Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulos 001 al 004

heranlu

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Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulos 001 al 004

Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulo 001




me llamo Guillermo, que tengo 23 años; he empezado a trabajar hace poco, tras acabar mi licenciatura en la universidad y vivo con mis padres aunque estoy buscando casa para independizarme. En lo que tiene que ver con el sexo, además de tener una vida sexual razonablemente normal con mi novia, debo reconocer que siempre me han gustado las mujeres maduritas, las cuarentonas, las cincuentonas y hasta la sesentonas si están buenorras y macizas. Sin embargo nunca había tenido ningún “affaire” sexual con ninguna madurita aunque sí que me fijaba mucho y hasta fantaseaba con algunas de las que conocía, sobre todo con algunas amigas de mi madre, quizá simplemente por ser estas las maduritas que me resultaban más cercanas. Con estos antecedentes y el impagable papel de la casualidad que antes comentaba, es como se gestó la aventura que me dispongo a contaros.

Todo se inició una tarde en la que había salido del trabajo a mediodía sin que tuviera que volver a la tarde pues en mi empresa tenían lugar unas acciones de formación de las que yo estaba exento pues versaban sobre una materia en la que yo ya tenía hechos varios cursos previos. Como tenía tiempo libre, antes de ir a mi casa dando un paseo, decidí pasarme por alguna tienda de ropa del centro de la ciudad pues hacía semanas que tenía intención de renovar algo mi vestuario. Fue así como me encontré por casualidad con Martina, una amiga de mi madre, junto a una parada de autobús. La saludé y ella reaccionó de forma un tanto nerviosa y desconcertada a la vez que murmuraba una especie de disculpa para irse cuanto antes y así lo hizo desapareciendo de mi vista en un abrir y cerrar de ojos. Su actitud me sorprendió pues de hecho esta amiga de mi madre es muy abierta y simpática y siempre ha tenido muy buena relación conmigo. Lo extraño de su comportamiento, tan huidizo y esquivo, picó mi curiosidad y casi sin pensarlo comencé a caminar siguiendo la calle por la que ella se había ido.

A los pocos minutos la divisé a lo lejos. Caminaba deprisa y de vez en

cuando miraba hacia atrás como con inquietud. Esta actitud me intrigó aún más y decidí seguirla por la otra acera, de modo que ella no viera que yo la estaba siguiendo. Poco después, y tras dar varias vueltas a la manzana, se detuvo ante una cafetería y empezó a mirar nerviosamente a uno y otro lado. Así estuvo un par de minutos en los que mi intriga fue creciendo por momentos mientras yo la observaba desde la acera de enfrente a cubierto resguardado por una enorme furgoneta de reparto.

Instantes después, y para que mi sorpresa fuera ya completa, apareció mi madre. Ambas hablaron brevemente y enseguida entraron en la cafetería. Yo estaba tan intrigado y sentía tal curiosidad que decidí entrar en aquel bar para tratar de averiguar a qué se debía aquella actitud tan esquiva y casi clandestina de la amiga de mi madre. También me sorprendía la presencia de ambas en aquella zona de la ciudad, bastante alejada de nuestro barrio y quise saber a qué se debía que ambas parecieran haber quedado citadas allí en lugar de verse en la casa de cualquiera de las dos, como solían hacer a menudo, o en una cafetería de nuestro barrio que les quedara más cerca. El establecimiento en el que ambas habían entrado resultó ser una de esas cafeterías grandes y con decoración un tanto antigua pero acogedora; en ella las mesas de madera estaban como en reservados, separadas por biombos también de madera. Pude ver el apartado que ocupaban mi madre y Martina sin que ellas me vieran a mí. Afortunadamente el contiguo estaba libre así que me senté, pedí una consumición y traté de afinar el oído. Entonces pude oír a Martina decir lo siguiente:

-Chica, me he encontrado con tu hijo y qué nervios. Creí que nos iba a descubrir. La verdad es que todo esto me pone un poco nerviosa. Debe ser que no estoy nada acostumbrada a ponerle los cuernos a mi marido.

Aquello desde luego era una revelación como para interesarme al máximo. Mi madre y su amiga Martina tenían una movida clandestina y además relacionada nada menos que con cuernos. Más interesante no podía ser y la vez casi increíble porque yo nunca hubiera pensado que la aparentemente conservadora amiga de mi madre, de la que yo tenía una imagen de lo más apocada y hasta mojigata en cuestiones de sexo, al parecer le ponía unos buenos cuernos a su marido, nada más y nada menos. Y ya para rematar el pastel allí estaba mi madre, que sin duda algún papel tendría en todo aquel asunto. Mi madre tranquilizó a su amiga diciéndole que seguramente yo me habría ido sin pensar nada raro pues al fin y al cabo no la había visto haciendo nada inapropiado ni con ninguna persona.

-Estaría por aquí de compras porque hoy a la tarde no tenía que ir al trabajo y me dijo que pasaría por alguna tienda antes de ir al gimnasio. –Le explicaba mi madre.

No pude oír con claridad lo que seguían diciendo las dos mujeres aunque sí que de vez en cuando reían con ganas haciendo patente que ambas estaban cada vez más tranquilas y relajadas, sin que la amiga de mi madre pareciera ya preocupada por su fugaz encuentro conmigo. En estas estábamos cuando llegaron dos hombres de unos 40 años, bien vestidos, que tras pedir unos refrescos en la barra de la cafetería se dedicaron a echar un vistazo por varios de los compartimentos de la cafetería como si buscaran a alguien. Miraron en el que ocupaba yo y enseguida me pidieron disculpas diciendo que buscaban a alguien con quien habían quedado. Yo acepté sus disculpas con un gesto y acto seguido miraron en el reservado contiguo, el que ocupaban mi madre y su amiga Martina. No cupo entonces la menor duda de que era con ellas con quienes habían quedado aquel par de hombres pues las saludaron con calor y se sentaron con mi ellas. Esto ya era demasiado y más cuando, como continuación de su saludo, uno de ellos dijo en voz baja pero que yo pude oír muy bien pues el murmullo de la cafetería en aquel momento era más bajo:

-¿Cómo está nuestro par de macizas cachondas?

-Pues eso; macizas y cachondas. -Dijo mi madre riendo y con un desparpajo que yo nunca hubiera imaginado en ella. Ellos continuaron piropeándolas mientras tomaban su consumición y ellas respondían con picardía y hasta con atrevimiento a los comentarios y encendidos piropos de los dos hombres. Tras un rato de animada conversación uno de los hombres dijo:

-Bueno, chicas, ¿creéis que hoy tendremos oportunidad de estar un poco más cómodos en otro sitio que no sea esta cafetería?

-Por nosotras encantadas –respondió mi madre visiblemente satisfecha con la propuesta de aquellos hombres

-Nosotros hoy tenemos las casas ocupadas, así que habíamos pensado en ir a un hotel a las afueras o así.

-Mi casa está libre toda la tarde; -replicó mi madre-. Y creo que eso es más discreto, aunque parezca mentira, que ir a un hotel. Vamos nosotras primero y unos minutos después vais vosotros; así nadie sospechará nada, mientras que si alguien conocido nos viera entrando en un hotel con vosotros... bueno, no quiero ni pensarlo. Mi casa estará libre hasta última hora de la tarde, que será cuando llegue mi hijo tras salir del gimnasio, así que tenemos más de tres horitas por delante; seguro que suficientes para entretenernos, ¿eh? –Concluyó mi madre con una risita coqueta y a la vez atrevida.

Yo estaba más que sorprendido, casi patidifuso tras estas revelaciones. Era del todo evidente que mi madre y su amiga tenían nada más y nada menos que una aventura extramatrimonial con aquellos dos señores. Era del todo impensable, increíble; pero no había la menor duda; era cierto. Mi madre le ponía los cuernos a su marido, a mi padre. Curiosamente esta certeza no me enfadó sino que, en cierta medida, me pareció casi aceptable y hasta cierto punto excitante; después de todo yo creo que soy bastante liberal en cuestiones de sexo y creo que el amor y el respeto por una persona, por una pareja, no tiene que conllevar necesariamente la obligatoriedad de no tener ninguna relación sexual con alguien más. Eso siempre lo he pensado respecto de mí y mi novia aunque no es que yo sea muy dado a ponerle los cuernos. Y si tenía esa idea respecto de mí mismo supongo que era por eso por lo que también me parecía aceptable que mi madre y su amiga pensaran lo mismo respecto a la fidelidad a sus maridos. Además, me resultaba especialmente excitante haber descubierto aquella faceta oculta de mi madre y su amiga, aquella dimensión secreta de ambas que las hacía aparecer ante mí como unas mujeres dispuestas a disfrutar de la vida y de los placeres de sexo con otros hombres que no fueran sus maridos. Era todo increíble, casi inconcebible en unas mujeres tan formales y serias como mi madre y su amiga, pero a la vez muy interesante y excitante.

Por los comentarios de aquellos hombres y por la réplica de mi madre ofreciendo nuestra casa para pasar un rato juntos, estaba claro que aquellos cuatro se disponían a pasar una buena tarde en plan sexual y además en mi casa y eso azuzaba mi curiosidad y despertaba mi excitación sobre todo por ser quienes eran las protagonistas femeninas de aquella aventura: nada menos que mi madre y su amiga Martina, por cierto, una jamona esta Martina a cuya salud yo ya me había cascado más de una paja y más de dos en honor a sus más que respetables tetazas.

