Eduardo y su Hija Julia

heranlu

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Eduardo, un maduro moreno, de 1.80 de estatura, cachas y con debilidad por su hija, ya que la cuidaba cómo a una princesa, se había casado en segundas nupcias con Elvira, una joven rubia, de 1.75 de estatura, de ojos azules, con un cuerpo de infarto. A Julia, la hija de Eduardo, una joven morena de 1.65 de estatura, cabello negro y largo, delgada y muy guapa, le había sentado cómo un tiro tener una madrastra poco mayor que ella, por eso fue a por su enemiga desde la primera hora.

En la semana que llevaba Elvira en el pazo hasta siete veces intentó seducirla. La primera fue en la piscina. Echada a su lado en la toalla y en topless, se tocó las tetas y le dijo:

-¿Nos hacemos un dedo a ver quien llega antes?

-No digas tonterías, Julia.

Julia comenzó a tocarse el coño.

-Pues me lo hago yo sola.

Ese día Elvira se fue y después miró desde la ventana de su habitación cómo Julia se hacía un dedo. Se acabó masturbando también ella y se corrieron a la vez.

La segunda fue yendo juntas en su Lexus LC azul, Julia, conduciendo, le puso una mano en una rodilla, y le dijo:

-¿Cuándo me vas a dejar que te coma el coño?

Elvira le quitó la mano de la rodilla y se puso brava.

-¡Voy a tener que hablar con tu padre!

Julia se sabía guapa y deseable.

-No creo que lo hagas, tienes tantas ganas de que te lo coma cómo yo de comértelo. ¿Me meto hacia el monte?

-¡Estás loca, Julia!

-Algún día caerás.

Esa tarde, Elvira se volvió a masturbar pensando en su hijastra y se corrió cómo una bendita.

La tercera fue estando Elvira en la bañera. Julia entró en el cuarto, y con sarcasmo le preguntó:

-¿Quieres que te enjabone la espalda, mamá?

Elvira puso el grito en el cielo.

-¡Sal de aquí, Julia!

Julia, sonriendo, se fue, Elvira salió del baño, le puso el pasador a la puerta, volvió al baño y se hizo un dedo sublime, de esos que al correrse la corrida parece interminable.

La quinta fue en la cocina una noche de mucho calor que se levantaran para beber algo. La besó en el cuello, y al darse la vuelta la besó en los labios. Esa noche Elvira le echó un polvo a Eduardo que lo dejó para allá. La sexta la arrinconó contra una pared, la comió a besos y Elvira casi entrega la cuchara. La séptima fue cenando en casa. Se descalzó y cómo Elvira estaba enfrente de ella le puso un pie en una rodilla, Elvira abrió las piernas y con el dedo gordo le acarició el coño por encima de las bragas. Elvira acabó yendo al servicio a desahogarse. Julia supo que ya la tenía madura.

Le tocaba el turno a su padre. Los besos fueron acompañados de tocamientos en el cabello, luego en el pecho, y por último en el paquete. Eduardo adoraba a su hija, pero el día que tocó donde no debía, le dio una bofetada:

-¡No se te ocurra volver a hacer eso!

Si se había de echar a llorar, le dijo:

-Quiero que me desvirgues, papa.

Lo que consiguió fue otra bofetada.

-¡Tira para tu habitación y no salgas de ella hasta mañana!

Julia saliera torcida y ya era tarde para enderezarla. Dejó enfriar la cosa durante el verano, el otoño y parte del invierno... Hasta que se le presentó la ocasión.

Una noche en la que cayeron más rayos y se oyeron más truenos que en todo el invierno junto, al sentir el ruido de un trueno que parecía que iba a tira el pazo abajo, Julia salio corriendo y se metió en la cama entre su padre y su madrastra. Tapando la cabeza con la manta, les dijo:

-Tengo miedo.

Su padre la acogió con cariño.

-Quédate hasta que se aleje la tormenta.

