Félix y su hija Mery

heranlu

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Era caprichosa, mimosa y traviesa. Se llamaba María, le gustaba que le llamaran Mery, y debía llamarse Salomé, por lo calienta braguetas que se iba a volver con su padre y por lo buena que estaba.

Vivía en un pazo con piscina, campo de tenis, campo de golf, un campo de fútbol y que, por supesto, estaba amueblado a todo lujo.

La habitación de Meri era la más grande del pazo, y tenía desde jacuzzi a sofá de masajes, pasando por una descomunal tele de plasma.

Mery había cumplido hacía poco la mayoría de edad. Medía metro ochenta y dos, era morena, sus ojos eran grandes y negros, como su larga melena. Sus tetas eran medianas, tirando a grandes, su cintura de avispa, sus caderas eran anchas, su culo redondito y sus largas piernas rozaban la perfección.

Mery, desde los dos años de edad, en la que su madre los abandonara por un músico, encontró en su padre todo el cariño que necesitaba. Lo malo de esto fue que al ir creciendo fueron creciendo sus caprichos. Le fue cogiendo la manta a su padre y acababa haciendo siempre lo que que le daba la gana.

La muchacha tenía de todo. Un porsche, Joyas, dinero.... pero las caprichosas siempre quieren más, y si es algo casi imposible, mejor que mejor.

Un día, Félix, a torso descubierto, y en pantalón de deporte, entró en la ducha y se tropezó con su hija, que salía de ella cubierta sólo con una toalla. Al tropezar, la toalla cayó al suelo y Mery quedo como había venido al mundo. Se quedaron sin palabras unos segundo. Después, Meri, se agachó para coger la toalla y vio que su padre se había empalmado. Sonriendo, le dijo:

-Tienes que echarte novia, papa. El bicho se te levanta por nada.

Félix, mintió.

-No es lo que piensas, muñequita, se pone así todas las mañanas con las ganas de orinar.

-Y yo me chupo el dedo.

Desde ese día ya nada iba a ser igiual. Félix, no se quitaba de la cabeza el escultural cuerpo de su hija. Mery, lo sabía, esto la excitaba y disfrutaba porovocándolo. Más de una vez se inclinó delante de él después de ponerse unas gotitas de perfume Coco Noir de chanel para enseñarle algo con un gran escote y lo que le estaba enseñando en realidad eran las tetas. Más de una vez le miró descaradamente el paquete mientras estaban hablando. Más de una vez mandó caliente a su padre para cama por culpa de sus distintas provocaciones, con lo que eso conllevaba, para Mery, ya que sin saber si se la pelaba o no, se hacia un dedito pensando que su padre se estaba haciendo una paja pensando en ella.

Era sábado, Mary, consciente de la lujuria que despertaba en su padre, iba a hacer que traspasase la delgada linea que separa el amor paternal del amor carnal.

La cosa se empezó a fraguar a las diez de la mañana, Felix, estaba tomando un café sentado en una silla de la mesa de la cocina. Llegó Meri vestida con un picardías transparente que dejaba ver sus tetas con las rosadas areolas y sus bellos pezones y la mata de vello negro que rodeaba su coño. Felix, en un ataque de padre, sin dejar de mirarle a su hija a los encantos, y de respirar el delicioso aroma que desprendían las gotitas del perfume Coco Mademoiselle de Chanel que se había echado su hija, le dijo:

-¡Vete a vestir!

-Hoy no viene el servicio a trabajar.

-Pero estoy yo en casa.

-Ya lo sé, por eso vengo así de sexi.

Mery se puso mimosita. Poniendo morritos, y acariciándole el cabello a su padre, le dijo:

-¿Te apetece jugar con tu muñequita?

Félix, la tenía calada.

-¿Qué buscas, María?

-A ti. Sé que me deseas.

-¡Cómo se puede ser tan mala hija! Te lo he dado todo y mira como me lo pagas.

-Dándote todo a ti. ¿Sabías que aún soy virgen? Bueno, si meter el dedito no cuenta.

-No me cuentes tus intimidades que no me interesan.

Meri, cogió un plátano del frutero, le quitó la parte de arriba de la piel, lo chupó mirando a su padre, y le preguntó:

-¿Se chupa así?

-¡Como no te vayas a vestir te quedas un meses sin paga!

Mery posó el plátano en la encimera y quiso darle un masaje en el cuello a su padre, al tiempo que arrimaba las duras tetas a su espalda.

