El Amigo de su Marido en Casa 02

heranlu

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La actitud impulsiva de Bruno le provocó una sensación libidinosa. Follaba con su suegra y sin embargo no paraba de tirarle los tejos. Sintió que mojaba las bragas. Con sus desenfrenadas maneras prácticamente la estaba invitando a follar. Se irguió en la hamaca para untarse las piernas de crema. Debía alejarse de la conversación antes de que fuese demasiado tarde. La estaba engatusando y era consciente de ello. Él se mantuvo recostado en la hamaca examinando la delicada piel de su espalda y su cintura.​

  • Esta noche voy a cenar con unos amigos. ¿Quieres venir?
  • Camilo no querrá salir.
  • Camilo es un muermo. Lo pasarás bien. Vamos, habla con él y vente con nosotros. Yo le convenceré para que te deje.
Un rato más tarde, en el dormitorio, Carla salió de la ducha secándose la cabeza. Camilo estaba ante una mesa organizando la cartera del trabajo.​

  • Bruno nos ha invitado a cenar con unos amigos. Vamos, ¿no? Hace tiempo que no salimos.
Camilo tragó saliva sin volverse. Bruno ya le había advertido que la había invitado y le había pedido que la dejara salir a solas con él.​

  • Tengo trabajo, cariño, y no me apetece.
  • No seas aburrido.
  • De verdad, no puedo.
  • Joder, Camilo, ven con nosotros.
Muerto de celos, no se atrevía a mirarla y le abordó el temor a mosquear a Bruno si impedía que saliera con su mujer.​

  • De verdad, Carla, sal tú.
  • ¿No te importa?
  • No, sal.
Le daba alas a su amigo para tirarse a su mujer. Sabía que lo intentaría. Confiaba en que la entereza de su mujer lo detuviera, aunque Carla ya le puso los cuernos una vez hartándose de follar con su exnovio. Por pánico, no podía hacer nada por impedirlo. Los celos le mataban. Bruno pasaba de él, sólo le complacía con algunas mariconadas. Qué envidia. Al anochecer, desde la ventana de su habitación, les vio salir hacia el coche, juntos, como una pareja de novios. Su esposa iba demasiado explosiva. Llevaba el pelo recogido, con la nuca al descubierto, bien maquillada, con los labios embadurnados de un tono burdeos, a juego con las uñas, con un grueso collar de perlas ajustado al cuello. Llevaba un vestidito blanco de seda muy brillante, muy suelto, bastante corto para poder exhibir sus largas piernas, de finos tirantes y con escote en forma de V. Era una tela traslúcida donde se entreveían las perfectas curvas de su cuerpo. Llevaba unas sandalias de tacón de finas tiras que acentuaban su glamour, su sensualidad para mover el esqueleto. Su amigo le abrió la puerta del coche de forma caballerosa y como un matrimonio arrancaron y se alejaron por la avenida.

