Era Recatada la Viuda

heranlu

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Amanda era una mujer morena de estatura mediana, de ojos azules y cabello negro y largo, que había enviudado un mes atrás. Era la menor de una familia más pobre que las ratas y en la que eran doce hermanos.

En los pequeños pueblos gallegos del siglo pasado el luto era obligatorio y si las viudas no lo ponían eran criticadas, aunque estando de luto, o de alivio, algunas quedaban preñadas y acababan hasta en la boca del cura, eso si él cura no era el padre de la criatura.

Amanda ya había sido criticada por haberse casado con un hombre de setenta y siete años teniendo ella diecisiete. Cinco años después, no quiso dar más motivos para estar en boca de nadie, así que se puso ropas negras sin pensárselo dos veces.

Después de morir su marido despidió a la cocinera y a sus dos criadas y le dio el trabajo a tres de sus sobrinas, no se lo dio a tres de sus hermanas porque estaban casadas y tenían que atender sus casas.

El Pazo tenía una extensión de terreno enorme, puesta a cepas de vino blanco y de vino tinto, y otra gran parte a árboles frutales. Era el mes de septiembre. Las uvas estaban maduras y había que vendimiar. No quiso contratar a gente que la había criticado. Llamó a su madre, a sus tías a sus abuelos y a su hermano mayor, que se llamaba Marcelo y que estaba viudo como ella, y que era alto, moreno y fuerte. Los abuelos iban a ser los encargados de hacer el vino, de venderlo y de dejar un par de barriles para consumo propio se iba a encargar Marcelo. Amanda sería criticada de nuevo, pero comenzaba a resbalarle. En fin, vayamos al turrón.

Amanda tenía muchas primas, pero las que le caían mejor eran Bárbara, Raquel y Luisa. A Bárbara, que tenía el marido en la cárcel por robar en un estanco, la contrató de cocinera y a las otras dos de sirvientas. Tanto las primas como el hermano se habían instalado en tres habitaciones del pazo.

A la tercera noche Marcelo entró en la habitación de Bárbara y cerró la puerta. La mujer, que era morena, fibrosa, alta y más guapa que ninguna de sus primas, al verlo salió de la cama y se arrimó a la pared. En camisón y sin alzar la voz, le dijo:

-Si no te vas de mi habitación, chillo.

-Mi hermana nos echaría a los dos, no te conviene gritar.

-No te me acerques.

-No me voy a acercar a ti, de momento.

Marcelo, que estaba en camiseta, quitó los calzoncillos, agarró la polla, una polla normal y corriente, y comenzó a menearla.

-Tú necesitas una buena follada más que el comer.

Sin separarse de la pared, le dijo:

-No necesito nada, vete.

Marcelo se echó sobre la cama.

-Ven y hazme una mamada.

Bárbara echó a correr hacia la puerta, la abrió y se fue para refugiarse en la habitación de su prima Raquel. Al abrir la puerta de la habitación vio a Raquel, desnuda, al lado de su cama, y a Luisa, también desnuda, arrodillada delante de ella, con las manos en su cintura y comiéndole el coño. La primera reacción fue irse, pero no se fue porque sintió los gemidos de Raquel y su cuerpo se estremeció. Con la puerta entornada miró como Luisa le comía el coño a Raquel. Su coño comenzó a mojarse y más que se mojó cuando oyó a Raquel decir:

-Me voy a correr en tu boca, me voy a correr en tu boca. ¡Me corro!

Viendo como se corría su prima, y con las bragas encharcadas, recordó lo que tenía en su cama. Regresó y se encontró a su primo con las manos en la nuca y la verga flácida. Bárbara le dijo:

-Si has acabado deja libre mi cama para que la cambie.

-Cambiar te voy a cambiar yo a ti.

Se levantó de la cama y con la polla colgando fue hacia su prima. Le echó las manos al culo. Bárbara necesitaba polla, pero iba a continuar haciéndose la decente.

-No quiero, déjame.

-Si no quisieras no hubieras regresado.

La apretó contra él y le quiso comer la boca. Bárbara le hizo a cobra.

-Mañana le digo a tu hermana que me violaste y cuando salga mi marido de la cárcel...

No dejó que acabara la amenaza.

-Me la mama, que allí se la está mamando a los otros presos.

-Y lo que me acabas de decir también se lo diré.

Le cogió una mano y se la llevó a la polla.

-Mañana querrás follarme tú a mí.

