-Espere por favor, -dijo mi padre al hombre del ascensor.
El hombre sujetó la puerta y nos dio los buenos días. Era una mañana de domingo, casi mediodía, fría y además con ese frio que se te mete en los huesos, aunque vayas bien abrigado.
Mi padre y yo habíamos quedado en comer con mi madre y mi hermano ese mediodía antes de que mi él se fuera a la universidad a otra ciudad. Mis padres estaban separados.
Cuando el hombre se bajó del ascensor, aun nos quedaban 10 pisos para llegar a casa.
Faltaban dos pisos para llegar y yo me empecé a sentir algo acalorada. Habría diez grados de diferencia entre la temperatura del ascensor y la de la calle.
-¿Tienes ganas de ver a tu hermano antes de que se vaya a la universidad? -me preguntó mi padre.
-Pues sí. -le contesté-. No me gustó que mamá y tú os separaseis.
-Ya tesoro, pero no todo iba bien entre nosotros. Además, creo que tu madre tenía un amante.
Justo en ese momento oímos un ruido y el ascensor se detuvo.
Mi padre dio varias veces al botón de nuestro piso, pero este no se movió. Entonces le dio al botón de alarma.
-¿Si? Estamos atrapados en el ascensor mi hija y yo. -le dijo mi padre al operador-. Calle San Sebastián número 6. Si, así es. ¿Tardaran mucho? ¿Cómo? ¿media hora? Está bien, si, tendremos paciencia.
-¿Media hora? -le pregunté a papá-. Es mucho.
-Tranquila tesoro, media hora no es nada. -me animó-. Voy a llamar a tu madre para decirle que estamos aquí mismo, pero atrapados en el ascensor.
Marcó el número de mamá con el móvil.
-¿Hola? Si, soy yo. Nos hemos quedado atrapados en el ascensor justo debajo del piso. Al menos tardaran media hora. No os preocupéis, que estamos bien. Un beso.
Mi padre me miró y me dijo que tuviéramos paciencia.
-Voy a quitarme el abrigo papi, tengo mucho calor. -le dije.
-Claro tesoro, yo haré lo mismo.
Nos quitamos los abrigos, pero todavía tenía demasiado calor. Yo me quité también el jersey.
Al poco decidimos sentarnos en el suelo del ascensor.
Cinco minutos después, nos llamaron al comunicador.
-¿Hola? ¿Están bien? Aquí el servicio de emergencia. Vamos a tardar más tiempo de lo previsto. Se ha ido la luz en otro distrito y tenemos muchos avisos. Les rogamos tengan paciencia.
-Vaya por dios, -dijo mi padre-. Bueno, voy a escribir a tu madre e intentaremos pasar el tiempo lo mejor posible.
-Está bien papi. -le contesté.
-Cuéntame algo sobre la uni. ¿Cómo lo llevas? -me preguntó mientras escribía a mamá.
-Bien papi. Es interesante. Estoy conociendo a buenos amigos y amigas. Por cierto, sigo teniendo mucho calor.
-Ya te has quitado el jersey y solo te queda la blusa. ¿De verdad tienes tanto calor? -me preguntó.
-Si papi. Si no te importa voy a quitármela también.
-Como quieras. De todas formas, hace bastante calor. Yo voy a desabrocharme la camisa.
Me quité la blusa quedándome en sujetador. Llevaba la falda y mi padre los pantalones. Él se había quitado la corbata y se había abierto dos botones de la camisa.
Durante un segundo me fijé en que su mirada se dirigía a mis pechos. Luego bajó la cabeza.
-¿A que universidad irá Roberto? -le pregunté para cortar un poco el silencio que se había iniciado.
-Ah, tu hermano irá a la universidad politécnica. -me contestó él.
-Está lejos. -le contesté yo.
-Si, pero hoy en día en tren solo tardará 3 horas en ir. Podremos verle los fines de semana.
En ese momento noté un bulto en su pantalón. Estaba claro que tenía una erección, pero no sabía si era por mi o por el calor que hacía en el ascensor.
Decidí provocarle un poco más.
-Papá, no puedo aguantar más el calor. Si no te importa voy a quitarme también la falda. -le dije.
-Está bien, como quieras, me daré la vuelta.
El ascensor era lo suficientemente ancho como para que él se diera la vuelta sentado y aun así hubiera distancia entre nosotros.
Yo me quité la falda y la dejé en el suelo al lado del abrigo, el jersey y la blusa.
Oí como mi padre se quitaba la camisa sin decirme nada.
Yo me acerqué a él hasta que estuvimos pegados espalda con espalda.
-¿Pillaste alguna vez a mamá con su amante? -le pregunté para romper de nuevo el hielo.
-Una vez. Volvía a casa más temprano del trabajo y allí estaba encima de su amante botando como una loca. Perdona, pero tú ya eres lo suficientemente mayor para saber lo que el sexo y seguro que ya lo has practicado, -me dijo sonriendo.
