La cena de empresa había sido un éxito. Buenas viandas, buen vino..., y por el vino, quien más y quien menos había pillado una tajada de las gordas, con decir que el adefesio de la empresa había ligado con el pibón, ya os podéis imaginar como estaban.
A las doce y algo de la noche solo habían quedado, Gervasio, que era un pelotillero, Benito, que era el jefe, y Enrique, un cuarentón.
Gervasio, aún más mamado que el jefe y que Enrique, se le ocurrió decir:
-¿Vamos a putas?
El jefe, luego de echar un trago de brandy, escupió:
-¡No hay huevos!
Hubo huevos. Al rato estaban en la barra americana de un tipo que andaba con el contrabando de tabaco rubio y con hachís y que blanqueaba el dinero con sus barras americanas y otros chiringuitos.
Aquel lugar, con sus luces rojas, su música empalagosa y apestando a diversos perfumes, para Enrique, era claustrofóbico. Se fue a la barra. Detrás de la barra vio a su nuera. La sorpresa había sido morrocotuda. Le preguntó:
-¡¿Qué coño haces tú aquí, Valeria?!
La mujer evitó responderle.
-¿Qué te pongo, Enrique?
-Nada. ¡¿Sabe mi hijo que trabajas aquí?!
-Tu hijo me la suda.
-¿Tan necesitada estás como para meterte a puta?
-Tu hijo lleva dos meses sin enviarme dinero desde Alemania.
-Pero hay trabajos y trabajos.
-Yo sirvo bebidas, la prostitución es cosa de las otras chicas.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?
-Empecé hoy.
Le habló como si fuera su padre.
-Y va a ser tu último día de trabajo en esta casa de putas.
Valeria puso las manos encima de la barra, y mirando para el guardia de seguridad, le dijo:
-Sigue hablando que también me pagan por hablar con los clientes. ¿El cubalibre de que lo quieres?
-No quiero ningún cubalibre.
Le puso un cubalibre de ron.
Aquella situación le estaba quedado grande a Enrique.
-Después del vino y del brandy, meterme un cubalibre sería una bomba.
-Pues no bebas, pero sigue dándome conversación.
-Claro que te la voy a dar, tienes muchas cosas que explicarme.
Valeria miró para Benito y para Gervasio, que estaban bailando apretados a dos chicas que le quitaban una cabeza, sonrió y le dijo:
-¡Qué manera de tirar el dinero! ¿Quién va a pagar la juerga?
-Mi jefe, él paga las bebidas y los polvos.
-Oye, podía ganar un dinero extra esta noche si le dices que quieres follar conmigo.
-¿No decías que no trabajabas de puta?
-Y no trabajo, pero él no lo sabe.
-¿Por qué piensas que haría tal cosa?
-Porque necesito el dinero.
Enrique se ablandó.
-¿Cuánto le digo que me dé para pagar por el polvo fingido?
-Cien euros.
Al jefe le salió cara la noche.
Enrique no sabía cómo había llegado a la casa de Valeria. Lo que sabía es que había despertado junto a su nuera y en su cama y en calzoncillos. Del tufo a perfume de la noche anterior pasó a oler el delicioso aroma del café.
Valeria, sentada en la cama, destapada, apoyada con la espalda en la cabecera y tomando un café, le dijo:
-Ya era hora de que despertaras.
Con una terrible resaca, dolor de cabeza y una tremenda erección, le preguntó:
-¿Cómo llegué aquí?
-Malamente.
-Voy al aseo que me estoy meando.
Se puso unas zapatillas que vio al lado de la cama y fue al aseo tapando la erección con las dos manos. Al regresar tenía un café encima de la mesilla de noche. Valeria le dijo:
-Toma un café a ver si espabilas.
Se sentó en el borde de la cama y tomó el café de un trago.
-A mí me hacen falta toneladas de café para espabilar.
-Te lo serviré en una taza grande. La cafetera está casi llena. Hay café de sobras.
