Amanda era una mujer morena de estatura mediana, de ojos azules y cabello negro y largo, que había enviudado un mes atrás. Era la menor de una familia más pobre que las ratas y en la que eran doce hermanos.
En los pequeños pueblos gallegos del siglo pasado el luto era obligatorio y si las viudas no lo ponían eran criticadas, aunque estando de luto, o de alivio, algunas quedaban preñadas y acababan hasta en la boca del cura, eso si él cura no era el padre de la criatura.
Amanda ya había sido criticada por haberse casado con un hombre de setenta y siete años teniendo ella diecisiete. Cinco años después, no quiso dar más motivos para estar en boca de nadie, así que se puso ropas negras sin pensárselo dos veces.
Después de morir su marido despidió a la cocinera y a sus dos criadas y le dio el trabajo a tres de sus sobrinas, no se lo dio a tres de sus hermanas porque estaban casadas y tenían que atender sus casas.
El Pazo tenía una extensión de terreno enorme, puesta a cepas de vino blanco y de vino tinto, y otra gran parte a árboles frutales. Era el mes de septiembre. Las uvas estaban maduras y había que vendimiar. No quiso contratar a gente que la había criticado. Llamó a su madre, a sus tías a sus abuelos y a su hermano mayor, que se llamaba Marcelo y que estaba viudo como ella, y que era alto, moreno y fuerte. Los abuelos iban a ser los encargados de hacer el vino, de venderlo y de dejar un par de barriles para consumo propio se iba a encargar Marcelo. Amanda sería criticada de nuevo, pero comenzaba a resbalarle. En fin, vayamos al turrón.
Amanda tenía muchas primas, pero las que le caían mejor eran Bárbara, Raquel y Luisa. A Bárbara, que tenía el marido en la cárcel por robar en un estanco, la contrató de cocinera y a las otras dos de sirvientas. Tanto las primas como el hermano se habían instalado en tres habitaciones del pazo.
A la tercera noche Marcelo entró en la habitación de Bárbara y cerró la puerta. La mujer, que era morena, fibrosa, alta y más guapa que ninguna de sus primas, al verlo salió de la cama y se arrimó a la pared. En camisón y sin alzar la voz, le dijo:
-Si no te vas de mi habitación, chillo.
-Mi hermana nos echaría a los dos, no te conviene gritar.
-No te me acerques.
-No me voy a acercar a ti, de momento.
Marcelo, que estaba en camiseta, quitó los calzoncillos, agarró la polla, una polla normal y corriente, y comenzó a menearla.
-Tú necesitas una buena follada más que el comer.
Sin separarse de la pared, le dijo:
-No necesito nada, vete.
Marcelo se echó sobre la cama.
-Ven y hazme una mamada.
Bárbara echó a correr hacia la puerta, la abrió y se fue para refugiarse en la habitación de su prima Raquel. Al abrir la puerta de la habitación vio a Raquel, desnuda, al lado de su cama, y a Luisa, también desnuda, arrodillada delante de ella, con las manos en su cintura y comiéndole el coño. La primera reacción fue irse, pero no se fue porque sintió los gemidos de Raquel y su cuerpo se estremeció. Con la puerta entornada miró como Luisa le comía el coño a Raquel. Su coño comenzó a mojarse y más que se mojó cuando oyó a Raquel decir:
-Me voy a correr en tu boca, me voy a correr en tu boca. ¡Me corro!
Viendo como se corría su prima, y con las bragas encharcadas, recordó lo que tenía en su cama. Regresó y se encontró a su primo con las manos en la nuca y la verga flácida. Bárbara le dijo:
-Si has acabado deja libre mi cama para que la cambie.
-Cambiar te voy a cambiar yo a ti.
Se levantó de la cama y con la polla colgando fue hacia su prima. Le echó las manos al culo. Bárbara necesitaba polla, pero iba a continuar haciéndose la decente.
-No quiero, déjame.
-Si no quisieras no hubieras regresado.
La apretó contra él y le quiso comer la boca. Bárbara le hizo a cobra.
-Mañana le digo a tu hermana que me violaste y cuando salga mi marido de la cárcel...
No dejó que acabara la amenaza.
-Me la mama, que allí se la está mamando a los otros presos.
