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Derrotero Inexplorado (Madres e Hija) – Capítulo 01
Por fin llega el fin de semana, mañana es sábado y no tengo que asistir a la oficina. Estoy recostada en mi cama desnuda. Una pequeña lampara ilumina tenuemente mi habitación. Con mis ojos cerrados toco mi clítoris que está duro, jugueteo con mis pezones haciendo que mi coño se humedezca más y más, con dos dedos abro mis labios hinchados y froto enérgicamente mi panocha … más y más fuerte … estoy en la cúspide … siento ya que mis piernas tiemblan … (Toc-toc-toc) … golpes en mi puerta … y luego una voz …
—¡Mami! … ¿Estas despierta? …
—Sí, cariño … ¿Qué quieres? …
—¿Puedo entrar? …
—Sí … entra, tesoro …
Prontamente levanto el edredón para cubrir mis pechos desnudos y veo entrar a mi hija Carolina, tiene nueve años y crece rápido. Cuando se mete ese pijama ajustado de Batwoman, puedo ver sus tetitas que comienzan a tomar forma. Muy pronto tendré que comprarle su primer sujetador. Justo ahora lleva una remera de Hello Kitty muy corta con unas hermosas bragas rosadas con diseños circenses. Se sube a la cama, arrastra uno de sus duendes mágicos y lo toma en sus brazos.
—¿Qué sucede bebita? … ¿Algo malo? …
—No, mami … solo que no puedo dormir …
Me giro hacia ella teniendo cuidado de no descubrir mi desnudez.
—¿Qué te sucede, tesoro? … ¿Has soñado algo que te da miedo? …
—No, mami … pero todavía no me acostumbro en esta nueva casa … es muy grande y me siento sola …
La miro con ternura, sus ojitos brillan, está a punto de llorar.
—Pero cariño, eso pasará pronto … verás que pronto tendrás nuevos amigos en el colegio … aquí tienes más espacio que en la otra casa … podrás invitar a tus amigos a la piscina si quieres …
Acaricio su mejilla y su hombro tratando de confortarla.
—Sí, mami … lo sé … pero echo de menos a mis otros amigos … estábamos mejor en la vieja casa …
Me dice casi sollozando y frotando su nariz. Me siento compungida por ella, mi hermosa, dulce e inocente hija esta triste y siento mi corazón acongojado.
—Pero tu sabes que mamá ha cambiado de trabajo, ¿no? … debíamos mudarnos por fuerza mayor, tesoro … ya te acostumbraras … si te sientes solita acuéstate aquí con mami … yo te abrazaré para que te duermas … ¿Quieres? …
Levanté el edredón y le hice un espacio, sin tomar en cuenta de que estaba completamente desnuda. Bueno, es mi hija, no importa, después de todo soy su madre.
Carolina parece no notar mi cuerpo desnudo. Se desliza junto a mí y la abrazo tiernamente, luego la abrigo con el edredón, ella se acurruca a mí. Le abrazo y beso sus dorados cabellos, luego la arrullo con dulces palabras para tranquilizarla y darle mi calor de madre protectora. Meto mi mano bajo su remera y froto suavemente su espalda. Su piel es tersa, suave y cálida. La escucho emitir algunos sonidos, casi como una gatita que ronronea y se acerca más a mí.
La cabeza de Carolina está justo bajo mi barbilla, mantiene sus brazos cruzados con su duende mágico entre ellos, sus manitos están entre mis senos. Se ha acurrucado a mí como una bolita, esta en posición fetal y se arrima a mi vientre como buscando la seguridad materna, la protección de ese vientre que la cobijó por nueve meses tantos años atrás. La abracé y no relajamos bien apegaditas, se sentía agradable, tierno y amoroso. Una madre entregando amor y afecto a su pequeña. Espero que se duerma y yo también lo haré.
En tanto, mi mano se ha deslizado a su culito menudo, beso su cabeza y le susurro que se duerma que mamá está ahí para protegerla. En el silencio del cuarto la escucho susurrar:
—Me gusta, mami …
—Duérmete mi vida … descansa mi amor …
Al cabo de un rato, siento que sus manos se están moviendo. También ella trata de acariciarme, pero en esa posición alcanza solo mis pechos. Sonrío y beso sus cabellos, feliz de sentir esta cercanía tan tierna e íntima con mi hija. Froto su trasero y masajeo su espalda. La escucho ronronear otra vez. Ahora sus deditos se mueven sobre mis senos, solo con las puntitas ella toca a tientas mis esponjosas carnes y roza mis pezones ¿Sabrá lo excitante que puede ser eso? Mis pezones comienzan a endurecerse, quizás más duros que antes y siento mis capullos marrones palpitar, me desespero porque sean acariciados y chupados.
¡¡Maldita sea!!, me recrimino a mi misma, ¿¿Por qué diablos me estoy excitando?? Son solo las manitas de mi pequeña y adorada hija, ¡¡Dios mío!!, esto no debería excitarme sexualmente, ¿verdad?, pero no puedo evitarlo, mi cuerpo reacciona ante esas tímidas y dulces caricias, mi coño vuelve a generar fluidos y me mojo. Trato de pensar a otras cosas y termino convenciéndome de que es normal la reacción de mi cuerpo y que no hay nada de malo en ello, ¿Qué mujer puede permanecer insensible cuando le acarician sus pechos?, es solo la respuesta natural de mi cuerpo al estimulo que está recibiendo.
Los diminutos deditos de Carolina tocan tentativamente mis pezones, lo hace con ternura. Ignara de lo que me está provocando. Quizás es solo su curiosidad infantil. No digo nada, ella continua a jugar con mis mamas un poco más atrevidamente, toma una de mis tetas en sus manitos y pellizca suavemente mi pezón, luego hace lo mismo con mi otro seno.
