Efectos del Sonambulismo 001

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,361
Puntos
113
 
 
 
Mi nombre es María Luisa, tengo cincuenta y dos años y estoy divorciada desde hace cinco años. Desde que me separé de mi marido, el estrés me ha provocado episodios de sonambulismo, cosa que no me ocurría desde la universidad, sobre todo en los momentos de exámenes. En los primeros días de mi separación, era frecuente que mi hijo, que entonces tenía trece años, se preocupara de que no me hiciera daño. En más de una ocasión me contó que él me había librado de algún golpe o caída mientras caminaba por nuestra casa.

Eduardo es su nombre. Cuando comienza mi historia, él ya tenía dieciocho años, recién cumplidos. Me encontraba en una situación algo complicada en lo relativo al amor y el sexo. En cuanto al amor, después del fracaso con mi marido, no me apetecía liar mi vida con otro hombre. En el tema sexual era mucho más complicado. Me explico. No soy mujer de tener relaciones esporádicas con hombres a los que conozco una noche, no me gusta y me he sentido insegura cuando lo he intentado. Aún recuerdo la noche que salí con mi hermana Chari para intentarlo por primera vez…

Sólo habían pasado cinco meses de mi separación y Chari había pasado toda la semana intentando convencerme para que fuera con ella el sábado a algún bar para conocer a algunos tíos y echar un buen polvo. Todos los días me llamó, de lunes a jueves, insistiendo en que dejara de ser tan “mojigata” y buscara un hombre que me volviera loca con su polla, que me fuera con ella ya que conocía dónde estaban los tíos con ganas de follar. Y su insistencia consiguió que accediera. Me había puesto tan caliente al imaginarme con un buen rabo dentro de mi coño, que el viernes la llamé para quedar con ella.

El sábado, después de dejar a Edu en casa de mi cuñada con sus primos, recogí a Chari y nos fuimos a los lugares que ella conocía. No tardaron mucho en abordarnos dos chicos de unos treinta años. La naturalidad de mi hermana hizo que pronto los dos chicos estuvieran dispuestos para darnos todo el sexo que nosotras les pidiéramos. Íbamos en el coche de Chari, los cuatro. Ella conducía y a su lado iba uno de aquellos hombres. Detrás, mi acompañante y yo nos mirábamos, yo nerviosa por lo que pretendía hacer, él me miraba lujuriosamente de arriba abajo. Mi hermana era una experta en tener sexo rápido y en unos pocos minutos estábamos en un paraje oculto de la vista por la vegetación.

- ¡Ya estamos! – fue lo único que dijo Chari y empezó a comerse la boca y a toquetear a su acompañante.

Miraba a mi hermana y sentí la mano del chico que estaba junto a mí sobre mi pecho. Lo miré y se lanzó contra mí para besarme en la boca. Por unos instantes quedé paralizada, su mano amasaba mis tetas mientras su lengua intentaba entrar en mi boca. No pude más.

- ¡No! – fue lo único que dije y salí del coche.

- ¡Eres una tonta! – mi hermana salió del coche, me habló y se metió en el asiento de atrás con los dos hombres.

Permanecí fuera, de pie junto al coche. Por la ventanilla podía ver como Chari besaba y era magreada por los dos. Aquella escena me calentaba y sentía que mi coño se humedecía, pero era incapaz de tener aquel tipo de sexo.

Salieron los tres del coche sin dejar de mirarme. La ropa de Chari estaba alborotada por las lujuriosas caricias de sus amantes. Los dos, de pie, apoyaron sus traseros contra el coche, uno al lado del otro. Chari se acuclilló delante de ellos y los miró esperando que le dieran lo que había venido a buscar. Los dos sacaron sus pollas, dos gruesas y hermosas pollas. Chari me miró como preguntándome si me apetecía una. Negué con la cabeza y sus manos se aferraron a aquellos jóvenes miembros viriles.

Sentía el calor que brotaba de mi coño al ver como la boca de mi hermana se tragaba aquellas pollas, primero una, después la otra. Los mamaba por turnos y podía escuchar los chupetones que daba en sus gordos glandes. Uno de ellos la agarró por la cabeza y empezó a follar su boca. El otro se colocó detrás de ella e hizo que levantara su culo para que quedara en pompa sin que en ningún momento dejara de mamar al otro. Se pegó a ella y movió sus caderas para colocar en posición su polla. El gemido apagado de Chari al sentir entrar aquella polla en su coño mientras el otro follaba su boca, me calentó más aún. Mi mano tocaba mi coño por encima de la falda. Deseaba que me follaran, pero no allí, no con ellos… No sabía qué quería, pero estaba demasiado caliente.