Valeria salió de la cama. Vestía una bata de casa de seda de color gris, corta, que dejaba ver casi la totalidad de sus largas y moldeadas piernas. Se fue hacia la cocina contoneando las caderas y la polla de Enrique se empezó a intranquilizar, o sea, que se empezó a revolver. Al regresar su nuera le pareció Jessica Rabbit, solo que de carne y hueso. Ganas le dieron de abalanzarse sobre ella y comerla viva, pero no lo hizo, lo que hizo fue preguntarle:
-¿Pasó algo ayer noche entre tú yo?
-No, no pasó nada.
Valeria le dio el café y luego se metió en la cama. Gateando sobre la cama le enseñó el coño. A Enrique los ojos se le abrieron como platos.
-¿Te has olvidado de que no llevas bragas?
Sentada sobre la cama, recogió el cabello con una mano, le echó la otra mano a una goma que tenía encima de la mesilla de noche, hizo una coleta, y le dijo:
-¿Es que has visto algo que no te quería enseñar?
-Sí que querías enseñarme el coño. ¿Qué buscas?
-Vengarme.
-¿De quién?
-De tu hijo. ¿Sabías que está viviendo con otra en Alemania?
Le mintió.
-No, no lo sabía, lo qué sabía es que no viene de vacaciones, estás fiestas.
Abrió la bata y como no llevaba bragas ni sujetador, le dejó ver sus deliciosos frutos.
-Es un cabrón y le voy a meter los cuernos.
-¡¿Conmigo?!
Valeria tiró de sarcasmo.
-No, le estoy enseñando mi cuerpo desnudo al hombre invisible.
La miró a los ojos, le miró para las tetas, le miró para el coño y le dijo:
-Eres bien puta.
-¿Y qué le vas a hacer a la puta?
Enrique puso la taza de café sobre la mesilla de noche. La agarró por un pie, tiró de ella, la puso sobre sus rodillas, le levantó la bata,
y con el culo al aire, sacó una zapatilla gris con el piso negro de goma y le dijo:
-Esto.
-¡¡Zassss, zassss, zasss, zassss!
Pataleando, le dijo:
-¡Suéltame, desgraciado!
-Mi hijo tenía razón al desconfiar de ti.
-¡Tu hijo es un cabrón, y tú, otro!
Le volvió a dar, más veces y con más fuerza.
-¡¡¡Zassss, zassss, zassss, zassss, zassss, zassss!!!
-Mi hijo no te engaña, golfa. Tu suegra hizo correr la voz de que te engañaba para descubrir como eras.
Dejó de patalear, y entre lágrimas le llamó a la suegra por su nombre.
-¡Maldita hija de perra!
-¡Zassss, zasssss, zassss, zassss!
-Desconfiaban de ti y acertaron.
-¡¿Tu hijo está en el ajo?!
-Sí, pero tranquila, no le voy a decir nada de lo que pasó aquí, ni a mi hijo, ni a tu suegra, con la azotaina y un polvo, espero que te sirva de escarmiento.
Se sacó de encima y vio la tremenda erección que tenía. Se limpió las lágrimas, se sonó los mocos con una sábana y luego le dijo:
-¡No voy a follar contigo!
-Yo creo que sí. Por cuenta que te tiene...
-¡Puñetero sádico!
-Y a ti te ha gustado que lo haya sido. Mira qué tiesos se te pusieron los pezones.
-Sádico y chantajista.
-Digamos que soy algo salvaje.
Le echó la mano al coño y sacó la palma pringada de babas. La lamió y luego le dijo:
-Estás muy rica.
-Eres un cabronazo.
-Que quiere comerte el coño.
Valeria estaba cachonda, pero al mismo tiempo estaba enfadada.
-Comete una mierda de perro, cerdo.
-Sé que quieres que te lo coma.
-Eso era antes de saber como eres, como es tu hijo y como es la zorra de tu mujer.
-La zorra eres tú.
-Miserable.
Le dio un ultimátum.
-¿Te lo como o me voy y le doy a la lengua de otra manera?
Valeria sucumbió al chantaje.
-Come, maricón.
-Quita la bata.
Valeria se quitó la bata. Enrique le echó las manos al culo, la apreté contra su cuerpo y le dio un beso con lengua. Besándola, se bajó los calzoncillos. La polla empalmada se metió entre sus piernas.
-¡Qué mojadita estás!
