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En manos del Suegro - Capítulo 01
Eloísa era una mujer que se había casado bastante joven, a la tierna edad de 19 años. Solo llegó a terminar sus estudios de secundaria, y cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad, se enamoró de Dani un joven algo mayor que ella, que contaba con 25 años, y con el que varios meses después, pese a la oposición de sus padres y de su familia, pronto contrajo matrimonio.
Era una joven bastante apuesta, con un cuerpo más bien delgado, y con una estatura de 1.65, pechos no muy grandes, unas nalgas bastante redondas, pero con unos ojos azules que enloquecían.
Dada las escasas posibilidades económicas, se fue a vivir con los suegros, ya que estos disponían de una casa bastante holgada, donde fue bien acogida por aquellos. Por otro lado, Dani era hijo único, y dado que su madre tenía graves problemas de movilidad por un infarto prematuro, que le afectó igualmente a su mente, no quería separarse de sus padres. Esther que así se llamaba su suegra, contaba ya con los sesenta y dos años, y como se ha indicado tenía serias dificultades de entendimiento y llevaba así desde hacía muchos años.
Por el contrario, su suegro permanecía bastante activo, pese a su edad de sesenta y seis años. Genaro que así que así se llamaba el mismo, era un hombre bastante apuesto, recién jubilado, y al que las escasas canas que le habían aparecido le concedieron un carácter más seductor. Era un hombre de gran envergadura, con una altura de casi 1.80, de amplias espaldas y de brazos bastante fornidos, curtidos con su trabajo en una industria de la metalurgia. Desde los primeros momentos mantuvo una buena sintonía con el mismo.
A los nueve meses de su casamiento quedó embarazada de su marido, y pronto tuvieron su primer hijo, contando ella con solo veinte años. Tras el embarazo engordó algunos kilos, pero lejos de afearla, la hicieron aparecer más apetecible. Sus pechos crecieron con la lactancia, y se notaban claramente en la ropa que usaba.
Dado el trabajo de su esposo, Eloísa se quedaba en la casa, en compañía de su suegro, quien le atendía en todo aquello que fuere necesario y también a la esposa de éste. Por otro lado, Genaro estaba bastante contento con el nacimiento de su nieto.
Eloísa era consciente de que su suegro se mantenía aún bastante vigoroso y activo, y que las relaciones con su mujer eran prácticamente nulas. Una de sus amigas le había comentado que, según información de la madre de aquella, Genaro era buena persona, pero algo mujeriego. Al quedar enferma su mujer tan pronto, se decía que había mantenido relaciones con diversas mujeres, especialmente compañeras de trabajo de su ámbito laboral. No obstante, eran habladurías, y su hijo las desmintió.
Pese a todo, ella había percibido algunas miradas de su suegro a su trasero y a su cuerpo cuando ella se encontraba distraída. No le había dado mayor importancia. Se decía que, pese a todo, era ya un hombre de sesenta y seis años, y que era normal que mirara a las mujeres jóvenes, pero no le creía capaz de ningún atrevimiento hacia ella.
Sin embargo, se dio cuenta en varias ocasiones que Genaro la había comenzado a observar mientras amamantaba a su bebe. Evidentemente Eloísa se notaba algo extraña ante la mirada del padre de su marido, ya que éste en algunas ocasiones podía alcanzar a ver sus pechos, inclusos sus pezones. Pese a todo, aquel comenzó a estar presente en aquellos momentos, y aunque evitaba que aquel viera sus pechos, había notado que cuando terminaba su suegro se dirigía al baño.
Genaro se ofreció a coger él bebe tras ser amantado, y lo mantenía en sus brazos hasta que el nieto eructaba para eliminar los gases ingeridos durante el amamantamiento. A Eloísa le agradaba ese comportamiento con el menor y a ella le permitía relajarse un poco tras la lactancia.
Uno de esos días, tras dar el pecho a su hijo, Eloísa le entregó el niño al suegro, como en otras ocasiones, pero por descuido, la blusa que llevaba quedó con algunos botones desabrochados. La joven se dio cuenta de ello al percibir la mirada de su suegro, observando que gran parte de uno de sus pechos había quedado fuera del sostén, constatándose claramente su aureola y su pezón negro. Ruborizada se cerró rápidamente la blusa, sin decirle nada.
