El Secreto de la Madre 04

heranlu

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Esa tarde Isabel sí que disfrutó del sueño en verdad reparador por plácido, tranquilo, profundo… Y más bien largo, pues eran ya más las diez que las nueve y media de la noche cuando su hijo entró a su cuarto, encendiendo la luz y despertándola en forma arto ruidosa, por más que también cariñosa


  • ¡Venga, “gandula”!... ¡P’arriba!... ¡Que ya está la cena en la mesa!...

Para completar el dulce despertar, Daniel se llegó junto a su madre y la besó pelo y frente, con lo que la placidez de la madre se acentuó vivamente. Isabel se levantó y dijo a su hijo que tenía que pasarse por el baño antes de sentarse a la mesa, pues tenía los ojos embotados tras las más o menos cuatro horas de descansado dormir… Se lavó, chapoteando bien el agua en su cara, con lo que se despejó a modo.


Salió al salón y su hijo la llamó desde la cocina


  • Mamá, he montado aquí la mesa. Lo encuentro más cómodo, por más íntimo, que la mesa del salón, tan grande… Además, aquí en la cocina todo lo tenemos más a mano…
  • Sí hijo; tienes razón… Total, para nosotros dos solos…

Cuando Isabel entró en la cocina se quedó parada en la mismísima puerta, riendo francamente más que sonriendo, pues ante ella apareció la mesa de la cocina toda dispuesta por su hijo, ya que ni adorno floral le faltaba, constituido por un mini florero en el centro de la mesa, con un no tan escuálido ramillete de diminutas lilas


  • Pero… ¡¡Qué bonita que está la mesa!!... ¡Eres toda una delicia, mi niño!...
  • Es que, acaso, la alta dama y señora se merece menos de caballero “Sin miedo y sin tacha”…
  • (Isabel hizo una reverencia, la mar de cómica, diciendo) ¡¡Honradísima por su sin par galanura, mi buen doncel!!...

Y Daniel, para no quedar atrás de su madre, respondió con otra más que “versallesca” reverencia, humillando el torso ante su madre mientras, en ademán servil, flexionaba las piernas en ostentación de postrarse ante tan alta dama, dando el paso atrás con una de sus piernas al tiempo que su brazo derecho subrayaba la reverencia imitando el antiguo “sombrerazo” con el chambergo


  • El más que honrado con vuestra benevolencia es este más que humilde siervo de tan principal dama…

Y Daniel remató la “faena”, sacando la silla de la mesa y ofreciéndosela a su madre para que se sentara. Esta repitió la reverencia y aceptó el sitial que su “caballero” le dedicaba, tomando asiento en él, tras lo cual el servicial “caballero” empujó la silla hasta acomodar convenientemente a su madre en la mesa, tras lo cual él mismo se sentó, degustando ambos los “manjares” elaborados por Dani, que más sencillos no podían ser: Una simple crema natural de puerros y sendos pares de huevos acompañados de jamón, el típico jamón serrano de las frías tierras españolas, ese curado naturalmente al helado aire invernal de las altas serranías del país de la “Piel de Toro”(1)


Acabaron la cena y entre los dos recogieron la mesa y fregaron platos y servicios, yéndose luego los dos juntos a ver el programa de la Tele, una de esas pretendidas series de risa y tal, “Made in Spain”, que últimamente tanto abundan en las iberas cadenas televisivas, pura y genuina Tele-Basura las más de ellas, por no decir que en su íntegra totalidad, pero que a Isabel le “molaban” cosa mala, con lo que su visionado era casi obligatorio, aunque al bueno de Dani más bien que le dormían


Y así sucedió, que en no demasiado tiempo de sufrir la soporífera ración televisiva, el pobre Dani se estaba durmiendo a chorros, con lo que su señora madre le dijo que mejor se iban ya a la cama. Se levantó y ayudó a que él se levantara, casi llevándole ella al dormitorio. Llegados a la puerta de la habitación Dani volvió a besar a su madre de la misma manera, dulce, tierna como a lo largo de toda la tarde venía haciendo y se metió al dormitorio cerrando tras de sí la puerta.