Su lengua hizo virguerías en la boca de Valeria y la polla se deslizó entre sus labios vaginales. Luego, magreando la teta izquierda, le besó el pezón de la teta derecha, lo lamió, lamió la areola y a continuación le mamó la teta, después, magreando la teta derecha, le trabajó la izquierda. Valeria parecía que no padecía ni sentía... Al rato, Enrique, se metió entre sus piernas. Con cuatro dedos de la mano derecha le acarició el clítoris, lo hizo de manera transversal, luego le besó el monte de venus, en el que lucía una gran mata de vello pelirrojo, después, con la lengua plana, lamió el coño de abajo a arriba, lentamente y acabando cada subida lamiendo y chupando su clítoris, y luego mamándole el coño. Valeria, que no se había visto en otra igual, no pudo fingir más, comenzó a retorcerse, a arquear el cuerpo y a gemir. Enrique, cuando vio que su nuera se iba a correr, le metió dos dedos dentro del coño, la masturbó, le lamió el clítoris y Valeria se corrió como una perra rabiosa, babeando por la boca y por el coño, arqueando el cuerpo, sacudiéndose y gimiendo.
Al acabar de gozar, le dijo Enrique:
-Hacía años que no comía un coño tan rico. Me gustaría repetir, pero con tu consentimiento.
-No te voy a dar mi consentimiento, pero si quieres repetir, repite.
Le había dado el consentimiento, de aquella manera, pero se lo había dado. Enrique volvió al pilón, le enterró la lengua en el coño, la sacó, lamió el coño de abajo a arriba y después envolvió el clítoris con la lengua y los labios y se lo chupó unos segundos... Volvió a enterrar la lengua en el coño y después de follárselo unas veinte veces y de lamerle el coño y de chuparle el clítoris, otras tantas veces, le dijo:
-Ponte de lado.
Valeria se puso de lado, Enrique, se puso detrás de ella, le besó la espalda, le metió dos dedos dentro del coño y la masturbó. De nuevo comenzó a gemir.
-Ponte boca abajo.
Se puso boca abajo, le echó las manos al vientre, le levantó el culo y le lamió y le folló el ojete con la punta de la lengua. Valeria gemía de tal manera que era obvio que se iba a correr.
-Ponte boca arriba, flexiona las rodillas y abre las piernas.
Hizo lo que le había dicho. Enrique, antes aplastar su lengua contra el coño, le dijo:
-Muévete y córrete cuando quieras.
Valeria movió su pelvis de abajo a arriba y de arriba abajo. A medida que sentía que le venía fue subiendo la pelvis, para lo cual se ayudaba apoyando los pies en la cama. Cuando le vino, exclamó:
-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!
Enrique no despegó la lengua del coño mientras se corría, ni podría aunque quisiera, ya que Valeria le había cogido la cabeza con las dos manos y no se la soltó hasta que acabó de gozar.
Valeria acabó reventada con el placer, Enrique, a su lado, acariciándole el cabello, y con voz melosa, le dijo:
-Eres la octava maravilla del mundo.
-Tú sigues siendo un cabrón.
-Si, pero un cabrón con suerte. ¿Sabes lo que me gustaría ahora?
-Que te la mame, pero no voy a hacerlo.
-Yo te comí el coño.
-¿Te pedí yo que me lo comieras? ¡Y deja de tocarme el pelo!
Quitó la mano de su cabello.
-¿No te gusta que sea cariñoso contigo?
-No.
-Entonces seré rudo.
Cogió una sábana y la mordió.
-¡¿Qué coño haces, animal?!
Rasgó la sábana, la puso boca abajo y con una tira le ató las manos, luego la volvió a poner boca arriba.
Se sentó sobre su pecho, agarró la polla y se la frotó en los labios. Valeria giró la cabeza.
-¡No te la voy a mamar, capullo!
La agarró por la nariz, le puso la boca a tiro de nuevo y se la volvió a frotar en los labios. Valeria abrió la boca para respirar y la polla se introdujo en ella.
-Mamá, puta.
Como no mamaba, se la quitó de la boca y le dio una bofetada en la cara.
-¡Abre la boca y mama, hostia!
