El Video que Hago de mi Madre Follando

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,276
Likes Recibidos
2,597
Puntos
113
 
 
 
Había comprado dos cámaras espía minúsculas que oculté y probé durante la semana, una en el salón y otra en el dormitorio conyugal. ¡Así no podía perderme nada!

Luego las probé con mi propia madre. Así durante una noche, tras acostarnos la estuve espiando con la visión nocturna, contemplándola mientras dormía. También en el salón, mientras veía los chismes una tarde.

Yo deseaba pillarla masturbándose pero esto no era fácil, imagino que no lo hacía todos los días, a diferencia de mí, que me machacaba mientras estudiaba dos y tres veces por día.

Eso sí, me sirvieron para seguir viéndola desnuda mientras se cambiaba tras volver de la ducha o por las mañanas cuando se iba al trabajo. Recuerdo que se me ponía durísima al verla desnuda y recordaba lo ocurrido aquel sábado de fiesta, las sensaciones que me produjo bañarla o cuando llegué a introducir mi polla en su boca y luego me arrepentí y la saqué para correrme fuera.

Todo aquello me estaba afectando y yo lo sabía. ¡Pero no podía pararlo! Ella se convirtió en una obsesión para mí.

(...)

Así llegó el sábado. Recuerdo que mi madre estaba muy nerviosa y no sabía ni qué ponerse. En su inseguridad me hizo verle varios vestidos en su dormitorio y se cambió delante de mí, mientras yo veía sus braguitas de encaje y su sujetador a juego, algo muy fino para la ocasión que me parecía súper sexy.

—¡Jo mamá! ¡Lo va a flipar cuando te lo tires!

—¡Niño, que tu madre no es una puta! —dijo ella protestando mientras se ponía el siguiente vestido.

Uno blanco estampado con flores lilas.

—Es que te sientan todos bien mamá —le dije yo

—¡Ay Amaris los hombres es que no valéis para nada! Bueno, sólo para una cosa —se corrigió ella misma y luego se puso colorada.

—Oye mamá, te puedo preguntar si te has masturbado últimamente.

—Pero Amaris, ¡cómo se te ocurre preguntarme eso! —dijo ella ofendida.

—No sé es que igual llegas tan ansiosa que te lanzas encima suyo y no es plan mamá —dije yo riendo.

—Puede que tengas razón pero es que ya no me da tiempo —me espetó con desparpajo.

—Bueno si quieres me voy yendo ya al centro comercial y tú te avías antes de que él llegue —le ofrecí.

—Pero qué cosas tienes hijo —me dijo sin dar importancia a mis palabras.

Al final yo me fui pero en realidad estuve en frente de mi casa metido en el coche aparcado en la calle espiando en todo momento a los tortolitos.

Darío llegó pronto y mi madre aún estaba cocinando. Estaban en la cocina y ahí solo podía oír lo que decían.

Por suerte le puso una copa de vino y ambos se sentaron en el salón mientras se terminaba lo que cocinaba en el horno. Ahí pude oírlos y verlos claramente.

—¡Qué guapa estás! —le dijo Darío.

No podía creerlo, Darío era negro, a juzgar por el acento podría decirse que además era cubano. ¡Jo mamá, un cubano! ¿En serio? —pensé yo mirando a la pantalla.

Y como si tuviésemos conexión mental en ese momento mi madre tuvo el mismo pensamiento.

—¿En serio? Pero mírame si llevo aún el delantal —dijo mi madre.

—Da igual, estás guapa con cualquier cosa —le dijo el tipo.

¡Vaya pelota que estaba hecho! —pensé. Este seguro que se la tira esta noche.

La idea de ver cómo se follan a tu madre me había rondado por la cabeza toda la semana mientras la espiaba, o mejor dicho probaba mis juguetes… Pero no sabía cómo reaccionaría al verlos liarse.

Me preguntaba si lo harían en el salón y después se irían al cuarto, u ocurriría todo en el salón o todo en el cuarto. Mi madre parecía tradicional pero uno nunca sabe lo que hace cada uno en su intimidad.

