ViejoZorro
Virgen
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Gabriela... Una adorable mujer casada 1
Gabriela caminaba de un lado a otro pensando que hacer, pensaba si estaba haciendo lo correcto.
Muy en el fondo sabía la respuesta, aunque las circunstancias fueran especiales no debería hacer lo que estaba por pasar.
Estaba a punto de salir con un hombre que no era su marido, sin embargo no lo traicionaría, eso jamás y menos con tan despreciable sujeto.
Rápidamente cogió el teléfono, deseando que no fuera demasiado tarde para cancelar aquella cita extramarital, argumentaría cualquier cosa, pero cuando comenzó a marcar las teclas escuchó sonar el timbre, se maldijo a si misma, había sido muy lenta.
Se preguntó si aun habría marcha atrás.
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Semanas antes.
No había sido un buen día para la bella Gabriela.
Su jefe estuvo de mal humor, incluso con ella, lo que significó más trabajo.
Se preguntaba si era su culpa, si tal vez las constantes negativas a salir con él finalmente le pasaban la factura.
Todos en la oficina sabían que el señor Martínez, su jefe, intentaba cortejarla pero ella al estar casada y feliz solo lo toreaba, le daba alas (como comúnmente se dice en México) se reía jovial y pícaramente ante sus insinuaciones, todo esto con afán de conservar su empleo.
Sumida en estos pensamientos estaba cuando el sonido de un claxon la despertó.
--Apúrele señora…!, -escuchó decir una voz proveniente del automóvil que tenia detrás de su camioneta.
A sus 26 años Gabriela de Guillen podía decir orgullosa que era una mujer plena y feliz, casada desde los 20 con el amor de su vida, Cesar Guillen, un hombre que conoció a los 18 años y del cual rápidamente se enamoró y comenzaron a salir juntos. Al paso de 2 años se casaron y un año después dio a luz a un hermoso y saludable niño llamado Jacobo.
Gaby (como comúnmente la llamaban) aprovechaba los pocos minutos en los que podía estar sola para reflexionar sobre sus sueños, su familia, su trabajo, en fin todas esas cosas que las labores cotidianas no se lo permitían.
Pero hoy era diferente, debía recoger a su hijo con su “adorable suegra”, el solo ver la cara de esa señora la ponía de malas, no se llevaban muy bien.
Reflexionando sobre su enemistad con Doña Romina llegó a la conclusión de que por ella (Gaby) no había empezado, siempre quiso tratarla bien pero al parecer doña Romina no quería lo mismo.
En esos momentos sin querer pisó el acelerador de su camioneta y para su mala suerte salió del carril y fue a impactar con un coche que estaba estacionado en la acera.
--Dios…!, -pensó Gaby algo aturdida y sacudida por el golpe, era la primera vez en su vida que chocaba.
Luego de unos momentos observó como un sujeto bajó del carro, a la distancia lo notó molesto, muy molesto. El tipo maldiciendo en voz alta se dirigió a encarar a quien lo chocó.
Estaba un poco asustada, pero al ser una persona honesta se dispuso a afrontar las consecuencias de su error.
En un instante el sujeto ya estaba frente a su camioneta. Fueron solo segundos en que el aireado estado de aquel energúmeno pasó a ser de maravillado por la sola visión que tenia frente a él.
Los ojos del viejo se clavaron en el tierno rostro de Gabriela, con esos hermosos ojos azules, su tez blanca, sus labios carnosos de un intenso rojo carmesí, su hermoso y lacio cabello rubio hasta por debajo de los hombros, finamente maquillada.
Jamás en su vida aquel tipo había visto un rostro tan hermoso.
Ella también lo vio. Era un tipo gordo, bastante ancho, alto, de alrededor de 50 años, bastante desalineado, llevaba puesto un overol de trabajo que se veía bastante sucio y con manchas de aceite y grasas.
--Buenasssss… señito…, -dijo el hombre, al cual Gaby vio, con lo que rápidamente pensó que era un viejo verde de esos que usualmente se topaba en las calles, olió el fétido aliento de su boca, por lo visto no era un hombre muy limpio.
--Discúlpeme señor…!, fue un completo error de mi parte…!, -Se disculpó la preocupada chica quien aun se encontraba sentada en el asiento del conductor.
--Tranquilícese mi reina, Jejeje, si no es para tanto, primero presentémonos, mi nombre es Cipriano, y ¿el suyo princesa?, -el hombre estiró su mano tratando de que la mujer le devolviera el saludo.
Era impresionante como al verla el hombre cambio su humor, si se hubiese tratado de un hombre probablemente hubiese existido pelea, pero no con ella, no con semejante pedazo de hembra, pensaba el entusiasmado hombre.
--Tiene razón, que mal educada soy…, -dijo Gaby llevándose las manos a la cara. --Mi nombre es Gabriela…, -la joven mujer casada al igual que el viejo estrechó su mano en señal de presentación, a pesar de que el hombre no le daba buena impresión ella no era prejuiciosa, pensaba que tal vez debajo de ese vulgar exterior se encontraba una buena persona.
--Bueno, -dijo el viejo Cipriano, --ahora si vamos a hablar de lo que pasó…, -el sujeto hablaba en tono sugerente que Gaby entendía, sin embargo estaba acostumbrada a esas actitudes de parte de hombres de todas las edades, por lo cual no le dio importancia.
Gabriela abrió la puerta de su auto y de una manera muy sensual (sin proponérselo, ya que así era ella naturalmente) bajó de su vehículo.
El viejo tenía los ojos como platos al poder observar en total plenitud la figura aquella espectacular mujer.
La veía de arriba y hacia abajo, sus impactantes piernas, su vientre plano resultado de mucho tiempo de gimnasio, su enorme trasero el cual parecía querer romper el apretado pantalón de mezclilla con el que estaba cubierto, subiendo más arriba su mirada vio los impactantes cantaros de miel de la chica, tan majestuosos como imponentes, completamente erguidos a pesar de su exagerado tamaño. En fin Gaby era una chica de concurso.
La dulce, pero a la vez sexy voz de Gabriela lo despertaron de sus lascivos pensamientos.
--Por favor discúlpeme señor, fue un grave descuido de mi parte…
--No te preocupes muñeca, al parecer mi carro no sufrió más que una abolladura, -dijo el viejo Cipriano señalando su auto, --el que si quedó mal fue el tuyo, mira nomas.
Era verdad, su camioneta era la que se había llevado la peor parte, no sabía qué hacer, uno de los pocos problemas que acarreaba su matrimonio era el tema económico por el cual estaban atravesando.
Cesar, su marido hacía poco tiempo que había perdido su trabajo, solamente se sostenían de lo que ella ganaba como secretaria, que no era mucho y para acabar de amolarla el moderno vehículo aun no terminaban de pagarlo.
--Señor… -dijo Gabriela, --le reitero mi disculpa, pero…, -dudó en seguir, sin embargo lo hizo, --en este momento estamos cortos de dinero, le propongo dejarle mi número de teléfono y domicilio y en 1 mes yo le pago el desperfecto… ¿siiiiiiiiii?, -esto último lo dijo en tono coqueto (este tipo de actitudes no las hacía a propósito, es solo que en toda su vida al ser acosada por los hombres inconscientemente había aprendido que su belleza podía abrirle algunas puertas, y por ende ciertos beneficios.
El viejo estaba que no se la creía, estaba algo indeciso, no sabía si el forro de mujer que tenía en frente estaba coqueteando con él o era su imaginación, en cualquier caso no quería dejar de verla.
--No te preocupes Gaby, -esta fue la primera vez que el viejo la llamó por su nombre. --Déjeme decirle que está al frente del mejor mecánico del rumbo… jajaja…!, -reía orgulloso el viejo mecánico mientras colocaba su mano en su prominente barriga
--En serio?, -preguntó Gaby con verdadera curiosidad, y es que así era ella, curiosa, coqueta, alegre, divertida, la típica chica que siempre llama la atención, y no solo por su cuerpo, si no por ser una persona muy agradable y carismática, aunque ser así de desinhibida algunas veces acarreaba problemas, mas de una vez había cacheteado a alguien por mal interpretar su actitud, por creer que podían llegar a mas con ella, justo como el viejo Cipriano lo hacía en esos momentos.
--Claro que si reinita… déjame revisar el motor de tu camioneta que al parecer fue lo que más se madreó…
--Muchísimas gracias Don Cipriano…!, -dijo esto mostrando aquella sonrisa de dientes perfectos que enloquecían a cualquier hombre y que obviamente el viejo Cipriano no era la excepción
--Sin cuidado chiquita… ahora súbete a la camioneta y dale contacto cuando yo te diga…. -Gabriela estaba tan acostumbrada a que la mayoría de los hombres la llamaran de esa manera (chiquita, reina, nena, mami etc.) que ya no le daba importancia y obedeció.
Sentada en el asiento del conductor Gabriela veía como Don Cipriano revisaba su motor, rogando a dios que cuando le ordenase que prendiera el motor, si prendiera, cosa que desafortunadamente no ocurrió, maldijo para sus adentros, ¿cómo era posible que aunque ella provocó el choque su camioneta era la que se llevó la peor parte?
--Quedó más madreado de lo que pensé mi seño…, -le vociferó don Cipriano ubicado delante del motor descubierto.
--Maldición…!, -dijo Gaby en voz baja pero lo suficientemente claro como para que el viejo pudiera escucharla, a la vez que recargaba su cabeza en el volante haciendo sonar el claxon.
--Tranquilícese mi reina… cuénteme a ver qué le pasa…?, -dijo Don Cipriano notando la pesadez de la chica.
--No es nada señor…, -le contestó aquella rubia de ensueño aun apoyada en el volante de la camioneta y mirando fijamente hacia el frente de ella.
--Claro que me preocupo, además que una chica tan linda como tú no debe desobedecer a sus mayores…, -el viejo dijo esto con una sonrisa que dejaba ver su boca carente de algunos dientes. El ordinario mecánico era todo un lobo de mar en los asuntos de mujeres, sabía como tratarlas, como alegrarlas, como seducirlas y estaba dispuesto a poner toda su experiencia en marcha con tal de llevarse a la cama a su nueva “amiga” (aunque también era verdad que era la primera vez que intentaría seducir a alguien tan tremendamente buena como lo era Gaby, sus otras conquistas estaban a años luz de esta nueva que pretendía).
Gabriela le devolvió la sonrisa y sin mucha resistencia le contó sus problemas al viejo, por alguna extraña razón pensó que podía confiar en él.
Platicaron acerca de la perdida de trabajo de su marido, la colegiatura de su hijo, la falta de seguro de la camioneta, el hecho de aun no haber terminado de pagarla e incluso Gabriela le comentó sobre los problemas con su suegra.
--Bueno chamaca… lamentablemente no puedo ayudarte con todos tus problemas, pero al menos puedo hacerlo con el de tu camioneta, -el mecánico estaba claro que esa era la forma perfecta para poder llegar a la chica, es por ello que el mismo le había cortado la corriente al vehículo antes de pedirle a Gabriela que encendiera el motor.
--En serio…?, -le dijo Gaby con la mirada llena de esperanza, sin saber que estaba siendo timada por aquel horrendo viejo.
--Claro… que si…!, -le contestó este…
Sin pensarlo Gaby se abalanzó sobre aquel hombre que acababa de conocer abrazándolo fuertemente con el único motivo de agradecerle el favor que este iba a hacerle.
Los delicados brazos de Gabriela no podían rodear el obeso cuerpo de su nuevo amigo, pero a Gaby no le importó, a pesar de no saber cómo tenía pensado ayudarla el hombre se había portado de maravilla, ella había provocado el accidente y parecía que era al revés.
Don Cipriano se encontraba en la gloria ya que podía sentir en su pecho los grandes melones de Gaby, y al ser él más grande que ella y al estar en ese abrazo le bastaba con mirar hacia abajo para poder recrearse la vista con el espectacular par de nalgas de la chica, su olor a feminidad le encantaba, a ingenuidad, a mujer, hacía un esfuerzo sobre humano para no tocarla de manera indebida.
Los hombres que pasaban cerca de ellos miraban incrédulos lo que ocurría, aquella bella mujer repagada totalmente al fofo cuerpo de ese viejo hombre.
Hasta que la hermosa Gabriela se despegó del obeso mecánico para desgracia de él.
--Mira reinita, esto es lo que haremos, aquí no tengo las piezas para arreglar tu camioneta, -dijo don Cipriano mirando fijamente a la hermosa Gaby.
--Me la llevo a mi taller, la arreglo y te la tengo lista en unas 2 semanas…
--Dos semanas…!?, -preguntó algo desilusionada la joven mujer casada.
--Lo siento, pero no puedo antes, las piezas que necesito son difíciles de conseguir, ahora si tu quieres te la puedes llevar para otro taller. –El viejo cruzaba los dedos para que la chica no decidiera esto último, y si es que lo hacía el ya tenía pensado como contraatacar y bajar su periodo de entrega a una semana.
