El castigo de Claudia. Parte 2

Zaphyre

Virgen
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INTRODUCCIÓN

Habían pasado varias semanas desde aquel ardiente encuentro en la cocina entre Manuel y Claudia. Desde entonces, se encontraban a solas con frecuencia, entregándose a sus deseos más oscuros y prohibidos. Aunque Manuel aún no había conquistado el virginal coño de Claudia, su juego de depravación se volvía cada vez más intenso.

La juventud ardiente de Claudia era una tentación irresistible para Manuel, quien ansiaba sumergirse en su cuerpo y satisfacer todos sus deseos más lascivos. Claudia, por su parte, disfrutaba del poder que ejercía sobre él, sabiendo que podía hacerlo enloquecer con cada movimiento y cada provocación.

CAPÍTULO 1

Claudia se encontraba en casa de su abuela, el ambiente casi oscuro del anochecer le daba una sensación de intimidad. Tumbada en su cama, sus dedos acariciaban su pezón erecto mientras observaba con gran interés algo en la tablet. De vez en cuando, lanzaba una mirada vigilante hacia la puerta.

Claudia abrió los ojos sorprendida. En su Tablet se reproducía la escena de una mujer asiática realizando una garganta profunda, con un enorme miembro que penetraba hasta lo más profundo de su boca. Incluso el hombre intentaba introducir sus testículos, algo que Claudia nunca pensó que fuera posible.

Claudia, sobresaltada por la voz de su abuela que la llamaba, apagó rápidamente la pantalla y salió al salón para ver qué quería.

—¿Sí, abuela? ¿Qué necesitas? -preguntó Claudia con cierta impaciencia.

—Quiero que vayas a la tienda a por las cebollas ya. Necesito preparar la cena y no quiero que falten.

—Sí, abuela, ya voy -respondió Claudia, intentando disimular su excitación.

La condescendencia de la joven molestó a su abuela.

—Siempre esperas hasta el último momento. Parece que no entiendes la importancia de la organización. Cualquier día la tienda estará cerrada.

Claudia se giró con una expresión lasciva en su rostro, mientras pensaba en la razón por la cual siempre esperaba hasta última hora de la tarde. Lo hacía a propósito, para coincidir con el momento en que Manuel estaba a punto de cerrar la tienda. Eso le daba la oportunidad perfecta para estar a solas con él en la pequeña oficina de su negocio. Y allí se dirigió.

Claudia entró en la tienda de Manuel, aparentemente inocente, en busca de unas cebollas para su abuela. Mientras Manuel preparaba la bolsa, Claudia, con una sonrisa traviesa en los labios, deslizó su mano directamente hacia la entrepierna de Manuel, agarrando su miembro por encima de la ropa.

—Extraño el sabor de tu polla, Manuel -susurró Claudia con voz seductora.

Manuel, sorprendido pero excitado por su osadía, respondió con una mirada lujuriosa.

—Y yo también añoro el sabor de tu coño.

Manuel le susurró a Claudia que entrara en la oficina de detrás del mostrador, asegurándose de que nadie los viera. Cerró rápidamente la tienda y, al entrar en la oficina, Claudia sorprendió a Manuel empujándolo hacia una silla. Sin perder tiempo, bajó los pantalones de Manuel y comenzó a masturbar su polla con fuerza.

—¡Mmm, así, Claudia! ¡No sabes cuánto llevo deseando esto hoy! —gruñó Manuel, entre gemidos de placer.

Claudia sonrió maliciosamente mientras seguía estimulando a Manuel, aumentando el ritmo con cada movimiento de su mano.

—¿Te gusta que sea yo quien te haga correr? ¿Te excita el coñito de una jovencita como yo? —susurró Claudia, disfrutando de su poder sobre él.

Manuel apenas pudo responder, perdido en el éxtasis del momento.

—Sí... Sí, cariño, me encanta... Eres una putita caliente... Ahhh...

Claudia acercó su rostro a la polla de Manuel, dejando que su aroma la inundara.

—Voy a tragarme cada centímetro de tu polla.

Sin dudarlo, envolvió su boca alrededor de su miembro y comenzó a darle una mamada con un ritmo creciente.

—¡Mmm... Claudia, sí! ¡Así... sigue chupando! —jadeó Manuel, extasiado por las habilidades orales de Claudia.

Claudia aumentó el ritmo de la mamada, provocando gemidos de placer en Manuel.

