tienes. Uh… eres una buena hembra….¡veras que polvo te voy e echar!
Gina apenas podía contestar. Pese a los primeros momentos de dolor por la violencia con la que fue penetrada y las dimensiones de la tranca que ahora tenía en su vagina, apenas pudo articular palabra. Era como si una barra candente hubiera entrado en su vagina y la estuviera rompiendo por dentro. El dolor fue bastante intenso. El hombre se había quedado quieto, dejando su barra dentro de ella, totalmente ensartada, sin apenas poder moverse. Se sentía completamente atravesada.
Tras breves momentos, el dolor fue desapareciendo, y con sorpresa pudo comprobar cómo pronto su raja relajando, permitiendo soportar la enorme tranca del suegro. Los jugos que su vagina iban soltando, estaban permitiendo que la fricciones de aquel nabo en su cuquita, resultara ahora fuera más llevadero. E incluso comenzó a sentir placer.
Mario, al comprobar cómo cedía la presión de las paredes de la vagina de su nuera contra su verga, decidió que era hora de continuar, y comenzó un mete y saca lento, pero sin pausa. Pronto comprobó como más de la mitad de su tranca salía del coño de la mujer para volver a introducirse de nuevo en ella casi totalmente. Realmente aún le quedaba un poco de su pene fuera, pero tampoco quería dañarla. Pese a sus protestas, la mujer pronto comenzó a colaborar. Era digno de ver aquel tremendo hombre, de anchas espaldas, como tenía cogida a su nuera, mucho más baja que él, y por supuesto mucho más delgada. Parecía el cuerpo de un adulto follando a una adolescente.
El hombre más se excitaba al contemplar cómo se abrían las nalgas de su nuera a medida que se introducía su pene entre ellas y se alojaba en su carnosa vagina. Había tenido algunos escarceos fuera de su matrimonio, pero nada sin importancia. Ahora, a su edad septuagenaria, le parecía increíble que se estuviera cogiendo a su propia nuera. Sabía que era algo repugnante, pero aquella mujer le excitaba. Es más, el hecho de que siempre se hubiera puesto en contra del mismo, su enorme deseo de someterla, incrementaba su excitación. Su mujer hacía tiempo que había perdido el apetito sexual, y sus relaciones eran más que esporádicas. Pero la mujer joven que tenía delante, a la que le duplicaba en edad, le estaba produciendo un placer inmenso, algo que llevaba mucho tiempo sin saborear.
Gina pronto no puedo más, sin saber cómo verificó como comenzó a alcanzar su primer orgasmo. Se convulsionaban al tiempo apretaba con las paredes de su vagina la tranca del suegro como si quisiera triturarla, para terminar en una corrida increíble, que la dejó casi agotada. Pero el hombre no estaba por la labor de terminar aún. Comenzó un bombeo constante, perforando una y otra vez el coño de la mujer. ¡Parecía una autentica locomotora!. Su tranca entraba hasta tocar casi el útero de la mujer, para salir más de dos terceras partes, y volver a entrar de nuevo.
La mujer refuñaba, rugía, confusa entre la repudiación por lo que el padre de su marido le estaba haciendo y el placer que sin embargo sentía. Al tiempo que era penetrada, pensaba en la tremenda fortaleza que tenía el padre de su marido. Nada que ver con su esposo. No solo su pene era muy superior al suyo, sino que la potencia con la que estaba siendo invadida estaba muy lejos de poder alcanzarla nunca su marido. Se sentía sometida, pero en el fondo sentía que era algo que su cuerpo demandaba. Despreciaba a su suegro por su forma de ser y como la trataba, pero sin embargo, ahora pese a ese sometimiento, contemplaba que estaba disfrutando como una posesa. Aquel hombre la estaba poseyendo como nunca nadie lo había hecho. El nabo de aquel semental la llenaba por completo. Tal fue su placer, que pronto sin podérselo creer se vio convulsionándose nuevamente y alcanzando un segundo orgasmo, mientras el hombre continuaba bombeándola sin parar. –oh cabron me vengo de nuevo ooooo siiiiiiiiii
-así putita. Córrete… ¡estabas bien caliente…!.. era evidente que estabas necesitaba de una buena polla…
Mario se dio cuenta de que tampoco podía más. Estaba a punto de descargar. Dudo entre hacerlo dentro de su nuera o correrse fuera. Hacerlo dentro era una temeridad:¡podía embarazarla!. Pero un deseo superior a sus fuerzas le impulsaba a terminar dentro de su nuera. Tenía ahora sometida a la mujer que tanto se enfrentaba con él, deseaba someterla completamente. Por ello no lo dudó más: ¡tenía que correrse dentro!. Al diablo sus prejuicios…
La mujer al sentir como el pene del semental que la estaba poseyendo se endurecía e inflamaba dentro de su vagina, se percató de que el mismo estaba pronto de venirse. ¡Lo iba hacer dentro de ella!. No podía ser… ¡tenía que impedírselo!. ¿Y si la preñaba?...por ello, le dijo:
-No puedes hacerlo dentro…. Debes salirte… oh cabron…. ¡No lo hagas….!.... Eres un cabrón vas hacerlo dentro ….. noooo apenas pudo acabar la frase. En ese momento sintió los primeros latigazos contra las paredes de su vagina del semen que con gran potencia comenzó a expulsar el falo del padre de su marido. ….Oh lo estás haciendo ooooo
Se dio cuenta que el pene del ancestro de su esposo parecía un surtidor regando el caliente coño de la misma. ¡No se lo podía creer!. Cuando su esposo se corría apenas lo notaba, pero la eyaculación de aquel semental era lanzando con tal potencia y tan copiosamente, que era imposible no sentirlo.