-¿Pone la nena nerviosa a su papíto?

-¡Dos meses sin paga! ¡Esos ya no te los quiita ni Dios!

Meri, al verse rechazada y castigada, pilló un cabreo criminal. Dejó de masajearlo, y yéndose de la cocina, le dijó a su padre:

-¡Yo siempre consigo lo que quiero, y esta vez no vas a ser una excepción! Nos vemos esta noche.

-Ni en tus sueños, hija, ni en tus sueños.

A las once de la noche...

Félix, que era un hombre de 52 años, 1,85 de estatura, de pelo cano, ojos negros y apuesto, estaba en bata de casa en el tresillo de la sala de estar, sobando y con la televisión encendida. Llegó a la sala Mery. Venía descalza, con un CD en la mano. Llevaba puesta una camisa blanca de su padre con sólo tres botones en los ojales,lo que hacía que se viesen parte de sus preciosas tetas y el vello púbico.

Puso el CD en el reproductor, y se sentó al lado de su padre. El título de la cinta era: Perdiendo la virginidad.

La imagen de una joven morena, desnuda sobre una cama apareció en la pantalla... Al rato se comenzaba a masturbar. Al oír los gemidos de la joven, Félix, abrió los ojos. Vio lo que estaba haciendo la actriz y luego vio a su hija, a su lado, con los ojos cerrados, echada hacía atrás en el tresillo, con las piernas abiertas y magreando con las dos manos las dos tetas. No supo que hacer, Aquello sobrepasaba su margen de reacción. Cerró los ojos, dejándolos un poquitín entornados... Al rato dos jóvenes rubias, con caritas de ángeles, y cuerpos de escándalo, entraban en la habitación, se metían en la cama, se desnudaban, y se comenzaban a dar el lote. Vio por el rabillo del ojo como su hija bajaba una mano al coño y comenzaba a tocarse. Estaba empalmado... Más adelante, cuando los dedos de Mery ya chapoteaban en el jugo de su coño, oyó como le decía:

-¿Quieres ver cómo se corre tu muñequita, papa?

Félix hizo como si se despertase.

-¿Qué decías, cielo?

-¿Qué si quieres ver como se corre tu muñequita?

Felix, haciendo de padre severo, miró a su hija, y le dijo:

-¡No tienes vergüenza! Hace años que debí sentarte en mis rodillas y darte unos buenos azotes.

-Aún estás a tiempo. ¿Quieres azotarme el culo? ¿Quieres que me eche sobre tus rodillas?

-¡Deja de tocarte!

-¿Estás empalmado, papá?

Mery le echó la mano a la polla. La encontró tiesa como un palo y mojada como una esponja dentro de una bañera. La meneó un poquitín. Al estar ella a punto, se levantó del tresillo, sin dejar de tocarse, le puso el coño en la boca, y entre sensuales gemidos, le dijo a su padre:

-¡¡Me corro, papá!!

Un chorro de flujo, calentito, impacto en los labios de Félix. que instintivamente, los lamió. El coño de Mery, que se restregaba contra la boca de su padre, al sentir el contato de la lengua, se desbordó cuan catarata.

Al acabar de correrse, Mery, le pasó los pezones de las tetas entre los labios, y otra vez encontró la lengua de su padre. Acto seguido le quitó la polla de su escondrijo, se sentó sobre sus rodillas. Pasó la cabeza de la polla por el coño mojado. Le dio besitos con los labios. Hizo círculos con ella en el ojete. La puso en la entrada de su coño. Metió la puntita. Entraba muy apretada.

Felíx, deseaba decirle a su hija que la metiese hasta el fondo, pero le dijo:

-No sigas hija, por favor. Estamos cometiendo un incesto.

-Sabes que soy atea.

-Yo, no.

-Me deseas, y eso también es pecado, ¿o no?

Quitó la puntita y le besó otra vez la cabeza de la polla con los labios del coño.

-Hay muchas clases de pecados.

-¿Quieres que tu muñequita meta tu polla dentro de su pequeño chochito?

-Eso es un pecado mortal.

-Sí que lo es, Nos moriremos de gusto.

Merí, le dió un beso con lengua a su padre que lo dejó temblando, luego, le dijo al oído y susurrando:

-¿Meto, papá?

Félix ya no aguantó más.

-Mete, muñequita, mete.

Mery, metió la puntita otra vez. Después se sacó de encima de su padre, y sonriendo, le dijo:

-¿Continuará?

