En brazos de la mujer madura

roman74

Pajillero
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Otro lunes más. Otro dÃ*a aburrido en casa a las 11 de la noche. Pero que se puede hacer en un pueblo tan pequeño en pleno febrero y lloviendo? Una de dos o me quedaba en casa como siempre visitando paginas de Internet en busca de alguien para poder chatear y masturbarme como un poseso, o salÃ*a a dar una vuelta y tomar algo en el bar de mi amiga Carmen.
Los martes no trabajo y las noches son largas cuando vives solo, asÃ* que decidÃ* abrigarme hasta los ojos, ponerme los guantes y la mejor de mis sonrisas y salir a la aventura que significa tomar un café en mi pueblo. Evidentemente no os diré cual es, aunque si os diré mi nombre, me llamo Carlos y tengo 38 años…o quizás no.
Estaba seguro que no habrÃ*a casi nadie a esas horas pero al menos charlarÃ*a un poco con la pechugona Carmen y asÃ* me contaba que tal le habÃ*a ido el fin de semana. Reconozco que más de una vez le habÃ*a dedicado alguna que otra paja a Carmen y que de no ser porque ella estaba casada y de que LuÃ*s, su marido, era buen amigo mÃ*o, sin duda hubiera intentado algo alguna vez, imagino que como el 99 % de los clientes habituales que visitan su café. Como obviar ese fantástico y trabajado culo y sus dos estupendas tetas. Yo soy frutero de profesión en un gran supermercado y nunca me he considerado un experto en lo que se refiere a las tallas femeninas, pero desde mi irrefutable opinión de frutero, creo que nunca he visto, de entre todas las variedades de naranjas que recibo a diario, alguna que se pueda comparar con el tamaño xxl de los pechos de Carmen. Resumiendo: 1,60 de altura, unos 55 kilos de peso, un culo respingon y un hermoso par de las mejores naranjas que se puedan imaginar. Ah, se me olvidaba, también tiene un marido de 1,85 como un armario ropero y que además es mi amigo. Conclusión: mal plan y mal dÃ*a para morir.
Cuando llegue al café la situación era aun peor de la que habÃ*a imaginado. Carmen ya se habÃ*a ido a casa y era LuÃ*s el que estaba detrás de la barra, una partida de cartas en la zona mas tenebrosa del local y dos señoras tomando una infusión en una mesa cerca de la entrada, es decir, cero posibilidades de tener una noche de lunes diferente a la de otras semanas pasadas.
LuÃ*s ya sabe lo que suelo tomar asÃ* que apenas me estaba quitando el abrigo ya tenÃ*a el café con leche sobre el mármol negro de la barra. Mecánicamente y sin decir apenas tres palabras tome el café en pequeños sorbos y ley un poco las primeras paginas del diario deportivo. El tiempo se hace eterno cuando no tienes nada que hacer, mire el reloj y el local y pocas cosas habÃ*an cambiado en los minutos que llevaba allÃ*, la partida de cartas cada vez era mas tenebrosa, porque a la falta de luz se le unÃ*a ahora la gran cantidad de humo de los cigarrillos de los parroquianos, LuÃ*s seguÃ*a detrás de la barra y de las dos señoras ahora solo quedaba Chelo, la madre de un amigo, no muy intimo, y que por todos es sabido que acostumbra a salir a esas horas para alejarse un poco de su marido 20 años mayor que ella y con el que no mantiene una relación precisamente idÃ*lica. Todo el mundo comenta que ella llego aquÃ* sin nada y en apenas 4 meses estaba casada con el hombre con mas dinero de la zona, hay incluso quien especula que ella trabajo de prostituta cuando conoció a Isidro, asÃ* se llama su esposo. Hace ya años que la conozco y fÃ*sicamente era una mujer espectacular, no demasiado alta, un buen par de tetas y un culo bien prieto que en la juventud tuvo que ser de los más deseados allá donde estuviese, aun hoy en dÃ*a
muchos hombres tonteaban con ella en el bar, pero todo el mundo la respetaba ya que su marido era un hombre poderoso y era conocido su mal genio, nadie dirÃ*a que tenÃ*a mas de 50 años.