-Oh si putita… me vas a deslechar… siiiii joder qué coño tienes…¡te lo voy a regar bien!!! siiiiiiiiiiiiiiiiiii
Tras acabar la eyaculación, el hombre procedió a retirar su falo del interior de la mujer. Al sacarla parecía como cuando destapas el corcho de una botella: chop chop… Ella se giró, lo miró y su primera visión fue contemplar el pene del macho que la había poseído de aquella manera. Se quedó asombrada. Jamás había visto un falo semejante. Pese haberse corrido, aún conservaba su dureza. Ahora lo tenía totalmente descapullado, con glande fuera y con restos de semen aún en la punta. Las venas que rodeaban aquella tranca la hacían aparentar aún más gruesa y poderosa aún. Luego, dirigió su mirada hacia la cara de su suegro y le recriminó:
-¿sabes lo que has hecho?... ¿lo sabes?... ¡eres un hijo de puta! ¡Te has follado a la mujer de tu hijo!.... además me has abierto mucho, y encima te has corrido dentro… ¿Y si quedo embarazada?...
El hombre la mira, y le contesta: - aunque sea un cabrón. ¡No me arrepiento!. “Tenía ganas de echarte un buen polvo”. No creo que estés ovulando. Pero… si no te preña mi hijo antes, ten por seguro que este macho te dejará bien embarazada un día de estos.
Gina, se estremeció ante las palabras de su suegro. El cabronazo no solo estaba orgulloso de lo que había hecho, sino que prometía volver a cogérsela y preñarla si fuera necesario. En el fondo sabía que amenaza no eran simples palabras. Conocía a su suegro, y que era muy capaz de cumplirlo.
Se miró la vagina, y observó como una hilera de semen descendía por sus muslos, y abriendo un poco sus labios vaginales observó que estaban totalmente enrojecidos e inflamados. La violencia de la cogida había sido patente.
-Joder ¿has visto como me ha dejado?. Tu hijo lo va a notar. Me has dejado el coño irritado y muy abierto.
-Ve a lavarte. Ya se te bajara la inflamación. Con un par de polvos más, ese coñito te quedará a punto.
Ella no le contesto, y con cierta sumisión, se fue al baño con la intención de lavarse. Dudo entre si cerrar la puerta o no, pero excitada la dejó abierta. Cuando se estaba lavando el coño en el bidet, entró Mario. La observó y el mismo se quitó la camisa, quedándose completamente en pelotas y acto seguido se metió en la bañera. Ella le espero mientras se echaba un poco de gel hidratante en los labios de su coño. Cuando por fin los vio salir, vio aquel cuerpo desnudo, y no pudo por menos que estremecerse. El cabronazo tenía un cuerpo diez pese a su edad, y además verificó que su cipote, aún en reposo, era bastante voluminoso.
Ella se había colocado las bragas, no así el pantalón malla. Mario se acercó, la volvió a estrechar entre sus grandes brazos, y ante la mirada desafiante de Gina, la besó en la boca por primera vez. Ella intentó zafarse, pero el continuó con el beso. Pero pronto tuvo que soltarla al ver como ella le propinaba un mordisco en uno de sus labios, que le hizo brotar la sangre.
