Experiencias Eróticas 01

heranlu

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Mi nombre es Paul, tengo 28 años, un cuerpo bastante bueno, me cuido y hago deporte. Mi madre, Nati, tiene casi 60 años, a pesar de ello, se conserva bien, es muy guapa, lleva el pelo corto y platino, tiene sus curvas, tetas grandes aunque algo caídas, y un culo un poco grande, redondo y apetecible. Mi padre tiene 66, y por lo que yo sé, ya no suelen hacerlo nunca, sobre todo porque mi madre suele ponerse a la negativa.

Esta historia, como otras, comienza conmigo, teniendo fijación por las mujeres maduras desde adolescente, y continua con el momento en que empecé a pensar en mi madre como mujer atractiva para masturbarme.

Esto, por supuesto, lo llevaba en secreto, pues no es algo que uno pueda expresar abiertamente. Mi madre, siempre ha sido una mujer que no ha tenido pudor en casa, era habitual verla salir del baño desnuda, cosa que a mí me encantaba, pues podía verla desnuda discretamente. Con los años yo fui subiendo el nivel, masturbándose con sus bragas, en su cama, etc. También encontré algunas fotos de mi madre medio desnuda que mi padre le debió tomar en la playa en algunas vacaciones, las cuales guardé para masturbarme, pero nunca me atreví a hacer nada más.

Con los años ella quería mantener algo la forma y me pedía ayuda y consejos para entrenar en casa, a lo que yo accedía claro. En ocasiones, cuando le daba pereza me pedía que entrenase con ella, así que yo, claro está me animaba a ello.

La ayudaba con las sentadillas, con las pesas, momentos en los cuales era inevitable algún roce, sobre todo cuando me ponía detrás de ella para ayudarla con la postura de las sentadillas. Para mi había un momento donde la erección era inevitable, y sé que mamá lo notaba.

Con el tiempo, y algunos entrenamientos más, mamá se fue comprando ropa de deporte más entallada, unos leggins, y un top que le apretaba y subía las tetas de forma muy sexy, y que me excitaba mucho.

Tras una de esas sesiones de entrenamiento donde sudamos y entrenamos bastante bien mientras mi padre se había ido a cuidar de mi abuelo todo el día, mi madre me dijo algo que me sorprendió:

-Ahora habrá que darse una ducha, que hemos sudado muchísimo eh Paul.

-¡Si! -le conteste- ¿Te duchas primero tu o entro yo?

-Podemos ducharnos los dos juntos, ¿o te da vergüenza?, como cuando eras pequeño y a veces te bañabas conmigo.

Yo, impactado en mi mente, tarde unos segundos en reaccionar, hasta que logre articular algunas palabras:

-Vale, vamos a la bañera grande que sino no cabremos.

Nos dirigimos al baño, dejamos la ropa sudada en el cesto y mamá entro primero a la ducha. Yo, tarde un par de segundos en entrar. Mamá abrió el agua de la ducha y empezó a caerle encima, mientras algo de agua me salpicaba a mí una vez había entrado.

La vista era increíble, el agua cayéndole por encima, su culo mojándose, sus tetas, algo caídas pero muy apetecibles mojándose, sus pezones grandes y rosados goteando agua que les llegaba. Su entrepierna tenía algo de bello ya empapado por el agua que se notaba que estaba cuidado.

Al poco mi madre me dijo:

-Pasa bajo el agua que cojo el jabón y el champú.

Cambiamos el sitio en la ducha y me rozó con una de sus tetas, yo hacía esfuerzos por no tener una erección, aunque ya empezaba a sentir que mi pene se estaba irguiendo. Cuando mamá se agachó un poco para coger el champú pude ver levemente su coño, algo que hizo que mi pene empezase a aumentar.

Cuando se incorporó mamá con el champú empezó a echárselo en la cabeza y a frotarse el cabello, para mí era como ver a la diosa Afrodita bañarse. Me pasó el bote y me empecé a echar también yo el champú en la cabeza. Ella tomó el gel del cuerpo, y comenzó a enjabonarse los pechos de forma suave, yo hice lo propio también. Al ver esa escena yo estaba ya totalmente erecto, y mi madre se dio cuenta, pero no dijo ni tampoco hizo gesto alguno.

Al poco se giró dándome la espalda y me pidió que la enjabonase, yo accedí y mi pene quedo a escasos milímetros de su culo, yo procuraba no rozarlo para evitar que fuera incomodo, aunque a veces era inevitable leves roces.

-Gírate hijo -me dijo mi madre- que te voy a enjabonar ahora yo. Mi madre se recreaba en mi espalda con sus manos.

-Que cuerpazo tienes eh, eres un adonis –me decía.

Nos aclaramos el jabón y salimos finalmente de la ducha, yo lógicamente seguía totalmente erecto.