Gabriela dudó por unos momentos, ¿cómo le explicaría a su marido la ausencia de su camioneta?, no quería contarle que por un descuido había conseguido una nueva deuda, eran tiempos difíciles y el dinero no les sobraba, pensó en que tal vez pudiera llevarlo con otro mecánico, pero a la vez pensó que quizás el viejo hacía eso para tener cierto seguro de que le iba a pagar, además que habría que ver si en otro taller aceptarían reparársela y esperarla a que ella reuniera el dinero, así que aceptando su error aceptó.
--Está bien señor, pero como dije antes no tendré dinero para pagarle sino hasta final de mes… ¿me saldrá caro?...
El viejo Cipriano no daba más de dicha con la determinación de la bella Gabriela, si ya hasta se la imaginaba toda encuerada y pagándole con una noche de sexo el favor que él le iba a hacer, claro que esto solo eran sueños, y él lo sabía, ya que se notaba que la chica no era suelta de cascos, pero aun así él lo intentaría.
--No se preocupe por el dinero, después nos arreglamos, -le dijo finalmente volviendo a recorrerla de pies a cabeza, ahora con mas lujuria que antes.
--De veras señor…?. Pero es que me da pena... todavía que yo lo choco y usted es el que va a salir perdiendo…, -la bella Gaby tenía sus brazos cruzados lo cual resaltaba aun mas sus prominentes pechos.
--No se apene señito… mire que yo también tuve algo de culpa…, -cosa que no era cierto pero quería quedar bien con esa bella mujer que aun lo tenía aturdido.
Aun indecisa la joven señora término aceptando el trato con aquel desconocido solo por evitar problemas con su marido, además y pensándolo bien ella no se estaba aprovechando del señor, pues tarde o temprano terminaría “pagándole”.
El viejo llamó por celular a su ayudante con las órdenes de traer la grúa lo más rápido posible, mientras el charlaba con la chica como si se conociesen de años, extrañamente existía una química muy buena entre ellos.
Por un lado Gabriela veía al hombre como un agradable señor quien la estaba ayudando tras un grave error.
Por el otro el viejo veía a la chica como una posible pareja sexual no importándole que ya le había contado que estaba casada y con un hijo. Estaba tan buena que el viejo haría todo lo posible por llevársela a la cama.
Gabriela miraba desesperadamente su reloj, estaba retrasada para recoger a Jacobo, y sabía que al llegar con su suegra habría algún tipo de pleito.
En ese momento llego la grúa.
De ella bajó un chico de alrededor de 18 años, bastante chaparro, moreno, al parecer bastante naco (o al menos esa impresión le dio a Gabriela) y al igual que Don Cipriano muy sucio.
El chico ni siquiera intento disimular las miradas obscenas que dirigía hacia Gaby.
--Ay mi jefe… me despertó, estaba durmiendo bien chingón… aunque por esta mamacita lo entiendo… jajaja…, -dijo el joven dirigiéndose primero al mecánico y después mirando lascivamente a Gaby.
Lo que recibió el pobre chamaco por este vulgar comentario fue una fuerte bofetada de parte de su jefe.
--Respeta a la señora chango, (ese era su apodo) –le dijo don Cipriano a su ayudante, -discúlpate orita mismo o ya verás.
A regañadientes el chango se disculpó, le pareció extraña la actitud del viejo jamás se había comportado así.
--Disculpa aceptada…, -dijo Gaby mostrando su encantadora sonrisa a la vez que extendía su mano queriendo estrechar la del chango, -Soy Gabriela mucho gusto.
El chango completamente extrañado contestó el saludo.
--Me… Me llamo Pablo, o el chango para los cuates…, -el chamaco se mostraba sorprendido por la actitud de la encantadora y joven mujer.
--Chango…? Déjame adivinar… Mmmm… te dicen así porque de niño andabas por las ramas, jaja… -Gabriela se rio encantadoramente para ambos.
Era bastante obvio que no era por eso, si no por lo tremendamente velludo que era el chamaco, sin embargo al muchacho le agradó que pasara esto por alto.
La chica estaba tan acostumbrada a ese tipo de piropos como el que le dijo el chango que ya no se ofendía, al contrario prefería llevársela bien con las personas, pero si tenía que ser sincera le agradó la manera en que Don Cipriano lo reprendió por el comentario.
Intercambiaron unas cuantas palabras más, cuando la chica se disculpó con ellos pues ya iba muy tarde, se dirigió a su camioneta y sacó su cartera para tomar el dinero e irse en taxi, y para su mala suerte se dio cuenta que no traía nada de dinero.
Eso era el colmo de la mala suerte, estaba segura que este era uno de los peores días de su vida.
La casa de de su suegra aun estaba algo lejos, podría irse caminando, llegaría sin muchas dificultades, el problema surgía al pensar como regresar a su casa, para ese momento podría ya estar oscuro y no quería exponer a su hijo a la inseguridad de la ciudad.
Otra opción era pedirle a su suegra que la llevara a casa, o que le prestara dinero para un taxi, inmediatamente deshecho esa idea, prefería regresar caminando que pedir algo a su horrible suegra.
Estaba en una encrucijada, afortunadamente para ella el viejo Cipriano lo notó y no le costó mucho hacer que la chica le contara de nuevo sus problemas.
--No te preocupes lindura, yo te puedo llevar…, le dijo don Cipriano no creyéndosela ni el mismo por las oportunidades que se le estaban dando tan fácilmente con semejante Diosa, oportunidades que aun no lo llevarían a algo más con ella, pero que si le permitían inmiscuirse en su vida en forma acelerada.
--No don Cipriano... usted ya ha hecho demasiado por mí... no puedo permitirlo, -negaba Gaby con su cabeza.
--Déjame decirte un pequeño secreto…, -el viejo con mucha confianza se acercó al oído de Gaby (confianza que ella misma le estaba comenzando a dar sin saber el peligro que corría con aquel lujurioso depredador). Al estar tan cerca de ella el viejo sentía que perdía el control, quería besar su oreja, succionar su tierna boquita, tirarla allí mismo al suelo y despojarla de su estrecha ropita y encajarle su verga por la vagina, si ya hasta se la imaginaba de lo hermosa que debería ser esta al igual que su dueña, sin embargo se contuvo, debía ir con calma.
--Yo también odio a mi suegra…, -le susurró finalmente Don Cipriano.
La chica soltó una gran carcajada y al final terminó aceptando, se dirigió hacia su camioneta para ver si no olvidaba algo.
Mientras el viejo charlaba con el chango dándole las últimas instrucciones.
--Bien, ya sabes derechito al taller, no quiero enterarme que andas dando vueltas por ahí dándotelas de galán con las colegialas.
--Si lo sé señor… por cierto... en verdad creé tener alguna posibilidad con ese forro de vieja…?, -le preguntó el chango quien ya se había dado cuenta del porque de la “buena” actitud de su jefe.
--A huevo mi changuito… acaso no has visto como me mira…?, -le respondió el viejo, -de volada se ve que sabe elegir a los que la tenemos grandota, jejeje.
--La neta que se me hace que ella es así con todo el mundo mi jefe, -le contestó el joven quien estaba en lo cierto, así era Gabriela, sin proponérselo hacía pensar a los hombres que podían llevársela a la cama cosa que hasta ahora no había pasado.
--A la verga con lo que tu creas pendejo…!, pero de que me la cojo me la cojo… o que ¿alguna vez te he fallado?, -el viejo decía esto refiriéndose a que siempre que se proponía cogerse a cualquier vieja lo hacía.
--Pus no… nunca mi jefe, pero es que esta viejita está en otro nivel…, nomas de verle las nalgotas ya se me para a mi también.
--Si, a mí también chango…, lástima que tu nunca te cojeras a una así, Jejeje.
Estas palabras molestaron al joven, estaba cansado de que Don Cipriano lo hiciese en menos.
--Ni usted tampoco…, -le respondió el chango…, --es más le apuesto lo de siempre a que no se la lleva a la cama.
--Sale y vale…, -dijo Don Cipriano que en su cara ya se le notaba una viciosa calentura por solo estar realizando semejante apuesta con tan deliciosa hembra.
--Recuerde que me tiene que traer alguna prueba… --Y además debe de ser por las buenas no vale forzarla, que por ahí hay rumores, -terminó diciéndole en tono inquisitivo el chango.
--Tu tranquilo mi Monkey que cuando tenga mi verga entre medio de esas piernotas me acordaré de ti… jajajajaja.
En ese momento vieron como la escultural Gabriela se acercaba a ellos con su provocativo andar y ambos separaron rumbos.
--Otra vez le digo que muchas gracias señor Cipriano, ¿Quién diría que de algo tan horrible como un accidente encontraría a una persona tan buena como usted?, -la desprevenida casada estaba en verdad agradecida de aquel hombre que en forma tan desinteresada le estaba ayudando.
--Lo sé reina, y ahora sube rápido a mi auto que aunque chocado aun funciona…, -Gabriela se sonrojó al recordar que ella había causado el accidente, y esto era lo que precisamente el viejo quería lograr refregándole en su cara que era ella quien lo había chocado a él.
Ambos se dirigieron a la casa de Doña Romina mientras hablaban de cosas vánales, con las metas muy distintas, ella pensando que de todo esto probablemente obtendría una nueva amistad, además de perder dinero y el imaginando que encontraría a su nueva zorra para usarla en la cama.
--Quién es ese hombre con el que vienes?, -le preguntó doña Romina cuando Gabriela se disponía a salir por la puerta con dirección al carro de Don Cipriano con Jacobo en brazos pues ya era algo tarde y el pequeño había caído dormido.
Gaby notó el tono con el que su suegra dijo estas palabras, como queriendo insinuar algo.
--El es un amigo…, -le dijo Gaby en tono cortante, ella no le debía explicaciones a nadie y menos a su suegra.
--Ahaaaa ya veo... otro de tus “amiguitos”, no?.
Gaby se detuvo en seco, el día ya había sido lo suficientemente malo sin tener que aguantar aquello...
--Está insinuando lo que creo señora?, -respondió la rubia mirándola visiblemente molesta.
--Hay no, como crees…?. Solo te pido que cuando estés haciendo tus cochinadas con ese hombre le tapes los oídos al pobre de Jacobo… no queremos que crezca traumado.
Era la primera vez que la señora Romina hacía un ataque tan directo, por lo general se limitaba a hacer comentarios sugerentes sobre la fidelidad de Gaby hacia su hijo (Cesar), pero esta vez había dicho claramente que tendría relaciones con otro hombre.
Gaby no entendía la razón por la que su suegra la odiaba, jamás había sido infiel… ni siquiera en su etapa de novios, recordaba cuando la conoció, se portaba bien... El típico trato de suegra y nuera, nunca habían sido las grandes amigas pero al inicio se trataban con respeto. Gaby no supo cuando fue que todo cambio, sabía que ella no lo había iniciado.
--Sabe algo suegrita…? vallase a la mierda…!, -dijo Gaby, sabía que esas simples palabras le traerían graves problemas con Cesar, pero en ese instante no le importaba.
--Muy bonito… linda boquita Gabrielita…, no sé qué te vio mi Cesar antes de casarse contigo, -le respondió la vieja Romina mirando de arriba hacia abajo a la chica y con una sonrisa como de asco volvió a decirle, --bueno a parte de las tetas y las nalgas.
Gaby ya no soportaba seguir escuchado tantas tonterías y muy molesta cruzó la puerta, mientras se alejaba podía escuchar las tonterías que bufaba su suegra.
El viejo Cipriano esperaba a la chica sentado en el cofre del auto, jamás en su vida había estado tan excitado como en esos momentos, el solo pensar que podría cogerse a su nueva amiga lo tenía calientísimo.
Y entonces la vio acercarse rápidamente, escuchaba los gritos provenientes de la suegra.
Notó las lagrimas escurrir de sus bellos ojos (debido al tremendo coraje) y sin pensarlo 2 veces la abrazó. Quería volver a sentir su fresco y bello cuerpo cerca del suyo y que mejor oportunidad que esta, aunque lamentó que debido al niño no pudo repagarse tanto como quería.
--Tranquila chica…, -le dijo el viejo mientras acariciaba su sedoso cabello.
--Eeeess… es una e… es… estúpida…, -tartamudeaba la joven casada sin intención de separarse del viejo, de alguna manera el abrazo le hacían sentir bien.
Todo esto pasaba mientras eran observados por Doña Romina quien de brazos cruzados meneaba su cabeza de forma negativa: --“Como puedes cambiar a mi hijo por ese asqueroso sujeto”, -pensaba.
Doña Romina era una mujer que enjuiciaba antes de preguntar, en su mente ni se asomaba la idea de que Gabriela acababa de conocer a aquel hombre, para ella ya eran amantes.
