El paraíso de los hombres

Donan

Virgen
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Jul 25, 2017
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Como soy un viajero incansable, recorro
por igual caminos y veredas. Me encontré
con un poblado, donde como todos, tienen
sus creencias y tradiciones.

Alimentando mi curiosidad, me acerqué
hasta ese terreno que estaba prohibido
por la comunidad.

A la misma hora, las hijas de los ricos del
pueblo se bañaban en las aguas de un
caudaloso pero tranquilo río.

Las pude mirar de cerca, sin que ellas
lo pudieran notar. Todas eran hermosas
en absoluto. Una de ellas, blanca, de
piel preciosa, con un poco de barriga,
pero esto hacía que su cuerpo luciera
más carnoso.

La otra, de unos senos irresistibles, sus
muslos gruesos como los de un caballo,
sus gestos muy delicados y elocuentes.

Otra de ellas, blanca como la nieve, de
brazos largos, pelo rubio y amarrado
en trenza. Sus nalgas exquisitas, mi
posición solo me permitió verla en todo
momento de espaldas. Sus movimientos
tiernos y delicados, me embriagaron de
placer.

A una hora, todas juntas salieron del
lago, se fueron a la par, menos una de
ellas, que se entretuvo.

Observé a la princesa de movimientos
delicados y tiernos y sobre ella me
lancé.

A gritos y empujones ella trataba de
deshacerse de mí. Yo, excitado y
totalmente abandonado por toda
razón, retiré mis prendas para
quedar los dos como el Adán y la Eva.

Disfruté de su cuerpo, la penetré
dolorosamente. El líquido rojizo se
esparció por las aguas, para después
perderse en el caudal.

La besaba con tanto deseo, y chupaba
la saliva de su angelical boca. Gritos y
llantos de dolor acompañaban aquel acto.
Mordía su piel tan fuerte, que sentía que
mis dientes la cortarían en pedacitos.

Mi virilidad la penetró con tanta fuerza que
ella se desplomaba por unos instantes para
luego seguir con su llanto.

Después del placer total, mis descendientes
cayeron sobre sus senos. Blancos, carnosos
y jugosos.
 
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