Mientras mamá se secaba los pechos, a mis ojos de forma sugerente y trataba de secarme disimulando con poco éxito mi erección, por lo cual mi madre esbozaba una sonrisa divertida.

Cuando nos secamos y aun desnudos, mi madre me dijo:

-Gracias por el entrenamiento cariño –y me dio un beso cerca de la comisura de los labios.

Mamá salió del baño con la toalla en el brazo y veía como se iba al cuarto con sus nalgas moviéndose a cada paso.

Cuando llegó la noche y mi padre había vuelto, yo seguía alucinado por la experiencia de esa mañana. Mis ganas de masturbarme eran intensas, pero quería esperar a que se fueran a dormir mis padres, y así evitar una interrupción. Finalmente se fueron al cuarto, y escuchaba a mi madre decirle a mi padre:

-Ay, quita, que estoy muy cansada anda, no seas pesado.

Como era habitual casi siempre, mi madre no le daba sexo a mi padre.

Cuando deje de oír ruido, empecé a masturbarme, sencillamente recordando las experiencias de esa mañana. Tal era mi morbo y excitación, que apenas dure minutos.

Pero aquella sería la primera de una serie de experiencias que trascenderían hasta puntos que jamás habría imaginado.

Parte 2:

Pasó una semana desde aquella ducha erótica junto a mamá, donde yo no podía quitarme lo ocurrido de la cabeza. Solo con pensarlo levemente, me excitaba.

Al llegar el sábado y quedarnos nuevamente solos, yo únicamente pensaba en repetir el entrenamiento con mamá y confiar en que quisiera que nos duchásemos después.

Así pues, el sábado llego, y le ofrecí a mama entrenar juntos, a lo que ella accedió muy alegremente. Se puso su ropa ajustada, y un top nuevamente que hacia sus pechos muy sugerentes. El entrenamiento fue bien, sudamos, nos rozamos, y llego el momento de la ducha.

Yo ansiaba escuchar a mi madre sugerir la misma idea, y para mi fortuna, así fue:

-Bueno Paul, ¿nos pegamos otra ducha juntos? –dijo sonriente.

-¡Claro! -Accedí yo, haciendo énfasis en el entusiasmo que ello me suponía.

Nos desnudamos en el baño, y entramos de nuevo a la ducha juntos. Siguiendo un proceso parecido a la última vez. Mamá tomo el jabón y comenzó a enjabonarse los pechos, en un movimiento suave, circular y constante mientras me observaba con una suave sonrisa. Yo la miraba mientras iba echándome jabón por el pecho. Entonces, ella se acercó a mí, con sus manos llenas de jabón y comenzó a masajearme el pecho, situándose cerca de mí y de la erección que en ese momento tenía. Al poco me dijo:

-Venga date la vuelta, que te enjabono.

Yo, haciendo caso, le di la espalda y me deje hacer.

Mamá comenzó a pasar sus manos por mi espalda, frotando en círculos suave y maternalmente. Al poco, comenzó a pasar las manos hacia mi pecho bajando desde mis hombros. Para poder llegar más cómoda, se acercó a mí, y fue entonces cuando pude notar sus pechos en mi espalda, y el roce de sus pezones erguidos, y como los movía sutilmente en mi espalda, a la par que me acariciaba el pecho.

-Enjabóname tú ahora cariño –me dijo.

-Claro mamá, gírate –dije yo.

Me dio la espalda y comencé a enjabonársela. Me acerque mucho a ella y, tras dudarlo un poco, forcé el roce de mi pene erecto en sus nalgas. Pude darme cuenta que mamá dio un leve respingo cuando lo notó. Decidí intentar hacer el mismo movimiento que ella había hecho conmigo. Comencé a frotar sus hombros y empecé a bajar despacio por delante, haciéndole una especie de masaje. Mamá soltaba leves gemiditos de gusto, y me colocó sus manos sobre las mías. Por lo que no me atreví a bajar más hacia sus pechos.

Nos aclaramos el jabón con el agua, y salimos de la ducha. Nos comenzamos a secar frente a frente. Mamá se frotaba los pechos con la toalla, mientras yo me secaba el torso dejando ver mi erección. Pude observar que mama me recorría con los ojos de arriba abajo y percibí una pequeña sonrisa disfrutona en su rostro. Cuando se terminó de secar, se acercó a mí y me dio un abrazo. Notaba sus pechos pegados al mío, y mi pene erecto rozando su vientre.

-Gracias cielo –me dijo mientras me daba un beso de nuevo cerca de los labios.

Y se marchó a su cuarto a vestirse mientras yo observaba su culo moverse mientras se alejaba.

Esa noche claro está, me masturbe recordando sus pechos en mi piel y mi pene erecto rozando sus nalgas.

Al fin de semana siguiente, mi padre no tenía que cuidar de mi abuelo, así que como no iba a poder entrenar y luego ducharme con mamá, opté por irme a entrenar a la calle solo.