Desde luego no quería perderme nada de lo que fuera a suceder entre aquellos cuatro, así que en cuanto pude, salí de la cafetería sin que me vieran y me dirigí rápidamente a mi casa para estar allí con antelación y convenientemente oculto dispuesto a ser testigo de todo lo que fuera a ocurrir. No quería dejar de observar ni un detalle de la presumible orgía que iba a tener lugar nada menos que en mi casa y con mi madre como una de las protagonistas estelares. Mientras me dirigía rápidamente hacia mi casa me iba percatando de curiosamente no me causaba ningún disgusto que mi madre fuera una zorrangona dispuesta a ponerle los cuernos a mi padre y a gozar como una golfa en compañía de su amiga Martina y de aquellos dos hombres. Más bien al contrario la idea de ver a mi madre en plan guarrota con aquellos dos me excitaba; incluso diría que me excitaba enormemente. Además la posibilidad de verle a Martina sus tremendas tetazas y follando con aquellos tíos también me ponía caliente perdido. Martina es una mujer bastante atractiva para mi gusto. Es bajita, como mi madre, tiene 50 años, uno menos que mi madre, y al igual que ésta es más bien rellena sin llegar a gorda. Lo que más destaca en ella son de todas formas sus tremendas tetas, grandes como campanas. Su cuerpo macizo y su gordo culo son aspectos que a muchos chicos de mi edad no gustan pero que a mí me excitan mucho en las mujeres.

Imaginarme a las dos mujeres en plena acción sexual me excitaba una barbaridad. Así que con una erección tremenda llegué a mi casa y me oculté en mi habitación a la espera de que llegara aquel cuarteto de calentorros. Esperaba que la fiestecita tuviera lugar en el salón porque así, con un poco de cuidado, podría verlo todo sin ser visto. En todo caso esperaba que estuvieran los cuatro juntos y que no se preocuparan de cerrar las puertas ya que si se iban cada pareja a una habitación o cerraban

las puertas no podría disfrutar del espectáculo al completo.

Al cuarto de hora de haber llegado yo llegaron mi madre y Martina.

-Chica, que caliente estoy. Entre lo de joder con estos guarros y estarle poniendo los cuernos a mi marido la verdad es que estoy excitada del todo. -Decía Martina empleando un lenguaje que yo nunca le había oído, claro.

-A mi me pasa lo mismo -respondió mi madre-. En vaya par de guarras nos estamos convirtiendo a nuestra edad... pero, qué narices; hay que darle gusto al cuerpo. Y más vale tarde que nunca. Si nos hemos pasado la vida siendo unas reprimidas ya es hora de disfrutar con estos cuerpos serranos. Yo cada día lo tengo más claro y de lo que me arrepiento es de no haber sido así de lanzada desde hace más tiempo.

-Claro que sí -apoyó Martina la idea-. Estos dos tienen razón. Cuanto más gocemos mejor para nosotras, y disfrutando así no hacemos daño a nadie, ¿no? Mientras nuestros maridos no se enteren, ojos que no ven...

-Y lo bien que lo pasamos... porque hija, yo cada día que estamos con estos lo paso mejor. Ya hasta disfruto chupándoles las pollas... que es algo que siempre me había dado un poco de asco, como sabes. La verdad es que cada día soy más guarra y más calentorra. Lo que nos hemos estado perdiendo hasta ahora... –Decía mi madre mientras soltaba una risita llena de excitación.

Yo alucinaba con aquellas confesiones y comentarios de mi madre y su amiga. Ambas, a las que yo creía unas señoras de lo más decentes y normales, eran unas golfas de cuidado y además estaban orgullosas de ello. Y a mí, para decir toda la verdad, no me parecía mal en absoluto.

-Qué suerte tuvimos -seguía mi madre- el día de aquel chaparrón de verano ¿eh? Nos mojamos tanto que las blusas que hasta el sujetador se nos trasparentaba del todo y estos dos se ofrecieron a taparnos con sus paraguas y luego nos trajeron en coche hasta casa. Los muy cabrones no dejaron pasar la oportunidad de echarnos unos piropos y mira.

-La verdad es que nosotras, que se nos veían hasta los pezones, se lo pusimos a huevo ¿eh? -apuntó Martina-. A mí me daba una vergüenza terrible pero también me gustaba que se fijen en lo que una tiene, ja, ja, ja.

-¿Qué íbamos a hacer? –Reía también mi madre recordando aquel incidente.- Pero estuvieron muy educados, simpáticos y picantes a la vez.

-Mira que entonces nos propusieron quedar a tomar algo otro día y no quisimos ¿eh?

-Pero cuando nos volvimos a encontrar con ellos dos días más tarde ya se lió todo. Yo creo que, aparte de lo calentorras que somos en el fondo, aceptamos porque ellos

estuvieron muy simpáticos y educados y porque también son casados ¿eh? Así, como a todos nos interesa ser discretos...

Para entonces yo ya tenía una visión completa de cómo se había gestado aquella aventura sexual en la que estaban metidas mi madre y su amiga Martina.

-Bueno, ¿qué te parece si nos desnudamos y recibimos a estos dos con trapitos de los que les gustan a ellos?

-Claro que sí, yo ya llevo puesta lencería de esa, de puta. -Dijo Martina riendo campechanamente.

-Yo también, así que venga, vamos a desvestirnos y recibirlos con esa lencería de golfa. Yo también llevo unas bragas de auténtica fulana, como les gusta a ellos. La verdad es que nos regalan cada trapito ¿eh? –Decía mi madre riendo divertida.

Entonces pude ver cómo Martina se quitaba la blusa y la falda dándome una nueva sorpresa, si es que era posible. Martina llevaba debajo de su ropa de calle un conjunto de lencería negro con breve puntilla roja, medias negras y un liguero. Esto se completaba con los zapatos de tacón. Tenía una pinta de puta que nada envidiaba a las de las ilustraciones de las revistas porno más cachondas. Y a mí desde luego, me puso a cien verla con aquellas pintas de furcia. Cuando aún no me había recuperado del shock de ver así a Martina, fue mi madre la que se empezó a desnudar. Cuando se quitó la blusa y la falda que llevaba lo que vi me dejó atónito una vez más. Mi madre, que estaba de espaldas hablando con Martina, lucía una braga negra tipo tanga cuya fina tira se escondía entre sus amplias nalgas dejando todo su espléndido culazo prácticamente al aire. Su sujetador también era negro pues las tiras y lo que se apreciaba desde atrás era de ese color. Al igual que Martina también llevaba medias, no pantys, y seguía con los zapatos puestos, de modo que sus bonitas y bien torneadas piernas enfundadas en aquellas medias resultaban aún más atractivas. Mi madre responde también al tipo de hembra jamona, maciza y rellenita sin ser gorda, y ahora, viéndola allí medio desnuda de espaldas a mí lo cierto es que me pareció atractivísima con aquellos muslazos recios enfundados en aquellas bonitas medias y con su tremendo culazo prácticamente desnudo pues lógicamente la braga tanga lo que no hacía precisamente era taparlo.

-Sí, desde luego menudos trapitos nos regalan estos dos ¿eh? -decía Martina-. Se nota que les gusta vernos echas unas putonas. Si me viera así mi marido...

-Es que estos quieren que además de ser unas zorronas de verdad, lo parezcamos.

Entonces ambas se sentaron en el sofá a charlar tranquilamente mientras esperaban la llegada de sus amantes. Al hacerlo pude ver que el sujetador negro que llevaba mi

madre era transparente y que sus bonitas tetas, incluidos sus pezones, se podían ver por completo bajo la fina tela dándole un aspecto muy excitante. Verle así las tetas, aunque fuera mi madre, o quizá precisamente por ello, me puso no sólo cachondo sino, definitivamente, al borde de la eyaculación.

-Pues chica, qué nerviosa me he puesto cuando me he encontrado con tu hijo antes en la calle... –Comentó Martina retomando el asunto de su fortuito encuentro conmigo.

-Bueno, no nos ha visto hacer nada raro ¿no? –la tranquilizó mi madre-. Otra cosa sería que nos viera ahora así. Si nos ve a las dos con estas pintas de puta sí que sería más complicado explicárselo, ja, ja, ja… -reía mi madre al parecer divertida con la perspectiva de que yo las descubriera y tuvieran que explicarme qué hacían con aquella indumentaria tan excitante sentadas en el sofá de mi casa.

-Tienes razón; es que debo estar un poco nerviosa porque me da un miedo terrible que se entere alguien de este puterío que nos traemos, y al encontrarme con tu hijo justo cuando iba a la cafetería... Por cierto y hablando de tu hijo; si te soy sincera, y espero que no te moleste lo que te voy a decir, la verdad es que, sobre todo desde que somos tan cachondas, algunas veces he pensado en tu hijo... ya

sabes...

-¡No me digas! Así que te gustaría que mi hijo te metiera mano ¿eh, zorrona? -Dijo mi madre riendo divertida.

-Hombre, pues la verdad es que sí. Me pone muy cachonda pensar en que un jovencito como él ya sabes, que me toque, que me chupe... Bueno, Julia, que no te parezca mal ¿eh?

-¡Cómo me va a parecer mal, tonta! Pues ya sabes, lígatelo. Por mi no iba a haber ningún problema; todo lo contrario. Incluso, si estuviera en mi mano ayudarte, te aseguro que podrías contar con ello.

-Sí, como si fuera así de fácil.

-Mira, le podías haber dicho hoy que te acompañara, que íbamos a tener una fiestecita un poco verde. Le podías haber enseñado un poco de escote e igual se había animado... -Sugirió mi madre en plan de broma haciendo que ambas rieran divertidas.

-Sí, -respondió Martina riendo con ganas-. Podía haber venido él también a descubrir que su madre está hecha una buena zorra y que folla como una golfa con dos tíos...

Las dos reían divertidas y a mi verlas con aquellas pintas y hablando así de mí me excitó hasta ponerme la polla a reventar.

-Bueno, -dijo mi madre- la verdad es que si tú te lo llegas a ligar espero que me tengas al corriente, ¿eh?. Fíjate, Martina, que te digo que hasta me gustaría veros en acción. Me gustaría ver cómo reacciona mi hijo si te viera con las tetazas esas que tienes al aire. Seguro que babeaba el muy cabrito, que alguna vez ya me he fijado en cómo te las mira, ja, ja, ja…

-Me parece que estamos soñando las dos –respondió Martina riendo también todavía divertida.

-Sí, seguro que sí -afirmó mi madre-. Pero, ya sabes, si algún día te lo llegaras a ligar, zorrona, no dejes de decírmelo ¿eh? Ya te digo que me gustaría ver a mi hijo metiéndole el cipote entre las tetas a una zorra como tú. Igual es que me estoy volviendo demasiado viciosa pero me pone cachonda a mí también pensar en cosas así incluso de mi hijo.