-Y lo que me acabas de decir también se lo diré.
Le cogió una mano y se la llevó a la polla.
-Mañana querrás follarme tú a mí.
Barbará quitó la mano de la polla y lo amenazó muy seriamente.
-A lo mejor no llegas a mañana con polla. Hay seis cuchillos jamoneros en la cocina.
Le levantó el camisón, se lo quitó y vio sus tetas medianas con areolas color carne y gruesos pezones, pezones que ya estaban duros. Bárbara tapó con sus manos las tetas.
-Eres un desgraciado.
-Agraciado, prima, haber visto tus tetas es de agraciado.
Le bajó las bragas y vio que las tenía empapadas con los jugos que había echado su coño.
-Te has hecho una paja en el tiempo que has estado fuera.
Bárbara bajó las manos al coño.
-Tú no llegas a mañana con polla.
-La has hecho. Sabes, a mí me encanta comer el coño de una mujer después de correrse. Está jugoso y presto para correrse otra vez.
-Eres un cerdo.
Se arrodilló y lamió entre los dedos. Bárbara se giró, fue reculando hasta la cama y se sentó en el borde. Marcelo, que la había seguido caminando de rodillas y con la polla morcillona, al llegar a su lado y verla con las tetas colgando, las piernas juntas y las manos en el coño, le dijo:
-Déjate querer.
-Por las buenas no vas a conseguir nada.
Le echó las manos a los brazos.
-¿Y por las malas?
-Por las malas, menos.
Hizo fuerza, le quitó las manos del coño y luego le lamió los jugos que pringaban la palma de su mano derecha mirándola a los ojos.
-Estás muy rica.
-Cochino.
-Abre las piernas.
-Jamás.
La empujó y al estar sobre la cama se echó encima de ella. Agarrándola por las muñecas, le dijo:
-No te hagas la difícil que tienes tantas ganas de polla como ganas tengo yo de coño.
Bárbara le escupió en la cara.
-Me das asco.
Marcelo le escupió en el pezón y la areola de la teta izquierda y después se la chupó con lujuria.
-¡Animal!
Le escupió en la teta derecha y se la mamó, con más lujuria, si cabe. Luego le soltó las manos, se volvió a arrodillar fuera de la cama y le separó las piernas. Bárbara se incorporó y le puso las manos en los hombros.
-No quiero que me comas nada.
Marcelo levantó la mano derecha y le dijo:
-Ponte como estabas, o te pongo yo.
Bárbara ya tenía un pretexto para dejarse y no quedar por facilona. Se puso como estaba.
-Eres un cabrón.
-Lo sé, ahora calladita que un hombre va a hacer su trabajo y no quiere que lo molesten.
Vio su coño empapado de jugos y semiabierto, le escupió y a continuación le enterró la lengua en él. Con la mitad de la lengua dentro de la vagina, giró la otra mitad sobre su clítoris. Bárbara le dijo:
-¡No sigas, no sigas, no sigas, nooooo! ¡¡Ooooooh!!
Al acabar de correrse, la colocó sobre la cama para follarla y le preguntó:
-¿Cómo quieres que te folle?
-No voy a dejar que me folles, podría quedar preñada.
-Por el culo no vas a quedar preñada.
Se puso brava, y se puso brava porque iba a dar el cante, ya que por el culo le encantaba, y sabía que iba a comenzar a gemir con solo meterle la punta de la polla.
-¡Por el culo le vas a dar a tu madre!
-Si no es por el culo, es por el coño.
Bárbara se dejó ir.
-Si no queda más remedio, por el culo, y con condón. ¿Tienes condones?
-En mi habitación.
-Vete a buscarlos.
-Te veo muy dispuesta. Lo que quieres es que salga de tu habitación para cerrar con llave y dejarme sin follar. ¡Pues hora por el coño, cabrona!
Bárbara se giró par intentar huir. La puso boca abajo, le levantó el culo y se la clavó hasta el fondo del coño de un tremendo trallazo. A Bárbara se le voltearon los ojos.
-¡Bestia!
El bestia, con las manos apoyadas sobre la cama, mismo como si estuviera haciendo flexiones, le dio caña hasta que vio que Bárbara se iba a correr. Bárbara también notó que su primo iba a descargar, y le suplicó:
-¡Por el culo, por favor, dame por el culo!