-Si papá. Yo ya lo hecho varias veces y puedo asegurarte que la postura que más me gusta es yo encima del chico. Así controlas el ángulo de la penetración y te mueves al ritmo que te guste. Además, él puede tocarte las tetas y no sabes lo mucho que me pone que me las toquen mientras lo hacemos. Me pone cachondisima, buf. Ahora mismo tengo los pezones duros como piedras.
Noté como papá tragaba saliva.
-¿Tú como estás? -le pregunté.
-Bien. Ahora llevo mejor el calor. Pero cuanto tarda esta gente en llegar…
-No, tonto, me refiero a si te has excitado al oír a tu hija contarte la postura que más le gusta en la cama.
-Me siento incomodo si te soy sincero. Los hombres hablamos con los hijos de sexo y las mujeres con las hijas. -me dijo-. A tu hermano le expliqué como se hacían los niños e incluso una vez le enseñé como masturbarse. Pero que tú me cuentes a mi como te gusta hacerlo, pues vamos, que me da corte.
-Uf papi, eso me pone. -le contesté.
-Pues a mí me da corte. ¿Estás excitada? ¿En serio?
-Si papi. Ya te dije que tengo los pezones duros como piedras. Se sincero, ¿tú estás excitado?
-Si, joder, si, estoy excitado. -me confesó-. Si pudieras verme ahora mismo. Se golpeó la pierna por lo que oí. Tengo la polla a reventar y en esta postura el calzoncillo me está apretando en el glande.
-Pues quítatelo, yo me noto húmedas las braguitas. Faltará todavía tiempo para que vengan los del ascensor, -dije mirando el reloj del móvil-. Me gustaría que hicieses de mamá y me enseñaras educación sexual.
-Como si tú no supieras ya de eso. -me dijo él.
-Es para que el tiempo pase más deprisa. -le contesté-. Anda papá, anímate.
-Está bien. Tampoco nos ve nadie.
Nos levantamos los dos y nos dimos la vuelta quedándonos frente a frente.
Su espalda se reflejaba en el espejo del ascensor. Tenía unos buenos hombros y una espalda bien formada.
Frente a mi vi como su polla abultaba erecta bajo el calzoncillo. Se notaba el tronco venoso y el glande circuncidado. Él debía ver también la humedad en mis braguitas.
-¿Ves lo que te dije?. -me comentó-. Tengo la polla a reventar.
-¿Y cuánto hace que no follas? -le pregunté.
-Ya ni me acuerdo. Desde que me separé de tu madre. He quedado con alguna mujer, pero no hemos llegado a hacerlo. Solo me hago pajas.
-Te entiendo papi. Anda, quítate los calzoncillos. -le dije quitándome las bragas. No le pregunté, aunque era evidente, si estaba así por mí.
Me hizo caso y se los quitó quedándonos desnudos frente a frente.
-Si tu madre o tu hermano nos vieran así… -me dijo algo cortado.
Afortunadamente, aunque era un bloque de pisos elegante, el ascensor no tenía cámara interior. Lo que pasara dentro se quedaría dentro.
-Primera lección, -dije-. Aunque deberías decirlo tú. Diferencias anatómicas entre hombres y mujeres.
-Está claro, ¿no? -me dijo papá. Nosotros tenemos pene y vosotras vagina, y, ah, bueno, tetas también.
-¡Aprobado! -le dije sonriendo. Y ahora, por favor, necesito que me muestres tu pene y yo te mostraré mi vagina. Bueno, no el interior, claro, solo lo de fuera.
-Creo que ya lo ves.
-Acércate más papi. -le dije.
Me hizo caso y se puso frente a mí. Sudaba por el calor que hacia allí dentro y la excitación que sentía.
Agachada frente a él, examiné su polla. Estaba tiesa como dije, apuntando hacia el techo del ascensor. Era gruesa, no excesivamente, pero lo suficiente para llenarme toda.
-Necesito examinarla mejor, -le dije sin cortarme y agarrándola directamente con mi mano derecha.
-Cariño, esto ya es demasiado. -me dijo papá retrocediendo un poco.
-Estamos aprendiendo el uno del otro, -le contesté-. No te vengas abajo ahora.
-No tesoro. Precisamente abajo no me estoy yendo. -me dijo.
-Ya te veo. La tienes todavía más dura que antes. Joder, que rica. Y empecé a subir y bajar mi mano haciéndole una paja lenta.
-¡Para, por favor!. Esto es ya ir demasiado lejos, hija. Soy tu padre y no puedes hacerle una paja a tu…mmmm que gusto… por favor, no sigas, aaaaah.
-Tu boca dice una cosa, pero tu polla otra. -le dije parando un momento.
-Uf, dios, por favor. No sigas.
-Está bien. Ahora acercarte tú. Te enseñaré lo mío.
Él se agachó frente a mí y yo le enseñé la vulva y me abrí los labios.
-Son carnosos y rosaditos. -me dijo.
