Había pasado un mes desde aquel siniestro accidente, el camión, la moto, el peatón despistado, el semáforo intermitente, un suelo mojado y toda una vida que pasa delante de ti en tres fatídicos segundos, era el resumen de aquella oscura tarde de verano, ¿secuelas?, yo era el de la moto, qué más puedo contar, el jodido transeúnte, causante de todo aquello desapareció sin dejar rastro, y al camionero le salvo el seguro, una clavícula, varias costillas y un brazo entero partido por varios sitios, a parte de mi defenestrada moto resumían mi historial.
Había abandonado el hospital hacía una semana, no podía hacer nada, metido en mi lúgubre habitación estudiantil con una ventana al patio de luces, lo hacía todo más tedioso, el recuerdo del accidente y de mi moto reventada me martirizaba a todas horas, y salvo los ratos en que algún amigo me visitaba, el resto del día se me hacía eternamente insufrible, aunque lo peor eran las idas y venidas al baño y el aseo diario, toda una experiencia vejadora, que hacía mucho más frustrante mi vida.
Con mis brazos en forma de cuchara, la hora de evacuar líquidos era horrible, mi padre, mi madre incluso en alguna ocasión mi hermana me ayudaban a esa tarea, yo cerraba los ojos, lamentándome de aquella situación, en cuanto al baño, la situación era peor, verme desnudo delante de mi padre o mi madre no me hacía mucha gracia, aunque mi estado de ánimo tampoco me hacía pensar mucho en eso.
Ese fin de semana mis padres tuvieron que partir por motivos familiares dejándome al cuidado de mi hermana pequeña, por aquel entonces yo tenía 25 años y ella 21, no le hacía ninguna gracia quedarse a cargo de un inválido con mal humor, pero no le quedaba otra y así fue como empezó todo.
Eran las once de la mañana y tal como le había indicado mi madre, me tenía que asear, Sandra me llevó con sumo cuidado al baño, seguía riéndose de mí por lo de la moto recién estrenada, aunque era una burla condescendiente y comprensiva que realmente me importaba poco. Una vez dentro del cuarto de aseo, me desvistió y me metió en la bañera, solo me había dejado el bóxer, supongo que por pudor, hasta que me miró y me preguntó si mamá me lo dejaba o me lo quitaba.
-mama me lo quita, pero déjalo si quieres, me da igual.
-bueno, te lo quito, respondió ella, y así lo hizo, sin apenas fijarse en mi miembro flácido y tornándose su rostro colorado por aquella situación.
Encendió la ducha y una vez comprobada que el agua estaba templada, comenzó a rociarme, con delicadeza para no mojarme las escayolas, a partir del abdomen hasta abajo, pasando su mano sobre mi piel, piel que no sentía nada ya que mi cabeza seguía pensando en la moto y en el jodido peatón que se me cruzó sin mirar, hasta que mi piel empezó a sentir, miré hacía abajo y allí observé a mi hermana, absorta, mirando mi inerte miembro, bufff, dijo, ¡es muy grande!, y ciertamente lo era, en estado flácido me alcanzaba los 16cm, ella la agarro con la mano, con su mirada fija en el, empezó a manosearlo, mientras seguía diciendo, ¡es enorme, que grande!
Esos comentarios despertaron a mi miembro, que poco a poco empezó a tomar vigor, Sandra seguía medio hipnotizada y sus primeros manoseos palpando aquel músculo, se convirtieron en un candente movimiento de idas y venidas que hacía que mi polla fuese creciendo tanto a lo largo como a lo ancho. ¡Madre mía, no para de crecer, es enorme, joder, que grande!, mientras sus movimientos se iban acelerando al mismo ritmo que su mano me iba masturbando, ¡joder, que grande, que grande!, seguía diciendo, ¡madre mía, que bestia!, casi sin darse cuenta e hipnotizada por el tamaño de mi verga, que ya había alcanzado los 24 cm de largo por 5 cm de ancho.
Ella seguía pajeándome, sin percatarse de lo que estaba haciendo, solo veía aquel enorme falo que hinchado ante ella la tenía absorta en una sensación indescriptible de sorpresa y placer, su mano había acelerado el ritmo, noté como sus pezones marcaban la ajustada camiseta que llevaba, y como mi miembro hinchado, morado, se erguía altivo ante ella, yo tampoco pensaba en la situación, solo veía a una mirada perdida ante mi enorme polla y una mano que apenas podía abarcarla masturbándome, mientras en el baño solo se oía, un incesante, ¡que grande, no para de crecer, es enorme, dios mío, que grande!
Su mano subía y bajaba por aquel trozo de carne, en ese momento solo existía para ella eso en el mundo, concentrada seguía sin parar, yo estaba a punto de correrme, deseaba hacerlo, me dolía del placer que me estaba proporcionando y ni siquiera la avisé, el primer chorro de semen alcanzo su cara, ella seguía concentrada en la paja y ni siquiera el segundo chorro que alcanzó su pelo la sacó de aquel trance, continuó con sus movimientos, mi miembro seguía rociándola, ella cambió el que grande por el ¡cuánta leche, madre mía, que exageración!
Yo tenía las piernas temblando de tantas sensaciones, ella seguía exprimiéndome, vaciándome por completo, y así, toda bañada por mi esperma, se acostó sobre el suelo, y metió su mano bajo el pantalón corto que llevaba y empezó a masturbarse.
Yo seguía de pie dentro de la bañera, mirando como mi hermana, bañada con mi semen se masturbaba frenéticamente, su mano se movía rápidamente bajo aquella tela que la cubría, mientras con la otra mano rebañaba el semen que había en su cara y lo introducía con sus dedos dentro de su boca, saboreando la leche que poco antes me había sacado, la otra mano acariciaba su hinchado clítoris, para luego introducir sus dedos s en su mas que mojado sexo, intentando apagar el fuego que la quemaba, que la tenía hirviendo,
Que la había vuelto totalmente loca, la sensación de excitación y de placer se juntaban y ella quería acabar con esa excitación lo antes posible, para alcanzar su placer inmediatamente, sus agggh, sus diosss, acabados con un me cooorro que se me hizo eterno me tenían totalmente desconcertado, en ese momento, unos violentos espasmos me confirmaban que estaba alcanzando un orgasmo como nunca antes ella había experimentado, su mano dejó de moverse, resoplo varias veces, y supongo que con cada soplo de aire.
Se iba percatando de todo lo que había ocurrido, entonces me miró, desnudo en la bañera, bajo su mirada, clavándola en mi miembro semiflácido del que aún caía alguna gota de semen, se miró las manos, la camiseta manchada, se tocó la cara bañada, ¡que he hecho!, ¡perdóname, dios mío!, ¡que he hecho!, ¡estoy loca! Y con lágrimas en los ojos salió corriendo del baño, dejándome en un estado casi de catarsis, sin comprender aún todo lo que en ese momento había acontecido.
A los minutos de todo aquello, empecé a llamarla, ¡Sandra, Sandra, ayúdame, no puedo salir!, ella volvió, avergonzada, sin mirarme a la cara, sin decir nada, todavía desconcertada, me colocó rápidamente el bóxer y me llevó de nuevo a la cama.
-tenemos que hablar -le dije.
-si, pero no ahora -me contestó.
Mientras se alejó de mi habitación, sin mirarme y con la cabeza baja, mientras yo, ya acostado en la cama, pensaba en todo aquello, arrepentido por no haberlo parado, pero al mismo tiempo, con una extraña sensación de excitación producida por la imagen de ver a mi hermana como me había masturbado y como se lo había hecho ella, allí mismo, poseída por una lujuria que jamás me podría haber imaginado, pensamientos que me llevaban a desear a mi hermana como nunca antes había deseado.
