Desnuda frente a un crío

panzer626

Virgen
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Dic 29, 2008
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DESNUDA FRENTE A UN CRÍO


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Me llamo Ninoska, Nino para los amigos. Soy bajita, mido 1,57 y peso 55 kilos. Mi cuerpo es muy menudito y tengo varios tatuajes, de hecho me cuesta mucho comprar ropa, ya que siempre debo ver en la sección de niñas, cosa que no me gusta, sobre todo en lencería y trajes de baño. Mi pelo es castaño oscuro, liso hasta los hombros, tengo poco pecho (obviamente) pero lo compensa mi culito hermoso y firme, que más de algunos colegas (hombres y mujeres) quedan viendo cómo se me marca sobre mi uniforme de enfermera.

Me gustan las motos, tengo una de hecho y me gustaba salir a pasear por las tardes hasta que un día me caí y quedé bastante lastimada.
De ahí me llevaron al hospital para hacerme las radiografías correspondientes, por lo que tuve que quitarme la ropa, con tan mala suerte que esa tarde no me puse sostén, aunque al menos tenía unas bragas más adultas, así que me tocó desfilar ante mis colegas sólo con la pequeña tela del calzón cubriendo mi intimidad. El contraste de mi apariencia infantil, mis bragas sexys, los moretones y mis tatuajes me daban un aire de modelo erótica ruda, aire que provocó un silencio de asombro que no llegaba a ser incómodo pero me hacía sentir totalmente vulnerable.

Me puse en la máquina de rayos x mientras debía asumir con bastante dolor las posiciones que me indicaban, a sabiendas de que también tendría que quitarme el calzón ya que golpeé mis genitales contra el manubrio de la moto.
Llegó el momento. Lloré de rabia, me sentía impotente ante tal vulneración de mi intimidad frente a mis propios colegas, justo con quienes me había tomado un café el turno anterior. Una de las chicas me ayudó a terminar de desnudarme mientras me consolaba y tomaba mi mano. Tenía una herida en los labios mayores producto del golpe, estaba hinchada y el doctor me puso una crema antinflamatoria. Todo este infierno duró casi una hora, tiempo en el que estuve desnuda frente a 5 personas (3 mujeres y 2 hombres) al menos por 20 minutos.

Luego de 2 días, recordar esa situación terminó por calentarme. Lo malo es que me dolía la vagina llegando a ser incómodo usar calzón, por lo que empecé a vestirme con vestidos ligeros de una pieza, camisón o una camiseta que me quedase grande. Una vecina vino a verme y me preguntó si necesitaría ayuda, cosa que me venía como anillo al dedo porque pese a no haber tenido fracturas, los moretones y el dolor en general me impedía llevar mi vida con naturalidad en el día a día, con cosas tan cotidianas como lavarme los dientes o preparar comida que resultaban una odisea ya que vivo sola.
Nos acordamos de Benjamín, el Benja, un chico de 14 años, bastante educado, respetuoso y simpático, que siempre me decía que le gustaría ser enfermero y ahora que eran sus vacaciones de verano podría entrenarse.

Lo llamé como me sugirió mi vecina y hablé con sus padres para explicar mi situación y que no tenía nadie más a quien recurrir, que era poco y nada lo que tendría que hacer, más que nada ayudarme con lo básico y hacerme compañía. El asunto es que aceptaron y Benja vino a verme.

Él venía seguido a ver a mi vecina, casi siempre para tareas como cortar el pasto o similares, y así se ganaba un dinero. Me gustaba verlo trabajar, a veces se quitaba la camiseta y se quedaba toda la tarde así. Muchas de esas veces vino a visitarme sin usar su camiseta. Para él no había nada de malo en ello, aunque a mí me fascinaba poder verlo ojalá con la menos ropa posible.
Seamos honestos, todo esto de haber sido al revés, es decir, yo hombre y Benja una niña, jamás hubiese sido posible y es muy capaz que me hubiese metido en un problema de orden mayor, ya que yo lo miraba a veces con descaro, llegando a desear el poder examinarlo a fondo como en los colegios. Ese niño me ponía húmeda; tenía el cuerpo normal para un niño de su edad y una cara de galán tierno, de esos hombres que te hacen sentir segura y a salvo, además estaba bastante marcado en su torso y eso me calentaba el doble, casi como un hombre mayor cuando mira a una chiquilla coqueta que se pasea semidesnuda sin intención alguna de terminar de vestirse.

