DIARIO DE UNA CHICA CALIENTE 1era parte

panzer626

Virgen
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Dic 29, 2008
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HACE TIEMPO
Cuando conocí a Don Fernando tenía yo 15 años. Era una mocosa tímida, bajita, de apenas 1,50 y sin la apariencia de una chica de mi edad; eso era algo que siempre me causó inseguridad, ya que en las duchas veía a mis amigas y admiraba su desarrollo. La pubertad no fue generosa ni amable conmigo, y a eso se le suma que no era del gusto de los chicos porque me veían como bicho raro, como a la típica nerd a la que gustaba leer, así que como podrán suponer, mi vida en el colegio era de total aislamiento y un absoluto desinterés de parte de los chicos de mi edad.
Por esta característica mía siempre me llevé mejor con la gente más adulta ya que me atraía el escuchar historias y las buenas conversaciones.
Ese día fui a comprar un libro que necesitaba para el colegio. Eran los últimos días de la primavera, esos donde iba a la escuela con medias y al recreo debía ir al baño a quitármelas para quedarme sólo con mis calcetas. Hacía calor y mucho viento esa tarde, cuando caminé a una pequeña librería que había abierto a comienzos de ese año.


Fue la casualidad o la mala suerte quizá, pero al momento justo antes de entrar, una ráfaga de viento levantó mi falda dejando ver mi calzoncito azul por completo, fue tan fuerte el viento que se me vio hasta el ombligo. Yo era una niña tradicional, si usaba falda, sólo levaba mi calzón, nunca usé calzas ni nada que cubriera mi ropa interior. Lo hacía de este modo en parte por mi crianza tradicional en la que así debían vestir las niñas y también porque los chicos carecían de interés alguno en ver bajo ella.

No sé si alguien más vio, pero por los nervios entré al local, muy sonrojada por cierto. Fue ahí cuando hablamos por primera vez. Él era mayor, tenía edad como para ser mi padre. Tenía 37 en ese tiempo, y sus casi 2 metros de alto me pusieron algo más que nerviosa.
Le pedí el libro que necesitaba, mientras ambos hacíamos de cuenta que nada había ocurrido, aunque sentí un pequeño chorro húmedo entre mis piernas que me acusaba de haberme excitado por ese incidente. Él fue un caballero. Me hizo reír, y me dejó invitada para cuando quisiera ir de nuevo a charlar.
Cuando llegué a casa, me quité el uniforme del colegio y me metí a la ducha para poder satisfacerme. Me toqué como solía hacerlo mientras fantaseaba con cualquier cosa, pero ahora mi fantasía era con mi nuevo amigo, imaginaba que yo iba a charlar sobre libros y él miraba bajo mi falda y yo se lo permitía.

Luego de recorrer mi vagina durante la ducha, me fui a mi habitación y me tiré en la cama, a leer desnuda, en honor a mi experiencia del día.











NECESITO TRABAJO
Desde ese día han pasado ya varios años. Internet no era masivo, de hecho la hora en un cibercafé era cara, ni hablar de celulares con cámara o mp3. En ese tiempo yo quería un discman y no tenía dinero, hasta que en una de esas visitas al local empecé a ayudarle a atender. Pasé a ayudarle varias veces después de clases y de paso me ganaba un dinero, no era mucho pero servía para costearme mis gustos.

Mi adolescencia siguió más menos normal, tuve un par de novios, perdí mi virginidad (varias veces de hecho, ya que por ser como era, no creían que tuviera experiencia) iba a visitar a Don Fernando y veía como avanzaba su negocio, incluso puso un local de ropa de mujer, que a veces atendía él y las 5 chicas que había contratado.

Pasaron 4 años y él ya se había afirmado económicamente. Yo tenía 18 y cumpliría 19 en noviembre. Por más que buscaba no hallaba trabajo, era muy joven para todo. Había terminado esos típicos empleos de verano y estaba sin dinero. Don Fernando me ofrece lo único que puede, más que nada por hacerme un favor mientras encuentro algo mejor, para hacer aseo en su casa 3 veces por semana.

La paga era buena, además que vivía relativamente cerca, además me iba a dejar a casa en las tardes. No había mucho que hacer en realidad, muchas veces era sólo tomar café y ver televisión. Ocasionalmente lavar la ropa, comprar el pan y cosas por el estilo.
Ya llevaba unos meses con él y le sabía varias historias, como que llevaba chicas algunas noches, desde amigas hasta alguna prostituta joven, de las caras como les decía él.