Estoy ardiendo, apretando mis piernas con lujuria, tiemblo como una gata en celo. ¡¡Por Dios!!, ¿qué me sucede?, ¿me he convertido en una pervertida o algo así? Una vocecita me dice que debo detenerla y enviarla de regreso a su cama o, al menos girarla y evitar que me siga tocando. Pero la sensación me abruma y poco a poco obnubila mi razón sintiendo como acaricia y juega con mis pezones. Involuntariamente se me escapa un gemido:
—¡Hmmmmm! … mamita … eso se siente muy bien, mi niña …
No resisto y me rindo. La dejo hacer. Se siente increíblemente, es formidable la forma en que juega con mis duros pezones. Ha pasado tanto tiempo desde cuando mamaba de mis pechos y apretaba mis senos con sus manitas de bebita. Además, ¿qué tiene de malo si una madre y una hija se demuestran un poco de afecto?
Mi mano se ha metido bajo sus braguitas y mi dedo se desplaza en medio al surco de sus nalgas. Escucho a mí niña suspirar y gemir contenta sintiendo mi mano que atrapa toda su nalga y con la punta de mis dedos rozando su ano, siento como aprieta sus glúteos. Me viene la certeza de que ella está sintiendo como yo, ella entiende que mis caricias no son solo de afecto maternal. En algún modo sabe que la estoy excitando en respuesta a la excitación que ella me provoca acariciando y jugando con mis senos. Ambas nos excitamos. Quiero darle placer, la quiero sexualmente excitada, ¿pero es eso posible? ¿Puede una pergenia de nueve años responder como una mujer?
Al parecer ella sí. Saco mi mano de sus bragas y acaricio su muslo suave, cálido y seductor. Deslizo lentamente mis dedos entre sus piernas, más y más en alto, casi rozo su entrepierna, Carolina abre sus piernecitas para mí y empuja su pelvis hacia adelante estremeciéndose y gimiendo. Los dedos de mis pies se encorvan cuando ella pellizca mis pezones con más fuerza, casi retorciéndolos, como si supiera que eso no hace más que aumentar mi excitación. Su respiración se ha hecho afanosa y jadeante, también la mía.
Pero ahora quiero más. Necesito más. Empujo un poco el edredón hacia abajo para poder mirarla. Las pequeñas manitos están aferradas como garras a mis senos. Sus mejillas están ruborizadas, la frente con una ligera sudoración. Carolina me mira, sus ojos lucientes y veo algo hermoso y maravilloso en su rostro que nunca había visto antes, se muerde su labiecito y su boca está entreabierta, hay ansias en su mirada, ¿Es eso deseo sexual?, yo creo que sí.
Me giro lentamente y acomodo a mi hija sobre su espalda. Ella me mira con esos brillantes. Le sonrío cálidamente y ella me devuelve la sonrisa confiada. Muy lentamente me inclino más cerca de ella, acerco mis labios a su boca y nos besamos. Es un beso suave, pero con una carga erótica inmensa, mis pezones me llegan a doler. Podría ser un beso de madre e hija, pero ambas sabemos que no lo es, la pequeña empuja su lengua en mi boca y todo se transforma, apoyó mis tetas en su vientre y la beso apasionadamente. No hay vuelta que darle, es un beso erótico y romántico. Estamos moviéndonos más allá, pasando cada limite, es un dulce y hermoso incesto. No tengo ninguna voluntad de detenerme, mi mano se mueve hacia arriba para subir su camisón y alcanzar sus pechitos florecientes. Me alzo a mirarla:
—¿Quitémoslo? …
No dice nada, pero no se opone cuando saco su camisón por sobre su cabeza. Encuentro su pecho cándido e inmaduro, como unas pequeñas bellotas. Sus tetitas están al aire al igual que mis senos que parecen dos melones perturbadores al lado de su pecho casi liso. Me detengo a admirar esos montículos incipientes en su pechito pueril e inocente. La toco justo allí, donde las mujeres somos sensibles, dejando que mi dedos recorran y exploren esas tersa tez, la acaricien y la provoquen, siento que sus pezones se endurecen y murmuro casi para mí:
—Te estás convirtiendo en mujer, pequeña mía …
Carolina me mira con sus ojos bien abiertos mientras acaricio sus tetitas. Pellizco suavemente su joven y rígido botoncito rosado, mi niña gime de placer, encorva la espalda y cierra los ojos mientras lame sus labios.
—Eres la hermosa niña de mamá …
Le susurro inclinándome cerca de su oído, a centímetros de su rostro. Acaricio su nariz con mis labios, mi aliento tibio se mezcla con el de ella. Casi en un trino le susurro suavemente:
—Te amo, cariño …
—Yo también te amo, mami …
Me responde con su vocecita de muñeca, se lame los labios y su respirar es irregular, esta excitada mi bebita. Sus ojos están parcialmente cerrados, sus mejillas sonrosadas, la nariz perfilada y respingona, hay algunas pecas en sus pómulos que le dan ese aire tan mono y esos labios carnosos, rosados y deseables.
Derrotero Inexplorado (Madres e Hija) – Capítulo 02
Ella es tan fresca y jovial, tan ingenua e inocente. Todavía es una doncella, una pequeña a la que amo más que a nada en el mundo y, sin embargo, de alguna manera esta noche algo ha cambiado y se ha convertido en un deseo por ella, quiero que sea más que mi hija. Cada vez estoy más segura de lo que quiero. Sé exactamente lo que ha cambiado entre nosotras. Quiero a esta pequeña como mujer como amante. Una cosa más fuerte que mi me lo implora y me empuja a considerarlo seriamente. La necesito. Pero tengo que estar segura de que también ella quiere lo mismo que yo:
—¡Carolina! …
Sus ojos se abren de golpe, me mira inquisitivamente. Lame sus labios y los deja ligeramente separados, como tentándome. ¡¡Oh, mi Dios!!, ella es tan increíblemente deseable, ¿cómo podría alguien resistirse? ¡Quiero besarla!
