El cumpleaños

heranlu

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El cumpleaños



Esperanza, Mónica y yo nos encontrábamos a una distancia de unos cinco metros de ella. Las tres estábamos masturbándonos, cada una consigo misma. Yo sabía que las tres nos dábamos placer con la escena que estábamos contemplando. De acuerdo a mis dos amigas, aquel tipo de evento ocurría muy ocasionalmente.

—Los días de cumpleaños o el Día de la Mujer suele ocurrir esto—dijo Mónica.

—Y también el Día del Amor y la Amistad—agregó Esperanza—. Siempre es divertido que algo así ocurra. En un rato podremos participar.

—¿En serio?

—Sí… o bueno, si tú quieres participar—comentó Mónica de nuevo—. Estoy muy segura que hoy ella vivirá un baño de squirt.

Yo sabía que algo extraordinario ocurriría esa noche cuando vi a la mujer DJ. Aquella mujer desnuda se encargaría de darle emoción a la noche. Detrás de su mesa de DJ ella bailaba y se comunicaba con todas con el micrófono. Era divertida la música que estaba tocando. En ocasiones la camarera le llevaba una bebida y se besaba unos segundos con ella.

Todo iba normal, como cualquier otra noche. Esperanza, Mónica y yo comenzamos a jugar entre nosotras. Nos encontrábamos en un rincón. De pronto la música se suspendió y la DJ proclamó emocionada un mensaje de bienvenida. “DEMOS LA BIENVENIDA A LA CUMPLEAÑERA DE LA NOCHE”, dijo.

Nosotras tres giramos nuestros rostros hacía la puerta de entrada del club de masturbación. La joven de dieciocho años ingresó acompañada de varias amigas. En su cabeza llevaba una diadema de orejas de conejo. Al igual que sus acompañantes iba vestida con ropa casual. Dos tubos de serpentinas estallaron en medio de las luces multicolores de la discoteca.

—Vaya, vaya—dijo Esperanza—, tenemos a una iniciada.

Los mensajes de júbilo y aplausos no se hicieron a esperar. Todas las mujeres que estábamos allí prestábamos atención a aquella joven. La denominada “lluvia de squirt” aún tardaría un poco en iniciarse. Pero la sensación de que se aproximaban emociones fuertes palpitaba en el corazón de todas.

La cumpleañera estaba acompañada de seis mujeres. Tres de ellas eran igual de jóvenes que ella. Otras dos debían tener una edad superior a los treinta años. Y la última era una mujer bastante madura. Me imagino que la edad de esta última era cercana a los cincuenta años.

Entonces llevaron a la joven hasta el mueble grande en el centro de la discoteca. Casi al instante, sus amigas comenzaron a quitarle su camiseta de color blanco. Otras dos se hicieron cargo de quitarle el jean azul. Al final solo quedó vestida en ropa interior. En ese momento compartía besos alocados con dos mujeres. Mi corazón comenzó a palpitar aceleradamente.

Eran besos alocados, porque no había acabado de besarse con una de ellas, cuando la otra la tomaba por el mentón para obligarla a corresponder el beso. La cumpleañera seguía siendo el centro de atención. Y muchas de las mujeres que se estaban masturbando en solitario se enfocaron en disfrutar la escena.

—PERO A VER, ¿QUÉ PASA CON USTEDES CHICAS?—anunció la DJ—. HAGAMOS UNA BUENA BULLA A NUESTRA HOMENAJEADA.

Los chiflidos y los ruidos de excitación se presentaron de inmediato. El ambiente se llenó de fantasía y excitación. El licor y las luces de la discoteca sembraron una emoción muy agradable. Empecé a sonreír, a ver cómo una de sus amigas, ubicó su vagina frente a su boca. La cumpleañera comenzó a besar con pasión dicha vagina, sin sospechar que sería esa misma vagina la que realizaría la primera descarga de squirt.

En ese momento dos de sus amigas le retiraron su panty. Y las dos comenzaron a besar la vagina de la protagonista de la noche. Otra de las mujeres estaba manoseando las tetas de la cumpleañera, mientras se daba besos con la mujer madura. A esa mujer madura terminé dándole la distinción de MILF. Porque era evidente que era una mujer de buena figura y gran belleza.

