Vivo en la Costa, en una zona muy turística y en verano suelo ofrecer cursos de español a extranjeros. No faltan los que quieren torturar a sus hijos de vacaciones con clases del idioma autóctono del sitio donde van. Aunque técnicamente esta vez me contrató una muchacha de por sí, su madre era quien pagaba mi minuta, así que por mí no había quejas.
Me llamaron por el anuncio que había dejado en la comunidad, una urbanización de chalets con su entrada particular y hasta con barrera y todo. Como que vienen de vacaciones pero no quieren mezclarse mucho.
La cuestión es que concreté una cita para conocer a la alumna que decía llamarse Mary, con un fuerte acento escocés. La conocí aquella misma tarde, en una cafetería. Y es la típica escocesa postadolescente. Alta, piel rosita, pelirroja con una trenza de espiga, pecosa en la cara y los brazos. Llevaba un pareo y una camiseta blanca anudada bajo la que veía el bikini amarillo fosforito. Llevaba unas chanclas Havaianas y en la silla de al lado había dejado las gafas de sol y una gran pamela, un libro y una pequeña bolsa de tela. Al menos no olía a coco.
Tenía la sonrisa muy simpática y los ojos verdes bajo unas inquietantes pestañas muy claras pelirrojas también. Ese detalle me hizo gracia.
Hablamos sobre el nivel de español que ella tenía, bastante rudimentario pero suficiente para hacerse medio entender en un restuarante o garito de la costa, y me comentó sus objetivos. Era una chica ordenada. Me dijo que quería mejorar su nivel como para poder leerse una novela sencillita. Era aplicada y le gustaba estudiar así que en los tres meses que iban a estar quería clases intensivas. Las clases, me dijo, las quería top, así que nada de aprender a pedir paella, quería algo intensivo y duro, el dinero no era problema. Me pidió las credenciales y le enseñé mi título de filólogo y el formador de formadores, experiencia y demás. Exigía, sí, pero estaba dispuesta a darme el doble por hora de clase. Por mí encantado.
Decidimos hacer la primera clase gratuita de prueba y las siguientes a convenir, en horario de tarde.
Allí me planté, a la hora convenida, las cinco de la tarde. Su casa estaba al final de la urbanización así que subí con la bicicleta pasando ante los augustos chalets y siguiendo el demencial trazado que algún mono loco con licencia de urbanismo trazó entre tiro y tiro de coca.
La casa era bastante discreta para lo que se estilaba en la zona, más tarde sabría que engañaba a la vista porque daba al barranco que había al otro lado, con una construcción modernista en forma de cubos superpuestos y ventanales del suelo al techo. Tenía seis habitaciones, dos salones y baños suficientes como para avergonzar a la tienda oficial de Porcelanosa.
Llamé y me franquearon el paso por el videoportero. Me recibió Mary vestida de nuevo con un pareo y esta vez solo la parte de arriba del bikini. Iba descalza y tenía el pelo mojado.
—Hace calor hoy —me comentó. Sonaba a frase pensada.
—Sí, bastante. Pero no tanto como ayer.
Ella sonrió. Lo había entendido. Me dirigió hasta uno de los salones donde había dispuesto una mesa para estudiar que daba al jardín donde podía ver una piscina más grande que mi piso.
Nos sentamos y empezamos a hablar distendidamente, obligándola a rehacer frases y a complementar lo que me quería decir. Después pasamos a vocabulario, pero todo con mucha naturalidad. Era muy inteligente y aprendía con rapidez.
La tónica se repitió toda la semana y a principios de la semana siguiente coincidí con su madre, una réplica más mayor y con más tetas de Mary, que ya iba bien servida, más pelirroja y con cara de poder parar una vaca cargando de un bofetón. Aun así tenía la cintura marcada y un culo generoso sobre unas piernas torneadas en gimnasio. Su madre, Iona, nos traía algo de beber y después se iba a la piscina o volvía a desaparecer.
Tarde de viernes. Estamos en la mesita con unos vasos de té frío. Hace mucho calor fuera y Mary se ha dado un chapuzón en una pausa que hemos hecho. Ahora está sentada delante de mí y con el aire acondicionado se le han endurecido los pezones que se marcan de forma soberbia en el bikini amarillo.
—Ahora, cosas prácticas, muy prácticas —me dice en inglés, para hacerme saber qué es lo que quiere aprender—. ¿Cómo le digo a un chico que quiero chuparle la polla?
La pregunta me deja helado por un momento y sonrío, nervioso. Ella me mira con interés y una sonrisa malvada, mordiéndose el labio inferior, rojo, grueso y voluptuoso.
Le digo las diferentes formas en que puede referirlo. Desde la traducción literal a las formas más coloquiales como «hacer una mamada» o «comerle la polla».
Lo repite un par de veces hasta coger soltura suficiente con las expresiones y le indico más o menos cómo y cuándo referir una u otra forma.
—¿Y si te quiero comer la polla a ti? —me pregunta en español— ¿Lo he dicho bien? —agrega en inglés.
Me ruborizo, soy consciente, pero Mary se levanta.
No debería. O sea, es mi alumna y estoy en su casa y eso no está bien, no es profesional y, y… Y dios, me está bajando el pantalón de un tirón antes de darme tiempo a reaccionar.
—Esto es una polla gruesa y grande —me dice con mi miembro en la mano, moviéndolo, de rodillas ante mí, y apretando con la mano—. Ya estabas… ¿Cachondo? ¿He dicho bien?
Antes de darme tiempo a responder ya tiene mi polla metida en la boca en una brusca y profunda chupada. Se la calza entera, como no fuera el más mínimo esfuerzo —no es que quiera tirarme flores pero tengo una buena herramienta—. Y comienza una mamada espléndida, me lame los huevos, los manosea un poco, me masturba con mano experta y chupa el glande, lame el tronco entero hasta cubrirlo de saliva y chupa, chupa como si le fuera la vida. Siento su garganta tragarse mi polla, noto una o dos arcadas controladas, siento su respiración en mi pubis cosa que hace que mi polla brinque y vea cómo su espalda tiene un espasmo al notar mi polla volver a endurecerse un ápice más.
Empieza a mover la cabeza sistemáticamente de arriba abajo cubriendo toda la superficie de mi miembro, sus labios van de la base a la punta del glande y vuelta sin parar, como si no necesitara respirar. Es una máquina de mamadas perfecta, sincronizada. Chupa con cuidado y dedicación, concentrándose cada vez que se la mete hasta la garganta y mirándome de vez en cuando con sus chispeantes ojos verdes que dicen que disfrute de esa mamada que me está regalando, que ella también lo está haciendo.
—Joder, Mary si sigues así voy a correrme.
Ella se saca la polla de la boca, sonríe, sus dientes blancos entre sus labios rojos y cubiertos de saliva. Y se ensarta de nuevo hasta la garganta. Pero lo hace despacio, las dos manos en mis muslos, solo la boca trabajando, centímetro a centímetro, sacando un poco la lengua que me acaba por tocar los huevos empapados y… me corro. Me agarro a la silla y siento el chorro reunirse en mi interior y luego coger velocidad por toda mi polla para estrellarse contra su garganta directamente, sin pasar por la boca.
Se aparta despacio, con algunos hilos de semen entre la boca y mi glande.
—Corres mucho —me dice en español.
Se toma un trago de té helado de la mesa. Se lo ha tragado todo de una vez. Ufff… casi ni se me baja la erección.
—Y sigues duro…
Es entonces cuando se quita el pareo y se desnuda totalmente.
—¿Quieres follar? ¿Lo he dicho bien?
Asiento, tontamente. No sé si a su primera pregunta o a la segunda. Creo que da igual porque se me sienta encima con cuidad y me besa profundamente. Su lengua está helada por la bebida que se acaba de tomar y su entrepierna ardía debajo del bikini. Se quitó la parte de arriba y con cierta coquetería expuso sus pechos ante mi cara.
—¿Te gustan?
—Son preciosas —le digo cogiéndolas tras preguntarle con la mirada. Ella asiente y lo hago.
Son pesadas, densas, deliciosas. El pezón duro, la areola arrugada y rosa. Pellizco suavemente los pezones mientras ella empieza a tocarse. Escucho sonidos húmedos en su entrepierna y respira profundamente. Mientras me meto el pezón en la boca, después de los pellizcos, y se los chupo, ella se masturba y se mete los dedos. Me tira del pelo para apartarme de sus tetas y me mete los dedos en la boca. Sabe dulce, suave, excitante. No tiene un sabor fuerte y chocante como otras veces me he encontrado. Y joder, uno podría hacerse adicto a eso. Así que tomo la decisión y la levanto desde los muslos para llevarla hasta el sofá cercano. La dejo allí, me arrodillo y abro sus piernas.
Tiene el coño depilado y muy rosado, los labios grandes y los interiores más pequeños, el clítoris es deliciosamente grande y se lo lamo y chupo con ganas mientras me quito la camisa de lino. Mi polla ya está palpitando otra vez a lo bruto y se muere por volver a ser la protagonista, pero vamos por partes. Hay que ser agradecido.
Le lamo desde el ano hasta el pubis y vuelvo. Meto mi lengua dentro de su coño y la saco de nuevo. Me concentro en el clítoris, metiéndole dos dedos que sincronizo con mis lamidas. Ella apoya sus bonitos pies en mis hombros y yo sigo comiéndole el coño. Gime, se coge los pechos, se tira de los pezones y noto cómo sale mucho flujo de su interior. Casi parece un grifo. Mis dedos se pierden en los espasmos de su interior mientras mis labios atrapan el duro brote de su clítoris y la lengua se afana en él, chupo, tiro ligeramente, Mary gime y gime y acaba gritando —en un idioma que no conozco, joder, qué curioso esto— que se corre. Intuyo que dice eso porque siento cómo lo hace, cómo los espasmos recorren con fuerza su coño y mis dedos clavados en su interior y ella empieza a gemir, casi parece que llora, con un quejido hondo y continuo.