Isabel quedó allí, ante la puerta como si le hubiera dado un aire. Su hijo no había hecho la mínima alusión a lo de “encamarse” con ella… No estaba segura de esperar iniciativa de él en tal sentido, pues por sus palabras de antes de dormir la siesta, eso de que ”ni ayer ni anteayer había sucedido nada en absoluto”, algo así medio se barruntaba. Pero en cierto modo sí que esperaba “algo” al respecto… Y lo sorprendente es que estaba casi, casi, desilusionada…


Por fin se salió al salón, sentándose de nuevo en el sofá ante la “Tele”, pero ya no se enteró de nada de cuanto los señores, señoras y señoritas “invitados” al programita de marras soltaban por sus bocas, esos/esas, auto intitulados periodistas a quienes su hijo denominaba “Notarios de Alcoba” que llevaban puntual cuenta de cuantos “clavos” echaban famosos/as, famositos/as y famosillos/as, pues su mente estaba ocupada en otras muy distintas cosas


Isabel, entonces, era plenamente feliz y dichosa. Se sentía no ya sólo inmensamente querida por su más que adorado hijo, el ser que en este mundo ella más quería, que indudablemente sí, sino halagada y alabada en su ser femenino, su ser de mujer y de mejer más bien hasta coqueta. Él, Dani, había dicho que era “guapa”, “inmensamente bella”… Y eso la agradaba… La agradaba mucho… Muchísimo más bien


Pero, ¿qué dijo también?... ¡Que tenía ojeras que la afeaban!… Se levantó yéndose al baño… Y resultó que sí; que, aunque no marcadas, sendas oscuridades se marcaban bajo las cuencas inferiores de sus ojos. Tomó maquillaje y fue “aliviando” las más bien débiles líneas oscuras hasta ocultarlas casi por completo. Luego, tomó el lápiz de ojos y fue remarcando el contorno de sus ojos, haciendo que la honda negrura azabache de su mirada quedara vivamente resaltada, para a continuación seguir maquillando toda su faz. Para finalizar, con el perfilador marcó el contorno de sus labios, de su boca, pasándose después la barra de labios, hasta dejar una boca de ardiente color rojo vivísimo… Se miró de nuevo al espejo y el conjunto que éste le devolvió le gustó; se vio guapa… Más que guapa realmente…


Harta de televisión y, por primera vez en su vida, casi de acuerdo con su hijo en lo de que tales programas, la verdad, más cutres y deleznables no podían ser, se limitó a apagar la tele y la luz del salón e irse después a su habitación para acostarse. Tardó algo en dormirse, no tanto, desde luego, dándole vueltas a una idea que acababa de ocurrírsele, madurándola


A la mañana siguiente se levantó más bien pronto, pues todavía no eran las nueve y media de la mañana, y saltó del tirón al suelo. Se duchó, maquilló cumplidamente hasta verse más que guapa en el espejo y se dedicó a dar un buen repaso a su fondo de armario hasta decidirse por un vestido en raso liso azul casi cielo, ceñido por entallado al pecho y falda abierta en vuelo que, al andar, bambolearía coqueta al compás que su cintura imprimiera al paso, cortita además hasta acabar a un palmo por encima de la rodilla, si es que no era algún que otro centímetro más


Un par de zapatos más o menos a juego con el azul del vestido, y de increíble tacón alto completó el conjunto que su figura exhibía. Se miró en la luna del armario que le retornó su imagen de cuerpo entero y sonrió complacida ante lo que vio, pues esa imagen era la de una mujer no ya simplemente guapa hasta rabiar, sino de cuerpo algo más que escultural, que además ofrecía al macho humano más sibaritamente exigente la justa “Materia Donde Agarrarse”, sin adarme de superabundancia desfavorecedora alguna… Vamos, lo justo pero necesario para hacer de una mujer lo más sexi, lo más deseable que pueda darse; uno de esos “bombones” que hacen volver la cabeza al macho ibérico más serio y circunspecto que uno pueda echarse a la cara.


En un taxi se puso en el viejo Madrid de los Austrias, en pleno centro de la capital de España, a tiro de piedra de la Plaza Mayor, la Puerta del Sol y el Mercado de San Miguel, aunque más bien centrada en la zona comprendida entre las calles de Segovia y Toledo, con las dos Cavas, Alta y Baja, la calle del Almendro, la Cuesta de San Pedro, las plazas de la Cebada, de la Paja, de la Cruz Verde, San Miguel y de los Carros como meollo por el que moverse