-¿Te gustan, eh? La niña de papá ya es toda una mujer. ¿Quieres verme el clítoris? -le pregunté mostrándoselo directamente. Tócalo, no te cortes. -le cogí un dedo y lo llevé hasta el. Mi padre lo acarició un momento dándome un placer tremendo.
Yo eché la cabeza hacia atrás muerta de gusto. Cuando volví a levantarla, vi que su polla rezumaba unas gotas de líquido preseminal.
-Cariño, tengo más calor aún. -me dijo papá.
-Pues ahora nos toca ver los culetes. -le dije sonriendo.
-Mejor el pecho primero. -contestó él-. Y luego pasamos a los culos. Estoy sudando, no sé qué me ha dado hoy…
Yo sí que sabía que le había dado. Podría tener algo que ver con el pequeño chorro de licor que había echado en su café sin que se diera cuenta cuando desayunamos…
-Bien ahora acércate. -me dijo tomando la iniciativa-. Está claro que el pecho nuestro no tiene nada de atractivo. El de las mujeres sí. Es tan hermoso.
-¿Y a que esperas para tocarlo? -le dije.
-No hija. No puedo hacerlo. Ya hemos pasado unos límites que no debimos haber traspasado.
-Lo limites los pones tú. Yo no te he limitado. Ya te dije que debes enseñarme sexo como si fueras mamá.
-No puedo. En serio. Llevo mucho tiempo sin follar y ahora mismo si no paro, no sé de que sería capaz. -me dijo llevándose la mano a la frente.
-Si no me tocas los pechos, llamaré al servicio de emergencia. Acerqué el dedo al botón de alarma. ¿Señor? Mi padre quiere tocarme las tetas. -fingí que lo decía al interfono.
-Vale, vale, dame un momento. Necesito recuperar la respiración. Respira hondo, -se dijo así mismo-. Despacio, inspira despacio y suelta el aire muy lentamente. Uf. Vale. Creo que ya estoy.
Estaba segura de que el licor estaba haciendo efecto.
Se estiró un momento y se acercó de nuevo a mi palpándome los pechos con sus manos grandes y fuertes. Parecía más un ginecólogo examinando mis pechos que un padre excitado y entregado a satisfacer las fantasías incestuosas de su adolescente hija.
La exploración siguió un rato más, dejando para el final mis pezones que acarició como si fueran los botones de una radio antigua, de esas que tenían mis abuelos en casa.
Cuando me soltó, me pregunté mentalmente: ¿Ya está doctor?
-Hecho, -me dijo como si efectivamente me hubiera realizado un examen médico.
-¿Ya? Pues no he sentido nada. -le contesté.
-Bueno, he hecho lo que he podido.
-Ahora me toca a mí. -le dije.
No me corté. Acaricié su pecho como si fuera mi amante, no mi padre. Sus pezones se pusieron duros enseguida. Comenzó a gemir.
-Ummmm, así mi niña, que gusto por favor. -decía.
Su polla, que hacia un momento había perdido algo de dureza, había vuelto a ponerse tiesa como antes.
Terminé de acariciarle y pensé que ahora solo nos quedaba terminar con el culo.
Miré al suelo donde había dejado el móvil. Habían pasado más o menos 45 minutos desde que nos llamaron del servicio de emergencias y no habían vuelto a dar señales de vida.
-Vamos papi, ahora nos toca el culete. -le dije dándome la vuelta. Esta vez me había puesto yo delante del espejo a propósito, para que él tuviera la visión completa de mi culo. No es por ser yo, pero tengo un culito perfecto a base de mucho ejercicio y sentadillas.
Se quedó mirándome a la cara y al reflejo del espejo. Se le caía la baba claramente.
No tuve que decirle nada porque él solo tomó la iniciativa. Se agachó frente a mí y me agarró las nalgas mientras miraba mis muslos de frente y mi culo en el espejo.
-Tienes un culo precioso hija. -me dijo-. No es como el de tu madre. Cuando la conocí lo tenía como tú, pero ahora esta fofo y caído. No se cuida. No sé cómo puede gustarle a su amante. A mi hacía tiempo que no me dejaba follarla a cuatro patas para que no se lo viera.
Que me dijera eso hizo que me excitara aún más de lo que ya lo estaba.
Siguió un poco más agachado tocándome y acariciándome el culo. Le tenía rendido a mí.
En ese momento se incorporó y sonó el timbre de la alarma. Oímos, o solo lo oí yo, él parecía como ido, la voz del técnico diciendo que en unos 15 minutos estarían ahí.
Sin decirme nada, me dio la vuelta y me abrió un poco las piernas. Vi en el espejo como se mojaba dos dedos en la boca y los bajó hasta mi sexo. Me introdujo uno que entró sin dificultad de lo húmedo que estaba mi coño. Empezó a masturbarme despacio, muy lento, sin preocuparle que pudieran llegar antes los del servicio de emergencia.