Durante el trayecto no pararon de lanzarse miradas ardientes y descaradas, como si ambos auguraran la aventura. Iba muy sexy con aquel vestido blanco, con el pelo recogido, estaba deliciosa. Tenía un polvazo y se comportaba de una manera muy dócil. A Carla le atraía aquella morbosidad, su encanto para seducirla. El hecho de haberle visto masturbarse y follarse a su suegra incrementaba esa lujuria que cocía en sus entrañas. Llegaron a un lujoso restaurante y allí le presentó a sus amigos, compañeros y excompañeros de trabajo. Eran tres chicos. Diego era el más joven y el más guapo, veinte años, moreno con el pelo muy largo y liso, estaba muy bueno por su cuerpo moldeado en el gimnasio. Santos tenía los cuarenta y por su ropa de marca dedujo que era un pijo, aunque poseía una barriga fofa y las pronunciadas entradas en su cabellera afeaban su rostro. Y luego estaba Luís, de cincuenta y cinco años, alto y muy flaco, de piernas muy delgadas y culo estrecho, con un rostro huesudo y una nariz grande y afilada, con una barba que cubría todo su rostro. Los tres sufrieron un estrepitoso impacto al comprobar la belleza y elegancia de Carla, una mujer casada que estaba dispuesta a pasar una noche de juerga con ellos. Cuando iban al servicio, comentaban lo buena que estaba, el polvazo que tenía, el culito que se entreveía a través de la sedosa tela, la danza de sus tetas al moverse. No pararon de alabarla y lanzarle halagos nada más conocerla, pero eran muy simpáticos y enseguida Carla fue tomando confianza. Empezó a sentirse a gusto entre tanto hombre. Fue una velada animada y divertida donde no pararon de reírse. La mimaron hasta la saciedad, surgieron conversaciones subidas de tono y ella participó como una mas, incluso a instancias de Bruno, contó el incidente con su marido cuando la pilló en la cama con otro. Sólo Luís estaba casado. Allí se contaron intimidades y Carla no puso reparos en revelarlas. Les estaba calentando la polla a todos y cada uno de ellos. Bebieron en exceso, mucha cerveza y mucho vino durante la comida. Luego fulminaron una botella de chupitos y pasaron a los whiskys. La confianza se dilataba en cada minuto con cariñosos manotazos, miradas, besitos de broma en las mejillas, achuchones y algún que otro baile. La devoraban con la mirada. Y ella encantada con ser el centro de atención. Fruto de los efectos del alcohol, ella lamentó joderles la juerga con su presencia.​

  • Seguro que con lo golfos que sois los hombres, si yo no estuviera, estaríais de putas…
  • Te preferimos a ti – le encajó Santos.
  • ¿Me estás llamando puta? – le preguntó a modo de broma, sin abandonar su reluciente sonrisa.
  • ¿Quieres serlo? ¿Quieres ser nuestra puta?
  • No, soy una esposa felizmente casada, ¿verdad, Bruno?. Fin de la conversación.
La fiesta se alargó un par de horas más, al límite de las dos de la madrugada. Estaban todos bastante tocados por la bebida, incluida ella. El camarero les avisó de que debían marcharse porque había que cerrar. Fue cuando Luís sugirió seguir la fiesta en su chalet.​

  • Allí hay más whisky. Es temprano, vamos…
Bruno, que rodeaba a Carla por la cintura como si fuera su novia, la miró.​

  • Te apetece, ¿no?
  • Por mí, encantada.
Fueron en el todoterreno de Luís. Carla se sentó delante con él y los otros tres en la parte trasera, mirándose unos a otros, encantados de que aquella monada participara en la juerga. Durante todo el trayecto no pararon de cantar y contar chistes. La juerga era de escándalo. Llegaron sobre las tres de la mañana al chalet de Luís. Se trataba de una noche bastante calurosa. El chalet estaba formado por una especie de cabaña de madera compuesta por un gran salón, dos pequeñas habitaciones y una cocina. Luís se encargó de iluminar todo el recinto y de servir las primeras copas. Santos puso música disco para ambientar la situación. Todos la rodeaban, todos querían charlar con ella. La notaban bastante bebida, bastante manejable, y estaba buenísima, parecía una modelo sacada de una revista. Ella les correspondía con risas y tocamientos, integrada completamente en la pandilla de amigos como una más. Al poco rato, Bruno sugirió la idea de darse un baño en la piscina.​

  • Hace una noche espléndida. En calzoncillo mismo. Venga, Carla, anímate…
  • ¿Yo? Pero no traigo bikini.
  • Venga, mujer, no seas tontona -. Le puso una mano en la nuca y le estampó un besito en la mejilla ante los ojos de todos -. Estamos entre amigos, ¿no? Qué mas da que te quedes en bragas, ¿qué más te da un bikini que unas bragas? Mira nosotros, tampoco tenemos bañador. Ten confianza, mujer. Somos buenos chicos.
Sonrió como una tonta. Los chicos habían comenzado a desabrocharse las camisas. Santos ya se había quitado su polo y exhibía su barriga blandengue. Bruno también se quitó su camiseta mostrando su torso musculoso.​