Allí se estuvo casi toda la mañana, deambulando por aquél dédalo de calles y plazas, callejas y plazuelas, hasta que a eso de las tres y algo de la tarde entró en el restaurante donde Dani trabajaba para comer con él y, luego, volver juntos a casa. La tarde-noche la cubrió la siesta, que cada uno durmió en su cuarto, la cena, elaborada por el cocinero oficial de la casa, Daniel, y la película visionada por el video, ya que madre e hijo habían llegado al acuerdo de ver películas habitualmente, que a todo el mundo le gustan, aunque algún día Dani se sentiría magnánimo y permitiría a su madre ver su “tele-basura” de su alma. Por finales, al cine de las “sábanas blancas”, es decir, a la camita, bajo régimen de “cada Mochuelo a su Olivo”, que es la mar de sano


Esa rutina se estuvo manteniendo sin apenas cambios a lo largo de cinco, tal vez seis días, hasta que en la tarde de ese quinto-sexto día, la madre se recibió al hijo espetándole


  • ¡Dani, vete haciendo a la idea de que en breve, no más un mes seguramente, lo de dormir la siesta se te acabó!
  • ¿Y eso?...
  • Fácil. Vamos a tener que trabajar a fondo para sacar adelante nuestro negocio…

Dani soltó una carcajada de las que aúpa, antes de decir


  • ¡Pero qué dices mamá!... ¿Nuestro negocio?... ¿T’has vuelto “majara” “u qué”?
  • ¡”U qué”!... De “majara” nada, hijito, que bien cuerda estoy. Mañana empezarán las obras de acondicionamiento del local que hemos cogido esta misma mañana y me han asegurado que en mes y poco podremos abrir nuestro propio bar-restaurante. Ya le he dicho a Manolo que se vaya buscando nuevo cocinero porque el actual se establece con bar-restaurante propio en menos de un mes…

Efectivamente, a lo largo de esos días Isabel había estado viendo locales en venta por esa zona de los Austrias, privilegiada de cara al turismo, hasta encontrar lo que buscaba en la calle del Almendro. ¿Razones? El acusado pragmatismo generado últimamente en la mujer. Eso la hizo ver que, desaparecida la “señorita” Betty, se “esfumaron” los ingresos que ella ingresaba en casa, y como no estaba dispuesta a cortar en demasía el nivel de vida que desde un par de años disfrutaba la familia, pues negocio al canto, y qué mejor negocio que un bar-restaurante teniendo el hijo que tenía. Pues eso…


Desde luego que Daniel en principio se negó a usar un dinero para él maldito, pero su madre le hizo ver lo tonto de su actitud, pues ese dinero no lo iban a tirar, y si les servía para ganarse la vida con su trabajo pues qué más daba. De todas las maneras a Daniel siguió sin gustarle un pelo el asunto, pero como a Isabel se le puso por montera, pues ya me diréis el remedio que al pobre Dani le quedó: Lo del “ajo y agua”, es decir, “a jorobarse y aguantarse”, por decirlo finamente…


En fin, que el bar-restaurante se inauguró por fin unos dos meses más tarde, con Dani al frente de la cocina, Isabel al de la caja y cuanto tuviere que ver con los dineros, que menuda era ella en tales menesteres, que no se le escapaba un ápice de lo que barman de la barra y camareros del salón comedor se traían entre manos. Al control del comedor ayudaba la hija y hermana, Maribel, pues mamá Isabel, al fin también, le puso “las peras al cuarto”: O arrimaba el hombro como cualquier hijo de vecino, o allá se las compusiera ella para buscarse las habichuelas nuestras de cada día, pues el bolsillo de mamá desde ya se cerraba a cal y canto: El sueldo que trabajando se ganara y pare usted de contar.


Desde entonces madre e hijo pasaban todo el día juntos, de la mañana a la noche. La verdad es que trabajar, trabajaron, desde las diez de la mañana que abrían hasta las doce de la noche, cuando no era hasta más tarde, con los sábados sesión hasta la una y más, pero fueron saliendo adelante y el negocio empezó a mostrarles su mejor cara.