¡ Perdona ¡, ¿puedo hablar contigo un minuto si no te importa? Gire mi cabeza y me di cuenta de que era Chelo, enseguida pensé que me habÃ*a tocado a mi aguantar un rato alguna de sus historias con el desgraciado de su marido, con el que alguna vez me habÃ*a jugado los cuartos a las cartas. Ella se habÃ*a casado demasiado joven y cuando los años pasaron la diferencia de edad con su marido cada vez se hizo más patente. Pese a tener ya casi los 51 o 52 años, o eso pensaba yo, Chelo no correspondÃ*a con el prototipo clásico de mujer madura, es decir, vestÃ*a con ropa de marcas de jovencita, salÃ*a de fiesta mas que yo, aunque no es difÃ*cil, y apenas estaba con su esposo.
Un poco asustado por lo que me pudiera contar accedÃ* a iniciar la conversación con Chelo. No era lo que yo pensaba, ella estaba preocupada por su hijo, un chico de unos 30 años que dejaba un trabajo tras otro y que gastaba todo en coches, los cuales destrozaba a la misma velocidad que dejaba trabajos. Mientras ella me explicaba sus miedos, apoyada en la barra en el taburete que habÃ*a a mi lado, yo movÃ*a la cabeza asintiendo de una manera robótica sin hacer mucho caso a lo que me decÃ*a, pero sucedió algo que me descoloco un poco. Cuando ella termino su parrafada y volvió su cara hacia mi como pidiéndome una contestación, o quizás una frase que pudiera tranquilizar su atormentado espÃ*ritu, yo no pude evitar desviar la mirada hacia su escote. Apenas pude disimular el gesto, incluso creo que ella se percato pero no dijo nada y escucho con atención mis frases hechas intentando encontrar un poco de esperanza. La verdad, me importaba más bien poco lo que me contaba pero mi mente se movÃ*a bastante más rápido que mi boca y en solo un par de minutos la visión de aquel canalillo, que invitaba a pensar en una piel suave y en unos pechos más que firmes para alguien de su edad, me provoco una increÃ*ble erección. Justo en aquel momento regreso su amiga, Chelo se dirigió hacia ella. Mientras se alejaba dirección a su amiga no pude dejar de mirar como atravesaba la cortina de humo de la partida de cartas y como alguno de los jugadores miraba de soslayo el contoneo de sus anchas caderas, no diré que eran increÃ*bles, pero la verdad es que aquellos jeans dejaban poco a la imaginación. Por delante al quedarle tan justos, los pantalones, se podÃ*a adivinar sin mucho esfuerzo los grandes labios de su vagina y por detrás cuando ella estaba sentada y se movÃ*a, un minúsculo tanga, como todos los tangas claro, luchaba por salir por encima de la cintura de su pantalón. Evidentemente a cualquier chica de 30 años le quedarÃ*an mejor aquellos pantalones pero ninguna podrÃ*a provocar el morbo que ella me hacia sentir en ese momento.
Cuando llego a la altura de su amiga y tras unos segundos, Chelo comenzó a reÃ*rse y mirar hacia mi. Con claros gestos señalo sus pechos lo que provoco las risas de su amiga también. Estaba más que claro que se habÃ*a dado cuenta de que yo de una forma insistente miraba su escote y de que a causa de ello estaba tremendamente excitado. Pensé que una vez más habÃ*a hecho el ridÃ*culo y que se reirÃ*an de mÃ* durante mucho tiempo, asÃ* que volvÃ* mis ojos hacia el diario deportivo y disimule como pude la vergüenza. Mientras las dos se ponÃ*an el abrigo para irse, Chelo se acerco a mÃ*.
¿quieres que te lleve en mi coche?, ahora esta lloviendo a mares y vivimos los dos en la misma dirección.
Sin pensarlo y quizás debido al ridÃ*culo que habÃ*a hecho segundos antes dije que si. No me fije muy bien, porque el abrigo no me dejaba ver, pero un par de botones mas de su blusa estaban desabrochados, aun me excite mas al pensar que la conversación que habÃ*a mantenido con su amiga no fue solo para reÃ*rse de mi sino que fue también para pedirle consejo de lo que podÃ*a hacer y creo saber cual fue la respuesta de su risueña amiga. Sin decir nada deje sobre la barra los 95 céntimos del café. Tome mi chaqueta de la percha cercana a la puerta y sin ponérmela me plante en la calle en cuatro pasos. La amiga de Chelo, para mi sorpresa, ya se habÃ*a ido y para cuando quise mirar la descubrÃ* a unos 50 metros sorteando las goteras que caÃ*an de los desvencijados aleros de las casas, Chelo mientras tanto, bajo la intensa lluvia, estaba ya abriendo la puerta del coche a unos metros del café, un Mercedes antiguo, la matricula no tenia letra, de los que tienen el asiento delantero unido y que su marido nunca utilizaba ya y ella habÃ*a decidido hacerlo suyo.
