El Voto Importante para Mama - Capítulos 01 al 04
El Voto Importante para Mama - Capítulo 01
Los tacones de Edurne resonaban por el pasillo, había llegado a casa algo temprano de su paso por el local del partido, era semana de elecciones y, al menos, la locura de todo el mes acabaría pronto. Entró en la cocina, donde un silencio tenso se podía apreciar que circulaba entre su marido y su hijo, para nada era extraño.
Desde un tiempo atrás, la situación en su hogar era la misma, tal vez dos años… quizá algo más. Edurne no lo sabía bien, aunque el pasado era lo de menos, porque lo que importaba, era esta semana, ya que su marido, no podía perder ni un voto.
—Toni, —el hombre la miró, mientras ella dejaba con cansancio el correo en la encimera— las encuestas dan un resultado ajustado y me las creo. Tenemos que hacer varias visitas más esta semana para rascar el mayor número de votos posibles y…
—Ojalá perdáis…
Ambos progenitores le miraron, el joven no alzó la vista de su móvil y apenas pudieron ver el cabello desarrapado que llevaba con par de rastas en la zona de la nuca. Todo ese año en la universidad, le había avivado la animadversión hacia el partido que lideraba su padre, pero en época de elecciones, lo estaba expresando con mayor asiduidad.
—¡Esa victoria es la que te da de comer, chaval! —Antonio lo soltó en tono de reproche, pero daba lo mismo de qué forma se lo dijera, no calaba en la actitud del joven.
—Me la suda, sois un grupo de fachas y nada más. La derecha no debería representar a nadie. Da vergüenza.
—Mejor ser un pordiosero y estar fumando porros todos los días, ¿verdad?
Andoni no dijo nada y Toni se levantó de la mesa para dejar su plato en el fregadero, lanzando de paso un gesto a su mujer. Edurne lo conocía muy bien, era el que, últimamente, imperaba en la casa y venía a decir, “¿¡qué coño le pasa a este niño!?”.
—Luego hablamos de todo el asunto —comentó la mujer contemplando que su marido estaba por salir de la cocina. Este asintió y le dio un casto beso cuando Edurne puso la mejilla—. Recuerda, te van a pasar el discurso esta tarde, prepáratelo bien, es fundamental.
Toni volvió a asentir, rascándose el trasero enfundado en su cómodo pijama. Su mujer le echó un vistazo rápido a las pintas que llevaba y pensó con total sinceridad, “si le vieran en casa, ¡no le votaría nadie!”.
Se preparó un plato de comida, escuchando de fondo la respiración de su hijo que hacía como si estuviera solo en la casa, tal vez, en el mundo. Se sentó a su lado, en su sitio de toda la vida, donde de pequeño alcanzaba a darle de comer con su mano izquierda, mientas comía con la diestra.
—Te tengo que volver a comentar…
—No voy a ir. —la mujer no se sorprendió cuando Andoni le cortó con tan mala gana— Ni de broma me vas a ver asistir a esa mierda para que me saquen fotos con todos los fachorros.
—Hijo, las otras dos veces que eligieron a tu padre viniste sin problema. ¿Por qué ahora no?
Esta conversación… mejor dicho, discusión, la habían tenido en varias ocasiones y Edurne sabía lo que le diría, sin embargo, debía insistir, era muy importante hacer ver que eran una familia unida.
—¡Porque era un niño y me teníais engañado! —sus miradas se unieron sobre la mesa, poseían el mismo tono azul en los ojos. Desde siempre a Edurne le gustó que se pareciera a ella— Ahora que puedo pensar por mí mismo, no me engañáis más.
—Pero ¿qué hay de malo en hacerte una foto con nosotros? —la mujer mantenía un tono calmado mientras comía con delicadeza para no mancharse el bonito jersey— Somos tus padres, ¿ya no nos quieres?
—No te vayas por las ramas que nos conocemos, Edurne. —Andoni siempre tenía en casa el ceño fruncido y cuando hablaba con su madre, mucho más. Pese a lo borde que era con ella, nunca la lograba sacar de sus casillas— No me verás ir a un acto franquista de los que hacéis. ¡Nunca más!
—Fascismo por aquí, franquismo por allá, siempre estás con lo mismo. —una sonrisa tierna le salió de la boca— Tu padre por unos pocos años, sí, pero yo, nací en el 78, ni siquiera en la época en la que vivía Franco. ¿Por qué me estás siempre con lo mismo?
—Por qué es lo que sois y os debería dar vergüenza. —cuando no le contestaba a esa pregunta, Edurne solía dejar de escucharle y poner el piloto automático— Y tú, siendo mujer, no sé cómo es posible que estés en un partido que os quiere en la cocina.
—Pues para quererme en la cocina, soy la jefa de la delegación del pueblo. Debe ser que me han dejado salir de vacaciones. —la burla fue clara y aquello hacía que Andoni se pusiera rojo de rabia.
—Ni siquiera te pagan, estás engañada, cegada por papá y el patriarcado. Eres su secretaria y a la vez, la chacha. Deberías valorarte y quererte un poco más.
Edurne soltó una pequeña carcajada, porque la verdad que era imposible que fuera su chacha, ya que tenían una chica que venía a limpiar la casa cada dos días, de eso… Andoni no se quejaba, porque si no le tocaría a él hacer su cuarto.