El que follaba su coño empezó a gruñir. Con movimientos espasmódicos, empezó a soltar su semen en el coño de Chari, aquello hizo que yo sintiera un leve orgasmo que estalló cuando el otro amante empezó a gritarle: “¡Trágatelo todo!” Sentí un enorme orgasmos y mis bragas se mojaron como nunca antes.

Después nos montamos en el coche y me llevaron a mi casa. Ellos, por lo que me dijo Chari, siguieron teniendo sexo en su casa hasta el día siguiente. Aquella noche, ya que mi hijo estaba en casa de sus primos, me masturbé y tuve un gran orgasmo recordando a mi cuñada con aquellos hombres.

Tras aquella experiencia, ni mi hermana ni yo quisimos quedar ningún otro día. Ella siguió soltera para siempre y yo me dedicaba a masturbarme en la soledad de casa, cuando mi hijo no estaba o por las noches, cuando ya se había dormido.

Y entonces ocurrió algo para lo que aún no encuentro explicación. Habían pasado algunos años y mi hijo iba a ir a la universidad. No sé si era la incertidumbre de si a mi hijo le iría bien en los estudios y en la vida, o el propio hecho de que la universidad me trajera recuerdos de mi estrés. Fuera lo que fuera, volvieron mis andadas nocturnas de sonambulismo.

Durante una semana, cada mañana mi hijo me relataba mis andanzas por la casa. Pero lo que me preocupó un día fue despertar en la cama de mi hijo, abrazada a él. Abrí los ojos y lo vi junto a mí. Recordaba levemente que había tenido un sueño demasiado caliente, con el que me sentí demasiado excitada, pero no recordaba qué había ocurrido en tan lujurioso sueño.

Su brazo estaba por debajo de mi cabeza y yo me abrazaba a su cuerpo, con un brazo y una pierna sobre su cuerpo. Hacía mucho tiempo que no despertaba junto a un hombre en la cama y me sentí demasiado a gusto junto a mi hijo. La excitación del sueño y la calidez del cuerpo de mi hijo me devolvían a tiempos en que despertaba junto a su padre y sentí la nostalgia de sentirme amada.

- ¡Buenos días! – dijo mi hijo sin abrir los ojos al sentir que agitaba mi cuerpo contra el suyo y su voz me sacó de mis pensamientos.

- ¡Buenos días hijo! – le contesté un poco inquieta por la situación - ¿Otra vez mi sonambulismo?

- Sí mamá. – me contestó y me miró con una sonrisa en la boca - ¿Qué tenías anoche en la cabeza que me echaste una enorme bronca?

- ¡¿Bronca?! – le contesté sin saber a qué se refería.

- Sí, llegaste y empezaste a decirme que no hiciera esas “guarrerías”… Qué era mi hermana mayor y no te gustaba que hicieras esas cosas con esos hombres… - se encogió de hombros – No sé a qué te referirías.

- ¡Nada hijo! – y me di cuenta que me refería, seguramente, a aquella vez que fui con Chari - ¡Ya sabes las cosas rara que hago cuando estoy sonámbula!

- Ya mamá… - me miró cariñosamente – Pues después de reñirme, te metiste en la cama y a dormir conmigo. – se levantó de la cama y me dejó sola allí - ¡Me voy a duchar!

Quedé en la cama de mi hijo. Aproveché para disfrutar un poco más del descanso de aquella mañana de sábado. Ya eran las diez de la mañana, pero no tenía ganas de levantarme. El recuerdo de la sensación de excitación por aquel sueño que no conseguía recordar y el anhelo de un amor pasado al despertarme abrazada a mi hijo, hacían que no quisiera abandonar la cama de Edu.

- ¿Todavía estás aquí? – escuché la voz de mi hijo que salía del baño.

- ¡Deja descansar a tu madre! – le dije y lo miré disimuladamente.

