Durante un Viaje

heranlu

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Ago 31, 2007
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Fermín, mi padre, era un mal nacido. Maltrataba a mi madre un día sí y otro también. Cuando no era una ostia con la mano abierta era un empujón, y cuando no era un castigo corporal era verbal. Le llamaba de todo, y lo más suave era "puta". El putero era él, y por gastar el dinero en mujeres de mala vida más de una vez pasamos sin comer.

Yo era el mayor de cinco hermanos y me llevaban los demonios al ver a mi padre zurrándole a mi madre, pero aunque era corpulento, alto y fuerte, mi padre era el doble de ancho que yo y tenía unas manoplas como palas que más de una vez había probado.

Un lunes por la tarde sentimos un coche pitar delante de nuestra casa. Salimos a mirar quien pitaba mis hermanas Sara, Celia, María, mi hermano Carlos y yo. Era mi padre el que pitaba. Estaba dentro de un Seat 600. ¿Qué coño hacía mi padre con un coche si no teníamos para comer? Mis hermanas y mi hermano fueron corriendo junto a mi padre, les abrió la puerta y se sentaron en el asiento trasero. Mi padre me miró y me preguntó:

-¿No vienes a dar una vuelta, Javier?

Tenía la voz tomada. Estaba borracho. Le respondí:

-En otro momento.

Mi padre, mi hermano y mis hermanas se fueron. Entré en casa y le pregunté a mi madre:

-¿De dónde sacaría papá el dinero para comprar ese coche?

-Heredó de una tía de Segovia.

-¿Y no había mejores cosas en que meter el dinero?

-Sabes que siempre hace lo que le da la gana.

-Pena que no se comprara una moto... Puede que así se partiera los cuernos.

-No se los puse, hijo.

-Pues debías.

-Ganas no me faltaron.

-Aún estás a tiempo.

-Supongo que sí, pero si me zurra sin metérselos, si se los meto, me mata.

-¡Un día lo clavo!

-¡Ni se te ocurra! No arruines tu vida por un desgraciado.

Miré a mi madre. Estaba muy delgada. No era ni la sombra de aquella morenaza, gordita y guapa que se podía ver en las viejas fotografías, pero aún tenía su puntito. Sus tetas eran grandes y su culo redondo no lo tenía decaído. Supongo que miré demasiado para donde no debía, ya que mi madre me dijo:

-No me mires para las tetas, hijo.

-Las tienes bonitas, pero no me atraen.

-¡No mientas! No me extrañaría que cuando te doy la espalda me mires para el culo.

-Miro, madre, pero no me atrae.

-¡Serás caradura! En fin, estás en esa edad en la que no sabes si vas o si vienes.

-¿Y tú lo sabes?

-Lo único que sé es que tu padre hace tres años que no viene a mi lado.

-Las putas.

-Sí, hijo, sí, las putas me las hacen pasar putas.

-Y el putero, más.

Mi padre, mis hermanas y mi hermano, volvieron a casa. El Seal 600 desentonaba delante de una casa de alquiler, y más para el tendero al que mi madre le debía el gasto del mes.

Estábamos en la cocina sentados alrededor de una mesa redonda. Mi madre puso delante de mi padre una botella de vino blanco y un vaso, (si no lo hacía la armaba) y le preguntó:

-¿Cuándo le vamos a pagar al tendero?

-¿Cuánto se debe?

-1.728 pesetas.

Mi padre sacó del bolsillo una cartera de piel repleta de billetes de mil pesetas. Le dio dos billetes a mi madre, y le dijo:

-¿Será por dinero?

Sara, mi hermana pequeña, al ver los billetes, exclamó:

-¡Somos ricos!

Mi madre sabía que aquel dinero se lo iba a pulir en putas. ¡En putas! Y ella con 42 años llevaba tres sin sexo. Se levantó y fue a la tienda a pagar lo que debía.

Hubo paz tres días. Al cuarto día le dijo mi padre a mi madre:

-Mañana vamos todos a Segovia a ver la casa que heredé. Si os gusta podemos ir a vivir allí.

Mi madre le preguntó:

-¿Y vas a dejar el trabajo?

-De zapatero se puede trabajar en cualquier sitio.

-Yo no voy.

A mi madre le cayó una ostia.

-¡Tú vas!

Mi madre estaba asustada, aún así le dijo:

-No hay sitio pra siete en ese coche tan pequeño, Fermín.

