El Voto Importante para Mama - Capítulos 01 al 04

heranlu

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El Voto Importante para Mama - Capítulos 01 al 04


El Voto Importante para Mama - Capítulo 01




Los tacones de Edurne resonaban por el pasillo, había llegado a casa algo temprano de su paso por el local del partido, era semana de elecciones y, al menos, la locura de todo el mes acabaría pronto. Entró en la cocina, donde un silencio tenso se podía apreciar que circulaba entre su marido y su hijo, para nada era extraño.

Desde un tiempo atrás, la situación en su hogar era la misma, tal vez dos años… quizá algo más. Edurne no lo sabía bien, aunque el pasado era lo de menos, porque lo que importaba, era esta semana, ya que su marido, no podía perder ni un voto.

—Toni, —el hombre la miró, mientras ella dejaba con cansancio el correo en la encimera— las encuestas dan un resultado ajustado y me las creo. Tenemos que hacer varias visitas más esta semana para rascar el mayor número de votos posibles y…

—Ojalá perdáis…

Ambos progenitores le miraron, el joven no alzó la vista de su móvil y apenas pudieron ver el cabello desarrapado que llevaba con par de rastas en la zona de la nuca. Todo ese año en la universidad, le había avivado la animadversión hacia el partido que lideraba su padre, pero en época de elecciones, lo estaba expresando con mayor asiduidad.

—¡Esa victoria es la que te da de comer, chaval! —Antonio lo soltó en tono de reproche, pero daba lo mismo de qué forma se lo dijera, no calaba en la actitud del joven.

—Me la suda, sois un grupo de fachas y nada más. La derecha no debería representar a nadie. Da vergüenza.

—Mejor ser un pordiosero y estar fumando porros todos los días, ¿verdad?

Andoni no dijo nada y Toni se levantó de la mesa para dejar su plato en el fregadero, lanzando de paso un gesto a su mujer. Edurne lo conocía muy bien, era el que, últimamente, imperaba en la casa y venía a decir, “¿¡qué coño le pasa a este niño!?”.

—Luego hablamos de todo el asunto —comentó la mujer contemplando que su marido estaba por salir de la cocina. Este asintió y le dio un casto beso cuando Edurne puso la mejilla—. Recuerda, te van a pasar el discurso esta tarde, prepáratelo bien, es fundamental.

Toni volvió a asentir, rascándose el trasero enfundado en su cómodo pijama. Su mujer le echó un vistazo rápido a las pintas que llevaba y pensó con total sinceridad, “si le vieran en casa, ¡no le votaría nadie!”.

Se preparó un plato de comida, escuchando de fondo la respiración de su hijo que hacía como si estuviera solo en la casa, tal vez, en el mundo. Se sentó a su lado, en su sitio de toda la vida, donde de pequeño alcanzaba a darle de comer con su mano izquierda, mientas comía con la diestra.

—Te tengo que volver a comentar…

—No voy a ir. —la mujer no se sorprendió cuando Andoni le cortó con tan mala gana— Ni de broma me vas a ver asistir a esa mierda para que me saquen fotos con todos los fachorros.

—Hijo, las otras dos veces que eligieron a tu padre viniste sin problema. ¿Por qué ahora no?

Esta conversación… mejor dicho, discusión, la habían tenido en varias ocasiones y Edurne sabía lo que le diría, sin embargo, debía insistir, era muy importante hacer ver que eran una familia unida.

—¡Porque era un niño y me teníais engañado! —sus miradas se unieron sobre la mesa, poseían el mismo tono azul en los ojos. Desde siempre a Edurne le gustó que se pareciera a ella— Ahora que puedo pensar por mí mismo, no me engañáis más.

—Pero ¿qué hay de malo en hacerte una foto con nosotros? —la mujer mantenía un tono calmado mientras comía con delicadeza para no mancharse el bonito jersey— Somos tus padres, ¿ya no nos quieres?

—No te vayas por las ramas que nos conocemos, Edurne. —Andoni siempre tenía en casa el ceño fruncido y cuando hablaba con su madre, mucho más. Pese a lo borde que era con ella, nunca la lograba sacar de sus casillas— No me verás ir a un acto franquista de los que hacéis. ¡Nunca más!

—Fascismo por aquí, franquismo por allá, siempre estás con lo mismo. —una sonrisa tierna le salió de la boca— Tu padre por unos pocos años, sí, pero yo, nací en el 78, ni siquiera en la época en la que vivía Franco. ¿Por qué me estás siempre con lo mismo?

—Por qué es lo que sois y os debería dar vergüenza. —cuando no le contestaba a esa pregunta, Edurne solía dejar de escucharle y poner el piloto automático— Y tú, siendo mujer, no sé cómo es posible que estés en un partido que os quiere en la cocina.

—Pues para quererme en la cocina, soy la jefa de la delegación del pueblo. Debe ser que me han dejado salir de vacaciones. —la burla fue clara y aquello hacía que Andoni se pusiera rojo de rabia.

—Ni siquiera te pagan, estás engañada, cegada por papá y el patriarcado. Eres su secretaria y a la vez, la chacha. Deberías valorarte y quererte un poco más.

Edurne soltó una pequeña carcajada, porque la verdad que era imposible que fuera su chacha, ya que tenían una chica que venía a limpiar la casa cada dos días, de eso… Andoni no se quejaba, porque si no le tocaría a él hacer su cuarto.

—Te ríes porque sabes que es verdad. —el joven volvió la vista a su móvil, convencido de que llevaba la razón.

—Si fuera como tú dices, —hizo que el tenedor oscilase en dirección a su hijo y jugueteó mientras retomaba la palabra— una esclava del hombre, del macho que trae el dinero a casa. Si fuera una oveja más del… patriarcado. —la sorna se podía notar a la legua— Si todo eso fuera cierto que… no lo es. ¿Me seguirías odian aunque fuera feliz y fuera lo que yo quiero?

—No te odio, solo que me da rabia que no lo veas. Antonio es un hombre facha con el cerebro lavado, pero tú, con toda la lucha feminista que hay estos días y sigues atada al patriarcado. —hizo un gesto con la boca como si le diera asco— Quiero que seas independiente, poderosa, empoderada…

—Yo ya soy todo eso, hijo. Lo que pasa que como trabajo en un partido que tiende a la derecha no lo quieres ver. Si estuviera haciendo lo mismo en uno de izquierdas, o en el que tú quisieras. Sería tu heroína.

—No lo comprendes, estás cegada. No vale la pena discutir contigo, porque no lo entenderás nunca.

El joven se levantó y la mujer alzó los brazos a modo de rendición momentánea. Aunque algo le pasó por la cabeza y le quiso atizar un poco a su pequeño, no todo iba a ser recibir.

—Y dime, sácame de la caverna, al igual que hizo Platón, por favor. ¿Qué tipo de mujer debería ser? —se dio la vuelta en la silla, haciendo que su coleta rubia hondease en el aire y la golpease la espalda.

—Que te busques un trabajo que te haga sentir realizada, que no dependas del hombre de la casa, que seas tú misma… —la risa de su madre le cortó— ¿De qué te ríes?

—Nada, es que me hace gracia. Para empezar, tu padre y yo somos un equipo y el sueldo lo repartimos a medias, sin mi trabajo no hubiera sido alcalde durante ocho años, eso que te quede claro. Y dos… —qué ganas tenía de soltarle este golpe que tenía cocinado por par de meses— mucho dices del dinero, pero bien que pagas la suscripción a OnlyFans con mi tarjeta, guapo. Ellas me imagino que si son mujeres empoderadas, no como yo, ¿verdad?

El joven se quedó mudo, permitiendo que su corazón se detuviera sobre la camiseta ancha y ajada por el tiempo que le gustaba llevar. No dijo nada y Edurne se giró, comiendo como si nada, con una sonrisa pícara sabedora de su victoria.

Su hijo desapareció de la cocina sin decir más, simplemente, con una rojez que le transformó el rostro en un tomate. La madre había ganado este combate, pero no la guerra, debía conseguir que su pequeño acudiera a par de actos con ellos, mínimo a uno.

****​

La tarde fue un tanto incómoda para Edurne. Estuvo en el estudio de casa durante unas horas, planeando toda la agenda de la semana final de su marido, sin embargo, no se podía concentrar, ya que algo le rondaba la cabeza.

Andoni se encontraba en su cuarto, algo que no era extraño, no obstante, no había salido de allí en todo ese tiempo. En el cuerpo de la madre anidó un pensamiento algo extraño, como si en verdad hubiera herido el orgullo de su pequeño, o quizá, le hubiera hecho daño. No sabía lo que podía ser, pero sí que era cierto, que algo le pasaba a su chico.

Antonio acudió al estudio, dando un beso a su mujer y diciéndola que iría un poco al local del partido para ver qué ánimos se respiraban y, lo que ambos llamaban, enseñar un poco la cara. Debían verle, hablar con él y atender a los ciudadanos que quisieran plantearle tanto sus dudas, como sus quejas.

La mujer asintió y se quedó con la cabeza hecha un lío, tenía demasiadas cosas en las que pensar, pero, únicamente, salía su hijo. Por un lado, porque tal vez se encontraba mal y, por otro lado, por no saber cómo hacer para que acudiera con ellos a algún acto.

Al de un rato, un sonido la sobresaltó. La puerta de su cuarto estaba sonando y trató de fingir que no le había alterado el pecho, lo consiguió, desde que su marido era alcalde, podía mantener siempre un rostro comedido.

—¿Qué pasa, Andoni? —su hijo no la miraba a la cara.

—Quería pedirte disculpas. —aquello sí que la chocó y echó el rostro hacia atrás de puro asombro— Cogí tu tarjeta sin permiso y… no estuvo bien, lo siento.

—Claro, hijo, no hay problema. —se dio cuenta de que la situación era propicia— Pasa un momento, quiero hablar contigo. No hace falta que cierres la puerta, papá ya se fue.

El chico dio unos cuantos pasos con sus pies descalzos, los días todavía eran frescos y más de una vez amanecían con diez grados, pero, por lo general, el verano se estaba imponiendo y con ello, los días calurosos.

Edurne se levantó de la silla, acercándose a la cama y sentándose en esta, para después, palmear con suavidad el edredón y que el joven posara su trasero a su lado. Este lo hizo sin decir ni una palabra, debía estar muy arrepentido.

—¿Qué te pasa, hijo? —el chico no entendió— Me refiero al motivo por el que estás así. Es la primera vez que me… robas… bueno, no quiero usar esa palabra. Es la primera vez que me coges la tarjeta sin permiso. Además… para ver porno, ¿por qué no me dijiste nada?

—No es porno, son otras trabajadoras…

—Ellas sí, pero tu madre no, ¿verdad? —Edurne sonrió de pura burla y Andoni parecía querer levantarse. Su madre le agarró del brazo— Quieto ahí. Vale, tiempo muerto, no hablemos de política. Sabes lo que decía tu abuela, que de política, religión y futbol, no se podía hablar en casa. Siempre creí que tenía razón.

—Pero es que no entiendo cómo sois de…

Los delgados dedos de Edurne volaron en el aire, haciendo sonar sus pulseras y llegando a la boca de Andoni donde acallaron sus palabras. Negó con la cabeza, no le apetecía una discusión tonta sobre ideología.

—Calla, no hablemos de eso.

Retiró su mano y el joven volvió a agachar la cabeza. Fueron unos segundos se silenció, Edurne era capaz de sentir que su hijo estaba débil, vulnerable, lo que no sabía bien era el motivo. Podía ser por haberle pillado con el robo, o… por averiguar, según los cargos de su tarjeta, que era para ver a chicas ligeras de ropa.

—No tendiendo porque no me lo dijiste, ¿pensabas que no me iba a enterar?

—No sé… —alzó los hombros en un gesto muy infantil— No me imaginaba que mirases tus tarjetas.

—¡Pero si soy la que lleva las cuentas de la casa, cabezón!

Un leve capón acertó en la nuca de Andoni que, por primera vez desde hacía mucho tiempo, sonrió al lado de su madre. Edurne le vio receptivo, podía tener una oportunidad para que asistiera al acto, no debía perderla.

—Lo del acto… —pasó una mano hasta donde estaba la de su hijo y la agarró— sabes que es muy importante para el trabajo de tu padre.

—No… —el chico retiró la mano con cuidado, aunque sus dedos meñiques seguían rozándose— No puedo ir, va contra mis principios.

Edurne, contrariada, apretó los labios, esperaba un sí, pero aquello era albergar demasiadas esperanzas. Al menos, no había empezado a alzar la voz y fruncir el entrecejo, no todo estaba perdido.

—Vale, entiendo, pero… si… —la mujer pensaba sin parar y dejó el tiempo suficiente para crear la duda en su hijo— si yo… ¿Te ayudase en algo?

—¿En qué?

—Últimamente, estás más irascible… sé qué te pasa algo, no sé si me lo quieres contar. Pero con esto de robarme la tarjeta, me debes una, ¿no? —el mundo funcionaba a base de deudas y favores, Edurne lo sabía bien.

—¿A mí? No… No me pasa nada… —estaba a la defensiva, su pequeño era muy fácil de leer— Estoy bien, como siempre.

—Ya. Me imagino que esa excusa con tus amigos vale, pero yo soy tu madre y te conozco. Dime lo que sea, no te creas que me voy a enfadar. ¿Puede que sea algo relacionado con las chicas?

Andoni la miró con rapidez, sus bonitas facciones se estiraron por la sorpresa y su madre no pudo hacer otra cosa que reír. Edurne siempre había sido guapa y conocía la importancia que los hombres les dan a las mujeres, en especial, siendo tan jóvenes. Su hijo estaba en plena adolescencia, con cambios y con los diecinueve años recién cumplidos, su cabeza estaría llena de ideas, pero también de chicas.

—No…

—Sí —cortó con rapidez—. Hace mucho que no sé nada de tus novias, o sea que me imagino que no tienes. —el chico negó con la cabeza— ¿Es eso? ¿Hay alguna que te guste y no te corresponda o algo por el estilo?