-¡que arisca eres cabrona!. – le dijo él, mirando el espejo como brotaba sangre de su labio.- me has dejado marcado. Pero ya te bajare esos humos.
Ella le miraba con satisfacción. Ahora iba marcado y tendría que inventarse varias excusas para que nadie supiera la realidad de aquella mordida.
Tras secarse y colocarse la ropa, Mario procedió a salir de la casa, ya que en breve podía regresar su hijo a almorzar.
Al quedar sola, Gina quedo pensativa sobre lo que había ocurrido. Notaba que se encontraba tan abierta y dolorida que hasta le costaba andar. Esperaba que su esposo no se percatara. Aunque debía contarle lo ocurrido, sabía que era una temeridad, y que las consecuencias serían imprevisibles. Por ello decidió guardar silencio. Pese a sentirse ultrajada por su suegro, en el fondo reconocía que había disfrutando con la cogida que el mismo le había propinado.
Se había casado con un hombre de 36 años de edad, un poco más alto que ella, algo delgado, pero un poco canoso pese a su edad, y, aunque no era un galán tenía un atractivo que había ganado el afecto y cariño de Gina. Este se llamaba Tomy, y trabajaba en una empresa de servicios donde se encargaba de la contabilidad de la misma.
Habían contraído matrimonio hacia uno dos años. Ella había soñado y así se lo había hecho saber a su esposo, que anhelaba ser madre sin esperar mucho tiempo. Conocía otras parejas que habían tardado bastante y luego les costó para poder tener un hijo, y que otros los tenían siendo algo mayores, por eso tenía clara su intención.
Desde los primeros momentos de su relación con Tomy, Gina se percató que la relación con su suegro iba a ser bastante bronca. Con la madre de Tomy no hubo problema, ya que era muy amable, una señora de la casa, bastante sumisa a los deseos de su marido, con carácter muy afable que siempre la trató muy bien. Por el contrario con el padre de su marido, las cosas fueron bien distintas. Mario, que así se llama el padre de su marido, siempre había demostrado un carácter totalmente machista y avasallador. Eso a Gina la desesperaba, y ello le llevó varias broncas con el mismo.
Mario era mucho más alto que su hijo, con una altura de casi 1.85, bastantes más canas, pero pese a su edad, cercano a los 70 años, mantenía un cuerpo bastante fornido, ancho de espaldas, con unos bíceps que destacaban considerablemente. Había trabajado en las obras, y tras su jubilación había continuado asistiendo a un gimnasio con frecuencia. Aunque Gina no lo mascaba, no dejaba de reconocer que el muy granuja era bastante bien parecido, incluso más que su propio hijo.
Aunque nunca llegó a propasarse con Gina, ella había contemplado en varias ocasiones como el padre de su marido le miraba el trasero, e incluso lo hacía algo descarado, incluso cuando ella estuviera mirando. No le dio mucha importancia, pero le había visto en alguna ocasión como se echaba mano a la bragueta y se tocaba el pene por encima del pantalón mientras la contemplaba. Este tipo de acciones hizo que comenzara a repudiar a su suegro con todas sus fuerzas. Nunca le dijo nada de esto a su marido, ya que sabía que pese a todos ellos mantenían una buena relación.
Tras dos años de matrimonio, aquella ilusión por ser madre a temprana edad se estaba deshaciendo. Ella no tomaba ningún anticonceptivo con la esperanza de ser concebida por su esposo en los encuentros amorosos que mantenían. Durante el primer año las relaciones amorosas con su esposo fueron bastante bien, pero transcurrido ese primer año, el sexo se fue transformando en ocasional. Tomy llegaba cansado a casa del trabajo, y apenas tenían tiempo para ellos mismos. Su marido estaba bien considerado en la empresa, pero como contrapartida lo tenían casi en exclusiva y de forma casi permanente. Aunque estaba bien remunerado, le ocupaba tanto tiempo que esos encuentros amorosos de pareja se fueron haciendo cada vez más distantes en el tiempo, y rara vez coincidía con sus días fértiles. Ante ello, Gina comenzó a preocuparse, ya que veía como sus esperanzas de ser madre se iban disipando.
Ella se lo comentaba a su esposo, y este la consolaba diciendo que tampoco se obsesionara, que cuando menos los pensara quedaría embarazada. Pero, pese a todo Gina comenzó a sentirse poco realizada. Ella era una mujer ardiente sexualmente hablando, y necesitaba más que aquellos encuentros distantes en el tiempo con su esposo.