Felix, se dio cuenta de que su hija estuviera jugando con él. ¿Qué sería lo que se traía entre nanos?

-Debe ser algo muy gordo lo que quieres esta vez, hija.Te has pasado trescientos pueblos.

-Bien que te gustó. ¿Quieres que acabe lo que empecé?

-Mentiría si te digo que no. ¿Qué es lo que quieres a cambio?

-Quiero tener una experiencia lésbica.

-¿Y qué pinto yo en eso?

-Quiero que me compres dos vírgenes.

-¡Tú estás loca! ¿Crees que crecen en los árboles?

-Yo creo que con 12.000 euros lo conseguirías.

-¡Se te fue la olla, hija, se te fue la olla!

-¿Quieres el chochito de tu muñequita? Pues tu muñequita quiere beber de dos chochitos sin estrenar. Cómprámelos.

-¿Tienes curiosidad por saber que se siente jugando con dos mujeres?

-Tengo ganas de probarlo todo, papá. Virgenes, putas, machos, maricones...

-¡¿Pero a ti que te enseñaron las filipensas?!

-A creer en mi misma. ¿Sabías que se entienden entre ellas?

-Tu mente está sucia, está muy sucia.

-Un día encontré a dos profesoras besándose en el lavabo, y otra día a otra profesora masturbando a una alumna. No es mi mente... y de aquellos barros vienen estos lodos. ¿Te gustaría ver cómo me masturbo?

La boca pequeña de Félix quiso decir que sí, pero la grande, dijo:

-¡No!

Mery desabotonó los tres botones de la camisa. La echó sobre la alfombra. Felix no vio a su hija, vio a una femme fatale. Su polla latía. Meri se sentó a su lado, le cogió una mano a su padre y se la llevó a las tetas, unas tetas duras como el granito. Le volvió a menear la polla y lo besó. Al ver a su padre con los ojos vidriosos, a punto de correrse, se levantó, y le dijo:

-Primero las vírgenes. ¿Me vas a dar el capricho? Mi chochito bien lo vale.

-¡Mira que eres retorcida! Veré lo que se puede hacer, muñequita, veré lo que se puede hacer.

Lo primero que hizo Félix fue ir a su habitación y hacerse una paja como una catedral de grande.

En el convento de la ciudad, que era de monjas de clausura, estaban pasando por una situación económica delicada, y de modo excepcional, decidieron que dos novicias fuesen por las tiendas ofreciendo mantecados, panecillos de yema de huevo y licor, galletas cocadas... productos que las monjas hacían en el convento.

Las novicias, Sor María y sor Patricia, eran dos jovencitas muy hermosas. Salieron del convento un domingo por la tarde para reconocer el terreno. Al pasar por delante del pazo, le dijo sor Patricia a sor María:

-¿Les ofrecemos a los del pazo, hermana?

-Nos dijeron en las tiendas y sólo mirar donde están.

-Ahí, debe trabajar mucha gente, y con los señores....

-Lo que quiere es ver un pazo por dentro... Si no llevamos mercancia para mostrar.

-¿No tiene curiosidad, hermana?

-¿Y si nos está tentando el diablo?

-¿Qué nos pueden hacer?

Sor Patricia llamó a timbre del portal del pazo.

Meri, que salía de la ducha, vestida sólo con una toalla, las vio en la televión de la cámara del telefonillo, y les preguntó:

-¿Qué queréis?

-Vendemos nuestros pastelitos de crema y otros dulces.

Mery, pensando que su padre hiciera los deberes, les abrió el portal.

Al ser domingo el servicio tenía el día libre. Félix se fuera a Roma en viaje de negocios... Mery, estaba sola en casa. Les abrió la puerta del pazo, y les dijo:

-Pasad.

La monjas entraron en el pazo. Mery cerró la puerta y las llevó a la sala de estar.

-Sentaos en ese tresillo.

Las monjas se sentaron, mientras miraban el lujo que las rodeaba.

-¿Cuánto os pagó mi padre?

Sor María, le respondió:

-Aún no le vendimos los pastelitos. Estamos explorando.

-¿Sois vírgenes?

Sor Patricia, se mosqueó.

-La duda ofende. Somos monjas

-Sin teatro. ¿Acordamos 6.000 euros cada una? Os extiendo yo los cheques al portador, que ya me los devolverá mi padre con interses.

Aquello era mucho dinero. Las monjas ya se habían dado cuenta de que iba la cosa, y iba de dulces, sí, pero de los dulces que tenían entre las piernas? Sor María se alarmó.