Don Cipriano quedaba de frente a Doña Romina y le lanzó una mirada burlona y triunfante. Romina y Cipriano se miraban en los momentos en que el viejo aun mantenía a Gabriela abrazada contra su pecho, el asqueroso vejete se encargaba de que la vieja viera que el tenía a su nuera en sus brazos todo lo que él quería, con esto ultimo sabía que todo lo que ocurriera de aquí en adelante solo lo beneficiarían a él: --“Señora... Si supiera lo rico que algún día lo pasaremos su nuerita y yo cuando estemos acostados...”
Con una mirada de desprecio Doña Romina se alejó de ellos y se metió en su hogar, mientras Cipriano, Gaby y el pequeño Jacobo se dirigían al fin a casa.
--Muchísimas gracias por todo Don Cipriano…, -dijo Gaby bajando del auto con su hijo en brazos.
--Tranquila mi reina… No pasa nada…
--No sé cómo pagarle todo lo que ha hecho hoy por mi…, -le decía Gaby con sinceridad, --bueno… si lo sé…!, no se preocupe le pagaré hasta el último centavo.
--Cuando puedas nena…, solo recuerda que tu camioneta estará en unas 2 semanas.
--Está bien señor… y me despido porque mi marido debe estar muy preocupado por nosotros (refiriéndose a ella y su hijo).
La atractiva y joven madre de familia comenzó a caminar en dirección al edificio donde se encontraba su apartamento, con la libidinosa mirada del viejo clavada en aquel espectacular trasero que movía como una diosa.
El viejo se tocaba la verga por encima de su pantalón mientras decía en voz alta.
--Tranquilo… en unos días más vas a estar dentro de esa pendeja, -arrancó su auto después de que ya no pudo ver a la rubia y se fue de allí.
El camino para Gaby fue difícil, su hijo ya no era un bebe, los últimos meses había ganado peso (no es que el niño fuese gordo, pero estaba pesado), además vivía en el 4 piso y el elevador no funcionaba desde hacía varias semanas.
Durante el camino se topó con varios vecinos que la saludaban eufóricamente, muchos de ellos con tal de pasar algunos momentos cerca de ella se ofrecieron a ayudarla con el niño, a lo cual se negaba, sabía que si hubiese aceptado se exponía a un nuevo pleito, ahora con su marido.
Estaba segura que su suegra ya lo había llamado, contándole quien sabe que cosas acerca de lo sucedido en su casa.
Cesar era un hombre celoso, a sabiendas del mujerón que tenía como esposa y eso lo carcomía, algunas veces cuando estaba solo se imaginaba que Gaby se conseguía otro hombre y lo dejaba, aunque cuando estaba con ella se reprendía por tener esos pensamientos al verla tan cariñosa, tan atenta, tan amorosa y entonces sabía que él lo era todo para ella, y el también la amaba, más de lo que había amado a otra persona en su vida.
Más tarde que temprano Gabriela llegó a su departamento introdujo su llave en la cerradura y entró.
No le sorprendió ver a su marido sentado en el sofá con semblante serio.
--Hola mi amor…, -le saludó Gaby con la esperanza de que no se encontrara de mal humor... no tenía ganas de otra pelea.
Cesar no respondió el saludo, se dirigió hacia ella y tomó a Jacobo en sus brazos, para después alejarse de allí y llevarlo a su habitación (la de Jacobo).
Para ella esto solo podía significar una cosa, habría pelea, así que esperó a que regresara, ella no quería discutir, pero tampoco era una dejada si quería pelea la iba a encontrar.
Esperó sentada en el sofá de la sala cuando vio aparecer a Cesar.
--Me llamó mi madre…, -atinó a decir Cesar mirándola seriamente a su cara.
--Otra vez esa vieja bruja…, -dijo Gaby frunciendo el seño en señal de molestia.
--No le digas así, es mi madre y lo sabes…, -Cesar estaba muy ofendido.
--Y cómo quieres que le diga…!?, si no deja de meterse en nuestros asuntos…
--Me dijo que estabas en el carro de un hombre… ¿Quién era?, -inquirió Cesar con el gusanito de los celos.
--Un conocido…, -dijo Gaby muy suelta de cuerpo, además que la palabra conocido para ella le sonaba a poco por lo atento en que se había comportado don Cipriano con ella en aquel día.
--Qué…!? Un conocido…!? Realmente quieres que me trague eso…!?, -los celosos gritos de Cesar llenaron la sala.
Gabriela al instante se puso de pie para intentar acallarlo, ambos quedaron frente a frente.
--Baja la voz que despertaras al niño…
--A la mierda con eso…!, y como quieres que me ponga cuando mi mujer se está revolcando con quien sabe quien…!!.
La respuesta de Gaby fue una sonora cachetada, jamás en su vida su marido le había hablado así, era la primera vez que la tachaba de adultera, y estaba segura que era por culpa de su suegra solo dios sabía que fue lo que le contó.
A Cesar le dolía mas el orgullo que aquel golpe, el solo imaginar que Gaby estuviera en brazos de otro lo enloquecían.
--En verdad crees que sería capaz de engañarte con otro…!?, mírame a los ojos y dímelo…!!, -la chica hablaba en tono alto, no importándole que alguien la escuchara, cuando ese tipo de acusaciones venían de su suegra no le afectaban tanto, pero viniendo de su marido era diferente.
Así lo hizo Cesar, miró fijamente los bellos ojos azules de Gaby y vinieron a su mente todas aquellas ocasiones en que había cuidado a él y de su hijo, lo tierna que era cuando se enfermaba, lo amorosa que era la mayoría del tiempo y la respuesta le llegó pronto a su mente. No, Gabriela jamás lo engañaría, o al menos eso pensaba en ese momento.
--Noo…, discúlpame mi amor…, -le decía ahora algo temeroso de la reacción de Gaby, --es que tu sabes lo mal que me pongo, tu eres mi vida y no sé qué haría sin ti.
--No me vengas con eso ahora, primero me insultas y después me vienes con esto…!. -Gaby aun estaba molesta, se notaba por la posición de sus hombros.
Cesar pidió una vez más disculpas, incluso se arrodilló, y como a Gaby no le gustaba verlo así, humillándose, terminó por perdonarlo.
--Mi amor… tengo unas preguntas…, sin pelear ni nada pero… Qué hacías en el auto de ese hombre?, -trató de que su voz sonara lo más tranquila posible, aunque sintiera celos.
Gabriela no quería contestar esa pregunta, no quería decirle a su marido que por su estupidez ahora tenían más deudas, así que hizo lo que cualquier ser humano haría: Mintió.
Le contó que su mejor amiga Lidia le había pedido prestada su camioneta por unos días porque iba a salir de la ciudad, a fin de cuentas ya lo había hecho antes y a Cesar aunque le molestara terminaba aceptándolo, siguió diciendo que el hombre era tío de Lidia y que muy amablemente al ver que no tenía como regresar se ofreció a llevarla.
La intuición de Cesar (o quizás los celos) le decía que algo andaba mal, su historia cuadraba, pero había algo extraño, a fin de cuentas lo dejaría pasar, viniendo de Gaby no sería nada grave.
La reconciliación de la feliz pareja no tardó mucho en llegar, esa misma noche tuvieron una sesión de sexo marital, y como siempre las sensaciones fueron contrastantes.
Cesar como siempre había terminado completamente satisfecho (y como no si aparte de ser una belleza Gaby era tremendamente fogosa en la cama).
Por otro lado tenemos a Gaby, la sensual chica, desnuda viendo detalladamente a Cesar quien plácidamente ajeno a todo esto dormía.
A pesar de ya llevar mucho tiempo casados Gaby no dejaba de sorprenderse de la belleza de su marido, un hombre alto, fornido gracias a las horas invertidas en el gimnasio, rubio, en fin era el estereotipo de belleza de las películas, alguien digno del tremendo cuerpazo de Gabriela, sin embargo había algo mal, nunca había logrado satisfacerla sexualmente y esto se debía a 2 razones.
El primero: Gaby pensaba que era debido a la falta de originalidad y talento a la hora de moverse, de sentir, de disfrutar de cada rincón de su cuerpo, y la segunda era el tamaño del miembro de su marido, si bien era cierto que nunca había visto otro, por platicas con sus amigas se podía dar una idea de lo pequeño que era, no obstante ella lo amaba demasiado como para quejarse por eso.
Sin embargo el mayor problema para ella, aun que en forma inconsciente, era eso último: Cesar la tenía muy chica.
Sabía en el fondo que debía hablarlo con él, que era un problema que tal vez tenía solución, pero también existía la posibilidad de que sus palabras pudiesen dañarlo, y eso era lo que menos quería.
……………………………………………………………
Los siguientes 2 días transcurrieron de manera normal en la vida de nuestra bella protagonista, no fue sino hasta el domingo por la tarde cuando recibió una llamada.
--Bueno..., -Dijo Gaby al no reconocer el numero de quien llamaba.
--Que bella voz tiene muchachita, -dijo la voz del otro lado del teléfono.
--Como es de juguetón Usted…, -dijo Gaby al percatarse de que se trataba la voz del viejo Cipriano.
--Que quiere que le haga…?, cuando estoy hablando con la mujer más bella del barrio… -dijo el viejo como tentando la situación.
--Mmmm…, Solo del barrio?- respondió coquetamente la chica sin ninguna mala intención, es solo que estaba acostumbrada a recibir los piropos muy subidos de tono, y cuando uno le agradaba por lo general seguía el juego.
--Usted sabe que no reinita…! Usted sabe que es la mujer más bella de la galaxia…, -el viejo lentamente tomaba más confianza, pero sin llegar a ser vulgar, no quería perder su oportunidad.
--Ya ve como es señor… va a hacer que me sonroje…
--Sonrójese todo lo que quiera…. De todas maneras estoy diciendo la puritita verdad.
Era extraña la gran confianza que habían adquirido en unos pocos momentos que habían estado juntos. Gabriela no veía con malos ojos la actitud de don Cipriano, pues como ya se dijo, ella estaba acostumbrada a ser admirada por el sexo opuesto.
Los siguientes minutos pasaron de la misma manera con don Cipriano alabando la belleza de Gaby y ella cada vez mas sonrojada hasta que llegaron al punto de la llamada.
--Bueno nena… no quiero incomodarte, pero llamaba para ver si has conseguido el dinero…
Gabriela dudó un momento… por lo bien que se llevaba con el viejo no pensó que le cobraría tan pronto.
--Ande señor… la verdad es que aun nada…
--No te preocupes, y no pienses que te estoy cobrando, lo que sucede es que me surgió un problema y rápidamente pensé en ti, si aceptas te perdonaría la deuda.
--Qué clase de problema?, -le consultó Gabriela con la esperanza de librarse de la deuda.
--Déjame contarte todo desde el principio.
El viejo Cipriano tomó aire y empezó.
--Como ya te había dicho, tengo un taller, todo iba muy bien con la clientela pero hace unas cuantas semanas un nuevo taller abrió muy cerca de aquí y empezamos a perder clientes…. --No teníamos idea de que chingados hacer para volver a tener clientela hasta que se me ocurrió una idea…
--Cuál idea?, -preguntó Gaby.
--Contratar edecanes… tú ya sabes… de esas chavas buenonas que bailan afuera de los negocios.
Gaby aun no entendía que le estaba proponiendo.
--El problema aquí es que ya teníamos contratadas a 2, pero para mi mala suerte una sufrió un accidente y no podrá venir, y para acabarla de chingar la agencia donde las contraté no me puede mandar otra, dicen que no tienen disponibles, -mentía el viejo.
Gaby quien por fin tenía una idea de lo que quería el viejo, y tratando de zafarse preguntó.
--Y no puede llamar a otra agencia?.
--Si…, pero el problema es que estoy pagando un dineral por esta chica, ya la vi y es una hermosura, y en las demás agencias no tienen a nadie que le llegue a los talones.
--Y entonces…?, -la voz de Gaby sonaba preocupada.
--Entonces es cuando entras tú… Eres una hermosura de mujer, y si suples a la chica que se enfermó nuestra deuda quedará saldada.
El silencio reino por unos instantes mientras Gaby meditaba la situación.
--No creo señor, soy una mujer casada y no me parece correcto exhibirme, si mi marido se llegara a enterar inmediatamente me pediría el divorcio.
--Ándale… solo son 2 semanas Gabrielita… solo eso y por las mañanas, -le suplicaba el viejo.
--No se…, -la bella mujer casada estaba indecisa, solo tendría que hacer de edecán por 2 semanas y terminaría su deuda, era un buen trato, si estuviese soltera lo habría tomado sin protestar.
--Tu marido no tiene por que enterarse, será nuestro secreto…, -el viejo sonaba muy angustiado, sentía que la escultural mujer se le escapaba.
Después de unos angustiosos momentos la chica terminó aceptando.
--Está bien señor, pero solo porque usted me cae muy bien, jajaja…, -se rio con su dulce voz.
