A las afueras de la ciudad hay un lago con forma ovalada que tiene un perímetro de 4 km. Mucha gente se acerca hasta allí para hacer senderismo, footing, etc.
Alberto suele ir a unas horas bastante tempranas para evitar las aglomeraciones y pasear de forma más tranquila y solitaria.
Desde hace unas semanas coincide con una chica de esbelto talle. Es pelirroja y con algunas pecas en las mejillas. Alberto le saca casi 30 años y se sorprende de que la moza, que se llama Luz, sea tan simpática y coqueta con él, al cruzarse por las pistas. Lo normal es ni saludarse, o en el mejor de los casos decir un “Buenos días”, con caras largas.
Por fin, un día, Alberto decide romper el hielo y cuando se cruza con ella la aborda para saber más de ella.
--Hola. Hace frío esta mañana, ¿eh? ¿Vives por aquí cerca?
--Vivo en el interior del lago.
Alberto pensó que lo estaba vacilando y le siguió el juego.
--Habrá mucha humedad en tu casa –le dice Alberto en plan socarrón.
--Que va. Se está muy calentito. Si te apetece acompañarme y tomar un té, pues te la muestro.
Alberto a toda esta absurda conversación la asociaba a alguna forma de flirteo, roneo o como se le quiera llamar. Después de preguntarse los respectivos nombres, siguieron con sus característicos vaciles, tan propios de las personas que se atraen físicamente desde el principio. Parecía un flechazo mutuo, directamente al corazón.
--¿Y vives sola en esa casa tan peculiar?
--No, habemos mucha gente. Es una casa muy grande.
Mientras hablaban seguían caminando para no enfriar. Luz le daba a entender a Alberto, con sus palabras y gestos, que se sentía sentimentalmente atraída por él. Alberto se estaba animando a ir a casa de Luz y entonces le pregunta:
--¿Y cómo haríamos para ir a tu hogar?
--Vaya pregunta. Tenemos que sacarnos toda la ropa y dejarla en la orilla, para que no se moje. Después tendríamos que echarnos al agua y bucear hasta las profundidades del lago.
Alberto pensó que Luz era una hippy excéntrica, pero se sentía tan atraído por ella, que estaba dispuesto a hacer cualquier locura que ella le pidiera.
Era una mañana bastante fría. La escarcha todavía bañaba los alrededores del lago. Y ahí estaban los dos, como Adán y Eva. Se tiran al agua y comienzan a bucear. Cuando están a unos metros de profundidad, se le acerca Luz y le dice:
--¿Sabes de dónde viene el diminutivo de Luz? De Lucifer. Me vas a acompañar a las profundidades del Infierno. Tu lujuria te costó la vida y me proporcionará un alma más para mi millonaria colección –y soltó unas carcajadas diabólicas.
Alberto intentó volver a la superficie, pero ya era tarde. Un paro cardíaco (por el cambio tan repentino y radical de la temperatura corporal), acabó con su vida.
Unas horas más tarde unos guardas forestales encontraron su ropa, rastrearon el lago y encontraron el cadáver.
--Otro urbanita excéntrico que se baña en pleno invierno y la espicha, y ya van quince. ¡Cuándo aprenderán! –dijo uno de los guardas.
Alberto, ya en su destino, se quedó pasmado al observar las maravillas que contiene el Infierno. Pensaba que era un lugar lúgubre y tenebroso pero se encontró con el mismísimo Edén.
--El verdadero Paraíso está aquí, amigo –le comenta Lucifer--. El mal llamado Paraíso Celestial es en verdad una autocracia y teocracia insufrible. La gente se pasa la eternidad postrada de rodillas adorando a su supuesto creador. Si a algún espíritu libre se le ocurriera poner en cuestión ese régimen y hablara de democracia y libertades individuales, el Ser Supremo o Dios lo enviaría inmediatamente aquí. Todo lo que puede hacer feliz a una mujer o a un hombre lo tenemos en el Infierno: alcohol, apuestas, sexo, etc. Locales de intercambio de parejas y orgías, saunas gays, casinos y bingos, sustancias mal llamadas tóxicas, todo lo tenemos.
--¡Vaya! Y yo rezando el Rosario tres horas al día para conseguir estar al lado de mi creador, ¡qué ignorancia! --contesta Alberto.
--Sí, la ignorancia es vuestro pecado original. El Ser Supremo no es tu creador, es un tirano que se aprovecha de vuestra inferioridad, como especie, para teneros bajo su dominio. Cada ser se crea a sí mismo, no necesita a ningún Diseñador. Bueno, ahora que ya conoces la Verdad, te dejo a tu libre albedrío para que viajes por el Infierno y hagas lo que te apetezca. Si tienes alguna duda en alguna cuestión, no tienes más que llamarme. Feliz estancia en el Paraíso Real.
