Eduardo y su Suegra – Capítulos 01 al 02

heranlu

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Eduardo y su Suegra – Capítulos 01 al 02

Eduardo y su Suegra – Capítulo 01

Habíamos recibido algunos bonos dinero del estado, retirado dinero desde nuestros fondos de pensión y no teniendo deudas ni intenciones de hacer grandes negocios, decidimos que era hora de efectuar algunas reparaciones en casa, pero era necesario dejar nuestro apartamento por algunas semanas. Mi suegra no estaba muy feliz de alojarnos por el tiempo necesario para finiquitar los trabajos, pero mi esposa es su hija única, ella estaba viuda desde hace tres años y dijo que podría soportarme por ese corto espacio de tiempo.



Yo sé que me odia, pero no sé el porqué. A su vez, yo también le demuestro que ella no me agrada. Es una mutua antipatía y lo único que nos une es el amor por esa belleza de mujer que es mi esposa. Mi mujercita dice que después de la muerte de su marido, ella odia a todos los hombres y que no le hiciera caso. Con esa premisa nos fuimos a vivir este par de semanas con mi suegra.



Una mañana temprano, mi mujer salió al trabajo y yo me quedé en casa con mi día libre. Me fui a la cocina a prepararme una taza de café, yo estaba vestido solo con mi bata de baño, mi mujer me había dejado con una semi erección con sus carantoñas mañaneras de despedida, el bulto era obvio. Mi suegra sin saber de que yo estaba en la cocina, se levanto a su vez con la misma idea de prepararse algo para desayunar, posiblemente acostumbrada a vivir sola, vestía solo su camisón de dormir. Para mi fue una sorpresa verla con esa prenda íntima cortísima y trasparente, sus tetas que había tenido ocasión de apreciar solo cuando vestía traje de baño o su indumentaria habitual, se traslucían espléndidamente bajo la delgada tela de su camisón, además, al ser de color negro, sus bubis blancas, redondas y perfectas, eran un verdadero espectáculo.



Jamás me esperé su repentina reacción cuando me vio, tomo de un cajón del mueble de cocina un uslero y me rompió la cabeza con un golpe. Literalmente me hizo ver estrellas. Me abalancé contra ella para quitarle su arma contundente, pues sus intenciones eran de seguir golpeándome. Entre tiras y aflojas de la pelea sus dos graciosas tetas se salieron de su camisón. Lo que provocó en mí una erección espontanea y gigantesca, la situación era absurda. Tomé sus manos detrás de la espalda, su camisón estaba enrollado a su cuerpo, no vestía tanga, pero sus bragas eran pequeñas y del mismo color de su camisón, al parecer de la misma tela trasparente, la hendedura de su coño depilado era claramente visible. Caímos al suelo, yo encima de ella, luchaba por liberarse y yo luchaba por ganarle por sumisión, sus rezongos e insultos eran histéricos. Me monté sobre sus muslos, ahora su camisón no cubría absolutamente nada de su cuerpo, sus maravillosas tetas se movían de un lado a otro, causando que mi erección aumentara. Sin siquiera pensarlo, agarré sus piernas y me las llevé a los hombros, fácilmente moví sus diminutas bragas sobre sus muslos y le planté mi endurecida erección directamente entre los labios de su panocha.



Dejó de luchar al sentir mi pene adentrarse en su vagina encharcada, no la dejé moverse. Me escupió a la cara, ese fue su último acto de agresión hacia mí. Al sentir su escupitajo, la penetré hasta el fondo. Lanzó un quejido, me agaché con mi rostro escupido y ensangrentado y la besé en los labios, inexplicablemente no rehuyó mi beso, la estaba follando con mi verga hundida hasta las bolas en su coño estrecho y mojado. Jadeó como un animal herido, relajó sus piernas y las abrió. Sin mediar argumentos, estábamos follando como hombre y mujer, su ira desapareció, comenzó a acompañar mis embistes con gemidos y se abrazó a mí. No quise mirarla, simplemente la follé, no sabía si desistir y dejarla ahí con sus bragas abajo, considerando que esto podía ser tomado como una violación, o dejar su panocha bañada y llenita. Decidí por esto último y continué a follarla hasta cuando la sentí estremecerse como una veinteañera. Jadeante me levanté con mi pene goteando sus fluidos y los míos y la dejé sobre el piso de la cocina.