  • No sé, me da corte… Vosotros sois tíos y…
  • Venga, hace calor, ponte cómoda – la animó Luís.
Todos ya se habían bajado y quitado los pantalones menos Bruno. Podía diferenciar la silueta de sus pollas tras la tela de los calzoncillos que llevaban. Diego usaba un bóxer y su pene daba la impresión de ser el más pequeño y delgado. Santos llevaba un slip blanco apretujado en las carnes, con la silueta de una verga corta pero muy gorda. El de Luís también era blanco y su polla hinchada parecía aún más robusta que la de Santos. Se percató de que todas estaban duras y erectas, ella se había encargado de calentarlas.​

  • Como se entere mi marido me mata…
Cuando Bruno comenzó a bajarse sus pantalones de lino, ella empezó a subirse la falda para sacarse el vestido por la cabeza. Los chicos se quedaron paralizados a medida que se iba descubriendo su apetitoso cuerpo. Enseguida notó que sus pollas se hinchaban aún más y que alguno se rascaba para calmarse. Llevaba unas braguitas muy ligeras que se había comprado expresamente para ese vestido. La parte delantera era un pequeño triángulo de gasa transparente en la parte baja de la vagina, de hecho parte del vello sobresalía por la tira superior y a través de la muselina se distinguía a la perfección su coñito, los pelillos del vello apretujados contra la tela. Las tiras laterales eran tan finas como el hilo elástico que llevaba metido por la raja del culo, verla de espaldas daba la impresión de que estaba desnuda. El sostén también inspiraba sensualidad. Se trataba de una estrecha tira blanca que sólo cubría la zona del pezón, dejando a la vista casi todas las tetas, unas tetas redondas y erguidas, incluso parte de la corona circular que rodeaba los pezones sobresalía por los lados de la tira. Ya estaba Bruno con un slip negro y su verga tiesa, echada a un lado. Bebieron unos tragos bromeando entre ellos, aunque los ojos de los cuatro hombres devoraban el cuerpecito de Carla.​

  • ¿Nos damos un baño? – sugirió Luís.
Se dirigieron hacia la piscina. Por efecto de los tacones de las sandalias, meneaba su culito con estilo y sus tetas se balanceaban hacia los lados con una flacidez que les volvía loco. Y para colmo sus pequeñas braguitas, con su coño prácticamente a los ojos de todos ellos. Bruno se atrevió a darle un cachete en el culo y ella ni se inmutó. Santos se lanzó a la piscina directamente, pero Diego, el chico joven y guapo, se dispuso a bajarse el bóxer.​

  • ¿Te importa, preciosa?
Ella encogió los hombros, como si le diera igual, con Luís y Bruno escoltándola al borde de la piscina. Le miró seria cunado se bajó la prenda y se quedó desnudo. Tenía la verga empinada. Era una fina verga de longitud media con el glande oculto por el pellejo, como si sufriera fimosis. Aquellos tíos la estaban poniendo muy cachonda y notaba el goteo del flujo vaginal en sus bragas. Al volverse para lanzarse de cabeza, admiró su culo musculoso y depilado, así como sus huevitos redondos y carentes de vello. Estaba entre hombres con feroces deseos de follársela. Y ella era consciente de lo que podía suceder. Notó el brazo de Bruno por su cintura mientras observaba los chapuzones de los otros dos. Le miró regalándole una sonrisa de complicidad y él se inclinó hacia ella estampándole un beso en los labios. Luego miró hacia Luís. Éste le pasó el brazo por los hombros y ella le obsequió con un besito en los labios. La morbosidad cocía en el ambiente. Ella se ofrecía. Permanecía medio desnuda abrazada a dos hombres mientras el muermo de su marido se había quedado en casa. La vagina le abrasaba. Diego salió de la piscina con la verga erguida y se puso a secarse ante sus ojos. El chico estaba para comérselo. Le siguió Santos con su barriga blandengue y no dudó en quitarse el calzoncillo para escurrirlo, dejando a la vista un pollón muy corto, pero grueso, con venas excesivamente pronunciadas, duro y empinado. Dos hombres desnudos deambulando ante ella, enardeciendo la lujuria que corría por sus venas. Se fijo en sus culos, el de Santos era abombado y peludo, el de Diego estaba para darle un mordisco. No se cortaban y se dirigieron hacia la casa en bolas. Ella les siguió sin perder los abrazos de Bruno y Luís, los únicos que aún ocultaban sus partes. Ya en la casa todas las miradas se dirigían a sus bragas, hacia ese coñito que se entreveía con tanta claridad. Bruno se sentó en un sofá y a su lado se sentó Luís. Santos se acomodó en una mecedora, reclinado, rascándose los huevos, con la verga firme. Diego tomó asiento en unos modulares, también desnudo, comportándose de una manera natural.​