Cuando volvía a casa vi un mensaje de whatsapp de mamá, que decía:

“Que pena, hoy he echado en falta nuestro entrenamiento, y sin duda una duchita juntos, ducharme sola no es tan divertido (emoticono de guiño con lengua)”

Los días pasaron y yo solo deseaba que mi padre no estuviera ese fin de semana siguiente.

El jueves a la tarde fue mi madre quien me dijo:

-Oye, papá no está el finde, se va con el abuelo, así que a ver si entrenamos juntos –mientras me guiñaba un ojo.

Yo esboce una sonrisa y respondí afirmativamente, y lo cierto es que no cabía de la emoción.

El día llegó, y no hizo falta mediar mucha palabra, pues ambos queríamos entrenar. Así lo hicimos y esta vez fue yo quien le dije:

-Bueno, vamos a darnos esa duchita que me decías el otro día ¿no? –sonriendo.

-Pues si, que además hoy me va a sentar muy bien que me masajees –dijo mamá.

Nos desnudamos y entramos a la ducha.

Mamá se puso bajo el chorro de agua, ya que entró primero, y decidí acercarme a ella mientras me daba la espalda con idea de que notase mi erección en su culo. Entonces ella se giró, y quedamos frente a frente muy pegados mirándonos fijamente, quedando la punta de mi pene rozando su bajo vientre. En esos segundos que nos quedamos así, se sentía una tensión sexual muy potente. Finalmente mamá me dejo pasar bajo el agua y ella cogió el champú y el jabón.

Comenzamos a enjabonarnos, y llegó el momento en que mamá me pidió que me diera la espalda para enjabonarme, y para mi sorpresa me abrazó por la espalda pasando sus manos por mi pecho y abdomen. Cuando frotaba esta zona rozaba en ocasiones mi pene con el dorso de la mano haciendo ver que era sin querer. Yo en esos momentos estaba muy excitado, por ese roce, notar su vientre en mi lumbar, casi pudiendo notar su vello púbico rozándome y sus generosos pechos apretados contra mi espalda.

Me tocó el turno de enjabonarla, y repetí el proceso de la última ocasión, juntándome mucho a ella dejándola sentir mi erección en su culo, salvo que esta vez ella lo esperaba ya. Cuando llevaba un rato masajeándole los hombros y la espalda, mamá tomó mis manos con las suyas, las deslizo por el lateral de sus pechos, permitiéndome fugazmente rozarlos, bajo hasta sus caderas, y me hizo rodearle el vientre con sus manos, quedándome esta vez yo muy pegado a ella. Tan pegado estaba que mi pene estaba aprisionado contra el culo de mamá, y además ella se movía ligeramente haciendo que mi pene le rozase las nalgas.

Finalmente y tras un rato así mama se giró me dio un beso en la mejilla, y dijo:

-Vamos a aclararnos ya cielo.

Ella se empezó a remojar y salió primero y se rodeó el cuerpo con la toalla. Cuando salí de la ducha ella abrió la toalla, brindándome una imagen deliciosa de todo su cuerpo desnudo, ese cuerpo que deseaba desde hacía años, y que ahora parecía más accesible a mis deseos sexuales. Nos rodeó a ambos con la toalla para secarnos, y quedamos pegados frente a frente, sus pechos con mi torso, su vagina próxima a mi pene erguido.

Al cabo del rato se separó de mi, me volvió a dar su ya habitual beso en la comisura de los labios, y me dijo:

-Gracias cielo, me encantan estos ratitos –con una amplia sonrisa de satisfacción en la cara.

Yo para variar, aquella noche, no pensé más que en aquello mientras me masturbaba.

No obstante, algunos días después descubriría que no era el único que se masturbaba en casa…

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Un día al llegar de trabajar, encontré a mis padres discutiendo porque mi madre quería ir a la casa del pueblo. Dicha casa es una casa familiar compartida por abuelos, tíos y primos. Mi padre no quería ir, no le gustaba, algo que a mi madre le irritaba mucho.

Pasó una semana, y una tarde mi madre me dijo:

-Paul cariño, ¿a ti te importaría llevarme al pueblo y estar el finde? Ya que tu padre nunca quiere ir, y el este fin de semana tiene que estar con el abuelo, nos podíamos ir los dos.

Lo cierto es que a mí el pueblo me daba igual, pero dados las últimas situaciones vividas con mamá, accedí de inmediato.

El viernes previo a irnos al pueblo mamá se fue de comprar al centro aquella tarde. Me escribió para preguntarme si quería algo de ropa, que ya que estaba allí, me miraba. Yo no necesitaba nada así que le dije que no se preocupase. Mi sorpresa llegó unos cuantos minutos después con una foto que me envió, de ella en el probador preguntándome su opinión, sobre si le quedaba bien o no. La foto era una pura delicia, un sujetador rojo, que le colocaba los pechos de forma sugerente y sexy, esos pechos rebosaban en aquella lencería. Sin dudarlo, aproveche a decir que le quedaba muy bien.

