Familia Caliente 001

heranlu

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Éramos tres primos y una prima, Javier, Jacinto, Alicia y yo. Desde muy niños era Alicia la que cortaba el bacalao. A mí me llamaba Randa, a mi primo Javier le llamaba Gato y a su hermano le llamaba Rata y por supuesto ella era Alicia Babá. Le faltaban 37 ladrones, pero cómo ella decía: "Por algo se empieza".



Nuestra cueva, Sésama, estaba era el monte y tenía cuatro colchones, mantas y sábanas, un mueble viejo con cajones una mesa, cuatro sillas, cuatro platos, cuatro cucharas, cuatro cuchillos, trapos, velas y un quinqué que habíamos mangado en una casa abandonada.



El monte tenía un estanque donde nos bañábamos desnudos mis primos y yo cuando Alicia no estaba.



Un día a mi prima le empezaron a salir las tetas y desde ese momento dejaría de enredarnos en sus aventuras, aventuras que serían muy largas de contar, pero que básicamente se trataban de peleas o de pequeños hurtos de fruta, de enseres en las casas abandonadas, cositas en la taberna mientras alguno distraía a la tabernera..., pero a lo que iba, ese día nos dijo con aires de superioridad:



-Dejo de ser vuestra jefa. Sois muy críos para mí.



Alicia era delgada cómo un fideo y tenía la misma edad que yo, pero la verdad era que me gustaba, por eso no tomé bien lo de su marcha. Le dije:



-Sin tiempo no era. Ya estaba cansado de obedecer a un adefesio.



Se puso alta.



-¿Qué coño es un adefesio?



Me puse más alta que ella.



-Míralo en el diccionario, inculta.



Levantó la mano. La miré con cara de mal hostia, se rajó y se fue. Debió preguntar lo que significaba adefesio, ya que dejó de hablarme.



Unos años más tarde, Jacinto, Javier y yo éramos tres muchachos delgados, de estatura mediana y bastante apuestos. Estaba bien entrada la primavera cuando fuimos a bañarnos en el embalse, un embalse que tendría unos quince metros de largo por unos seis de ancho y que estaba cubierto por nenúfares por los lados. Sobre ellos y entre ellos croaban las ranas de aquel embalse que regaba las huertas de los vecinos de mi aldea. Nos bañamos en pelotas. Después cogimos nuestras ropas y bocadillos y fuimos para un pequeño campo de hierba rodeado por matorrales. Allí en pelotas sobre la hierba nos pusimos a conversar mientras oíamos titear a las perdices, cantar a los grillos, trinar pájaros de distintas clases... Jacinto, el hermano de Alicia, nos dijo:



-Sé de un juego que os va a dejar...



Lo corté.



-Con el culo roto.

-Puede, nunca se sabe.

-¿Y qué juego es ese?

-El de la gallina ciega.



Javier le dijo:



-Ese juego es de niñas

-Sí, y jugué a él con mi hermana y con Conchita. Se pasa de puta madre.



Me picó el gusanillo de la curiosidad.



-¿Les tocaste las tetas?



Jacinto se hizo el interesante.



-¡Ah! Si queréis saber lo que les hice tendréis que jugar.

-Me late que es un juego diferente al de la gallina ciega -le dijo Javier-. ¿Me equivoco?

-No, mi hermana y la Rubia, acabaron cómo estamos nosotros.

-¡¿Has visto desnudas a tu hermana y a Conchita?!

-Si, después de vendarme los ojos se desnudaron, y cuando me quité la venda las vi. ¿Jugáis o no jugáis?



Aquello me olía a mariconada.



-Dime cómo va la cosa.

-La cosa va así. Yo me vendo los ojos y vosotros os cambiáis de sitio, yo no sabré donde estáis. Al encontraros os chuparé las tetas, os besaré y si aún no descubrí quien es quien os chuparé las pollas hasta que lo descubra.



-A ver, a ver -le dije yo-. ¿Me estás diciendo que le comiste la boca, las tetas y la almeja a tu hermana?

-A ella y a Conchita.

-Joder, joder, joder ¡Lo que daría por haber estado en tu sitio! ¿Se corrieron?

-¿Tú que crees?

-Que no, tú no tienes idea de cómo se come un coño.



Por primera vez en su vida me habló con aires de superioridad.



-Lo sé comer mejor que tú.