Valeria tenía cara de espanto.
-¡Me has pegado!
Levantó la mano.
-Y como no mames te dejo la cara como te dejé el culo con la zapatilla.
Valeria, asustada, sacó la lengua y le lamió la corona de glande, luego, Enrique, le acarició el ojete con la yema del dedo medio de su mano derecha. Acariciándoselo, le metió el glande en la boca. Valeria se lo chupó, al principio, poniendo cara de asco, pero cuando la punta del dedo comenzó a entrar y salir de su coño, ya lo chupó con cara de salida. Cuando Enrique vio que estaba bien cachonda, le preguntó:
-¿Dónde quieres que te la meta primero, entre las tetas, en el coño o en el culo?
-No quiero que me la metas en ningún sitio.
Le folló la boca con fuerza, después la sacó, y sin dejar de follarle el culo con el dedo, le preguntó:
-¿Dónde?
-Si no hay más remedio, preferiría que me follaras las tetas.
-¿Y después?
-En el coño, que en el culo dicen que duele.
-Si te lo follo yo, no te va a doler.
-Sí, y la tierra es cuadrada.
Le frotó la polla en un pezón derecho y en la areola, después se lo frotó en el pezón y la areola izquierda y acto seguido, le quitó el dedo del culo, le juntó las tetas y comenzó con la cubana.
-¿Te gusta, Valeria?
-Sí, me gusta, lo que no me gusta es tener las manos atadas, ni que seas tú quien me está dando placer.
-Lo de las manos lo puedo solucionar.
La puso boca abajo y le desató las manos. Valeria se puso boca arriba, le agarró la polla y meneándosela, le dijo:
-Ya que vamos a follar, vamos a hacerlo bien.
Le puso la polla hacia arriba y lamió varias desde los huevos al prepucio, después le lamió y le chupó los huevos y más tarde se la mamó con lujuria. Valeria quería que su suegro se corriera, así ya no la follaría, y lo logró, Enrique, se corrió en su boca.
Cuando iba a echar la leche fuera, Enrique, le metió la lengua en la boca y la besó. Besándose, se tragaron la leche.
El beso más guarro de su vida la puso tan caliente que ya quería hacer de todo, le dijo:
-¿Lo del sexo anal lo decías en serio?
-Sí.
-¿Seguro que no me dolerá si me follas el culo?
-Seguro.
-¿Me tendría que poner a cuatro patas?
-Sí.
Se puso a cuatro patas y separó las piernas.
-¿Así está bien?
-Separa un poco más las piernas.
Las separó.
-¿Así?
-Así estás perfecta.
-Has hecho de mí una puta.
-No hay putas con tu belleza, y menos con tu cuerpo, pero dime una cosa. ¿Empezaste a follar conmigo, sin querer, queriendo, o sin querer, queriendo?
-Sin querer, queriendo.
Enrique vio como brillaban en sus muslos jugos que habían salido de su coño. Eran muchos y eso solamente podía ser por una cosa. Lo quiso corroborar:
-¿Estás ovulando?
-Sí, tienes que andar con cuidado.
Le echó las manos a las tetas y se las magreó, al tiempo que le pasaba la lengua desde el coño hasta el ojete, se la pasaba como quien se la pasa a un helado. Luego vinieron las clavadas de lengua mezcladas con las lamidas, las folladas de culo con el dedo pulgar de su mano derecha, y las nalgadas.
Pasado un tiempo, Valeria, quería que le follara el culo, pero eso podía esperar, así que le dijo:
-Métemela en el coño primero que ya no puedo más.
Le agarró la coleta, tiró, le apretó el vientre con la otra mano y le dio leña, pero leña de calidad. Ni un minuto tardó en decir:
-¡Me corroooooo!
Enrique le llenó el coño de leche.
Valeria se puso como una fiera.
-¡Casi seguro que me has dejado preñada, hijo de perra!
-Lo hice porque te quiero, Valeria.
-¡Yo a ti, no, cabrón!
Ya no quiso darle el culo, ni ese día, ni nunca más, pues nunca más volvió a follar con su suegro.