-Vamos Carlos, no esta la noche para estar en la calle, grito ella desde el interior del viejo Mercedes.
Yo, obedecÃ* y me metÃ* dentro completamente empapado por la lluvia que caÃ*a en ese momento, ella se habÃ*a quitado el abrigo para no mojar la tapicerÃ*a, yo hice lo mismo además asÃ* aprovechaba la chaqueta para taparme y disimular la incipiente erección que tenia y que lejos de remitir cada vez se hacia mayor. Al intentar cerrar me di cuenta de que algo impedÃ*a que encajase bien y se volvÃ*a a abrir, intente varias veces sin éxito cerrar la puerta pero nada, fue entonces cuando Chelo me explico que tenia que tirar al mismo tiempo hacia arriba porque sino no cerraba. Ella misma se estiro desde su asiento sobre mi para conseguir cerrar apoyándose en mi muslo, al hacerlo se acerco tanto a mi que pude sentir su pelo rubio mojado sobre mi cara y su agradable aroma, la mezcla de perfume, sudor, maquillaje y lluvia sobre su piel resultaba increÃ*blemente excitante para mi, mas que excitante yo dirÃ*a morboso, también pude observar con claridad, ahora si, que llevaba varios botones mas de su blusa sueltos de tal forma que mostraba parte de su sujetador y por supuesto gran parte de sus encantos y creedme que eran muchos.
Cuando Chelo detuvo su coche frente a la puerta de mi casa por mi mente solo pasaba una idea, ya no me importaba la edad, lo que pudiera ocurrir después o lo que su amiga pudiera contar por ahÃ*, cierto es que durante el trayecto apenas habÃ*amos hablado de tonterÃ*as sin importancia, pero su aptitud hacia mi me animaba a albergar esperanzas. En varias ocasiones coloco de nuevo su mano sobre mi muslo cuando me explicaba algo y la mantenÃ*a durante el tiempo que trascurrÃ*a entre cambio y cambio de marcha, también utilizaba un pañuelo que saco de su bolso para secarse las gotitas de sudor y lluvia que se habÃ*an depositado en el canalillo de su pecho. Después de un buen rato en el que seguimos charlando ella se sincero conmigo. Fue cuando supe que su edad no eran los 51 o 52 años que yo pensaba sino que eran 55, que la relación con su marido era ya inexistente con el que se habÃ*a casado totalmente enamorada, ni mucho menos por su dinero, que no hiciera caso de los comentarios de que habÃ*a sido prostituta en su juventud y que las cosas en la mayorÃ*a de los casos no son lo que parecen y en mas de una ocasión habÃ*a pensado en irse, dejarlo todo e intentar ser feliz en otro sitio y alguna cosa mas que no recuerdo porque yo solo pensaba en como llevarla a mi piso. Nunca me he sentido atraÃ*do por las mujeres mayores que yo de una manera especial, quiero decir que me gustan las mujeres y me gustan todas pero siempre intente que mis relaciones fueran con mujeres de una edad parecida a la mÃ*a, también tengo que decir que nunca habÃ*a estado en una situación como aquella y que a pesar de la edad que Chelo tenia cualquier mujer de 40 años matarÃ*a por tener el aspecto que ella tenia y que cualquier hombre medianamente vivo estarÃ*a loco con pegarse un revolcón un lunes lluvioso de febrero a las 3 de la madrugada.
¿Qué?, ¿y ahora que?, ¿cuál es el plan?, dijo ella.
¿A que te refieres?, conteste.
Vamos no te hagas el tonto, sabes de sobra a lo que me refiero. Estoy segura que no me has estado toda la noche mirando las tetas para nada y que el bulto que tapas con la chaqueta es por algo.
Yo me quede absolutamente perplejo a pesar de que era lo que yo estaba deseando. Chelo se estiro de nuevo para abrir la puerta del coche, pero esta vez se acerco mucho mas a mÃ* colocando su pecho contra el mÃ*o haciéndome sentir la turgencia de sus tetas y la humedad de su blusa. También puso su mano en mi entrepierna agarrándome y apretándome con fuerza el bulto que formaba mi polla debajo de mi pantalón.