Las dos volvieron a estallar en una estruendosa carcajada con la ocurrencia de mi madre y Martina, cuando se iba recuperando de la risa, le replicó.

-¡Pero mira que eres guarra, Julia; incluso a tu hijo quieres verle la polla! Seguro que si en vez de en la calle sólo conmigo se encuentra con las dos en la cafetería cuando estábamos con estos y descubre todo el pastel, hubieras sido capaz de decirle que viniera con nosotros también.

-Pues en ese caso hubiera sido la mejor solución ¿no? Si nos hubiera descubierto lo mejor hubiera sido reconocer la verdad. De esa manera habría una oportunidad de que él mantuviera nuestro secreto si por ejemplo tú le gustas y le apetece magrearte las tetas... Chica, al fin y al cabo mi hijo es un hombre y le atraerán unas tetas como las tuyas como a cualquier otro.

-¿Tú crees?

-¿Por qué no? Igual es un calentorro y se había animado a unirse a nuestro grupito para echarte un polvete, je, je… Además, a ti mira qué bien te hubiera venido, ya que te gusta tanto.

Las dos mujeres reían divertidas con aquellas ocurrencias mientras mi polla estaba literalmente al borde de la eyaculación mientras seguía escuchando su conversación.

-¿Tú crees de verdad podría ligarme a tu hijo? ¿Crees que es posible que sea también un viciosillo? –Insistía Martina queriendo cerciorarse de que mi madre estaba hablando en serio sobre aquella posibilidad.

-Si sale a su madre... –Replicó mi madre divertida.

-¿Y a ti, Julia? No me digas que a ti no te apetece tener un lío con algún chaval jovencito de estos...

-Pues si te digo la verdad, y esto que no salga de entre nosotras, me ha puesto muy caliente todo esto que hemos hablado sobre mi hijo en plan de jodienda. Seguro que tú, con lo calentorra que eres, me lo enviciabas pero bien... Y ya te digo, a mi no me importaría verlo, no.

-No, si tú hasta te lo tirarías-. Le contestó Martina a mi madre riendo.

-Hombre, -replicó ésta-. No digo tanto, pero si supiera que no se iba a tomar mal descubrir que su madre se ha hecho un poco golfa, no me importaría, ya te digo, verlo liado contigo llenándote bien el coño de polla mientras yo estoy con estos otros dos, por ejemplo. Sería una situación muy morbosa, desde luego. Compartir una sesión de jodienda con mi hijo. Uff, si es que se me empapa la almeja de sólo pensarlo.

Yo estaba alucinando y hasta se me pasó por la cabeza irrumpir en la sala diciéndoles que desde luego lo que más me apetecía era tirarme a Martina y ver a mi madre hecha una buena zorra, cosa que, por cierto, no sólo no me importaba sino que incluso me excitaba verdaderamente.
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Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulo 002


Tras descubrir por casualidad a mi madre y a su amiga Martina preparando una excitante sesión en la que se disponían a poner unos buenos cuernos a sus maridos, me había adelantado a ellas para llegar a casa y ser testigo de su aventura. Allí, y antes de que llegaran sus amantes, pude escuchar una excitantísima conversación entre las dos mujeres que me desveló todas sus andanzas extramatrimoniales y en la que incluso salió a relucir mi nombre.

Lo último que había ocurrido es que había sonado el timbre del portal. Enseguida vi, oculto en mi habitación, a mi madre salir de la sala y avanzar por el pasillo para ir abrir la puerta del portal con el telefonillo automático. Desde donde yo estaba pude ver como avanzaba hacia la puerta de la calle contoneando sus caderas por efecto de los tacones y moviendo su extraordinario culazo de una forma tremendamente sugerente. Esa visión casi hizo que me corriera. ¡Qué atractivo me resultaba el tremendo culazo de mi madre con aquella braguita tanga que desnudaba sus imponentes nalgazas! Éstas son enormes, redondas y abultadas, muy blancas y tremendamente atractivas. Las medias negras hasta más arriba de medio muslo contribuían a enmarcar su soberbio pandero y la braguita tanga hacía el resto para que pareciera una golfa madurita de lo más apetecible. Y eso era lo que me estaba pareciendo a mí a pesar de tratarse de mi madre.

Sin duda se trataba de sus amigos pues mi madre, tras contestar al telefonillo, les abrió la puerta de la calle y al regresar a la sala para darles tiempo a que subieran, pude ver con todo detalle el conjunto sexy de mi madre: era negro y completamente transparente de modo que al estar de frente se apreciaba sin ningún problema toda la mata de pelo de su coño así como las areolas y los oscuros pezones que coronaban sus redondas y atractivas tetas. Incluso su suave tripita me pareció de lo más atractiva y excitante.

Todo aquello estaba haciendo que yo estuviera a punto de correrme, aunque fueran mi madre y su amiga las responsables de mi calentura, y ya llegué casi al paroxismo cuando, al sonar el timbre de la puerta de arriba, mi madre volvió a dirigirse hacia la entrada contoneando de nuevo su soberbio culazo y volviendo a permitirme verle desde mi escondite, tras la puerta de mi habitación, aquellas rotundas nalgazas por entre las que se escondía la breve tira de su tanga. Abrió la puerta y dio paso a los dos hombres que ya había visto antes en la cafetería. Cerró la puerta también muy rápidamente y una vez dentro, los dos hombres enseguida piropearon con atrevimiento a mi madre la cual sonreía complacida ante sus piropos:

-Aquí nos abre la puerta la hembra con el culazo más macizo de toda la ciudad. -Dijo uno amasándole con ganas una nalga a modo de saludo.

-¡Uy, no será para tanto! -dijo ella con coquetería mientras el hombre se inclinaba sobre ella y la besaba en la boca, beso al que mi madre respondió incluso sacando la lengua y jugueteando a la vista con la lengua de su amigo. Mientras tanto el otro hombre le agarraba la otra nalga y también la besaba en la boca cuando acabó de morrear con el primero. Me llamó la atención la avidez y vicio con los que mi madre se daba la lengua con aquellos hombres. Se dieron varios besos llenos de vicio jugueteando con las lenguas a la vista y me excitó especialmente ver cómo a mi madre le colgaban hilos de saliva de la lengua cuando dejaba de besarse con uno de sus amigos para pasar a morrearse con el otro. El hecho de que morreara de aquella manera con ambos demostraba también que aquella reunión no se iba a ser de dos parejas de amantes diferenciadas sino que las dos mujeres iban a disfrutar con los dos hombres y viceversa. Aquello iba a ser una orgía a cuatro en toda regla y con mi madre como protagonista estelar.

Tras esa inicial e intensa sesión de morreos, y con los dos hombres tocándole el culo uno por cada lado, entraron en la sala.

-Bueno, pues si yo soy la del culazo más macizo, aquí tenéis a la hembra con las tetazas más gordas de la ciudad, como decís vosotros. –Introdujo mi madre refiriéndose a Martina y haciendo que todos rieran.

Sí, pero éstas tampoco están mal ¿eh? -dijo uno de los hombres apretando una de las tetas de mi madre sobre el sujetador mientras volvía a morrrearla. Una vez más me llamó la atención con qué vicio respondía mi madre a los besos de aquellos hombres; no se limitaba a devolverles los besos que le daban en la boca sino que sacaba activamente la lengua y se chupaban y daban las lenguas con verdadero vicio. Mi recatada madre era en realidad una viciosa de mucho cuidado.

-Veo que estáis muy bien vestidas. -Dijo el otro aludiendo a la indumentaria tan sexy de las dos maduras.

-Estáis de verdad preciosas. No obstante nosotros os hemos traído un nuevo regalito para que os lo pongáis.

Entonces uno de los hombres les entregó una caja envuelta en papel de regalo a cada una. También aprovechó para darles de nuevo un beso a cada una según les entregaba el regalo. Como los anteriores que le habían dado a mi madre, no fue un beso sin más sino un morreo en toda regla al que ambas mujeres respondieron plenamente con sus lenguas. A continuación ambas, incitadas por los dos hombres, abrieron las cajas y descubrieron el regalo. Este resultó ser una especie de picardías transparente y muy cortito, que seguramente apenas les llegaría al ombligo. El de mi madre era granate y el de Martina negro.

-¿Y esto queréis que nos pongamos? -Dijo mi madre divertida mientras miraba la excitante prenda.

-Eso y sólo eso- respondió uno de ellos riendo también.

-Bueno, podéis quedaros con las medias, que os quedan muy bien y así tenéis todavía más pinta de zorras.-Añadió el otro riendo.

Seguidamente ambas mujeres, sin pensarlo demasiado, se quitaron las bonitas prendas que llevaban, a excepción de las medias, para ponerse aquellos minúsculos picardías transparentes. Entonces pude ver completamente al natural las bonitas aunque ya algo caídas tetas de mi madre y su peludo chochazo cuando se quitó la braga tanga. También pude ver al natural las tremendas tetazas de Martina, que me parecieron realmente espectaculares pues sin sujetador le caían casi hasta el

ombligo y resultaban tremendamente voluminosas. Tienen éstas, por cierto, unas areolas más bien grandes y unos pezones salidos y marrones que invitaban a ser mordidos. Su chocho no se lo pude ver muy bien porque como Martina es más

bien gorda, sus michelines le tapaban algo el coño impidiendo, desde mi posición, vérselo con comodidad aunque también parecía lucir una buena mata de pelo. Con todo y con ello yo estaba realmente a punto de eyacular, claro.

Cuando ambas mujeres se pusieron la prenda que les acababan de regalar, la impresión que me causó fue de nuevo de lo más excitante. A mi madre el picardías le llegaba un poco más abajo del ombligo pero dejaba ver perfectamente su atractivo

y peludo coño. Sus tetas, por supuesto, se apreciaban perfectamente a través de la tela transparente. A pesar de lo caídas de las mismas, a mi me parecieron unas tetas tremendamente atractivas. Se dio una vuelta con coquetería para que los hombres apreciaran al completo cómo le quedaba la prenda y así pude verle de nuevo el estupendo culazo que tiene mi madre, ahora ya sin tanga ni nada.

