Efectos del Sonambulismo 002

heranlu

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Quedé quieta, mirando sus preciosos ojos. Mi sexo estaba alborotado al escuchar las palabras de mi hijo. No sólo yo me excitaba con él, sino que me correspondía excitándose conmigo. Deseé abrazarlo y besarlo, tocarlo y hacerle el amor allí mismo. Pero no podía, por mucho que lo deseara.

- ¡Vaya! – ahora yo miré al suelo como si no supiera qué decir – He abusado de mi hijo en sueños y lo he convertido en un pervertido… - tapé mi cara con las manos - ¡Soy una mala madre!

- ¡No mamá! – me abrazó suavemente y con cariño – Yo soy el que ha confundido la situación. He aprovechado tus sueños para tener cosas que un hijo no debe tener con su madre.

- Bueno… - dije como tomando el control de la situación – Yo he provocado a mi hijo, cosa que no debe hacer una madre… Tú has aprovechado la situación y has sentido cosas que un hijo no debe sentir por una madre… ¡Olvidémoslo todo y sigamos con nuestra vida! – lo abracé y el correspondió a mi abrazo - ¡¿De verdad te excito?! – le solté de golpe.

- ¡Sí! – me contestó y miró el canalillo que formaban mis tetas en el escote de la camiseta que llevaba puesta.

- ¡Eso me alegra! – besé su frente - ¡Tal vez aún pueda encontrar un hombre que me dé lo que necesito!

Me levanté y me marché a seguir con mis cosas. Allí lo dejé en el sofá. Me sentía muy excitada por la conversación con mi hijo. No hacía otra cosa que darle vueltas a la cabeza para intentar poder estar con mi hijo. Tras la conversación, el comportamiento de Edu había vuelto a ser normal. Tal vez aquellas sonrisas que nos lanzábamos eran señal de que algo no apropiado había quedado entre nosotros, pero, por lo demás, era de lo más normal. Hasta que llegó la noche. Edu se acostó más temprano de lo que solía hacerlo. Yo quedé en el salón y mi sexo se calentaba al pensar que mi hijo se excitaba conmigo. Me di una ducha fría, bueno, casi fría para intentar que se me pasara la calentura que me provocaba Edu. No podía controlarla. Fui a mi habitación y busqué unas bragas que dejaran entrever lo que guardaban. Encontré un viejo camisón, de cuando estaba embarazada de Edu. Me lo puse. Era amplio y bastante corto. Me puse las bragas y marché a la habitación de mi hijo. Llamé y abrí un poco la puerta.

- Hola Edu… - le dije asomando la cabeza para hablar con él – Sé que he hecho mal estos días atrás, pero me gustaría dormir aquí… - su cara cambió como si se fuera a negar a ello – Es que hijo, tú me puedes proteger de que me ocurra algo si me pongo a andar por la casa… - lo miré con dulzura para intentar provocarlo un poco – Y si hago algo inapropiado, me despiertas…

- ¡Pero eso es malo! – me contestó.

- ¡No hijo! – le dije casi con un grito – No te creas lo que dicen… Si intentara algo, me despiertas para que pare… - lo miré, estaba dubitativo pero no se negaba.

Destapó un lado de la cama para invitarme a entrar. Cuando abrí la puerta y mi hijo me miró, me sentí como si sus ojos me desnudaran. Mis tetas habían crecido desde que lo parí y se agolpaban en el escote de aquel camisón. El filo de aquella prenda estaba poco más abajo de dos dedos de mi sexo, y cualquier inclinación de mi cuerpo, dejaría a su vista lo que allí abajo había. Sus ojos recorrían todo mi cuerpo y me sentí tan deseada, que mi vagina empezó a mojarse.

- ¡Hijo, qué desordenado eres! – junto a la silla donde dejaba su ropa, los pantalones estaban en el suelo. ¡Era mi oportunidad!

Me acerqué e incliné mi cuerpo para recoger la prenda. Muy despacio, para que él pudiera verme y deleitarse. Abrí un poco las piernas antes de doblar mi cuerpo. Me incliné y sentía que la tela se deslizaba por mi redondo culo para quedar al aire. Mis dedos iban a coger sus pantalones y doble un poco las piernas, dejando mi culo más en pompa para que él, mi deseado hijo, me viera mejor. Levanté un poco el pantalón y el sonido de una moneda paró bajo la silla.

- ¡Mierda, ha rodado bajo la silla! – dije dejando el pantalón en la silla y poniéndome poco a poco a cuatro patas.