Habían pasado unas horas desde que mi hermana había perdido el norte en el baño, mi cabeza pasaba de la excitación a la culpa con facilidad y a duras penas podía concentrarme, asumía que todo eso era una locura, que estaba mal, pero, por el contrario, la imagen de Sandra masturbándome y como ella misma se había dado placer delante de mí, sin importarle nada, solo el desahogo de una excitación que la quemaba por dentro, me tenía muy encendido.
Tras muchas idas y venidas mi cabeza fue tomando consciencia de lo acontecido, el sentimiento de culpabilidad se fue adueñando de mí, y la excitación fue remitiendo, solo quedaba enfrentarme a mi hermana y cerrar ese capítulo para siempre, como si nada hubiese pasado, solo me quedaba mirarla a los ojos y escuchar un lo siento y un de aquí esto no sale y no se vuelve a repetir, solo quedaba eso y la ansiedad que me tenía casi sin respiración centrada en la boca del estómago desaparecería, ¡qué engañado estaba!
A las ocho de la tarde mi hermana vino con la bandeja de la cena, traía la mirada clavada en la sopa caliente que desprendía un halo de vapor al caminar y una tortilla cuajada que me solían preparar casi todas las noches, abrió las patas de la bandeja y la colocó sobre la cama y cubriéndome parte del estómago y las piernas.
–Sandra –le dije, sin mirarla a la cara y con mis ojos también clavados en la bandeja– tenemos que hablar.
Ella seguía cabizbaja y con un “después de cenar”, se sentó a un lado de la cama y comenzó a darme de comer, me comí la sopa casi ardiendo, y la tortilla casi atragantándome, solo quería ingerir rápido la cena y poder solucionar ese tema, casi no me entraba la comida, pero me daba igual, tenía que terminar cuanto antes.
Cuando acabé, Sandra retiró la bandeja y la colocó en la mesa de despacho que estaba a los pies de mi cama, se volvió a sentar a mi lado y esta vez mirándome a la cara me dijo:
–Lo siento, Álvaro, lo siento de veras, no sé qué me ha pasado, estoy avergonzada, me encuentro fatal, agobiada, asustada, por favor no se lo cuentes a nadie, esto tiene que quedar entre nosotros, por favor. –Las lágrimas en los ojos empezaron a florecer, su voz trémula y entrecortada denotaban un claro arrepentimiento, pero ella continuó hablando– Es que no sé qué me ha pasado, la he visto así, y no he podido resistirlo, no podía creerme que fuese cierto, que disparate en esta casa estamos todos fatal.
Esa frase me hizo reaccionar “¿todos fatal?”, “¿en esta casa?”, “¿Qué no podías creerte?”.
–Sandra, cuéntamelo todo.
Ella mi miró y comenzó a contarme algo que me dejó sorprendido, me dijo que una de las primeras veces que mi madre me bañó, escuchó tras la puerta del aseo de mis padres que mi madre decía que exageración, que locura, y luego como unos gemidos, ella al principio no sabía a qué se refería, suponía que era al accidente y que los gemidos eran llantos por la situación en la que yo me encontraba, pero que siempre era igual, que cada vez que me bañaba, mi madre se encerraba en el cuarto y que cada vez ella tenía más claro que era para masturbarse, y que para salir de dudas, comprobó que mi madre se cambiaba de bragas y que las sucias estaban totalmente mojadas por sus jugos.
Aquella historia me dejó petrificado, no podía creer que mi madre se masturbase pensando en mi miembro, no había notado nada, no me lo podía creer, miré a mi hermana, pero ella había desviado la vista hacía mi entrepierna, mi cabeza no lo creía, pero mi miembro sí, se había levantado vigoroso y se notaba fuertemente mi erección bajo el pantalón del pijama, Sandra me miró.
–te has puesto, eh. –una sonrisa pícara le apareció en el rostro– ¿te has puesto cachondo con esto?
Yo no sabía que decir, mi miembro me delataba, resoplé.
–no puede ser –le dije– estás fatal y muy salida.
Ella volvió a sonreír y dirigir la mirada a mi polla, que luchaba por salir, pero que estaba encerrada y casi comenzaba a dolerme, Sandra notó que intentaba acomodármela y sin mediar palabra, se colocó sobre mis piernas y comenzó a bajarme el pantalón.
–déjalo Sandra, no es buena idea, ya se me pasará.
Ella ya me la había cogido y movía su mano lentamente, apretándomela con fuerza paró, me miró y dijo:
–si quieres que pare, paro, tú decides.
Tras unos segundos de silencio, segundos que parecieron eternos, su mano volvió a moverse, vi como una de sus manos se metía en su pantalón mientras la otra seguía masturbándome y cerré los ojos.
Los jadeos de Sandra empezaron a aumentar, la velocidad empezó a aumentar, yo seguía pensando en que todo estaba mal, mi hermana pajeándome, mi madre se masturbaba pensando en mi polla, era todo un sin sentido, una vida extraña, yo me sentía extraño, abrí los ojos y vi como mi hermana acercaba su boca a mi glande y sacando la lengua empezó a lamerla, saboreando cada lengüetazo, intentó meterla en la boca, pero casi no le podía entrar, notaba como se asfixiaba y como los ojos se le ponía vidriosos, pero seguía intentándolo, su boca, su lengua, sus dos manos, toda ella me masturbaba.
–quiero rozarme… –me dijo y dándose la vuelta, se quitó el pantalón y las bragas y acercó mi falo a su coño que estaba totalmente encharcado.
Yo seguía sin decir nada, no asimilaba aquello, era como si me estuvieran violando, una violación consentida, pero no disfrutada, sentí su sexo caliente y como empezó a frotarlo contra su coño suave, depilado y encharcado, sus movimientos se hicieron más bruscos, sentía mi polla casi en la entrada de su sexo, sus gemidos acrecentaban el tono, sus “joder”, sus “que grande”, sus “ahhh”, sus “qué gusto” no paraban de resonar en la habitación, hasta que comenzó a correrse, su cuerpo se contorsionaba mientras seguía apretando mi miembro contra el suyo.
Tras varios espasmos interminables, mi miembro seguía erguido, grande, gordo, a punto de estallar, la mano de Sandra no lo había soltado y girando su cabeza me dijo:
–ahora te toca a ti –y comenzó con movimientos más fuertes a pajearme, mi polla estaba a punto de reventar– córrete –me decía– lléname de leche, dámela toda, cabrón, joder, va a reventar, córrete, córrete como lo hace mamá cuando se imagina tu polla dentro de ella, córrete en su cara, córrete en la mía.
Yo ya no podía más, empecé a gritar y empecé a correrme, mi hermana no paraba de pajearme, de exprimirme, mi polla era un hervidero de semen, los chorros salían por doquier, mi espalda se arqueaba todo lo que podía para que esos chorros explotasen sobre la cara de mi hermana, no se los que le dieron, mis ojos estaban cerrados, apretados, disfrutando de la nueva paja que me acababa de dar mi querida Sandra.
Pasado un rato, Sandra limpió todo, cambió las sábanas, me cambió a mí, y ya más relajados, me miró y me besó en la boca, beso que fue correspondido, sentí su lengua como jugaba con la mía, sentí que todo había cambiado, ya no había sentimiento de culpa, ya no había ansiedad, solo un nuevo sentimiento, quería follármela, quería ver su cara cuando mi enorme miembro la clavase, quería correrme dentro de ella e inconscientemente sabía que también quería ver esa misma cara en mi madre.