  • Sírvenos una copa, bonita – le ordenó Bruno.
Tuvo que darles la espalda para acercarse al mueble bar, tuvo que mostrar su precioso culito. Se exhibía como una auténtica puta. Los chicos se miraban entre ellos. Santos no pudo aguantarse y comenzó a pasarse la mano por la polla. No le quedó más remedio que inclinarse para coger el hielo del cajón del congelador. Pudieron ver el fino cordón metido por el culo. Apenas le tapaba el ano, se diferenciaban los esfínteres rosados que rodeaban el agujerito, se diferenciaba el vello en la entrepierna. Al volverse las miradas se centraban en el chocho tras la fina gasa de las bragas, en el vello que sobresalía por la tira superior, en las tetas acunándose con cada mínimo movimiento. Trató de no mirar hacia Santos, que no paraba de acariciarse el pene. Le entregó un vaso a Bruno y después a Luís, quien le propinó una palmada en el culo. Dio un paso hacia Santos. Se miraron lujuriosamente y ella no tuvo reparos en examinar su miembro al entregarle la copa. Luego se giró hacia Diego depositando su copa en una pequeña mesita. El joven mantenía las piernas separadas y el pene en alto.​

  • Ven, siéntate a mi lado – le pidió.
Sonrojada, tomó asiento en el borde, erguida, con las rodillas juntas, ligeramente girada hacia él. Groseramente, Diego se manoseaba los huevos a modo de masaje. Luís mantenía una mano dentro del slip para aplacar las palpitaciones de su verga y con Bruno intercambió una profunda mirada. Se respiraba lujuria en aquel silencio. Las miradas la bombardeaban. Rodeada de hombres desconocidos. Sabía que podía darse un festín de pollas como nunca había imaginado, ni en sus mejores fantasías. Los chicos ya actuaban de manera desvergonzada. La chica se prestaba a formar parte de aquella situación impúdica.

Diego empujó su verga para colocarla recta. Se la sujetó por la base para que no cayera sobre el vientre.​

  • Mira cómo me tienes… - le dijo con una voz ahogada en un jadeo -. Me va a reventar -. Ella sólo desplegó una ingenua sonrisa -. ¿Te gusta mi polla?
  • Es muy bonita – dijo con voz burlona.
  • ¿Quieres tocarla?
  • No te pases, anda…
  • Venga, no te pongas tonta, tócamela.
Miró a los otros antes de acercar su manita de unas uñas pintadas. La palpó con las delicadas yemas de sus deditos, percibiendo su dureza y alguna leve palpitación.​

  • ¿Te gusta? ¿Por qué no me haces una paja?
Seria y dominada por la lujuria, formó una corona con su dedo índice y pulgar para rodear la polla por el glande. Era fina y la tenía muy dura. Comenzó a sacudírsela agitando el brazo vivamente, machacándosela con desenvoltura. Diego cerró los ojos suspirando. Los demás presenciaban la escena toqueteándose. Ella les miraba de reojo. Paseó la mano izquierda por aquellos pectorales musculosos a modo de caricia, complementando la masturbación.​