Bueno yo ya sabía que en esos tres días, desde que instalé las cámaras, no se había pajeado, así que, ¡debía estar a punto de caramelo! O tal vez lo había hecho en la ducha, donde probé la cámara pero con el vaho, ¡era inútil!

—Oye Darío, aún no te he pedido disculpas por emborracharme el fin de semana. Es que no sé qué me pasó pero no me acuerdo de nada —oí a través de los auriculares.

Me puse nervioso al instante con su confesión, ¿qué diría ahora el tal Darío?

—¡Ah no te acuerdas de nada! Bueno es que pasó todo tan rápido, yo también me puse bastante pedo, ¡te lo advierto! —dijo él disimulando.

¡Perfecto, él también tenía cosas que esconder así que no se arriesgaría a seguir por ese camino!

—Debes perdonarme tú, no debí dejar que bebieras tanto —dijo ahora el tipo a modo de disculpa.

—¡Oh entonces creo que lo pasamos bien! ¿No? —dijo mi madre con toda la intención.

—La verdad es que yo tampoco lo recuerdo —soltó el tío mientras ambos reían.

Venga cabrón, seguramente te la follaste por todos sus agujeros —dije yo en el coche sorprendiéndome por mi lenguaje soez en relación con lo que probablemente habría ocurrido con mi madre.

—En serio Bella, no hicimos nada del otro mundo, eso sí bailamos y nos pegamos mientras lo hacíamos pero no fui más allá. Era nuestra primera cita y no me gusta ir tan rápido —dijo el tío.

¿Seguro tío? —me pregunté yo en mi coche.

La cena estuvo lista y siguieron la conversación mientras cenaban.

—La verdad Bella es que me gustas mucho, ¿sabes? Siento que aunque hay mucha diferencia de edad entre nosotros, conectamos muy bien —le dijo él.

—Bueno sí, hay diferencia entre nosotros, pero bueno son tiempos modernos, ¿no¿ Dijo mi madre nerviosa.

Sin duda su frase no había sido afortunada.

—¡Claro, claro! Son otros tiempos y ya se ve de todo por la calle —dijo el tío.

Una nueva frase para olvidar.

—No sé Darío, me pareces un chico muy simpático y tienes una sonrisa muy bonita, eso fue lo que me atrajo de ti en el gimnasio. Eso y que no eres de esos que se quedan mirándote las tetas.

—¡No señor! ¡Qué horror! —dijo el tipo—. Aunque tú las tienes muy bonitas, ¡sin duda! —añadió estropeando la magia.

Siguieron cenando y el tío no parecía muy avezado en mi humilde opinión. Mi madre daba la sensación de sentir se incómoda con aquel tío y eso lo notaba que la conocía a la perfección.

Llegaron los postres. Mi madre había preparado unas copas de con nata por encima. Un postre bastante currado que le había llevado un montón de tiempo. En cambio el tío sólo dijo lo siguiente:

—¡Qué bonitas copas! ¿Pero no llevan nata?

Sin duda no era el mejor cumplido.

—No, no la llevan —dijo mi madre a regañadientes—. Aunque si quieres monto unas claras en un momento.

—¡Tranquila era broma! —dijo el corrigiendo su desliz a tiempo—. Tienen una pinta increíble seguro que está riquísimo.

Lo probó y efectivamente saboreó la cucharada, mi madre también hizo lo propio por su parte.

—¿Te gusta? —preguntó ella esperando algún cumplido.

—Muy rico, ¡en serio! Lo de la nata hubiese sido un puntazo, pues la que te hubiese sobrado la podíamos haber aprovechado para untarla por todo tu cuerpo —dijo el colega.

Mi madre se quedó callada, yo no sabía si reír o interrumpir todo aquel despropósito.

—¡Oh vaya Darío! ¡Qué fogoso eres no! Y eso que aún no hemos terminado los postres.

—¿Hay más? Bueno yo pienso en un postre, pero ese lo tomas cuando tú quieras —dijo el tío.

