Jugodevida
Estrella Porno
Fui el pago de una apuesta perdida
Me llamo Denisse y tengo 20 años. Lo que voy a contar pasó hace un tiempo, y representó para mí una experiencia inolvidable, de esas que no se borran fácilmente. Intentaré hacerlo en un vocabulario más o menos neutral, para que todos puedan entenderlo bien y obvio que la lectura sea placentera.
Al respecto sobre mí, soy una chica de estatura mediana, cabello negro bastante bonito, la piel muy pero muy blanca; no soy flaca pero tampoco rellenita, digamos, que estoy en un punto medio. Tengo unas muy buenas tetas, que siempre me favorecieron a la hora de atraer miradas de chicos, y también como no, de algunas chicas. Al respecto, no tengo problemas. Verán, me encantan tanto las vergas como las tetas y me excitan de igual manera hombres y mujeres. Precisamente, fue por estas cosas que caía redonda en la trampa que me pusieron unos compañeros de la universidad.
Todo empezó una noche de sábado, cuando Lucía, mi compañera y amiga, me invitó a su casa a pasar la noche ya que sus padres estaban de viaje y no quería quedarse sola. Lucía es una chica sumamente atractiva. Rubia, un poco más alta que yo y sus tetas son aún mejores que las mías. Ella sabe que también me atraen las chicas y siempre bromea al respecto. Sabe también que me dejo llevar fácilmente. Como ella siempre se veía espléndida, no quise quedarme atrás esa noche. Me calcé unos lindos zapatos, una faldita negra que dejaba relucir lo mejor de mis piernas, bragas y sujetadores negros también, y una linda blusita blanca. Era una noche hermosa y cálida. Ella, fiel a su estilo, también estaba divina. Jeans cortos y una camiseta celeste que hacía juego con sus ojos. La forma de sus tetas bajo la ropa daban a entender lo apretadas que estaban, como queriendo salir a toda costa.
Pasamos a su sala, en donde estuvimos hablando y riendo como por una o dos horas. Ella tenía muchísimo alcohol en la casa y no parábamos de beber. A decir verdad, llenaba mis vasos el doble de rápido que los suyos, prácticamente sin dejarme descansar. Fingí que no lo notaba porque quería embriagarme esa noche. Ella reía, me hablaba, y cada tanto cogía el móvil para escribir, según ella, a su madre quién le hacía muchas preguntas.
A medida que me iba poniendo más ebria el tono de la conversación iba cambiando. De repente, ella se paró y se quitó la camiseta, alegando que el alcohol y el clima le daban calor. Yo me queda flechada viendo la forma de sus tetas apenas tapadas por un muy pequeño sujetador color verde, pero traté de disimular para no ser muy obvia. Me preguntó si yo no tenía calor y obviamente dije que sí y me desprendí de la blusa también para estar igual que ella, mientras la veía responder un mensaje con su móvil. Volteó y me miró con una sonrisa abierta y dijo que nunca me había visto así. Dijo que le encantaban mis tetas, mientras se acercaba sonriendo. “¡Son geniales!” –gritó y puso ambas manos en ellas, con total espontaneidad. Empezó a acariciarlas lentamente. A esa altura yo estaba sumamente ebria y también excitada, así que no puse mayor resistencia. Al contrario me dejé llevar por el alcohol y la excitación. “¿Te gusta esto, no? ¿Y también te gustan mis tetas, verdad?” –me preguntó. “Sí, me gusta cómo me tocas y tus tetas me encantan” –contesté.
Las palabras me salían un tanto débiles por el alcohol pero mi cuerpo no sabía de eso, sino que hacia crecer la excitación e iba en aumento. Comenzaba a sentir como mi vagina se humedecía. Ella sonreía traviesa, dijo que quería verme mejor y me arrebató el sujetador, dejando mis blancas tetas al aire. “Pues a mí me encantan las tuyas” –dijo mientras tomaba mis pezones entre sus dedos haciendo que se pongan más duros aún, apretándolos y moviéndolos en todas las direcciones.
“Creo que me voy a quedar con esto un rato, estás bien así” –dijo guiñándome un ojo y llevándose mi sujetador a su habitación. Cuando retornó pocos segundos después, mi corazón latía fuertemente y ya estaba lista para tirarme a sus labios, justo en el momento en que sonó el timbre de la casa. Me encontraba muy aturdida por el alcohol y la excitación, la agarré del brazo para que se quedara, pero ella me soltó rápidamente. “Creo que Luis y Daniel están afuera. Estaban dando una vuelta en coche así que les dije que pasen por aquí” –fue lo único que dijo sonriendo cuando iba rápidamente hacia la entrada. Traté de entender en unos segundos lo que implicaban esas palabras. ¿Luis? ¿Daniel? ¿Afuera? Mierda, yo estaba con las tetas al aire. No tenía idea de a donde se había llevado mi sujetador y ya se oían las voces de nuestros compañeros en el pasillo contiguo así que me puse rápidamente la blusa sola, aún con los pezones sumamente duros esperando que no se noten. Los chicos me saludaron alegremente y yo balbuceé alguna respuesta. Estaba demasiado excitada y podía sentir mi vagina mojada por lo recién acontecido con Lucia.
Los minutos pasaban y ellos hablaban y reían abiertamente, mirándome de pies a cabeza. Sentía muchísima vergüenza y trataba de organizar mis pensamientos para que no se note mi estado. Luis le había preguntado a Lucía que había de nuevo y ella respondió que había descubierto que yo soy fan de sus tetas. Todos me estaban mirando. “Son muy bonitas tetas” –dije tratando de sonar normal. “No son para tanto” –dijo ella fingiendo modestia. “Es más, miren” –dijo levantándose la camiseta y el sujetador verde saltó a la vista. Los chicos asintieron y dijeron que yo tenía razón. Actuaban de manera natural, como si todo fuera muy común. A Lucía parecía ocurrírsele una idea diferente. “Si quieren ver buenas tetas, deberían ver las de Denisse. Esta chica es fantástica” –dijo sonriendo. De repente, sentí terror, porque no tenía puesto nada abajo y no quería mostrarme así como así a los muchachos. Ellos estaban muy interesados en mí, esperando a ver bajo mi blusa. “No, no tienen nada de especial” –dije con una risa nerviosa. “Vamos, Denisse, no seas tímida” –respondió Lucia acercándose a mí e hizo que me pusiera en pie. Sabía que no tenía nada abajo y lo estaba haciendo a propósito para exhibirme. No lo podía creer. Tomó mis brazos y los llevó a mi espalda, riendo. No podía resistirme a causa del alcohol y me quedé quieta mientras ella les indicaba a los chicos que abrieran mi blusa. Obviamente, lo hicieron y mis tetas saltaron al aire, así como estaban. Gritaron de júbilo y ante el asentimiento de Lucía, no perdieron tiempo para tomarlas y acariciarme sin contemplaciones. Los pezones se me endurecieron rápidamente y no podía negar que aún seguía muy excitada. Daniel incluso se llevó una de mis tetas a la boca aprovechando al máximo mi disposición. “Les dije que es fantástica. Yo que ustedes sacaría esa falda” – dijo Lucía.
No podía creer lo que escuchaba. Mi amiga estaba invitando a los chicos a que me utilizaran abiertamente. Luis siguió la indicación y me quitó la falda. Palpó mi entrepierna sumamente mojada y sonrió. No pude poner resistencia cuando me despojaban de la ropa interior y me dejaban sin nada. Mi cabeza estaba a mil revoluciones. Sus manos circulaban por todo mi cuerpo, volviéndome loca. Hasta Lucía, quién ya me había soltado y quitado finalmente la blusa para dejarme completamente desnuda, utilizaba sus manos para acariciarme las tetas y las nalgas, besándome en el cuello desde atrás. Los tres se estaban divirtiendo conmigo y no solamente no podía resistirme, sino que me encantaba lo que me estaban haciendo. Sus dedos subían y bajaban por toda mi piel. Se posaban sobre mi boca, jugaba con mi lengua. Bajaban por el cuello y se perdían en la forma circular de mis tetas. Estiraban mis pezones. Otra mano me apretaba fuertemente la nalga derecha. Cerré los ojos y sentí como la lengua de uno de los muchachos se entretenía con mi clítoris, mientras otra boca hacía lo propio con mis tetas. Lucía tomó mi cabeza y la volteó hacia ella para besarme locamente.