Así pues, cuando llegó el sábado, cogimos el coche y fuimos al pueblo, no estaba a más de una hora de trayecto, y la idea de estar solos allí mamá y yo sonaba genial en mi cabeza.

Llegamos temprano, y abrimos la casa, estaba bastante fría puesto que era una casa grande. Hacia un año además habían comprado una pequeña parcela al lado para hacer un pequeño patio donde daba el sol, y donde había unas tumbonas colocadas una junto a la otra.

Tras comprobar que todo estaba bien, salimos al patio y mamá me propuso la idea de tomar el sol.

-Un poco de vitamina D nos vendrá bien –dijo ella.

-Si, además hace buenísimo –dije yo mientras me quitaba la camiseta y me ponía un pantalón corto de deporte.

Mamá se retiró la camiseta que llevaba y el pantalón de chándal que se había puesto, quedándose únicamente con sujetador, aquel que me enseñó en la foto y unas bragas, algo que a mí ya comenzó a alegrarme la vista. Al poco rato de estar tumbados, mama se incorporó un poco y desabrochó el sostén, dejando libres esos pechos tan preciosos que me encantaban. Mi erección comenzó a hacerse evidente ante esa vista tan bella.

Cuando llevábamos media hora al sol, este empezaba a pegar fuerte.

-Deberíamos ponernos crema cariño –dijo mamá mientras cogía un bote que tenía cerca.

-Sí, porque si no nos vamos a quemar, que el sol ya calienta mucho –dije yo.

-A ver túmbate boca abajo que te pongo en la espalda –me dijo mama mientras se sentaba al borde de su tumbona.

Me gire, y pronto note la crema fría en mi espalda, las manos de mama la recorrían en suaves círculos masajeándome, y podía notar sus pechos rozarme la espalda cuando se inclinaba para llegar mejor al otro lado de esta.

-A ver date la vuelta que te echo ahora por el pecho y luego me echas tu a mi –me dijo.

Me tumbé boca arriba, y mi erección era más que evidente. Pude ver de hecho como mamá se fijó y esbozo una leve sonrisa complaciente. Comenzó a echarme crema por mis pectorales y mi abdomen. Mientras, de reojo, yo observaba esas hermosas tetas colgando tan cerca de mí. Cuando terminó de echarme crema, me dio el bote y se tumbó boca abajo.

-Échame crema ahora tu a mi anda cielo –dijo mamá poniéndose cómoda.

Comencé a echarle crema por la espalda y la zona lumbar.

-Ya está mamá –le dije cerrando el bote.

-Espera cariño, ya que estas échame por delante también –dijo mama dándose la vuelta y dándome una perfecta vista de sus pechos.

Comencé a echarle crema por el vientre, dudando de si subir a sus pechos y echarle crema. Tras pensarlo varias veces me atreví, y comencé a aplicarle crema por las tetas, pasando mis manos por sus pezones inclusive. Mamá tenía los ojos cerrados y parecía estar muy cómoda con la situación. Yo, por si acaso, no acariciaba de forma sexual sus pechos para evitar que pudiera arrepentirse de pronto.

-Gracias cariño –dijo mamá un poco después sonriendo.

Finalmente nos levantamos para comer, y tras unas horas de digestión, decidimos ir a dar un paseo por el campo.

-Paul cariño, gracias por venir conmigo y traerme –dijo mamá.

-De nada, ya sé que a papá no le gusta venir pero bueno, yo encantado –dije sonriendo.

-Si es que tu padre de verdad… en fin, pero gracias, ya sé que venirte aquí conmigo igual no te apetecía.

-No te preocupes mamá, de verdad que estoy encantado de venir.

Andamos cerca de dos horas y llegamos de nuevo a la casa, que ya había cogido algo de temperatura al poner la calefacción, pero aún se notaba fría.

-¿Nos damos una ducha calentita mamá? –dije yo.

-Si claro, además vamos a darnos prisa que nos vamos a quedar helados sino –dijo mamá con cierta alegría por la idea.

Fuimos al baño, era un baño algo antiguo y la bañera no era muy grande, pero cambiamos ambos más juntos.

Mamá y yo nos desnudamos, y nos metimos a la ducha, el agua caía calentita, pues con lo pequeña que era la bañera estábamos los dos casi debajo del chorro, ella con sus pechos pegados a mí y yo con mi pene erecto apuntándola a ella.

-Date la vuelta que te enjabono la espalda Paul –dijo mama cogiendo el bote de jabón.