Alberto se despide de Lucifer agradeciéndole que lo rescatara de la falsa y mediocre vida en la que estaba sumergido, para llevarlo a la superficie de la Felicidad Eterna. Comienza su aventura.
El hombre se pasa horas y horas paseando por las diferentes localidades pertenecientes al Averno. Observa estancias en donde la gente disfruta de bacanales salvajes: comida, bebida y sexo no faltan en ninguna de ellas.
También hay locales donde se apuesta a todo y por todo. En uno de ellos se apuesta a si un maromo de 18 años sería capaz de soportar que le metieran dos brazos fornidos por el culo y se lo follaran duro durante una hora. La mayoría de los apostantes se inclinaron a que no sería capaz. Alberto apostó a porque sí sería capaz. El maromo aguantó como un potro domado las embestidas que el fornido empotrador le obsequiaba con sus brazos. Alberto ganó una buena fortuna con la apuesta. Sabía que el chaval, que tiene cara de chapero muy guarro, lo conseguiría.
En otra localidad cercana, en un local muy vintage, se encuentra con un grupo de más de veinte lesbianas. Unas practican la tijera, sobándose mutuamente de lo lindo sus almejas; otras hacen un 69 y se manducan sus chuminos a placer; y otras, con unos arneses con buenas pollas de látex, van follando los chochos, culos y bocas de sus putas sometidas. Alberto está maravillado del estilo con el que le zurran la entrepierna, las que hacen de machos, a sus zorras en celo. ¡Menudos caderazos les pegan!
El hombre está tan cachondo que decide unirse a la próxima orgía que encuentre.
La siguiente orgía que encuentra, pues, es un grupo de treinta chicas y chicos (diez chicas y veinte chicos). Están divididos en varios grupos, esparcidos por diferentes lugares del local. En ocasiones se intercambian, en turnos, entre las personas que forman esos grupos. Hay grupos formados por una chica y dos chicos (un chico y una chica comparten comida de rabo); otros grupos lo forman cuatro chicas y un chico (el chico se dedica a comer almejas y ojetes a mansalva); hay también otros grupos en donde unos buenos machos empotradores se dedican a darle caña salvaje a unas hembras muy cachondas y salidas.
Alberto se une a una pareja muy atractiva, parecen nórdicos. Son rubios y con ojos azules los dos. La chica le está practicando una felación a su hombre, pero la verga es tan larga y gorda que no da abasto. Alberto está tan caliente que no se lo piensa dos veces y ayuda a la chica a manducarle el rabo a su macho.
--Saboréale la polla a mi hombre. Déjasela bien ensalivada. Métete su mástil hasta el fondo. Eres un buen marica –comenta la chica, mientras suelta unas carcajadas riéndose del oportuno espontáneo.
Alberto se unió a la pareja para ayudar a la chica y quitarle trabajo, y lo que consiguió fue convertirse en carnaza, en instrumento de burla para la chica. Pero no le importa, le excita sentirse humillado por una buena hembra.
Pusieron en práctica varias posturas (la hembra a cuatro patas, recibiendo polla por boca y coño; sándwich acostados; sándwich de pie; etc). Cuando Alberto ya no puede retrasar más la eyaculación, la chica se coloca de rodillas ante su polla. Alberto le deja el rostro bien regado de chorros de lechada. Después se arrodilla y le lame la cara a la mujer, tragándose su propia leche. El novio de la chica se puso tan cachondo al observar la escena, que se acerca a los dos (y aprovechando que están de rodillas en el suelo), se corre en la cara de ambos. Estos practican un swapping entre ellos y al final, Alberto se lo traga todo. Las dos lechadas que se engulló (la suya y la del maromo), le hicieron eructar y todo.
Se despide del grupo y sigue su camino. Se encuentra con algunos personajes históricos (que prefiere guardar en el anonimato), y que se están poniendo las botas en diferentes situaciones sexuales.
Lucifer lo aborda en el camino y le dice:
--Alberto, te reclaman en el Cielo. El Ser Supremo dice que le perteneces a él y que debes subir a su Paraíso Celestial, para adorarlo y venerarlo por los siglos de los siglos, amén.
--Pues va a ser que no. Prefiero quedarme aquí. Dile a Dios, que si quiere que lo adore o venere que baje a los Infiernos. Con un poco de suerte, para él, igual le follo el orto.
