Experiencia en el masajista

XtremMan

Virgen
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Jul 15, 2024
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Tengo 32 años, de contextura normal, alto y delgado. Si bien no soy viejo, tampoco soy tan joven, digo esto, porque así comienza la historia.

No soy deportista, pero cada tanto juego al futbol y salgo a correr. Pero últimamente comencé el gimnasio y por creer que hacia los ejercicios correctamente y no solicitar ayuda, terminé con una lesión en la zona lumbar y sacro, acompañada de un tirón en la pierna derecha. Las sentadillas no son lo mío aparentemente.

Luego de hacerme unos estudios, como no era nada grave, me recomiendan ir un par de sesiones de kinesiología.

Como la verdad, el centro donde me correspondía las sesiones de kinesio estaba lejos y justo a mi novia le habían recomendado un masajista por la zona, intenté probar primero con eso a ver si el dolor desaparecía.

Saqué el turno por teléfono y llegado el día y horario me pegue un baño y salí a la dirección que había anotado.

Al llegar me atiende Ezequiel, el masajista. Un chico joven de unos veintipico años. Me hace pasar, me muestra la camilla y me pregunta la zona del malestar. Como era una zona amplia, me pide que me desvista y me acueste boca abajo en la camilla, tapándome con una pequeña toalla. El deja la habitación para darme la correspondiente privacidad, mientras encendía el aire acondicionado..


Me desvisto un poco nervioso, pero por suerte, como ambos éramos hombres no me daba tanta vergüenza como si hubiera sido una mujer.

Me acuesto boca abajo, tapándo mi trasero desde la cintura con la toalla y ubicando mi cara en un espacio en el cual solo podía mirar el piso.

A los pocos minutos entra el masajista y se ubica a un costado mío (puedo verle los pies y escuchar sus pasos). Me dice que me relaje y que afloje el cuerpo, que él se iba a encargar de mis dolores.
Me acomoda un poco la toalla, doblándola un poco, dejando mi cola un poco más descubierta y comienza a dejar caer un aceite algo tibio en mi espalda. Así comienza de a poco el masaje reparador, el cual se sentía muy bien.

Luego de estar un rato largo, masajeando todo el largo y ancho de mi espalda, continua por las piernas dejando caer nuevamente su aceite sobre ellas. Si bien el dolor lo tenía solo en una, masajeó ambas de forma pareja, presionando firmemente desde lo más bajo, hasta donde comienzan las piernas, apretando el lado interno de ambas con sus pulgares.

Me doy cuenta que al acostarme, mi pene había quedado hacia abajo y no estaba muy oculto. En ese momento sentí una vergüenza terrible, no solo porque pudiera verse, sino porque en una de las idas y vueltas de sus manos, al subir siento que el borde de una de ellas roza apenas mi pene.

No supe que hacer, me quedé inmóvil y aunque creo que debe ser algo común, traté como pude de acomodarme. Si bien era un hombre el que me masajeaba, parece que a mi pene no le importó, porque enseguida comenzó a crecer un poco. (Creo que no diferencia de quien son las manos).

Yo intentaba pensar en cualquier cosa para evitarlo, pero era en vano. No sé si mi masajista se dió cuenta, pero me dijo que me dé la vuelta para masajearme del otro lado las piernas. (yo pensaba: como hago para darme vuelta ahora?!)

Aprovechando un instante en que Ezequiel se dió la vuelta para tomar nuevamente el aceite, como pude agarré la toalla y me di vuelta rápidamente, cambiando de lugar la toalla e intentando tapar mi entrepierna. Pensé que lo había hecho perfecto y me tranquilicé un poco, hasta que noto una sonrisa del masajista. Cuando bajo la vista, veo como la toalla se habia convertido en una especie de carpa.

No sabía dónde meterme! Intento pedirle disculpas, pero él solo dijo sonriendo:

- No te preocupes, quedate tranquilo es completamente normal.

Me acomodó como pudo la toalla y siguió con mis piernas como si nada hubiera pasado, volviendo a usar su aceite en ellas.

Luego de un rato de masajes, me vuelve a pedir que otra vez me ubique boca abajo. Esta vez no terminó de pedírmelo, que sacó la toalla, esperando que me de vuelta. Dejando todo mi cuerpo desnudo. Traté de darme vuelta lo más rápido posible, intentando ocultar mi pene rígido como un mástil y acostándome boca abajo, lo ubiqué, intentando ocultarlo completamente y sintiendo su dureza en el abdomen hasta rozar mi ombligo.