Los chicos finalmente dejaron ver sus vergas. Ambas estaban erectas, así que me puse de rodillas inmediatamente. Las quería dentro de mi boca, llenándome con sus fluidos y dejarlas impregnadas con mi saliva. Disfrutaba la manera en que me rompían la garganta. Lucía se arrodilló también, atrás, y pegaba sus tetas contra mi espalda mientras me metía mano por lo bajo, matándome de placer. Cuanto más rápido acariciaba mi clítoris, más rápido yo me comía esas deliciosas vergas. Daniel se tumbó en el piso, su miembro estaba sumamente erecto, era la invitación que necesitaba, así que no perdí tiempo y me senté en esa verga, permitiéndole que entre hasta el fondo de mi ser. Lo estaba cabalgando a gran velocidad, con mis tetas subiendo y bajando en el aire. Lucía apretaba mi cabeza contra la pelvis de Luis, para que mi boca no perdiera un solo centímetro de su verga. Sentía que me atragantaba pero no me importaba en lo más mínimo, estaba siendo taladrada por la boca y por la vagina al mismo tiempo y me encantaba. Lucía se apartó con una cara de orgullo y se desprendió el sujetador para regalarme una vista perfecta de sus tetas y se desnudó por completo. Apartó a Luis y me las puso directamente en la cara, para que las disfrute. En ese momento mi excitación era máxima y tuve un orgasmo infernal.
Lejos de querer descansar para recuperarme, seguí moviéndome solo para seguir comiéndole las tetas a Lucia. Luis estaba tan caliente que no resistió la tentación y sin pedir permiso se la metió a Lucia quien abrió los ojos bien grandes y puso cara de asombro mientras Luis empezó a moverse frenéticamente, ella gemía deliciosamente y Luis se tomó firme de su cintura para ayudarle a mantener el equilibrio. “¡Eres un desgraciado!” –le dice. Pero él siguió sus frenéticos movimientos y nalgueándola, era una escena tan caliente, las dos siendo folladas como puta en la sala de su casa con la lujuria impregnada en el ambiente. Entre más veía su cara de placer, más me calentaba. Luis y Lucia ya no podían estar en pie, así que ella se puso en cuatro para que Luis siguiera taladrando su vagina de forma bestial. También me coloco en la misma posición quedando de frente, nuestras bocas se buscaban entre gemidos y brutales movimientos de los chicos. Nos besábamos con la misma intensidad que nos cogían. Disfrutaba de cada embestida que me daba Daniel, mi vagina se contraía de manera exquisita. “¡Oh, Daniel, dame duro!” –le decía. Lucia ya no podía resistirse más y se entregó a un perverso orgasmo, que la hizo gemir y gritar hasta el cansancio. Seguía caliente, quería más. Daniel se tumbó en el piso y me senté en horcajadas sobre él, su verga entró sin problemas en mi vagina, luego Luis se acomoda por detrás y pone su glande en la entrada de mi culo. “¡Oh, Dios, me van a matar!” –les digo. Poco a poco la verga de Luis entra en mi culo que se abre para darle espacio. “¡Oh, malditos pervertidos, me tienen tan caliente!” –les dije comenzando a moverme para sentir esas estocadas sutiles tanto en mi culo y en mi vagina. Ya estaba desesperada y desenfrenada, mis movimientos eran más rápidos; Luis seguía el ritmo, mientras que Daniel solo se dejaba querer teniendo su verga aprisionada por mi vagina. Lucía se había apartado y estaba filmando toda la escena con su móvil y narrando la escena: “Así es como coge una puta que sabe complacer a dos hombres a la vez” –decía con una sonrisa en los labios. No me importó en lo absoluto. Yo solo tenía cabeza para esas vergas que aniquilaban mis fuerzas y me entregaban del perverso placer que estaba disfrutando.
No iban a soportar mucho más, era tiempo de probar aquel viscoso semen que destilaría de sus miembros, para deleitar mi perversión. “¡Quiero que acaben en mi cara!” –les dije. Ambos rieron y detuvieron su faena, me pusieron de rodillas en la alfombra y empezaron a masturbarse frenéticamente. Lucía captó el momento exacto en que los chorros de semen fueron a parar directamente a mi cara, salpicándome por completo, el cabello, las tetas. Bajó el móvil y se arrodilló a mi lado. Lamió el semen que había escurrido por mis tetas haciéndome gemir de manera lujuriosa. “¿Qué tal estás, putita?” –me dijo. “Sigo excitada” –le respondí. “Déjame te ayudo con eso”– dijo y llevó su mano derecha a mi coño para acariciarlo con suma velocidad. Yo hacía lo mismo con sus tetas perfectas y el solo tocarlas me excitaba aún más. Los muchachos nos miraban atentos y yo terminé gimiendo de placer a los pocos segundos en otro orgasmo descomunal.
Recuerdo que nos follaron durante dos o tres horas más. Lucía también participaba, pero el centro del espectáculo era mi cuerpo. Los muchachos aprovecharon al máximo la oportunidad y me llenaron de semen todo lo que pudieron. Terminé agotada al extremo. Ni siquiera pude volver a casa esa noche. Lucía me hizo dormir a su lado, desnuda. “¿Este siempre fue tu plan, no?” – le pregunté. “Claro que no, tonta” –sonrío. Obviamente mentía de forma descarada porque se le notaba en sus ojos la satisfacción.
A las pocas semanas me enteré finalmente por otra amiga que ella había hecho una apuesta con Luis y Daniel en la cual si perdía tenía que entregarme a mí, para que me follen. Así, en bandeja. Inicialmente me molestó, pero no pude negar que me encantó así que no dije nada. Lucía me pasó el video de esa noche y cada tanto me toco viéndolo de vuelta. A veces me regala fotos de sus tetas, porque sabe que me encantan. Con Daniel y Luis pasa lo mismo, a veces me mandan videos masturbándose porque saben que me encanta ver sus vergas arrojando semen por todas partes.
Ahora somos un grupo muy unido, en donde en algún fin de semana nos perdemos para coger como posesos, esta vez estando Lucia más activa que la primera vez; cada gemido que sale de sus labios es un hermoso canto al placer, sobre todo cuando nos ponemos a coger entre nosotras para calentar a nuestros amigos. Aunque tengo que cobrarle la experiencia, aunque aún no tengo una idea clara de si utilizar algún que otro elemento para mayor vergüenza suya. Ya se me ocurrirá algo.
Habían pasado una semana y no se me ocurría nada para vengarme de Lucia. No quería incluir a los chicos porque sería repetitivo, sino que debía ser algo innovador y particular. Fueron semanas en una lucha creativa, buscando algo que pudiera saciar mi sed de venganza y no solo eso, sino que pudiera disfrutar observando. Fue que me hice muy amiga de Google, buscaba la manera exacta. Me sumergí en páginas porno, terminaba caliente y víctima de mis orgasmos hasta que un día un video llamó mi atención. Me quedé boquiabierta, sin creer los que mis ojos veían, miraba con detenimiento, mientras mi entrepierna se mojaba. Ante tal material que mis ojos miraban solo puedo decirles que fue algo de lo más excitante que he visto, ya que nunca pensé que se podía realizar algo de esa índole y mucho menos tener placer al momento de hacerlo. Ahora solo debía esperar la oportunidad de llevarlo a cabo, porque debía ser en mi casa para no correr riesgos.
Dicen que la vida da oportunidades y sí, es cierto. Mis padres iban a salir el fin de semana a la casa de unos amigos en otra ciudad, yo con la excusa que debía estudiar para unos exámenes, ya tenía la oportunidad. Solo me faltaba avisarle a Lucia para que vaya a mi casa sin sospechar nada. Decidí mandarle un mensaje en la noche: “Hola zorrita. Mis papás se van el fin de semana a la casa de unos amigos y tendré la casa para nosotras”. No pasó mucho rato cuando recibo su respuesta: “Suena interesante. ¿Qué tienes en mente?” –preguntó. “Si te digo perdería el factor sorpresa. ¿Puedes o no?” –le respondí. “Bueno putita, nos veremos el fin de semana, esperaré con ansias esa sorpresa que me tienes para que la pasemos bien” –me dijo.