--Muchísimas gracias Gabrielita, y a propósito tu…”me caes mejor”, -dijo Don Cipriano en doble sentido cosa que Gaby no entendió.
--Déjame darte mis datos para que mañana llegues aquí temprano nena…
--Está bien señor…
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A la mañana siguiente Gabriela se encontraba afuera del taller de Don Cipriano, tuvo que hablar con su jefe pidiendo sus dos semanas de vacaciones por adelantado, su jefe aceptó, aparentemente las cosas estaban de su lado, sin embargo un sentimiento de angustia la recorría, la calle estaba en muy malas condiciones, era muy temprano y no pasaba mucha gente ni coches.
Llevaba alrededor de 15 minutos esperando a las afueras del “Pie Grande”, así se llamaba el taller mecánico. Por un momento le dio la impresión que el nombre parecía más de Cabaret que de taller mecánico, pensaba en irse, a fin de cuentas nadie la había recibido, sabía que estaba mal, como era posible que una mujer casada como ella estuviera pensando en exhibirse ante una bola de extraños.
¿Qué pensaría su marido?, ¿Qué pensaría su hijo?, definitivamente estaba mal, la espectacular rubia dio media vuelta cuando escuchó que se abría el gran portón café.
--Hola señora Gabriela…!, -le saludó eufóricamente el chango.
--Buenos días Pablo…, -le respondió Gaby devolviéndole el saludo.
--Bu… buenos días…, -el chango se extraño de cómo una espectacular mujer como ella recordara su nombre.
Aun con aquellas ropas, se podía ver a la perfección la escultural figura de Gabriela, dotada de una belleza espectacular que la naturaleza le concedió y cuidada gracias a las horas de gimnasio invertidas, decir que era espectacular es poco, ese bello rostro digno de una muñeca de porcelana con sus ojos azules y esos labios rojos que brillaban como la sangre, contrastaban con el deseo que despertaba su anatomía.
Su cuerpo digno de las pajas mentales de todo el que la conocía, con su trasero perfecto, voluminoso, parado respingón, y sus enormes melones, fantasía obligatoria de grandes y chicos, de amigos y familiares.
--Pero no se quede allí señito… pásele al fondo, la otra chica ya llegó…
Gabriela se quedó unos momentos sin articular palabra, su mente era un caos, sabía que no debía hacerlo, pero necesitaba saldar la cuenta de su camioneta.
--Okey Pablo, muchas Gracias…, -y con su sensual movimiento de caderas fue al lugar señalado, recorriendo un húmedo y ancho pasillo de paredes grisáceas.
El lugar olía mucho a gasolina, aceite a todos esos olores característicos de los autos, el recorrido era largo y mientras avanzaba se topaba con lo que pensaba eran trabajadores, todos eran similares, vestían ropas maltrechas, sucias y feas, tipos bastante normales, notaba la lasciva mirada de todos y cada uno de ellos, a lo cual ella respondía con un agradable “buenos días”.
Gabriela abrió lentamente la puerta del camerino improvisado que Don Cipriano había montado y cuando lo hizo vio a una chica morena sentada en una silla, vestida con un diminuto short y una pequeña blusa de tirantes.
La chica no se dio cuenta de la entrada de Gabriela puesto que estaba muy ocupada arreglando su cabello en el espejo.
Gaby quien por naturaleza era curiosa se quedó sin hacer ruido observando a la joven.
Notó que se trataba de una chica bastante normal, no era la belleza que creyó encontraría tras la llamada de Don Cipriano, veía su cuerpo, unos pechos de tamaño medio, para bajar a un estomago del cual se notaba una ligera pancita, observo su rosto, era una niña, según Gaby no pasaba de los 18 o 19 años, lo que pudo ver de su rostro le agradó, era una chica bastante bonita, pero dentro de lo que cabe normal.
La joven volteo a ver a la rubia y fue Gaby quien rompió el silencio, como siempre;
--Hola, me llamo Gabriela y creo que somos compañeras…, -le dijo mostrando su bella sonrisa de dientes relucientes.
--Mu... mucho gusto señora, mi nombre es María…, -dijo la joven levantándose de la silla y estrechándole su mano. A Gaby no le agrado que se dirigiera a ella como señora, porque a fin de cuentas a que mujer le gusta que le recuerden su edad.
--Bien María, pero a partir de hoy llámame por mi nombre Okey…
--Si “señora” esta bi…, -en ese momento hubo un silencio, para después ambas empezar a reír.
--Si Gaby está bien.
Gabriela al instante supo que se llevarían muy bien.
Pasadas las presentaciones María le indicó a Gaby donde se encontraba su ropa, la cual tomó, y la extendió sobre una pequeña mesita en la esquina del cuarto.
Sin ningún tipo de pudor la escultural rubia se despojó de su blusa deportiva y su brasier, después de manera muy sensual (sin proponérselo) deslizar lentamente su pantalón deportivo.
--Disculpa, no sé si te importara que me cambie aquí…, -dijo Gaby cubriendo sus pechos con un brazo y con el otro cubriendo su intimidad.
Gaby tenía la costumbre de hacer eso con sus amigas, entre ellas no había secretos y menos algo tan simple como verse desnudas, pero recordó que no todas las mujeres eran así.
--Para nada Gaby, con confianza…
Para ser honesta el cuerpo de Gaby impacto a María, jamás en su vida había visto cuerpo tan perfecto como ese, y eso la cohibió, la avergonzaba saber que cuando estuviesen fuera nadie la vería por ver a esa espectacular mujer.
--Te pasa algo María…?, -le preguntó Gaby…
--No nada… puedo hacerte una pregunta?
--Ya la hiciste…, -rio Gaby, comentario que agrado a María
--No… ya en serio... te has hecho alguna cirugía?, -le consultó María intentando sonar lo más natural posible, no quería enfadar a su compañera.
Gaby se extrañó, llevaba poco de conocer a María jamás imaginó que le preguntaría eso,
--No, la verdad no, así me hicieron mis papás, -dijo orgullosa de su anatomía, a la vez que se veía en el espejo.
--En… en serio?.
--Claro… en mi familia las mujeres siempre hemos sido así, aunque mi madre dice que yo si exageré…, -ambas rieron.
--Qué padre tener un cuerpo como el tuyo…, -le decía María en tono melancólico sabiendo que ella no era ni la mitad de hermosa que Gaby.
Gabriela notando que tal vez al presumir su cuerpo había hecho sentir mal a María dijo:
--Pues ni creas, es una verdadera friega en el gimnasio, además todos los hombres se te quedan viendo de manera extraña, -la sonrisa de Gaby era muy amistosa.
--Ha de ser bien chido que los hombres te quieran por tu cuerpo, así como poder conseguir lo que quieras.
Este último comentario si preocupó a la rubia, siempre había sido de la idea que lo más importante de las personas era el interior, no se había casado con su esposo por ser un hombre bien parecido, lo había hecho porque a pesar de sus defectos, también tenía grandes virtudes.
--Créeme no está tan bien…, -le decía Gaby, -lo que importa es lo que llevamos dentro.
--Siiii…!, lo que llevamos dentro de la tanga y dentro del bra…, -respondió María.
A pesar de la lección que Gaby quería impartirle a María no pudo evitar reírse.
--Bueno apúrate, Gaby que ya casi es hora de salir…
--Sí, pero donde está el dueño del taller?, -preguntó Gaby refiriéndose a Don Cipriano.
--Mi tío llega más tarde, pero tranquila que ya me dio órdenes de que hacer…
--Tu tío…?, -preguntó Gaby…
--Así es, acaso no notas el parecido familiar…?.
Jamás en su vida Gaby lo habría adivinado, don Cipriano era un hombre muy feo y la chica era hasta cierto punto bonita.
--Pues la verdad no…, -respondió Gaby.
--Ay… gracias a dios…, -comentó María a lo que ambas rieron fuertemente.
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Gabriela y María bailaban sensualmente a las afueras del pie grande, con sus ajustados atuendos, al ritmo del reggaetón.
La bella rubia al principio le daba pena estar allí bailando para extraños, pero conforme pasaba el tiempo iba adquiriendo confianza, hasta que llegó a la conclusión de que no era tan horrible como pensaba, a fin de cuentas a ella le encantaba bailar, le encantaba esa música, su compañera era muy agradable, e incluso le hacía gracia como alguno que otro despistado había sufrido ligeros accidentes menores por voltear a verlas.
Ya había conocido a todo el personal, aunque hubiese deseado recordar el nombre de todos solo recordaba al chango o Pablo y a Francisco un chico de unos 20 años que era novio de María.
Debía admitir que la estrategia al parecer estaba dando resultado, había muchísima gente rodeando el taller, era verdad que muchos solo iban a verlas, pero otros en verdad entraban por sus autos.
En el poco tiempo que llevaba allí Gabriela ya había recibido más de 20 números de teléfono, los cuales ella aceptaba por educación aunque claro nunca llamaría a esos hombres, cuando alguien preguntaba su número ella cordialmente se excusaba (mintiendo) diciendo que si la compañía se enterara perdería su empleo.
Mientras a unos cuentos metros de distancia el chango, Francisco y Don Cipriano hablaban tranquilamente.
--No mamen gueyes… ya no aguanto, me la quiero coger ya…!, -decía el viejo Cipriano
--Sí señor, esta re buena la señora, mire nada mas como nos mueve esas nalgotas…, -decía Francisco señalando a la rubia mientras bailaba la macarena meneando su trasero de una forma hipnotizante, y si a eso le sumamos el diminuto short que usaba era una visión impactante.
--Esas nalgotas van a ser mías muchachos, pero todo depende de que salga bien el plan, y que no la cagues muchachito…, -dijo don Cipriano volteando a ver a Francisco.
--Si ya lo sé señor…, -fue lo único que pudo responder el joven.
Y como si Gabriela pudiera escucharlos sin perder el ritmo se acercó a ellos y jalando a Don Cipriano lo incitó a que bailara con ella, el no perdería la oportunidad de dar una pequeña manoseada a tan sensual mujer, así que ni tonto ni perezoso la acompañó.
Los hombres que estaban allí reunidos no podían creer como tan horrible viejo estaba dando llegues a la chica, la cual al parecer ni se daba cuenta, y así era Gabriela ni se imaginaba nada de eso, notaba como el viejo se repegaba a ella, pero así se bailaba.
--La neta que lo vas a hacer wey…?, -le preguntó el chango a Francisco.
--Pus si wey… por qué?
--Es que la seño es a toda madre wey…, -en el poco tiempo que el chango llevaba de conocer a Gaby ya le había cogido cariño.
--Si we pero el patrón se la quiere echar, y quien no…, nomas mírala esta re buena.
--Pero si lo logra le arruinará la vida, hasta donde se está casada y con chamaco y toda la cosa, imagínate si a tu mamá o a tu hermana le quieren hacer algo así, es mas no te vayas tan lejos, imagínate si a María se la quiere chingar otro wey.
Francisco se quedó en silencio pensando.
--Tú sabes que necesito feria y el patrón me ofreció una buena, además María está de acuerdo…, -respondió finalmente Francisco.
El chango ya no dijo nada, sabía que ni ninguna cosa lo haría cambiar de opinión, ambos se quedaron allí embelesados viendo a la buenísima de la casada.
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Pasaron las horas, su primer día había pasado de maravilla, le había encantado el sentimiento de libertad, de sentirse deseada, de poder sobre los hombres y ahora llegaba el momento de regresar a casa y obviamente Don Cipriano se había encargado de ofrecerse para llevarla.
Desde el primer momento en que llegó al taller el viejo no se había separo de ella, y para los próximos días tenía pensado que fuera igual, cosa que a Gaby no le molestaba, más bien la hacía sentirse segura, y siempre era agradable estar con alguien.
Don Cipriano quería que Gaby se acostumbrara a él, que en el momento en que la penetrara no existiese resistencia de su parte, quería seducirla, quería apartarla de su familia, quería que ese forro de mujer fuera solo suyo, pero también quería que fuera por las buenas, quería que ella lo deseara y no le importaba valerse de trucos y de engaños para lograrlo.
Don Cipriano dejo a Gaby a dos calles de su edificio, para que su marido no se diera cuenta de que llegaba con él.
La rubia caminó hasta su casa, había sido un día muy placentero y ansiaba que llegara el próximo.
--Hola mi amor…, -le saludo Cesar al ver entrar a Gaby, --luces un poco cansada.
Gabriela no le contó a su esposo que pidió sus dos semanas de vacaciones, pues no quería que se enterara de lo que hacía, se sentía mal de ocultar algo a su marido, pero había llegado a la conclusión de que era lo mejor para ambos.
--Si amor, fue un día duro.
En ese momento entró corriendo Jacobo.
--Mamá... mami…, -le decía completamente emocionado.
--Hola mi amor…
Gabriela cargó a su pequeñín entre sus brazos, en esos momentos era lo único que le importaba.