Sacó la polla pringada de jugos y le metió la cabeza en el culo de un chupinazo.
-¡Toda, métemela toda!
Bárbara se metió dos dedos dentro del coño, y al rato, cuando sintió como su primo le llenaba el culo de leche, se corrió con él.
Amanda no podía dormir. Vestida con un camisón negro fue hacia la cocina a por leche. Oyó a su cocinera decir que le diera por el culo... Entornó la puerta y vio a Bárbara aplastada debajo de su hermano. La sorpresa había sido morrocotuda, tan morrocotuda había sido que cuando cerró la puerta, el corazón le latía a mil por hora. Siguió su camino hacia la cocina y sintió gemidos en la habitación de Raquel. Abrió la puerta un poco, miró y vio a Raquel, desnuda, con las rodillas flexionadas y las piernas abiertas de par en par. Con la cabeza entre sus piernas, también desnuda, estaba una mujer, que no podría ser otra más que Luisa. El corazón le seguía a mil por hora cuando cerró la puerta y se fue a la cocina. Allí habló sola.
-Lo de mi hermano es muy peligroso y lo de Raquel y Luisa... Tengo que tomar cartas en el asunto.
Bebió a morro de la botella de leche y la derramó por el cuello y por la bata. Secó el cuello con la mano, y al ver la leche recordó viejos tiempos.
Volviendo a su habitación oyó gemidos en las dos habitaciones, pero ya no volvió a mirar.
Al día siguiente, por la mañana, cuando Raquel le llevó el desayuno, Amanda, sentada en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera, le dijo:
-Dentro de una hora te quiero ver a ti, a Luisa, a Bárbara y a mi hermano en mi despacho.
Raquel se preocupó.
-¿Ocurre algo, señora?
La miró con seriedad.
-Ya lo sabrás a su debido tiempo.
Raquel le puso la bandeja con el desayuno sobre las rodillas y luego se fue:
A la hora indicada acudieron los cuatro al despacho de Amanda. La mujer, vestida de negro, estaba sentada en el sillón de su difunto marido, tras una mesa. Una vez que se habían sentado en sus respectivos asientos, les dijo:
-Os he reunido aquí porque habéis hecho de este pazo una casa de putas. ¿Desde cuándo estáis follando tú y Raquel, Luisa?
-No...
La cortó.
-Os vi anoche. ¿Desde cuándo?
-Es que estamos muy solas.
Amanda dio un golpe con la palma de la mano encima de la mesa.
-¡Ponte en pie para hablar conmigo!
Luisa se puso en pie y Amanda le volvió a preguntar:
-¿Desde cuándo estáis follando?
-Hace dos años que tenemos una relación.
Amada cruzó las manos y se echó hacia atrás en el sillón.
-Así que la cosa ya viene de lejos.
-Sí, señora.
-Siéntate.
Luisa se sentó y Amanda le preguntó a Bárbara.
-¿Y tú desde cuando follas con mi hermano, Bárbara?
Raquel y Luisa miraron con extrañeza a Bárbara y a Marcelo.
Bárbara se puso en pie y le respondió a Amanda:
-Ayer noche fue la primera vez, y follé con él porque me violó.
Amanda no la creyó.
-¡¿Qué te violó?!
-Sí, señora.
-Pues yo oí como le pedías por favor que te la metiera en el culo.
-Era para que no me dejara preñada, señora.
-También le dijiste que te la metiera toda en el culo.
-Era para que se emocionara y acabara pronto.
Amanda le preguntó a su hermano:
-¿Es verdad todo lo que ha dicho, Marcelo?
-Sí, pero...
-¿Pero qué?
-Que como yo estoy muy solo y necesitado pensé que ella también estaba necesitada.
-Ya oí suficiente. A fin de mes os vais los cuatro de aquí. Ya buscaré quien haga vuestros trabajos. Volver a vuestras tareas.
Bárbara, Raquel y Luisa se había jugado a los chinos cuál de ella le entraba a Amanda y había perdido Raquel.
-... Soy más fuerte que ella y puedo domarla.
Luisa le preguntó:
-¿Cuándo lo haremos?