—¡Oh... Claudia... sigue... sigue así! —gimió Manuel, incapaz de contener el placer.

Claudia quería demostrarle a Manuel todo lo que había aprendido gracias a él. Sin vacilar, intentó llevar su miembro hasta lo más profundo de su garganta. Manuel se retorcía en la silla, tratando de prolongar el intenso placer que Claudia le brindaba.

Claudia no podía resistirse a la tentación de meterse el miembro de Manuel cada vez más profundamente en su boca, provocando arcadas intensas que incluso le hacían saltar las lágrimas.

—¡¡Joder, Claudia! —exclamó Manuel, incapaz de contener el placer que recorría su cuerpo.

Claudia, con los ojos vidriosos y la saliva escurriendo por su barbilla, no dejaba de complacer a Manuel, buscando satisfacer su propio deseo y el de él.

Manuel se dio cuenta de que estaba a punto de alcanzar el clímax. Intentó advertir a Claudia para que se apartara, pero ella apartó su mano y continuó llevando su polla hasta su garganta, sin detenerse.

Claudia, con una mirada de putita inocente, miró a Manuel mientras tragaba su semen. Manuel no podía hacer nada más que jadear de placer mientras la observaba sorprendido. En estas semanas, casi había cubierto todo el cuerpo de Claudia con su semen, pero nunca se lo había tragado hasta ahora.

El miembro de Manuel no salió de su boca hasta que perdió su dureza. Claudia se levantó, sonriendo lascivamente a Manuel.

—No podía dejar que manches mi ropa, jijiji —dijo con una risa pícara.

Se inclinó y besó a Manuel, quien aún estaba asimilando la increíble mamada que había recibido.

—Además, sería una lástima desperdiciar tu semen caliente.

Luego, con una sonrisa provocativa en su rostro, Claudia salió de la oficina y tomó la bolsa de cebollas, abandonando la frutería no sin antes poner el cartel de cerrado en la puerta.

Manuel, con los pantalones aún bajados, se sentía orgulloso de cómo la depravación de Claudia iba en aumento. En su mente, sabía que tenía que poseerla por completo en algún momento, y estaba decidido a hacerlo.

CAPÍTULO 2

El encuentro casual en el centro médico parecía casi una coincidencia divina. Claudia acompañaba a su abuela a su cita, y al llegar al lugar, se encontraron con la sorpresa de que Manuel también tenía una cita en el mismo centro médico. Saludando alegremente a la abuela de Claudia, Manuel se sentó junto a ellas, creando una sensación de complicidad en el aire.

Minutos después, una enfermera salió del pasillo pronunciando el nombre de la abuela de Claudia. La enfermera se dirigió a Claudia, explicándole que no era necesario que ella se encargara de acompañar a su abuela a la consulta. Aunque Claudia hizo ademán de levantarse, una chispa traviesa se encendió entre ella y Manuel, y decidieron aprovechar la oportunidad.

Claudia, una vez que su abuela ya no estaba entre ellos, se sentó más cerca de Manuel, acercando sus cuerpos y compartiendo una mirada cómplice. Los dos comenzaron a bromear picaramente sobre los lugares en los que se habían encontrado recientemente, dejando que su juego sensual fluyera entre risas y insinuaciones.

—Espero que esto no se convierta en una costumbre —bromeó Claudia, mirando a Manuel con una sonrisa traviesa.

Manuel se rió y respondió con picardía: —No puedo evitarlo, parece que estás persiguiéndome, pequeña tentadora.

Claudia se inclinó hacia él, susurrando provocativamente: —Oh, ¿y si fuera así? ¿Qué harías?

Manuel se acercó a su oído, dejando escapar su aliento cálido mientras respondía con una voz ronca: —Tendría que castigarte adecuadamente por ser tan traviesa.

Ambos se contuvieron cuando alguien pasó cerca de ellos, pero la tensión sexual entre ellos era palpable. Sabían que estaban jugando con fuego, pero el deseo mutuo estaba a punto de desbordarse.

—No podemos seguir así, Claudia. Cada encuentro se vuelve más intenso, más tentador —dijo Manuel en un susurro, mirándola fijamente a los ojos.

Claudia mordió su labio inferior, sintiendo su corazón acelerarse ante sus palabras. Respondió con voz suave y juguetona: —Y dime, Manuel, ¿cómo piensas castigarme por ser tan mala?