Aquello dejó nerviosa a la misma, dado que en ciertos momentos había llegado a ver un bulto en la entrepierna del padre de su marido. Pensó en recriminarle, pero luego se dijo: es normal que pase. Este hombre no puede hacerlo con su esposa, y ver los pechos de una mujer joven al descubierto, es normal que lo excite.
Pero, días después sucedió algo que le sorprendió grandemente, ya que al tomar sus bragas que había dejado en el baño, dentro de la cesta de la ropa sucia, al recogerla para lavarla en la lavadora, noto cierta pegajosidad en ellas, y mirándolas con detenimiento constató una gran mancha blanquecina. Tras olerla, comprobó que parecía ser restos de semen. Alguien se había masturbado con sus bragas e incluso de había corrido en ellas. Tras meditarlo, llego a la conclusión que tenía que ser su suegro, pero tampoco le dijo nada.
Sin embargo, el saber que el padre de su marido se masturbaba con sus bragas, la excito igualmente, y en lugar de sentirse ofendida, su morbosidad le llevó a permitir ciertos descuidos dejando al aire alguno de sus pechos con el fin de que Genaro se recreara con los mismos. Su marido no era muy activo sexualmente, era buen hombre, pero en la cama casi nunca la dejaba complacida. Por ello, en cuanto podía, se agachaba, o se hacía que iba a recoger algo dejando a la vista del suegro parte de sus pantorrillas. Al poco tiempo, observaba como aquel se dirigía al baño y se corría en sus bragas. Ella comenzó a ver aquello como una situación normal y morbosa, de la que ningún comentario realizó a su marido.
Una de las veces, en el momento de entregar al niño al suegro, dejó sus pechos casi al aire, dejando que Genaro se deleitara con los mismos. Ella la ver la mirada le dice: - vaya, se me ha abierto la blusa. Lo siento.
No pasa nada Eloísa. Además, tienes unos pechos muy bonitos.
Obviamente, la joven notó claramente la excitación del hombre por el tremendo bulto que se formó en su pantalón. Ella notó que aquella situación le comenzaba a gustar y se dio cuenta que hasta mojo sus bragas. No llegaba a entender como aquel hombre sexagenario, era tan calentón, ya que varias veces a la semana se corría en su bragas.
Una tarde, tras alimentar al bebe y tras dejarlo dormir en su cuna, ella regresó a la cocina y se sentó en una de la sillas. Notaba cierto dolor en la espalda y cuello. Genaro, al verla le pregunto:
-¿te ocurre algo Eloísa?. ¿Te veo preocupada?
-No nada. Un poco tensa. Quizás al tener tanto tiempo él bebe dándole el pecho, me duele el cuello y la espalda.
En ese momento escucha que su suegro le comenta, colocándose detrás de ella: anda. Relájate que te voy a dar un masaje en el cuello. Eso ocurre porque estas bastante tensa.
Sin contestarle, ella permitió que el hombre comenzara a masajear sus cuello y sus hombros, siendo tan placentero, sintió rápidamente alivio. Pronto sus manos del hombre pasaban del cuello, a sus hombros, haciendo que la blusa que llevaba, con la presión de su pechos, se abriera dejando entrever gran parte de sus pechos.
El hombre no dijo nada, sino que comenzó a frotar por los brazos casi desnudos de la mujer, mientras contemplaba los pechos de su nuera. La mujer era consciente de que el hombre tenía una visión perfecta de sus dos pechos. Algo nerviosa se incorporó y le dio las gracias, yéndose a fregar la loza.
Unos días después, el bebe se encontraba algo indispuesto y le costaba coger el pecho. Evidentemente, esto ocurrió durante varios días, provocando que los pechos de Eloísa, cargados de leche se endurecieran hasta el punto de que le comenzaron a doler, dado que el menor tragaba bastante poco. Se lo había dicho a su marido, pero este le restó importancia y marcho a su trabajo. A media mañana notaba la hinchazón de sus pechos de forma bastante notoria y dolorosa, e incluso la leche brotaba casi sola del pezón. Intentó sacárselo con la pezonera, pero el dolor era insoportable, por lo que lo dejo.
Genaro al verla tan preocupada le preguntó el motivo:
-es que me duelen bastante los pechos, ¡Los tengo muy hinchados!
-He visto que el nieto apenas ha tomado leche en la mañana. Eso debe ser que tienes los pechos bastante llenos y debes descargarlos. Le comentó el suegro.