—Te ríes porque sabes que es verdad. —el joven volvió la vista a su móvil, convencido de que llevaba la razón.
—Si fuera como tú dices, —hizo que el tenedor oscilase en dirección a su hijo y jugueteó mientras retomaba la palabra— una esclava del hombre, del macho que trae el dinero a casa. Si fuera una oveja más del… patriarcado. —la sorna se podía notar a la legua— Si todo eso fuera cierto que… no lo es. ¿Me seguirías odian aunque fuera feliz y fuera lo que yo quiero?
—No te odio, solo que me da rabia que no lo veas. Antonio es un hombre facha con el cerebro lavado, pero tú, con toda la lucha feminista que hay estos días y sigues atada al patriarcado. —hizo un gesto con la boca como si le diera asco— Quiero que seas independiente, poderosa, empoderada…
—Yo ya soy todo eso, hijo. Lo que pasa que como trabajo en un partido que tiende a la derecha no lo quieres ver. Si estuviera haciendo lo mismo en uno de izquierdas, o en el que tú quisieras. Sería tu heroína.
—No lo comprendes, estás cegada. No vale la pena discutir contigo, porque no lo entenderás nunca.
El joven se levantó y la mujer alzó los brazos a modo de rendición momentánea. Aunque algo le pasó por la cabeza y le quiso atizar un poco a su pequeño, no todo iba a ser recibir.
—Y dime, sácame de la caverna, al igual que hizo Platón, por favor. ¿Qué tipo de mujer debería ser? —se dio la vuelta en la silla, haciendo que su coleta rubia hondease en el aire y la golpease la espalda.
—Que te busques un trabajo que te haga sentir realizada, que no dependas del hombre de la casa, que seas tú misma… —la risa de su madre le cortó— ¿De qué te ríes?
—Nada, es que me hace gracia. Para empezar, tu padre y yo somos un equipo y el sueldo lo repartimos a medias, sin mi trabajo no hubiera sido alcalde durante ocho años, eso que te quede claro. Y dos… —qué ganas tenía de soltarle este golpe que tenía cocinado por par de meses— mucho dices del dinero, pero bien que pagas la suscripción a OnlyFans con mi tarjeta, guapo. Ellas me imagino que si son mujeres empoderadas, no como yo, ¿verdad?
El joven se quedó mudo, permitiendo que su corazón se detuviera sobre la camiseta ancha y ajada por el tiempo que le gustaba llevar. No dijo nada y Edurne se giró, comiendo como si nada, con una sonrisa pícara sabedora de su victoria.
Su hijo desapareció de la cocina sin decir más, simplemente, con una rojez que le transformó el rostro en un tomate. La madre había ganado este combate, pero no la guerra, debía conseguir que su pequeño acudiera a par de actos con ellos, mínimo a uno.
La tarde fue un tanto incómoda para Edurne. Estuvo en el estudio de casa durante unas horas, planeando toda la agenda de la semana final de su marido, sin embargo, no se podía concentrar, ya que algo le rondaba la cabeza.
Andoni se encontraba en su cuarto, algo que no era extraño, no obstante, no había salido de allí en todo ese tiempo. En el cuerpo de la madre anidó un pensamiento algo extraño, como si en verdad hubiera herido el orgullo de su pequeño, o quizá, le hubiera hecho daño. No sabía lo que podía ser, pero sí que era cierto, que algo le pasaba a su chico.
Antonio acudió al estudio, dando un beso a su mujer y diciéndola que iría un poco al local del partido para ver qué ánimos se respiraban y, lo que ambos llamaban, enseñar un poco la cara. Debían verle, hablar con él y atender a los ciudadanos que quisieran plantearle tanto sus dudas, como sus quejas.
La mujer asintió y se quedó con la cabeza hecha un lío, tenía demasiadas cosas en las que pensar, pero, únicamente, salía su hijo. Por un lado, porque tal vez se encontraba mal y, por otro lado, por no saber cómo hacer para que acudiera con ellos a algún acto.
Al de un rato, un sonido la sobresaltó. La puerta de su cuarto estaba sonando y trató de fingir que no le había alterado el pecho, lo consiguió, desde que su marido era alcalde, podía mantener siempre un rostro comedido.
—¿Qué pasa, Andoni? —su hijo no la miraba a la cara.
—Quería pedirte disculpas. —aquello sí que la chocó y echó el rostro hacia atrás de puro asombro— Cogí tu tarjeta sin permiso y… no estuvo bien, lo siento.
—Claro, hijo, no hay problema. —se dio cuenta de que la situación era propicia— Pasa un momento, quiero hablar contigo. No hace falta que cierres la puerta, papá ya se fue.
El chico dio unos cuantos pasos con sus pies descalzos, los días todavía eran frescos y más de una vez amanecían con diez grados, pero, por lo general, el verano se estaba imponiendo y con ello, los días calurosos.
Edurne se levantó de la silla, acercándose a la cama y sentándose en esta, para después, palmear con suavidad el edredón y que el joven posara su trasero a su lado. Este lo hizo sin decir ni una palabra, debía estar muy arrepentido.