—¿Ya se saben el nombre de nuestra cumpleañera?—dijo la DJ—. SU NOMBRE ES MELINA. Feliz cumpleaños Melina. Esperamos que vengas con más frecuencia a nuestro club.

Los squirt comenzarían a fluir unos minutos más tarde. Esperanza, Mónica y yo habíamos pasado a un estado neutro. Estábamos contemplando con satisfacción el placer que estaba viviendo Melina. Fue entonces cuando mis dos amigas, me hablaron de cada cuanto ocurría un evento así. Y casi al instante comenzamos a masturbarnos, disfrutando del espectáculo.

—Está hermosa esta mujer—dijo Mónica—. No tiene unos pechos muy grandes, pero sí una gran figura.

—Sí, esperaré con gusto mi oportunidad—agregó Esperanza—. Me encantaría besar esos pezones.

—Cuando llegue mi oportunidad le haré gozar como se lo merece. No olvidará nunca este cumpleaños.

La oportunidad a la que se referían mis amigas, era el turno que podría vivir junto a Melina. Cada turno tenía una duración de uno a dos minutos. O bueno, esa era la norma, aunque no era del todo rígida. Era una regla implementada para que todas tuviéramos tiempo de darle placer a la cumpleañera. Aunque no todas se decidirían a tener su momento de pasión con ella.

Lo cierto es que, al ser un periodo de tiempo limitado, eso intensificaba las emociones. El momento de los turnos comenzaría al cabo de los primeros chorros de squirt. El espectáculo de Melina y sus amigas llenaba a la discoteca de una alegre ansiedad. Todas deseábamos unirnos a esa orgía. Pero de momento, lo único que podíamos hacer era respetar el momento que vivían.

Entonces, llegó el momento en que recibió su primer squirt. El chorro de fluido vaginal bañó su cara por completo. Y a su vez, ese licor cayó sobre sus tetas, embadurnando su vientre. Melina estaba sonriéndole a su amiga por aquel evento inesperado. La miraba con ojos tiernos y asombrados. Su amiga continuaba masturbándose frenéticamente. Era evidente que había alcanzado un orgasmo.

Seguramente se había impulsado con toda su convicción para ser la primera en alcanzarlo. De seguro que deseaba eso mismo: bañarla con su fluido vaginal. Lo había logrado estupendamente. Había conseguido darse el honor de ser la primera en bañar a su amiga. Después de lo cual, mantuvo su vagina cerca a la cara de la cumpleañera.

—Qué emocionante, chicas—dijo Esperanza—. ¿No lo creen? No puedo evitar morderme los labios.

—Sí, qué escena tan deliciosa. Esto apenas comienza—agregó Mónica.

Estoy segura que Melina quedó abrumada de tanto sexo pasional. Toda la energía sexual de la discoteca, estaba siendo absorbida por ella. Todas las mujeres que contemplábamos ese espectáculo estábamos igualmente abrumadas de emoción. Incluso aquellas que permanecían indiferentes a esa orgía. Es decir, las que seguían dándose placer en otros grupos aislados.

—¿CÓMO VAMOS MELINA?—preguntó la DJ a viva voz—. Puedes responder con el micrófono que te está aproximando la camarera.

—¡FANTÁSTICO!—respondió suspendiendo el sexo oral que le proporcionaba a una de sus amigas—. Es la primera vez que estoy en una orgía de mujeres.

—Qué bueno. En un rato también te daré un cariñito. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, sí. Mis amigas me explicaron lo que me espera.

Muy pronto las amigas que la rodeaban comenzaron a orinar sobre ella. Bueno, creo que a la final no eran del todo chorros de squirt. Pero para mí sí lo eran. Eran idénticos a los que ocurren en las películas porno. Por eso pensaba que aquello era una lluvia de squirt.

Fuese o no squirt, esos líquidos se derramaban en la boca de Melina. Y luego descendían por su cuerpo, por sus tetas hasta conquistar su vagina. El mueble de cuero sintético estaba lleno de esos líquidos. Sin embargo, lo secaban con frecuencia usando toallas que traían las camareras. El ambiente era fuerte, intenso. Se experimentaba la tensión fresca del sexo pasional.