Valeria tuvo suerte, ya que a la semana de haber follado con su suegro vino el marido de vacaciones. Se cansó de follar con él y de pedirle que se corriera dentro para dejarla preñada.
A las doce y algo de la noche solo habían quedado, Gervasio, que era un pelotillero, Benito, que era el jefe, y Enrique, un cuarentón.
Gervasio, aún más mamado que el jefe y que Enrique, se le ocurrió decir:
-¿Vamos a putas?
El jefe, luego de echar un trago de brandy, escupió:
-¡No hay huevos!
Hubo huevos. Al rato estaban en la barra americana de un tipo que andaba con el contrabando de tabaco rubio y con hachís y que blanqueaba el dinero con sus barras americanas y otros chiringuitos.
Aquel lugar, con sus luces rojas, su música empalagosa y apestando a diversos perfumes, para Enrique, era claustrofóbico. Se fue a la barra. Detrás de la barra vio a su nuera. La sorpresa había sido morrocotuda. Le preguntó:
-¡¿Qué coño haces tú aquí, Valeria?!
La mujer evitó responderle.
-¿Qué te pongo, Enrique?
-Nada. ¡¿Sabe mi hijo que trabajas aquí?!
-Tu hijo me la suda.
-¿Tan necesitada estás como para meterte a puta?
-Tu hijo lleva dos meses sin enviarme dinero desde Alemania.
-Pero hay trabajos y trabajos.
-Yo sirvo bebidas, la prostitución es cosa de las otras chicas.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?
-Empecé hoy.
Le habló como si fuera su padre.
-Y va a ser tu último día de trabajo en esta casa de putas.
Valeria puso las manos encima de la barra, y mirando para el guardia de seguridad, le dijo:
-Sigue hablando que también me pagan por hablar con los clientes. ¿El cubalibre de que lo quieres?
-No quiero ningún cubalibre.
Le puso un cubalibre de ron.
Aquella situación le estaba quedado grande a Enrique.
-Después del vino y del brandy, meterme un cubalibre sería una bomba.
-Pues no bebas, pero sigue dándome conversación.
-Claro que te la voy a dar, tienes muchas cosas que explicarme.
Valeria miró para Benito y para Gervasio, que estaban bailando apretados a dos chicas que le quitaban una cabeza, sonrió y le dijo:
-¡Qué manera de tirar el dinero! ¿Quién va a pagar la juerga?
-Mi jefe, él paga las bebidas y los polvos.
-Oye, podía ganar un dinero extra esta noche si le dices que quieres follar conmigo.
-¿No decías que no trabajabas de puta?
-Y no trabajo, pero él no lo sabe.
-¿Por qué piensas que haría tal cosa?
-Porque necesito el dinero.
Enrique se ablandó.
-¿Cuánto le digo que me dé para pagar por el polvo fingido?
-Cien euros.
Al jefe le salió cara la noche.
Enrique no sabía cómo había llegado a la casa de Valeria. Lo que sabía es que había despertado junto a su nuera y en su cama y en calzoncillos. Del tufo a perfume de la noche anterior pasó a oler el delicioso aroma del café.
Valeria, sentada en la cama, destapada, apoyada con la espalda en la cabecera y tomando un café, le dijo:
-Ya era hora de que despertaras.
Con una terrible resaca, dolor de cabeza y una tremenda erección, le preguntó:
-¿Cómo llegué aquí?
-Malamente.
-Voy al aseo que me estoy meando.
Se puso unas zapatillas que vio al lado de la cama y fue al aseo tapando la erección con las dos manos. Al regresar tenía un café encima de la mesilla de noche. Valeria le dijo:
-Toma un café a ver si espabilas.
Se sentó en el borde de la cama y tomó el café de un trago.
-A mí me hacen falta toneladas de café para espabilar.
-Te lo serviré en una taza grande. La cafetera está casi llena. Hay café de sobras.
Valeria salió de la cama. Vestía una bata de casa de seda de color gris, corta, que dejaba ver casi la totalidad de sus largas y moldeadas piernas. Se fue hacia la cocina contoneando las caderas y la polla de Enrique se empezó a intranquilizar, o sea, que se empezó a revolver. Al regresar su nuera le pareció Jessica Rabbit, solo que de carne y hueso. Ganas le dieron de abalanzarse sobre ella y comerla viva, pero no lo hizo, lo que hizo fue preguntarle:
-¿Pasó algo ayer noche entre tú yo?