Los días siguientes fueron diferentes, ella ya no me atacaba, pero me rehuía, mi señora se dio cuenta y me preguntó:



—¿Qué le has hecho a mamá? … Antes siempre te buscaba para pelear contigo … ahora te evita … ¿De alguna manera la has ofendido? …



No, —“Simplemente la hice feliz”, pensé para mis adentros, pero obviamente no podía responder eso.



—Nada … no le he hecho nada … tal vez se haya sentido ofendida por algo que dije … pero ya se le pasará y volverá a ser la mamá ogra de siempre …



Todavía había algunas cosas que giraban por mi cabeza: ¿Cuál fue el motivo de mi erección?, ¿Porqué su vagina estaba tan mojadita y pronta para ser follada? Finalmente comenzamos a mirarnos e intercambiar algunos comentarios, hasta que un día se me acercó:



—Eduardo … no sé que paso entre tú y yo … pero no dejo de pensar en ti … me siento atraída a ti … me estoy volviendo loca y ya no sé que pensar … ¿Hay alguna explicación para esto? …



—Yo también lo he estado pensando … estoy pronto a disculparme por lo sucedido … pero al mismo tiempo debo decir que me gustó mucho lo que hicimos … también siento esta atracción hacia ti …



—¡Diantres! … ¡Esto no está bien! … ¡Somos adultos! … ¡Nunca debería haber sucedido algo así! … ¡No puedo entenderlo! … ¿Qué diría mi hija si se enterara? …



—No tiene porque saberlo … yo no diré nada …



—Tú no dirás nada … pero me siento una basura … ¿Y que haremos de ahora en adelante? …



—Yo no me siento del mismo modo … he pensado mucho sobre lo sucedido y he concluido que me encantó el haberlo hecho contigo …



—¿Qué? … ¿Me quieres después de que te rompí la cabeza? …



—Eso es algo que no logro entender … pero a decir la verdad, la follada estuvo fabulosa …



—¡Ah! … ¿Te gustó? …



—Sí, suegra … fue delicioso …



Diciendo esto me acerqué a ella, extendí mis brazos para tocarla y mi pene se puso duro como fierro. En mi mente giraban las imágenes de ella teniendo un poderoso orgasmo, y sentía en mi pija esa estrecha humedad.



—Estaba tan jugoso tu coño que no pude resistirme …



—¿Sabes que eres un cabrón bastardo? …



Me dijo presionando sus pechos contra mí.



—Tú y yo somos bastardos, suegrita … porque a ti también te gustó, ¿verdad? …



La atraje más hacia mí y la besé en los labios, no hizo ningún intento de escabullirse, por el contrario, me devolvió el beso con lengua y todo, mientras me hacía sentir el empuje de sus tetas.



—Bueno … si sirve de excusa, yo no lo había hecho con nadie desde la muerte de mi marido … ¿pero tú? … tú eres casado con mi hija y yo los he escuchado haciéndolo bastante seguido … ¿no te basta solo ella? …



La aferré de las nalgas y le hice sentir en su vientre mi verga endurecida al máximo.



—Quizás el discutir frecuentemente contigo me tenía un poco estresado y excitado … fue maravilloso follar tu coño …



—¡Qué carajo! … pero tienes razón a mi también me gusto … el hacerlo contigo que eres mi yerno, le agregaba ese toque de malicia que me hizo excitarme cuando te sentí dentro de mí … y me hiciste acabar como hacía muchos años que no me corría …



—¡Genial! … pero si te atormenta el hecho, podríamos hacerlo menos cautivador …



—¿Qué idea es esa? …



—Bueno … podría solo lamerte y acariciarte para ayudarte a aliviar la tensión …



Mi mano se deslizo hacia su entrepierna y la sentí temblar como una quinceañera a su primera cita, en un susurro se acercó a mi oído diciendo:



—¡Oh!, Dios … haz conmigo lo que quieras … quiero volver a sentir tu pene en mí …



La llevé a su propia habitación, la senté al borde de la cama y le bajé sus bragas humedecidas, de pronto me encontré con el maravilloso agujero desde donde había nacido mi esposa, bañado y rezumante de fluidos dulces y cálidos. Mi cara se mojo por completo, lamí sus labios hinchados y penetré esa maravillosa carne rosada, mi lengua se movía incansablemente recogiendo las delicias que emanaban de esa fuente de placer, su clítoris emergió desafiante y me lo lleve a la boca como un pequeñísimo pene, mi suegra bramaba de placer y tironeaba mis cabellos, su espalda encorvada como una gata, ella misma se quito el sostén para acariciar y tironear sus pezones.