Barbará quitó la mano de la polla y lo amenazó muy seriamente.

-A lo mejor no llegas a mañana con polla. Hay seis cuchillos jamoneros en la cocina.

Le levantó el camisón, se lo quitó y vio sus tetas medianas con areolas color carne y gruesos pezones, pezones que ya estaban duros. Bárbara tapó con sus manos las tetas.

-Eres un desgraciado.

-Agraciado, prima, haber visto tus tetas es de agraciado.

Le bajó las bragas y vio que las tenía empapadas con los jugos que había echado su coño.

-Te has hecho una paja en el tiempo que has estado fuera.

Bárbara bajó las manos al coño.

-Tú no llegas a mañana con polla.

-La has hecho. Sabes, a mí me encanta comer el coño de una mujer después de correrse. Está jugoso y presto para correrse otra vez.

-Eres un cerdo.

Se arrodilló y lamió entre los dedos. Bárbara se giró, fue reculando hasta la cama y se sentó en el borde. Marcelo, que la había seguido caminando de rodillas y con la polla morcillona, al llegar a su lado y verla con las tetas colgando, las piernas juntas y las manos en el coño, le dijo:

-Déjate querer.

-Por las buenas no vas a conseguir nada.

Le echó las manos a los brazos.

-¿Y por las malas?

-Por las malas, menos.

Hizo fuerza, le quitó las manos del coño y luego le lamió los jugos que pringaban la palma de su mano derecha mirándola a los ojos.

-Estás muy rica.

-Cochino.

-Abre las piernas.

-Jamás.

La empujó y al estar sobre la cama se echó encima de ella. Agarrándola por las muñecas, le dijo:

-No te hagas la difícil que tienes tantas ganas de polla como ganas tengo yo de coño.

Bárbara le escupió en la cara.

-Me das asco.

Marcelo le escupió en el pezón y la areola de la teta izquierda y después se la chupó con lujuria.

-¡Animal!

Le escupió en la teta derecha y se la mamó, con más lujuria, si cabe. Luego le soltó las manos, se volvió a arrodillar fuera de la cama y le separó las piernas. Bárbara se incorporó y le puso las manos en los hombros.

-No quiero que me comas nada.

Marcelo levantó la mano derecha y le dijo:

-Ponte como estabas, o te pongo yo.

Bárbara ya tenía un pretexto para dejarse y no quedar por facilona. Se puso como estaba.

-Eres un cabrón.

-Lo sé, ahora calladita que un hombre va a hacer su trabajo y no quiere que lo molesten.

Vio su coño empapado de jugos y semiabierto, le escupió y a continuación le enterró la lengua en él. Con la mitad de la lengua dentro de la vagina, giró la otra mitad sobre su clítoris. Bárbara le dijo:

-¡No sigas, no sigas, no sigas, nooooo! ¡¡Ooooooh!!

Al acabar de correrse, la colocó sobre la cama para follarla y le preguntó:

-¿Cómo quieres que te folle?

-No voy a dejar que me folles, podría quedar preñada.

-Por el culo no vas a quedar preñada.

Se puso brava, y se puso brava porque iba a dar el cante, ya que por el culo le encantaba, y sabía que iba a comenzar a gemir con solo meterle la punta de la polla.

-¡Por el culo le vas a dar a tu madre!

-Si no es por el culo, es por el coño.

Bárbara se dejó ir.

-Si no queda más remedio, por el culo, y con condón. ¿Tienes condones?

-En mi habitación.

-Vete a buscarlos.

-Te veo muy dispuesta. Lo que quieres es que salga de tu habitación para cerrar con llave y dejarme sin follar. ¡Pues hora por el coño, cabrona!

Bárbara se giró par intentar huir. La puso boca abajo, le levantó el culo y se la clavó hasta el fondo del coño de un tremendo trallazo. A Bárbara se le voltearon los ojos.

-¡Bestia!

El bestia, con las manos apoyadas sobre la cama, mismo como si estuviera haciendo flexiones, le dio caña hasta que vio que Bárbara se iba a correr. Bárbara también notó que su primo iba a descargar, y le suplicó:

-¡Por el culo, por favor, dame por el culo!

Sacó la polla pringada de jugos y le metió la cabeza en el culo de un chupinazo.

-¡Toda, métemela toda!

Bárbara se metió dos dedos dentro del coño, y al rato, cuando sintió como su primo le llenaba el culo de leche, se corrió con él.