- ¡Da igual mamá! – Edu quedó callado en el momento que mis rodillas y mis manos estaban tocando el suelo.

Podía imaginar mi culo totalmente expuesto a los ojos de mi hijo. Mis muslos pegado hacían que se intuyera el bulto de mis labios vaginales en mis bragas… ¡Eso no podía ser! Abrí un poco los muslos como intentando que mi cuerpo bajara más.

- ¡Mamá, acuéstate ya! – en su súplica noté el deseo de mi hijo, pero no le hice caso y pegué mi pecho al frío suelo para que tuviera una mejor vista.

Cogí la moneda y con una sonrisa me marché a la cama. Sus ojos miraban mis tetas, sin duda el frío del suelo me habría puesto los pezones erectos y los míos son bastante grandes.

Esa noche no nos abrazamos. Después de las confesiones de mi hijo, ninguno queríamos tocarnos, aunque yo estaba loca por tenerlo en mí. Así que pasado bastantes minutos, fingí que dormía, lanzando suaves ronquidos. Lo miraba disimuladamente y lo podía ver por la luz que brotaba del televisor. Aún no estaba dormido y miraba no sé que programa. Yo tenía los ojos entreabiertos para poder observarlo mientras me hacía la dormida. Me miró cuando empezó a escuchar mis primero ronquidos. Con suavidad, bajó las sábanas que me cubrían hasta que mis tetas quedaron sólo cubiertas por aquel camisón. La excitación mantenía mis pezones erectos y él lo podía ver.

Acercó su cabeza a mí para intentar escuchar mis ronquidos. Sus pelos me hicieron cosquillas en la nariz y con un movimiento rápido de la mano, me rasqué, primero la nariz y después el pecho. Se incorporó rápidamente, asustado por mi movimiento. Al bajar mi mano, intenté que la tela del camisón bajara para dejar mis tetas al aire. El escote era tan ajustado, que por suerte conseguí que quedara libre una, pero sentí el roce de la costura sobre mi pezón provocándome algo de dolor. Mascullando en mi fingido sueño, miré con los ojos entreabiertos a mi hijo.

Sus ojos estaban clavados en el pezón que tenía fuera del camisón. Su mano agitó un poco su polla pues sin duda la tendría erecta y la estaría acomodando en los calzoncillos tipo bóxer que llevaba. Abrí un poco mis piernas pues el calor que brotaba de mi vagina era insoportable. Deseé que pusiera su mano sobre mi coño y me masturbara. Pero no, sólo miraba mi teta y se agitaba la polla. Yo sabía que me deseaba, y todo mi cuerpo lo deseaba a él. Pensé en abrazarlo y abandonarme al deseo… ¡No podía ser! Tenía que disfrutar de ser mirada por mi hijo.

La mano que agitaba su polla se dirigió a mi teta, despacio, dubitativo, sin saber qué podía pasar al tocar el pezón de su madre. Yo seguía fingiendo roncar con suavidad y aquel sonido tranquilizaba a mi hijo, como cuando pequeño le cantaba para calmarlo y que se durmiera. Pero ahora aquel sonido lo tranquilizaba no para dormir, sino para tocar las parte erógenas de su madre.

El contacto de su dedo en mi erecto pezón me provocó una descarga de placer que mojó mis bragas e hizo brotar de mi boca una pequeña queja de placer incontrolado. Se asustó, pero no retiró el dedo de mi pezón. Mi suave ronquido le tranquilizó de nuevo. Ahora dos dedos agarraban lujuriosamente mi erecto pezón. Mi vagina lanzó más flujos deseando que mi hijo entrara en ella. Sus dedos jugaban y yo me sentía cada vez más caliente. No podía más. Quería correrme, pero tenía que simular que estaba dormida para que mi hijo no dejara de tocarme. No podía más. ¡No puedo más! Grité en mi cabeza.

Me incorporé de golpe. Con los ojos abiertos quedé sentada en la cama. Edu se tumbó inmediatamente al verme otra vez sonámbula. Estaría temeroso de haber provocado lo que me ocurría y permaneció bocarriba e inmóvil. Lo miré. Lo destapé por completo y podía ver su erección marcada en la tela de su calzoncillo. ¡Mi coño se derretía al ver a mi hijo!

- ¡Sí Ramón, fóllame! – le grité a mi hijo que permanecía inmóvil.