Estuve tramando toda la semana mi plan, sabía que debía ser ejecutado con precisión y que no seria algo fácil, pero como dicen por ahí. “El que no se arriesga no cruza el río”, y yo ya estaba con el agua casi en la cintura. Esa noche casi no dormí de lo caliente que estaba imaginando mi plan concretarse. El video que estuve viendo y que llamó mi atención tiene mucho de retorcido. Se trata de una chica que está tomando el sol en el patio junto a la piscina y de pronto llega su perro, un Rottweiler fornido, juguetón, cariñoso y empalagoso. Juega con él, lo acaricia y pasan un momento agradable. El perrito se notaba que no se conformaba con los mimos y arrumacos, sino que buscaba algo más, movido por la curiosidad, empezó a olfatear su entrepierna y hurgaba con su nariz como el mejor de los sabuesos. Eso causó en la chica excitación y dejó que el perrito hiciera más, separó sus piernas e hizo su tanga hacia un lado. Por su instinto, rápidamente su nariz se pegó a olfatear por completo su sexo que en el video ya se notaba húmedo, entonces el can dejó ahora que su lengua probara esa humedad que brotaba de la vagina de la chica, hasta que pasó lo que ustedes pueden imaginar.
Mi cómplice sería Donatello, mi perro de dos años; no es tan imponente como un Rottweiler, es de raza mediana, pero había un problema, nunca se había cruzado y tal vez no tendría la experiencia de satisfacer a una mujer, por lo que decidí “entrenarlo” para tales efectos. Como tenía bastante tiempo libre en la universidad por haberme eximido de algunos ramos, habían momentos en que no tendría clases y tenía una semana para tenerlo listo para mis planes. Lo primero que hice fue documentarle para tales efectos, leía mucha literatura, incluso relatos donde se hablaba de este tema, veía videos, quedaba tan caliente que no pasaba mucho rato y ya me estaba masturbando. Lucia tenía razón en llamarme puta, ya que en todo momento estaba caliente y debía quitarme las ganas de alguna forma. El paso dos era interactuar con el sujeto de prueba y ver cómo podría llegar a que hiciera todo lo que vi en el video.
Era miércoles por la tarde, mis padres estaban en su trabajo, estaba sola en casa encerrada en mis pensamientos, cuando se me ocurrió la idea de ya dejar la teoría y llevar a cabo la práctica. Me quité la ropa y me quedé solo en ropa interior. Hice que Donatello entrara a la casa y me tumbé en el sillón, esperaba que tomara la iniciativa, pero él solo se quedó sentado en sus patas traseras, jadeando y babeando. “¡Perro idiota! No tengo todo el día para esperar a que te decidas a hacer algo” –le dije con enojo. Me miró con ternura como diciendo. “No entiendo lo que quieres”. Decidí que debía ayudarlo o si no el plan se iría a la mierda, pero como hacerlo, era tan inexperta como él. Me quité la diminuta tanga que traía y me empecé a masturbar despacio, a medida que mi sexo se mojaba me metía los dedos para impregnarlos con mi humedad, le daba a probar y Donatello los lamía dejando solo su saliva. Eso al parecer despertó su instinto, ya que jadeaba con más intensidad y se puso inquieto. Solito se acercó a mi vagina y empezó a lamer, ya que conocía el sabor de mis fluidos, sin mucho que hacer separé mis piernas todo lo que pude para que se diera el gusto de recorrerme. “¡Chiquito hermoso! Oh, sí, aprendiste rápido bebé” –le decía. Mis gemidos se podían escuchar por toda la casa, la forma en que Donatello me estaba haciendo gozar era exquisita, me quité el brasier para apretar mis pezones con libertad y retorcerlos, estaba escandalosamente caliente, al punto de perder el control de mi cuerpo, ya que de manera involuntaria estaba temblando. “¡Diablos, pequeño! ¿Me vas a hacer acabar tan pronto?” –le decía.
Ya al borde del orgasmo no podía dejar de retorcerme, mis pezones estaban duros y mi vagina demasiado mojada, ya no podía resistir, mis gemidos eran tan intensos que ya no tenía control, solo me dejaba envolver por ese orgasmo que arrasaba todo mi cuerpo y me hacía sucumbir. Sin duda la lengua de Donatello era un exquisito componente que me llevaba a ese pervertido orgasmo. “¡Oh Dios, es perverso, pero me gusta como lo haces!” –decía entre gemidos. Ya la razón me había abandonado y solo reinaba el placer en mi mente y en mi cuerpo. Al fin el orgasmo llegó y quedé exhausta, mis piernas temblaban a causa del placer y mi vagina palpitaba, pero mi adorado Donatello no sabe de cansancio, siguió con su lengua. Rogaba a Dios que en algún momento se detuviera, mi cuerpo no resistía más pero no podía negar que estaba en el mismo infierno de placer. ¡Mierda, otro orgasmo! Me retorcía sobre el sofá disfrutando de esa habilidosa lengua.
Cuando intenté ponerme de pie Donatello se paró en dos patas y se aferró a mi cintura, estaba caliente y quería su porción de placer, entendí que quería y me puse en cuatro sobre la alfombra de la sala, de manera inteligente o guiado por su instinto, se posó con sus paras en mis caderas y empezó con sus movimientos intentando atinar a mi vagina. Estaba asustada ya que sería mi “primera vez”. Al fin encontró la entrada y sus movimientos bruscos me hacían estremecer, sentía como su verga crecía y se engrosaba en mi interior. Dolía pero el dolor era excitante, jadeaba mientras él me poseía y me hacia su perra. “¡Qué delicioso lo haces mi vida!” –le decía. Sentí que algo más entraba en mi conchita, era redondo y grueso. El dolor fue horrible pero de un momento a otro se transformó en placer. En ese instante él se quedó quieto, yo tiraba para intentar salirme pero no podía, habíamos quedado pegados. Sentí un miedo atroz, no quería que mis padres me encontraran así. Me imaginaba muchas cosas pero lo que más me importaba era que pronto nos despegáramos. Fueron minutos de intensos orgasmos al estar pegados, literalmente estaba tirada en el piso con la verga de mi perro clavada en el fondo de mis entrañas. Presa de mis gemidos, la perversión y el placer, me dejé llevar y disfrutar de esos intensos orgasmos a lo que era sometida. Al fin sentí como su verga explotó en mi interior y me llenó con su tibio semen. Mi conchita rebosaba de sus fluidos y yo estaba boca abajo tratando de recuperar las fuerzas. La verga de Donatello se empezó a deshinchar y pude quedar libre. “Eres un amante maravilloso” –le decía mientras se tiró a mi lado para acompañarme, el solo jadeaba y parecía tener una cara de satisfacción o al menos eso pensaba yo. Ya repuesta de la brutal cogida lo saqué al patio y le dije: “Ojalá te comportes de la misma forma con Lucia y me hagas sentir orgullosa”. Me fui a dar una ducha para limpiarme el sudor y el semen de Donatello. Intenté descansar un poco pero mis pensamientos eran tan sucios que me calenté otra vez y no pude hacer más que tocarme para quitarme la calentura.
Cuando llegaron mis padres yo estaba en la sala leyendo un libro de la universidad pero no podía concentrarme en la lectura, los saludé y a los minutos estábamos cenando; charlamos de su día en sus trabajos y de lo “atareada” que estuve manteniendo el orden en casa. Eran pasadas las once de la noche cuando recibo un mensaje de Lucia. “Putita, está todo listo para que pasemos el fin de semana juntas, pero prepárate porque nos cogeremos hasta que ya no podamos más”. “No puedo esperar a que pase, ya que solo seremos tú y yo” –le respondí. “Eso lo sé y no sabes cómo me calienta saberlo” –me dice. “A ver muéstrame” –le digo. Me manda una foto con sus dedos impregnados en sus fluidos. “Así me tienes, la idea de cogerte me tiene con la humedad a flor de piel” –me dice. Le mandé una foto de mi vagina igual de húmeda que la de ella y le digo: “¡Ojalá estuvieras aquí!”. Estuvimos hablando por un buen rato pero el cansancio fue implacable conmigo y me quedé dormida.
