Don Severiano era un cura gallego que había sido invitado al piso de su sobrina Ángeles el tiempo que dura la feria de abril de Sevilla.
El primer día, después de dejar sus cosas en el piso, paseaba de paisano con Ángeles como un turista más. Tres amigas de su sobrina se pusieron a bailar delante de él. La sobrina se juntó a ellas y le dijo:
-Venga, mueva el esqueleto.
Ellas llevaban las sevillanas en la sangre y él la muiñeira, pero se puso a bailar. Las amigas lo miraban y se reían, supuso que sería porque parecía un pato mareado, pero como dice el dicho, donde fueres haz o que vieres.
Luego Ángeles y su tío se metieron en una caseta a tomar un poco de jamón y unos finos. Ángeles cogió una loncha de jamón del plato, se lo comió y después se bebió el fino de su tío y el suyo. El cura no pudo hacer más que sonreír y decirle:
-No hagas tonterías que acabarás pillando una cogorza.
-Hace falta mucho fino para emborracharme, aunque la verdad es que no debería ni tocarlo por lo que me hace.
-¿Qué te hace?
-Hace que se me abran las piernas.
-No gastes esas bromas.
-Las sevillanas somos muy bromistas... En la cama.
El cura tiró de ella.
-¿Tienes a alguien para eso?
-No, ni falta que me hace.
-¿Por qué?
-Porque soy muy fantasiosa.
-Como todas las mujeres, fantaseáis con vuestro príncipe azul.
-El único príncipe azul que se puede encontrar por aquí es un pitufo, y su tamaño, como que no da para hacerse un dedo.
El cura la reprendió.
-¡¿Te has olvidado de con quién estás hablando?!
-No me he olvidado, pero ando caliente.
-Si con dos finos hablas así. ¡¿Qué dirás con tres?!
-No va a tardar en averiguarlo.
-Recuerda que además de cura soy tu tío.
-El morbo es doble.
El cura miró para la calle y vio a las amigas de Ángeles bailando y mirándolos, era como si supieran las ideas de su amiga. Tenía que cortarla.
-Hasta aquí llegó la broma. Vete con tus amigas que no me voy a perder.
Le dio una llave del piso y le dijo:
-Lo veo en casa.
-No, si puedo evitarlo.
Después de ponerse fino a finos, se hartó de buscar habitación en hoteles y pensiones, pero no hubo manera de encontrarla. No le quedó más remedio que volver al piso de su sobrina. Entró en el piso. La luz estaba apagada. Sintió como le caían varios golpes en la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando despertó estaba desnudo, sentado en la taza del váter, con la puerta abierta y la mano izquierda esposada al radiador de la calefacción. Ángeles estaba en ropa interior sobre la cama. Verla en lencería era un pecado. La voz de Ángeles le sonó a canto de sirena cuando le dijo:
-Va a empezar el show, tío.
El cura no estaba para shows.
-¿Con qué me has dado en la cabeza?
Lo habían golpeado con sartenes las tres amigas de Ángeles y luego de ayudarla a ponerlo donde estaba sentado, se habían ido, pero lo vaciló.
-Con una teta.
-Encima pitorreo. Suéltame, pecadora.
-Calle y goce de la visión.
-¿Quién te ha ayudado a atarme y a ponerme aquí?
-Yo no delato a mis compinches.
Ángeles cogió de un cajón de la mesilla de noche un consolador con unos tremendos huevos y mirando para la polla de su tío, lo metió en la boca y comenzó a jugar con él. Ver como lo lamía y como lo chupaba hizo que la polla del cura comenzase a levantarse y a echar aguadilla.
-Tiene una buena verga, tío.
-Eres una enviada del diablo.
Aquello se estaba poniendo demasiado caliente. Ángeles era un bombón, y el cura, además de cura era un hombre.
-¿Ha practicado el sexo oral extremo, tío?
-No digas sandeces. Yo la boca la uso para el Bien.