—¿Sabes, pequeña? … me gustaría que nos besáramos otra vez … ¿Quieres? …
—Sí, mami … también me gusta …
—Bueno … también me gustaría que hiciéramos otras cosas … no solo besarnos … ¿Sabes lo que quiero decir? …
—¡Umh! … no …
Trato de encontrar palabras para explicar lo que quiero, pero no me resulta fácil. Me acerco más a ella y coloco mi pierna sobre las de ella. Mis senos están sobre su pecho y nuestros pezones casi se rozan, sus ojos me miran expectantes y tiernos:
—Quiero amarte, Carolina …
—Pero dijiste que me amabas, mami …
—Sí … lo sé … pero hay más formas de amar, cariño … por eso quiero volver a besarte … amarte como amante … quiero que hagamos de todo entre nosotras …
Me mira intrigada, ya no pestañea, sus ojos son enorme, esos hermosos ojos celestes de ella parecen no entender. Me fijo en sus pestañas largas y un poco obscuras, es tan sexy mi niña. La quiero tanto. La deseo tanto. No sé cómo continuar. Más que palabras, creo que se necesitan acciones. Lamo mis propios labios y acerco mi rostro al de ella. Mi boca roza sus labios y la beso tiernamente al principio, luego aplico más presión a mi beso y meto mi lengua en su boca y busco la de ella, entonces ella abre más su boquita y su lengua se encuentra con la mía, se tocan, danzan juntas, juegan como viejas amigas y la siento que se apega a mí devolviendo el beso con ardor y pasión, del mismo modo en que yo la estoy besando.
Sus manos comienzan a acariciar mis pechos una vez más, los aferra, los aprieta y tira de mis pezones, para una principiante se está comportando bastante bien. Nos besamos por algunos minutos, sigue jugando con mis senos, yo estoy ahora montada a horcajadas contra una de sus piernas y mi coño ligeramente abierto, húmedo y bien lubricado se desliza sobre su pantorrilla, mi clítoris toca su rodilla y se siente magnifico. Si continúo a frotarlo así, podría correrme deliciosamente, pero prefiero esperar.
Abandono sus labiecitos y me levanto a contemplar su rostro de porcelana, parece una de esas muñecas de antaño, es adorable:
—¿Estás bien, cariño? … ¿Te gusta hacer esto? …
Me mira sonriendo entusiasmada y asiente:
—Sí, mami … me gusta … me gusta mucho …
Casi sorpresivamente alza su rostro y me abraza, tirando mi rostro sobre sus labios. A ella le gusta besarse conmigo. Contenta de su reacción continuo a besarme con ella. Creo que está lista para pasar más allá del límite. Sin dejar de besarla tomo una de sus manitos y la muevo entre mis piernas, presionando mi entrepierna. Mi coño está pegajoso, mojado y caliente. Acomodo su manito y froto mis labios mayores con ella, deslizo su extremidad por todo mi chocho repetidas veces, sus dedos se cubren con la humedad de mi sexo. Suavemente susurro cerca de su oído:
—Frótame aquí, querida … así, tesoro … frótame un poco más …
Me separo ligeramente de ella, deslizo su mano de arriba abajo, adentrándola en mi conchita empapada, mostrándole cuan resbaladiza y caliente que esta mi coño, haciéndole ver que es lo que quiero. Cuando sus deditos alcanzan mi clítoris doy casi un salto, me estremezco, gimo y chillo:
—¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … justo ahí … frota … frota a mami … haz que mami se sienta bien … frótame esa partecita … ¡Uuuuhhh! … ¡Eres maravillosa! …
La dejo continuar y lo hace sola espléndidamente, sus dedos acarician los pliegues de mi capullo hinchado, entro en una especie de paroxismo, es éxtasis puro, es el cielo. Me pliego a besar sus diminutas tetitas, beso su cuello, vuelvo a besar su boca. Estoy casi gruñendo, comiéndomela a besos. Meto mi mano bajo su trasero y empujo su cuerpecito contra el mío mientras sus dedos me provocan sensaciones increíbles, es un frenesí de lujuria incestuosa. No hay nada de maternal en nuestras caricias, nos hemos transformado en amantes mi hija y yo. Estoy teniendo sexo con ella y me encanta.
En algún lugar de mi mente algo me molesta. Pero no me puedo detener, siento en mi estomago esa sensación desesperada, mi respiración agitada al máximo, tengo un remolino en mi vientre, la presión aumenta, mi coño vibra en todos los acordes, es mi orgasmo que se acerca. ¿Debería detenerme ahora? ¿Esperar? No, no puedo, no puedo detenerme, no puedo parar, es algo incontenible, me supera. Follo con fuerza la pierna de mi hija sintiendo sus dedos que escarban en mi panocha candente, estoy chillando con delirio. Meto mi lengua en su boca y follo su boca.
—¡Oooohhhh! … ¡Carolina! … ¡Sigue, amor! … ¡Sigue! … ¡Ssiii, amor! … ¡Ssiii! … ¡Mami va a! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhmmm! …. ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Me corro! … ¡Me corro, hijita! …
Exploto en un orgasmo fenomenal en sus deditos, guturales gruñidos escapan de mí boca mientras mi cuerpo se retuerce en espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Oh! … ¡Ooohhh! … ¡Dios, mío! … ¡Diosito santo! …
Poco a poco vuelvo a la realidad. Todavía mi mano está debajo de su trasero. Sus dedos todavía están entre mis piernas y me provocan uno que otro chillido y estertor cuando rozan mi delicado clítoris. La cama es un desastre de fluidos húmedos. Trato de recuperarme y abro mis ojos. En la demencial excitación me he movido en la cama. Mis senos casi cubren su rostro. Me deslizo hacia abajo y miro sus ojos sorprendidos.
—¿Estás bien, cariño? …
—Sí, mami … ¡Uhm! … Eso fue … eso fue divertido, mami … un poco loco, pero divertido … te veías tan linda, mamá …
—¡Oh! … no sabes cuanto me alegra que te haya gustado …
Le doy un veloz beso en los labios, un solo beso fugaz. Luego beso sus labios un poco más apasionada, sosteniendo su cabeza, ella suspira feliz y me devuelve el beso. Retrocedo sorprendida, la miro para ver algún indicio de preocupación, miedo o incertidumbre, pero no noto nada de eso, Carolina parece completamente cómoda, tranquila y satisfecha de nuestro acto sexual.