Una tarde se había pasado por la casa de sus suegros y terminó hablando con su suegra sobre el tema de sus ansias de ser madre. Se encontraba en la cocina, y Mario no había llegado. Su suegra la animaba y trataba de consolarla. Sin embargo, ocurrió que en un momento dado, ella se percata de que el padre de su marido les estaba escuchando casi agazapado tras la puerta de la cocina. Obviamente había llegado sin que ellas se percataran. Había escuchado parte de la conversación que ambas mujeres mantenían. Sin embargo no hizo comentario alguno al entrar en la cocina.
Varios días después de aquella conversación, apareció por la casa de Gina su suegro, concretamente en horas de la mañana. A ella le extraño la presencia del mismo en su casa, especialmente conociendo que no se encontraba su marido. En ese momento se encontraba haciendo la comida.
-Buenas…¿Qué le trae por aquí a estas horas de la mañana?- le contesto ella, un poco a la defensiva como siempre, y extrañada por esa visita.
-¿acaso no puedo venir a visitar la casa de mi hijo?- le contestó el mismo.
-Ya. ¡Pero sabe que el no se encuentra en casa!. ¡Está trabajando!. Le responde ella.
El la mira de arriba abajo y le dice:- bueno. ¡Estas tu! ¿Verdad?. ¿Acaso no vas a dejar entrar a tu suegro? ¿No me digas que tienes miedo de tu suegro?
-¿miedo de Vd.?... por supuesto que no. Le contesto, franqueando la puerta y dejándole el paso libre para que accediera el interior de la vivienda. Ella lo detestaba, pero era el padre de su marido y tampoco quería enfrentarse demasiado con el mismo.
Ya dentro de la casa, por cumplir Gina le pregunta:- ¿quiere tomar algo?
-Una cerveza me vendría bien. Le contestó.
El la siguió hasta la cocina, y se sentó en una silla y comenzó a degustar la cerveza, mientras Gina continuó haciendo la comida. Ella estaba preocupada con que no se le pasara la comida que tenía en el caldero. Mientras se preocupaba de la comida y otras cosas siempre mirando al payo de la cocina, se percató que la indumentaria no era la adecuada para recibir a nadie y menos a su suegro. Se había colocado un pantalón malla de color blanco sumamente ajustado que solía ponerse con frecuencia para estar en casa, y una camiseta. Por ello aunque atendía a la comida tenía un ojo puesto en su suegro. Ella sabía que su suegro la estaría ojeando de arriba abajo como acostumbraba.
Y acertaba, ya que Mario se había percatado, una vez en la mesa, de la indumentaria que vestía su nuera y sin poder evitarlo, su pene comenzó a endurecerse bajo el pantalón. Aquel pantalón malla que vestía la mujer de su hijo, permitía distinguir claramente las endurecidas y bien contoneadas nalgas de la mujer, e incluso podía vislumbrarse el contorno de las bragas que llevaba. Nunca la había visto con una vestimenta tan sexy.
Gina al sentirse contemplada, se giró hacia él y nerviosa le dijo: -Mario… por favor “no me este mirando el culo”. Tenga vergüenza .. ¡Soy la mujer de su hijo!.
El la sonríe y con cierta parsimonia le contesta:- es imposible no poder mirarte Gina. Con esa malla que llevas. ¡La realidad es que se te ve bastante bien!.
Ella se sonroja, y verifica que ahora, al girarse y quedar de frente a su suegro, el dirige la mirada hacia la zona donde se localizaba su vagina. La malla que llevaba puesta permitía no solo ver el contorno igualmente de sus bragas, sino que igualmente dejaba ver el relieve de los labios de su vagina, los cuales ante la presión de la malla destacaban claramente. Ella sin querer miró hacia donde tenía concentrada la mirada su suegro, e instintivamente se puso la mano delante, tratando de ocular la visión a su suegro, diciendo: - Mario… ¡no sea descarado!. Por favor ¡Deje de mirarme…!
-No te pongas así Gina. Es que con esa malla tan ajustada, “hasta los labios del coño se te ven”. ¿Cómo quieres que no te mire?. Eres tú la que me ha recibido con ese atuendo.- le contesta el con total descaro. Era obvio que nunca se había cortado un pelo a la hora de hablar. Por ello tampoco le extraño mucho a Gina la forma grosera de dirigirse a ella.
-No sabía que venía. ¡Por eso no me había cambiado!- le contesta ella nerviosa y agitada.
-¿acostumbras a recibir a tu marido con esa vestimenta?.- le pregunta de pronto el hombre.