Melina se sentía dichosa de verse bañada en esos líquidos. Sonreía llena de fascinación. Sus ojos brillaban tanto a sus amigas, como a todas las mujeres en la discoteca. Era su cumpleaños número dieciocho. Ella recodaría para siempre esa iniciación, esa aceptación total de ser lesbiana.

En ese momento Melina estaba con sus pies apoyados sobre el mueble. Sus piernas estaban en modo mariposa. Es decir, abiertas, permitiendo que su vagina quedara expuesta. Siempre hubo una o dos mujeres ahí, en medio de su vagina. Se aproximaban para darle sexo oral y frotar con intensidad su clítoris.

—Cuanto me encantaría ser esa muchacha—dijo Mónica—. Me estoy masturbando como si yo fuese la que está viviendo esa orgia.

—En eso tienes razón—dije yo—. Esta súper excitante. Está gozando por lo alto.

—Y yo estoy ansiosa de que empiecen los turnos—intervino Esperanza—. Quiero vivir con ella un buen rato de sexo pasional.

Cuando eran dos las mujeres las que le practicaban el sexo oral, ambas aprovechaban para besarse. Era deleitante ver eso. Me recordaba lo que yo había vivido dos semanas atrás con Esperanza. Y a medida que todas contemplábamos el espectáculo, la ansiedad se incrementaba. Todas, incluso para mí que sería mi primera vez, estábamos a la espera.

Y ese momento no tardó en llegar. Las seis acompañantes de Melina bajaron la guardia. Es decir, llegaron a punto en que necesitaban descansar. Era evidente que la cumpleañera las había derrotado. Aquella joven, se había limitado a gozar. Sus amigas en cambio, se esforzaron por darle el mejor homenaje. Y eso se había transformado rápidamente en cansancio.

Entonces, la mujer de mayor edad de aquel grupo, la que yo consideraba como MILF, saludó a la DJ. Con un gesto un tanto infantil movió su mano con alegría. Como la mayoría de las mujeres, todas prestamos atención a la desnuda mujer DJ. En la discoteca estábamos a punto de vivir el sexo a un nuevo nivel. Un sexo pasional y saturado de muchísimo placer.

—CHICAS, LLEGÓ EL MOMENTO DE LOS TURNOS—gritó emocionada—. Las que tengan ganas de consentir a Melina pueden hacerlo ahora. EN UN RATO VOY POR TI, MELINA.

Al instante, muchas mujeres que estaban masturbándose se colocaron de pie. Al menos unas veinte mujeres se aproximaron al mueble donde estaba Melina. Se formó entonces una fila un tanto larga. Algunas de las mujeres que esperaban en dicha fila se besaban entre ellas. Todas esas mujeres disfrutaban a su vez de la música, bailando con buena energía.

Al rato un grupo de mujeres rodearon a Melina, impidiéndonos ver lo que ocurría. Pero entonces, fue la misma DJ la que se hizo cargo de disolver ese grupo. “RESPETANDO LA FILA, CHICAS, RESPETANDO LA FILA”. El grupo se dispersó y las mujeres fueron a ocupar su lugar en la fila. Estaba segura de que eran las más sedientas por tener sexo con Melina.

Esperanza y Mónica me dijeron que no harían dicha fila por lo pronto. Me explicaron que lo mejor era esperar a que la fila se fuera reduciendo. “Es que entre más mujeres haya, menor es el tiempo por turno” dijo Mónica. A lo que contestó Esperanza:

—Sí, aunque algunas vuelven a repetir. Las que más repiten turno son las que comienzan primero.

—Yo ahorraré mis energías y mi ansiedad—dije—. Me seguiré frotando, conteniendo mi orgasmo. Luego me entregaré al placer con ella.

—Al final te has decidido—opinó Mónica—. Eso está muy bien. Es increíble cómo esta jovencita de dieciocho años nos tiene excitadas a todas.

Melina estaba dándose pleno gusto con cada mujer. Durante mucho tiempo estuvo sentada en el mueble. Así que cada mujer se subía ante ella, sentándose sobre sus piernas, por lo que prácticamente sus vaginas quedaban frente a frente. La mujer se entregaba a besarla y manosear sus tetas. O bien, usaba una de sus manos libres para masturbar a la cumpleañera.