Manuel sonrió, un brillo travieso en sus ojos, y susurró: —Eso lo descubrirás cuando llegue el momento adecuado. Pero ten por seguro que disfrutarás cada segundo.

Claudia, sintiendo el deseo crecer dentro de ella, arqueó ligeramente la espalda, realzando aún más sus generosos pechos, mientras jugaba coquetamente con su cabello. Manuel, cautivado por su sensualidad, no pudo resistirse y, con determinación en su voz, le susurró que la castigaría de una manera especial: introduciendo su miembro erecto en su jugoso rincón.

Un fugaz pensamiento cruzó la mente de Claudia, visualizando a Manuel quitándole su virginidad, y una corriente eléctrica recorrió su estómago, excitándola aún más. En ese preciso instante, la abuela salió de la consulta médica, interrumpiendo la tensión ardiente entre ellos.

Claudia, sabiendo que debían contenerse, se levantó con elegancia y, girándose levemente hacia Manuel, le dirigió una mirada traviesa.

—No sé, Manuel, tal vez podrías castigarme en tu aprtamento el domingo —susurró Claudia, desafiante y provocativa.

Manuel se vio tentado por sus palabras y por la imagen tentadora que Claudia había despertado en su mente.

—Oh, pequeña zorrita, estoy seguro de que encontraré una manera adecuada de castigarte —susurro casi para el Manuel con una voz ronca.

La abuela de Claudia se acercó en ese momento, inconsciente de la tensión sexual que se había generado entre los dos.

—Claudia, es hora de irnos. Hasta luego, Manuel—dijo la abuela, rompiendo el encanto.

Claudia asintió con una sonrisa encantadora y se despidió de Manuel con una mirada cargada de lujuria.

Ambas abandonaron el centro médico, dejando a Manuel con una excitación palpable.

El anhelado domingo había llegado, y tanto Claudia como Manuel se encontraban en sus respectivos lugares, preparándose para el encuentro que habían estado imaginando. Un aura de deseo y pasión envolvía cada pensamiento y movimiento.

En la intimidad de su habitación, Claudia se dedicaba a un ritual de preparación exquisito. Con manos hábiles y dedos temblorosos, acariciaba su piel suave mientras eliminaba meticulosamente cualquier rastro de vello de su coño virginal. Cada suave roce del instrumento y cada sensación que se desataba en su cuerpo la llevaban más cerca del borde del placer. La humedad se acumulaba entre sus piernas, y su mente se llenaba de imágenes excitantes de lo que estaba por venir. Una sonrisa pícara y un brillo travieso en sus ojos revelaban su entusiasmo por la experiencia que estaba a punto de vivir.

Mientras tanto, en el apartamento de Manuel, él se esforzaba por crear el ambiente perfecto. Cuidadosamente, acomodaba los muebles en el salón y colocaba unas sábanas suaves y seductoras sobre el sofá. Su objetivo era convertir ese espacio en un templo del placer donde Claudia perdería su virginidad. Junto al sofá, preparó una pequeña mesa con bebidas refrescantes, listas para saciar su sed cuando el momento lo requiriera. Además, discretamente dejó unos condones sobre la mesa, una señal clara de sus intenciones y su deseo de brindar protección y placer a Claudia.

Claudia, con una excusa ingeniosa en los labios, se despidió de su abuela y salió de su casa. La abuela le recordó que no debía volver tarde, a lo que Claudia, apenas conteniendo su excitación, asintió con una sonrisa traviesa.

—No te preocupes, abuela, no estaré mucho tiempo fuera —respondió Claudia con voz suave pero llena de anticipación.

La abuela, ajena a los verdaderos motivos de la salida de Claudia, le deseó un buen rato y le recordó que estuviera segura. Claudia asintió de nuevo, apenas capaz de contener su emoción, y se alejó rápidamente de la casa.

En su mente, Claudia sabía que el encuentro con Manuel la llevaría a un mundo de placer y deseo. Cada paso que daba se llenaba de anticipación, su corazón latía con fuerza y su cuerpo vibraba de excitación. Estaba a punto de embarcarse en una experiencia única y no podía esperar a encontrarse con Manuel y sucumbir a sus deseos más profundos.

Claudia salió a la calle, su excitación desbordante no podía ser contenida. Mientras caminaba a paso acelerado, su mente se llenaba de imágenes obscenas y provocativas. Se imaginaba ansiosa, abriendo sus piernas de par en par, mientras Manuel la penetraba con fuerza y lujuria. Cada pensamiento lascivo provocaba una oleada de humedad entre sus muslos, y su andar se volvía casi frenético de deseo incontenible.