-A mí me encanta el sexo oral extremo, o sea, me gusta agarrar una polla y meterla hasta la tráquea.
Metió el consolador hasta la tráquea. El cura vio como le daban arcadas, como babeaba, como se le tensaba el vientre y la polla se le puso tiesa.
-Se está poniendo cómo una moto, tío.
Fue a su lado y le ató la mano derecha a la silla con una media.
-Esto es para que no se toque.
-No me iba a tocar, loca.
Regresó a la cama, se quitó las bragas, puso el consolador hacia arriba debajo de su coño, echó la cabeza hacia atrás y jugó con su cabello en un acto de coquetería, mientras lo metía. Con todo el consolador dentro del coño, le dijo:
-Ahora le voy a enseñar parte de mis encantos.
El cura se escandalizó.
-¡Detente, golfa!
-Cierre los ojos si no quiere verlos.
El cura tenía doble moral.
-No voy a cerrar nada, quiero ver como obra el diablo.
Ángeles siguió a lo suyo.
-¿Quiere que le dé el coño comer?
-Yo no como coños.
-Eso ya lo veremos.
-No vas a ver nada.
Viendo como el consolador entraba y salía del coño la polla se le puso a dar brincos.
-Por lo pronto veo como su polla le da latigazos, suelta aguadilla y esta le llega a las pelotas.
-El cuerpo va a su bola.
-¿Quiere ver mis tetas?
-No.
-Miente.
-No.
-Los curas no deberían mentir.
-Si no estuviera atado te daba unas hostias de las que no se comen.
-Por eso lo até, para que no se me desmadre.
Le enseñó una teta, era una teta grande, con una bella areola rosada y un pequeño pezón.
-Eres una perdida.
Ángeles sonrió y luego bromeó.
-La perdida tiene otra teta igual.
La polla del cura se movió como si tuviera el mal de san Víctor y la aguadilla ya llegaba a la tapa del váter. Ángeles, viendo como se movía, le dijo:
-Apuesto lo que sea a que si lo soltara me rompería el coño.
-Lo que te rompería es la boca.
-¿A besos?
El cura parecía realmente enfadado.
-¡A hostias!
Se rio de él.
-La violencia no casa con la religión que profesa.
Le enseñó las dos tetas.
-¡Desvergonzada!
-Sé que quiere comerlas, sé que tiene una hambre de tetas como nunca antes ha tenido. ¿Quiere que se las dé a chupar?
Cayéndole la baba, le respondió:
-No.
-Se las voy a dar a chupar, y si no me las chupa le meto el consolador en el culo.
-Serás hija de...
-No insulte a mi madre.
-¡Puta!
Ángeles cambió radicalmente. Fue al lado de su tío de nuevo y le cruzó la cara por dos veces.
-¡Plassss, plassss!
-¡A mí no me llama puta ningún mea pilas.
Al cura le había dolido. Se disculpó antes de que le cayeran dos bofetadas más, pues Ángeles había sacado el genio, su lado oscuro, o lo que fuera, y al estar atado, la cosa no pintaba bien.
-Lo siento, se me fue la lengua, fue producto del calentón.
Agarró una teta con las dos manos y se la puso enfrente de la boca.
-Lame, besa, chupa y mama.
El cura mentía más que hablaba.
-Nunca he hecho eso.
-Improvisa.
Improvisó, e improvisando, acabó lamiendo, besando y chupando las dos tetas.
-¿Ahora me vas a comer el coño?
Ya le estaban doliendo los huevos, así que arriesgándose a llevar, le dijo:
-Si vas a follarme, fóllame ya.
Le cayeron otras dos bofetadas.
-¡Plassss, plassss!
-¡Te voy a follar cuando me salga del coño!
-¡Estás loca!
Le puso el coño delante de la boca.
¡Muy loca! Lame.
-Vomitaría si lo lamo.
Le agarró los pezones y apretó con ganas.
-Si vomitas te los arranco.
Se rebajó como un niño asustado, pero es que le había dolido de cojones.