De todas formas el sábado era un día especial, pues a Isabel le apetecía más que mucho divertirse, por lo que decía que si estaba toda la semana trabajando como una acémila, esa noche quería permitirse disfrutar a modo, y como su más querido “hobby” era bailar, cada sábado, cuando al fin cerraban, se agarraba al brazo a su hijo y lo arrastraba a la “perdición” discotequera, en especial las salas con ritmos caribeños, en espacial la famosa “salsa”, que a mami la volvía loca, por más que a Dani no tanto, pues el “mocer” (Mozo, chico joven, en Aragón) era un tanto negado en el arte de Terpsícore (Musa de la Danza, en la Mitología griega). Pero el chico era “aplicado” y a veces hasta no lo hacía del todo mal


En fin, que así fue pasando el tiempo, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, hasta que el restaurante cumplió más de medio año, Isabel los cuarenta “tacos” y a Dani le faltaban semanas para estrenar sus veintidós. Entonces, una noche de tantas, cuando madre e hijo estaban sentados a la mesa de la cocina con los imperdonables vasos de leche de cada noche al regresar al hogar, a Isabel se le ocurrió soltar una verdadera chorrada


  • ¿Sabes Dani? Parecemos un matrimonio… Siempre juntos, hasta para pasar el rato, y viviendo aquí los dos solos en amor y compaña

Dani guardó silencio algún momento, para decir luego


  • Sí; creo que tienes razón…

Calló otro momento y, lanzando un suspiro hondo, prosiguió


  • Sabes mamá; es una lástima que seas mi madre…
  • ¿Y eso?
  • Porque si no lo fueras podría casarme contigo

Isabel no alteró un ápice la cara; simplemente se puso tremendamente seria, mirando fijamente a su hijo, mientras por unos minutos quedaba en silencio. Al fin habló, seria y con la voz asaz fría…


  • ¿Qué has querido decir con eso?
  • Lo que he dicho. Que si no fueras mi madre te tomaría por esposa… Si es que tú me aceptabas, claro…
  • ¿Y eso por qué?... ¿Vuelves a desearme acaso?... Ya te dije que en eso no habría problema…
  • No, no… No es eso… Déjalo mamá… Ha sido una tontería por mi parte… No he dicho nada… Olvídalo…
  • Pero sí que lo has dicho. Has dicho que te casarías conmigo si no fuera tu madre… ¿Por qué lo has dicho?... ¿Qué soy yo para ti?... ¿Qué es para ti eso de casarte?...
  • Mamá, por favor; olvídalo… Es una locura… ¡Casarnos!... Una locura… Olvídalo mamá… Soy un imbécil… Un loco…
  • O sea, que sí; que… ¿Me quieres?...
  • Pues claro mamá… ¡Eres mi madre!...
  • No te vayas por la tangente, que sabes perfectamente que no me refiero a eso… A que me quieras como hijo, sino a quererme como hombre… Respóndeme, qué entiendes tú por casarte, por casarnos tú y yo… Si pudiéramos… Simplemente estar revolcándote conmigo mientras te guste, mientras te “ponga”… O es otra cosa… más…seria… Más estable… ¿Sabes? Cuando me casé con tu padre lo hice sin reserva alguna; de una vez por todas… Sin vuelta atrás… Y tu padre se casó conmigo de la misma forma… Para siempre… Y claro que mutuamente nos deseamos… Pero ¿sabes por qué?... Ante todo, porque nos queríamos y cuando amas a una persona deseas unirte a ella íntima, muy íntimamente… En una entrega total, absoluta… Si alguna vez me entregara a otro hombre, sería así… De una vez por todas… Mientras viva… Pero él tendría que entregarse a mí en la misma forma… ¿Lo harías tú?... Si pudiéramos casarnos, claro

Dani estaba como Alicia en el País de las Maravillas, entre alucinado y maravillado… ¿Qué decía su madre?... ¿Qué decía Alicia, la mujer que su madre también era?... Lo entendía; claro que entendía el sentido de las palabras de esa mujer que, aun siendo su madre, desde hacía muchos, muchos meses le venía quitando el sueño… Pero no se lo podía creer… No podía ser que lo que en esas palabras adivinaba fuera cierto… Tenía que entenderlo mal…


  • ¿A qué te refieres madre?... Qué… Qué quieres decir con eso… Con eso que dices…
  • Jovencito, no está bien responder a una pregunta con otra… Respóndeme primero tú y luego… Luego, tal vez te responda yo… Pero respóndeme a mí tu primero, en cualquier caso…

Dani siguió callado, en silencio, pero con los ojos abiertos como platos… Parecía… Parecía… Difícil de definir lo que parecía: Algo así como atónito, alucinado y aterrorizado… Todo a un tiempo, en algo así como “totum revolutum”, todo revuelto, tanto lo uno como lo otro o lo más allá, en maridaje casi imposible… E Isabel mirándole más seria según los minutos iban desgranándose, lentos, lentos, uno tras otro… Isabel, ante su hijo, estaba más mayestática que hierática, que también… Y seria; muy seria… Seria cual oficial inquisidor. Por fin Dani tomó la palabra