Me separo. Este es el mejor momento y un «Oh, God!» sale de su boca cuando se la meto del tirón. Ya, ya lo sé, sin condón. Bueno, habrá que apechugar (luego me dijo que tomaba la píldora y que al igual que yo no tenía ninguna ETS). En el momento estaba ciego de precipitación y caliente como un reo a 15 años en aislamiento: deseando encontrar un agujero donde enterrarla. Y ella casi grita cuando se la meto de un tirón. Me rodea con las piernas, me pellizca malévolamente un pezón y se agarra mientras la embisto.
—Folla, tú folla a mí —se ve que pierde semántica con cada embiste. Podría perpetuar mi posición de profe con este sistema…
Me río por dentro, pero por fuera estoy muy concentrado en deleitarme, en sentir cómo su carne se aprieta en torno a mi polla. Gime, nos sincronizamos, empujo con fuerza, me clavo dentro de ella, me araña, creo, se junta más a mí y la beso, me besa, su lengua me inundo, la inundo con mi polla reclamando todo su interior con ansia. Me pide que la folle más. En inglés, en español y en no sé qué.
Voy a correrme, se lo digo, quien avisa… y me dice que sí, que vale, y se señala las tetas.
—Aquí.
La saco de su interior casi a regañadientes, a punto de estallar, y ella, se sienta en el sofá con el coño chorreando, casi de cuclillas, se coge las tetas, me mira, se la mete en la boca y chupa su propio sabor en mi piel dura y venosa. Chupa dos, tres, cuatro veces con fuerza, como si tuviera que desatascarme la polla, y entonces me voy. Apunto como puedo y le lleno las tetas de semen con varios manguerazos apenas apuntados. Ella ríe, algo le cae en la boca y lo lame de sus jugosos labios. Cuando acabo, respirando agitadamente, ella se vuelve a meter suavemente, con delicadeza, mi polla en la boca. Lame con dulzura y se la saca finalmente dándole un último beso en el glande.
—Ven, vamos a piscina —me dice tendiéndome la mano.
—No tengo bañador —repongo, estúpidamente, estando en pelota picada y con la polla amorcillada, venosa y goteante.
—No seas tonto, Jo —Jonás, no os he dicho mi nombre, me llamo Jonás, pero ella me llama Jo, «Yo», suena con su pronunciación inglesa.
Nos refrescamos primero en la ducha y luego nos tiramos al agua después, para pasar un buen rato chapoteando y charlando. Nos besamos unas cuantas veces más y sentimos que otro calentón palneaba sobre nosotros.
—Bien pensado, quizás no tenga que salir de casa para buscar una polla que follar —me dice, abrazada a mí.
Yo vuelvo a estar empalmadísmo y siento sus duros pezones contra mi pecho. Su aliento me enardece —yo, literato, con dos novelas autopublicadas, uso palabros raros, ¿habéis visto?—, y me muero por seguir explorándola.
—Casi lo has dicho bien —y le digo un par de cosas más.
Lo bueno es que podemos cambiar los dos de idioma con bastante facilidad y nos entendemos bien.
Al rato nos da algo de frío, conforme se esconde el sol, y volvemos a la casa. De pronto lo pienso:
—Oye, ¿y tu madre?
Ella se ríe.
—¿También te la quieres follar? —se ríe de mí, ampliamente, sin lugar a dudas, mientras, desnudos, vamos hacia las toallas del porche y luego entramos.
—¡No!
—¿Por qué? Está buena. Yo lo haría. Ya hemos compartido hombre antes. Jajajaja. ¿Threesome?
—¿Tríos? ¿Has hecho tríos con tu madre? —le digo, asombrado, interrumpiendo mi secado.
—Sip. Ha pasado. Y ya está. A veces pasa.
Trato de recoger la mandíbula de abajo del suelo, que apenas se coloca en su sitio.
—¿Tienes hambre? Do you want pizza?
Me mira. La veo desnuda, agacharse a recoger el folleto de la mesilla del teléfono. Le veo ese esplendoroso culo y su coño como un paréntesis de carne delicioso listo para ser tomado de nuevo, con algunas gotas de agua. Me empalmo y mucho a una velocidad tal que creo que me voy a desmayar.
Ella se gira y me mira. Sonríe. Me señala el rabo:
—¿Eso es pizza que sí?
La pizza llega a la media hora más diez minutos para que el chaval venza al minotauro, encuentre el tesoro y finalmente llegue hasta la casa en esa urbanización que casi parece el mapa de una mazmorra de D&D.
Mi erección bajó, preferí reservarla, así que mientras llegaba la pizza me aseé en uno de los baños y me volví a vestir. Mary se colocó el pareo y un sujetador de encaje blanco de esos que tienen una pequeña orla por debajo y que muchas usan como complemento para salir. Me encantan. Le podía ver los oscuros pezones a través del encaje y la repartidora de pizzas también. Una chica con un flequillo violeta y los lados de la cabeza rapados. Tenía un solo pendiente y los rasgos duros.
Mary tonteó con ella un poco, con la entrega de las pizzas, y la repartidora le apuntó un teléfono en uno de los cartones y se despidió.
Cenamos las pizzas y un par de cocacolas, viendo absolutamente nada en la gran televisión. Pese a las ganas que tenía de acostarme con ella otra vez le dije que a lo mejor debería irme, que era tarde…
—No, quédate esta noche si quieres. Podemos dormir juntos. O puedes usar otro dormitorio. Hay muchos. Mi madre no está, se habrá ido a algún club o algo de esos que le gustan, o a casa de alguien. Lo hace mucho.
—Como quieras. ¿Te apetece que me quede? —le pregunté con sinceridad.
Por toda respuesta empezó a tocarme la entrepierna.
Son las once y media de la noche. Lo veo en el despertador de la mesilla de noche de la habitación donde nos encontramos. Mary está desnuda, sentada en el borde de la cama, chupándome la polla. De nuevo se afana, me coge las pelotas y estas se arrugan a su tacto. Abre la boca, su aliento me da en la punta del glande, y se la mete de nuevo, entera. Abre bien las piernas y empieza a masturbarse mientras me la chupa. Lo hace con ganas, con ansia, casi. Lo de que se le apetecía comer polla es verdad.
Son las doce. Después de sacarle la polla casi a regañadientes de la boca, le comí el coño un rato hasta que se corrió, de nuevo. Me encanta follarme los coños recién corridos. La pongo a cuatro patas y ella se aparta los muslos ofreciéndome el coño y el culo.
—My ass también está disponible para follar, ¿sabe?
Me dice, mirándome por encima del hombro.
Se me pone tan dura que podría partir almendras al vuelo.
—Pero lub it first, okey?
Me señala un cajón. Me acerco y encuentro un alijo de cosas. Un par de porros, algo de maría, tres o cuatro plugs anales, unas bolas chinas, dos consoladores, un bote de Aquaglide anodilatador y algunos lubricantes y condones más. Cojo condones y el lubricante. Ella me mira y me guiña. Va contra todas las convenciones, pero me quita los condones y me pide que le fuck the asshole. Que le folle el culo muy hard, hard.
No me lo pienso mucho. Primero penetro su coño, lo disfruto, le dilato el ano masajeandolo con algo de lubricante y el dedo pulgar haciendo círculos. Joder, se dilata al momento y parece casi boquear, como si pidiera polla a cada embiste. Así que la saco, ella se abre bien las deliciosas y blancas nalgas, y pongo la punta en su esfínter tras lubricarlo algo más.
Entra la punta, despacio. Pero ella no espera. Debe estar acostumbrada a dilatar rápido o estar extremadamente cachonda por mueve el culo de golpe hacia atrás y se ensarta el culo en mi polla, que discreta no es.
¿Quieres hard? Pues tendrás hard.
Le cojo las caderas, me sitúo, abriendo bien las piernas para estar a la altura perfecta (ella es algo más baja que yo), y entonces empiezo a embestirla con ganas, con fuerza y sin mucha piedad. Pero concentrándome mucho para no correrme de golpe con las ganas y la presión que ejercía su ano sobre mi polla.
Plaf, plaf, plaf, plaf.
Mi polla dentro de su culo, mis caderas chocando en sus nalgas que se iban sonrosando. Ella se metía el consolador que le acerqué para que se penetrara mientras yo follaba su culo con ganas y hambre. Ver el final de su trasero y su culo dilatadísimo para albergar y tragarse toda mi polla hacía que quisiera clavársela con más fuerza, enarcando mi espalda y aullar como un animal.
Tampoco es que me marcara una de cine porno: son las doce y cuarto y me estoy corriendo como un condenado dentro del culo de Mary mientras ella tiene los ojos en blanco después de haberse corrido cinco veces y el orgasmo que le vino por el culo la estaba dejando casi sin sentido, tan solo una mujer corriéndose con todo el cuerpo prácticamente, apenas pudiendo respirar, los ojos entrecerrados y gimiendo casi a cada espasmo. Era un orgasmo realmente potente y casi me dolía la polla cada vez que se le contraía el esfínter alrededor de mío mientras las últimas gotas de esperma se derramaban en su interior.
Caímos hechos polvo en la cama. Ella tardó casi media hora en poder moverse. Joder, vaya orgasmos se gastaba la niña, la verdad.
No os lo vais a creer pero son las ocho y media de la mañana y estoy en la cama de Mary. Es blanda y agradable. Tiene unos venanales enormes que permiten ver un gran paisaje de montaña, sotobosque y al fondo el mar azul matutino. ¿Qué me ha despertado?
La cabeza de Mary apoyada en mi vientre calzándose mi polla de desayuno. Eso me ha despertado.