—No. —suspiró por qué no se creía lo que iba a hacer— No hay ninguna, ese es el problema. Desde hace un año que no tengo novia y desde entonces… —cerró su boca porque no hacían falta más detalles.

—Vaya…, una lástima. Eres un chico guapo, lo digo en serio, no me mires así. Una cosa es lo que te diga como madre, pero de manera objetiva, también pienso lo mismo. Normal… —sacó su mirada más altiva y burlona— te pareces a mí. —el chiquillo sonrió tímidamente a la broma— Soy consciente de lo que puede frustrar la falta de sexo en estas edades. No te preocupes, que para ser una fachorra, entiendo muy bien lo que sientes.

—Edurne, joder… —quiso levantarse, pero su madre puso ambas manos en la cadera y se lo impidió.

—No te vas, no. Mira, Andoni, —mantuvo sus manos en la pelvis del joven, una a cada lado, por encima de los muslos— sé que eres un chico responsable, ahora… algo perdido, pero confío en ti. Te voy a proponer un trato.

—¿Qué? —se esperaba un pacto con el demonio— ¿Cuál?

El chico miraba a su madre casi encima de él y esa inercia sexual, que no paraba de bullir en su interior, empezaba a querer salir. Se imaginaba todas las escenas íntimas posibles y además, en cualquier lugar, sobre todo, en la universidad y en las charlas pro-izquierda que acudía por una chica en especial.

—No pienso decir nada a papá, ¿bien?

El joven asintió, negando a su cabeza que aquella posición derivase a una más sexual. Su cabeza siempre convertía todo en algo sexual. Si no lo remediaba, la cara de su madre se cambiaría por otra y su imaginación se desbordaría.

—Bien, pues eso va gratis, porque, aunque no lo creas, te quiero con todo mi corazón. Ahora va lo bueno, quiero que vengas un día al local.

—No. —se incorporó, más que nada, para no imaginarse más posturas sexuales con su madre tan cerca— ¡Ni de broma!

Edurne esperó que se fuera del cuarto, pero seguía allí, aquello era buena señal, además… mantenía un tono de voz sosegado. En un momento, se volvió a sentar en la cama sin que la mujer le dijera nada.

—Bueno, piénsalo… dale una vuelta, no lo haces por el partido ni nada. Ni siquiera lo haces por la alcandía de Toni. —fue a disparar al corazón— Lo haces por mí, ¿vale?

Le miró a sus ojos azules y el joven aceptó su mirada. Al fin y al cabo, por mucho que hubiera cambiado y estuviera de morros todos los días, seguía siendo su madre.

—Me encantaría que nos ayudaras en esto —prosiguió Edurne—, es el trabajo de tu padre, no es de derechas, ni de izquierdas. Si le podemos ayudar a que lo mantenga, ¿no sería eso bueno? —ante eso Andoni no contestó— Mira, mañana es jueves y voy a estar en el local toda la tarde, hace años que no te pasas y… sería un puntazo para Toni que lo hicieras. Tranquilo, —vio que torcía el rostro de puro desagrado— es solo que te vean y que sepan, que estás con nosotros, familia unida y esas cosas. Estarás casi todo el rato conmigo en la oficina, no te preocupes.

—Me queréis exhibir igual que a un perro… —masticaba la mala idea de ir donde su madre, pero no se había largado de la habitación y continuaba hablando— No… no quiero hacer eso.

El muro de su hijo estaba por caer, se mantenía duro, pero era el momento de dar un leve empujón para que, al final, se decidiera. Edurne no era política, nunca le había gustado ser el centro de atención, pero, no cabía duda, que convencer a la gente, se le daba muy bien.

—Piénsalo, ¿vale? Decide por ti mismo y en forma de agradecimiento… —se acercó a su oído, dándole una confidencia que nadie más en el mundo pudiera escuchar— Te permito que sigas teniendo la suscripción a OnlyFans.

—¿¡Qué!? —la cara de Andoni era un poema— ¿¡Me lo estás diciendo en serio!?

—Tu madre cumple lo que dice. Me parece… —la mano de Andoni se había movido de manera involuntaria hacia su paquete, amasándolo por la idea de seguir disfrutando de aquella página. Edurne lo vio— que eso te gusta mucho.

—Gracias… —murmuró avergonzado sin que apenas saliera aire— Aunque si te soy sincero… no me soluciona mucho. Pensaba que sería mejor, pero… —habló con el corazón— necesito una novia.

La mujer trató de mantener una carcajada que luchaba por escapar, la franqueza de su hijo le había hecho demasiada gracia. El joven tan revolucionario había desaparecido de un plumazo y solo se hallaba su pequeño de tres años que se chupaba el dedo.

—Edurne… —le soltó Andoni avergonzado—, no sé para qué te digo nada.

—No, no, no… todo lo contrario, —le puso las manos encima del pecho y le prohibió levantarse— me ha gustado que te abrieras de esa forma. Hacía mucho que no me contabas algo íntimo. De verdad, me ha encantado.

—Bueno, pues eso… —estaba algo incómodo y con una incipiente erección provocada por su imaginación ardiente, que desahogaría en su página favorita— voy a ir a mi cuarto. Te dejo centrada en tus cosas franquistas.

—¡Qué imbécil eres…! —lo soltó con una sonrisa y separó las manos para que su hijo se pusiera en pie. Aunque antes le quiso añadir una cosa— Se me ocurre una cosa. Ya que el OnlyFans no te soluciona mucho, aunque te lo puedes quedar, eh. Que te parece este trato, ¿si te consiguiera una novia, vendrías mañana al local?

—Eso es imposible. —recapacitó— Paso de que me emparentes con alguna de las hijas de los del partido. No quiero tener una novia mononeuronal. —a Edurne aquella tontería le hizo demasiada gracia.

—Vale, vale… —contuvo la carcajada—, nada de dentro del partido. Aunque tampoco había pensado en eso. —una idea le había anidado en el cerebro, una pequeña llama que iba creciendo en su imaginación— Pero dímelo en serio, si te consiguiera una novia o… alguna chica con la que puedas… ya sabes… aliviarte. ¿Vendrías mañana?

—¿Alguna chica que…? ¿Qué tipo de chi…? —ya de pie, torció el rostro, pero Edurne le cortó.

—¿Sí o no?

La pregunta salió silbando en un aire caliente a través de los gruesos labios de la madre. El aliento le golpeó el rostro a Andoni, pero no se dio cuenta, puesto que su imaginación ardiente de adolescente le estaba dando imágenes de cualquier perversión.

No podía atisbar lo que haría su madre, pero sí que sabía una cosa, si Edurne se proponía conseguir algo… lo haría. Por lo que tragó saliva, sintiéndose intimidado por la mujer que tenía delante y asintió con torpeza para contestar con mucha timidez.

—Sí.
 

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El Voto Importante para Mama - Capítulo 02


Toni no llegaría hasta la noche, por la agenda que manejaba, Edurne sabía que tendría que ir al centro andaluz a ganar unos cuantos votos y siempre que iba… llegaba tarde y con tres vinos de más. “El extra del alcalde”, lo llamaba la mujer.

Sin embargo, aquello le venía de fábula, iba a conseguir aquella noche que Andoni fuera con ella al local, no tenía duda. El joven se había ablandado con la conversación y, a cambio, le había dejado la suscripción, aquel era un buen intercambio, pero la mujer sabía que le debía algo más.

Durante toda la tarde dejó la agenda de su marido, ya la tenía más o menos preparada y no necesitaba muchos más retoques, por lo que se centró en ganar unos pocos votos. Las elecciones iban a estar apretadas este año y cada persona valía su peso en oro.

El voto de su hijo era importante, por supuesto, aunque eso quedaba muy lejos y casi imposible. A unos días de la votación, necesitaba un milagro para que el papelito que introdujera Andoni en la urna fuera el de su partido.

Al menos, conseguiría que fuera con ellos al acto final, donde se harían la foto protocolaria igual que los años anteriores, lo tenía claro. No podían ver una familia rota, porque si no, la pólvora correría y las noticias, sobre todo, en las redes sociales, irían a hacer sangre. No podía perder ni un votante, solo ganar.

—Andoni a cenar —dijo desde la cocina después de darse una larga y relajante ducha.

El joven apareció en la cocina, mirando el móvil y sin hacer mucho caso al mundo, hasta que vio a su madre apoyada en la encimera. Abrió los ojos tanto como pudo debido al asombro y respiró con fuerza por la visión que contemplaban sus ojos, jamás la había visto así.

Edurne se había preparado a conciencia, meditando y planeando por una hora como conseguir que su hijo, cayera a su lado de “la fuerza”. Lo tuvo claro desde el principio, si quería una mujer… una mujer tendría.

Después del agua, corrió a su cuarto, con una toalla simulando un turbante en la cabeza y otra, envolviéndola cómo a una romana. Allí se preparó, sujetador negro de encaje precioso y bragas a juego, con una bata de satén que solo sacaba en ocasiones especiales. No se le llegaba a ver nada, solo la mitad de los muslos y si se ataba bien, nada del escote. No se la ató bien.

Ahora se encontraba apoyada en la encimera con una mano, mientras que con la otra bebía un poco de vino para mejorar su desparpajo. Cuando contempló que su hijo se detenía observando más carne de la que le vio en toda su vida, le sonrió.

—Qué rápido has venido. —su hijo no contestó y ella hizo como si nada— ¿Cenamos?

El chico asintió y se sentó con un asombro que trataba de ocultar, pero era imposible hacerlo. Hacía mucho que no iba con su madre a la playa y no la veía en bikini, lo más cercano en cinco años a verla tanta pierna, fue ese justo instante.

Su madre era guapa, todo el mundo se lo dijo durante muchos años y también otras cosas que no le hacían mucha gracia. Sin embargo, para Andoni, seguía siendo eso, su madre. Era bella y podía aceptarlo en su intimidad, sin llegar a sacar de su boca que, Edurne, estaba buena, pero de allí no pasaba, jamás se sintió atraía por ella.

No obstante, mientras se sentaba, no era lo mismo. La mujer desprendía una sensualidad increíble, con los labios apenas separados y respirando profundamente como si estuviera acalorada. Todo se le olvidó y apenas podía mirar otra cosa que no fuera el escote de vértigo que… ¿Alguna vez había visto? No lo recordaba.

—¿Me has escuchado? —Andoni alzó la vista sin comprender que quería, estaba impresionado por tal golpe a su rutina— ¿Qué si te gusta la tortilla, Andoni?

—Sí, sí, está muy buena. —cerró la boca porque eso quedaba mal.

—¡Pero si no la has probado, caradura! —negó con la cabeza en un gesto demasiado cómplice.

Echó mano de su tenedor y cortó un cacho sin dejar de mirar a su madre, parecía que no lo recordaba, pero Edurne era la misma de siempre y no una de las chicas que miraba a través del ordenador.

La mano de la madre se empezó a rascar en el trapecio, sin dejar de mirarle con esos ojos azules tan penetrantes que tenían un tono grisáceo que Andoni compartía. No decía nada, solo movía la mano empezando a bajarla en dirección al hombro. Tocaba su piel, sí, sin embargo, también rozaba la sedosa tela de la bata y lo que era evidente que sucedería, pasó.

La prenda se empezó a mover, arrastrada por un dedo rebelde que no cesó hasta que se deslizó por la parte baja del hombro, dejando al aire un tirante negro bien tenso que rodeaba su cuerpo hasta sus pechos.

—¡Vaya…! Estoy abobada. —se lo subió de nuevo, pero Andoni ya se había fijado y Edurne, lo sabía— Es que, tanto darle vueltas a que mañana vas a venir al local, que no tengo la cabeza centrada.

—Todavía no te he dicho que sí, —agachó la frente, prefería no mirarla— lo más seguro es que no vaya. Acepté ir, si me conseguías una novia… o algo similar…

—Si no vienes, no sabrás si te la conseguí o no. Además, tengo tiempo hasta mañana a la tarde. —sonrió de manera confidente y el joven no supo interpretarlo.

—¿Cómo vas a tener tiempo? —alzó la cabeza, evitando divisar el espléndido escote y solo fijarse en sus ojos azules. Negó con la cabeza pensando que todo era una broma— No puedes conseguirme, ni una novia, ni una chica en medio día. Te estás quedando conmigo para que vaya, no lo vas a lograr.

—Cuando tu madre se propone algo, lo consigue. Eso ya lo deberías saber.

El silencio volvió a la cocina mientras que Edurne se acomodaba mejor en su asiento y elevaba el pecho para que su espalda se combase. Un crujido llegó a los oídos del joven, aunque no podía prestarle atención, ya que sus ojos, se habían clavado en la forma en que la bata se deslizaba hacia fuera para sacar los pechos a la luz.

—Me duele todo… Estoy hecha polvo, esta vida de esclavitud que llevo… —rio con sorna, pero su hijo estaba tenso— Me vendría de fábula un masaje, de eso no tengo dudas.

El chico alzó los hombros, centrándose en su cena, porque no sabía que más decir. Siempre tenía algo en la boca, una pulla dispuesta para dispararla contra sus progenitores, pero ahora… solo pensaba en no mirar el escote de su madre.

—Te apetece ver luego una película o algo que pongan en la tele, —Andoni no alzó la vista— este mes fue duro, necesito relajarme un poco antes del domingo.

El chico estaba nervioso, una incipiente hinchazón estaba surgiendo entre sus piernas. No se lo podía creer, aquello iba contra la naturaleza. Una cosa era estar cachondo todo el tiempo, incluso escondiendo esa erección bajo los pupitres de la universidad, pero ¿en casa y por culpa de…?

—Bueno… No es una mala idea…

—¡Qué bien! —lo dijo con demasiada efusividad, incluso teatral, pero surtió su efecto.