Llegó el viernes en la tarde y mis padres iban ya a la casa de sus amigos, estaba ansiosa, solo quería que se fueran para preparar mi plan. “Denisse, estaremos de vuelta el domingo en la noche. Sin tienes cualquier inconveniente me llamas y regresamos enseguida” –dice mi padre. “No te preocupes papi, sé cuidarme sola y además, no estaré sola porque Donatello me cuidará mientras no están” –le dije. Se despidieron y al fin quedé sola en casa. Me fui de compras a una pequeña ferretería para comprar algunos metros de soga para atar a Lucia y dejar a Donatello hacer lo que él quisiera con ella. Al cabo de un rato le mando un mensaje en que le informo que ya estaba sola en casa y que podía llegar cuando quisiera, porque la estaba esperando con ansias. Su respuesta fue: “En media hora estaré ahí”. Todo debía salir de manera perfecta para dar comienzo a mi “venganza”, no sé si realmente lo fuera o tal vez sea un premio para ella porque en la forma en que Donatello coge sin duda tendría mucho placer siendo su perra.
Lucia llegó un poco más tarde de lo que me había dicho, era entendible porque igual en la ciudad hay mucho tráfico, por lo que los tiempos de traslados a veces se hacen un poco más largos de lo que uno tiene presupuestado. “¡Hola belleza!” –le dije antes de besar sus labios. Ella recibió el beso con intensidad. “¡Hola mi bella puta!” –me dice con ternura. La hice pasar a la sala. Tomó asiento y fui a la cocina para descorchar una botella de vino. En mis planes no estaba emborracharla, sino que estuviera en sus cincos sentidos, ya que de una u otra forma ya no habría pie atrás en mi maquiavélico plan. Bebimos, nos reímos de algunas cosas y después puse música para despertar nuestros demonios, aunque eso es solo un cliché porque ambas sabemos que la noche no nos alcanzará para dejar que nuestra perversión salga. Al son de los acordes comenzamos a movernos sensualmente, nuestros cuerpos se rozan, se buscan deseosos por sentirse una vez más. Nos enredamos en el frenesí de la lujuria y nos besamos con esa absoluta pasión, nos desnudamos mutuamente, verla desnuda me encendía por completo. Comencé a acariciar sus deliciosas tetas, Lucia sonríe de manera perversa. “me gusta cómo me acaricias las tetas” –me dice. En ese momento la lancé al sofá y separé sus piernas para lamer su vagina. Escucharla gemir de placer elevaba mi temperatura al máximo. Le metía mis dedos y ella solo gemía disfrutando del momento, viviendo de manera intensa el recorrido de mi lengua en su clítoris y mis dedos penetrándola rápido.
Antes de acabar le dije que tenía una sorpresa para ella, vendé sus ojos con la misma ropa que estaba en el piso, fui hasta el cuarto donde mi papá guarda sus herramientas y traje cinta, con la que amarré sus muñecas y le dije que no se moviera. Mi perversión crecía tanto como mi excitación, a la puta le había gustado ponerme como premio en su apuesta, ahora ella sería la perra de Donatello. Fui en silencio hasta el patio y lo traje tomado de su collar, al escuchar los jadeos de mi perro me pregunta: “¿Qué tienes en mente putita?”. “Algo interesante” –le dije. La observaba quita y con la respiración agitada, como si esperara a que sucediera algo pero aun no dejaría que mi perro le hiciera nada. Me acerqué en silencio y pasé mi lengua por su vagina, Donatello estaba inquieto pero no emitía ni un sonido, era el cómplice perfecto. Lucia gimió al sentir mi lengua otra vez recorriéndola. “¡Me gusta como lo haces!” –me decía entre sus gemidos. Estaba todo listo, solté la correa de mi animal, se acercó olfateando, ella se asustó un poco al sentir la nariz de Donatello escarbando por su vulva. “¿Qué mierda te has propuesto Denisse?” –me decía. “Calla zorrita, solo déjate llevar por lo que vas a sentir” –le dije. “¡Déjame ver lo que pasa!” –me decía. “No necesitas ver, solo sentir zorrita. Además, estoy segura que no te vas a arrepentir lo que pasé este fin de semana” –le dije con perversión. Después de olfatear y reconocer el olor de hembra caliente, mi perro empezó a lamer. “¡Ah, mierda! ¡Me gusta!” –decía al sentir la gruesa lengua de Donatello surcando por su sexo. “No me digas que es…” –intentó decir cuando otra vez mi perro pasó su lengua desde el clítoris a la entrada de su vagina. Así como ella lo hizo antes tomé mi móvil para no perder detalle de la escena. “¡Oh, Dios mío, se siente tan rico!” –decía entre gemidos. Hasta que Donatello solo se acomodó para pasar su lengua con toda tranquilidad por la húmeda vagina de Lucia. “¿Te gusta zorrita?” –le dije jugando con mis dedos en mi conchita. “¡Me encanta! Quiero mirar. Por favor, déjame ver con quien estoy gozando” –me decía. “Muy bien, solo porque has sido una buena zorra” –le respondí. Quité la prenda que no le permitía ver y al mirar hacia su entrepierna exclamó: “¡Oh, Dios! ¿Qué mierda?”. “¿Ahora te arrepientes zorra?” –le pregunté sin dejar de masajear mi clítoris. “No, eso jamás. Solo que no pensé que hacer una locura me gustaría tanto” –me dijo entre gemidos. “Sabía que te gustaría la sorpresa zorrita” –le dije. Me acerqué y comencé a besarla mientras Donatello seguía recorriendo con su lengua la vagina de Lucia, quien se estremecía por completo.
Ya cansado de lamer, Donatello se pone en dos patas y se aferra de la cintura de su nueva hembra, empezó con sus movimientos sin atinar a su vagina, decidí que ayudarlo sería la mejor solución, ella subió sus brazos aun prisioneros por la cinta y yo dirigí la verga de mi perro hasta que se la metió. La penetraba con fuerza, Lucia solo gemía de placer. “¡Oh, que rico me la mete!” –me decía. Yo estaba tan caliente que me quedé observando como con fuerza la embestía hasta que la bola en la base de su verga entró y quedaron pegados. Me senté en el piso para masturbarme hasta perderme en un delicioso orgasmo. “¡Este hijo de puta me va a matar!” –decía ella con lujuria en su voz. “¡Lo hace demasiado rico!” –decía con sus gemidos en la garganta. “Lo sé, también fui su perra antes y lo disfruté tanto como tú” –le dije. Al cabo de unos minutos se despegó y el semen de mi perro empezó a brotar de la concha de Lucia, me acomodé y empecé a lamerlo, y a pasar mi lengua por su vagina, pero Donatello quería más. Será que sabía que tenía dos perras a su disposición porque se subió encima de mí y de una me la ensartó haciéndome gritar de placer. Me la metía con tanta fuerza que hacía que mi cuerpo se moviera por completo. “¿Ves que es insaciable?” –le pregunto. “¡Oh, sí!¡ Es todo un macho!” –me respondió. Seguí lamiendo su vagina hasta que otro de los muchos orgasmos que tuvo la poseyó. Yo estaba pegada a Donatello como buena hembra. Disfrutando de como su verga palpita en mi interior. Era cosa de minutos para que se derramara en mí y me dejara llena de su semen exquisito. Cuando sentí que se despegó fui abrazada por un intenso orgasmo y mi vagina quedó llena de ese semen que estaba esperando y a la vez degustando de la concha de Lucia.
Después de tanto placer recibido, nos metimos en la ducha con Lucia, donde continuamos con nuestros jueguitos perversos. Cuando nos fuimos a la cama, me sentía satisfecha porque mi venganza había sido un rotundo éxito. A la mañana siguiente, volvió a su casa con ese imborrable recuerdo de haber sido la perra de Donatello, seguimos siendo amiga por mucho tiempo y vez en cuando mi perro se convirtió en nuestro perverso amante al que estábamos dispuestas a complacer con lujuria.