Aquella tarde, en la que ocurrió todo y que tendría consecuencias para mi futuro (y no os hacéis una idea), Mary había acabado las lecciones de español (sí, pese a tirármela o que ella me follara a mí, lo que fuera, anyway, seguíamos dando clases), decidimos darnos un baño en la piscina. Yo ya me había traído el bañador y unas cuantas mudas puesto que me había quedado unos tres días en su casa, aprovechando que su madre no estaba. Aunque aún y así, ambas solían cruzarse poco porque la madre solía estar en el otro lado de la casa (¿os acordáis de que os dije que tenía no sé cuántos baños y un puñado obsceno de habitaciones? Pues servía para eso. Madre e hija se cruzaban poco).
Total, estamos solos aquella tarde, agosto, seis o siete de la tarde, y Mary dice que está hasta el coño y que tiene calo. Se despelota totalmente y se tira a la piscina y yo que ya estoy dentro veo sobre mí, como la escena del avión del Ghost in the Shell, cruzando sobre los edificios, a esa escocesa desnuda, de cuerpo blanquísimo, pecas, las tetas colgando sobre mí, los pezones duros, su vientre plano y la raja de su coñito pelado. Un espectáculo que se acaba metiendo en la piscina ágilmente.
Cinco minutos después ella está acodada en el borde, en la parte que hacemos pie, mientras mi lengua se hunde en lo más profundo de su rosado coño, comiéndoselo como esa merienda tardía que es. Ella se retuerce un poco, sus piernas sobre mis hombros, y su olor especiado picándome en la nariz. Repaso su coño resbaladizo de arriba abajo y vuelvo a hundir la lengua dentro, bien dentro, para sacarla con todo su sabor, paladear y volver a atacar ese clítoris que ya está pulsando. Cuando se corre entona su consabido «Yesssss, oh, God, yesssss» y siento su coño tener espasmos contra mi lengua y mis dedos que le he acabado metiendo hasta el fondo haciendo que enarcara la espalda.
Pasan cinco minutos y yo ya estoy en los escalones de la piscina con Mary entre mis piernas, medio arrodillada y lamiéndome la polla mientras el agua fresquita nos rodea. Siento el cosquilleo de su lengua al acariciarme las pelotas, al metérselas dentro de la boca, con esa sensación de arder por el calor de esta, y sacarlas pesadamente para volver a lamer mientras la mano no deja de masturbarme. Entonces sube, me sonríe, y se vuelve a meter la polla en la boca, entera, todo lo que le entra que es casi el aparato entero (aunque he descubierto que traga tanta polla en función de la postura que adopte. Si tiene la garganta reta para con ella, le entra entera). Y empieza a chupármela sin usar las manos, solo apretando con los labios y tratando de tragar el máximo posible. Lo combina sacándosela entera, para parar y respirar, y masturbar con fuerza, lo que acelera mis ganas de correrme. No pasa mucho hasta que ocurre, le cojo la cabeza (me ha dicho que le gusta), y me clavo en lo más profundo de su garganta para correrme. Ella aguanta ahí, se pone roja, viene el manguerazo, siento cómo mi cuero encauza los fluidos y el potente orgasmo hace que me palpite desde el perineo, los huevos y toda la polla mientras me vacío directamente en su garganta. La escucha tragar, tener una arcada, seguir tragando. Algo le cae por la comisura de los labios y ella se clava más profundo hasta que me duele la punta de la polla. Otro sifonazo, y cuando la escucho tragar soy yo el que arquea la espalda con un postrer calambrazo del orgasmo. Ella pone las manos en la base de mi polla y sale muy lentamente, arrastrando con los labios todo lo que puede, tragando más, saliva y semen. Mi puta escocesa, cómo la chupa, joder…
No sabemos cómo hemos conseguido arrastrarnos hasta el interior de la casa, y, disfrutando del aire acondicionado, nos quedamos dormidos, en pelota picada, en el obscenamente grande sofá, yo estirado en la chaise longue y ella a mi lado, tumbada en la parte de sofá.
Después de tanto sexo, creía que no sería posible, pero empiezo a tener un sueño erótico en el que sin poder ver, los labios de una mujer me recorren de nuevo la polla. Son distintos, más expertos. Como dando un beso y cubiertos de saliva, me recorren todo el tronco, chupan los bordes de la piel, dan lametones juguetones y provocadores, bajan por el perineo y me muero de ganas de que me lama el ojete, que es algo que me enloquece, curiosamente. Y lame, besa, chupa, se come mis pelotas sin problemas —figuradamente—, y se mete la polla entera, poco a poco. Es una boca menos estrecha que la de Mary, y me encanta cómo lo hace.
Abro los ojos, y me encuentro la cabeza de su madre totalmente clavada en mi polla.
Por un momento me asusto, voy a levantarme, miro al lado para ver si Mary está despierta, se puede llevar un disgusto… y lo está, lo está. Está despierta, mirándome y masturbándose mientras ve a su madre comerme la polla.
Iona se come mi polla con una técnica propia distinta a la de su hija. Su boca es más grande, ancha, y traga sin ninguna dificultad. Pero no solo hace eso, no solo se la cala hasta el fondo, sino que lame todo el tronco, me besa el pubis y baja hasta la ingle. Como ve que me he despertado, murmura algo en inglés y me separa más los muslos. Escucho movimiento a mi lado y veo que Mary cambia de postura y entiendo lo que me ha dicho entonces, como si hubiera tardado más en calar en mi consciencia combatiendo el estupor que me produce esa colosal mamada. También escucho el sonido húmedo de los dedos de Mary al masturbarse, mojada como si fuera una fuente. Así que me doy la vuelta, le dejo hacer. Clavo las rodillas y así con el culo en “pompa”, Iona empieza a lamerme el ano mientras sus cálidas manos no dejan de masturbarme como si me ordeñara. Su mano es exigente y su lengua en mi culo es una sensación casi eléctrica. Baja por el perineo, me chupa los huevos que cuelgan mientras su mano sigue reclamando a mi polla su jugo, que intento negarle para aguantar más en esa posición. Joder, qué gorda me la ha puesto y cómo está de dura. Sigue masturbando y yo agarro las caderas de Mary para comerme su delicioso coño que ella abre para mí, separando los labios y dejándome todo el campo libre para recorrerlo mientras ella se retuerce los pezones y corcovea.
Siento la lengua de Iona presionar mi esfínter, haciéndome saber que juguetea con la idea de penetrarme con la lengua y el morbo hacía que la polla me pulsara. De vez en cuando la inclina más hacia atrás y me la chupa, lamiendo ese jugo preseminal que cae como un hilo transparente y con el que escucho que se deleita. Lo sé porque con la polla lamida y clavada dentro de su boca, gime y cuando te gimen en la polla, esta reverbera, te tiembla, vibras tú entero y por mucho que parezca un recurso de película porno saber cuánto mola cuando te lo han hecho. Creedme. Y… ufff…
Chupa, lame, me recorre entero desde el ano a la punta de la polla. Y mientras Mary se corre dos veces en mi boca, siento cómo le palpita el coño alrededor de mi lengua y sus caderas se elevan. Iona se detiene y se separa, finalmente, me sienta, mientras Mary respira trabajosamente, y manipulando mi polla, se la calza entera en su depilado y más maduro coño. Hasta el fondo. Sus muslos son gruesos, su vientre no es plano como el de su hija, tiene una graciosa y normal barriguita que me gusta, y sus tetas son gloriosamente grandes, más que las de su hija, con el pezón del tamaño de una galleta, erizado, de color encarnado, que me ofrece con ambas manos, pesadas. Mi boca se dirige automáticamente y me lo meto en la boca y ella empieza a moverse. Su olor es algo más ácido, picante, que el de su hija. Sus gemidos son más profundos, y me pega la boca en el pecho, apretando, susurrando entre gemido y gemido, que la muerda. Así que le va lo duro en los pezones. Pues allá voy. Se los mordisqueo, me trato de meter la areola entera y la mordisqueo hasta que siento que su coño se cierra alrededor de mi polla y mete más ritmo.
Finalmente se me abraza, yo haciendo esfuerzo titánicos por no correrme, distrayendo mi mente recitando el nombre de las legiones y todos los primarcas en orden (cosas de mi vena friki) y siento que me gime su orgasmo en la oreja mientras todo su vientre palpita en mi polla que está deseando derramarse. Pero tengo una idea aún más sucia. Mary ha vuelto a tocarse mientras ve a su madre follarse a su rollo de verano, así que cuando Iona se aparta y se queda sentada en el sofá, me acerco a Mary, la beso, le meto la polla en la boca para que sienta el sabor del coño de su madre por el que una vez salió, y entonces, cuando estoy a punto de correrme, la saco y me derramo como una fuente en todo el blanco y pecoso cuerpo de la chica. Ella tiene un súbito orgasmo y la madre lanza una imprecación. No sé cuántas veces suelto semen pero mi polla pega salvajes palpitaciones y me mareo hasta optar por sentarme de culo despacio sobre la jarapa.
Tardamos un poco en recuperar el resuello. Sobre todo porque Iona, cerda como ella sola (y le encantó que se lo dijera), lamió todo mi semen del cuerpo de su hija para acabar haciéndole una magnífica comida de coño. Joder, yo estoy agotado y viendo cómo la enorme y rosada lengua de Iona recorre el cuerpo blanco y joven de su hija hace que mi polla quiera volver a llenarse de sangre y empalmarse colosalmente. Pero no. Ese orgasmo me ha dejado baldado, así que me levanto y voy a la cocina. Es una casa de concepto abierto y mientras hago unos bocadillos veo cómo la nena se corre en la cara de su madre. Se besan casi tiernamente, y luego, por turnos, van a lavarse. Joder. Vaya familia. Me quedo a vivir, firmo ahora mismo.