Andoni volvió a mirarla y Edurne, estaba preparada para ello. Puso ambos codos en la mesa, muy cerca de su plato, elevó su tronco y con las manos apoyadas en las mejillas, apretó un seno contra el otro.

El joven lo vio, porque era para él. Su madre le sonreía ilusionada, mientras que la bata abierta, le mostraba un escote que cada instante se hacía más grande. Al chico le gustaban las tetas… le encantaban, mucho más que los culos. Pero aquella visión… era demasiado.

Algo quebró en su mente, un pequeño muro que caía sin contemplaciones y detrás, se dejó ver la silueta desnuda de una mujer que venía con lujuria desmedida. Se sorprendió al divisar en su cabeza a su madre, aunque… no le desagradó cuando su imaginación la dibujó sin ropa, con un cuerpo delgado y perfecto. El pene le dio el aviso en un espasmo, la tenía dura.

—¿Estás bien? —Edurne preguntó con malicia, sabía muy bien lo que ocurría y lo que ella… le mostraba.

—Sí, sí… es que no tengo mucha hambre… —separó el plato con el trozo de tortilla a medio comer. La tripa le había dado demasiadas vueltas— Tengo que descansar.

—Yo tampoco tengo mucha hambre, te parece si vamos al sofá y seguimos allí. —puso el gesto más erótico que pudo, unido a una sonrisa tonta— Comiendo me refiero. No voy a tirar el sándwich que me queda.

—Vale.

Debería haber dicho que no, pero Andoni no estaba para pensar, ni siquiera se acordaba de Lucia, esa chica tan guapa con su pelo corto de mechas moradas que les alentaba en las charlas. Le volvía loco y en sus orgasmos más íntimos, era la primera que siempre le visitaba en sus coitos mentales. Sin embargo, ahora esperaba su turno detrás del erotismo de Edurne…

El joven se levantó con una timidez desbordante y Edurne esperó con calma que lo hiciera, quería mirar una parte de su cuerpo. No había dudas, el bulto de su pijama no mentía, la tenía dura cómo una espada y algo que sorprendió a la mujer, fue que se veía grande.

—Voy un momento al baño.

La madre le dejó solo en la cocina, para que no le diera un infarto debido a la vergüenza que sufría. Estaba espléndida, feliz y radiante, aquel juego le estaba saliendo de maravilla y podía oler su victoria a pocos pasos.

En el baño se anudó mejor la coleta, consiguiendo que ningún mechón de su cabello se soltase y estropease la vista de sus preciosos ojos. Después, buscó una crema que tenía para masajes, no era nada del otro mundo, pero tenía que ser creíble. Su intención era muy clara.

Para cuando llegó a la sala, su hijo estaba sentado en el sofá y con la manta hasta la cintura, tapando con un cojín la zona de su vientre. ¿Qué escondía? Edurne no se le borró en ningún momento la sonrisa.

—Cielo, —que pocas veces se lo decía y por cómo le miró su hijo, pareció gustarle— me harías el superfavor, qué digo, ¡el megafavor!, ¿de darme un pequeñito masaje en los hombros?

El chico aceptó con un leve movimiento de su cuerpo, quizá no supiera bien si estaba diciendo que sí o que no, pero para Edurne, fue una aceptación.

Se encaminó descalza hasta donde el chico sin emitir ni un sonido. La televisión era la única que sonaba con un programa aleatorio que ninguno de los dos conocía. Serían en torno a las diez de la noche, su marido no tardaría mucho en volver y debía ganar esos votos sí o sí. El tiempo era oro.

Se deshizo del cojín con rudeza, lanzándolo al otro sofá de la sala. No quitó la manta, no quería que el descaro fuera inmenso, sabía gustar y lo discreto era más adecuado. Sin esperar, se dio la vuelta al tiempo que los ojos de su hijo la miraban. No se contuvo, dio un golpe al bajo de su bata y por unas décimas de segundo, sus bragas negras de encaje quedaron a la vista de Andoni.

—¿Qué quieres? —preguntó con la voz ronca cuando la mujer bajaba su trasero con calma.

—Abre las piernas. —fue una orden que resonó en la casa, mientras el chico veía descender su espalda. Andoni obedeció— Un poco más.

Su trasero contacto con la manta que la separaba del sofá y detrás de ella, en su baja espalda, estaba la parte más íntima de su hijo que, evidentemente, estaba dura. Edurne sonrió sin mirarle para que no lo notara, le tenía en sus manos.

—Toma la crema. —le pasó el bote por encima del hombro y después, se llevó ambas manos a ese lugar para hacer descender la bata por su espalda. La tela bajó hasta el enganche metálico donde se unía el sujetador— Un poquito por los hombros, ¿está bien?

El joven cogió la crema con par de dedos, dejando el bote a un lado y tragando saliva por sentir a su madre tan cerca. Era evidente que notaba la dureza de su polla, sin embargo, no le importaba, tal vez por su cachondez perpetua, pero… era lo que menos le interesaba.

—¡Uy! —resopló la mujer al notar la crema sobre su piel— Está fría… me ha hecho contraste con el calor que tengo en el cuerpo últimamente… —el joven apretó sus dedos en ambos trapecios.

—Estás tensionada —fue lo único que añadió, no sabía si estaba en lo cierto, pero debía hablar, si no se pondría más nervioso.

—Mucho… —lo soltó en un suspiro cuando le clavó sus dedos— ¡Eso es…! ¡Apriétame…!

La tripa le dio otro vuelco, igual que una lavadora al centrifugar. Aquella voz, aquella frase… no podía ser tan sensual como le llegó a sus oídos. No conocía esa faceta de su madre, ese tono tan caliente y mucho menos, ese cuerpo esculpido en piedra por Miguel Ángel, aunque… le encantaba.

Continuó con el masaje, a la vez que su pene se sacudía dentro de su pijama y, por supuesto, Edurne lo notaba presionando su baja espalda.

—Lo haces de maravilla. ¡Buf…! Lo necesitaba… —soltó un sollozo algo forzado, no estaba disfrutando tanto— ¡Sigue, cielo…! ¡Lo haces tan bien…!

—Lo que me digas… —fue lo único que le salió al revolucionario chico mientras sus dedos resbalaban por la sedosa piel de su madre.

Estaba cachondo, no lo podía negar y todo por darle un masaje a Edurne ligera de ropa. Era demencial, toda su vida la había visto como una mujer más, pero, en aquel momento, su pene erecto decía una cosa muy diferente. “Tengo que encontrar una novia”, pensó con visible calidez.

—Creo que voy a pedirte que me lo hagas todos los días. —la voz se perdió en los oídos del joven, era pura miel— Espero que no te importe cuidar a tu vieja madre.

—No me importa, mamá. —cuando esa última palabra emergió de sus labios, Edurne sacó un verdadero gemido— ¿¡Te hice daño!?

—¡Todo lo contrario, mi amor! —giró su cabeza y sus ojos azules conectaron, la mirada no era de su madre, sino de una mujer con las ideas muy claras— Mañana… ven… —su tono caliente era el justo para no parecer extraño— Tienes que venir al local. Cuando estés un rato con tu padre y te vean, —el joven seguía masajeando sin poder decir nada— vienes conmigo al despacho. Hablaremos sobre la mujer que te dije.

—Me lo dices en serio. —ardía de placer y necesitaba saberlo.

—Sí. Yo no te mentiría nunca. —volteó de nuevo la cabeza y terminó por preguntar— ¿Me juras que vendrás?

Sus dedos apretaron de nuevo la espalda de la mujer. Estos penetraron en sus músculos y Edurne agachó la cabeza con un gesto que rozaba lo orgásmico. Estaba fingiendo, no era tan placentero, pero la situación lo requería.

Parecía una gata estirándose de placer después de una buena siesta y lo siguiente que hizo, fue muy consciente. Echó su cadera hacia atrás, topando con su baja espalda el pene duro de su hijo. Era grande y parecía gordo, nada mal, y al apretarlo contra su cuerpo, la encantó.

—¡Por dios, hijo! ¡Qué bueno…! —Andoni no sabía a qué se refería, o ni siquiera si todo era real. Parecía que su madre… se le estaba insinuando.

De pronto, las llaves de casa tintinearon a la entrada de la casa. Toni estaba de vuelta, abriendo la puerta con pausa debido a los dos vinos de más que nadaban por sus venas. Dos pasos después, estaba delante de la puerta de la sala. Viendo a su mujer en bata y su hijo mirando la televisión con la vista perdida.

—¿Qué tal, cariño?

Edurne le recibió de pie y dando los primeros pasos hacia él. Antonio no había visto nada más que a su hijo sentado y su mujer de pie en medio de la sala. Nada extraño.

—Bien, muchas preguntas, algunos mayores me han atosigado, pero creo que salí mejor de lo que entré. —alguna letra se le quiso trabar en la lengua.

—No en el tema vinos. —una sonrisa cómplice mientras ocultaba la crema a su espalda.

—Eso no…

—Bueno, yo voy a ir a cama, que estoy hecha polvo. —una mirada rápida a su hijo, Andoni no le quitó la vista de encima— Mañana nos vemos, ¿vale, pequeño?

—Vale, mamá. —su tensión era mayor que un cable de acero y notó, como una gota de sudor resbalaba por su sien.

La pareja se alejó por el pasillo, dejando a solas al chico con una erección monstruosa lista para entrar donde le dejaran. Toni todavía estaba sorprendido por lo que había escuchado y no hizo caso al olor de la crema que manaba de los hombros de su mujer.

—¿Te ha dicho, vale y mamá?

—Eso parece. Hemos pasado una buena tarde. —su voz volvía a su tonalidad habitual— Quizás sea el inicio de una buena relación.

****​

Luego de terminar sus clases en la universidad, Andoni recorrió su ciudad con un rumbo concreto. Llevaba una gorra y gafas de sol, pese a que el día no era tan caluroso como lo sería en agosto.

Al pasar por el escaparate de una tienda, que llevaba acumulando polvo por años, se detuvo. Estaba ridículo, parecía un espía cutre de película mala de la tarde, o peor aún, un pervertido que atemorizaba niños en el parque.

Sin embargo, ¿no tenía algo de pervertido? Había pasado la tarde con una persona en la mente. Ni las clases, ni la visión de Lucia dando uno de sus mítines, podía disipar la imagen que tuvo desde la noche anterior.

Era la de Edurne, con su cabello dorado y esa bata tan corta. Continuaba casi desnuda, enseñando más piel de la que vio el joven en toda su vida y… no podía seguía más, porque las ganas por eyacular borboteaban y la mano, de manera involuntaria, se acercaba a su polla.

—Estoy enfermo… ¿¡Qué mierda hago!?

Estaba desorientado, dos días antes no se le hubiera ocurrido pisar aquel antro de fascistas, pero ahora, estaba yendo decidido, su madre… le había prometido algo y ella, siempre cumplía.

Delante de la puerta se quitó la visera y las gafas, era tan ridículo todo que, incluso, le dio cierta vergüenza. Dentro se agrupaba un buen número de personas, no consiguió ver ni a su padre, ni a su madre y eso que le habían dicho que estarían dentro esperándole.

Recordó el roce de la piel de Edurne, esa voz tan ardiente y, en especial, el escote tan suculento que, por la noche, le hizo vibrar de pasión. Tuvo que suspirar para hacer que su cuerpo lanzara al exterior esos vapores ardientes que le querían consumir. Estaba alocado, debía calmarse un poco, lo que su mente pensaba era mentira.

—Vamos… —se animó dando el primer paso en el interior del local.

Fue pasando al lado de las primeras personas, donde par de ellos le reconocieron y le palmearon la espalda después de decirle que hacía mucho tiempo que no le veían. Era cierto, hacía dos años que no pisaba ese lugar y en los cuatro años de legislatura de su padre, apenas había estado por allí en tres o cuatro ocasiones.

Continuó por la barra del bar, que se extendía en un estrecho pasillo hasta llegar a la puerta que daba al comedor. Ninguno de sus progenitores se hallaba entre todas esas personas que le saludaban y, mostrando su mejor sonrisa, se despidió con cortesía y entró en el comedor.

—Hijo… —la voz de su padre hizo que girara la cabeza. Estaba al lado de un grupo de cinco personas y los ojos de Toni, parecían salírsele de sus órbitas al verle— ¿Qué haces aquí? —daba la sensación de estar más asustado que asombrado.

—Tranquilo, no vengo a joderte nada —apenas lo susurró, pero Toni se dio la vuelta por si acaso lo había escuchado alguien—. Me lo pidió mamá.

—Ya, ya sé… pero no lo esperaba…

El padre echó la cabeza hacia atrás, todo era muy extraño, pero los ojos de su hijo no venían con ánimo de lucha. El grupo con el que conversaba, le estaba observando y cogió por el hombro a su hijo para que se acercara.

—Este es mi hijo, Andoni. —todos le saludaron— Viene a… —por un momento dudó si no se llevaría un comentario que lo dejase en evidencia. Se atrevió— a apoyar a su padre.

—Exacto.

Toni suspiró aliviado y su hijo se metió en la conversación cómo uno más, tratando de entrar en temas que no tuvieran nada que ver con la política y asintiendo con una falsa sonrisa a todo lo que olía a derechas. Para el joven, todo.

Fueron veinte minutos en los que Andoni sonreía lo mejor que podía y su padre, hablaba maravillas sin parar de su hijo con un orgullo que nunca le había visto. Estaba emocionado por verle allí y se sintió que, realmente, eran una familia.

Sin embargo, no lo estaba pasando del todo bien, su parte más airada estaba con ganas de salir, tanto comentario que no le gustaba y esa sonrisa falsa puesta a los fachas, le estaban volviendo loco. Estuvo muy cerca de decirle a Toni que se marchaba, que no aguantaba más, sin embargo, una mano tocó su espalda.

—No me has avisado de que ya estabas aquí.