-¡El diablo, hermana, fue el diablo el que nos trajo aquí.

Sor Patricia miró a sor María, y le dijo:

-Los caminos del Señor son inescrutables. Y ese dinero son muchos dulces.

-¡El dinero es la semilla del diablo!

Meri se quitó la toalla y se sentó en un sofá.

-A ver si termináis con del numerito. Mi chochito se impacienta.

Sor Patricia, le preguntó:

-¿Qué tendríamos que hacer?

-Lo que yo os diga. Quiero que os corráis en mi boca y beber de las dos, y después ya veremos que surge.

Sor María no quitaba los ojos del cuerpazo de Meri. Se había olvidado del diablo. Estaba como hinoptizada. Viendola absorta, le preguntó sor Patricia:

-¿Quiere correrse en la boca de la señorita por 6.000 euros, hermana?

-Sí, pero que conste que es por el bien del convento.

Merí comenzó a mandar.

-Besaos.

Las monjas se dieron un pico sin lengua... Merí se sentó entre las dos, y besó con lengua a una y después a la otra. Se puso de pie, le puso el coño en la boca a Sor Patricia, y le dijo:

-Lame, y tú, como te llames. levántate y cómeme las tetas.

-Me llamo María.

-Come mis tetas, bonita.

Las monjas ya estabn coloradas como granas. En vez de gemir Mery, las que gemían eran ellas.

Al rato largo..

-Desnudaos.

Las monjas quedaron en pelotas. Sor Patricia y Sor María era rubias, con grandes tetas y tenían unas grandes matas de vello rubio rodeando sus coño.

Merí se sentó en un sofá, delante de ellas, las monjas se volvieron a sentar en el tresillo.

-Echaos una frente a lo otra en el tresillo y hacer lo que haga yo.

Meri se acarició las tetas y apretó los pezones. Después acarició el clít con los dedos haciendo sobre él movimientos circulares y de abajo arriba. Magreaba las tetas con la otra mano.... Unos minutos más tarde, se levantó y le comió la boca a sor Patricia. Cuando vio que sus ojos se entornaban, la desplazó hasta que sus pies tocaron la alfombra. Sor Patricia quitó la mano del coño, Mery, se arrodilló sobre la alfombra, metió su cabeza entre las piernas, le lamió el coño y la monja, retorciéndose de gusto, se corrió en su boca. Mary, saboreó la primera corrida de una virgen, que no fuera la suya. Sor María, sin que Mery le dijera nada, se puso en la misma posición de la otra monja, abrió las piernas, Mery volvió a lamer, Sor María, cogiendo su cabeza, movio la pelvis hacia delante, y soltando un squirt, se corrió con unos gemidos tan dulces que parecian música celestial.

Al acabar de correrse las monjas, les dijo Mery:

-Seguidme a mi habitación.

La siguieron. Al llegar a la habitación. Mary se echó boca arriba en la cama. Las monjas, a pesar lel lujo que había en la habitación, no quitaban los ojos del escultural cuerpo de la anfitriona, que les dijo:

-Comedme la boca.

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Sor Patricia y sor María besaban a Mery y se besaban entre ellas. Parecían zorras en celo. Sus coños estaban empapados, pero sor Patricia aún controlaba.

-¿Nos puede dar el cheque, señorita?

Mery, le dijo:

-Ya me cortaste el rollo, Patricia.

Sor María, no tenía prisa ninguna por cobrar.

-Tiempo habrá para cobrar, herrmana, tiempo habrá para cobrar. Ahora gocemos que no nos vamos a ver en otra como esta en todas nuestras vidas.

Sor Patricia, le dijo:

-¿Ya no teme que estas sean cosas del diablo. hermana?

-Si fuesen cosas del diablo habría algún rabo por el medio, y rabo, rabo no hay.

-Es cierto el dicho popular, hermana.

-¿Qué dicho?

-Que de monja a puta se pasa en cinco minutos.

Mery ya se enfriara. Se levantó de la cama, cogió en un cajón el talonario de cheques y un bolígrafo, se sentó en un butacón que había enfrente de la cómoda y les preguntó:

-¿Los cheques los queréis al portador o a vuestros nombre?

Le respondió sor Patricia:

-A nombre de la madre superiora.

-Entiendo. Los queréis al portador.

-No, un cheque solo, y a nombre de la madre superiora del convento.

Mery no se lo acababa de creer.