Cuando vuelven las dos he servido zumos de fruta recién hechos y hay bocadillos variados en una fuente. Me he puesto los calzoncillos y una camiseta (no se entra en pelotas en la cocina, me lo enseñó mamá) y cuando se sientan en los taburetes de la isla madre e hija intercambian rápidamente varias palabras en algo que no entiendo y que suena extremadamente cerrado. Creo que es gaélico. Se ríen y me miran.
—Mi madre dice que vaya polla te gastas y que follas divinamente —me dice Mary en inglés.
Me río, algo azorado, la verdad, nunca me he considerado un follador nato ni nada de eso: solo follo cuando puedo, me dejan y trato de divertirme siendo considerado.
—Haz lo que quieras que te hagan —respondo.
Ambas se ríen. Y eso es la antesala.
No follo habitualmente con Iona pero cuando se presta siempre es divertido y muy potente.
Esa noche no es así: se queda. Pedimos chino, esta vez.
Comemos entre risas, nos conocemos más. Nos gustamos. Me entero de cosas. Ellas dos, sentadas y glotoneando con los palillos varios envases de pollo y tallarines llevan pareo y la parte de arriba del bikini. Me hablan de Edimburgo, del trabajo de Iona como funcionaria allí y de los estudios de Mary. Viven en una casa grande en el casco antiguo, una herencia familiar al parecer, cerca del río.
Yo les hablo de mi doctorado en filología y en literatura inglesa y las dos se muestran muy interesadas y me hacen hablarles del tema. Cuando ven que me interesan varios autores escoceses del XVIII me dicen que tengo que ir a Edimburgo. Varios parientes trabajan en la universidad, tanto en Edimburgo como Glasgow, Sheffield y York que podrían ayudarme si lo necesitaba. Total, se veían todas las Navidades.
Qué queréis que os diga, conozco una oportunidad en cuanto la veo y decido madurar el plan. Les comento que eso debe ser caro. Ir allí, conseguir la estancia del doctorado, trabajar para tener dinero allí para desplazamientos, alquiler, mantenimiento. Ambas sonríen.
Anochece. Son las once de la noche. Estoy pegado al ventanal de la segunda planta y las dos cabezas pelirrojas están inclinadas sobre mi polla. Ambas, madre e hija me están haciendo una mamada espectacular. Se turnan entre mis huevos y polla aunque a veces coinciden y aprovechan para besarse, sonreír y luego vuelven al ataque. Iona me coge la polla e invita a Mary a metérsela en mi boca viendo cómo la lame y abre la boca para tragarla golosamente. Me mira a los ojos y aprieta para calzársela entera. Iona se pone detrás de ella, de rodillas también y empieza a toquetearla, a masturbarla y tirarle de los pezones. Le aprieta las tetas, le susurra en el oído que trague polla, que sea más cerda, que chupe como le ha enseñado. Noto que gime pero se ríe también. Se la saca para respirar y jadea un poco.
—¿Quieres follarte a mi hija? —me pregunta en un inglés más gutural de la cuenta.
—Sí, desde luego. Quiero follármela, correrme en ella y que tú te lo comas todo —le respondo, apoyado contra el cristal y con la boca de Mary en mis pelotas.
—Podría pasar —me dice la madre mientras la hija jadea—. Pero solo si pasa lo mismo después.
—No sé —ufff… otra vez la boca de Mary clavándose mi polla hasta el fondo. Noto sus labios contra mi pubis otra vez—, puede que a ti quiera follarte por el culo.
Iona se ríe.
—No tengo tanta experiencia por ahí —me confiesa metiéndole los dedos a Mary tan profundamente y en el momento justo que hace que se corra mientras tiene toda mi polla en la garganta.
Mary se la saca para respirar, pegando sus manos a mi cadera para sujetarse.
—Ufff… Pues… —trata de recuperar el aliento— deberías probar. Folla el culo estupendamente —le confiesa a su madre.
—Pues prepáraselo —le digo a Mary.
Mientras tomo un trago largo de una bebida isotónica —recuperar electrolitos lo llamaba una novia italiana que tuve, una belleza de cabello castaño, ojos color miel y una boca deliciosa con la que se comió mi polla y la de mi mejor amigo a la vez— veo ambas van a la cama de Iona. La madre se pone a cuatro patas y Mary, sin dejar de mirarme le separa las nalgas y le lame desde el clítoris hasta el ano haciendo que la mujer, con sus grandes tetas colgando, gima profundamente.
—Ven, anda. Fóllate el culo de mi madre —me dice, invitadoramente—. Joder, suena a diálogo cutre de mala peli porno.
No podemos evitar reírnos. Es verdad. Es poco común y muy censurable para alguna gente, pero está ocurriendo y en ese momento Mary aplica lubricante al culo de su madre y le mete uno, dos y hasta tres dedos, progresivamente. Los mete y saca varias veces.
—Mami, tu coño es grande, pero tu culo está más estrecho que una calle del casco antiguo.
—Qué puta eres… Aaaah… Mary… Aaaah… cuidaaaa… doh… ufff… diosss… —musita la madre en inglés.
Voy hasta donde está Mary. Me vuelve a comer la polla mientras no deja de meter los dedos en el culo de Iona para dilatarla bien. Después, sube, me besa, «Solo prométeme que también me follarás a mí. El coño, el culo… quiero que me folles entera, Val» me pide, también, en inglés.
Es la propia Mary la que dirige mi polla hasta el ano de su madre. A partir de ahí solo se queda de rodillas y se empieza a tocar. Su madre, cómodamente recostada, empieza a sentir cómo voy entrando en su interior poco a poco. Mi polla se abre paso y su culo se esfuerza por dilatarse más para albergarla toda. Voy despacio para que se amolde y tenga tiempo de asimilar todo mi tamaño. La tengo bastante gruesa, es lo que más les ha gustado a mis parejas: no la longitud tanto como el grosor. Y entonces, cuando veo que se ha amoldado, empiezo. Iona gime, y vaya como gime. No para de decir o murmurar palabras sobre que le folle el culo más profundo, que se lo parta o rompa, como cojones se traduzca crush my ass, fuck my brains off. Vamos, el resumen es que está extremadamente salida, que no para de tocarse el coño como si quisiera borrárselo mientras yo ya, a esas alturas, entro y salgo entero de su culo y ella gime y da un gritito casi falto de aire cuando entra entera.
Mary se ha puesto detrás de mí, me lame la espalda, me muerde el culo y sus manos me tocan los huevos por detrás, me pellizcan los pezones o me lame el cuello.
—Fóllate a mami, Val… Sí, eso es, pártele el culo… sí… eso es, entera.
Me lo dice intentando alternarlo en inglés y en español. Estoy burrísimo y empiezo a tener unas ganas horrorosas de correrme y llenarla de semen. A veces me vuelvo algo más burro de la cuenta: cojo un puñado del pelo pelirrojo de Iona y tiro, y ella se ve obligada a levantar más la cabeza apoyando las manos en la cama. Se ha corrido varias veces, y ahora siento que su culo palpita cuando le tiro de la melena. Empiezo a dar fuertes embistes que hacen que suene una música propia, la de mis caderas contra su buen y gran culo, y cada plaf, plaf, plaf, ella da un pequeño grito que la acerca más al orgasmo anal que está a punto de tener hasta que finalmente, mientras Mary se ha agachado para lamerme los huevos, prietos, encogidos, me corro en su interior. Se lo grito a Iona y ella da un sonoro berrido y siento cómo su culo se cierra en espasmos con el orgasmo anal que tiene.
Mary me los ha estado lamiendo mientras me corro, con los espasmos de mi perineo, de mis huevos buscando todo el semen que tengo para lanzarlo en su interior.
—Jo… derrr… —consigo gemir entre profundas respiraciones.
Iona se ha dejado caer de lado en la cama.
—Tenías razón, Mary… este… chico… folla muy… bien el culo… ufff…
—Sí… —dice ella, que no deja de tocarse viendo cómo se ha corrido su madre—. Pero ahora quiero que descanse porque me tocará a mí.
El polvo con Mary es fuerte, rápido, mucho más rápido que con el culo de su madre, pero lo disfrutamos mucho. Su madre está sentada en una butaca, y solo al final del polvo empieza a tocarse, se mete los dedos, se retuerce los pezones viendo cómo penetro a su hija, cómo paso de su boca a su coño y follamos furiosamente. En diez o quince minutos exploto en su interior y la lleno de semen. Ella se corre con fuerza y juraría que eyacula o, como poco, suelta un líquido transparente, aunque no mucho.
Es su madre la que viene, a gatas, seductoramente, dejándome ver sus tetas rozando casi el suelo y con los pezones durísimos, para limpiarme la polla con la boca. Pasa toda la lengua por ella y recoge el sabor de mi semen y del flujo de su hija que está profundamente asentado en mi piel. Su boca, sus labios gruesos, recorren mi polla sensible y morcillona. Se la mete de nuevo entera, más fácilmente, pero chupa dando profundas succiones.
Vaya familia pervertida. Joder cómo me gusta.
´
Son las ocho de la mañana. Hemos madrugado. Bajo tras una ducha y me encuentro a madre e hija en pareo y bikini. Bueno, bikini solo lleva Mary: Iona se ha puesto algo parecido a unas pinzas metálicas en ambos pezones, unidos por una cadena, y su hija le está comiendo el coño alegremente. La madre le aprieta la cabeza y solo cuando se corre la suelta.
—Luego habrá para ti —me dice, entre suspiros.
Se tira de la cadena y los pezones se tensan. Y veo que tiene otro orgasmo. Cuando se pone de pie Mary veo que el pareo se le ha subido y que hay algo en su culo. Se ha puesto un plug. Ese día parece que va a ser muy largo… y divertido.
Ese ese día, hacia las cinco de la tarde cuando, exhaustos después de mucho sexo, me proponen que me vaya con ellas a vivir a Edimburgo una temporada, al menos para probar si somos compatibles. Sobre todo Mary y yo, Iona está fuera de la relación pero será una buena compañera de cama. Quieren a alguien con ella que les aporte lo que yo les doy: una buena polla y también conversación, diversión y un punto de vista distinto.