Me abrió un poco más las piernas y acarició mis muslos con la otra mano, mientras iba aumentando el ritmo de la masturbación. Yo me agarraba a la barra del ascensor y me iba poniendo de puntillas de placer mientras mi padre seguía masturbándome y entonces me metió el segundo dedo.
-Uggh, -gemí yo.
-¿Te gusta tesoro? -me preguntó.
-Si papi, siiii. Por fin has despertado. -le dije girando la cabeza y mirándole.
Decidí entonces alzarme un poco más para que tuviera mi coño más al alcance de sus dedos, pero en lugar de eso, se agachó y comenzó a lamerme el coño con su lengua.
-Aaaaaaah. No pude evitar el grito. Como me gusta papi.
-Si mi niña, sé que te gusta. Tengo que confesarte que me has puesto mucho cuando te quitaste la ropa.
-Aaah papi, sigue así, no te pares. Tengo el coño chorreando. Y era verdad, el suelo del ascensor se estaba mojando con mis fluidos.
Después me dio la vuelta y me besó en la boca. Su boca mojada de mis fluidos se unió a mi saliva y luego entrelazamos nuestras lenguas. Estaba a punto de correrme.
Entonces papá paró. Volvió a girarme y me apoyó contra la barra. Me inclinó un poco hacia delante y me la clavó de un golpe.
-Mmmm. -exclamé. Noté como su polla me llegaba hasta el fondo. La polla de mi papá dentro de su hija. No podía creerlo. Tuve deseos con mi padre desde que fui adolescente, y ahora lo tenía ahí dentro de mí.
Siguió follándome a un ritmo lento. No tenía noción de cuánto tiempo había pasado desde que nos habían llamado.
Nuestros cuerpos se habían acompasado. Las embestidas que él me daba contra la barra del ascensor hacían que mi cuerpo se estremeciese y para nada me molestaban.
No tardé mucho en correrme. Eché las manos hacia atrás para tocar las caderas de mi padre mientras seguía embistiéndome. Todavía aguantaba sin correrse.
Después se salió de mí. Su polla babeaba mis fluidos y las gotas de líquido preseminal que se habían formado antes.
Me giró y alzando la pierna derecha me llevó al otro lado del ascensor donde con mi culo pulsé sin darme cuenta el botón de llamada de emergencia.
-¿Oiga? -Oímos una voz que venía del auricular-. Estamos llegando al edificio. Enseguida estaremos ahí.
Estábamos tan excitados y fuera de si que no hicimos caso al aviso de los técnicos.
Mi padre entraba y salía de mí. Su polla al máximo de erección me dilataba el coño hasta hacerme estallar de placer. Con la mano derecha me empezó a masturbar el clítoris con lo que enseguida volví a estallar en un segundo orgasmo que me hizo chocar la espalda contra la botonera y pulsar todos los botones del ascensor.
Por supuesto este no se movió. Bueno, en cierta forma si se movía con las embestidas que me estaba dando mi padre.
Me agarraba a su espalda y miré extasiada al techo mientras él me seguía follando.
Al poco tiempo ya no pudo aguantar más y se corrió dentro de mí. Yo tomaba la píldora, pero eso él no lo sabía y no le importó para nada correrse dentro de su hija. A mí tampoco me importó. Solo quería tenerle dentro de mí y que me inundara con su leche.
-Cariño, tesoro, -me dijo instantes antes de correrse-. Me voy a correr, me corro, joder, me corro, lo siento venir, ya llega el orgasmo, aaah, aaah, me corro, joder, me corro, no aguanto más. Me corroooooooo.
Se salió de mí y se sentó en el suelo mientras recuperaba la respiración. Yo me quedé abierta de piernas mirándole, recuperando también la respiración.
Nos quedamos un rato así y entonces él se levantó y me besó apasionadamente en la boca.
-¿Quieres ser mi mujer? -me preguntó.
No podía procesar lo que me estaba diciendo. Acabábamos de follar y pensé que sería por la pasión de haberlo hecho. Pero luego me di cuenta de que había sinceridad en su mirada.
Estar separado de mamá le había hecho darse cuenta de que lo sentía por mí. Y me vinieron a la cabeza todas esas veces que le pillé espiándome en casa. Até cabos y supe entonces que desde que se separó de mamá, en su mente la había reemplazado a ella por mí. Y ahora acababa de demostrármelo.
En ese momento oímos como intentaban abrir la puerta del ascensor en el piso superior. Como pudimos limpiamos el suelo del ascensor manchado con unos pañuelos de papel que llevaba en el abrigo y después a la carrera, nos vestimos.
Los técnicos nos ayudaron a salir del ascensor y nos preguntaron si estábamos bien. Nos dieron unas bebidas isotónicas y algo de comida. Lo agradecimos bastante.
Ya en la puerta de la casa de mamá, antes de tocar el timbre, le dije a mi padre que tendría que pensar lo que me había dicho. Era demasiado fuerte. Era incesto y no era algo para pensar a la ligera. Además, mi padre me sacaba 20 años.