Puse mis manos sobre el pecho de mi hijo, abrí las piernas y me senté sobre su endurecida polla. Podía sentir la presión que ejercía sobre mi coño. Agité las caderas como si lo follara. Sólo las finas telas de mis bragas y sus calzoncillos separaban nuestros sexos. No pude disimular el orgasmo que me estaba provocando el roce de su gruesa polla en mi coño. Sentí un gran calambre de placer que recorría todo mi cuerpo y mi cabeza se embriagó con tanto placer.

- ¡Mamá, mamá! – escuchaba a lo lejos la voz de mi hijo que me llamaba para que saliera de mi sueño que se había convertido en el mayor placer que nunca había sentido - ¡Mamá, despierta! – el imploraba mientras mis caderas seguían agitándose y poco a poco recobraba el sentido - ¡Por favor, mamá! – su voz sonó entrecortada.

Las manos de mi hijo se aferraron desesperadas a mis caderas y me agitaron sobre él. Su polla estaba muy caliente mientras nuestros sexos se frotaban el uno con el otro.

- ¡Hijo, qué te pasa! – lo miré como si acabara de despertar de un sueño, acababa de salir del gran orgasmo que me había provocado - ¡Qué te pasa! – seguía agitando mis caderas, con los ojos cerrados - ¡Qué te pasa! – era lo único que yo decía mientras lo veía tener un tremendo orgasmos.

Se tensó bajo mi cuerpo. Sentí botar su polla bajo mi coño y el olor de su semen inundó toda la habitación… Nuestros fluidos se mezclaban en las telas que cubrían nuestros sexos. En mi coño podía sentir la convulsiones que su polla daba cada vez que lanzaba un chorro de semen. Mi coño volvía a necesitar su roce. Agité mis caderas de nuevo y en muy poco tiempo sentí otro nuevo orgasmo.

- ¡Qué ha pasado! – le susurré al oído cuando caí sobre él rendida por el placer.

- ¡No lo sé mamá! – me contestaba mientras aún su polla permanecía dura y agitándose bajo mi coño.

Besé su mejilla y sus manos acariciaron mi cintura. Lo miré a los ojos, le sonreí y le di otro beso en la frente.

- Tu madre ha vuelto a hacer de las suya ¿no? – acaricié con dulzura su joven pecho.

- Sí mamá. – sus manos se posaron sobre mi culo – No serás consciente de lo que has hecho, pero mi padre es tonto al dejar a una mujer tan pasional…

- Gracias hijo. – besé su nariz – Pero cuéntame qué he hecho, pues yo estaba como en un sueño.

- ¿No te acuerdas de nada? – me preguntó inocente.

- Sólo recuerdo que estaba muy caliente y hacía el amor, creo que con tu padre… - permanecía encima de mi hijo y mis caderas se agitaban suavemente para notar la dureza de su polla que aún permanecía.

- Pues en tu sueño sería a mi padre al que montabas… - su sonrisa me mostró que había disfrutado – pero me tenías debajo, agitabas tu cuerpo, gemías y… - me miró algo preocupado.

- Edu. – le dije - ¿Lo que siento en mis bragas es tu… es tu…?

- Seguramente mamá… - cerró los ojos – He intentado despertarte… He intentado aguantar… Te has agitado con tantas ganas que no he podido contener…

- ¡Te has corrido! – le dije haciéndome la sorprendida.

- ¡Sí mamá! – me besó en un brazo - ¡No he podido contenerme!

- ¡Entonces! – me incorporé sorprendida. Sentada sobre él miré nuestros sexos - ¡Por lo menos tenemos la ropa! – separé mis bragas y metí mi mano. La llevé a mi nariz - ¡Estoy mojada! ¡Me he corrido! – él me miraba y agitaba la cabeza para afirmar. Levanté sus calzoncillos y metí mi mano para impregnarla con su semen - ¡Tú también! – se encogió de hombros como señal de que no lo pudo evitar.

- ¿Estás bien mamá? – me preguntó.

- ¡Si, creo que sí! – sentir su polla bajo mi coño me ponía tan caliente, que aunque quería fingir estar desconcertada por lo ocurrido, mi lujuria me hacía permanecer encima de él.

- Me has hecho sentir mucho placer… - sus manos acariciaron mis muslos – No está bien que un hijo se sienta así con su madre, pero… - hizo una pausa y lo vi tragar saliva – Ya que tienes esos sueños… ¿Tal vez te pueda ayudar a sentirlo en la realidad? – mi coño se agitó al escuchar la propuesta de mi hijo.

