Felipe y su Madrastra

heranlu

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En una tranquila tarde de domingo, en la ciudad de Buenos Aires, la señora María Rodríguez, una mujer de 38 años, de piel morena y cabello negro rizado, estaba en el jardín trasero de su casa, disfrutando del sol. María era una mujer de curvas generosas y ojos castaños, casada con el padre de Felipe, un hombre de negocios que viajaba con frecuencia. Felipe, de 19 años, recién había llegado a la universidad. Era un joven alto, de piel clara y ojos verdes, con un cuerpo atlético.

Felipe salió al jardín, donde su madre estaba sentada en una silla leyendo un libro. “Hola, mamá,” dijo, con una sonrisa tímida. “¿Cómo estás?”

María levantó la vista y sonrió a su hijastro. “Hola, Felipe. Estoy bien, gracias. ¿Cómo te va en la universidad?”

Felipe se sentó en la silla junto a ella. “Bueno, está bien. Me gusta, pero es un poco difícil adaptarse.”

María puso su mano en su rodilla y dijo: “Lo entiendo. La universidad puede ser un cambio grande. ¿Te gustaría un café?”

Felipe asintió. “Sí, gracias.”

María se levantó y fue a la cocina. Al regresar con dos tazas de café, notó que Felipe la observaba con interés. “¿Qué pasa, Felipe?” preguntó.

“Nada, solo… tú siempre has sido tan amable conmigo. Gracias.”

María sonrió. “Eres mi hijastro. Siempre estaré aquí para ti.”

A lo largo de las siguientes semanas, Felipe y María comenzaron a pasar más tiempo juntos. María lo invitaba a cenar y a ver películas con ella. Felipe se sentía más cómodo en su presencia, y María disfrutaba de su compañía.

Una noche, mientras veían una película, María se inclinó hacia Felipe y susurró: “¿Te gusta la película?”

Felipe se giró hacia ella. “Sí, es interesante.”

María se acercó más y susurró: “¿Te gustaría ver algo más interesante?”

Felipe se sorprendió, pero sintió una excitación inmediata. “¿Qué tienes en mente?”

María sonrió y le acarició el brazo. “Algo que nunca has visto antes.”

Felipe sintió un cosquilleo en el estómago. “¿Qué es?”

María se levantó y extendió la mano. “Ven, te mostraré.”

Felipe la siguió hasta su habitación. María cerró la puerta y se volvió hacia él. “Felipe, sé que esto es inusual, pero… he sentido una conexión contigo. ¿Te gustaría explorar eso?”

Felipe tragó saliva. “Sí, quiero.”

María se acercó y comenzó a besarlo suavemente en los labios. Felipe respondió, abriendo la boca y permitiendo que sus lenguas se encontraran. María puso sus manos en sus mejillas y profundizó el beso, explorando su boca con su lengua.

Felipe puso sus manos en la cintura de María y la acercó más a él. María desabrochó su blusa, revelando un sujetador de encaje negro. Felipe bajó la vista y se sorprendió por la vista. “Eres hermosa, mamá,” susurró.

María sonrió y le quitó la camisa. “Y tú eres muy guapo, Felipe.” Se inclinó y comenzó a besar su cuello, lamiendo y mordisqueando suavemente. Felipe jadeó y se arqué hacia ella.

María bajó sus manos y desabrochó su pantalón, deslizándolos por sus caderas. Felipe se quedó en bóxer, su pene ya erecto. María se arrodilló frente a él y miró hacia arriba con una mirada traviesa. “¿Listo para algo nuevo, mi amor?”

Felipe asintió, jadeando. “Sí, mamá.”

María tomó su pene entre sus manos y lo besó suavemente en la punta. Felipe jadeó y se inclinó hacia adelante. María comenzó a lamer la cabeza de su pene, moviendo su lengua en círculos. Felipe gimió y puso sus manos en su cabello.

María empujó su pene más profundamente en su boca, tragándolo lentamente. Felipe jadeó y comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás. María lo tomó con ambas manos y lo empujó hacia atrás, permitiéndole controlar el ritmo.

“Oh, mamá, eso se siente increíble”, susurró Felipe.

María lo miró a los ojos mientras lo chupaba, creando una conexión intensa. Felipe sintió una oleada de placer y sabía que no tardaría en venirse. “Voy a correrme, mamá,” dijo entre jadeos.

María sacó su pene de su boca y lo tomó con sus manos. “Quiero sentirlo, mi amor,” susurró.

Felipe jadeó y le disparó su semen sobre el pecho de María. María sonrió y se lo llevó a la boca, tragándolo todo. “Mmm, delicioso,” dijo.

Felipe se quedó allí, jadeando, mientras María se levantaba y le daba un beso en los labios. “Eso fue increíble, mamá,” dijo.

María sonrió. “Lo sé, mi amor. Lo hicimos juntos.”
 
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