Ese día llegó temprano. Con dificultad me levanté de mi cama y fui a abrirle la puerta. Eran las 9 de la mañana y hacía un calor del demonio, para colmo Benjamín venía con un short y una camiseta roja. Le abrí la puerta mordiéndome el labio inferior, pensando en todo lo que le haría a ese pequeño macho si pudiera. Yo usaba un vestido gris, de una sola pieza, un vestido de verano, de esos que son de una tela ultra delgada, y encima, una bata de franela, no porque hiciera frio (había más de 25° C a esa hora) sino para evitar que se me viera algo más de la cuenta.
Lo hago pasar y le digo que vaya a ver la tele conmigo en mi habitación mientras le preparo el desayuno, a lo que él se ofrece a preparármelo. Yo quedé gratamente sorprendida y decidida a premiar a mi atento amiguito.

Llevó el desayuno para ambos a mi cama. Yo me había quitado la bata, y realmente me daba lo mismo si se me veía una teta o no, total que a su edad ya era bastante probable que hubiera visto el pecho de sus compañeras de curso o de alguna amiga, y realmente habían chiquillas mejor dotadas que yo. A pesar que la oportunidad estuvo, no hizo intento alguno por mirar mi cuerpo por lo que me empecé a relajar y llegamos al tema de mi accidente.
No sé por qué pero volví a llorar. Aquel niño me abrazó y me besó en la frente. Le conté lo humillada que me sentí cuando llegué al hospital, que me vieron desnuda y que me había golpeado la vagina de un modo terrible por lo que incluso me costaba trabajo hacer las tareas más básicas.
Tuve que explicarle el tema de que no podía usar ropa interior porque el roce me hacía daño, a lo que él prometió no aprovecharse. Por mi parte, yo quería que se aprovechara todo lo que quisiera, de todas maneras iba a tener que ayudarme hasta en la ducha. No es que no pudiera hacerlo sola, pero con ayuda era indudablemente más fácil, incluso le dije que me costaba limpiarme luego de hacer pis.

-esa es la situación mi pequeño amiguito, eres la única persona en la que confío, además que te conozco de hace tiempo y eres muy amoroso conmigo. Tus tareas van desde ayudarme a hacer las cosas de la casa pero sobre todo necesito ayuda para caminar y asearme.
-o sea que…
-voy a necesitar ayuda para bañarme.
Benjamín estaba nervioso, pero una no crece sin saber cómo poner nervioso a un hombre para que haga lo que una quiere.
A eso de las 11 am nos decidimos. Nos encaminamos a la ducha caminando del brazo. Ambos estábamos nerviosos, él vería a su primera chica desnuda según me va diciendo, y yo, que ya iba con la concha mojada, decido sacarle todavía más provecho a la situación.
-voy a hacer pis, necesito que me limpies por favor.
Le digo en tono sugerente, casi suplicante. Noté como su pene empezaba a ponerse duro bajo el short.
Hice que subiera mi vestido, y ahí, a piernas abiertas, ese niño vio mi sexo orinar frente a él como si nada. Decidí aprovecharme todavía más.
-¿no te molesta el verme hacer esto?
-no
-¿sabes? En mi trabajo también me toca ver chicos desnudos como tú, algunas chicas y mujeres también. Ahora soy yo la que está desnuda y expuesta, así que vas a conocerme muy bien.

Aquel chico me limpia y me quita el vestido para ayudar a meterme a la tina. Le digo que se meta conmigo si quiere, o que al menos se quite la ropa para que no se moje o tendrá que usar ropa mía después, ya que sería Benja quien tendría que bañarme.
Se desnudó frente a mí sin mucho protocolo; él ya sabía que yo había visto y tocado muchos penes de su edad, y que decir de miembros adultos, de esos había probado de todos tamaños y por todos mis orificios. Benja tenía el vello púbico muy corto, se notaba que lo arreglaba, aunque su pene era más bien pequeño, el verlo desnudo y erecto era ver la misma gloria; era hermoso, su pelo claro, sus ojos amables y su andar seguro, además de sus brazos fibrosos y abdomen marcado.
Nos lavamos el cabello mutuamente y luego le dejé hacer. Me tocó por todos lados con suavidad y torpeza. Yo le correspondí recorriendo su cuerpo dándole órdenes:

-abre las piernas, sujeta tu pene y levántalo, date la vuelta, párate derecho…

A la vez que aprovechaba de manosear los genitales del niño, le iba diciendo como debía lavarse, incluso la manera correcta de masturbarse.
Cuando terminamos el baño ya habíamos superado la vergüenza. Ambos nos sentíamos cómodos con la desnudez del otro y nos encaminamos a mi habitación, donde le indiqué cómo debía ponerme una inyección que necesitaba, pero eso es para otra ocasión.
 
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