- ¡Eso no puede ser, cariño! – me bajé de él y le di la espalda, dejando mi culo bien en pompa para que él disfrutara de aquella vista.

- Sólo te ayudaré a que acabes con esos sueños que te hacen buscar a un hombre… - mi coño vibraba cada vez más.

- ¡No hijo, no puede ser! – me movía suavemente y pegaba mi culo más hacia él, deseando que se lanzara a abusar de su madre, de la caliente de su madre.

- Mamá. – se acercó y me susurró al oído mientras una mano se posaba sobre el cachete de mi culo, lo agité como si no quisiera que me tocara, pero era la excitación la que me agitaba – Sólo te haré lo que necesites que te haga… - sus labios rozaron mi cuello con un suave beso y mi vagina volvía a mojarse - ¿Quieres que te quite ese camisón? – no contesté, giré la cabeza para mirarlo. Mientras me mordía el labios inferior, agité la cabeza para asentir - ¡Vale mami! Ponte de rodillas… - le obedecí. Sus manos agarraron el camisón desde abajo y, no muy delicadamente, me lo quitó por la cabeza. Con un brazo me tapé los pechos, mientras lo miraba como si estuviera avergonzada y muy excitada - ¿Te importa si me quito los calzoncillos? Los tengo empapados y es molesto.

- ¡No hijo! – mis ojos no dejaron de mirarlo.

Se puso en pie sobre la cama. Yo, de rodillas e intentando taparme un poco, lo miraba. Estaba a poca distancia de mi y podía oler el semen en su ropa. Estaba muy excitada, pero tenía que comportarme como una madre “pudorosa”, totalmente excitada y caliente, pero siendo lo más “pudorosa” que pudiera fingir. Empezó a bajar los calzoncillos y sabía que su polla se engancharía en el filo de la tela. Lo sabía e hizo que su erección luchara contra el empuje de la tela todo lo posible hasta que quedó liberada de aquella tensión, y su gruesa y hermosa polla botó enloquecida delante de mis ojos.

No pude evitar sentirme más caliente. Mi lengua humedeció mis labios con una suave caricia. La mano que no cubría mis tetas bajó hasta colocarse sobre mi coño y acariciarlo suavemente. Edu me miraba, no se preocupaba de su polla, sabía que tenía una gran erección y quería mostrársela a su madre, a su caliente madre.

- ¡Espera hijo! – le dije cuando intentó agacharse para ponerse de rodillas frente a mí – Permanece de pie mientras te limpio tu pene…

- ¡Sí mamá! – se miró la polla que aún tenía restos del blanquecino semen.

Me giré y busqué en uno de los cajones de su mesita un paquete de toallitas húmedas. Yo se las ponía allí para que se limpiara la polla cada vez que se hacía una paja, y la verdad es que gastaba más de un paquete al mes. Me solté las tetas y Edu me miraba mientras me movía por la cama. Su hermosa sonrisa me mostraba el placer que le producía ver a su madre desnuda.



- ¡Bonitas tetas! – me dijo mientras yo abría el cajón y cogía el paquete - ¡Me gustan cómo se agitan!

- ¡Gracias hijo! – le contesté mientras me giraba y volvía a mirarlo - ¡Tu pene también es muy bonito! – no sé como lo hizo, pero su polla pareció tener vida propia y se agitó de arriba abajo unas pocas veces - ¡Ouf, se mueve sola!

- ¡Sólo cuando veo una mujer preciosa! – le sonreí mientras mis manos se acercaban a su polla con una toallita.

Puse la toallita cubriendo un poco de aquella enorme polla y mi mano la agarró como si le fuera a hacer una paja. La agité y le fui limpiando poco a poco. Por fuera estaba limpia, así que con la otra mano, agarré su polla y tiré para que su glande fuera liberado. Mi coño se volvió a mojar cuando aquella piel se dilató tanto que parecía que se iba a romper. Tiré y aquel redondo y terso glande fue liberado. Tiré un poco más hasta que toda la piel quedó hacia abajo, de forma que la piel era continua desde el final del glande hasta su huevos. Él me miraba disfrutando de ver a su madre adorar su polla.

- ¡Ya está limpia! – le dije y agité mi mano un par de veces a todo lo largo de su polla para disfrutarla.

- Pues deja que tu hijo limpie tu coño… - se arrodilló delante de mí con su erecta polla amenazando con darme el placer que yo deseaba.