No dijo nada. Llevaba una toalla alrededor de su cuerpo, cubriendo desde su cintura hasta las rodillas. Miré su cuerpo con atención, con demasiada atención… Desde luego con más atención de la que una madre debe poner en el cuerpo de su hijo. Lo miré moverse por la habitación. Cogió ropa interior y unos pantalones. Nunca me había fijado en los marcados músculos del torso de mi querido Edu, nunca me tenía que haber fijado. Sentí un cosquilleo en mi sexo… Me sentí excitada con mi propio hijo.

- Esta noche espero que no me pegues… - dijo Edu.

- ¿Pegarte? – le pregunté extrañada.

- Sí, si anoche me echaste una reprimenda, espero que no me pegues… - me sonrió y se quitó la toalla que cubría su cuerpo – Sabes que cuando estás así no quiero despertarte para que no te ocurra nada…

- Cariño… - le hablé y mis ojos se posaron en su pene. Estaba en reposo y era grande y gruesa, no lo pude evitar – Sabes que eso es mentira… - le hablé sin dejar de mirar su pene y sintiendo en mi vagina la agitación de la perversa lujuria que me producía verlo desnudo.

- Me lo has dicho muchas veces, pero por si acaso…

Permanecí de lado en la cama, intentando disimular que estaba mirando la polla de mi hijo. Me sentía extrañamente perversa al mirarlo. Mi sexo se agitaba, mi coño vibraba y mi vagina se mojaba al ver aquella hermosa polla que mi hijo, mi Edu tenía. Una de mis manos se metió entre mis piernas y me acaricié suavemente el clítoris mientras lo miraba. Se puso los calzoncillos y aquel pene desapareció bajo la fina tela, marcándola de forma que mi coño lanzó un poco más de flujos. Acabó de vestirse, mientras yo pasaba mis dedos por encima de mis bragas y sentía la dureza que había alcanzado mi clítoris. Lo vi salir por la puerta de su habitación y me dejé llevar.

Me puse bocarriba en medio de su cama, abrí las piernas y metí mi mano bajo mis bragas. Mientras mis dedos acariciaban todo mi coño, en mi mente aparecía el recuerdo de la polla de mi hijo. ¿Cómo sería una vez estuviera bien dura? Dos dedos entraban en mi vagina y en mi imaginación podía sentir aquella polla que me acariciaba por dentro. Me tapé la boca en el momento que sentí que me iba a correr. Nunca imaginé que la imagen del cuerpo de mi hijo me pudiera dar un orgasmo tan intenso.

Aquel sábado lo pasamos como un día normal. Lo único que había cambiado era yo. Edu iba y venía para quedar con sus amigo y en los momentos en que me dejaba sola, corría al baño para hacerme una paja. Cada vez me sentía más excitada con él. Ya por la noche, no podía verlo más. Cada vez que lo veía, mi mente me traía el recuerdo de su polla y mi coño reaccionaba como nunca debería hacerlo el sexo de una madre. Así que me fui a la cama.

- Hijo, me voy a la cama… - le di un beso y me marché oliéndolo con intensidad, como si estuviera en celo y buscara un macho que quisiera cubrirme para tener el deseado apareamiento.

- ¡Adiós mamá! – me besó en la mejilla - ¡A ver qué se te ocurre esta noche!

Me marché a mi habitación. Yo dormía en la habitación que era de Edu antes de separarme. Odiaba tanto a mi ex, que cambié la habitación y mi hijo dormía en la que antes había sido nuestra habitación. Me tapé y cerré los ojos. No podía dormir. La imagen de la polla de Edu inundaba mi mente y me ponía demasiado caliente. Había perdido la cuenta de todas las pajas que me había hecho pensando en él y mi clítoris empezaba a quejarse de tanto tocamiento. ¡No podía más! Me levanté para ir a beber agua. Él ya estaría acostado y tal vez el agua me enfriara un poco de aquella loca calentura. Caminé hacia la cocina. Llegué a la puerta del salón donde había dejado a Edu y todavía había luz. Miré con cuidado para verlo furtivamente y aquello me desbordó.

Edu estaba viendo algo en la televisión que lo había excitado hasta tal punto que su mano se agitaba sobre su polla… ¡Se está masturbando! Aquello sí era una polla. Gruesa, dura… Aquel redondo y enorme glande de tersa piel que asomaba entre sus dedos me provocaron un calor que nunca había sentido, por lo menos no con tanta intensidad.