-Lo siento, lo siento, lo siento... Dame el coño que te lo lamo.
Ángeles cambió de opinión.
-Ahora no te lo doy, no sea que vomites de verdad. Lo que voy a hacer es mamártela
El cura no sabía si su sobrina estaba mintiendo, si era bipolar, o que carallo era. Siguió el camino fácil.
-Haz lo que te plazca, pero sin torturas.
Ángeles se puso en cuclillas delante de él, le echó la mano a la polla, la chupó, la meneó y después la metió hasta la tráquea. Al quitarla comenzaron las arcadas y los babeos y sus ojos se pusieron llorosos, pero al pasarle, volvió a hacer lo mismo la tira veces. La última vez que la metió en la boca, la chupó y no le dio tiempo a más. El cura se corrió en su boca. Ángeles se tragó la leche y después le dijo:
-Me pone cachonda el sexo oral extremo. Ahora necesito una polla en mi coño, una polla que me lo rompa, y la tuya no me vale porque está más blanda que un flan.
Regresó a la cama. Se echó boca arriba sobre la cama, cogió el consolador y comenzó a follar el coño. Viendo como lo follaba, el cura se puso cachondo, y al rato, oyendo sus gemidos, la polla se le puso dura de nuevo.
Ángeles se había olvidado de él. Se follaba como si se hubiera vuelto loca, y cuando digo como una loca es porque a veces sacaba la polla, la lamía, la limpiaba de jugos y la volvía meter en el coño.
Cuando se corrió gimió de tal modo que parecía que la estaban matando.
El cura tiró de la cadena de las esposas, y no supo como, pero se abrieron. Soltó la otra mano y se fue a por su sobrina. Ángeles estaba con los ojos cerrados, las rodillas flexionadas y las piernas abiertas de par en par. Le echó una buena ojeada. Era un coño pequeño y rasurado. Al subir a la cama, Ángeles, abrió los ojos.
-¡Te has soltado!
-Sí, y suelto me vas a ver.
-¡¿Me vas a dar?!
-A mazo.
Ángeles se asustó.
-¡¿Con esas manazas?!
-Con la polla.
Le levantó el culo con las manos, le metió la polla en el coño y le dio caña fina... En nada se corrieron, ella en la polla del cura, y él dentro del coño de su sobrina. Con la leche saliendo del coño, le lamió la que cubría su ojete y luego le enterró la lengua en el agujero, después la sacó y le lamió el coño lleno de leche. Le preguntó:
-¿Quieres correrte así?
-Esas cosas no se preguntan, se hacen.
Se las hizo, le hizo una comida de coño de esas que se hacen después de haber comido cantidad de coños. Ángeles, al correrse, le temblaron hasta las orejas. Luego de recuperarse, le dijo:
-Era verdad lo que me contó una chica de tu parroquia cuando estuve en Galicia.
-¿Qué te dijo?
-Que la habías dejado sin respiración cuando la follaste.
-Afortunadamente, algunas no saben tener la boca cerrada. ¿Algo más?
-Sí, tengo ganas de un buen empotramiento.
-¿Dónde?
-En el culo.
-¿Te gusta por el culo?
-Si no me gustara no te hubiese pedido que me lo follaras.
Le volvió a echar las manos a las duras nalgas, se las levantó, le metió la polla en el culo y le dio caña brava. Ángeles mojó tres dedos en la boca, y esta vez no los metió dentro de su coño, lo que hizo fue acariciar su clítoris con ellos, lo acarició de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor... Al final los dedos volaron y cuando el cura le llenó el culo de leche, se corrió como una bendita.
Después de correrse, Ángeles, boca arriba, le dijo
-Ponte la sotana.
-¿Pero aún no te llegó?
-Al alba me lo preguntas de nuevo.
-Voy a mear y ahora vuelvo.
No volvió. Salió del piso a hurtadillas, y sin muchas de sus cosas. Cogió el coche y regresó a Galicia, y es que tenía más de cincuenta años, y para toda una noche, como que no estaba.