Luego fue Martina la que se puso su picardías. Al ser aún más gorda que mi madre, la prenda le quedaba más pequeña y ajustada y de hecho apenas le llegaba al ombligo. Además, como Martina tiene unas tetazas enormes ya que debe usar una talla 130 por lo menos, sus grandes mamas le llenaban por completo el picardías. Su tripa y coño quedaban a la vista y su pinta era tremendamente excitante aunque desde luego no ofrecía la imagen típica que podría salir en una revista de chicas desnudas. Era excitante para quien guste de las mujeres maduras y rellenas, de aspecto real.

Después de unos cuantos piropos por parte de los dos hombres ya empezó la fiesta. Ellos enseguida empezaron a recorrer con sus manos los abundantes encantos de ambas hembras y a morrear con ellas. Como ya antes había deducido al ver cómo mi madre recibía a sus dos amigos morreando con ambos, no se trataba de dos parejas sino de dos hombres y dos mujeres dispuestos a disfrutar del sexo todos juntos pues ellas morreaban y se dejaban sobar por uno y por otro alternativamente. Me llamó la atención ver cómo mi madre se restregaba contra el hombre que estaba besándola y tocándole el culo en cada momento para sentir contra su tripa el cipote del macho y volví a percatarme del tremendo vicio con el que mi madre se daba la lengua con aquellos dos hombres. Morreaba de tal manera que continuos hilos de saliva escapaban de su boca yendo a caer sobre sus pechos mientras su viciosa lengua jugaba con la de su compañero ocasional.

Como las dos maduritas tampoco se estaban quietas, enseguida los pantalones de ambos hombres estuvieron por el suelo y ellas no perdieron tiempo en bajarles también los calzoncillos dejándolos desnudos de cintura para abajo. Lo que hicieron a continuación me llevó de nuevo a unas cotas de excitación que hacían muy difícil que pudiera contener mi eyaculación, y eso que no me estaba ni siquiera tocando. Y es que las dos jamonas maduras se arrodillaron ante los dos hombres para empezar a tocarles primero y luego mamarles sus pollas y huevos con verdadera maestría y ganas. Mientras ellas chupaban sus pollas ellos acabaron de quitarse las camisas y demás prendas para acabar completamente desnudos. Luego ambos se sentaron en el sofá mientras las dos golfas maduras se afanaban en comerles las pollas situadas entre sus rodillas.

Después de este primer tratamiento oral, a indicaciones de uno de los hombres, ambas hembras se levantaron y empezaron a exhibirse ante los dos machos con el propósito de excitarlos al máximo. Yo había salido de mi habitación y seguía el espectáculo desde la puerta entornada del salón. La perspectiva era inmejorable y era tremendo para mí ver a mi madre ponerse de espaldas a sus dos amigos e inclinarse hacia adelante para dejar su espléndido trasero en pompa a pocos palmos de las caras de los dos hombres. Me llamó la atención que mi madre no se limitaba sólo a mostrarles el culo sino que con sus manos se abría las nalgas para enseñarles con detalle su agujero anal mientras los dos hombres le dedicaban piropos cada vez más obscenos entre los que no faltaban los calificativos de “puta”, “viciosa”, “golfa” o “calentorra”. Ella a su vez sonreía visiblemente complacida con las palabras que aquellos hombres le dedicaban. Mi madre, de la que yo antes de aquella tarde incluso hubiera afirmado que era un tanto mojigata y cortada en cuestiones de sexo, estaba demostrando ser todo un putón. Mientras mi madre exhibía con singular gracia su gordo trasero, ellos continuaban con su retahíla de piropos diciéndole:

-Vaya culazo más cojonudo tienes, Julia. Aunque nos digas que no, un día de estos te lo vamos a penetrar, cacho guarra. Sabes que nos pones locos con ese culazo.

Por su parte Martina hacía gala de su tremenda delantera. Tras levantarse el breve picardías hasta el cuello, se empezó a mover balanceando sus tetazas ante las caras de los dos hombres y también a inclinarse ante ellos para que sus

melonazos colgaran como los de una vaca en las mismas narices de los dos hombres. Ellos entonces también se refirieron con términos soeces a sus mamas y todo ello contribuía a elevar la calentura de todos. Cuando ambos hombres estaban ya realmente calientes, y sus empinadas vergas así lo reflejaban, volvieron a solicitar de las dos mujeres que les volvieran a mamar las pollas. Ellas sonriendo no perdieron tiempo y enseguida se arrodillaron entre las piernas de los dos hombres para volver a engullir sus pollas mientras ellos las llamaban zorras, mamonas y cosas así.

Mientras les comían las pollas ellos les sobaban sobre todo las tetas a ambas mujeres y acabaron por quitarles las prendas transparentes que poco antes les habían regalado de modo que tanto mi madre como Martina se quedaron tan sólo con las medias y los zapatos por toda vestimenta.

Yo estaba como loco de excitación viendo a mi madre portándose como una guarra viciosa con aquel par de tipos y creo que con sólo rozarme la polla me hubiera corrido sin remisión. Y mi excitación aún fue a más cuando en un alarde de supremo golferío y vicio, mi madre alzó las piernas del hombre al que le estaba mamando la polla mientras éste continuaba sentado en el sofá de modo que quedo bien expuesto el agujero anal de él. Entonces mi madre deslizó su lengua por toda la polla del tipo aquel, continúo hacia abajo por sus huevos y acabó llegando con la lengua al ano del hombre cuyo contorno empezó a chupar con la puntita de la lengua. El tipo bufaba de gusto y casi empezó a gritar cuando mi madre empezó a meterle la punta de la lengua en el ano como si se lo estuviera follando a lengüetazos. Además de darle ese tratamiento en el culo a su compañero, mi madre también seguía manoseándole la polla, que estaba absolutamente resbaladiza y babosa debido a la mamada que antes le había estado haciendo mi madre. La mano de esta se deslizaba por el brillante y húmedo prepucio del hombre mientras le comía el culo llevando al tipo aquel al paroxismo del placer. Tras un rato chupándole el culo a su amante, mi madre volvió a centrarse en la polla del hombre volviendo a sorberle con singular maestría el cipote mientras él la piropeaba o insultaba, según se viera, diciéndole:

-Zorra, puta, guarra… Julia, eres la golfa más puta y más viciosa que me he encontrado en mi vida. ¡Joder, qué gustazo me das, putona!

Martina a su vez tampoco estaba perdiendo el tiempo con su amante y aunque por su posición podía ver lo que hacían con menos detalle que a mi madre, también me percaté de que la jamona amiga de mi madre estaba dedicándose a mamarle la polla al hombre con el que estaba y a morrear con él alternativamente; le daba una par de glotonas chupadas en el cipote y luego ambos se buscaban para darse la lengua mientras él le estrujaba las tetas; luego ella volvía a amorrarse al cipote del hombre e instantes después volvían a morrear con un tremendo vicio.

-Seguro que a tu marido no le das estos besos, ¿eh, golfa?-Le decía a Martina su amante con sorna mientras ella reía con picardía y volvía a engullir la verga del hombre.

Después de un buen rato de sexo oral sobre las pollas de los dos hombres éstos estaban con sus cipotes a tope de dureza y ambos quisieron que la fiestecita pasara a mayores:

-Venga, Julia, cachondona. Ponte ahí a cuatro patas que te la voy a meter en ese chochazo de puta que tienes hasta los cojones.

Mi madre sonrío con picardía y se situó sobre la alfombra de la sala como le pedía su amigo. Este no perdió tiempo y enseguida se la enchufó desde atrás haciendo que mi madre lanzara un profundo gemido de placer al sentir la dura polla dentro de su empapado conejo.

La otra pareja también se puso a follar sobre el sofá. El hombre se situó sobre Martina y le metió la polla para luego colocar las rollizas piernas de la mujer sobre sus hombros y empezar a joderla con fuertes pollazos que hacían gemir y casi hasta gritar a la rellena madurita mientras sus tetas, desparramadas a los lados de su cuerpo, se movían como grandes masas de gelatina.

Por la posición que ocupaban veía mejor a mi madre que a Martina y también pude fijarme en que los envites que le propinaba su amigo, hacían que las gordas nalgazas de mi madre se movieran como inmensos flanes. Ver el enorme culazo de mi madre, que siempre me ha atraído, moverse de aquella manera mientras su amigo la jodía, me puso tan cachondo que mi polla empezó a soltar gran cantidad de líquido preseminal de tal manera que hasta pensé que me estaba corriendo. Qué magnífico culazo tenía mi madre y qué delicia era verlo balancearse de aquella manera mientras follaba como una verdadera putona.

Las estuvieron jodiendo un buen rato y mi madre fue la primera en llegar al orgasmo. Lo hizo entre gritos que me pusieron aún más caliente. Ver a mi madre correrse y

expresándose así me llevó al extremo de la calentura.

-¡Así, así... Ummmh. Dame fuerte con esa pollaza, cabronazo. Reviéntame de gusto, cacho cerdo. Ay, qué placer, qué gustoooo... Ahhhhhhhh! ¡Aaaaaah! ¡Qué gustoooooo...! Síííííí…

Instantes después era Martina la que alcanzaba su orgasmo entre fuertes suspiros de placer y casi a la vez los dos hombres soltaron su leche encima de las nalgas de mi madre el que la había estado follando y encima de la tripa y tetas

de Martina el que se había jodido a ésta.

Tras descansar un poco y aprovechar las mujeres para limpiarse con unos pañuelos los restos de semen que quedaban sobre sus cuerpos mi madre dijo:

-Hay que ver lo que hacemos con estos calentorros ¿eh?

-Sí, en menudas puercas nos hemos convertido pero cómo hemos disfrutado-. Le replicó Martina riendo satisfecha.

-Eso es que ya erais unas buenas putarronas pero no os habíais decidido a disfrutar en condiciones con esos cuerpazos macizos que tenéis-. Les dijo una de los tipos para que mi madre añadiera riendo:

-Seguro que tienes razón.

