Diario de cuarentena III

lalilulelo003

Pajillero
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Día 13.

La cena de anoche fue la más rara de mi vida. Después de lo que acababa de pasar nos embargaba una mezcla de vicio, morbo y pudor. ¡Somos madre e hijo, y él tiene 10 años! Mi interior era un remolino de emociones y sentimientos, así que puedo suponer que el suyo lo era aún más. Los silencios presidieron la cena; no podíamos hablar de otra cosa, pero tampoco sabíamos qué decir al respecto. Sólo puedo asegurar una cosa: yo seguía muy excitada y no había dado nuestros juegos por finalizados.

Apenas hicimos unos cuantos comentarios intrascendentes cuya única finalidad era hacer más soportable el silencio culpable que nos envolvía. Cuando terminamos de cenar fui al salón a ver un rato la tv, y Andrés, en lugar de encerrarse en su habitación a jugar a la consola como solía hacer, me acompañó en el sofá. Era evidente que él había disfrutado del baño tanto como yo, y que yo no era la única ansiosa por repetir.

Nos acurrucamos cada uno en una parte del sofá. Asumo que él estaba esperando que yo diese el primer paso, y no me hice de rogar. “Ven aquí con mamá cariño” le dije. Gateó hasta a mi y se recostó sobre mi pecho. Sentir su cabeza sobre mi pecho y su abrazo me reconfortó como nunca antes, y me sentí muy dichosa allí, con mi niño abrazado a mí y yo acariciándole el pelo.

Pronto pude notar cómo algo se agitaba dentro de su pantalón del pijama. Acerqué mi mano a sus partes, tal y como había hecho en la ducha y calibré su dureza. Comprobar su juvenil ímpetu me derritió. “Ponte de pie” ordené, y él obedeció inmediatamente. Iba a bajarle el pantalón pero no me dio tiempo: él mismo tiró del elástico hacia abajo y su pequeño y lampiño pene rebotó libre. Como en la ducha, lo tenía duro como el acero. Parte del glande asomaba por entre los pliegues de su adorable prepucio. Del orificio que aparecía ya había rezumado algo de líquido, pues el aspecto era reluciente y baboso. Me hipnotizó su apéndice tieso e inmaduro que promete mucho, pero que aún tiene que esperar algunos años para mostrar su versión más desarrollada.

Acaricié sus muslos y nalgas, suaves y satinadas. “Siéntate aquí” volví a ordenar, y abrí las piernas. Andresito se instaló entre ellas, y mis tetazas volvieron a acomodarse en su nuca, como había pasado en la ducha. Le abracé embargada por emociones maternales y libidinosas a la vez. Recomiendo a toda mujer experimentar tales sentimientos. Para la mayoría de las personas son contradictorios, pero una vez libre de tabúes, si se experimentan simultáneamente, una descubre los límites del amor y el morbo. La temperatura de mi cuerpo también había subido, y podía sentir que mi ropa interior comenzaba a humedecerse. Mis manos recorrieron sus muslos despacio y le susurré al oído:

-¿Te gusta que mami te acaricie así?

-Sí- jadeó. Su cuerpo temblaba atravesado por estímulos jamás imaginados. El esmalte rojo de mis uñas resaltaba en el contexto de sus muslos blanquitos, suaves y tersos. Mis dedos recorrían con dulzura su parte interior, desde las rodillas hasta el escroto y vuelta.

-Ya eres todo un hombrecito- volví a susurrar, haciéndole cosquillas en el cuello con mi aliento-. Tienes que aprender ciertas cosas. ¿Te tocas el pito a veces, cariño?

-Hmm… no- respondió entre dientes tras titubear. Yo aún no se lo había tocado; mi lado perverso encontraba cierto goce en no hacerlo, a pesar de que se le agitaba repetidamente con profundas y prolongadas pulsaciones, suplicando algún tipo de roce.

-Debes ser sincero conmigo mi niño. Entre un hijo y su madre no hay secretos.

-Muchas veces se me pone muy tiesa- habló por fin tras un silencio-, y me entran ganas de tocármela.

-Eso es normal cariño; significa que ya no eres un niño. Y cuando te la tocas, ¿tienes orgasmos?

-No lo sé- contestó con un hilo de voz.

-¿Te da de repente mucho gustito y te sale lechecita por la punta?

-No mami, nunca me había dado tanto gusto como antes en la ducha -respondió con algo más de aplomo en su voz. Parecía que se iba abriendo un poco.

-Bueno pues eso va a cambiar esta noche. Cuando alguien se toca sus partes, eso se llama masturbarse, y todo el mundo lo hace.

-¿Tú también mamá?- preguntó con verdadera curiosidad.

-Claro cielo, muchas veces -respondí-. Pero cuando te masturba otra persona da más gusto. Así que hoy, te va a masturbar mamá, y vas a tener tu primer orgasmo, mi vida.

Andrés quedó en silencio recibiendo mis caricias en los muslos. Su respiración agitada estaba a punto de convertirse en jadeos.

-Mamá… aahhh… si quieres… -empezaba a gemir, aunque aún no le había rozado su adorable penecito-, oohhh… si quieres… aaahh, te masturbo yo a ti taamb…

Su voz se quebró. De repente su cuerpo dio un espasmo tensándose, su espalda se curvó, y cómo si su cosita fuera una jeringuilla rellena de semen a la que aprietan el émbolo con fuerza, un chorrito de blanca esperma salió eyectado aterrizando en la mesita de cristal que tengo delante del sofá. Seguí acariciando sus muslos, sin tocársela, y un segundo chorrito, igual de furioso que el primero pero menos cargado, cayó junto al primero. Gemía quedamente, como con prudencia, pero era evidente que la descarga de placer que acababa de sufrir nunca la había experimentado y, sinceramente, veo difícil que la vuelva a sentir.

Su cuerpo se desplomó relajado, su cabeza sujeta entre mis melones. Yo estaba al borde de la locura pues el ansia me carcomía por dentro. Los jugos de mi vagina se habían desbordado y empapaban mis bragas generosamente. Anhelaba con todas mis fuerzas sentir ese clavito duro y curvado en mi interior.

-Has tenido un orgasmo sin tocarte cariño. Eso no suele pasar.

-¿Es malo?- preguntó con una ingenuidad adorable.

-Que va- le tranquilicé-. Significa que eres muy hombre.

-Lo siento -musitó tras un breve silencio-. He manchado la mesa.

Como respuesta, alargué un brazo y recogí con mi dedo una buena cantidad de su semen. Ante su mirada estupefacta me lamí el dedo degustando su esencia.

-Tu semen no mancha cariño. Lo puedes echar donde quieras, pero yo prefiero sobre mi, o dentro de mi. Vamos a mi cama, aún no hemos terminado. A partir de ahora vas a ser el juguete de mamá.

Nos pusimos en pie y le di un morreo. Él estaba totalmente ruborizado, pero con una sonrisa sincera en el rostro, se le veía disfrutar de cada lance. Le cogí la mano y nos encaminamos a mi habitación.

¿Qué creéis que sucedió allí amigos de javichuparadise? Espero vuestros comentarios; sois mi gasolina.
 

jaku48

Virgen
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excelente q morbo se espera la continuación muy bueno gracias
 

pepeluxxx

Virgen
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Me encanto tu relato, sigue pero no aceleres la acción, recreate en los detalles y demuestra que disfrutas con su placer sin olvidar la parte perversa que quiere usarlo como un juguete para su satisfacción.

Gracias por tu excelente trabajo.
 

nuevoax

Virgen
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Buen relato, lastima que termine en la mejor parte, se espera el capítulo 4
 
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