Hablaron de la tormenta y después se quedaron los tres en silencio y boca arriba. Julia le echó la mano a la polla a su padre y vio que estaba empalmado. Debían estar follando y pararon al sentir sus pasos. Eduardo apartó su mano sin decir nada. Julia puso la otra manó en el coño de su madrastra y vio que no llevaba bragas. Ya no había duda de que estaban follando y los había interrumpido. Hasta tres veces apartó su padre la mano de su polla sin poder recriminárselo, ya que se enteraría su mujer, ninguna la apartó su madrastra por el mismo motivo.

Sus dos manos comenzaron a moverse muy lentamente, una de arriba a abajo y de abajo a arriba se desplazaba por la polla, la otra tenía un dedo sobre el clítoris y subía y bajaba, se movía hacia los lados y alrededor. Seguía diluviando, mas el ruido de los truenos se iba alejando y el resplandor de los rayos era menor cuando la cama se comenzó a mover, era Elvira que se estaba corriendo sin emitir ni un solo gemido. Eduardo no era tonto, sabía que su mujer se estaba corriendo. Su hija la había estado masturbando. El morbo hizo que de su polla saliese, leche para hacer un queso, leche que fue a parar a la mano cerrada de su hija.

Al acabar su trastada, Julia, limpió la leche de su mano a la manta, y les dijo:

-Vuelvo a mi cama, la tormenta ya se ha ido.

Al día siguiente Julia se levantó para desayunar, cómo siempre que estaba a solas con Elvira venía en bata de casa y sin ropa interior. Riéndose de ella, le preguntó:

-¿Qué tal dormiste, mamá?

Elvira le echó una mirada de las que matan.

-Sinvergüenza.

-¿Sabías que también le hice una paja a mi padre?

-Me lo imaginaba. ¿Sabías qué después de irte me echó un polvo brutal?

Julia era una cara lavada de mucho cuidado.

-Seguro que los dos estabais follado conmigo. ¿Jugamos?

Elvira se abalanzó sobre ella, y le dijo:

-¿Quieres jugar, niñata? ¡Vamos a jugar!

La cogió por el cuello le quitó el cinto de la bata, se la bajó hasta atrapar sus brazos con ella, la arrimó a la pared y le comió sus redondas y duras tetas con areolas color carne y pequeños pezones. Julia no esperaba esa reacción y se asustó. La sobrada no era más que una cagada.

-¡Se lo voy a decir a mi padre!

Elvira le dio una bofetada en la cara, le apretó el cuello y después, cuando quiso hablar, le metió la lengua hasta la campanilla.

Cuando le soltó el cuello y le volvió a comer las tetas, Julia, con voz temblorosa, le dijo:

-No me hagas daño, aún soy virgen.

Elvira pensó que la estaba engañando.

-¡En las orejas tienes tú el virgo!

-No te miento, soy virgen.

Elvira se agachó, le abrió el coño y vio que sí, que era virgen. Le lamió el coño seis o siete veces y Julia comenzó a gemir. Se levantó, le dio un pico en los labios, y le dijo:

-Eras todo apariencia, todo pantalla. ¿Por qué la emprendiste conmigo?

-Me robaste a mi padre.

-Quieres a tu padre para ti sola.

-¡Es mío!

-Mía vas a ser tú.

Le quitó la bata y la besó con dulzura, Julia no le devolvió los besos. Volvió a jugar con sus tetas, pero esta vez lamió los pezones y las chupó con delicadeza al tiempo que se las amasaba aún con más dulzura.

-Cuando se entere mi padre de esto serás historia.

-Lo sé -dijo después de besar su ombligo-. Sabes, te deseé desde el primer momento en que te vi.

-Mientes.

Besó el interior de sus muslos, y antes de lamer su coño, le dijo:

-Antes de conocer a tu padre tuve una novia que se parecía mucho a ti.