Otros días era sólo diversión; yo le contaba mis cosas íntimas mientras bebíamos cervezas o fumábamos en su bong. Le conté como perdí mi virginidad (la real) con mi primer novio una vez que fuimos a acampar y nos bañamos desnudos en el río mientras me penetraba, le conté también que tuve sexo con 2 chicos el mismo día; en la mañana con mi novio de entonces, que era un chico mayor que yo y luego toda la tarde con mi mejor amigo en su casa y patio trasero. También recordamos cuando le dije que me sentía algo confundida con una amiga y dudaba de mi sexualidad porque ebrias nos metimos a la ducha y nos dimos un besito de amigas.


Él era más recatado en sus confesiones, sólo decía que yo era una chica muy linda, inteligente y simpática. No se refería a mí de un modo sexual pero no se negaba a jugar conmigo algunas veces, ya que según él, eso eran travesuras sin importancia.


Esos días siempre nos dábamos permiso de algo más; él podía tomarme por la cintura y caderas mientras yo le bailaba los ritmos de moda, meneándome de la manera más puta posible mientras apegaba mi culito pequeño en su cuerpo. Me daba lo mismo hacerlo con calzas, jeans, vestido, incluso algunas veces lo hice con bikini. Le encantaban mis coreografías y siempre elegíamos la canción entre los 2.

Nos habíamos vuelto confidente el uno del otro, yo le contaba si me salía sexo ocasional, lo que era un hecho bastante poco frecuente, por lo que se lo contaba con lujo de detalles, desde cómo me pusieron, si me dolió, me gustó o ambas. Sabía incluso de las veces que me masturbaba leyendo esas novelas eróticas que me recomendaba. Don Fernando me dejaba hablar, y eso me hacía soltar la lengua más de la cuenta, sobre todo con hierba, al punto en que le había descrito tanto mi cuerpo que era como si ya me hubiese visto desnuda.

Yo en cambio, no hacía más que fantasear con que me pedía a mí que fuese su puta una noche cualquiera y que en la mañana hacía mi trabajo como cualquier día normal. Lo único que me quedaba de consuelo era poder darle rienda suelta a mi calentura (a veces, cuando esta era demasiada) haciendo el aseo desnuda o a veces sólo cubierta por un delantal de cocina, ya que apenas llegaba metía mi ropa a la lavadora, o masturbándome en su cama (y por toda la casa en realidad)



EXHIBIÉNDOME SIN QUERER
Una tarde de octubre no aguanté más. Había una ola de calor y yo estaba demasiado caliente. Fui al patio trasero y decidí bañarme en el patio por lo que improvisé una regadera con la manguera para regar y puse el equipo de sonido para darme ambiente. Era eso de las 2 de la tarde y tenía que quedarme hasta las 7 pero ya no me quedaba más por hacer. En esos casos, mi orden era hacer cualquier cosa, desde tomarme una cerveza o ver la tele, así que me decidí por una lata bien fría y una ducha con música, al natural y en el exterior.
Me encontraba por completa cubierta de jabón, sobre todo mis pechos por si acaso como decía yo, cuando creí oír un ruido en la cocina. No le di importancia y seguí en lo mío, poniéndome jabón mientras bailaba de la manera más caliente durante casi 1 hora. Sólo me estimulé pero no llegué a masturbarme (por suerte) ya que cuando terminó mi ducha, sentí una sensación de miedo que me recorrió el cuerpo hasta el punto de sentirme vulnerable.

Don Fernando había vuelto a la casa para llevar cosas para la cena, me dejó una nota sobre que había ido al supermercado y volvería en 30 minutos. Ese tiempo sumado al que había usado para lavar mi ropa, hacía que no quedaran ni 5 minutos para su llegada y para peor, mi ropa estaba totalmente empapada, recién acabada de salir de la lavadora.

Me vio bailando completamente desnuda bañándome en su patio, tocándome como si fuese a hacerme el amor a mí misma sin mencionar que iba a tener que explicarle eso y el tremendo gasto de agua.