-¡¿Sois monjas de verdad?!

-Novicias, yo soy sor Patricia y ella es sor María.

-¡Hooooooooostiaaaaaaaaaaas!?! ¡Me estoy tirando a dos monjas!

Sor María, le preguntó:

-¿Algún problema?

-No. ¡Vaya morbazo! Volveos a poner eso que lleváis las monjas en la cabeza.

-Las tocas.

-Eso.

Las monjas bajaron de la cama, fueron a la sala, se pusierion las tocas y volvierom a subirse a ella.

Mery, después de hacer el cheque al nombre que le dieron, le preguntó a sor María:

-¿Te apetece un masaje erótico, María?

-¿Hará que me vuelva a correr?

-Claro, para eso es.

-Ya me tarda.

Poco más tarde...

Mery, a los pies de sor María, le echó aceite en las dos tetas, unas tetas puntiagudas, con grandes areolas rosadas y pezones como guisantes. Sor Patricia, arrodillada junto a la cabeza de sor María, con las dos manos, muy despacito, masajeó una teta y después la otra, para acto seguido masajear cada teta con una mano. Mery besó a sor Patricia y le masajeo las tetas, que eran unas tetas redondas, con pequeños pezones y pequeñas areolas. Después le echó a sor María aceite en el vientre y masajeó vientre y costillas. Sor María comenzó a gemir. Sor Patricia la besó sin dejar de masajear sus tetas. Mery abrió las piernas de sor María y derramó aceite en los labios mayores y menores del coño abierto y mojado. Masajeando los labios mayores, le dijo a sor Patricia.

-Ponle el chocho en la boca, Patricia.

Sor Patricia le puso el coño en la boca a sor María. Sor María sacó la lengua. Sor Patricia frotó el coño contra ella... Al ratito, sintiendo que se iba a correr, le preguntó:

-¿Me deja que me corra en su boca, hermana

-Corra, hermana, corra, corra que quiero conocer el sabor del pecado.

Sor Patricia, temblando con el placer, jadeando, y apretando las tetas de sor María, se corrió torrencialmente en su boca. Mery, al ver el torrente que salía del coño de sor Patricia y como sor María tragaba con lujuria, notó como su coño y su ojete se abrían y se cerraba, y como el coño dejaba caer gotitas de jugo sobre la cama.

Cuando sor Patricia acabó de correrse, Mery hizo un 69 con sor María. Estaban tan calientes, que un par de minutos más tarde, temblando Mery, sacudiéndose sor María y gimiendo las dos, se corrieron y bebieron una de la otra.

Al acabar de correrse, hablando de cosas intrascendentes, cogieron el cheque, se vistieron y volvierion al convento.

Ya eran las once de la noche cuando volvió Félix de Roma.

-¿Hay alguien en casa?

Le respondió Mery desde su habitación.

-¡Ven papá que tengo una sorpresa para ti!

Félix fue a la habitación de su hija. Abrió la puerta y desde el umbral vio la habitación iluminada por cuatro velas aromáticas y a su hja en medio de la habitación. Vestía una minifalda roja y un top blanco, llevaba unas medias rojas y unos zapatos rojos de tacón de aguja, que la hacían aún más alta de lo que era. Felíx, le dijio:

-Buenas noches, hija. Hoy no estoy para tus juegos.

-¡Qué pena! Te quería hacer un baile de agradeciniento. Gracias a ti hoy me tiré a dos vírgenes.

-Gracias a mí, no.

-Sí, pensé que me las mandabas tú y mer tiré a dos monjas, novicias para ser más exacta. Les tuve que pagar 18.000 euros, pero valio la pena.

Mery estaba sisando a su padre. Era falsa para todo. Felix no la creía.

-Estás de coña.

-Ni de coña ni de coñá. La cosa fue de coños. Me tienes que devolver el dinero. Si ya no quieres mi chochito, es cosa tuya.

-No, no lo quiero. Nunca lo quise. Mañana, si lo confirmo, te hago una transferencia... ¿A qué vinieron las mojas al pazo?

-A vender pasteles.

Félix, creyó a su hija. Le picó el gusanillo de la curiosidad.

-¿Estaban buenas las novicias?

-¡Buenísimas! Rubias, guapas, con bellos cuerpos... Y siguen siendo vírgenes. No me extrañaría que volvieran por aquí. ¿Siendo creyente te follarás a una monja?

-A una, no, me follaría a las dos

-¿Y podrías con ellas?