-Se hace. Y no iremos siete, iremos ocho, Pedro quiere conocer Segovia. Iremos por la noche. Hay menos tráfico.

-Ese borracho...

Mi padre levantó la mano. Esta vez no se lo iba a permitir. Me levanté y le dije:

-¡Bájala si tienes cojones!

Mi padre me miró. Mi cara le debió decir que le iban a caer las del pulpo. Estaba borracho y no se atrevió a volver a pegar a mi madre, pero me las iba a guardar. Cabreado, exclamo:

-¡¡¡Todo dios para cama!!!

Mi hermano y mis hermanas salieron en estampida. Tras ellos fuimos mi madre y yo.

Al día siguiente, por la noche, en el asiento trasero del 600 estaba yo con mi madre sentada en mi regazo. (Era el castigo por haber desafiado a mi padre) Sara y María y Celia y Carlos, apretados, nos flanqueban. En el asiento delantero, con toda la comodidad del mundo, iba mi padre y su amigo Pedro, un borracho que lo mismo le daba al vino que al anís. No pararían de hablar en todo el viaje, y siempre de lo mismo, de fútbol.

Mi padre arrancó el coche y emprendimos el viaje. Al coger el primer bache, el culo de mi madre chocó con mi polla dormida. Aquel iba a ser un viaje movidito, puesto que la carretera estaba llena de baches. Al quinto o sexto bache, ya no lo recuerdo bien, mi polla se puso dura. Mi madre, que llevaba tres años sin sentir nada duro entre las piernas, acomodó sus nalgas a mi verga, y con ella en medio, cada vez que llegaba un bache apretaba hacia abajo con su culo y lo movía hacia delante y hacia atrás. Aguanté unos 5 kilómetros, pero en uno de estos baches, eyaculé. Mi madre sintió como me corría y yo sentí como ella se estremecía, fue como si de repente le hubiera cogido el frío.

Unos veinte baches más adelante se me volvió a poner dura. Mi madre siguió com el ritual, bache, apretón y movimientos... Depués de uno de ellos, mi madre me preguntó:

-¿Te cansas, cariño?

-No.

Saltó el cabrón de mi padre.

-¡Y si te cansas te jodes!

El borrachín de Pedro le daba por el palo.

-¡Con dos cojones! Que se note quien manda.

Unos kilómetros más adelante mis hermanas y mis hermano ya se quedaran dormidos. Mi madre se quitó una orquilla del pelo, hizo que se le caía, y dijo:

-Se me cayó una orquilla. No creo que la encuentre.

Se agachó. Me cogió las manos y me las puso en las tetas. Se las magreé. Casi me vuelvo a correr, ya que estuvo agachada más de un minuto. Al fimal se levantó y se puso la orquilla en el pelo. Acercó su cara a la mía. Sentí que la tenía hirviedo. Me susurró al oído:

-Cuando me levante saca la polla.

Se levantó, y poniendo el cuerpo entre los dos asientos, se estiró, echó una mano a la guantera y con la otra mano se bajó las bragas. Mi padre se puso furioso.

-¡¿Qué coño haces?!

-Puse ahí un paño y le quiero limpiar con él los mocos a Sarita.

-Dale el puerco paño, Pedro.

Pedro le dió a mi madre lo que encontró, un trapo viejo.

Yo ya había quitado la verga. Le levanté la fada a mi madre. Ella se sentó en mi regazo buscando con su chocho mi capullo. Le entró con una suavidad exquisita... Ahora mi madre al llegar el bache subía, bajaba y le daba al culo alrededor... Como era mi primera vez, al sentir bajar el flujo vaginal de mi madre por mi polla llena de semen y aguadilla, pensé que una mujer al metérsela no paraba de correrse, pero en uno de esos baches, sentí como se corre una mujer... El chocho de mi madre, que estaba temblando, se cerró y apretó mi polla, se abrió y expulsó flujo, se volvió a cerrar, apretó mi polla, se abrió y expulsó flujo, se cerró, apretó mi polla... Me estaba pidiendo leche, y se la dí. Nuestras corridas se mezclaron. Mi madre, al sentir mi leche dentro de su chocho, apretó mis manos con las suyas, acercó su cara a la mía, cerró los ojos, y se hizo la dormida. Mi padre, me preguntó:

-¿Duerme tu madre?

-Sí. ¿Cuánto falta para Segovia?