—¡Oooohhhh! … ¡Ya! … ¡Hazme sentir tú pene otra vez! …



Se había desnudado completamente, rápidamente me despojé de mis atuendos y mi pene saltó insolente a centímetros de su rostro, sin titubeos ella se abalanzó y me agarró de las nalgas tirándome hacia ella y engullendo mi pija hasta los cojones, no hubo ni arcadas ni toses como sucede con su hija, se tragó mi pija completamente, puse una mano en su nuca y folle su deliciosa boca, ella parecía no tener suficiente, chupaba y chupaba, succionando y tragándose todo, pronto mi pija estaba toda cubierta con su saliva, se detuvo solo para decirme:



—Ya … métemelo …



Se extendió de espalda en la cama y yo me fui a gozar de su cálida y sabrosa panocha, le chupe el clítoris hasta que me suplicó que me detuviera, follé su coño con mi lengua y la sentí estremecerse otra vez, luego me erguí y clavé mi asta endurecida en su húmedo y caliente coño, ella gritó y respiró profundo, luego me amarró con piernas y brazos, yo metí mis manos por debajo de su culo y la comencé a bombear con todo, mis embestidas eran fuertes y profundas, grito como una colegiala y se encabritó como una potranca salvaje, su cuerpo se contorsionaba y estremecía, me mordió un hombro tratando de aplacar sus chillidos, pero no la solté, la folle con todas mis fuerzas, bramaba y rugía como una tigresa en celo, me enterró las uñas en mi espalda cuando volvió a correrse, como con venganza le enterré mi pija lo más hondo posible y me corrí a mares dentro de ella.



—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Toh! … ¡Todo! … ¡Todo para ti, suegrita! …



Sus quejidos, suspiros y gemidos eran como el canto de las sirenas, me cautivaban, me embelesaban. Ella estaba temblando, sus piernas se habían estirado bajo mi peso y sus músculos vaginales no cesaban de estrujar mi pene. —“Esta es la felicidad femenina”, pensé para mis adentros.



—¡Oh!, mi Dios … Eduardo … ¡Aaaahhhh! … ¡Lo hemos vuelto a hacer! …



Había un dejo de satisfacción total y en su rostro se formo una sonrisa de felicidad, se había entregado voluntaria y hermosamente, hace mucho tiempo que mi esposa no se corre de esta manera. Mi verga parecía no haber tenido suficiente, restaba duro como palo dentro de ella, me balanceé lentamente, sintiendo sus fluidos y mi esperma que rezumaban de su coño fresco y follado, mi suegra cerró sus ojos y arqueo su espalda en abandono total a las sensaciones lujuriosas que recorrían su cuerpo.



Con parsimonia moví mi pija dentro su chochito, mis bolas estaban embadurnadas en mi propia esperma, las sensaciones eran extremadamente agradables y continué a presionar. Mi verga se deslizaba con total facilidad dentro de su coño rebosante. Mi suegra suspiró feliz.



—¡Oooohhhh! … ¡Ssiii! ….



Comencé a follármela metódica y profundamente, disfrutando como cada centímetro de mi pija estiraba sus pliegues empapados en el almíbar de su concha. Nos dábamos placer mutuamente, ella adivinaba mis movimientos y los acompañaba con contracciones de su coño que succionaban mi verga más y más adentro. Éramos dos animales en plena copulación, ella bramaba y yo rugía, como si fuéramos amantes desde siempre, estábamos inventando el antiguo placer del sexo. Pero ella no estaba del todo tranquila, me dijo:



—Pareciera que le estoy robando algunos momentos a mi hija …



No quise responder, solo me apoderé de sus tetas jugosas y comencé a lamer esos duros pezones marrones, me emborraché de goce y placer y ella me tironeaba los cabellos y chillaba como una doncella a su primera noche, yo se las mamaba como queriendo volver a ser un niño famélico.