Me tumbé sobre mi cama, hacía un buen rato que mi hermano dormía, la casa estaba en silencio, estaba exhausta, reventada, cuidar de mi hermano era agotador, pero lo que realmente me había cansado era la paja que me acababa de hacer con ese enorme monstruo que tenía el muy condenado, en mi rostro se dibujaba una sonrisa pícara al recordarla, estoy como una chota pensé, ¿cómo se me ha podido ir tanto la cabeza?, ¡vaya polla que tiene, que exageración!, y que cantidad de semen, ¡madre mía, que disparate! y con todos esos pensamientos me quedé dormida.
A la mañana siguiente seguí con la rutina de cuidadora de mi hermano, mis padres llegaban por la tarde y la situación se normalizó, estábamos cómodos, había cierta complicidad pero dejamos aparcado lo que había pasado, cuando pasaba cerca de él le hacía alguna caricia, incluso le sobaba un poco, pero más inocente que otra cosa, como jugando, yo todavía me excitaba al hacerlo, pero había que ser prudente y tendríamos muchas más oportunidades, además, había comprobado que mi hermano me miraba de una manera más dulce, y eso me gustaba, me sentía relajada, y no quería fastidiarlo por el simple hecho de que me apeteciese tener esa enorme polla dentro de mí.
Cuando mis padres llegaron, lo vieron todo con normalidad, nos vieron contentos y ellos también lo estaban, con lo cual parecía que nuestro escarceo estaba a salvo, la normalidad volvió a casa, mis padres volvieron a ocuparse de mi hermano y yo volví a ser la hermana pasota e idiota que lo martirizaba en cuanto podía, pero esa normalidad cambió a la tarde siguiente.
Ya tenía hablado con él, que todo tenía que ser como antes, mis padres seguirían cuidándole y si alguna vez teníamos un hueco, pues ya repetiríamos, pero cuando vi a mi madre que salía de nuevo de asearlo y volvía a meterse en el baño y volvía a escuchar como se masturbaba, esta vez más fuerte, casi chillando, me dejó muy intrigada, algo había pasado en el aseo y fui rápidamente a preguntarle a mi hermano.
–Oye, ¿Qué ha ocurrido?, mamá está en el baño haciendo lo que te dije –él me miró con cara de haberla cagado.
–Quita, que se me ha puesto dura, muy dura, he empezado a acordarme de ti, de lo que hicimos, de lo que me dijiste y zas, se ha puesto a crecer una barbaridad –resopló y continuó–entonces, mamá se ha puesto colorada y se ha dado la vuelta, como asustada, ha empezado a decirme que tengo que tener cuidado, que eso no puede pasar, que es muy violento para ella y si sigo así lo tendrá que hacer todo papá, joder, y no veas el bajón y lo mal que me he sentido.
Yo empiezo a reírme.
–Pues lo hará papá, porque menuda paja que se está haciendo ahora, la has dejado echa polvo, jajaja.
Mi hermano también rio y ahí acabo esa conversación, aunque en mi cabeza no, en el fondo me jodía ver que mi madre iba de conservadora y luego se desquitaba en privado masturbándose pensando en la polla de su hijo, además, me excitaba saber que ella sentía lo mismo por ese enorme falo, así es que decidí actuar.
Al rato me acerqué a ella, estaba sentada viendo la tele y empezamos a hablar, temas banales, ella me contó su viaje y empezó a preguntarme que cómo había ido el fin de semana al cuidado de mi hermano, yo le dije que bien, y ahí empezó mi actuación, le comenté que la hora de las comidas iban bien, que no daba el follón y que se lo comía todo, pero que en la ducha me ocurrió algo que me preocupó un poco, le dije que le pregunté si quería ducharlo con o sin bóxer, él me dijo que con bóxer, pero que había notado como se había excitado y que le pregunté, y me dijo que llevaba tiempo sin hacer nada y que ya le dolía, que no dijese nada, que ya se le pasaría.
Mi madre mi miraba súper atenta.
–¿Le hiciste algo? –me preguntó muy seria.
–Pues no, mamá, no, que le voy a hacer, ¿una paja?, joder, ¿no tiene ninguna amiga de esas especiales?, pues que se la haga ella, pero yo paso.
Y sin decir nada más, me levante y me fui como ofendida, aunque lo que estaba era super excitada de imaginarme a mi madre como se habría quedado y si al día siguiente la ducha se la daría mi padre o ella, evidentemente se lo conté a mi hermano, sabía que eso haría que se la pusiera muy gorda, como así fue, aunque no le hice nada, mejor ver si mi madre por fin actuaba.
A la tarde siguiente, yo hice como que me iba para dejarlos solos, y ver si mi madre perdía la cabeza como yo, así es que me escondí en mi habitación y esperé a ver si pasaba algo. Al poco escuché como mi madre se acercaba a la puerta de la casa y echaba la cadena, luego entraba en la habitación de Álvaro y como se lo llevaba al baño, dejando la puerta abierta, estaba claro que algo iba a hacer, al echar la cadena se aseguraba de que nadie la pillaba de improviso, y con la puerta del baño abierta, se aseguraba de que escuchaba el timbre, así es que me coloqué en el lateral de la misma, donde podía escucharlo todo y verlo desde el reflejo del espejo del lavabo sin ser descubierta.
Mi madre empezó a duchar a Álvaro, le hablaba de cosas sin importancia, de cómo se encontraba, de que pronto se recuperaría hasta que se calló, y pude comprobar que mi hermano se había excitado, supongo que al pensar lo que yo le había dicho había tardado poco en ponerse cachondo.
–Lo siento, mamá –escuché como hablaba mi hermano.
–No te preocupes, Álvaro, si sé que pueden pasar estas cosas, ayer a lo mejor fui un poco dura. –Contestó ella.
–no, es que hace tiempo que no me hago nada y entre el agua caliente y el jabón, pues me pongo, intento no pensarlo, pero no puedo evitarlo, perdóname –decía, que hijo de puta, pensé yo, este va a conseguir que se la haga.
Mi madre se quedó callada y agarró ese mástil con fuerza mientras miraba a Álvaro a los ojos, y le decía:
–No se lo cuentes a nadie, y no lo voy a hacer más, solo esta vez para que te relajes, pero dime que no se lo vas a contar a nadie, soy tu madre, y esto está mal.
–Tranquila mamá, de aquí no sale.
¿Qué no salía?, pensé yo, va a salir, pero mucha leche, mientras mi mano se había metido por el pantalón y buscaba mi sexo, que estaba mojado por todo aquello.
Mi madre comenzó a pajear a mi hermano, él tenía cerrados los ojos, su polla estaba gordísima, mi madre jadeaba al ritmo de su mano, mi hermano también.
–La verdad es que es enorme –comenzó a decir– se te pone increíblemente grande.
Los movimientos iban acelerándose, los míos también, me frotaba con fuerza el clítoris al mismo ritmo que mi madre pajeaba a mi hermano, mis pezones estaban muy duros, el espectáculo era dantesco. Ella seguía pajeándolo.
–Córrete cuando quieras –le decía– no te preocupes y córrete.
Y de repente hizo algo que me dejó petrificada, se acercó el miembro a la boca y comenzó a chupárselo, a ella si le cabía entera, mi hermano abrió los ojos, creo que se quedó igual que yo, y empezó a follarle la boca, casi no le cabía entera, mi madre hacía esfuerzos, pero a duras penas le entraba el glande, aunque no paraba de chupar ese polla tan grande, sus manos se apoyaron en el culo y con la cabeza iba acompasando los movimientos de la follada, Álvaro empezó a gritar:
–Mamá, me voy a correr, te voy a llenar de leche, mamá, joder, que gusto, estoy a punto de correrme.