-Horas. Vas a llevar horas a la muerta encima.

Otro bache me dijo que aquel viaje iba a ser alucinante.
En la mitad del viaje, más o menos, mi padre detuvo el coche en el arcén. De conducir sabía lo justo, "para suerte nuestra", ya que para detenerlo pegó un frenazo y mi verga se clavó hasta el fondo en el chocho de mi madre, que soltó un gemido. Mi padre seguía disfrutando.

-¿Te asustaste, fea durmiente? No haberte quedado dormida. Vamos a refrescar la garganta, Pedro.

La luna estaba en cuarto creciente y aparecía de vez en cuando entre las nubes. La farola más cercana estaría a unos 100 metros. Bajaron del Seat 600. Mi padre abrío el maletero, que estaba en la parte delantera, lo que nos ocultó a su vista y a la de Pedro, y aunque no nos ocultara estábamos casi a oscuras y no nos podían ver. Le oímos decir a mi padre:

-A ver si te gusta este blanco del país, Pedro.

Mi madre me cogió las manos y las llevó a sus grandes tetas. Giró la cabeza y me besó. Fue un beso rápido pero su lengua me supo a gloria. Comenzó a mover el culo como si fuera un remolino. Unos segundos más tarde sentí de nuevo como su chocho se cerraba, apretaba mi verga, se abría y soltaba flujo... Los gemidos de mi madre eran casi imperceptibles. Sonaron tan dulces en mis oídos que, apretando sus tetas, la volví a llenar de leche. Al acabar de corrernos, se levantó y me volvió a besar, esta vez sin lengua. Quitó mi polla del chocho. Con el trapo viejo que le había dado Pedro, limpió la leche y el fujo de su almeja, de mi pantalón y de mis calzoncillos, en los que había una charca de semen y de flujo vaginal, y después, metiendo mi verga dentro de su chocho, se sentó en mi regazo, y me dijo:

-Cuando lleguemos a Segovia y bajes del coche saca la camisa por fuera para tapar el lamparón.

-Sí, madre.

Mi padre y Pedro, a morro, ya se habían chupado el vino,. Mi padre cerró la puerta del maletero. Tocaba mear. Los muy cerdos, meando de espaldas al coche, se quisieron hacer los graciosos. Dijo mi padre:

-El español su meada controla.

Pedro lo siguió.

-Por eso la polla española nunca mea sola.

-Y si mea sola es la de un chepudo.

-De un chepudo que no es español.

-Y si es español.

-Es un cornudo.

Levantaron el brazo derecho y saludaron.

-¡¡Arriba España!!

-¡¡Viva Franco!!

-¡¡Viva!!

¡Payasos! Ya le tenia tantas ganas al borrachín de Pedro como a mi padre.

Siguieron los baches y siguió soltando flujo el chocho de mi madre y aguadilla mi verga. Estábamos en la gloria. Deseábamos que no se acabase aquel viaje alucinante.

Llegamos a Segovia y nos esperaba una sorpresa, ¿Fuiste alguna vez en un Seat 600 por una carretera de adoquines? Si no fiuiste te diré lo que és. Es un continuo traca traca, traca traca, traca traca, traca traca y ese traca traca lo hacía mi verga en el chocho de mi madre. No agunté ni un minuto en correrme... Mi madre también se iba a correr. Cogió el trapo viejo. Estaba mojado de fujo y semen, pero lo tuvo que poner en la boca. Vió que aún así iba a gritar. Metió dos dedos en la garganta... Sentí como su chocho se cerraba y apretaba mi verga. Al tiempo que enpezó a correrse y soltar flujo, vomitó. Sus gemidos los sustituyó el vómito. Su corrida fue inmensa. La contracciones de su chocho fueron innumerables. Mi padre, el muy cabrón, en vez de preocuparse por mi madre, disfrutaba. Me miró y me preguntó:

-¿Estás bien, cabronazo?

-Si.

-¡Bien bañado de vómito, hijo puta!

Pedro, le preguntó:

-¿Qué te pasa con tu hijo?

-Que me faltó al respeto.

-Pues bien bañado está, pero abramos las ventanillas que aquí apesta.

-¡Qué se jodan!

-¿Y nosotros?

-Vale, pero sólo un poquito.

Abrieron las ventanillas. Enseguida saldría el olor.

Mi madre, al tomar aliento, me dijo:

-Lo siento, hijo, me mareé.