—¡Oooohhhh! … ¡Sssiiiii! …



Mi suegra se aferró muy apretada a mi y la sentí temblar otra vez, sincronizadamente seguía mis movimientos y exhalaba gemidos guturales, rotando sicalípticamente su pelvis, fueron unos dulces minutos de sexo ardiente y apasionado. Cuando la sentí apretarse a mí por la enésima vez. Zambullí mi pija hasta que sentí mi glande tocar el fondo de su panocha, me mordió un brazo y chilló, era totalmente mía en cuerpo y alma, empujé y empujé mi pija hasta que no pude resistir más y derramé mi lechita una segunda vez muy cerca de su útero, sus uñas de gata se volvieron a clavar en mi espalda. Su cuerpo se contorsionaba en espasmódicas olas orgásmicas, convulsionaba resoplando en busca de aire fresco, los lascivos jadeos me instaban a enterrar mi pija en su chocho con mayor violencia.



Continua

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Eduardo y su Suegra – Capítulo 02


Me dejé caer al lado de ella jadeando exhausto, era de mucho tiempo que no me corría dos veces sin sacarlo, era increíble lo que se parecía a su hija, tal como ella, apenas me vio de espalda se arrodilló a mi lado a acariciar mi verga lacia y mojada, amasaba suavemente mi pene mirándolo con amor, me dijo:



—¿No temes que mi hija se entere de nosotros? …



—Por supuesto que tengo miedo … ¿Qué podría decirle para explicarlo? … No tengo como defenderme … y estoy ciertamente preocupado … ¿Tú no? …



—Sí … también yo estoy preocupada … Deberíamos presentárselo como un hecho consumado …



—¡No!, mami … por ningún motivo … ninguna mujer aceptara otra mujer con su hombre … y tú hija a veces es tan terrible como tú … y no creo que sea una excepción a la regla …



—¡Uy! … entonces … ¿Qué decir? … ¿Cómo hacerlo? … yo pensé que ella podría estar de acuerdo …



—¡No!, mamá … creo que lo mejor es mantener el todo en secreto … solo tú y yo lo sabemos …



—No me llames mamá …que me parece todavía más pecaminosa y escabrosa la situación …



Me reí ante su observación y ella se rio conmigo, creo que habíamos hecho la paz para siempre.La vida familiar había regresado a su rutinario pasar. Mi relación con mi suegra se había normalizado, como para mantener las apariencias. A veces ella descargaba su ira irracional sobre mí, pero me guiñaba un ojo. Sus bellos ojos tenían otra luz, parecían más luminosos, se había convertido en mi amante secreta.



A veces teníamos sexo en su departamento y otras en el mío cuando mi mujer se ausentaba. Durante unas vacaciones que hicimos juntos era más difícil encontrarnos, ya que mi esposa siempre estaba con ella. Mi mujer no es muy adicta a los ejercicios, así que un día le propuse a las dos de salir a dar una vuelta a los cerros cercanos y recoger algunos frutos silvestres, mi mujer inmediatamente se negó, pero mi suegra dijo que ella estaría encantada de acompañarme para tomar otros aires. Nos arreglamos con un poco de agua, unas mochilas para transportar los frutos y un calzado adecuado para caminar en terreno abrupto. No apenas nos internamos en un bosquecillo a las faldas de un cerro, mi suegra me tomó de la mano a un sector alfombrado por una hierba verde, se arrodillo y me bajó los pantalones cortos hasta los tobillos, sin perder tiempo se llevó mi miembro a la boca y en menos de un minuto me tenía duro como palo, una a la vez chupó mis bolas acariciando mis muslos, luego se levantó y me cedió la iniciativa:



—Arrímate a ese árbol …



Le dije subiéndole la amplia falda, tenía unas bombachas de esas antiguas, se las saqué velozmente, bajo las sombras del grueso tronco del boldo, ella se afirmo y echó sus caderas hacia atrás, me arrodillé detrás de ella y comencé a lamer su concha y su culo, me miró sonriendo con una cara de complicidad y lujuria nunca vista, entonces más abrí sus glúteos y más rocé su ano con mi lengua, consideraba como míos tanto su panocha como su culo, así que los lamí como un poseído. La traté con amor y respeto, ya que era como mi segunda mujer, yo estaba maridado con su hija, pero últimamente le estaba prestando más atención a ella que a mi mujer. Me alcé, aferré sus caderas y le plante todos mis veintitrés centímetros en su panocha incandescente de una sola vez, ella gritó, pero no protestó, ahora si me convencí de que podía tenerla y follarla cuando y donde yo quisiera. Sus caderas temblaban. Trataba de acallar sus gritos y chillidos poniendo su mano en su boca, a ratos reía como una loca, luego gemía y sollozaba con vagidos de bebita. Su coño se derramaba y ya corría un hilo de fluidos por sus piernas, mi pene chapoteaba alegremente en el charco de su chocho. Me gustaba escuchar su voz temblorosa y ardiente:



—¡Co-como … m-me … gus-taa … tú po-olla … fo-ollame … ye-erno … soy tu-uya …



La aferré por las tetas y hundí todo mi miembro en ella, me estaba preparando para correrme una vez más en su coño recién afeitado, pero ella se corrió primero y tuve que aferrarla para que no cayera en convulsiones, mi pene salió de su vagina y ella puso sus manos en sus nalgas y me dijo:



—Mira mi culo … lo quiero ahí … ahora … fóllame el culo, por favor …



Su ojete anal se estaba contrayendo con las ondas espasmódicas de su orgasmo y era como que llamaba a ser follado, su ano estaba expuesto e invitante. Demasiado agraciado y palpitante como para ser refutado, apoyé la cabeza en ese rugoso agujero marrón y empujé, rápidamente la cabezota de mi pene abundantemente lubricada pasó el anillo de su esfínter y luego más y más adentro. Cuando me sentí afianzado dentro de su culo caliente y estrecho, inició el bombeo. Al principio con largas y lentas embestidas, luego aumentando la velocidad con golpes secos y cortos, mi pene engrosado luchaba para no ser estrangulado por las contracciones de su esfínter.



—Fóllame bastardo … folla duro a tu suegra caliente … ¡Vamos! … no te detengas …



Las cortas y veloces embestidas, sumadas a la estreches de su ano, no me permitieron durar mucho y mi verga se infló antes de disparar unos potentes chorros de semen en las entrañas de mi suegra.



—¡Oooohhhh! … me corro con el culo … ¡Fóllame más fuerte! … ¡Ssiii! … ¡Aaaahhhh! …



Mi suegra empujaba sus posaderas sobre mi verga, la carne blanca de sus nalgas tiritaba y su esfínter se contraía extrayendo hasta la última gota de mi esperma. Le irrigué abundantemente sus intestinos mientras ella gemía y gritaba:



—¡Carajo! … ¿Esto es lo que le haces sentir a mi hija cuando le follas el culo? … ahora la entiendo …



Nos recompusimos y volvimos a casa al cabo de algunas horas, por supuesto no habíamos recogido frutos silvestres y dijimos que quizás ya habían sido recogidos por otras personas. Mi esposa había preparado la cena, cenamos casi en silencio y luego nos fuimos a nuestros respectivos dormitorios. Esperaba cumplir con mis deberes de marido con mi dulce y hermosa esposa, pero ella me rehuyó y sin muchas ceremonias me lanzó la pregunta:



—¿Desde cuando que estás follando con mi madre? …



La pregunta totalmente inesperada me dejó helado, bajé los ojos sintiéndome culpable y avergonzado, no sabía que decir, estaba atrapado y horrorizado, ella prosiguió:



—¿Estás avergonzado? …



—Bueno … sí … pero todo sucedió por accidente …



—¿Accidente? … ¿Follarte a mi madre lo llamas un accidente? …



—¡Emh! … si me dejas contarte, quizás podrías entender …



Inexplicablemente ella me dejó hablar, así que le conté todo desde el principio, cuando terminé se quedó sin decir nada por largo rato, luego dijo:



—No temas que no haré ningún escandalo ni drama griego … cuando me percaté que tú y mamá se las entendían no sentí celos … yo tenía sospechas de que tú tenías a alguien más y cuando me enteré de que era mamá, me sentí aliviada …



—Pe-pero … no estás enojada …



—Al principio quería cavarte los ojos y cortarte la pija … pero me fijé que mamá había cambiado su humor … se estaba arreglando como mujer … ya no se vestía como viuda … la veía sonreír a menudo y ya no discutía tanto contigo …



—Notaste los cambios en ella, ¿verdad? …



—Sí, pero no sabía la razón … fue cuando dijiste que irían en busca de frutos silvestres, que comencé a darme cuenta de que algo no cuadraba … en esta época del año no hay frutos silvestres … yo y papá siempre salíamos al bosque en busca de frutos silvestres … pero en temporada y no ahora … entonces los seguí …



