El Diario (Orgias) – Capítulos 01 al 04

heranlu

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El Diario (Orgias) – Capítulo 01

Florencia y yo llevabamos dos años de casados. Nuestra economía familiar no era mala. No obstante, cuando mi patrón me pidió que realizara una agobiante expedición comercial hacia Roma, a cambio de una comisión, decidí aceptar. No me gustaba demasiado dejar a mi mujer sola, pero con el dinero podríamos cambiar nuestro auto, que ya más de una vez nos había dejado de a pie.

En Roma trabajé con esmero. Casi no tuve tiempo de recorrer la ciudad. Recién pude relajarme el último día, cuando la cartera de clientes ya estaba asegurada. Me sentía feliz y no tenía nadie a mano para que compartiera mi éxito. Hablé con uno de los empleados del hotel y me consiguió una chica. La pasé estupendamente. No había sido infiel hasta ese momento y acariciar otro cuerpo después de tanto tiempo fue maravilloso. De todos modos, mientras regresaba, comencé a perseguirme. Si Florencia llegaba a sospechar de mi infidelidad, me las vería negras.

Así pensé que sería. Una vez que llegué a Madrid, Florencia se mostró fría, desangelada. Me recibió con indiferencia y cuando quise relatarle los diferentes episodios que había vivido en el extranjero, ella se levantó y se fue a la cama. Pensé que era aconsejable tomar el toro por las hastas. Algo debía sospechar y habría que esclarecer el asunto. Yo realmente la amaba. Fui al cuarto y la encontré boca a bajo. Sollozaba. Le acaricié el cabello. Ella se incorporó y antes que yo pudiera hablar, comenzó :

-Gastón, tenemos que hablar.

-Sí, ya lo sé, mi vida. Pero antes que tomes alguna desición, quiero decirte que realmente te amo.

-Yo también te amo. Pero no me pude contener. Te acuerdas de Enrique y Manolo.

Enrique y Manolo son mis dos mejores amigos. En forma regular nos encontramos en casa para mirar los encuentros deportivos.

-Vinieron a casa a buscarte. No sabían que te habías ido. Los dejé pasar, qué diablos. Al fin de cuentas, son amigos de la pareja y no me vendría mal sentirme acompañada en tu ausencia.

-Sí, entiendo.

-La cosa es que en el entretiempo nos embriagamos. Empezamos a apostar cosas y las cosas se fueron confundiendo.

-¿De qué modo ? – Interrogué, mientras me estaba poniendo nervioso.

-Apostamos cosas a cambio de proposiciones indecentes. Cuando me quise acordar, ya estaba enredada con los dos.

-Te juro que no entiendo.

-¡Qué me acosté con los dos, Gastón!

La situación lejos de parecerme repugnante comenzó a exitarme. Sentí mi polla hincharse debajo de mis pantalones. Le pregunté qué habían hecho. Ella se enjuagó las lágrimas y al ver que no me había puesto colérico comenzó a relajarse.

-Manolo ganó la apuesta y me pidió que se la mame. Respondí y le tomé el pedazo con los labios. Depronto sentí las manos de Enrique que me acariciaba las nalgas, sobre la pollera. El comenzó a buscar el interior y a masturbarme. Luego me montó. Ambos acabaron al mismo tiempo. Uno sobre mis labios, el otro en mi vagina. ¿Estás molesto ?

-No, qué va. Estoy caliente. Ven, invitalos. Vamos a repetir la escena, pero esta vez con tu marido presente.

Florencia llamó a mis amigos por teléfono. Se notaba que la seción de sexo había sido inmejorable. Puesto que no tardaron en llegar. Cuando me vieron en la puerta se pusieron líbidos y comenzaron a hablar de fútbol. Sin embargo, una vez que vieron a mi mujer paseando en ropa interior comprendieron a que habían venido.

Nos sentamos los tres en el sofá. Florencia nos bajó las braguetas y comenzó a sarandear nuestras pollas. Estaba realmente exitado y la tenía bien dura. Lo mismo ocurría con mis compañeros. De pronto, Florencia se detuvo.

-Esto es injusto, proclamó. Yo no puedo sola. Ustedes también tienen que intervenir.

Yo recién entendí a qué se refería cuando Enrique me tomó el pijote y se lo metió en sus fauces. Ahí tenía a mi amigo, mamándomela, lo que al principio me pareció asqueroso, pero que después comenzó a exitarme formidablemente. Florencia le lamía el ano, mientras Manolo le lamia la vagina.