-¿Sabe mi padre que te gustan las chicas?

Lamió su coño cogiéndole las nalgas, y antes de lamer su clítoris, le respondió:

-No.

La curiosidad de Julia le hizo preguntar:

-¡¿Qué se siente al comer el coño de otra mujer?!

Entre lamida y lamida, le dijo:

-Se siente cómo se va mojando más, y mas, y más, y cuando se corre, es maravilloso sentir cómo se derrite.

-¿Cómo era tu novia?

-Dulce -lamió el coño de abajo a arriba seis veces-, bonita -lamió ocho veces-, sensual-, lamió diez veces-, apasionada- lamió doce veces de abajo a arriba.

-Vas a hacer que me corra, Elvira.

-Se corría en mi boca cómo un ángel -lamió ocho veces.

-¡Me corro!

A Julia le comenzaron a temblar las piernas y corriéndose acabo sentada en el piso de la cocina.

Elvira le dijo:

-Ver y sentir cómo te corres es algo muy dulce.

Elvira se sentó en una silla y se dispuso a terminar sus corn flakes. Julia, cuando se repuso del tremendo placer que había sentido, le dijo:

-Quiero conocer el sabor del sexo de otra mujer.

-Eso quiere decir que ya probaste tus jugos.

-¿Acaso tú no lo probaste al masturbarte?

Elvira volvió al tema.

-Si quieres comerme el coño lo tienes fácil, no llevo ropa interior.

Julia, a gatas, se metió debajo de la mesa, le abrió las piernas a su madrastra, luego le abrió el coño con dos dedos y vio que lo tenía lleno de babas, las lamió y después dijo:

-Está rico.

Le clavó la lengua en el coño. Elvira se echó hacia atrás en la silla. La lengua de Julia lamió sus labios, y después a cada lamida de coño le lamía el clítoris diez o doce veces. Elvira estaba tan cachonda de hacer que se corriera su hijastra que la lengua hizo estragos en su coño. Julia al oír sus gemidos se puso tan mala que se acarició su clítoris. Al rato, le decía Elvira:

-Sigue, sigue, sigue, que me corro.

Julia no siguió, no pudo, ya que se corrió ella y se encogió cómo un acordeón. Elvira metió dos dedos en el coño y se corrieron juntas.

Al acabar Julia salió de debajo de la mesa y se puso la bata, Elvira, le preguntó:

-¿Y ahora qué?

Julia fue a su lado, le dio un pico, y le respondió:

-Ahora quiero ser tu nueva novia.

-Serías mi amante y nos acabará pillando tu padre.

-Si tenemos cuidado, no.

Eduardo al llegar a casa quería hablar con su hija de lo que pasara la noche anterior. Lo hizo cuando Elvira se fue a duchar. Sentados en dos sofás de la sala, le dijo:

-La próxima vez que te pases te echo de casa y duermes debajo de un puente.

-Ya me puedes echar porque sigo queriendo que seas el primero.

Eduardo desesperaba con el comportamiento de su hija.

-¡Qué voy a hacer contigo, Julia!

-Follarme, papá, follarme, no quiero darle mi virginidad a nadie que no seas tú.

Se levantó de sillón y alzó una mano.

-¡Quítate de mi vista!

Julia se fue para su habitación.

Tres días después, Elvira tuvo que ir a casa de sus padres porque su madre se había roto una pierna en un accidente de tráfico. Eduardo llegó a casa y vio a su hija sentada en el tresillo de la sala. Se había hecho dos trenzas. Llevaba puesta una camisa anudada al más puro estilo gitano, una minifalda blanca de tablas y estaba descalza y con el celular en la mano. Eduardo le preguntó:

-¿Cómo te fue el día, hija?

Con su boquita de piñón y una sonrisa angelical, le respondió:

-Bien, me acabo de dar una ducha y me lo pasé genial.

-No me digas que hiciste.

-Me...