—¿Qué te pasa, hijo? —el chico no entendió— Me refiero al motivo por el que estás así. Es la primera vez que me… robas… bueno, no quiero usar esa palabra. Es la primera vez que me coges la tarjeta sin permiso. Además… para ver porno, ¿por qué no me dijiste nada?
—No es porno, son otras trabajadoras…
—Ellas sí, pero tu madre no, ¿verdad? —Edurne sonrió de pura burla y Andoni parecía querer levantarse. Su madre le agarró del brazo— Quieto ahí. Vale, tiempo muerto, no hablemos de política. Sabes lo que decía tu abuela, que de política, religión y futbol, no se podía hablar en casa. Siempre creí que tenía razón.
—Pero es que no entiendo cómo sois de…
Los delgados dedos de Edurne volaron en el aire, haciendo sonar sus pulseras y llegando a la boca de Andoni donde acallaron sus palabras. Negó con la cabeza, no le apetecía una discusión tonta sobre ideología.
—Calla, no hablemos de eso.
Retiró su mano y el joven volvió a agachar la cabeza. Fueron unos segundos se silenció, Edurne era capaz de sentir que su hijo estaba débil, vulnerable, lo que no sabía bien era el motivo. Podía ser por haberle pillado con el robo, o… por averiguar, según los cargos de su tarjeta, que era para ver a chicas ligeras de ropa.
—No tendiendo porque no me lo dijiste, ¿pensabas que no me iba a enterar?
—No sé… —alzó los hombros en un gesto muy infantil— No me imaginaba que mirases tus tarjetas.
—¡Pero si soy la que lleva las cuentas de la casa, cabezón!
Un leve capón acertó en la nuca de Andoni que, por primera vez desde hacía mucho tiempo, sonrió al lado de su madre. Edurne le vio receptivo, podía tener una oportunidad para que asistiera al acto, no debía perderla.
—Lo del acto… —pasó una mano hasta donde estaba la de su hijo y la agarró— sabes que es muy importante para el trabajo de tu padre.
—No… —el chico retiró la mano con cuidado, aunque sus dedos meñiques seguían rozándose— No puedo ir, va contra mis principios.
Edurne, contrariada, apretó los labios, esperaba un sí, pero aquello era albergar demasiadas esperanzas. Al menos, no había empezado a alzar la voz y fruncir el entrecejo, no todo estaba perdido.
—Vale, entiendo, pero… si… —la mujer pensaba sin parar y dejó el tiempo suficiente para crear la duda en su hijo— si yo… ¿Te ayudase en algo?
—¿En qué?
—Últimamente, estás más irascible… sé qué te pasa algo, no sé si me lo quieres contar. Pero con esto de robarme la tarjeta, me debes una, ¿no? —el mundo funcionaba a base de deudas y favores, Edurne lo sabía bien.
—¿A mí? No… No me pasa nada… —estaba a la defensiva, su pequeño era muy fácil de leer— Estoy bien, como siempre.
—Ya. Me imagino que esa excusa con tus amigos vale, pero yo soy tu madre y te conozco. Dime lo que sea, no te creas que me voy a enfadar. ¿Puede que sea algo relacionado con las chicas?
Andoni la miró con rapidez, sus bonitas facciones se estiraron por la sorpresa y su madre no pudo hacer otra cosa que reír. Edurne siempre había sido guapa y conocía la importancia que los hombres les dan a las mujeres, en especial, siendo tan jóvenes. Su hijo estaba en plena adolescencia, con cambios y con los diecinueve años recién cumplidos, su cabeza estaría llena de ideas, pero también de chicas.
—No…
—Sí —cortó con rapidez—. Hace mucho que no sé nada de tus novias, o sea que me imagino que no tienes. —el chico negó con la cabeza— ¿Es eso? ¿Hay alguna que te guste y no te corresponda o algo por el estilo?
—No. —suspiró por qué no se creía lo que iba a hacer— No hay ninguna, ese es el problema. Desde hace un año que no tengo novia y desde entonces… —cerró su boca porque no hacían falta más detalles.
—Vaya…, una lástima. Eres un chico guapo, lo digo en serio, no me mires así. Una cosa es lo que te diga como madre, pero de manera objetiva, también pienso lo mismo. Normal… —sacó su mirada más altiva y burlona— te pareces a mí. —el chiquillo sonrió tímidamente a la broma— Soy consciente de lo que puede frustrar la falta de sexo en estas edades. No te preocupes, que para ser una fachorra, entiendo muy bien lo que sientes.
—Edurne, joder… —quiso levantarse, pero su madre puso ambas manos en la cadera y se lo impidió.
—No te vas, no. Mira, Andoni, —mantuvo sus manos en la pelvis del joven, una a cada lado, por encima de los muslos— sé que eres un chico responsable, ahora… algo perdido, pero confío en ti. Te voy a proponer un trato.
—¿Qué? —se esperaba un pacto con el demonio— ¿Cuál?
El chico miraba a su madre casi encima de él y esa inercia sexual, que no paraba de bullir en su interior, empezaba a querer salir. Se imaginaba todas las escenas íntimas posibles y además, en cualquier lugar, sobre todo, en la universidad y en las charlas pro-izquierda que acudía por una chica en especial.
—No pienso decir nada a papá, ¿bien?