No puede más y monté a mi esposa mientras ella se la chupaba a los dos tíos que se deban besos de lengua entre ellos y se palpaban el pecho. Iba de un pijote al otro, mientras suspiraba a cada embestida mía. Manolo se deslizó por abajo de Florencia y comiéndole los pechos, logró introducirle su verga petrea en la vagina. Sentí otro pene, que convivía con el mío, ferreo, a punto de estallar. Era maravilloso.

«Ven, Enrique » Dijo Flor, que es hora que mi esposo también pruebe tu sabroso rabo. Gastón se aproximó y me tomó de la nuca. Yo estaba demasiado exitado para oponerme y me comí sin reparos todo su manjar. Florencia me pidió que la penetrara por el ano. Se movía enérgicamente, como nunca lo había visto. Yo movía mi boca con celeridad y la montaba a ella con fuerza. Manolo la besaba en la boca y le exprimía los pechos con la mano y Enrique gemía de placer y me guiaba con sus manos.

Cambiamos de posición. Mi esposa se sentó sobre el falo de Enrique y recibió el enrorme vergajo de Manolo en el culo. Era tiempo de que Enrique me devolviera el favor y esta vez yo fui el que busqué se boca. Me la lamió un buen rato, mientras la veía gritar entre orgasmo y orgamo a mi fiel esposa.

Ella fue la que tomó por última vez la iniciativa. Me pidió que fuera sobre Manolo que le persistía taladrándole el ano y lo montara. Le mojé bien el ano y lo tomé. El se quejó al comienzo, pero inmediatamente, se exitó, porque comenzó a moverse un vigor inaudito. Fue el mismo Manolo quien advirtió que no daba más, que estaba por acabar. Nos pareció correcto a todos, y decidimos que era hora. Mi mujer tuvo un último orgarmos, atrevasada por los dos grandes caños. Yo le llené el ano a mi amigo con mi espesa leche, y ellos cubrieron de blanco el coño y el culo de mi mujer.

Luego nos quedamos charlando como si nada hubiera ocurrido. Cuando nos quedamos solos, Florencia me preguntó si la había pasado bien.

-Realmente bien. Amor.

-Bien, entonces, me gustaría que concretáramos una fantasía que tengo desde hace tiempo.​


El Diario (Orgias) – Capítulo 02

Se podría decir que nuestra relación vario en todo sentido. A pesar que solamente volvimos a repetir los encuentros con Manolo y Enrique una sola vez más, nuestros encuentros amorosos después de dos años de casamientos se reavivaron. La pasión que nos había unido, se había rejuvenecido. Nos amábamos profunda y ardientemente. Durante aquellas jornadas, yo apenas podía aguardar a que él llegara de su trabajo y me follara. No veía la hora de sentir su verga en mi interior. Tal era mi exitación, que muchas veces me podía contener y me acariciaba en soledad, ayudada por el chorro de bidet.

Como era previsible, nuestra relación con Enrique y Manolo tocó su término. Sobre todo porque todos pronto comenzamos a sentirnos incómodos. Yo sabía que Enrique me deseaba, pero yo nada quería saber con él, ya que su esposa era mi amiga. Manolo, en cambio, le tomó afición al rabo de Gastón. Al comienzo no trajo problemas. Venía los domingos, como siempre y se sentaba a mirar el partido. Cuando llegaba el entretiempo, no tenía pudor en abalanzar una mano hacia la entrepierna de mi esposo. Gastón, en verdad, prefiere las chicas. Pero poco se puede hacer cuando se recibe una caricia semejante. A continuación, venía una buena mamada. Manolo se arrodillaba y comenzaba a comerse la polla, despacio. Giraba el glande en su boca, y pellizcaba los testículos con suavidad, hasta que la pija de Gastón enrojecía y se inflamaba. Ahí, se desnudaba y le decía a mi marido si tenía ganas de hacer un 69. No me molestaba ver a los dos machos besándose. Al contrario, me volvía loca. Manolo iba y venía por el grueso falo y mientras Gastón hacía lo mismo. A Manolo le gustaba que lo penetraran (era su nuevo descubrimiento). Y rogaba, hasta que lo complacían y le metían aquel monumento tieso en el ojo del culo. Solían acabar juntos. Gastón en el interior de su amigo.