Me llamaron por el anuncio que había dejado en la comunidad, una urbanización de chalets con su entrada particular y hasta con barrera y todo. Como que vienen de vacaciones pero no quieren mezclarse mucho.
La cuestión es que concreté una cita para conocer a la alumna que decía llamarse Mary, con un fuerte acento escocés. La conocí aquella misma tarde, en una cafetería. Y es la típica escocesa postadolescente. Alta, piel rosita, pelirroja con una trenza de espiga, pecosa en la cara y los brazos. Llevaba un pareo y una camiseta blanca anudada bajo la que veía el bikini amarillo fosforito. Llevaba unas chanclas Havaianas y en la silla de al lado había dejado las gafas de sol y una gran pamela, un libro y una pequeña bolsa de tela. Al menos no olía a coco.
Tenía la sonrisa muy simpática y los ojos verdes bajo unas inquietantes pestañas muy claras pelirrojas también. Ese detalle me hizo gracia.
Hablamos sobre el nivel de español que ella tenía, bastante rudimentario pero suficiente para hacerse medio entender en un restuarante o garito de la costa, y me comentó sus objetivos. Era una chica ordenada. Me dijo que quería mejorar su nivel como para poder leerse una novela sencillita. Era aplicada y le gustaba estudiar así que en los tres meses que iban a estar quería clases intensivas. Las clases, me dijo, las quería top, así que nada de aprender a pedir paella, quería algo intensivo y duro, el dinero no era problema. Me pidió las credenciales y le enseñé mi título de filólogo y el formador de formadores, experiencia y demás. Exigía, sí, pero estaba dispuesta a darme el doble por hora de clase. Por mí encantado.
Decidimos hacer la primera clase gratuita de prueba y las siguientes a convenir, en horario de tarde.
Allí me planté, a la hora convenida, las cinco de la tarde. Su casa estaba al final de la urbanización así que subí con la bicicleta pasando ante los augustos chalets y siguiendo el demencial trazado que algún mono loco con licencia de urbanismo trazó entre tiro y tiro de coca.
La casa era bastante discreta para lo que se estilaba en la zona, más tarde sabría que engañaba a la vista porque daba al barranco que había al otro lado, con una construcción modernista en forma de cubos superpuestos y ventanales del suelo al techo. Tenía seis habitaciones, dos salones y baños suficientes como para avergonzar a la tienda oficial de Porcelanosa.
Llamé y me franquearon el paso por el videoportero. Me recibió Mary vestida de nuevo con un pareo y esta vez solo la parte de arriba del bikini. Iba descalza y tenía el pelo mojado.
—Hace calor hoy —me comentó. Sonaba a frase pensada.
—Sí, bastante. Pero no tanto como ayer.
Ella sonrió. Lo había entendido. Me dirigió hasta uno de los salones donde había dispuesto una mesa para estudiar que daba al jardín donde podía ver una piscina más grande que mi piso.
Nos sentamos y empezamos a hablar distendidamente, obligándola a rehacer frases y a complementar lo que me quería decir. Después pasamos a vocabulario, pero todo con mucha naturalidad. Era muy inteligente y aprendía con rapidez.
La tónica se repitió toda la semana y a principios de la semana siguiente coincidí con su madre, una réplica más mayor y con más tetas de Mary, que ya iba bien servida, más pelirroja y con cara de poder parar una vaca cargando de un bofetón. Aun así tenía la cintura marcada y un culo generoso sobre unas piernas torneadas en gimnasio. Su madre, Iona, nos traía algo de beber y después se iba a la piscina o volvía a desaparecer.
Tarde de viernes. Estamos en la mesita con unos vasos de té frío. Hace mucho calor fuera y Mary se ha dado un chapuzón en una pausa que hemos hecho. Ahora está sentada delante de mí y con el aire acondicionado se le han endurecido los pezones que se marcan de forma soberbia en el bikini amarillo.
—Ahora, cosas prácticas, muy prácticas —me dice en inglés, para hacerme saber qué es lo que quiere aprender—. ¿Cómo le digo a un chico que quiero chuparle la polla?
La pregunta me deja helado por un momento y sonrío, nervioso. Ella me mira con interés y una sonrisa malvada, mordiéndose el labio inferior, rojo, grueso y voluptuoso.
Le digo las diferentes formas en que puede referirlo. Desde la traducción literal a las formas más coloquiales como «hacer una mamada» o «comerle la polla».
Lo repite un par de veces hasta coger soltura suficiente con las expresiones y le indico más o menos cómo y cuándo referir una u otra forma.
—¿Y si te quiero comer la polla a ti? —me pregunta en español— ¿Lo he dicho bien? —agrega en inglés.
Me ruborizo, soy consciente, pero Mary se levanta.
No debería. O sea, es mi alumna y estoy en su casa y eso no está bien, no es profesional y, y… Y dios, me está bajando el pantalón de un tirón antes de darme tiempo a reaccionar.
—Esto es una polla gruesa y grande —me dice con mi miembro en la mano, moviéndolo, de rodillas ante mí, y apretando con la mano—. Ya estabas… ¿Cachondo? ¿He dicho bien?
Antes de darme tiempo a responder ya tiene mi polla metida en la boca en una brusca y profunda chupada. Se la calza entera, como no fuera el más mínimo esfuerzo —no es que quiera tirarme flores pero tengo una buena herramienta—. Y comienza una mamada espléndida, me lame los huevos, los manosea un poco, me masturba con mano experta y chupa el glande, lame el tronco entero hasta cubrirlo de saliva y chupa, chupa como si le fuera la vida. Siento su garganta tragarse mi polla, noto una o dos arcadas controladas, siento su respiración en mi pubis cosa que hace que mi polla brinque y vea cómo su espalda tiene un espasmo al notar mi polla volver a endurecerse un ápice más.
Empieza a mover la cabeza sistemáticamente de arriba abajo cubriendo toda la superficie de mi miembro, sus labios van de la base a la punta del glande y vuelta sin parar, como si no necesitara respirar. Es una máquina de mamadas perfecta, sincronizada. Chupa con cuidado y dedicación, concentrándose cada vez que se la mete hasta la garganta y mirándome de vez en cuando con sus chispeantes ojos verdes que dicen que disfrute de esa mamada que me está regalando, que ella también lo está haciendo.
—Joder, Mary si sigues así voy a correrme.
Ella se saca la polla de la boca, sonríe, sus dientes blancos entre sus labios rojos y cubiertos de saliva. Y se ensarta de nuevo hasta la garganta. Pero lo hace despacio, las dos manos en mis muslos, solo la boca trabajando, centímetro a centímetro, sacando un poco la lengua que me acaba por tocar los huevos empapados y… me corro. Me agarro a la silla y siento el chorro reunirse en mi interior y luego coger velocidad por toda mi polla para estrellarse contra su garganta directamente, sin pasar por la boca.
Se aparta despacio, con algunos hilos de semen entre la boca y mi glande.
—Corres mucho —me dice en español.
Se toma un trago de té helado de la mesa. Se lo ha tragado todo de una vez. Ufff… casi ni se me baja la erección.
—Y sigues duro…
Es entonces cuando se quita el pareo y se desnuda totalmente.
—¿Quieres follar? ¿Lo he dicho bien?
Asiento, tontamente. No sé si a su primera pregunta o a la segunda. Creo que da igual porque se me sienta encima con cuidad y me besa profundamente. Su lengua está helada por la bebida que se acaba de tomar y su entrepierna ardía debajo del bikini. Se quitó la parte de arriba y con cierta coquetería expuso sus pechos ante mi cara.
—¿Te gustan?
—Son preciosas —le digo cogiéndolas tras preguntarle con la mirada. Ella asiente y lo hago.
Son pesadas, densas, deliciosas. El pezón duro, la areola arrugada y rosa. Pellizco suavemente los pezones mientras ella empieza a tocarse. Escucho sonidos húmedos en su entrepierna y respira profundamente. Mientras me meto el pezón en la boca, después de los pellizcos, y se los chupo, ella se masturba y se mete los dedos. Me tira del pelo para apartarme de sus tetas y me mete los dedos en la boca. Sabe dulce, suave, excitante. No tiene un sabor fuerte y chocante como otras veces me he encontrado. Y joder, uno podría hacerse adicto a eso. Así que tomo la decisión y la levanto desde los muslos para llevarla hasta el sofá cercano. La dejo allí, me arrodillo y abro sus piernas.
Tiene el coño depilado y muy rosado, los labios grandes y los interiores más pequeños, el clítoris es deliciosamente grande y se lo lamo y chupo con ganas mientras me quito la camisa de lino. Mi polla ya está palpitando otra vez a lo bruto y se muere por volver a ser la protagonista, pero vamos por partes. Hay que ser agradecido.
Le lamo desde el ano hasta el pubis y vuelvo. Meto mi lengua dentro de su coño y la saco de nuevo. Me concentro en el clítoris, metiéndole dos dedos que sincronizo con mis lamidas. Ella apoya sus bonitos pies en mis hombros y yo sigo comiéndole el coño. Gime, se coge los pechos, se tira de los pezones y noto cómo sale mucho flujo de su interior. Casi parece un grifo. Mis dedos se pierden en los espasmos de su interior mientras mis labios atrapan el duro brote de su clítoris y la lengua se afana en él, chupo, tiro ligeramente, Mary gime y gime y acaba gritando —en un idioma que no conozco, joder, qué curioso esto— que se corre. Intuyo que dice eso porque siento cómo lo hace, cómo los espasmos recorren con fuerza su coño y mis dedos clavados en su interior y ella empieza a gemir, casi parece que llora, con un quejido hondo y continuo.