-Claro que sí; -replicó el hombre-. Y ahora, al conocernos a nosotros habéis empezado a gozar de lo lindo con esos coñazos de putonas que tenéis, como ahora, ¿a qué sí?

-No ha estado nada mal; -siguió mi madre mientras hacía resbalar el dedo índice de su mano derecha por toda su raja-. He gozado como una perra pero no me importaría echar ahora mismo otro polvito... –Añadió insinuándose con coquetería.

-Pues tendrá que ser con otro, cachonda, que a nosotros hasta dentro de un buen rato ya no se nos levanta y me temo que no disponemos de tanto tiempo, cariño-. Le contestó uno de los hombres riendo.

Siguieron bromeando un poquito y luego ya ellos se vistieron y tras darles unos morreos de impresión a ambas, se despidieron de ellas y se dispusieron a marcharse quedando en verse la semana siguiente en la misma cafetería en la que se habían reunido hoy para planificar un nuevo encuentro. Yo me escondí de nuevo en mi habitación mientras tanto mi madre como Martina les acompañaron hasta la puerta de la calle, aunque se cuidaron muy mucho de no dejarse ver desde fuera por si pasaba algún vecino ya que continuaban completamente desnudas.
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heranlu

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Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulo 003



Mi madre y su amiga acababan de despedir a sus amantes y yo, empalmado y cachondo como no lo había estado en mi vida tras el tremendo espectáculo protagonizado por mi madre del que había sido testigo, me había ocultado en la habitación contigua al salón para evitar que ellas me vieran. Cuando ya volvían a la sala Martina, la amiga de mi madre, iba diciendo:

-Pues a mí tampoco me importaría echar otro polvo; la verdad es que he tenido un orgasmo como dicen éstos, pero todavía tengo la castaña bien caliente. Y es que me pongo como una burra de cachonda cuando estamos con estos tíos. Yo creo

que me pasaría jodiendo toda la tarde.

-Sí, hija, yo también -le contestaba mi madre-, que cada día soy más cachonda y más viciosa. Parece que de los 50 en adelante estoy emputeciéndome como nunca hubiera pensado. -Y las dos mujeres soltaron una sonora carcajada con las palabras de mi madre. Luego ésta siguió diciendo-: Pero para que nos jodieran bien jodidas hasta dejarnos bien hartas de polla necesitaríamos disponer de más tiempo con éstos o ligar con un jovencito que la tenga todo el rato bien dura y eso va a ser difícil, ¿no crees?.

-Pues mira, chica, si nos hubiéramos ligado a tu hijo como decíamos antes... Ese sí que nos jodería hasta dejarnos bien satisfechas a las dos-. Apuntó Martina riendo.

-Oye, golfona, que es mi hijo... -replicó mi madre riendo con gracia-. Que no me importa que te lo ligues y le eches un buen polvo, ya te lo he dicho, pero que me joda a mí como dices igual es demasiado fuerte, ¿no?

Martina se echó a reír dándose cuenta de lo que había dicho y aclaró:

-Hija, es que en este plan que estamos últimamente, que no queremos más que polla y no precisamente la de nuestros maridos, aunque sea algo prohibido, al pensar en joder con tu hijo no se por qué te vi a ti también en el ajo.

-Quizá por eso, porque de tan zorra que me vuelto, tú también piensas que lo de follar con mi hijo me parecería otra golfería más y de las más excitantes.

-¿Y no te lo parece? Seguro que sí, marranaza. –Le decía su amiga a mi madre.

-¡Qué bien me conoces! Bien sabes que soy una buena zorra, ja, ja, ja... Pero hacerlo con mi propio hijo ya me parece demasiado incluso para una viciosa como yo. Aunque, si te digo la verdad, tengo que reconocer que me pone cachonda pensar en él en plan... ya sabes. Total, si somos unas buenas putas... Hacerlo con mi propio hijo tiene que ser el colmo del zorrerío, ja, ja, ja…

Yo, que de nuevo había salido de la habitación y espiaba a las dos mujeres desde la puerta del salón, no daba crédito a lo que estaba oyendo. Mi madre y su amiga estaban hablando nada más y nada menos que de follar conmigo y lo mejor de todo es que mi madre no contemplaba aquella posibilidad como algo inaceptable o imposible sino como algo excitante, y a juzgar por sus palabras, incluso plausible. También debo aclarara aquí que a mí, por supuesto, ya a aquellas alturas y tras haber visto todo lo que había visto aquella tarde y con la calentura que llevaba, provocada precisamente por mi madre de manera muy principal, la idea de follarme a mi madre me parecía la más morbosa y excitante de cuantas me pudieran pasar por la cabeza en asunto de folleteo. Y si al cóctel añadimos a su amiga Martina, aquella madurita jamona a la que ya le había dedicado alguna que otra paja solitaria, ya qué más queda por decir.

-Di que sí. –Animaba precisamente Martina a mi madre en sus declaraciones favorables a la idea de tener un lío sexual incluso conmigo-. ¿Pero tú crees que le gustaríamos con estos cuerpos gordos y de vieja que tenemos?

-Bueno, tan mal no estamos ¿no? A mí antes es cierto que me acomplejaba este culazo tan gordo que tengo pero a éstos con los que hemos estado esta tarde, bien cachondos que los ponemos con nuestras redondeces...

-Es verdad, las rellenitas tenemos nuestros encanto –corroboró Martina agarrándose sus inmensas tetazas mientras reía.

- Un poco gordas y maduras ya somos pero un polvete todavía tenemos; ja, ja, ja... –Decía mi madre también divertida. Y entonces de repente, uniendo la palabra a la acción, añadió-: Mira, vamos a vernos en el espejo de la entrada, que es de cuerpo entero.

Y en ese momento mi madre abrió la puerta del salón para ir a verse en el espejo de cuerpo entero que hay en la entrada y al abrir, lógicamente y sin que yo pudiera hacer nada por ocultarme porque me pilló de improviso su acción, me fueron a encontrar allí, espiándolas y además con la polla dura y empinada asomando por la bragueta de mi pantalón. Ambas mujeres soltaron una exclamación mezcla de sorpresa y de temor. Tomaron conciencia rápidamente de que sin duda yo había sido testigo de su orgía y eso las asustó pero enseguida ambas, y especialmente mi madre, repararon en que yo estaba con la polla al aire y completamente empinada y un ligero brillo de picardía apareció en sus ojos.

-¡Pero hijo, qué haces aquí! –Dijo mi madre aún con el susto en el cuerpo.

-Pues he venido por casualidad antes de tiempo y por eso he podido ver a las dos mujeres más atractivas que conozco en el espectáculo más excitante que he visto en mi vida.

Viendo mi tranquilizadora sonrisa mi madre preguntó, aún con cierto temor en su tono de voz:

-¿No te parece mal entonces que nosotras…? ¿No estás enfadado con mamá?

-¿Cómo voy a estar enfadado contigo, mamá? ¿Y cómo va a parecerme mal que lo paséis así de bien? Todo lo contrario. Estoy orgulloso de que seáis así de atrevidas y por otro lado contento de haberos visto, que dicho sea de paso, da gusto veros así… desnudas y tan guapas.

-Es que te podía parecer mal –seguía mi madre con cierta aprensión en su tono de voz- que estando casadas, ya sabes…

-Yo no pienso que hagáis nada malo poniéndoles los cuernos a vuestros maridos. Si no se enteran, y por mí no va a ser…

Mi madre ya sonrió con tranquilidad y dándome un piquito que me supo a gloria, me dijo:

-Hijo, eres un cielo.

Entonces yo, viendo que el ambiente estaba definitivamente relajado, decidí poner en marcha la posibilidad de sacar partido sexual de aquella situación con aquel par de calentorras, una de las cuales era además, para mayor excitación, mi madre. Cargándome de aplomo, con una amplia sonrisa y dándoles unas palmadas en los hombros a las dos, me atreví a decirles jugándome una carta definitiva:

-Así que, chicas; pido disculpas por el susto que os haya podido dar al encontrarme aquí pero… ¿no decíais que necesitaríais otra polla? Pues aquí tengo yo una, así que… ¿si os vale? Por lo que os he oído creo que a Martina no le disgusta la idea ¿no?

-Ni a Martina ni a mí, cariño- dijo mi madre riendo con humor y más tranquila para a continuación preguntar:

-Nos has estado viendo todo el rato, desde el principio, ¿no?

-Ya lo creo, y menudo bien que me lo he pasado, aunque claro, mejor os lo habéis pasado vosotras, y esos dos.

-¿Y qué te parece haber descubierto que tu madre es una buena zorra, hijo? No sabes el susto que se me ha metido en el cuerpo en cuanto te he visto. ¡Cómo me alegro de que no estés enfadado!

-¿Cómo iba a estarlo, mamá? A mí, la verdad, me parece estupendo que seáis tan lanzadas y abiertas. Yo lo que quiero es que tú disfrutes de la vida y parece que sabes hacerlo. No me parece mal en absoluto, todo lo contrario, de verdad; ya te lo he dicho antes y lo digo sinceramente. El sexo es para disfrutar y me parece estupendo que lo hagáis, y más estupendo todavía si, como he creído entender por cosas que os he oído, nos os importaría que yo tuviera algo que ver en ello.

-Menudo picarón estás tú hecho –Intervino Martina riendo con picardía-. Me parece que contigo nos vamos a entender muy bien tu madre y yo… -Y apostilló con intención-: Las dos.

-Así que no sólo no te importa sino que te ha gustado vernos golfeando con esos amigos, ¿eh, hijo?

-A mi me ha gustado mucho veros en acción pero seguro que aún se pueden hacer cosas que me gusten mucho más... Y más viendo este panorama tan estupendo. - Acabé yo aludiendo a su desnudez.

-Entonces algo te gustamos aunque seamos ya un par de viejas gordas, ¿no, hijo? -Dijo mi madre guiñándome un ojo con malicia.

-¿Viejas gordas? –dije yo- Lo que sois es dos maduritas rellenitas de lo más deseables y atractivas.