-A ver, atontado, un culo no es un coño. ¿Lo pillas?

-A lo mejor algún día pillas tú la idea de que cuando se le come el coño a una mujer también se le come el culo.

-A tu hermana no me importaría comerle el culo si ella quisiera.

-A lo mejor está deseando que le comas ambas cosas.

-Más quisiera yo, pero tu hermana me odia desde que le dije que era un adefesio.

-Las mujeres son muy complicadas, Quique. A ver. ¿Jugáis?



Javier se anotó.



-Yo juego un ratito.



No me lo podía creer.



-¡¿Vas a dejar que te dé besos y te la chupe?!

-Todo es cuestión de cerrar los ojos y pensar que es su hermana.

-¡Par de maricones!



Jacinto no estaba conforme.



-Solo contigo no sería jugar a la gallina ciega, Javier, además, a ti ya te la chupé.



Miré para Javier y me dijo:



-¡¿Qué?! Es mejor que tirar una paja.

-Fijo que también le diste por el culo.

-¿Y si le di, qué?

-Me late que también te dio él a ti.

-En el sexo no hay que ser egoísta.

-¡La hostia! Y yo bañándome desnudo con vosotros. Se me quitaron las ganas de comer el bocadillo.



Jacinto me dijo:



-Vaya tontería.



Javier nos dejaba.



-Visto el cariz que toman las cosas me voy comiendo el bocadillo camino a casa. Tengo muchas cosas que hacer.



Javier al día siguiente se iba para Ferrol a hacer la mili. Se vistió y se fue comiendo el bocadillo. Al irse Javier, Jacinto me dijo:



-Me muero por hacerte una paja.



Sin levantar la voz, le dije:



-Pues muérete.

-Te gustaría si te la chupo.

-No me va a gustar porque tú no vas a chupar nada.

-Si cierras los ojos y piensas que es mi hermana quien te la chupa...



Para que me dejara en paz le quise dar donde más duele.



-Me gusta más tu madre, la debe chupar de maravilla.



Estaba equivocado, le había dado donde más le gustaba.



-Sí, fue ella la que me aprendió a chupar pollas.



Aquella confesión no me la esperaba.



-¡¿No me mientes?!

-No, no te miento, mi madre está muy necesitada. Al estar mi padre en Alemania pasa muchas ganas.

-¿Te dijo ella que estaba muy necesitada?

-Sí, eso y muchas cosas más.

-¿Cómo qué?

-Cómo que le gusta que le coman el coño hasta que se corre, mamarla, que se la metan en el culo..., cosas así.

-¿Te la follas?

-Sí, por el culo.

-Por donde a ti te gusta.

-Me gusta por los dos lados, pero en el coño no me deja meterla porque tiene miedo a quedar preñada

-¿Y a tu hermana?

-A mi hermana no la follé ni por un lado ni por el otro.

-¡Si llega a saber que follas con tu madre...!

-Lo sabe.

-No te creo. ¿Cómo lo supo?

-Lo supo una noche que dormimos mi hermana, ella y yo en su cama, hacía mucho calor y dormíamos destapados. Yo estaba a su lado y mi hermana al mío. Debían ser más de las dos de la madrugada cuando sentí una mano dentro de mi calzoncillo. Abrí los ojos y vi que era la de mi madre. Tenía una mano dentro de sus bragas y la otra donde te dije. Pasado un tiempo, miró para mi hermana, vio que estaba dormida, acercó su boca a mi oído y susurró:

-"Cómeme el coño".

-Me había aprendido ella a comer un coño. Me metí entre sus piernas. Al lamer vi que tenía el coño encharcado. En ese momento no supe que era porque ya se había corrido, y eso hizo que me llevase un mundo de tiempo hacer que se corriera de nuevo... Ya llevaba un buen rato comiéndole el coño cuando miré para el lado y vi que mi hermana nos estaba mirando. Tenía una mano dentro de las bragas y esa mano se movía de abajo a arriba y de arriba a abajo, o sea, que se estaba haciendo una paja. Ya no dejé de mirar para mi hermana ni ella dejó de mirar para mí. Al rato se bajó las bragas hasta las rodillas y se giró para mi lado. Yo agarré la polla y me la empecé a menear... Poco después mi hermana tapaba la boca con una mano y se encogía. Se estaba corriendo y yo me corrí al verla gozar. Mi madre me sintió gemir en bajito, me cogió la cabeza con una mano, frotó el coño contra mi nariz y mi cara y se corrió como una cerda.

