Fóllame el Culo como se lo Follabas a mi Madre

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,370
Puntos
113
 
 
 
-
Fóllame el Culo como se lo Follabas a mi Madre.


Elsa estaba recibiendo una educación exquisita en un colegio de monjas. El colegio había sido un convento y las celdas de las monjas eran ahora alojamiento para las monjas y las estudiantes. Estas celdas eran austeras, tenían una cama estrecha, una silla, una mesa para escribir y una pequeña ventana con barrotes.

Elsa tenía una amiga entre el profesorado, se llamaba sor Rosario, era blanca de cara, de ojos marrones, no llegaba a los treinta años y dormía en la celda que estaba enfrente de la suya. Esa noche estaba en la habitación de Elsa, sentada en una silla, y le decía:

-Ahí fuera te vas a encontrar una jungla de envidiosos, tramposos, especuladores de gente sin escrúpulos que se pisan unos a otros...

-En su confesión pasa lo mismo.

-Pasa. Una monjas no puede decir misa. No puede llegar a ser obispo, cardenal o Papa.

-Será porque obispa, sonaría mal, cardenala, aún sonaría peor, y decir... Su Santidad la Papa, sería motivo de risa.

La monja se puso seria.

-Déjate de bromas. Eso es porque la Iglesia es machista, igual que la sociedad.

-Eso es indiscutible, pero las cosas se pueden cambiar desde dentro, y cuando digo desde dentro, por un lado, desde un gobierno cómo es debido, y por el otro, desde las bases de la Iglesia.

-Eso es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo.

Elsa era morena, preciosa, alta, tenía un cuerpo envidiable y en ese momento estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas. Vestía con un camisón largo de franela, y era atea, aunque en el colegio mayor lo guardaba en secreto. Le dijo:

-Todo tiene un principio.

-Para ti es muy fácil decirlo porque tus padres son adinerados. Tienes un pazo y una bella familia con la que vivir, pero yo, por no tener, ni padres tengo.

-Ahí se equivoca. Hace un año mi padre se casó con una mujer doce años menor que él y esa casa no va a ser la misma cuando yo regrese.

-¿Y tu madre?

-Volvió hace años a la comuna hippie donde pasó parte de los años sesenta.

-Sus motivos tendría.

-Según mi padre echaba de menos la promiscuidad.

-Ese es un terreno que desconozco. En fin, había venido a despedirme. Probablemente no nos volvamos a ver.

Elsa estiró los brazos

-Venga ese abrazo.

-No nos está permitido.

-¿Sáltese esa regla estúpida? Abrazarse no es pecado.

La monja se levantó de la silla, fue al lado de la cama. Elsa se puso de rodillas y la abrazó.

-La voy a echar de menos, señorita Elsa.

Elsa, al separarse de ella, le dio un pico. La monja se quedó mirando a Elsa con los ojos abiertos como platos. Se santiguó dos veces. Iba a santiguarse por tercera vez cuando la volvió a besar, esta vez la besó con lengua. Ya no tenía los ojos abiertos como platos, ahora se le habían cerrado y estaba temblando. Al dejar de besarla, Elsa, tuteándola, le dijo:

-Sé que has hecho voto de castidad, pero deja que haga nuestra despedida inolvidable.

-Ya la ha hecho.

La monja salió a toda prisa de la celda y se metió en la suya. Se levantó el hábito, se arrodilló delante de la cama, y con la cabeza gacha comenzó a rezar. Al rato sintió como se abría la puerta de su celda y luego como se cerraba. Se imaginó quien era y siguió rezando. Elsa le quitó la cofia y le dio un beso en la mejilla, luego le giró la cabeza con una mano, y la besó, con y sin lengua. Sor Rosario estaba colorada y temblaba cómo una vara verde. Elsa le echó las manos a las tetas y volvió a besarla. La monja ya tenía el coño mojado y los pezones tiesos cuando Elsa le quitó el hábito. Sor Rosario quedó solo con sus bragas blancas, sus zapatos negros y unas medias negras, gruesas y con las ligas incorporadas. Dejó de rezar, se giró hacia Elsa y le dijo:

-Te piedad de mi.

Elsa no iba a compadecerse de ella. Se quitó el camisón y se quedó desnuda.

-Toca mis tetas.

Sor Rosario, viendo aquellas tetas grandes, con areolas marrones y gordos pezones, le dijo:

-No puedo.

Le cogió las manos y se las puso en encima de las tetas.