Comenzó a aplicármelo por la espalda, y al poco al igual que la última vez, comenzó a rodearme con sus brazos y a pegar sus pechos a mi espalda. Sus manos recorrían haciendo espuma en mis pectorales y mi abdomen. Al poco de estar frotando mi abdomen, una de sus manos comenzó a enjabonarme el pene, de forma suave, lenta e ininterrumpida. Mi cuerpo de pronto ardía de excitación, la mano de mama recorría mi pene entero en una caricia tan erótica como maternal, mientras su otra mano acariciaba mi pecho y sus tetas se clavaban más en mi espalda. Tras algún minuto así se detuvo, algo que llegó casi justo a tiempo, pues de haber continuado me habría corrido de gusto.

-Enjabóname ahora tú a mi cielo –dijo mamá con una sonrisa dulce.

Me dio la espalda, y comencé a echarle jabón con suaves masajes, después continué por los hombros, y me acerque a ella pegando mi pene a su culo, para rodearla con los brazos y enjabonarla el vientre. Poco a poco, al igual que esa mañana con la crema, fui subiendo hacia sus pechos, y comencé a enjabonarlos también, notando sus pezones duros al pasar con mis manos. De pronto mamá puso sus manos sobre las mías, y comenzó a dirigirlas alrededor de sus pechos, apretando un poco mis manos para que yo apretase levemente sus pechos. Mamá recostó la cabeza sobre mi hombro mientras yo observaba por encima del suyo. Pasaron varios minutos así, hasta que mamá decidió que era hora de aclararse y secarse.

Salimos de la ducha, y mama me comenzó a secar con la toalla, pasándola por mi pecho y bajando a mi pene aun erecto. Después se secó ella frotándose los pechos. Me dio otro beso nuevamente en la comisura de los labios y sonriendo dijo:

-Muchas gracias hijo, me ha relajado mucho el día –dijo con una gran sonrisa de satisfacción.

La noche cayó y después de cenar nos tumbamos en el salón a ver una película. Como la casa estaba fría estábamos ambos con una manta en el sofá, bastante acurrucados. Mamá llevaba un pijama de franela en dos piezas, una parte tipo camisa, que permitía ver parte de su escote y un pantalón.

En la tele ponía “Infiel” una película que tenia de vez en cuando alguna escena de tipo erótico, en concreto una escena donde un muchacho seducía a una mujer casada y le acariciaba los pechos situándose detrás mientras le besaba el cuello.

-Mira parecida a nosotros en la ducha –dijo mamá en un tono burlón.

-Si bueno parecido, solo que ellos no son madre e hijo –dije yo un tanto inseguro.

-Bueno cariño, nosotros solo nos hemos bañado y lavado mutuamente, pero si no te gusta no lo hacemos eh –dijo mamá.

-No para nada, si me parece genial eh, a mí también me relaja mucho –dije yo intentando sonar convincente.

-Mejor –dijo mamá a la par que me daba un beso en la mejilla.

Para mí el tenerla pegada y recordar el momento en la ducha con ella me hacía excitarme en segundos. Y mi erección para variar se evidenciaba.

-Bueno cielo, me voy a acostar ya, que descanses –dijo dándome otro beso más.

-Buenas noche mamá, descansa –dije yo apenado por no estar más rato.

En cuestión de 5 minutos me fui a dormir, pues solo quería masturbarme y la película me daba igual.

Comencé a masturbarme en mi cuarto y me di cuenta que no había cogido papel. Así que salí al baño en silencio a por un poco y al pasar por la puerta del cuarto de mamá escuche algunos suspiros, me aproxime hasta el umbral de la puerta y podía ver sutilmente, gracias a la luz de las luces de la calle, a mamá con una pernera del pantalón quitada, la camisa del pijama medio abierta pudiendo ver uno de sus pechos, y por supuesto su precioso coño que frotaba suavemente.

Por si mamá había llegado a intuir que me había asomado dije:

-¿Estas bien mamá? He oído como quejidos.

-Si cielo, tranquilo estoy bien, perdona si te he despertado –dijo cubriéndose un poco el pecho.

Fui al baño finalmente, cogí el papel y fui a mi cuarto. La imagen de mamá masturbándose, y la idea de que potencialmente era por mí, me excitaba mucho. Esperé un par de minutos y salí de nuevo en absoluto silencio hasta la puerta del cuarto de mamá. Mientras escuchaba sus leves gemidos de placer me acariciaba suavemente el pene, masturbándose muy silenciosamente. Cuando estaba a punto de correrme, me fui al cuarto a terminar.

A la mañana siguiente nos levantamos y desayunamos.

-¿Has dormido bien mamá? –le pregunté

-De maravilla cariño, hacía mucho que no dormía tan bien y tan relajada –dijo con cara de gusto.

Tocaba volver a casa, así que cerramos la casa del pueblo, y cogimos el coche para volver a casa.