No lo pensé, aquella escena me hizo actuar sin más, sin saber qué iba hacer, pero no quedé paralizada. Entré en la habitación cómo si estuviera sonámbula. Edu botó por el susto de verme, de verse pillado por su madre mientras se masturbaba. Caminé hasta él, simulando que estaba enfadada, me puse delante de él con los brazos cruzados por delante.

- ¡Muy bien Ramón! – le dije como si al mirarlo estuviera viendo a mi exmarido - ¡Hace más de un mes que no me tocas y miras a esas putas para masturbarte!

- ¡Mamá, mamá! – me hablaba sin darse cuenta aún de mi situación, aunque estuviera fingiendo.

- ¡Muy bonito! – seguí con mi farsa – A tu mujer no la tocas… ¿Te doy asco? ¿Tienes a otra? ¿Soy demasiado gorda para ti? ¿Demasiado fea? – lo miraba como con rabia y él me miraba desconcertado por la situación - ¡Este coño necesita un hombre! – me levanté el camisón y bajé mis bragas para mostrarle mi coño con sus oscuros pelos - ¡Si no lo usas tú, otro hombre lo hará!

- ¡Mamá, mamá! – no podía decir otra cosa al ver a su madre mostrándole su coño.

- ¡Vamos, tócame! – agarré su mano y la puse sobre mi coño - ¡Hazme gozar!

Froté su mano contra mi mojado coño. Él sentía toda la humedad que iba brotando de mi vagina y me miraba con los ojos bien abiertos. No lo podía creer, su madre le ofrecía el coño para que se lo tocara. Yo tampoco me podía creer lo guarra que me había vuelto al sentirme excitada con mi hijo. Años atrás podía haber follado con uno de los chicos que estaban con mi hermana y conmigo, podía haber follado con los dos a las vez, pero aquello no me gustaba. Sin embargo me excitaba mi hijo y le estaba ofreciendo mi coño para que me tocara.

Mis piernas empezaron a temblar, todo mi cuerpo se empezó a agitar al sentir los dedos de mi hijo que empezaban a introducirse entre mis labios vaginales, frotando y acariciando mi clítoris. No me contuve. En mi fingido sonambulismo, empecé a gemir al sentir que un primer orgasmo estaba a punto de llegar. Empujé su mano contra mi coño, sus dedos se agitaron en la entrada de mi vagina y mis gritos llenaron toda la casa mientras chorros de flujos brotaban con fuerza de mi coño y lo mojaban. Todo mi cuerpo se convulsionaba por el placer. Solté su mano y la apartó de mi coño. Tuve que hacer un gran esfuerzo para parecer que ya no sentía nada. Me coloqué mi camisón y con las bragas por mitad de mi culo me marché hacia la cocina. Cogí agua del frigorífico y bebí. Me giré, pasé de nuevo por el salón y Edu seguía aún sentado, con la boca abierta y empapado de mis flujos.

- ¡Te espero en la cama! – le dije de una forma fría y me marché a su habitación, la que fue de mi marido y mía, a esperarlo en su cama.

Me metí en la cama y me coloqué bien las bragas. Mi coño ardía por lo que había hecho con mi hijo. Él seguía pensando que despertar a una persona sonámbula puede ser peligroso, por lo cual pensé que no se había opuesto a tocar mi coño. Pero una cosa es que ponga la mano sobre mi coño y otra lo que hizo. Él metió sus dedos dentro de mi vagina, se deleitó en acariciar mi endurecido clítoris. Mientras lo hacía, yo lo miraba directamente a la cara. No parecía haberse escandalizado por aquello, todo lo contrario, su rostro mostraba el placer de tocar a una mujer, de masturbarla hasta que llegó a correrse. Permanecí tapada y excitada, esperando a que mi hijo llegara.

- ¡Mamá, mamá! – habían pasado unos cuantos minutos y Edu me llamaba al verme dormida.

- ¡¿Qué pasa hijo?! – le dije simulando que me despertaba de un sueño.

- Otra vez estás en mi cama… - había encendido la luz de su mesita de noche y lo miré, aún tenía la camiseta empapada.

- ¡Oh, otra vez lo he hecho! – acaricié su pecho, sobre la mojada camiseta - ¡Estás empapado! ¿Qué te ha pasado?