-Amásalas.

La monja cerró las manos.

-¿Te gusta?

La monja no podía mentir.

-Sí.

Elsa le cogió la cabeza y la puso entre sus tetas, luego le quitó mano de la teta derecha y le llevó la teta a la boca. La monja chupó tímidamente. Luego se la llevó a la otra teta y ya chupó con más decisión.

Al ratito le puso un dedo en el mentón, le levantó la cabeza y la besó sin lengua, Luego, Elsa, besando su cuello, le pasó la mano por el coño, por encima de las bragas. Sus dedos se mojaron. La monja, con una carita de ir a correrse que tiraba para atrás, comenzó a gemir en bajito. Elsa le susurró al oído:

-Échate sobre la cama.

La monja se puso en pie y después se echó a lo largo de la cama. Elsa se echó a su lado y le comió la boca con lujuria. La monja no le devolvió los besos, pero se abrió de piernas poniendo un pie en el piso, pues la cama era muy estrecha. Elsa le metió las manos dentro de las bragas, le frotó el coño y sor Rosario se corrió cómo una bendita.

Al acabar de correrse le quitó las bragas, se metió entre sus piernas y le lamió el coño. Lo hizo lamiendo lentamente de abajo a arriba. La novedad hizo que la monja se pusiese a punto en muy poco tiempo. Al ver que se iba a correr de nuevo, Elsa, le dijo en bajito:

-Dime que quieres que te haga llegar al éxtasis de nuevo.

Le respondió entre dulces gemidos y con la voz entrecortada.

-Quiero.

Lamió aún con más lentitud.

-¿Qué quieres?

Ya casi no podía hablar.

-Quiero..., llegar.., al..., éxtasis.

Elsa le lamió el coño a toda prisa y la monja se corrió en su boca. Luego la besó, lo hizo con los labios y la lengua perdidos con los jugos de la corrida. Acto seguido puso su coño empapado sobre el pezón y la areola de su teta derecha, luego hizo lo mismo con la teta izquierda, y después, le besó, le lamió y le chupó, los pezones y las areolas. La monja volvió a gemir en bajito. Mamando una teta, le metió el dedo medio de la mano derecha dentro de la vagina, dedo que entró apretado. La masturbó despacito hasta ponerla a punto de caramelo. Al ver que se iba a correr le puso el coño en la boca y le dijo:

-Vamos a corrernos juntas. Saca la lengua y entiérrala en mi coño.

La monja hizo lo que le dijo. Elsa frotó su coño contra la lengua... Cuando se iba a correr le apretó con dos dedos el capuchón del clítoris, los movió hacia arriba y hacia abajo y se corrieron juntas.

El calentón les hizo olvidarse de la vigilante nocturna, que esa noche era sor Virtudes. La moja había abierto la celda de Elsa para cerciorarse de que estaba en su cama. Al no verla, se preguntó a si misma:

-¿Dónde andará?

Sabiendo lo bien que se llevaba con sor Rosario, abrió la puerta de esta y las encontró desnudas y besándose. Se santiguó tres veces. No tuvo que decir nada. Su cara de enfado lo decía todo.

En fin, que las cosas de lo que ahora era un colegio mayor y en tiempos fuera un convento, se quedaron dentro.



Isabel, la madrastra de Elsa, era nueve años mayor que ella. Su cabello era negro y largo, sus ojos marrones, su culo redondo y duro, su cintura fina, sus caderas anchas, medía un metro setenta y cuatro y era una preciosidad.

Elsa pasaba de Isabel y la mujer tampoco hacía nada por acercarse a ella... Se saludaban, se sonreían, hablaban, pero tenían conversaciones intrascendentes, o sea, entre ellas no había confianza para contarse intimidades.

Eran las nueve de la mañana. Elsa estaba en su habitación, que era todo lo contrario a la celda donde había estado durmiendo. Esta habitación, que estaba alfombrada, tenía una cama tan ancha y tan larga que cogería en ella un equipo de fútbol. Tenía un tresillo y dos sofás, una televisión, una coqueta con un taburete delante. En las ventanas colgaban cortinas largas, tenía un cuarto de baño con ducha... Tenía de todo, y todo era de la mejor calidad.