Gabriela caminaba de un lado a otro pensando que hacer, pensaba si estaba haciendo lo correcto.
Muy en el fondo sabía la respuesta, aunque las circunstancias fueran especiales no debería hacer lo que estaba por pasar.
Estaba a punto de salir con un hombre que no era su marido, sin embargo no lo traicionaría, eso jamás y menos con tan despreciable sujeto.
Rápidamente cogió el teléfono, deseando que no fuera demasiado tarde para cancelar aquella cita extramarital, argumentaría cualquier cosa, pero cuando comenzó a marcar las teclas escuchó sonar el timbre, se maldijo a si misma, había sido muy lenta.
Se preguntó si aun habría marcha atrás.
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Semanas antes.
No había sido un buen día para la bella Gabriela.
Su jefe estuvo de mal humor, incluso con ella, lo que significó más trabajo.
Se preguntaba si era su culpa, si tal vez las constantes negativas a salir con él finalmente le pasaban la factura.
Todos en la oficina sabían que el señor Martínez, su jefe, intentaba cortejarla pero ella al estar casada y feliz solo lo toreaba, le daba alas (como comúnmente se dice en México) se reía jovial y pícaramente ante sus insinuaciones, todo esto con afán de conservar su empleo.
Sumida en estos pensamientos estaba cuando el sonido de un claxon la despertó.
--Apúrele señora…!, -escuchó decir una voz proveniente del automóvil que tenia detrás de su camioneta.
A sus 26 años Gabriela de Guillen podía decir orgullosa que era una mujer plena y feliz, casada desde los 20 con el amor de su vida, Cesar Guillen, un hombre que conoció a los 18 años y del cual rápidamente se enamoró y comenzaron a salir juntos. Al paso de 2 años se casaron y un año después dio a luz a un hermoso y saludable niño llamado Jacobo.
Gaby (como comúnmente la llamaban) aprovechaba los pocos minutos en los que podía estar sola para reflexionar sobre sus sueños, su familia, su trabajo, en fin todas esas cosas que las labores cotidianas no se lo permitían.
Pero hoy era diferente, debía recoger a su hijo con su “adorable suegra”, el solo ver la cara de esa señora la ponía de malas, no se llevaban muy bien.
Reflexionando sobre su enemistad con Doña Romina llegó a la conclusión de que por ella (Gaby) no había empezado, siempre quiso tratarla bien pero al parecer doña Romina no quería lo mismo.
En esos momentos sin querer pisó el acelerador de su camioneta y para su mala suerte salió del carril y fue a impactar con un coche que estaba estacionado en la acera.
--Dios…!, -pensó Gaby algo aturdida y sacudida por el golpe, era la primera vez en su vida que chocaba.
Luego de unos momentos observó como un sujeto bajó del carro, a la distancia lo notó molesto, muy molesto. El tipo maldiciendo en voz alta se dirigió a encarar a quien lo chocó.
Estaba un poco asustada, pero al ser una persona honesta se dispuso a afrontar las consecuencias de su error.
En un instante el sujeto ya estaba frente a su camioneta. Fueron solo segundos en que el aireado estado de aquel energúmeno pasó a ser de maravillado por la sola visión que tenia frente a él.
Los ojos del viejo se clavaron en el tierno rostro de Gabriela, con esos hermosos ojos azules, su tez blanca, sus labios carnosos de un intenso rojo carmesí, su hermoso y lacio cabello rubio hasta por debajo de los hombros, finamente maquillada.
Jamás en su vida aquel tipo había visto un rostro tan hermoso.
Ella también lo vio. Era un tipo gordo, bastante ancho, alto, de alrededor de 50 años, bastante desalineado, llevaba puesto un overol de trabajo que se veía bastante sucio y con manchas de aceite y grasas.
--Buenasssss… señito…, -dijo el hombre, al cual Gaby vio, con lo que rápidamente pensó que era un viejo verde de esos que usualmente se topaba en las calles, olió el fétido aliento de su boca, por lo visto no era un hombre muy limpio.
--Discúlpeme señor…!, fue un completo error de mi parte…!, -Se disculpó la preocupada chica quien aun se encontraba sentada en el asiento del conductor.
--Tranquilícese mi reina, Jejeje, si no es para tanto, primero presentémonos, mi nombre es Cipriano, y ¿el suyo princesa?, -el hombre estiró su mano tratando de que la mujer le devolviera el saludo.
Era impresionante como al verla el hombre cambio su humor, si se hubiese tratado de un hombre probablemente hubiese existido pelea, pero no con ella, no con semejante pedazo de hembra, pensaba el entusiasmado hombre.
--Tiene razón, que mal educada soy…, -dijo Gaby llevándose las manos a la cara. --Mi nombre es Gabriela…, -la joven mujer casada al igual que el viejo estrechó su mano en señal de presentación, a pesar de que el hombre no le daba buena impresión ella no era prejuiciosa, pensaba que tal vez debajo de ese vulgar exterior se encontraba una buena persona.
--Bueno, -dijo el viejo Cipriano, --ahora si vamos a hablar de lo que pasó…, -el sujeto hablaba en tono sugerente que Gaby entendía, sin embargo estaba acostumbrada a esas actitudes de parte de hombres de todas las edades, por lo cual no le dio importancia.
Gabriela abrió la puerta de su auto y de una manera muy sensual (sin proponérselo, ya que así era ella naturalmente) bajó de su vehículo.
El viejo tenía los ojos como platos al poder observar en total plenitud la figura aquella espectacular mujer.
La veía de arriba y hacia abajo, sus impactantes piernas, su vientre plano resultado de mucho tiempo de gimnasio, su enorme trasero el cual parecía querer romper el apretado pantalón de mezclilla con el que estaba cubierto, subiendo más arriba su mirada vio los impactantes cantaros de miel de la chica, tan majestuosos como imponentes, completamente erguidos a pesar de su exagerado tamaño. En fin Gaby era una chica de concurso.
La dulce, pero a la vez sexy voz de Gabriela lo despertaron de sus lascivos pensamientos.
--Por favor discúlpeme señor, fue un grave descuido de mi parte…
--No te preocupes muñeca, al parecer mi carro no sufrió más que una abolladura, -dijo el viejo Cipriano señalando su auto, --el que si quedó mal fue el tuyo, mira nomas.
Era verdad, su camioneta era la que se había llevado la peor parte, no sabía qué hacer, uno de los pocos problemas que acarreaba su matrimonio era el tema económico por el cual estaban atravesando.
Cesar, su marido hacía poco tiempo que había perdido su trabajo, solamente se sostenían de lo que ella ganaba como secretaria, que no era mucho y para acabar de amolarla el moderno vehículo aun no terminaban de pagarlo.
--Señor… -dijo Gabriela, --le reitero mi disculpa, pero…, -dudó en seguir, sin embargo lo hizo, --en este momento estamos cortos de dinero, le propongo dejarle mi número de teléfono y domicilio y en 1 mes yo le pago el desperfecto… ¿siiiiiiiiii?, -esto último lo dijo en tono coqueto (este tipo de actitudes no las hacía a propósito, es solo que en toda su vida al ser acosada por los hombres inconscientemente había aprendido que su belleza podía abrirle algunas puertas, y por ende ciertos beneficios.
El viejo estaba que no se la creía, estaba algo indeciso, no sabía si el forro de mujer que tenía en frente estaba coqueteando con él o era su imaginación, en cualquier caso no quería dejar de verla.
--No te preocupes Gaby, -esta fue la primera vez que el viejo la llamó por su nombre. --Déjeme decirle que está al frente del mejor mecánico del rumbo… jajaja…!, -reía orgulloso el viejo mecánico mientras colocaba su mano en su prominente barriga
--En serio?, -preguntó Gaby con verdadera curiosidad, y es que así era ella, curiosa, coqueta, alegre, divertida, la típica chica que siempre llama la atención, y no solo por su cuerpo, si no por ser una persona muy agradable y carismática, aunque ser así de desinhibida algunas veces acarreaba problemas, mas de una vez había cacheteado a alguien por mal interpretar su actitud, por creer que podían llegar a mas con ella, justo como el viejo Cipriano lo hacía en esos momentos.
--Claro que si reinita… déjame revisar el motor de tu camioneta que al parecer fue lo que más se madreó…
--Muchísimas gracias Don Cipriano…!, -dijo esto mostrando aquella sonrisa de dientes perfectos que enloquecían a cualquier hombre y que obviamente el viejo Cipriano no era la excepción
--Sin cuidado chiquita… ahora súbete a la camioneta y dale contacto cuando yo te diga…. -Gabriela estaba tan acostumbrada a que la mayoría de los hombres la llamaran de esa manera (chiquita, reina, nena, mami etc.) que ya no le daba importancia y obedeció.
Sentada en el asiento del conductor Gabriela veía como Don Cipriano revisaba su motor, rogando a dios que cuando le ordenase que prendiera el motor, si prendiera, cosa que desafortunadamente no ocurrió, maldijo para sus adentros, ¿cómo era posible que aunque ella provocó el choque su camioneta era la que se llevó la peor parte?
--Quedó más madreado de lo que pensé mi seño…, -le vociferó don Cipriano ubicado delante del motor descubierto.
--Maldición…!, -dijo Gaby en voz baja pero lo suficientemente claro como para que el viejo pudiera escucharla, a la vez que recargaba su cabeza en el volante haciendo sonar el claxon.
--Tranquilícese mi reina… cuénteme a ver qué le pasa…?, -dijo Don Cipriano notando la pesadez de la chica.
--No es nada señor…, -le contestó aquella rubia de ensueño aun apoyada en el volante de la camioneta y mirando fijamente hacia el frente de ella.
--Claro que me preocupo, además que una chica tan linda como tú no debe desobedecer a sus mayores…, -el viejo dijo esto con una sonrisa que dejaba ver su boca carente de algunos dientes. El ordinario mecánico era todo un lobo de mar en los asuntos de mujeres, sabía como tratarlas, como alegrarlas, como seducirlas y estaba dispuesto a poner toda su experiencia en marcha con tal de llevarse a la cama a su nueva “amiga” (aunque también era verdad que era la primera vez que intentaría seducir a alguien tan tremendamente buena como lo era Gaby, sus otras conquistas estaban a años luz de esta nueva que pretendía).
Gabriela le devolvió la sonrisa y sin mucha resistencia le contó sus problemas al viejo, por alguna extraña razón pensó que podía confiar en él.
Platicaron acerca de la perdida de trabajo de su marido, la colegiatura de su hijo, la falta de seguro de la camioneta, el hecho de aun no haber terminado de pagarla e incluso Gabriela le comentó sobre los problemas con su suegra.
--Bueno chamaca… lamentablemente no puedo ayudarte con todos tus problemas, pero al menos puedo hacerlo con el de tu camioneta, -el mecánico estaba claro que esa era la forma perfecta para poder llegar a la chica, es por ello que el mismo le había cortado la corriente al vehículo antes de pedirle a Gabriela que encendiera el motor.
--En serio…?, -le dijo Gaby con la mirada llena de esperanza, sin saber que estaba siendo timada por aquel horrendo viejo.
--Claro… que si…!, -le contestó este…
Sin pensarlo Gaby se abalanzó sobre aquel hombre que acababa de conocer abrazándolo fuertemente con el único motivo de agradecerle el favor que este iba a hacerle.
Los delicados brazos de Gabriela no podían rodear el obeso cuerpo de su nuevo amigo, pero a Gaby no le importó, a pesar de no saber cómo tenía pensado ayudarla el hombre se había portado de maravilla, ella había provocado el accidente y parecía que era al revés.
Don Cipriano se encontraba en la gloria ya que podía sentir en su pecho los grandes melones de Gaby, y al ser él más grande que ella y al estar en ese abrazo le bastaba con mirar hacia abajo para poder recrearse la vista con el espectacular par de nalgas de la chica, su olor a feminidad le encantaba, a ingenuidad, a mujer, hacía un esfuerzo sobre humano para no tocarla de manera indebida.
Los hombres que pasaban cerca de ellos miraban incrédulos lo que ocurría, aquella bella mujer repagada totalmente al fofo cuerpo de ese viejo hombre.
Hasta que la hermosa Gabriela se despegó del obeso mecánico para desgracia de él.
--Mira reinita, esto es lo que haremos, aquí no tengo las piezas para arreglar tu camioneta, -dijo don Cipriano mirando fijamente a la hermosa Gaby.
--Me la llevo a mi taller, la arreglo y te la tengo lista en unas 2 semanas…
--Dos semanas…!?, -preguntó algo desilusionada la joven mujer casada.
--Lo siento, pero no puedo antes, las piezas que necesito son difíciles de conseguir, ahora si tu quieres te la puedes llevar para otro taller. –El viejo cruzaba los dedos para que la chica no decidiera esto último, y si es que lo hacía el ya tenía pensado como contraatacar y bajar su periodo de entrega a una semana.