-Me acabas de poner a mil.



Me miró para la polla.



-Se nota, se nota, se te puso gorda. ¡Qué rica debe estar!

-No la vas a catar por más que me calientes por la oreja, mariconazo. ¿Después de eso pasó algo?

-Sí, una media hora después cuando Alicia sintió a nuestra madre roncar.

-¿Qué pasó?

-Que mi hermana me cogió una mano y me la llevó a su coño. Lo tenía empapado, me desplacé hacia su lado, metí mi cabeza entre sus piernas y le comí el coño. ¡Estaba delicioso!

-¿Estaba más rico que el de tu madre?

-Estaba mucho más rico que el de mi madre. Volví a coger la polla y comencé a menearla. Al rato mi hermano empezó a echar tal cantidad de agua por el coño que creí que se estaba meando con el gusto, pero no, no era meó, ya que no olían ni sabía a meo, eran los jugos de su corrida, me los papé y papándolos me corrí en mi mano.

-Debe ser una maravilla follar con ella.

-Follar, lo que es follar no sé, pero comerle el coño, lo es.

-Y yo pensaba que no tenías idea de comer un coño.

-La vida nos da sorpresas.



Ya que se había soltado tenía que aprovechar el momento. Le pregunté:



-¿Cómo fue la primera vez con tu madre?

-Pues ella estaba meando y...

-Me refería a lo que hicisteis la primera vez.

-La primera vez me hizo muchas cosas.

-¿Te hizo una mamada?

-Sí.

-¿Cómo la hace?

-Recuerdo que me cogió los huevos, me miró a los ojos y después lamió y chupó la cabeza de mi polla. Con la yema de un dedo me acarició el ojete, la otra mano bajó y subió por mi polla y ya me corrí en su boca. Se tragó la leche y siguió chupando para que no se me bajara.

-¿Para qué quería que no se te bajara?

-Para follar conmigo. Se puso a cuatro patas y me dijo:

-"Agarra mis tetas, magréalas, lame mi ojete y mete y saca tu lengua de él·"

-¿Eso te dijo?

-Sí, y mientras hacía lo que me había dicho se metió dos dedos en el coño.

-¡Qué puta!

-Putísima.

-¿Y después le diste por el culo?



Jacinto abrió su bocadillo de mantequilla, paso un dedo por él, se puso a cuatro patas y se lo metió en el culo mientras me decía:



-Y le entró así de fácil. ¿Por qué no untas tu polla de mantequilla?

-No voy a dejar que me la chupes.

-Lo que quiero es que me la metas en el culo.



A ver, yo estaba empalmado y cachondo a más no poder, su culo era un reclamo tentador, la situación era la de ser o no ser, si era, pues era, y si no era, pues era peor, así que pringué la mano con la mantequilla de su bocadillo, unté la polla, me arrodillé detrás de él, la puse en la entrada del ojete, lo agarré por la cintura, cerré los ojos, pensé que se la iba a meter a su madre en el culo y empujé. La cabeza entró tan apretada que casi jodo el frenillo. La seguí metiendo mientras mi primo se la pelaba entre gemidos de placer... A rato giró la cabeza, los ojos se le pusieron en blanco, se corrió sobre la hierba y yo me corrí dentro de su culo.



Mi primera experiencia con un hombre fue por culpa de su madre, a esa madre la iba a follar bien follada.
Jacinto y yo bajábamos la cuesta de la aldea. Iba a la tienda a hacer un recado. Me dijo:



-Mi madre quiere follar contigo.



Lo miré con cara de asombro.



-¡¿Te lo dijo ella?!

-Sí, le dije lo larga y gorda que era tu polla y se muere por jugar con ella.

-¿Y qué más le dijiste?

-Que te la mamé.

-¿Es que le cuentas todo lo que haces?

-Soy un buen hijo.

-Un buen hijo de puta.

-Eso también. ¿Vas a ir a mi casa?

-¿Cuándo quiere que vaya?

-Después de comer Alicia y yo nos vamos a Pontevedra a la casa de los abuelos. Te estará esperando en su cama.