Me separo. Este es el mejor momento y un «Oh, God!» sale de su boca cuando se la meto del tirón. Ya, ya lo sé, sin condón. Bueno, habrá que apechugar (luego me dijo que tomaba la píldora y que al igual que yo no tenía ninguna ETS). En el momento estaba ciego de precipitación y caliente como un reo a 15 años en aislamiento: deseando encontrar un agujero donde enterrarla. Y ella casi grita cuando se la meto de un tirón. Me rodea con las piernas, me pellizca malévolamente un pezón y se agarra mientras la embisto.
—Folla, tú folla a mí —se ve que pierde semántica con cada embiste. Podría perpetuar mi posición de profe con este sistema…
Me río por dentro, pero por fuera estoy muy concentrado en deleitarme, en sentir cómo su carne se aprieta en torno a mi polla. Gime, nos sincronizamos, empujo con fuerza, me clavo dentro de ella, me araña, creo, se junta más a mí y la beso, me besa, su lengua me inundo, la inundo con mi polla reclamando todo su interior con ansia. Me pide que la folle más. En inglés, en español y en no sé qué.
Voy a correrme, se lo digo, quien avisa… y me dice que sí, que vale, y se señala las tetas.
—Aquí.
La saco de su interior casi a regañadientes, a punto de estallar, y ella, se sienta en el sofá con el coño chorreando, casi de cuclillas, se coge las tetas, me mira, se la mete en la boca y chupa su propio sabor en mi piel dura y venosa. Chupa dos, tres, cuatro veces con fuerza, como si tuviera que desatascarme la polla, y entonces me voy. Apunto como puedo y le lleno las tetas de semen con varios manguerazos apenas apuntados. Ella ríe, algo le cae en la boca y lo lame de sus jugosos labios. Cuando acabo, respirando agitadamente, ella se vuelve a meter suavemente, con delicadeza, mi polla en la boca. Lame con dulzura y se la saca finalmente dándole un último beso en el glande.
—Ven, vamos a piscina —me dice tendiéndome la mano.
—No tengo bañador —repongo, estúpidamente, estando en pelota picada y con la polla amorcillada, venosa y goteante.
—No seas tonto, Jo —Jonás, no os he dicho mi nombre, me llamo Jonás, pero ella me llama Jo, «Yo», suena con su pronunciación inglesa.
Nos refrescamos primero en la ducha y luego nos tiramos al agua después, para pasar un buen rato chapoteando y charlando. Nos besamos unas cuantas veces más y sentimos que otro calentón palneaba sobre nosotros.
—Bien pensado, quizás no tenga que salir de casa para buscar una polla que follar —me dice, abrazada a mí.
Yo vuelvo a estar empalmadísmo y siento sus duros pezones contra mi pecho. Su aliento me enardece —yo, literato, con dos novelas autopublicadas, uso palabros raros, ¿habéis visto?—, y me muero por seguir explorándola.
—Casi lo has dicho bien —y le digo un par de cosas más.
Lo bueno es que podemos cambiar los dos de idioma con bastante facilidad y nos entendemos bien.
Al rato nos da algo de frío, conforme se esconde el sol, y volvemos a la casa. De pronto lo pienso:
—Oye, ¿y tu madre?
Ella se ríe.
—¿También te la quieres follar? —se ríe de mí, ampliamente, sin lugar a dudas, mientras, desnudos, vamos hacia las toallas del porche y luego entramos.
—¡No!
—¿Por qué? Está buena. Yo lo haría. Ya hemos compartido hombre antes. Jajajaja. ¿Threesome?
—¿Tríos? ¿Has hecho tríos con tu madre? —le digo, asombrado, interrumpiendo mi secado.
—Sip. Ha pasado. Y ya está. A veces pasa.
Trato de recoger la mandíbula de abajo del suelo, que apenas se coloca en su sitio.
—¿Tienes hambre? Do you want pizza?
Me mira. La veo desnuda, agacharse a recoger el folleto de la mesilla del teléfono. Le veo ese esplendoroso culo y su coño como un paréntesis de carne delicioso listo para ser tomado de nuevo, con algunas gotas de agua. Me empalmo y mucho a una velocidad tal que creo que me voy a desmayar.
Ella se gira y me mira. Sonríe. Me señala el rabo:
—¿Eso es pizza que sí?
La pizza llega a la media hora más diez minutos para que el chaval venza al minotauro, encuentre el tesoro y finalmente llegue hasta la casa en esa urbanización que casi parece el mapa de una mazmorra de D&D.
Mi erección bajó, preferí reservarla, así que mientras llegaba la pizza me aseé en uno de los baños y me volví a vestir. Mary se colocó el pareo y un sujetador de encaje blanco de esos que tienen una pequeña orla por debajo y que muchas usan como complemento para salir. Me encantan. Le podía ver los oscuros pezones a través del encaje y la repartidora de pizzas también. Una chica con un flequillo violeta y los lados de la cabeza rapados. Tenía un solo pendiente y los rasgos duros.
Mary tonteó con ella un poco, con la entrega de las pizzas, y la repartidora le apuntó un teléfono en uno de los cartones y se despidió.
Cenamos las pizzas y un par de cocacolas, viendo absolutamente nada en la gran televisión. Pese a las ganas que tenía de acostarme con ella otra vez le dije que a lo mejor debería irme, que era tarde…
—No, quédate esta noche si quieres. Podemos dormir juntos. O puedes usar otro dormitorio. Hay muchos. Mi madre no está, se habrá ido a algún club o algo de esos que le gustan, o a casa de alguien. Lo hace mucho.
—Como quieras. ¿Te apetece que me quede? —le pregunté con sinceridad.
Por toda respuesta empezó a tocarme la entrepierna.
Son las once y media de la noche. Lo veo en el despertador de la mesilla de noche de la habitación donde nos encontramos. Mary está desnuda, sentada en el borde de la cama, chupándome la polla. De nuevo se afana, me coge las pelotas y estas se arrugan a su tacto. Abre la boca, su aliento me da en la punta del glande, y se la mete de nuevo, entera. Abre bien las piernas y empieza a masturbarse mientras me la chupa. Lo hace con ganas, con ansia, casi. Lo de que se le apetecía comer polla es verdad.
Son las doce. Después de sacarle la polla casi a regañadientes de la boca, le comí el coño un rato hasta que se corrió, de nuevo. Me encanta follarme los coños recién corridos. La pongo a cuatro patas y ella se aparta los muslos ofreciéndome el coño y el culo.
—My ass también está disponible para follar, ¿sabe?
Me dice, mirándome por encima del hombro.
Se me pone tan dura que podría partir almendras al vuelo.
—Pero lub it first, okey?
Me señala un cajón. Me acerco y encuentro un alijo de cosas. Un par de porros, algo de maría, tres o cuatro plugs anales, unas bolas chinas, dos consoladores, un bote de Aquaglide anodilatador y algunos lubricantes y condones más. Cojo condones y el lubricante. Ella me mira y me guiña. Va contra todas las convenciones, pero me quita los condones y me pide que le fuck the asshole. Que le folle el culo muy hard, hard.
No me lo pienso mucho. Primero penetro su coño, lo disfruto, le dilato el ano masajeandolo con algo de lubricante y el dedo pulgar haciendo círculos. Joder, se dilata al momento y parece casi boquear, como si pidiera polla a cada embiste. Así que la saco, ella se abre bien las deliciosas y blancas nalgas, y pongo la punta en su esfínter tras lubricarlo algo más.
Entra la punta, despacio. Pero ella no espera. Debe estar acostumbrada a dilatar rápido o estar extremadamente cachonda por mueve el culo de golpe hacia atrás y se ensarta el culo en mi polla, que discreta no es.
¿Quieres hard? Pues tendrás hard.
Le cojo las caderas, me sitúo, abriendo bien las piernas para estar a la altura perfecta (ella es algo más baja que yo), y entonces empiezo a embestirla con ganas, con fuerza y sin mucha piedad. Pero concentrándome mucho para no correrme de golpe con las ganas y la presión que ejercía su ano sobre mi polla.
Plaf, plaf, plaf, plaf.
Mi polla dentro de su culo, mis caderas chocando en sus nalgas que se iban sonrosando. Ella se metía el consolador que le acerqué para que se penetrara mientras yo follaba su culo con ganas y hambre. Ver el final de su trasero y su culo dilatadísimo para albergar y tragarse toda mi polla hacía que quisiera clavársela con más fuerza, enarcando mi espalda y aullar como un animal.
Tampoco es que me marcara una de cine porno: son las doce y cuarto y me estoy corriendo como un condenado dentro del culo de Mary mientras ella tiene los ojos en blanco después de haberse corrido cinco veces y el orgasmo que le vino por el culo la estaba dejando casi sin sentido, tan solo una mujer corriéndose con todo el cuerpo prácticamente, apenas pudiendo respirar, los ojos entrecerrados y gimiendo casi a cada espasmo. Era un orgasmo realmente potente y casi me dolía la polla cada vez que se le contraía el esfínter alrededor de mío mientras las últimas gotas de esperma se derramaban en su interior.
Caímos hechos polvo en la cama. Ella tardó casi media hora en poder moverse. Joder, vaya orgasmos se gastaba la niña, la verdad.
No os lo vais a creer pero son las ocho y media de la mañana y estoy en la cama de Mary. Es blanda y agradable. Tiene unos venanales enormes que permiten ver un gran paisaje de montaña, sotobosque y al fondo el mar azul matutino. ¿Qué me ha despertado?
La cabeza de Mary apoyada en mi vientre calzándose mi polla de desayuno. Eso me ha despertado.