—¡Está bien Darío! Ya es suficiente —dijo mi madre levantándose—. Puedes marcharte cuando quieras —sentenció.

—Pero Bella, ¿qué te ocurre? —dijo él levantándose.

—Me ocurre que no congeniamos Darío, esto no es lo que yo pensaba —dijo ella.

—Pero mujer, ¡si estamos muy bien! —dijo él intentando convencerla.

—¿Bien, tú crees eso? ¿En serio?

—Perdóname mujer, sé que no soy muy elocuente hablando, no cuento cosas interesantes pues en Cuba no recibí una educación como la que tú demuestras. Tú sí que eres lista y guapa —dijo el cubano para arreglarlo.

—¡Está bien Darío! Pero que sepas que te lo tienes que trabajar más si quieres que te preste atención —le advirtió mi madre con severidad.

Mi madre dijo de quitar la mesa y el tío se sentó en el sofá mientras ella lo hacía. Este nuevo detalle debió hervirle la sangre pues siempre me educó en que las faenas de la casa son para todos y siempre ayudé en casa, hasta mi padre lo hacía el poco tiempo que pasaba con nosotros.

Aun así consintió en quitar ella toda la mesa y aguantó estoicamente hasta que le ofreció una copa.

—Está bien chica, ¿compraste menta y hierba buena?

—¡Sí claro, las tengo en la cocina! —dijo mi madre.

—¿Y un buen ron cubano? —añadió.

—¡También, ron blanco como me dijiste! —dijo mi madre.

—Está bien reina, tú siéntate aquí que yo te traigo el mejor mojito de tu vida —dijo el tipo.

Y en esto que salió del salón y mi madre se dispuso a esperarle en el sofá. Este le hablaba desde la cocina y ella contestaba desde el salón. Todo casual.

Cuando volvió le ofreció la copa y esta la tomó en sus manos, luego dijo…

—¡Brindemos Bella!

Y mi madre se levantó y se alisó la falda de su vestido rojo.

—Muy bien Darío, ¿por qué brindas tú? ¿A ver?

—Por estar cerca de la madurita más bella del mundo —dijo Darío tan poco afortunada mente.

—¿Madurita? —dijo mi madre.

—¡Oh bella, qué torpe soy! Ya te lo dije, ¡no valgo para poeta! —dijo el tipo—. Pero este es el mejor mojito que vas a probar en toda tu vida, ¡bebe! —le ofreció acercando su copa a sus labios.

Mi madre de nuevo aceptó que aquellas meteduras de pata lo mismo eran un peaje a pagar. Así que bebió.

—¡Hum, qué bueno! He de reconocer que los mojitos sí que se te dan bien —dijo ella.

—¡Claro Bella, yo no estudié pero en mojitos soy un experto! —se jactó el tipo—. Bebe y disfruta —dijo insistiendo una vez más.

Yo ya pillé el tema, ¡le ha echado algo en la bebida!

Aunque mi madre se puso melosa en el sofá e intentó besarlo, el tipo se contuvo poniendo excusas.

—Tranquila hay tiempo para todo en la noche, ¡amiga! —le dijo y tomó un sorbo para que ella bebiese más.

Y así, en apenas unos veinte o veinticinco minutos mi madre prácticamente se había acabado la copa y dejó de hablar paulatinamente. Mientras el tipo la levantaba y le decía que bailase con él pegados y mi madre lo hacía claro.

El la besaba en el cuello y le arrimaba la cebolleta, hasta llegó un momento en que le bajó las tirantes y, ¡le besó las tetas!

Mi madre ya no hablaba, entonces él se aseguró de que bebía un poco más y se le dio la copa.

—¡Bébetelo todo y te preparo otro! ¡Vamos! —le ordenó.

Y mi madre se lo apuró.

Entonces la sentó en el sofá y ni corto ni perezoso se arrodilló, le metió la mano bajo el vestido y tiró de sus bragas.

Mi madre ya daba síntomas de estar drogada y él ahora comenzaba a hacer lo que quería.