—¿Nos seguiste? … ¡Pero si nunca te vi! …



—Porque yo se andar por el bosque y tu no … tu eres animal de ciudad … yo nací aquí … así que cuando se apartaron del camino y se metieron en esa especie de bosquecillo … me escondí y observé lo que le hacías a mamá … no te miento que me mojé viéndolos follar … mamá se veía hermosa … de nuevo mujer …



—¿Te calentaste viéndonos follar? …



—Sí … lo admito … los gritos y gemidos de mamá, me hicieron pensar a cuando follas conmigo y me alegré por ella … luego pensé que ella siendo mi madre no podía quitarme mi marido … y como te conozco … sé que puedes conmigo y con ella …



—Entonces … ¿No estás enojada conmigo? … ¿Y que piensas hacer? …



—Pensé que debo ser pragmática … No peleare con ella por tu culpa … No voy a destruir nuestra familia … creo que puedo vivir con esto y si eso le hace bien a mamá, ¡Genial! … Además, si tienes dos coños, es más difícil que vayas a buscar otro … pero de que eres un hijo de puta, te lo debo decir sin medias palabras … ¡Eres un hijo de puta! … ¡Bastardo! … pero también eres mi amado esposo … ahora fóllame el culo como lo hiciste con mamá …



Debo decir que no me lo hice repetir, la hice rodar en la cama y puse una almohada bajo su vientre, su culito blanco, tierno y redondo estaba sin bragas y a la altura justa. Inmediatamente me sumergí en medio a ese océano de glúteos, con mis manos abrí sus nalgas y en medio apareció el rugoso agujero marrón de mis ensueños, olisqueé tan singular y exquisita barbacana en la fortaleza anal de mi mujer y comencé a bañarla con mi lengua, los gemidos y ronroneos de mi mujer me indicaban que lo estaba disfrutando, lamí su coño y su ano alternadamente, su esfínter comenzó a aflojarse poco a poco, su elíptico boquete se ensanchó lo suficiente como para aceptar mi lengua, entonces me situé en medio a sus muslos y presenté mi dura pija en el mórbido surco de su trasero y empujé mi ariete contra su ano farruco, al principio se resistió tanto que no me permitía entrar, pero mi persistencia vencieron ese anillo oscuro de su esfínter y me adentré en ella, mi esposa chillo al sentirse ensartada por mi pija, pero solo aferró una almohada para esconder la lujuria de su rostro y gimió. Puse mis brazos bajo los suyos y la aferré firmemente por sus hombros, pegándome como una lapa a su curvilínea espalda, empuje con mis caderas y mis glúteos apretados toda la longitud de mi pija al interno de su cálido y ajustado intestino y mordí sus orejas y besé su cuello y olfateé la frescura de sus cabellos. Revolví mi pene en ese calderón estrecho de su culo, lo saqué a mitad y lo volví a hundir con fuerza haciéndola gemir y chillar mientras empujaba su culo hacia mi verga, sus manos apretaban con fuerza la almohada y comenzó a llamarme:



—¡Cabrón! … ¡Eres un maldito cabrón! … ¡Culéame y hazme gritar como lo hiciste con mamá! … ¡Eres un pervertido réprobo! … ¡Fóllame cabrón! … ¡Hazlo más fuerte! …



Obligado por sus imprecaciones, metí una mano bajo su vientre y masajeé su gordota panocha encharcada, se encabritó como una jaca alazana y corcoveó sicalípticamente de placer al sentir las yemas de mis dedos en su clítoris, bufó y berreó como una chota y luego explotó en chillidos de marrana que luchaba por respirar y escapar de la vorágine de su orgasmo, luché por mantenerme montado a su grupa y reverse mi semilla líquida en sus entrañas.



—¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Lléname cabrón! … ¡Dámela toda tu lechita! …



Nuestra relación marital en vez de decaer cobró nuevos bríos. Nunca el sexo con mi mujer fue mejor. Ella habló con su madre y ambas acordaron de dormir todos en una misma cama, organizamos veras orgías, aprendieron a hacer el amor entre ellas, se gozaron mutuamente mientras yo follaba a una de ellas, nuestro lazo familiar fue reforzado. Mi mujer se benefició de la experiencia sexual de su madre y le dio nuevas ideas, la embaracé y nuestro hijo nació amamantado por mi mujer y mecido por su abuela. Y tengo que admitirlo, mi suegra folla mejor que mi mujer y cuando le pregunto ¿Por qué?, ella invariablemente responde ¿Y si esta fuera la última? …
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