Pero más allá de aquel pequeño deleite, Gastón no se veía muy convencido, y luego de sacarse la curiosidad y conocer el amor entre hombres comenzó a fastidiarse. La idea de tener que montarse a Manolo todos los domingos no lo satisfacía. Pronto comenzaron las excusas y dejamos de abrirle la puerta.

Mi esposo me había apoyado. No sólo no se había ofendido cuando se había enterado de mi infidelidad, sino que había ayudado a satisfacerme. Así es que cuando tuve una nueva fantasía, esta vez no dudé en comunicárselo de inmediato.

Hacía tiempo que tenía ganas de acostarme con otra mujer. La idea no era para nada nueva. Tal vez la pensé por primera vez al ver una sesión de lesbianismo en un film porno. Quizás, la ver cambiarse a una compañera mía, en la época de la escuela. De lo que estoy segura es que al ver a mi marido con otros hombres se había reavivado. No podía quitarme una cosa de la cabeza. Existen ciertas zonas del cuerpo, que solamente una mujer sabría tocar con propiedad. La idea de cambiar mis hábitos y hacer algo que parecía prohibido me calentaba aún más. Besar a otra mujer, lamer sus pechos, sentir su jugo. Lo hablamos.

Mi esposo no me defraudó. La situación le pareció estupenda. Me preguntó si quería hacerlo sola. Le respondí que prefería que el estuviera presente. Luego, quiso saber si ya tenía decidido con quien lo haría. Era un problema que me angustiaba. Yo tenía amigas atractivas, pero la mayoría de ellas eran mojigatas. Si mencionaba lo que quería, corría el riesgo de sufrir enormes represalias. Recurrir a una prostituta no me interesaba. Estar con una mujer que fingiera, no me parecía del todo agradable. Quedaban tres opciones. La primera poner una aviso en internet. La segunda ir a bailar a un boliche gay. La tercera intentar seducir a Roxana. Elegimos la tercera, porque nos parecía más conveniente, para mi primera vez, puesto que a Roxana hacía tiempo que la conocíamos y tanto mi marido como yo envidiábamos sus tetas redondas.

Roxana es nuestra criada. Es una joven delgada pero bien formada. Es mucha veces impulsiva, pero su relación con nosotros es buena. Tiene diez y ocho años y muchas veces a mi me mira como si fuese su tía. Me pide consejos y me pregunta que hacer con los tantos muchachos que la persiguen.

Aquel día mi marido presentó en el trabajo parte de enfermo y se quedó en la cama, leyendo el diario. Al mediodía Roxana preparaba la comida y yo me acerqué, semidesnuda, con mi bata abierta y mi ropa interior de encaje. Comenzamos a hablar de hombres. Nos sentamos. Le pregunté si tenía ganas de fumar marihuana. Ella sonrío y aceptó. No sabía que a mí también me gustaba la yerba. Nuestra charla prosiguió y el tema fue el sexo. Yo ya estaba algo mareada cuando le comencé a narrar cómo habían sido mis fiestas negras. Ella había quedado cautivada. Nunca había estado en escenas semejantes, aunque se notaba que no tenía demasiados reparos. Le pregunté como había sido su primera vez. Lentamente, mientras ella me contaba. Yo abrí mis piernas y sin que se diera cuenta comencé a acariciarme. Al rato dije "comencé a ponerme cachonda". "Si, yo también, Florencia. Creo que necesitamos unas buenas pijas". "Tal vez podemos arreglarnos con lo que tenemos". "¿Cómo dice?". Recién en ese momento ella descubrió mi mano, mi tanga corrida, mi bello púbico descubierto, mis labios vaginales a un costado de la tela.

Me levanté y me puse de rodillas contra el suelo. Ella quiso pararse pero la hierba había hecho lo suyo y yo ya estaba cara a cara frente a ella. Corrió el rostro. Sentí su aliento a chicle, el perfume de sus cabellos ensortijados y largos. "No, señora". Le tomé el rostro con ambas manos y la besé. Ella se resistió unos segundos más, pero finalmente abrió su boca, aflojó sus brazos y comenzó a buscarme con su lengua. Yo descubría como era la boca de una mujer, más pequeña y delicada que la de un hombre. Me estaba mojando como nunca antes lo había estado en mi vida. Busqué los pechos de mi criada debajo de su remera. La calidad de los besos iba en aumento. La chica estaba realmente caliente. En poco tiempo, descubrí sus manos jugando con mis pezones.