¿Sabrá ella lo que es un acto sexual? Tiendo a pensar que sí. Puede tener solo nueve años, pero los niños de hoy crecen muy rápido. Estoy segura de que ella entiende. Sin embargo, decido preguntarle:
—Carolina, hija … ¿Sabes lo que acabamos de hacer? … ¿Sabes que cosa hemos hecho juntas? …
Me mira y asiente sonriendo.
—Sí, mami … creo que sí …
—Bueno, hija … ¡Ehm! … nosotras ya habíamos hablado algunas cositas, ¿recuerdas? …
—Sí, mami … eso de sexo … de chicos … ya me dijiste algo de eso …
—¿Te acuerdas de que te hable de la masturbación y del orgasmo? …
—Sí, mami …
—Bueno … entonces lo que acaba de tener mami es un orgasmo …
—Está bien, mami …
Me sonríe y baja su mirada.
—También se pueden lograr con la masturbación … y que podías hacerlo todas las veces que quisieras … porque no hay nada de malo en ello… ¿Te acuerdas de que te lo dije? …
—Sí, mami … recuerdo casi todo lo que me dijiste … otras cosas la he sentido en el colegio …
—¡Oh!, que bien … ¿Has tenido alguna vez un orgasmo? …
Una amplia sonrisa se dibuja en su angelical rostro, se ve un poco intimidada y avergonzada, vuelve a agachar la mirada traviesa y asiente:
—¡A-ha! … lo he tenido …
Le sonrío y beso su mejilla, tomo delicadamente su nariz entre mis dedos.
—¡Oh!, no sabes cuanto me alegro de que me lo digas, chiquilla traviesa … ¡Uhm! … ¿Te gustaría que te toque? … y … bueno … ver si puedo procurarte un orgasmo …
—¿Harías eso por mí, mami? … me encantaría, ¿sabes? …
Me vuelve a asombrar Carolina. La seguridad con que me responde. No muestra ninguna vacilación. Al parecer para ella esto es perfectamente natural. Una forma más en que una madre y su hija comparten su amor la una por la otra. Creo que así es, lo que estamos haciendo es natural. Es afecto, es ternura, es amor, y ¡Dios mío!, se siente tan jodidamente bien. ¿Cómo una cosa así puede estar mal?
Me deslizo suavemente de ella y me recuesto a su lado apoyada en un codo, ella está boca arriba. Empujo el edredón hacia los pies y la descubro completamente. Mi ojos recorren ávidos su cuerpo esbelto y pubescente, está con sus bragas rosadas llenas de payasitos.
—¿Está bien si te quito las bragas? …
—Sí, mami … quítamelas …
Cuando me arrodillo a su lado y jalo de sus calzoncitos, levanta sus caderas colaborando, dejo las bragas a los pies de la cama y vuelvo a recostarme a su lado.
—Carolina, te quiero mucho …
—Yo también te amo, mami …
Nos volvemos a besar, esta vez sin lengua. Es solo un beso romanticón. Mi corazón se vuelca hinchado con sentimiento de ternura, afecto y amor, también de deseos y lujuria.
Separo ligeramente mis propias piernas e inserto mis dedos en mi encharcada vagina, saco mis dedos bañados completamente en mis fluidos, luego muevo mi mano a la entrepierna de mi hija.
Carolina no tiene vellos púbicos aún. Sus pezones son pequeñitos, pero ligeramente hinchaditos, al mirarlos me viene un deseo loco de comerlos. Su pequeño coño tampoco tiene pelos. Suavemente froto mis dedos en su rajita virgen, mis dedos bañados se deslizan fácilmente sobre sus diminutos labios enrojecidos e hinchados. Me acerco a su rostro y beso sus labios, nuestras lenguas se encuentran. Ella mueve sus manitos a aferrar mis pechos y juega con mis pezones. Parece que le encanta tocarme de ese modo.
Carolina instintivamente separa sus muslos mientras acaricio los labios de su coño. Ella se ofrece a mis caricias. Ms dedos se relajan y abren su conchita pequeñita. Ella abre aún más sus piernas. Separo sus labios vaginales y toco sus suaves carnes, se siente cálido y suave, también resbaladizo, mi niña esta mojada por dentro, su pequeño coño esta empapado.
Cuando mis dedos encuentran la estrecha abertura de su chocho, Carolina da un respingo. Inmediatamente retrocedo, no quiero causarle algún mal, pero ella desesperada agarra mi rostro con sus dos manos y casi suplicando, me dice entre dientes y con urgencia:
—¡No te detengas! … ¡Por favor, no pares ahora! …
Luego continua a besarme. Así que no lo hago. Nos besamos y continúo a explorar su sexo virgen, mis dedos jugosos dibujan los bordes de su coño. Ella jadea y gime. Sus delgadas piernas están completamente abiertas, tan anchas como puede. Ella quiere esto tanto como yo.
Empiezo a sondear su pequeño y dulce orificio. Ella se contorsiona debajo de mí, está follando mí mano con su pelvis, levantando y refregando su conchita en mis dedos. Delicadamente empujo mi dedo medio hacia el interior de su coño, pero solo hasta el primer nudillo, siento la tierna y húmeda suavidad de la vagina de mi hija. Con mi pulgar restregó su clítoris. Carolina da otro respingo y un ahogado chillido. Entiendo que está al borde de su orgasmo, casi desesperada por eso.
Continuamos dándonos besitos húmedos, también mi pulgar continúa a estimular su clítoris, como así mi dedo medio cosquillea el interno de su coño, ¿Bastará esto para provocarle un orgasmo a mi hija? ¿Estará ya lista a correrse?