Elsa, en pijama, se levantó de la cama y abrió la ventana para respirar aire fresco. Vio a su madrastra sentada junto a un árbol con las piernas abiertas y haciendo estiramientos. Vestía con unas mallas negras y un top rojo donde se marcaba sus gordas tetas. Enfrente de ella, a unos diez metros, vio al jardinero detrás de un árbol, estaba con la polla en la mano haciendo una paja, por lo que sacaba la cabeza de cuando en vez de detrás del árbol para mirar a Isabel. Hasta aquí todo normal, dentro de la anormalidad, ya que el jardinero ya no cumplía los sesenta años. Lo que no le pareció tan normal a Elsa fue que Isabel estuviese casi diez minutos haciendo estiramientos con las piernas abiertas, levantando la pelvis, echando la cabeza hacia atrás, metiendo barriga y echando las tetas hacia delante. Era obvio que había visto al jardinero y le gustaba saber que se estaba haciendo una paja a su salud.

Cuando el jardinero se corrió, Elsa oyó el "¡ooooh!", desde la ventana. Se fijó en la cara de Isabel y vio que sonreía. Luego vio como se puso en pie y cómo se fue corriendo.

Elsa esperó a que su madrastra regresara a su habitación. Antes de ir a su encuentro se dijo a misma:

-Esta es la mía para hacerle saber quien manda en el pazo.

Cuando entró en la habitación de matrimonio, su madrastra se acababa de quitar el top. Cerró la puerta tras ella y le dijo:

-Así que sí.

Isabel, sorprendida por ver a Elsa en su habitación, le preuntó:

-¿Sí, qué, Elsa?

-Dímelo tú.

-En primer lugar, te diré que antes de entrar en la habitación de otra persona, se llama a la puerta y en segundo lugar, no sé qué quieres que te diga.

-Quiero que me digas cuanto tiempo llevas calentando al viejo jardinero.

Isabel se hizo la sorprendida.

-¡¿Pero tú qué dices, loca?!

Elsa le miró para el corte que hacía la raja del coño en las mallas y vio que estaba mojada. Caminando hacia ella, le preguntó:

-¿Dónde te has masturbado?

Isabel, reculando, le respondió:

-¡Se te fue la pinza!

Siguió caminando hacia ella.

-Tienes restos de la corrida en las mallas.

Isabel siguió reculando.

-No digas tonterías, si está mojada es con el sudor

-Mentirosa.

La empotró con el cuerpo contra la pared que estaba detrás de la cama, le metió la mano derecha dentro de las mallas y luego le cogió el coño peludo. Con sus labios, a centímetros de los de su madrastra, le dijo:

-Estás encharcada.

-De correr.

Los labios de Elsa rozaron los de su madrastra.

- De correr, no, de correrte. ¿Dónde te masturbaste?

-Yo no hago esas cosas.

Le metió dos dedos dentro de la vagina. A Isabel se le escapó un gemido.

-¿Dónde?

-En la caseta del campo de fútbol.

Le bajó las mallas. Se puso en cuclillas, le lamio el coño. Cogió una pernera de las malas y se la quitó, para lo que Isabel levantó un pierna.

-Separa las piernas.

-No sigas que te estás metiendo en un bosque demasiado frondoso para ti.

Se puso en cuclillas y le olió el coño.

-Me gusta el olor a musgo que me llega desde ese bosque.

-Después no digas que no te avisé.

Isabel separó las piernas. Elsa le acabó de quita las mallas, después le echó las manos a las nalgas, le clavó la lengua en el coño y luego, apretando la lengua contra él, lamió hacia arriba. Repitió la clavada y la lamida hasta que Isabel, con un tremendo temblor de piernas y jadeando como una perra, se corrió en su boca.

Al acabar de correrse Isabel, Elsa, se puso en pie, la besó en la boca y luego le dijo:

-¡Qué rica estas, jodida!

Isabel miró a Elsa con una sonrisa diabólica en sus labios y le dijo:

-Jodida, estás tú. Muy jodida. Te crees una loba y no eres más que una cordera. La agarró por la cintura, se sentó en el borde de la cama. Le quito la parte de arriba del pijama, el pantalón corto, y al tenerla desnuda, le aplaudió el culo.

-¡Plassss, plasssss, plasssss, plasssss!

-¿Te gusta?

-No, me duele.

-¿Te duele?. Te avisé que te estabas metiendo en un bosque demasiado frondoso para ti

La mano derecha de Isabel volvió a subir y a bajar.

-¡Plassss, plasssss, plasssss, plasssss!

-¿Eres una sádica?

-Lo soy.

-¡¡Passss, plassss, plassssss, plasssss!!