  • ¿Te gusta así? – se interesó ella.
  • Lo haces muy bien.
Los turbulentos movimientos del brazo sacudiendo la verga provocaron que una de las copas del sostén se corriera unos centímetros hacia el costado, dejándole la teta a la vista de todos aquellos hombres. Su balanceo alocado y su pezón oscuro y empitonado provocaron que Bruno se apartara la delantera del slip para agarrarse su larga verga. Luís se la tocaba con la mano dentro de la prenda y ahora Santos sólo observaba. Pronto el joven Diego comenzó a resoplar reclinándose aún más contra el respaldo. Le sacudía la verga con la misma energía, apretujándole el glande con el aro formado por los dedos. Seguía acariciándole por el tórax, esmerándose en hacerle una buena paja. Ella se fijaba en cómo se movían sus huevitos y gozaba del tacto de aquellos fornidos pectorales. Estaba tan bueno. Era un chico de película. Tras varios cabeceos de Diego sobre el respaldo, la polla salpicó leche muy dispersa sobre la barriga, diminutas gotitas que se repartieron por el bajo vientre. Enseguida depositó el pene sobre el vientre y se giró hacia los otros hombres, sin percatarse de que llevaba una teta por fuera. Les regaló una sensual sonrisa, una sonrisa de chica mala, una sonrisa que desprendía sus libidinosas sensaciones. Notó los dedos de Diego en la espalda.​

  • Gracias, bonita.
  • ¿Te ha gustado?
Santos se levantó de repente. Su gruesa verga se balanceó bruscamente hacia los lados. Se colocó de pie frente a ella, con su pene muy cerca de su rostro.​

  • Mastúrbame – le ordenó.
Sometida a la rudeza de Santos, alzó el brazo y abrigó su gruesa polla con la palma de su manita. Se la movió despacio. Estaba más blanda que la de Diego, quizás por ser tan carnosa. Se fijó en el abundante vello que la rodeaba, en su dilatado glande y en los peludos huevos que se mecían al tirarle. Notaba las yemas de la mano de Diego acariciándole la espalda desde el collar hasta la cintura. Volvió la cabeza para mirarle y sonreírle, pero Santos le atizó una palmada en la mejilla obligándola a mirarle.​

  • Mírame, no dejes de mirarme…
  • Perdona…
  • Chúpala…
Sujetando y sacudiendo la polla, acercó la boca y apoyó los labios en la base del glande saboreando aquella sequedad amarga. Se la meneaba sin sacarse el glande de la boca, con la frente apoyada en aquella barriga fofa. Con la mano izquierda le acariciaba el muslo de la pierna. Trataba de mirar hacia arriba para acatar su orden. Santos apretaba los dientes expulsando el placer por su mirada. Le colocó ambas manos en la cabeza para ayudarla a chupar. No paraba de sacudirle la verga en su lengua, parecía que tenía un puro en la boca. Estaba rica y sabrosa por el enorme grosor del glande, blandito y carnoso. Tras succionar durante unos momentos, apartó la boca de la polla para mirarle, sin parar de sacudírsela. Un hilo de babas quedó unido desde su labio inferior a la punta. Santos se inclinó hacia ella y bruscamente le apartó las copas del sostén hacia los lados, dejando libre sus dos tetas erguidas. Ambas se meneaban como flanes ante las agitaciones del brazo. Santos se encogió ante la avalancha de placer y frunció el entrecejo dando síntomas de que se iba a correr. Con esmero, Carla avivó los tirones y en pocos segundos la verga escupió sobre sus tetas varios pegotes de leche, pegotes muy viscosos que se quedaron pegados en distintas zonas. Terminó de darle hasta escurrirla bien y luego la soltó. Santos le acarició bajo la barbilla y le pasó la mano por el cabello.​

  • Qué buenas pajas haces…
Santos se apartó y fue en busca de un sorbo y un cigarrillo. Frente a ella, Luís, el más mayor, se refregaba sus partes con la mano por dentro del slip. A su lado, Bruno, con la parte delantera a un lado, se acariciaba la polla deslizando la palma desde la base hasta el glande. Iba a quedar harta de pollas.​

  • Ven, acércate – le pidió Luís recostado -. Me toca, quiero que me la chupes…
Obediente, se levantó dispuesta, con las tetas meciéndose levemente. Dio unos pasos hacia él y se arrodilló entre sus piernas, no sin antes intercambiar una mirada con Bruno.​