-No, no pasó nada.
Valeria le dio el café y luego se metió en la cama. Gateando sobre la cama le enseñó el coño. A Enrique los ojos se le abrieron como platos.
-¿Te has olvidado de que no llevas bragas?
Sentada sobre la cama, recogió el cabello con una mano, le echó la otra mano a una goma que tenía encima de la mesilla de noche, hizo una coleta, y le dijo:
-¿Es que has visto algo que no te quería enseñar?
-Sí que querías enseñarme el coño. ¿Qué buscas?
-Vengarme.
-¿De quién?
-De tu hijo. ¿Sabías que está viviendo con otra en Alemania?
Le mintió.
-No, no lo sabía, lo qué sabía es que no viene de vacaciones, estás fiestas.
Abrió la bata y como no llevaba bragas ni sujetador, le dejó ver sus deliciosos frutos.
-Es un cabrón y le voy a meter los cuernos.
-¡¿Conmigo?!
Valeria tiró de sarcasmo.
-No, le estoy enseñando mi cuerpo desnudo al hombre invisible.
La miró a los ojos, le miró para las tetas, le miró para el coño y le dijo:
-Eres bien puta.
-¿Y qué le vas a hacer a la puta?
Enrique puso la taza de café sobre la mesilla de noche. La agarró por un pie, tiró de ella, la puso sobre sus rodillas, le levantó la bata,
y con el culo al aire, sacó una zapatilla gris con el piso negro de goma y le dijo:
-Esto.
-¡¡Zassss, zassss, zasss, zassss!
Pataleando, le dijo:
-¡Suéltame, desgraciado!
-Mi hijo tenía razón al desconfiar de ti.
-¡Tu hijo es un cabrón, y tú, otro!
Le volvió a dar, más veces y con más fuerza.
-¡¡¡Zassss, zassss, zassss, zassss, zassss, zassss!!!
-Mi hijo no te engaña, golfa. Tu suegra hizo correr la voz de que te engañaba para descubrir como eras.
Dejó de patalear, y entre lágrimas le llamó a la suegra por su nombre.
-¡Maldita hija de perra!
-¡Zassss, zasssss, zassss, zassss!
-Desconfiaban de ti y acertaron.
-¡¿Tu hijo está en el ajo?!
-Sí, pero tranquila, no le voy a decir nada de lo que pasó aquí, ni a mi hijo, ni a tu suegra, con la azotaina y un polvo, espero que te sirva de escarmiento.
Se sacó de encima y vio la tremenda erección que tenía. Se limpió las lágrimas, se sonó los mocos con una sábana y luego le dijo:
-¡No voy a follar contigo!
-Yo creo que sí. Por cuenta que te tiene...
-¡Puñetero sádico!
-Y a ti te ha gustado que lo haya sido. Mira qué tiesos se te pusieron los pezones.
-Sádico y chantajista.
-Digamos que soy algo salvaje.
Le echó la mano al coño y sacó la palma pringada de babas. La lamió y luego le dijo:
-Estás muy rica.
-Eres un cabronazo.
-Que quiere comerte el coño.
Valeria estaba cachonda, pero al mismo tiempo estaba enfadada.
-Comete una mierda de perro, cerdo.
-Sé que quieres que te lo coma.
-Eso era antes de saber como eres, como es tu hijo y como es la zorra de tu mujer.
-La zorra eres tú.
-Miserable.
Le dio un ultimátum.
-¿Te lo como o me voy y le doy a la lengua de otra manera?
Valeria sucumbió al chantaje.
-Come, maricón.
-Quita la bata.
Valeria se quitó la bata. Enrique le echó las manos al culo, la apreté contra su cuerpo y le dio un beso con lengua. Besándola, se bajó los calzoncillos. La polla empalmada se metió entre sus piernas.
-¡Qué mojadita estás!