Me eché atrás y quedé sentada sobre mi culo, con mis muslos juntos para que no pudiera verme el coño. Sus manos recorrieron con una caricia mis muslos hasta llegar a mis bragas. Agarraron la tela y las fue moviendo a todo lo largo de mis piernas. Yo no dejaba que mis muslos se separasen. Subí las piernas hasta que mis bragas llegaron a mis tobillos y mi hijo me las quitó por completo.

Sentada sobre mi culo, apoyando mis manos sobre la cama, con mis muslos bien apretados para que no pudiera ver nada y mis piernas dobladas, miré a mi hijo con una sonrisa sensual.

- ¡¿Vas a limpiar el chochito a mamá?! – hablarle así a mi hijo me ponía más caliente.

- ¡Al chochito de mami le haré lo que ella quiera! – Edu tenía una toallita en la mano y yo abrí mis muslos para ofrecerle mi coño.

Me miró inmóvil. Yo no sabía si mi hijo había tenido relaciones sexuales con alguna mujer, pero me miraba extasiado. Al ver su impasividad, llevé una mano hasta mi coño, aparté los pelos y separé mis labios vaginales. El rosado de mi vagina lo excitó. Su polla botaba descontrolada y mis flujos hacían brillar aquella piel que deseaba ser acariciada por mi endurecido hijo.

- ¡Qué excitante!

Fue lo único que dijo antes de hundir su cabeza entre mis piernas, antes de sentir su boca sobre mi coño, antes de que su lengua se hundiera en mi vagina y me hiciera gritar de placer.

- ¡Hijo, me matas de placer! – le acariciaba la cabeza y le hablaba para que no parara - ¡Sigue comiéndole el coño a tu madre! – él no hablaba, su lengua sólo se preocupaba por explorar mi maduro coño, mi caliente coño que lo deseaba desde hacía tiempo - ¡Ahí, ahí, castígame el clítoris! – no sabía si mi hijo lo había hecho antes, pero lo que me estaba haciendo era la mejor comida de coño que nunca me había hecho - ¡Hijo, sí! ¡Sí, hijo! ¡No pares! ¡No pares! ¡Has que mamá se corra! – estaba a punto de explotar en un maravilloso orgasmo cuando mi vagina fue invadida por dos dedos de mi amado Edu - ¡Diooooos, siiiiií, me corroooo! – nunca me había pasado antes, sentí que de mi vagina salían chorros de flujos, con fuerza, mientras todo mi cuerpo se convulsionaba por el placer y mis piernas no dejaban de temblar - ¡Sí, sí, sí, siiiiií!

No pude hablar más. Mi hijo era incansable. Estaba teniendo un orgasmo que me iba a hacer perder el sentido, lanzando líquidos por mi coño, y él, mi amado hijo, no apartaba la boca de mi coño, chupaba ansioso mi clítoris mientras sus dedos no paraban de penetrar y acariciar las paredes de mi vagina.

- ¡Me desmayo! – dije casi sin fuerzas ante el acoso de placer que me daba Edu - ¡Para o me muero! – le supliqué y sólo entonces apartó su boca de mi clítoris.

Lo miré. Su boca brillaba por todos los flujos que había saboreado de mi coño. Sus dedos aún se agitaban en mi vagina mientras me miraba con aquella sonrisa al ver a su madre correrse. Sacó sus dedos de mi coño y pasó toda la palma por mis labios vaginales para que se mojara. Acarició su polla con la mano mojada.

- ¡Ya la tengo lista por si mami necesita que le toque más adentro! – agitaba su mano y yo podía sentir mi vagina dar espasmos al desearla dentro, completamente dentro.

- ¡Qué crees, que tu madre es una cualquiera a la que te puedes follar! – boté con las pocas fuerzas que tenía después de tanto placer - ¡Te voy a educar cómo es debido! – de rodillas le di un guantazo a la endurecida polla.

- Perdona mamá… - fue su única respuesta.

- ¡En pie! – le ordené y él, como buen hijo, me obedeció – ¿Dónde has aprendido a hacer lo que me acabas de hacer?

- ¿El… El…? – no sabía qué decir.

- ¡Sí, comerle el coño a una mujer! – le dije como enfadada.

- No sé… - estaba indeciso - ¡Ha sido la primera vez que lo he hecho!

- ¡No me mientas! – le medio gritaba y le daba una bofetada en la dura polla - ¿Tu tía Chari te enseñó?