El joven asintió, negando a su cabeza que aquella posición derivase a una más sexual. Su cabeza siempre convertía todo en algo sexual. Si no lo remediaba, la cara de su madre se cambiaría por otra y su imaginación se desbordaría.
—Bien, pues eso va gratis, porque, aunque no lo creas, te quiero con todo mi corazón. Ahora va lo bueno, quiero que vengas un día al local.
—No. —se incorporó, más que nada, para no imaginarse más posturas sexuales con su madre tan cerca— ¡Ni de broma!
Edurne esperó que se fuera del cuarto, pero seguía allí, aquello era buena señal, además… mantenía un tono de voz sosegado. En un momento, se volvió a sentar en la cama sin que la mujer le dijera nada.
—Bueno, piénsalo… dale una vuelta, no lo haces por el partido ni nada. Ni siquiera lo haces por la alcandía de Toni. —fue a disparar al corazón— Lo haces por mí, ¿vale?
Le miró a sus ojos azules y el joven aceptó su mirada. Al fin y al cabo, por mucho que hubiera cambiado y estuviera de morros todos los días, seguía siendo su madre.
—Me encantaría que nos ayudaras en esto —prosiguió Edurne—, es el trabajo de tu padre, no es de derechas, ni de izquierdas. Si le podemos ayudar a que lo mantenga, ¿no sería eso bueno? —ante eso Andoni no contestó— Mira, mañana es jueves y voy a estar en el local toda la tarde, hace años que no te pasas y… sería un puntazo para Toni que lo hicieras. Tranquilo, —vio que torcía el rostro de puro desagrado— es solo que te vean y que sepan, que estás con nosotros, familia unida y esas cosas. Estarás casi todo el rato conmigo en la oficina, no te preocupes.
—Me queréis exhibir igual que a un perro… —masticaba la mala idea de ir donde su madre, pero no se había largado de la habitación y continuaba hablando— No… no quiero hacer eso.
El muro de su hijo estaba por caer, se mantenía duro, pero era el momento de dar un leve empujón para que, al final, se decidiera. Edurne no era política, nunca le había gustado ser el centro de atención, pero, no cabía duda, que convencer a la gente, se le daba muy bien.
—Piénsalo, ¿vale? Decide por ti mismo y en forma de agradecimiento… —se acercó a su oído, dándole una confidencia que nadie más en el mundo pudiera escuchar— Te permito que sigas teniendo la suscripción a OnlyFans.
—¿¡Qué!? —la cara de Andoni era un poema— ¿¡Me lo estás diciendo en serio!?
—Tu madre cumple lo que dice. Me parece… —la mano de Andoni se había movido de manera involuntaria hacia su paquete, amasándolo por la idea de seguir disfrutando de aquella página. Edurne lo vio— que eso te gusta mucho.
—Gracias… —murmuró avergonzado sin que apenas saliera aire— Aunque si te soy sincero… no me soluciona mucho. Pensaba que sería mejor, pero… —habló con el corazón— necesito una novia.
La mujer trató de mantener una carcajada que luchaba por escapar, la franqueza de su hijo le había hecho demasiada gracia. El joven tan revolucionario había desaparecido de un plumazo y solo se hallaba su pequeño de tres años que se chupaba el dedo.
—Edurne… —le soltó Andoni avergonzado—, no sé para qué te digo nada.
—No, no, no… todo lo contrario, —le puso las manos encima del pecho y le prohibió levantarse— me ha gustado que te abrieras de esa forma. Hacía mucho que no me contabas algo íntimo. De verdad, me ha encantado.
—Bueno, pues eso… —estaba algo incómodo y con una incipiente erección provocada por su imaginación ardiente, que desahogaría en su página favorita— voy a ir a mi cuarto. Te dejo centrada en tus cosas franquistas.
—¡Qué imbécil eres…! —lo soltó con una sonrisa y separó las manos para que su hijo se pusiera en pie. Aunque antes le quiso añadir una cosa— Se me ocurre una cosa. Ya que el OnlyFans no te soluciona mucho, aunque te lo puedes quedar, eh. Que te parece este trato, ¿si te consiguiera una novia, vendrías mañana al local?
—Eso es imposible. —recapacitó— Paso de que me emparentes con alguna de las hijas de los del partido. No quiero tener una novia mononeuronal. —a Edurne aquella tontería le hizo demasiada gracia.
—Vale, vale… —contuvo la carcajada—, nada de dentro del partido. Aunque tampoco había pensado en eso. —una idea le había anidado en el cerebro, una pequeña llama que iba creciendo en su imaginación— Pero dímelo en serio, si te consiguiera una novia o… alguna chica con la que puedas… ya sabes… aliviarte. ¿Vendrías mañana?
—¿Alguna chica que…? ¿Qué tipo de chi…? —ya de pie, torció el rostro, pero Edurne le cortó.
—¿Sí o no?
La pregunta salió silbando en un aire caliente a través de los gruesos labios de la madre. El aliento le golpeó el rostro a Andoni, pero no se dio cuenta, puesto que su imaginación ardiente de adolescente le estaba dando imágenes de cualquier perversión.
No podía atisbar lo que haría su madre, pero sí que sabía una cosa, si Edurne se proponía conseguir algo… lo haría. Por lo que tragó saliva, sintiéndose intimidado por la mujer que tenía delante y asintió con torpeza para contestar con mucha timidez.