-¡Enferma!

-¡Plassss, plassss, plasssss, plasssss!

-Enferma.

Isabel la echó boca abajo sobre la cama y le lamio las nalgas coloradas, luego le levantó el culo y le lamió el coño mojado y el ojete.

-So una enferma y una pervertida.

-Eres una puta asquerosa. ¡Me repugnas!

Lo de la repugnancia a Isabel la dejó cortada.

-Si te produce repugnancia, lo dejo.

Elsa no quería que lo dejara.

-¡Hay qué piel más fina tiene la señora!

-Serás puta...

-A todo hay quien gane.

Siguió lamiendo, y entre lamida y lamida, le preguntó:

-¿Te gustó que te aplaudiera el culo?

Se puso boca arriba y le respondió:

-Si no me gustara hubiera salido de tus rodillas.

Isabel le magreó y le comió las tetas, bien comidas, luego besó y lamió su ombligo y a continuación le lamió el coño. Gemía tanto la que lamía como la que recibía las lamidas en el coño. No tardó en ser Elsa la que le comiera las tetas, bien comidas. Luego, Isabel, le flexionó las rodillas, le abrió las piernas, le lamió la humedad del interior de los muslos y después lamió su coño de abajo a arriba, sin prisa, pero sin pausa. Elsa, que ya estaba mala, pero mala, mala, malita. Se chupó el dedo medio de su mano derecha, paso la mano por debajo de su culo, metió la mitad del dedo en el ojete y se lo follo mientras su madrastra le comía el coño. Isabel, viendo cómo se follaba el ojete, lamió a toda patilla y Elsa se corrió con una fuerza brutal.

Al acabar de correrse, Elsa, se sentó en las piernas de Isabel y la beso en la boca, luego hizo que se echara y se colocó en posición para trabajarla bien. Subió besando y lamiendo su vientre. Al llegar a las tetas, las agarró, y estrujándolas, le lamió y le chupó sus rosadas areolas y sus gorditos pezones. Después de darle un monumental repaso a sus tetas, beso, lamió y chupó su cuello, le lamió las orejas y le mordió los lóbulos, luego fue a por su boca y se la comió. Después la puso boca abajo y le lamió la espalda, la cara, el cuello y las orejas. Luego lamió su espalda en sentido inverso y cuando llegó a sus nalgas se las magreó cómo si fueran tetas, se las besó, se las lamió y se las mordió, después se las separó y le lamió y le folló el coño y el ojete con la mitad de la lengua. Elsa, ya moría por volver a correrse y se puso de lado, Isabel también se puso de lado. Las bocas fueron a los coños y las lenguas lamieron sin parar hasta que se corrieron una en la boca de la otra.

Luego de acabar de gozar, boca arriba, sobre la cama, le preguntó Elsa a su madrastra:

-¿Mi padre no te da en la cama lo que necesitas?

-Sí, pero no.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Que Óscar sigue queriendo a tu madre y cuando folla conmigo piensa en ella.

-Yo no soportaría eso.

-Me da que ya lo estás soportando.

-¡¿Yo?!

-Sí, tú. ¿Es que no tienes ojos en la cara?

-Claro que sí. ¿Qué es lo que piensas que no veo?

-Como te mira.

-Me mira como a una hija.

-A una hija no se le mira para el culo y luego se echa la mano a la polla.

-¿Es qué le has viso hacer eso?

-Sí, sin que él me viera a mí. Tu padre ve a tu madre en ti y vas a tener problemas con él.

Sintieron el ruido que hace una puerta al cerrarse.

-¿Has oído eso, Isabel?

-Sí, alguien nos ha estado escuchando.

-O escuchando, y viendo, que aún es peor.

En casa solo estaban María, la vieja criada, que llevaba cuarenta años trabajando en el pazo, y Beatriz, una sirvienta jovencita y con buen cuerpo, que llevaba un año trabajando allí.

-Vamos a desayunar y por su comportamiento sabremos quien se pasó de lista.

Se vistieron y fueron a desayunar a la cocina, pero las sirvientas se comportaron como siempre y no pudieron saber cuál de ellas había estado escuchándolas, o escuchándolas y viéndolas.

A las diez de la noche llegó Óscar a casa de trabajar de su Conservera. Ya las sirvientas se habían ido y Elsa e Isabel se habían retirado a sus respectivas habitaciones. Al llegar Óscar a la habitación de matrimonio, con cara de Nerón, le dijo a su esposa:

-Mañana por la mañana, haz las maletas y búscate un hotel.