Algunas veces, entraba en juego con grupos de dos o tres mujeres. Entonces era cómo volver a ver al grupo de amigas que iniciaron el espectáculo. De nuevo dos mujeres se ubicaban entre sus piernas para besarle su vagina. La tercera mujer masajeaba sus tetas y se besaba con Melina. Muchas de aquellas mujeres eran de edad mucho mayor a ella. Así que la consentían aprovechándose de su inocente edad.

Hubo un momento que me encantó muchísimo contemplar (y sé que a Melina también). Fue cuando empezó a tener caricias con una mujer de unos cuarenta años. Ese momento de pasión se prolongó durante unos diez minutos. La cumpleañera la retuvo, sujetando firmemente sus manos en la cintura de ella. Por eso, muchas mujeres se abstuvieron de interrumpirlas. En el momento en que empezaron a despedirse y darse los besos finales, una camarera aproximó un micrófono, como si fuese a entrevistarlas.

—Creo que mi turno llega a su fin—dijo aquella mujer—. ¿Te gusto, querida Melina?

—Sí, bastante. Me gustaría que repitieras en un rato.

—Con gusto.

Entonces, de manera inesperada aquella mujer cuarentona tomó el rostro de Melina entre sus manos. Luego le pidió que abriera su boca porque deseaba darle un cariñito. Y ese cariñito no fue otro que escupir al interior de la boca de Melina. Fue un gesto grosero y atrevido. Pero a Melina le gustó. La cuarentona se bajó del mueble, viendo la sonrisa de satisfacción de la cumpleañera.

Todavía faltaba un poco más para esa escena fabulosa que tanto me impresionó. La escena en que le dieron dos copas de cristal a Melina para llenarlas con los chorros de squirt de sus amantes. También faltaba aún que Esperanza, Mónica y yo decidiéramos hacer la fila para tener la oportunidad de jugar con la cumpleañera.

La cumpleañera siguió gozándose a cada una de las mujeres que se acercaban. Con todas compartía besos apasionados mientras se manoseaban. El toqueteo en las partes íntimas también era una constante. El estado de excitación que vivía Melina era igual de intenso al de los demás. Estábamos transgrediendo los límites del sexo. Aquella orgía, con Melina como protagonista, significaba para todas, una experiencia única. ¿O acaso, era su cumpleaños la excusa perfecta para desatar todos nuestros deseos?

Durante mucho tiempo, no hubo mayor novedad. Las mujeres iban pasando frente a Melina para deleitarse de sus dieciocho años. Le ofrecían sexo oral, la recostaban en el sofá, colocaban su vagina frente a su cara. Algunas la obligaban a estar en posición 69, tratándola con una violencia tierna. Cada una intentaba darle algo nuevo, para que le sobraran razones para no olvidar esa noche. Pero entonces, la DJ anunció a todas que había llegado su turno.

—MUY BIEN, CHICAS—dijo suavemente por el micrófono—. Ha llegado mi turno. Prepárate Melina porque te llevo una sorpresa.

Entonces la desnuda DJ se aproximó llevando un paquete de regalo. Parecía uno de esos regalos de Navidad, con cintas de colores y papel luminoso. Con gran facilidad, la mujer abrió el regalo y lanzó la caja al suelo. La DJ levantó su mano al cielo, para exhibir el doble consolador sexual. El consolador estaba envuelto en plástico, denotando que era del todo nuevo.

Era un consolador de color rosa fucsia, que describía una forma de U. Y cada extremo de esa U, estaba rematado por la forma de un pene. El ruido, los aplausos y los chiflidos animaron por completo a toda la discoteca, a ese ardiente entorno de club de masturbación.

Todas vimos entonces cómo la DJ utilizó uno de los extremos para penetrar a Melina. Vimos el rostro de satisfacción y emoción de la cumpleañera. Un momento después, la DJ se subió al mueble, introduciéndose el otro extremo del consolador. Viendo eso, pensé por un instante en el tema del sexo seguro. Pero el pensamiento no tuvo mayor efecto en mí.

—No demoran en empezar a repartir otros consoladores—dijo Mónica.

—Sí—afirmó Esperanza—. Dejemos que pasen las camareras con las bandejas.

