Edward y su Madre Helen

heranlu

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Las tormentas siempre asustaban mucho a Edward Adams. Incluso ahora, a la edad de doce años, se asustaba con los truenos y los repentinos destellos de luz de los relámpagos. En la oscuridad de su habitación parecían cobrar un aspecto aún más aterrador. Le avergonzaba admitirlo, pero necesitaba la cercanía de su madre. Ella lo calmaría con sus tranquilizadoras palabras y lo abrazaría hasta que se hubiera dormido o la tormenta hubiera pasado como siempre hacía.

Aquella noche no era diferente a ninguna otra noche de verano. Los relámpagos provocaban destellos y los truenos se sucedían con grandes estampidos que hacían que temblaran las ventanas mientras la tormenta desataba su furia en el campo alrededor. Un repentino e intenso destello lleno la habitación con el efecto del destello de una bombilla, congelándolo todo como en una fotografía. El trueno retumbó y Edward se encogió de miedo bajo las sábanas. Finalmente, se rindió y, saltando de la cama, corrió a la habitación de su madre.

Pasó a toda velocidad por el pasillo y prácticamente saltó sobre la gran cama de latón donde su madre, Helen, dormía. Había esperado que llegara antes y estaba satisfecha de que hubiera aguantado más de lo habitual. Esperaba que su miedo disminuyera a medida que se fuera haciendo mayor y éste era un indicio prometedor.


-No pasa nada, Eddy. Métete debajo de la ropa y acurrúcate. La tormenta pasará pronto, cielo -dijo Helen echando la ropa de cama para atrás para que se meteriera bajo ellas su asustado hijo.

-Lo siento, mamá. Lo he intentado, pero los relámpagos... -empezó a explicar, pero un nuevo destello y un estruendo lo interrumpieron.

Se acurrucó al lado de la espalda de su madre y se calmó como todos los niños asustados cuando su madre está cerca. Helen alargó la mano por encima de su cadera y le dio una palmada en el culo.

-Tranquilo, cariño. Te has portado bien, muy bien. Ahora intenta dormirte, ¿vale?

-Vale, mamá. Buenas noches.

-Buenas noches, Eddy.

Helen se acurrucó de nuevo en su almohada mientras la tormenta seguía fuera.

Al poco rato, tanto Edward como su madre estaban dormidos. Acurrucado junto a su madre, Edward dormía como un niño feliz. El cuerpo de su madre cerca es un calmante universal que todos los niños sienten y necesitan cuando están asustados o nerviosos. La apretó contra él mientras dormía, con un brazo por encima de uno de sus costados para rodearle la cintura.

Helen dormía profundamente y los sueños llenaban su mente dormida. Era de nuevo una niña y su novio estaba intentando tocarle las tetas. Era una buena chica y, aunque él le gustaba, le inquietaba dejarle llegar tan lejos. Su mano estaba casi sobre una teta cubierta por el sujetador. Ella podía sentir su miembro apretado contra su culo. Lo tenía duro. Hacía presión sobre su culo redondo. Involuntariamente, ella respondía empujando hacia atrás sobre su erección. Podía sentirlo metiéndose entre sus nalgas.

Se despertó helada. No podía moverse. ¿Estaba todavía soñando o despierta? Aún sentía una mano sobre una de sus tetas. La polla que había sentido en sus sueños estaba aún dura y ejercía presión entre sus nalgas. Helen estaba confusa. Si estaba aún soñando, ¿por qué se preguntaba si estaba despierta? Si estaba despierta, ¿por qué sentía todavía la mano sobre su teta y la polla entre sus nalgas? Muy extraño, ciertamente. A menos que...

Un repentino trueno la sacó de su estado de semiinconsciencia. Sólo había una respuesta posible: ¡Edward! Le dio vueltas la cabeza sólo de pensarlo, pero tenía que ser. Ahora estaba segura de que estaba despierta. Permaneció quieta, poniendo en orden sus pensamientos. Sí, había una mano sobre su teta y sí, una polla estaba rozando su culo. Podía sentir la familiar suavidad del algodón. Era una sensación que conocía muy bien.

La mano que estaba sobre su teta estaba caliente y la agarraba con suavidad. Apretaba con delicadeza el turgente montículo. Sus nalgas podían sentir la dureza de la polla cubierta por la tela que apretaba contra la raja de su culo. Notó que ella respondía apretándose contra la dura barra de carne. ¿Qué demonios estaba haciendo su hijo con una mano en una de sus tetas y empalmado? Se dio cuenta al instante de que estaba dormido. Roncaba suavemente sobre su cuello. Tenía que hacer algo.

La mano de Edward agarraba suavemente la teta de su madre mientras dormía. Al estar de costado, su pecho estaba al descubierto bajo su camisón. La mano de Edward se metió por debajo del camisón y agarró su teta desnuda. Helen contuvo la respiración. Los dedos de Edward acariciaban su pezón, que se puso empinado al instante ante aquellas agradables caricias.