-Ya, pero él bebe no quiere comer. Creo que tiene placas en la garganta y le cuesta mamar.
Al ver la voluminosidad de los pechos, el hombre le dijo: ¿Has intentado sacarte la leche tu misma?
-Si. Tengo el aparato, pero es que me duele mucho. Los tengo demasiado inflamados.
-Pues deberías hacer algo. Sabes que puede darte fiebre y es peligroso. ¿no se los ha dicho a tu marido? Le comentó el hombre.
-Si. Pero Dani,… con tanto trabajo… ya sabes.
-Pues debería preocuparse un poco de ti ¿Quieres que vayamos al médico? Le comenta el mismo.
-No de momento no. Ya me advirtió que, si ocurría, lo mejor era que me la sacara con el aparato, pero he intentado hacerlo, pero me duele al intentar sacarla.
El hombre se quedó pensativo. Sabía que lo que le iba a proponer a su nuera era algo un poco descabellado, así que con cierto nerviosismo le manifiesto: -Eloísa. Ante ello la única fórmula es que alguien te saque la lecha mamando de tu teta.
-¿Cómo..?…exclamo la joven algo sorprendida ante las palabras de su suegro, añadiendo ¡… pero mi marido no llega hasta la noche!. Además, ya sabe, él es bastante repugnante, y solo el sabor de la lecha materna, seguro que se niega.
Genaro, se volvió a quedar callado, pensando, y tras mucho meditarlo, se atrevió de proponerle: -No te lo tomes como una pretensión ofensiva. Solo quiero ayudarte. ¿Si quieres yo puedo intentarlo?
¿Vd?.. se quedó mirándolo, bastante nerviosa. ¡Pero es mi suegro!. No creo que este bien.
-ya lo se. Si te decides queda claro que nadie lo sabrá. Lo hago por sacarte de esta situación. ¿quieres aliviarte o no?
Ella mira al suegro, y sin poder evitarlo vuelve a observar también el bulto en el pantalón. Se queda pensando, y le contesta: Ay no se suegro. Me lo tengo que pensar.
-como quieras. Si te decides, me los dices y podemos intentarlo.
La joven marchó a ver al niño, y se quedó meditando sobre lo que le había comentado el padre de su marido. Pese a que podía ser una temeridad, sabiendo que además aquel hombre podía interpretar otra cosa, en el fondo reconocía que era la mejor solución. Tenía los pechos a reventar, y hasta la leche le brotaba sola. Lo volvió a intentar con la pezonera, pero tuvo que desistir ante el dolor que le producía en sus pezones, los cuales notaba sumamente hinchados.
El dolor, y el miedo a que le pudiera entrar fiebre, le llevó a pensar en acceder a las pretensiones de su suegro. Por tal motivo, viendo que su suegro estaba viendo la tv, se acercó al mismo. El hombre al verla, le comentó: ¿Qué tal te encuentras? ¿Has podido bajar esa inflamación?
-Hay suegro. Me siguen doliendo bastante. Vd cree que …no sé, ¿seguro que no le dará repugnancia mi leche como a su hijo? se atrevió a decirle.
-puedes dar por hecho que no.
La mujer nerviosa y agitada le contesta: -pero de esto nada a nadie.
-por supuesto. Será un secreto entre ambos. ¿quieres que vayamos a tu habitación?
La mujer asintió con la cabeza y fueron hasta su habitación, donde se encontraba el bebe durmiendo en la cuna. Ella se sentó en la cama, se desabrochó los botones de su blusa, y con cierta agitación fue dejando al aire uno de sus voluminosos pechos. Debido al dolor por la hinchazón, no se había colocado sostén. El hombre al ver aquel pecho se quedó admirado. Pero reponiéndose, Genero observó el enorme pezón, hinchado, negruzco y casi brotando leche. Con suavidad acercó su boca hacia el mismo y tras lamerlo, comenzó a chupar. Aunque a la mujer le dolió al inicio, el hombre lo hizo con gran delicadeza hasta el punto de que la mujer comenzó a sentir alivio viendo cómo se iba descargando, comprobando como el suegro se tragaba íntegramente su leche. Ella era consciente del sabor bastante desagradable de la leche materna.
La boca del hombre sorbía con suma dulzura el néctar de sus pechos, constatando la mujer que aquello le comenzó a dar un cierto placer, viendo como el hombre mamada como un bebe de su pecho. Tras, terminar con uno él le dijo:
-¿qué tal te encuentras?. ¿Sientes alivio?