Cuando llegamos ya estaba mi padre, y yo me fui a mi cuarto.

A la tarde mamá me mando, otra foto de otro conjunto de lencería que había comprado donde ponía:

“Y este conjunto que te parece?” –mostrando una foto de una lencería de sujetador y braguitas negras muy elegante.

“Te queda increíble mama” –respondí yo con efusividad al mensaje

La foto era evidente que se la había tomado en el cuarto de mis padres, con mi padre estando en casa, algo que me excitó enormemente. En mi cabeza eso empezaba a sonar a una señal evidente de que la cosa iba a avanzar a nuevos horizontes más tabú.
 

heranlu

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Pasaron dos semanas y yo pensaba únicamente en que llegase otro fin de semana donde quedarme a solas con mamá. Finalmente ese día llegó, mientras en mi cabeza solo habitaban imágenes de lo sucedido con ella y de esa foto tan sugerente que me envió.

-Mamá, ¿quieres que entrenemos? –pregunté yo, sabiendo la respuesta.

-Por supuesto, me cambio y listos –dijo ella muy alegre

Como ya era habitual, tras el entrenamiento nos dirigimos a la ducha, nos desnudamos y entramos. Cogí el jabón y se lo pase a mamá, ella comenzó a extendérmelo por el pecho, yo me aproximé a ella rozando con mi pene erecto apuntando a su vagina. Mamá entonces me lo agarro con suavidad y comenzó a masajearlo suavemente. Mientras lo hacía tome el jabón, y comencé a extendérselo por sus pechos masajeándolos suavemente, y disfrutando de su suavidad.

Tras continuar un rato así, mamá se dio la vuelta, y pego su culo a mi pene, tomo mis manos nuevamente y continuo masajeando sus pechos con ellas. Poco a poco, fue bajando hacia su vagina, donde comencé a notar el bello. Yo dejaba a mamá llevar mis manos donde ella quisiera, dejaba que usara mis dedos para pasar por sus labios vaginales, no llegaba a meterlos, solo rozaba su precioso coño con ellos.

Finalmente, nos aclaramos el jabón y salimos de la ducha, nos secamos mutuamente y mama me dijo:

-Me encantan estos ratos contigo cariño –para, acto seguido, darme un beso rápido y breve en los labios.

-Y a mí también mamá –dije sonriendo de forma sincera.

Mamá se fue a su cuarto desnuda por la casa, y yo fui al mío.

Tenía claro que aquello estaba avanzando hacia un punto donde quizá, con algo de suerte podría alcanzar la meta que deseaba desde hacía tantos años, hacer el amor con mamá.

Tomé una decisión, llevar a mamá al pueblo el fin de semana siguiente, así pues le dije:

-Mamá, ¿quieres que vayamos a pasar el finde al pueblo, ya que va a hacer sol y buena temperatura?

-Me parece una idea genial cariño, me apetece mucho estar los dos solos en el pueblo –dijo mamá con un tono sensual.

El fin de semana llegó, cogimos el sábado temprano el coche, durante el trayecto mis ojos se desviaban de la carretera por el precioso escote de mamá. Cuando llegamos al pueblo, abrimos la casa y revisamos que todo estaba en orden. Así pues, fuimos al patio, y decidimos tomar el sol y relajarnos.

-Oye cariño, podemos aprovechar a hacer nudismo y ponernos morenos –dijo mamá mientras se descalzaba.

-Me parece buena idea además estamos solos y en la intimidad –dije yo de forma sugerente.

Mamá se desnudó por completo, se quitó el sujetador dejando libres esas hermosas tetas, y se bajó las braguitas de encaje que llevaba. Yo, por mi parte hice lo mismo, quedándome totalmente desnudo y con mi pene comenzando a erguirse.

Tras un rato tumbados mamá me dijo:

-Paul, vamos a echarnos algo de aceite, así nos protegemos y nos ponemos morenos –a la vez que me pasaba el bote de aceite.

-Vale, date la vuelta que te voy echando –dije yo con iniciativa.

Mamá se tumbó boca abajo, y yo comencé a echarle aceite por la espalda, baje por sus lumbares, y comencé a embadurnarle las nalgas, masajeándolas con suavidad.

-Bien, gírate y te echo por delante mamá –dije yo con ganas de tocarle los pechos.

Mamá se giró, y comencé a echárselo por el abdomen, subiendo poco a poco a sus tetas y embadurnando sus pezones rosados y grandes de aceite. Entonces poco a poco baje hacia sus ingles y sus muslos, y los recorrí por la parte interna rozando los labios de su vagina.

-Venga cielo, que te pongo yo ahora –dijo tomando el bote de aceite.