¿Qué te parece si nos dejamos de tonterÃ*as?, ¿o, es que tu no estas pensando en lo mismo que yo?, seguro que si, es tarde y te aseguro que hace ya un buen rato que estoy deseando conocer tu piso Carlos. ¿No me vas a invitar a tomar un café?, ¿no ves que estoy empapada?, voy a coger un resfriado.
Por supuesto, perdona, no sabia si te apetecerÃ*a, yo también llevo un buen rato pensando en enseñarte mi piso, si quieres te puedo prestar algo de ropa.
Ja, ja, ja, ja…venga, vamos ya hablaremos cuando estemos arriba.
Atravesamos el garaje en apenas 20 segundos sin decir nada y con la cabeza agachada, nerviosos, como avergonzados por lo que intuÃ*amos que iba a pasar y que los dos querÃ*amos que pasase. Llegamos al ascensor, ella pulso el botón de llamada y durante el tiempo que esperábamos a que llegase, yo colocado detrás de ella de nuevo recorrÃ* con la vista todo su cuerpo, ahora ya sin intentar disimularlo, descubriendo cada parte de su anatomÃ*a. La tome por la cintura con las dos manos, como midiendo el calibre de lo que tenia entre manos. SentÃ* como ella tensaba sus músculos y se recostaba sobre mÃ* sin decir nada, fueron apenas unos segundos pero la sensación me gusto, a pesar de lo incomodo de la situación, no querÃ*a que nadie nos fuera a ver, al fin y al cabo tampoco es cuestión que por un revolcón se fuera a enterar todo el pueblo.
¡¡¡ CLICKN ¡¡¡ , la puerta por fin se abrió, Chelo se giro hacia mi, me sonrió, tomo mis mano y me metió en el ascensor. Yo, pulse sobre el numero correspondiente al piso 6, apenas se hubo cerrado la puerta tras de mi Chelo me empujo contra la puerta recién cerrada y sin mediar palabra comenzó a besarme apretándome muy fuerte contra ella, era evidente que estaba tan caliente como yo sino aun mas. Nos podÃ*a ver reflejados en el espejo que tenia enfrente, nuestros abrigos estaban ya en el suelo antes de que el ascensor arrancase. Saboree su habida lengua en mi boca cuatro pisos durante los cuales mis manos no se habÃ*an detenido ni un solo instante, primero su culo, grande, ancho, un poco flácido, fondón incluso. A pesar de lo apretado de los jeans estaba claro que no tenÃ*a 30 años, con solo unos segundos en el ascensor Chelo ya estaba gimiendo como una loca, sentÃ* miedo de que alguien esperase al otro lado de alguna puerta y nos descubriera. En el piso tres ya habÃ*a llegado hasta debajo de la blusa palpando su espalda aun frÃ*a y humedecida por la lluvia, desabroche los botones de su escote que tanto me habÃ*an trastornado durante toda la noche en busca de sus pechos. Llevaba un sujetador de colores y florecitas como el que se compra por primera vez una treceañera acompañada por su madre, con la diferencia de que a Chelo apenas le cubrÃ*a un tercio de la superficie de sus pecosas tetas, que tenÃ*an un tamaño nada despreciable. Con solo un ligero roce de la punta de mis dedos sobre sus pezones pude ver en el espejo como Chelo arqueaba toda su espalda y abriendo sutilmente sus labios carnosos y también sus piernas se apretaba aun más contra mi cuerpo tomándome por la cintura. MetÃ*, con dificultad, por la proximidad entre nuestros cuerpos, mis manos en el interior de su sujetador. Me invadió una sensación de decepción cuando comprobé que el sujetador tenia relleno y constate que sus tetas eran mas bien pequeñas, pero su tamaño se veÃ*a compensado con sus pezones que estaban totalmente erecto, muy duros, se quedaban enganchados en mis dedos al pasar la mano sobre ellos, esto provoco un gran gemido que se escapo de los labios de Chelo.
Ahhhhhhhhh¡¡¡ ves como nada es lo que parece nunca he tenido mucho pecho.
Ella se separo un poco de mi para facilitarme la maniobra y también para pulsar sobre el botón de pausa del ascensor, creo que nos quedamos parados entre los pisos 4 y 5. Era una locura pero era realmente difÃ*cil poder pensar algo claro en aquel momento además ya eran las 3 de la madrugada y no vive demasiada gente en este nuevo bloque de pisos de las afueras.
- Vamos, no te preocupes. Hace mucho que estaba deseando hacer algo asÃ* y no me voy a parar ahora, estoy demasiado caliente. Dijo mientras terminaba de quitarse la blusa y se soltaba el sujetador con habilidad.