-Ya que tengo que empezar yo, lo haremos mañana, cuando le lleve el desayuno.
En los pequeños pueblos gallegos del siglo pasado el luto era obligatorio y si las viudas no lo ponían eran criticadas, aunque estando de luto, o de alivio, algunas quedaban preñadas y acababan hasta en la boca del cura, eso si él cura no era el padre de la criatura.
Amanda ya había sido criticada por haberse casado con un hombre de setenta y siete años teniendo ella diecisiete. Cinco años después, no quiso dar más motivos para estar en boca de nadie, así que se puso ropas negras sin pensárselo dos veces.
Después de morir su marido despidió a la cocinera y a sus dos criadas y le dio el trabajo a tres de sus sobrinas, no se lo dio a tres de sus hermanas porque estaban casadas y tenían que atender sus casas.
El Pazo tenía una extensión de terreno enorme, puesta a cepas de vino blanco y de vino tinto, y otra gran parte a árboles frutales. Era el mes de septiembre. Las uvas estaban maduras y había que vendimiar. No quiso contratar a gente que la había criticado. Llamó a su madre, a sus tías a sus abuelos y a su hermano mayor, que se llamaba Marcelo y que estaba viudo como ella, y que era alto, moreno y fuerte. Los abuelos iban a ser los encargados de hacer el vino, de venderlo y de dejar un par de barriles para consumo propio se iba a encargar Marcelo. Amanda sería criticada de nuevo, pero comenzaba a resbalarle. En fin, vayamos al turrón.
Amanda tenía muchas primas, pero las que le caían mejor eran Bárbara, Raquel y Luisa. A Bárbara, que tenía el marido en la cárcel por robar en un estanco, la contrató de cocinera y a las otras dos de sirvientas. Tanto las primas como el hermano se habían instalado en tres habitaciones del pazo.
A la tercera noche Marcelo entró en la habitación de Bárbara y cerró la puerta. La mujer, que era morena, fibrosa, alta y más guapa que ninguna de sus primas, al verlo salió de la cama y se arrimó a la pared. En camisón y sin alzar la voz, le dijo:
-Si no te vas de mi habitación, chillo.
-Mi hermana nos echaría a los dos, no te conviene gritar.
-No te me acerques.
-No me voy a acercar a ti, de momento.
Marcelo, que estaba en camiseta, quitó los calzoncillos, agarró la polla, una polla normal y corriente, y comenzó a menearla.
-Tú necesitas una buena follada más que el comer.
Sin separarse de la pared, le dijo:
-No necesito nada, vete.
Marcelo se echó sobre la cama.
-Ven y hazme una mamada.
Bárbara echó a correr hacia la puerta, la abrió y se fue para refugiarse en la habitación de su prima Raquel. Al abrir la puerta de la habitación vio a Raquel, desnuda, al lado de su cama, y a Luisa, también desnuda, arrodillada delante de ella, con las manos en su cintura y comiéndole el coño. La primera reacción fue irse, pero no se fue porque sintió los gemidos de Raquel y su cuerpo se estremeció. Con la puerta entornada miró como Luisa le comía el coño a Raquel. Su coño comenzó a mojarse y más que se mojó cuando oyó a Raquel decir:
-Me voy a correr en tu boca, me voy a correr en tu boca. ¡Me corro!
Viendo como se corría su prima, y con las bragas encharcadas, recordó lo que tenía en su cama. Regresó y se encontró a su primo con las manos en la nuca y la verga flácida. Bárbara le dijo:
-Si has acabado deja libre mi cama para que la cambie.
-Cambiar te voy a cambiar yo a ti.
Se levantó de la cama y con la polla colgando fue hacia su prima. Le echó las manos al culo. Bárbara necesitaba polla, pero iba a continuar haciéndose la decente.
-No quiero, déjame.
-Si no quisieras no hubieras regresado.
La apretó contra él y le quiso comer la boca. Bárbara le hizo a cobra.
-Mañana le digo a tu hermana que me violaste y cuando salga mi marido de la cárcel...
No dejó que acabara la amenaza.
-Me la mama, que allí se la está mamando a los otros presos.
-Y lo que me acabas de decir también se lo diré.
Le cogió una mano y se la llevó a la polla.