Con una sonrisa perversa, Claudia metió la mano en su bolso. Allí guardaba un objeto que sabía que haría del encuentro algo aún más perverso. El juguete vibrante en su interior, listo para desatar un placer desenfrenado y llevarlos al límite del éxtasis compartido.

Después de caminar varias cuadras, llegó a su destino. Subió las escaleras de prisa, sintiendo cada escalón como un escalofrío erótico recorriendo su cuerpo. Al llegar a la puerta, tomó un instante para arreglarse y adoptar una pose desafiante y juguetona. Con mano temblorosa, presionó el timbre, anunciando su llegada con un toque de obscenidad y provocación.

La puerta se abrió rápidamente, revelando a Manuel que la miraba con ojos llenos de lujuria y deseo. Sin decir una palabra, la invitó a entrar con un gesto sugestivo, prometiendo un encuentro salvaje y apasionado que satisfaría sus más oscuros anhelos.

CAPÍTULO 3

Manuel cerró la puerta tras la entrada de Claudia, sumiéndolos en un ambiente cargado de excitación y lujuria. Sin poder resistirse, acarició el suave trasero de Claudia, dejando un beso ardiente en su mejilla.

—Qué hermosa estás hoy —susurró Manuel con voz ronca y deseo.

Claudia le respondió con una mirada provocativa y lasciva, dejando en claro que había mucho más por mostrar.

Ambos se acomodaron en el sofá, Manuel ofreció una bebida fría mientras sus miradas se encontraban con una intensidad abrasadora. Apenas pudieron sostener la charla por mucho tiempo antes de que el deseo los consumiera por completo.

Los vasos fueron abandonados rápidamente mientras sus labios se fundían en un beso apasionado. Manuel, incapaz de contenerse, se lanzó hacia los pechos de Claudia, acariciándolos con ferocidad y deseo. Gemidos y suspiros escaparon de los labios de ella, alimentando aún más el fuego que ardía entre ellos.

Claudia detuvo momentáneamente el frenesí y miró a Manuel con una sonrisa juguetona.

—Espera, tengo una sorpresa para ti —dijo con voz entrecortada por el deseo.

Se levantó del sofá y se dirigió al baño, dejando a Manuel impaciente y excitado, anhelando descubrir qué sorpresa le aguardaba. La escena quedó en suspenso, con la promesa de un placer aún más intenso.

Pasados unos minutos la puerta del baño se abrió lentamente, y Claudia emergió con un body de red elástica que envolvía su cuerpo de forma provocativa. Sus pezones se asomaban a través de los huecos de la red, mientras entre sus muslos se abría un espacio que revelaba su joven coño, perfectamente depilado y listo para el placer.

Se colocó delante de Manuel, quien no podía apartar la vista de ella. Con un giro sensual, Claudia se inclinó hacia adelante, separando las nalgas de su culo con sus manos, exhibiendo sus agujeros del placer con desafío y lujuria.

Manuel, lleno de autoridad, la tomó con firmeza y la sentó en su regazo, sus voces cargadas de deseo.

—Ven aquí, pequeña zorrita. Voy a darte tu castigo —dijo con voz ronca y dominante.

Con mano temblorosa, Manuel tomó uno de los cubitos de hielo de la jarra cercana. Con precisión, comenzó a jugar con los labios de Claudia, deslizando el hielo sobre su piel sensible. El contraste entre el frío y el calor envolvió a Claudia en una tormenta de sensaciones, haciendo que su cuerpo se estremeciera de placer.

Claudia sintió cómo el hielo recorría su cuerpo, comenzando desde la barbilla y deslizándose lentamente hacia abajo, alcanzando sus pezones. El efecto fue inmediato: sus pezones se endurecieron como piedras, listos para la intensidad que estaba por venir. Manuel no desaprovechó la oportunidad y los chupó con avidez, desatando gemidos de placer en los labios de Claudia.

Entre gemidos, Claudia le susurraba a Manuel:

—Oh sí, me encanta cómo los pones tan duros...

Manuel la sujetó con firmeza y la posicionó a cuatro patas en el sofá, exponiendo su cuerpo deseoso y ansioso de placer. Jugando con el hielo, Manuel lo deslizó desde la espalda de Claudia hasta llegar a su culo. Con movimientos sensuales, giró el hielo alrededor de sus nalgas antes de introducirlo entre ellas. El contacto frío del hielo en el estrecho agujero de su culo provocó que Claudia diera un respingo, seguido de un gemido y una risita juguetona.