Teniendo en cuenta que mi piso estaba más o menos a medio minuto y allÃ* estarÃ*amos mas cómodos me pareció una estupidez, pero la situación era demasiado excitante como para decir nada y estropear la atmósfera.
-Eres preciosa y me gustas mucho. No se me ocurrió otra cosa que decir, además era cierto estaba preciosa y yo como una moto.
Ahora ya podÃ*a ver sus pequeñas tetas coronadas por dos pezones muy erguidos, también comprobé que tenia un poco de barriguita que se libero al soltar los botones de su pantalón dejándome ver su tanga a juego con el sujetador de floreritas, no se porque pero eso me puso mucho mas caliente aun. Con cada parte del cuerpo que descubrÃ*a me daba cuenta que aquella mujer me volvÃ*a loco y que no renunciarÃ*a a nada para conseguir follar en aquel ascensor.
Chelo se acerco a mi y metió sus manos por debajo de mi camisa que hacia rato ya que estaba suelta, acabo de quitármela y comenzó a jugar con mis pezones, se agacho un poco y mientras con su lengua chupaba uno de ellos, lo que a mi me hizo empalmarme aun mas, deslizo su mano hacia mi bragueta. Paso suavemente la palma de su mano sobre mi polla arriba y abajo un par de veces. En un abrir y cerrar de ojos me encontré con la frÃ*a mano de Chelo dentro de mis calzoncillos agarrándome fuerte. Comenzó a pajearme mientras seguÃ*a besándome el pecho, aquello me iba a hacer reventar en cualquier momento, poco a poco fue incrementando el ritmo y pajeandome mas rápido, yo simplemente me apoye contra la puerta de metal del ascensor, cerré los ojos y me deje hacer, tras unos instantes mi excitación era tal que decidÃ* detenerla porque no querÃ*a que se sintiera defraudada ya que estaba a punto de correrme, pero cuando abrÃ* los ojos pude ver como Chelo se estaba colocando de rodillas, me concentre, intente pensar en otra cosa y sentÃ* un gran calor en mi polla cuando ella se la metió de un solo golpe dentro de la boca. Me chupaba y me pajeaba con una de las manos mientras que con la otra mano se agarraba a mi culo clavándome las uñas, intentando mantener el equilibrio y emitiendo unos sonidos que me ponÃ*an aun mas cachondo. La visión en el espejo que estaba frente a mi de su espalda, sus escuetos pechos moviéndose con cada envite, su pelo revuelto, sus caderas desnudas y sobre todo su pantalón que estaba a esas alturas a mitad de su culo marcado por el pequeño y floreado tanga provocaba en mi una sensación que pocas veces habÃ*a sentido en mi vida. Chelo, entretanto, repasaba con su lengua todo el recorrido de mi polla succionando la punta y después apretando con sus labios se la introducÃ*a lubricándola perfectamente en toda su extensión hasta tocar en el fondo de su garganta para continuar con el mismo proceso pero en sentido contrario. SeguÃ*a chupando incansablemente la punta de mi polla En cada entrada y salida mi excitación aumentaba de una forma exponencial.
- Joder Chelo no se si me podré resistir, es mejor que te detengas. Dije yo como pude con la voz entrecortada. Clásico verdad, pero era asÃ*.