Su madre estaba detrás de él, con unos ojos radiantes y unos labios pintados que dibujaban una preciosa sonrisa. Andoni la escrutó de arriba abajo sin cortarse. Iba con un vestido estampado, acorde con el tiempo que hacía fuera, y sus piernas, bonitas y esbeltas, estaban coronadas por unas sandalias de cuña que lucían perfectamente su figura.

—Llegué hace un rato. —Edurne echó un vistazo alrededor, imaginándose que Toni había hecho su trabajo— ¿Cómo decías…? ¿Ya te han expuesto igual que a un perro? Algo así era, ¿no?

La felicidad por ver a su madre quería aflorar, olvidándose de todos esos minutos en el “local franquista”. Le costó, aunque cuando echó un vistazo al escote en cuadrado, de qué manera el vestido le estrechaba la delgada cintura y el vuelo de la falda, titubeó, llegando a sacar una media sonrisa.

—Algo así…

—Toni —su madre habló por encima del murmullo—, te robo un poco a nuestro hijo, que parece cansado. Vamos un rato al despacho.

El hombre asintió satisfecho y Edurne reparó en todas las miradas que había en el bar del partido, iban dirigidas a su marido y todas portaban gestos de alegría. La visita de su hijo, sin duda, había surtido el efecto que se esperaban. Perfecto.

Andoni siguió a su madre con un leve nudo en la garganta. Se sentía estúpido con semejante sentimiento, pero era cierto que no había sido capaz de quitársela de cabeza desde la noche anterior. Si cerraba los ojos, podía ver esos dos pechos abrazándose dentro del sujetador negro y aquello… le hacía temblar.

Se metieron por una puerta que conducía a un estrecho pasillo por donde Edurne caminó en primera posición. Era un paso de modelo, casi de pasarela, el joven observaba sus piernas y esa coleta rubia danzar de un lado a otro de manera hipnótica.

Al final, la visión se le cortó, porque su madre se giró hacia la izquierda, deteniendo el sonido de las cuñas de madera y alzando en su mano, un pequeño manojo de manos, que se introdujo en la ranura. Cuando lo hizo, le miró fijamente y sonrió.

—Has venido —le dijo cuándo atravesó el umbral, después, cerró la puerta—. Me lo esperaba, sabía que no me fallarías. —no era el mismo tono erótico de la noche anterior, aun así, Andoni estaba nervioso.

—Te lo prometí, ¿no?

—Sí, —se acercó a su hijo, cogiéndole de la parte baja de la espalda y llevándole hasta su escritorio— y yo también te prometí algo. Siéntate.

—¿Es tu escritorio? —la mujer asintió. Era una mesa amplia, que ocupaba una buena parte del cuarto, con estanterías a la espalda y una silla cómoda con cuatro ruedecillas donde Andoni tomó asiento.

—A ver… déjame ver. —su madre le giró a un lado y a otro, inspeccionándole de la misma manera que haría una médica— No sé… estás cambiando un poco… te veo con un poco tono facha, ¿no?

—Pues me levantó ahora mismo y me voy, ¡eh!

De pronto, se encontró riéndose delante de su madre, que seguía de pie, delante de él, con ese porte tan bello que no sabía cuándo había adquirido. Un día atrás, era una mujer normal y corriente, sí, podía aceptar que era guapísima, pero hasta ahí, ahora… era muy diferente.

—Qué bien te has portado. —anduvo por encima de las baldosas haciendo un leve ruido con sus cuñas que opacaban el rumor venido del salón central— Eso, se merece un premio, ¿a que sí?

—No sé, supongo…

La madre se colocó a su espalda, la cabeza del chico le llegaba justo a sus tetas y bajó las manos para palparle los hombros. El chico se movió en un espasmo, estaba demasiado tenso, pero… ¿Por qué? ¿Qué debía temer o esperar? Únicamente estaba con su madre.

—Hacía mucho que no me hacías este caso. —sus dedos apretaron la misma zona que le masajeó su hijo la noche anterior— Me ha recordado a cuando eras un retaco y me seguías a todos lados. Siempre… —se inclinó, y los pechos le tocaron las rastas de la nuca, después, los labios de Edurne lo hicieron en su cabellera— metido entre mis piernas. Bajo mis faldas.

Apretó a conciencia y sin querer, Andoni soltó un silbido ardiente que se salió de lo más hondo de su alma. No sabía lo que ocurría, el tono de Edurne se había vuelto tan caliente que le recordó el día anterior en la sala. Otra vez sentía una picazón en su entrepierna que clamaba porque su herramienta se alzase con todo su poder. No podía detenerlo.

El masaje siguió y el tacto de esos senos en su nuca, le provocó que cerrara los ojos para mantener la cordura y no darse la vuelta para mirarlos. Si era necesario… incluso rezaría. Pero no hizo falta, porque la locura vivía instalada en esas pequeñas paredes y no era obligatorio esconderla.

Edurne le volteó en la silla, estaba contra las estanterías y el joven tuvo que abrir las piernas para que no chocasen contra las de su madre. Le miraba desde una posición más elevada, superior, divina, una mujer con todas las letras, mucho más peligrosa que las que veía por la pantalla y además… real.

—Has cumplido tu palabra —hablaba en susurros—, viniste por mí. Es un favor que ya sabes que yo siempre pago. —los ojos brillaban con fuerza debido a los dos focos del techo. Andoni estaba temblando, no sabía qué pasaría, pero era sabedor… de qué algo ocurriría— ¿Qué te dije? Que te conseguiría una novia o algo similar, para aliviar tu pesar, ¿no?

—Eso es —apenas fue más que un suspiro.

—Edurne Palacios siempre cumple su palabra. —un guiño coqueto que siguió a una sonrisa que mostraba sus níveos dientes.

—¿Y quién es?

—Bueno… eso es un secreto… —la madre parecía estar jugando y aquello la encantaba— Déjame sentarme un poquito, que te lo digo al oído.

Andoni apenas entendía a donde se refería, pero no tardaría en descubrirlo. Su madre se recogió un poco el vestido estampado donde predominaba el color azul y se giró un poco. Al momento, cayó sobre la pierna derecha de su pequeño, de haberlo hecho en la izquierda, hubiera notado su polla al borde de la completa erección.

—Lo siento… —le dijo con una mueca lasciva cuando su hijo suspiró— espero no haberte hecho daño, mamá solo quiere darte todo lo contrario.

—No pasa nada. —las manos le sudaban y cada músculo lo tenía en tensión.

—Antes de decírtelo, —pasó una mano por la nuca del joven y la otra la posó muy lentamente sobre el vientre— me gustaría decirte lo feliz que me has hecho viviendo hoy. Es muy importante para todos, para ti también, la familia siempre tiene que ser lo primero. —se acercó con más lentitud y le plantó un beso húmedo en la mejilla. El rubor del rostro de Andoni era notable— Desearía que vinieras a la foto y también, que votaras con nosotros el domingo.

—Mamá…

—Cielo…, —la mano del vientre ascendió hasta tocarle los labios— no me contestes a eso ahora, tendrás tiempo de decirme que sí. Solo te quiero recordar, que si tú haces cosas por mí, mami las hará por ti. —era un tono confidente que hacía perder el norte al muchacho. Asintió con ganas.

—Yo… —tragó saliva, pero estaba seco— también cumplo mi palabra.

La mueca en la cara de Edurne era un poema, una insinuación de todo lo que pensaba. Una marca rojiza le recorría la cara de lado a lado. Aunque lo que más le importaba a Andoni, eran esos dedos de la mano derecha de su madre, que pasaron de estar en su boca a simular que caminaban cuesta abajo por su cuerpo hasta pararse en el pantalón.

—Eso que me dijiste ayer. —negó con la cabeza y un dulce aroma de su perfume le obnubiló— No me gusta que no te puedas aliviar como debes. —los dedos bajaron un poco palpando el botón del vaquero— ¿Sabes que he aprendido de la política? —el chico no contestó, respiraba con celeridad mirando los dedos— Que hay que darle al pueblo lo que quiere.

Dos dedos se posaron en el centro de su entrepierna, palpando una dureza que nada más empezaba a elevarse con furia. Andoni abrió la boca del asombro y el calor que desprendía toda su alma, estaba desatado de lujuria y no le importaba la sangre que les unía.

Contempló con un corazón frenético, el momento en el que el dedo índice y corazón de Edurne, empezaron a caminar por encima de su polla erecta, hasta que llegaron, en un recorrido interminable, a la punta. La mujer no dijo nada, solo mostraba una mueca de felicidad silenciosa.

—¿Y no debería aplicarme eso mismo para nuestra casa? —se separó del joven poniéndose de pie enfrente de él— Si mi hijo necesita algo y además, se porta tan bien…

Las rodillas se le doblaron, las sandalias de cuña se perdieron de la vista de Andoni y solo quedó la mitad del cuerpo de la mujer. Posó las manos en los muslos abiertos de su hijo, pasándolas con fuerza para que notara su caricia y al final, las subió ante la atenta mirada del muchacho.

—¿No debería darle el premio que se merece? —sus dedos manejaron con suma destreza el vaquero, sacando el botón y después, la cremallera que pareció reverberar en el silencioso despacho— Hoy te has ganas liberarte un poco de tu carga.

—Pero… ¿¡Mamá!?

Trató de que sonara una queja, pero no se movió cuando la mano de su progenitora se introdujo dentro de su ropa interior y sacó una escopeta que tenía un poco de líquido adornando la punta.

Edurne abrió los ojos, era grande, se imaginaba por la noche anterior, que su hijo calzaba algo bueno, pero no esperaba que fuera algo tan magnífico. No se relamió porque hubiera mostrado demasiado sus sentimientos, lo que sí que hizo, fue sonreír a su pequeño mirándole fijamente a los ojos.

—Cuantos más favores me hagas, más te devolveré.

Andoni se aferró a los reposabrazos de la silla como si estuviera a punto de caer por una montaña rusa. ¿El motivo? Muy sencillo, su madre, sin dejar de mirarle con esos ojos azules, había abierto la boca, para después… hacer desaparecer su polla en el interior.

—¡¡AAHH!! —gimió en un volumen demasiado alto para el silencio que imperaba.

—Hijo, —Edurne, se sacó de la boca la babeada polla y un hilo de saliva se quedó uniendo los labios a la punta— más bajito, o tendré que devolvértelo en otro momento. —puso sus gruesos labios muy cerca del glande y lo besó— No quieres eso, ¿verdad?

—¡No…! ¡No…! ¡No…! —estaba sorprendido, alarmado y cachondo. Una ensalada de sentimientos que no podía esconder.

—Voy a darte rápido tu recompensa. Te la mereces.

Dicho y hecho. Volvió a introducirse en la boca semejante cacho de carne, lamiendo, succionando y besando con unas ganas que Andoni no había conocido nunca. Había tenido dos novias duraderas que le habían afilado el sable, pero una cosa era aquello y esto… era el extremo opuesto.

La mano de Edurne le ahogó el capullo, empezando a bajar y subir la piel sin separar su boca del pene. Estaba en la gloria, en un paraíso terrenal, en medio de aquel bar que, él llamaba, “de fachas”.

Los huevos le ardieron y un sentimiento refrescante le nació en la garganta, cuando contempló de qué manera le miraba su madre. El cerebro le cosquilleaba y las ganas de tensar su cuerpo y sacar su esencia llamaban a la puerta.

—¡No lo soporto…! —sollozó entre dientes.

—Pues no lo soportes —contestó con unos labios brillantes y húmedos por la saliva. Aunque lo más bonito para el joven, era que, el color rojizo que se había puesto, estaba quedando marcado en su polla.

La mano siguió masturbando al chico, que sabía que no había retorno posible, de un momento a otro, explotaría en mil pedazos de placer. Pero su madre no iba a dejar que fuera una simple mamada más, quería que fuera épica.

Alzó la mano que tenía liberada, buscando el reposabrazos derecho, donde la extremidad de Andoni se aferraba con fuerza. La cogió sin que este se diera cuenta y se la llevó a la perfecta coleta que coronaba su nuca.

—Date el gusto.

Retomó la mamada, esta vez sin manos, mientras que su hijo, con algo de timidez, le llevaba el ritmo agarrando su cabello igual que si fuera la correa de una perra. Abrió la boca, formando un círculo de placer por el que pasaban cantidades enormes de aire. Entonces, fue que lo sintió.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —dijo sin parar, levantándose de la silla cuando un latigazo de placer le sacudió la espalda— ¡Me corro…! ¡Me corro…! —trató de avisar tan bajo como le fue posible.

Edurne estaba pletórica, viendo cómo su jovencito estaba sumido en un placer que le traería obediencia plena. Se había ganado aquello con creces, con solo ver las caras de todos los que estaban tomando algo en el bar, había valido la pena.

Por lo que, se llevó una mano a su coleta y asió la mano de su hijo que seguía agarrándola. No se cortó e impulsó su propia cabeza contra la polla de Andoni. Sintió de qué manera, semejante rabo, se quería hacer hueco en su garganta y cómo, el chico, la copió haciendo fuerza para meterle todo lo que disponía.

Al final, entró. La polla se metió unos centímetros y después de un “Uuhh” sostenido de Andoni, Edurne notó una carga caliente que la hizo feliz.

—¡Qué bueno…! ¡Ah! ¡AAHH! ¡Qué puta corrida!

Se cayó hacia atrás, topando con la silla de ruedas que corrió unos centímetros hasta chocarse con la mesa. El joven respiró agitado, con un pene perfectamente limpio y su madre todavía de rodillas con la boca cerrada.

No podía mirarla, sus ojos le pedían dormir para siempre, había sido la mejor felación de toda su vida y se la había hecho… su madre. ¡Su propia madre!

—¡Joder…! —masculló sorprendida después de un lapso— ¡Menudo cargamento! Poco más y me ahogas.

—¿Te la has tragado? —aquella pregunta era surrealista, pero necesitaba saberlo.

—¡Por supu…!