Continuará
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Derrotero Inexplorado (Madres e Hija) – Capítulo 01
Por fin llega el fin de semana, mañana es sábado y no tengo que asistir a la oficina. Estoy recostada en mi cama desnuda. Una pequeña lampara ilumina tenuemente mi habitación. Con mis ojos cerrados toco mi clítoris que está duro, jugueteo con mis pezones haciendo que mi coño se humedezca más y más, con dos dedos abro mis labios hinchados y froto enérgicamente mi panocha … más y más fuerte … estoy en la cúspide … siento ya que mis piernas tiemblan … (Toc-toc-toc) … golpes en mi puerta … y luego una voz …
—¡Mami! … ¿Estas despierta? …
—Sí, cariño … ¿Qué quieres? …
—¿Puedo entrar? …
—Sí … entra, tesoro …
Prontamente levanto el edredón para cubrir mis pechos desnudos y veo entrar a mi hija Carolina, tiene nueve años y crece rápido. Cuando se mete ese pijama ajustado de Batwoman, puedo ver sus tetitas que comienzan a tomar forma. Muy pronto tendré que comprarle su primer sujetador. Justo ahora lleva una remera de Hello Kitty muy corta con unas hermosas bragas rosadas con diseños circenses. Se sube a la cama, arrastra uno de sus duendes mágicos y lo toma en sus brazos.
—¿Qué sucede bebita? … ¿Algo malo? …
—No, mami … solo que no puedo dormir …
Me giro hacia ella teniendo cuidado de no descubrir mi desnudez.
—¿Qué te sucede, tesoro? … ¿Has soñado algo que te da miedo? …
—No, mami … pero todavía no me acostumbro en esta nueva casa … es muy grande y me siento sola …
La miro con ternura, sus ojitos brillan, está a punto de llorar.
—Pero cariño, eso pasará pronto … verás que pronto tendrás nuevos amigos en el colegio … aquí tienes más espacio que en la otra casa … podrás invitar a tus amigos a la piscina si quieres …
Acaricio su mejilla y su hombro tratando de confortarla.
—Sí, mami … lo sé … pero echo de menos a mis otros amigos … estábamos mejor en la vieja casa …
Me dice casi sollozando y frotando su nariz. Me siento compungida por ella, mi hermosa, dulce e inocente hija esta triste y siento mi corazón acongojado.
—Pero tu sabes que mamá ha cambiado de trabajo, ¿no? … debíamos mudarnos por fuerza mayor, tesoro … ya te acostumbraras … si te sientes solita acuéstate aquí con mami … yo te abrazaré para que te duermas … ¿Quieres? …
Levanté el edredón y le hice un espacio, sin tomar en cuenta de que estaba completamente desnuda. Bueno, es mi hija, no importa, después de todo soy su madre.
Carolina parece no notar mi cuerpo desnudo. Se desliza junto a mí y la abrazo tiernamente, luego la abrigo con el edredón, ella se acurruca a mí. Le abrazo y beso sus dorados cabellos, luego la arrullo con dulces palabras para tranquilizarla y darle mi calor de madre protectora. Meto mi mano bajo su remera y froto suavemente su espalda. Su piel es tersa, suave y cálida. La escucho emitir algunos sonidos, casi como una gatita que ronronea y se acerca más a mí.
La cabeza de Carolina está justo bajo mi barbilla, mantiene sus brazos cruzados con su duende mágico entre ellos, sus manitos están entre mis senos. Se ha acurrucado a mí como una bolita, esta en posición fetal y se arrima a mi vientre como buscando la seguridad materna, la protección de ese vientre que la cobijó por nueve meses tantos años atrás. La abracé y no relajamos bien apegaditas, se sentía agradable, tierno y amoroso. Una madre entregando amor y afecto a su pequeña. Espero que se duerma y yo también lo haré.
En tanto, mi mano se ha deslizado a su culito menudo, beso su cabeza y le susurro que se duerma que mamá está ahí para protegerla. En el silencio del cuarto la escucho susurrar:
—Me gusta, mami …
—Duérmete mi vida … descansa mi amor …
Al cabo de un rato, siento que sus manos se están moviendo. También ella trata de acariciarme, pero en esa posición alcanza solo mis pechos. Sonrío y beso sus cabellos, feliz de sentir esta cercanía tan tierna e íntima con mi hija. Froto su trasero y masajeo su espalda. La escucho ronronear otra vez. Ahora sus deditos se mueven sobre mis senos, solo con las puntitas ella toca a tientas mis esponjosas carnes y roza mis pezones ¿Sabrá lo excitante que puede ser eso? Mis pezones comienzan a endurecerse, quizás más duros que antes y siento mis capullos marrones palpitar, me desespero porque sean acariciados y chupados.
¡¡Maldita sea!!, me recrimino a mi misma, ¿¿Por qué diablos me estoy excitando?? Son solo las manitas de mi pequeña y adorada hija, ¡¡Dios mío!!, esto no debería excitarme sexualmente, ¿verdad?, pero no puedo evitarlo, mi cuerpo reacciona ante esas tímidas y dulces caricias, mi coño vuelve a generar fluidos y me mojo. Trato de pensar a otras cosas y termino convenciéndome de que es normal la reacción de mi cuerpo y que no hay nada de malo en ello, ¿Qué mujer puede permanecer insensible cuando le acarician sus pechos?, es solo la respuesta natural de mi cuerpo al estimulo que está recibiendo.
Los diminutos deditos de Carolina tocan tentativamente mis pezones, lo hace con ternura. Ignara de lo que me está provocando. Quizás es solo su curiosidad infantil. No digo nada, ella continua a jugar con mis mamas un poco más atrevidamente, toma una de mis tetas en sus manitos y pellizca suavemente mi pezón, luego hace lo mismo con mi otro seno.