Llegamos al río y allí estaba mi tía Carmen lavando la ropa. Carmen era una mujer fibrosa, alta, morena, con el cabello negro azabache que le llegaba al culo, cabello que en ese momento llevaba recogido en una cola de caballo. Creo recordar que tenía 38 años, lo que recuerdo bien es su culo redondo, sus gordas tetas y sus labios carnosos, labios que jamás había pintado. Frotando una pieza de ropa en la piedra del fregadero miró para su hijo y para mí. Vimos cómo sonreía y cómo las tetas se le movían hacia delante y hacia atrás. La polla se me puso dura. Mi primo vio el bulto y me echó la mano al empalme. Le dije:



-Estate quieto que nos pueden ver, cabrón.



Media hora después fui al monte con la idea de hacerme una paja a la salud de mi tía y al pasar por delante de Sésama sentí un ruido que venía de dentro. Hacía años que no entraba en la cueva y pensaba que estaría todo lleno de humedad. No era así, estaba casi igual que la última vez que comiéramos allí unas cerezas. Entré en la cueva y me encontré a Conchita, estaba de espalda a mí con las manos en la cara. Siempre fui rápido pensando. Era nuestra cueva, y si Jacinto le comiera el coño a ella y a su hermana, entre ellas había algo. Le dije:



-Así que este es vuestro nido de amor.



Conchita se dio la vuelta, tiró al suelo las bragas que estaba oliendo, echó una mano al corazón y me dijo:



-¡Casi me matas del susto!



Me acerqué a ella.



-¿Quién es una chica mala?

-Déjame salir de aquí, Quique.



Me aparté y le dejé espacio para que se fuera.



-Tira. ¡Que suerte tiene mi prima, coño!



No se movió del sitio.



-Tu prima y yo no jugamos a esas cosas que tú piensas.



Mirando para las bragas que había estado oliendo y que tirara al suelo, le dije:



-¿No? Entonces aún es peor, pues esas bragas son de prima.

-¿Y tú cómo sabes eso?



Las había visto en la huerta de mi tía, estaban a secar sujetas con pinzas, pero no le iba a decir eso, le dije:



-Lo sé y punto, cómo sé que si yo no aparezco, ahora mismo te estarías haciendo una paja.



Se hizo la decente.



-¡Qué dices!

-A ver, Conchita, si estabas oliendo unas bragas es porque te ibas a hacer una paja, y yo si vine al monte fue para hacer otra. ¿Te hago yo una y me haces tú otra a mí?



Se puso altanera.



-¡¿Me has visto cara de guarra?!

-Tu cara es de angelita, pero de una angelita que se hace pajas.



Le eché las manos al culo y sintió mi polla dura en su pelvis. Quise besarla, me hizo la cobra, y temblando me dijo:



-Déjame.

-¿Echamos un polvo?



Sin revolverse, me respondió:



-Ni en tus sueños.

-En mis sueños ya follamos.



La besé en el cuello. Seguía temblando al preguntar:



-¡¿Te la pelaste pensando en mí?!

-Muchas veces. Deja que te coma la boca, las tetas y el coño.

-No te voy a dejar hacer nada.



Forcejeando conseguí que mis labios se juntaran con los suyos y al meterle la lengua en la boca ya no los apartó. Al acabar de besarla, colorada cómo una grana, me dijo:



-Si no cuentas nada del lío que tengo con tu prima dejo que me hagas una paja, pero la haces sin quitarme las bragas.



Ya no se lo iba a decir a nadie, pero coño, con aquella cosita sexy a mi lado no iba a decirle que no diría nada aunque no jugáramos, así que le dije:



-Dalo por hecho.



Conchita tenía mi estatura, 166, era rubia, de ojos castaños y su cuerpo era ideal para el pecado, o sea, que tenía todo muy bien puesto. Ese día llevaba puesto un vestido de flores rojo y amarillo con cuello de pico que le daba por encima de las rodillas y calzaba unas sandalias marrones. Le di un pico y le levanté el vestido. Me dijo:



-Sin más besos.

-Tú mandas.