Y empezó a gritar, sus ahhh eran cortos pero intensos, como queriendo aguantar la corrida, mi madre se había apartado y el primer chorro le dio de lleno en la cara, ella seguía con la mano.
–Eso, córrete, dámela toda, venga, toda, toda, toda.
Mi hermano se contorsionaba, mi madre no paraba de pajearlo, exprimiéndole hasta la última gota, y yo, yo me mordía el labio de abajo para no hacer ruido, aguantando los gemidos, mi mano aceleró el ritmo, mis caderas se movían circularmente porque me estaba corriendo al mismo tiempo que él, era maravilloso, que placer más intenso.
Cuando todo terminó, entré en el baño de sopetón.
–Mamá, Álvaro, ¿Qué hacéis?
Mi madre se puso blanca, no ya de todo el semen que tenía sobre su cara, sobre su pelo, sobre su ropa, sino del susto que tenía en el cuerpo, se incorporó.
–Sandra, ¿qué haces aquí?, yo, yo, no sé cómo explicarlo, esto es, no sé, no sé…
Estaba muy nerviosa, tartamudeaba, sus manos temblaban. Yo me acerqué a ella, y le dije:
–Tranquila, no pasa nada, tranquilízate, yo también lo he hecho –y mirándola a los ojos le paso la lengua por su mejilla para llevarme algo de semen a mi boca– límpiate y ahora hablamos, ya termino yo –le dije, y mientras salía, continué– puedes quedarte un rato en el baño como siempre, que ya sabemos lo que haces, no te preocupes.
Cuqué el ojo a mi hermano y mi madre desapareció.
Tras la pillada a mi madre masturbando a mi hermano, llamé a la puerta del baño, “mamá, abre la puerta”, el chasquido del pestillo sonó y abrí la puerta, mi madre estaba sentada sobre el wáter, su cara todavía estaba llena de semen, tenía las piernas abiertas y una mano acariciándose entre ellas, no me miró, siguió a lo suyo, masturbándose y gimiendo, yo acerqué mi boca a la suya y la besé, busqué su lengua y la encontré y mientras la sentía dentro de mi boca, empezó a correrse.
A partir de ese momento todo cambió, mi padre empezó a bañar a mi hermano, mi madre no nos miraba a la cara, y mi hermano solo quería meterme esa brutalidad entre las piernas, algo que no iba a conseguir jamás porque me destrozaría.
Pasaron varias semanas y a mi hermano le quitaron las escayolas de las manos, él seguía a lo suyo, me buscaba y me manoseaba, yo le dejaba hacer, me gustaba rozarme con él y con ese enorme falo, él siempre intentaba meterla, pero yo me cabreaba y me iba, así es que desistió y se conformaba con las pajas que nos dábamos, mi madre volvió poco a poco a la normalidad, ya nos miraba, incluso se percataba de nuestros escarceos, pero no decía nada.
Con el tiempo, mi hermano dejó de buscarme, lo buscaba yo más, y a veces me rechazaba, supongo que se habría cansado o que habría encontrado a alguien a quién follarse, así es que poco a poco se fue acabando, hasta que un día descubrí por qué.
Llegué temprano de la universidad, abrí la puerta y oí gemidos, así es que cerré con cuidado y busqué el origen de los mismos, ¡que tonta!, ¿cómo no me lo imaginé?, mi madre era la que se follaba ese miembro monstruoso, los dos en la cama, mi madre montada sobre mi hermano, clavada, moviéndose sobre él, dejando sus grandes y flácidos pechos al alcance de las manos de mi hermano, que los manoseaba acercándolos a su boca para succionar esos enormes y oscuros pezones.
Siguieron así un buen rato, hasta que la zorra de mi madre, porque era eso, una zorra, se sacó ese mástil de entre las piernas y se puso a cuatro patas, ofreciéndole su gran culo, no podía creerlo, yo nunca había experimentado el sexo anal, y mi madre se iba a meter una polla de 25 cm por el culo casi sin rechistar, aunque me equivoqué en lo de casi sin rechistar, porque cuando mi hermano empezó a taladrarla, aquello no entraba con tanta facilidad y mi madre lloraba y mordía la almohada para no gritar, supongo del dolor de meterse algo tan gordo por detrás.
Observé absorta, como la polla de Álvaro iba desapareciendo poco a poco entre las enormes nalgas de mi madre hasta que se quedó inmóvil, esperando que el ano se dilatase y así poder moverse sin destrozar a mi madre, que ya había soltado la almohada y resoplaba, asimilando aquella carne que la tenía empalada hasta el estómago.
Yo hacía un buen rato que me masturbaba viendo aquello, así es que entré en la habitación, me quité la ropa y me acerqué a la pareja de amantes incestuosos, besé a mi hermano, besé a mi madre, y coloqué mi mojado sexo sobre su boca, para que también me follase ella a mí, puse mis manos sobre su cabeza y la apreté fuerte para que casi no pudiese respirar, mi hermano empezó a moverse muy despacio, se ve que no era la primera vez que analizaba a mi madre y sabía como tenía que hacerlo, la lengua de mi madre repasaba todo mi sexo, estaba en la gloria hasta que no sé como dije, -la quiero dentro, Álvaro, métemela-.
Noté como mi madre se contorsionó del todo, al escuchar eso, mi hermano empezó a acelerar el ritmo sobre su culo, destrozándoselo, hasta que lo sacó, rojo, hinchado, mi madre se volteó hacia un lado, con el ano dolorido, y empezó a masturbarse a mi lado, mientras mi hermano, se acercó a mí, y levantándome un poco las piernas puso su polla sobre mi anhelado sexo y comenzó a perforarlo, no tuvo compasión de mí, no tuvo delicadeza, solo un ansía desmedida por follarme, yo a duras penas pude contener un grito de dolor al ver como aquella cosa tan grande entraba y desgarraba todo mi sexo, mi madre buscó mi boca para ahogar los gritos, hasta que el dolor remitió, mi hermano inmóvil me miró a los ojos y me dijo “¿empiezo?”.
Yo asentí, mi madre empezó a besarme los pezones a succionarlos, y mi hermano empezó a follarme, y a mi empezó a gustarme, mis piernas lo abrazaron y me abandoné a aquel placer sin límites, ahora entendía porque mi madre se dejaba hacer de todo con su propio hijo, yo haría lo mismo, sería la perra de mi hermano, la puta de madre, sería todo lo que me pidiesen porque me daban todo lo que necesitaba.
Ahhh gritaba cada vez que esa polla martilleaba mi sexo, ahhh, otro vez, ahhhh, No tardé tiempo en correrme, y mi hermano tampoco, sacó su miembro y nos bañó con su leche, -tomad, es vuestra, saciaros-, decía mientras los chorros de semen caían sobre nosotras, que lo recibíamos con agrado, pero de repente escuché un fuerte golpe, y vi como otro fuerte golpe llegaba a la cara de mi hermano…
Era mi padre, nos había pillado a todos, a su familia degenerada, otro golpe más en la cara hasta que le reventó la nariz y la sangré empezó a salir a borbotones, “¿puta, esto es lo que haces cuando estoy fuera?”, dirigiéndose con los ojos enrojecidos hacía mi madre, -¿y tú, mi princesa, tú también?, mientras sus lágrimas se paseaban tristes por sus mejillas.
Ahí acabó todo, esa es la historia de mi familia incestuosa originado por un accidente de tráfico, mi padre nos abandonó, tardé tres años en verlo, me perdonó, pero nunca pude mirarlo igual a la cara.