Su lengua hizo virguerías en la boca de Valeria y la polla se deslizó entre sus labios vaginales. Luego, magreando la teta izquierda, le besó el pezón de la teta derecha, lo lamió, lamió la areola y a continuación le mamó la teta, después, magreando la teta derecha, le trabajó la izquierda. Valeria parecía que no padecía ni sentía... Al rato, Enrique, se metió entre sus piernas. Con cuatro dedos de la mano derecha le acarició el clítoris, lo hizo de manera transversal, luego le besó el monte de venus, en el que lucía una gran mata de vello pelirrojo, después, con la lengua plana, lamió el coño de abajo a arriba, lentamente y acabando cada subida lamiendo y chupando su clítoris, y luego mamándole el coño. Valeria, que no se había visto en otra igual, no pudo fingir más, comenzó a retorcerse, a arquear el cuerpo y a gemir. Enrique, cuando vio que su nuera se iba a correr, le metió dos dedos dentro del coño, la masturbó, le lamió el clítoris y Valeria se corrió como una perra rabiosa, babeando por la boca y por el coño, arqueando el cuerpo, sacudiéndose y gimiendo.
Al acabar de gozar, le dijo Enrique:
-Hacía años que no comía un coño tan rico. Me gustaría repetir, pero con tu consentimiento.
-No te voy a dar mi consentimiento, pero si quieres repetir, repite.
Le había dado el consentimiento, de aquella manera, pero se lo había dado. Enrique volvió al pilón, le enterró la lengua en el coño, la sacó, lamió el coño de abajo a arriba y después envolvió el clítoris con la lengua y los labios y se lo chupó unos segundos... Volvió a enterrar la lengua en el coño y después de follárselo unas veinte veces y de lamerle el coño y de chuparle el clítoris, otras tantas veces, le dijo:
-Ponte de lado.
Valeria se puso de lado, Enrique, se puso detrás de ella, le besó la espalda, le metió dos dedos dentro del coño y la masturbó. De nuevo comenzó a gemir.
-Ponte boca abajo.
Se puso boca abajo, le echó las manos al vientre, le levantó el culo y le lamió y le folló el ojete con la punta de la lengua. Valeria gemía de tal manera que era obvio que se iba a correr.
-Ponte boca arriba, flexiona las rodillas y abre las piernas.
Hizo lo que le había dicho. Enrique, antes aplastar su lengua contra el coño, le dijo:
-Muévete y córrete cuando quieras.
Valeria movió su pelvis de abajo a arriba y de arriba abajo. A medida que sentía que le venía fue subiendo la pelvis, para lo cual se ayudaba apoyando los pies en la cama. Cuando le vino, exclamó:
-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!
Enrique no despegó la lengua del coño mientras se corría, ni podría aunque quisiera, ya que Valeria le había cogido la cabeza con las dos manos y no se la soltó hasta que acabó de gozar.
Valeria acabó reventada con el placer, Enrique, a su lado, acariciándole el cabello, y con voz melosa, le dijo:
-Eres la octava maravilla del mundo.
-Tú sigues siendo un cabrón.
-Si, pero un cabrón con suerte. ¿Sabes lo que me gustaría ahora?
-Que te la mame, pero no voy a hacerlo.
-Yo te comí el coño.
-¿Te pedí yo que me lo comieras? ¡Y deja de tocarme el pelo!
Quitó la mano de su cabello.
-¿No te gusta que sea cariñoso contigo?
-No.
-Entonces seré rudo.
Cogió una sábana y la mordió.
-¡¿Qué coño haces, animal?!
Rasgó la sábana, la puso boca abajo y con una tira le ató las manos, luego la volvió a poner boca arriba.
Se sentó sobre su pecho, agarró la polla y se la frotó en los labios. Valeria giró la cabeza.
-¡No te la voy a mamar, capullo!
La agarró por la nariz, le puso la boca a tiro de nuevo y se la volvió a frotar en los labios. Valeria abrió la boca para respirar y la polla se introdujo en ella.
-Mamá, puta.
Como no mamaba, se la quitó de la boca y le dio una bofetada en la cara.
-¡Abre la boca y mama, hostia!
Valeria tenía cara de espanto.
-¡Me has pegado!
Levantó la mano.