Gabriela dudó por unos momentos, ¿cómo le explicaría a su marido la ausencia de su camioneta?, no quería contarle que por un descuido había conseguido una nueva deuda, eran tiempos difíciles y el dinero no les sobraba, pensó en que tal vez pudiera llevarlo con otro mecánico, pero a la vez pensó que quizás el viejo hacía eso para tener cierto seguro de que le iba a pagar, además que habría que ver si en otro taller aceptarían reparársela y esperarla a que ella reuniera el dinero, así que aceptando su error aceptó.
--Está bien señor, pero como dije antes no tendré dinero para pagarle sino hasta final de mes… ¿me saldrá caro?...
El viejo Cipriano no daba más de dicha con la determinación de la bella Gabriela, si ya hasta se la imaginaba toda encuerada y pagándole con una noche de sexo el favor que él le iba a hacer, claro que esto solo eran sueños, y él lo sabía, ya que se notaba que la chica no era suelta de cascos, pero aun así él lo intentaría.
--No se preocupe por el dinero, después nos arreglamos, -le dijo finalmente volviendo a recorrerla de pies a cabeza, ahora con mas lujuria que antes.
--De veras señor…?. Pero es que me da pena... todavía que yo lo choco y usted es el que va a salir perdiendo…, -la bella Gaby tenía sus brazos cruzados lo cual resaltaba aun mas sus prominentes pechos.
--No se apene señito… mire que yo también tuve algo de culpa…, -cosa que no era cierto pero quería quedar bien con esa bella mujer que aun lo tenía aturdido.
Aun indecisa la joven señora término aceptando el trato con aquel desconocido solo por evitar problemas con su marido, además y pensándolo bien ella no se estaba aprovechando del señor, pues tarde o temprano terminaría “pagándole”.
El viejo llamó por celular a su ayudante con las órdenes de traer la grúa lo más rápido posible, mientras el charlaba con la chica como si se conociesen de años, extrañamente existía una química muy buena entre ellos.
Por un lado Gabriela veía al hombre como un agradable señor quien la estaba ayudando tras un grave error.
Por el otro el viejo veía a la chica como una posible pareja sexual no importándole que ya le había contado que estaba casada y con un hijo. Estaba tan buena que el viejo haría todo lo posible por llevársela a la cama.
Gabriela miraba desesperadamente su reloj, estaba retrasada para recoger a Jacobo, y sabía que al llegar con su suegra habría algún tipo de pleito.
En ese momento llego la grúa.
De ella bajó un chico de alrededor de 18 años, bastante chaparro, moreno, al parecer bastante naco (o al menos esa impresión le dio a Gabriela) y al igual que Don Cipriano muy sucio.
El chico ni siquiera intento disimular las miradas obscenas que dirigía hacia Gaby.
--Ay mi jefe… me despertó, estaba durmiendo bien chingón… aunque por esta mamacita lo entiendo… jajaja…, -dijo el joven dirigiéndose primero al mecánico y después mirando lascivamente a Gaby.
Lo que recibió el pobre chamaco por este vulgar comentario fue una fuerte bofetada de parte de su jefe.
--Respeta a la señora chango, (ese era su apodo) –le dijo don Cipriano a su ayudante, -discúlpate orita mismo o ya verás.
A regañadientes el chango se disculpó, le pareció extraña la actitud del viejo jamás se había comportado así.
--Disculpa aceptada…, -dijo Gaby mostrando su encantadora sonrisa a la vez que extendía su mano queriendo estrechar la del chango, -Soy Gabriela mucho gusto.
El chango completamente extrañado contestó el saludo.
--Me… Me llamo Pablo, o el chango para los cuates…, -el chamaco se mostraba sorprendido por la actitud de la encantadora y joven mujer.
--Chango…? Déjame adivinar… Mmmm… te dicen así porque de niño andabas por las ramas, jaja… -Gabriela se rio encantadoramente para ambos.
Era bastante obvio que no era por eso, si no por lo tremendamente velludo que era el chamaco, sin embargo al muchacho le agradó que pasara esto por alto.
La chica estaba tan acostumbrada a ese tipo de piropos como el que le dijo el chango que ya no se ofendía, al contrario prefería llevársela bien con las personas, pero si tenía que ser sincera le agradó la manera en que Don Cipriano lo reprendió por el comentario.
Intercambiaron unas cuantas palabras más, cuando la chica se disculpó con ellos pues ya iba muy tarde, se dirigió a su camioneta y sacó su cartera para tomar el dinero e irse en taxi, y para su mala suerte se dio cuenta que no traía nada de dinero.
Eso era el colmo de la mala suerte, estaba segura que este era uno de los peores días de su vida.
La casa de de su suegra aun estaba algo lejos, podría irse caminando, llegaría sin muchas dificultades, el problema surgía al pensar como regresar a su casa, para ese momento podría ya estar oscuro y no quería exponer a su hijo a la inseguridad de la ciudad.
Otra opción era pedirle a su suegra que la llevara a casa, o que le prestara dinero para un taxi, inmediatamente deshecho esa idea, prefería regresar caminando que pedir algo a su horrible suegra.
Estaba en una encrucijada, afortunadamente para ella el viejo Cipriano lo notó y no le costó mucho hacer que la chica le contara de nuevo sus problemas.
--No te preocupes lindura, yo te puedo llevar…, le dijo don Cipriano no creyéndosela ni el mismo por las oportunidades que se le estaban dando tan fácilmente con semejante Diosa, oportunidades que aun no lo llevarían a algo más con ella, pero que si le permitían inmiscuirse en su vida en forma acelerada.
--No don Cipriano... usted ya ha hecho demasiado por mí... no puedo permitirlo, -negaba Gaby con su cabeza.
--Déjame decirte un pequeño secreto…, -el viejo con mucha confianza se acercó al oído de Gaby (confianza que ella misma le estaba comenzando a dar sin saber el peligro que corría con aquel lujurioso depredador). Al estar tan cerca de ella el viejo sentía que perdía el control, quería besar su oreja, succionar su tierna boquita, tirarla allí mismo al suelo y despojarla de su estrecha ropita y encajarle su verga por la vagina, si ya hasta se la imaginaba de lo hermosa que debería ser esta al igual que su dueña, sin embargo se contuvo, debía ir con calma.
--Yo también odio a mi suegra…, -le susurró finalmente Don Cipriano.
La chica soltó una gran carcajada y al final terminó aceptando, se dirigió hacia su camioneta para ver si no olvidaba algo.
Mientras el viejo charlaba con el chango dándole las últimas instrucciones.
--Bien, ya sabes derechito al taller, no quiero enterarme que andas dando vueltas por ahí dándotelas de galán con las colegialas.
--Si lo sé señor… por cierto... en verdad creé tener alguna posibilidad con ese forro de vieja…?, -le preguntó el chango quien ya se había dado cuenta del porque de la “buena” actitud de su jefe.
--A huevo mi changuito… acaso no has visto como me mira…?, -le respondió el viejo, -de volada se ve que sabe elegir a los que la tenemos grandota, jejeje.
--La neta que se me hace que ella es así con todo el mundo mi jefe, -le contestó el joven quien estaba en lo cierto, así era Gabriela, sin proponérselo hacía pensar a los hombres que podían llevársela a la cama cosa que hasta ahora no había pasado.
--A la verga con lo que tu creas pendejo…!, pero de que me la cojo me la cojo… o que ¿alguna vez te he fallado?, -el viejo decía esto refiriéndose a que siempre que se proponía cogerse a cualquier vieja lo hacía.
--Pus no… nunca mi jefe, pero es que esta viejita está en otro nivel…, nomas de verle las nalgotas ya se me para a mi también.
--Si, a mí también chango…, lástima que tu nunca te cojeras a una así, Jejeje.
Estas palabras molestaron al joven, estaba cansado de que Don Cipriano lo hiciese en menos.
--Ni usted tampoco…, -le respondió el chango…, --es más le apuesto lo de siempre a que no se la lleva a la cama.
--Sale y vale…, -dijo Don Cipriano que en su cara ya se le notaba una viciosa calentura por solo estar realizando semejante apuesta con tan deliciosa hembra.
--Recuerde que me tiene que traer alguna prueba… --Y además debe de ser por las buenas no vale forzarla, que por ahí hay rumores, -terminó diciéndole en tono inquisitivo el chango.
--Tu tranquilo mi Monkey que cuando tenga mi verga entre medio de esas piernotas me acordaré de ti… jajajajaja.
En ese momento vieron como la escultural Gabriela se acercaba a ellos con su provocativo andar y ambos separaron rumbos.
--Otra vez le digo que muchas gracias señor Cipriano, ¿Quién diría que de algo tan horrible como un accidente encontraría a una persona tan buena como usted?, -la desprevenida casada estaba en verdad agradecida de aquel hombre que en forma tan desinteresada le estaba ayudando.
--Lo sé reina, y ahora sube rápido a mi auto que aunque chocado aun funciona…, -Gabriela se sonrojó al recordar que ella había causado el accidente, y esto era lo que precisamente el viejo quería lograr refregándole en su cara que era ella quien lo había chocado a él.
Ambos se dirigieron a la casa de Doña Romina mientras hablaban de cosas vánales, con las metas muy distintas, ella pensando que de todo esto probablemente obtendría una nueva amistad, además de perder dinero y el imaginando que encontraría a su nueva zorra para usarla en la cama.
--Quién es ese hombre con el que vienes?, -le preguntó doña Romina cuando Gabriela se disponía a salir por la puerta con dirección al carro de Don Cipriano con Jacobo en brazos pues ya era algo tarde y el pequeño había caído dormido.
Gaby notó el tono con el que su suegra dijo estas palabras, como queriendo insinuar algo.
--El es un amigo…, -le dijo Gaby en tono cortante, ella no le debía explicaciones a nadie y menos a su suegra.
--Ahaaaa ya veo... otro de tus “amiguitos”, no?.
Gaby se detuvo en seco, el día ya había sido lo suficientemente malo sin tener que aguantar aquello...
--Está insinuando lo que creo señora?, -respondió la rubia mirándola visiblemente molesta.
--Hay no, como crees…?. Solo te pido que cuando estés haciendo tus cochinadas con ese hombre le tapes los oídos al pobre de Jacobo… no queremos que crezca traumado.
Era la primera vez que la señora Romina hacía un ataque tan directo, por lo general se limitaba a hacer comentarios sugerentes sobre la fidelidad de Gaby hacia su hijo (Cesar), pero esta vez había dicho claramente que tendría relaciones con otro hombre.
Gaby no entendía la razón por la que su suegra la odiaba, jamás había sido infiel… ni siquiera en su etapa de novios, recordaba cuando la conoció, se portaba bien... El típico trato de suegra y nuera, nunca habían sido las grandes amigas pero al inicio se trataban con respeto. Gaby no supo cuando fue que todo cambio, sabía que ella no lo había iniciado.
--Sabe algo suegrita…? vallase a la mierda…!, -dijo Gaby, sabía que esas simples palabras le traerían graves problemas con Cesar, pero en ese instante no le importaba.
--Muy bonito… linda boquita Gabrielita…, no sé qué te vio mi Cesar antes de casarse contigo, -le respondió la vieja Romina mirando de arriba hacia abajo a la chica y con una sonrisa como de asco volvió a decirle, --bueno a parte de las tetas y las nalgas.
Gaby ya no soportaba seguir escuchado tantas tonterías y muy molesta cruzó la puerta, mientras se alejaba podía escuchar las tonterías que bufaba su suegra.
El viejo Cipriano esperaba a la chica sentado en el cofre del auto, jamás en su vida había estado tan excitado como en esos momentos, el solo pensar que podría cogerse a su nueva amiga lo tenía calientísimo.
Y entonces la vio acercarse rápidamente, escuchaba los gritos provenientes de la suegra.
Notó las lagrimas escurrir de sus bellos ojos (debido al tremendo coraje) y sin pensarlo 2 veces la abrazó. Quería volver a sentir su fresco y bello cuerpo cerca del suyo y que mejor oportunidad que esta, aunque lamentó que debido al niño no pudo repagarse tanto como quería.
--Tranquila chica…, -le dijo el viejo mientras acariciaba su sedoso cabello.
--Eeeess… es una e… es… estúpida…, -tartamudeaba la joven casada sin intención de separarse del viejo, de alguna manera el abrazo le hacían sentir bien.
Todo esto pasaba mientras eran observados por Doña Romina quien de brazos cruzados meneaba su cabeza de forma negativa: --“Como puedes cambiar a mi hijo por ese asqueroso sujeto”, -pensaba.
Doña Romina era una mujer que enjuiciaba antes de preguntar, en su mente ni se asomaba la idea de que Gabriela acababa de conocer a aquel hombre, para ella ya eran amantes.