  • De acuerdo mamá; te contestaré. Por partes. Primero, querías saber qué eras para mí. Bueno; pues te digo que lo eres todo… Mi madre más que adorada y la mujer que más quiero… La mujer que idolatro… La mujer que amo con todas las veras de mi alma y que siempre, siempre amaré hasta la locura si dado me fuera… La única mujer con quien yo me casaría, hoy y siempre, para amarla hasta el fin de mis días… Para vivir por y para ella; para hacerla dichosa… Para hacer de ella la mujer más querida y feliz de la tierra… Para cuidarla, para arrullarla… No sé… Sólo una cosa te puedo decir, Isabel, cariño mío: ¡¡¡Cómo; cómo te quiero, cómo te idolatro!!!… ¡¡¡Cómo te amo Isabel, a ti, a la mujer que es mi madre!!!... ¡Y claro que te deseo! ¡Pues claro que sí!... Tú lo has dicho antes; cuando se ama, se desea al ser querido…al ser amado… Se desea, puede que como a nadie nunca más se desee, y el cénit, la aspiración máxima del ser que ama es unirse en íntima unión al ser amado, hasta ser los dos una misma cosa, un mismo ser… Perdona, mamá, si lo que te digo te ofende, te escandaliza… Sí; si así lo ves, si así lo entiendes, seré algo abominable, degenerado, bastardo incluso… Pero yo no me siento así… Simplemente, te amo…

Isabel sintió que algo se le ponía en la garganta que apenas si la dejaba respirar, al tiempo que un tremendo escozor se cernía sobre sus ojos que, por segundos, se le velaban por una especie de cortina de agua, al tiempo que notaba cómo gruesas gotas acuosas comenzaban a surcar, indolentes, sus mejillas. Todavía madre e hijo estaban sentados a la mesa de la cocina, uno frente al otro, con el mueble entre ambos. Isabel entonces extendió sus manos hacia las de su hijo, pasándolas por encima de la mesa. Él las recibió, tomando ambas con las propias suyas, e Isabel habló a su vez


  • ¡¡Qué bonito es lo que me has dicho?... ¿De verdad me quieres así, cariño?
  • Sí mamá… No exagero nada en absoluto
  • Y… Quieres que sea tuya… Tu mujer, ¿verdad?
  • Desde luego mamá… Te lo ruego; ámame como yo te amo… Te haré feliz mamá…

Isabel llevó su mano derecha al rostro de su hijo, acariciándolo, pero él la tomó y la besó


  • Me da miedo, mi amor… Eres mi hijo… Soy tu madre… Me da miedo, Dani… Mucho miedo…
  • Mamá, no sería la primera vez… Ni entre tú y yo… Ni en la historia de la Humanidad tampoco…
  • Ya lo sé hijo, pero… Cariño las otras dos veces que lo hicimos era distinto… ¿Sabes?... Ese deseo que sentías por mí lo entendí como una especie de obsesión morbosa… Casi como una enfermedad… Y yo quise “curarte”, arrancar de ti la obsesión…el mal que te aquejaba, enfrentando el fuego al fuego… Pensé que si me “abría” para ti se te acabaría yendo todo… Te “curaría”… Pero esto es diferente… ¡Amarnos!... ¡Tú y yo!... ¡Dani, es una locura!... ¡Pero qué bonito que también podría ser!...

Daniel percibió lo que a Isabel le sucedía… Le atraía la idea… Puede que entonces aún no le quisiera, no le amara como él la amaba a ella, pero la idea de sentirse amada, querida por un hombre, él mismo en este caso, de la forma que él le decía que la amaba y la amaría siempre, la gustaba… La atraía… Y sí; ella acabaría amándole de la forma que él quería… Sin duda alguna… Ella le quería al lado del alma… Por eso antes aceptó complacerle… Por eso, ahora, que la relación entre ambos sería muy distinta, entre un hombre y una mujer, de verdad y a todo ruedo, ella acabaría rindiéndose; abriéndose al amor


Y decidió ir a por todas… Entonces mismo, en aquél momento… Era ahora o nunca; estaba convencido… Ahora o nunca. Se levantó y fue hacia ella, tendiéndole la mano al llegar a su lado