-Mañana querrás follarme tú a mí.
Barbará quitó la mano de la polla y lo amenazó muy seriamente.
-A lo mejor no llegas a mañana con polla. Hay seis cuchillos jamoneros en la cocina.
Le levantó el camisón, se lo quitó y vio sus tetas medianas con areolas color carne y gruesos pezones, pezones que ya estaban duros. Bárbara tapó con sus manos las tetas.
-Eres un desgraciado.
-Agraciado, prima, haber visto tus tetas es de agraciado.
Le bajó las bragas y vio que las tenía empapadas con los jugos que había echado su coño.
-Te has hecho una paja en el tiempo que has estado fuera.
Bárbara bajó las manos al coño.
-Tú no llegas a mañana con polla.
-La has hecho. Sabes, a mí me encanta comer el coño de una mujer después de correrse. Está jugoso y presto para correrse otra vez.
-Eres un cerdo.
Se arrodilló y lamió entre los dedos. Bárbara se giró, fue reculando hasta la cama y se sentó en el borde. Marcelo, que la había seguido caminando de rodillas y con la polla morcillona, al llegar a su lado y verla con las tetas colgando, las piernas juntas y las manos en el coño, le dijo:
-Déjate querer.
-Por las buenas no vas a conseguir nada.
Le echó las manos a los brazos.
-¿Y por las malas?
-Por las malas, menos.
Hizo fuerza, le quitó las manos del coño y luego le lamió los jugos que pringaban la palma de su mano derecha mirándola a los ojos.
-Estás muy rica.
-Cochino.
-Abre las piernas.
-Jamás.
La empujó y al estar sobre la cama se echó encima de ella. Agarrándola por las muñecas, le dijo:
-No te hagas la difícil que tienes tantas ganas de polla como ganas tengo yo de coño.
Bárbara le escupió en la cara.
-Me das asco.
Marcelo le escupió en el pezón y la areola de la teta izquierda y después se la chupó con lujuria.
-¡Animal!
Le escupió en la teta derecha y se la mamó, con más lujuria, si cabe. Luego le soltó las manos, se volvió a arrodillar fuera de la cama y le separó las piernas. Bárbara se incorporó y le puso las manos en los hombros.
-No quiero que me comas nada.
Marcelo levantó la mano derecha y le dijo:
-Ponte como estabas, o te pongo yo.
Bárbara ya tenía un pretexto para dejarse y no quedar por facilona. Se puso como estaba.
-Eres un cabrón.
-Lo sé, ahora calladita que un hombre va a hacer su trabajo y no quiere que lo molesten.
Vio su coño empapado de jugos y semiabierto, le escupió y a continuación le enterró la lengua en él. Con la mitad de la lengua dentro de la vagina, giró la otra mitad sobre su clítoris. Bárbara le dijo:
-¡No sigas, no sigas, no sigas, nooooo! ¡¡Ooooooh!!
Al acabar de correrse, la colocó sobre la cama para follarla y le preguntó:
-¿Cómo quieres que te folle?
-No voy a dejar que me folles, podría quedar preñada.
-Por el culo no vas a quedar preñada.
Se puso brava, y se puso brava porque iba a dar el cante, ya que por el culo le encantaba, y sabía que iba a comenzar a gemir con solo meterle la punta de la polla.
-¡Por el culo le vas a dar a tu madre!
-Si no es por el culo, es por el coño.
Bárbara se dejó ir.
-Si no queda más remedio, por el culo, y con condón. ¿Tienes condones?
-En mi habitación.
-Vete a buscarlos.
-Te veo muy dispuesta. Lo que quieres es que salga de tu habitación para cerrar con llave y dejarme sin follar. ¡Pues hora por el coño, cabrona!
Bárbara se giró par intentar huir. La puso boca abajo, le levantó el culo y se la clavó hasta el fondo del coño de un tremendo trallazo. A Bárbara se le voltearon los ojos.
-¡Bestia!
El bestia, con las manos apoyadas sobre la cama, mismo como si estuviera haciendo flexiones, le dio caña hasta que vio que Bárbara se iba a correr. Bárbara también notó que su primo iba a descargar, y le suplicó:
-¡Por el culo, por favor, dame por el culo!