A las afueras de la ciudad hay un lago con forma ovalada que tiene un perímetro de 4 km. Mucha gente se acerca hasta allí para hacer senderismo, footing, etc.
Alberto suele ir a unas horas bastante tempranas para evitar las aglomeraciones y pasear de forma más tranquila y solitaria.
Desde hace unas semanas coincide con una chica de esbelto talle. Es pelirroja y con algunas pecas en las mejillas. Alberto le saca casi 30 años y se sorprende de que la moza, que se llama Luz, sea tan simpática y coqueta con él, al cruzarse por las pistas. Lo normal es ni saludarse, o en el mejor de los casos decir un “Buenos días”, con caras largas.
Por fin, un día, Alberto decide romper el hielo y cuando se cruza con ella la aborda para saber más de ella.
--Hola. Hace frío esta mañana, ¿eh? ¿Vives por aquí cerca?
--Vivo en el interior del lago.
Alberto pensó que lo estaba vacilando y le siguió el juego.
--Habrá mucha humedad en tu casa –le dice Alberto en plan socarrón.
--Que va. Se está muy calentito. Si te apetece acompañarme y tomar un té, pues te la muestro.
Alberto a toda esta absurda conversación la asociaba a alguna forma de flirteo, roneo o como se le quiera llamar. Después de preguntarse los respectivos nombres, siguieron con sus característicos vaciles, tan propios de las personas que se atraen físicamente desde el principio. Parecía un flechazo mutuo, directamente al corazón.
--¿Y vives sola en esa casa tan peculiar?
--No, habemos mucha gente. Es una casa muy grande.
Mientras hablaban seguían caminando para no enfriar. Luz le daba a entender a Alberto, con sus palabras y gestos, que se sentía sentimentalmente atraída por él. Alberto se estaba animando a ir a casa de Luz y entonces le pregunta:
--¿Y cómo haríamos para ir a tu hogar?
--Vaya pregunta. Tenemos que sacarnos toda la ropa y dejarla en la orilla, para que no se moje. Después tendríamos que echarnos al agua y bucear hasta las profundidades del lago.
Alberto pensó que Luz era una hippy excéntrica, pero se sentía tan atraído por ella, que estaba dispuesto a hacer cualquier locura que ella le pidiera.
Era una mañana bastante fría. La escarcha todavía bañaba los alrededores del lago. Y ahí estaban los dos, como Adán y Eva. Se tiran al agua y comienzan a bucear. Cuando están a unos metros de profundidad, se le acerca Luz y le dice:
--¿Sabes de dónde viene el diminutivo de Luz? De Lucifer. Me vas a acompañar a las profundidades del Infierno. Tu lujuria te costó la vida y me proporcionará un alma más para mi millonaria colección –y soltó unas carcajadas diabólicas.
Alberto intentó volver a la superficie, pero ya era tarde. Un paro cardíaco (por el cambio tan repentino y radical de la temperatura corporal), acabó con su vida.
Unas horas más tarde unos guardas forestales encontraron su ropa, rastrearon el lago y encontraron el cadáver.
--Otro urbanita excéntrico que se baña en pleno invierno y la espicha, y ya van quince. ¡Cuándo aprenderán! –dijo uno de los guardas.
Alberto, ya en su destino, se quedó pasmado al observar las maravillas que contiene el Infierno. Pensaba que era un lugar lúgubre y tenebroso pero se encontró con el mismísimo Edén.
--El verdadero Paraíso está aquí, amigo –le comenta Lucifer--. El mal llamado Paraíso Celestial es en verdad una autocracia y teocracia insufrible. La gente se pasa la eternidad postrada de rodillas adorando a su supuesto creador. Si a algún espíritu libre se le ocurriera poner en cuestión ese régimen y hablara de democracia y libertades individuales, el Ser Supremo o Dios lo enviaría inmediatamente aquí. Todo lo que puede hacer feliz a una mujer o a un hombre lo tenemos en el Infierno: alcohol, apuestas, sexo, etc. Locales de intercambio de parejas y orgías, saunas gays, casinos y bingos, sustancias mal llamadas tóxicas, todo lo tenemos.
--¡Vaya! Y yo rezando el Rosario tres horas al día para conseguir estar al lado de mi creador, ¡qué ignorancia! --contesta Alberto.
--Sí, la ignorancia es vuestro pecado original. El Ser Supremo no es tu creador, es un tirano que se aprovecha de vuestra inferioridad, como especie, para teneros bajo su dominio. Cada ser se crea a sí mismo, no necesita a ningún Diseñador. Bueno, ahora que ya conoces la Verdad, te dejo a tu libre albedrío para que viajes por el Infierno y hagas lo que te apetezca. Si tienes alguna duda en alguna cuestión, no tienes más que llamarme. Feliz estancia en el Paraíso Real.