- ¡Oh, no, nada! – dijo sin saber bien que contestar – Me he echado agua encima mientras bebía de la botella…

- ¡Cariño ya te he dicho que no bebas directamente de la botella! – lo toqué como si quisiera comprobar cuánto se había mojado y pasé mi mano por encima de sus pantalones – ¡Anda, quítate toda esa ropa mojada! – lo miré simulando estar soñolienta mientras se quitaba la camiseta y los pantalones. Sus calzoncillos también estaban mojados, pero aquello era claramente una eyaculación. Pasé mi mano por encima y sentí que mi mano se impregnaba con su semen - ¡También te has mojado los calzoncillos! ¡Anda, cámbiate de ropa y acuéstate! – se giró para ir al baño y me fijé en su prieto culo - ¡Edu! ¿Te importa si duermo aquí? – él agitó la cabeza para indicarme que no le importaba.

Mientras él se aseaba, llevé mi mano a la nariz y pude apreciar el intenso aroma del semen de mi hijo. Nunca me había sentido tan guarra como aquella noche, y mi lengua lamió mi mano para saborear el poco semen que se había adherido al rozar a mi hijo.

Esperé, bajo las ropas de la cama, podía sentir como mi sexo se agitaba excitada por los lujuriosos pensamientos que me asaltaban. Quería más. Sentir su mano sobre mi coño, sus dedos en el interior de mi vagina me habían dado mucho placer, pero mi cuerpo quería más, mucho más. Bajé mi mano por mi cuerpo hasta que se introdujo por mis mojadas bragas. Mi dedo acarició mi clítoris que se ocultaba bajo los pliegues de mis labios vaginales. ¿Cómo sería sentir aquella hermosa y dura polla dentro de mí? Casi estaba dormida pensando en el erecto sexo de mi hijo y mi dedo acariciaba suavemente mi clítoris cuando sentí a mi hijo entrar en la cama.

- Mamá, mamá… - su voz sonó suave junto a mi oído, me agité como si despertara – Perdona, no he encontrado ningún calzoncillo en mi cajón… ¿Dónde están?

- ¡No importa! – le dije mientras mi vagina vibraba al pensar que mi niño estaba desnudo. Lo miré y llevaba una toalla envolviéndolo de cintura para abajo – Quítate esa toalla mojada y acuéstate...

- ¡Pero… pero! – hice como que volvía a dormir, con mi cabeza mirando en su dirección, con los ojos entornados para verlo a la débil luz de la lamparita, impaciente por verlo desnudo.

La luz se apagó por completo. Abrí los ojos para intentar verlo, pero no lo podía ver con claridad. Levantó las sábanas y se metió en la cama. Como buena madre, alargué la mano y toqué su pecho, parecía algo frío y esa fue mi oportunidad.

- ¡Estás frío! ¡Abrázame hijo! – le dije girando mi cuerpo y dándole la espalda.

No dijo nada, no dije nada. Sentí como se movió y se colocó tras de mí. Despacio, con algo de timidez. Agarré su brazo y lo coloqué bajo mi cabeza. Su otro brazo me rodeó por la cintura. Me agité como si acomodara mi cuerpo en la cama y pegué mi espalda a su pecho y deseé que mi culo tocara su sexo. El olor a recién duchado y aquella colonia que usaba, esa que a mí tanto me gustaba, me rodearon. Me tenía abrazada, pero sentía que su postura era forzada para no tocar con su pene mi cuerpo, sin duda tendría una erección. Esperaría a que se quedara dormido para frotar suavemente mi culo contra él.

Por desgracia, cuando me di cuenta ya era por la mañana. Mi hijo ya no estaba en la cama. Me levanté y lo busqué por la casa, pero no estaba. En la cocina encontré una nota diciéndome que se marchaba a casa de su amigo Pedro, que comería con él y llegaría por la tarde. Y así pasé el día, sola y añorando a mi hijo.

Cuando llegó Edu aquella tarde, ya eran las diez y media. Cenamos algo rápido y charlamos un poco. Nos sentamos en el sofá a ver algo en la tele y al poco le dije que me marchaba a mi habitación a dormir.

- Mamá… - me dijo cuando empezaba a levantarme para irme – Estos últimos días estás volviendo a tener esos episodios de sonambulismo que te producen los nervios…

- ¡Sí hijo! – le contesté – El que te vayas a la universidad me recuerda los tiempos en que fui yo y me vuelve a asaltar las preocupaciones.

- Verás… - dijo algo dubitativo – He pensado que tal vez sería mejor que durmieras en mi cama conmigo para controlarte mejor… ¡Para que no te pase nada!