Isabel se dio cuenta de que la que las había estado espiando se había chivado. Tuvo que hacerse la inocente.

-¿Qué bicho te ha picado, Oscar?

-El bicho te ha picado a ti. Mañana cuando regrese del trabaja no te quiero ver delante.

-No tengo dinero suficiente como para vivir en un hotel.

-Te lo pago yo hasta que nos den la nulidad del matrimonio.

-Muy generoso.

-Demasiado. Agradece mi generosidad porque debería meterte una paliza y ponerte fuera de mi casa esta misma noche, y solamente con lo que llevas puesto.

-¿Qué cuento te contaron?

-Si tuvieras algo de decencia, bajarías la cabeza y tratarías de justifica lo injustificable.

-¿Qué es lo que tendría que justificar?

-¡Me voy! Me voy para la habitación de invitados antes de cometa una barbaridad y te tenga que pagar por buena.

-Estabas deseando deshacerte de mi. Creerías cualquier cosa mala que te dijesen por muy descabellada que fuese.

-¡Cínica!

A la mañana siguiente, Elsa estaba en la cocina desayunando. Llegó Isabel con una maleta en una mano. La vieja criada, con una sonrisa en los labios, le preguntó:

-¿Va a casa de su madre, señora?

-No, María, me voy del pazo, mejor dicho, me echan.

Elsa barruntó lo que había pasado y le echó una mirada asesina a Beatriz.

-¡Estás despedida!

La muchacha se puso alta.

-A mí solo me puede despedir el señor.

-O te vas ahora mismo o llamo a la policía y te acuso de ladrona.

-Me voy, pero volveré como señora y te echaré a ti. El señor no puede vivir sin mí.

Había confesado que follaba con el jefe. Isabel se enfadó y le dijo:

-¡Larga o te largo!

La chivata se fue. Elsa le preguntó a Isabel:

-¿A dónde vas a ir?

-A un hotel. Me lo paga tu padre.

-¿Tienes dinero para los otros gastos?

-Para ir tirado, sí.

-Siéntate y desayuna que esto lo arreglo yo.

-Esto no tiene arreglo, Elsa.

-Tú déjamelo a mí.



Óscar, de pie, enfrente de su hija, que estaba sentada en un sofá y vestída una falda corta y una camiseta blanca, muy serio, le dijo:

-¡¿Qué autoridad crees tener para despedir a nadie en este pazo?!

-Autoridad, ninguna, pero no soporto las injusticias.

-¡¿Qué injusticias?!

-La de un amargado que engaña a su esposa con una sirvienta y encima la echa de casa por algo que le contaron, y que no se corresponde con la verdad.

-Si no fueras mi hija te hubiera echado a ti con ella. ¡No sé que coño te enseñaron en el colegio las monjas!

-A rezar, no,... ¿Sabes lo que es la burundanga?

-¿Qué me quieres decir de la escopolamina?

-Que se la di a Isabel, pues de otro modo no la podía follar.

-¡¿Qué has hecho qué?! Has podido matarla.

-Y casi la mato, pero de placer, pues burundanga le di muy poquita.

-¡Eres una impresentable!

-No te hagas el ofendido. Isabel te importa una mierda. Follabas con ella pensando en mi madre. ¿También pensabas en mi madre cuando follabas con Beatriz?

-Aún voy a tener yo la culpa de lo que ha pasado.

-Yo no eché a Isabel de aquí.

Se sentó en un sofá delante de Elsa.

-Tendré que pedirle disculpas.

-No creo que vuelva contigo. Sabe lo de Beatriz.

-¿Cómo lo supo?

-Se lo dijo ella, y añadió que volvería al pazo como señora y que me echaría a mí.

Óscar cambió de opinión sobre la sirvienta

-Has hecho bien en despedirla. ¿Me ayudas a recuperar a Isabel?

-¿Para qué, si tú con quien quieres estar es con mi madre?

-Últimamente, solo cuando te miro.

Elsa recordó las palabras de Isabel y el coño se le empezó a humedecer. Lo que había empezado cómo una gran farsa para que Isabel pudiese regresar al pazo había cogido un derrotero morboso.

-¡¿De verdad que ves a mi madre en mí?!

-Sí, pero aún sé distinguir entre madre e hija.

Empezó a tirar de su padre.

