El despertar de una familia

lalilulelo003

Pajillero
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Carlos fue saliendo del sueño poco a poco. Podía notar el agradable calor del edredón sobre su cuerpo y la respiración pesada de su mujer cerca de su hombro derecho. Como muchas mañanas, se sentía excitado, y su pene presionaba la suave tela del pijama. Buscó con la mano derecha los muslos cálidos de su mujer y esta los abrió ya medio despierta para acoger su mano. Acarició suavemente el sexo de su esposa sobre el pijama, dibujando con sus dedos los contornos de sus labios vaginales. Ella apretó los muslos buscando algo más de presión sobre su clítoris, dichosa por tan agradable despertar. Carlos vio su sonrisa y escuchó el suave gemido de su mujer, ansioso por ser correspondido. Rosa apenas tuvo que buscar para encontrar aquel enorme trozo de carne caliente que emergía del cuerpo de su marido, y lo agarró ciñendo a su alrededor el pijama. Los primeros gemidos empezaron a oirse en la habitación.

Carlos se percató de que tenía el hombro algo entumecido, así que intentó cambiar de postura y acercar un poco más su gran pene a aquellas zonas tan calentitas que acariciaba con su mano, pero al moverse, su pierna izquierda tropezó con algo. Escudriñó la semipenumbra a su izquierda y descubrió el pelo enmarañado y el perfil precioso de su hijita. Era navidad y, en las vacaciones escolares, cuando Lidia no tenía que ir clase, a veces solía cambiarse de cama de madrugada y amanecer junto a sus padres. La niña permanecía dormida, ajena a lo que estaba pasando a unos centímetros. Carlos miró a Rosa con los ojos muy abiertos, como queriendo avisarla con la expresión de su rostro, y ella se elevó unos centímetros para comprobar que, efectivamente, su hija estaba allí mismo, al otro lado del fornido cuerpo de su marido.


Rosa sonrió y siguió acariciando el pene de Carlos, ahora ya bajo el pantalón. Él se sintió un tanto cohibido, pero pronto un renovado morbo le invadió, encontrando el peligroso juego al que jugaba su mujer, de lo más sublime, así que él también metió su mano en el pijama de Rosa y acarició directamente su sexo, introduciendo levemente un dedo en la vagina. A penas podían ahogar los gemidos que llegaban desde lo más profundo de su ser, motivados por el enorme placer que tan morbosa situación les proporcionaba.


De pronto, Lidia adoptó una posición fetal, poniendo la pierna izquierda sobre las de su padre, y posando su mano sobre su pecho. Ambos pararon un tanto asustados. Carlos miraba fijamente a su hija, intentado averiguar si dormía o empezaba a despertarse. Ella abrió los ojos durante dos segundos pero al comprobar, inconscientemente, que estaba en compañía de su querido papi, volvió a cerrarlos y siguió respirando profundamente.


Rosa retiró por completo el pijama de Carlos, acomodando el elástico del pantalón por debajo de sus testículos, para poder seguir así acariciando aquel enorme pene que tanto placer le había proporcionado siempre. Le habría gustado metérselo en la boca, pero la situación requería moverse con cuidado. El movimiento del edredón ya era de por sí bastante evidente. Carlos por su parte, no podía ni imaginar que aquel juego le fuera a excitar tanto. Sentía la mano de su mujer acariciando con gran maestría las partes más delicadas de su pene, y el dulce aliento de su hija estimulando su cuello, cerca de la oreja. Su gran mástil recibía las tiernas caricias a escasos centímetros de la mano que Lidia había apoyado en su pecho.


Entonces Rosa dejó de masturbarle, levantó la mano que su hija tenía sobre el pecho del padre y la puso sobre el gran pene. Carlos miró a su mujer. Ella torcía la boca en una sonrisa depravada y lo miraba con un brillo vicioso en los ojos. Colocó los dedos de la niña en torno al caliente apéndice y los movió masturbándolo. Él no sabía qué sentir, decir o hacer, así que no hizo nada. La realidad es que aquello era lo más placentero y morboso que había hecho nunca. Sentir la tierna manecita de su hija acariciándole la polla, movida por su mujer. Lidia farfulló algo en sueños, incluso abrió levemente los ojos durante otro par de segundos, pero seguía plenamente inconsciente de lo que estaba pasando.


Aquello era demasiado. A los pocos segundos Carlos notó cómo el placer que recorría su cuerpo en oleadas se iba concentrando poco a poco en su glande. Cosquillas de placer llegaban desde sus ingles y recorrían el tronco del pene hacia su punta, hasta que estalló en un orgasmo épico, soltando sobre su pecho abundantes salpicaduras de semen, a pesar de que la mano de su hija, aún apoyada sobre su miembro, había dejado de moverse.


Rosa había retirado su mano, por eso la de Lidia no se movía mientras él eyaculaba. Cuando al fin Carlos se relajó, elevó el edredón para ver el panorama. Allí estaba la mano de Lidia, rodeando inconsciente el pene de su padre, el cual se resistía a reblandecerse ante el tacto de la dulce mano de la niña. Con mucho cuidado, le cogió la mano y la retiró. Justo entonces, Lidia abrió sus preciosos ojos color miel y con una sonrisa exclamó


-¡Buenos días!

 

xan22

Virgen
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rafvallone

Estrella Porno
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Eres única escribiendo,genial relato es la definición perfecta de el.
 

drako22

Pajillero
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por demas exitante felicitaciones muy bueno
 

lalilulelo003

Pajillero
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Muchas gracias por vuestros comentarios. No tenía previsto continuar esta historia, la veía como una pildorita de morbo aislada, pero quizá merezca algún capítulo más. Sólo si la musa me habla, si no es así, prefiero dejarlo como está y no estropearlo. Besos.
 
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