Ella se deshizo de su pantalón con un par de patadas. Yo llevé un dedo a mis labios, para que no se quejara, ya que todo estaba bajo mi control, y llamé a Gastón. "Quedate tranquila, vas a tener la polla por la que estabas rogando hace unos minutos". Mi esposo apareció con su miembro ya empalmado. Yo volví a sentar a Roxana y acudí a su vagina. Era la primera vez que lamía una mujer y era realmente sabroso. Mi esposo comenzó a acariciarme el culo y afrotarme con su miembro, en forma superficial. Roxana respiraba de manera agitada y decía. "Siga señora, no pare".

El coño de Roxana era hermoso. Tenía el pelo rapado. Sus labios eran tiernos, sutiles, rosados. Sus fluidos eran abundantes. El clítores era pequeño y me encantaba morderlo y retorcerlo con mi boca, mientras con un dedo la penetraba. Gastón le pidió a Roxana que me ayudara. La niña no se sorprendió y se deslizó boca a bajo y comenzó a comerme la vagina. Acabé inmediatamente. Pero, seguía ardiendo y le pedí a Gastón que por favor me la metiera. Él dijo que era una mala costumbre. Primero había que atender a los invitados. Vi su grueso pene cerca de mi lengua que se introducía en el coño de Roxana. La criada comenzó a gemir. Sus alaridos me enloquecían. Yo tomé a mi marido de la cintura y, al tiempo que sentía la lengua de la chica que bailaba en mi ano, marcaba la frecuencia y el ritmo de sus movimientos, llevándolos al paroxismo. Roxana finalmente acabó.

Gastón me dijo: "ahora te voy a romper el culo amor". Su pija entró en mi ano. Roxana salió debajo mío y se arrodilló enfrente de mi cara. Después de haber acabado, había ganado en confianza. Por lo menos, había dejado de llamarme señora. "Chúpala, perra", me dijo. Tomó mi nuca con su mano derecha y me llevó a su clítoris, mientras con la izquierda me apretaba las tetas con furia. Mi esposo me taladraba violentamente. Era el frénesi absoluto y yo volvía a acabar.

Gastón se paró y fue a la boca de nuestra criada. Ella sacó su lengua. "Mira, puta, así se debe mamar un rabo", me dijo. Mi esposo se corrió en su rostro y ella se corrió en mi lengua. Así terminó nuestra orgía​




-Continuará
 

heranlu

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El Diario (Orgias) – Capítulo 03


Volvíamos a casa después de haber tenido una cena agradable, cuando Florencia me tocó el brazo y como es su costumbre, mesuró el tono de su voz. Entendí que una nueva fantasía acababa surcar su mente tan imaginativa y que, como era su costumbre, le daba un poco de pudor comentármela. Así era. Luego de pasar por una etapa de orgías con mis amigos y nuestra criada, ella había encontrado un nuevo objetivo. Días atrás, cuando salía de nuestro apartamento, se había topado con una de nuestras vecinas, Lucía. La mujer estaba preocupada. Su hijo, Hernán, tenía problemas en la escuela, porque muchos de sus amigos opinaban que era un pelmazo. Su padre consideraba que era el momento de que el niño se hiciera hombre y que sus desdichas se acabarían cuando se despabilara un poco con las mujeres. Más de una vez, le había sugerido acompañarlo con una prostituta, pero el niño se había negado.

Florencia quería tomar las riendas del asunto. Asentí, no tenía ningún problema en compartir mi mujer con el adolescente. Sin embargo, ella fue cauta. Me pidió permiso para encargarse del crío en soledad. Me parecía conveniente y no me opuse. Sólo le pedí que filmara el acto con nuestra cámara hogareña, para poder verlo a posteriori con ella y también disfrutarlo. La idea le pareció estupenda y ella puso manos a la obra.

Mi mujer sabía encontrar el momento oportuno. No tardó demasiado tiempo en generar un encuentro ficticiamente casual, con Hernán. Lo cruzó en la acera, a la salida del liceo. Comenzó a dialogar con él. Hablaron de sus problemas de adolescente. Él le comentó de los miedos que le daban las chicas. También le habló de los comentarios maliciosos de sus compañeros, quienes se burlaban de su timidez. Ella le preguntó por qué no iba con una prostituta, así cobrabraría coraje con sus compañeras, luego. La respuesta fue entendible. Debutar con una mujer profesional lo ponía demasiado nervioso. Cuando se despidieron, ella le dijo que iba a estar sola toda la tarde, mientras yo trabajaba. En caso, que el tuviera ganas de tener sexo, ella lo ayudaría y complacería.