Para mi sorpresa, esta vez dejó la toalla a un lado y no me tapo nada. Traté de estar relajado como me había pedido, aunque me encontraba algo nervioso. Tomando nuevamente el aceite lo deja caer desde mi espalda, pasando por mi cola hasta las piernas. Desparramándolo rápidamente con ambas manos por prácticamente todo mi cuerpo antes que chorree a la camilla. Me sentí completamente untado en aceite.

Continúa masajeando mi espalda, más precisamente la zona baja, alternando con la zona donde comienzan las piernas. En cada ida y vuelta, pasaba las manos sobre mis nalgas rápidamente sin detenerse en ellas. Aunque poco a poco, comienza dedicarle más atención a mis nalgas, comenzando a masajear la zona lumbar, para continuar descendiendo por el costado de mi cintura hasta las piernas y volviendo a subir por sobre mis nalgas presionando sobre los correspondientes músculos.

No sabía en qué pensar, no me gustan los hombres y nunca me habían tocado así. Pero era una sensación placentera y claramente sabía lo que hacía con sus manos.

Empezó a masajear ambas nalgas, mientras bajaba y subía presionando no solo con la punta de sus dedos sino usando prácticamente toda la mano. Cada vez enfocando la presión más al interior de mis nalgas, incluso llegando a separarlas un poco.

No sabía si decirle algo o dejar que continúe su masaje. Se estaba pasando? o el masaje realmente debía hacerse así? No quise corregirlo, siendo él el profesional.


En ese momento siento que vuelve a dejar caer aceite, pero ahora, entre mis nalgas para continuar deslizando sus manos cada rincón de ellas. Desparramando el aceite, incluso por la raya de mi cola, siento rozar la punta de sus dedos por mi ano, como si se tratase de parte del masaje. En ese momento sentí un placer indescriptible. Que me estaba pasando?

Hice un movimiento involuntario, levantando un poco mi cabeza. No sabía cómo reaccionar, iba a levantarme e irme, pero algo dentro mío hizo que me quede ahí, callado, inmóvil, sin reaccionar.

Que hacía aún ahí? Con un hombre desconocido, pasando sus manos y dedos sobre mi cuerpo completamente desnudo y aceitado e incluso rozando mi ano. Y yo, con una terrible erección, que ya dolía estar sobre ella. Por otro lado pensé: el tipo es un profesional, no tengo que pensar mal. Las mujeres deben pasar por lo mismo cuando van a la depiladora a hacerse el cavado o tira de cola.

Me calmé un poco. Él se ubico al lado mío, de frente, pudiendo verle las piernas. Continúo con su masaje en mis nalgas hasta que siento la punta de uno de sus dedos masajeando mi hoyito y aprovechándose del exceso de lubricación lograr introducirse un par de centimetros en mi!

En ese momento, levanto la cabeza y veo a mi masajista con el short un poco bajo y su pene grande, rojo, hinchado y venoso, con su glande húmedo y a pocos centímetros de mi cara.

En ese momento perdí la noción de todo, algo se apoderó de mi. Cuando volví a reaccionar tenía su verga dentro de mi boca y un dedo en el culo. Qué pasó? Porque lo hice? Soy bisexual? Muchas preguntas que no hice a tiempo a contestarme.

Agarré esa pija que estaba saboreando, intentando inútilmente meterla toda en mi
boca. No sabía bien como chuparla, era la primera vez que lo hacía y jamás siquiera lo imaginé.

Como podía, recorría toda su longitud con la lengua y saboreándola desde su cabeza caliente hasta su base, mientras acariciaba sus huevos suavemente. El volvió a dejar caer su aceite sobre
mí, pero esta vez apuntando directo a mi culito, sumando un dedo más dentro de mí, para luego comenzar a mover ambos dedos de un lado al otro y haciendo como círculos. La verdad que no sentí dolor en absoluto, prácticamente ni los había sentido entrar. Mi culo se había dilatado lentamente, como esperando algo más. Mi masajista movía lentamente su cadera me tiendo y sacando su verga de mi boca como cogiéndome. Así estuvo un rato hasta liberar mi boca y volviendo a ubicarme boca abajo.