Dos golpes en la puerta la cortaron. Rápido se pasó una mano por la boca por si alguna gota traviesa quedaba a la vista, mientras que su hijo, con las piernas temblorosas y el alma desatada, trataba de guardarse una polla que permanecía dura.

—¿Sí? —preguntó Edurne con el sabor de Andoni en su garganta.

—Cariño, soy yo.

Toni abrió la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, observando la felicidad de su mujer y a su hijo sentado en la silla de su madre.

—¡Hijo! —alzó los brazos con toda su alegría— ¡Gracias por venir! La gente no me deja de decir, que buena familia hacéis y cosas por el estilo. Esto nos va a dar un plus. —acarició el hombro de su esposa y esta le devolvió una sonrisa lechosa— Chico, ¿estás bien?

Ya tenía todo guardado, pero su rostro estaba encendido debido al calor. El rubor era notable, parecía un tomate maduro listo para ser recogido, cualquiera podía verlo. Edurne salió en su defensa.

—Tiene mucho calor. —una mirada cómplice que, el joven, lo vio del tono inoportuno— Me recuerda a cuando los demonios entran en las iglesias en una de esas películas, que empiezan a quemarse. ¿Crees que le pasará lo mismo?

—¡Seguramente! —sentenció su padre empezando a reír junto a Edurne.

—Bueno… —siguió la mujer instantes después— Es hora de irse, Andoni. Tengo que trabajar un poco más. Tu visita ha sido lo mejor que nos ha pasado en todo el año, no te quepa duda. Tú también te lo has pasado bien, ¿no?

—Sí… —la realidad superaba a la ficción y con unas piernas que chillaban de placer, se puso en pie para despedirse de sus progenitores— Muy bien.

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heranlu

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El Voto Importante para Mama - Capítulo 03


Andoni no se podía creer lo que había ocurrido y en la universidad estaba más perdido que el día anterior. Las elecciones estaban cerca y su madre le había hecho olvidar todo, solo era capaz de recordar la mirada lasciva de Edurne mientras le depositaba su semen en la garganta.

Era una locura, una completa aberración, de la que… estaba encantado. Era muy consciente de que aquella mamada, fue la mejor de su vida y le iba a dar para infinidad de pajas nocturnas.

Todavía no había hablado con su madre, se metió en cama según llegó a casa y ahora, había llegado para comer, pero todavía no se había cruzado con ella. Estaba sentado a la mesa con su padre, que le hablaba del verano que le esperaba al Athletic, era su vía de escape en sus momentos de estrés.

—A ver si hacen algún que otro fichaje. —el adulto miraba el móvil, pendiente de las últimas noticias— Necesitamos algo arriba.

—Pero no hay nada, papá. —a Andoni le gustaba hablar de futbol con Toni, era en lo poco que coincidían— ¿A quién vas a fichar? No hay ni un delantero vasco disponible.

—Aunque sea de segunda o tercera… algo tienen que sacar. —al chico le sonó su móvil y lo miró de refilón, no esperaba que nadie le hablase— No damos pie con bola arriba, llegamos, llegamos y…

Sus oídos se cerraron cuando vio quien era la que le mandaba el mensaje. Ponía mamá, en la pantalla, pero… ¿Por qué? Edurne estaba en casa, ¿se habría equivocado? Para nada.

Toni seguía hablando de todos los jugadores fichables para su equipo, pero el joven no podía atenderle, porque tenía demasiadas ganas de desbloquear el móvil y atender a la mujer que le hizo semejante mamada.

—¿Has pensado lo de venir a hacerte la foto?

—¿Crees que es un buen jugador? —su padre le cortó la lectura.

—Eh… no sé… es que… —contempló la conversación con su madre y tuvo que reflexionar rápido— Estaba leyendo una cosa que me han pasado de la universidad, tema de los exámenes.

—¡Ah! Sí, sí, lee tranquilo. Luego comentamos.

La conversación con su madre seguía abierta y arriba ponía que estaba en línea. Movió los dedos pulgares con nerviosismo, sin saber muy bien qué decir. La locura del día anterior, le había causado un desvarío en su mente y deseaba repetirla, pero no sabía la forma de lograrlo.

“Si me niego otra vez… podría repetirse, pero si lo hago como favor… tal vez, también”, meditó raudo mientras su padre masticaba con la vista puesta en el móvil. Al final, se decidió por seguir cabezón igual que siempre, si la primera vez había servido, pues… debería volver a pasar, ¿no?

—No me apetece. —según lo envió, vio el tic azul— Una cosa era apoyaros en el bar, pero salir en una foto para que todos me puedan ver eso ya…

—Yo creo que vas a venir, eres un buen hijo y no fallarías a tu madre. —Andoni no sabía que contestar y su progenitora, siguió— Es más, me parece que vas a acabar votando a tu padre, eso sí que sería lo más bonito que podrías hacer. Me haría tan feliz.

Lo último lo leyó con esta misma voz erótica que le puso el día anterior, un tono meloso que endulzaba su sexo de una manera fantástica. El pene le dio un aviso, sabiendo que Edurne, era mujer de palabra y si la hacía feliz… luego se lo devolvería.

—¿¡Votar a papá!? Va contra mis principios, no puedo votar a un partido facha.

—Empecemos por la foto. Es esta tarde, sobre las ocho en el muelle. ¿Vendrás por mami? —unos iconos de pena llenaron la pantalla y el joven tragó saliva igual que su madre hizo con su semen.

—No sé… —su polla repiqueteaba bajo la mesa donde también comía su padre— Tengo que pensarlo.

—Ahora te daré algo para que digas que sí.

El corazón se le encogió mirando la palabra “ahora”, estaban en casa, alzando la cabeza, podía ver a Toni, justo a su lado. ¿Qué se le iba a ocurrir a Edurne?

Dejó el móvil con un nerviosismo latente que se hacía más notable con la espera. Apenas habían pasado cuatro minutos desde que leyó la última frase de su madre, que esta apareció por la puerta de la cocina.

—¿Estaban ricos los espaguetis? —soltó con alegría nada más hacer acto de presencia.

—Muy buenos, cariño. Esa salsa que te sale es única.

La mujer anduvo con los pies descalzos por las baldosas de la cocina y Andoni, la siguió con la mirada hasta que llegó a la encimera detrás de la vista de su padre. Cogió un vaso de agua y se dio la vuelta, apoyando su espalda contra el mármol y contemplando fijamente al joven por encima de su marido.

—Pues lo que te decía, hijo —siguió Toni—. Yo creo que el año que bien puede que sea el nuestro.

—Puede ser… Sí… Quizá…

Apenas podía decir más, porque estaba mirando por encima de su cabeza, justo a los ojos de su madre. Estaba con el pelo rubio suelto, una camiseta de pijama algo holgada y unos pantalones cortos que enseñaban la mitad de los muslos. Estaba feliz, muy feliz… su rostro era una mueca de felicidad absoluta.

—La cosa es el dichoso delantero… —proseguía Toni mirando al móvil— Solo con eso o con un tío grande que rematase, ya estaría.

—Pienso igual…

Volvió a comentar el joven automáticamente sin pensar, observando de qué manera su madre, le hacía con una mano el gesto de una foto y después, asentía con esa sonrisa. El chico no pudo ni moverse, estaba atenazado por lo rara que se había vuelto la relación con Edurne y porque… su padre… estaba entre ambos.

Fue entonces que lo vio. Su respiración se cortó cuando observó una de las manos de su madre agarrando el bajo de la camiseta blanca. Empezó a subirla, Andoni no podía ni parpadear, miraba perplejo el vientre de la mujer saliendo a la luz y justo delante, su padre hablándole de futbol.

No se detuvo, sino que siguió alzando ese trozo de tela, hasta que el joven atisbó el comienzo de unos senos que no eran precisamente pequeños. Se relamió por dentro, sintiendo cómo en el interior de su calzoncillo, algo agrandaba de una manera tan veloz que necesitaba liberarlo.

La sangre fluyó en oleadas hasta su polla, poniéndola enorme, al tiempo que Edurne, subía con suma alegría su camiseta. No dejaba de sonreír y tampoco cambió el gesto, cuando ambos senos completos, salieron a la luz.

La cabeza le estalló en mil pedazos, las tetas de su madre estaban al aire, jugosas y esponjosas mientras ella se reía en silencio como si fuera un juego. Las movió en el aire, de un lado a otro, justo por encima de la cabeza de Toni, que seguía hablando del futbol. Aunque a Andoni, lo que más le sorprendió, fue que no pudo ver los pezones.

En ambos senos, había una pegatina que tapaba cada pezón, en la medida justa para que no se viera ni un milímetro de la aureola. Conocía bien esos dibujos, eran las pegatinas que el partido repartía en época de elecciones y ahora, las tenía puestas en sus tetas.

—¿¡Te imaginas llegar a Champions!? —seguía su padre ajeno a lo que ocurría a su espalda— Si tuviéramos uno que nos garantizase goles, al menos, otros diez por temporada, estábamos arriba seguro.

—¡Seguro! —repitió el joven al borde de babear.

Edurne las bajó, gozosa de saber cómo le estaba poniendo a su hijo. La foto estaba en sus manos, pero le iba a dar un premio, Andoni debía enterarse de que los favores se devuelven y ella, lo hacía con creces.

Se giró sin dejar de mirarle, mostrándole su trasero embutido en ese pantaloncito corto. El chico se decepcionó al dejar de ver los suculentos pechos, pero pronto se volvería a alegrar.

Sin vergüenza alguna, la mujer introdujo ambos dedos pulgares en la goma de su pantalón y con una sonrisa eterna, lo empezó a bajar mientras su marido tenía la vista en el móvil y… hablaba y hablaba.

Andoni tragó saliva, tanto que por poco se atraganta, teniendo que lanzar un tosido cuando el trasero de su madre estaba saliendo por completo. Su padre le miró y el joven desvió por un segundo su vista del gran culo. Cuando Toni se cercioró de que estaba bien, oteó de nuevo las tremendas nalgas de su progenitora que no aparentaban estar cerca de la cincuentena. Edurne todavía se cuidaba y eso, se notaba.

En el momento que los dedos se detuvieron, parando el pantalón a la mitad de sus muslos, al chico por poco le da un infarto. Su mano fue rauda bajo la mesa a agarrarse una polla que quería eyacular con fuerza y la espachurró como si tratase de rompérsela.

Edurne reía en silencio mientras que su hijo veía el espectáculo. Volvía a tener una pegatina, esta vez en su pelada vagina, era más larga y le tapaba todo el contorno. Ocultaba su mayor tesoro, la deliciosa entrepierna de la mujer, pero por curioso que pareciera, el muchacho desvió su mirada hacia otro lugar.

Andoni miró su culo, esas nalgas abiertas que mostraban algo morado que estaba incrustado en su ano. El corazón le dio un vuelco, era algún juguete, no tenía dudas y aquello, por poco, le nubla la vista.

—Cariño, ¿tú qué piensas? —preguntó Toni alzando la vista de la mesa y provocando que Edurne tapara su culo.

—¿Sobre qué? —la mujer volvía a estar vestida y se adelantó un paso para poner las manos encima de su marido.

—Sobre el Athletic. —subió sus dedos hasta los de su mujer, rozando su piel y también el anillo de compromiso que lucía con un pequeño diamante.

—Que nunca me ha interesado el futbol y tampoco lo va a hacer ahora —lo dijo con alegría, mirando a su joven hijo mientras le plantaba un beso en la coronilla a su marido—. ¿Sabes lo que sí me interesa? ¡Que tu hijo va a venir luego con nosotros a hacer la foto!

—¿¡Qué!? —los ojos de Toni se iluminaron— ¿¡De verdad!?

—A ver… —podía notar como algo de líquido ardiente ya salía de su punta— No he dicho que sí, mamá…

—Pero estás cerca de hacerlo. —un guiño de Edurne muy poco oportuno que Toni no fue capaz de ver— Confío en ti.

Toni se levantó con una sonrisa, tratando de estirar unos viejos huesos que crujieron sonoramente. El hombre llevó su plato al fregadero y le dio un agua mientras los otros dos se miraban.

—Maravillosa noticia, yo también confío en que vendrás. —lanzó un vistazo a su mujer y añadió en tono de broma— Seguro que tu madre acaba regalándote algo como cuando eras pequeño y aprobabas todo. —Edurne rio de manera forzada, pero le salió de lujo. Toni se acercó a su mujer, que mantenía aquella cosa morada metida en lo profundo de su culo— Voy a echarme una siesta, ¿luego me despiertas, cariño?

—Sí, quizá yo también voy al sofá un poco. —le dio una caricia en el brazo y vio cómo daba los primeros pasos para salir de la cocina— Hijo, limpia esto, por favor. Luego hablamos sobre el tema, la hora de la foto y los demás detalles.

—Pero…

La mano de su madre se fue a sus propios labios y Andoni silencio su protesta. Cuando salió su padre por la puerta de la cocina, anduvo con calma hasta donde el joven y se inclinó para susurrarle en el oído.

—En media hora, —el tono confidente y erótico, le hizo al joven amasarse su polla hasta el punto de que con una sacudida, se correría— te aviso y hablamos de los detalles.

****​

La espera fue angustiosa, habían pasado más de treinta y cinco minutos, y las tres y media se acercaban al reloj. Sentado en la cama, estaba sudando sin saber cuándo le llamaría su madre o le mandaría un mensaje.

Al final, la puerta se abrió con un ruido muy tenue, el joven alzó la vista nervioso y allí, entraba su madre. Apretó las manos, clavándose las uñas sobre la tierna piel, mientras que, Edurne, se adentraba en el cuarto con la misma ropa que antes.

—¡Ay…! ¡Esa foto…! Te tiene en un sinvivir —lo dijo en un tono bajo y Andoni, se imaginó que lo hacía para no despertar a Toni.

—¿Por qué le has dicho a papá que voy a ir? No te he dicho que sí en ningún momento.

—Sé que lo vas a hacer. —puso los brazos en jarra delante del chico y le pareció un monumento de mujer— Y no lo dudo ni por un momento.