Cerca de las tres de las tarde, Florencia escuchó la campanilla. En parte, como sabía de que se trataba, encendío la cámara. Revisó su blusa. Se desabrochó los dos primeros botones, de manera tal de que sus pechos contundentes sobresalieran un tanto y fue hacia la puerta, mientras se recogía el cabello. No era lo que esperaba. Florencia se asustó. Efectivamente, estaba el chico, parado tímidamente en el umbral. Pero su padre lo acompañaba. A pesar que Hernán ya era mayor de edad, mi mujer temió verse en vuelta en algún problema mayúsculo y lo primero en que pensó fue negar que ella había formulado una propuesta indecorosa.

Pero nuestro vecino, Jaime, no venía para quejarse, al contrario, llegaba a mi hogar en señal de gratitud. Le dijo a mi esposa que apreciaba el favor que le hacía a su niño. Ella dijo, que no se hiciera problema. « Sabré como tratarlo, no tiene nada que temer ». « No lo pongo en dudas, pero me gustaría estar presente ». La petición le pareció descomunal a Florencia, pero los hizo pasar y colocó una silla al pie de la cama para que el padre de Hernán tomara asiento.

Así, con mucha ternura y no menos erotismo, comenzó a acariciar a Hernán y a desvestirse de manera provocativa. Tomaron lugar en la cama. Mi esposa estaba cachonda. Se sentó sobre la boca su boca y le pidió que le lamiera la raja, que en poco tiempo, comenzó a emanar intensos fluídos. Hernán le masticaba el clítoris y le acariciaba las nalgas en forma circular. Ella, como una buena maestra, guiaba aquella lengua con su mano. Se abría los labios, le recomendaba movimientos, los guiaba por el buen camino con suaves gemidos de placer. Pronto, el tiempo indicó, que había llegado el turno en ella comenzara una prodigiosa fellación. Sin embargo, quedó atónita al ver que el miembro del niño todavía no había cobrado vigor.

Lo llevó a su boca y lo succionó. La respuesta fue nula. Insistió con besos de lengua en la boca, besos en el ano, caricias en todo el cuerpo, sin obtener resultados. Le mordisqueó los testículos, le metió un dedo en el culo, y tampoco ocurrió nada. Mi esposa se sentó y enmudeció, había llegado a la conclusión que había hecho todo lo que estaba a su alcance.

En ese momento el padre de Hernán se levantó y se bajó la bragueta. Tenía un pene realmente envidiable, lleno de nervios, bien empinado, casi amoratado. «Permiso, Florencia ». Mi esposa lo dejó. Ya sea del padre o del hijo, necesitaba una pija de inmediato. Ella comenzó a mamarsela. Hernán al ver a su padre se interesó y comenzó a tocarse, hasta que por fin alcanzó una erección. Florencia le ordenó que la penetrara. "Taladrame la concha, Hernan, amor, llename con tu pija, la deseo, ya".

La boca de mi esposa recorría el miembro del padre. Con una mano acariciaba sus testículos. Hernán la penetraba con movimientos torpes y trabajasos. Su verga se había fortalecido. Ella se zarandeaba para acompañarlo y ayudarlo a encontrar el ritmo adecuado. Luego, cambió de posición y quedó en cuatro, tal cual fuera una perra. "Te gusta mi conchita, ¿no?. Cariño, es toda tuya. Quiero que me la rompas, que me la llenes de leche. Así amor, me estás dando mucho placer. Ahh".

El chico estaba desaforado. Se trepaba a las nalgas de mi esposa, las cacheteaba con sus manos. Le daba palmadas y se sacudía, mientras su padre le exigía a Florencia que le chupara el ano, y sacudiera su gigante instrumento con las manos.

El chico estaba por correrse. Su tutor lo notó y le pidió que sacara su polla y lo hiciera en la cara de mi esposa. Fue un perfecto alumno. Su rabo surgió brillante y palpitante. Florencia esperó la leche ansiosa y mientras se masturbaba. Al primer borbotón de leche, consiguió un orgasmo.