Pasiones Prohibidas ®
Me llamo Denisse y tengo 20 años. Lo que voy a contar pasó hace un tiempo, y representó para mí una experiencia inolvidable, de esas que no se borran fácilmente. Intentaré hacerlo en un vocabulario más o menos neutral, para que todos puedan entenderlo bien y obvio que la lectura sea placentera.
Al respecto sobre mí, soy una chica de estatura mediana, cabello negro bastante bonito, la piel muy pero muy blanca; no soy flaca pero tampoco rellenita, digamos, que estoy en un punto medio. Tengo unas muy buenas tetas, que siempre me favorecieron a la hora de atraer miradas de chicos, y también como no, de algunas chicas. Al respecto, no tengo problemas. Verán, me encantan tanto las vergas como las tetas y me excitan de igual manera hombres y mujeres. Precisamente, fue por estas cosas que caía redonda en la trampa que me pusieron unos compañeros de la universidad.
Todo empezó una noche de sábado, cuando Lucía, mi compañera y amiga, me invitó a su casa a pasar la noche ya que sus padres estaban de viaje y no quería quedarse sola. Lucía es una chica sumamente atractiva. Rubia, un poco más alta que yo y sus tetas son aún mejores que las mías. Ella sabe que también me atraen las chicas y siempre bromea al respecto. Sabe también que me dejo llevar fácilmente. Como ella siempre se veía espléndida, no quise quedarme atrás esa noche. Me calcé unos lindos zapatos, una faldita negra que dejaba relucir lo mejor de mis piernas, bragas y sujetadores negros también, y una linda blusita blanca. Era una noche hermosa y cálida. Ella, fiel a su estilo, también estaba divina. Jeans cortos y una camiseta celeste que hacía juego con sus ojos. La forma de sus tetas bajo la ropa daban a entender lo apretadas que estaban, como queriendo salir a toda costa.
Pasamos a su sala, en donde estuvimos hablando y riendo como por una o dos horas. Ella tenía muchísimo alcohol en la casa y no parábamos de beber. A decir verdad, llenaba mis vasos el doble de rápido que los suyos, prácticamente sin dejarme descansar. Fingí que no lo notaba porque quería embriagarme esa noche. Ella reía, me hablaba, y cada tanto cogía el móvil para escribir, según ella, a su madre quién le hacía muchas preguntas.
A medida que me iba poniendo más ebria el tono de la conversación iba cambiando. De repente, ella se paró y se quitó la camiseta, alegando que el alcohol y el clima le daban calor. Yo me queda flechada viendo la forma de sus tetas apenas tapadas por un muy pequeño sujetador color verde, pero traté de disimular para no ser muy obvia. Me preguntó si yo no tenía calor y obviamente dije que sí y me desprendí de la blusa también para estar igual que ella, mientras la veía responder un mensaje con su móvil. Volteó y me miró con una sonrisa abierta y dijo que nunca me había visto así. Dijo que le encantaban mis tetas, mientras se acercaba sonriendo. “¡Son geniales!” –gritó y puso ambas manos en ellas, con total espontaneidad. Empezó a acariciarlas lentamente. A esa altura yo estaba sumamente ebria y también excitada, así que no puse mayor resistencia. Al contrario me dejé llevar por el alcohol y la excitación. “¿Te gusta esto, no? ¿Y también te gustan mis tetas, verdad?” –me preguntó. “Sí, me gusta cómo me tocas y tus tetas me encantan” –contesté.
Las palabras me salían un tanto débiles por el alcohol pero mi cuerpo no sabía de eso, sino que hacia crecer la excitación e iba en aumento. Comenzaba a sentir como mi vagina se humedecía. Ella sonreía traviesa, dijo que quería verme mejor y me arrebató el sujetador, dejando mis blancas tetas al aire. “Pues a mí me encantan las tuyas” –dijo mientras tomaba mis pezones entre sus dedos haciendo que se pongan más duros aún, apretándolos y moviéndolos en todas las direcciones.
“Creo que me voy a quedar con esto un rato, estás bien así” –dijo guiñándome un ojo y llevándose mi sujetador a su habitación. Cuando retornó pocos segundos después, mi corazón latía fuertemente y ya estaba lista para tirarme a sus labios, justo en el momento en que sonó el timbre de la casa. Me encontraba muy aturdida por el alcohol y la excitación, la agarré del brazo para que se quedara, pero ella me soltó rápidamente. “Creo que Luis y Daniel están afuera. Estaban dando una vuelta en coche así que les dije que pasen por aquí” –fue lo único que dijo sonriendo cuando iba rápidamente hacia la entrada. Traté de entender en unos segundos lo que implicaban esas palabras. ¿Luis? ¿Daniel? ¿Afuera? Mierda, yo estaba con las tetas al aire. No tenía idea de a donde se había llevado mi sujetador y ya se oían las voces de nuestros compañeros en el pasillo contiguo así que me puse rápidamente la blusa sola, aún con los pezones sumamente duros esperando que no se noten. Los chicos me saludaron alegremente y yo balbuceé alguna respuesta. Estaba demasiado excitada y podía sentir mi vagina mojada por lo recién acontecido con Lucia.
Los minutos pasaban y ellos hablaban y reían abiertamente, mirándome de pies a cabeza. Sentía muchísima vergüenza y trataba de organizar mis pensamientos para que no se note mi estado. Luis le había preguntado a Lucía que había de nuevo y ella respondió que había descubierto que yo soy fan de sus tetas. Todos me estaban mirando. “Son muy bonitas tetas” –dije tratando de sonar normal. “No son para tanto” –dijo ella fingiendo modestia. “Es más, miren” –dijo levantándose la camiseta y el sujetador verde saltó a la vista. Los chicos asintieron y dijeron que yo tenía razón. Actuaban de manera natural, como si todo fuera muy común. A Lucía parecía ocurrírsele una idea diferente. “Si quieren ver buenas tetas, deberían ver las de Denisse. Esta chica es fantástica” –dijo sonriendo. De repente, sentí terror, porque no tenía puesto nada abajo y no quería mostrarme así como así a los muchachos. Ellos estaban muy interesados en mí, esperando a ver bajo mi blusa. “No, no tienen nada de especial” –dije con una risa nerviosa. “Vamos, Denisse, no seas tímida” –respondió Lucia acercándose a mí e hizo que me pusiera en pie. Sabía que no tenía nada abajo y lo estaba haciendo a propósito para exhibirme. No lo podía creer. Tomó mis brazos y los llevó a mi espalda, riendo. No podía resistirme a causa del alcohol y me quedé quieta mientras ella les indicaba a los chicos que abrieran mi blusa. Obviamente, lo hicieron y mis tetas saltaron al aire, así como estaban. Gritaron de júbilo y ante el asentimiento de Lucía, no perdieron tiempo para tomarlas y acariciarme sin contemplaciones. Los pezones se me endurecieron rápidamente y no podía negar que aún seguía muy excitada. Daniel incluso se llevó una de mis tetas a la boca aprovechando al máximo mi disposición. “Les dije que es fantástica. Yo que ustedes sacaría esa falda” – dijo Lucía.
No podía creer lo que escuchaba. Mi amiga estaba invitando a los chicos a que me utilizaran abiertamente. Luis siguió la indicación y me quitó la falda. Palpó mi entrepierna sumamente mojada y sonrió. No pude poner resistencia cuando me despojaban de la ropa interior y me dejaban sin nada. Mi cabeza estaba a mil revoluciones. Sus manos circulaban por todo mi cuerpo, volviéndome loca. Hasta Lucía, quién ya me había soltado y quitado finalmente la blusa para dejarme completamente desnuda, utilizaba sus manos para acariciarme las tetas y las nalgas, besándome en el cuello desde atrás. Los tres se estaban divirtiendo conmigo y no solamente no podía resistirme, sino que me encantaba lo que me estaban haciendo. Sus dedos subían y bajaban por toda mi piel. Se posaban sobre mi boca, jugaba con mi lengua. Bajaban por el cuello y se perdían en la forma circular de mis tetas. Estiraban mis pezones. Otra mano me apretaba fuertemente la nalga derecha. Cerré los ojos y sentí como la lengua de uno de los muchachos se entretenía con mi clítoris, mientras otra boca hacía lo propio con mis tetas. Lucía tomó mi cabeza y la volteó hacia ella para besarme locamente.