El hombre sujetó la puerta y nos dio los buenos días. Era una mañana de domingo, casi mediodía, fría y además con ese frio que se te mete en los huesos, aunque vayas bien abrigado.
Mi padre y yo habíamos quedado en comer con mi madre y mi hermano ese mediodía antes de que mi él se fuera a la universidad a otra ciudad. Mis padres estaban separados.
Cuando el hombre se bajó del ascensor, aun nos quedaban 10 pisos para llegar a casa.
Faltaban dos pisos para llegar y yo me empecé a sentir algo acalorada. Habría diez grados de diferencia entre la temperatura del ascensor y la de la calle.
-¿Tienes ganas de ver a tu hermano antes de que se vaya a la universidad? -me preguntó mi padre.
-Pues sí. -le contesté-. No me gustó que mamá y tú os separaseis.
-Ya tesoro, pero no todo iba bien entre nosotros. Además, creo que tu madre tenía un amante.
Justo en ese momento oímos un ruido y el ascensor se detuvo.
Mi padre dio varias veces al botón de nuestro piso, pero este no se movió. Entonces le dio al botón de alarma.
-¿Si? Estamos atrapados en el ascensor mi hija y yo. -le dijo mi padre al operador-. Calle San Sebastián número 6. Si, así es. ¿Tardaran mucho? ¿Cómo? ¿media hora? Está bien, si, tendremos paciencia.
-¿Media hora? -le pregunté a papá-. Es mucho.
-Tranquila tesoro, media hora no es nada. -me animó-. Voy a llamar a tu madre para decirle que estamos aquí mismo, pero atrapados en el ascensor.
Marcó el número de mamá con el móvil.
-¿Hola? Si, soy yo. Nos hemos quedado atrapados en el ascensor justo debajo del piso. Al menos tardaran media hora. No os preocupéis, que estamos bien. Un beso.
Mi padre me miró y me dijo que tuviéramos paciencia.
-Voy a quitarme el abrigo papi, tengo mucho calor. -le dije.
-Claro tesoro, yo haré lo mismo.
Nos quitamos los abrigos, pero todavía tenía demasiado calor. Yo me quité también el jersey.
Al poco decidimos sentarnos en el suelo del ascensor.
Cinco minutos después, nos llamaron al comunicador.
-¿Hola? ¿Están bien? Aquí el servicio de emergencia. Vamos a tardar más tiempo de lo previsto. Se ha ido la luz en otro distrito y tenemos muchos avisos. Les rogamos tengan paciencia.
-Vaya por dios, -dijo mi padre-. Bueno, voy a escribir a tu madre e intentaremos pasar el tiempo lo mejor posible.
-Está bien papi. -le contesté.
-Cuéntame algo sobre la uni. ¿Cómo lo llevas? -me preguntó mientras escribía a mamá.
-Bien papi. Es interesante. Estoy conociendo a buenos amigos y amigas. Por cierto, sigo teniendo mucho calor.
-Ya te has quitado el jersey y solo te queda la blusa. ¿De verdad tienes tanto calor? -me preguntó.
-Si papi. Si no te importa voy a quitármela también.
-Como quieras. De todas formas, hace bastante calor. Yo voy a desabrocharme la camisa.
Me quité la blusa quedándome en sujetador. Llevaba la falda y mi padre los pantalones. Él se había quitado la corbata y se había abierto dos botones de la camisa.
Durante un segundo me fijé en que su mirada se dirigía a mis pechos. Luego bajó la cabeza.
-¿A que universidad irá Roberto? -le pregunté para cortar un poco el silencio que se había iniciado.
-Ah, tu hermano irá a la universidad politécnica. -me contestó él.
-Está lejos. -le contesté yo.
-Si, pero hoy en día en tren solo tardará 3 horas en ir. Podremos verle los fines de semana.
En ese momento noté un bulto en su pantalón. Estaba claro que tenía una erección, pero no sabía si era por mi o por el calor que hacía en el ascensor.
Decidí provocarle un poco más.
-Papá, no puedo aguantar más el calor. Si no te importa voy a quitarme también la falda. -le dije.
-Está bien, como quieras, me daré la vuelta.
El ascensor era lo suficientemente ancho como para que él se diera la vuelta sentado y aun así hubiera distancia entre nosotros.
Yo me quité la falda y la dejé en el suelo al lado del abrigo, el jersey y la blusa.
Oí como mi padre se quitaba la camisa sin decirme nada.
Yo me acerqué a él hasta que estuvimos pegados espalda con espalda.
-¿Pillaste alguna vez a mamá con su amante? -le pregunté para romper de nuevo el hielo.
-Una vez. Volvía a casa más temprano del trabajo y allí estaba encima de su amante botando como una loca. Perdona, pero tú ya eres lo suficientemente mayor para saber lo que el sexo y seguro que ya lo has practicado, -me dijo sonriendo.