Pero quedaba el padre. « Ahora, vas a ver lo que es una buena pija, guarra ». Y si que lo era, porque mi mujer la recibió en su ano con gran dolor. El hombre se impulsaba con violencia. Su hijo se había vuelto a empinar y mi esposa le ordenó que la penetrara por la vagina. Así estaba mi mujer, amacada por dos grandes falos. Uno enorme y vigoroso, que entraba y salía de su culo a destajo, el otro que había quedado inmóvil dentro de su vagina, deleitándose con la fricción que emitía su camarada. Mi esposa gemía como una gata en celo y pedía más. Las manos de padre e hijo convergían en sus pechos. Ella avanzaba y retrocedía en un movimiento en vaivén fuerte, firme. Florencia acabó por segunda vez. Era un buen momento para devolver todo el placer que había recibido.

Tomó las dos pijotas y las comenzó a lamer. Primero una, después la otra. Después ambas juntas, rozándose en su boca, lo que aumentó la exitación de los señores. Tiró de los testículos hacia abajo para postergar unas eyaculaciones, que ya eran inminentes. La dos mangueras comenzaron a escupir una leche que se confundió sobre la lengua roja.

Hacia la noche, vi las escenas en el televisor. Me calenté terriblemente y tuvimos una noche de sexo maravillosa. Después de disfrutar aquel esfinter ya dilatado por la actividad vespertina, gozar dos veces y quedar agotado, le pregunté a Florencia si tenía pensado volver a acostarse con aquellos tíos. Me contestó que por el momento no. Sin embargo, quedaba todavía en pie la madre. Eso la interesaba. Pero de todos modos, no era el momento. Por ahora quería complacerme a mi, quien había permanecido al margen. Y ya sabía como hacerlo.​


El Diario (Orgias) – Capítulo 04


En esta ocasión volveré a hablarles de Roxana, nuestra criada, que en el transcurso de los últimos meses, se ha convertido en una parte integral de nuestra familia. Por lo tanto, este relato, irá dedicado a ella. Sé Roxana, que quedarás muy conforme y que te masturbarás en frente de la pantalla del ordenador, mientras lees. Me encantaría que así fuera. Espero poder hacerte gozar, tambíen así.

Pero antes quiero hablaros a ustedes, los fieles seguidores de nuestras aventuras. Si quieren comunicarse con nosotros, podeis hacerlo sin inconvenientes. Pero les aclaro, yo soy una mujer fiel a mi marido, y sólo en circunstancias extraordinarias, me veo impulsada a complacerme con otros tíos. Así que por favor, si sois hombres, no os molesteis en querer pautar un encuentro conmigo. Si, en cambio, podeís escribirnos, para hacernos comentarios o sugerencias. No nos pidan fotos. Mi esposo y yo somos personas muy conocidas en nuestros ámbitos y la sociedad es demasiado mojigata, aún, para que descubramos nuestros rostros, sin estar seguros de recibir represalias. En cambio, si sois mujeres o parejas, las esperamos con los brazos y las piernas abiertas. En caso que deseis enviar fotografías vuestras, serán bien recibidas. Cuanto más deshinibidas, tanto mejor. Recordad, para mí no hay nada mejor, que ver un jugoso chochito cuando reviso mi cuenta de mail.

Roxana es alta. Tiene el cabello ensortijado y rasgos fuertes, casi felinos. Sus tetas son estupendas, redondas. Sus pezones poseen aurelos grandes y pálidas. Es delgada. Tiene una cintura de avista y el choco rasurado. Ya les había contado de nuestra iniciación. Debo advertiros, que ella no lo tomó con naturalidad. Durante las dos semanas posteriores, trató de evitar mis miradas. Era evidente, se sentía incómoda. Una buena noche, hablé con Gastón, mi esposo y le sugerí que no estaría mal hablar con ella.

Mi marido llegó del trabajo. Faltaban a penas una minutos para que Roxana quedara libre y era un buen momento para dialogar con ella. Yo escuché la conversación que sucedía en la cocina. Gastón es un hombre de pocos escrúpulos y decidió no dar ningún rodeo e ir al grano. « Roxana, después de la cojida del otro día, te noto mal. No veo por qué te sientes avergonzada ». « No, señor Gastón », contestó ella, en un tono bajo, « no siento verguenza. Me gustó mucho lo que pasó. Pero no entiendo por qué no me han vuelto a buscar. Mire, yo tengo un novio, pero no es lo mismo estar con un hombre y una mujer al mismo tiempo. Es muy feo que a una le enseñen algo y después se lo quiten ». « Ah, eso eso, lo hubieras dicho. Mira, cada vez que quieras una buena jodida, sólo tienes que pedirlo. Florencia, amor, ven, nuestra criada necesita que ya mismo le lamas la vagina. Es urgente ».