-Eso no lo dudo, pero me da que si pudieras no te importaría equivocarte.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Llamémoslo instinto femenino.

-Dejemos el tema.

Cruzó las piernas y le enseñó más de lo debido.

-No, el tema me interesa. ¿Qué edad tenía mi madre cuando la conociste?

Óscar no le dijo a su hija que se sentara bien. Le miró para la pierna que montaba a la otra y le respondió:

-La misma que tienes tú, diecinueve años.

-¿Cómo la conociste?

Óscar, yendo hacia el mueble bar, le pregunto:

-¿Quieres tomar algo?

-Sí, peppermint.

-Era la bebida favorita de tu madre.

-Lo sé. No me has respondido a la pregunta.

-La conocí en Chichester. Yo estaba allí de vacaciones y había ido a visitar la catedral. Al salir la vi en un parque. Se esta besando con otra chica.

-¿Y qué hiciste?¡

-Sentarme sobre la hierba y mirar lo que hacían los hippies que estaban en el parque.

Le dio su copa y se fue con su bourbon a sentarse en su sofá.

-¿Y qué hacían?

-Lo mismo que hacia tu madre con la otra chica, fumar hierba y poco más.

Le hizo el cruce de piernas precursor del de Sharon Stone en Instinto Básico, y luego le dijo:

-Me has contado como la viste, pero no como la conociste.

-Me vino a vender una pulsera. Su sonrisa me cautivó. Le compré seis pulseras y acabé haciendo el amor con ella esa misma tarde.

Se abrió de piernas y le enseñó sus bragas blancas. Óscar reaccionó.

-Te estás pasando, Elsa.

-Soy facilona, como mi madre.

-Tu madre no era facilona, practicaba el amor libre.

-O sea, follaba como una descosida.

-No sigas por ahí que no sabes lo que te puedes encontrar.

-Ya encontré lo que andaba buscando.

-¿Y que era?

-Una respuesta.

-¿A qué?

-A algo que me dijo Isabel.

-¿Qué te dijo?

-Que tuviera cuidado contigo porque me deseabas como mujer.

Se hizo el inocente.

-¿De dónde sacaría esa barbaridad?!

-Te vio mirándome para el culo y tocándote la polla. ¿Me deseas como mujer, papá?

Mintió cono un condenado.

-No, te quiero cómo hija.

-¿Y a una hija se le mira para el culo?

-Si es sin mala intención, sí...Ya es hora de que me dé una ducha.

-Hazte una paja a mi salud.

-Si no te quisiera tanto ya te hubiera azotado.

-¿El culo?

-Eres una desvergonzada.

Elsa echó el resto.

-¿Si fuera a ducharme contigo me echarías?

-Para que preguntas si no vas a ir.

Óscar se levantó y se fue al cuarto de baño... Estaba bajo la ducha con el cuerpo cubierto de espuma y sacudiendo la polla cuando entró Elsa en el cuarto de baño. Llegó completamente desnuda. Óscar tapó la polla con las dos manos y mirando para las hermosas tetas de su hija, le dijo:

-¡Has venido!

Fue a su lado, le quitó las manos de la polla, la empuñó, y meneándola, lo besó largamente. Luego, le susurró al oído:

-¿Me deseas, papá?

-Sí.

Elsa, con voz acaramelada, le preguntó:

-¿Estabas pensando en mí?

Estaba, y no se lo negó.

-Sí.

Elsa dejó de menearle la polla, cogió la alcachofa y echó agua por las tetas, luego echó gel y magreándolas las llenó de espuma, luego le echó las manos a la nuca a su padre, hizo que bajara la cabeza y le frotó las tetas en la cara. Empuñó de nuevo la polla, y masturbándolo, le frotó las tetas en el pecho, en los brazos y en las piernas.

-Tienes el cuerpo de un atleta.

-El tuyo es de infarto.

-Me gustan los músculos en un hombre.

-He estado haciendo algunas pesas.

-Se nota.

Al ponerse en pie, cogió la alcachofa, con los finos chorros de agua le quitó la espuma de todo el cuerpo y después se quitó a suya. Devolvió la alcachofa a su sitio y le dijo:

-Date la vuelta.

Óscar se dio la vuelta. Elsa le besó las nalgas, luego echó gel en la mano, le cogió la polla y comenzó a masturbarlo, al tiempo que lamia el ojete y metía y sacaba la lengua de él. A Óscar le empezaron a temblar las piernas.

-Tienes un culo precioso, papá.