  • Vamos, pórtate bien conmigo – le ordenó Luís.
Ella se encargó de arrastrar el slip por sus peludas y delgadas piernas hasta quitárselo. Tenía una polla gigantesca, de un espesor que ni su manita logró rodearla. Primeramente se la acarició con ambas manos, se atrevió a estrujarle con suavidad los huevos, unos huevos de una textura blanda, y luego se la meneó muy despacio. A veces, al estar erguida ante él, el grueso glande alcanzaba a rozar uno de sus pezones.​

  • Chúpamela…
Se colocó a cuatro patas para chuparle la enorme verga. Él se la sujetaba por la base para mantenerla erguida y ella se la lamía como si fuera un helado, ensalivándole el glande y el tronco. Hilos de saliva resbalaban hasta los huevos. Mientras se la mamaba, Luís deslizó la mano por la espalda de Carla, pasó por su cintura y tras un par de cachetes en las nalgas, le sacó el fino cordón de la raja del culo y lo apartó a un lado, quedándolo expuesto a los ojos de Diego y Santos, relajados en los modulares de enfrente. Las tetas le colgaban hacia abajo. Chupaba elevando y bajando la cabeza de manera enérgica. Luís le mantenía la verga en alto para ayudarla con la mamada. Diego y Santos volvían a masturbarse al ver frente a ellos el jugoso culito de Carla, su ano tierno en mitad de la rajita. Brillaba, aguado por unas gotas de flujo vaginal que habían resbalado desde su coñito. Se meneaba ligeramente por los movimientos de su tórax. Se comportaba como una golfa hambrienta.​

  • Los huevos, mójame los huevos…
Bajó aún más la cabeza para mordisquearle los huevos con los labios, para lamerlos con esmero, saboreando la bola que se metía dentro de la boca, eran unos huevos blandos y peludos. Luís se la machacaba mientras le lamía los cojones. Bruno se levantó para bajarse el slip. Ella levantó la cabeza con los labios abrillantados por las babas y giró la cabeza hacia él. Cogió la polla de Luís para sacudírsela. Miró por encima del hombro y vio que Bruno se arrodillaba tras ella y le sobaba el culo con suavidad. Ella no dejaba de menear la verga de Luís. Notó el tronco del pene encajándose a lo largo de la raja. Entonces ella se irguió y Bruno la abrazó achuchándole las tetas, esparciendo por ellas el semen de Santos. Aún su mano derecha abrigaba el pollón de Luís. Volvió la cara para besarle y él le correspondió con pasión. Le untaba los pechos con la crema viscosa que Santos había derramado. Bruno deslizó sus dos manos por el fino vientre de Carla y metió ambas palmas dentro de sus bragas. Luís pudo ver a través de las transparencias de la tela cómo le escarbaba con sus manos en el coñito, cómo se lo abría separando los labios vaginales, cómo le metía un par de dedos y cómo hurgaba. Ella, muerta de placer, sacudía la cabeza en el hombro de Bruno. Respiraba por la boca con los ojos cerrados. Notaba cómo los dedos le aguijoneaban el chocho. Percibía el roce de la polla por su culo y las manos deformando sus tetas, expandiendo los resquicios de semen. La besuqueaba por el cuello, hasta que sus labios le mordisquearon el lóbulo de la oreja.​

  • A mi amigo Luís le gusta que las putas le chupen el culo – le susurró. Carla miró a Luís y le soltó el pene -. Hazle ese favor, sé buena chica.
Se dejó dirigir por Bruno y aguardó a que Luís se levantara y diera media vuelta para curvarse sobre el respaldo, ofreciendo su culo encogido, de nalgas peludas y granuladas. Santos y Diego se habían levantado y acercado para contemplar el espectáculo. Les miró, se fijó en sus penes erectos. Bruno aún se rozaba con ella, aún le acariciaba las tetas levantándoselas. Hombres desnudos la rodeaban, estaba probando pollas hasta hartarse.​