La joven casada enrojeció y le contesto: mucho suegro. La verdad es que siento bastante alivio. Lo ha descargado bastante.
Bueno pues vamos a por el otro.
Y ella se metió el pecho descargado dentro de la blusa y extrajo el otro. Genaro comprobó que estaba tan hinchado como el que había visto anteriormente. Tras acercar sus labios de nuevo al mismo, comenzó a succionar, observando que al poco tiempo la mujer comenzó a sentir gran alivio. Pero, tras ver que ya no le dolían los pechos, Eloísa al sentir la boca del padre de su marido en su pezón, le comenzó a dar como unos calambres eléctricos, viendo que ahora, aquella situación la estaba comenzando a excitar. Sabía que, si dejaba continuar al suegro, la situación se le podía ir de las manos, por ello con cierta agitación le comento: -¡Oh pare suegro!. Creo que ya es suficiente.
-¿te has aliviado?- le contestó el suegro, retirándose de su pecho, restándole unas gotas de su leche en la comisura de los labios.
-Oh si. Bastante… ¡pero no diga nada de esto a nadie!. - le manifestó. Se notaba ciertamente agitada, teniendo problemas hasta para poder cerrarse los botones de su blusa, marchando luego rápidamente hacia el baño. Una vez allí, se aseó los pezones, pasando la esponja por los mismos, recreándose y pensando en la boca del padre de su marido. Cuando se dio cuenta, comprobó que tenía sus bragas mojadas.
No le comentó nada de esto al marido. Al día siguiente él bebe comenzó de nuevo a mamar con cierta normalidad, por lo que no tuvo que recurrir más aquel remedio. No obstante, la joven continuó amamantando a su hijo delante de su suegro, y al terminar, dejaba que aquel retirara los gases.
Uno de esos días, aquel le comentó tras acabar de mamar al bebe: -¿queda algo para el abuelo?
A Eloísa le afloraron los colores de su rostro, diciéndole: -Genaro. Ya sabe que la leche es solo para él bebe. ¡no sea atrevido!
Continua
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En manos del Suegro - Capítulo 01
Eloísa era una mujer que se había casado bastante joven, a la tierna edad de 19 años. Solo llegó a terminar sus estudios de secundaria, y cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad, se enamoró de Dani un joven algo mayor que ella, que contaba con 25 años, y con el que varios meses después, pese a la oposición de sus padres y de su familia, pronto contrajo matrimonio.
Era una joven bastante apuesta, con un cuerpo más bien delgado, y con una estatura de 1.65, pechos no muy grandes, unas nalgas bastante redondas, pero con unos ojos azules que enloquecían.
Dada las escasas posibilidades económicas, se fue a vivir con los suegros, ya que estos disponían de una casa bastante holgada, donde fue bien acogida por aquellos. Por otro lado, Dani era hijo único, y dado que su madre tenía graves problemas de movilidad por un infarto prematuro, que le afectó igualmente a su mente, no quería separarse de sus padres. Esther que así se llamaba su suegra, contaba ya con los sesenta y dos años, y como se ha indicado tenía serias dificultades de entendimiento y llevaba así desde hacía muchos años.
Por el contrario, su suegro permanecía bastante activo, pese a su edad de sesenta y seis años. Genaro que así que así se llamaba el mismo, era un hombre bastante apuesto, recién jubilado, y al que las escasas canas que le habían aparecido le concedieron un carácter más seductor. Era un hombre de gran envergadura, con una altura de casi 1.80, de amplias espaldas y de brazos bastante fornidos, curtidos con su trabajo en una industria de la metalurgia. Desde los primeros momentos mantuvo una buena sintonía con el mismo.
A los nueve meses de su casamiento quedó embarazada de su marido, y pronto tuvieron su primer hijo, contando ella con solo veinte años. Tras el embarazo engordó algunos kilos, pero lejos de afearla, la hicieron aparecer más apetecible. Sus pechos crecieron con la lactancia, y se notaban claramente en la ropa que usaba.
Dado el trabajo de su esposo, Eloísa se quedaba en la casa, en compañía de su suegro, quien le atendía en todo aquello que fuere necesario y también a la esposa de éste. Por otro lado, Genaro estaba bastante contento con el nacimiento de su nieto.