Entré a la cocina. Roxana tenía las mejillas encendidas. Su sonrisa angelical me deslumbró. Acaricié su melena con mis manos y la abracé. Busqué se lengua por afuera de su boca, en suspenso en el aire. La lengua de Gastón se unió a las nuestras. Sentí sus pechos que se endurecían frente a los míos, que también hacían lo suyo. «Ven, vamos al cuarto », la tomé de la mano y la senté en la cama. Comencé a acariciar su cuerco, sus piernas. Mi manos ganaron espacio por debajo de su pollera. Encontré su agujero rosado, por encima de bombachita, ya un poco húmedo y resbaloso, inexorablemente tibio.

Gastón la tenía dura, pero prefería mirar nuestro juego. Ella me desabotonó la camisa. Sus deditos apretarón mis pezones, sobre mi corpiño negros, hasta endurecerlos y dejarlos como dos rocas. Ciertas fatalidades son inevitables, sonó la campanilla de la puerta. Roxana se apartó de mí y comenzó aprolijarse la ropa. Era su novio. « Señora, es mi chico, rápido, ayudeme a que no se note que nos estuvimos besando ». Roxana se frotaba el cuello para sacarse las marcas de rimmel. « Quedate tranquila, Roxana, si tu problema era la carencia de orgías, ahora tendrás una increíble ». Gastón cerró la puerta del cuarto y fue atender.

Era fácil oír la conversación detrás de la puerta. « Hola, tío, yo soy el patrón de tu chica, ¿cómo te llaman ? » « Paco, me llamo, Paco, mucho gusto ». « Pasa, adelante, con confianza. Escucha. Te gustan mucho las mujeres, ¿no ? ». « Claro, por supuesto ». « Y qué opinas de las mujeres que son bisexuales ». Paco bajó la voz, no quería que Roxana lo escuchara. Aún no sabía que ella estaba tumbada en mi cama, que yo estaba sobre ella, que su respiración enfrentaba la mía, que ella estaba tensa, preocupada, pero que yo tenía una mano sobre la tela de su tanga, todavía mojada, caliente. Mis tetas estaban sobre las suyas. « Mi sueño es estar con dos zorras de esa calaña, como todo hombre ». « Bien, Paco, te has ganado la lotería. ¿Qué ocurre si te comento que mi señora esposa está en nuestra habitación conyugal haciendo el amor con Roxana y que me encantaría que vayas y forniques con ambas ? » «¡No lo puedo créer ! Si no es una broma, me gustaría ir ya mismo. » Y vinieron de inmediato.

El novio de Roxana, como no podía ser de otra manera, era apuesto. Bien armado físicamente, grande, de manos gruesas. Morocho. Saludó a su novia y se quedó de pie, sin saber como actuar. Mi esposo se tiró al lado nuestro. « ¿Seguro que no te enfadas ? », preguntó Roxana. « Para nada », aseguró Paco. Entonces ella comenzó acariciar mi culo, mientras me desprendía la ropa de manera rabiosa. Yo me frotaba contra una de sus piernas y buscaba con mi rodilla su fuego interior.

Gastón había sacado afuera su chipote y se tocaba. Roxana me puso boca a bajo y encontró mi bajina con su lengua. La comezó a lamer. Sus lenguetazos eran desaforados, veloces. Estaba caliente. « Eres una, perra Florencia. Hace días que me masturbo mientras pienso que te chupo el coño ». Decidí que era prudente dejar que Roxana permaneciera caliente, para propinarle una acabada magistral. Así que solamente le di caricias en las caderas, mientras yo me corría por primeras vez.

« ¿Te gusta ?, Paco ». « Sí, señora ». « Pero, no es justo que se toquen sólo las chicas ». « Señora, no se ofenda, me gustan sólo las mujeres ». « Lo mismo decía mi esposo tan sólo hace algunos días ». « Ven a la cama, que te la quiero mamar », le dije.