El camisón que Helen llevaba puesto era corto y se le había ido subiendo al apretarse contra la polla de su hijo. Podía sentirla apretada contra su culo, metida en la raja. Edward se movió un poco mientras dormía y su polla erecta se metió por entre las nalgas. Lo intentaba, pero no podía dejar de menear las caderas sobre su polla. El pene cubierto por la tela de su hijo rozó la parte inferior de su coño. Helen dio un grito sofocado al sentirla ponerse junto a su sensible coño, apoyada contra sus labios.

Helen meneó su culo en círculos sobre la polla de su hijo. Entonces notó que éste cambió la postura de sus caderas. De nuevo la empujaba con su polla. Alargó la mano por detrás de ella y la metió entre los dos. Buscó la abertura de sus pantalones con los dedos y, al encontrarla, trató de retirar la tela. La verga erecta de su hijo salió de un brinco por la abertura y golpeó su coño desnudo y húmedo. Agarró la dura y cálida polla juvenil con su maternal mano y por un instante hizo algo que las madres no hacen con las pollas de sus hijos.

Hizo que su polla subiera por la raja de su culo y la colocó en la entrada de su coño. Edward seguía durmiendo, ajeno a las acciones de su madre. Helen tomó aire y, echando su culo hacia atrás, sintió su polla introducirse en su coño. La mano de Edward agarraba su teta con firmeza, apretándola son delicadeza mientras su madre empujaba su coño sobre su polla. Ella se estremeció al sentir la polla del niño entrando en su coño. Hacía mucho que ningún hombre no le había metido la polla.

Entre gemidos, Helen puso sus caderas sobre la polla de su hijo con unos meneos. Comenzó a arquear sus caderas hacia el chico, que dormía. Éstas empezaron a moverse lentamente mientras se follaba con la polla del niño dormido. Sintió cómo las paredes de su coño se ajustaban a su polla, agarrándola en una unión húmeda y resbalosa. Edward se movió un poco. Helen se detuvo con el rabo de su hijo hundido profundamente en su coño. Edward arremetió contra el culo de su madre.

Helen empezó a mover el culo al ritmo de los movimientos instintivos de su hijo dormido. Se movía hacia atrás cuando él embestía su vagina. Comenzó a apretarse más contra él. Sus caderas se movían con pequeñas y frecuentes sacudidas. Respiraba con dificultad mientras se concentraba en follarse a su hijo dormido. La cama empezó a moverse siguiendo el ritmo estable del coito. Helen sintió que la polla del chico se endurecía más. Se preguntó por primera vez si se podría correr. Se movió más rápido al pensarlo.

La mano de Edward se cerró con fuerza sobre el turgente globo mientras metía su polla profundamente en el coño de su madre. Helen aceleró el ritmo mientras comenzaba a golpear su culo contra su polla. La sentía latir mientras su coño bajaba y subía a lo largo de aquella invasora juvenil. Su clítoris palpitaba, así que alargó una mano para acariciar el duro órgano. Sus dedos se acoplaron al ritmo de sus caricias y empezó a sacar su coño de la polla del niño casi completamente para luego golpearlo de nuevo con su culo. Edward abrazaba con fuerza a su madre mientras ésta se lo follaba. La cama se movía y crujía con sus esfuerzos. Una y otra vez, deslizó su coño de arriba abajo por su polla. Se la hundía entera en su chocho y sus caderas se agitaban sobre el palpitar de la erección. Con unas pocas sacudidas, estuvo cerca del orgasmo. Golpeaba la polla de su hijo con su estrecho coño. Ésta empezó a palpitar intensamente dentro del túnel resbaladizo y caliente de su vagina.


Podía sentir su clímax en el centro de su coño. Mantuvo la polla profundamente dentro de ella y su vagina le dio masajes con movimientos ondulantes de sus músculos. Edward se aferró a ella con la polla hundida en su coño. Ella lo mantenía profundamente dentro y se daba algunas embestidas. Fue entonces cuando sintió que su polla daba una sacudida, dos, y el cuerpo de su hijo se puso rígido. Dejó escapar un grito sofocado al sentir que el niño lanzaba un chorro tras otro de cálido esperma en lo más profundo de su estrecho coño. Los dedos de Helen acariciaban su clítoris y su coño sujetaba la polla de su hijo como si lo hiciera un puño.

Brincando sobre su polla, sintió su corrida salpicar las paredes de su coño follador. El niño gimió y mantuvo su nabo dentro de ella. Helen continuó masajeando su polla con el coño mientras él disparaba un chorro detrás de otro de esperma de niño en el chocho de su madre. Helen se estremeció cuando un orgasmo se apoderó de ella. Sus caderas se movían de forma irregular sobre su polla dura como una piedra. El semen salía de su coño y chorreaba por su culo. Finalmente, se detuvo sin aliento. La polla de su hijo todavía estaba dura dentro de ella. Recordó que los chicos jóvenes pueden permanecer empalmados por algún tiempo incluso después de haberse corrido.

Un relámpago congeló la imagen de los dos, el niño aferrado a su madre y la mujer intentando recobrar el aliento con los dedos en su coño. Habría otra tormenta y otra noche. Helen tomó una nota mental para acordarse de escuchar la predicción del tiempo, sólo para estar segura.​
 
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