Los chicos finalmente dejaron ver sus vergas. Ambas estaban erectas, así que me puse de rodillas inmediatamente. Las quería dentro de mi boca, llenándome con sus fluidos y dejarlas impregnadas con mi saliva. Disfrutaba la manera en que me rompían la garganta. Lucía se arrodilló también, atrás, y pegaba sus tetas contra mi espalda mientras me metía mano por lo bajo, matándome de placer. Cuanto más rápido acariciaba mi clítoris, más rápido yo me comía esas deliciosas vergas. Daniel se tumbó en el piso, su miembro estaba sumamente erecto, era la invitación que necesitaba, así que no perdí tiempo y me senté en esa verga, permitiéndole que entre hasta el fondo de mi ser. Lo estaba cabalgando a gran velocidad, con mis tetas subiendo y bajando en el aire. Lucía apretaba mi cabeza contra la pelvis de Luis, para que mi boca no perdiera un solo centímetro de su verga. Sentía que me atragantaba pero no me importaba en lo más mínimo, estaba siendo taladrada por la boca y por la vagina al mismo tiempo y me encantaba. Lucía se apartó con una cara de orgullo y se desprendió el sujetador para regalarme una vista perfecta de sus tetas y se desnudó por completo. Apartó a Luis y me las puso directamente en la cara, para que las disfrute. En ese momento mi excitación era máxima y tuve un orgasmo infernal.
Lejos de querer descansar para recuperarme, seguí moviéndome solo para seguir comiéndole las tetas a Lucia. Luis estaba tan caliente que no resistió la tentación y sin pedir permiso se la metió a Lucia quien abrió los ojos bien grandes y puso cara de asombro mientras Luis empezó a moverse frenéticamente, ella gemía deliciosamente y Luis se tomó firme de su cintura para ayudarle a mantener el equilibrio. “¡Eres un desgraciado!” –le dice. Pero él siguió sus frenéticos movimientos y nalgueándola, era una escena tan caliente, las dos siendo folladas como puta en la sala de su casa con la lujuria impregnada en el ambiente. Entre más veía su cara de placer, más me calentaba. Luis y Lucia ya no podían estar en pie, así que ella se puso en cuatro para que Luis siguiera taladrando su vagina de forma bestial. También me coloco en la misma posición quedando de frente, nuestras bocas se buscaban entre gemidos y brutales movimientos de los chicos. Nos besábamos con la misma intensidad que nos cogían. Disfrutaba de cada embestida que me daba Daniel, mi vagina se contraía de manera exquisita. “¡Oh, Daniel, dame duro!” –le decía. Lucia ya no podía resistirse más y se entregó a un perverso orgasmo, que la hizo gemir y gritar hasta el cansancio. Seguía caliente, quería más. Daniel se tumbó en el piso y me senté en horcajadas sobre él, su verga entró sin problemas en mi vagina, luego Luis se acomoda por detrás y pone su glande en la entrada de mi culo. “¡Oh, Dios, me van a matar!” –les digo. Poco a poco la verga de Luis entra en mi culo que se abre para darle espacio. “¡Oh, malditos pervertidos, me tienen tan caliente!” –les dije comenzando a moverme para sentir esas estocadas sutiles tanto en mi culo y en mi vagina. Ya estaba desesperada y desenfrenada, mis movimientos eran más rápidos; Luis seguía el ritmo, mientras que Daniel solo se dejaba querer teniendo su verga aprisionada por mi vagina. Lucía se había apartado y estaba filmando toda la escena con su móvil y narrando la escena: “Así es como coge una puta que sabe complacer a dos hombres a la vez” –decía con una sonrisa en los labios. No me importó en lo absoluto. Yo solo tenía cabeza para esas vergas que aniquilaban mis fuerzas y me entregaban del perverso placer que estaba disfrutando.
No iban a soportar mucho más, era tiempo de probar aquel viscoso semen que destilaría de sus miembros, para deleitar mi perversión. “¡Quiero que acaben en mi cara!” –les dije. Ambos rieron y detuvieron su faena, me pusieron de rodillas en la alfombra y empezaron a masturbarse frenéticamente. Lucía captó el momento exacto en que los chorros de semen fueron a parar directamente a mi cara, salpicándome por completo, el cabello, las tetas. Bajó el móvil y se arrodilló a mi lado. Lamió el semen que había escurrido por mis tetas haciéndome gemir de manera lujuriosa. “¿Qué tal estás, putita?” –me dijo. “Sigo excitada” –le respondí. “Déjame te ayudo con eso”– dijo y llevó su mano derecha a mi coño para acariciarlo con suma velocidad. Yo hacía lo mismo con sus tetas perfectas y el solo tocarlas me excitaba aún más. Los muchachos nos miraban atentos y yo terminé gimiendo de placer a los pocos segundos en otro orgasmo descomunal.
Recuerdo que nos follaron durante dos o tres horas más. Lucía también participaba, pero el centro del espectáculo era mi cuerpo. Los muchachos aprovecharon al máximo la oportunidad y me llenaron de semen todo lo que pudieron. Terminé agotada al extremo. Ni siquiera pude volver a casa esa noche. Lucía me hizo dormir a su lado, desnuda. “¿Este siempre fue tu plan, no?” – le pregunté. “Claro que no, tonta” –sonrío. Obviamente mentía de forma descarada porque se le notaba en sus ojos la satisfacción.
A las pocas semanas me enteré finalmente por otra amiga que ella había hecho una apuesta con Luis y Daniel en la cual si perdía tenía que entregarme a mí, para que me follen. Así, en bandeja. Inicialmente me molestó, pero no pude negar que me encantó así que no dije nada. Lucía me pasó el video de esa noche y cada tanto me toco viéndolo de vuelta. A veces me regala fotos de sus tetas, porque sabe que me encantan. Con Daniel y Luis pasa lo mismo, a veces me mandan videos masturbándose porque saben que me encanta ver sus vergas arrojando semen por todas partes.
Ahora somos un grupo muy unido, en donde en algún fin de semana nos perdemos para coger como posesos, esta vez estando Lucia más activa que la primera vez; cada gemido que sale de sus labios es un hermoso canto al placer, sobre todo cuando nos ponemos a coger entre nosotras para calentar a nuestros amigos. Aunque tengo que cobrarle la experiencia, aunque aún no tengo una idea clara de si utilizar algún que otro elemento para mayor vergüenza suya. Ya se me ocurrirá algo.
Habían pasado una semana y no se me ocurría nada para vengarme de Lucia. No quería incluir a los chicos porque sería repetitivo, sino que debía ser algo innovador y particular. Fueron semanas en una lucha creativa, buscando algo que pudiera saciar mi sed de venganza y no solo eso, sino que pudiera disfrutar observando. Fue que me hice muy amiga de Google, buscaba la manera exacta. Me sumergí en páginas porno, terminaba caliente y víctima de mis orgasmos hasta que un día un video llamó mi atención. Me quedé boquiabierta, sin creer los que mis ojos veían, miraba con detenimiento, mientras mi entrepierna se mojaba. Ante tal material que mis ojos miraban solo puedo decirles que fue algo de lo más excitante que he visto, ya que nunca pensé que se podía realizar algo de esa índole y mucho menos tener placer al momento de hacerlo. Ahora solo debía esperar la oportunidad de llevarlo a cabo, porque debía ser en mi casa para no correr riesgos.
Dicen que la vida da oportunidades y sí, es cierto. Mis padres iban a salir el fin de semana a la casa de unos amigos en otra ciudad, yo con la excusa que debía estudiar para unos exámenes, ya tenía la oportunidad. Solo me faltaba avisarle a Lucia para que vaya a mi casa sin sospechar nada. Decidí mandarle un mensaje en la noche: “Hola zorrita. Mis papás se van el fin de semana a la casa de unos amigos y tendré la casa para nosotras”. No pasó mucho rato cuando recibo su respuesta: “Suena interesante. ¿Qué tienes en mente?” –preguntó. “Si te digo perdería el factor sorpresa. ¿Puedes o no?” –le respondí. “Bueno putita, nos veremos el fin de semana, esperaré con ansias esa sorpresa que me tienes para que la pasemos bien” –me dijo.