-Y más que me echaran, muñequita.

-¿Bueno, qué? ¿Me miras mientras bailo?

-Estoy muy cansado.

Vovió la mimosa poniendo morritos.

-¡Jooooooo! Con lo que me costó escoger las canciones y ensayar el baile. Mírame un poquito, por fa.

-Vale. pero sólo un poquito.

Una sonrisa iluminó el bello rostro de Mery.

-Siéntate en la cama.

Felix, entró en la habitación y se sentó en el borde de la cama. Mery puso la música en el aparato. Eran tres canciones de Shakira: Ciega Sordomuda, Loca y Loba.

Mery, comenzó a bailar moviendo el cuerpo sensualmete. Se acercó a su padre, cerró los ojos, movió las caderas candenciosamente y le pasó los dedos entre el cabello. A Felix lo empezó a embriagar el perfulme Coco Noir de Chanel. Cuando su hija, con las piernas abiertas, se balanceó de un lado al otro, muy lentamemte, la tensión sexual se palpó en el aire. Meri, descenció bailando, acarició con sus manos el cuello de su padre. el pecho, su trasero, su paquete, y balanceándose se volvió a levantar. Acercó sus labios a los de su padre. Cuando Félix la quiso besar, retiro su boca. Se empezó a quitar el Top. Se subió las copas del sujetador rojo y dejó las tetas con los pezones al descubierto. Se quitó la minifalda. Llevaba puesta un lenceria fina de color rojo. Moviéndose de lado a lado, se dió la vuelta y bajó un poco las bragas hasta de dejar la raja del culo al descubierto. Se sentó en las rodillas de su padre y restregó su culo contra la polla, que ya estaba dura como un hierro. Después se levantó, se quitó el top, el sostén y las bragas. Se puso a cuatro patas y gateando y moviendo sensualmente el culo, fue junto a su padre. Sus manos se posaron en sus rodillas y su boca mordió la polla por encima del pantalón... Se la quitó mojadita, se la meneó, se la llevó a la boca, la lamió, y cuando Félix pensó que se la iba a chupar, se levantó, y de nuevo moviéndose de un lado al otro le puso en la boca el coño peludo y mojado. Felix le pasó la lengua por los labios, una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Mery se separó de su padre, después lo empujó sobre la cama. Felix, se echó a lo largo de la cama, vestido y con los zapatos puestos. Mery subió encima de él. Sin parar de moverse sensualmente, le dio las tetas a mamar largo rato. Después pasó la punta de la polla por el ojete, y le preguntó a su padre:

-¿Meto papá?

-Mete, cariño.

Mery, empujó con el culo y metió la puntita en el ojete. La quitó. Acarició con ella su coño empapado, y le volvió a preguntar:

-¿Meto en el chochito, papá?

-Mete, muñequita, mete.

Mery, metió la cabeza. Felíx, creyó que la iba a sacar, pero su hija la metió hasta el fondo. Félix, como un jovencito eyaculador precoz, le dijo:

-Me voy a correr, muñequita.

Mery, besó a su padre, y le dijo:

-Lo sé, papá. Córrete.

-¿Tomas precauciones, muñequiita?

-Sí, puedes llenarme el chochito de leche.

-Córrete conmigo. Siento que estás a punto

-Estoy, pero quiero ver tu cara cuando te corras dentro de mí.

Felíx, besó a su hija, acto seguido le agarró el culo, la apretó contra él y le dio canela fina. Mery no pudo ver la cara de su padre cuando se corrió, ya que se corrió ella unos segundos antes que él, y sus ojos se quedaron en blanco.

---
El sábado siguiente, por la tarde, las dos monjas volvieron a llamar al timbre del pazo, Félix, las vio en la pantalla de la cámara del telefonillo, y le dijo a su hija:

-Ahí están tus amiguitas.

-¿Lina y Pili?

-No, las monjas.

-¡Sabía que volverían! Una para ti y otra para mí. Pero habrá que pagar otra vez.

-Por dos virguitos se paga lo que haga falta.

-Abre el portal, y desaparece hasta que las tenga calientes...

Mery les abrió la puerta del pazo y las mandó pasar. Se sentaron en el mismo sitio de la vez anterior.

-¿Qué os trae por aquí?

Le respondió sor Patricia.

-El cheque.

-¿Qué le pasa al cheque?

Se lo devolvió.

-Queremos que nos haga dos cheques, uno a mi nombre y el otro a nombre de sor María. Vamos a dejar el convento y vivir juntas.