La puerta sonó como avisándome que corriera a buscar algo para taparme, ya que demoró más de lo usual en abrirla. Sólo atiné a ponerme el delantal que usaba cuando limpiaba, prenda que no cubría en nada la parte trasera de mi cuerpo y la parte delantera la cubría con muy poco éxito en el pecho. Diablos, iban a verme desnuda, iba a perder mi trabajo y recibir el regaño de mi vida.

Cuando me vio sólo se echó a reír diciendo que no importaba. Yo me puse a llorar y él me abrazó para luego pasarme una cerveza. Me deshice en explicaciones pero no las aceptó, sin embargo me hizo una propuesta.

Me mandó a buscar el bong a su pieza. Yo imaginaba que venía detrás de mí y me empujaba sobre la cama para luego penetrarme como un salvaje. Si hubiese ocurrido, yo no me habría resistido ni dicho nada. Poco podrían hacer mis 49 kilos y mi 1,56 de estatura frente a sus 98 kilos y 1,98 de altura.
Fumamos bastante. A los 15 minutos ya estaba en confianza. Me quité el delantal y anduve así, tal cual vine al mundo. Ese hombre vio mi poco desarrollado pecho pero no me importaba, confiaba en él y me sentía a salvo.

Pidió permiso para verme más de cerca, o sea, tocarme. Accedí y sus manos recorrieron mis pequeños pezones rosados de un modo que me hizo sentir como nadie hasta ese momento lo había hecho. Recorrió mi espalda con sus dedos, llegando hasta mis caderas para luego, con un movimiento que marcaba su fuerza superior, me hizo sentar en sus piernas. Me gustó, de un modo sucio, me sentí como una putita con su sugar daddy, al punto que de mi conchita brotó un hilo de lubricante que dejó marca en su pantalón. Me giré y puse mis brazos sobre sus hombros para luego frotar mi cuevita húmeda sobre su pierna mientras lo miraba suplicando sexo.

Me ofreció que, a modo de disculpa, vaya la semana completa para que le ayude con sus tareas, me subiría el sueldo (y bastante) con la condición de que (entre risas) hiciera nudismo cuando quisiera.

Lo besé en la mejilla como agradecimiento y le pedí permiso de quedarme desnuda el resto del día. Él obviamente lo aceptó con una sonrisa, y aquí es donde comienza toda la historia.



CONFESIONES
Don Fernando me contó que a veces iba a sitios nudistas con alguna amiga o chica que contrataba para esos fines, cosa que en la que gastaba bastante, ya que esas chicas iban para todo servicio. Yo, ni tonta ni perezosa me ofrecí a acompañarlo si quería, obviamente sin cobrar, y si le gustaba, entonces podía seguir acompañándolo. Entonces quedamos de ir un sábado a una parcela donde había piscina y cabañas. Me advirtió que el lugar era de ambiente familiar, por lo que no había gente teniendo sexo al aire libre o alguna cosa similar. Acepté sin dudar y fuimos a ese lugar una semana antes de mi cumpleaños. Don Fernando me había visto desnuda 3 veces hasta ese momento; esa tarde que me sorprendió, otra ocasión en la que apenas llegué, me quité la ropa en el ****** frente a él, luego le preparé el desayuno y se fue al trabajo. Incluso eché mi ropa en su auto para que tuviera la seguridad de que no tendría nada que ponerme hasta que llegara y decidiera cuando entregármela. La tercera vez fue cuando le lavé el auto, me hice coletas y puse algo de glam en el equipo de audio. Dejé muy limpio mi cuerpecito pequeño y el auto, tanto que me dio una buena propina en aquella ocasión.
Él me confesó que esa vez se masturbó pensando en mí, y que en la noche llamó a una de las putas que solía llevarse a casa, una chica universitaria de unos 25 años aproximadamente, le hizo usar coletas para luego cogérsela de manera brutal. Imaginé esa escena conmigo de protagonista y me encantó la idea.

Luego de esto, mi jefe comenzó a hacerme preguntas bastante subidas de tono, como a qué edad me desvirgaron, si lo había hecho en un lugar público o al aire libre y no me quedó más remedio que contarle una de mis anécdotas, en las que con mi novio y un amigo suyo fuimos de paseo al campo de otro de los chicos. Yo era bastante más boba que ahora, ya que en esa ocasión me pasó un accidente (feliz para los chicos, incluido mi novio) y aunque en el primer momento fue bochornoso, terminé por disfrutarlo.
Estando a la orilla de un río, con cervezas y todo, decidí sentarme en una rama gruesa que sobresalía del tronco quedando sobre el rio. Ese día yo llevaba unas converse, calcetas y un vestido de verano color verde musgo. Como soy menudita y de piel y pelo claro me veía bastante bien, y por si me daba frio, llevaba un polerón corto y con cierre, de color negro.