Aquella tarde, en la que ocurrió todo y que tendría consecuencias para mi futuro (y no os hacéis una idea), Mary había acabado las lecciones de español (sí, pese a tirármela o que ella me follara a mí, lo que fuera, anyway, seguíamos dando clases), decidimos darnos un baño en la piscina. Yo ya me había traído el bañador y unas cuantas mudas puesto que me había quedado unos tres días en su casa, aprovechando que su madre no estaba. Aunque aún y así, ambas solían cruzarse poco porque la madre solía estar en el otro lado de la casa (¿os acordáis de que os dije que tenía no sé cuántos baños y un puñado obsceno de habitaciones? Pues servía para eso. Madre e hija se cruzaban poco).
Total, estamos solos aquella tarde, agosto, seis o siete de la tarde, y Mary dice que está hasta el coño y que tiene calo. Se despelota totalmente y se tira a la piscina y yo que ya estoy dentro veo sobre mí, como la escena del avión del Ghost in the Shell, cruzando sobre los edificios, a esa escocesa desnuda, de cuerpo blanquísimo, pecas, las tetas colgando sobre mí, los pezones duros, su vientre plano y la raja de su coñito pelado. Un espectáculo que se acaba metiendo en la piscina ágilmente.
Cinco minutos después ella está acodada en el borde, en la parte que hacemos pie, mientras mi lengua se hunde en lo más profundo de su rosado coño, comiéndoselo como esa merienda tardía que es. Ella se retuerce un poco, sus piernas sobre mis hombros, y su olor especiado picándome en la nariz. Repaso su coño resbaladizo de arriba abajo y vuelvo a hundir la lengua dentro, bien dentro, para sacarla con todo su sabor, paladear y volver a atacar ese clítoris que ya está pulsando. Cuando se corre entona su consabido «Yesssss, oh, God, yesssss» y siento su coño tener espasmos contra mi lengua y mis dedos que le he acabado metiendo hasta el fondo haciendo que enarcara la espalda.
Pasan cinco minutos y yo ya estoy en los escalones de la piscina con Mary entre mis piernas, medio arrodillada y lamiéndome la polla mientras el agua fresquita nos rodea. Siento el cosquilleo de su lengua al acariciarme las pelotas, al metérselas dentro de la boca, con esa sensación de arder por el calor de esta, y sacarlas pesadamente para volver a lamer mientras la mano no deja de masturbarme. Entonces sube, me sonríe, y se vuelve a meter la polla en la boca, entera, todo lo que le entra que es casi el aparato entero (aunque he descubierto que traga tanta polla en función de la postura que adopte. Si tiene la garganta reta para con ella, le entra entera). Y empieza a chupármela sin usar las manos, solo apretando con los labios y tratando de tragar el máximo posible. Lo combina sacándosela entera, para parar y respirar, y masturbar con fuerza, lo que acelera mis ganas de correrme. No pasa mucho hasta que ocurre, le cojo la cabeza (me ha dicho que le gusta), y me clavo en lo más profundo de su garganta para correrme. Ella aguanta ahí, se pone roja, viene el manguerazo, siento cómo mi cuero encauza los fluidos y el potente orgasmo hace que me palpite desde el perineo, los huevos y toda la polla mientras me vacío directamente en su garganta. La escucha tragar, tener una arcada, seguir tragando. Algo le cae por la comisura de los labios y ella se clava más profundo hasta que me duele la punta de la polla. Otro sifonazo, y cuando la escucho tragar soy yo el que arquea la espalda con un postrer calambrazo del orgasmo. Ella pone las manos en la base de mi polla y sale muy lentamente, arrastrando con los labios todo lo que puede, tragando más, saliva y semen. Mi puta escocesa, cómo la chupa, joder…
No sabemos cómo hemos conseguido arrastrarnos hasta el interior de la casa, y, disfrutando del aire acondicionado, nos quedamos dormidos, en pelota picada, en el obscenamente grande sofá, yo estirado en la chaise longue y ella a mi lado, tumbada en la parte de sofá.
Después de tanto sexo, creía que no sería posible, pero empiezo a tener un sueño erótico en el que sin poder ver, los labios de una mujer me recorren de nuevo la polla. Son distintos, más expertos. Como dando un beso y cubiertos de saliva, me recorren todo el tronco, chupan los bordes de la piel, dan lametones juguetones y provocadores, bajan por el perineo y me muero de ganas de que me lama el ojete, que es algo que me enloquece, curiosamente. Y lame, besa, chupa, se come mis pelotas sin problemas —figuradamente—, y se mete la polla entera, poco a poco. Es una boca menos estrecha que la de Mary, y me encanta cómo lo hace.
Abro los ojos, y me encuentro la cabeza de su madre totalmente clavada en mi polla.
Por un momento me asusto, voy a levantarme, miro al lado para ver si Mary está despierta, se puede llevar un disgusto… y lo está, lo está. Está despierta, mirándome y masturbándose mientras ve a su madre comerme la polla.
Iona se come mi polla con una técnica propia distinta a la de su hija. Su boca es más grande, ancha, y traga sin ninguna dificultad. Pero no solo hace eso, no solo se la cala hasta el fondo, sino que lame todo el tronco, me besa el pubis y baja hasta la ingle. Como ve que me he despertado, murmura algo en inglés y me separa más los muslos. Escucho movimiento a mi lado y veo que Mary cambia de postura y entiendo lo que me ha dicho entonces, como si hubiera tardado más en calar en mi consciencia combatiendo el estupor que me produce esa colosal mamada. También escucho el sonido húmedo de los dedos de Mary al masturbarse, mojada como si fuera una fuente. Así que me doy la vuelta, le dejo hacer. Clavo las rodillas y así con el culo en “pompa”, Iona empieza a lamerme el ano mientras sus cálidas manos no dejan de masturbarme como si me ordeñara. Su mano es exigente y su lengua en mi culo es una sensación casi eléctrica. Baja por el perineo, me chupa los huevos que cuelgan mientras su mano sigue reclamando a mi polla su jugo, que intento negarle para aguantar más en esa posición. Joder, qué gorda me la ha puesto y cómo está de dura. Sigue masturbando y yo agarro las caderas de Mary para comerme su delicioso coño que ella abre para mí, separando los labios y dejándome todo el campo libre para recorrerlo mientras ella se retuerce los pezones y corcovea.
Siento la lengua de Iona presionar mi esfínter, haciéndome saber que juguetea con la idea de penetrarme con la lengua y el morbo hacía que la polla me pulsara. De vez en cuando la inclina más hacia atrás y me la chupa, lamiendo ese jugo preseminal que cae como un hilo transparente y con el que escucho que se deleita. Lo sé porque con la polla lamida y clavada dentro de su boca, gime y cuando te gimen en la polla, esta reverbera, te tiembla, vibras tú entero y por mucho que parezca un recurso de película porno saber cuánto mola cuando te lo han hecho. Creedme. Y… ufff…
Chupa, lame, me recorre entero desde el ano a la punta de la polla. Y mientras Mary se corre dos veces en mi boca, siento cómo le palpita el coño alrededor de mi lengua y sus caderas se elevan. Iona se detiene y se separa, finalmente, me sienta, mientras Mary respira trabajosamente, y manipulando mi polla, se la calza entera en su depilado y más maduro coño. Hasta el fondo. Sus muslos son gruesos, su vientre no es plano como el de su hija, tiene una graciosa y normal barriguita que me gusta, y sus tetas son gloriosamente grandes, más que las de su hija, con el pezón del tamaño de una galleta, erizado, de color encarnado, que me ofrece con ambas manos, pesadas. Mi boca se dirige automáticamente y me lo meto en la boca y ella empieza a moverse. Su olor es algo más ácido, picante, que el de su hija. Sus gemidos son más profundos, y me pega la boca en el pecho, apretando, susurrando entre gemido y gemido, que la muerda. Así que le va lo duro en los pezones. Pues allá voy. Se los mordisqueo, me trato de meter la areola entera y la mordisqueo hasta que siento que su coño se cierra alrededor de mi polla y mete más ritmo.
Finalmente se me abraza, yo haciendo esfuerzo titánicos por no correrme, distrayendo mi mente recitando el nombre de las legiones y todos los primarcas en orden (cosas de mi vena friki) y siento que me gime su orgasmo en la oreja mientras todo su vientre palpita en mi polla que está deseando derramarse. Pero tengo una idea aún más sucia. Mary ha vuelto a tocarse mientras ve a su madre follarse a su rollo de verano, así que cuando Iona se aparta y se queda sentada en el sofá, me acerco a Mary, la beso, le meto la polla en la boca para que sienta el sabor del coño de su madre por el que una vez salió, y entonces, cuando estoy a punto de correrme, la saco y me derramo como una fuente en todo el blanco y pecoso cuerpo de la chica. Ella tiene un súbito orgasmo y la madre lanza una imprecación. No sé cuántas veces suelto semen pero mi polla pega salvajes palpitaciones y me mareo hasta optar por sentarme de culo despacio sobre la jarapa.
Tardamos un poco en recuperar el resuello. Sobre todo porque Iona, cerda como ella sola (y le encantó que se lo dijera), lamió todo mi semen del cuerpo de su hija para acabar haciéndole una magnífica comida de coño. Joder, yo estoy agotado y viendo cómo la enorme y rosada lengua de Iona recorre el cuerpo blanco y joven de su hija hace que mi polla quiera volver a llenarse de sangre y empalmarse colosalmente. Pero no. Ese orgasmo me ha dejado baldado, así que me levanto y voy a la cocina. Es una casa de concepto abierto y mientras hago unos bocadillos veo cómo la nena se corre en la cara de su madre. Se besan casi tiernamente, y luego, por turnos, van a lavarse. Joder. Vaya familia. Me quedo a vivir, firmo ahora mismo.
Cuando vuelven las dos he servido zumos de fruta recién hechos y hay bocadillos variados en una fuente. Me he puesto los calzoncillos y una camiseta (no se entra en pelotas en la cocina, me lo enseñó mamá) y cuando se sientan en los taburetes de la isla madre e hija intercambian rápidamente varias palabras en algo que no entiendo y que suena extremadamente cerrado. Creo que es gaélico. Se ríen y me miran.