-Mejor fuera que dentro, madre, mejor fuera que dentro.

Mi madre ya estaba desatada.

-Pues yo la prefiero dentro, hijo. -apretó su culo contra mí- Muy dentro.

Preguntando íbamos llegar a la casa que heredara mi padre, pero antes mi madre volvió a hacer el truco de la orquilla... Le subí las bragas y guardé la verga... Al llegar despertamos a mi hermano y a mis hermanas. Me bajé del coche y saqué la camisa por fuera del pantalón, aunque no hacía falta, el lamparón de mi pantalón, podía ser de las flemas del vómito de mi madre. La casa era de dos plantas. A mi madre no le dio tiempo a ver más que la entrada y la cocina, ya que le dijo mi padre:

-¡Coge agua y jabón y vete a limpiar el vómito de mi coche!

Era su coche. Todo era suyo. Mi madre le dijo:

-Antes me voy a cambiar que apesto. Trae la maleta.

Mi madre también le pertenecía.

-¡Tira para fuera, limpia el coche y trae la maleta cuando acabes, puta!

Mi madre se resignó, pero se la volvió a echar.

-Para un vez que tienes razón...

-¡¿En qué?!

Era en lo de puta, pero le dijo:

-En nada. Voy a limpiar el coche.

Ese día mi padre y Pedro cogieron una borrachera de campeonato. Mi madre y yo nos mirábamos y nos sonreíamos. Estábamos deseando estar a solas para dar amor de hijo, amor maternal, para darnos amor. El momento iba a llegar. Fue al día siguiente. Mi padre le dijo a mi hermano y a mis hermanas:

-Nos vamos a ver el Acueducto de Segovia.

Mi hermano y mis hermanas saltaban de contentos.

Mi madre le dijo.

-Debe ser muy bonito. Lo hicieron los romanos.

-Tú y tu hijo no venís. Queremos ir cómodos.

Mi madre se calló, no fuera que cambiase de idea. Se fueron. Al sentir arrancar el coche, mi madre se acercó a mí. Rodeó mi cuello con sus brazos. Me miró a los ojos y me besó. Aquel beso estremeció nuestros cuerpos, un estremecimiento de esos que te hacen sentir en el paraíso. Mi verga se puso dura al tener su lengua en mi boca y sus tetas pegadas a mi cuerpo. Mi madre bajó una mano y acarició mi verga por encima del pantalón. Yo subí su vestido y le metí una mano dentro de las bragas. Su chocho estaba mojado. Me dijo:

-Mete dos dedos dentro, hijo.

Se los metí.

-Hasta el fondo, y para dentro y para fuera, sin parar.

Comencé a masturbar a mi madre, sin saber que lo hacía. Ella sacó mi verga y la meneó mientras me besaba. Al rato, dejó de besarme con lengua, me dió un pico en los labios, y me dijo:

-Vamos a tu habitacuón.

Le saqué los dedos del chocho. Estaban mojados con su jugo. Mi madre me cogió la mano y chupó el flujo de los dedos. Le pregunté:

-¿Te gusta?

-Sí, le cogí el gusto estos tres años que tu padre no me atendió.

No la entendí. Ahora sí sé lo que me habia dicho, que llevaba tres años matándose a pajas.

Al llegar a la habitación se quitó el vestido, el sujetador, las bragas y las zapatillas. Vi sus grandes tetas, con sus negras areolas y sus pezones de punta... Vi su chocho rodeado de una gran mata de pelo negro y creí que estaba soñando. ¡Mi madre, desnuda, era preciosa! Se echó sobre la cama, Abrió las piernas, y me preguntó:

-¿Quieres saber como sabe mi jugo?

-Sí.

-Desnúdate. Ven y pruébalo.

Me desnudé, me metí entre las piermas de mi madre y le pasé la lengua por los labios del chocho.

-Mete tu lengua en el agujero para saborearlo bien, y coge mis tetas.

Cogí sus tetas. Le metí la lengua en el agujero y mi madre gimió: "¡¡Aaaaaaaaay!!" Me gustó tanto lo que oí que le meti y saqué la lengua en el chocho unas cincuenta veces, o más. Mi madre ya estaba como una moto, cuando me dijo:

-De abajo arriba, hijo, pásame la lengua de abajo arriba. ¡Y aprieta mis pezones!

Hice lo que me dijo.