  • Ven mamá… Ven conmigo… Nunca más volverás a estar sola en la vida… Siempre, siempre, estaré yo a tu lado… Ven cariño mío… Amor mío… Vida mía

Isabel le miraba subyugada, con los ojos muy, muy abiertos. Dani la tomó de la mano y tiró de ella… Eso sí, la mar de suave, dulcemente… Y ella, Isabel, se levantó y avanzó hacia el hijo que tiraba de ella. Isabel acabó llegándose junto a su hijo, que al punto la abrazó muy, muy estrechamente… le alzó el rostro tomándola de la barbilla y los masculinos labios buscaron la boca de la mujer, que al momento se le abrió gozosa.


El beso fue largo, dulce, tierno… Repleto de amor de cariño y henchido de la ideal mezcla de cariño y pasión… De inmenso amor y tórrido deseo… Isabel gemía, casi jadeaba llena de amor y pasión hacia su hijo y él la acariciaba el rostro, pero también los senos a través de la ropa. Isabel retiró los brazos, las manos, del cuello de Dani para bajarlos hasta su cintura y soltar el cinturón que cerraba la bata que vestía, que al instante se abrió por completo mostrando las dos únicas otras prendas que cubrían su cuerpo, el sujetador y las braguitas tanga.


Entonces Dani llevó hacia atrás la bata, haciendo que, a través de los brazos de Isabel, se deslizara hasta el suelo. Seguidamente, sus brazos abarcaron, estrechándolo hasta la saciedad, el cuerpo femenino, ganando así sus manos la femenina espalda para así soltar las presillas de la superior prenda íntima. Acto seguido, fue el sujetador el que ganó el duro suelo, deslizado también a través de los brazos de Isabel. Libres ya de todo encierro los suaves, túrgidos, senos, las manos de Dani los acariciaron para de seguido ser sus labios los que arrullaron las mamas de su madre.


Isabel, a tales alturas, jadeaba ya abiertamente de placer… Luego su hijo planto ambas manos en plena espalda y nalgas femeninas, abarcando sus brazos todo el cuerpo de Isabel; lo alzó en vilo y así, en brazos, sacó a su madre de la cocina para, a través del salón, pasar al pasillo y llegar hasta el fondo del mismo, al dormitorio de su madre.


Allí depositó el amado cuerpo sobre la cama, empezando él mismo a desnudarse, cosa que hizo en bastante menos de lo que se tarda en decirlo, mucho menos en escribirlo… Ya como Isabel lo introdujera en este mundo, se subió a la cama; despojó a su madre de la última prenda que aún se mantenía sobre su cuerpo, las braguitas-tanga para, a continuación, subirse sobre ella, que le recibió amorosa entre sus brazos.


De nuevo se besaron los dos en verdadero frenesí de pasión, de locura, de deseo mutuo… Con las piernas, rodillas más bien, Dani pidió paso a la más genuinamente femenina intimidad de Isabel y ella, cual fiel y rendida amante, le franqueó el paso abriendo sus muslos casi, casi, que de par en par. Todavía el hijo prolongó los prolegómenos de la total, absoluta unión de cuerpos, de carnes en una sola, acariciando tan sensible órgano femenino, primero con sus dedos, luego con la hinchada cabeza de su masculinidad, pasándosela suavemente a través de las cortinas carnosas que velaban el acceso inmediato a aquél cáliz de divina ambrosía. Los jadeos de Isabel se acentuaron hasta más o menos convertirse en gritos, un tanto apagados todavía, pero gritos


  • Dámela ya, cariño… Entra en mí, mi cielo… Haz dichosa a mamá hijito de mi vida…

Dani no se hizo de rogar; bajó sus manos a las nalgas, el culito de su madre, iniciando al segundo la invasión de la femenina interioridad de su madre. Ella, al sentirse invadida, suspiró de placer al tiempo que izaba la zona pélvica, a fin de consumar, más y más, la fusión en uno de los dos cuerpos. Por fin notó que todo su interior estaba lleno de su hijo; el suspiro que al momento exhaló fue bastante más sonoro y profundo que el anterior, cuando se empezó a sentir penetrada. Se abrazó a Dani más que con fuerza, con furia… Furia desatada era entonces Isabel, anhelando la dicha de la sexual relación con su hijo… Ansiando libar el elixir del amor hasta sus últimas gotas…