Estuve tramando toda la semana mi plan, sabía que debía ser ejecutado con precisión y que no seria algo fácil, pero como dicen por ahí. “El que no se arriesga no cruza el río”, y yo ya estaba con el agua casi en la cintura. Esa noche casi no dormí de lo caliente que estaba imaginando mi plan concretarse. El video que estuve viendo y que llamó mi atención tiene mucho de retorcido. Se trata de una chica que está tomando el sol en el patio junto a la piscina y de pronto llega su perro, un Rottweiler fornido, juguetón, cariñoso y empalagoso. Juega con él, lo acaricia y pasan un momento agradable. El perrito se notaba que no se conformaba con los mimos y arrumacos, sino que buscaba algo más, movido por la curiosidad, empezó a olfatear su entrepierna y hurgaba con su nariz como el mejor de los sabuesos. Eso causó en la chica excitación y dejó que el perrito hiciera más, separó sus piernas e hizo su tanga hacia un lado. Por su instinto, rápidamente su nariz se pegó a olfatear por completo su sexo que en el video ya se notaba húmedo, entonces el can dejó ahora que su lengua probara esa humedad que brotaba de la vagina de la chica, hasta que pasó lo que ustedes pueden imaginar.
Mi cómplice sería Donatello, mi perro de dos años; no es tan imponente como un Rottweiler, es de raza mediana, pero había un problema, nunca se había cruzado y tal vez no tendría la experiencia de satisfacer a una mujer, por lo que decidí “entrenarlo” para tales efectos. Como tenía bastante tiempo libre en la universidad por haberme eximido de algunos ramos, habían momentos en que no tendría clases y tenía una semana para tenerlo listo para mis planes. Lo primero que hice fue documentarle para tales efectos, leía mucha literatura, incluso relatos donde se hablaba de este tema, veía videos, quedaba tan caliente que no pasaba mucho rato y ya me estaba masturbando. Lucia tenía razón en llamarme puta, ya que en todo momento estaba caliente y debía quitarme las ganas de alguna forma. El paso dos era interactuar con el sujeto de prueba y ver cómo podría llegar a que hiciera todo lo que vi en el video.
Era miércoles por la tarde, mis padres estaban en su trabajo, estaba sola en casa encerrada en mis pensamientos, cuando se me ocurrió la idea de ya dejar la teoría y llevar a cabo la práctica. Me quité la ropa y me quedé solo en ropa interior. Hice que Donatello entrara a la casa y me tumbé en el sillón, esperaba que tomara la iniciativa, pero él solo se quedó sentado en sus patas traseras, jadeando y babeando. “¡Perro idiota! No tengo todo el día para esperar a que te decidas a hacer algo” –le dije con enojo. Me miró con ternura como diciendo. “No entiendo lo que quieres”. Decidí que debía ayudarlo o si no el plan se iría a la mierda, pero como hacerlo, era tan inexperta como él. Me quité la diminuta tanga que traía y me empecé a masturbar despacio, a medida que mi sexo se mojaba me metía los dedos para impregnarlos con mi humedad, le daba a probar y Donatello los lamía dejando solo su saliva. Eso al parecer despertó su instinto, ya que jadeaba con más intensidad y se puso inquieto. Solito se acercó a mi vagina y empezó a lamer, ya que conocía el sabor de mis fluidos, sin mucho que hacer separé mis piernas todo lo que pude para que se diera el gusto de recorrerme. “¡Chiquito hermoso! Oh, sí, aprendiste rápido bebé” –le decía. Mis gemidos se podían escuchar por toda la casa, la forma en que Donatello me estaba haciendo gozar era exquisita, me quité el brasier para apretar mis pezones con libertad y retorcerlos, estaba escandalosamente caliente, al punto de perder el control de mi cuerpo, ya que de manera involuntaria estaba temblando. “¡Diablos, pequeño! ¿Me vas a hacer acabar tan pronto?” –le decía.
Ya al borde del orgasmo no podía dejar de retorcerme, mis pezones estaban duros y mi vagina demasiado mojada, ya no podía resistir, mis gemidos eran tan intensos que ya no tenía control, solo me dejaba envolver por ese orgasmo que arrasaba todo mi cuerpo y me hacía sucumbir. Sin duda la lengua de Donatello era un exquisito componente que me llevaba a ese pervertido orgasmo. “¡Oh Dios, es perverso, pero me gusta como lo haces!” –decía entre gemidos. Ya la razón me había abandonado y solo reinaba el placer en mi mente y en mi cuerpo. Al fin el orgasmo llegó y quedé exhausta, mis piernas temblaban a causa del placer y mi vagina palpitaba, pero mi adorado Donatello no sabe de cansancio, siguió con su lengua. Rogaba a Dios que en algún momento se detuviera, mi cuerpo no resistía más pero no podía negar que estaba en el mismo infierno de placer. ¡Mierda, otro orgasmo! Me retorcía sobre el sofá disfrutando de esa habilidosa lengua.
Cuando intenté ponerme de pie Donatello se paró en dos patas y se aferró a mi cintura, estaba caliente y quería su porción de placer, entendí que quería y me puse en cuatro sobre la alfombra de la sala, de manera inteligente o guiado por su instinto, se posó con sus paras en mis caderas y empezó con sus movimientos intentando atinar a mi vagina. Estaba asustada ya que sería mi “primera vez”. Al fin encontró la entrada y sus movimientos bruscos me hacían estremecer, sentía como su verga crecía y se engrosaba en mi interior. Dolía pero el dolor era excitante, jadeaba mientras él me poseía y me hacia su perra. “¡Qué delicioso lo haces mi vida!” –le decía. Sentí que algo más entraba en mi conchita, era redondo y grueso. El dolor fue horrible pero de un momento a otro se transformó en placer. En ese instante él se quedó quieto, yo tiraba para intentar salirme pero no podía, habíamos quedado pegados. Sentí un miedo atroz, no quería que mis padres me encontraran así. Me imaginaba muchas cosas pero lo que más me importaba era que pronto nos despegáramos. Fueron minutos de intensos orgasmos al estar pegados, literalmente estaba tirada en el piso con la verga de mi perro clavada en el fondo de mis entrañas. Presa de mis gemidos, la perversión y el placer, me dejé llevar y disfrutar de esos intensos orgasmos a lo que era sometida. Al fin sentí como su verga explotó en mi interior y me llenó con su tibio semen. Mi conchita rebosaba de sus fluidos y yo estaba boca abajo tratando de recuperar las fuerzas. La verga de Donatello se empezó a deshinchar y pude quedar libre. “Eres un amante maravilloso” –le decía mientras se tiró a mi lado para acompañarme, el solo jadeaba y parecía tener una cara de satisfacción o al menos eso pensaba yo. Ya repuesta de la brutal cogida lo saqué al patio y le dije: “Ojalá te comportes de la misma forma con Lucia y me hagas sentir orgullosa”. Me fui a dar una ducha para limpiarme el sudor y el semen de Donatello. Intenté descansar un poco pero mis pensamientos eran tan sucios que me calenté otra vez y no pude hacer más que tocarme para quitarme la calentura.
Cuando llegaron mis padres yo estaba en la sala leyendo un libro de la universidad pero no podía concentrarme en la lectura, los saludé y a los minutos estábamos cenando; charlamos de su día en sus trabajos y de lo “atareada” que estuve manteniendo el orden en casa. Eran pasadas las once de la noche cuando recibo un mensaje de Lucia. “Putita, está todo listo para que pasemos el fin de semana juntas, pero prepárate porque nos cogeremos hasta que ya no podamos más”. “No puedo esperar a que pase, ya que solo seremos tú y yo” –le respondí. “Eso lo sé y no sabes cómo me calienta saberlo” –me dice. “A ver muéstrame” –le digo. Me manda una foto con sus dedos impregnados en sus fluidos. “Así me tienes, la idea de cogerte me tiene con la humedad a flor de piel” –me dice. Le mandé una foto de mi vagina igual de húmeda que la de ella y le digo: “¡Ojalá estuvieras aquí!”. Estuvimos hablando por un buen rato pero el cansancio fue implacable conmigo y me quedé dormida.