—A ver, mamá…

—No sabes lo que me gusta que me llames mamá. —la mujer simuló un estremecimiento que le salió muy bien— Hacía muchos años que no me lo decías tantas veces. Dime, —se inclinó y su rostro mutó a uno más felino— ¿se debe a la chupada de polla que te pegué ayer? Acabaste temblando.

Un escalofrío tremendo le recorrió el cuerpo. Airear semejante acto impuro era una cosa que su cuerpo apenas podía asimilar, aunque su polla… lo asimiló muy bien.

—¡Eh…! Yo… —no sabía qué decir, incluso la boca la sentía pastosa.

—Mamá te cuida, recuérdalo. —se dio la vuelta y se dirigió a la mesa de estudio que usaba el joven para los temas de la universidad— Ahora ven aquí, me tienes que ayudar en una cosa.

Edurne sacó un bote que llevaba en la cintura del pantalón, dejándolo encima de la mesa y viendo por encima del hombro, que el joven se acercaba. Apoyó un antebrazo en la madera, para después, coger de la camiseta al chico que ya estaba a su lado y hacer que estuvieran piel con piel.

Estaba a un lado, con el pene erecto dándole en la cadera. Edurne se relamió, sabía lo que venía y le apetecía bastante, ver el pene de su hijo, tan grande y gordo, la idea en su mente la encantaba.

—No tenemos mucho tiempo, en una hora nos tenemos que empezar a preparar para la foto. Es indispensable ir un buen rato antes y estar allí para hablar con la gente. Ya sabes cómo funciona. —le cogió una mano y se la llevó a la cintura— Bájame el pantalón.

—¿¿¡¡Cómo!!??

—¡Hazlo! —sentenció la mujer sin borrar la sonrisa.

Andoni quería hacerlo, sin embargo, no podía dejar de sentir esa sensación de incomodidad por estar viéndole el culo a su madre. Aun así, se le borraría pronto, puesto que mientras la prenda se deslizaba, prácticamente sola por las nalgas, el juguete de color morado salía a la luz.

—¿Esto? —Andoni lo miró con curiosidad.

—Una cosita, un juguete que suelo usar… —la polla del chico saltó de alegría— ¿Has visto las pegatinas? Están chulas, ¿a que sí? —fue a preguntar, pero la madre se adelantó— Te quería hacer saber lo que podrás tocar si vienes el domingo y nos votas. Es el premio final.

“¿¡Qué premio!?”, se dijo el joven. La pregunta era tan estúpida, que menos mal, no salió de su boca. Su madre le volvió a mirar y cogiéndole la mano, se la llevó al juguete que estaba en su ano.

—De momento, las pegatinas no las puedes tocar, no te vayas a convertir en un facha. Cuando votes… veremos si tus dedos llegar a quitarlas. —un gesto lascivo, coronó un beso que voló por el aire. Andoni perdía la cordura con lo excitante que era su madre— Ahora quítame eso, pero despacito, con calma.

Los dedos temblaron al rozar la piel de la nalga, pero consiguieron palpar el aro de goma que salía del culo de su madre. Metió el dedo en esa argolla, empezando a tirar muy lentamente, pero con decisión. Después de un sonido de succión, algo semejante a un… chop, emergió la primera bola.

—¡Mmm…! —se relamió Edurne— ¡Fue bueno…! ¿A por otra? —Andoni asintió.

Tiró de nuevo, sacando del culo de su madre otra bola morada, para, de nuevo, hacer que brotara un gemido del interior de su madre, que agachó su cabeza con las nalgas bien separadas. No hacía falta que le dijera más, el muchacho volvió a tirar y luego de otra, salió la cuarta y última.

Contempló el juguete, cuatro bolas gordas que colgaban de un aro, le parecieron muy grandes como para entrar por el pequeño agujero, aunque no tenía mucho tiempo para meditar más cosas. Había cosas más importantes que hacer.

—Toma… —le tendió el bote que había traído, era un lubricante de color amarillo— échate mucho. Y hazlo rápido, me siento muy vacía.

—¿En serio, mamá? —Andoni no se podía creer nada de lo sucedido— Esto… esto es una… ¡Soy tu…!

—¿Vas a venir a la foto? —le cortó antes de que lo dijera y el chico asintió como si le fuera la vida en ello— Pues corre… antes de que cambie de opinión.

Edurne se echó sobre la mesa, llevando sus manos a cada nalga, mientras Andoni se untaba un puñado de esa crema en su pene. Estaba brillante, casi reluciente, aunque el protagonismo lo robaba el trasero de Edurne que, con ambas manos separando las nalgas, el ano reclamaba que lo llenasen.

—Voy… —susurró el joven dirigiendo su polla como una lanza al agujero, era su primera vez.

La punta del miembro entró sola, ayudada por la dilatación que había dejado el juguete y gracias al líquido resbaladizo. Edurne apretó los dientes, sintiendo una magnitud que no era la habitual, aunque en menos de medio segundo, se acostumbró.

—Demuéstrame que quieres venir a la foto. —una entrada que repiqueteó dentro de su cuerpo. Un tercio de aquel pene ya le poseía a su culo— Eso es… No metas más que me lo vas a partir… además, eso está reservado para los grandes favores.

—¡Qué buena estás…! —le salió del alma. No había estado tan cachondo en su vida.

—Lo sé.

Edurne se echó sobre la madera sin dejar de separar sus nalgas, a la vez que su hijo, agarrándola por la cintura, la penetraba sin llegar a meterla entera. El pene entraba de lujo, una maravilla después de preparar la zona para el evento. La mujer estaba disfrutando, pero el chico… rozaba el paraíso.

Apenas fueron unos tres minutos en los que Edurne sollozaba bajito y su hijo se la metía con jadeos más sonoros. Por lo menos se controlaban, porque al otro lado de la casa, en el sofá de la sala, Toni seguía durmiendo.

—Estoy ardiendo… —murmuró el joven después de notar el calor en sus huevos.

—Pues quémame con tu leche, no te cortes, puedes correrte dentro.

—¿Sí? —aceleró el ritmo frenético por la decisión de su madre.

—Ni lo dudes… —el bamboleo la provocó una vibración en su voz.

—Voy, voy… —metió un poco más su pene y la espalda de Edurne se combó hacia arriba al sentir el poder— Me voy a correr igual que una bestia.

—¡Baja la voz semental! ¡Qué tu padre tiene que descansar…! —rio tontamente, al tiempo que miraba hacia atrás y veía el rostro de su hijo descomponerse— ¡Uy…! Noto cuanto engorda… ¿Me vas a llenar el culo de semen, mi amor? A ver, haz feliz a mami.

—¡Joder, qué caliente eres! —acabó por rozar el grito.

Con ello, vino el manguerazo de leche calentita que lleno el trasero de la mujer. Edurne lo sintió, como chocaba contra sus paredes y le proporcionaba un masaje ardiente mientras la presión de los dedos del joven aumentaba hasta dejarla la piel de la cintura enrojecida.

Cayó en su espalda, congestionado de placer, al tiempo que el pene clamaba por una pausa. Este salió de la cueva más oscura de Edurne, que volvió a reír en el momento que sintió que varias gotas espesas y abundantes manaban de su interior.

—No estuvo mal. —se apartó del joven, que se sentó torpemente en la silla al lado de la mesa.

—Nada… Nada… mal…—por poco no babeó.

—Prepárate, sobre las seis o antes saldremos para allí. Yo… —le dio una caricia en la mejilla y le alzó la mirada— tengo que quitarme las pegatinas con cuidado y… limpiarme el culo. ¡Me has llenado, capullo!

****​

La tarde fue fantástica e incluso Andoni se lo pasó bien al lado de sus padres, en especial, de su madre, que le lanzaba curiosas miradas y cuando parecía que nadie les veía, le pellizcaba el culo en forma de juego.

Había llegado el sábado y el joven estaba con sus amigos, quería salir un poco de fiesta y olvidarse de la locura que había hecho con su progenitora. Aunque era imposible, durante la tarde de aquel día, que pasó por completo solo en casa, se masturbó en tres ocasiones pensando en su madre.

Estaba bien… muy bien, Edurne se mantenía bien guapa y su cuerpo no había empezado a estirarse y arrugarse. De la manera que decían sus amigos, era una MILF, aunque eso, él no lo solía escuchar.

Aquella noche estaba tranquilo, conversando con todos sus amigos sobre que al día siguiente irían a votar. Nadie hablaba sobre los partidos, porque todos eran conscientes de quién era el padre de Andoni y… ninguno de ellos le votaba. Aunque el chico… lo estaba meditando.

Antes de que dieran las doce de la noche, el móvil le empezó a vibrar, había ingerido la mitad de su botella de licor con limón, pero todavía no le había afectado. Cuando vio que la que le llamaba era su madre, el corazón se le paró. Antes de coger, se separó levemente de su grupo.

—¿Pasa algo? —era raro que le llamase y esperaba que no hubiera ocurrido nada grave.

—No. Nada. Te llamaba por gusto. —conocía ese tono de voz— ¿O es que una madre no puede llamar a su hijo cuando le dé la gana? ¿Qué tal te lo estás pasando?

—Bien, apenas empezamos la fiesta y… —no pudo seguir hablando.

—¿Te gustó follarme el culo?

Se atragantó con su propia saliva y tosió en dos ocasiones, retirándose aún más de su grupo de amigos para evitar que nadie pudiera escuchar ni un mínimo, y que su… empalme, no se notase.

—Edurne, que estoy con mis amigos…

—No me llames así, prefiero mamá. —un siseo muy sentido se oyó a través del aparato— ¿Te gustó?

—¡Claro…! Esta semana ha sido…

—La mejor de tu vida, ¿a que sí? —Edurne no le permitía hablar.

—Sí.

Un pequeño silencio en el que la respiración de la mujer sonó demasiado sentida. Su hijo no sabía lo que estaría haciendo, pero su imaginación le dijo que igual se estaba tocando mientras hablaban. Rezó porque fuera cierto.

—Ya que has llamado, aprovecho para decirte una cosa. —había sacado ella el tema, era su ocasión— ¿Qué pasa si voto a papá?

—¿Qué quieres?

Hubo un momento de duda, mientras que a unos metros contemplaba a sus amigos reír y jugar a las cartas. Respiró con lentitud y llenó su boca del valor que le había imprimido el alcohol para soltárselo.

—Todo.

Una brisa caliente venida por su espalda le azotó las dos rastas que colgaban de su nuca. Cualquier otro podría notarlas casi sofocantes, pero para Andoni eran un soplo de aire fresco para un cuerpo que era una olla hirviendo.

—Dime que es todo, esa palabra es muy poco objetiva. —se relamió los labios— Dímelo rápido, estoy metida en la cama con un pijama muy corto y tu padre vendrá en nada.

—Lo que escondían las pegatinas.

—Bueno… eso es muy caro, sabrás bien por tus chicas de OnlyFans, que las cosas tienen un precio. —el juego la encantaba, la hacía feliz.

—Dime el precio, ¿más que el voto?

—Mañana —empezó en un tono inquisitivo— vendrás con nosotros desde bien temprano. Comeremos juntos, votaremos juntos y estaremos juntos en el bar del partido. Todo el día.

—¿Quieres que haga todo eso? —no sabía dónde habían quedado los principios de los que hablaba al comienzo de la semana.

—Sí, eso es lo que quiero que hagas. ¿Lo haces o no? —nunca la había escuchado tan directa.

—Acepto.

Se escuchó de fondo un sonido, algo similar…, a los sollozos que escuchó mientras su polla horadaba el culo de la mujer. No dudó en llevarse la mano al rabo, daba igual cuanta gente estuviera por los alrededores, se la tocó con ganas y esperó por lo que le dijera su madre.

—Entonces, no bebas más y ven a casa. Mañana madrugaremos y te quiero fresco. Si te portas bien… —era una gata en celo y la cordura de Andoni se había perdido— tendrás tu premio.

Un pitido llegó al oído de Andoni, haciéndole saber que su madre había colgado. Le había dejado en medio de la fiesta, con un pene duro y acuoso, listo para meterlo donde se lo ordenara.

Volvió con sus amigos, con la mirada ausente y la cabeza abarrotada por una única mujer. ¿Quién era esa mujer que vivía con él? ¿De verdad era su madre? No tenía repuestas, pero sí que sabía una cosa. Cuando llegó al grupo de amigos, dijo unas cuantas palabras rápidas que sonaron a excusas poco convincentes. En resumen…, se tenía que ir.

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heranlu

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El Voto Importante para Mama - Capítulo 04


El domingo fue un día espléndido. Toni parecía brillar, vestido para la ocasión con una chaqueta y vaqueros, haciéndose fotos por todos los colegios electorales mientras Edurne y Andoni, se hacían a un lado.

La mujer estaba preciosa, con un vestido azul marino que le hacía una figura envidiable. Iba con unos tacones de color negro que pegaban con el pequeño bolso de mano que no soltaba. Andoni no podía dejar de mirarla, incluso en la comida, cuando la tuvo enfrente, oteaba el top que portaba debajo del vestido. Era demasiado atrevido, un escote en uve desbordante que se debía tapar con un top interior, para un día tan especial.

El chico votó junto a sus progenitores, vestido… (de la forma que le dijo su madre) de persona, no con las pintas desaliñadas que portaba en su día a día. Todo fue fantástico, incluso Andoni se lo pasó bien en el bar del partido, donde compartió risas con algunos miembros, que no parecían tan fachas como él creía.

La noche se hizo más expectante con el recuento de los votos y un nerviosismo latente que a él, también se le pegó. Para las once, la gran parte estaba escrutada y la victoria asegurada, las botellas de champán corrieron y la festividad no podía ser menos. Sorprendentemente, Andoni estaba feliz por Toni, por su padre.

—¿Qué, chico? —le sorprendió su madre por detrás, seguía teniendo el pelo recogido en un precioso moño alto que no se le había movido ni un poco— Al final, ganamos. Los fachas retenemos el poder.