El primer día, después de dejar sus cosas en el piso, paseaba de paisano con Ángeles como un turista más. Tres amigas de su sobrina se pusieron a bailar delante de él. La sobrina se juntó a ellas y le dijo:
-Venga, mueva el esqueleto.
Ellas llevaban las sevillanas en la sangre y él la muiñeira, pero se puso a bailar. Las amigas lo miraban y se reían, supuso que sería porque parecía un pato mareado, pero como dice el dicho, donde fueres haz o que vieres.
Luego Ángeles y su tío se metieron en una caseta a tomar un poco de jamón y unos finos. Ángeles cogió una loncha de jamón del plato, se lo comió y después se bebió el fino de su tío y el suyo. El cura no pudo hacer más que sonreír y decirle:
-No hagas tonterías que acabarás pillando una cogorza.
-Hace falta mucho fino para emborracharme, aunque la verdad es que no debería ni tocarlo por lo que me hace.
-¿Qué te hace?
-Hace que se me abran las piernas.
-No gastes esas bromas.
-Las sevillanas somos muy bromistas... En la cama.
El cura tiró de ella.
-¿Tienes a alguien para eso?
-No, ni falta que me hace.
-¿Por qué?
-Porque soy muy fantasiosa.
-Como todas las mujeres, fantaseáis con vuestro príncipe azul.
-El único príncipe azul que se puede encontrar por aquí es un pitufo, y su tamaño, como que no da para hacerse un dedo.
El cura la reprendió.
-¡¿Te has olvidado de con quién estás hablando?!
-No me he olvidado, pero ando caliente.
-Si con dos finos hablas así. ¡¿Qué dirás con tres?!
-No va a tardar en averiguarlo.
-Recuerda que además de cura soy tu tío.
-El morbo es doble.
El cura miró para la calle y vio a las amigas de Ángeles bailando y mirándolos, era como si supieran las ideas de su amiga. Tenía que cortarla.
-Hasta aquí llegó la broma. Vete con tus amigas que no me voy a perder.
Le dio una llave del piso y le dijo:
-Lo veo en casa.
-No, si puedo evitarlo.
Después de ponerse fino a finos, se hartó de buscar habitación en hoteles y pensiones, pero no hubo manera de encontrarla. No le quedó más remedio que volver al piso de su sobrina. Entró en el piso. La luz estaba apagada. Sintió como le caían varios golpes en la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando despertó estaba desnudo, sentado en la taza del váter, con la puerta abierta y la mano izquierda esposada al radiador de la calefacción. Ángeles estaba en ropa interior sobre la cama. Verla en lencería era un pecado. La voz de Ángeles le sonó a canto de sirena cuando le dijo:
-Va a empezar el show, tío.
El cura no estaba para shows.
-¿Con qué me has dado en la cabeza?
Lo habían golpeado con sartenes las tres amigas de Ángeles y luego de ayudarla a ponerlo donde estaba sentado, se habían ido, pero lo vaciló.
-Con una teta.
-Encima pitorreo. Suéltame, pecadora.
-Calle y goce de la visión.
-¿Quién te ha ayudado a atarme y a ponerme aquí?
-Yo no delato a mis compinches.
Ángeles cogió de un cajón de la mesilla de noche un consolador con unos tremendos huevos y mirando para la polla de su tío, lo metió en la boca y comenzó a jugar con él. Ver como lo lamía y como lo chupaba hizo que la polla del cura comenzase a levantarse y a echar aguadilla.
-Tiene una buena verga, tío.
-Eres una enviada del diablo.
Aquello se estaba poniendo demasiado caliente. Ángeles era un bombón, y el cura, además de cura era un hombre.
-¿Ha practicado el sexo oral extremo, tío?
-No digas sandeces. Yo la boca la uso para el Bien.
-A mí me encanta el sexo oral extremo, o sea, me gusta agarrar una polla y meterla hasta la tráquea.