Seguía con la pelvis levantada, solo que ahora sus esfuerzos no se dirigían a alzar más y más el pubis, sino a empujarlo con sus caderas adelante y atrás, en movimiento perfectamente sincronizado con el de él al empezar a moverse, haciéndola disfrutar. Isabel, mientras se movía al unísono con Dani, gemía, jadeaba, lanzaba quedos grititos, al tiempo que se abrazaba, convulsa, frenética, al cuello, los hombros, la espalda de su hijo; por otra parte, alzando sus piernas, atenazó entre ellas nalgas y muslos de Dani, empujándolos hacia abajo, hacia ella, hacia su propio pubis…


  • ¡¡Te quiero Dani!!... ¡¡¡Te quiero, mi amor!!!… ¡¡¡Como tú querías que te amara; como tú me amas a mí!!!… Soy tu madre y como tal te quiero, pero también soy mujer…y la mujer que soy también te quiere…como al hombre que también es mi hijo… ¡¡Sí, amor; te quiero, te quiero, te quiero!!... ¡¡¡Aggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!...
  • ¡¡¡Y yo a ti Isabel!!!... ¡¡¡Dios mío y cómo te quiero…cómo te amo ángel mío…vida mía…amor mío!!!... ¡¡¡Qué grande que eres, querida mía!!!... ¡¡¡Cómo me haces disfrutar!!!... ¡¡¡Eres increíble, Isabel; la mujer más mujer del mundo!!!
  • ¡¡¡Y tu mujer cariño; tuya, mi amor; sólo, sólo tuya!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡Cómo…cómo me haces disfrutar, querido mío!!!... ¡¡¡Ayyy!!!... ¡¡¡Ayyy!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Te quiero Dani, amor mío!!!... ¡¡¡Te quiero, te quiero, te quiero, vida mía; bien mío…queridísimo mío!!!

Volvió el silencio de las palabras pero no el de las sensaciones; el de los gozos; el del intenso placer vivido, disfrutado por madre e hijo, en forma de quejidos de intensa felicidad, de jadeos de inmensa dulzura, de grititos apenas contenidos… Sí, de una dicha sexual inenarrable pero, real y verdaderamente, por entro exenta de lujuria… No se trataba del simple y primitivo sexo por el sexo…


Era algo mucho más complejo… Era ese sentimiento que en el ser humano desarrolló su evolución biológica y que vulgarmente llamamos amor. Ese sentimiento por el que un individuo humano elige a otro humano individuo, a uno en particular, distinguiéndolo, diferenciándolo así del resto de los humanos de su mismo género, masculino o femenino, con lo que le hace único y diferente de todos los demás, porque para quién así lo elige y distingue es a su vez único y diferente de todos los demás.


Madre e hijo, Dani e Isabel, siguieron amándose intensamente, entregándose el uno a la otra, la otra al uno, con todas las fuerzas, todas las energías que eran capaces de reunir; en esa forma de amarse que se patentiza, se hace tangible en la entrega sexual, en el deseo sexual que dos seres que se aman sienten el uno hacia el otro; ese deseo sexual que se centra, empieza y acaba, en el ser querido, en el ser amado. Y el goce que mutuamente se prodigaban era enteramente excelso, inconmensurable.


Se besaban, se acariciaban… Casi que hasta se comían pues, en casi el cénit de la sexual relación, los mordiscos en labios, lóbulos de oreja, cuello, pezones menudearon hasta incluso hacer que la sangre brotara, como también hicieron brotar la sangre las largas y cuidadas uñas femeninas, engarfiadas en el hombro masculino, incrustadas luego en la masculina espalda para a correo seguido deslizarse, bajar por esa espalda abriendo surcos sanguinolentos


Isabel aulló en alaridos cuando la intensidad de la relación le hizo gozar del primer y segundo orgasmo que aquella noche le regalaría su amante hijo, su amantísimo hombre, con su amor materializado en la íntima relación sexual, y del mismo modo, él, Daniel, berreó cuando sintió que también él alcanzaba la plenitud de la dicha en su propio orgasmo