-Y como no mames te dejo la cara como te dejé el culo con la zapatilla.
Valeria, asustada, sacó la lengua y le lamió la corona de glande, luego, Enrique, le acarició el ojete con la yema del dedo medio de su mano derecha. Acariciándoselo, le metió el glande en la boca. Valeria se lo chupó, al principio, poniendo cara de asco, pero cuando la punta del dedo comenzó a entrar y salir de su coño, ya lo chupó con cara de salida. Cuando Enrique vio que estaba bien cachonda, le preguntó:
-¿Dónde quieres que te la meta primero, entre las tetas, en el coño o en el culo?
-No quiero que me la metas en ningún sitio.
Le folló la boca con fuerza, después la sacó, y sin dejar de follarle el culo con el dedo, le preguntó:
-¿Dónde?
-Si no hay más remedio, preferiría que me follaras las tetas.
-¿Y después?
-En el coño, que en el culo dicen que duele.
-Si te lo follo yo, no te va a doler.
-Sí, y la tierra es cuadrada.
Le frotó la polla en un pezón derecho y en la areola, después se lo frotó en el pezón y la areola izquierda y acto seguido, le quitó el dedo del culo, le juntó las tetas y comenzó con la cubana.
-¿Te gusta, Valeria?
-Sí, me gusta, lo que no me gusta es tener las manos atadas, ni que seas tú quien me está dando placer.
-Lo de las manos lo puedo solucionar.
La puso boca abajo y le desató las manos. Valeria se puso boca arriba, le agarró la polla y meneándosela, le dijo:
-Ya que vamos a follar, vamos a hacerlo bien.
Le puso la polla hacia arriba y lamió varias desde los huevos al prepucio, después le lamió y le chupó los huevos y más tarde se la mamó con lujuria. Valeria quería que su suegro se corriera, así ya no la follaría, y lo logró, Enrique, se corrió en su boca.
Cuando iba a echar la leche fuera, Enrique, le metió la lengua en la boca y la besó. Besándose, se tragaron la leche.
El beso más guarro de su vida la puso tan caliente que ya quería hacer de todo, le dijo:
-¿Lo del sexo anal lo decías en serio?
-Sí.
-¿Seguro que no me dolerá si me follas el culo?
-Seguro.
-¿Me tendría que poner a cuatro patas?
-Sí.
Se puso a cuatro patas y separó las piernas.
-¿Así está bien?
-Separa un poco más las piernas.
Las separó.
-¿Así?
-Así estás perfecta.
-Has hecho de mí una puta.
-No hay putas con tu belleza, y menos con tu cuerpo, pero dime una cosa. ¿Empezaste a follar conmigo, sin querer, queriendo, o sin querer, queriendo?
-Sin querer, queriendo.
Enrique vio como brillaban en sus muslos jugos que habían salido de su coño. Eran muchos y eso solamente podía ser por una cosa. Lo quiso corroborar:
-¿Estás ovulando?
-Sí, tienes que andar con cuidado.
Le echó las manos a las tetas y se las magreó, al tiempo que le pasaba la lengua desde el coño hasta el ojete, se la pasaba como quien se la pasa a un helado. Luego vinieron las clavadas de lengua mezcladas con las lamidas, las folladas de culo con el dedo pulgar de su mano derecha, y las nalgadas.
Pasado un tiempo, Valeria, quería que le follara el culo, pero eso podía esperar, así que le dijo:
-Métemela en el coño primero que ya no puedo más.
Le agarró la coleta, tiró, le apretó el vientre con la otra mano y le dio leña, pero leña de calidad. Ni un minuto tardó en decir:
-¡Me corroooooo!
Enrique le llenó el coño de leche.
Valeria se puso como una fiera.
-¡Casi seguro que me has dejado preñada, hijo de perra!
-Lo hice porque te quiero, Valeria.
-¡Yo a ti, no, cabrón!
Ya no quiso darle el culo, ni ese día, ni nunca más, pues nunca más volvió a follar con su suegro.
Valeria tuvo suerte, ya que a la semana de haber follado con su suegro vino el marido de vacaciones. Se cansó de follar con él y de pedirle que se corriera dentro para dejarla preñada.