Don Cipriano quedaba de frente a Doña Romina y le lanzó una mirada burlona y triunfante. Romina y Cipriano se miraban en los momentos en que el viejo aun mantenía a Gabriela abrazada contra su pecho, el asqueroso vejete se encargaba de que la vieja viera que el tenía a su nuera en sus brazos todo lo que él quería, con esto ultimo sabía que todo lo que ocurriera de aquí en adelante solo lo beneficiarían a él: --“Señora... Si supiera lo rico que algún día lo pasaremos su nuerita y yo cuando estemos acostados...”
Con una mirada de desprecio Doña Romina se alejó de ellos y se metió en su hogar, mientras Cipriano, Gaby y el pequeño Jacobo se dirigían al fin a casa.
--Muchísimas gracias por todo Don Cipriano…, -dijo Gaby bajando del auto con su hijo en brazos.
--Tranquila mi reina… No pasa nada…
--No sé cómo pagarle todo lo que ha hecho hoy por mi…, -le decía Gaby con sinceridad, --bueno… si lo sé…!, no se preocupe le pagaré hasta el último centavo.
--Cuando puedas nena…, solo recuerda que tu camioneta estará en unas 2 semanas.
--Está bien señor… y me despido porque mi marido debe estar muy preocupado por nosotros (refiriéndose a ella y su hijo).
La atractiva y joven madre de familia comenzó a caminar en dirección al edificio donde se encontraba su apartamento, con la libidinosa mirada del viejo clavada en aquel espectacular trasero que movía como una diosa.
El viejo se tocaba la verga por encima de su pantalón mientras decía en voz alta.
--Tranquilo… en unos días más vas a estar dentro de esa pendeja, -arrancó su auto después de que ya no pudo ver a la rubia y se fue de allí.
El camino para Gaby fue difícil, su hijo ya no era un bebe, los últimos meses había ganado peso (no es que el niño fuese gordo, pero estaba pesado), además vivía en el 4 piso y el elevador no funcionaba desde hacía varias semanas.
Durante el camino se topó con varios vecinos que la saludaban eufóricamente, muchos de ellos con tal de pasar algunos momentos cerca de ella se ofrecieron a ayudarla con el niño, a lo cual se negaba, sabía que si hubiese aceptado se exponía a un nuevo pleito, ahora con su marido.
Estaba segura que su suegra ya lo había llamado, contándole quien sabe que cosas acerca de lo sucedido en su casa.
Cesar era un hombre celoso, a sabiendas del mujerón que tenía como esposa y eso lo carcomía, algunas veces cuando estaba solo se imaginaba que Gaby se conseguía otro hombre y lo dejaba, aunque cuando estaba con ella se reprendía por tener esos pensamientos al verla tan cariñosa, tan atenta, tan amorosa y entonces sabía que él lo era todo para ella, y el también la amaba, más de lo que había amado a otra persona en su vida.
Más tarde que temprano Gabriela llegó a su departamento introdujo su llave en la cerradura y entró.
No le sorprendió ver a su marido sentado en el sofá con semblante serio.
--Hola mi amor…, -le saludó Gaby con la esperanza de que no se encontrara de mal humor... no tenía ganas de otra pelea.
Cesar no respondió el saludo, se dirigió hacia ella y tomó a Jacobo en sus brazos, para después alejarse de allí y llevarlo a su habitación (la de Jacobo).
Para ella esto solo podía significar una cosa, habría pelea, así que esperó a que regresara, ella no quería discutir, pero tampoco era una dejada si quería pelea la iba a encontrar.
Esperó sentada en el sofá de la sala cuando vio aparecer a Cesar.
--Me llamó mi madre…, -atinó a decir Cesar mirándola seriamente a su cara.
--Otra vez esa vieja bruja…, -dijo Gaby frunciendo el seño en señal de molestia.
--No le digas así, es mi madre y lo sabes…, -Cesar estaba muy ofendido.
--Y cómo quieres que le diga…!?, si no deja de meterse en nuestros asuntos…
--Me dijo que estabas en el carro de un hombre… ¿Quién era?, -inquirió Cesar con el gusanito de los celos.
--Un conocido…, -dijo Gaby muy suelta de cuerpo, además que la palabra conocido para ella le sonaba a poco por lo atento en que se había comportado don Cipriano con ella en aquel día.
--Qué…!? Un conocido…!? Realmente quieres que me trague eso…!?, -los celosos gritos de Cesar llenaron la sala.
Gabriela al instante se puso de pie para intentar acallarlo, ambos quedaron frente a frente.
--Baja la voz que despertaras al niño…
--A la mierda con eso…!, y como quieres que me ponga cuando mi mujer se está revolcando con quien sabe quien…!!.
La respuesta de Gaby fue una sonora cachetada, jamás en su vida su marido le había hablado así, era la primera vez que la tachaba de adultera, y estaba segura que era por culpa de su suegra solo dios sabía que fue lo que le contó.
A Cesar le dolía mas el orgullo que aquel golpe, el solo imaginar que Gaby estuviera en brazos de otro lo enloquecían.
--En verdad crees que sería capaz de engañarte con otro…!?, mírame a los ojos y dímelo…!!, -la chica hablaba en tono alto, no importándole que alguien la escuchara, cuando ese tipo de acusaciones venían de su suegra no le afectaban tanto, pero viniendo de su marido era diferente.
Así lo hizo Cesar, miró fijamente los bellos ojos azules de Gaby y vinieron a su mente todas aquellas ocasiones en que había cuidado a él y de su hijo, lo tierna que era cuando se enfermaba, lo amorosa que era la mayoría del tiempo y la respuesta le llegó pronto a su mente. No, Gabriela jamás lo engañaría, o al menos eso pensaba en ese momento.
--Noo…, discúlpame mi amor…, -le decía ahora algo temeroso de la reacción de Gaby, --es que tu sabes lo mal que me pongo, tu eres mi vida y no sé qué haría sin ti.
--No me vengas con eso ahora, primero me insultas y después me vienes con esto…!. -Gaby aun estaba molesta, se notaba por la posición de sus hombros.
Cesar pidió una vez más disculpas, incluso se arrodilló, y como a Gaby no le gustaba verlo así, humillándose, terminó por perdonarlo.
--Mi amor… tengo unas preguntas…, sin pelear ni nada pero… Qué hacías en el auto de ese hombre?, -trató de que su voz sonara lo más tranquila posible, aunque sintiera celos.
Gabriela no quería contestar esa pregunta, no quería decirle a su marido que por su estupidez ahora tenían más deudas, así que hizo lo que cualquier ser humano haría: Mintió.
Le contó que su mejor amiga Lidia le había pedido prestada su camioneta por unos días porque iba a salir de la ciudad, a fin de cuentas ya lo había hecho antes y a Cesar aunque le molestara terminaba aceptándolo, siguió diciendo que el hombre era tío de Lidia y que muy amablemente al ver que no tenía como regresar se ofreció a llevarla.
La intuición de Cesar (o quizás los celos) le decía que algo andaba mal, su historia cuadraba, pero había algo extraño, a fin de cuentas lo dejaría pasar, viniendo de Gaby no sería nada grave.
La reconciliación de la feliz pareja no tardó mucho en llegar, esa misma noche tuvieron una sesión de sexo marital, y como siempre las sensaciones fueron contrastantes.
Cesar como siempre había terminado completamente satisfecho (y como no si aparte de ser una belleza Gaby era tremendamente fogosa en la cama).
Por otro lado tenemos a Gaby, la sensual chica, desnuda viendo detalladamente a Cesar quien plácidamente ajeno a todo esto dormía.
A pesar de ya llevar mucho tiempo casados Gaby no dejaba de sorprenderse de la belleza de su marido, un hombre alto, fornido gracias a las horas invertidas en el gimnasio, rubio, en fin era el estereotipo de belleza de las películas, alguien digno del tremendo cuerpazo de Gabriela, sin embargo había algo mal, nunca había logrado satisfacerla sexualmente y esto se debía a 2 razones.
El primero: Gaby pensaba que era debido a la falta de originalidad y talento a la hora de moverse, de sentir, de disfrutar de cada rincón de su cuerpo, y la segunda era el tamaño del miembro de su marido, si bien era cierto que nunca había visto otro, por platicas con sus amigas se podía dar una idea de lo pequeño que era, no obstante ella lo amaba demasiado como para quejarse por eso.
Sin embargo el mayor problema para ella, aun que en forma inconsciente, era eso último: Cesar la tenía muy chica.
Sabía en el fondo que debía hablarlo con él, que era un problema que tal vez tenía solución, pero también existía la posibilidad de que sus palabras pudiesen dañarlo, y eso era lo que menos quería.
……………………………………………………………
Los siguientes 2 días transcurrieron de manera normal en la vida de nuestra bella protagonista, no fue sino hasta el domingo por la tarde cuando recibió una llamada.
--Bueno..., -Dijo Gaby al no reconocer el numero de quien llamaba.
--Que bella voz tiene muchachita, -dijo la voz del otro lado del teléfono.
--Como es de juguetón Usted…, -dijo Gaby al percatarse de que se trataba la voz del viejo Cipriano.
--Que quiere que le haga…?, cuando estoy hablando con la mujer más bella del barrio… -dijo el viejo como tentando la situación.
--Mmmm…, Solo del barrio?- respondió coquetamente la chica sin ninguna mala intención, es solo que estaba acostumbrada a recibir los piropos muy subidos de tono, y cuando uno le agradaba por lo general seguía el juego.
--Usted sabe que no reinita…! Usted sabe que es la mujer más bella de la galaxia…, -el viejo lentamente tomaba más confianza, pero sin llegar a ser vulgar, no quería perder su oportunidad.
--Ya ve como es señor… va a hacer que me sonroje…
--Sonrójese todo lo que quiera…. De todas maneras estoy diciendo la puritita verdad.
Era extraña la gran confianza que habían adquirido en unos pocos momentos que habían estado juntos. Gabriela no veía con malos ojos la actitud de don Cipriano, pues como ya se dijo, ella estaba acostumbrada a ser admirada por el sexo opuesto.
Los siguientes minutos pasaron de la misma manera con don Cipriano alabando la belleza de Gaby y ella cada vez mas sonrojada hasta que llegaron al punto de la llamada.
--Bueno nena… no quiero incomodarte, pero llamaba para ver si has conseguido el dinero…
Gabriela dudó un momento… por lo bien que se llevaba con el viejo no pensó que le cobraría tan pronto.
--Ande señor… la verdad es que aun nada…
--No te preocupes, y no pienses que te estoy cobrando, lo que sucede es que me surgió un problema y rápidamente pensé en ti, si aceptas te perdonaría la deuda.
--Qué clase de problema?, -le consultó Gabriela con la esperanza de librarse de la deuda.
--Déjame contarte todo desde el principio.
El viejo Cipriano tomó aire y empezó.
--Como ya te había dicho, tengo un taller, todo iba muy bien con la clientela pero hace unas cuantas semanas un nuevo taller abrió muy cerca de aquí y empezamos a perder clientes…. --No teníamos idea de que chingados hacer para volver a tener clientela hasta que se me ocurrió una idea…
--Cuál idea?, -preguntó Gaby.
--Contratar edecanes… tú ya sabes… de esas chavas buenonas que bailan afuera de los negocios.
Gaby aun no entendía que le estaba proponiendo.
--El problema aquí es que ya teníamos contratadas a 2, pero para mi mala suerte una sufrió un accidente y no podrá venir, y para acabarla de chingar la agencia donde las contraté no me puede mandar otra, dicen que no tienen disponibles, -mentía el viejo.
Gaby quien por fin tenía una idea de lo que quería el viejo, y tratando de zafarse preguntó.
--Y no puede llamar a otra agencia?.
--Si…, pero el problema es que estoy pagando un dineral por esta chica, ya la vi y es una hermosura, y en las demás agencias no tienen a nadie que le llegue a los talones.
--Y entonces…?, -la voz de Gaby sonaba preocupada.
--Entonces es cuando entras tú… Eres una hermosura de mujer, y si suples a la chica que se enfermó nuestra deuda quedará saldada.
El silencio reino por unos instantes mientras Gaby meditaba la situación.
--No creo señor, soy una mujer casada y no me parece correcto exhibirme, si mi marido se llegara a enterar inmediatamente me pediría el divorcio.
--Ándale… solo son 2 semanas Gabrielita… solo eso y por las mañanas, -le suplicaba el viejo.
--No se…, -la bella mujer casada estaba indecisa, solo tendría que hacer de edecán por 2 semanas y terminaría su deuda, era un buen trato, si estuviese soltera lo habría tomado sin protestar.
--Tu marido no tiene por que enterarse, será nuestro secreto…, -el viejo sonaba muy angustiado, sentía que la escultural mujer se le escapaba.
Después de unos angustiosos momentos la chica terminó aceptando.
--Está bien señor, pero solo porque usted me cae muy bien, jajaja…, -se rio con su dulce voz.