—Sí.
El Voto Importante para Mama - Capítulo 01
Los tacones de Edurne resonaban por el pasillo, había llegado a casa algo temprano de su paso por el local del partido, era semana de elecciones y, al menos, la locura de todo el mes acabaría pronto. Entró en la cocina, donde un silencio tenso se podía apreciar que circulaba entre su marido y su hijo, para nada era extraño.
Desde un tiempo atrás, la situación en su hogar era la misma, tal vez dos años… quizá algo más. Edurne no lo sabía bien, aunque el pasado era lo de menos, porque lo que importaba, era esta semana, ya que su marido, no podía perder ni un voto.
—Toni, —el hombre la miró, mientras ella dejaba con cansancio el correo en la encimera— las encuestas dan un resultado ajustado y me las creo. Tenemos que hacer varias visitas más esta semana para rascar el mayor número de votos posibles y…
—Ojalá perdáis…
Ambos progenitores le miraron, el joven no alzó la vista de su móvil y apenas pudieron ver el cabello desarrapado que llevaba con par de rastas en la zona de la nuca. Todo ese año en la universidad, le había avivado la animadversión hacia el partido que lideraba su padre, pero en época de elecciones, lo estaba expresando con mayor asiduidad.
—¡Esa victoria es la que te da de comer, chaval! —Antonio lo soltó en tono de reproche, pero daba lo mismo de qué forma se lo dijera, no calaba en la actitud del joven.
—Me la suda, sois un grupo de fachas y nada más. La derecha no debería representar a nadie. Da vergüenza.
—Mejor ser un pordiosero y estar fumando porros todos los días, ¿verdad?
Andoni no dijo nada y Toni se levantó de la mesa para dejar su plato en el fregadero, lanzando de paso un gesto a su mujer. Edurne lo conocía muy bien, era el que, últimamente, imperaba en la casa y venía a decir, “¿¡qué coño le pasa a este niño!?”.
—Luego hablamos de todo el asunto —comentó la mujer contemplando que su marido estaba por salir de la cocina. Este asintió y le dio un casto beso cuando Edurne puso la mejilla—. Recuerda, te van a pasar el discurso esta tarde, prepáratelo bien, es fundamental.
Toni volvió a asentir, rascándose el trasero enfundado en su cómodo pijama. Su mujer le echó un vistazo rápido a las pintas que llevaba y pensó con total sinceridad, “si le vieran en casa, ¡no le votaría nadie!”.
Se preparó un plato de comida, escuchando de fondo la respiración de su hijo que hacía como si estuviera solo en la casa, tal vez, en el mundo. Se sentó a su lado, en su sitio de toda la vida, donde de pequeño alcanzaba a darle de comer con su mano izquierda, mientas comía con la diestra.
—Te tengo que volver a comentar…
—No voy a ir. —la mujer no se sorprendió cuando Andoni le cortó con tan mala gana— Ni de broma me vas a ver asistir a esa mierda para que me saquen fotos con todos los fachorros.
—Hijo, las otras dos veces que eligieron a tu padre viniste sin problema. ¿Por qué ahora no?
Esta conversación… mejor dicho, discusión, la habían tenido en varias ocasiones y Edurne sabía lo que le diría, sin embargo, debía insistir, era muy importante hacer ver que eran una familia unida.
—¡Porque era un niño y me teníais engañado! —sus miradas se unieron sobre la mesa, poseían el mismo tono azul en los ojos. Desde siempre a Edurne le gustó que se pareciera a ella— Ahora que puedo pensar por mí mismo, no me engañáis más.
—Pero ¿qué hay de malo en hacerte una foto con nosotros? —la mujer mantenía un tono calmado mientras comía con delicadeza para no mancharse el bonito jersey— Somos tus padres, ¿ya no nos quieres?
—No te vayas por las ramas que nos conocemos, Edurne. —Andoni siempre tenía en casa el ceño fruncido y cuando hablaba con su madre, mucho más. Pese a lo borde que era con ella, nunca la lograba sacar de sus casillas— No me verás ir a un acto franquista de los que hacéis. ¡Nunca más!
—Fascismo por aquí, franquismo por allá, siempre estás con lo mismo. —una sonrisa tierna le salió de la boca— Tu padre por unos pocos años, sí, pero yo, nací en el 78, ni siquiera en la época en la que vivía Franco. ¿Por qué me estás siempre con lo mismo?
—Por qué es lo que sois y os debería dar vergüenza. —cuando no le contestaba a esa pregunta, Edurne solía dejar de escucharle y poner el piloto automático— Y tú, siendo mujer, no sé cómo es posible que estés en un partido que os quiere en la cocina.
—Pues para quererme en la cocina, soy la jefa de la delegación del pueblo. Debe ser que me han dejado salir de vacaciones. —la burla fue clara y aquello hacía que Andoni se pusiera rojo de rabia.
—Ni siquiera te pagan, estás engañada, cegada por papá y el patriarcado. Eres su secretaria y a la vez, la chacha. Deberías valorarte y quererte un poco más.
Edurne soltó una pequeña carcajada, porque la verdad que era imposible que fuera su chacha, ya que tenían una chica que venía a limpiar la casa cada dos días, de eso… Andoni no se quejaba, porque si no le tocaría a él hacer su cuarto.