Estoy ardiendo, apretando mis piernas con lujuria, tiemblo como una gata en celo. ¡¡Por Dios!!, ¿qué me sucede?, ¿me he convertido en una pervertida o algo así? Una vocecita me dice que debo detenerla y enviarla de regreso a su cama o, al menos girarla y evitar que me siga tocando. Pero la sensación me abruma y poco a poco obnubila mi razón sintiendo como acaricia y juega con mis pezones. Involuntariamente se me escapa un gemido:
—¡Hmmmmm! … mamita … eso se siente muy bien, mi niña …
No resisto y me rindo. La dejo hacer. Se siente increíblemente, es formidable la forma en que juega con mis duros pezones. Ha pasado tanto tiempo desde cuando mamaba de mis pechos y apretaba mis senos con sus manitas de bebita. Además, ¿qué tiene de malo si una madre y una hija se demuestran un poco de afecto?
Mi mano se ha metido bajo sus braguitas y mi dedo se desplaza en medio al surco de sus nalgas. Escucho a mí niña suspirar y gemir contenta sintiendo mi mano que atrapa toda su nalga y con la punta de mis dedos rozando su ano, siento como aprieta sus glúteos. Me viene la certeza de que ella está sintiendo como yo, ella entiende que mis caricias no son solo de afecto maternal. En algún modo sabe que la estoy excitando en respuesta a la excitación que ella me provoca acariciando y jugando con mis senos. Ambas nos excitamos. Quiero darle placer, la quiero sexualmente excitada, ¿pero es eso posible? ¿Puede una pergenia de nueve años responder como una mujer?
Al parecer ella sí. Saco mi mano de sus bragas y acaricio su muslo suave, cálido y seductor. Deslizo lentamente mis dedos entre sus piernas, más y más en alto, casi rozo su entrepierna, Carolina abre sus piernecitas para mí y empuja su pelvis hacia adelante estremeciéndose y gimiendo. Los dedos de mis pies se encorvan cuando ella pellizca mis pezones con más fuerza, casi retorciéndolos, como si supiera que eso no hace más que aumentar mi excitación. Su respiración se ha hecho afanosa y jadeante, también la mía.
Pero ahora quiero más. Necesito más. Empujo un poco el edredón hacia abajo para poder mirarla. Las pequeñas manitos están aferradas como garras a mis senos. Sus mejillas están ruborizadas, la frente con una ligera sudoración. Carolina me mira, sus ojos lucientes y veo algo hermoso y maravilloso en su rostro que nunca había visto antes, se muerde su labiecito y su boca está entreabierta, hay ansias en su mirada, ¿Es eso deseo sexual?, yo creo que sí.
Me giro lentamente y acomodo a mi hija sobre su espalda. Ella me mira con esos brillantes. Le sonrío cálidamente y ella me devuelve la sonrisa confiada. Muy lentamente me inclino más cerca de ella, acerco mis labios a su boca y nos besamos. Es un beso suave, pero con una carga erótica inmensa, mis pezones me llegan a doler. Podría ser un beso de madre e hija, pero ambas sabemos que no lo es, la pequeña empuja su lengua en mi boca y todo se transforma, apoyó mis tetas en su vientre y la beso apasionadamente. No hay vuelta que darle, es un beso erótico y romántico. Estamos moviéndonos más allá, pasando cada limite, es un dulce y hermoso incesto. No tengo ninguna voluntad de detenerme, mi mano se mueve hacia arriba para subir su camisón y alcanzar sus pechitos florecientes. Me alzo a mirarla:
—¿Quitémoslo? …
No dice nada, pero no se opone cuando saco su camisón por sobre su cabeza. Encuentro su pecho cándido e inmaduro, como unas pequeñas bellotas. Sus tetitas están al aire al igual que mis senos que parecen dos melones perturbadores al lado de su pecho casi liso. Me detengo a admirar esos montículos incipientes en su pechito pueril e inocente. La toco justo allí, donde las mujeres somos sensibles, dejando que mi dedos recorran y exploren esas tersa tez, la acaricien y la provoquen, siento que sus pezones se endurecen y murmuro casi para mí:
—Te estás convirtiendo en mujer, pequeña mía …
Carolina me mira con sus ojos bien abiertos mientras acaricio sus tetitas. Pellizco suavemente su joven y rígido botoncito rosado, mi niña gime de placer, encorva la espalda y cierra los ojos mientras lame sus labios.
—Eres la hermosa niña de mamá …
Le susurro inclinándome cerca de su oído, a centímetros de su rostro. Acaricio su nariz con mis labios, mi aliento tibio se mezcla con el de ella. Casi en un trino le susurro suavemente:
—Te amo, cariño …
—Yo también te amo, mami …
Me responde con su vocecita de muñeca, se lame los labios y su respirar es irregular, esta excitada mi bebita. Sus ojos están parcialmente cerrados, sus mejillas sonrosadas, la nariz perfilada y respingona, hay algunas pecas en sus pómulos que le dan ese aire tan mono y esos labios carnosos, rosados y deseables.
Derrotero Inexplorado (Madres e Hija) – Capítulo 02
Ella es tan fresca y jovial, tan ingenua e inocente. Todavía es una doncella, una pequeña a la que amo más que a nada en el mundo y, sin embargo, de alguna manera esta noche algo ha cambiado y se ha convertido en un deseo por ella, quiero que sea más que mi hija. Cada vez estoy más segura de lo que quiero. Sé exactamente lo que ha cambiado entre nosotras. Quiero a esta pequeña como mujer como amante. Una cosa más fuerte que mi me lo implora y me empuja a considerarlo seriamente. La necesito. Pero tengo que estar segura de que también ella quiere lo mismo que yo:
—¡Carolina! …
Sus ojos se abren de golpe, me mira inquisitivamente. Lame sus labios y los deja ligeramente separados, como tentándome. ¡¡Oh, mi Dios!!, ella es tan increíblemente deseable, ¿cómo podría alguien resistirse? ¡Quiero besarla!