—¿Nos van a dar consoladores como ese?

Mónica me explicó que los consoladores que repartirían serían individuales. Es decir, consoladores de uso personal. Pero a la vez me indicaron que era muy normal que dichos consoladores se usaran para la homenajeada. Imaginé en mi mente a todas usando esos juguetes y sentí una deliciosa ansiedad. Una ansiedad que violaba los límites del sexo seguro, despejando todos los miedos.

En efecto, unos minutos después se acercó una camarera desnuda, con una bandeja de cocteles. Y en medio de los cocteles, los consoladores nuevos, empaquetados en bolsas plásticas. Esperanza, Mónica y yo elegimos nuestro respectivo consolador. Pero a la vez nuestros cocteles. Necesitábamos licor para seguir armonizándonos con el ambiente.

Les gemidos de Melina, que hasta entonces eran bastante discretos, se intensificaron. La DJ la estaba haciendo gozar con ese consolador. Cada movimiento la estimulaba a ella y a la cumpleañera. Ambas estuvieron gozando durante un largo periodo, hasta que fue notable que Melina alcanzó un delicioso orgasmo.

—Bueno chicas, yo voy a hacer fila—dijo Esperanza—. Ya va siendo hora de mi turno.

—Estoy de acuerdo, voy contigo—agregó Mónica.

—Y yo con ustedes.

El reparto de los consoladores había cambiado un poco la atmosfera. La fila para gozar con Melina se había disminuido a solo unas cinco personas. Pero incluso esperando su turno, algunas mujeres usaron el consolador para masturbarse, acostándose en el suelo. Esperanza y Mónica no dudaron en imitarlas. Yo me quedé de pie durante unos segundos.

Y es que me sentí tan tímida haciendo la fila, a la espera de mi turno, que no tuve otra opción. Me senté en el suelo y comencé a darme cariño con mi consolador. Sabía que el consolador era nuevo, pero incluso si era usado no me importaba.

Hasta ese momento, masturbándome y gimiendo, me di cuenta de lo pasiva que había sido hasta entonces. Reconocer esa pasividad, disparó en mi un deseo intenso. Cerré mis ojos y tirada en el suelo me hundí el consolador a profundidad.

—¡VAMOS, MIS CHICAS!—dijo la DJ que había vuelto su mesa de trabajo—. La noche es larga. ¿Le subimos un poquito al volumen de la música?

Me estuve satisfaciendo tan a gusto, que Esperanza tuvo que obligarme a abrir mis ojos. Me tocó una de mis tetas y me la manoseó. Cuando volví a abrir mis ojos a la realidad, ella me dijo: “Es tu turno”. Con una gran emoción me levanté del suelo con rapidez. Y luego le agradecí dándole un beso en la boca.

—Muchas gracias. Ha pasado el tiempo muy rápido.

—Es porque lo estás disfrutando—afirmó Esperanza—. ¡Gózate a esa jovencita!

Con cierta timidez infantil, peinándome el cabello con mis manos me acerqué al sofá. Ese sofá que había violado por completo las leyes del sexo seguro. Estar frente a ella fue como estar frente a una diosa. Las emociones transcurridas a lo largo de la noche, la habían ascendido. Ella estaba regodeada de un aire de grandeza, como si fuera una estrella de Hollywood. Me saludó con una sonrisa muy provocadora, excitante.

—Hola Melina, un gusto—le dije—. ¡Feliz cumpleaños!

—Muchas gracias, querida, un gusto también para mí. Estás muy guapa.

Entonces sin timidez alguna comenzamos a besarnos. Me importaba un rábano si la boca de Melina había sido besada por miles de bocas antes que yo. Su boca tenía un sabor delicioso. Estaba húmeda y fresca, llena de múltiples sabores. En mi mente evocaba todos los dulces pecados que se habían derramado en esa boca. Pensaba en los fluidos vaginales, en la orina, en la saliva.

Nada de eso me parecía asqueroso. Todo lo contrario: estaba lleno de una sensación provocadora y única. Yo besaba esa boca con total pasión, dejando a un lado mis prejuicios, mis miedos. Mientras tanto, Melina me manoseaba. Agarraba mis nalgas con fuerza, empujándome hacía ella.