Eloísa era consciente de que su suegro se mantenía aún bastante vigoroso y activo, y que las relaciones con su mujer eran prácticamente nulas. Una de sus amigas le había comentado que, según información de la madre de aquella, Genaro era buena persona, pero algo mujeriego. Al quedar enferma su mujer tan pronto, se decía que había mantenido relaciones con diversas mujeres, especialmente compañeras de trabajo de su ámbito laboral. No obstante, eran habladurías, y su hijo las desmintió.
Pese a todo, ella había percibido algunas miradas de su suegro a su trasero y a su cuerpo cuando ella se encontraba distraída. No le había dado mayor importancia. Se decía que, pese a todo, era ya un hombre de sesenta y seis años, y que era normal que mirara a las mujeres jóvenes, pero no le creía capaz de ningún atrevimiento hacia ella.
Sin embargo, se dio cuenta en varias ocasiones que Genaro la había comenzado a observar mientras amamantaba a su bebe. Evidentemente Eloísa se notaba algo extraña ante la mirada del padre de su marido, ya que éste en algunas ocasiones podía alcanzar a ver sus pechos, inclusos sus pezones. Pese a todo, aquel comenzó a estar presente en aquellos momentos, y aunque evitaba que aquel viera sus pechos, había notado que cuando terminaba su suegro se dirigía al baño.
Genaro se ofreció a coger él bebe tras ser amantado, y lo mantenía en sus brazos hasta que el nieto eructaba para eliminar los gases ingeridos durante el amamantamiento. A Eloísa le agradaba ese comportamiento con el menor y a ella le permitía relajarse un poco tras la lactancia.
Uno de esos días, tras dar el pecho a su hijo, Eloísa le entregó el niño al suegro, como en otras ocasiones, pero por descuido, la blusa que llevaba quedó con algunos botones desabrochados. La joven se dio cuenta de ello al percibir la mirada de su suegro, observando que gran parte de uno de sus pechos había quedado fuera del sostén, constatándose claramente su aureola y su pezón negro. Ruborizada se cerró rápidamente la blusa, sin decirle nada.
Aquello dejó nerviosa a la misma, dado que en ciertos momentos había llegado a ver un bulto en la entrepierna del padre de su marido. Pensó en recriminarle, pero luego se dijo: es normal que pase. Este hombre no puede hacerlo con su esposa, y ver los pechos de una mujer joven al descubierto, es normal que lo excite.
Pero, días después sucedió algo que le sorprendió grandemente, ya que al tomar sus bragas que había dejado en el baño, dentro de la cesta de la ropa sucia, al recogerla para lavarla en la lavadora, noto cierta pegajosidad en ellas, y mirándolas con detenimiento constató una gran mancha blanquecina. Tras olerla, comprobó que parecía ser restos de semen. Alguien se había masturbado con sus bragas e incluso de había corrido en ellas. Tras meditarlo, llego a la conclusión que tenía que ser su suegro, pero tampoco le dijo nada.
Sin embargo, el saber que el padre de su marido se masturbaba con sus bragas, la excito igualmente, y en lugar de sentirse ofendida, su morbosidad le llevó a permitir ciertos descuidos dejando al aire alguno de sus pechos con el fin de que Genaro se recreara con los mismos. Su marido no era muy activo sexualmente, era buen hombre, pero en la cama casi nunca la dejaba complacida. Por ello, en cuanto podía, se agachaba, o se hacía que iba a recoger algo dejando a la vista del suegro parte de sus pantorrillas. Al poco tiempo, observaba como aquel se dirigía al baño y se corría en sus bragas. Ella comenzó a ver aquello como una situación normal y morbosa, de la que ningún comentario realizó a su marido.
Una de las veces, en el momento de entregar al niño al suegro, dejó sus pechos casi al aire, dejando que Genaro se deleitara con los mismos. Ella la ver la mirada le dice: - vaya, se me ha abierto la blusa. Lo siento.
No pasa nada Eloísa. Además, tienes unos pechos muy bonitos.
Obviamente, la joven notó claramente la excitación del hombre por el tremendo bulto que se formó en su pantalón. Ella notó que aquella situación le comenzaba a gustar y se dio cuenta que hasta mojo sus bragas. No llegaba a entender como aquel hombre sexagenario, era tan calentón, ya que varias veces a la semana se corría en su bragas.