--Muchísimas gracias Gabrielita, y a propósito tu…”me caes mejor”, -dijo Don Cipriano en doble sentido cosa que Gaby no entendió.
--Déjame darte mis datos para que mañana llegues aquí temprano nena…
--Está bien señor…
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A la mañana siguiente Gabriela se encontraba afuera del taller de Don Cipriano, tuvo que hablar con su jefe pidiendo sus dos semanas de vacaciones por adelantado, su jefe aceptó, aparentemente las cosas estaban de su lado, sin embargo un sentimiento de angustia la recorría, la calle estaba en muy malas condiciones, era muy temprano y no pasaba mucha gente ni coches.
Llevaba alrededor de 15 minutos esperando a las afueras del “Pie Grande”, así se llamaba el taller mecánico. Por un momento le dio la impresión que el nombre parecía más de Cabaret que de taller mecánico, pensaba en irse, a fin de cuentas nadie la había recibido, sabía que estaba mal, como era posible que una mujer casada como ella estuviera pensando en exhibirse ante una bola de extraños.
¿Qué pensaría su marido?, ¿Qué pensaría su hijo?, definitivamente estaba mal, la espectacular rubia dio media vuelta cuando escuchó que se abría el gran portón café.
--Hola señora Gabriela…!, -le saludó eufóricamente el chango.
--Buenos días Pablo…, -le respondió Gaby devolviéndole el saludo.
--Bu… buenos días…, -el chango se extraño de cómo una espectacular mujer como ella recordara su nombre.
Aun con aquellas ropas, se podía ver a la perfección la escultural figura de Gabriela, dotada de una belleza espectacular que la naturaleza le concedió y cuidada gracias a las horas de gimnasio invertidas, decir que era espectacular es poco, ese bello rostro digno de una muñeca de porcelana con sus ojos azules y esos labios rojos que brillaban como la sangre, contrastaban con el deseo que despertaba su anatomía.
Su cuerpo digno de las pajas mentales de todo el que la conocía, con su trasero perfecto, voluminoso, parado respingón, y sus enormes melones, fantasía obligatoria de grandes y chicos, de amigos y familiares.
--Pero no se quede allí señito… pásele al fondo, la otra chica ya llegó…
Gabriela se quedó unos momentos sin articular palabra, su mente era un caos, sabía que no debía hacerlo, pero necesitaba saldar la cuenta de su camioneta.
--Okey Pablo, muchas Gracias…, -y con su sensual movimiento de caderas fue al lugar señalado, recorriendo un húmedo y ancho pasillo de paredes grisáceas.
El lugar olía mucho a gasolina, aceite a todos esos olores característicos de los autos, el recorrido era largo y mientras avanzaba se topaba con lo que pensaba eran trabajadores, todos eran similares, vestían ropas maltrechas, sucias y feas, tipos bastante normales, notaba la lasciva mirada de todos y cada uno de ellos, a lo cual ella respondía con un agradable “buenos días”.
Gabriela abrió lentamente la puerta del camerino improvisado que Don Cipriano había montado y cuando lo hizo vio a una chica morena sentada en una silla, vestida con un diminuto short y una pequeña blusa de tirantes.
La chica no se dio cuenta de la entrada de Gabriela puesto que estaba muy ocupada arreglando su cabello en el espejo.
Gaby quien por naturaleza era curiosa se quedó sin hacer ruido observando a la joven.
Notó que se trataba de una chica bastante normal, no era la belleza que creyó encontraría tras la llamada de Don Cipriano, veía su cuerpo, unos pechos de tamaño medio, para bajar a un estomago del cual se notaba una ligera pancita, observo su rosto, era una niña, según Gaby no pasaba de los 18 o 19 años, lo que pudo ver de su rostro le agradó, era una chica bastante bonita, pero dentro de lo que cabe normal.
La joven volteo a ver a la rubia y fue Gaby quien rompió el silencio, como siempre;
--Hola, me llamo Gabriela y creo que somos compañeras…, -le dijo mostrando su bella sonrisa de dientes relucientes.
--Mu... mucho gusto señora, mi nombre es María…, -dijo la joven levantándose de la silla y estrechándole su mano. A Gaby no le agrado que se dirigiera a ella como señora, porque a fin de cuentas a que mujer le gusta que le recuerden su edad.
--Bien María, pero a partir de hoy llámame por mi nombre Okey…
--Si “señora” esta bi…, -en ese momento hubo un silencio, para después ambas empezar a reír.
--Si Gaby está bien.
Gabriela al instante supo que se llevarían muy bien.
Pasadas las presentaciones María le indicó a Gaby donde se encontraba su ropa, la cual tomó, y la extendió sobre una pequeña mesita en la esquina del cuarto.
Sin ningún tipo de pudor la escultural rubia se despojó de su blusa deportiva y su brasier, después de manera muy sensual (sin proponérselo) deslizar lentamente su pantalón deportivo.
--Disculpa, no sé si te importara que me cambie aquí…, -dijo Gaby cubriendo sus pechos con un brazo y con el otro cubriendo su intimidad.
Gaby tenía la costumbre de hacer eso con sus amigas, entre ellas no había secretos y menos algo tan simple como verse desnudas, pero recordó que no todas las mujeres eran así.
--Para nada Gaby, con confianza…
Para ser honesta el cuerpo de Gaby impacto a María, jamás en su vida había visto cuerpo tan perfecto como ese, y eso la cohibió, la avergonzaba saber que cuando estuviesen fuera nadie la vería por ver a esa espectacular mujer.
--Te pasa algo María…?, -le preguntó Gaby…
--No nada… puedo hacerte una pregunta?
--Ya la hiciste…, -rio Gaby, comentario que agrado a María
--No… ya en serio... te has hecho alguna cirugía?, -le consultó María intentando sonar lo más natural posible, no quería enfadar a su compañera.
Gaby se extrañó, llevaba poco de conocer a María jamás imaginó que le preguntaría eso,
--No, la verdad no, así me hicieron mis papás, -dijo orgullosa de su anatomía, a la vez que se veía en el espejo.
--En… en serio?.
--Claro… en mi familia las mujeres siempre hemos sido así, aunque mi madre dice que yo si exageré…, -ambas rieron.
--Qué padre tener un cuerpo como el tuyo…, -le decía María en tono melancólico sabiendo que ella no era ni la mitad de hermosa que Gaby.
Gabriela notando que tal vez al presumir su cuerpo había hecho sentir mal a María dijo:
--Pues ni creas, es una verdadera friega en el gimnasio, además todos los hombres se te quedan viendo de manera extraña, -la sonrisa de Gaby era muy amistosa.
--Ha de ser bien chido que los hombres te quieran por tu cuerpo, así como poder conseguir lo que quieras.
Este último comentario si preocupó a la rubia, siempre había sido de la idea que lo más importante de las personas era el interior, no se había casado con su esposo por ser un hombre bien parecido, lo había hecho porque a pesar de sus defectos, también tenía grandes virtudes.
--Créeme no está tan bien…, -le decía Gaby, -lo que importa es lo que llevamos dentro.
--Siiii…!, lo que llevamos dentro de la tanga y dentro del bra…, -respondió María.
A pesar de la lección que Gaby quería impartirle a María no pudo evitar reírse.
--Bueno apúrate, Gaby que ya casi es hora de salir…
--Sí, pero donde está el dueño del taller?, -preguntó Gaby refiriéndose a Don Cipriano.
--Mi tío llega más tarde, pero tranquila que ya me dio órdenes de que hacer…
--Tu tío…?, -preguntó Gaby…
--Así es, acaso no notas el parecido familiar…?.
Jamás en su vida Gaby lo habría adivinado, don Cipriano era un hombre muy feo y la chica era hasta cierto punto bonita.
--Pues la verdad no…, -respondió Gaby.
--Ay… gracias a dios…, -comentó María a lo que ambas rieron fuertemente.
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Gabriela y María bailaban sensualmente a las afueras del pie grande, con sus ajustados atuendos, al ritmo del reggaetón.
La bella rubia al principio le daba pena estar allí bailando para extraños, pero conforme pasaba el tiempo iba adquiriendo confianza, hasta que llegó a la conclusión de que no era tan horrible como pensaba, a fin de cuentas a ella le encantaba bailar, le encantaba esa música, su compañera era muy agradable, e incluso le hacía gracia como alguno que otro despistado había sufrido ligeros accidentes menores por voltear a verlas.
Ya había conocido a todo el personal, aunque hubiese deseado recordar el nombre de todos solo recordaba al chango o Pablo y a Francisco un chico de unos 20 años que era novio de María.
Debía admitir que la estrategia al parecer estaba dando resultado, había muchísima gente rodeando el taller, era verdad que muchos solo iban a verlas, pero otros en verdad entraban por sus autos.
En el poco tiempo que llevaba allí Gabriela ya había recibido más de 20 números de teléfono, los cuales ella aceptaba por educación aunque claro nunca llamaría a esos hombres, cuando alguien preguntaba su número ella cordialmente se excusaba (mintiendo) diciendo que si la compañía se enterara perdería su empleo.
Mientras a unos cuentos metros de distancia el chango, Francisco y Don Cipriano hablaban tranquilamente.
--No mamen gueyes… ya no aguanto, me la quiero coger ya…!, -decía el viejo Cipriano
--Sí señor, esta re buena la señora, mire nada mas como nos mueve esas nalgotas…, -decía Francisco señalando a la rubia mientras bailaba la macarena meneando su trasero de una forma hipnotizante, y si a eso le sumamos el diminuto short que usaba era una visión impactante.
--Esas nalgotas van a ser mías muchachos, pero todo depende de que salga bien el plan, y que no la cagues muchachito…, -dijo don Cipriano volteando a ver a Francisco.
--Si ya lo sé señor…, -fue lo único que pudo responder el joven.
Y como si Gabriela pudiera escucharlos sin perder el ritmo se acercó a ellos y jalando a Don Cipriano lo incitó a que bailara con ella, el no perdería la oportunidad de dar una pequeña manoseada a tan sensual mujer, así que ni tonto ni perezoso la acompañó.
Los hombres que estaban allí reunidos no podían creer como tan horrible viejo estaba dando llegues a la chica, la cual al parecer ni se daba cuenta, y así era Gabriela ni se imaginaba nada de eso, notaba como el viejo se repegaba a ella, pero así se bailaba.
--La neta que lo vas a hacer wey…?, -le preguntó el chango a Francisco.
--Pus si wey… por qué?
--Es que la seño es a toda madre wey…, -en el poco tiempo que el chango llevaba de conocer a Gaby ya le había cogido cariño.
--Si we pero el patrón se la quiere echar, y quien no…, nomas mírala esta re buena.
--Pero si lo logra le arruinará la vida, hasta donde se está casada y con chamaco y toda la cosa, imagínate si a tu mamá o a tu hermana le quieren hacer algo así, es mas no te vayas tan lejos, imagínate si a María se la quiere chingar otro wey.
Francisco se quedó en silencio pensando.
--Tú sabes que necesito feria y el patrón me ofreció una buena, además María está de acuerdo…, -respondió finalmente Francisco.
El chango ya no dijo nada, sabía que ni ninguna cosa lo haría cambiar de opinión, ambos se quedaron allí embelesados viendo a la buenísima de la casada.
…………………………………………………..
Pasaron las horas, su primer día había pasado de maravilla, le había encantado el sentimiento de libertad, de sentirse deseada, de poder sobre los hombres y ahora llegaba el momento de regresar a casa y obviamente Don Cipriano se había encargado de ofrecerse para llevarla.
Desde el primer momento en que llegó al taller el viejo no se había separo de ella, y para los próximos días tenía pensado que fuera igual, cosa que a Gaby no le molestaba, más bien la hacía sentirse segura, y siempre era agradable estar con alguien.
Don Cipriano quería que Gaby se acostumbrara a él, que en el momento en que la penetrara no existiese resistencia de su parte, quería seducirla, quería apartarla de su familia, quería que ese forro de mujer fuera solo suyo, pero también quería que fuera por las buenas, quería que ella lo deseara y no le importaba valerse de trucos y de engaños para lograrlo.
Don Cipriano dejo a Gaby a dos calles de su edificio, para que su marido no se diera cuenta de que llegaba con él.
La rubia caminó hasta su casa, había sido un día muy placentero y ansiaba que llegara el próximo.
--Hola mi amor…, -le saludo Cesar al ver entrar a Gaby, --luces un poco cansada.
Gabriela no le contó a su esposo que pidió sus dos semanas de vacaciones, pues no quería que se enterara de lo que hacía, se sentía mal de ocultar algo a su marido, pero había llegado a la conclusión de que era lo mejor para ambos.
--Si amor, fue un día duro.
En ese momento entró corriendo Jacobo.
--Mamá... mami…, -le decía completamente emocionado.
--Hola mi amor…
Gabriela cargó a su pequeñín entre sus brazos, en esos momentos era lo único que le importaba.