-El tuyo si que es precioso,

-Tiemblas cómo un adolescente.

-En tus manos me siento cómo si... ¡Me voy a correr, Elsa!

Dejó de lamer y de masturbarlo.

-Aguántala.

Volvió a coger la alcachofa.

-Gírate.

Se giró. Quitó el gel de la polla y el de sus manos. Devolvió la alcachofa a su sitio. Le echó la mano derecha a los huevos, metió la polla en la boca y luego acarició sus huevos y se la mamó. Óscar después de unas cuantas mamadas, le dijo:

-¡Me corro sin remedio! Debías sacarla de la boca.

Elsa siguió chupando y Óscar derramó en la boca de su hija. Cuando Elsa se puso en pie ya no había resto de la leche. Óscar le preguntó:

-¿Te la has tragado?

-Si, me he tragado tu leche, papá.

Óscar, que seguía con la polla dura, puso a su hija cara a los azulejos de la pared. Luego le clavó la polla hasta el fondo del coño y le dio a lo bestia, al tiempo que le estrujaba las tetas . Tanta violencia, o lo cachonda que estaba, hizo que Elsa se corriera en un tiempo récord, exclamando:

-¡Me voy a morir!

Al acabar de correrse, se agachó, la agarró por las nalgas y le lamió el coño.

-Me encantan los jugos de tu coño. Saben como los de...

-No digas esa palabra.

Le dio la vuelta y le comió el culo, bien comido. Cuando estaba bien cachonda, le preguntó:

-¿A Isabel se la metías en el culo?

-Si, y a tu...

-Acaba la frase.

-A tu madre también le daba y se volvía loca cando se corría.

Elsa cogió el champú, echó un poco en la palma de la mano, le frotó la polla con él, se apoyó con las manos en la pared, se abrió de piernas, y le dijo:

-Fóllame el culo como se lo follabas a mi madre.

Óscar le enterró la polla en el culo, y luego, follándoselo, le echó una mano al coño y se lo froto. Frotó los labios y el clítoris al mimo tiempo y ni tres minutos tardaron las piernas de Elsa en comenzar a temblar, su ojete en apretar la polla y su coño en correrse en la mano de su padre. Se corrió sin decir palabra, solo gimió, tembló y se convulsionó mientras Óscar le llenaba el culo de leche.

Elsa, al acabar de correrse, secó a su padre. Óscar la secó a ella, y después, en bata de casa, se fueron a la cocina a tomar un tente en pie. Elsa le preguntó:

-¿Te apetece membrillo con queso, papá?

-Me apetecía más comer tu coño.

Elsa rio a carcajada limpia y luego le dijo:

-Te quedó la boca dulce.

-Quedó, si pillara tu coño no lo sacaba de la boca hasta que te corrieras tres veces.

Elsa bromeó con su padre.

-¿Y por qué no, cuatro?

-O cinco. Solo tenias que ponerte sobre la mesa.

-No me tienes que me pongo.

Óscar le le dio un pico.

-Ponte si te atreves.

Elsa se quitó la bata, se sentó sobre la mesa de la cocina y se abrió de piernas. Oscar puso una silla enfrente de su hija, se sentó, le echó las manos a las piernas, metió todo el coño en la boca, le enterró la lengua en la vagina, se la folló y le lamió el clítoris. Elsa comenzó a gemir.. Cuanto mas rápido la follaba y le lamía el clítoris, tanto más Elsa gemía y babeaba. Con la lengua dentro de su coño, se retorció, apretó la cabeza de su padre con lo muslos, y babeando sobre la mesa, le dio un tremendo orgasmo en la boca. Óscar no quitó la boca del coño. Siguió follando la vagina y lamiendo el clítoris y en breve espacio de tiempo, Elsa, le dio un segundo y un tercer orgasmo, y no le dio un cuarto porque Elsa le dijo:

-¡Para, papá, para que me va a dar algo!

Cuando Elsa bajó de la mesa se tuvo que sentar en una silla porque las piernas no la sujetaban.

Óscar hizo dos pequeños bocadillos de membrillo con queso y le echaron un par de vinos. Cenaron a lo pobre, pero es lo que pasa cando te hacen la comida, que no sabes ni freír un huevo

Después de tomar el tente en pie se pusieron a mira la televisión, al tiempo que conversaban como nunca antes lo habían hecho.