Le cogió un pie y le hizo cosquillas en la planta. Julia se retorció con la risa y le cayó el teléfono móvil en la alfombra.

-Te dije que no me lo dijeras.

Eduardo cogió el teléfono móvil y se dispuso a examinarlo. Julia le hizo cosquillas a su padre al tiempo que se lo quería quitar.

-¡No mires mis cosas!

Eduardo también tenía cosquillas y más en las pelotas que en otras partes. Soltó el teléfono móvil y le hizo cosquillas en las costillas y en las tetas... Julia ya se había sentado sobre su padre y su coño se movía encima de la polla, que se había puesto morcillona. Julia se echó un poco para atrás y le bajó la cremallera del pantalón.

-No lo hagas, hija.

Julia vio que no la apartaba y supo que era la suya. Le quitó la polla, se bajó del sillón y frotándola con las palmas de las dos manos, le dijo:

-Nunca chupé una polla.

Eduardo ya se echó al monte.

-Hacia arriba y hacia abajo.

Hizo lo que le dijo y la polla se puso tiesa.

-¡Qué dura!

-Ahora agárrala con una mano cómo si fuera un helado, sube y baja la mano, lame y chupa.

Lo masturbó, lamió y chupó, y sonriendo y mirando para su padre, le preguntó:

-¿Te gusta?

-Mucho.

Sin parar de sonreír, le dijo:

-Soy una chica mala.

Eduardo le desanudó la camisa y le acaricio sus duras y redondas tetas con areolas rosadas y pezones cómo lentejas.

-¿Te gustan mis tetas, papá?

-Son maravillosas.

Se sentó encima de él y le dio las tetas a mamar. El coño mojado de Julia besó la polla, Eduardo quiso meter, pero la polla no entraba. Siguió lamiendo pezones y areolas y mamando y magreando tetas mientras Julia frotaba el coño con el glande que ya no paraba de echar aguadilla... En una de estas frotaciones empujó con el culo y metió la mitad del glande. Le dolió.

-¡Ayyyy! Es muy gorda.

Besó a su padre y metió el glande entero. No se quejó. Lo que hizo fue meterle un mordisco a su padre en los labios que le hizo sangre. Le hizo más sangre de lo que sangró ella.

-Ya está, ya no soy virgen.

-Y a mí casi me arrancas un labio.

Lamió la sangre del labio, lo besó y le dijo:

-Pobrecito.

Le volvió a poner las tetas en la boca, besándolo y dándole las tetas a mamar metió toda la polla en el coño, la metió despacito y mientras Eduardo le daba azotes en las nalgas con las palmas de las manos después de cada centímetro que metía. Al tenerla toda dentro, Julia, le preguntó a su padre:

-¿Te gustó haberme desvirgado, papa?

-Te desvirgaste tu solita, cariño.

Comenzó a follarlo tan despacito cómo la había metido, al ratito más aprisa y cuando sintió que le iba a venir a toda hostia, hasta que dijo:

-¡Me corro, papa!

Eduardo sintió en su polla las contracciones del coño de su hija y cómo la bañaba con sus jugos.

Al acabar de correrse su hija, la echó en el tresillo y se corrió en su boca. Julia se tragó la corrida, y la que quedó en su mentón la lamió Eduardo antes de besarla en la boca. Julia recordó las palabras de Elvira, y le preguntó:

-¿Y ahora qué, papá?

-La vida sigue, hija, la vida sigue.
Eduardo había llegado a casa a las once de la noche. Elvira lo esperaba en la sala de estar. Con cara de pocos amigos, le dijo:

-¡Cómo pudiste follar a tu hija!

Eduardo, la miró de lado, y le dijo:

-¿Y tú me lo preguntas, boyera?

Elvira se hizo la sorprendida.

-¿Te dijo...?

-Sí, me dijo que la sedujiste

-¡Me sedujo ella a mí!

Eduardo se sentó en un sofá y le dio a la cosa una vuelta de tuerca.