-Vaya, lo que puede hacer el poder del sexo.

-Del amor, señorita, el poder del amor.

-Necesitaréis más dinero. ¿Qué os parecería si os hiciese un cheque por 24.000 euros?

Sor Patricia, le preguntó:

-¿Qué deberíamos hacer?

-Ayudarme a darle un masaje al diablo... y a follarlo bien follado.

Las monjas se persignaron. Ahora la que preguntó fue sor María.

-¡¿Conoce a Lucifer?!

-No, conozco a Félix, y es un diablo en la cama.

-¿Quén es félix?

-Mi padre.

-¡¿Ha fornicado con su padre?!

-¿Qué tiene más delito, follar con dos monjas o con el padre de una?

-Esta es la casa del pecado.

-¿Vais a seguir pecando y os extiendo el cheque grande o os extiendo el pequeño?

Sor Patricia, no tenía dudas.

-El grande. Ya va siendo hora que mi chochito sepa lo que siente con un rabo dentro.

Sor María era más reticente.

-¿Y si el viejo es feo y le huele mal el alientio y...?

Félix, con su pelo cano y su tipazo y cara de galán, entró en la sala de estar, y le dijo a sor María:

-Ni soy feo ni me huele el aliento.

Sor María, al verlo, cambió de opinión.

-Si hay que hacer un sacrificio, se hace.

Mery, estaba impaciente.

-Vamos para mi habitación.

Ya en la habitación, le dijo Mery a las monjas:

-Desnudar a mi padre.

Sor Patricia le quitó la camisa blanca y sor María, el cinto y le abrió la bragueta del pantalón de tergal. Apareció el bulto de la polla en el calzoncillo. Sor Patricia le quitó los zapatos y lo calcetines. Mery, se metió entre las dos monjas, le bajó el calzoncillo. La polla tiesa quedó mirando hacia delante. Sor Patricia, exclamó:

-¡Es enorme!

La polla no medía más de 15 centímetros y era delgada, pero como las monjas no habían visto otra, también para sor María era inmensa.

-¡Nos va a romper el chochito!

Mery, se puso en cuclillas, cogió con la mano la polla de su padre y comenzó a hacerle una mamada. Sor María, le dijo:

-¡Cochina!

Sor Patricia, le preguntó:

-¿A qué sabe, señorita?

-Prueba, Patricia, prueba y lo sabrás.

Sor Patricia, no se cortó, se agachó, metió la polla en la boca, la mamó, y masturbando a Félix, tal y como había visto hacer a Mery, dijo:

-Sabe a pecado, a lujuria. Sabe tan bien que estoy mojando las bragas. ¿Prueba, hermana?

-¡Dios me libre!

-No se me haga la recatada que nos quedamos sin el cheque grande. Déale una mamada. Le va agustar

-Bueno, una mamadita, pero una sola.

A esa mamadita, sigió otra y otra..., hasta que la otra monja se la quitó de la boca para mamar ella. Al final se turnaron. Hasta que dijo Mery:

-Échate boca arriba en la cama, papá.

Mery, se desnudó, las monjas se iban a desnudar, pero le dijo Felix:

-Vestidas, os quiero follar vestidas. Quitaos sólo las bragas, y dármelas.

Sor María ya iba lanzada.

-¿Y no nos va a comer las tetas?

-Claro, las tetas y el coño, pero a su debido tiempo.

Se quitaron las bragas negras, mojadas, y se las dieron. Mery, de propina, le dio la suya, blanca, y con un lamparón tan grande como los que tenían las bragas de las monjas. Félíx, boca abajo sobre la cama, comenzó a oler las bragas. Mery cogió el aceite de masaje, y le echó un poco por las espalda y por las nalgas. Sor Patricia, masajeó su cuello y su espalda, Mery le masajeó las nalgas, el periné y el ojete, lo masajeó y después lo penetró con un dedo. Sor María, obsesionada con la polla, metía su mano por debajo y se la meneaba. Al rato largo, Félix, se daba la vuelta. Su polla estaba tiesa. Sor María se lanzó sobre la polla como una leona se lanza sobre una gacela y comenzó a devorarla. Mery, le dijo

-Despacio, María, que si se corre tendremos que esperar para poder follarlo.

-¿Cómo sabe eso?

-Internet. Tengo mucha teoría.