Yo me tumbé boca arriba, pues solo quería ver como sus pechos se movían mientras me masajeaba. Mamá comenzó a echarme aceite por los pectorales y el abdomen. Al poco rato, se echó aceite de nuevo en la mano, y la dirigió a mi pene. Comenzó un suave masaje de arriba abajo, recorriendo con su mano desde la base hasta la punta. Sus pechos me rozaban en mi pecho, y mamá se acomodó un poco más sobre mí. Yo disfrutaba mirando cómo me tocaba y como sus pechos se movían sutilmente. Tras un rato, mamá se quedó mirándome fijamente a los ojos, nuestras caras estaban bastante cerca. Yo, de forma casi subconsciente, iba acerándome a sus labios, hasta que quedamos a escasos milímetros.

-Dios… -dijo mamá en un suspiro.

Y nuestros labios se fundieron en un beso. Comencé poco a poco a meter la lengua, y mamá me correspondía juguetona. Su mano seguía acariciando mi pene, mientras que yo comencé a acariciar uno de sus pechos con suavidad.

Continuamos varios minutos así, hasta que mamá soltó mi pene, separo sus labios y se puso de pie. Yo pensaba que quizá se había arrepentido de golpe, pero para mi sorpresa, tomó mi mano ayudándome a incorporarme, y comenzó a caminar hacia dentro de la casa, guiándome tras ella hacia su cuarto.

Cuando llegamos, mamá se sentó al borde de la cama, y yo a su lado. Sus pechos me rozaban, mientras mamá volvía a besarme. Yo la rodeaba con un brazo por la cintura mientras nuestras lenguas jugaban, y con el otro comencé a acariciar sus muslos, subiendo hacia su coño. Cuando llegué note la humedad fruto de la excitación, y comencé a acariciar su clítoris suavemente con mis dedos, haciendo que mamá gimiese de gusto. Empecé entonces a besarla el cuello y a bajar hacia uno de sus pechos. Mamá tornaba la cabeza hacia atrás fruto del placer.

-No sé cómo hemos aguantado tanto para hace esto… -dijo entrecortada por el placer.

-Porque no estaba seguro de si querías o no –dije yo mientras chupaba uno de sus pezones.

-Mmmm… llevo deseando esto desde hace semanas… -dijo entre suaves gemidos.

Mamá comenzó a masturbarme despacio, ambos hacíamos movimientos muy suaves, fruto del miedo de esta nueva experiencia.

Tras unos minutos así, mama dijo:

-Túmbate en la cama Paul –separándose un poco de mí y dejando de masturbarme.

Yo, haciendo caso a mamá, me tumbe hasta apoyar la cabeza en la almohada, mientras ella escalaba sobre mí hasta tumbarse en mis caderas, dejando justo detrás de ella mi pene.

Nos quedamos así unos minutos, mirándonos con una sonrisa de felicidad. Entonces mamá, se incorporó un poco, tomó mi pene con una mano y lo situó a la entrada de su coño. Poco a poco se la fue metiendo, acostumbrándose a su tamaño, hasta que finalmente se la metió del todo en un suspiro de gusto.

Mamá comenzó a mover sus caderas sobre mí, de forma lenta pero continuada, mientras yo acompañaba su movimiento agarrando sus caderas. Mamá tomó mis manos, y las colocó en sus pechos insinuando que quería que se los acariciase.

-Es tan placentero como me había imaginado… -dijo mamá en voz alta entre gemidos.

-Mmmm… es aún mejor mamá –decía yo ahogado por el placer.

Entonces mamá se inclinó sobre mí, y comenzó a botar sobre mi pene a mayor ritmo. Yo agarraba sus pechos y lamia sus pezones con pasión.

-Me encanta que me los chupes hijo –dijo mama con voz entrecortada por el esfuerzo y el placer.

Mi pene entraba y salía con suavidad por su coño, notando el calor del coño de mamá abrazándolo y dándole gusto.

Al poco de estar así, agarré con firmeza del culo a mamá, hinqué mis pies en la cama y comencé a hacérselo de forma más rápida e intensa. Mis caderas chocaban contra las suyas.

-¡Mmmmhh… joder…! –dijo mamá en un quejido de gusto y placer mientras me besaba apasionadamente.

Continué a ese ritmo varios minutos, hasta que mamá comenzó a correrse de gusto y pocos segundos instantes yo la acompañé corriéndome también.

-¡Ahhh… ahhh… AAAAHHH! –gritó mamá de placer

- Ooohhh… -gemí yo de gusto.

Mamá se quedó como estaba, apoyando su cabeza en mi pecho. Ambos jadeábamos fruto del placer.

-Ahora nos vendría bien una ducha, ¿no crees cielo? –dijo mamá entre suspiros.

-Si, la verdad que me apetece mucho mamá –dije yo.

Fuimos a la ducha, abrimos el agua y nos quedamos varios minutos bajo ella, besándonos, muy pegados uno del otro, mí manos rodeaban a mamá y acariciaban su culo.