  • ¿Te gusta el culo de mi amigo? ¿Quieres probarlo? – le preguntó Bruno sujetándola por la nuca.
Veía los huevos moverse entre las piernas, señal de que se la estaba sacudiendo él mismo. Bruno le acercó la cabeza con lentitud hasta dejarle la cara a escasos centímetros de la raja peluda.​

  • ¿Por qué no lo hueles? -. Ella respiró hondo percibiendo el mal olor -. Te gusta, ¿verdad? Chúpalo…
Tenía el culo sudado, varias hileras resbalaban por la espalda y se adentraban en las nalgas. Le empujó la cabeza hasta hundirle la cara en la raja del culo. Plantó sus manitas en las nalgas para sujetarse. Sacó la lengua y empezó a olisquearlo como una perra rebuscando en la basura. Lo chupaba deslizando toda la lengua por encima del orificio velloso. Mientras tanto Bruno continuaba masturbándola y deformándole las tetas con fuertes achuchones. Tuvo que apartar la cabeza para respirar. Santos y Diego se habían colocado junto a Luís, ambos ofreciéndose para lo mismo.​

  • Quiero que esta zorra me bese el culo – profirió Santos, el más duro de los tres.
Carla se inclinó hacia el lado y empezó a estamparle besos por las nalgas, uno tras otro. Eran nalgas blancas y salpicadas de vello, muy abombadas. Le estaba besando el culo, pero Santos echó el brazo hacia atrás y le empujó la cabeza para que lamiera dentro de la raja.

- Chupa, joder…

Se puso a lametearle el ano sin apenas respiración. Cuando apartó la cabeza ya tenía los labios abrillantados por la saliva. Se inclinó aún más para chuparle el culo a Diego, un culo depilado y bonito, con el orificio más tierno. Era una lameculos en el sentido literal, jamás se imaginó una cosa semejante. Regresó al culo de Luís, esta vez para besarle en las nalgas. En ese momento notó la punta de la polla de Bruno taponándole el ano mojado. Fue invadiéndola poco a poco, dilatando fieramente su agujerito. Ella apoyó las mejillas en las nalgas sudadas de Luís, impregnando su piel con el carmín de los labios. Ya había probado la penetración anal cuando se lió con su exnovio y le pareció muy excitante. Ya con su culo usurpado por aquella larga polla, la empezó a follar con rabia, provocando que su cara resbalara por el culo de Luís. Le atizó durante un par de minutos, hasta que se detuvo con la verga dentro para inundarle el culo de leche. En cuanto retiró la polla, fluyó la nata condensada de su ano. Bruno se mantuvo arrodillado para recuperar el aliento. Luís se giró y se sentó en el sofá con las piernas separadas.​

  • Quítate las bragas y móntate encima de mi polla.
Sacudida por la lujuria, se bajó a toda prisa las bragas y se montó encima de Luís. Éste la agarró por el culo y lo posicionó para hundirle secamente la verga en el chocho. Sus tetas balanceantes rozaban los pectorales raquíticos de aquel hombre. Comenzaron a besarse mientras él le subía y bajaba el culo para follarla. Pensó en el preservativo, pero tomaba la píldora y eran conocidos de Bruno. Luís se machacaba la polla con el coño aligeradamente, jadeando, con los labios de ellas sobre su boca. Se paró en seco derramando su semen en el interior del chocho. Por detrás, Carla sintió que volvían a metérsela por el culo. Notó el grosor de la pollita de Diego internándose en su ano. Una doble penetración, algo jamás vivido. Diego se corrió enseguida mezclando su leche con la de Bruno. Ella se bajó del cuerpo de Luís con su coñito goteando crema caliente. Santos, con su rudeza, la cogió del brazo, obligándola a levantarse, y la empujó hasta la mesa. La obligó a curvarse hacia delante, con sus tetas aplastadas contra la superficie y el culo empinado hacia él. Le pinchó el chocho con severidad y la folló con ligereza hasta correrse un minuto más tarde. Hastiados de follar, descansaron tomando una copa. Ella lo hizo abrazada a Bruno, como si éste se hubiese convertido en su amo. Antes del amanecer, se marcharon a casa​
 
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