—Te ríes porque sabes que es verdad. —el joven volvió la vista a su móvil, convencido de que llevaba la razón.
—Si fuera como tú dices, —hizo que el tenedor oscilase en dirección a su hijo y jugueteó mientras retomaba la palabra— una esclava del hombre, del macho que trae el dinero a casa. Si fuera una oveja más del… patriarcado. —la sorna se podía notar a la legua— Si todo eso fuera cierto que… no lo es. ¿Me seguirías odian aunque fuera feliz y fuera lo que yo quiero?
—No te odio, solo que me da rabia que no lo veas. Antonio es un hombre facha con el cerebro lavado, pero tú, con toda la lucha feminista que hay estos días y sigues atada al patriarcado. —hizo un gesto con la boca como si le diera asco— Quiero que seas independiente, poderosa, empoderada…
—Yo ya soy todo eso, hijo. Lo que pasa que como trabajo en un partido que tiende a la derecha no lo quieres ver. Si estuviera haciendo lo mismo en uno de izquierdas, o en el que tú quisieras. Sería tu heroína.
—No lo comprendes, estás cegada. No vale la pena discutir contigo, porque no lo entenderás nunca.
El joven se levantó y la mujer alzó los brazos a modo de rendición momentánea. Aunque algo le pasó por la cabeza y le quiso atizar un poco a su pequeño, no todo iba a ser recibir.
—Y dime, sácame de la caverna, al igual que hizo Platón, por favor. ¿Qué tipo de mujer debería ser? —se dio la vuelta en la silla, haciendo que su coleta rubia hondease en el aire y la golpease la espalda.
—Que te busques un trabajo que te haga sentir realizada, que no dependas del hombre de la casa, que seas tú misma… —la risa de su madre le cortó— ¿De qué te ríes?
—Nada, es que me hace gracia. Para empezar, tu padre y yo somos un equipo y el sueldo lo repartimos a medias, sin mi trabajo no hubiera sido alcalde durante ocho años, eso que te quede claro. Y dos… —qué ganas tenía de soltarle este golpe que tenía cocinado por par de meses— mucho dices del dinero, pero bien que pagas la suscripción a OnlyFans con mi tarjeta, guapo. Ellas me imagino que si son mujeres empoderadas, no como yo, ¿verdad?
El joven se quedó mudo, permitiendo que su corazón se detuviera sobre la camiseta ancha y ajada por el tiempo que le gustaba llevar. No dijo nada y Edurne se giró, comiendo como si nada, con una sonrisa pícara sabedora de su victoria.
Su hijo desapareció de la cocina sin decir más, simplemente, con una rojez que le transformó el rostro en un tomate. La madre había ganado este combate, pero no la guerra, debía conseguir que su pequeño acudiera a par de actos con ellos, mínimo a uno.
****
La tarde fue un tanto incómoda para Edurne. Estuvo en el estudio de casa durante unas horas, planeando toda la agenda de la semana final de su marido, sin embargo, no se podía concentrar, ya que algo le rondaba la cabeza.
Andoni se encontraba en su cuarto, algo que no era extraño, no obstante, no había salido de allí en todo ese tiempo. En el cuerpo de la madre anidó un pensamiento algo extraño, como si en verdad hubiera herido el orgullo de su pequeño, o quizá, le hubiera hecho daño. No sabía lo que podía ser, pero sí que era cierto, que algo le pasaba a su chico.
Antonio acudió al estudio, dando un beso a su mujer y diciéndola que iría un poco al local del partido para ver qué ánimos se respiraban y, lo que ambos llamaban, enseñar un poco la cara. Debían verle, hablar con él y atender a los ciudadanos que quisieran plantearle tanto sus dudas, como sus quejas.
La mujer asintió y se quedó con la cabeza hecha un lío, tenía demasiadas cosas en las que pensar, pero, únicamente, salía su hijo. Por un lado, porque tal vez se encontraba mal y, por otro lado, por no saber cómo hacer para que acudiera con ellos a algún acto.
Al de un rato, un sonido la sobresaltó. La puerta de su cuarto estaba sonando y trató de fingir que no le había alterado el pecho, lo consiguió, desde que su marido era alcalde, podía mantener siempre un rostro comedido.
—¿Qué pasa, Andoni? —su hijo no la miraba a la cara.
—Quería pedirte disculpas. —aquello sí que la chocó y echó el rostro hacia atrás de puro asombro— Cogí tu tarjeta sin permiso y… no estuvo bien, lo siento.
—Claro, hijo, no hay problema. —se dio cuenta de que la situación era propicia— Pasa un momento, quiero hablar contigo. No hace falta que cierres la puerta, papá ya se fue.
El chico dio unos cuantos pasos con sus pies descalzos, los días todavía eran frescos y más de una vez amanecían con diez grados, pero, por lo general, el verano se estaba imponiendo y con ello, los días calurosos.
Edurne se levantó de la silla, acercándose a la cama y sentándose en esta, para después, palmear con suavidad el edredón y que el joven posara su trasero a su lado. Este lo hizo sin decir ni una palabra, debía estar muy arrepentido.