Felíx, sonriendo, le dijo a su hija:

-Tranquila, hija. Tomé una pastilla de viagra. Hay polla para todas. Sube. María.

Sor María subió el hábito y cogió la polla con la mano. Félix sintió la humedad del coño y el contacto de los pelos con su glande mientras veía como sor Patricia le comía las tetas a su hija. Sor María puso la polla en la entrada del coño empapado. Empujó y no soltó ni un "ay". La fue metiendo despacito, apretada, apretadísima, pero disfrutando todo el rato. Al clavarla a tope, buscó los labios de Félix y lo besó con suma dulzura, al principio, pues poco después, cuando sintió que se iba a correr, lo comió a besos. Cuando se corrió. Soltó un grito:

-¡¡¡¡Me mueeeeeero!!!

En el portal del pazo, Fermín, el padre de Félix, un hombre de 75 años, libertino, al que apodaban "Pichón", con la ventanilla abierta de su Mercedes, le daba a un mando a distancia y abría el portal del pazo. Oía el grito, y decía:

-¡Fiesta, fiesta fiesta! Allá voy...

... Sor Patricia montó a Félix. Subió el hábito como sor María y la clavó sin rodeos. Ella si que chilló. "¡¡Aaaaaaay!" En grito guió a Ferrmín, que al llegar a la puerta de la habitación y ver el cuadro, exclamó:

-¡Carnavales anticipados! ¡Fiesta,fiesta, fiesta!

Luego vio que una de las jóvenes era su nieta, y le dijo:

-¿Quién trajo las putas, María?

Ni Mery ni las monjas se sobresaltaron. Estaban demasiado cachondas.

-Son monjas, abuelo.

-Y yo soy cura.

-Calla y hazlé a sor Patricia lo que me haces a mi. Seguro que le gusta.

Fermín cogió debajo de la cama una zapatilla con forma de conejo peludo y con piso blanco de goma, le levantó el hábito a la monja y al ver su culito blanco, le dijo a su hijo:

-Parece una monja de verdad.

-¡Y lo es, hijo puta! ¡¿Desde cuándo juegas con mi hija?!

-¡No jodas¡ ¡¿Es una monja de las de verdad?!

-No me contestaste.

No le iba a contar. Le dijo a sor Patricia:

-Soy tu ángel de la Guarda. Te me has descarriado. ¡Mala!

El viejo le dio con la zapatilla en las nalgas a la monja.

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Después de darle cinco veces en cada nalga, se las lamió, le besó el periné y el ojete, y acto seguido se lo folló con la punta de la lengua.

-¿Quieres purgar todos tus pecados?

-Sí, castígueme más.

El viejo le volvió a besar y a lamer las nalgas y a chupar y follar el ojete con la punta de la lengua mientras la polla de Félx entraba y salía de su coño. Cuando más lo disfrutaba, le dio otra vez con la zapatilla:

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Sacó la polla. No era un "pichón", era un pichín, pequeño y delgado, Sor María, al verla, y antes de cogerla, meterla en la boca y mamarla, sonriendo, le dijo:

-¡Qué bonita!

Mientras se la chupaba, Fermín siguió follando el ojete de sor Patricia con su lengua y azotándole el culo con la zapatilla.

-Plas, plas, plas, plas...

Mery, celosa de los zapatillazos, le puso el culo en posición a su abuelo. Fermín le comió el coño, luego le folló el ojete con la punta de la lengua, y después le preguntó:

-¿Quieres que te caliente el culo, muñequita?

-Sí, Pichón, sí.

A Fermín lo comían los demonios cuando lo llamaban por su apodo.

-¡¿Pichón?! ¡La madre que te parió¡ ¡¡Las quieres llevar fuertes!!

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!!!

Mery, masturbándose, quería más.

-¡Más, abuelo, más!

El viejo le dio más y más fuerte.

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas, plas...!!!

Mery ya echaba por fuera.

-¡Cómemela, cómemela, cómemela!

El viejo le comió el coño y Mery se corrió en su boca.

Sor Patricia, gemía. Sus gemidos ya eran de pre orgasmo. Fermín se la clavó en el culo. Sor Patricia comenzó a correrse. Inundó con su flujo vaginal los cojones de Félix. Con el placer que le produjo el orgasmo de la doble penetración, perdió el conocimiento, y lo perdió en el momento en que Félix le sacaba la polla para correrse en su vientre y Fermín le llenaba el culo de leche.

La cosa siguió. Hubo... ¡Fiesta, fiesta, fiesta!
 
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