Sacó la polla pringada de jugos y le metió la cabeza en el culo de un chupinazo.
-¡Toda, métemela toda!
Bárbara se metió dos dedos dentro del coño, y al rato, cuando sintió como su primo le llenaba el culo de leche, se corrió con él.
Amanda no podía dormir. Vestida con un camisón negro fue hacia la cocina a por leche. Oyó a su cocinera decir que le diera por el culo... Entornó la puerta y vio a Bárbara aplastada debajo de su hermano. La sorpresa había sido morrocotuda, tan morrocotuda había sido que cuando cerró la puerta, el corazón le latía a mil por hora. Siguió su camino hacia la cocina y sintió gemidos en la habitación de Raquel. Abrió la puerta un poco, miró y vio a Raquel, desnuda, con las rodillas flexionadas y las piernas abiertas de par en par. Con la cabeza entre sus piernas, también desnuda, estaba una mujer, que no podría ser otra más que Luisa. El corazón le seguía a mil por hora cuando cerró la puerta y se fue a la cocina. Allí habló sola.
-Lo de mi hermano es muy peligroso y lo de Raquel y Luisa... Tengo que tomar cartas en el asunto.
Bebió a morro de la botella de leche y la derramó por el cuello y por la bata. Secó el cuello con la mano, y al ver la leche recordó viejos tiempos.
Volviendo a su habitación oyó gemidos en las dos habitaciones, pero ya no volvió a mirar.
Al día siguiente, por la mañana, cuando Raquel le llevó el desayuno, Amanda, sentada en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera, le dijo:
-Dentro de una hora te quiero ver a ti, a Luisa, a Bárbara y a mi hermano en mi despacho.
Raquel se preocupó.
-¿Ocurre algo, señora?
La miró con seriedad.
-Ya lo sabrás a su debido tiempo.
Raquel le puso la bandeja con el desayuno sobre las rodillas y luego se fue:
A la hora indicada acudieron los cuatro al despacho de Amanda. La mujer, vestida de negro, estaba sentada en el sillón de su difunto marido, tras una mesa. Una vez que se habían sentado en sus respectivos asientos, les dijo:
-Os he reunido aquí porque habéis hecho de este pazo una casa de putas. ¿Desde cuándo estáis follando tú y Raquel, Luisa?
-No...
La cortó.
-Os vi anoche. ¿Desde cuándo?
-Es que estamos muy solas.
Amanda dio un golpe con la palma de la mano encima de la mesa.
-¡Ponte en pie para hablar conmigo!
Luisa se puso en pie y Amanda le volvió a preguntar:
-¿Desde cuándo estáis follando?
-Hace dos años que tenemos una relación.
Amada cruzó las manos y se echó hacia atrás en el sillón.
-Así que la cosa ya viene de lejos.
-Sí, señora.
-Siéntate.
Luisa se sentó y Amanda le preguntó a Bárbara.
-¿Y tú desde cuando follas con mi hermano, Bárbara?
Raquel y Luisa miraron con extrañeza a Bárbara y a Marcelo.
Bárbara se puso en pie y le respondió a Amanda:
-Ayer noche fue la primera vez, y follé con él porque me violó.
Amanda no la creyó.
-¡¿Qué te violó?!
-Sí, señora.
-Pues yo oí como le pedías por favor que te la metiera en el culo.
-Era para que no me dejara preñada, señora.
-También le dijiste que te la metiera toda en el culo.
-Era para que se emocionara y acabara pronto.
Amanda le preguntó a su hermano:
-¿Es verdad todo lo que ha dicho, Marcelo?
-Sí, pero...
-¿Pero qué?
-Que como yo estoy muy solo y necesitado pensé que ella también estaba necesitada.
-Ya oí suficiente. A fin de mes os vais los cuatro de aquí. Ya buscaré quien haga vuestros trabajos. Volver a vuestras tareas.
Bárbara, Raquel y Luisa se había jugado a los chinos cuál de ella le entraba a Amanda y había perdido Raquel.
-... Soy más fuerte que ella y puedo domarla.
Luisa le preguntó:
-¿Cuándo lo haremos?
-Ya que tengo que empezar yo, lo haremos mañana, cuando le lleve el desayuno.