Era increíble y delicioso para mí que esa jovencita hiciera eso. Yo estaba siendo dominada por esa niña de dieciocho años. Me dominaba desde que acepté estar en esa fila, a la espera de mi turno.

Una poderosa química sexual brotaría entre ambas tras besarnos. Cuando acabó nuestro primer beso apasionado, yo la miré a los ojos con ternura. Nuestros ojos se sincronizaron. Vi el brillo de sus ojos negros y ella el de los míos. Fue un momento que duró unos diez segundos. Nos deleitamos como si fuésemos dos jóvenes enamoradas.

En ese instante, yo me encontraba sobre sus piernas, con nuestras vaginas frente a frente. Estábamos en la posición más natural que ella había adoptado para atendernos a todas. Después de los diez segundos de estar viendo nuestros bonitos rostros, comencé a acariciarla. Deslicé con suavidad mis manos sobre sus tetas. Masajeé sus hombros y su vientre.

Melina me siguió el juego. También ella decidió acariciarme con la misma amable suavidad. Me acarició la punta de mis pezones y pasó sus dedos sobre mi vagina. Hubo un momento en que deslizó sus dedos por mis axilas. Fue algo inesperado que me resultó excitante. Mientras nos tocábamos, no dejábamos de vernos a los ojos. Las dos sentíamos que la adrenalina que vivíamos era fruto de nuestra química sexual.

—Eres la primera que se toma el tiempo para acariciarme así—dijo Melina—. Me estás tocando como si fueras mi novia.

—Una novia de 32 años, querida—le respondí—. Seremos novias durante estos minutos que compartiremos juntas.

—Estoy de acuerdo.

Melina se inclinó un poco hacía adelante y hundió su cara entre mis senos. Se dedicó a besar mis tetas, mordiendo con cariño mis pezones. En ese momento me sentí muy contenta por su trato. El contacto de nuestras vaginas se buscaba entre los movimientos. Al cabo de un rato le sugerí que me dejará sentar en el sofá.

Ella aceptó y entonces ella quedó sobre mis piernas. Durante el cambio me di cuenta que junto a mi nalga derecha se encontraba el consolador que había traído la DJ antes de empezar a tener sexo con ella. Lo agarré con mi mano derecha mientras Melina y yo nos besábamos. Y entonces, cuando llegó un momento de tregua, se lo enseñé. No dije nada, simplemente lo coloqué a la vista.

Le presenté ese juguete con inocencia, como quien ofrece un coctel. Melina me sonrió y me dio un beso en la mejilla. Entonces tomó el consolador y sin bajarse del sofá lo introdujo en su vagina. Luego se hizo cargo de introducir el otro extremo en mi vagina. Al instante comenzamos a ejercer movimientos para estimularlos.

La química sexual con la que nos amábamos se intensificaba más y más. Yo sentía su respiración profunda y liberadora. Mi corazón latía a una velocidad desbordada y única. A menudo veía chispitas de colores en mi campo de visión. Estar compartiendo esos movimientos penetrantes en nuestras vaginas era muy delicioso.

—¿Cuántos orgasmos has vivido esta noche, Melina?—le pregunté.

—No lo sé. Ya perdí la cuenta. Pero si estoy segura que han sido muchos. Demasiados.

—Te estamos tratando como si fueras una reina. Eres la protagonista de la noche.

—Lo sé. Espero que el día de tu cumpleaños también podamos darte el mismo trato.

—Sería fascinante, querida.

Las dos continuamos realizando movimientos rítmicos para sentir las penetradas del consolador. Mientras tanto no dejábamos de abrazarnos, manosearnos y besarnos. En cierto momento, Melina hizo algo que me fascinó. Algo que ocurrió de manera inesperada. Aconteció tras un beso apasionado. Ella retiró sus labios de mi boca para contemplar mis ojos con cariño.

Las dos sentimos esa química sexual que nos unificaba. Y entonces, sin previo aviso, escupió sobre mis labios. Ese gesto me acordó de la cuarentona que había escupido en su boca abierta. No me ofendí para nada. Todo lo contrario, usé mi lengua para limpiar (o mejor: consumirme) su saliva.

—Sabía que te gustaría—dijo—. Ya varias mujeres han hecho eso conmigo.