-Oye, dime una cosa. ¿Tu novia era Enriqueta?

Elvira se hizo la enfadada, pues ella y Julia habían hecho un trato para liar a Eduardo.

-¡Puta!

-Puta ya sé que es, pero, ¿fue tu novia?

-Lo de puta lo dije por tu hija. ¿No ves que está jugando con dos barajas?

-Lo sé, lo sé, pero no me contestaste.

-Si, Enriqueta fue mi novia.

-No conocía esa faceta tuya. Así que eres bisexual.

-Sí. Tú nunca estuviste con otro hombre, claro, eres muy macho.

-Todos tenemos un pasado. Una vez estuve con un hombre, pero de eso hace muchos años.

-Cuenta. ¿Cómo fue?

-¿A que viene ese interés?

-Me ponen las cosas entre dos hombres.

-Me casé con una mujer que no conocía. Lesbiana, le gusta ver follar a dos hombres.

-Bisexual, y si lo quieres saber todo de mí no tienes más que preguntar, eso sí, después cantas..

-¿Qué es lo qué más te gusta en la cama?

-Que me aten y me metan las bragas en la boca, que me huelan y que me coman el coño hasta que me corra cómo una perra. Que me amasen y me coman las tetas hasta que mis pezones se pongan tan duros que necesite que me los muerdan. Que se corran dentro de mi, que se queden dentro y que me vuelvan a follar hasta que me corra yo. Me gusta meter mi lengua dentro del coño empapado de una mujer y que me la meta ella. Correrme en su boca y que se corra ella en la mía. Que me coman el culo hasta que no pueda más y le tenga que decir al tío que me lo reviente. Que me pongan el culo a arder con las palmas de las manos. Mamar y masturbar una polla hasta que se corra, guardar la leche en mi boca y besarlo para tragarla juntos, y muchas cosas más.

-¡Joder!

-Te toca, cuenta lo de tu experiencia homosexual. ¿Cómo empezó todo?

Eduardo ya se abrió.

-Empezó con la mujer de este hombre. Me diera mil pesetas por follarla. El tipo se enteró y me dijo que escogiera entre devolverle las mil pesetas, llevar dos tiros, o llevar por culo. Dinero no tenía, morir no quería, así que...

-Te dio por el culo.

-Sí.

-¿Quién era el hombre casado?

-Eso jamás lo diré.

-Si me lo cuentas me hago un dedo delante de ti.

-¡No serías capaz!

-¡O sí! Me ponen las historias entre dos hombres.

Eduardo quería ver a su mujer masturbándose y cantó.

-Fue mi tío Froilán

-Cuenta.

-Fue en el monte. Después de ponerme las peras a cuarto, y yo aceptar que me humillara dándome por culo, me arrimó a un pino -Eduardo vio cómo Elvira cerraba los ojos, se echaba hacia atrás en el sofá, abría las piernas, levantaba el vestido y se metía una mano dentro de las bragas-. Apoyado con las manos en el pino sentí su polla empalmada entre mis nalgas, su boca en mi cuello y sus manos acariciando mis tetas, mis costillas, mi vientre... Me quitó el cinto, me bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, me quitó la camiseta y después bajó besando mi espalda, besó mis nalgas, las abrió y lamió mi perineo y mi ojete, para pasar a meter y sacar su lengua de él. Sin poder evitarlo, la polla se me puso tiesa, me la cogió y me la meneó lentamente... Al rato me dio la vuelta, me la mamó y en segundos me corrí en su boca. El muy maricón se tragó toda la leche de la corrida. Después me dio la vuelta y me volvió a lamer y a follar el ojete con su lengua, para luego levantarse, separar mis piernas, poner la polla en la entrada de mi ojete, empujar y desvirgar mi culo. Me dolió, pero tampoco fue la cosa para tanto. Me la fue metiendo mientras me daba azotes en mis duras nalgas. Me relajé y al rato ya estaba de nuevo empalmando y disfrutando al sentir su polla llegar al fondo de mi culo... Con una mano giró mi cabeza y me metió la lengua en la boca. No sé que me pasó que me besé con él cómo lo había hecho con su mujer, bueno, si sé lo que me pasó, que al besarme me cogió a polla y me la meneó de nuevo y eso hiciera que me pusiera más caliente que un perro, poco después sintiendo su polla entrar y salir de mi culo y sus huevos chocando con los míos, un chorro de leche salió de mi polla y fue a parar al pino y los otros sobre la hierba, los del cabrón fueron a parar dentro de mi culo.