-¿y… qué..? ¡Estoy en mi casa!. Puedo recibir a mi marido como mejor me plazca.- le contesta ella enojada.
-Por supuesto. Lo que no entiendo es cómo teniendo una mujer como tú, mi hijo aún no te ha hecho un hijo. Le contesta el, sorprendiendo a la mujer.
Ella enrojece, se pone nerviosa y le contesta casi gritándole:- ¡eso es un problema de mi marido y mío!. ¡Vd. no tiene por que meterse! No crea que va a dominar nuestro matrimonio como lo hace con su esposa.
-Vaya.. Veo que te has acalorado. ¡No te sulfures preciosa!….pero sigo sin entender como mi hijo no te ha preñado aún. ¿Tenéis problemas?- le preguntó solicito.
-Problemas… ¡claro que no!... pero… ¿por qué tengo que estarle contando a Vd estas cosas?. Se enoja ella.
El se hace el desentendido, como si no la hubiera oído y vuelve a preguntarle: ¿han acudido a un médico? ¡Quizás tengáis algún problema y no lo sabéis!
Ella se siente bastante molesta con la preguntas, aunque comprende que su suegro quizás tenga razón y debían haber acudido a un médico. Pero no quería dar su brazo a torcer ante su suegro. Por ello con energía le responde: - ¡no necesitamos ningún médico!.
Mario la observa de arriba abajo y le vuelve a decir:- ¡Pues no comprendo a mi hijo!. Con ese cuerpo que tienes “yo te habría echado dos buenos polvos y te hubiera dejado preñada a la primera”.
Esa forma de hablar la sublevo. Aunque estaba acostumbrada a su forma bronca, jamás se había dirigido a ella de esa manera. Enrojeció, y le contesto:- ¡esta loco!... ¿cómo se atreve hablarme de esa forma?.. Pero, ¿que… se ha creído…? Acaso se cree que soy su mujer a la que trata como le da la gana.
-¡Siempre me has parecido muy gallito!. Le contesta él con una semisonrisa, y añade: Se ve que mi hijo no te trata como debe. “Las mujeres como tu necesitan un buen macho”. Mi hijo salió demasiado blando.. Era una grosería, pero realmente era la forma en que el hombre acostumbrada a tratar a su esposa y familiares.
- ¿acaso se cree más hombre que su hijo?...¡Es un desgraciado!... ¿Cuándo se entere su hijo de esto vera?- le contesto ella amenazante.
- ¿Acaso crees que me vas asustar con tu marido?. ¿Qué pensara tu marido cuando sepa que “has recibido a tu suegro como una autentica putita”, con esa malla tan ceñida? ¿Y si le comento que lo hiciste con la intención de provocar a tu suegro? Le dice el mismo.
-que yo … ¿quería provocarle?... ¡está loco de verdad! Mario mejor sería que salga de mi casa.
Ante la actitud desafiante de la mujer, este en lugar de retirarse, se incorpora de la mesa donde se encontraba, y se dirige hacia ella. La mujer se queda desconcertada, paralizada, sin saber reaccionar. Ella intenta evitar que el la sujete, pero la fuerza al hombre es muy superior a la de ella, y logra rodearla con sus brazos apretándola contra el: -pero ¿qué hace…?. ¡Suélteme!.
-Calla putita. ¡Yo sé lo que necesitas!. “Necesitas que un hombre como yo de eche un buen polvo”.. Se lo dijo de forma descarada, mientras con una mano logró palpar los duros pechos de la mujer a través de la camiseta que llevaba. Ella intento zafarse pero todo fue en vano. Más nerviosa se puso, al comprobar cómo la mano del hombre se introducía entre sus piernas y palpaba abiertamente la zona donde se localizaba su vagina, aún protegida por la malla que llegaba. Los dedos del hombre hicieron presión entre el relieve que formaban los labios de la vagina, para luego pasar sus gruesos dedos por toda la raja de la mujer, frotándola sobre la malla. –¡oh cabron.. Que me hace…! ….quite las manos de ahiiiii ¡suélteme!... ¡suélteme o grito!
Lejos de inmutarse, el hombre la gira colocándola mirando hacia el poyo de la cocina, y sin contemplaciones, tira del pantalón malla que la mujer llevaba puesto y de un tirón se lo baja casi hasta las rodillas. Con dicha acción tiró también de las bragas, la cuales bajaron al unísono, quedando el hermoso trasero de la mujer al desnudo… oh hijo puta… nooo… que me va hacer….