Metió el consolador hasta la tráquea. El cura vio como le daban arcadas, como babeaba, como se le tensaba el vientre y la polla se le puso tiesa.
-Se está poniendo cómo una moto, tío.
Fue a su lado y le ató la mano derecha a la silla con una media.
-Esto es para que no se toque.
-No me iba a tocar, loca.
Regresó a la cama, se quitó las bragas, puso el consolador hacia arriba debajo de su coño, echó la cabeza hacia atrás y jugó con su cabello en un acto de coquetería, mientras lo metía. Con todo el consolador dentro del coño, le dijo:
-Ahora le voy a enseñar parte de mis encantos.
El cura se escandalizó.
-¡Detente, golfa!
-Cierre los ojos si no quiere verlos.
El cura tenía doble moral.
-No voy a cerrar nada, quiero ver como obra el diablo.
Ángeles siguió a lo suyo.
-¿Quiere que le dé el coño comer?
-Yo no como coños.
-Eso ya lo veremos.
-No vas a ver nada.
Viendo como el consolador entraba y salía del coño la polla se le puso a dar brincos.
-Por lo pronto veo como su polla le da latigazos, suelta aguadilla y esta le llega a las pelotas.
-El cuerpo va a su bola.
-¿Quiere ver mis tetas?
-No.
-Miente.
-No.
-Los curas no deberían mentir.
-Si no estuviera atado te daba unas hostias de las que no se comen.
-Por eso lo até, para que no se me desmadre.
Le enseñó una teta, era una teta grande, con una bella areola rosada y un pequeño pezón.
-Eres una perdida.
Ángeles sonrió y luego bromeó.
-La perdida tiene otra teta igual.
La polla del cura se movió como si tuviera el mal de san Víctor y la aguadilla ya llegaba a la tapa del váter. Ángeles, viendo como se movía, le dijo:
-Apuesto lo que sea a que si lo soltara me rompería el coño.
-Lo que te rompería es la boca.
-¿A besos?
El cura parecía realmente enfadado.
-¡A hostias!
Se rio de él.
-La violencia no casa con la religión que profesa.
Le enseñó las dos tetas.
-¡Desvergonzada!
-Sé que quiere comerlas, sé que tiene una hambre de tetas como nunca antes ha tenido. ¿Quiere que se las dé a chupar?
Cayéndole la baba, le respondió:
-No.
-Se las voy a dar a chupar, y si no me las chupa le meto el consolador en el culo.
-Serás hija de...
-No insulte a mi madre.
-¡Puta!
Ángeles cambió radicalmente. Fue al lado de su tío de nuevo y le cruzó la cara por dos veces.
-¡Plassss, plassss!
-¡A mí no me llama puta ningún mea pilas.
Al cura le había dolido. Se disculpó antes de que le cayeran dos bofetadas más, pues Ángeles había sacado el genio, su lado oscuro, o lo que fuera, y al estar atado, la cosa no pintaba bien.
-Lo siento, se me fue la lengua, fue producto del calentón.
Agarró una teta con las dos manos y se la puso enfrente de la boca.
-Lame, besa, chupa y mama.
El cura mentía más que hablaba.
-Nunca he hecho eso.
-Improvisa.
Improvisó, e improvisando, acabó lamiendo, besando y chupando las dos tetas.
-¿Ahora me vas a comer el coño?
Ya le estaban doliendo los huevos, así que arriesgándose a llevar, le dijo:
-Si vas a follarme, fóllame ya.
Le cayeron otras dos bofetadas.
-¡Plassss, plassss!
-¡Te voy a follar cuando me salga del coño!
-¡Estás loca!
Le puso el coño delante de la boca.
¡Muy loca! Lame.
-Vomitaría si lo lamo.
Le agarró los pezones y apretó con ganas.
-Si vomitas te los arranco.
Se rebajó como un niño asustado, pero es que le había dolido de cojones.
-Lo siento, lo siento, lo siento... Dame el coño que te lo lamo.