Ambas mujeres sonrieron visiblemente aliviadas por mi planteamiento. Además las tranquilicé completamente sobre mi discreción con respecto a todo lo que sabía y finalmente les dije que yo también estaba excitado como un burro, como era notorio, después de todo lo que había visto y que me apetecía un montón continuar la fiesta que ellas habían iniciado pero que aunque ellas no quisieran nada conmigo por mí no tenían que preocuparse y que podían estar completamente tranquilas con respecto a mi discreción.

-¿Cómo no vamos a querer nada? Si ya nos has oído que tenemos ganas de polla hasta reventar y yo estoy como loca por meterme eso en todo el conejo. -Dijo Martina con todo el desparpajo.

-Venga, hijo; si a ti también te apetece jódete a la zorra de Martina. Y si no te importa que yo lo vea...

-Me encantará que tú nos veas, mamá. Yo también te he visto a ti follando y te puedo asegurar que me ha gustado mucho verte... Es muy excitante ver a mi madre portándose como una golfa, te lo aseguro. –Y entonces me incliné sobre ella y ahora fui yo el que le dio un piquito en los labios al que ella respondió abriéndolos ligeramente y dejando asomar su lengua para tocarme con ella mis propios labios.

Cuando mi madre y yo nos separamos sonriendo ambos con complicidad, fue Martina la que me agarró la cara y me plantó un morreo tremendo metiéndome la lengua en la boca hasta llegar con ella casi a mi garganta.

-Ahora ya estamos convenientemente presentados en asunto de folleteo –dijo la caliente amiga de mi madre haciendo que los tres riéramos.

Entramos entonces los tres en el salón y Martina, tras darme otro morreo impresionante, me quitó los pantalones y los boxers y enseguida se arrodilló delante de mí para empezar a chupármela. Mientras recibía los lametazos de Martina, mi madre, que estaba a mi lado, colocando una mano en mi muslo muy cerca de la ingle, me dijo con un tono no exento de picardía y hasta de coquetería:

-¿De verdad no te importa que mamá sea un poco viciosilla, hijo?

-Todo lo contrario, me encanta. Si no fueras así de cachondona ahora no estaría aquí con la polla en la boca de una macizorra como Martina y con otra hembra tan atractiva

como tú a mi lado completamente en pelotas y mostrándome sus encantos.

-¿Te gusta entonces verme así, desnuda? ¿Crees que soy atractiva? ¿Te gusto como mujer, hijo?

-Mamá, estás para comerte. Tienes unas tetas estupendas –y me atreví entonces a tocarle brevemente una de sus colgonas mamas sin que ella se molestara lo más mínimo por mi caricia-; tienes unos muslazos estupendos –y le sobé con ganas uno de sus rollizos muslos-; y tienes un culo cojonudo –y entonces, metiendo la mano por debajo de su culo según estaba sentada, le amasé con ganas una de sus enormes nalgas mientras ella sonreía complacida.

-Ya veo que te gusta tu madre, ya. –Dijo ella riendo divertida y excitada.

-Me gustas mucho, mamá; estás muy buena y eres una hembra cojonuda. -Y acabé diciéndole-: ¡Cómo he envidiado a esos dos que tan bien se lo han pasado con vosotras!

-Pues si crees que estoy para comerme puedes darme un mordisquito cuando quieras, cariño. -Me dijo mi madre con coquetería y de forma insinuante. A sus palabras acompañó el gesto de ofrecerme sus labios para darme un beso. Yo dudé un instante al tratarse de mi madre pero enseguida olvidé todo prejuicio pues de hecho mi madre me gustaba y me atraía y allí la tenía en pelotas e incitándome a que la besara. Ya me había dado además antes unos piquitos con ella, uno incluso con algo de lengua por su parte, así que no lo dudé más y acerqué mi boca a la suya para besarnos. Mi madre recibió el beso con entusiasmo y enseguida sacó su lengua para chuparme la mía; luego metió su lengua en mi boca y nos dimos un morreo lleno de vicio y lujuria. Cuando dejamos de besarnos, y mientras seguía sintiendo las estupendas lamidas de Martina en mi polla y huevos, le dije a mi madre:

-Mamá, me ha encantado besarte. Manejas la lengua realmente bien. Me gusta mucho darle estos morreos a mi madre.

Mi madre sonrió con malicia y apretando sus tetas contra mi pecho dijo:

-Pues también se usar la lengua y dar mordisquitos en más sitios... Si quieres te lo demuestro, si no te parece mal, claro.

Entonces mi madre, sin esperar mi respuesta, también se arrodilló al lado de Martina y ambas empezaron a turnarse dándome lametazos en la polla.

-Pues sí, como para parecerme mal. Lo que me parece es que me vais a matar de gusto entre las dos, zorras.

-¿Sí, hijo? ¿Te gusta lo que te hace la golfa de mamá? -me preguntó ésta con lujuria mientras era Martina en ese momento la encargada de devorarme la polla.

-Me encanta todo lo que haces cuando te portas como una putona, mamá. Así de claro te lo digo. Me encanta verte desnuda con ese cuerpazo tan macizo que tienes, me encanta verte mamando pollas y verte follando y disfrutando como una buena zorra, me encanta, de verdad, tanto si es conmigo como si es con otros. Y de Martina digo lo mismo, claro.

-No sabes cómo me alegro de que pienses así, hijo. -Mi madre rió complacida y volvió a amorrarse a mi verga. Entonces ya no pude aguantar más y me empecé a correr soltando toda la lefa acumulada en aquella tarde de calentura. Mi madre se afanó por tragársela toda pero enseguida rebosó su boca y Martina le ayudó chupándome también todo el tallo de la polla por donde resbalaba mi más que abundante corrida. A continuación mi madre abrió su boca mostrando como sobre su lengua se almacenaba una espesa dosis de mi semen; luego cerró la boca y tras hacer un evidente gesto de tragar, volvió a abrir su boquita mostrándola esta vez vacía. Luego me dijo:

-No me gusta tragarme la leche de los hombres pero contigo es diferente, cariño -mientras con un brillo de lujuria en los ojos mientras volvía a abrir la boca y tras mostrar de nuevo cómo toda la lefa que había recogido en ella ya no estaba en su boca sino que se la había tragado, se pasaba la lengua por los labios en un gesto de extrema sensualidad, recogiendo todos los restos de semen y líquidos preseminales que se habían acumulado en torno a su boca durante la mamada que me había estado haciendo. Y tras relamerse de nuevo me dijo guiñándome un ojo-: La verdad es que me excita tanto estar haciendo estas cochinadas contigo que te comería lo que fuera, cariño.

-Me parece muy bien, mamá, y lo tendré en cuenta pero ahora soy yo el que va a comeros un poco. Venga sentaros bien espatarradas en el sofá que me voy a dar un atracón de chocho. Ellas sonrieron excitadas y lujuriosas y siguieron mis

indicaciones, no sin que antes Martina, la amiga de mi madre, me diera un soberbio morreo en el que pude saborear también incluso los restos de mi semen que quedaban en su boca. Nunca hubiera pensado que eso me iba a gustar o excitar pero puedo jurar que lo hizo y muy notablemente. Tras el excitante morreo con Martina, ésta se sentó en el sofá con las piernas abiertas. Le hice un gesto a mi madre para que se sentara de la misma manera al lado de su amiga pero ella dijo:

-Espera que nos lavemos, que lo tendremos todo sucio y lleno de.... -Explicó entonces mi madre aludiendo a sus folladas previas con sus amigos. Pero yo le interrumpí con decisión:

-No hace falta; tenéis el coño como lo tienen que tener un buen par de putonas que es lo que sois vosotras y así me gustáis y así me apetece coméroslo, zorronas.

Volvieron a brillar sus ojos de lujuria y al instante estaba yo comiéndoles el coño alternativamente y metiéndole los dedos en la castaña a la que en ese momento no le prodigaba mis atenciones bucales. Me gustó y excitó muy especialmente comerme aquellos coños que minutos antes habían sido follados por las pollas de aquellos otros tipos. Quizá tenga algo de cornudo en el fondo pero lo cierto es que disfruté especialmente con aquella comida de los coños de mi madre y su amiga recién usados por otros hombres. Era como una constatación más de lo zorras que eran ambas y esa idea de gustaba y excitaba tremendamente.

En un momento dado, cuando le estaba lamiendo la raja a mi madre, le levanté a esta los muslos haciendo que elevara sus posaderas para que su culo quedara más expuesto y entonces, rememorando cómo ella antes le había chupado el culo a uno de sus amantes, fui yo el que le empezó a dar lamidas en el ano a mi madre y a meterle la lengua en su agujerito marrón.

-¡Ahí, ahí, cabronazo, así, así. Cómele el culo a mamá, hijo! –Decía ella excitadísima-. ¡Dios, qué gustazo!

Cuando cambié de hembra, y mientras le manoseaba a mi madre su empapadísima raja, también le lamí el culo a Martina haciendo que ésta dijera:

-¡Joder, pero qué cerdo es este chaval! Así, así me gusta a mí; un marranazo a la altura de dos putas como nosotras.

Ellas estaban tan cachondas, tan salidas y tan excitadas con todo lo que estaba aconteciendo que no tardaron en alcanzar sendos orgasmos las dos, sobre todo cuando mis caricias, tanto manuales como bucales, empezaron a centrarse de nuevo de manera esencial en sus clítoris. Ambas chillaron sus orgasmos, especialmente mi madre, que prorrumpió un sonoro “¡Pero qué gustazo le has dado a mamá en su culo y en su chochazo de golfa, cariño”!

Tras sus estruendosos orgasmos me incorporé y me senté entre las dos jamonas en el sofá. Ambas me dieron entonces unos tremendos morreos y ambas parecían ávidas de mi lengua, que degustaron con mucho placer y mucha saliva de por medio. Tras la tanda de morreos, mientras todos nos reponíamos de nuestros recientes orgasmos, comentamos lo sucedido. Cuando hubo quedado claro que a mí su actitud de guarras me parecía ideal y que por mi discreción no tendrían que preocuparse, fue mi madre la que sugirió que había llegado el momento de follar.

-Y después de todo este chupeteo de sexos, te apetecerá echar un polvete, ¿no, hijo?

-La verdad es que sí, mamá.