Mi hermano se marchó de casa, nos veíamos de vez en cuando, nos presentó a su novia, y jamás volvimos a hablar de aquello, y mi madre y yo nos quedamos solas en casa, pero no desconsoladas, yo me traía a chicos de la universidad y entre las dos nos los follábamos, uno, dos, incluso cuatro, haciendo de todo con ellos, ninguno tenía la polla como mi hermano, no volví a ver una igual jamás, pero daba igual, no lo echaba de menos, tenía todo lo que necesitaba.
Había abandonado el hospital hacía una semana, no podía hacer nada, metido en mi lúgubre habitación estudiantil con una ventana al patio de luces, lo hacía todo más tedioso, el recuerdo del accidente y de mi moto reventada me martirizaba a todas horas, y salvo los ratos en que algún amigo me visitaba, el resto del día se me hacía eternamente insufrible, aunque lo peor eran las idas y venidas al baño y el aseo diario, toda una experiencia vejadora, que hacía mucho más frustrante mi vida.
Con mis brazos en forma de cuchara, la hora de evacuar líquidos era horrible, mi padre, mi madre incluso en alguna ocasión mi hermana me ayudaban a esa tarea, yo cerraba los ojos, lamentándome de aquella situación, en cuanto al baño, la situación era peor, verme desnudo delante de mi padre o mi madre no me hacía mucha gracia, aunque mi estado de ánimo tampoco me hacía pensar mucho en eso.
Ese fin de semana mis padres tuvieron que partir por motivos familiares dejándome al cuidado de mi hermana pequeña, por aquel entonces yo tenía 25 años y ella 21, no le hacía ninguna gracia quedarse a cargo de un inválido con mal humor, pero no le quedaba otra y así fue como empezó todo.
Eran las once de la mañana y tal como le había indicado mi madre, me tenía que asear, Sandra me llevó con sumo cuidado al baño, seguía riéndose de mí por lo de la moto recién estrenada, aunque era una burla condescendiente y comprensiva que realmente me importaba poco. Una vez dentro del cuarto de aseo, me desvistió y me metió en la bañera, solo me había dejado el bóxer, supongo que por pudor, hasta que me miró y me preguntó si mamá me lo dejaba o me lo quitaba.
-mama me lo quita, pero déjalo si quieres, me da igual.
-bueno, te lo quito, respondió ella, y así lo hizo, sin apenas fijarse en mi miembro flácido y tornándose su rostro colorado por aquella situación.
Encendió la ducha y una vez comprobada que el agua estaba templada, comenzó a rociarme, con delicadeza para no mojarme las escayolas, a partir del abdomen hasta abajo, pasando su mano sobre mi piel, piel que no sentía nada ya que mi cabeza seguía pensando en la moto y en el jodido peatón que se me cruzó sin mirar, hasta que mi piel empezó a sentir, miré hacía abajo y allí observé a mi hermana, absorta, mirando mi inerte miembro, bufff, dijo, ¡es muy grande!, y ciertamente lo era, en estado flácido me alcanzaba los 16cm, ella la agarro con la mano, con su mirada fija en el, empezó a manosearlo, mientras seguía diciendo, ¡es enorme, que grande!
Esos comentarios despertaron a mi miembro, que poco a poco empezó a tomar vigor, Sandra seguía medio hipnotizada y sus primeros manoseos palpando aquel músculo, se convirtieron en un candente movimiento de idas y venidas que hacía que mi polla fuese creciendo tanto a lo largo como a lo ancho. ¡Madre mía, no para de crecer, es enorme, joder, que grande!, mientras sus movimientos se iban acelerando al mismo ritmo que su mano me iba masturbando, ¡joder, que grande, que grande!, seguía diciendo, ¡madre mía, que bestia!, casi sin darse cuenta e hipnotizada por el tamaño de mi verga, que ya había alcanzado los 24 cm de largo por 5 cm de ancho.
Ella seguía pajeándome, sin percatarse de lo que estaba haciendo, solo veía aquel enorme falo que hinchado ante ella la tenía absorta en una sensación indescriptible de sorpresa y placer, su mano había acelerado el ritmo, noté como sus pezones marcaban la ajustada camiseta que llevaba, y como mi miembro hinchado, morado, se erguía altivo ante ella, yo tampoco pensaba en la situación, solo veía a una mirada perdida ante mi enorme polla y una mano que apenas podía abarcarla masturbándome, mientras en el baño solo se oía, un incesante, ¡que grande, no para de crecer, es enorme, dios mío, que grande!
Su mano subía y bajaba por aquel trozo de carne, en ese momento solo existía para ella eso en el mundo, concentrada seguía sin parar, yo estaba a punto de correrme, deseaba hacerlo, me dolía del placer que me estaba proporcionando y ni siquiera la avisé, el primer chorro de semen alcanzo su cara, ella seguía concentrada en la paja y ni siquiera el segundo chorro que alcanzó su pelo la sacó de aquel trance, continuó con sus movimientos, mi miembro seguía rociándola, ella cambió el que grande por el ¡cuánta leche, madre mía, que exageración!
Yo tenía las piernas temblando de tantas sensaciones, ella seguía exprimiéndome, vaciándome por completo, y así, toda bañada por mi esperma, se acostó sobre el suelo, y metió su mano bajo el pantalón corto que llevaba y empezó a masturbarse.
Yo seguía de pie dentro de la bañera, mirando como mi hermana, bañada con mi semen se masturbaba frenéticamente, su mano se movía rápidamente bajo aquella tela que la cubría, mientras con la otra mano rebañaba el semen que había en su cara y lo introducía con sus dedos dentro de su boca, saboreando la leche que poco antes me había sacado, la otra mano acariciaba su hinchado clítoris, para luego introducir sus dedos s en su mas que mojado sexo, intentando apagar el fuego que la quemaba, que la tenía hirviendo,
Que la había vuelto totalmente loca, la sensación de excitación y de placer se juntaban y ella quería acabar con esa excitación lo antes posible, para alcanzar su placer inmediatamente, sus agggh, sus diosss, acabados con un me cooorro que se me hizo eterno me tenían totalmente desconcertado, en ese momento, unos violentos espasmos me confirmaban que estaba alcanzando un orgasmo como nunca antes ella había experimentado, su mano dejó de moverse, resoplo varias veces, y supongo que con cada soplo de aire.
Se iba percatando de todo lo que había ocurrido, entonces me miró, desnudo en la bañera, bajo su mirada, clavándola en mi miembro semiflácido del que aún caía alguna gota de semen, se miró las manos, la camiseta manchada, se tocó la cara bañada, ¡que he hecho!, ¡perdóname, dios mío!, ¡que he hecho!, ¡estoy loca! Y con lágrimas en los ojos salió corriendo del baño, dejándome en un estado casi de catarsis, sin comprender aún todo lo que en ese momento había acontecido.
A los minutos de todo aquello, empecé a llamarla, ¡Sandra, Sandra, ayúdame, no puedo salir!, ella volvió, avergonzada, sin mirarme a la cara, sin decir nada, todavía desconcertada, me colocó rápidamente el bóxer y me llevó de nuevo a la cama.
-tenemos que hablar -le dije.
-si, pero no ahora -me contestó.
Mientras se alejó de mi habitación, sin mirarme y con la cabeza baja, mientras yo, ya acostado en la cama, pensaba en todo aquello, arrepentido por no haberlo parado, pero al mismo tiempo, con una extraña sensación de excitación producida por la imagen de ver a mi hermana como me había masturbado y como se lo había hecho ella, allí mismo, poseída por una lujuria que jamás me podría haber imaginado, pensamientos que me llevaban a desear a mi hermana como nunca antes había deseado.
Habían pasado unas horas desde que mi hermana había perdido el norte en el baño, mi cabeza pasaba de la excitación a la culpa con facilidad y a duras penas podía concentrarme, asumía que todo eso era una locura, que estaba mal, pero, por el contrario, la imagen de Sandra masturbándome y como ella misma se había dado placer delante de mí, sin importarle nada, solo el desahogo de una excitación que la quemaba por dentro, me tenía muy encendido.