—Es muy provocador—le contesté.

Entonces también, sin previo aviso, decidí escupirla. La saliva cayó sobre sus labios y parte de su mejilla izquierda. Melina me sonrió, develando su gran fascinación. No se limpió o retiró mi saliva de su rostro. Lo que hizo fue aproximar su rostro al mío para besarme. Luego efectuó un movimiento que le permitió colocar su mejilla izquierda sobre mi boca.

De ese modo, mi lengua volvió a sentir la saliva que le había escupido. El manoseo y los besos continuaron. La química sexual nos dominaba a ambas, mientras ese consolador de doble punta nos masajeaba. Ya habían pasado al menos unos cinco minutos desde que había empezado mi turno.

—¿Has tenido algún squirt esta noche?—me preguntó.

—Aún no—le confesé—. He estado masturbándome con mis amigas, viendo tu espectáculo.

—Qué buena noticia. Esto de que haya mujeres orinando sobre mí o descargando sus squirt me excita muchísimo.

—Sé muy bien a lo que te refieres.

—Sí quieres puedes quedarte junto a mí, mientras le cedemos el turno a otra. Te sigues masturbando junto a mi cara. Si no logras tener un squirt, me conformaré con que orines sobre mí. Cómo puedes ver, estoy bañada de líquidos femeninos.

—De acuerdo, haré todo lo posible.

Melina y yo nos dimos unos cuantos besos más. Y entonces anulamos el “coito” que estábamos viviendo con aquel consolador. Por un momento reflexioné en cuantas vaginas no habrían vivido ese mismo “coito” esa noche. Entonces, tomé mi consolador individual y me hice a un lado.

Una mujer morena de cabello negro se aproximó entonces cuando Melina la llamó. La manera en que la llamó fue muy graciosa. Simplemente miró a la mujer de la fila y usó su dedo índice para llamarla. Yo me quedé sentada a un lado, contemplando cómo empezaron a amarse y besarse. A veces, aquella cumpleañera me lanzaba miradas llenas de ternura. Se deleitaba a su vez, viendo cómo me masturbaba.

Inspirada en la química sexual que se había forjado entre ambas, me masturbé frenéticamente. Y más tarde, cuando sentí que me aproximaba a un orgasmo abismal me coloqué de pie. Aproximé mi vagina a su rostro y sentí cómo se liberó mi chorro de squirt. El chorro de flujo vaginal se derramó entre la boca y el cabello humedecido de Melina.

—Muchas gracias, cariño—me dijo cuándo no pude derramar una gota más—. Ojalá haya más mujeres que puedan darme ese gusto.

—¿Qué tal si pides unas copas?—dijo la morena con la que se manoseaba—. Luego le pides a la DJ que anuncie una “Ronda de fluidos”.

—¿“Ronda de fluidos”?—preguntó Melina.

—Sí, “Ronda de fluidos”. Así es como le decimos cuando llenamos esas copas de orina y fluido vaginal.

—Me encanta la idea—respondió la cumpleañera.

Unos minutos más tarde, Melina tenía en cada una de sus manos las dos copas. Creo que en realidad eran copas de plástico. Para entonces ya me había retirado del sofá. Me despedí de Melina con un beso en su boca. Y fui a reunirme con mis amigas en otro mueble distinto al que estábamos inicialmente.

—¿Cómo te fue?—me preguntó Esperanza—. Desde aquí vi lo mucho que estabas gozando.

—Sí, fue muy emocionante—respondí—. Creo que alcancé a tener una gran química sexual con ella.

—Es normal que así sea. Es como tener una novia nueva durante unos minutos.

—Sí, así lo sentí.

—Yo también—agregó Mónica.

Las tres continuamos masturbándonos, mientras veíamos el espectáculo. Y entonces, fuimos testigos de esa hermosa escena de sexo salvaje. Vi cómo las copas que sostenía Melina se fueron llenando de flujos vaginales. Pronto estuvieron llenas hasta rebosar.

La mujer con la que estaba en ese momento le ayudó a tomarse un trago. Unos segundos después ella misma usó la otra copa para derramársela en su cabeza. Melina sonreía de felicidad. Era su noche, la noche de todas, la noche de una orgía monumental.
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