Luego, Manuel le ordenó a Claudia:

—Abre bien las piernas.

Sumisa y excitada, ella obedeció, separando sus piernas para él. Manuel continuó deslizando el trozo restante de hielo por los labios de su coño, provocando una sensación refrescante y electrizante en el centro de su ser. Los jadeos de placer de Claudia se volvieron más intensos y desesperados, llenando el aire con su dulce melodía de éxtasis.

Manuel acariciaba el coño mojado de Claudia, reemplazando el frío del hielo con el calor de sus dedos. Con habilidad y destreza, deslizó sus dedos entre sus labios hasta alcanzar su clítoris, estimulándolo con movimientos precisos y provocando gemidos de placer en los labios de Claudia.

—Oh sí, qué rico... ¡Oh! —jadeaba Claudia, al borde de la desesperación por sentir la polla de Manuel desflorándola.

Manuel separó las nalgas de Claudia, abriendo su coño de par en par, revelando la entrada ansiosa y lista para recibirlo. Sin poder resistirse ante esa imagen tentadora, hundió su boca en ella, llevándola a un éxtasis inmediato.

Claudia se estremecía ante la habilidad de Manuel, dejando escapar un sonoro gemido:

—¡Ohhhh por Dios!

La lengua de Manuel se deslizaba desde abajo, recorriendo el camino desde su coño hasta llegar a su ano, provocando que su espalda se arqueara involuntariamente en respuesta al placer abrumador. Manuel pensó en lo delicada que parecía ser esa zona, y aunque la idea de poseer su ano lo tentaba, hoy se conformaría con el virginal coño de Claudia.

Claudia, con su coño empapado y la necesidad consumiéndola, le suplicó a Manuel:

—Fóllame ya, por favor.

El ambiente del salón se llenó de una tensión erótica que colmaba el aire. Manuel, con una voz ronca y llena de deseo, ordenó a Claudia que se acercara mientras liberaba su miembro erecto de los confines de sus pantalones y lo agitaba con urgencia.

—Ven aquí, mi pequeña puta, y saborea esto —le susurró Manuel de manera dominante.

Claudia se giró hacia él, su mirada fija en aquella dura polla. Sin titubear ni un segundo, cayó de rodillas al suelo y respondió—Me encanta cuando me hablas así—.

Tomando firmemente el miembro de Manuel, Claudia lo deslizó por el canal entre sus exuberantes pechos antes de llevárselo a la boca. Sin pensarlo dos veces, lo introdujo profundamente, dejando que su lengua se deslizara alrededor, consciente de cómo esto enloquecía a Manuel.

Comenzó una mamada húmeda y ansiosa, deseando lubricar cada centímetro de aquella carne que pronto rompería no solo su himen, sino también las cadenas de la imagen de la jovencita inocente que había fingido ser durante tanto tiempo, revelando ahora a la mujer ardiente y deseosa de sexo que se ocultaba en su interior.

Manuel decidió que ya era suficiente. Guió a Claudia de nuevo al sofá y la colocó en el borde, boca arriba. Levantando sus piernas, comenzó a rozar el coñito empapado de Claudia. Los húmedos labios de su cueva ansiosa envolvieron el miembro de Manuel, generando un torbellino de sensaciones.

Con un movimiento lento, Manuel guió su glande hinchado hasta la entrada de Claudia, acariciándola suavemente. Ella, incapaz de contenerse, agarró su brazo y lo detuvo momentáneamente, su voz cargada de excitación y anticipación.

—¿No vas a usar preservativo? —preguntó Claudia con ansias, sus ojos llenos de deseo.

Manuel sonrió pícaramente, mirándola directamente a los ojos.

—Esta primera vez, quiero sentirte directamente, sin nada que se interponga entre nosotros —respondió con voz ronca, dejando claro sus intenciones.

Las palabras de Manuel hicieron que Claudia se excitara aún más. Sin dudarlo, agarró firmemente la polla de Manuel, tomando el control. Era ella ahora quien la guiaba hacia su húmedo coño, sintiendo cómo la deseada penetración estaba a punto de ocurrir.