Eduardo fue junto a su mujer, le bajó las bragas y vio cómo dos dedos entraban y salían de su coño pelado cubiertos de jugos, puso su lengua encima y lamió por encima y entre ellos. Elvira ya estaba llegando. Sin abrir los ojos quitó los dedos, cogió su cabeza con las dos manos, apretó su lengua contra su coño y moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo se corrió en su boca gimiendo y retorciéndose de placer.

Al acabar, le dijo a su marido:

-Lo disfrutaste.

-Sí, fue una experiencia muy placentera.

-¡¿Qué te faltará a ti por hacer?!

-Un trío. Follar con dos mujeres y ver cómo se follan debe ser la pera.

-¿Harías un trío con tu hija y conmigo? ¿O te daría corte?

-Ahora de lo que tengo ganas es de echarte un polvo.

-Tú lo que quieres es darme por culo, y me va a gustar que me des. Responde. ¿Te daría corte hacer un trío con Julia?

-No, no me daría corte, pero no sé si querrá, te odia.

-Es muy puta.

-Hasta hace nada era virgen.

-Pero ahora es muy puta y querrá.

-Dirás que sois muy putas.

-Somos muy putas, pero somos tus putas.

-¿Qué estará haciendo ahora?

Julia estaba en cama con Anastasia en una de las camas gemelas de una amplia habitación. Anastasia era una pelirroja de ojos azules con pecas hasta en el culo, pero muy bonita. En la otra cama dormía Clara, la hermana de Anastasia, una muchacha también pelirroja y algo más joven que ella. Hacía una media hora que se metieran en cama. Las contras de la ventana estaban entreabiertas y un rayó de luna se posaba sobre el cuerpo de Anastasia, que ya dormía. Julia no tenía sueño. Apartó muy lentamente la sábana y la colcha que cubrían a Anastasia y la vio cubierta con un picardías negro que dejaba entrever sus sus gordas tetas y ver sus largas y fuertes piernas. Lo levantó un poco y vio que por los lados de sus bragas negras salía pelos pelirrojos. Se rozó el clítoris con dos dedos. Le bajó una asa del picardías y vio una teta grande y redonda con la areola rosada echada hacia fuera y un pezón gordo. Metió un dedo en el coño y comenzó a masturbarse metiendo y sacando el dedo del coño sin dejar de acariciar el clítoris. Le bajó la otra asa y vio la otra teta. Las dos tetas eran blancas cómo la leche y tenían los pezones erectos. Se moría por mamar aquellas tetas, pero Anastasia era heterosexual y en breve se iba a casar, tan en breve cómo el domingo de la semana siguiente. Le apartó las bragas hacia un lado, le pasó muy despacito un dedo por la raja y le salió mojado. Anastasia abrió los ojos, y susurrando le dijo:

-Se ve que te gusto.

-Me gustas una barbaridad. ¿Me dejas mamarte las tetas?

-Si, pero no hagas ruido que se puede despertar mi hermana pequeña.

La boca de Anastasia se posó sobre la areola hinchada de la teta izquierda y mamó con ganas atrasadas mientras su dedo entraba y salía de su coño cada vez más aprisa, luego mamó la derecha... Anastasia metió dos dedos dentro del coño y también buscó un final feliz. Las mamadas dieron paso a los besos, a los pequeños ruidos, la pasión se desbordó y poco después se corrieron juntas al sentir decir a Clara, en bajito, en la otra cama:

-Yo ya no puedo mas. Me cooooooooooh.