Tras muchas idas y venidas mi cabeza fue tomando consciencia de lo acontecido, el sentimiento de culpabilidad se fue adueñando de mí, y la excitación fue remitiendo, solo quedaba enfrentarme a mi hermana y cerrar ese capítulo para siempre, como si nada hubiese pasado, solo me quedaba mirarla a los ojos y escuchar un lo siento y un de aquí esto no sale y no se vuelve a repetir, solo quedaba eso y la ansiedad que me tenía casi sin respiración centrada en la boca del estómago desaparecería, ¡qué engañado estaba!
A las ocho de la tarde mi hermana vino con la bandeja de la cena, traía la mirada clavada en la sopa caliente que desprendía un halo de vapor al caminar y una tortilla cuajada que me solían preparar casi todas las noches, abrió las patas de la bandeja y la colocó sobre la cama y cubriéndome parte del estómago y las piernas.
–Sandra –le dije, sin mirarla a la cara y con mis ojos también clavados en la bandeja– tenemos que hablar.
Ella seguía cabizbaja y con un “después de cenar”, se sentó a un lado de la cama y comenzó a darme de comer, me comí la sopa casi ardiendo, y la tortilla casi atragantándome, solo quería ingerir rápido la cena y poder solucionar ese tema, casi no me entraba la comida, pero me daba igual, tenía que terminar cuanto antes.
Cuando acabé, Sandra retiró la bandeja y la colocó en la mesa de despacho que estaba a los pies de mi cama, se volvió a sentar a mi lado y esta vez mirándome a la cara me dijo:
–Lo siento, Álvaro, lo siento de veras, no sé qué me ha pasado, estoy avergonzada, me encuentro fatal, agobiada, asustada, por favor no se lo cuentes a nadie, esto tiene que quedar entre nosotros, por favor. –Las lágrimas en los ojos empezaron a florecer, su voz trémula y entrecortada denotaban un claro arrepentimiento, pero ella continuó hablando– Es que no sé qué me ha pasado, la he visto así, y no he podido resistirlo, no podía creerme que fuese cierto, que disparate en esta casa estamos todos fatal.
Esa frase me hizo reaccionar “¿todos fatal?”, “¿en esta casa?”, “¿Qué no podías creerte?”.
–Sandra, cuéntamelo todo.
Ella mi miró y comenzó a contarme algo que me dejó sorprendido, me dijo que una de las primeras veces que mi madre me bañó, escuchó tras la puerta del aseo de mis padres que mi madre decía que exageración, que locura, y luego como unos gemidos, ella al principio no sabía a qué se refería, suponía que era al accidente y que los gemidos eran llantos por la situación en la que yo me encontraba, pero que siempre era igual, que cada vez que me bañaba, mi madre se encerraba en el cuarto y que cada vez ella tenía más claro que era para masturbarse, y que para salir de dudas, comprobó que mi madre se cambiaba de bragas y que las sucias estaban totalmente mojadas por sus jugos.
Aquella historia me dejó petrificado, no podía creer que mi madre se masturbase pensando en mi miembro, no había notado nada, no me lo podía creer, miré a mi hermana, pero ella había desviado la vista hacía mi entrepierna, mi cabeza no lo creía, pero mi miembro sí, se había levantado vigoroso y se notaba fuertemente mi erección bajo el pantalón del pijama, Sandra me miró.
–te has puesto, eh. –una sonrisa pícara le apareció en el rostro– ¿te has puesto cachondo con esto?
Yo no sabía que decir, mi miembro me delataba, resoplé.
–no puede ser –le dije– estás fatal y muy salida.
Ella volvió a sonreír y dirigir la mirada a mi polla, que luchaba por salir, pero que estaba encerrada y casi comenzaba a dolerme, Sandra notó que intentaba acomodármela y sin mediar palabra, se colocó sobre mis piernas y comenzó a bajarme el pantalón.
–déjalo Sandra, no es buena idea, ya se me pasará.
Ella ya me la había cogido y movía su mano lentamente, apretándomela con fuerza paró, me miró y dijo:
–si quieres que pare, paro, tú decides.
Tras unos segundos de silencio, segundos que parecieron eternos, su mano volvió a moverse, vi como una de sus manos se metía en su pantalón mientras la otra seguía masturbándome y cerré los ojos.
Los jadeos de Sandra empezaron a aumentar, la velocidad empezó a aumentar, yo seguía pensando en que todo estaba mal, mi hermana pajeándome, mi madre se masturbaba pensando en mi polla, era todo un sin sentido, una vida extraña, yo me sentía extraño, abrí los ojos y vi como mi hermana acercaba su boca a mi glande y sacando la lengua empezó a lamerla, saboreando cada lengüetazo, intentó meterla en la boca, pero casi no le podía entrar, notaba como se asfixiaba y como los ojos se le ponía vidriosos, pero seguía intentándolo, su boca, su lengua, sus dos manos, toda ella me masturbaba.
–quiero rozarme… –me dijo y dándose la vuelta, se quitó el pantalón y las bragas y acercó mi falo a su coño que estaba totalmente encharcado.
Yo seguía sin decir nada, no asimilaba aquello, era como si me estuvieran violando, una violación consentida, pero no disfrutada, sentí su sexo caliente y como empezó a frotarlo contra su coño suave, depilado y encharcado, sus movimientos se hicieron más bruscos, sentía mi polla casi en la entrada de su sexo, sus gemidos acrecentaban el tono, sus “joder”, sus “que grande”, sus “ahhh”, sus “qué gusto” no paraban de resonar en la habitación, hasta que comenzó a correrse, su cuerpo se contorsionaba mientras seguía apretando mi miembro contra el suyo.
Tras varios espasmos interminables, mi miembro seguía erguido, grande, gordo, a punto de estallar, la mano de Sandra no lo había soltado y girando su cabeza me dijo:
–ahora te toca a ti –y comenzó con movimientos más fuertes a pajearme, mi polla estaba a punto de reventar– córrete –me decía– lléname de leche, dámela toda, cabrón, joder, va a reventar, córrete, córrete como lo hace mamá cuando se imagina tu polla dentro de ella, córrete en su cara, córrete en la mía.
Yo ya no podía más, empecé a gritar y empecé a correrme, mi hermana no paraba de pajearme, de exprimirme, mi polla era un hervidero de semen, los chorros salían por doquier, mi espalda se arqueaba todo lo que podía para que esos chorros explotasen sobre la cara de mi hermana, no se los que le dieron, mis ojos estaban cerrados, apretados, disfrutando de la nueva paja que me acababa de dar mi querida Sandra.
Pasado un rato, Sandra limpió todo, cambió las sábanas, me cambió a mí, y ya más relajados, me miró y me besó en la boca, beso que fue correspondido, sentí su lengua como jugaba con la mía, sentí que todo había cambiado, ya no había sentimiento de culpa, ya no había ansiedad, solo un nuevo sentimiento, quería follármela, quería ver su cara cuando mi enorme miembro la clavase, quería correrme dentro de ella e inconscientemente sabía que también quería ver esa misma cara en mi madre.
Me tumbé sobre mi cama, hacía un buen rato que mi hermano dormía, la casa estaba en silencio, estaba exhausta, reventada, cuidar de mi hermano era agotador, pero lo que realmente me había cansado era la paja que me acababa de hacer con ese enorme monstruo que tenía el muy condenado, en mi rostro se dibujaba una sonrisa pícara al recordarla, estoy como una chota pensé, ¿cómo se me ha podido ir tanto la cabeza?, ¡vaya polla que tiene, que exageración!, y que cantidad de semen, ¡madre mía, que disparate! y con todos esos pensamientos me quedé dormida.