-Si papá. Yo ya lo hecho varias veces y puedo asegurarte que la postura que más me gusta es yo encima del chico. Así controlas el ángulo de la penetración y te mueves al ritmo que te guste. Además, él puede tocarte las tetas y no sabes lo mucho que me pone que me las toquen mientras lo hacemos. Me pone cachondisima, buf. Ahora mismo tengo los pezones duros como piedras.
Noté como papá tragaba saliva.
-¿Tú como estás? -le pregunté.
-Bien. Ahora llevo mejor el calor. Pero cuanto tarda esta gente en llegar…
-No, tonto, me refiero a si te has excitado al oír a tu hija contarte la postura que más le gusta en la cama.
-Me siento incomodo si te soy sincero. Los hombres hablamos con los hijos de sexo y las mujeres con las hijas. -me dijo-. A tu hermano le expliqué como se hacían los niños e incluso una vez le enseñé como masturbarse. Pero que tú me cuentes a mi como te gusta hacerlo, pues vamos, que me da corte.
-Uf papi, eso me pone. -le contesté.
-Pues a mí me da corte. ¿Estás excitada? ¿En serio?
-Si papi. Ya te dije que tengo los pezones duros como piedras. Se sincero, ¿tú estás excitado?
-Si, joder, si, estoy excitado. -me confesó-. Si pudieras verme ahora mismo. Se golpeó la pierna por lo que oí. Tengo la polla a reventar y en esta postura el calzoncillo me está apretando en el glande.
-Pues quítatelo, yo me noto húmedas las braguitas. Faltará todavía tiempo para que vengan los del ascensor, -dije mirando el reloj del móvil-. Me gustaría que hicieses de mamá y me enseñaras educación sexual.
-Como si tú no supieras ya de eso. -me dijo él.
-Es para que el tiempo pase más deprisa. -le contesté-. Anda papá, anímate.
-Está bien. Tampoco nos ve nadie.
Nos levantamos los dos y nos dimos la vuelta quedándonos frente a frente.
Su espalda se reflejaba en el espejo del ascensor. Tenía unos buenos hombros y una espalda bien formada.
Frente a mi vi como su polla abultaba erecta bajo el calzoncillo. Se notaba el tronco venoso y el glande circuncidado. Él debía ver también la humedad en mis braguitas.
-¿Ves lo que te dije?. -me comentó-. Tengo la polla a reventar.
-¿Y cuánto hace que no follas? -le pregunté.
-Ya ni me acuerdo. Desde que me separé de tu madre. He quedado con alguna mujer, pero no hemos llegado a hacerlo. Solo me hago pajas.
-Te entiendo papi. Anda, quítate los calzoncillos. -le dije quitándome las bragas. No le pregunté, aunque era evidente, si estaba así por mí.
Me hizo caso y se los quitó quedándonos desnudos frente a frente.
-Si tu madre o tu hermano nos vieran así… -me dijo algo cortado.
Afortunadamente, aunque era un bloque de pisos elegante, el ascensor no tenía cámara interior. Lo que pasara dentro se quedaría dentro.
-Primera lección, -dije-. Aunque deberías decirlo tú. Diferencias anatómicas entre hombres y mujeres.
-Está claro, ¿no? -me dijo papá. Nosotros tenemos pene y vosotras vagina, y, ah, bueno, tetas también.
-¡Aprobado! -le dije sonriendo. Y ahora, por favor, necesito que me muestres tu pene y yo te mostraré mi vagina. Bueno, no el interior, claro, solo lo de fuera.
-Creo que ya lo ves.
-Acércate más papi. -le dije.
Me hizo caso y se puso frente a mí. Sudaba por el calor que hacia allí dentro y la excitación que sentía.
Agachada frente a él, examiné su polla. Estaba tiesa como dije, apuntando hacia el techo del ascensor. Era gruesa, no excesivamente, pero lo suficiente para llenarme toda.
-Necesito examinarla mejor, -le dije sin cortarme y agarrándola directamente con mi mano derecha.
-Cariño, esto ya es demasiado. -me dijo papá retrocediendo un poco.
-Estamos aprendiendo el uno del otro, -le contesté-. No te vengas abajo ahora.
-No tesoro. Precisamente abajo no me estoy yendo. -me dijo.
-Ya te veo. La tienes todavía más dura que antes. Joder, que rica. Y empecé a subir y bajar mi mano haciéndole una paja lenta.
-¡Para, por favor!. Esto es ya ir demasiado lejos, hija. Soy tu padre y no puedes hacerle una paja a tu…mmmm que gusto… por favor, no sigas, aaaaah.
-Tu boca dice una cosa, pero tu polla otra. -le dije parando un momento.
-Uf, dios, por favor. No sigas.
-Está bien. Ahora acercarte tú. Te enseñaré lo mío.
Él se agachó frente a mí y yo le enseñé la vulva y me abrí los labios.
-Son carnosos y rosaditos. -me dijo.