Llegó el viernes en la tarde y mis padres iban ya a la casa de sus amigos, estaba ansiosa, solo quería que se fueran para preparar mi plan. “Denisse, estaremos de vuelta el domingo en la noche. Sin tienes cualquier inconveniente me llamas y regresamos enseguida” –dice mi padre. “No te preocupes papi, sé cuidarme sola y además, no estaré sola porque Donatello me cuidará mientras no están” –le dije. Se despidieron y al fin quedé sola en casa. Me fui de compras a una pequeña ferretería para comprar algunos metros de soga para atar a Lucia y dejar a Donatello hacer lo que él quisiera con ella. Al cabo de un rato le mando un mensaje en que le informo que ya estaba sola en casa y que podía llegar cuando quisiera, porque la estaba esperando con ansias. Su respuesta fue: “En media hora estaré ahí”. Todo debía salir de manera perfecta para dar comienzo a mi “venganza”, no sé si realmente lo fuera o tal vez sea un premio para ella porque en la forma en que Donatello coge sin duda tendría mucho placer siendo su perra.
Lucia llegó un poco más tarde de lo que me había dicho, era entendible porque igual en la ciudad hay mucho tráfico, por lo que los tiempos de traslados a veces se hacen un poco más largos de lo que uno tiene presupuestado. “¡Hola belleza!” –le dije antes de besar sus labios. Ella recibió el beso con intensidad. “¡Hola mi bella puta!” –me dice con ternura. La hice pasar a la sala. Tomó asiento y fui a la cocina para descorchar una botella de vino. En mis planes no estaba emborracharla, sino que estuviera en sus cincos sentidos, ya que de una u otra forma ya no habría pie atrás en mi maquiavélico plan. Bebimos, nos reímos de algunas cosas y después puse música para despertar nuestros demonios, aunque eso es solo un cliché porque ambas sabemos que la noche no nos alcanzará para dejar que nuestra perversión salga. Al son de los acordes comenzamos a movernos sensualmente, nuestros cuerpos se rozan, se buscan deseosos por sentirse una vez más. Nos enredamos en el frenesí de la lujuria y nos besamos con esa absoluta pasión, nos desnudamos mutuamente, verla desnuda me encendía por completo. Comencé a acariciar sus deliciosas tetas, Lucia sonríe de manera perversa. “me gusta cómo me acaricias las tetas” –me dice. En ese momento la lancé al sofá y separé sus piernas para lamer su vagina. Escucharla gemir de placer elevaba mi temperatura al máximo. Le metía mis dedos y ella solo gemía disfrutando del momento, viviendo de manera intensa el recorrido de mi lengua en su clítoris y mis dedos penetrándola rápido.
Antes de acabar le dije que tenía una sorpresa para ella, vendé sus ojos con la misma ropa que estaba en el piso, fui hasta el cuarto donde mi papá guarda sus herramientas y traje cinta, con la que amarré sus muñecas y le dije que no se moviera. Mi perversión crecía tanto como mi excitación, a la puta le había gustado ponerme como premio en su apuesta, ahora ella sería la perra de Donatello. Fui en silencio hasta el patio y lo traje tomado de su collar, al escuchar los jadeos de mi perro me pregunta: “¿Qué tienes en mente putita?”. “Algo interesante” –le dije. La observaba quita y con la respiración agitada, como si esperara a que sucediera algo pero aun no dejaría que mi perro le hiciera nada. Me acerqué en silencio y pasé mi lengua por su vagina, Donatello estaba inquieto pero no emitía ni un sonido, era el cómplice perfecto. Lucia gimió al sentir mi lengua otra vez recorriéndola. “¡Me gusta como lo haces!” –me decía entre sus gemidos. Estaba todo listo, solté la correa de mi animal, se acercó olfateando, ella se asustó un poco al sentir la nariz de Donatello escarbando por su vulva. “¿Qué mierda te has propuesto Denisse?” –me decía. “Calla zorrita, solo déjate llevar por lo que vas a sentir” –le dije. “¡Déjame ver lo que pasa!” –me decía. “No necesitas ver, solo sentir zorrita. Además, estoy segura que no te vas a arrepentir lo que pasé este fin de semana” –le dije con perversión. Después de olfatear y reconocer el olor de hembra caliente, mi perro empezó a lamer. “¡Ah, mierda! ¡Me gusta!” –decía al sentir la gruesa lengua de Donatello surcando por su sexo. “No me digas que es…” –intentó decir cuando otra vez mi perro pasó su lengua desde el clítoris a la entrada de su vagina. Así como ella lo hizo antes tomé mi móvil para no perder detalle de la escena. “¡Oh, Dios mío, se siente tan rico!” –decía entre gemidos. Hasta que Donatello solo se acomodó para pasar su lengua con toda tranquilidad por la húmeda vagina de Lucia. “¿Te gusta zorrita?” –le dije jugando con mis dedos en mi conchita. “¡Me encanta! Quiero mirar. Por favor, déjame ver con quien estoy gozando” –me decía. “Muy bien, solo porque has sido una buena zorra” –le respondí. Quité la prenda que no le permitía ver y al mirar hacia su entrepierna exclamó: “¡Oh, Dios! ¿Qué mierda?”. “¿Ahora te arrepientes zorra?” –le pregunté sin dejar de masajear mi clítoris. “No, eso jamás. Solo que no pensé que hacer una locura me gustaría tanto” –me dijo entre gemidos. “Sabía que te gustaría la sorpresa zorrita” –le dije. Me acerqué y comencé a besarla mientras Donatello seguía recorriendo con su lengua la vagina de Lucia, quien se estremecía por completo.
Ya cansado de lamer, Donatello se pone en dos patas y se aferra de la cintura de su nueva hembra, empezó con sus movimientos sin atinar a su vagina, decidí que ayudarlo sería la mejor solución, ella subió sus brazos aun prisioneros por la cinta y yo dirigí la verga de mi perro hasta que se la metió. La penetraba con fuerza, Lucia solo gemía de placer. “¡Oh, que rico me la mete!” –me decía. Yo estaba tan caliente que me quedé observando como con fuerza la embestía hasta que la bola en la base de su verga entró y quedaron pegados. Me senté en el piso para masturbarme hasta perderme en un delicioso orgasmo. “¡Este hijo de puta me va a matar!” –decía ella con lujuria en su voz. “¡Lo hace demasiado rico!” –decía con sus gemidos en la garganta. “Lo sé, también fui su perra antes y lo disfruté tanto como tú” –le dije. Al cabo de unos minutos se despegó y el semen de mi perro empezó a brotar de la concha de Lucia, me acomodé y empecé a lamerlo, y a pasar mi lengua por su vagina, pero Donatello quería más. Será que sabía que tenía dos perras a su disposición porque se subió encima de mí y de una me la ensartó haciéndome gritar de placer. Me la metía con tanta fuerza que hacía que mi cuerpo se moviera por completo. “¿Ves que es insaciable?” –le pregunto. “¡Oh, sí!¡ Es todo un macho!” –me respondió. Seguí lamiendo su vagina hasta que otro de los muchos orgasmos que tuvo la poseyó. Yo estaba pegada a Donatello como buena hembra. Disfrutando de como su verga palpita en mi interior. Era cosa de minutos para que se derramara en mí y me dejara llena de su semen exquisito. Cuando sentí que se despegó fui abrazada por un intenso orgasmo y mi vagina quedó llena de ese semen que estaba esperando y a la vez degustando de la concha de Lucia.
Después de tanto placer recibido, nos metimos en la ducha con Lucia, donde continuamos con nuestros jueguitos perversos. Cuando nos fuimos a la cama, me sentía satisfecha porque mi venganza había sido un rotundo éxito. A la mañana siguiente, volvió a su casa con ese imborrable recuerdo de haber sido la perra de Donatello, seguimos siendo amiga por mucho tiempo y vez en cuando mi perro se convirtió en nuestro perverso amante al que estábamos dispuestas a complacer con lujuria.
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