Amanda no podía dormir. Vestida con un camisón negro fue hacia la cocina a por leche. Oyó a su cocinera decir que le diera por el culo... Entornó la puerta y vio a Bárbara aplastada debajo de su hermano. La sorpresa había sido morrocotuda, tan morrocotuda había sido que cuando cerró la puerta, el corazón le latía a mil por hora. Siguió su camino hacia la cocina y sintió gemidos en la habitación de Raquel. Abrió la puerta un poco, miró y vio a Raquel, desnuda, con las rodillas flexionadas y las piernas abiertas de par en par. Con la cabeza entre sus piernas, también desnuda, estaba una mujer, que no podría ser otra más que Luisa. El corazón le seguía a mil por hora cuando cerró la puerta y se fue a la cocina. Allí habló sola.

-Lo de mi hermano es muy peligroso y lo de Raquel y Luisa... Tengo que tomar cartas en el asunto.

Bebió a morro de la botella de leche y la derramó por el cuello y por la bata. Secó el cuello con la mano, y al ver la leche recordó viejos tiempos.

Volviendo a su habitación oyó gemidos en las dos habitaciones, pero ya no volvió a mirar.

Al día siguiente, por la mañana, cuando Raquel le llevó el desayuno, Amanda, sentada en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera, le dijo:

-Dentro de una hora te quiero ver a ti, a Luisa, a Bárbara y a mi hermano en mi despacho.

Raquel se preocupó.

-¿Ocurre algo, señora?

La miró con seriedad.

-Ya lo sabrás a su debido tiempo.

Raquel le puso la bandeja con el desayuno sobre las rodillas y luego se fue:

A la hora indicada acudieron los cuatro al despacho de Amanda. La mujer, vestida de negro, estaba sentada en el sillón de su difunto marido, tras una mesa. Una vez que se habían sentado en sus respectivos asientos, les dijo:

-Os he reunido aquí porque habéis hecho de este pazo una casa de putas. ¿Desde cuándo estáis follando tú y Raquel, Luisa?

-No...

La cortó.

-Os vi anoche. ¿Desde cuándo?

-Es que estamos muy solas.

Amanda dio un golpe con la palma de la mano encima de la mesa.

-¡Ponte en pie para hablar conmigo!

Luisa se puso en pie y Amanda le volvió a preguntar:

-¿Desde cuándo estáis follando?

-Hace dos años que tenemos una relación.

Amada cruzó las manos y se echó hacia atrás en el sillón.

-Así que la cosa ya viene de lejos.

-Sí, señora.

-Siéntate.

Luisa se sentó y Amanda le preguntó a Bárbara.

-¿Y tú desde cuando follas con mi hermano, Bárbara?

Raquel y Luisa miraron con extrañeza a Bárbara y a Marcelo.

Bárbara se puso en pie y le respondió a Amanda:

-Ayer noche fue la primera vez, y follé con él porque me violó.

Amanda no la creyó.

-¡¿Qué te violó?!

-Sí, señora.

-Pues yo oí como le pedías por favor que te la metiera en el culo.

-Era para que no me dejara preñada, señora.

-También le dijiste que te la metiera toda en el culo.

-Era para que se emocionara y acabara pronto.

Amanda le preguntó a su hermano:

-¿Es verdad todo lo que ha dicho, Marcelo?

-Sí, pero...

-¿Pero qué?

-Que como yo estoy muy solo y necesitado pensé que ella también estaba necesitada.

-Ya oí suficiente. A fin de mes os vais los cuatro de aquí. Ya buscaré quien haga vuestros trabajos. Volver a vuestras tareas.

Bárbara, Raquel y Luisa se había jugado a los chinos cuál de ella le entraba a Amanda y había perdido Raquel.

-... Soy más fuerte que ella y puedo domarla.

Luisa le preguntó:

-¿Cuándo lo haremos?

-Ya que tengo que empezar yo, lo haremos mañana, cuando le lleve el desayuno.
 

heranlu

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Al día siguiente, Raquel entró en la habitación de Amanda, iba vestida con su uniforme, un uniforme que constaba de un delantal blanco sobre un vestido largo de color azul con cuello blanco. Entró con la bandeja del desayuno en las manos y lágrimas en los ojos.

Amanda estaba sentada sobre la cama, con la espalda apoyada en la cabecera y su largo cabello suelto. Vestía una enagua de color negro en la que se marcaban sus tetas. Al ver llorar a su sirvienta, le dijo:

-No me vengas con lágrimas que no te va a servir de nada.