Tiró las bragas a un lado y remangándole el vestido, le abrió las piernas en el sofá y le clavó la lengua en su raja!

Mi madre gemía de placer y yo comencé a ponerme palote en el coche en ese momento. ¡Le estaba comiendo el coño y ella gemía de placer y yo con ganas de meneármela! ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no entraba y le gritaba al tío que lo tenía todo grabado y que se fuese a su casa a esperar a los agentes?

Me dije a mí mismo que necesitaba más pruebas, o ver si le robaba al finalizar. Aunque aquello implicaba esperar a que él terminase de follarla, algo que se me hacía difícil de concebir.

Entonces el tío se bajó el pantalón y sacó lo que todo buen cubano tiene, ¡su puro habano! Tras la comida de coño se lo enchufó a mi madre y esta gimió al sentirlo entrar. Yo oía todo extrema nitidez con mis auriculares bluetooth conectados al móvil donde las cámaras transmitían y donde todo quedaba registrado.

No puede evitarlo, ¡saqué mi verga dura de mi pantalón y me puse a masturbarme en el coche!

El tipo seguía follándola, primero despacio y luego más rápido. Luego paró y se puso de pie, pues estaba de rodillas y a mi madre la tenía despatarrada en el sofá, con lo que su sexo quedó muy expuesto y perfectamente visible para la cámara. ¡Como la mejor actriz porno! —pensé para mis adentros aunque me horrorizó dicho pensamiento.

Ahora la incorpora y le dice.

—¡Chupa Bella!

Y Bella, mi madre, ¡chupa! Ahí el tipo intenta meterle toda su herramienta y ella tiene arcadas que le obligan a detenerse.

Entonces la levanta y la pone de rodillas en el sofá, girándola de espaldas. Él se coloca y se la enchufa de nuevo en su coño, pasando a una nueva follada.

Mi madre gime y yo me desespero, ¿pero por qué no paras al tipo ese? —me pregunto sin encontrar la respuesta.

El tipo sigue follándosela hasta que se detiene, se arrodilla y le come el coño de nuevo y además su culo, clavándole la lengua en su ano.

Mi madre gime y se retuerce y el tipo se encela y le come el culo con pasión. Tengo que admitir que el tipo sabía follar, sólo que debería haberlo hecho con mi madre despierta para que disfrutase de todo aquello, pero por algún motivo tuvo que drogarla.

Tras comerle bien el culo se levantó ahora le enchufó su pollón por éste. Mi madre gimió de dolor. Entonces él, se detuvo y volvió a lubricar su ano echando saliva en su mano y aplicándola con sus dedos.

Volvió a la carga y de nuevo mi madre se quejó, pero más bajo esta vez. El tal Darío la folló despacio por el culo mientras le sujetaba los hombros y ella se debatía entre el dolor y el placer.

Aquella follada anal no se prolongó mucho, pues el tío finalmente se la sacó del culo y se corrió en la espalda mientras gruñía como un oso.

¡Todo había acabado!

Yo no podía creerlo pero me había corrido en ese momento en el coche sobre mi pañuelo de tela abundantemente diría yo y gran placer, ¡aquello era increíble! ¡Había visto a mi madre follar con un cubano como en una película porno y me había masturbado viéndolos!

Me pareció ser el hijo más despreciable del mundo en aquel momento, pero la excitación que sentí no terminó hasta que me corrí por todo lo alto viendo como el cubano la regaba con su esperma.

¿Qué haría ahora?

Pues el tal Darío fue al baño, cogió toallas y la limpió cuidadosamente. Luego comenzó a vestirla poniéndole las bragas, tal vez con la idea de acostarla en su cama y marcharse para que ella se preguntase qué había pasado.

En ese momento salté del coche y me encaminé hacia nuestro piso. Subí por las escaleras para que el ruido del ascensor no le alertase y entré a hurtadillas.

—¡Darío detente! —le grité desde atrás.

—¿Qué pasa, quién eres tú? —dijo él girándose.

—Eso no importa, lo tengo todo grabado, ¡sé que la has drogado para abusar de ella así que estás perdido!