Metí mi mano dentro de sus bragas y me encontré con el acolchado de sus pelos y con el coño ligeramente mojado. Con su cabeza apoyada entre mi cuello y mi hombro comencé a meter y a sacar de su coño el dedo medio de la mano derecha... El coño se fue mojando y ella empezó a gemir muy en bajito. Poco después levantó la cabeza y me dio un pico, dos, tres, y después me besó con lengua, luego su mano bajó la cremallera de mi pantalón. Estaba tan empalmado que no podía quitar la polla. Abrí el cinturón y el botón de arriba y bajé los pantalones. Me cogió la polla. No sabía qué hacer con ella, solo la agarraba. Moví el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás y cuando paré ya ella sabía cómo hacerlo. Algo después dejó de besarme, me quitó los dedos de su coño y se bajó las bragas. Al volver a meter los dedos ya fueron dos los que entraron en su coño encharcado. Nos comimos a besos hasta que su coño apretó mis dedos y descargó sobre ellos. Fue una corrida grandiosa. Apretó tanto mi polla mientras se corría que al soltarla le puse el vestido perdido de leche.



Conchita tuvo miedo de que las manchas de leche secasen y no saliesen, por eso fuimos a lavarlo a un riachuelo que pasaba por el monte. Por culpa del vestido no la follé.



Ese día comiendo en mi casa no me salía mi tía de la cabeza. ¿Cómo serían sus tetas? ¿Cómo sería su coño? ¿Cómo follaría? Comía y sentía mi polla latir y mojar mi calzoncillo. Tuve que estar sentado cinco o seis minutos a la mesa después de comer para que se me bajara la erección.

Media hora más tarde fui a la casa de mi tía. La puerta de la casa estaba cerrada, pero sin llave, ya que antiguamente nadie cerraba la puerta de su casa con llave. Sabía donde dormía, así que fui a su habitación. Estaba boca abajo, sin bragas, sin sujetador, sin nada. Me fijé en su culo redondo y blanco. ¡Qué culo más rico tenía! Pensé que se había quedado dormida esperando por mí. Se dio la vuelta. En lo primero que me fijé fue en su coño. No se veía el corte con la cantidad de pelo negro que tenía, después le miré para las tetas, iban a su bola, una caía hacia un lado y la otra hacia el otro, sus areolas eran de color marrón oscuro y sus pezones metían miedo de lo grandes y gordos que eran. Me quité los pantalones y mi polla se puso a mirar para las telarañas, luego me quité el resto de la ropa y los tenis y me eché sobre ella. Abrió los ojos, vio mi cara y me sacó de encima de un empujón. Se levantó de cama, y con una cara que acojonaba, me dijo:



-¡¿Qué coño pensabas que ibas a hacer, Quique?!



Me olió que mi primo me había engañado.



-Jacinto me dijo que me esperabas para follar...

-¡Y yo voy y me lo creo! ¡¡Ven aquí, cabrón!



Al coger una zapatilla marrón de las que tenía al lado de la cama quise escabullirme, pero la habitación era demasiado pequeña y ella demasiado grande. Me agarró, se sentó en el borde de la cama, me puso en sus rodillas y me dio a romper.



-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!



Me dejó el culo en carne viva, ya que la zapatilla era una de esas con piso de goma rojo que solo se cambiaban cando aparecían agujeros debajo. Rabioso y empalmado cómo un burro, le dije:



-¡Al maricón de tu hijo cuando lo vea le voy a meter una capa de hostias!



Mi tía me volvió a dar.



-¡¡¡Plassss, plasssss, plasssss, plassss!!!

-Si es que te dijo lo que dices que te dijo me encargo yo de reprenderlo, a ti que no se te ocurra tocarle o le dijo a tu madre lo que me hiciste hacer.

-¡La puta que lo parió!

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!!



Dejó que me pusiera en pie, y me preguntó:



-¿A quién llamas tú puta, cabrón?



Ya me había llegado hasta los cojones.



-A ti, cabrona, a ti. Seguro que ya tienes el coño mojado. ¿Te excita pegarle a un hombre?



Se rio de mí.



-¿Hombre? Tú no eres más que un muñeco.



Vino a mi lado, me cogió la cabeza y me la frotó contra sus tetas.



-¿Son estas las que le querías mamar a la puta?

-Sí, abusona.



Me cogió por la nuca y me llevó la boca a su coño.



-¿Era aquí donde querías meter?



Me estaba poniendo perro, pero perro, perro, perro.



-¡Sí, quería coño, quería!



Me agarró la polla, la estranguló y su mano subió y bajó por ella.



-¡A mí no me chilles! ¿Querías meter esto en el coño de la puta?

-Sí.