-¡¡Más rápidó, más rápido, más más más¡¡ ¡Méteme la lengua dentro! ¡¡ ¡Me corro, hijo, me corro!!!

Esta vez su chocho, se cerraba sobre mi lengua, apretaba, se abría y le daba su flujo. Yo, al abrirse, le metía mi lengua dentro del chocho todo lo que podía, y el chocho me la volvía sacar al cerrarse y apretarla...

Mi polla latía una cosa mala al sentir lo que hacía su chocho con mi lengua, sintiendo los gemidos de mi madre y viendo como su cuerpo se sacudía.

Cuando mi madre se acabó de correr tenía una cara de felicidad como nuca le había visto.

Poco después de correrse, cogió mi verga con una mano, y se la metió en la boca. Como era la primera mamada que me hacían, no aguanté nada. La avisé de lo inminente.

-Mamá, quítala de la boca que me voy a correr.

Me respondió:

-Sería un pecado quitarla, hijo.

Sentir como subía la leche por mi canalillo, como salía a chorros de mi capullo para acabar en la boca de mi madre y como tragaba y chupaba para sacar más y más y más leche, me produjo un placer indescriptible. Fue un placer tan grande que ninguna otra mujer igualaría el gozo que me dio mi madre.

Nos quedamos echados boca arriba. Mi madre no soltó mi verga. La seguía meneando. Cinco o seis mimutos más tarde ya la pusiera dura. Subió encima de mi y me dijo:

-Quedaté quieto y deja que haga mamá.

Me besó y me folló muy despacito. Me dio las tetas a chupar. Así estuvo un cuarto de hora, o más. Luego, la sacó, acarició el ojete con el capullo empapado y después se lo fue metiendo. Iba por la mitad y me corrí en su culo. Me siguió follando hasta que sintió que se me puso dura de nuevo,. La quitó. La limpió con la sábana, se la metió en el chocho y me folló a toda pastillal, hasta que se detuvo, me miró a los ojos. y me dijo:

-Nunca tu padre me hizo, me hizo, ¡¡¡¡Oooooooooooooh!!!

Se derumbó sobre mí y su chocho volvió con su angelicales contracciones... Cierra, aprieta verga, abre y expulsa flujo, cierra, aprieta verga, abre y expulsa flujo, cierra, aprieta verga, abre y expulsa flujo...

Al acabar de correrse, sacó la polla y me hizo otra mamada hasta que le di a mi madre lo que buscaba, mi leche, espesa y calentita.

No quisimos arriesgar y lo dejamos.

Y suerte tuvimos, ya que a los 10 minutos llegaba mi padre con mi hermano, mis hermanas y Pedro. Venía enfadado. Se sentó en una silla de la cocina, y dijo:

-¡¡Putas carreteras de mierda!!

Mi madre le preguntó:

-¿Qué te pasó?

-Que se le pinchó una rueda al coche.

-Pensé que fuera algo peor.

-¿Cómo qué?

-Un accidente.

-¡Un accidente lo vas a tener tú!

Levantó la mano. Yo, que estaba detrás de él, se la agarré. Se giró y me dijo, sonriendo:

-Llevo esperando este momento desde que te pasaste de la raya. Hoy no estoy borracho.

Me puse gallito.

-Ni yo tengo 15 años.

Quiso darme. Le metí una ostia en un ojo que no sé cuantras estrellas vería. Cayó al suelo como un fardo. Vi por el rabillo del ojo como Pedro levantaba la mano para darme a traición. Me di la vuelta y con las ganas que le tenía le largué un puñetazo en el estómago con toda mi alma, se encogió, le di otro en la cara que hizo que comiera el piso. Tenía a los dos en el suelo, y les dije:

-Veamos quien tiene los cojones de levantarse primero.

Mi padre, que tanto presumía de valiente, era un cagado, y me dijo desde el suelo:

-Se acabó. No habrá más pelea. No le volveré a pegar a tu madre, pero tú te vas de casa.

-Mi madre, le dijo:

-Si él se va, yo me voy con él.

Al final, mi madre, mis hernanas, mi hermano y yo, nos quedamos en Segovia. Mi padre, con su dinero volvió a la casa de alquiler y a sus putas. En una cosa tenía razón mi padre, trabajo de zapatero había en todas partes, y como yo también era zapatero, acabé teniendo mi propia zapatería, y mi madre, mi madre sigue al frente del negocio.
 
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