Se dirige atrás mío y levantándome el abdomen, me coloca debajo una especie de almohadón, dejando mi cola levantada. Yo no emitía opinión, ni sonido, solo me dejaba manipular inocentemente.

Siento como se sube a la camilla detrás mío e imagino lo que me espera. Sus manos separan mis nalgas y tomando aire intentando relajarme, cierro los ojos preparándome para perder en un segundo tanto mi virginidad anal, como mi orgullo heterosexual. Aunque no fué lo que esperaba. Era su lengua, la que ahora jugaba en mi hoyito, entrando y saliendo, provocándome espasmos de placer.

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido. Yo, que hasta el momento me consideraba 100% heterosexual, que nunca me había fijado en otro hombre, estaba siendo casi sodomizado por un extraño, sin reaccionar.

Por mi lado me encontraba muy excitado, mi pija estaba que explotaba, sentía como mi panza y abdomen resbalaban en la camilla por el liquido que salía de ella.

Así estuvimos un rato, hasta que me volvió a darme la vuelta quedando boca arriba nuevamente, suponiendo que eso era todo y me había salvado de lo peor. (aunque debía reconocer que una parte de mi deseaba lo contrario). Esta vez pude observar su cuerpo completo y totalmente desnudo. Un poco aceitado, por el roce con mi cuerpo, algo delgado pero bien marcado y completamente depilado.

Bajando aún más la mirada, vuelvo a ver su miembro, que minutos antes había degustado. Duro, completamente erecto, apuntando al techo y con una gota clara y brillante saliendo de su glande rosado y palpitante, para terminar deslizándose por todo su miembro.

Me coloca el almohadón esta vez bajo mi cola, quedando mi cola nuevamente servida a su disposición. Y colocando su pene entre mis nalgas, comienza a deslizarlo de arriba hacia abajo, provocándome una especie de escalofrió cada vez que me rozaba el ano. Ahora podía ver todo, incluso los gestos de su cara que demostraban el enorme placer que sentía, cerrando sus ojos cada tanto y abriendo su boca dejando salir una bocanada de aire. Así continuó jugando un rato, mientras cada vez rozaba más con la punta de su pene mi agujerito, haciendo una leve presión, pero sin intentar penetrarlo, continuaba frotándome.

A este punto yo estaba deseando que me penetre. Y como si él me hubiera leído la mente, ubicó su pene justo en la entrada de mi ano y comenzó sutilmente a aplicar una leve presión en él. Si bien portaba un pene grueso, parece que el haber estado jugando con sus dedos y su lengua en mí, hizo que prácticamente sin esfuerzo ni dolor, su pija entre lentamente, hasta desaparecer casi en su totalidad dentro mío, ayudado también por la cantidad de aceite que había usado en mí.

Ezequiel comenzó lentamente con el movimiento de sacar y meter su verga de a poco. Yo estaba que no aguantaba del placer. Acomodándome mejor sobre el almohadón, acercó un poco más su cuerpo al mío y tomándome de las piernas para levantarlas bien alto y separarlas, me volvió a enterrar su miembro, esta vez si en su totalidad, en el fondo de mi ser y aumentando el ritmo de sus movimientos que se convirtieron en embestidas cada vez más fuertes.

En la sala solo se escuchaban sus huevos chocando contra mi cola y algún gemido que se me escapaba en cada embestida. Agarró mi pija, comenzando a masturbarme, mientras no dejaba de cogerme cada vez más fuerte.

Tímidamente le digo con voz agitada, y en monosílabos debido al placer de sus embestidas y la falta de aire:

- Es-toy por a-ca-bar!!

A lo que él, acelera los movimientos de su mano, a la vez que comienza a moverse dentro de mí de forma rápida y profunda.

En ese instante siento un enorme chorro caliente dentro de mí, seguido por varios
chorros más. Esa sensación, más los movimientos de su mano en mi pene, hizo que yo también acabe. Fue una corrida brutal, mi pija no paraba de eyacular, lanzando semen desde el pecho de Ezequiel hasta el mío. Él continuó moviéndose unos segundos más, mientras yo sentía como su pija se deslizaba dentro mío, batiendo toda su leche dentro mío. Sacó su pija, ya algo flácida de mi y se acostó encima, quedando nuestras pijas juntas al igual que nuestros cuerpos, llenos de
leche y aceite.

FIN
 
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