-vaya putita. Joder que trasero tienes.. le respondió él, al tiempo que ni corto ni perezoso comenzó a palpar con su gruesa mano las desnudas nalgas, acariciando la suave piel de sus glúteos, para terminar por introducir la mano entre las piernas de la mujer, y palpar esta vez si el ya encharcado coño de la misma. Oooo nooooo ahiiii nooooo
-vaya … sí que estas caliente. ¡Tienes todo el coño empapado preciosa!
Y era verdad. Gina pese a sentirse ultrajada por su suegro, en el fondo aquella forma de hablar totalmente dominante del hombre, le excitaba. Ya se había sentido bastante mojada desde los primeros momentos mientras sentía la mirada de su suegro hacia ella. Ahora al sentir los dedos del hombre frotando su raja vaginal estuvo a punto de hacerla alcanzar un orgasmo. El hombre no solo se contentó con frotar sus dedos, sino que pronto su dedo corazón de una longitud y grosor considerable se introdujo en su vagina llegando incrustándolo en su totalidad. La mujer al sentir aquel dedo en su interior se arqueó, ya que la posición la obligo a inclinarse hacia delante.
-oh noo ooo sáquelo ooooo… voy a gritar ooo
-Vas a gritar ….pero de autentico placer putita. El hombre sacó su dedo del coño de la nuera, y observando aquellas nalgas tan perfectas y el encharcado coño de la misma, procedió a desabrocharse los pantalones, los cuales cayeron al suelo. Y casi al mismo instante lleva la mano a su slip y lo hace descender dejando al aire un pene de unas dimensiones considerables. Si la mujer hubiera visto las dimensiones del tremendo pene que mostraba Mario entre sus piernas, de buen seguro que se hubiera cuando menos preocupado. La visión de aquel pene se asemejaba a un verdadero látigo, con unas dimensiones considerables y de un buen grosor. Nada que envidiar a la de un autentico mandingo. El hombre masajea entre sus manos su formidable tranca, haciendo que esta alcanzara una mayor erección y dureza, y sin más contemplaciones la acerca a la mujer hasta colocarla en el interior de las piernas, para luego enfilarla hacia la entrada de la vagina.
Ella sabía que su suegro se había bajado el pantalón, ya que había sentido como caía al suelo, pero no sabía las dimensiones del pene del mismo. Está pensando en su situación, sometida por su suegro, y sin saber qué es lo que realmente pretendía. Sabía que aquel era capaz de hacerla suya, aunque dudaba que se atreviera siendo la mujer de su hijo. Quizás solo quisiera asustarla.
Pero Mario no estaba bromeando. Cuando observa que su tranca esta a las mismas puertas de la vagina de su nuera, toma impulso de y de un golpe de riñones, introduce la daga con gran violencia en el interior de la maltrecha vagina de su nuera. Ohhhh nooooooo sa…..oooooo
La mujer sorprendida, se vio obligada agacharse y apoyar sus manos en el payo de la cocina para poder sostenerse, mientras comprobaba como un enorme trozo de carne se introducía a la fuerza en su vagina llegando casi al útero. –No por favor me haces daño …….ooooo es muy grande…….ooooo cabron noooo
Pero Mario, no estaba ahora por la labor de sacarla. Estaba cogiendo por primera vez a su nuera, la mujer de su hijo, y estaba contemplado el enorme placer que le producía alojar su tremenda tranca en aquella jugosa y estrecha vagina. Era evidente, que el pene de su hijo era mucho menor, ya que había visto como las paredes de la vagina de la nuera se dilataban al máximo para permitir la entrada de su poderoso falo.
-oh putita… que buen coño tienes. Uh… eres una buena hembra….¡veras que polvo te voy e echar!
Gina apenas podía contestar. Pese a los primeros momentos de dolor por la violencia con la que fue penetrada y las dimensiones de la tranca que ahora tenía en su vagina, apenas pudo articular palabra. Era como si una barra candente hubiera entrado en su vagina y la estuviera rompiendo por dentro. El dolor fue bastante intenso. El hombre se había quedado quieto, dejando su barra dentro de ella, totalmente ensartada, sin apenas poder moverse. Se sentía completamente atravesada.
Tras breves momentos, el dolor fue desapareciendo, y con sorpresa pudo comprobar cómo pronto su raja relajando, permitiendo soportar la enorme tranca del suegro. Los jugos que su vagina iban soltando, estaban permitiendo que la fricciones de aquel nabo en su cuquita, resultara ahora fuera más llevadero. E incluso comenzó a sentir placer.