Tras la ducha, nos pusimos a comer para recuperar energías, y pasamos la tarde de forma tranquila, como si nada hubiera ocurrido.

Al caer la noche, nos acurrucamos en el sofá a ver alguna película. Mamá acariciaba con una mano mi pelo y con otra mi pecho, llevaba de nuevo ese pijama de franela de la última vez, solo que en esta ocasión se había abrochado muy pocos botones de la camisa. Yo llevaba una camiseta corta y un pantalón corto de pijama. Mi pene se iba poniendo erecto, y mamá se dio cuenta. Comenzó a acariciármelo por dentro del pantalón, de forma suave y poco a poco se colocó frente a mí, y con gesto dulce me bajo el pantalón, liberando mi pene. Podía ver sus pechos colgando dentro de la camisa, mama comenzó a pasar su lengua desde la base de mi pene hasta la punta, dando un par de suaves lametones mientras me miraba con amor. Entonces a la tercera ocasión al llegar a la punta de nuevo, abrió la boca y se lo metió entero. Comenzó un movimiento de cabeza continuado, donde podía notar como jugaba con su lengua y mi pene.

-Mmmm… que bueno mamá… -decía yo entre gemidos de placer mientras cerraba los ojos.

Mamá continuó varios minutos, y yo al darme cuenta de que si seguía así me correría, y eso era algo que no quería aun, le dije:

-Para, espera, ahora túmbate tú y déjame hacerte a mí –le dije apartando con suavidad su cabeza de mi pene.

-Vale cariño –dijo con una sonrisa mientras me daba un beso en la boca.

Mamá se tumbó y yo le quité el pantalón del pijama. Tenía su precioso coño apuntándome, así que comencé a besar sus muslos en dirección a su vagina.

Empecé a besar su clítoris, pasando la punta de mi lengua mientras jugaba con él. Poco a poco comencé a dar lametones, y a hacer ventosa con mis labios sobre él. Mama comenzaba a estremecerse del gusto, a la par que agarraba mi cabeza y tiraba de mi pelo.

Continué succionando su clítoris, mientras iba metiendo poco a poco los dedos en su vagina.

-Ahhh Paul, me encanta cariño… -gemía y suspiraba mamá fruto de placer.

Note como mamá se iba corriendo a medida que succionaba su clítoris con más intensidad.

Me incorporé con el sabor de sus jugos aun en los labios.

-Vamos a tu cuarto mamá –le dije.

Cuando llegamos, le dije:

-Túmbate ahora tú en la cama mamá.

Mamá se tumbó en la cama y se desabrochaba sensualmente la camisa del pijama dejando sus preciosos pechos al descubierto, colocando sus piernas en ángulo y mirándome con deseo, diciéndome con sus ojos que me quería dentro de ella.

Me subí a la cama, y coloqué mi pene justo a la entrada de su coño., rozando con la punta sus labios vaginales. Poco a poco empecé a meterla, y me fui situando frente a frente con mamá. Cuando la había metido entera, comencé un movimiento suave y seguido, mientras mamá me agarraba la cabeza para acercarme a su boca y besarnos con pasión.

Comencé a subir la intensidad de mis movimientos y a besarle el cuello a mamá mientras ella comenzaba a estremecerse del gusto.

-Dios… me vas a matar de placer Paul… -dijo mamá suspirando.

Subió sus piernas hasta la base de mi espalda y las cruzó, en un gesto de no querer que se la sacase nunca.

Yo sentía que me iba a correr pronto, así que acelere el ritmo y subí la intensidad de mis embestidas.

-Cariño sigue así… me voy a correr… ¡Aahhh! –gimió mamá.

-¡Aaahhhh!, yo también me corro… -dije yo mientras nos corríamos ambos al mismo tiempo.

Tras recuperar el aliento unos instantes se la saque a mamá y me quede tumbado junto a ella. Ambos estábamos agotados, mamá me dio un beso en los labios muy maternal, y se giró tomando mi mano para abrazarla y quedarnos dormidos.

Al día siguiente mamá se despertó antes y preparó el desayuno, solo llevaba una bata y era evidente que nada debajo, y llevaba solo un pantalón corto. Desayunamos con calma, y tocaba volver, así pues recogimos todo y cerramos la casa.

De camino en el coche mamá me acariciaba la cabeza con ternura. Cuando llegamos y aparcamos en el garaje mamá me dijo:

-He disfrutado muchísimo cariño, no sé cuánto voy a aguantar para volver a pasar el finde solos –mientras me daba un beso en los labios.

Subimos a casa y mi padre ya estaba allí, le saludé y me dirigí a mi cuarto.

Me quedé tumbado en la cama pensando en todo lo que había ocurrido, y dándome cuenta de que aquello podía ser solo el principio, lo cual me hacía sonreír de felicidad.
 
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