—¿Qué te pasa, hijo? —el chico no entendió— Me refiero al motivo por el que estás así. Es la primera vez que me… robas… bueno, no quiero usar esa palabra. Es la primera vez que me coges la tarjeta sin permiso. Además… para ver porno, ¿por qué no me dijiste nada?
—No es porno, son otras trabajadoras…
—Ellas sí, pero tu madre no, ¿verdad? —Edurne sonrió de pura burla y Andoni parecía querer levantarse. Su madre le agarró del brazo— Quieto ahí. Vale, tiempo muerto, no hablemos de política. Sabes lo que decía tu abuela, que de política, religión y futbol, no se podía hablar en casa. Siempre creí que tenía razón.
—Pero es que no entiendo cómo sois de…
Los delgados dedos de Edurne volaron en el aire, haciendo sonar sus pulseras y llegando a la boca de Andoni donde acallaron sus palabras. Negó con la cabeza, no le apetecía una discusión tonta sobre ideología.
—Calla, no hablemos de eso.
Retiró su mano y el joven volvió a agachar la cabeza. Fueron unos segundos se silenció, Edurne era capaz de sentir que su hijo estaba débil, vulnerable, lo que no sabía bien era el motivo. Podía ser por haberle pillado con el robo, o… por averiguar, según los cargos de su tarjeta, que era para ver a chicas ligeras de ropa.
—No tendiendo porque no me lo dijiste, ¿pensabas que no me iba a enterar?
—No sé… —alzó los hombros en un gesto muy infantil— No me imaginaba que mirases tus tarjetas.
—¡Pero si soy la que lleva las cuentas de la casa, cabezón!
Un leve capón acertó en la nuca de Andoni que, por primera vez desde hacía mucho tiempo, sonrió al lado de su madre. Edurne le vio receptivo, podía tener una oportunidad para que asistiera al acto, no debía perderla.
—Lo del acto… —pasó una mano hasta donde estaba la de su hijo y la agarró— sabes que es muy importante para el trabajo de tu padre.
—No… —el chico retiró la mano con cuidado, aunque sus dedos meñiques seguían rozándose— No puedo ir, va contra mis principios.
Edurne, contrariada, apretó los labios, esperaba un sí, pero aquello era albergar demasiadas esperanzas. Al menos, no había empezado a alzar la voz y fruncir el entrecejo, no todo estaba perdido.
—Vale, entiendo, pero… si… —la mujer pensaba sin parar y dejó el tiempo suficiente para crear la duda en su hijo— si yo… ¿Te ayudase en algo?
—¿En qué?
—Últimamente, estás más irascible… sé qué te pasa algo, no sé si me lo quieres contar. Pero con esto de robarme la tarjeta, me debes una, ¿no? —el mundo funcionaba a base de deudas y favores, Edurne lo sabía bien.
—¿A mí? No… No me pasa nada… —estaba a la defensiva, su pequeño era muy fácil de leer— Estoy bien, como siempre.
—Ya. Me imagino que esa excusa con tus amigos vale, pero yo soy tu madre y te conozco. Dime lo que sea, no te creas que me voy a enfadar. ¿Puede que sea algo relacionado con las chicas?
Andoni la miró con rapidez, sus bonitas facciones se estiraron por la sorpresa y su madre no pudo hacer otra cosa que reír. Edurne siempre había sido guapa y conocía la importancia que los hombres les dan a las mujeres, en especial, siendo tan jóvenes. Su hijo estaba en plena adolescencia, con cambios y con los diecinueve años recién cumplidos, su cabeza estaría llena de ideas, pero también de chicas.
—No…
—Sí —cortó con rapidez—. Hace mucho que no sé nada de tus novias, o sea que me imagino que no tienes. —el chico negó con la cabeza— ¿Es eso? ¿Hay alguna que te guste y no te corresponda o algo por el estilo?
—No. —suspiró por qué no se creía lo que iba a hacer— No hay ninguna, ese es el problema. Desde hace un año que no tengo novia y desde entonces… —cerró su boca porque no hacían falta más detalles.
—Vaya…, una lástima. Eres un chico guapo, lo digo en serio, no me mires así. Una cosa es lo que te diga como madre, pero de manera objetiva, también pienso lo mismo. Normal… —sacó su mirada más altiva y burlona— te pareces a mí. —el chiquillo sonrió tímidamente a la broma— Soy consciente de lo que puede frustrar la falta de sexo en estas edades. No te preocupes, que para ser una fachorra, entiendo muy bien lo que sientes.
—Edurne, joder… —quiso levantarse, pero su madre puso ambas manos en la cadera y se lo impidió.
—No te vas, no. Mira, Andoni, —mantuvo sus manos en la pelvis del joven, una a cada lado, por encima de los muslos— sé que eres un chico responsable, ahora… algo perdido, pero confío en ti. Te voy a proponer un trato.
—¿Qué? —se esperaba un pacto con el demonio— ¿Cuál?
El chico miraba a su madre casi encima de él y esa inercia sexual, que no paraba de bullir en su interior, empezaba a querer salir. Se imaginaba todas las escenas íntimas posibles y además, en cualquier lugar, sobre todo, en la universidad y en las charlas pro-izquierda que acudía por una chica en especial.
—No pienso decir nada a papá, ¿bien?
El joven asintió, negando a su cabeza que aquella posición derivase a una más sexual. Su cabeza siempre convertía todo en algo sexual. Si no lo remediaba, la cara de su madre se cambiaría por otra y su imaginación se desbordaría.