Chelo miro hacia mÃ* sin sacarse la polla de la boca y dio un último lametazo. Después se levanto y se coloco el pelo que tenÃ*a alborotado, me beso otra vez. Yo aproveche y metÃ* mi mano dentro de su pequeño tanga que apenas tapaba su abundante vello púbico. SentÃ* como estaba completamente húmeda, ya que mientras me chupaba la polla se habÃ*a estado masturbando con sus dedos. Deslice mis dedos sobre su peludo coño, jugué varios segundos con su calido vello y por fin alcance el origen de su gran humedad, suavemente comencé a introducir uno de mis dedos, en solo unos segundos comprobé que Chelo habÃ*a arqueado sus piernas intentando hacer mas fácil la penetración, seguÃ* después con otro dedo mas, los gemidos eran espectaculares, ahora ella tiraba del tanguita hacia un lado para dejar al descubierto su poblado secreto y además se habÃ*a bajado un poco mas los pantalones quedándole hasta la mitad de las piernas, no era necesario que yo moviera su mano, ella se frotaba con mucha fuerza, hacia adelante y atrás como intentando que yo metiera todos mis dedos dentro de su empapado coñito, lo que producÃ*a un ruido como de chapoteo, pensé que según lo que habÃ*a leÃ*do muchas veces no era normal que una mujer de sus años no tuviera ningún problema de lubricación pero también hay que decir que ella no parecÃ*a tener esa edad y que se conservaba como una mujer de menos años. Llego un momento que la excitación que ambos tenÃ*amos fue tal que de un golpe le baje su ropa interior y con mi empalmadÃ*sima polla intente penetrarla. Entre lo estrecho del ascensor y sus pantalones era realmente imposible, a pesar de que ella hacia todo lo posible por facilitar el acto, tras varios intentos, posturas increÃ*bles, algún que otro pisotón, etc. Chelo se coloco de espaldas mirando hacia el espejo ofreciéndome su precioso culo. Estaba claro que ella solÃ*a tomar el sol cuando podÃ*a. Se bajo un poco mas el pantalón y ya lo tenia a la altura de sus tobillos, después flexiono un poco las rodillas, en ese momento la visión era increÃ*ble, podÃ*a ver el interior de sus muslos humedecido, el vello mojado de su coñito y el pequeño agujero de su culo que mas tarde probarÃ*a también.
Chelo alargo su mano y me tomo de la cintura acercándome hacia ella, flexiono un poco más las rodillas y dirigió mi polla con su propia mano hacia la entrada de su poblado coño. Con solo situar mi polla en la entrada y con un pequeño empujón sin apenas esfuerzo pude sentir como esta entro completamente, invadiéndome una sensación de placer hasta entonces para mi desconocida.
-Joder¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ que gusto. Grito ella. Levanto un poco su culo para que la penetración fuera completa y yo no tuviera dificultad alguna y empezó a moverse haciendo que sus tetas chocaran contra el espejo y que mis huevos hicieran tope en su jugoso coño. Ya estaba apoyada contra el espejo con su espalda horizontal, esta postura me permitÃ*a tocar sus tetas con una mano mientras que con la otra acariciaba su clÃ*toris a la vez que seguÃ*a follandola sin parar. El espejo me daba la posibilidad de ver su cara mientras yo se la estaba metiendo. Ella estaba fuera de si, su cara sudorosa reflejaba todo el placer que por lo visto hacia tanto tiempo que no sentÃ*a y que me pedÃ*a a gritos.
- Vamos, no pares, no pares, métemela hasta el fondo. Gritaba una y otra vez con el consiguiente riesgo para los dos de que alguien nos fuera a descubrir en una escena propia de cualquier pelÃ*cula porno.
Después de algunos minutos en que la excitación fue creciendo cada vez mas , nuestras fuerzas ya comenzaron a fallar, podÃ*a sentir como sus piernas temblaban, pero a pesar de ello ella seguÃ*a moviéndose sin parar. Yo la sujetaba con fuerza por sus preciosas caderas para intentar conseguir un ritmo que me permitiera seguir disfrutando de aquel polvo increÃ*ble que estábamos echando, pero por mucho que lo intente ella se movÃ*a tan rápido que no pude evitar correrme dentro de su coño.
- Siiiiiiiiiii¡¡¡¡¡¡¡ dámelo todo, dámelo todo no pares. Dijo ella mientras se volvÃ*a hacia mÃ* sonriendo de placer como con un gesto de aprobación y seguÃ*a moviéndose mientras yo apuraba mis últimos envites tras la corrida, lo que no me preocupo mucho ya que sabia que aquello solo era el principio de lo que seria una larga noche.
Sin decir nada y exhaustos nos mal vestimos como pudimos empapados en sudor y sin dejar de besarnos y sobarnos seguimos hacia el piso 6.
-¡¡¡Para¡¡¡, imagÃ*nate que alguien nos vea al abrirse la puerta. Dije yo riendo.
Estaba claro que a Chelo aquello le importaba muy poco y casi me tuve que enfadar con ella para lograr detenerla.
¡¡¡ CLICKN¡¡¡, Piso 6. Ya habÃ*amos llegado. Mas calientes aun que cuando habÃ*amos montado ya hacia casi 30 minutos en el ascensor recorrimos los 10 metros que separaban la puerta de nuestro improvisado refugio y la puerta de mi piso, donde os aseguro que tuve una de las mejores noches de mi vida y por suerte para mi no la única que podrÃ*a disfrutar de aquel dÃ*a en adelante con Chelo, pero eso es otra historia y espero contártela algún dÃ*a a ti personalmente.
 
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