- ¡No mamá! – estaba confundido - ¡De verdad que nunca lo había hecho!

- ¿De verdad? – cambié el tono brusco a uno más suave - ¡Oh mi niño! – agarré su polla y la acaricié con la mano para que sintiera mi amor maternal - ¿Te he hecho daño en tu cosita? – le di un suave beso en el glande y su polla botó - ¡Uy, se alegra de que le de un besito! – le di otro beso y Edu se relajó al ver la situación, haciendo que su polla botara delante de mi cara cada vez que le besaba el glande.

- ¡Sí mami! – puso sus manos en el culo y echó su pelvis adelante para ofrecerme su danzarina polla - ¡Le gusta los besitos que le da su mami!

Di otro beso al suave glande y me regaló otro botecito. Aquellos movimientos me gustaban y me excitaban. Aquella preciosa polla tenía vida propia. Saqué mi lengua y la pasé desde un poco más abajo de su glande hasta llegar a aquel precioso y redondo trozo de carne que me tenía embrujada. No aparté mi lengua de allí y mi niño la hizo botar. Recibí el golpe de la majestuosa polla en mi lengua y esperé a que lo hiciera otra vez, y otra vez más. Permanecí de rodillas, con la boca abierta, delante de mi hijo. Su polla daba ligero botes y yo disfrutaba. Lo miraba a los ojos.

- ¡Te gusta que te golpee la cosita de tu niño! – me dijo mirándome directamente a los ojos.

- ¡Sí, mucho! – fueron mis últimas palabras.

Con una mano agarró mi barbilla y con la otra su polla. Yo saqué la lengua todo lo que pude y él la golpeó con aquel glande como si fuera una masa. ¡Qué placer! Otro golpe y mi coño empezó de nuevo a mojarse. Otro más y mi mano tuvo que dedicarse a mi clítoris que empezaba a reclamar la atención de cualquier carne que quisiera entrar en mi coño. Se paró, de momento dejó su glande sobre mi lengua y me miró a la cara.

- ¿Te gusta la polla de tu hijo? – aquellas palabras me encendieron.

- ¡Sí, me gusta que me dé en la boca! – le contesté exaltada de placer.

- ¡Pues si te gusta, trágatela! – movió sus caderas suavemente y empezó a meter y sacar un poco su polla de mi boca, me estaba follando la boca.

Sentir el grueso glande dentro de mi boca, llenándola por completo, me volvió loca de lujuria. Con fuerza, llevé mis manos a su culo, haciendo que sonara un fuerte golpe cuando mis manos agarraron su prieto culo, hundí mis dedos para sentir sus endurecidos glúteos. Lo atraje hacia mí y su polla entró hasta mi garganta. Sus manos agarraron mi cabeza y un gran gemido brotó de su boca. Mientras su polla iba saliendo de mi boca, succionaba con fuerza para darle placer. Y tanto placer sentía con mi boca, que sus piernas temblaban.

- ¡Quiero comerte el coño mientras me mamas! – gritó mi hijo. No le hice caso y seguí mamando - ¡Por favor mamá! ¡No puedo más! – sus manos intentaban frenar mi cabeza, pero las mías empujaban su culo y me penetraba la boca - ¡Sí, si quieres mi leche, sigue! ¡Mama y te daré todo lo que tengo para ti!

Sus manos liberaron mi cabeza y aceleré el ritmo de la mamada, aumentando todo lo posible la fuerza de mis succiones. Gruñía de placer y me tocaba mis erectos pezones. Mi coño se mojaba cada vez más y entonces todo acabó. Su mano presionó en mi nuca y su polla entró hasta que no pudo más. Se encorvó sobre mí y un enorme grito dio paso a un gran chorro de semen que entró directamente por mi garganta y me lo tragué. Me liberó y sacó la polla de mi boca. Lo miré con los ojos humedecidos por el esfuerzo de tragar aquella enorme polla y saqué la lengua para que me diera el resto del semen que me había prometido. Otro chorro se extendió desde mi frente hasta mi lengua. No quería que se perdiera nada, así que mi boca rodeó su glande y succioné suavemente para esperar el resto. Edu se agitaba convulsivamente mientras descargaba todo en mi boca. Sus piernas temblaban mientras mi boca acababa de sacar todo. Liberé su polla y él se tumbó a un lado de la cama, exhausto por el placer. Lo miré mientras me limpiaba los restos de semen de mi cara. Su polla iba menguando, poco a poco. Me eché junto a él y lo abracé.