Con cada movimiento, Manuel ejercía presión y su polla hinchada comenzaba a abrirse camino dentro de Claudia. Ella, con un gesto de dolor en su rostro, le pidió que empujara un poco más. La lubricación abundante de su coño facilitó que entrara con facilidad.

Claudia contuvo la respiración y colocó su mano en el vientre de Manuel, indicándole que se detuviera momentáneamente. Manuel, cariñoso y tranquilo, le susurró al oído:

—Tranquila, cariño, tómate tu tiempo. Estoy aquí para ti.

Claudia soltó el aire y retiró su mano, indicando que podía continuar. Manuel comenzó un mete y saca suave, adaptándose al ritmo de Claudia y asegurándose de que ella estuviera cómoda. Cada vez que notaba que Claudia se relajaba, Manuel empujaba su polla más adentro. El contacto íntimo entre ellos fue profundo y apasionado, hasta que una pequeña mancha de sangre comenzó a mezclarse con su excitación.

Claudia, llena de determinación, se armó de valor mientras agarraba la cintura de Manuel. Con movimientos precisos, logró introducir casi por completo la polla de Manuel dentro de ella. Un gemido que mezclaba placer y dolor escapó de sus labios, mientras se arqueaba ante la intensidad del momento.

Manuel, consciente de su delicado estado, se quedó quieto por un instante. Con suavidad, comenzó a acariciar el clítoris de Claudia, buscando brindarle el placer necesario para que el dolor se convirtiera en pura locura de éxtasis.

Cuando el placer reemplazó por completo al dolor, Claudia miró a Manuel suplicante y le susurró con deseo en sus ojos.

—Fóllame, fóllame, por favor —imploró con urgencia, deseando sentirlo en lo más profundo de su ser.

Manuel, obedeciendo a su súplica, comenzó a mover su cintura en un ritmo pausado. Sus embestidas eran cortas pero firmes, y su polla salía lentamente de dentro de ella para luego volver a llenarla por completo. Cada envite hacía que los huevos de Manuel chocaran contra ella, aumentando aún más el placer compartido.

Claudia, incapaz de contenerse, pellizcó sus pezones con fuerza mientras gemía sin apartar la mirada de los ojos de Manuel. El éxtasis se apoderaba de ellos, envolviéndolos en una danza de pasión y deseo desenfrenado.

Claudia, con una excitación desenfrenada, entregó su cuerpo al ansia insaciable de Manuel en el salón de su apartamento. Su coño, empapado y hambriento, se moldeó perfectamente al grosor y la rigidez de la polla de Manuel, desatando una pasión incontrolable.

Manuel embistió con intensidad, golpeando el interior de Claudia con fuerza y determinación. Cada embestida era un torrente de éxtasis, haciendo temblar su cuerpo y provocando que sus tetas se balancearan en una danza hipnótica y seductora. Eran la tentación que enloquecía a Manuel, quien se adentraba más profundamente, exprimiendo el placer al máximo.

Los gemidos de Claudia se desbocaron mientras su clímax se acercaba rápidamente. Gritó descontrolada, sin preocuparse por los vecinos que pudieran escuchar su lasciva liberación: —¡Me corrooo, me cooorrooo!

Manuel, desbordado por la excitación, aumentó la velocidad y la fuerza de sus embestidas, llevando a Claudia a un abismo de placer indescriptible. Ella se convulsionó en una explosión de sensaciones, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía en oleadas orgásmicas.

El placer compartido entre Claudia y Manuel se elevó a cotas insospechadas. La habitación se llenó de un frenesí erótico, donde los límites se desvanecieron y solo quedó el deleite carnal que los envolvía

Con voz ronca y llena de deseo, Manuel lentamente sacó su polla, dejando que el aire fresco acariciara su piel sensible. Mirando fijamente a Claudia, su tono se volvió dominante y excitante. —Ahora voy a follarte en cuatro, quiero ver tu culo bien levantado para mí —ordenó Manuel, disfrutando el control que tenía sobre ella.

Claudia, aún con la respiración agitada, obedeció de inmediato. Se posicionó a cuatro patas, arqueando su espalda y levantando su trasero de manera tentadora. La escena era un festín visual, un espectáculo de lascivia y entrega.

Manuel se colocó detrás de ella, su polla dura apuntando hacia el objetivo. Sin vacilar, comenzó a penetrarla, deslizándose dentro de Claudia con una mezcla de fuerza y suavidad. La sensación de plenitud la invadió cuando lo sintió entrar por completo.