—¿Sabes, pequeña? … me gustaría que nos besáramos otra vez … ¿Quieres? …
—Sí, mami … también me gusta …
—Bueno … también me gustaría que hiciéramos otras cosas … no solo besarnos … ¿Sabes lo que quiero decir? …
—¡Umh! … no …
Trato de encontrar palabras para explicar lo que quiero, pero no me resulta fácil. Me acerco más a ella y coloco mi pierna sobre las de ella. Mis senos están sobre su pecho y nuestros pezones casi se rozan, sus ojos me miran expectantes y tiernos:
—Quiero amarte, Carolina …
—Pero dijiste que me amabas, mami …
—Sí … lo sé … pero hay más formas de amar, cariño … por eso quiero volver a besarte … amarte como amante … quiero que hagamos de todo entre nosotras …
Me mira intrigada, ya no pestañea, sus ojos son enorme, esos hermosos ojos celestes de ella parecen no entender. Me fijo en sus pestañas largas y un poco obscuras, es tan sexy mi niña. La quiero tanto. La deseo tanto. No sé cómo continuar. Más que palabras, creo que se necesitan acciones. Lamo mis propios labios y acerco mi rostro al de ella. Mi boca roza sus labios y la beso tiernamente al principio, luego aplico más presión a mi beso y meto mi lengua en su boca y busco la de ella, entonces ella abre más su boquita y su lengua se encuentra con la mía, se tocan, danzan juntas, juegan como viejas amigas y la siento que se apega a mí devolviendo el beso con ardor y pasión, del mismo modo en que yo la estoy besando.
Sus manos comienzan a acariciar mis pechos una vez más, los aferra, los aprieta y tira de mis pezones, para una principiante se está comportando bastante bien. Nos besamos por algunos minutos, sigue jugando con mis senos, yo estoy ahora montada a horcajadas contra una de sus piernas y mi coño ligeramente abierto, húmedo y bien lubricado se desliza sobre su pantorrilla, mi clítoris toca su rodilla y se siente magnifico. Si continúo a frotarlo así, podría correrme deliciosamente, pero prefiero esperar.
Abandono sus labiecitos y me levanto a contemplar su rostro de porcelana, parece una de esas muñecas de antaño, es adorable:
—¿Estás bien, cariño? … ¿Te gusta hacer esto? …
Me mira sonriendo entusiasmada y asiente:
—Sí, mami … me gusta … me gusta mucho …
Casi sorpresivamente alza su rostro y me abraza, tirando mi rostro sobre sus labios. A ella le gusta besarse conmigo. Contenta de su reacción continuo a besarme con ella. Creo que está lista para pasar más allá del límite. Sin dejar de besarla tomo una de sus manitos y la muevo entre mis piernas, presionando mi entrepierna. Mi coño está pegajoso, mojado y caliente. Acomodo su manito y froto mis labios mayores con ella, deslizo su extremidad por todo mi chocho repetidas veces, sus dedos se cubren con la humedad de mi sexo. Suavemente susurro cerca de su oído:
—Frótame aquí, querida … así, tesoro … frótame un poco más …
Me separo ligeramente de ella, deslizo su mano de arriba abajo, adentrándola en mi conchita empapada, mostrándole cuan resbaladiza y caliente que esta mi coño, haciéndole ver que es lo que quiero. Cuando sus deditos alcanzan mi clítoris doy casi un salto, me estremezco, gimo y chillo:
—¡Uuuuhhhh! … ¡Ssssiiii! … justo ahí … frota … frota a mami … haz que mami se sienta bien … frótame esa partecita … ¡Uuuuhhh! … ¡Eres maravillosa! …
La dejo continuar y lo hace sola espléndidamente, sus dedos acarician los pliegues de mi capullo hinchado, entro en una especie de paroxismo, es éxtasis puro, es el cielo. Me pliego a besar sus diminutas tetitas, beso su cuello, vuelvo a besar su boca. Estoy casi gruñendo, comiéndomela a besos. Meto mi mano bajo su trasero y empujo su cuerpecito contra el mío mientras sus dedos me provocan sensaciones increíbles, es un frenesí de lujuria incestuosa. No hay nada de maternal en nuestras caricias, nos hemos transformado en amantes mi hija y yo. Estoy teniendo sexo con ella y me encanta.
En algún lugar de mi mente algo me molesta. Pero no me puedo detener, siento en mi estomago esa sensación desesperada, mi respiración agitada al máximo, tengo un remolino en mi vientre, la presión aumenta, mi coño vibra en todos los acordes, es mi orgasmo que se acerca. ¿Debería detenerme ahora? ¿Esperar? No, no puedo, no puedo detenerme, no puedo parar, es algo incontenible, me supera. Follo con fuerza la pierna de mi hija sintiendo sus dedos que escarban en mi panocha candente, estoy chillando con delirio. Meto mi lengua en su boca y follo su boca.
—¡Oooohhhh! … ¡Carolina! … ¡Sigue, amor! … ¡Sigue! … ¡Ssiii, amor! … ¡Ssiii! … ¡Mami va a! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhmmm! …. ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Me corro! … ¡Me corro, hijita! …
Exploto en un orgasmo fenomenal en sus deditos, guturales gruñidos escapan de mí boca mientras mi cuerpo se retuerce en espasmódicas olas orgásmicas.
—¡Oh! … ¡Ooohhh! … ¡Dios, mío! … ¡Diosito santo! …
Poco a poco vuelvo a la realidad. Todavía mi mano está debajo de su trasero. Sus dedos todavía están entre mis piernas y me provocan uno que otro chillido y estertor cuando rozan mi delicado clítoris. La cama es un desastre de fluidos húmedos. Trato de recuperarme y abro mis ojos. En la demencial excitación me he movido en la cama. Mis senos casi cubren su rostro. Me deslizo hacia abajo y miro sus ojos sorprendidos.