Una tarde, tras alimentar al bebe y tras dejarlo dormir en su cuna, ella regresó a la cocina y se sentó en una de la sillas. Notaba cierto dolor en la espalda y cuello. Genaro, al verla le pregunto:
-¿te ocurre algo Eloísa?. ¿Te veo preocupada?
-No nada. Un poco tensa. Quizás al tener tanto tiempo él bebe dándole el pecho, me duele el cuello y la espalda.
En ese momento escucha que su suegro le comenta, colocándose detrás de ella: anda. Relájate que te voy a dar un masaje en el cuello. Eso ocurre porque estas bastante tensa.
Sin contestarle, ella permitió que el hombre comenzara a masajear sus cuello y sus hombros, siendo tan placentero, sintió rápidamente alivio. Pronto sus manos del hombre pasaban del cuello, a sus hombros, haciendo que la blusa que llevaba, con la presión de su pechos, se abriera dejando entrever gran parte de sus pechos.
El hombre no dijo nada, sino que comenzó a frotar por los brazos casi desnudos de la mujer, mientras contemplaba los pechos de su nuera. La mujer era consciente de que el hombre tenía una visión perfecta de sus dos pechos. Algo nerviosa se incorporó y le dio las gracias, yéndose a fregar la loza.
Unos días después, el bebe se encontraba algo indispuesto y le costaba coger el pecho. Evidentemente, esto ocurrió durante varios días, provocando que los pechos de Eloísa, cargados de leche se endurecieran hasta el punto de que le comenzaron a doler, dado que el menor tragaba bastante poco. Se lo había dicho a su marido, pero este le restó importancia y marcho a su trabajo. A media mañana notaba la hinchazón de sus pechos de forma bastante notoria y dolorosa, e incluso la leche brotaba casi sola del pezón. Intentó sacárselo con la pezonera, pero el dolor era insoportable, por lo que lo dejo.
Genaro al verla tan preocupada le preguntó el motivo:
-es que me duelen bastante los pechos, ¡Los tengo muy hinchados!
-He visto que el nieto apenas ha tomado leche en la mañana. Eso debe ser que tienes los pechos bastante llenos y debes descargarlos. Le comentó el suegro.
-Ya, pero él bebe no quiere comer. Creo que tiene placas en la garganta y le cuesta mamar.
Al ver la voluminosidad de los pechos, el hombre le dijo: ¿Has intentado sacarte la leche tu misma?
-Si. Tengo el aparato, pero es que me duele mucho. Los tengo demasiado inflamados.
-Pues deberías hacer algo. Sabes que puede darte fiebre y es peligroso. ¿no se los ha dicho a tu marido? Le comentó el hombre.
-Si. Pero Dani,… con tanto trabajo… ya sabes.
-Pues debería preocuparse un poco de ti ¿Quieres que vayamos al médico? Le comenta el mismo.
-No de momento no. Ya me advirtió que, si ocurría, lo mejor era que me la sacara con el aparato, pero he intentado hacerlo, pero me duele al intentar sacarla.
El hombre se quedó pensativo. Sabía que lo que le iba a proponer a su nuera era algo un poco descabellado, así que con cierto nerviosismo le manifiesto: -Eloísa. Ante ello la única fórmula es que alguien te saque la lecha mamando de tu teta.
-¿Cómo..?…exclamo la joven algo sorprendida ante las palabras de su suegro, añadiendo ¡… pero mi marido no llega hasta la noche!. Además, ya sabe, él es bastante repugnante, y solo el sabor de la lecha materna, seguro que se niega.
Genaro, se volvió a quedar callado, pensando, y tras mucho meditarlo, se atrevió de proponerle: -No te lo tomes como una pretensión ofensiva. Solo quiero ayudarte. ¿Si quieres yo puedo intentarlo?
¿Vd?.. se quedó mirándolo, bastante nerviosa. ¡Pero es mi suegro!. No creo que este bien.
-ya lo se. Si te decides queda claro que nadie lo sabrá. Lo hago por sacarte de esta situación. ¿quieres aliviarte o no?
Ella mira al suegro, y sin poder evitarlo vuelve a observar también el bulto en el pantalón. Se queda pensando, y le contesta: Ay no se suegro. Me lo tengo que pensar.
-como quieras. Si te decides, me los dices y podemos intentarlo.