Paco se sacó el pantalón. Tenía una erección tímida. Roxana volvió a incurcionar en mi vagina, mientras me llevaba el rabo de su esposo a la boca. Ella estaba desorbitada, me mordía y me atacaba con una furia insólita y con un dedo avanzaba por mi raja. Intuía que era un juego previo y que pronto me metería uno de sus hermosos dedos en el ojo del ano. Paco había cerrado los ojos y comenzaba a respirar con placer. Su pija no era demasiado grande, pero al caso, ya estábamos todos exitados.

Al ver que no se daría cuenta. Le hice una seña a Gastón. Como no podía ser de otra manera, entendío que quería que se encargara del falo, sin que Paco se apercibiera. Los hombres son magníficos cuando chupan rabos. La verga de Paco se endureció de inmediato, una vez que entró por la boca de mi esposo.

Roxana estaba ardiente. Se había instalado en mi culito. Me humedició el agujero y empezó a penetrarme. Yo iba por mi segundo orgasmo. Decidí que era tiempo de que ella tuviera uno. Le estiré el clítoris con mi lengua. Le introduje un dedo en el coño y la comencé a fornicar con entusiasmo. Ella se movía, buscaba el reingreso de mi mano. Sus flujos era abundante y tenía toda la cara empapada. Las dos gritábamos y nos convulsionábamos. « Si, señora, que bien que la chupa, como me gusta romperle el culo ». « Sí, puta, mi culo es todo tuyo ». Al oírme, Paco advirtió que el que se la chupaba era mi marido. Fue una buena lección.

Gastón sonrío. « Ven, amigo. El culo de mi esposa necesita una verga. Te lo presto. Es necesario que ayudes a Roxana en ese 69 ». Sentí que aquella carne tiesa que se abría en mi canal. Se iba ganando espacio, de a poco. Era aquel dolor, que formaba parte de un placer mayor. Roxana, entonces, se dedicó a mi chocho. Yo permanecí en el de ella. Y gastón buscó con su verga la boca de Paco, tan sólo para demostrarle el error que había cometido. Paco la recibió con agrado y en verdad, tener aquel enorme chipote en sus fauces, parecía exitarlo de manera increíble. Por lo menos, de inmediato, la velocidad de sus golpes, aumentó. Cuando tuve oportunidad, entre tanto placer, de volver a mirar hacia atrás, vi como mi esposo, lo poseía de manera contundente. Tomaba su nuca y guiaba su cabeza, para que cubriera, tal cual lo deseaba, su verga inflamada, ya roja. « Roxana, voy a tener un orgasmo. Ahh. Con el rabo de tu Paco en el culo ». «Si puta, goza, goza con esa pija . Yo también me corro». Acabamos juntas.

Paco y Gastón, como correspondía. Se dedicarón a Roxana. Ella se subio sobre Paco y respiró con alivio. Necesitaba una pija en su culo. Gastón la tomó de los cabellos, tal cual fueran las crines de una yegua. Comenzó a acariciar con su capullo el ojo de su culo. Ella se movía con intensidad. Yo me acerqué, abrí las nalgas de mi criada de par en par, para ayudarlo a mi esposo. Dejé caer saliva, en aquel ano deseoso. Ella no soportó más aquel juego histérico y se tiró hacia atrás, tragándose la pija de un sólo tirón. « Al fin, ahh ». Me puse atrás de mi esposo, lo abracé. Lo besaba en la lengua y guiaba sus movimientos. Roxana tuvo un orgasmo múltiple. Tres estallidos al hilo. Paco se corrió de inmediato. Quizás por verguanza no retiró la polla del coño de su chica, ni nos avisó. Lo cierto es que cuando Gastón, sacó su pene y buscó la boca de Roxana, para inundarla, el muchacho ya estaba rendido.

Roxana lamió aquella pija que había quedado con pequeños restos de mierda, después de haber sufrido una acometida feroz. Advertí que aquello no le repugnaba, sino que la exitaba. En vista que podía hacerla gozar, busqué su chocho y le introduje tres dedos, que resbalaron cuando se toparon con la lechada de Paco. Gastón se corrío. Cinco borbotones de leche blanquísima llenaron la cara de Roxana. Ella me avisó que siguiera, con pequeños gemidos. Me conmoví al verla huntarse los dedos de semen y lleverselos a la lengua, para saborearlos. Pude sentir su vagina estremecerse. Era el final de nuestra orgía y estabamos todos cansados. Sobre todo, Paco, quien había descubierto un nuevo placer y recobraba el aliento limpiándole la pija a mi esposo con su boca.​



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