Dos días después, por la noche, Eduardo, Julia y Elvira estaban desnudos en la habitación de matrimonio. Elvira tenía en la mano un lubricante Durex con base de agua. Le dijo a Julia:

-Esto hará que la penetración anal sea más agradable.

Eduardo, le dijo:

-Mejor excitarla antes con otra base de agua.

-¿Cuál, papá?

Eduardo tenía en las manos una botella de tres litros de cava Freixenet, echó un trago, después le dio la botella a su hija, y le dijo:

-Echa cava por la espalda y por las tetas para que Elvira y yo disfrutemos de ti.

Elvira se puso detrás de ella y fue lamiendo la espalda, luego al bajar entre sus nalgas le lamió el ojete y el periné. A Julia le encantó sentir la lengua lamer su ojete mientras su padre le comía la boca. Al echar cava por delante Eduardo le comió las tetas y después el coño... Julia siguió echando pequeñas cantidades de cava por detrás y por delante... Poco después el cava fue a la mierda, ya que se comenzó a correr y la botella le cayó de las manos, y no cayó ella de culo porque su padre la sujetó mientras sus piernas y su cuerpo temblaban cómo sacudidas por un terremoto... A continuación. Eduardo la echó sobre la cama dejando sus piernas colgando, Elvira, que era una golosa, se agachó y le lamió el coño corrido, Eduardo al ver a tiro el coño de su mujer, la cogió por la cintura y se la clavó hasta el fondo de una sola estocada... Después le siguió dando, pero no de cualquier manera, le dio duro, de manera que con cada clavada su cuerpo se movía hacia delante y con ella la cabeza, lo que hacía que su lengua lamiera el coño y el clítoris de Julia en un continuo.

Pasado un tiempo Elvira se enderezó con la polla dentro del coño, movió el culo alrededor, y le dijo a su marido:

-¡Me corro, cariño!

Eduardo, medio agachado y magreándole las tetas sintió como el coño de su esposa anegaba su polla con una larga corrida.

Al acabar de correrse, sacó la polla y pringada de jugos se la dio a mamar a su hija. Julia, que si se toca ya se corre, mamó la polla con ganas. Luego, Eduardo, la echó boca abajo a lo largo de la cama. Echó cantidad de lubricante en la polla, lo extendió bien, le puso el glande en el ojete, empujó, y la cabeza entró en su culo con más facilidad de lo que había entrado en su coño al desvirgarla. Julia con la cabeza pegada a la cama y los brazos estirados hacia delante estaba encantada.

-¡Qué bueno! Que rico, ay que rico, ay, ay, ay que riiiiiicooooo. ¡Métemela hasta el fondo del culo, papá!

Eduardo se la clavó hasta las trancas.

-Mete y saca, mete y saca, ¡Quiero correrme así!

Elvira le preguntó a Eduardo:

-¿Se la tienes metida en el culo?

-Sí.

-¡Hostias con la princesa! Tiene más vicio que yo.

-¡Calla, puta! ¡¡Roba padres!!

Julia estaba actuando, Elvira lo sabía, pero Eduardo, no.

Le dio dos cachetes en las nalgas y le dijo:

-No le llames eso a tu madre o te pongo el culo negro.

Lo retó.

-¡No tienes cojones!

-¡¿Qué no?!

Eduardo la nalgueó con fuerza y le folló el culo a romper. Julia cuanto más le gustaba, más le decía:

-Maricón... maricón... Maricón... Maricón... Ma, ma, ¡¡Madre mía que corrida!!

Lo fue, Julia se corrió cómo un río y con la fuerza de un ciclón. Eduardo le llenó el culo de leche.
 
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