La joven marchó a ver al niño, y se quedó meditando sobre lo que le había comentado el padre de su marido. Pese a que podía ser una temeridad, sabiendo que además aquel hombre podía interpretar otra cosa, en el fondo reconocía que era la mejor solución. Tenía los pechos a reventar, y hasta la leche le brotaba sola. Lo volvió a intentar con la pezonera, pero tuvo que desistir ante el dolor que le producía en sus pezones, los cuales notaba sumamente hinchados.
El dolor, y el miedo a que le pudiera entrar fiebre, le llevó a pensar en acceder a las pretensiones de su suegro. Por tal motivo, viendo que su suegro estaba viendo la tv, se acercó al mismo. El hombre al verla, le comentó: ¿Qué tal te encuentras? ¿Has podido bajar esa inflamación?
-Hay suegro. Me siguen doliendo bastante. Vd cree que …no sé, ¿seguro que no le dará repugnancia mi leche como a su hijo? se atrevió a decirle.
-puedes dar por hecho que no.
La mujer nerviosa y agitada le contesta: -pero de esto nada a nadie.
-por supuesto. Será un secreto entre ambos. ¿quieres que vayamos a tu habitación?
La mujer asintió con la cabeza y fueron hasta su habitación, donde se encontraba el bebe durmiendo en la cuna. Ella se sentó en la cama, se desabrochó los botones de su blusa, y con cierta agitación fue dejando al aire uno de sus voluminosos pechos. Debido al dolor por la hinchazón, no se había colocado sostén. El hombre al ver aquel pecho se quedó admirado. Pero reponiéndose, Genero observó el enorme pezón, hinchado, negruzco y casi brotando leche. Con suavidad acercó su boca hacia el mismo y tras lamerlo, comenzó a chupar. Aunque a la mujer le dolió al inicio, el hombre lo hizo con gran delicadeza hasta el punto de que la mujer comenzó a sentir alivio viendo cómo se iba descargando, comprobando como el suegro se tragaba íntegramente su leche. Ella era consciente del sabor bastante desagradable de la leche materna.
La boca del hombre sorbía con suma dulzura el néctar de sus pechos, constatando la mujer que aquello le comenzó a dar un cierto placer, viendo como el hombre mamada como un bebe de su pecho. Tras, terminar con uno él le dijo:
-¿qué tal te encuentras?. ¿Sientes alivio?
La joven casada enrojeció y le contesto: mucho suegro. La verdad es que siento bastante alivio. Lo ha descargado bastante.
Bueno pues vamos a por el otro.
Y ella se metió el pecho descargado dentro de la blusa y extrajo el otro. Genaro comprobó que estaba tan hinchado como el que había visto anteriormente. Tras acercar sus labios de nuevo al mismo, comenzó a succionar, observando que al poco tiempo la mujer comenzó a sentir gran alivio. Pero, tras ver que ya no le dolían los pechos, Eloísa al sentir la boca del padre de su marido en su pezón, le comenzó a dar como unos calambres eléctricos, viendo que ahora, aquella situación la estaba comenzando a excitar. Sabía que, si dejaba continuar al suegro, la situación se le podía ir de las manos, por ello con cierta agitación le comento: -¡Oh pare suegro!. Creo que ya es suficiente.
-¿te has aliviado?- le contestó el suegro, retirándose de su pecho, restándole unas gotas de su leche en la comisura de los labios.
-Oh si. Bastante… ¡pero no diga nada de esto a nadie!. - le manifestó. Se notaba ciertamente agitada, teniendo problemas hasta para poder cerrarse los botones de su blusa, marchando luego rápidamente hacia el baño. Una vez allí, se aseó los pezones, pasando la esponja por los mismos, recreándose y pensando en la boca del padre de su marido. Cuando se dio cuenta, comprobó que tenía sus bragas mojadas.
No le comentó nada de esto al marido. Al día siguiente él bebe comenzó de nuevo a mamar con cierta normalidad, por lo que no tuvo que recurrir más aquel remedio. No obstante, la joven continuó amamantando a su hijo delante de su suegro, y al terminar, dejaba que aquel retirara los gases.
Uno de esos días, aquel le comentó tras acabar de mamar al bebe: -¿queda algo para el abuelo?
A Eloísa le afloraron los colores de su rostro, diciéndole: -Genaro. Ya sabe que la leche es solo para él bebe. ¡no sea atrevido!
Continua
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