-No puedo evitarlo, cada vez que pienso que no la voy a ver cada mañana se me encoge el corazón.

Dejó la bandeja con los huevos fritos, la panceta, el pan y el café con leche encima de la mesilla de noche y se puso a arreglar la cama.

-Solo te falta decir que estás enamorada de mí.

-No, no estoy enamorada de ti, pero ardo en deseos cada vez que te veo tan arrebatadoramente hermosa.

Amanda se enfadó.

-¡No me tutees!

Le acarició el cabello. Amanda le dio una palmada en la mano, la miró con ojos de loca, y le dijo:

-¡No me toques! ¡¿Qué confianzas son estas?!

Raquel le dio un pico y la siguió tuteando.

-No hay nadie en casa. Tu hermano va en la feria, y Luisa y Bárbara van a hacer la compra.

-Me estás asustando. ¿Qué quieres?

-Sacarte una buena corrida.

Le quitó la sábana de encima de un tirón. Amanda se reveló.

-¡Antes te saco yo los ojos!

Amanda se puso en pie y la quiso arañar. Raquel le agarró los pulsos, le levantó los brazos, le metió la pierna derecha entre las de su prima y la empotró contra la pared.

-Llevo años queriendo conocer el sabor de tu coño y hoy lo voy a conocer.

-¡Y una mierda vas a conocer!

Le bajó los brazos y le comió las tetas por encima de la enagua. Amanda se retorcía intentando librarse de su prima.

-¡Eres una demente!

Raquel fue a por su boca. No pudo besarla porque le hizo la cobra.

-Deja que te lo coma todo.

-Eres una puerca.

Intentó besarla de nuevo y de nuevo no pudo.

-¡Déjate, cabrona, déjate!

Al rato, Amanda, viendo que no podía con Raquel, dejó de escabullirse, dejó que la besara y le devolvió los besos. Al soltarle las manos, Amanda le levantó el vestido y le metió la mano derecha dentro de las bragas. Raquel, con voz melosa, le preguntó:

-¿Vamos para cama?

La respuesta de Amanda fue agarrarla por los pelos del coño, apretar los dientes y tirar de ellos con rabia. Raquel se encogió, abrió la boca y pegó un grito.

-¡¡¡Ayyyy!!!

Viendo como le caían un par de lagrimones por las mejillas, le dijo Amanda:

-Ahora sí que lloras de verdad, puta.

Amanda estaba de espaldas a la puerta de la habitación y no vio venir a Bárbara y a Luisa. Bárbara la agarró por el cabello y tiró con fuerza hasta que Amanda soltó los pelos del coño de Raquel. Luego la llevó hasta la cama, la zapateó encima de ella y le dijo:

-A la que no quiere caldo, tres tazas.

Amanda no creía lo que le estaba pasando.

-¡Vais a ir las tres presas!

Luisa se sentó sobre ella y la sujetó entrelazando sus dedos con los de su prima.

-¿Quién te iba a creer que te forzaron tus tres sirvientas?

-¡La guardia civil!

-No tendrías valor para decirles que te comimos el coño.

Amanda comenzó a patalear. Bárbara la agarró por los tobillos.

-Si te sigues revelando alguna va a salir mal parada, y esa no voy a ser yo.

A Raquel le había pasado el dolor, y era rencorosa, así que fue a por su prima dispuesta a darle un par de hostias. Bárbara le vio la idea, y le dijo:

-Si la golpeas y nos denuncia, sí que creerán que la forzamos. Agárrale los pelos del coño y tírale de ellos como te tiró ella a ti.

Raquel le levantó la enagua, le bajó las bragas negras hasta los tobillos, vio que le brillaban los negros pelos del coño y que los tenía pegados unos a los otros como si le hubiera echado aceite.

-Hija de puta, se hacía la estrecha y tenía más ganas que yo.

Bárbara le miró para el coño y dijo:

-Así no le puedes tirar de los pelos. ¿Quién se lo come primero?

-Tú, yo me voy a hartar de tetas.

Raquel se puso al lado de Amanda, le bajó las asas de la enagua, y sin tocarle con las manos, lamió sus pezones y sus areolas, lo hizo con lentitud. Bárbara, con la misma lentitud, o más, si cabe, le lamió el coño de abajo a arriba. Amanda se estremeció. Luisa se quitó de encima de ella y le dejó las manos libres. Amanda no las movió.