—¡Qué dices, de qué hablas! —exclamó él confundido.

Entonces le enseñé el móvil y se vio reflejado en la pantalla junto a mí en ese momento.

—¡Cabrón tú nos has grabado! —dijo alarmado.

—¡Sí, todo está recogido en cámara!

—¿Y por qué no me interrumpiste antes? —dijo él.

—Porque, ¡debía tener las pruebas! —dije yo en mi defensa.

—¿Las pruebas? Pero sí tu madre ha consentido, no la ves. Bella, ¡levántate!

Y mi madre se levantó y me miró. ¡Aquello me heló la sangre!

—Mira tío, sé perfectamente qué clase de delito es este, estudio para juez, ¿lo sabes? —dije yo poniéndome chulito pero resultando muy patético.

—¡Tú eres su hijo! —dijo el cubano.

Y acto seguido se echó a reír.

—¡Qué cabrón! Tú nos has estado espiando, dime, ¿estabas muy cerca no?

—¡Oye no te pases! Te lo advierto que estás perdido, si llevo esto a la policía ya te puedes volver a Cuba.

Fue nombrarle esto y pareció entrar en razón de repente.

—¡Está bien hermano! No nos pongamos nerviosos. Mírala, ¡ella está bien! La ves, no le hice nada malo, tú mismo lo has visto. Sentía que no iba bien, que me daría la patada pues como habrás escuchado, seguramente toda la noche, soy bastante patoso con las mujeres y tu madre me gustaba mucho, tío.

Su confesión me pareció sincera y para colmo tenía razón.

—Mira no voy a discutir contigo, tampoco creo que a mi madre le convenga saber esto nunca, ¿te enteras? Por eso creo que lo mejor es que me des eso que le has puesto y desaparezcas del gimnasio y de su vida, ¿entendido? —le dije con el tono más amenazante que pude.

El cubano me miró y sopesó sus posibilidades. Sin duda estas no eran muy halagüeñas, porque al momento tomó su chaqueta y sacando un pequeño tubito del bolsillo con un polvito blanco dentro me lo enseñó levantándolo.

—¿Ves esto? Si quieres te lo doy y tú seguro que sabrás emplearlo con alguna amiguita, ¡ya me entiendes!

—No, lo quiero para que no vayas por ahí haciendo esto, más. ¡Me entiendes!

El tío se echó a reír en mi cara.

—Mira tío, sé que estoy jodido y no quiero problemas, ¿vale? Si te gusta cógelo y úsalo sabiamente. Y cuando se te acabe contacta conmigo y te conseguiré más, ¡tranquilo, soy de fiar! —me dijo guiñándome un ojo.

Me tendió la mano así que me acerqué y cogí el tubito de cristal con sus polvitos dentro y su tapón de plástico negro. Aquello no debía ser mucho.

—¿Para cuánto hay…? —le pregunté tartamudeando.

—Para unos cuantos polvos, se lo pones a la chica en la bebida, tan solo espolvorea un poco y disuélvelo. No en mucha cantidad para que haga efecto antes y ya está.

—¡No pienso usarlo! Sólo era por curiosidad… —dije yo mirando el pequeño tubo.

—Tranquilo, yo no digo nada si tú pasas por alto lo de esta noche. Y si quieres más sólo llámame —me dijo sacando una tarjeta de su chaqueta tendiéndome su mano.

Yo me quedé parado, efectivamente el tipo se veía muy echado para adelante.

—Si tus amigos quieren más, a ellos sí que se lo cobraré, ¡y no es nada barato! ¿Vale?

—Te digo que no lo usaré —insistí.

—¡Claro tío, tú por si acaso no te pases con la dosis! ¿Vale? ¿Me puedo marchar ya?

Carraspeé.

—¡Eso, márchate y desaparece de su vida! —dije con tono amenazante.

Aunque el tal Darío no pareció sentirse amenazado.

Cuando se marchó mi madre estaba delante mío, sólo con sus bragas puestas.
 
Arriba Pie