—¿Estás bien, cariño? …
—Sí, mami … ¡Uhm! … Eso fue … eso fue divertido, mami … un poco loco, pero divertido … te veías tan linda, mamá …
—¡Oh! … no sabes cuanto me alegra que te haya gustado …
Le doy un veloz beso en los labios, un solo beso fugaz. Luego beso sus labios un poco más apasionada, sosteniendo su cabeza, ella suspira feliz y me devuelve el beso. Retrocedo sorprendida, la miro para ver algún indicio de preocupación, miedo o incertidumbre, pero no noto nada de eso, Carolina parece completamente cómoda, tranquila y satisfecha de nuestro acto sexual.
¿Sabrá ella lo que es un acto sexual? Tiendo a pensar que sí. Puede tener solo nueve años, pero los niños de hoy crecen muy rápido. Estoy segura de que ella entiende. Sin embargo, decido preguntarle:
—Carolina, hija … ¿Sabes lo que acabamos de hacer? … ¿Sabes que cosa hemos hecho juntas? …
Me mira y asiente sonriendo.
—Sí, mami … creo que sí …
—Bueno, hija … ¡Ehm! … nosotras ya habíamos hablado algunas cositas, ¿recuerdas? …
—Sí, mami … eso de sexo … de chicos … ya me dijiste algo de eso …
—¿Te acuerdas de que te hable de la masturbación y del orgasmo? …
—Sí, mami …
—Bueno … entonces lo que acaba de tener mami es un orgasmo …
—Está bien, mami …
Me sonríe y baja su mirada.
—También se pueden lograr con la masturbación … y que podías hacerlo todas las veces que quisieras … porque no hay nada de malo en ello… ¿Te acuerdas de que te lo dije? …
—Sí, mami … recuerdo casi todo lo que me dijiste … otras cosas la he sentido en el colegio …
—¡Oh!, que bien … ¿Has tenido alguna vez un orgasmo? …
Una amplia sonrisa se dibuja en su angelical rostro, se ve un poco intimidada y avergonzada, vuelve a agachar la mirada traviesa y asiente:
—¡A-ha! … lo he tenido …
Le sonrío y beso su mejilla, tomo delicadamente su nariz entre mis dedos.
—¡Oh!, no sabes cuanto me alegro de que me lo digas, chiquilla traviesa … ¡Uhm! … ¿Te gustaría que te toque? … y … bueno … ver si puedo procurarte un orgasmo …
—¿Harías eso por mí, mami? … me encantaría, ¿sabes? …
Me vuelve a asombrar Carolina. La seguridad con que me responde. No muestra ninguna vacilación. Al parecer para ella esto es perfectamente natural. Una forma más en que una madre y su hija comparten su amor la una por la otra. Creo que así es, lo que estamos haciendo es natural. Es afecto, es ternura, es amor, y ¡Dios mío!, se siente tan jodidamente bien. ¿Cómo una cosa así puede estar mal?
Me deslizo suavemente de ella y me recuesto a su lado apoyada en un codo, ella está boca arriba. Empujo el edredón hacia los pies y la descubro completamente. Mi ojos recorren ávidos su cuerpo esbelto y pubescente, está con sus bragas rosadas llenas de payasitos.
—¿Está bien si te quito las bragas? …
—Sí, mami … quítamelas …
Cuando me arrodillo a su lado y jalo de sus calzoncitos, levanta sus caderas colaborando, dejo las bragas a los pies de la cama y vuelvo a recostarme a su lado.
—Carolina, te quiero mucho …
—Yo también te amo, mami …
Nos volvemos a besar, esta vez sin lengua. Es solo un beso romanticón. Mi corazón se vuelca hinchado con sentimiento de ternura, afecto y amor, también de deseos y lujuria.
Separo ligeramente mis propias piernas e inserto mis dedos en mi encharcada vagina, saco mis dedos bañados completamente en mis fluidos, luego muevo mi mano a la entrepierna de mi hija.
Carolina no tiene vellos púbicos aún. Sus pezones son pequeñitos, pero ligeramente hinchaditos, al mirarlos me viene un deseo loco de comerlos. Su pequeño coño tampoco tiene pelos. Suavemente froto mis dedos en su rajita virgen, mis dedos bañados se deslizan fácilmente sobre sus diminutos labios enrojecidos e hinchados. Me acerco a su rostro y beso sus labios, nuestras lenguas se encuentran. Ella mueve sus manitos a aferrar mis pechos y juega con mis pezones. Parece que le encanta tocarme de ese modo.
Carolina instintivamente separa sus muslos mientras acaricio los labios de su coño. Ella se ofrece a mis caricias. Ms dedos se relajan y abren su conchita pequeñita. Ella abre aún más sus piernas. Separo sus labios vaginales y toco sus suaves carnes, se siente cálido y suave, también resbaladizo, mi niña esta mojada por dentro, su pequeño coño esta empapado.
Cuando mis dedos encuentran la estrecha abertura de su chocho, Carolina da un respingo. Inmediatamente retrocedo, no quiero causarle algún mal, pero ella desesperada agarra mi rostro con sus dos manos y casi suplicando, me dice entre dientes y con urgencia:
—¡No te detengas! … ¡Por favor, no pares ahora! …
Luego continua a besarme. Así que no lo hago. Nos besamos y continúo a explorar su sexo virgen, mis dedos jugosos dibujan los bordes de su coño. Ella jadea y gime. Sus delgadas piernas están completamente abiertas, tan anchas como puede. Ella quiere esto tanto como yo.
Empiezo a sondear su pequeño y dulce orificio. Ella se contorsiona debajo de mí, está follando mí mano con su pelvis, levantando y refregando su conchita en mis dedos. Delicadamente empujo mi dedo medio hacia el interior de su coño, pero solo hasta el primer nudillo, siento la tierna y húmeda suavidad de la vagina de mi hija. Con mi pulgar restregó su clítoris. Carolina da otro respingo y un ahogado chillido. Entiendo que está al borde de su orgasmo, casi desesperada por eso.
Continuamos dándonos besitos húmedos, también mi pulgar continúa a estimular su clítoris, como así mi dedo medio cosquillea el interno de su coño, ¿Bastará esto para provocarle un orgasmo a mi hija? ¿Estará ya lista a correrse?
Continuará
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