-No me queda más remedio que pasar por el aro, pero acabar pronto.

Luisa se puso de pie al lado de la cama, se quitó el uniforme y los zapatos. Amanda, de reojo, vio lo buena que estaba su prima, con sus tetas gordas, con areolas oscuras y gordos pezones y con un coño con muy poco vello, luego vio como regresaba a la cama, como le ponía el pezón de la teta derecha entre los labios, y oyó como le decía:

-No seas tonta, disfruta.

Amanda ya estaba disfrutando. Tanto estaba disfrutando con la lengua de sus primas comiendo sus tetas y su coño que le dio a Bárbara una tremenda corrida en la boca. Al correrse arqueó su cuerpo, y sin poder evitarlo le metió a Luisa una tremenda mamada de teta.

Luego de correrse vio como se desnudaban Bárbara y Raquel. Las vio preciosas, con sus cuerpos morenos y con todo mejor que bien puesto en ellos. Su coño corrido necesitaba más, pero cuando Luisa le sacó la enagua y las bragas, que le habían quedado sobre el tobillo de su pie derecho, dijo:

-Si pensáis que dándome placer os vais a quedar aquí, estáis muy equivocadas.

Bárbara, mirando el cuerpo moreno y escultural de su prima, le dijo:

-Desde luego, no sé como le dabas ese maravilloso cuerpo a un viejo al que no se le debía levantar la polla... ¿Cómo hacía para follarte?

-Ese viejo era mi marido y me hizo feliz.

-¿Con una polla flácida?

-Con lo que fuera.

Luisa, que estaba a su lado derecho, la besó y le magreó las tetas.

-¿Te besaba así?

-Mejor, sabía besar mejor que tú.

Raquel le clavó la lengua en el coño, luego la sacó y le preguntó:

-¿Has comido algún coño?

-No soy como vosotras.

-No, no lo eres, tú eres una viuda decente, recatada, pudorosa...

Le cortó el cachondeo.

-¡Queréis acabar de una puta vez!

Se había acabado la charla, Raquel le comió el coño, tocando todos los puntos que debía tocar y haciendo paradas cuando debía parar. Luisa le comió las tetas como se deben comer y Bárbara la besó como se debe besar, con lengua y maestría. Las tres se estaban dedeando mientras la llevaban al éxtasis. Gemía Amanda como una loca, cuando le dijo Bárbara:

-¿Quieres que me corra en tu boca?

Quería, pero le dijo:

-No, pero vas a hacer lo que te dé la gana.

Bárbara se puso el coño en la boca, metió dos dedos dentro de la vagina, se dio cera y descargó en su cara y en su boca, pues Amanda había abierto la boca para gemir. Luego le puso Luisa el coño en la boca, se dedeó y en nada se corrió en su cara y en su cuello. Raquel no quiso ser menos, se dio la vuelta, y haciendo un 69 le puso el coño en la boca y le siguió comiendo el coño. Bárbara le metió dos dedos en el coño a Raquel y la masturbó a mil por hora. Al correrse Amanda abrió la boca y Raquel descargó en su boca una espectacular corrida.

Estaban tan metidas en el polvo que no vieron como Marcelo se estaba quitando el cinturón del pantalón en la puerta de la habitación. Cuando lo vieron ya le había caído a Luisa un cintarazo en el culo. Al recibirlo chilló como una cerda cuando la matan, y es que si un cintarazo duele con la ropa puesta, imaginar lo que puede doler en un culo desnudo.

-¡Puñeteras arpías!

Le cayó otro cintarazo a Bárbara y un tercero a Raquel. Las tres salieron de la habitación corriendo despavoridas.

Amanda, con la cara perdida por los jugos de las corridas, se sentó en la cama, tapó las tetas y el coño con las manos, y le dijo a su hermano:

-Me has liberado, pero eso no quiere decir que vayas a seguir trabajando aquí, ya tengo quien ocupe tu lugar.

No debió decirlo. Marcelo pegó un cintarazo sobre la cama y le dijo:

-Así que ya tienes a otro. ¡Quita las manos de las tetas y del coño!

Amanda no se creía lo que acababa de oír.

-¡¿Qué?!

Pegó otro cintarazo sobre la cama.

-¡El próximo golpe te lo doy en un brazos!

La mirada de Armando metía miedo. Amanda no esperó a que le diera, quitó as manos de las tetas y del coño

-Bájame el pantalón y los calzoncillos y hazme una mamada.