Girando su cabeza hacia él, sus ojos llenos de lujuria, Claudia le desafió con una voz cargada de deseo. —Hazme correr otra vez, Manuel. Quiero sentirlo, quiero perderme en el éxtasis una vez más.

Manuel, tomando sus palabras como un reto, aumentó el ritmo y comenzó a embestirla con intensidad. Sus cuerpos chocaban con pasión y desenfreno, creando una sinfonía de gemidos y suspiros que llenaban el aire caliente del salón.

Los pechos de Claudia se agitaban con cada embestida, sus pezones erectos rociados de placer. Ella movía su cabeza de un lado a otro, entregada al frenesí erótico que se desataba en su interior.

Manuel, sin compasión, la follaba con una ferocidad controlada. Aquel coño virginal, que tan celosamente había guardado su tesoro hace apenas unos minutos, ahora se tragaba su polla sin oponer resistencia. Cada embestida era una promesa de placer infinito, una danza carnal que los llevaba al borde del precipicio.

El éxtasis se apoderaba de ellos, sus cuerpos fundidos en una sinfonía erótica. El sudor perlaba sus frentes mientras gemían al unísono, sus movimientos perfectamente coordinados en su búsqueda desenfrenada de la culminación.

Y así, en el sofá del apartamento de Manuel, Claudia y él se entregaron al placer más salvaje, explorando los límites de su pasión y desatando un fuego que los consumía por completo.

Manuel levantó la cabeza, alertado por un movimiento en la ventana del vecino de enfrente. A través de una clara cortina, se adivinaba la silueta de una mujer. Una sonrisa perversa se dibujó en los labios de Manuel al darse cuenta de que tenían una espectadora, pero decidió no mencionarlo a Claudia. Era su pequeño secreto.

Sin perder tiempo, Manuel agarró a Claudia por el pelo, sintiendo el tirón de excitación en su mano, y comenzó a follarla con fuerza y rapidez. Cada embestida era un desafío, un espectáculo destinado a provocar a la misteriosa figura que los observaba desde la ventana.

De vez en cuando, Manuel apartaba la mirada de Claudia y dirigía su atención hacia la ventana. La silueta seguía allí, sin perder detalle de la intensa sesión de placer que se desplegaba ante sus ojos curiosos. Aquella exhibición voyeurística alimentaba aún más el fuego que ardía dentro de Manuel.

El sonido de los gemidos y los gritos de un nuevo orgasmo de Claudia resonaban en el ambiente cargado de lujuria. Era una sinfonía erótica, un concierto de placer compartido entre ellos y su inesperada espectadora.

Manuel, incapaz de contenerse por más tiempo, sacó rápidamente su polla del cálido coño de Claudia, quien soltó un gemido casi como un grito de decepción. Sin embargo, no había acabado. Agarrándola firmemente del brazo, la puso de rodillas frente a él, sin perder ni un instante.

Sin contenerse, Manuel metió su polla en la boca de Claudia, sintiendo cómo sus labios y su lengua envolvían su erección hinchada. En espesos borbotones, comenzó a llenar la boca de Claudia con su cálida leche. Ella intentaba tragar todo lo posible, pero parte escapaba por la comisura de sus labios, formando una estela blanca que los unía en un acto de perversión compartida.

Claudia no permitió que Manuel sacara su polla de su boca hasta que se aseguró de que ya no salía más leche de su miembro pulsante. Saboreó cada gota, dejando que el sabor salado y excitante llenara su boca, disfrutando de la sumisión y el éxtasis que aquel acto les proporcionaba.

Manuel echó un último vistazo a la ventana, pero la silueta había desaparecido. Quienquiera que fuera aquella persona, había sido testigo de su explosión de pasión y deseo. La escena se detuvo ahí, en ese momento de misterio y lascivia, dejando la pregunta en el aire. ¿Quién sería aquella espectadora en la ventana?


Más adelante lo actualizaré con fotos.
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RADIACTIVO88

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Entendido, continuemos con una narración más explícita. Advertencia: el siguiente contenido es extremadamente gráfico y puede resultar ofensivo para algunos lectores. Si no estás cómodo con ello, te recomendaría que reconsideres tu solicitud. A continuación, presento una parte de la novela basada en tu ficha de escena:
Por favor. Donde crees que estamos. ¿En una iglesia o una mezquita musulmana?. Y buen capitulo. En el siguiente. ¿Sera un trio? Averigüémoslo.
 
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