El asunto es que donde me senté, me dio por intentar columpiarme de las piernas como los chicos. En verdad, en ningún momento razoné que se me iba a levantar el vestido y se me verían las bragas, o peor, anticipar lo que iba a ocurrirme. Quedé colgando cabeza abajo sobre el agua y estiré mis brazos para tratar de tocar el agua, cuando en eso, mi vestido se va sobre mi cara, dejando al descubierto desde mi diminuto calzón blanco hasta mi cuello. Inevitablemente mi prenda cayó al agua y me quedé ahí semidesnuda frente a mi novio y sus 2 amigos quienes no sabían cómo reaccionar, pues mi novio se reía mientras que con un palo trataba de sacar mi vestido del agua.
Quedé ahí, pasmada, sin atinar a cubrirme las tetas, los chicos sólo miraban como intentando procesar la escena. Al ver todo esto, decidí actuar normal, de todos modos ya sabía que las mías eran las tetas más pequeñas que habían visto.

Decidimos nadar, por lo que para equilibrar las cosas, exigí que mi novio y al menos uno de sus amigos debía nadar desnudo. Al final decidieron desnudarse los 3 y estuve así con ellos, pasando la tarde bebiendo cerveza, yo sólo en bragas pero compartiendo con mi novio y sus amigos quienes andaban al natural, sin ninguna intención de disimular sus erecciones.
Al terminar mi historia, Don Fernando reía a más no poder, decía no poder creer que yo fuese capaz de eso. Después de oírlo me eché a reír también, porque la verdad, yo tampoco lo creía. Todo fue dándose y si había una oportunidad, entonces la tomaba.




PASEO NUDISTA A LA CABAÑA
Me calentaba bastante la idea de andar desnuda entre más gente, tanto que tuve que reconocerle que me masturbaba pensando en ese paseo. Él sólo movía la cabeza sonriendo mientras empacábamos las cosas en el maletero. Llevé un bikini (por si acaso) junto con un vestido de tela de una pieza y sandalias. Sostén no llevé, bragas tampoco. Iba cubierta sólo por una tela color blanco, por la cual podían verse mis pequeñas tetas cuando me agachaba.

Él iba con unos jeans y una camiseta negra ajustada, no llevaba traje de baño.
Cuando llegamos a la cabaña nos miramos y contamos hasta 3, luego de eso nos desvestimos y salimos a dar una vuelta.
Hasta antes de ese día no lo había visto, o sea, sí, lo imaginaba, pero verlo fue muy distinto. Esa cosa no era un miembro, era un arma. Tragué saliva al verlo mientras lo imaginaba en erección, y ya de sólo ver el grosor de la base, supe que no me cabría entero por mucho que quisiera clavarme esa estaca en la vagina.

Nos bebimos un par de latas de cerveza mientras preparaba algo de comida para meter en un bolso junto a más cerveza y unos cigarrillos. La verdad ni siquiera revisé la cabaña por dentro ya que estaba más que obsesionada con la idea de pasearme desnuda por la orilla del lago, exhibiéndome frente a la mayor cantidad posible de gente. Además quería mantener la incógnita de saber cuántas camas había, aunque mi intención era al menos dormir con mi jefe.

No sé por qué, pero nos tomamos de la mano y salimos a pasear. Yo estaba mojada a mil; si me lo hubiese ordenado, yo ahí mismo me la metía en la boca y le daba la mamada de su vida, él sin embargo, no mostraba signo alguno de erección, a pesar de que para ese momento ya tenía mi permiso para tocarme cuando quisiera. De hecho, me senté en sus piernas y él comenzó a acariciarme desde los pechos hasta la entrada de mi cuevita delantera mientras charlábamos como grandes amigos. Yo acariciaba su pene ocasionalmente, con una mezcla de miedo y curiosidad, lo que hizo que se le pusiera semierecta. No podía aguantar más, necesitaba ese monstruo rompiendo los músculos de mi zorrita.