Mario, al comprobar cómo cedía la presión de las paredes de la vagina de su nuera contra su verga, decidió que era hora de continuar, y comenzó un mete y saca lento, pero sin pausa. Pronto comprobó como más de la mitad de su tranca salía del coño de la mujer para volver a introducirse de nuevo en ella casi totalmente. Realmente aún le quedaba un poco de su pene fuera, pero tampoco quería dañarla. Pese a sus protestas, la mujer pronto comenzó a colaborar. Era digno de ver aquel tremendo hombre, de anchas espaldas, como tenía cogida a su nuera, mucho más baja que él, y por supuesto mucho más delgada. Parecía el cuerpo de un adulto follando a una adolescente.
El hombre más se excitaba al contemplar cómo se abrían las nalgas de su nuera a medida que se introducía su pene entre ellas y se alojaba en su carnosa vagina. Había tenido algunos escarceos fuera de su matrimonio, pero nada sin importancia. Ahora, a su edad septuagenaria, le parecía increíble que se estuviera cogiendo a su propia nuera. Sabía que era algo repugnante, pero aquella mujer le excitaba. Es más, el hecho de que siempre se hubiera puesto en contra del mismo, su enorme deseo de someterla, incrementaba su excitación. Su mujer hacía tiempo que había perdido el apetito sexual, y sus relaciones eran más que esporádicas. Pero la mujer joven que tenía delante, a la que le duplicaba en edad, le estaba produciendo un placer inmenso, algo que llevaba mucho tiempo sin saborear.
Gina pronto no puedo más, sin saber cómo verificó como comenzó a alcanzar su primer orgasmo. Se convulsionaban al tiempo apretaba con las paredes de su vagina la tranca del suegro como si quisiera triturarla, para terminar en una corrida increíble, que la dejó casi agotada. Pero el hombre no estaba por la labor de terminar aún. Comenzó un bombeo constante, perforando una y otra vez el coño de la mujer. ¡Parecía una autentica locomotora!. Su tranca entraba hasta tocar casi el útero de la mujer, para salir más de dos terceras partes, y volver a entrar de nuevo.
La mujer refuñaba, rugía, confusa entre la repudiación por lo que el padre de su marido le estaba haciendo y el placer que sin embargo sentía. Al tiempo que era penetrada, pensaba en la tremenda fortaleza que tenía el padre de su marido. Nada que ver con su esposo. No solo su pene era muy superior al suyo, sino que la potencia con la que estaba siendo invadida estaba muy lejos de poder alcanzarla nunca su marido. Se sentía sometida, pero en el fondo sentía que era algo que su cuerpo demandaba. Despreciaba a su suegro por su forma de ser y como la trataba, pero sin embargo, ahora pese a ese sometimiento, contemplaba que estaba disfrutando como una posesa. Aquel hombre la estaba poseyendo como nunca nadie lo había hecho. El nabo de aquel semental la llenaba por completo. Tal fue su placer, que pronto sin podérselo creer se vio convulsionándose nuevamente y alcanzando un segundo orgasmo, mientras el hombre continuaba bombeándola sin parar. –oh cabron me vengo de nuevo ooooo siiiiiiiiii
-así putita. Córrete… ¡estabas bien caliente…!.. era evidente que estabas necesitaba de una buena polla…
Mario se dio cuenta de que tampoco podía más. Estaba a punto de descargar. Dudo entre hacerlo dentro de su nuera o correrse fuera. Hacerlo dentro era una temeridad:¡podía embarazarla!. Pero un deseo superior a sus fuerzas le impulsaba a terminar dentro de su nuera. Tenía ahora sometida a la mujer que tanto se enfrentaba con él, deseaba someterla completamente. Por ello no lo dudó más: ¡tenía que correrse dentro!. Al diablo sus prejuicios…
La mujer al sentir como el pene del semental que la estaba poseyendo se endurecía e inflamaba dentro de su vagina, se percató de que el mismo estaba pronto de venirse. ¡Lo iba hacer dentro de ella!. No podía ser… ¡tenía que impedírselo!. ¿Y si la preñaba?...por ello, le dijo:
-No puedes hacerlo dentro…. Debes salirte… oh cabron…. ¡No lo hagas….!.... Eres un cabrón vas hacerlo dentro ….. noooo apenas pudo acabar la frase. En ese momento sintió los primeros latigazos contra las paredes de su vagina del semen que con gran potencia comenzó a expulsar el falo del padre de su marido. ….Oh lo estás haciendo ooooo
Se dio cuenta que el pene del ancestro de su esposo parecía un surtidor regando el caliente coño de la misma. ¡No se lo podía creer!. Cuando su esposo se corría apenas lo notaba, pero la eyaculación de aquel semental era lanzando con tal potencia y tan copiosamente, que era imposible no sentirlo.