-¿Te gustan, eh? La niña de papá ya es toda una mujer. ¿Quieres verme el clítoris? -le pregunté mostrándoselo directamente. Tócalo, no te cortes. -le cogí un dedo y lo llevé hasta el. Mi padre lo acarició un momento dándome un placer tremendo.
Yo eché la cabeza hacia atrás muerta de gusto. Cuando volví a levantarla, vi que su polla rezumaba unas gotas de líquido preseminal.
-Cariño, tengo más calor aún. -me dijo papá.
-Pues ahora nos toca ver los culetes. -le dije sonriendo.
-Mejor el pecho primero. -contestó él-. Y luego pasamos a los culos. Estoy sudando, no sé qué me ha dado hoy…
Yo sí que sabía que le había dado. Podría tener algo que ver con el pequeño chorro de licor que había echado en su café sin que se diera cuenta cuando desayunamos…
-Bien ahora acércate. -me dijo tomando la iniciativa-. Está claro que el pecho nuestro no tiene nada de atractivo. El de las mujeres sí. Es tan hermoso.
-¿Y a que esperas para tocarlo? -le dije.
-No hija. No puedo hacerlo. Ya hemos pasado unos límites que no debimos haber traspasado.
-Lo limites los pones tú. Yo no te he limitado. Ya te dije que debes enseñarme sexo como si fueras mamá.
-No puedo. En serio. Llevo mucho tiempo sin follar y ahora mismo si no paro, no sé de que sería capaz. -me dijo llevándose la mano a la frente.
-Si no me tocas los pechos, llamaré al servicio de emergencia. Acerqué el dedo al botón de alarma. ¿Señor? Mi padre quiere tocarme las tetas. -fingí que lo decía al interfono.
-Vale, vale, dame un momento. Necesito recuperar la respiración. Respira hondo, -se dijo así mismo-. Despacio, inspira despacio y suelta el aire muy lentamente. Uf. Vale. Creo que ya estoy.
Estaba segura de que el licor estaba haciendo efecto.
Se estiró un momento y se acercó de nuevo a mi palpándome los pechos con sus manos grandes y fuertes. Parecía más un ginecólogo examinando mis pechos que un padre excitado y entregado a satisfacer las fantasías incestuosas de su adolescente hija.
La exploración siguió un rato más, dejando para el final mis pezones que acarició como si fueran los botones de una radio antigua, de esas que tenían mis abuelos en casa.
Cuando me soltó, me pregunté mentalmente: ¿Ya está doctor?
-Hecho, -me dijo como si efectivamente me hubiera realizado un examen médico.
-¿Ya? Pues no he sentido nada. -le contesté.
-Bueno, he hecho lo que he podido.
-Ahora me toca a mí. -le dije.
No me corté. Acaricié su pecho como si fuera mi amante, no mi padre. Sus pezones se pusieron duros enseguida. Comenzó a gemir.
-Ummmm, así mi niña, que gusto por favor. -decía.
Su polla, que hacia un momento había perdido algo de dureza, había vuelto a ponerse tiesa como antes.
Terminé de acariciarle y pensé que ahora solo nos quedaba terminar con el culo.
Miré al suelo donde había dejado el móvil. Habían pasado más o menos 45 minutos desde que nos llamaron del servicio de emergencias y no habían vuelto a dar señales de vida.
-Vamos papi, ahora nos toca el culete. -le dije dándome la vuelta. Esta vez me había puesto yo delante del espejo a propósito, para que él tuviera la visión completa de mi culo. No es por ser yo, pero tengo un culito perfecto a base de mucho ejercicio y sentadillas.
Se quedó mirándome a la cara y al reflejo del espejo. Se le caía la baba claramente.
No tuve que decirle nada porque él solo tomó la iniciativa. Se agachó frente a mí y me agarró las nalgas mientras miraba mis muslos de frente y mi culo en el espejo.
-Tienes un culo precioso hija. -me dijo-. No es como el de tu madre. Cuando la conocí lo tenía como tú, pero ahora esta fofo y caído. No se cuida. No sé cómo puede gustarle a su amante. A mi hacía tiempo que no me dejaba follarla a cuatro patas para que no se lo viera.
Que me dijera eso hizo que me excitara aún más de lo que ya lo estaba.
Siguió un poco más agachado tocándome y acariciándome el culo. Le tenía rendido a mí.
En ese momento se incorporó y sonó el timbre de la alarma. Oímos, o solo lo oí yo, él parecía como ido, la voz del técnico diciendo que en unos 15 minutos estarían ahí.
Sin decirme nada, me dio la vuelta y me abrió un poco las piernas. Vi en el espejo como se mojaba dos dedos en la boca y los bajó hasta mi sexo. Me introdujo uno que entró sin dificultad de lo húmedo que estaba mi coño. Empezó a masturbarme despacio, muy lento, sin preocuparle que pudieran llegar antes los del servicio de emergencia.