-Pues venga, hijo; cepíllate a la golfa de Martina, que lo está deseando.

-Yo no voy a decir que no –intervino Martina con simpatía. –Hay que aprovechar la energía de estos jovencitos, que la siguen teniendo bien empinada después de una buena corrida.

Los tres reímos divertidos y ya me dispuse a follarme a Martina en el sofá mientras mi madre volvía a animarme obscenamente.

-Claro que sí, hijo; fóllate a la zorra de Martina, que es una putona que nunca se cansa de tener polla en el chocho, sobre todo si no es la de su marido, ja, ja, ja…

Los tres reímos una vez más y entonces ya me dispuse a joderme a la maciza y tetona amiga de mi madre. Ella se recostó en el sofá y yo me tumbe encima de su relleno cuerpo de jamona cincuentona. Nos dimos un par de morreos y luego, mientras le comía los pezones, se la metí en el conejo empezando a follarla salvajemente.

-Esto sí que es una polla -decía cachonda perdida ante mis acometidas-. Julia, esta polla es cojonuda. ¡Cómo estoy gozando! -Y vaya si gozaba la muy cerda. Estuve follándola un buen rato pero no habrían pasado ni tres minutos de folleteo cuando la golfona amiga de mi madre alcanzó un primer y estruendoso orgasmo que celebró con un alarido que sin duda pudieron oír los vecinos. Pero yo seguía bombeando su caldoso conejazo de hembra madura y así fue como ella, presa de una excitación incontenible, tuvo otros dos tremendos orgasmos antes de que yo soltara mi descarga de lefa en su caliente conejo de jamona viciosa.

-Te ha gustado follar con mi hijo, ¿eh, viciosona? -le decía mi madre con ojos de lujuria mientras Martina se reponía entre jadeos de la tremenda follada que acabábamos de protagonizar.

-Ya lo creo, Julia. ¡Vaya polla! Aunque sea tu hijo, tienes que probarla. Qué dura, qué gorda y cómo aguanta. ¡Qué vicio, qué lujuria, que calentura me da ponerle los cuernos a mi marido con el viciosón de tu hijo! Es la mejor polla que nos hemos metido en el coño, te lo juro, Julia. Tienes que probarla, tienes que probarla.
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Descubrir Una Faceta Desconocida De Mi Madre - Capítulo 004

Tras haberme follado a la amiga de mi madre en presencia de ésta, Martina, entusiasmada por nuestra follada, no había dejado de insistirle a mi madre en que debía probar mi polla. Mi madre había expresado alguna resistencia verbal a esa idea, quizá esperando que entre su amiga y yo mismo le diéramos las razones suficientes para abandonar sus temores y prejuicios con respecto a la idea de follar con su propio hijo.

-Chica, por muy putas que seamos y aunque a mi hijo le parezca bien que seamos así de zorras, no deja de ser mi hijo... –Decía mi madre, quizá frenada por una última resistencia a traspasar la barrera del tabú del incesto.

-¡Pues bueno, mira ahora lo que dice ésta! - respondió sorprendida Martina-. Si tu hijo sabe de sobra que eres una buena guarra, te ha visto follar y chupársela a otros tíos y hasta la has comido la polla y él a ti el conejo… ¿Y vienes ahora con esos reparos?

-Chica es que… -Decía mi madre expresando con aquellas palabras unos reparos que sus ojos de lujuria desmentían.

-Claro que es tu hijo y razón de más para follártelo ¿no? –Argumentaba su amiga-. Si hasta a mí me excita la idea de veros echando un polvo juntos; un hijo vicioso y una madre bien putona jodiendo juntos; ¿es que hay algo más morboso? Venga, venga, Julia; déjate de bobadas, que te conozco y bien se que tienes más ganas de sentir la polla de tu hijo en el chocho que las que tenía yo.

Yo sonreía excitado oyendo la argumentación Martina y ante la posibilidad de joderme a la jamona de mi madre. A su vez ésta decía:

-La verdad es que ganas no me faltan pero, hija...

Yo creí ver entonces que lo que a mi madre le retenía no era su propia resistencia a traspasar la barrera del incesto sino la necesidad de comprobar y constatar que a mí aquella posibilidad, aquella idea, me parecía bien y me apetecía, así que intervine en el debate entre las dos mujeres diciendo:

-Nada mamá. Si de verdad no te faltan ganas yo te las voy a saciar a base de polla, calentorra; que yo también tengo ganas de joderme a una buena putona como tú, te lo aseguro; que me has puesto muy caliente toda la tarde.

-¿Aunque sea tu madre, cariño?

-Precisamente por ser mi madre la verdad es que me gusta aún más la idea de joder contigo. Así que venga; pon ese culazo en pompa que te la voy a meter en todo el conejazo hasta que revientes de gusto.

-¿Sí, hijo? ¿De verdad no te importa joderte a la guarra de tu madre? –Dijo ella con una sonrisa y un intenso brillo de lujuria en sus ojos.

-Ya te he dicho, cacho puta, que no sólo no es que no me importe; es que estoy como loco por follarte, mamá, por lo buenaza que estás, por lo puta que eres y sobre todo porque eres mi madre y me pone cachondo perdido que seas tan golfa y que pueda joderme a la zorra de mi madre.

-Pues entonces, hijo, mamá se pone como tú quieras para que te la folles como a una buena puta.

Todos reímos con ganas y ya mi madre se apoyó sobre el sofá con el culazo en pompa y yo, situándome detrás de ella, me agarré a sus imponentes caderas y se la metí de un empujón en su encharcadísimo coño empezando a joderla con ganas. Mi polla entró con enorme facilidad en aquella humedísima cueva. Los primeros envites fueron gloriosos; me estaba jodiendo nada menos que a mi madre, a una hembra maciza y extremadamente calentorra que era nada más y nada menos que mi madre. La situación no podía ser más morbosa. La muy viciosa suspiraba sonoramente y jadeaba con cada una de mis emboladas.

-Así, así, cariño; dale polla a la guarra de mamá. –Decía ella entre gemido y gemido. –Fóllate bien fuerte a la puta de tu madre, que está como loca de calentura por follar con su hijo.

-Toma polla, mamá; toma polla en tu chocho de zorra. –Le decía yo excitadísimo a más no poder.

-Sí, hijo, sí; dame bien fuerte, dame gusto con tu riquísima polla. ¡Dios, qué puta y qué cerda me siento follando con mi propio hijo! ¡Y cómo me gustaaaaaa!

Yo me aferraba a sus anchas caderas y así, bien agarrado a su culazo, la taladraba sin descanso con tremendo pollazos que resultaban bien patentes por el sonido de mis envites contra sus nalgazas.

-Fóllate a la golfa de tu madre, que le está gustando a base de bien –nos animaba Martina mientras nos observaba descansando en un butacón con todo el chocho al aire y sus tremendas tetazas desparramadas sobre su tripa en una pose de lo más obscena.

-Sí, hijo; disfruta de la golfa de mamá; disfruta de mi cuerpo de zorra y de mi chocho de puta. –Seguía diciendo mi madre dominada por el placer y el intenso morbo de saberse follada por su propio hijo.

Le di otra rápida tandada de fuertes pollazos y enseguida mi madre llegó al orgasmo entre alaridos mientras sus tetas se balanceaban violentamente atrás y adelante.

-¡Ah, qué gusto, qué gustazo más grande! Dale gusto a la puta de tu madre, hijo. Síííí… Ahhhh… Uhhhh… Ahhhhh…

A pesar de que ella ya había alcanzado un intenso orgasmo, yo seguí jodiéndola con fuerza a la vez que la insultaba, pues notaba que eso la ponía más cachonda si cabe.

-Furcia, más que furcia, que eres una completa putorra, mamá. ¿Cómo te gusta la polla, eh, guarra?

-Y la tuya la que más, cabrón. -Me contestaba ella completamente salida-. Dame, hijo, dame polla por todos los lados que a la puta de tu madre es lo que más le gusta. Jódeme sin parar, cabronazo. Apriétame las tetas y taládrame el coño hasta que reviente de gusto, cariño. ¡Aaaaahh...., esto es cojonudoooooo! ¡Soy una cerdaaaaaaaa... y me gusta... me gusta follar con mi hijo! Sííííí.... Soy tan guarra que hasta me gusta que me joda mi hijo. ¡Qué gustazooooo...! ¡Aaaahhh! ¡Uaoooooaaaaaa!

Y así tuvo un segundo orgasmo tremendo, que la dejó rendida sobre el sofá. Yo, sin embargo seguí follándola todo lo fuerte que podía y aún la muy golfa tuvo un tercer orgasmo antes de que yo empezara a eyacular soltando toda mi leche sobre sus nalgas pues en el momento de correrme se la saqué del coño para regarle su redondo y gordo culazo. Una vez acabé de correrme sobre sus nalgazas, ella misma se extendió mi lefa por todo su amplio pandero mientras decía mirándome con ojos de viciosa:

-¡Cómo me gusta que me llenes de lechada, hijo! ¡Cómo me gusta que trates a tu madre como a una puta, que es lo que soy! Me tienes aquí para lo que quieras y cuando quieras. Puedes hacerme lo que se te antoje porque soy una putona, tú puta.

-Pues ya verás cómo se me ocurren varias cosas que hacer contigo, guarra. - Le contesté yo pasándole la polla, ya fláccida y goteando semen por su cara de cerda viciosa.

Descansamos unos minutos mientras los tres conveníamos en que había sido la tarde más gloriosa de sexo que habíamos tenidos todos. Un rato después Martina ya se vistió y se fue a su casa tras darme unos tremendo morreos y no sin antes quedar en volver a repetir la orgía.

-La semana que viene no se si quedaremos con esos otros amigos nuestros para otra tarde de folleteo, -decía la amiga de mi madre- pero yo tu polla la quiero en mi conejo.

Nos dimos otro humedísimo y largo beso y Martina ya se fue a su casa.