—Bien, pues eso va gratis, porque, aunque no lo creas, te quiero con todo mi corazón. Ahora va lo bueno, quiero que vengas un día al local.
—No. —se incorporó, más que nada, para no imaginarse más posturas sexuales con su madre tan cerca— ¡Ni de broma!
Edurne esperó que se fuera del cuarto, pero seguía allí, aquello era buena señal, además… mantenía un tono de voz sosegado. En un momento, se volvió a sentar en la cama sin que la mujer le dijera nada.
—Bueno, piénsalo… dale una vuelta, no lo haces por el partido ni nada. Ni siquiera lo haces por la alcandía de Toni. —fue a disparar al corazón— Lo haces por mí, ¿vale?
Le miró a sus ojos azules y el joven aceptó su mirada. Al fin y al cabo, por mucho que hubiera cambiado y estuviera de morros todos los días, seguía siendo su madre.
—Me encantaría que nos ayudaras en esto —prosiguió Edurne—, es el trabajo de tu padre, no es de derechas, ni de izquierdas. Si le podemos ayudar a que lo mantenga, ¿no sería eso bueno? —ante eso Andoni no contestó— Mira, mañana es jueves y voy a estar en el local toda la tarde, hace años que no te pasas y… sería un puntazo para Toni que lo hicieras. Tranquilo, —vio que torcía el rostro de puro desagrado— es solo que te vean y que sepan, que estás con nosotros, familia unida y esas cosas. Estarás casi todo el rato conmigo en la oficina, no te preocupes.
—Me queréis exhibir igual que a un perro… —masticaba la mala idea de ir donde su madre, pero no se había largado de la habitación y continuaba hablando— No… no quiero hacer eso.
El muro de su hijo estaba por caer, se mantenía duro, pero era el momento de dar un leve empujón para que, al final, se decidiera. Edurne no era política, nunca le había gustado ser el centro de atención, pero, no cabía duda, que convencer a la gente, se le daba muy bien.
—Piénsalo, ¿vale? Decide por ti mismo y en forma de agradecimiento… —se acercó a su oído, dándole una confidencia que nadie más en el mundo pudiera escuchar— Te permito que sigas teniendo la suscripción a OnlyFans.
—¿¡Qué!? —la cara de Andoni era un poema— ¿¡Me lo estás diciendo en serio!?
—Tu madre cumple lo que dice. Me parece… —la mano de Andoni se había movido de manera involuntaria hacia su paquete, amasándolo por la idea de seguir disfrutando de aquella página. Edurne lo vio— que eso te gusta mucho.
—Gracias… —murmuró avergonzado sin que apenas saliera aire— Aunque si te soy sincero… no me soluciona mucho. Pensaba que sería mejor, pero… —habló con el corazón— necesito una novia.
La mujer trató de mantener una carcajada que luchaba por escapar, la franqueza de su hijo le había hecho demasiada gracia. El joven tan revolucionario había desaparecido de un plumazo y solo se hallaba su pequeño de tres años que se chupaba el dedo.
—Edurne… —le soltó Andoni avergonzado—, no sé para qué te digo nada.
—No, no, no… todo lo contrario, —le puso las manos encima del pecho y le prohibió levantarse— me ha gustado que te abrieras de esa forma. Hacía mucho que no me contabas algo íntimo. De verdad, me ha encantado.
—Bueno, pues eso… —estaba algo incómodo y con una incipiente erección provocada por su imaginación ardiente, que desahogaría en su página favorita— voy a ir a mi cuarto. Te dejo centrada en tus cosas franquistas.
—¡Qué imbécil eres…! —lo soltó con una sonrisa y separó las manos para que su hijo se pusiera en pie. Aunque antes le quiso añadir una cosa— Se me ocurre una cosa. Ya que el OnlyFans no te soluciona mucho, aunque te lo puedes quedar, eh. Que te parece este trato, ¿si te consiguiera una novia, vendrías mañana al local?
—Eso es imposible. —recapacitó— Paso de que me emparentes con alguna de las hijas de los del partido. No quiero tener una novia mononeuronal. —a Edurne aquella tontería le hizo demasiada gracia.
—Vale, vale… —contuvo la carcajada—, nada de dentro del partido. Aunque tampoco había pensado en eso. —una idea le había anidado en el cerebro, una pequeña llama que iba creciendo en su imaginación— Pero dímelo en serio, si te consiguiera una novia o… alguna chica con la que puedas… ya sabes… aliviarte. ¿Vendrías mañana?
—¿Alguna chica que…? ¿Qué tipo de chi…? —ya de pie, torció el rostro, pero Edurne le cortó.
—¿Sí o no?
La pregunta salió silbando en un aire caliente a través de los gruesos labios de la madre. El aliento le golpeó el rostro a Andoni, pero no se dio cuenta, puesto que su imaginación ardiente de adolescente le estaba dando imágenes de cualquier perversión.
No podía atisbar lo que haría su madre, pero sí que sabía una cosa, si Edurne se proponía conseguir algo… lo haría. Por lo que tragó saliva, sintiéndose intimidado por la mujer que tenía delante y asintió con torpeza para contestar con mucha timidez.
—Sí.