El Cumpleaños de Daniel

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El viernes fue el cumpleaños de Daniel, mi novio, y en la semana me había dado a la tarea de irle a comprar un regalo, pero para su desgracia y la mía, se me atravesaron varios vestidos y zapatos que ya no me alcanzo el dinero para comprarle nada.

Estaba toda angustiada, era el tercer año consecutivo que me iba a presentar sin un obsequio. Los primeros debo admitir que se me olvidaron, pero esta vez no tenía justificación. Ese mismo día en la mañana me había llamado su mamá para recordármelo: Espero que lo consientas, me dijo, recuerda que nosotros estamos lejos y no podemos estar con él.
En fin, que pocas horas antes de su fiesta, todavía me tronaba los dedos sin saber qué hacer. Y de pronto, la memoria se hizo presente, el recuerdo se abrió camino. Hice algunas llamadas telefónicas. Y me vestí. Me puse un vestido strapless de color rojo, muy cortito y bien ceñido, que me hacía ver preciosa. Mis atributos saltaban a la vista, unas excelentes y hermosas tetas, unas caderas grandes y firmes, y un culo precioso con unas bien formadas piernas.
Pase por Daniel a su trabajo y le dije que pensaba invitarlo a cenar. Obvio, el pagaría, pero bien valía la pena. Mientras íbamos en camino, no paraba de querer meterme mano. Basta, le pedí. Pues es que te has vestido así, tan provocativa, que creí que tú eras mi regalo. Pues sí, conteste, pero no es bueno que abras los regalos antes de tiempo, además, no está completo, y ya no preguntes más.
Durante la cena no deje de portarme coqueta, con Daniel y con el mesero. Desde que entramos en el restorán cause sensación, las miradas de los hombres se me pegaron como lapas y las mujeres me veían con envidia.
Me encanta que te miren con deseo, sabes, me dijo Daniel. ¿Quién? Pregunté intentando parecer ingenua. Todos los hombres, contestó, mi novio lindo; el mesero, por ejemplo, estoy seguro que de ser por él, te tumbaba sobre la mesa y te cogía con mucho gusto. ¿Y si así fuera qué? Pregunte. Nada, te entregaría a cualquier hombre sabiendo que al final regresarías a mis brazos.
No dijimos más, el mesero llego justo para interrumpirnos. Mientras servía la cena deje caer por descuido la servilleta y en ese momento se me ocurrió la travesura de agacharme a recogerla y rosar sin querer, la verga de nuestro mesero. Era verdad el hombre estaba deseoso de tomarme, tría una erección estupenda. Pero cuando lo rose se puso tan nervioso que tiro todas las cosas que traía.
En fin, la velada fue genial. Salimos del restorán y me dirigí directamente a mi casa. ¿Qué a dónde vamos? Me pregunto Daniel. Yo, a mi casa, a descansar, mañana tengo trabajo. La cara de Daniel se transformo en una decepción completa. Tenía ganas de apapacharlo y decirle que sólo estaba jugando, pero no era momento de destapar mi regalo todavía. Bueno, le respondí, si quieres puedes acompañarme a tomar un café. Pero sólo un café, puntualice.
Cuando llegamos, todavía intentaba sus últimas acometidas pero, aunque la carne es débil, no cedí. Así que su sorpresa fue verdaderamente intensa escucho un “Felicidades” estruendoso. En la sala estaban sus amigos: Erik, Esteban y Raúl.
Ahora sí cariño, es hora de darte tu regalo. Te acuerdas todas las veces que me dijiste que querías ver que otros me tomaran, pues… dije yo, mientras me ponía frente a Esteban y masajeaba su pene con mis nalgas, y acariciaba las vergas de Erik y Raúl por encima de la ropa.
Daniel, se sentó en el sillón poniéndose cómodo, mientras exponía una lubrica sonrisa y sus ojos tomaban un brillo indecente. Sí, estaba empezando a gozar de su regalo.
Mientras jugueteaba con las vergas de mis acompañantes sentí como sus manos empezaban a perderse entre mis ropas, me acariciaban las piernas subiendo desde el muslo hasta la ingle. Se perdían gustosas amasando mis nalgas y mis pechos, estirando de manera lasciva los pezones, haciéndome gemir de placer.
Me fueron desnudando poco a poco, las ropas volaban por el espacio hasta que nuestros cuerpos quedaron con la carne expuesta. Sus vergas eran formidables, grandes, gordas y firmes. Sus cuerpos fuertes y, su ánimo decidido. Las manos dieron espacio a las lenguas. Y sin dejar de acariciarme sus bocas besaban cada rincón de mi cuerpo.
Los labios y la lengua de Raúl, jugaban con mis labios y mi lengua, mordiendo y chupando suavemente mi boca. Esteban se extasiaba chupando suculentamente mis senos, mordisqueando los pezones y golpeteándolos con su lengua, mientras los estrujaba con sus manos. Erik comía mis otros labios, los llenaba de besos y los acariciaba con su lengua, mientras sus dedos escudriñaban en el interior y jalaba los labios para hundir su cara dentro, y comerme ferozmente la concha; sus bigotes acariciaban mis bigotes. Y yo, yo sólo gozaba mirando a mi hombre gozar.
La noche duro varias venidas y orgasmos. Termine repleta de leche por fuera y por dentro del cuerpo. Escurría por todas partes, por la cara, por las tetas, por la vagina, por el ano y por la boca. Me enterraron sus veras también por todos lados, comí y disfrute de cada una de ellas, todas las veces que me fue posible.
Cuando se fueron me dejaron tendida en la alfombra. Sólo oí sus voces al despedirse. Entonces Daniel se puso de pie y llego hasta donde me encontraba. Se desnudo y comenzó a limpiarme a lengüetazos todo el cuerpo, luego levanto mis caderas y encajo sin problemas y de golpe su pene entero; era la mejor verga que recibía esa noche. Me cabalgo durante horas. Estaba exhausta pero era imposible dejar de sentir placer ante esas embestidas. Sentía como su pene taladraba mi sexo, como encajaba perfectamente en mi interior. Lo saco y me tomo por el ano, era un dolor insoportablemente lleno de lujuria, era feliz, muy feliz.
Mientras reposábamos en la alfombra, Daniel me pregunto: ¿Y qué vas a querer para tu cumpleaños? Darte otro regalo como este, conteste y después nos besamos.
 

epale62

Virgen
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Nena me anotas para el proximo cumpleaños? jajaja
 
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