- ¡Vale! – le contesté sonriendo – Anoche dormí muy bien… ¡Mira que odio esa cama después de haberla compartido con tu padre! – me acerqué y le besé en la frente - ¡Ayer contigo dormí estupendamente!

No me dijo nada. Me giré y me marché hacia su habitación. Me quité la ropa y quedé en ropa interior para esperarlo. No tardó mucho. Yo estaba tapada y girada de forma que daba mi espalda hacia el lado de la cama que le había dejado libre. Lo sentí meterse en la cama y acercase a mí. Su mano empujó en mi nuca para meter su brazo bajo mi cabeza. La levanté y él se acomodó junto a mí. Su cuerpo se pegó al mío y su otro brazo me rodeó por la cintura.

- ¿Estás desnuda? – me susurró al oído, más con sorpresa que haciéndome una pregunta.

- Sí hijo. – le dije sin darle importancia – Se me ha olvidado el camisón en mi habitación y no tenía ganas de ir por él… ¿Te importa que duerma así?

- ¡No, para nada!

En ese preciso momento comprendí su respuesta. Con su brazo se aferró a mi cintura y su cuerpo se pegó al mío. En mi culo pude sentir su dura polla, sin duda la tenía erecta, lo podía notar. Se quedó quieto, pegado a mí. Sin duda, los dos disfrutábamos de la incestuosa sensación de excitarnos con el cuerpo del otro. Permanecíamos quietos, disfrutando de aquel abrazo. No quería romper aquel momento, pero mi cuerpo me pedía que me abandonara al deseo lujurioso y pervertido de sentir en mi cuerpo a mi hijo.

Sin darme cuenta me quedé dormida entre los brazos de mi hijo, sintiendo su cálido cuerpo junto al mío. Estaba tan tranquila con él, que seguro que aquella noche no tendría ningún intento de sonambulismo, pero algo me despertó. Sobre mi culo sentía la presión de mi hijo, que agitaba las caderas y frotaba con ganas su polla contra mí. No muy fuerte, con un movimiento continuo. Podía sentir la dureza que recorría la raja de mi culo, mientras su brazo me abrazaba con más fuerza. Su agitada respiración rozaba mi cuello y me iba perdiendo poco a poco en aquel prohibido placer.

Aquella noche me conformaba con el abrazo de mi hijo, pero él destapó la lujuria que tenía en mi más perverso deseo y tuve que actuar para acabar con aquella situación. Di un bote en la cama y quedé sentada en el filo, destapada y en ropa interior. Mi hijo quedó petrificado sin saber que hacer o decir.

- ¡No cariño! – dije mientras empezaba a simular que hablaba en sueños - ¡El niño está en la otra habitación y nos puede escuchar! – él quedó por un momento callado sin saber qué hacer.

- Pues cierra la puerta… - acertó a decir sin saber qué ocurría, esperando algo que lo excitaba, pero sin saber que iba a pasar.

- ¡Está bien!

Me levanté y caminé hasta la puerta. La cerré y quedé por un momento parada, pensando si traería consecuencias lo que pensaba hacer con mi hijo. Me giré y él estaba tal como lo había dejado cuando me levanté, medio destapado y esperando a ver qué ocurría. Me acerqué y me senté en el filo de la cama, lo miré y puse una mano sobre su muslo para acariciarlo.

- Ramón, ya te he dicho muchas veces que nunca he mamado la polla de un hombre, no sé si sabré hacerlo… - pasé mi mano por encima de los calzoncillos de mi hijo y su polla estaba totalmente endurecida al escucharme - ¿Me ayudarás?

- ¡Claro cariño! – dijo mi hijo como si él fuera su padre.

Mi mano se deslizaba a lo largo de aquella joven polla. Bajé hasta que la tela acabó, metí la mano por debajo de la tela para buscar su sexo. Mis dedos tocaron los bellos que cubrían sus testículos, los acaricié sintiendo su redondez. Mi hijo me miraba, sabia que estaba muy excitado. Subí mi mano y empecé a acariciar su polla. Mi cuerpo vibraba y mi vagina se mojaba cada vez más. Mis dedos llegaron al redondo glande cubierto por la piel. Deseaba tener aquella polla en mi boca, en mi sexo, en mi vagina… ¡En mi vida!