  • Mamá; mamá querida; mujercita mía… No… No meee pueee…dooo aguan…taaar mááás… ¡¡¡Ay!!!... ¡¡¡Aayyy!!!... ¡¡¡Aaayyyy!!!... ¡¡¡Mee…veeen… gooo!!!...
  • ¡¡¡Sí cielo; sí, sí!!!... ¡¡¡Hazlo hijo!!!... ¡¡¡Hijito mío, hazlo; córrete cariño; córrete!!!... ¡¡¡En mí, mi amor; en mis entrañas!!!...
  • ¡¡¡Mami; mamita mía!!!… ¡¡¡Me corro, me corro, me corro!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Ya…ya…ya!!!… ¡¡¡Me estoy corriiieeendoooo!!!... ¡¡¡Sí mamá, sí…me estoy corriendo; me estoy corriendo, mamá!!!
  • ¡¡¡Sí, cariño mío; córrete, córrete dentro de mamá; dentro de tu mujer, de tu mujercita que te adora!!!... ¡¡¡Sí mi amor; sí, vida mía!!!... ¡¡¡Así cielo mío; así!!!... ¡¡¡Ay!!!... ¡¡¡Aayyy!!!... ¡¡¡Qué gusto, mi amor…qué placer más grande!!!... ¡¡¡Te siento, mi hijito; te siento dentro de mí!!!... ¡¡¡Siento cómo te vacías dentro de tu madre!!!... ¡¡¡Siento tu esperma golpeando sin cesar en el fondo de mis entrañas!!!

Daniel se acabó de vaciar dentro de Isabel, pero eso no fue el final de aquél primer acto de amor materializado en la sexual relación de esa gloriosa noche, pues también, y mientras la más placentera eyaculación que Dani viviera en su vida hasta el momento, Isabel gozó de su, por lo menos, tercer orgasmo de esa noche más que gloriosa para ambos, por lo que el muchacho, el hijo-hombre de Isabel, siguió y siguió en la brecha hasta que su madre hubo disfrutado no solo de ese tercer cénit del placer, sino de un cuarto y quizás de un quinto, pues esos últimos fueron algo así como la traca final de unos fuegos artificiales, por lo llegaron consecutivamente, como en cascada, que el AMOR le compensó con una segunda eyaculación…


Pasaron los años y con los años el último día del 2012 y el primero de 2013. Daniel e Isabel son padres de tres vástagos, un niño, otro Daniel, el mayor con casi catorce años, pues en fines de Febrero del 2013 está a días de cumplirlos, y dos niñas que en el corriente año harán trece la una y doce la otra.


Ya no están en Madrid, pues antes de nacer su primer hijo la marital relación entre ellos era de dominio público tanto en el restaurante como entre la vecindad de su casa, por lo que Daniel, celoso de que el nombre de su madre-esposa anduviera de boca en boca, convenció a Isabel para vender el local donde tenían el bar-restaurante y emigrar de Madrid a donde nadie les conociera para allá instalarse como cualquier otra pareja, por lo que ahora regentan otro negocio más o menos calcado del anterior en una ciudad de la Vieja Castilla, Valladolid, una capital de provincia con bastante vida interna


Sí, siguen juntos y queriéndose como aquél primer día de mutuo amor, tras quince años de matrimonio; de matrimonio, sí, aunque no tengan documento alguno que avale legalmente tal situación, pues así ellos dos lo quisieron cuando en aquella su, digamos noche de bodas o nupcial, mientras descansaban ambos, abrazados, tras su primer “combate cuerpo a cuerpo” él le dijo a ella que por qué no se casaban; ella le respondió que ya le gustaría, pero que cómo, y Daniel, tomándola la mano, empezó a decir


  • Yo, Daniel, te tomo a ti, Isabel, por única y legítima esposa y mujer, otorgándome a ti por tu esposo y marido, para amarte, honrarte y respetarte, y serte fiel hasta el último día de mi vida…

Isabel entonces, con todo su amor brillándole en los ojos y la boca abierta casi de oreja a oreja de la inmensa felicidad que la embargaba, respondió


  • Yo, Isabel, te acepto a ti, Daniel, como mi esposo y marido y a ti me otorgo por tu esposa y mujer, para amarte, honrarte y respetarte, jurando serte fiel hasta el último día de mi vida

Aquello fue una formal declaración y decisión firme y libremente tomada por ambos, de unirse en matrimonio de por vida, y como eso es lo que los dos querían, y quieren, así se sienten, marido y mujer a todos los efectos… ¡Y que salga el sol por Antequera!, como por aquí, España, suele decirse cuando queremos llevar una cosa a efecto pese a quién pese y a trancas y barrancas si ello es necesario
 
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