Ángeles cambió de opinión.
-Ahora no te lo doy, no sea que vomites de verdad. Lo que voy a hacer es mamártela
El cura no sabía si su sobrina estaba mintiendo, si era bipolar, o que carallo era. Siguió el camino fácil.
-Haz lo que te plazca, pero sin torturas.
Ángeles se puso en cuclillas delante de él, le echó la mano a la polla, la chupó, la meneó y después la metió hasta la tráquea. Al quitarla comenzaron las arcadas y los babeos y sus ojos se pusieron llorosos, pero al pasarle, volvió a hacer lo mismo la tira veces. La última vez que la metió en la boca, la chupó y no le dio tiempo a más. El cura se corrió en su boca. Ángeles se tragó la leche y después le dijo:
-Me pone cachonda el sexo oral extremo. Ahora necesito una polla en mi coño, una polla que me lo rompa, y la tuya no me vale porque está más blanda que un flan.
Regresó a la cama. Se echó boca arriba sobre la cama, cogió el consolador y comenzó a follar el coño. Viendo como lo follaba, el cura se puso cachondo, y al rato, oyendo sus gemidos, la polla se le puso dura de nuevo.
Ángeles se había olvidado de él. Se follaba como si se hubiera vuelto loca, y cuando digo como una loca es porque a veces sacaba la polla, la lamía, la limpiaba de jugos y la volvía meter en el coño.
Cuando se corrió gimió de tal modo que parecía que la estaban matando.
El cura tiró de la cadena de las esposas, y no supo como, pero se abrieron. Soltó la otra mano y se fue a por su sobrina. Ángeles estaba con los ojos cerrados, las rodillas flexionadas y las piernas abiertas de par en par. Le echó una buena ojeada. Era un coño pequeño y rasurado. Al subir a la cama, Ángeles, abrió los ojos.
-¡Te has soltado!
-Sí, y suelto me vas a ver.
-¡¿Me vas a dar?!
-A mazo.
Ángeles se asustó.
-¡¿Con esas manazas?!
-Con la polla.
Le levantó el culo con las manos, le metió la polla en el coño y le dio caña fina... En nada se corrieron, ella en la polla del cura, y él dentro del coño de su sobrina. Con la leche saliendo del coño, le lamió la que cubría su ojete y luego le enterró la lengua en el agujero, después la sacó y le lamió el coño lleno de leche. Le preguntó:
-¿Quieres correrte así?
-Esas cosas no se preguntan, se hacen.
Se las hizo, le hizo una comida de coño de esas que se hacen después de haber comido cantidad de coños. Ángeles, al correrse, le temblaron hasta las orejas. Luego de recuperarse, le dijo:
-Era verdad lo que me contó una chica de tu parroquia cuando estuve en Galicia.
-¿Qué te dijo?
-Que la habías dejado sin respiración cuando la follaste.
-Afortunadamente, algunas no saben tener la boca cerrada. ¿Algo más?
-Sí, tengo ganas de un buen empotramiento.
-¿Dónde?
-En el culo.
-¿Te gusta por el culo?
-Si no me gustara no te hubiese pedido que me lo follaras.
Le volvió a echar las manos a las duras nalgas, se las levantó, le metió la polla en el culo y le dio caña brava. Ángeles mojó tres dedos en la boca, y esta vez no los metió dentro de su coño, lo que hizo fue acariciar su clítoris con ellos, lo acarició de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor... Al final los dedos volaron y cuando el cura le llenó el culo de leche, se corrió como una bendita.
Después de correrse, Ángeles, boca arriba, le dijo
-Ponte la sotana.
-¿Pero aún no te llegó?
-Al alba me lo preguntas de nuevo.
-Voy a mear y ahora vuelvo.
No volvió. Salió del piso a hurtadillas, y sin muchas de sus cosas. Cogió el coche y regresó a Galicia, y es que tenía más de cincuenta años, y para toda una noche, como que no estaba.