Edu sintió mi mano sobre su polla y comenzó a acomodarse en la cama. Se puso totalmente bocarriba, abrió un poco sus piernas para facilitarme que siguiera tocándolo. Movió la almohada para acomodar su cabeza y tiró el despertador de la mesita, haciendo un gran ruido.

- ¡Eh! – hice que me despertaba con el estruendo mientras mi mano aún seguía tocando su polla - ¿Qué pasa?

- ¡Tranquila mamá! – Edu estaba muy nervioso por la situación - ¡Acabas de despertar!

- ¿Qué estoy haciendo? – dije mientras sacaba la mano de su calzoncillo.

- ¡Échate, échate! – Edu me agarró por los brazos y me hizo tumbar en la cama, me tapó – Duerme mamá… Has tenido una pesadilla…

Me eché junto a él e hice como si me volviera a dormir. Había tocado la polla de mi hijo. Me había sentido más excitada de lo que nunca había estado. La caída del reloj me hizo salir le embrujo que me producía la idea de tener sexo con mi hijo, pero me ardía la vagina. Él se levantó y marchó al baño, seguramente tendría que apagar el fuego que había encendido la mano de su madre. Mientras lo esperaba, quedé dormida.

Durante unos días, no intenté nada más con mi hijo. Por el día, él me evitaba, yo lo notaba y me ponía más cariñosa con él para ver su reacción. Me excitaba mi hijo, pero verlo ruborizarse al darle cariño, eso me volvía loca. Y un día no pude más y hablé con él.

- Hijo, te noto raro… - le dije sentándome junto a él en el sofá - ¿Qué te ocurre?

- ¡Nada mamá – contestó rápidamente.

- ¿Ha pasado algo que no te haya gustado en estás noches que he estado sonámbula? – noté como se agitaba cuando le hacía la pregunta.

- Ha sido muy raro mamá… - bajó la vista avergonzado.

- ¡Por dios! – fingí una gran preocupación - ¿Te he hecho daño?

- No mamá… - no levantaba a mirada.

- ¡Por favor, cuéntame lo que ha pasado! – le imploré.

Con mucha timidez, me contó las dos noches en que yo había fingido estar sonámbula. Escuchar a mi hijo mientras me lo contaba, intentando no decir palabras como coño o polla refiriéndose a nuestros sexos, los colores que iba tomando en cada momento; todo eso me puso muy muy caliente. Cambiaba mis expresiones mientras mi hijo hablaba, intentando mostrar sorpresa por lo que me contaba.

- ¡Perdona hijo si te he hecho daño! – le dije – ¿Te sientes mal por ello? – guardó un silencio demasiado largo. Un silencio que empezó a preocuparme. Tal vez mi lujuria dañaba a mi querido hijo - ¡Perdóname, perdóname! – lo abracé y besé su frente.

- No mamá, perdóname tú a mí… - lo miré un poco desconcertada – La verdad es que desde que empezaste a tener esos “sueños”, me he sentido demasiado… Digamos que he sentido cosas que un hijo no debe sentir por su madre.

Quedé quieta, mirando sus preciosos ojos. Mi sexo estaba alborotado al escuchar las palabras de mi hijo. No sólo yo me excitaba con él, sino que me correspondía excitándose conmigo. Deseé abrazarlo y besarlo, tocarlo y hacerle el amor allí mismo. Pero no podía, por mucho que lo deseara.

- ¡Vaya! – ahora yo miré al suelo como si no supiera qué decir – He abusado de mi hijo en sueños y lo he convertido en un pervertido… - tapé mi cara con las manos - ¡Soy una mala madre!

- ¡No mamá! – me abrazó suavemente y con cariño – Yo soy el que ha confundido la situación. He aprovechado tus sueños para tener cosas que un hijo no debe tener con su madre.

- Bueno… - dije como tomando el control de la situación – Yo he provocado a mi hijo, cosa que no debe hacer una madre… Tú has aprovechado la situación y has sentido cosas que un hijo no debe sentir por una madre… ¡Olvidémoslo todo y sigamos con nuestra vida! – lo abracé y el correspondió a mi abrazo - ¡¿De verdad te excito?! – le solté de golpe.

- ¡Sí! – me contestó y miró el canalillo que formaban mis tetas en el escote de la camiseta que llevaba puesta.

- ¡Eso me alegra! – besé su frente - ¡Tal vez aún pueda encontrar un hombre que me dé lo que necesito!

Me levanté y
 
Arriba Pie