- ¡Gracias mamá! – me besó en la frente.

- ¡Gracias a ti, hijo! – besé sus labios suavemente.

Nos miramos a los ojos y los dos deseábamos lo mismo. Desde que había empezado aquella locura, habíamos hecho cosas demasiado perversas, pero nunca nos habíamos besado. Nos unimos en un pasional beso, un beso incestuoso que mostraba el amor que teníamos el uno por el otro. Mis manos acariciaban su cuerpo, las suyas el mío. Un último y suave beso y me giré, desnuda para que durmiéramos. Él nos tapó y después se abrazó a mí, como las noches anteriores, pero desnudos. En mi culo podía sentir su polla. Ahora era para mí y rozaba mi cuerpo sin ningún pudor. Yo agitaba el culo para sentirla y su mano tocaba mi pecho.

- ¡Te quiero mamá! – me dijo al oído.

- ¡Y yo a ti! – le contesté.

Aquellas dulces palabras de amor, dichas entre una madre y su hijo, nos provocó más excitación. Sobre la raja de mi culo sentí como su polla crecía rápidamente. Mi vagina volvía a lanzar sus flujos. Estábamos en silencio, pero nuestros movimientos mostraban nuestras ganas de follar. Sus caderas se movían suavemente y su polla, cada vez más dura, se deslizaba pasando su glande por todo mi culo, que yo ponía más en pompa para ofrecerle mi coño. Un leve movimiento y su polla quedó entre mis muslos. Empujó un poco y su grueso glande topó con mi entrada.

- ¡No hijo! – le dije con un pequeño grito - ¡Ese es mi culo!

Nunca había probado el sexo anal, pero al sentir la polla de mi hijo sobre mi esfínter, empujando y consiguiendo dilatarlo un poco, me produjo una mezcla de dolor y placer.

- ¡Perdona mamá!

Se movió y su polla pasó entre mis muslos, rozando mis labios vaginales, produciéndome placer. Sus caderas se agitaban y podía sentir el roce de su polla. Puse una mano por delante de mi coño y acariciaba su glande cada vez que emergía de entre mis labios, que empapados, se abrieron y rodearon la gruesa polla. El grueso glande frotaba mi clítoris y me daba placer. Moví mi cintura y puse mi culo aún más en pompa. Edu sabía lo que su madre necesitaba. Empujó y no acertó en la entrada de mi vagina, pero su polla saltó disparada hacía mi clítoris oprimiéndolo de forma que sentí un gran placer. Nos volvimos a colocar y, despacio, su glande se deslizó entre mis labios vaginales hasta que sentí aquel endurecido miembro en la mojada y caliente entrada de mi vagina.

- ¡Siento en mi polla el calor de tu coño! – me susurró al oído y mi vagina lanzó su líquido para darle la bienvenida.

- ¡Y yo siento tu dura polla! – giré mi cabeza y nos besamos dulcemente - ¡Fóllame! – le pedí – ¡Clava tu polla en el coño de mamá!

Edu se convirtió en un animal al escuchar mis palabras. Con un fuerte movimiento de sus caderas, su glande entró y dilató la paredes de mi vagina. Todo mi cuerpo se tensó y mi boca lanzó un gemido de placer. Permaneció quieto, llevé una mano hasta mi coño y aún tenía media polla fuera. Enloquecí con la idea de tenerla por completo dentro de mí. Agité mi culo y él comenzó a follarme. Con cada embestida, su polla entraba más en mi vagina. Un minuto después, me empujaba con fuerza y me hacía gritar de placer.

- ¡Sí, sí, fóllame! – le gritaba mientras agarrado a mi cintura mi hijo gruñía y me clavaba su polla - ¡Sí, quiero que me montes!

Lo empujé y el sacó su polla. Empapada en mis flujos, brillaba tersa y venosa. Se la agité con la mano y pude comprobar que iba a reventar de lo dura que estaba. Me coloqué boca arriba en la cama, abrí mis piernas todo lo posible a ambos lados y le ofrecí mi coño mojado y dilatado por su gruesa polla. Lo miré y él se colocó entre mis piernas. Agarró con una mano su polla para apuntar su glande hacia mi vagina, vi como desapareció entre mis labios vaginales. Estaba sobre mí, su madre que abierta de piernas le ofrecía su coño para que la penetrara. Sus brazos estaban a ambos lados de mi cabeza. Nos miramos a los ojos. Me sonrió y me besó suavemente los labios a la vez que dejó caer su cuerpo contra el mío. Su boca no me dejó gritar pues su lengua jugaba con la mía. Me sentí completamente llena con su polla, era como si me golpeara en la barriga, como si me hubiera atravesado el cuerpo y su redondo glande me llenara por completo.