-¿Cómo me mandas hacer eso? Soy tu hermana.

-Para ponerme de patitas en la calle no soy tu hermano. -levantó la mano derecha con el cinturón en ella- ¡Haz lo que te he dicho, coño!

Le bajó el pantalón y los calzoncillos y la polla empalmada saltó como si tuviera un muelle debajo. La polla de su hermano era la primera polla que Amanda veía empalmada. Al empuñarla y meterla en la boca fue inevitable que hiciera comparaciones, y por supuesto, el viejo con el que había follado durante cinco años salía perdiendo. Se la mamó y se la sacudió. Cuando Marcelo sintió que se iba a correr, le dijo:

-Ponte en pie, apoya las manos en la pared y separa las piernas.

Hizo lo que le dijo. Marcelo se desnudó, quitó los zapatos, se puso detrás de su hermana, le echó las manos a las tetas, se la clavó en el coño y le dio a romper. Al rato se corrió dentro de su coño. Amanda, sintiendo como le llenaba el coño de leche, le dijo:

-¡No, no, no! ¡¡Aaaah!!

El coño de Amanda apretó la polla y la bañó de jugos.

Al acabar de correrse, Marcelo le dijo:

-Mámala otra vez.

Amanda lo miró de mala manera.

-¡¿Después de lo que me has hecho?!

-¿Agarro el cinturón?

No le quedó más remedio que ponerse en cuclillas, y con la leche de la corrida de su hermano junto a sus jugos saliendo de su coño, metió la polla en la boca y la mamó. Le supo a su coño y esto la volvió a excitar. Poco después le dijo:

-Ponte a cuatro patas sobre la cama.

Se colocó a cuatro paras. Marcelo se puso detrás de ella y le lamió el ojete y le sacó y le metió la punta de la lengua. Amanda se puso en lo peor.

-¡¿No me la irás a meter en el culo?!

-Voy, y de ti depende que te la meta despacito o que te lo rompa a puyazos

.

Amanda se asustó.

-Despacito, métela despacito.

Le frotó la cabeza de la polla en el ojete, le metió la punta y a continuación el glande.

-¡¡Ayyyy!! ¡Duele, duele mucho!

La quitó y la metió despacito unas veinte veces. A Amanda ya no le dolía el culo, pero le escocía. Le metió dos dedos en el coño y la comenzó a masturbar con la misma lentitud que le estaba follando el coño. Marcelo le preguntó:

-¿Mejor así?

Le mintió con descaro.

-No.

Marcelo, sin dejar de follarle el culo, le sacó los dedos del coño y después le metió uno solo, luego, despacito, lo fue sacando y cuando iba a salir del todo, la vagina lo apretó.

-Te gusta y te vas a correr.

Le fue metiendo el resto de la polla. Amanda ya no se quejaba, pero tampoco le gustaba, A quien le gustaba era a Marcelo, tanto le gustaba que sintió que se iba a correr. La sacó, se la clavo en el coño y le dio cera. En nada, pero en nada de nada, Amanda se corrió y Marcelo le volvió a llenar el coño de leche.

Al acabar de gozar, Amanda se puso boca arriba sobre la cama. Marcelo quería más.

-Fóllame tú a mí.

A Amanda le llegó la leche a las tetas.

-¡¿Piensas que no ha echado bastante leche dentro de mi coño?!

-Si me follas tú, puedes sacarla.

-Puedes coger el cinturón o lo que te salga de los cojones que hoy no te voy a follar..

-¿Has dicho hoy?

-Sí, he dicho hoy.

Marcelo salió de la cama, y pillando sus ropas para vestirse, le dijo:

-¿Eso quiere decir que ya no me tengo que ir?

-No, no te tienes que ir, y diles a las primas que también se pueden quedar.

-¡¿Después de forzarte?!

-No me estaban forzando, me estaba dejando. Ahora vete que me quiero bañar.

Marcelo cogió sus ropas, se vistió y fue a su habitación. Allí, con su segundo uniforme puesto, lo estaban esperando Bárbara, Raquel y Luisa. Antes de que le preguntaran nada, les dijo él.

-Todo salió como había planeado.

Bárbara tenía que decirlo, si no, reventaba.

-No hacía falta que nos dieras con el cinturón, eso no era lo acordado.

-Si no os hubiera dado, no sería tan creíble mi actuación.
 
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