—Ya… incluso con mi ayuda. —le picaron los dedos cuando depositó la papeleta en la urna, pero lo hacía por su familia y, sobre todo, por su madre.

—No me esperaba menos de mi hijo. —abrió su bolso, sacando el móvil y comprobando la hora— Se hace tarde, voy a volver a casa. Tú… ¿Vienes conmigo o te quedas? —la respuesta era obvia, no hizo falta ni que contestase— Voy a avisar a papá. Espérame en el coche y… si quieres, conduce tú.

El chico cogió las llaves, sintiendo cómo los dedos le rozaban en una caricia íntima sin que sus ojos azules se separasen. Esperaba mucho y sabía que lo tendría, todo el día junto a su madre, con esas miradas, esos roces… No podía aguantar más.

—Te espero fuera —logró decir en el barullo del gentío.

—Sí, —la intensidad era total y solo ellos dos la notaban— espérame.

Andoni salió con paso rápido, llegando al Mercedes que tenían aparcado dos calles más lejos y trayéndolo con mucho cuidado delante de la puerta del local. Estaba demasiado nervioso, con un temblor perpetuo en su mano que no era capaz de calmar, si no prestaba atención a la carretera, se la pegaría.

La espera se hizo larga, con miradas eternas a una puerta de la que no salía su madre, sin embargo, sabía que la esperaría todo la noche si fuera necesario. Edurne no le falló, salió por la puerta del local con su preciosa sonrisa, caminando con decisión sobre los tacones y modelando un vestido que la hacía parecer un maniquí de exhibición.

—Ya terminó —le dijo al sentarse a su lado y el chico, giró el contacto—. Tengo ganas de descansar, pero nos vamos con un buen sabor de boca, ¿no crees? Cuatro años más de gran sueldo y vida cómoda. —suspiró de manera sonora— Soy feliz.

—Me alegro.

—¿En serio? —el chico asintió— Eso sí que me hace feliz. No quiero que nos veas como unos fachas… odio que nos llames así. Me gusta más cuando me llamas mamá. Esta semana… —su mano, con las uñas pintadas en un rojo muy intenso igual que sus labios, le tocó el muslo— has sido el niño que recordaba. Te quiero, Andoni.

—Y yo… —le costó, pero debía decirlo, era lo que sentía— Yo también os quiero.

El coche siguió su curso, Edurne no paraba de mirarle mientras las farolas les contemplaban. Había poca gente en la ciudad, la mayoría estaban en sus casas viendo los resultados por la televisión y preparándose para el lunes.

El Mercedes se detuvo en un semáforo y la mano, que seguía en el muslo del joven, apretó con cariño. Andoni se giró y vio cómo su madre le sonreía con mucho afecto, era amor lo que veía, aunque… cada vez lo veía más cerca.

Con la luz roja brillando en los espejos, Edurne se acercó hasta su hijo, moviéndose en su silla hasta que acertó en los labios del joven. Abrió estos, sacando la lengua para cazar la opuesta, en un sorpresivo movimiento que encantó a Andoni.

El beso fue intenso y caliente, tanto como la mano con las uñas rojas que subió levemente hasta palpar el duro pene del muchacho. Apretó con lujuria, soltando un pequeño calor dentro del cuerpo del joven que le llegó hasta los pulmones.

—Te has portado de fábula… —susurró cuando se separó con un visible calor naciendo entre sus piernas— Eres un buen chico que merece mucho. Tu padre va a llegar tarde, tal vez hasta las dos no esté en casa. —el semáforo cambio de color, pero no se movió, tampoco hubo nadie que le pitase, la carretera era de ellos— Tengo tiempo para premiarte de la manera que debes.

—Mamá… —arrancó al notar el destello verde— No entiendo a qué se debe, pero me vuelves loco.

—Me imagino, a muchos les ha pasado. Pero tú eres especial, eres mío.

Se llevó las manos a la espalda, bajándose levemente el vestido y después, las metió por dentro de este, se quitó el top con calma. Al sacarlo, el vestido quedó igual que salía en las revistas, mostrando lo que debía. La mujer dobló el top en su mano para seguir conversando.

—Así mejor. Te gustan, estoy seguro.

—Me gusta todo de ti. —echó un vistazo rápido al precioso escote, estaba increíble— Te he mirado todo el día, me has tenido cachondo desde la mañana.

Rio de manera coqueta, igual que una adolescente en la excursión del colegio. Era muy consciente de las miradas, de los gestos, volvía loco a su hijo, no era al primer hombre que le había dejado con semejantes sensaciones.

—¿Estás muy cachondo? —el chico asintió— No vas a llegar a casa, te la he visto dura toda la tarde.

—Aguanto.

—No… —rio con malicia y se desató el cinturón— ¿Quién ha dicho que te tienes que aguantar?

Las habilidosas manos de Edurne fueron hasta el pantalón, donde el botón voló rápido y después, se arrodilló en el asiento.

—¡Estoy conduciendo! —soltó Andoni cuando Edurne palpó con su mano el pene.

—Pues atento a la carretera, yo me encargo del… freno de mano.

El pene estaba fuera, con la punta tan mojada que resbalaba. Edurne no se lo pensó, inclinó todo su cuerpo y mientras su hijo seguía atento a la conducción por las calles de su ciudad, la mujer se la empezó a chupar.

—Mamá… —los ojos se le cerraron cuando se la trató de meter entera, pero se obligó a abrirlos, debía conducir— Qué placer me das… Siempre quise una novia como tú.

—Y qué es eso de… ¿Cómo yo? —el garaje no se encontraba lejos, un semáforo, un giro y ya. Edurne lo miraba mientras le subía y le bajaba la piel.

—Pues no sé… tan tú… No sé cómo… ¡Buf…! ¡No pares…!

La mujer se rio sin dejar de movérsela, la noche inundaba la ciudad y el cli-cli del intermitente era lo único que se escuchaba. La puerta del garaje se alzó y Edurne, se volvió a agachar.

—Una mujer empoderada, —un lametazo de la base hasta la punta— poderosa, —otro— independiente… ¿Así te gusto?

La mamada subió de intensidad y Julen tenía que hacer de tripas corazón para no besar la carrocería con los muros. Sentía la ebullición en los huevos, un ardor sin igual para contener la marea de placer que se avecinaba. Último giro de volante mientras su madre se quería, literalmente, comer su polla con desmesurada pasión.

El sonido de succión llenaba el coche y el precioso moño subía y bajaba con esa espectacular mamada. Al final, pudo aparcar lo mejor que le fue posible y se acomodó en el sillón, ya estaba listo.

—Acabo… —Edurne mamó gozosa con más ímpetu— Todo tuyo.

La mujer alzó la cabeza, pajeándole sin control. Alcanzó su rostro y le plantó el mejor de los besos mientras el chico agonizaba de placer. La mano del joven se lanzó a por un seno, apretándolo con ganas para terminar de expirar el placer que le llegaba.

—¡Me corro…! —apretó los dientes y los dos miraron al coloso que se alzaba entre sus piernas. Se tensó y… escupió.

El líquido blanco brotó en un rápido misil que se alzó diez centímetros para caer en la mano de la mujer. Edurne no detuvo el movimiento, pero lo aminoró después de que los gemidos resonasen en el interior del Mercedes. Después de dos más y un espasmo sin fin, Andoni, se tranquilizó.

—Estás más liberado, ¿verdad? —asintió sin poder hablar— Vamos a casa, tenemos cosas que hacer. Una de ellas, celebrar la victoria de tu padre.

Edurne salió del coche dejando a su hijo, con el pene fuera, manchado de semen y agonizante por el orgasmo. Tuvo que obligar a su cuerpo a reponerse con velocidad, escondiendo su dureza y sacando una pierna fuera del coche… ¡Cómo le costó!

La mujer no le esperó y al tiempo que se limpiaba el semen de la mano, le dio al botón del ascensor escuchando a su espalda, un caminar cojo de su pequeño que trataba de alcanzarla. Lo consiguió y subieron en silencio, aprovechando el muchacho para asearse el semen caliente que pululaba por su ropa. Edurne no decía nada, solo sonreía.

—A mi cuarto.

El ruido de los tacones se fue acolchando con la alfombra. Andoni la seguía muy de cerca, oliendo el perfume que aún anidaba en su cuello, una mezcla de flores y vainilla que le atraía igual que un canto de sirena.

Contoneaba las caderas dentro del vestido ceñido y bajo este, las piernas se veían estilizadas con un gemelo fuerte que era totalmente visible. Estaba terrible, espléndida y, habiéndose corrido hacía menos de dos minutos, Andoni volvía a estar empalmado.

—Entra conmigo —dijo Edurne con un guiño que le hacía olvidar que era su madre, solo… una mujer más, su mujer.

Ambos se metieron en la oscuridad del cuarto, por donde únicamente entraban unas pequeñas luces nocturnas por la ventana entreabierta. La mujer llegó hasta la mesilla, encendiendo una lamparilla que iluminó de forma muy íntima la estancia.

—Arrima un poco la puerta. —el chico lo hizo— Ahora ven. —también lo hizo. Haría todo lo que le pidiera— ¿Puedes desatarme el vestido? Yo puedo hasta un punto, pero…

Las manos fueron rápidas a la espalda, bajando la pequeña cremallera que le daba la sensación de que, al menor esfuerzo, la rompería. Acabó encima de su trasero, dejando a la vista unas bragas brancas impolutas que, Andoni creía a ciencia cierta, eran de estreno.

—Bien. —movió las manos y el vestido le corrió por la piel hasta caer al suelo— Te lo has ganas, hijo. Dime. —se giró sobre sus talones y sus brazos rodearon la nuca del chico. Lo beso de manera pasional, para después, decirle con su voz más firme— ¿Cómo quieres follarme?

Otro beso, esta vez introduciendo la lengua con saña y ganas para buscar la de su hijo que, todavía mantenía cierta timidez.

—Has hecho mucho por tu padre, no te cortes… Pídeme lo que quieras. —aquellas palabras hacían que el frenesí de Andoni se elevara.

—¿Tú no quieres correrte y hacer lo que te apetezca? —Edurne le dejó respirar y amasando su pene con la mano, le mordió el cuello. Estaba exaltada.

—Lo principal, eres tú.

Andoni estaba poseído, pese a haberse vaciado, el cargamento de lujuria seguía muy dentro de él. Cogió de la cintura a su madre, lanzándola contra la cama, provocando que quedara tumbada sobre el mullido edredón.

No se lo pensó, se arrodilló en la alfombra, quitando con ansia las bragas blancas y tan bonitas que la mujer se compró el sábado. Con una sonrisa malévola, se las mostró atrapándolas en su puño.

—Para mí.

—¡Vaya…! —rio con ganas Edurne, mientras Andoni se las metía al bolsillo— No me esperaba que fueras fetichista.

—Por si… —olió con fuerza lo que manaba de la entrepierna de su madre, no había ni un pelo a la vista, como a él le gustaba— por si no te apetece más de esto que te voy a hacer. Necesito manchármela con algo.

—¡Uf…! —resopló con ganas— ¡Qué guarro ha sonado eso…! —antes de que terminara, sintió la lengua de su hijo lavar su sexo y se estremeció. Un grito después de que todo su ser vibrase— ¡Oye…! No pares de hacer eso, ¿no? —otra lamida más profunda, sorbiendo al final el clítoris como bien le enseñó su anterior novia— ¡Así! ¡Así! ¡Ay, mi niño, hazme feliz!

Edurne apretó el edredón con ambas manos, sollozando a cada lamida y abriendo las piernas para exponerse a su hijo. Hacía mucho que no tenía una lengua en aquella zona y cada movimiento la hacía ver el cielo. Fue el momento culmen cuando Andoni introdujo un dedo y al ver lo bien que entraba… metió el segundo.

—No me esperaba esto… —la mano se movió en el aire y sus pulseras tintinearon. Alcanzó la cabeza del joven y apretó la parte de sus rastas contra su sexo— Pisa el acelerador, chico, que esto viene fuerte.

Andoni se dejó la lengua y los labios en el empeño, disfrutando de unos jugos que chapoteaban debido a sus dedos y que sorbía con su boca. Edurne soltó varios gemidos que se convirtieron en par de gritos que resonaron en el silencio de la casa. Estaba lista.

Abrió los ojos de par en par, logrando ver unas luces en la oscuridad que se movían el techo. Apretó un poco más a su pequeño, ahogándolo contra una vagina que clamaba por explotar y… lo hizo.

—¡AAHH! ¡AAHH! —soltó dos gemidos pronunciados, para sentir que el placer fluía en forma de líquido— ¡La cena… ya… está lista! ¡Sigue comiendo…! —el labio le temblaba al tiempo que el orgasmo explotaba— No pares de comer… ya veo que… que tienes hambre.

El chico siguió pasando su lengua por unos labios relajados que pedían calma, este se la dio. Sacó el dedo, chupándoselo frente a su madre, la cual soltó una adormilada sonrisa y empezó a levantarse sobre sus dañados brazos.

La ropa del muchacho empezó a volar, pese a tener mucho tiempo, parecía que el tiempo corría en su contra. Se desvistió en menos de lo que canta un gallo y colocándose en frente de su madre con el garrote más duro que había visto.

—Menos mal que te has corrido… —dijo alegremente con una franja roja que iba de un lado al otro de la cara.

—Ven.

Se tumbó en la cama, con el pene bailándole de un lado a otro y rojo por la corrida de minutos atrás. La madre entendió lo que buscada y gateando por el colchón, subió encima de su hijo, colocando una pierna a cada lado.

—Tenías ganas… —el placer se derretía en su voz.

—Métetela… —miraba sin pestañear de qué manera Edurne agarraba el tronco con la mano donde tenía el anillo y se lo colocaba en su entraba— He pensado mucho en ti.