—Mi madre dice que vaya polla te gastas y que follas divinamente —me dice Mary en inglés.
Me río, algo azorado, la verdad, nunca me he considerado un follador nato ni nada de eso: solo follo cuando puedo, me dejan y trato de divertirme siendo considerado.
—Haz lo que quieras que te hagan —respondo.
Ambas se ríen. Y eso es la antesala.
No follo habitualmente con Iona pero cuando se presta siempre es divertido y muy potente.
Esa noche no es así: se queda. Pedimos chino, esta vez.
Comemos entre risas, nos conocemos más. Nos gustamos. Me entero de cosas. Ellas dos, sentadas y glotoneando con los palillos varios envases de pollo y tallarines llevan pareo y la parte de arriba del bikini. Me hablan de Edimburgo, del trabajo de Iona como funcionaria allí y de los estudios de Mary. Viven en una casa grande en el casco antiguo, una herencia familiar al parecer, cerca del río.
Yo les hablo de mi doctorado en filología y en literatura inglesa y las dos se muestran muy interesadas y me hacen hablarles del tema. Cuando ven que me interesan varios autores escoceses del XVIII me dicen que tengo que ir a Edimburgo. Varios parientes trabajan en la universidad, tanto en Edimburgo como Glasgow, Sheffield y York que podrían ayudarme si lo necesitaba. Total, se veían todas las Navidades.
Qué queréis que os diga, conozco una oportunidad en cuanto la veo y decido madurar el plan. Les comento que eso debe ser caro. Ir allí, conseguir la estancia del doctorado, trabajar para tener dinero allí para desplazamientos, alquiler, mantenimiento. Ambas sonríen.
Anochece. Son las once de la noche. Estoy pegado al ventanal de la segunda planta y las dos cabezas pelirrojas están inclinadas sobre mi polla. Ambas, madre e hija me están haciendo una mamada espectacular. Se turnan entre mis huevos y polla aunque a veces coinciden y aprovechan para besarse, sonreír y luego vuelven al ataque. Iona me coge la polla e invita a Mary a metérsela en mi boca viendo cómo la lame y abre la boca para tragarla golosamente. Me mira a los ojos y aprieta para calzársela entera. Iona se pone detrás de ella, de rodillas también y empieza a toquetearla, a masturbarla y tirarle de los pezones. Le aprieta las tetas, le susurra en el oído que trague polla, que sea más cerda, que chupe como le ha enseñado. Noto que gime pero se ríe también. Se la saca para respirar y jadea un poco.
—¿Quieres follarte a mi hija? —me pregunta en un inglés más gutural de la cuenta.
—Sí, desde luego. Quiero follármela, correrme en ella y que tú te lo comas todo —le respondo, apoyado contra el cristal y con la boca de Mary en mis pelotas.
—Podría pasar —me dice la madre mientras la hija jadea—. Pero solo si pasa lo mismo después.
—No sé —ufff… otra vez la boca de Mary clavándose mi polla hasta el fondo. Noto sus labios contra mi pubis otra vez—, puede que a ti quiera follarte por el culo.
Iona se ríe.
—No tengo tanta experiencia por ahí —me confiesa metiéndole los dedos a Mary tan profundamente y en el momento justo que hace que se corra mientras tiene toda mi polla en la garganta.
Mary se la saca para respirar, pegando sus manos a mi cadera para sujetarse.
—Ufff… Pues… —trata de recuperar el aliento— deberías probar. Folla el culo estupendamente —le confiesa a su madre.
—Pues prepáraselo —le digo a Mary.
Mientras tomo un trago largo de una bebida isotónica —recuperar electrolitos lo llamaba una novia italiana que tuve, una belleza de cabello castaño, ojos color miel y una boca deliciosa con la que se comió mi polla y la de mi mejor amigo a la vez— veo ambas van a la cama de Iona. La madre se pone a cuatro patas y Mary, sin dejar de mirarme le separa las nalgas y le lame desde el clítoris hasta el ano haciendo que la mujer, con sus grandes tetas colgando, gima profundamente.
—Ven, anda. Fóllate el culo de mi madre —me dice, invitadoramente—. Joder, suena a diálogo cutre de mala peli porno.
No podemos evitar reírnos. Es verdad. Es poco común y muy censurable para alguna gente, pero está ocurriendo y en ese momento Mary aplica lubricante al culo de su madre y le mete uno, dos y hasta tres dedos, progresivamente. Los mete y saca varias veces.
—Mami, tu coño es grande, pero tu culo está más estrecho que una calle del casco antiguo.
—Qué puta eres… Aaaah… Mary… Aaaah… cuidaaaa… doh… ufff… diosss… —musita la madre en inglés.
Voy hasta donde está Mary. Me vuelve a comer la polla mientras no deja de meter los dedos en el culo de Iona para dilatarla bien. Después, sube, me besa, «Solo prométeme que también me follarás a mí. El coño, el culo… quiero que me folles entera, Val» me pide, también, en inglés.
Es la propia Mary la que dirige mi polla hasta el ano de su madre. A partir de ahí solo se queda de rodillas y se empieza a tocar. Su madre, cómodamente recostada, empieza a sentir cómo voy entrando en su interior poco a poco. Mi polla se abre paso y su culo se esfuerza por dilatarse más para albergarla toda. Voy despacio para que se amolde y tenga tiempo de asimilar todo mi tamaño. La tengo bastante gruesa, es lo que más les ha gustado a mis parejas: no la longitud tanto como el grosor. Y entonces, cuando veo que se ha amoldado, empiezo. Iona gime, y vaya como gime. No para de decir o murmurar palabras sobre que le folle el culo más profundo, que se lo parta o rompa, como cojones se traduzca crush my ass, fuck my brains off. Vamos, el resumen es que está extremadamente salida, que no para de tocarse el coño como si quisiera borrárselo mientras yo ya, a esas alturas, entro y salgo entero de su culo y ella gime y da un gritito casi falto de aire cuando entra entera.
Mary se ha puesto detrás de mí, me lame la espalda, me muerde el culo y sus manos me tocan los huevos por detrás, me pellizcan los pezones o me lame el cuello.
—Fóllate a mami, Val… Sí, eso es, pártele el culo… sí… eso es, entera.
Me lo dice intentando alternarlo en inglés y en español. Estoy burrísimo y empiezo a tener unas ganas horrorosas de correrme y llenarla de semen. A veces me vuelvo algo más burro de la cuenta: cojo un puñado del pelo pelirrojo de Iona y tiro, y ella se ve obligada a levantar más la cabeza apoyando las manos en la cama. Se ha corrido varias veces, y ahora siento que su culo palpita cuando le tiro de la melena. Empiezo a dar fuertes embistes que hacen que suene una música propia, la de mis caderas contra su buen y gran culo, y cada plaf, plaf, plaf, ella da un pequeño grito que la acerca más al orgasmo anal que está a punto de tener hasta que finalmente, mientras Mary se ha agachado para lamerme los huevos, prietos, encogidos, me corro en su interior. Se lo grito a Iona y ella da un sonoro berrido y siento cómo su culo se cierra en espasmos con el orgasmo anal que tiene.
Mary me los ha estado lamiendo mientras me corro, con los espasmos de mi perineo, de mis huevos buscando todo el semen que tengo para lanzarlo en su interior.
—Jo… derrr… —consigo gemir entre profundas respiraciones.
Iona se ha dejado caer de lado en la cama.
—Tenías razón, Mary… este… chico… folla muy… bien el culo… ufff…
—Sí… —dice ella, que no deja de tocarse viendo cómo se ha corrido su madre—. Pero ahora quiero que descanse porque me tocará a mí.
El polvo con Mary es fuerte, rápido, mucho más rápido que con el culo de su madre, pero lo disfrutamos mucho. Su madre está sentada en una butaca, y solo al final del polvo empieza a tocarse, se mete los dedos, se retuerce los pezones viendo cómo penetro a su hija, cómo paso de su boca a su coño y follamos furiosamente. En diez o quince minutos exploto en su interior y la lleno de semen. Ella se corre con fuerza y juraría que eyacula o, como poco, suelta un líquido transparente, aunque no mucho.
Es su madre la que viene, a gatas, seductoramente, dejándome ver sus tetas rozando casi el suelo y con los pezones durísimos, para limpiarme la polla con la boca. Pasa toda la lengua por ella y recoge el sabor de mi semen y del flujo de su hija que está profundamente asentado en mi piel. Su boca, sus labios gruesos, recorren mi polla sensible y morcillona. Se la mete de nuevo entera, más fácilmente, pero chupa dando profundas succiones.
Vaya familia pervertida. Joder cómo me gusta.
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Son las ocho de la mañana. Hemos madrugado. Bajo tras una ducha y me encuentro a madre e hija en pareo y bikini. Bueno, bikini solo lleva Mary: Iona se ha puesto algo parecido a unas pinzas metálicas en ambos pezones, unidos por una cadena, y su hija le está comiendo el coño alegremente. La madre le aprieta la cabeza y solo cuando se corre la suelta.
—Luego habrá para ti —me dice, entre suspiros.
Se tira de la cadena y los pezones se tensan. Y veo que tiene otro orgasmo. Cuando se pone de pie Mary veo que el pareo se le ha subido y que hay algo en su culo. Se ha puesto un plug. Ese día parece que va a ser muy largo… y divertido.
Ese ese día, hacia las cinco de la tarde cuando, exhaustos después de mucho sexo, me proponen que me vaya con ellas a vivir a Edimburgo una temporada, al menos para probar si somos compatibles. Sobre todo Mary y yo, Iona está fuera de la relación pero será una buena compañera de cama. Quieren a alguien con ella que les aporte lo que yo les doy: una buena polla y también conversación, diversión y un punto de vista distinto.