Cada embestida me arrancaba gritos de placer. El roce de su dura polla en mi clítoris, las caricias de su suave glande por mi vagina, el tacto de su polla en lo más profundo de mis entrañas… Sentía tanto placer que no me importaba nada que fuera mi propio hijo quien me follara. Mi hermana Chari era una puta por follar con cualquiera, pero la polla de mi hijo había hecho lo mismo conmigo, me había vuelto una pervertida que disfrutaba del sexo con su hijo.

Sentí un vacío cuando la polla de mi hijo salió de mi vagina. Lo miré preguntándome qué pasaba… No podía hablar por el esfuerzo que hacía para darle sexo a su madre, pero el gesto de su mano me lo dijo todo. ¡Quiere que me gire! Pensé y dudé al no saber bien que parte estaba buscando. Me giré. Sus manos amasaron mis nalgas por un momento. Sentí que se colocaba sobre mí, apoyado en su mano y sus piernas, su polla apenas rozaba mi culo. Sentí su respiración entre cortada a mi lado y me susurró.

- ¡¿Quieres sentir mi polla dentro de ti?!

Me mordió el cuello y me produjo un tremendo placer. Mantuvo el bocado mientras su polla empujaba contra mi cuerpo, sin dar en ningún lugar concreto. Gemí y levanté un poco el culo para que acertara a penetrar mi coño. Su glande pasó entre mis mojado labios vaginales y chocó contra mi clítoris, produciéndome un calambre de placer. Otro movimiento y su polla se deslizó hacia arriba, rozando con fuerza mi ano. Volvió a moverse y sentí el empuje bajo el ano, pero sin acertar en mi vagina, moví mi culo y por fin su endurecida polla entro en mi coño hasta llenarlo por completo. Aquel constante bocado en mi cuello y la sensación de ser invadida por la polla de mi hijo me hizo gemir.

- ¡Dios, qué buena polla tienes! – su boca soltó el bocado y me dio otro un poco más arriba mientras me daba otra embestida - ¡Sí, sí, sigue! – sentir su glande deslizándose por mi vagina, desde la entrada hasta lo más profundo de mi coño, me volvía loca.

Entonces Edu se volvió loco. Como un semental, ya no se preocupaba por darme placer, sólo quería penetrarme con fuerza y soltar todo su semen en mí. Se movía rápido, con fuerza y mi vagina no podía lanzar más flujos para sobrellevar tanta penetración. Mi coño estaba ardiendo y mi boca gritaba sin control por el placer que mi hijo me daba mientras gruñía sobre mí. Hundió su polla todo lo que pudo en mi coño y el cálido golpe de su semen me nubló la mente. Estaba sintiendo la corrida de mi hijo en lo más profundo de mí, estaba mareada mientras que me convulsionaba descontroladamente por el placer. Intenté aguantar mi culo en pompa todo lo posible para que su polla no saliera de mi incestuosa vagina, pero los dos caímos rendidos por el placer. Su respiración entrecortada acariciaba mi oreja mientras su polla se agitaba dentro de mi vagina, que por el orgasmo, se agitaba como masticando al invasor que le había arrancado tanto placer.

Edu se tumbó junto a mí, bocarriba, recuperando la respiración, con su polla botando levemente sobre su vientre. Me puse bocarriba y miré mi coño, no había la más mínima gota del semen de mi hijo, sin duda mi vagina se lo había tragado todo y no dejaría salir nada para lograr ser inseminada. Su caliente esperma se agitaba dentro de mí. Me abracé a mi hijo y nos besamos con pasión. Agarré su polla que aún mantenía algo de dureza. Me subí sobre él y dirigí la menguante polla hacia mi coño. Me la clavé y nos abrazamos dándonos besos de amor, de un amor prohibido, de un amor incestuoso que nadie aprobaría, pero que nosotros dos nunca abandonaríamos. Poco a poco, con mis movimientos, su polla empezó de nuevo a crecer, pero ya no queríamos follar más, sólo permanecimos abrazados mientras nuestros sexos se acariciaban. No recuerdo más de aquella noche, cuando desperté, mi hijo me tenía abrazada por detrás. Lo acaricié suavemente y seguí durmiendo un poco más.
 
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