A la mañana siguiente seguí con la rutina de cuidadora de mi hermano, mis padres llegaban por la tarde y la situación se normalizó, estábamos cómodos, había cierta complicidad pero dejamos aparcado lo que había pasado, cuando pasaba cerca de él le hacía alguna caricia, incluso le sobaba un poco, pero más inocente que otra cosa, como jugando, yo todavía me excitaba al hacerlo, pero había que ser prudente y tendríamos muchas más oportunidades, además, había comprobado que mi hermano me miraba de una manera más dulce, y eso me gustaba, me sentía relajada, y no quería fastidiarlo por el simple hecho de que me apeteciese tener esa enorme polla dentro de mí.
Cuando mis padres llegaron, lo vieron todo con normalidad, nos vieron contentos y ellos también lo estaban, con lo cual parecía que nuestro escarceo estaba a salvo, la normalidad volvió a casa, mis padres volvieron a ocuparse de mi hermano y yo volví a ser la hermana pasota e idiota que lo martirizaba en cuanto podía, pero esa normalidad cambió a la tarde siguiente.
Ya tenía hablado con él, que todo tenía que ser como antes, mis padres seguirían cuidándole y si alguna vez teníamos un hueco, pues ya repetiríamos, pero cuando vi a mi madre que salía de nuevo de asearlo y volvía a meterse en el baño y volvía a escuchar como se masturbaba, esta vez más fuerte, casi chillando, me dejó muy intrigada, algo había pasado en el aseo y fui rápidamente a preguntarle a mi hermano.
–Oye, ¿Qué ha ocurrido?, mamá está en el baño haciendo lo que te dije –él me miró con cara de haberla cagado.
–Quita, que se me ha puesto dura, muy dura, he empezado a acordarme de ti, de lo que hicimos, de lo que me dijiste y zas, se ha puesto a crecer una barbaridad –resopló y continuó–entonces, mamá se ha puesto colorada y se ha dado la vuelta, como asustada, ha empezado a decirme que tengo que tener cuidado, que eso no puede pasar, que es muy violento para ella y si sigo así lo tendrá que hacer todo papá, joder, y no veas el bajón y lo mal que me he sentido.
Yo empiezo a reírme.
–Pues lo hará papá, porque menuda paja que se está haciendo ahora, la has dejado echa polvo, jajaja.
Mi hermano también rio y ahí acabo esa conversación, aunque en mi cabeza no, en el fondo me jodía ver que mi madre iba de conservadora y luego se desquitaba en privado masturbándose pensando en la polla de su hijo, además, me excitaba saber que ella sentía lo mismo por ese enorme falo, así es que decidí actuar.
Al rato me acerqué a ella, estaba sentada viendo la tele y empezamos a hablar, temas banales, ella me contó su viaje y empezó a preguntarme que cómo había ido el fin de semana al cuidado de mi hermano, yo le dije que bien, y ahí empezó mi actuación, le comenté que la hora de las comidas iban bien, que no daba el follón y que se lo comía todo, pero que en la ducha me ocurrió algo que me preocupó un poco, le dije que le pregunté si quería ducharlo con o sin bóxer, él me dijo que con bóxer, pero que había notado como se había excitado y que le pregunté, y me dijo que llevaba tiempo sin hacer nada y que ya le dolía, que no dijese nada, que ya se le pasaría.
Mi madre mi miraba súper atenta.
–¿Le hiciste algo? –me preguntó muy seria.
–Pues no, mamá, no, que le voy a hacer, ¿una paja?, joder, ¿no tiene ninguna amiga de esas especiales?, pues que se la haga ella, pero yo paso.
Y sin decir nada más, me levante y me fui como ofendida, aunque lo que estaba era super excitada de imaginarme a mi madre como se habría quedado y si al día siguiente la ducha se la daría mi padre o ella, evidentemente se lo conté a mi hermano, sabía que eso haría que se la pusiera muy gorda, como así fue, aunque no le hice nada, mejor ver si mi madre por fin actuaba.
A la tarde siguiente, yo hice como que me iba para dejarlos solos, y ver si mi madre perdía la cabeza como yo, así es que me escondí en mi habitación y esperé a ver si pasaba algo. Al poco escuché como mi madre se acercaba a la puerta de la casa y echaba la cadena, luego entraba en la habitación de Álvaro y como se lo llevaba al baño, dejando la puerta abierta, estaba claro que algo iba a hacer, al echar la cadena se aseguraba de que nadie la pillaba de improviso, y con la puerta del baño abierta, se aseguraba de que escuchaba el timbre, así es que me coloqué en el lateral de la misma, donde podía escucharlo todo y verlo desde el reflejo del espejo del lavabo sin ser descubierta.
Mi madre empezó a duchar a Álvaro, le hablaba de cosas sin importancia, de cómo se encontraba, de que pronto se recuperaría hasta que se calló, y pude comprobar que mi hermano se había excitado, supongo que al pensar lo que yo le había dicho había tardado poco en ponerse cachondo.
–Lo siento, mamá –escuché como hablaba mi hermano.
–No te preocupes, Álvaro, si sé que pueden pasar estas cosas, ayer a lo mejor fui un poco dura. –Contestó ella.
–no, es que hace tiempo que no me hago nada y entre el agua caliente y el jabón, pues me pongo, intento no pensarlo, pero no puedo evitarlo, perdóname –decía, que hijo de puta, pensé yo, este va a conseguir que se la haga.
Mi madre se quedó callada y agarró ese mástil con fuerza mientras miraba a Álvaro a los ojos, y le decía:
–No se lo cuentes a nadie, y no lo voy a hacer más, solo esta vez para que te relajes, pero dime que no se lo vas a contar a nadie, soy tu madre, y esto está mal.
–Tranquila mamá, de aquí no sale.
¿Qué no salía?, pensé yo, va a salir, pero mucha leche, mientras mi mano se había metido por el pantalón y buscaba mi sexo, que estaba mojado por todo aquello.
Mi madre comenzó a pajear a mi hermano, él tenía cerrados los ojos, su polla estaba gordísima, mi madre jadeaba al ritmo de su mano, mi hermano también.
–La verdad es que es enorme –comenzó a decir– se te pone increíblemente grande.
Los movimientos iban acelerándose, los míos también, me frotaba con fuerza el clítoris al mismo ritmo que mi madre pajeaba a mi hermano, mis pezones estaban muy duros, el espectáculo era dantesco. Ella seguía pajeándolo.
–Córrete cuando quieras –le decía– no te preocupes y córrete.
Y de repente hizo algo que me dejó petrificada, se acercó el miembro a la boca y comenzó a chupárselo, a ella si le cabía entera, mi hermano abrió los ojos, creo que se quedó igual que yo, y empezó a follarle la boca, casi no le cabía entera, mi madre hacía esfuerzos, pero a duras penas le entraba el glande, aunque no paraba de chupar ese polla tan grande, sus manos se apoyaron en el culo y con la cabeza iba acompasando los movimientos de la follada, Álvaro empezó a gritar:
–Mamá, me voy a correr, te voy a llenar de leche, mamá, joder, que gusto, estoy a punto de correrme.
Y empezó a gritar, sus ahhh eran cortos pero intensos, como queriendo aguantar la corrida, mi madre se había apartado y el primer chorro le dio de lleno en la cara, ella seguía con la mano.
–Eso, córrete, dámela toda, venga, toda, toda, toda.