-Oh si putita… me vas a deslechar… siiiii joder qué coño tienes…¡te lo voy a regar bien!!! siiiiiiiiiiiiiiiiiii
Tras acabar la eyaculación, el hombre procedió a retirar su falo del interior de la mujer. Al sacarla parecía como cuando destapas el corcho de una botella: chop chop… Ella se giró, lo miró y su primera visión fue contemplar el pene del macho que la había poseído de aquella manera. Se quedó asombrada. Jamás había visto un falo semejante. Pese haberse corrido, aún conservaba su dureza. Ahora lo tenía totalmente descapullado, con glande fuera y con restos de semen aún en la punta. Las venas que rodeaban aquella tranca la hacían aparentar aún más gruesa y poderosa aún. Luego, dirigió su mirada hacia la cara de su suegro y le recriminó:
-¿sabes lo que has hecho?... ¿lo sabes?... ¡eres un hijo de puta! ¡Te has follado a la mujer de tu hijo!.... además me has abierto mucho, y encima te has corrido dentro… ¿Y si quedo embarazada?...
El hombre la mira, y le contesta: - aunque sea un cabrón. ¡No me arrepiento!. “Tenía ganas de echarte un buen polvo”. No creo que estés ovulando. Pero… si no te preña mi hijo antes, ten por seguro que este macho te dejará bien embarazada un día de estos.
Gina, se estremeció ante las palabras de su suegro. El cabronazo no solo estaba orgulloso de lo que había hecho, sino que prometía volver a cogérsela y preñarla si fuera necesario. En el fondo sabía que amenaza no eran simples palabras. Conocía a su suegro, y que era muy capaz de cumplirlo.
Se miró la vagina, y observó como una hilera de semen descendía por sus muslos, y abriendo un poco sus labios vaginales observó que estaban totalmente enrojecidos e inflamados. La violencia de la cogida había sido patente.
-Joder ¿has visto como me ha dejado?. Tu hijo lo va a notar. Me has dejado el coño irritado y muy abierto.
-Ve a lavarte. Ya se te bajara la inflamación. Con un par de polvos más, ese coñito te quedará a punto.
Ella no le contesto, y con cierta sumisión, se fue al baño con la intención de lavarse. Dudo entre si cerrar la puerta o no, pero excitada la dejó abierta. Cuando se estaba lavando el coño en el bidet, entró Mario. La observó y el mismo se quitó la camisa, quedándose completamente en pelotas y acto seguido se metió en la bañera. Ella le espero mientras se echaba un poco de gel hidratante en los labios de su coño. Cuando por fin los vio salir, vio aquel cuerpo desnudo, y no pudo por menos que estremecerse. El cabronazo tenía un cuerpo diez pese a su edad, y además verificó que su cipote, aún en reposo, era bastante voluminoso.
Ella se había colocado las bragas, no así el pantalón malla. Mario se acercó, la volvió a estrechar entre sus grandes brazos, y ante la mirada desafiante de Gina, la besó en la boca por primera vez. Ella intentó zafarse, pero el continuó con el beso. Pero pronto tuvo que soltarla al ver como ella le propinaba un mordisco en uno de sus labios, que le hizo brotar la sangre.
-¡que arisca eres cabrona!. – le dijo él, mirando el espejo como brotaba sangre de su labio.- me has dejado marcado. Pero ya te bajare esos humos.
Ella le miraba con satisfacción. Ahora iba marcado y tendría que inventarse varias excusas para que nadie supiera la realidad de aquella mordida.
Tras secarse y colocarse la ropa, Mario procedió a salir de la casa, ya que en breve podía regresar su hijo a almorzar.
Al quedar sola, Gina quedo pensativa sobre lo que había ocurrido. Notaba que se encontraba tan abierta y dolorida que hasta le costaba andar. Esperaba que su esposo no se percatara. Aunque debía contarle lo ocurrido, sabía que era una temeridad, y que las consecuencias serían imprevisibles. Por ello decidió guardar silencio. Pese a sentirse ultrajada por su suegro, en el fondo reconocía que había disfrutando con la cogida que el mismo le había propinado.