Me abrió un poco más las piernas y acarició mis muslos con la otra mano, mientras iba aumentando el ritmo de la masturbación. Yo me agarraba a la barra del ascensor y me iba poniendo de puntillas de placer mientras mi padre seguía masturbándome y entonces me metió el segundo dedo.
-Uggh, -gemí yo.
-¿Te gusta tesoro? -me preguntó.
-Si papi, siiii. Por fin has despertado. -le dije girando la cabeza y mirándole.
Decidí entonces alzarme un poco más para que tuviera mi coño más al alcance de sus dedos, pero en lugar de eso, se agachó y comenzó a lamerme el coño con su lengua.
-Aaaaaaah. No pude evitar el grito. Como me gusta papi.
-Si mi niña, sé que te gusta. Tengo que confesarte que me has puesto mucho cuando te quitaste la ropa.
-Aaah papi, sigue así, no te pares. Tengo el coño chorreando. Y era verdad, el suelo del ascensor se estaba mojando con mis fluidos.
Después me dio la vuelta y me besó en la boca. Su boca mojada de mis fluidos se unió a mi saliva y luego entrelazamos nuestras lenguas. Estaba a punto de correrme.
Entonces papá paró. Volvió a girarme y me apoyó contra la barra. Me inclinó un poco hacia delante y me la clavó de un golpe.
-Mmmm. -exclamé. Noté como su polla me llegaba hasta el fondo. La polla de mi papá dentro de su hija. No podía creerlo. Tuve deseos con mi padre desde que fui adolescente, y ahora lo tenía ahí dentro de mí.
Siguió follándome a un ritmo lento. No tenía noción de cuánto tiempo había pasado desde que nos habían llamado.
Nuestros cuerpos se habían acompasado. Las embestidas que él me daba contra la barra del ascensor hacían que mi cuerpo se estremeciese y para nada me molestaban.
No tardé mucho en correrme. Eché las manos hacia atrás para tocar las caderas de mi padre mientras seguía embistiéndome. Todavía aguantaba sin correrse.
Después se salió de mí. Su polla babeaba mis fluidos y las gotas de líquido preseminal que se habían formado antes.
Me giró y alzando la pierna derecha me llevó al otro lado del ascensor donde con mi culo pulsé sin darme cuenta el botón de llamada de emergencia.
-¿Oiga? -Oímos una voz que venía del auricular-. Estamos llegando al edificio. Enseguida estaremos ahí.
Estábamos tan excitados y fuera de si que no hicimos caso al aviso de los técnicos.
Mi padre entraba y salía de mí. Su polla al máximo de erección me dilataba el coño hasta hacerme estallar de placer. Con la mano derecha me empezó a masturbar el clítoris con lo que enseguida volví a estallar en un segundo orgasmo que me hizo chocar la espalda contra la botonera y pulsar todos los botones del ascensor.
Por supuesto este no se movió. Bueno, en cierta forma si se movía con las embestidas que me estaba dando mi padre.
Me agarraba a su espalda y miré extasiada al techo mientras él me seguía follando.
Al poco tiempo ya no pudo aguantar más y se corrió dentro de mí. Yo tomaba la píldora, pero eso él no lo sabía y no le importó para nada correrse dentro de su hija. A mí tampoco me importó. Solo quería tenerle dentro de mí y que me inundara con su leche.
-Cariño, tesoro, -me dijo instantes antes de correrse-. Me voy a correr, me corro, joder, me corro, lo siento venir, ya llega el orgasmo, aaah, aaah, me corro, joder, me corro, no aguanto más. Me corroooooooo.
Se salió de mí y se sentó en el suelo mientras recuperaba la respiración. Yo me quedé abierta de piernas mirándole, recuperando también la respiración.
Nos quedamos un rato así y entonces él se levantó y me besó apasionadamente en la boca.
-¿Quieres ser mi mujer? -me preguntó.
No podía procesar lo que me estaba diciendo. Acabábamos de follar y pensé que sería por la pasión de haberlo hecho. Pero luego me di cuenta de que había sinceridad en su mirada.
Estar separado de mamá le había hecho darse cuenta de que lo sentía por mí. Y me vinieron a la cabeza todas esas veces que le pillé espiándome en casa. Até cabos y supe entonces que desde que se separó de mamá, en su mente la había reemplazado a ella por mí. Y ahora acababa de demostrármelo.
En ese momento oímos como intentaban abrir la puerta del ascensor en el piso superior. Como pudimos limpiamos el suelo del ascensor manchado con unos pañuelos de papel que llevaba en el abrigo y después a la carrera, nos vestimos.
Los técnicos nos ayudaron a salir del ascensor y nos preguntaron si estábamos bien. Nos dieron unas bebidas isotónicas y algo de comida. Lo agradecimos bastante.
Ya en la puerta de la casa de mamá, antes de tocar el timbre, le dije a mi padre que tendría que pensar lo que me había dicho. Era demasiado fuerte. Era incesto y no era algo para pensar a la ligera. Además, mi padre me sacaba 20 años.