Unos minutos después de irse cada uno para su habitación, Oscar, en bata de casa fue a la habitación de Elsa. Abrió la puerta y la vio. Tenía la mano izquierda sobre la teta derecha y dos dedos dedos del coño. Al ver a su padre. le dijo:

-Casi acabo sola. ¿Por qué has tardado tanto?

-Porque después de lo de la mesa no sabía si querrías correrte otra vez, pero por lo que se ve, sí quieres.

-Me recupero pronto.

Óscar se abrió la bata, la dejó caer al piso, se metió en la cama, se echó su lado, y le dijo:

-Sigue, quiero ver tu cara cuando te corras.

Óscar le dio un pico y luego le magreó las tetas. Elsa empuñó la polla, masturbó a su padre y se siguió masturbando ella. Óscar, mirándola a los ojos, le dijo:

-Eres maravillosa.

-Mámame la tetas.

Le lamió los pezones y las areolas, las chupó, las lamió... Poco después los dedos hicieron que el coño emitiera ruidos obscenos : ¡Cha, chap, chap, chapa, chap...! El ruido del chapoteo se intensifico, lo mismo que los gemidos. Elsa se fue.

-¡Mira como se corre tu hija, papá!

La pelvis de Elsa pegó un trallazo y luego todo su cuerpo se convulsionó. Oscar vio la cara de placer de su hija, y le dijo:

-Eres tan hermosa como tu madre.

Seguía Elsa con los ojos cerrados y respirando con dificultad, cuando su padre le quitó los dedos del coño y los chupó. Abrió los ojos y le dijo:

-Lo tuyo con mi madre es una obsesión. ¿Qué te dio?

-No creo que sea el tema más adecuado a tratar estando en cama contigo.

-No me molesta. ¿Qué te hizo en la cama para que no la puedas olvidar?

-Desvirgarme.

-¡¿Eras virgen a los veinte años?!

-Sí, y no la follé, me folló.

-Ahora te voy a follar yo.

Elsa se echó de lado junto a su padre, lo besó con lengua, al tiempo que empuñaba su polla y se la meneaba muy lentamente. Luego besó y lamió su cuello. A continuación le dio las tetas a mamar, primero la derecha y después la izquierda. Al dejar de mamársela, Elsa, tenía los pezones duros como astas de toros. De darle las tetas a lamer y a chupar, pasó a lamer y a chupar ella los pezones y las areolas de las tetas de su padre. Después bajó a la polla, lamió sus bolas y lamió su polla de abajo a arriba, de arriba a abajo... La lamió por todos los lados. A continuación le mamó el glande. La chupó casi entera y cuando la tenía bien engrasada, la metió entre las tetas, las apretó con las dos manos y le hizo una media cubana, y digo media, porque no dejó que se corriera antes que ella. Lo montó y le dijo:

-Cuando te corras no lo hagas dentro, papá, que aunque no estoy en mis días fértiles podría ocurrir algo no deseado.

Con la polla enterada dentro del coño, se echó a lo largo de su padre, cerró las piernas, y besándolo comenzó a follarlo tan despacio que parecía que quería que el polvo no se acabase nunca, de hecho, al sacarla, solo sacaba un par de centímetros, que, obviamente eran los que volvía a meter. Entre beso y beso, y entre dulce gemido y dulce gemido, fueron hablando.

-¿Te gusta follar de esta forma, papá?

Óscar, sintiendo su polla entrar y salir, y las tetas aplastadas contra su pecho, le respondió:

-Me gusta tanto que estaría así el resto de mi vida.

-¿Follo mejor que mi madre?

-Así no había follado con ella.

-No me has respondido.

-Las dos folláis muy bien.

-Dime que me deseas cómo a nadie en este mundo.

-Te voy a decir otra cosa, hija.

-¿Qué cosa, papá?

-Que como te sigas moviendo me corro.

-Yo también la tengo muy cerca.

Paró de follarlo, pero ya era demasiado tarde. Óscar comenzó a correrse y Elsa, al sentir la leche calentita dentro de su coño, se corrió con él.

Elsa, al acabar, le dijo:

-Acabamos de jugar con fuego.

-No creo que pasara nada.

No pasó nada, ni esa noche, ni nueve meses después, bueno, sí pasó, pasó que Mercedes vino a hacerle una visita a su hija, se volvieron a ver ella y Óscar y el hombre se marchó con ella, fue solo una temporada, durante la cual Elsa e Isabel llevaron la Conservera... Y otros asuntos mas íntimos.

-
 
Arriba Pie