Alberto se despide de Lucifer agradeciéndole que lo rescatara de la falsa y mediocre vida en la que estaba sumergido, para llevarlo a la superficie de la Felicidad Eterna. Comienza su aventura.
El hombre se pasa horas y horas paseando por las diferentes localidades pertenecientes al Averno. Observa estancias en donde la gente disfruta de bacanales salvajes: comida, bebida y sexo no faltan en ninguna de ellas.
También hay locales donde se apuesta a todo y por todo. En uno de ellos se apuesta a si un maromo de 18 años sería capaz de soportar que le metieran dos brazos fornidos por el culo y se lo follaran duro durante una hora. La mayoría de los apostantes se inclinaron a que no sería capaz. Alberto apostó a porque sí sería capaz. El maromo aguantó como un potro domado las embestidas que el fornido empotrador le obsequiaba con sus brazos. Alberto ganó una buena fortuna con la apuesta. Sabía que el chaval, que tiene cara de chapero muy guarro, lo conseguiría.
En otra localidad cercana, en un local muy vintage, se encuentra con un grupo de más de veinte lesbianas. Unas practican la tijera, sobándose mutuamente de lo lindo sus almejas; otras hacen un 69 y se manducan sus chuminos a placer; y otras, con unos arneses con buenas pollas de látex, van follando los chochos, culos y bocas de sus putas sometidas. Alberto está maravillado del estilo con el que le zurran la entrepierna, las que hacen de machos, a sus zorras en celo. ¡Menudos caderazos les pegan!
El hombre está tan cachondo que decide unirse a la próxima orgía que encuentre.
La siguiente orgía que encuentra, pues, es un grupo de treinta chicas y chicos (diez chicas y veinte chicos). Están divididos en varios grupos, esparcidos por diferentes lugares del local. En ocasiones se intercambian, en turnos, entre las personas que forman esos grupos. Hay grupos formados por una chica y dos chicos (un chico y una chica comparten comida de rabo); otros grupos lo forman cuatro chicas y un chico (el chico se dedica a comer almejas y ojetes a mansalva); hay también otros grupos en donde unos buenos machos empotradores se dedican a darle caña salvaje a unas hembras muy cachondas y salidas.
Alberto se une a una pareja muy atractiva, parecen nórdicos. Son rubios y con ojos azules los dos. La chica le está practicando una felación a su hombre, pero la verga es tan larga y gorda que no da abasto. Alberto está tan caliente que no se lo piensa dos veces y ayuda a la chica a manducarle el rabo a su macho.
--Saboréale la polla a mi hombre. Déjasela bien ensalivada. Métete su mástil hasta el fondo. Eres un buen marica –comenta la chica, mientras suelta unas carcajadas riéndose del oportuno espontáneo.
Alberto se unió a la pareja para ayudar a la chica y quitarle trabajo, y lo que consiguió fue convertirse en carnaza, en instrumento de burla para la chica. Pero no le importa, le excita sentirse humillado por una buena hembra.
Pusieron en práctica varias posturas (la hembra a cuatro patas, recibiendo polla por boca y coño; sándwich acostados; sándwich de pie; etc). Cuando Alberto ya no puede retrasar más la eyaculación, la chica se coloca de rodillas ante su polla. Alberto le deja el rostro bien regado de chorros de lechada. Después se arrodilla y le lame la cara a la mujer, tragándose su propia leche. El novio de la chica se puso tan cachondo al observar la escena, que se acerca a los dos (y aprovechando que están de rodillas en el suelo), se corre en la cara de ambos. Estos practican un swapping entre ellos y al final, Alberto se lo traga todo. Las dos lechadas que se engulló (la suya y la del maromo), le hicieron eructar y todo.
Se despide del grupo y sigue su camino. Se encuentra con algunos personajes históricos (que prefiere guardar en el anonimato), y que se están poniendo las botas en diferentes situaciones sexuales.
Lucifer lo aborda en el camino y le dice:
--Alberto, te reclaman en el Cielo. El Ser Supremo dice que le perteneces a él y que debes subir a su Paraíso Celestial, para adorarlo y venerarlo por los siglos de los siglos, amén.
--Pues va a ser que no. Prefiero quedarme aquí. Dile a Dios, que si quiere que lo adore o venere que baje a los Infiernos. Con un poco de suerte, para él, igual le follo el orto.