Mi hermano se contorsionaba, mi madre no paraba de pajearlo, exprimiéndole hasta la última gota, y yo, yo me mordía el labio de abajo para no hacer ruido, aguantando los gemidos, mi mano aceleró el ritmo, mis caderas se movían circularmente porque me estaba corriendo al mismo tiempo que él, era maravilloso, que placer más intenso.
Cuando todo terminó, entré en el baño de sopetón.
–Mamá, Álvaro, ¿Qué hacéis?
Mi madre se puso blanca, no ya de todo el semen que tenía sobre su cara, sobre su pelo, sobre su ropa, sino del susto que tenía en el cuerpo, se incorporó.
–Sandra, ¿qué haces aquí?, yo, yo, no sé cómo explicarlo, esto es, no sé, no sé…
Estaba muy nerviosa, tartamudeaba, sus manos temblaban. Yo me acerqué a ella, y le dije:
–Tranquila, no pasa nada, tranquilízate, yo también lo he hecho –y mirándola a los ojos le paso la lengua por su mejilla para llevarme algo de semen a mi boca– límpiate y ahora hablamos, ya termino yo –le dije, y mientras salía, continué– puedes quedarte un rato en el baño como siempre, que ya sabemos lo que haces, no te preocupes.
Cuqué el ojo a mi hermano y mi madre desapareció.
Tras la pillada a mi madre masturbando a mi hermano, llamé a la puerta del baño, “mamá, abre la puerta”, el chasquido del pestillo sonó y abrí la puerta, mi madre estaba sentada sobre el wáter, su cara todavía estaba llena de semen, tenía las piernas abiertas y una mano acariciándose entre ellas, no me miró, siguió a lo suyo, masturbándose y gimiendo, yo acerqué mi boca a la suya y la besé, busqué su lengua y la encontré y mientras la sentía dentro de mi boca, empezó a correrse.
A partir de ese momento todo cambió, mi padre empezó a bañar a mi hermano, mi madre no nos miraba a la cara, y mi hermano solo quería meterme esa brutalidad entre las piernas, algo que no iba a conseguir jamás porque me destrozaría.
Pasaron varias semanas y a mi hermano le quitaron las escayolas de las manos, él seguía a lo suyo, me buscaba y me manoseaba, yo le dejaba hacer, me gustaba rozarme con él y con ese enorme falo, él siempre intentaba meterla, pero yo me cabreaba y me iba, así es que desistió y se conformaba con las pajas que nos dábamos, mi madre volvió poco a poco a la normalidad, ya nos miraba, incluso se percataba de nuestros escarceos, pero no decía nada.
Con el tiempo, mi hermano dejó de buscarme, lo buscaba yo más, y a veces me rechazaba, supongo que se habría cansado o que habría encontrado a alguien a quién follarse, así es que poco a poco se fue acabando, hasta que un día descubrí por qué.
Llegué temprano de la universidad, abrí la puerta y oí gemidos, así es que cerré con cuidado y busqué el origen de los mismos, ¡que tonta!, ¿cómo no me lo imaginé?, mi madre era la que se follaba ese miembro monstruoso, los dos en la cama, mi madre montada sobre mi hermano, clavada, moviéndose sobre él, dejando sus grandes y flácidos pechos al alcance de las manos de mi hermano, que los manoseaba acercándolos a su boca para succionar esos enormes y oscuros pezones.
Siguieron así un buen rato, hasta que la zorra de mi madre, porque era eso, una zorra, se sacó ese mástil de entre las piernas y se puso a cuatro patas, ofreciéndole su gran culo, no podía creerlo, yo nunca había experimentado el sexo anal, y mi madre se iba a meter una polla de 25 cm por el culo casi sin rechistar, aunque me equivoqué en lo de casi sin rechistar, porque cuando mi hermano empezó a taladrarla, aquello no entraba con tanta facilidad y mi madre lloraba y mordía la almohada para no gritar, supongo del dolor de meterse algo tan gordo por detrás.
Observé absorta, como la polla de Álvaro iba desapareciendo poco a poco entre las enormes nalgas de mi madre hasta que se quedó inmóvil, esperando que el ano se dilatase y así poder moverse sin destrozar a mi madre, que ya había soltado la almohada y resoplaba, asimilando aquella carne que la tenía empalada hasta el estómago.
Yo hacía un buen rato que me masturbaba viendo aquello, así es que entré en la habitación, me quité la ropa y me acerqué a la pareja de amantes incestuosos, besé a mi hermano, besé a mi madre, y coloqué mi mojado sexo sobre su boca, para que también me follase ella a mí, puse mis manos sobre su cabeza y la apreté fuerte para que casi no pudiese respirar, mi hermano empezó a moverse muy despacio, se ve que no era la primera vez que analizaba a mi madre y sabía como tenía que hacerlo, la lengua de mi madre repasaba todo mi sexo, estaba en la gloria hasta que no sé como dije, -la quiero dentro, Álvaro, métemela-.
Noté como mi madre se contorsionó del todo, al escuchar eso, mi hermano empezó a acelerar el ritmo sobre su culo, destrozándoselo, hasta que lo sacó, rojo, hinchado, mi madre se volteó hacia un lado, con el ano dolorido, y empezó a masturbarse a mi lado, mientras mi hermano, se acercó a mí, y levantándome un poco las piernas puso su polla sobre mi anhelado sexo y comenzó a perforarlo, no tuvo compasión de mí, no tuvo delicadeza, solo un ansía desmedida por follarme, yo a duras penas pude contener un grito de dolor al ver como aquella cosa tan grande entraba y desgarraba todo mi sexo, mi madre buscó mi boca para ahogar los gritos, hasta que el dolor remitió, mi hermano inmóvil me miró a los ojos y me dijo “¿empiezo?”.
Yo asentí, mi madre empezó a besarme los pezones a succionarlos, y mi hermano empezó a follarme, y a mi empezó a gustarme, mis piernas lo abrazaron y me abandoné a aquel placer sin límites, ahora entendía porque mi madre se dejaba hacer de todo con su propio hijo, yo haría lo mismo, sería la perra de mi hermano, la puta de madre, sería todo lo que me pidiesen porque me daban todo lo que necesitaba.
Ahhh gritaba cada vez que esa polla martilleaba mi sexo, ahhh, otro vez, ahhhh, No tardé tiempo en correrme, y mi hermano tampoco, sacó su miembro y nos bañó con su leche, -tomad, es vuestra, saciaros-, decía mientras los chorros de semen caían sobre nosotras, que lo recibíamos con agrado, pero de repente escuché un fuerte golpe, y vi como otro fuerte golpe llegaba a la cara de mi hermano…
Era mi padre, nos había pillado a todos, a su familia degenerada, otro golpe más en la cara hasta que le reventó la nariz y la sangré empezó a salir a borbotones, “¿puta, esto es lo que haces cuando estoy fuera?”, dirigiéndose con los ojos enrojecidos hacía mi madre, -¿y tú, mi princesa, tú también?, mientras sus lágrimas se paseaban tristes por sus mejillas.
Ahí acabó todo, esa es la historia de mi familia incestuosa originado por un accidente de tráfico, mi padre nos abandonó, tardé tres años en verlo, me perdonó, pero nunca pude mirarlo igual a la cara.
Mi hermano se marchó de casa, nos veíamos de vez en cuando, nos presentó a su novia, y jamás volvimos a hablar de aquello, y mi madre y yo nos quedamos solas en casa, pero no desconsoladas, yo me traía a chicos de la universidad y entre las dos nos los follábamos, uno, dos, incluso cuatro, haciendo de todo con ellos, ninguno tenía la polla como mi hermano, no volví a ver una igual jamás, pero daba igual, no lo echaba de menos, tenía todo lo que necesitaba.