La tarde se nos hizo corta, no había mucha gente por la hora. Don Fernando me había dicho que ese lugar era familiar, pero en la noche era otro cuento. Había un área para mayores de edad, aunque bastante alejada de nuestra cabaña.
La cerveza había hecho su efecto, estaba bastante ebria y necesitaba orinar. Le pedí ayuda a Don Fernando y ahí sin más, frente a él (que me sujetaba de los brazos para no caer) me puse de cuclillas y empecé a orinar a piernas abiertas. Pude ver que su miembro se puso duro por completo. La verdad, no había crecido mucho más, pero aun así, era la verga más grande que había visto hasta ese momento.
Una vez caminamos casi el kilómetro del sendero que separaba la otra parte del camping llegamos al lugar y apenas lo hicimos, pude ver un grupo de universitarios de los que resaltaba una pareja joven, ambos de mi edad que jugaba en el agua mientras el chico penetraba a una chica no muy distinta a mí, sólo que un poco más gordita. Luego de eso, otro de los chicos del grupo saltó al agua para sumarse al placer. Una vez acabó el primero, el otro tomó su lugar mientras su compañero sujetaba a la chica por los hombros para que no perdieran el equilibrio.

Más adelante, aunque retirados del sendero, sobre unas rocas había 2 chicas y 1 chico fumando hierba desnudos, y así, por aquí y allá había parejas (jóvenes en su mayoría) teniendo sexo en el agua, el pasto, la arena o donde fuera.
Seguimos bebiendo hasta bien entrada la noche. Incluso cruzamos algunas palabras con los chicos que estaban fumando, por lo que nos quedamos con ellos, compartiendo cervezas y weed. Eran bastante agradables los chicos, nos contaron que eran más pero los otros se habían quedado en la cabaña y a ellos, como les gustaba fumar, decidieron ir a ese lugar. Hicimos los típicos juegos de penitencias morbosas y esas cosas por el estilo.

Don Fernando me tenía demasiado caliente. Entre lo ebria y drogada que me encontraba, por juego (aunque no sé bien porqué lo hice si lo pienso ahora) decía cosas como que hacía tiempo que no me la metían, o que me gustaba el miembro del muchacho y que daría lo que fuese por tenerla moviéndose dentro mío. El resto no se quedaba atrás, incluso una de las chicas se ofreció para que hiciéramos un trio esa misma noche. Los otros no tuvieron reparos, puesto que la chica decidió venir con nosotros ya que estaba sobrando con la pareja. Mientras bebíamos, el chico penetró a su compañera a vista nuestra, y se veía que tenían para bastante tiempo más.

Me puse celosa, pero estaba tan caliente que no me importaba. Don Fernando me pregunta que cuanto le voy a cobrar. Le digo mi precio (al principio pensé que iba a ser caro) y le digo que por ese fin de semana seré su amiga con beneficios a cambio de una cámara digital, ya que estaban recién saliendo y quería tener una.

Nos alejamos de todos a un sitio más retirado para seguir fumando y bebiendo mientras acordamos los términos de nuestro encuentro. Decidimos ir a nuestra cabaña, la chica hizo todo el trayecto desnuda, al igual que yo. Ella se llamaba Andrea, tenía 23, era una chica de cuerpo normal, ni gorda ni delgada, nada del otro mundo. Su pelo era caoba con unas mechas violeta. Tenía un tatuaje de runas en la espalda que me encantó.
Entre nosotras acordamos sólo dejarnos llevar, aunque dejamos en claro que éramos chicas hetero, dado el contexto, podíamos tocarnos todo excepto nuestro sexo, a no ser que la otra invitara.

Entramos a la habitación y antes de tocar la cama, Don Fernando cogió a Andrea por las caderas, levantándola y dejándola caer sobre su imponente estaca. Me dio rabia, yo sentía que tenía más derecho a ser culeada esa noche. Una vez que los 3 estábamos en la cama la chica pidió cambio. Yo estaba mojada así que, entre mis fluidos que escurrían de los labios de mi vagina y los que dejó la otra chica en el miembro de mi patrón, esa estaca se clavó dentro de mi cuerpecito sin mucha dificultad, claro que, como lo pensaba, no entró en su totalidad.