Mi tía queriéndome humillar se había calentado, ya que su cara la tenía roja. Le eché las manos a las tetas. Me metió dos bofetadas y me corrí cómo un pajarito. Viendo cómo la leche salía del meato e iba a parar a su dedo pulgar y anular, dedos que abarcaban mi polla, el cuerpo se le estremeció, y casi susurrando dijo:



-La madre que te parió.



Al acabar de correrme, le dije:



-¿Estás cachonda, tía?

Limpiando la leche de su mano a una sábana, mintió.



-No. Vístete y vete.



Estaba empalmado y mi tía estaba desnuda. No me iba de su habitación a no ser que me echara a hostias.



-No, no me voy sin comerte el coño.



Se hizo la dura.



-¡Qué coño vas a comer tú!

-El tuyo.

-No me hagas reír.

-No, te voy a hacer correr.



No pensé que me sería tan fácil. Le di un pequeño empujón entre las tetas y su cuerpazo se dejó caer hacia atrás sobre la cama. Me dijo:



-Por tu madre, Quique, de esto no le digas nada a nadie.

-¿Ni a tu hijo?

-A nadie.



Me arrodillé, puse mi mano entre sus muslos y sus piernas se abrieron. Con las dos manos separé los pelos para los lados. Allí estaba el coño más grande que había visto, y estaba empapado. No era un experto comiendo coños, pero le metía la lengua dentro de la vagina y al sacarla lamía hasta el clítoris apretando mi lengua en cada lamida. Así hiciera correr a tres chavalas antes de follarlas y así pensaba hacer que se corriera ella... De vez en cuando paraba y veía cómo la vagina se abría y se cerraba y cómo sus jugos bajaban del coño al ojete y caían en la cama. Mi tía no era de las que gemía, ni siquiera hablaba mientras disfrutaba, y cuando habló fue para decir:



-¡Qué corrida me vas a hacer echar, cabrón!



Me agarró la cabeza con las dos manos, apretó mi boca contra su coño y moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo se corrió y me baño la cara de jugos espesos, diciendo:



-¡Toma, cabrón, toma!



Al acabar de correrse me lamió los jugos de la cara. Me dio un beso con lengua, después se echó en cama boca abajo y me preguntó:



-¿Te gusta mi culo?

-Mucho

-Hazme con la lengua en el culo lo que me hiciste en el coño.



Antes de comerle el culo me apetecía besarla en el cuello y en la espalda y fue lo que hice. Besé su cuello por un lado, besé la nuca, besé el otro lado del cuello, y después bajé besando y lamiendo su espalda por la columna hasta llegar al hueso palomo. Abrí sus nalgas con las dos manos y vi el agujero de su culo, tenía estrías, cómo el de una de las chavalas que había follado, eso me dijo que ya le follaran el culo. Lamí de abajo a arriba. Al lamer el ojete se abría y se cerraba y lamiendo hacía arriba el ojete se abrió y la punta de mi lengua se coló dentro. M tía, cómo ya he dicho, no era de las que gemía, pero al sentir mi lengua entrar en su culo lo echó hacia arriba para que entrara más y soltó un dulce gemido: "Oooooh". Aquel gemido hizo latir a mi polla, que ya estaba más que mojada. Desde ese momento lamí, metí y saqué mi lengua de su ojete. Mi tía con la cabeza hacia un lado y la coleta hacia el otro no paraba de gemir. Metió una mano por debajo de su cuerpo y comenzó a hacerse una paja. En esas estaba cuando levantó las posaderas y me dijo:



-Métemela en el culo.



La polla entró apretada en el culo pero no más que en un coño cerrado. Follándoselo me dijo:



-¡Pégame en el culo!



Le di con las palmas de las dos manos.



-¡Plasssss plassss, plasssss, plassss, plassss, plassss!



Mi tía se volvía loca y jadeaba cómo una perra. Sus dedos chapoteaban en su coño.



-¡Clashhh, clashhh, clashhh, clashhh...!

-Dame más fuerte.

¡¡Plasssss, plassssss, plasssss, plasssss!!

-¡Más fuerte!!

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!!



Sintió que se corría, y dijo:



-¡¡Me corro!!



Su ojete apretó mi polla y ya no pude más, le llené el culo de leche.

Al acabar de corrernos, quise follarle el coño. Me preguntó:



-¿Has traído condones?

-No.

-Pues sin condones no metes en mi coño.



Por ese día se acabara la fiesta.



Compré los condones en el mercado, pero iba a estrenar la caja con su hija y alguien más
 
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