Una vez solos yo creía que la juerga habría acabado pero mi madre, dado que ambos continuábamos desnudos, volvió a ponerse de cuclillas ante mí y prácticamente sin previo aviso se volvió a meter mi polla en la boca con verdaderas ganas. No contenta con eso mientras me la mamaba me empezó a acariciar el ano, algo que sorprendentemente yo encontré tremendamente placentero, y después me metió un dedo en el culo. Para entonces mi polla estaba de nuevo a reventar. Ella paró un poco de mamármela y sin sacar su dedo de mi culo me dijo riendo con malicia:

-A que soy más puta que las zorritas que seguro que te tiras tú por ahí ¿eh, hijo?

-Ya lo creo, mamá; eres la tía más calentorra y más zorra que conozco, y me encanta que seas así.

-¿Y a que ninguna te había metido el dedo por el culo mientras te la chupa?

-Pues no, mamá, la verdad es que no, y también tengo que decirte que no me desagrada en absoluto.

-Da gustito ¿verdad? Y es una técnica que sirve para poneros a los tíos otra vez la polla dura cuando ya se os está bajando.

-Pues tienes razón, mamá, porque me gusta mucho esta caricia y se me está empinando de nuevo a marchas forzadas.

-A mí también me gusta. Luego si quieres me metes tú a mí un dedo por el culo ¿eh, hijo? Que ya he notado que te gusta mucho mi culito, cariño, y he disfrutado muchísimo con las lamidas que me has dado antes en el ano, así que puedes hacer con el culo de mamá lo que te apetezca.

-Te meto lo que tú quieras y por dónde tú quieras, cacho guarra.

Mi madre rió divertida y volvió a mamarme la polla mientras proseguía con su masaje anal. Mi excitación era tan grande que enseguida estuve a punto de correrme pero como quería prolongar aquel placer y aquella excitación le dije a mi madre que parara y que se apoyara ahora ella en el sofá poniendo su tremendo culazo en pompa.

-¿Qué le querrás hacer a tu mamá con el culito así, todo ofrecido? - dijo ella con una mirada llena de vicio.

-Ahora lo vas a ver, cacho guarra.

-Umm… Me encanta que consideres a mamá una guarra y que me lo digas, cariño.

Entonces me incliné sobre ella tumbándome sobre su espalda y acercándome a su oído y en voz baja le dije “Mamá, eres una guarrona y me encantas”. Seguidamente me acerqué con mi boca a la suya y saqué mi lengua para metérsela en la boca pero ella ya se adelantaba y había sacado también su lengua así que nos dimos las lenguas durante un ratito. A continuación yo me incorporé mientras ella seguía apoyada en el sofá, me agaché y agarrando sus gordas nalgas con las manos empecé a pasarle la lengua por toda la raja que separa su orondo culo. Luego ya me centré en su ojete y empecé a lamerlo con ganas y con creciente excitación. No menor era la excitación de mi madre, que enseguida empezó a gemir como loca al sentir mi lengua en su ano. De vez en cuando también le metía un dedo en el culo y ella gemía de gusto.

-¡Hijo, eres tan marrano como tu madre! Eres un completo cerdo y le haces unas cerdadas deliciosas a mamá.

-Te gusta, ¿eh, puercona?

-Ya lo creo que me gusta. Sigue, sigue, hijo. Nunca antes de hoy hubiera pensado que tú me fueras a hacer algo así pero la verdad es que me pone caliente perdida que mi propio hijo me esté chupando el culo con ese vicio. Sigue, cabronazo, sigue que me gusta muchísimo. Cómemelo bien y tendrás mi culo a tu entera disposición, cacho cerdo. El culo de la guarra de tu madre es tuyo para lo que quieras.

Yo seguí comiéndole el culo un buen rato y metiéndole un dedo de vez en cuando y mi madre cada vez estaba más cachonda. En un momento dado, mientras le lamía el agujero anal metiéndole la lengua bien dentro, le toqué un poquito el clítoris con los dedos y entonces mi madre estalló en un orgasmazo brutal que le hizo caer desmadejada sobre el sofá. Estuvo así un rato, gimiendo y recuperándose de su intenso orgasmo mientras yo le acariciaba y besaba la espalda, las nalgas, los muslos, las tetas… También le daba suaves piquitos y breves lengüetazos en los labios a los que ella respondía sacando también su lengua para encontrarse con la mía y lamernos mutuamente. Ella gemía y gemía ronroneando de gusto y así estuvimos un buen rato. Cuando se hubo recuperado me dijo:

-Hijo, nunca me he dejado encular aunque no son pocas las veces que me lo han pedido estos cerdotes con los que follamos, que están locos por mi culo. El dedo sí que me lo ha metido alguno, es cierto, y por eso se que me gusta que me metan el dedo en el culito, pero de ahí no han pasado. Pero ahora contigo la verdad es que casi hasta diría que me apetece que me des por el culo como a una perra. Me has dado un gusto tremendo en el culo y ya te he dicho antes que mi culo es tuyo para lo que quieras.

-¿De verdad me dejarías darte por el culo, mamá?

-Mira, algún día me terminaré dejando encular por alguno de esos calentorros así que, la verdad, prefiero que me lo estrenes tú, cariño. Me da más morbo que sea mi hijo el que me desvirga el culo; de hecho es una idea que me pone calentorra perdida. Así que venga, hijo, métemela por el culo que seguro que me encanta y lo disfruto enormemente después de lo que me has hecho... Dale por el culito a mamá; disfruta con el panderazo de la golfa de tu madre, cariño.

Mi madre se volvió a situar a cuatro patas apoyada en los cojines del sofá y yo, colocándome de nuevo detrás de ella, apoyé mi glande en su agujero anal empezando a presionar. Lo hacía suavemente y mi madre no se quejó en absoluto mientras su esfínter se dilataba para ir dando cabida, poco a poco, a mi polla. De hecho hasta decía que entraba muy suave y que le hacía unas cosquillitas muy placenteras y nada de daño. Mi labor previa ensalivando su ano y dilatándoselo al meterle el dedo estaba dando un excelente resultado

-Hijo, esto no tiene nada que ver con lo que me había contado la guarra de Martina. A ella sí que le han dado por el culo tanto su marido como un novio que tuvo pero a ella se la meterían a lo bestia porque me dijo que le dolía un montón, aunque la muy puta le ha debido coger el gusto porque ha repetido más de una vez según me ha contado, pero esto es delicioso de verdad. ¡Qué gustito más rico! Sigue, sigue, hijo. Encula a tu madre y trátala como a una perra salida, que me gusta un montón. ¡Ummmmm! Goza de mi culazo, hijo; disfruta del culazo de la puta de tu madre.

-Pues no veas a mí cómo me está gustando joderte este culazo tan cojonudo que tienes, mamá.

-Y recuerda que lo estrenas tú, hijo. Eres el primero que se la mete a mamá por el culo, y me está gustando mucho. Sigue así, sigue... ¡Ummmmm!

Seguí enculándola un rato más, dándole emboladas cada vez más fuertes y más rápidas mientras ella gemía de genuino gusto pero tras unos minutos de creciente ritmo de folleteo anal ya no pude contenerme por más tiempo y sentí como mi orgasmo llegaba imparable para echarle toda mi lefa en su culo con gran placer para mí y, a lo que parecía, también para mi madre.

-¡Toma, mamá, toma por el culo, puta!

-Sí, hijo, dame fuerte por el culo, dame polla por el culo que me gusta mucho. ¡Ummm, sííí...! Fóllame el culo y disfruta con él que para eso soy una puta, hijo, para que me metan la polla hasta por el culo y que incluso mi hijo también me encule. -Decía ella completamente salida.

-¡Toma, cerda, toma polla por el culo, marranaza! –le dije yo cuando mis últimos estertores de semen salían de mi capullo para alojarse en su recto disfrutando enormemente del momento y del hecho de haber enculado a mi madre por primera vez.

Cuando acabamos nos dimos un largo beso con lengua lleno de vicio y luego, mientras descansábamos en el sofá, mi madre me dijo que aunque de hecho no había sido un orgasmo como los que tenía cuando la jodían por el coño, la enculada le había dado un gusto tremendo y había disfrutado muchísimo, sobre todo con el morbo de saberse enculada por su propio hijo.

-Me he sentido súper puta dejándome dar por el culo por ti, cariño, y me ha encantado que mi propio hijo me desvirgue el ano, mi amor. –Explicaba mi madre con una evidente expresión de entusiasmo en sus lujuriosos ojos.

-Pues yo también he disfrutado muchísimo con tu fabuloso culazo, mamá. Joderse un culo como el tuyo es magnífico, y si además es el de la puta de mi madre ya ni te cuento. –Le decía yo haciendo que ella riera satisfecha y coqueta.- Y me alegro mucho de que para ti también haya sido así de placentero y morboso.

-Ya lo creo que lo ha sido, hijo, y eso por no hablar de la comida de culo que me has hecho antes –me decía mientras charlábamos acurrucados en el sofá y ella me acariciaba los huevos.- He gozado como nunca hubiera pensado que se podía gozar con el culo, hijo. Tienes mi culazo, como tú dices, a tu entera disposición siempre que quieras, ya lo sabes.

-Me alegro mucho de que me digas eso, mamá, porque tu culo me encanta. Y no sólo para darte por él sino también para magreártelo, para comértelo y para todo. Tienes el culazo que más me gusta, cacho zorra, y puedes estar segura de que voy a disfrutar de él como un cerdo.

Los dos reímos con ganas y volvimos a morrearnos con vicio hasta que ya, tras mirar mi madre el reloj del salón, dijo:

-Bueno, hijo, habrá que vestirse y limpiar un poco todo esto, que tu padre no tardará en llegar.

Y dándonos un largo y humedísimo beso dimos aquella sesión por concluída.

Luego hemos llevado a cabo nuevas orgías y yo incluso he participado en las reuniones de mi madre y Martina con sus dos amigos con gran placer para todos pues a mi madre le excita especialmente que sus amigos sepan que ella jode incluso con su propio hijo; según dice, eso le hace sentirse especialmente puta y eso le encanta y le excita. Pero pocas cosas pueden superar a esta primera sesión que tuve con mi madre y su amiga pues la excitación y el morbo de la primera vez que se tienen relaciones con una madre cachonda son insuperables.
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