—¿¡Sí!? —apretó los dientes cuando la cabeza se adentró en ella, era grande…— Cuéntamelo.

Sintió las manos del chico en su cintura y después, un movimiento brusco de cadera que la introdujo todos los centímetros de los que disponía. Los labios le dibujaron un círculo grueso pintado de rojo, por donde manaba un vaho caliente de pasión.

—¡Ey…! ¡Mi toro…! —puso ambas manos en el pecho para calmarle— Déjale un rato a mamá.

Antes de empezar se llevó las manos a la espalda, quitándose el sujetador, para que su hijo, estaba vez, sin pegatinas, pudiera ver sus pechos. Eran mullidos y de buen volumen, con dos pezones en punta que estaban dibujados por un tono rosado precioso. Andoni sonrió… era lo que quería.

—Vamos a pasarlo bien —acabó por decir Edurne, para empezar un baile sentido encima del muchacho.

Los movimientos de cadera llevaban experiencia y Andoni miraba con atención cada gesto. A la madre no se le quitaba la media sonrisa, sintiendo cómo el pene del chiquillo, grande y gordo, nadar en su interior.

—Dime cositas mientras te cabalgo, porfi… —su gesto aniñado era perfecto— Cuéntame eso de que pensabas en mí.

—Todos los días en la universidad, la tenía dura todo el puto día.

—¿¡Sí!? —un regusto profundo de placer la sacudió la espalda— ¿Y qué me hacías en tu cabecita?

—Te follaba a diario… en todos los sitios… —el joven movió de manera brusca la cadera y Edurne cayó sobre él. Paró el descenso con las manos en la cama y sintió que las del joven, la amarraban el culo con saña.

—¡Oye…! ¡Qué mal tratas a tu mami! —Andoni no la escuchaba, jadeaba porque había empezado a mover la pelvis en movimientos rápidos— ¿Así folláis los jóvenes? ¡Buf…! ¿¡Que es esto…!?

La velocidad iba en aumento y las sacudidas la hacían mecerse de adelante a atrás, igual que sus tetas que iban y venían en un bamboleo hipnótico. Detrás tenía un toro mecánico, que metía y sacaba sin cesar un pene que, al chocar, sacaba ecos de sexo que poblaban la habitación.

Hacía mucho tiempo que no follaba de esa forma, con tanta pasión, con tantas ganas. Se sintió dichosa y muy afortunada, la sonrisa no se le borraba, sino que aumentaba sintiendo una cosa que se acumulaba en su sexo.

—¡Cabrón! —gritó sorprendida— ¡Vas a hacer que me corra de nuevo! ¡Guau! —exclamó y de pronto, el joven se irguió comiéndole uno de sus rosados pezones— ¡Andoni! ¡Uy, uy, uy…! Tú y yo nos vamos a llevar muy bien ahora. —una entrada profunda, la sacudió el alma— ¡¡AAAHHH!!

—¿Me estoy ganando follarte más veces?

—Sigue así y ya hablaremos de eso… —el ritmo era frenético y cerró los ojos— Si paras, te mato. Fóllame, que necesito relajarme, fue una semana dura.

Una mano se alzó con el ritmo frenético de las entradas. Andoni había abandonado la cintura de su madre, pero no un pecho, que siguió sorbiendo, únicamente, parando para hablar. Pero aquella mano ya descendía sin control, impactando en una nalga con rudeza, provocando que la espalda de su madre se encorvara por el dolor y… el placer.

—¡Qué malo! —gritó la mujer con los ojos azules llorosos debido al placer— ¿¡Así tratas a tu madre!? —otro azote que la avisó de lo que venía— ¡Dame! ¡Dame! ¡Dame…!

Acabó rogando en frenéticos gritos para, después, incrustarse todo aquel cacho de carne en su interior. Notó el roce de los huevos en su ano, aunque apenas le dio importancia, porque con la mirada al techo y las uñas clavadas en el edredón, era consciente de lo que venía.

El orgasmo fue tan placentero como saciar el ansia con un helado de chocolate. Su cuerpo vibró, la piel se le erizó igual que un gato enojado y de su cuerpo, brotaron flujos que bañaron el falo del joven.

—¡AAHH…! —sollozó al techo de su cuarto un gemido inacabable.

Edurne no se movió, aguantó la respiración mientras el placer la mecía similar a una cuna. No estaba lista para abrir los ojos, necesitaba más, muchos más minutos de aquel pozo sin fin lleno de gozo. Sin embargo, no iba a ser eterno y cuando de su cuerpo manó todo el aire de sus pulmones en un suspiro infinito, tuvo que abrirlos.

—¡Vaya…! —estaba sorprendida— No me lo esperaba tan bueno.

Sacó con delicadeza la herramienta de su interior, notando que la costaba mover las piernas y que las tenía débiles. Podría reponerse, pero eran ya dos orgasmos, no sabía si podría con más. Años atrás, le habría dado un buen repaso a Andoni, tal polvo que lo hubiera dejado seco, pero su juventud pasó y ahora… se estaba haciendo mayor.

—Ponte a cuatro patas.

—¡Qué autoritario eres cuando follas…! —su sonrisa no podía ser más malvada, pero acató su mandato— Ni que fueras franquista, ¿no?

Una carcajada que llenó la casa, mientras su hijo, se ponía detrás de Edurne con la polla en una mano. La mujer movió el trasero, igual que lo haría una gata en celo esperando porque la preñaran, cuando de nuevo se sintió repleta, sonrió de felicidad.

—Me habías dicho que te hiciera lo que quisiera.

—Exacto. —Edurne se irguió, haciendo que su espalda y el pecho de Andoni se unieran. Viró su cuello para poder mirarle y sus labios, casi se rozaron— Esta noche, soy tuya. Te lo has ganado.

—¿Las demás noches? —Edurne rio sin contenerse y le dio un beso sentido.

—Por ahora, solo esta. Aprovéchala.

La mano del joven se colocó en su nuca, descendiéndola poco a poco para colocar la otra en la cintura. Apretó con fuerza, introduciendo todo lo que tenía en su madre para mantenerlo por dos segundos.

—¡Dios! —soltó la mujer asombrada porque aquello le moviera las tripas— ¡Ese es mi hijo! Disfruta de tu madre, que luego solo te quedaran las pajas. —su pícara sonrisa se la dedicó a su pequeño.

—Ya lo veremos…

De manera vengativa, el chico empezó el sexo… no uno cualquiera, sino con una potencia y deseo, que la mujer no había sentido en su vida. Su virilidad era total, unido al perfecto estado físico, creaban a un ser que solo podía calificarse de extraordinario.

Edurne se calló, ya la costaba respirar, como para soltar alguna palabra. Ya hablaban por ella los leves ecos que hacían sus pulseras a cada entrada y también los jadeos constantes que tenía que sacar.

Fue un coito duro y rápido, pero no menos satisfactorio. Ni siquiera puso una objeción cuando Andoni, desde su posición más elevada, divisó el rosado ano tan solitario y aburrido. Primero se lo masajeó con el pulgar lleno de saliva, para después… introducirlo y que los gemidos de placer de Edurne se intensificaran.

Ni cinco minutos estuvieron en esa posición, que la doble penetración que estaba sufriendo, dio sus frutos.

—No me lo creo… —suspiró en un tono bajo que Andoni llegó a escuchar.

—¿Te vas a correr? —soltó una risotada sin parar de moverse— ¿Te ponen mucho los piojosos como yo? No, no… —aspiró con fuerza y se la metió hasta que sus genitales abrazaron el clítoris. Edurne cerró los ojos de la presión y apretó las nalgas. Era el momento— Un perroflauta.

—¡¡AAAHHH!! ¡DIOS! —aulló con fuerza dejando caer la parte delantera de su torso, pero manteniendo arriba el trasero— ¡¡AAHH!! ¡¡¡ANDONI!!!

Los gritos llegaron a los vecinos, filtrándose por las paredes hasta los oídos del piso superior e inferior. Ninguno pensó que en su mismo edificio, Edurne y Andoni, estaban teniendo el mejor coito de sus vidas.

La mujer se tiró a la cama, con la vagina encendida en fuego y mojada hasta la extenuación. Por sus muslos temblorosos corrían gotas de flujo que Andoni contemplaba con devoción. No se lo pensó mucho y bajó su cabeza hasta que pudo lamerlas para dejar limpia a su madre.

Edurne le dejó hacer, tampoco podía impedir nada, tenía la mano en el rostro y el corazón le saltaba entre ambos senos queriendo escapar de su cuerpo. Estaba aceleradísima, igual que si le estuviera dando un infarto, pero lo que tenía, era el sumun del placer.

—¿Qué? —Andoni había terminado la limpieza y se sentó en la almohada con el cabecero a su espalda. La cabeza de Edurne se alzó somnolienta— ¿Eras mía esta noche?

—Acaso… —tragó saliva, pero estaba seca, todo el líquido brotaba entre sus piernas— ¿Acaso yo no cumplo mi palabra?

Uno de los cabellos rubios se le cruzó por la cara. No se le había deshecho el perfecto moño, pero algún que otro pelo se le había escapado debido a la violencia de los golpes de cadera. Se lo quitó del rostro, mostrándole esa mirada tan idéntica que ambos portaban y teniendo tan cerca la pelvis del muchacho, se arrastró un poco.

—Algo más podremos hacer, ¿no? —cogió con la mano el manchado pene de su hijo y lo meció entre sus dedos, cuando logró ponerse de rodillas, se la metió en la boca.

—Estoy cogiendo gusto a que me la chupes.

—¡Oye! —lamió la punta limpiando el estropicio— No le digas esas cosas a tu madre.

—Ponte de lado en la cama, que me apetece correrme. —la mujer se tumbó, dándole la espada y colocando su lado izquierdo contra la cama.

—¿Así?

—Eso es. —Andoni se tumbó a su espalda y la mujer se cogió del muslo, alzando su pierna derecha.

—Ya me sujeto yo. ¿Estás muy a punto? —sintió cómo el pene ardiente ya la tocaba la vagina.

—Par de minutos más. —la besó el cuello y se la introdujo. Cuando estuvo cómodo, le asió del pecho derecho, estimulándola los pezones— ¿Tomas algo para no embarazarte?

—¡Claro! —le hizo gracia la pregunta y el pene, le dio placer en los primeros movimientos— Desde siempre tomé la píldora, aunque poco me quedará, la menopausia nos llega a todas. —sintió los dientes en el cuello y de qué manera apretaba el ritmo, se iba a correr dentro de poco, no obstante, esa pregunta la sintió curiosa— ¿Por qué lo dices?

—Me pone mucho correrme dentro de tu coño… —soltó entre jadeos.

—¿De verdad? —una leve risa que acabó con un gemido— ¿Quieres embarazar a tu madre?

—No…, pero… la idea de poder hacerlo, me pone mucho.

—¡Qué raro…! —la respiración se iba agitando contra su espalda y el agarre de su pecho aumentó. La corrida estaba inminente— Malditos rojos y sus fetichismos raros. —ella rio y Andoni lo hubiera hecho de no ser por el placer que lo envolvía— Pero si te gusta… —le susurró siguiéndole el juego— ¡Embarázame, cariño…!

—Sigue diciéndomelo —sonó igual de mandón que antes, con un frenesí casi loco—, que me corro.

—¡Quiero que me preñes! —subió todavía más su pierna, con una flexibilidad antaño olvidada— Déjame todo tu semen, que llegue directo a mis óvulos. Quiero un hijo tuyo… que me dejes embarazada con tu leche. ¡Vamos, Andoni!

Una última y dura entrada que precedió a darla un placer que conocía. Toda la esencia del joven, se arremolinó en sus pelotas ardientes, para después, en un silencioso orgasmo, llenar a su madre con toda su esencia.

—¡Sííí! ¡Lo has hecho, mi amor, me has fecundado! ¡Ya siento que tu esperma me llena! ¡Eres el mejor!

El joven se retiró agotado, suspirando por recobrar el aliento mientras se perdía en nubes de placer. La sangre le subía y le bajaba por el cuerpo, por culpa de un corazón que latía a mil revoluciones. De mientras, Edurne sonreía tumbada.

—Fue una buena semana… —murmuró ella, mientras ambos miraban al techo y sus sexos estaban derrotados— ¿Ya sabes a quién vas a votar en las siguientes elecciones?

—Bueno… —miró con pasión a su madre, esa que nunca se borraría. Aquella semana les había cambiado— Si papá se presenta dentro de cuatro años. Puede que le vote.

—¿Solo puede?

—Te tienes que ganar ese voto durante estos cuatro años, una buena política como tú debe ganarse a los votantes cada día. —la risa de la mujer resonó en toda la casa.

—¡Pero qué mamonazo! —le observó con ese color azul en sus ojos que compartían— Has salido a mí, no cabe duda. —se sentó en la cama con dificultad, la dolía todo y de su interior brotaba un líquido ardiente de color blanco que no la pertenecía— Eso… lo podemos negociar.

—Siempre que sea… TODO. —el chico la contempló con fijeza, Edurne tenía curiosidad y le miró con esa sonrisa que solo le ponía a su hijo.

—¿Todo?

—Culo, coño, mamadas… Igual que estos días… —copió la misma sonrisa felina que Edurne tenía aprendida— ¡TODO!

Volvieron a reír, esta vez los dos juntos, mientras que, al otro lado de la ciudad, Toni festejaba con sus compañeros de partido que, por muy pocos votos, volvía ser reelegido alcalde cuatro años más. Sabía que su mujer le había ayudado, pero no…, hasta qué punto.

—Pues…

De pie, en toda su desnudez, con su vagina roja y los pezones duros, la mujer se quedó pensando. No le era necesario dar muchas vueltas, pero hacerse derogar, la encantaba. Al final, le lanzó un gesto de complicidad a su hijo.

—De momento —añadió la bella mujer sonriente—, creo que acepto tus términos. Si tú me das ese futuro voto, durante estos cuatro años… ¡Te lo daré todo!
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