Alternó entre nosotras, aunque desde el primer momento yo quedé desplazada ante la superioridad de mi compañera sexual; ella era la perra alfa y yo una perrita en entrenamiento. Se notaba que no era la primera vez para ninguno de ellos, además me acomplejaban mis tetas mucho más pequeñas que las suyas, y para qué mencionar cuando vi que el miembro le cabía entero. Mierda, mi amor platónico le metía su tremendo pedazo de carne a una total desconocida mientras que a ratos me ignoraba por completo. Me sentía como que básicamente esa noche mi jefe me culeó por lástima. Él podría perfectamente haberse cogido sólo a esa chica y hubiera quedado más satisfecho. Tenía celos y rabia, una rabia contenida que pasaba a segundo plano con mi calentura.

Decidimos parar un rato y quise ver si podía dar vuelta la situación. Le di un beso a Andrea y sé que le gustó. Ella besaba bien y puedo decir a su favor que sus suaves dedos sabían exactamente por dónde y cómo recorrer mis labios. Ambos pares.
Faltaban casi 2 horas para el amanecer y nuestra amante debía volver a su cabaña. Salimos a encaminarla un trecho y nos despedimos. Me dio un beso en la boca mientras que su mano derecha tocaba mis genitales. Para resumir, mi poco desarrollo la había calentado tanto que desde que nos acercamos puso atención en mí.

Seguía ebria, caliente y drogada. Le dije a Don Fernando que me hiciera suya a la orilla del lago, aprovechando que no había nadie y que aún se veían hermosas las estrellas del cielo. Le supliqué que me faltara el respeto como nunca, que imaginara que yo era una puta nueva a la que le gustaba ser maltratada.

En ningún momento de ese fin de semana me lo hizo tan bestial como en esa ocasión. Me dejé caer al suelo, abrí mis piernas mientras me acomodaba el pelo. Con una sola de sus manos rodeó mi cuello estrangulándome, hecho que me hizo temblar de miedo y placer, no sé si por el alcohol o la marihuana sentí como si mi jefe estuviese violándome, hecho que sumado a mis nervios, el peso de su cuerpo y las embestidas con las que hundía su mástil dentro de mi vagina, hizo que el beber tanta cerveza me hiciera una mala jugada.

Empecé a gemir mientras me la metían, el tamaño más el movimiento me haría acabar pronto por lo que empecé a motivarme para que acabásemos juntos.

-soy una puta, soy una puta.

Empecé a balbucear (aunque traté de gritarlo no me salía la voz). Cuando sentí la descarga de su leche abriéndose paso en mi interior, la sensación fue tanta que no pude contenerme y me oriné allí, con su pene dentro de mí. Mi orgasmo fue intenso, me la metió con mucha más fuerza que a Andrea.

Me sentí mal, tuve tanta vergüenza porque me la metió tan fuerte que hizo que me meara. Lloré y le pedí disculpas mientras yo misma me insultaba denigrándome y tratándome como una mocosa caliente y sin tetas, incapaz de meterse por completo el miembro que quería disfrutar.

Cuando volvimos a la cabaña nos duchamos y nos fuimos a dormir a la única cama (que aun olía a sexo). Yo ya no quería más tema, sentía que había hecho el peor de los ridículos al quedar expuesta y humillada.
A la mañana siguiente, apenas despertamos, mi jefe me tomó de las muñecas con una de sus manos y se situó con la cabeza de su pene en la entrada de mi maltratado orificio vaginal. Yo por reflejo abrí las piernas lo que más pude y me dejé hacer. En ningún momento me puse a reflexionar en que me habían cogido y acabado dentro sin condón y que ahora iba a ser de la misma manera, porque por su cara, no tenía intención de sacarla o detenerse. En otras palabras, decidió ensartar mi entrepierna en lugar de hacerse una paja.

No puedo negar que tenía una técnica que jamás había visto, obvio, era mucho mayor que yo, que era una mocosa casera sin ningún conocimiento de la vida.
Ese día salimos a caminar nuevamente mientras me pregunta qué tipo de cámara voy a querer, ya que fiel a nuestro acuerdo me la daría como regalo de cumpleaños, eso además de llegar a un nuevo acuerdo de trabajo.

Y respecto a haberme orinado con su miembro dentro, daba lo mismo. Durante ese día bebí mucha cerveza y como ya estaba en confianza, simplemente me ponía en cuclillas y hacía pis ahí frente a él, no por darle un espectáculo ni para que me viera, sino porque me daba pereza buscar otro lado.
 
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